2. ¿Cómo van las cosas allá abajo?,
gritó el jefe Morsa desde su cetro
en la roca más alta cerca de la
orilla.Esperó las buenas noticias.
Abajo, las morsas pequeñas se
consultaban precipitadamente.
Las cosas no iban del todo bien,
pero ninguna quería darle las
malas noticias al viejo. El
jefe morsa era el más
grande y sabio de la
manada; conocía su
negocio, pero tenía un
temperamento tan
terrible que a todas las
morsas las aterraba con
su grito feroz.
"¿Qué le diremos?",
musitó Basil, la morsa que ocupaba el segundo lugar en jerarquía.
Recordaba muy bien cómo el viejo había bramado y despotricado
frente a él la vez anterior que no había logrado atrapar su cuota de
arenques,y no deseabapasar nuevamente por esa experiencia.
No obstante,la morsa observó durante varias semanas que el nivel
del agua en la bahía del Ártico había estado bajando
constantemente y que ahora era necesario viajar mucho más lejos
para atrapar el aprovisionamiento de arenques que menguaba.
3. Alguien debíadecírselo al viejo; probablementeél sabría qué hacer.
¿Pero quién lo haría?, ¿Y cómo?
Finalmente Basil dijo: "Las cosas
marchan muy bien, jefe.". Pensar que el
nivel del aguaestababajando hacíaque su
corazón latiera más fuerte, pero agregó:
"De hecho, parece que la playa se está
haciendo más larga".
El viejo gruñó."Bien,bien",dijo."Eso nos
dará un poco más de espacio".Cerró sus ojos y siguió asoleándose.
El siguiente díatrajo más problemas.Unanuevamanadade morsas
descendió a la playa y con el aprovisionamiento mermado de
arenques,estainvasión podríaserpeligrosa.Nadie queríadecírselo
al viejo, a pesar de que solamente él podría tomar las medidas
necesarias para enfrentar esa nueva competencia.
A regañadientes, Basil se acercó a la gran morsa, que seguía
asoleándose en la roca grande.
Después de una breve plática, dijo:
"Ah, por cierto jefe, parece que una
nueva manada de morsas está
ocupando nuestro territorio".
Los ojos del viejo se abrieron enormes
y llenó sus grandes pulmones
4. preparándose para un bramido extraordinario, pero Basil añadió
rápidamente: "Por supuesto, creemos que no habrá ningún
problema.Me parece que no comen arenques.Probablementeestán
más interesados en los peces pequeños y,como ustedsabe,nosotros
no comemos esa clase de peces".
El viejo soltó el aire dando un suspiro de alivio. "Bien, bien", dijo,
entonces no hay por qué enojarse ¿verdad?".
Las cosas empeoraron en las siguientes semanas. Un día
asomándose desde la gran roca, el viejo se dio cuenta de que
aparentemente se habíaperdido partede lamanada. Mandó llamar
a Basil y gruñó malhumorado: "Qué está pasando Basil?, ¿Dónde
están todos?".
El pobre Basil no tuvo el coraje
para decirle que cada día
muchas de las morsas jóvenes
se unían a otra manada.
Aclarando su garganta
nerviosamente dijo: "Bueno,
jefe, hemos tenido unas pocas
dificultades. Usted sabe, nos
hemos estado deshaciendo de
los malos elementos. Después
de todo, una manada
solamente es tan buena como lo son las morsas que la integran".
5. "Dirige con mano dura, siempre lo he dicho", gruñó el viejo. "Me
alegra escuchar que todo va tan bien".
Pronto todos se fueron y se unieron a la nueva manada, a excepción
de Basil; éste se dio cuenta de que había llegado el momento de
decirle laverdad al viejo.Aterrorizado pero determinado ahacerlo,
aleteó hacialagran roca. "Jefe",dijo,"tengo malas noticias.El resto
de la manada lo ha abandonado".
El jefe morsa estaba
tan sorprendido que
ni siquiera pudo
emitir un buen
bramido "¿Me
abandonaron?", gritó,
"¿todos?, ¿Pero por
qué? ¿Cómo pudo
pasar esto? Basil no tuvo corazón para decírselo, por lo que
simplemente encogió los hombros con impotencia.
"No lo entiendo",dijo el viejo,"y justo ahoraque todo ibatan bien."
La Morsa Mal Informada Bárbara McCain. Oklahoma City
University.