1. PEDRO J. MESA CID JUAN F. RODRÍGUEZ TESTAL
PROFESORES TITULARES DE PSICOPATOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA
MANUAL DE
PSICOPATOLOGÍA
GENERAL
EDICIONES PIRAMID
2. 2 / Prefacio
Prefacio
ios elaborado este manual con el
propó-de iniciar en la psicopatología
no sólo a los os que cursan esta materia
en las facul-¡ psicología, sino también
a los estudian-de medicina en sus
programas de psiquiatría .: : ecología
médica (o medicina psicosocial, ?
ahora se llama en algunos planes de
es-orno parte esencial de su
formación. En :ta justicia, debemos
reconocer que se tra-. resultado de
muchos años de trabajo con . liantes y
licenciados a través de la docencia »
¿el diálogo (¡aunque no siempre ni
estricta-:e de diálogo científico!), pero
también de - .;r.o> años de trabajo con
los pacientes. • _:estra pretensión es
que este manual de . : patología
general sirva como introducción
.rundo volumen de fundamentos de
psicología clínica, pues para conocer
los sín-r.e> y los trastornos hay que
conocer presente las manifestaciones
particulares de modos de padecer en
el plano psicológico, r. los signos y los
síntomas, las vivencias -males y
patológicas que los pacientes re-:
i-±?.
en la clínica.
;
e entenderá mejor este planteamiento
si unos al ejemplo de la tradición
docente en ::cina, por ser un campo
afín. La patología ■ral siempre ha
constituido el estudio de r< elementos
comunes a todas las enfermedades y a
los diferentes órganos, mientras que la
patología clínica ha significado la
aplicación de aquellos conocimientos
generales y comunes a la solución de los
problemas clínicos particulares de cada
enfermo.
Por tanto, al igual que los estudiantes
de medicina no pueden entender
síndromes como el tifus exantemático o
la leucoeritroblastosis sin saber antes,
respectivamente, qué es la fiebre
tifoidea o la mieloptisis, los estudiantes
de . psicología no pueden entender
síndromes y trastornos como el
delírium, la esquizofrenia o el síndrome
de Korsakov sin que sepan manejar
previamente los conceptos de onirismo,
eco del pensamiento o amnesia
anterógrada, respectivamente. De aquí
la necesidad de consolidar el estudio de
la psicopatología general, pues,
conociéndola, será más factible identifi-
car en los pacientes sus vivencias
alteradas, ya que el clínico, al no contar
con ellas, no sabrá revelarlas en la
exploración.
Este enfoque obedece, precisamente,
a que uno de los criterios actuales de la
investigación en este campo es el de
regirse por los síntomas clave de las
distintas formas de conducta anormal y
que son ampliamente compartidos por la
comunidad científica —como son los
conceptos de idea delirante, disociación
o ansiedad—, lo cual permite otorgar a
la psicopatología un
Lz. -í> Pirámide
4. 4 / Prefacio
Introducción
= 5 = .EXIONES ENTORNO
_A PSICOPATOLOGÍA: IES DE
LA METAFÍSICA f*lSTA EL
MÉTODO EXPERIMENTAL
« Qué es un psicopatólogo? Yo creo
que es rrsona sorprendentemente rara,
incluso
- ¿el grupo en el cual se ha
preparado du-j licenciatura y sus
prácticas en un hos-que consume su
tiempo estudiando las
je explican los trastornos mentales y
tra-. ? a los llamados enfermos
psíquicos. Esta :JL refleja una situación
muy diferente a la 7>ervamos, por
ejemplo, en los estudiosos ^Biiolín,
entre los cuales se podría decir que -uy
extraños los que se parecen en virtuo--
: i Jehudi Menuhin, pero, eso sí, todos
to-sl mismo instrumento que el genial
Menu-aunque no lo hagan tan bien
como él. Sin me parece que los
psicopatólogos no
- :ocan todos el mismo
instrumento, sino ;unos tocan
instrumentos que otros des-
tzn y desacreditan! o, incluso,
¡instrumen-cuya existencia es
desconocida para los res-:
miembros del grupo! Así que
¿cómo car seriamente semejante
paradoja?»
- W orden: Questions about man 's
attempt 'Stand himself.
«Durante los dos o tres últimos
decenios se ha producido una
expansión considerable de las
investigaciones científicas en
psicopatolo-gía. Este desarrollo se ha
debido, principalmente, a la aplicación
seria de los principios de la psicología
experimental a los problemas de la
conducta anormal, así como a las
innovaciones de la psicobiología.»
B. A. Maher: Principios de
psicopatología.
EL PROBLEMA DE LA
METÁFORA MUSICAL
Estas dos citas describen el estado
de la psicopatología: un pasado que
todavía es, en muchos aspectos,
presente y un presente con decidida
vocación de futuro. Un estado que no
difiere mucho —como era de
esperar— del de sus ciencias aplicadas,
la psicología clínica y la psiquiatría: los
músicos no tocan el mismo
instrumento y parece difícil que
lleguen a formar una orquesta bien
acoplada, porque ¿quién estaría
dispuesto a ser su director?
La confusión de lenguas, de ideas y
de teorías es, aún hoy y en
determinados ambientes, un hecho
innegable: profesionales que trabajan
; • :~- P:rámide
6. 6 / Introducción
testinal sin que los médicos descubran
causas físicas a sus dolencias. Y, por
fin, algunos tienen que comprobar una
y otra vez si han cerrado la llave del gas
antes de salir de su casa o lavarse las
manos tantas veces al día y con tanta
intensidad que acaban por acudir al
dermatólogo con heridas sangrantes.
