2. HISTORIA
Según la leyenda, el primer hombre lobo reconocido fue Licaón, rey de Arcadia,
Grecia. En la mitología griega, Licaón era un rey sabio y culto y una persona muy
religiosa que había sacado a su pueblo de las condiciones salvajes en que vivían
originariamente. No obstante, parece que él mismo continuó siendo un salvaje,
pues a pesar de todo siguió sacrificando seres humanos en honor a Zeus, e
incluso se dijo que asesinaba a todo forastero que llegara a su reino pidiendo
hospitalidad.
Al enterarse, el dios Zeus quiso comprobar los rumores y se disfrazó de
vagabundo para hacer una visita a Licaón. Este inmediatamente pensó en matar
a su visitante, pero se enteró a tiempo de que se trataba de Zeus y lo invitó a
participar en un suntuoso banquete. Todo habría salido bien de no ser porque
Licaón no pudo resistir la tentación de jugar una horrible broma al rey del
Olimpo; ordenó que le sirvieran la carne de un niño (presuntamente un hijo
suyo).
3. Zeus se dio cuenta, por supuesto, y, encolerizado, condeno a
Licaón a convertirse en lobo, y a que todos sus
descendientes serían también hombres lobo. Hoy se conoce
como licaón al perro salvaje africano, un pariente de los
lobos.
La historia de Licaón provee uno de los primeros ejemplos
de la leyenda del hombre lobo.
De acuerdo a la historia de Licaón, este se transformaba en
un lobo como resultado de comer carne humana; un testigo
que estuvo presente en un sacrificio periódico en el Monte
Licaón dijo sufrir un destino similar. Pinio el viejo, dijo
citando a Euanthes (Historia Naturalis viii. 22/34. 81): que un
hombre de la familia de Anthus fue seleccionado por Lot y
fue llevado a un lago en Arcadia, donde colocó su ropa en un
árbol y nadó a través del lago. Esto dio como resultado su
transformación en un lobo, y vagó en esta forma durante
nueve años. Entonces, si durante este tiempo él no atacaba
a ningún ser humano, tendría la libertad de nadar de regreso y
volver a su forma original.
4. Probablemente las dos historias son idénticas, aunque no se haya mencionado del
sacrificio de Licaón por los descendientes de Ateo. Heródoto (iv. 105) menciona que
la tribu de los Neuri, un pueblo que él ubica al noroeste de Escitia, se
transformaban anualmente durante algunos días. Virgilio también estuvo
familiarizado con la transformación de seres humanos en lobos (véase Eglogas viii.
98). En la novela Satyricon, escrita por Cayo Petronio cerca del año 60, uno de los
personajes recita una historia sobre un hombre que se convierte en lobo.
A partir de ese momento los hombres lobo parecen haberse multiplicado, al llegar
la Edad Media, los cuentos de hombres que se transformaban en lobo eran
comunes y la gente tenía tanta fe en ellos que ni siquiera se atrevía a salir de noche
al bosque. Hay que recordar que en aquellos tiempos los lobos auténticos eran
comunes y no era raro que atacaran a las personas. Más tarde los lobos fueron
cazados y exterminados en gran parte de su área de distribución, pero el temor a
los hombres bestia siguió igual de fuerte que antes.
5. Según las creencias armenias, hay mujeres que a consecuencia de pecados
mortales están condenadas a pasar siete años bajo la forma de un lobo. Un
espíritu llega a tales mujeres y les da la piel de lobo. Éste les ordena ponérsela, y
tan pronto como lo hacen aparecen marcas de lobo en su mano derecha. Una vez
que su naturaleza es conquistada, se come a sus propios hijos, uno por uno,
después devora a los hijos de sus parientes de acuerdo a la cercanía genealógica,
y finalmente ataca a los niños ajenos a su familia. Pasa a vagar entonces
solamente durante la noche, y las cerraduras y puertas se abren en su
aproximación. Cuando está cerca la mañana, vuelve a su forma humana y se quita
la piel de lobo. En estos casos la transformación es involuntaria.
