El editorial critica el uso excesivo de la fuerza por parte del gobierno venezolano para controlar las protestas. Señala que muchos jóvenes han sido asesinados o detenidos por expresar su descontento, lo que viola su derecho a la protesta pacífica. El autor argumenta que en una democracia, las protestas deberían controlarse de forma psicológica y sin armas de fuego, en contraste con las acciones "cruel" del gobierno venezolano que reprimen la disidencia y ponen en riesgo el futuro del