Así que en todos estos casos, cuando
nos preguntan por qué, solemos
responder: se trata de problemas
psicológicos, ya saben, la ansiedad, el
estrés, el modo en que les criaron los
padres, temores irracionales,
personalidades inseguras, inmaduras,
desequilibradas...
Pero si convenimos en aceptar el
enfoque natural de los trastornos
mentales, ¿debemos entender que
cualquier «problema» o «desorden»
mental es, en realidad, una enfermedad
al igual que cualquier otra enfermedad
del cuerpo? ¿Acaso no confundimos,
con más frecuencia de lo que sería
deseable, elevados motivos humanos
basados en principios o modelos de
vida o bien los hechos que configuran
la «psicopatología de la ida cotidiana»
con las formas más graves de
psicopatología? ¿Es siempre adecuado
el término «enfermedad» para referirlo
a muchas de las conductas humanas
que intentamos comprender?
Para ilustrar estas dudas acerca de
motivaciones, irracionalidad e intentos
de comprender lo aparentemente
incomprensible, recurramos al retrato
que Platón hace de Sócrates (Fedón,
97-98 a. C), al cual presenta
discutiendo en la cárcel mientras
espera su ejecución tras haber
preferido la muerte al exilio. Sus
enemigos se preguntaban si estaba
loco; sus amigos estaban perplejos y
confundidos. Ni unos ni otros en-
tendían la situación, es decir, aquella
decisión «irracional» a todas luces.
¿Cómo podemos explicar que
Sócrates dialogase con calma mientras
esperaba la cicuta? Entonces, recordó a
sus amigos el primer encuentro que
tuvo con Anaxágoras. El esperaba que,
tal como el gran maestro prometió,
empezaría sin dilación a estudiar la
«mente», la «psique», pero se
desilusionó al oír al viejo filósofo
renegar de la «mariposa etérea» para
reivindicar, en cambio, el aire, el agua,
el fuego y otras «excentricidades».
Un pensador de este tipo, de acuerdo
con la caricatura de Sócrates acerca de
Anaxágoras, intentaría explicar la
conducta en términos de biología del
cerebro y física de los músculos y los
huesos que permiten a un hombre estar
sentado tranquilamente mientras
espera al verdugo. Pero esta clase de
explicación es, seguramente, la típica
confusión de condiciones y causas.
Sócrates permanecía en prisión porque
él «eligió», en un acto de voluntad
personal, guardar obediencia a las leyes
de Atenas antes que atender a su
supervivencia personal.
Además, decidió que huir sería
traicionar la misión filosófica a la que
había consagrado su larga y fecunda
vida: hacer que los hombres tomen sus
decisiones guiados por principios
éticos. He aquí cómo, para Sócrates, el
intento de comprender la conducta
humana fue primero y sobre todo una
indagación de los motivos que la gente
tiene para comportarse como lo hace.
Así que había sido la «filosofía»,
casi encarnada en el mismo Sócrates, la
causante de aquel callejón sin salida.
¿Es una locura morir para dar
testimonio de un estilo de vida, de la
vida interrogadora? Quizá, responde
Platón, pero él enjuicia esta elección
como un acto de testarudez, por
supuesto no exenta de ironía y de
refinada perversidad hacia la estulticia
de sus contemporáneos, más que como
una expresión de locura.
Puede que esta y otras cuestiones
similares sólo planteen un problema a
los filósofos, que, según creencia muy
extendida, «desconocen» los duros
datos de la realidad. Sin embargo,
también interesan a las personas
prácticas, a ese tipo de personas que
tratan de ayudar a los pacientes
psíquicos, a los perturbados, a los
9 Ediciones Pirámide
8. Introducción 1 X 7
más bien inquietantes que les han
obligado a plantearse serias dudas
acerca del sagrado concepto de
«enfermedad mental», en especial es-
tas dos:
1. Las formas patológicas de
conducta han ido cambiando de
expresión y de frecuencia a lo
largo de la historia.
2. La expresión clínica de muchas
de estas formas patológicas de
conducta es cualitativamente
distinta de unos grupos
humanos a otros, tanto en su
sintomatologia como en su
evolución.
O sea, que:
1. Hoy se observan algunas
«enfermedades mentales» que
antes no se observaban.
2. Hoy se observan algunas
«enfermedades mentales» que,
en ciertos aspectos, parecen ser
idénticas a las que se observaban
antes pero que también pre-
sentan ciertos aspectos
(síntomas) diferentes.
3. Hoy se observan algunas
«enfermedades mentales» en su
distribución en la población
general más que antes, y otras,
por el contrario, menos que
antes.
4. Hoy sabemos que muchas
formas de «enfermedad mental»
también cambian en su aspecto
(síntomas) y en su modo de
evolucionar en el tiempo según
se presenten en individuos que
vivan en España o en Japón, en
Noruega o en Zaire.
Dichas observaciones permiten
extraer, al menos, tres conclusiones:
1. Que el fenómeno conocido como
«enfermedad» no es un
acontecimiento intemporal, sino
histórico, es decir, que se trata
de un proceso dinámico
con-sustancialmente unido a la
naturaleza de la especie,
caracterizándose dicha
naturaleza, entre otras
dimensiones, por la plasticidad o
capacidad para intentar
adaptarse a los cambios.
2. Que no existe una sola
enfermedad que sea únicamente
un acontecimiento biológico,
sino que todas son, en parte,
hechos socioculturales3
.
3. Que cuanto mayor es la
influencia causal de los factores
biológicos, mayor estabilidad
histórica tienen las enfer-
medades, y menor estabilidad
histórica cuanto mayor es la
influencia causal de los factores
psicosociales.