6. Pero junto a esta creencia sobre metamorfosis involuntaria, se encuentran las
creencias de que los seres humanos pueden transmutar en animales a voluntad y
después reasumir su forma original. En particular, Francia parece haber sido
infestada con hombres lobo durante el siglo XVl, por lo que fueron numerosos los
consecuentes juicios. En algunos casos, por ejemplo, los de la familia de Gandillon
en el Jura, el sastre de Chalons y de Roulet, todo ocurriendo en el año 1598, había
clara evidencia en contra del acusado de asesinatos y canibalismo, pero ninguno
asociado con lobos; en otros casos, como el de Gilles Garnier en Dole, 1573, hubo
clara evidencia de existencia de algún lobo, pero ninguna en contra del acusado;
en todos los casos, con muy pocas excepciones, había una predisposición del
acusado en confesar e incluso en detallar las circunstancias de la metamorfosis, la
cual es una de los temas recurrentes de brujería medieval. Aun cuando esta fiebre
de licantropía (de ambos, acusadores y sospechosos) llegó a su cenit, se decidió en
el caso de Jean Granier en 1603, en Burdeos, que la licantropía no era más que una
ilusión enfermiza. Desde entonces el loup-garou dejó de ser considerado como un
herético peligroso, y regresó a su posición pre-cristiana como una simple amenaza
«lobo-hombre». Las mujeres-lobo (lubins o lupins) fueron consideradas en Francia,
no obstante, como hembras tímidas e inofensivas, en contraste con los
temidos loup-garou.
7. De acuerdo con los obispos Olaus Magnus y Majolus, en las provincias de Prusia
Livonia y Lituania, los hombres lobo del siglo XVl eran más destructivos que los
«auténticos lobos», y su heterodoxia surge de la aserción de los obispos católicos
de que ellos formaron una «escuela maldita» de aquellos «deseosos de las
innovaciones contrarias a la ley divina».
Sin embargo, al principio del siglo XVllI en inglaterra, las personas acusadas de
brujería eran aún perseguidas celosamente por Jaime l de inglaterra, para entonces
el lobo ya estaba extinto hace largo tiempo, por lo que este piadoso monarca
estaba libre (Demonologie, lib. iii.) de acusar a los werewolfes como víctimas de
una ilusión inducidas por una «superabundancia de melancolía natural». Solamente
las criaturas pequeñas tales como el gato, las liebres y la comadreja permanecían
como vehículos para que el hechicero malo se transformase en ellos.
8. Gran parte de los hombres-lobo eran personas inocentes y temerosas de Dios,
que sufrían a través de embrujos de otros, o simplemente estaban destinados a
un destino infeliz, y quienes en forma de lobo se comportaban de una manera
admirable, honrando y protegiendo a sus benefactores. El Bisclaveret en el
poema William y el Hombre-lobo de Marie de France (c. 1200), el héroe perteneció
a esta clase y los numerosos príncipes y princesas, damas y caballeros, quienes
aparecieron temporalmente en forma de bestias en los cuentos de
hadas alemanes (o Märchen). Véase Blanca Nieves y la Rosa Roja, donde el oso
feroz es realmente un príncipe encantado. De hecho, el poder de transformar a
otros en bestias salvajes no sólo fue atribuido a hechiceros malignos, sino
también a santos cristianos. Omnes angeli, boni et mali, ex virtute naturali habent
potestatem transmutandi corpora nostra (Todos los Ángeles, buenos y malos, tienen
el poder de transmutar nuestros cuerpos) fue la sentencia de Santo Tomás de
Aquino. San Patricio transformó a Vereticus, un rey de Gales, en un lobo; y San
Natalio maldijo a una ilustre familia irlandesa con el resultado de que cada
miembro de ella estaba condenado a ser un lobo por siete años. En otras historias
la voluntad divina es más directa, en Rusia, se supone que los hombres se
convierten en hombres lobo al incurrir en la cólera del diablo.
9.
10. Ciertas creencias sobre el hombre lobo se basan en acontecimientos
documentados. La Bestia de Gévaudan era una criatura que aterrorizó el área
general de la provincia de Gévaudan, en el actual Departamento de lozére, en las
Montañas de Mangeride al sur de Francia, en el lapso de 1764 a 1767. La bestia fue
descrita frecuentemente como un lobo gigante, atacando al ganado y a seres
humanos sin distinción. Fue abatida, según los relatos, por Jean Chastel con una
bala de plata, de allí el mito de que los hombres lobo solo pueden matarse con
este artilugio.