En este sentido, cada vez resulta
más indefendible la idea acerca de que
las enfermedades, tal como hoy las
conocemos, han acompañado al
hombre desde sus orígenes y seguirán
haciéndolo, incluso para la viruela, una
enfermedad felizmente erradicada
(quizá la única), pero que tampoco
parece haber estado presente desde el
inicio de la especie humana.
Las enfermedades infecciosas
aparecen siempre que se altera el
equilibrio ecobiológico al que había
logrado adaptarse un determinado
germen, y todas las grandes
enfermedades epidémicas han seguido
esta constante, desde la peste
bubónica, que se transmitió de las
marmotas de los desiertos del Asia
Central al hombre cuando empezó a
comerciar con sus pieles, hasta el sida,
cuyo contagio se inicia por el consumo
humano de carne de ciertas especies
de psiquiatría. Madrid: McGraw-Hill. Véase
también el planteamiento de Guimón, J. (2002).
Clínica psiquiátrica relaciona!. Madrid: Core
Academic.
G Ediciones Pirámide
3
Para ampliar datos sobre este interesante asunto, puede
consultarse a Gracia, D. y Lázaro, J. (1992). Historia de la Psiquiatría.
En Ayuso, J. L. y Salvador, L. Manual
9. Introducción I 9
de simios que portan el virus pero que
no sufren la enfermedad en virtud de
otra mutación que les protege.
Las autopistas para la propagación
de las grandes enfermedades
epidémicas han sido las rutas
comerciales y militares, tanto para la
viruela como para la sífilis, así que la
humanidad, más o menos
conscientemente, ha jugado desde
siempre el peligroso juego del contagio
mutuo.
La tercera conclusión que señalaba
el diferente peso de los factores
biológicos y psicoso-ciales en el
desarrollo de las enfermedades y su
mayor o menor estabilidad en el
tiempo puede explicar, por ejemplo,
que ciertos procesos, como la epilepsia
o la depresión endógena (melancolía),
la primera determinada por una
disfunción cerebral y la segunda por
una presumible transmisión
hereditaria, estén descritos en textos
muy antiguos de diversas
civilizaciones, como la egipcia, la
asiría, la griega o la india. Sin
embargo, los trastornos que
actualmente se conocen como
neurosis, cuyo núcleo es la ansiedad y
en las que tienen un mayor peso causal
los factores psico-sociales, raramente
se encuentran descritos en esos
mismos textos, salvo la histeria, sobre
todo en su forma clásica de crisis
psicomotora y que hoy apenas se ve.
Incluso la idea de que la
esquizofrenia es una enfermedad
mental que siempre habría existido se
ha empezado a criticar recientemente,
entre otras cosas porque resulta
sorprendente su ausencia de los textos
anteriores al siglo xix, llegándose a
plantear la hipótesis de que su
aparición es muy reciente y que su
causa puede ser un virus de acción
lenta. En cualquier caso, lo que sí
parece indiscutible es la acción más o
menos directa del funcionamiento
alterado de ciertos neurotransmisores
cerebrales y de la migración neuronal
en su origen.
Pero más allá de la discusión sobre
sus causas, ni siquiera la esquizofrenia
ha permanecido inmutable a lo largo de
la historia en su expresividad clínica.
Así, mientras que a principios del siglo
xx la forma más frecuente era la
catatónica, hoy es una rareza.
Pero hace un momento decíamos
que cada vez resulta más indefendible
la idea acerca de que las enfermedades
han acompañado al hombre desde sus
orígenes, o por lo menos tal como hoy
las conocemos. Con respecto a la
esquizofrenia, cabría preguntarse:
¿habrá mutado la esquizofrenia, tal
como hoy la conocemos, a partir de
otros procesos patológicos ya existen-
tes y con distinta expresividad clínica?
Veamos, en primer lugar, algunos
datos aportados por las investigaciones
transhistóricas y transculturales sobre
la esquizofrenia. En contra de la
errónea creencia mantenida entre las
décadas de 1930 y 1950 acerca de que
la esquizofrenia era una enfermedad
mental propia del mundo occidental y
extremadamente rara en culturas que
no hubiesen tenido contacto con
occidentales, hoy existe la certeza de
que no se halla ausente en ninguna
cultura, ni siquiera en las que no están
expuestas a los procesos de
aculturación4
.
Ahora bien, los resultados de la
mayor parte de las investigaciones
comparadas acerca de la
sintomatología esquizofrénica entre
grupos culturales diferentes permiten
afirmar:
1. Que la estructura fundamental de
la esquizofrenia es siempre la
misma, el déficit de la actividad
o del control del yo, que consiste
en la percepción de fenó-
una incidencia constante que se estima en el 1 por
100. Ambas afirmaciones pueden cuestionarse;
véase: Read. J., Mosher, L. R. y Bentall, R. P.
(2006). Modelos de locura. Barcelona: Herder
(original en inglés, 2004).
€> Ediciones
Pirámide
4
El argumento de la etiología fisiológica de la esquizofrenia
también se ha fundamentado precisamente en el hecho de que aparece
en todas las culturas (¡aunque no se corroboró con una muestra de
3.000 melanesios!) y con
12. 12 / Introducción
tales se originan siempre por acción
directa de _ gún agente patógeno
neuroquímico o neuro-siológico. Pero
esto no tiene mucha impor-mcia, dicen
algunos, porque la confirmación de
dicha hipótesis es sólo una cuestión de
tiempo y de trabajo de laboratorio.
De hecho, este enfoque de la
psicopatología lo ha triunfado, como
cabría esperar, en cier-:os desórdenes
caracterizados por groseros de-: retos
neurológicos o por alteraciones
bioquímicas del cerebro, que
anteriormente eran mal diagnosticados
como trastornos meramente psi-.
ógicos y atribuidos a causas
ambientales
intrapsíquicas, dependiendo, una
vez más, del enfoque doctrinal de
turno.
Pero el modelo médico es menos
efectivo en su capacidad explicativa
totalizadora frente al resto de la
psicopatología mayor o menor, que.
por otra parte, es la inmensa mayoría
epidemiológicamente hablando, con
independencia de su forma de
presentación y causas.
Así pues, hoy resulta indefendible su
aplica-. n general a todas las formas de
psicopatolo-| pues sólo puede explicar
con pleno rigor los desórdenes
mentales con causa corporal o cerebral
conocida, como ciertos procesos
tóxicos o
-recelosos que afectan al sistema
nervioso central, o los deterioros
cerebrales que conocemos . mo
demencias, así como aquellos en los
que
liste una clara influencia genética; y
también puede explicar, aunque
parcialmente, algunos üpos de
psicosis, un campo más complejo en el
que la interacción de factores
somáticos y psí-
- .icos es evidente, aunque con
distinto peso cgún las formas clínicas
que se aborden.
En este sentido, cabe recordar que
un modelo teórico, cualquiera que sea,
siempre supone una mera
aproximación a la realidad, no la
explicación de la realidad, por lo que
puede coexistir con otros modelos
diferentes que intenten aprehender el
mismo fenómeno. Parece que la
postura más razonable en la actualidad,
desde un enfoque epistemológico, es la
que plantea que el modelo médico
aplicado a la psicopatología y su
concepto central, la enfermedad, es
definitivo en algunos casos, ineficaz en
otros y, en fin, complementario con
otros modelos explicativos según las
necesidades en cuanto a la generalidad
de los casos. A la postre ésta viene a ser
la actitud más sensata y productiva,
dado que hoy se reconoce que las
causas de la mayoría de los trastornos
severos y moderados de la conducta
son múltiples y variadas, debiendo ser
contempladas desde un enfoque
multifactorial.
Por todo ello, uno de los
planteamientos más novedosos de la
psicopatología ha consistido en
rechazar el concepto de «enfermedad
mental» como término genérico para
designar cualquier tipo de alteración
psicológica. De hecho, las reciente
ediciones del Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales o
DSM (auspiciado por la Asociación
Americana de Psiquiatría), y de su
equivalente europeo, aprobado por la
Organización Mundial de la Salud
(CIE 10, capítulo F-V, trastornos men-
tales y del comportamiento), han
optado por sustituirlo por el más
aséptico de «trastorno».
Aun aceptando que no es un término
preciso, sí puede usarse más
genéricamente que aquél para señalar
la presencia de un comportamiento o
de un grupo de síntomas identificables
en la práctica clínica, que en la mayoría
de los casos se acompañan de malestar
o interfieren en la actividad de un
individuo. Además, tiene la ventaja de
estar desprovisto de implicaciones
teóricas de manera que no pueda
identificársele con ninguna escuela o
modelo explicativo concretos.
LA NECESIDAD DE MODELOS
EXPLICATIVOS
INTEGRADORES EN
PSICOPATOLOGÍA
Son muchos los que opinan que,
para explicar los fenómenos
psicopatológicos y sus
I Ediciones Pirámide
14. 14 / Introducción
en el campo enfrentamientos de
paradigmas. Pero la pugna se ha
suavizado notablemente -especto a
épocas pasadas (si bien no muy lejanas
en el tiempo). Por una parte, porque el r
sicoanálisis ha perdido notablemente
terreno en los últimos veinte años
debido a la imposibilidad no sólo de
demostrar sus postulados, sino también
de falsarios, y a que hace mucho más
tiempo que dejó de hacer aportaciones
al conocimiento de los trastornos
mentales, siendo ya una tarea inútil
saber si el paradigma psicoa-nalítico,
aparte de legado cultural y testimonio
le su creador, es una doctrina
antropológica, una teoría sobre la
sociedad y sus orígenes, una filosofía
de la cultura, un método exploratorio
:erapéutico ¡o todo esto a la vez!11
Por otra, porque en estas dos últimas
décadas existe un decidido deseo de
reconducir el eroblema de los modelos
explicativos hacia la . nvergencia e
integración.
Para lograr la pretensión de una
psicopato-eía unitaria, que no
unificada, se ha impues-I a necesidad
de investigar con tres postulados
epistemológicos básicos:
1. Estudiar la conducta anormal
con cuatro niveles de análisis: el
clínico, el neu-rofisiológico, el
bioquímico y el
com-portamental.
2. Aplicar la metodología
experimental siempre que sea
posible y necesario (análisis
observacional, precisión en la
delimitación de hechos a
observar y control de la
situación y de las variables
intervinientes).
3. Trabajar con hipótesis sencillas,
pues, mientras más particulares
y concretas, más fácilmente
pueden validarse o refutarse
parcial o totalmente.
Sólo el trenzado de estos niveles se
ofrece como la única vía eficaz para la
construcción, hoy por hoy, de una
psicopatología seria y rigurosa como
ciencia. Los investigadores en este
campo deben abandonar la clásica
obcecación por demostrar la validez
absoluta de una teoría determinada,
pues todas ellas serán, antes o después,
perecederas. Pueden resultar válidas o
útiles durante un tiempo, pero acaban
por ser reemplazadas parcial o
totalmente por otras que se muestran
más válidas y útiles de acuerdo con los
avances del conocimiento humano.
EL PROBLEMA
EPISTEMOLÓGICO DE LA
PSICOPATOLOGÍA: UN OBJETO
DE ESTUDIO TRIDIMENSIONAL
Hace ya treinta años que Sandler, un
notable especialista en la materia, se
preguntaba qué puede hacer la ciencia
para mejorar los enfoques
convencionales que se habían venido
aplicando al estudio de la conducta
anormal. «Después de todo
—señalaba— es larga la historia de los
intentos hechos por la humanidad para
enfrentarse a este problema, pero en
ningún campo ha habido mayor
resistencia al análisis científico que en
el estudio de la psicopatología, aunque,
paradójicamente, no ha sido una
posición antideterminista la que ha
potenciado dicha resistencia, sino un
tipo equivocado de determinismo. La
historia abunda en nociones que
plantean relaciones significativas
lítica Especial de las Psicosis. En Diez Patricio, A.
y Luque Luque, R. (Eds.), Psicopatología de los
síntomas psicóticos (pp. 137-178). Madrid:
Asociación Española de Neuropsiquiatría.
e Ediciones Pirámide
11
Más recientemente, asistimos a un esfuerzo por parte de los
teóricos y clínicos del psicoanálisis por in-. rporar precisiones en sus
presupuestos. En este sentido, véase: Tizón, J. L. (2006).
Psicopatologia Psicoana-
16. 16 / Introducción
fenómeno, y un factor psicosocial,
que le confiere la dimensión
individual y/o cultural. Debe
recordarse que el factor
personalidad del investigador, en
cuanto factor de sesgo de los datos
provenientes de la realidad, es
inevitable y, en cierta medida,
determinante. Esto ha quedado
demostrado incluso en ciencias
consideradas tan poco «subjetivas»
como la física. Así, según el
conocido premio Nobel Niels Bóhr,
el investigador que trabaja en el
campo de la mi-crofísica, cuando
interpreta determinados aspectos de
la mecánica cuántica, interfiere
como observador en el experimento
de una forma que no puede medirse
ni, por tanto, eliminarse. Y ello por
su particular forma de ver, de
percibir la realidad, modulada
siempre por sus más íntimos
aspectos de personalidad. Esto
requiere que los científicos deban
aceptar la imposibilidad de
describir aspectos o cualidades de
los objetos de una manera
completamente independiente, sean
automóviles o personas, aunque
dicha descripción sea estrictamente
objetiva y, por supuesto, factible,
como han señalado Holton15
o
Eysenck y Eysenck16
. En definitiva,
como el hombre es el objeto y el
sujeto que pretende aprehender el
fenómeno, no es de extrañar que se
obtengan, hasta el momento, bajos
índices de correlación entre la per-
sonalidad, la actividad psíquica, la
conducta, los síntomas y las bases
neuro-biológicas que los sustentan.
2. La contaminación ideológica de
las ciencias psicológicas, entre las
cuales se encuentra, porque si la
neutralidad es difícil de mantener en
cualquier ciencia, la psicopatología y
sus disciplinas aplicadas, la psicología
clínica y la psiquiatría, son
especialmente sensibles a las crisis
sociales y a la manipulación
ideológica, justo por todas las razones
expuestas en el apartado anterior y
también por el hecho de que el hombre
es un ser social, que actúa siempre en
un contexto. De manera que una
psicopatología seria y auténtica
debería ser, además, psicopatología
social. En este sentido, quizá no sería
recomendable, por ejemplo, plantear la
pregunta: ¿existe la esquizofrenia?,
sino más bien: ¿en qué medio ambiente
y bajo qué circunstancias se desarrolla
un proceso patológico que hemos
designado como esquizofrenia?
Ya no es posible mantener las viejas
tesis propugnadas por el movimiento
antipsiquiátrico, que consideraba al
enfermo mental siempre como la
víctima de una «sociedad enferma» y
de un sistema represivo. Y no sólo
porque la expresión «sociedad
enferma» no transciende lo puramente
metafórico, sino también porque los
términos «salud» y «enfermedad» no
se dejan definir fácilmente. Así que
extender su aplicación de los
individuos a las sociedades con otro
propósito que no sea la pura retórica
implica embrollar una discusión ya de
por sí confusa.
En este sentido, lo peor que podría
ocurrir es que la psicopatología
quedara desbordada por todo un
cúmulo de conflictos humanos que, si
bien pueden ser muy dramáticos, se
alejan, en realidad, de su competencia
y de sus posibilidades de actuación.
16
Eysenck, H. J. y Eysenck, M. W. (1987).
Personalidad y diferencias individuales. Madrid:
Pirámide.
Ediciones Pirámide
15
Holton, G. (1982). Los orígenes de la complemen-rariedad.
Madrid: Alianza Editorial.
18. 18 / Introducción
¿portación para dotar de rango
científico a la : . ología y, por
extensión, a la psicopatología, debido
a su capacidad para elaborar conceptos
operativos, establecer proposiciones
verifica-bies y diseñar métodos para
mejorar la predic-n y el control de la
conducta. La mencionada
«suavización» del paradigma
conductista ha venido de la mano de
los modelos cognitivistas y, como ya
se dijo, de su ; ■ ronque con la
neurobiología a partir de los :
>s
ochenta. Lejos de ser, como algunos
qui-ñeron creer, un retorno del
psicoanálisis encu-bierto, ha
demostrado, mediante su flexibilidad
>u superación del trasnochado
positivismo cico de tres décadas
(ejemplificado en el inpostulado de la
«caja negra» del condueño radical), su
utilidad en múltiples campos de las
ciencias psicológicas, a cuyo
enriquecimiento ha contribuido
decididamente.
Pero una novedad importante ha sido el
he-. b 3de que el cambio de enfoque no
ha puesto el acento en rechazar todos
los anteriores plañimientos, sino en
ampliarlos, dando así más . asistencia a
su verdadera utilidad. Por ello, r
plantea que la psicología se interesa en
cualquiera de los niveles de conducta
existentes en tanto y en cuanto se
relacionan con procesos ológicos
(consciencia, imaginación,
pen-::iiento, memoria, etc.), siendo la
conducta ■n indicador de dichos
procesos, que, al ser difícilmente
accesibles a la observación direc-- ^n
inferidos a partir de la observación de i
conducta manifiesta y/o de la actividad
ce-rebral que los sustenta.
De lo que se trata, simple y llanamente,
a de la recuperación de un punto de
vista emergentista de la actividad
psíquica de los dviduos, que consiste
en estudiar el tipo elación existente
entre dicha actividad por ejemplo, de la
consciencia) y la actividad -euronal y
fisiológica con la que se correlaciona.
Entonces, lo psíquico sería una
propiedad de los organismos vivos, y
de aquí se deduce que una concepción
materialista de la vida debe reconocer
la emergencia, o sea, el hecho de que
los sistemas vivos poseen propiedades
que no tienen sus componentes.
Pero lo más curioso es que las
razones que avalan dichos postulados
no sólo provienen del seno de la
investigación psicológica, como cabría
esperar, sino de las neurociencias, que
actualmente mantienen una posición
mucho más afín con la opción
emergentista defendida por los
modelos cognitivistas que con los
enfoques puramente materialistas. De
hecho, un número creciente de
neurofisiólogos defiende la idea del
«interaccionismo emergente» de los
organismos como el planteamiento
más cercano a los datos aportados por
la investigación más rigurosa. Así lo
hace, por ejemplo, otro premio Nobel,
John Eccles, en una de las obras más
influyentes de los últimos años: El yo y
su cerebro, escrita en colaboración con
el filósofo Karl Popper.
El enfoque cognitivo en
psicopatología parte de tres postulados
fundamentales:
1. Los desórdenes de los procesos
psíquicos son la causa y no el
efecto de los trastornos mentales
y del comportamiento.
2. El individuo que presenta una
alteración psíquica es un sujeto
activo que selecciona, elabora,
procesa y recupera información,
y no un sujeto pasivo que
meramente sufre y padece dicha
alteración.
3. Cada individuo desarrolla un
estilo cognitivo de percepción
de la realidad que es personal e
intransferible, determinando el
modo en que cada uno de
nosotros procesa la realidad y la
interpreta. Cuando las
percepciones sean
distorsionadas,
5 Ediciones Pirámide
22. Conceptualización de la
psicopatologia
como ciencia básica
Ando por el presente y no vivo
el presente (la plenitud en el
dolor y la alegría).
Parezco un desterrado que ha olvidado
hasta el nombre de su patria, su
situación precisa, los caminos que
conducen a ella.
JOSÉ HIERRO (Libro de las alucinaciones)
DEFINICIÓN, OBJETO Y
METAS DE ESTUDIO
Si el objeto de estudio de la psicología
es la . :nducta humana en cuanto
significación inter rapersonal, la
definición más aceptada de
rsicopatología es que es la ciencia
básica que ¿^orda la conducta
anómala1
. Sin embargo, y de _ -erdo
con una posición dimensional, el
objeto je estudio de la psicopatología
puede ampliarse :e>de las experiencias
singulares cotidianas hasta lo que de
forma patente son actividades
cog-tntivas, funcionamiento
emocional y/o comportamientos
anómalos2,3
. Esta extensión hacia el
Tizón, J. L. (1978). Introducción a la
epistemología de ¡a psicopatología y de la
psiquiatría. Barcelona: Ariel.
- Reed, G. (1998). La psicología de la
experiencia mùntala. Un enfoque cognitivo.
Valencia: Promolibro
edición original en inglés, 1988).
- Zahavi, D. (Ed.) (2000). Exploring the Self.
Philo-
£ Ediciones Pirámide
estudio de fenómenos anormales y no
únicamente en cuanto a la conducta
anormal se ha preferido porque, de
acuerdo con Rossi Monti y
Stang-hellini4
, la psicopatología se
dirige a lo que le sucede a la persona,
no sólo a los síntomas o ma-
nifestaciones anormales, sentido este
último que recuerda más a una
concepción médica.
Este objeto de estudio implica la
delimitación y análisis de las variables
generadoras y participantes
(estructuras, procesos y contenidos);
tiene en cuenta las diferencias
personales, las características estables,
permanentes o de estilo individual y el
medio social en el que se despliega(n)
la(s) experiencia(s); el objeto de
sophical and Psychopathological Perspectives on
Self-Experience. Amsterdam: John Benjamins
Publishing Company.
4
Rossi Monti, M. y Stanghellini, G. (1996).
Psy-chopathology: An Edgeless Razor?
Comprehensive Psychiatry. 37, 196-204.
23. 32 / Manual de psicopatología general
estudio no son los trastornos o las
enfermedades, sino las variables
cognitivas y las expresiones anómalas
de las personas, quienes pueden o no
saber definirlas o apercibirse de ellas,
pero que suelen alterar su desarrollo,
funcionamiento y adaptación
individual o social5
(pp. 38 y 39).
De este modo, la psicopatología se
constituye en la ciencia base de la
psicología clínica, la psiquiatría y la
psicología de la salud, disciplinas a las
que corresponde la aplicación de los
hallazgos alcanzados por la primera.
No es semiología en sentido estricto,
cuyo objetivo es exclusivamente la
delimitación de los signos y síntomas,
y se centra, como se ha dicho, más bien
en las estructuras y procesos que
definen lo anormal, en lugar de hacerlo
en las conductas patológicas en sí
mismas o de forma exclusiva6
.
Entre sus principales metas se sitúa
la descripción pero, esencialmente,
aspira a alcanzar la explicación y
predicción del fenómeno que se ha
denominado anómalo e inusual; a
permitir construir modelos y teorías
que detallen su origen y
mantenimiento; a contribuir a sistemas
de clasificación que hagan viable la
comunicación entre profesionales y
que traduzcan la información
individual (irrepetible) en
generali-zable (común y aplicable)
(diferenciando, por tanto, las
clasificaciones diagnósticas y el diag-
nóstico clínico de la piscopatología); a
facilitar su aprovechamiento por parte
de las disciplinas aplicadas; a integrar
estos hallazgos con los de otras
ciencias y falsar los resultados del
sos anteriores por medio de una
~e::o (casi) experimental.
1.2. CRITERIOS DE
ANÁLISIS DE LA
PSICOPATOLOGÍA
Uno de los componentes
fundamean caracterizan a la
psicopatología cees la alusión a los
criterios o reglas <p el análisis de
su objeto de estudio de punto de
vista teórico o conceptual . E§
terios son el estadístico,
social-interr criterios biológicos y,
a modo de entera: pilador de los
anteriores y como concepì trai o
nuclear que es, la propia definka
anormalidad en psicopatología.
El criterio estadístico es uno de
i referidos y utilizados en
psicopatologa la propia definición
de anormalidad. '. asumirse, desde
un punto de vista práeña el empleo
de la estadística ha perrmrcci: la
investigación en psicología en
generi; la psicopatología en
particular. El prcòja este criterio es
que puede genera: entre una
característica infrecuerr.e
patología, por ejemplo, un gen:
mnemònico8
e incluso, como
sosten.- c: provocadora9
, una
persona alegre embargo, debe
reconocerse que la maya te de los
aspectos analizados en p- . han
necesitado de un análogo er
tos y modelos en psicopatologia. En A.
Belicci. & din y F. Ramos (Eds.), Manual
de psicopatc pp. 45-94). Madrid:
McGraw-Hill.
8
Luria, A. R. (1983). La mente del
mmmm Pequeho libro de una gran
memoria. Me_.
9
Bentall, R. (1992). A Proposal to ( .•• -
-ness as a Psychiatric Disorder. Journal of
Mediai i 18, 94-98.
5
Belloch, A. e Ibáñez, E. (1991). Acerca del concepto de
psicopatología. En A. Belloch y E. Ibáñez, Manual de psicopatología
(voi. 1, pp. 1-45). Valencia: Pro-molibro.
6
Belloch, A. e Ibáñez, E. (1986). Presentación. En A. Belloch y
E. Ibáñez (Dirs.), psicopatología y procesamiento de la información
(pp. I-IV). Valencia: Promolibro.
7
Belloch, A., Sandín, B. y Ramos, F. (1995). Concep-
24. Conceptualización de la psicopatología como ciencia básica I 24
miento normal y, por consiguiente, se
ha utilizado el concepto de partida de la
distribución normal estadística; pero,
¿es esto siempre aplicable a la
psicopatología?, ¿deben ciertas va-
riables como el deterioro cognitivo, la
vulnerabilidad o la adaptación ser
consideradas siempre lineales y
distribuidas de forma normal?
Además, se trata de un criterio
sometido a cambios, pero los cambios
en realidad son una propiedad
inherente al ser humano. Así, los ren-
dimientos en ciertas funciones
cognitivas (vg. simbolización)
probablemente hayan cambiado en
términos generales desde hace más de
tres mil años, requiriendo, por
consiguiente, un ajuste continuo de lo
que se denomina funcionamiento
(a)normal.
El criterio social e interpersonal hace
alusión a la convención o normativa
social. Este planteamiento no es en
realidad tan diferente del anterior,
aunque, en lugar de aplicar un com-
ponente cuantitativo, lo hace de forma
cualita-. lo que, tradicionalmente, ha
conllevado juicios de valor (la
alienación de «locos, desviados e
invertidos»). Los riesgos de este cri-
terio han sido denunciados de forma
constante ;• vehemente por Szasz10
,
quien destaca que, ■demás de basarse
en el consenso que utiliza la sociedad
(o un comité de expertos), no debe
olvidarse el componente ético que
habitualmen-r acompaña a la
definición de síntoma.
Relacionado con lo que se ha
comentado, el concepto de adaptación
abarca de modo inextricable un
contenido social (o de adecuación al
papel social) que ha servido de base
para el . :::crio legal y la propia
definición de anorma-iad en
psicopatología. Aunque no es posible
prescindir de este criterio, se requiere
establecer con precisión los
condicionantes sociales y situacionales
que dan paso a la psicopatología.
El criterio subjetivo o intrapsíquico
es también uno de los más relevantes y
utilizados en psicopatología. Alude a la
consciencia del problema por parte del
paciente, así como al sufrimiento y
malestar que se muestra en la persona o
entre quienes le rodean (alguedonia).
Sin embargo, se trata de una
información más útil que relevante en
la clínica, pues no todos los pacientes
son conscientes de lo que les sucede
(por ejemplo, en el caso de un trastorno
delirante) o se muestran indiferentes
con respecto al daño que infligen a
otros (por ejemplo, en el caso de una
psicopatía); otras personas, con ex-
presiones de malestar, no tienen por
qué presentar un trastorno (lo contrario
de lo que se señaló antes para la
felicidad y la alegría, por ejemplo, vivir
un duelo) y ciertas expresiones que son
producto del propio proceso de adap-
tación a los sucesos estresantes. En
definitiva, aunque se trate de un criterio
de gran valor, debe reconocerse que
eso no conlleva que la información
obtenida por parte de una persona sea
fiable, pudiendo no identificar sus
problemas o malestar e, incluso,
sentirse bien en apariencia.
En la clasificación DSM-IV-TR11
aparece, dentro de las pautas de
diagnóstico para cada categoría de
trastorno, un criterio relativo a la
discapacidad social y/o laboral
(deterioro o interferencia en
consonancia con el criterio social
arriba mencionado) pero también de
deterioro personal y/o familiar que
alude al malestar y el sufrimiento que
generan las manifestaciones
sintomáticas en el paciente. Ambos
componen-
Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders, Fourth Edition, Text Revisión.
DSM-IV-TR. Washington, DC: APA.
C Ediciones Pirámide
10
Szasz, T. (2000). Ideología y enfermedad mental.
Buenos Aires: Amorrortu (1.a
reimpresión) (original en
inglés. 1970).
11
American Psychiatric Association (APA) (2000).
26. 26 / Manual de psicopatologia general
logia. Esto significa que no hay un
único criterio (suficiente) que reúna las
condiciones requeridas para ser
utilizado en psicopatología; más bien
se precisa de varias de las reglas se-
ñaladas (todas son necesarias) y
algunas más (como se plantea a
continuación). Por consiguiente, no
hay una manifestación alterada es-
pecífica o distintiva por sí misma; ha
de ser contextualizada (no sólo en
cuanto a entorno físico en el que tiene
lugar la conducta; incluye también la
propia cultura) y analizado el >entido
(des)adaptativo de dicha conducta.
Uno de los principales objetivos de
la psicopatología consiste en establecer
el peso relativo de los diferentes
criterios para definir su objeto de
estudio, esto es, el fenómeno
psico-patológico (sea en forma de
actividad mental, comportamiento o
trastorno)18
. Entonces, para alcanzar
dicho objetivo, la psicopatología pre-
cisa de un criterio dimensional para su
correcta delimitación, que, a su vez,
permita mostrar un enlace entre el
funcionamiento normal y la
psicopatología. Esto implica que hay
manifestaciones psicopatológicas que
difieren por su gravedad, pero hasta las
más cotidianas (vg. una ilusión o una
idea parásita) son expresión de
funcionamiento alterado, o anormal si
se - refiere, en el sentido de inusual o
diferente, mpliquen o no ausencia de
salud mental19
. Por consiguiente, lo
anormal no es necesariamente
patológico; lo es cuando restringe la
libertad, la autorrealización personal
y/o las de los demás.
El criterio dimensional es útil
porque permite predecir la aparición y
el curso de las manifestaciones en
estudio y sugiere índices de
vulnerabilidad20
. Tradicionalmente se
ha considerado imposible una
perspectiva dimensional en ciertos
trastornos como la esquizofrenia. Sin
embargo, los modelos de
vulnerabilidad desplazan el interés
exclusivo de las manifestaciones
sintomáticas, de difícil correlato con el
funcionamiento normal, a otras
variables indicadoras de
predisposición y grado de ésta. Pero es
poco probable que las clasificaciones
diagnósticas internacionales adopten
este criterio (aunque, en el caso de la
esquizofrenia, hay alguna
aproximación a la dimensionalidad21
;
en el DSM-IV, véase Apéndice B22
).
Kendell23
señala que para
incrementar la validez de las
clasificaciones diagnósticas debería
demostrarse que entre dos categorías
dadas hay una separación («puntos de
rareza o de excep-cionalidad»), siendo
conocido que son pocos los datos que
apuntan en esta dirección; ante este
defecto debería optarse aunque fuese
provisionalmente, sugiere este autor,
por un criterio dimensional. Sin
embargo, como señala Costello24
,
riance Analysis. Journal of Abnormal
Psychology, 108, 182-187.
22
American Psychiatric Association (APA)
(2000).
Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders,
Fourth Edition, Text Revisión. DSM-IV-TR.
Washington,
DC: APA.
23
Kendell, R. E. (2003). Cinco criterios para
mejo-
rar la clasificación de los trastornos mentales. En
J. E.
Helzer y y J. J. Hudziak, La definición de la
psicopato-
logía en el siglo XXI. Más Allá del DSM-V (pp.
3-17).
Barcelona: Ars Medica (original en inglés, 2002).
24
Costello, C. G. (1994). Two Dimensional
Views
of Psychopathology. Behaviour Research and
Therapy,
32, 391-402.
6 Ediciones Pirámide
18
Belloch, A. e Ibáñez, E. (1991). Acerca del con-i de psicopatología.
En A. Belloch y E. Ibáñez, Manual de psicopatología (vol. 1, pp.
1-45). Valencia: Promolibro.
" Reed, G. (1998). La psicología de la experiencia anómala. Un
enfoque cognitivo. Valencia: Promolibro edición original en inglés,
1988).
20
Zubin, J. (1986). Implications of the Vulnerabili-; Model for
DSM-IV with Special Reference to Schi-
: enia. En Th. Millón y G. L. Klerman (Eds.), Con-:emporary
Directions in Psychopathology: Towards
(-TV (pp. 473-494). Nueva York: Guilford Press.
:i
Lenzenweger, M. F. (1999). Deeper Into the Schi-zotypy
Taxon: On Robust Nature of Maximum Cova-
28. Conceptualization de la psicopatologia corno ciencia básica I 28
La posición se vuelve radical cuando
se propone que no existen la
enfermedad o la salud hasta que cada
sociedad no establezca sus diferencias.
La OMS propone una definición de
salud basada en la presencia de
bienestar (físico, social y mental) y de
adaptación pero, de forma
radicalizada, podría cuestionarse
entonces si hay alguien que no esté
enfermo. Por tanto, es difícil hablar de
salud en términos absolutos, más bien,
señalan estos autores, se trata de un
estado de equilibrio dinámico y
fluctuante en el que se incluyen los
estados pasajeros de enfermedad,
incluso los no constatados por el indi-i
iduo27
(p. 22).
En consecuencia, salud y
enfermedad no son conceptos
simétricos; la salud representa más
bien un ideal referido a la autonomía
personal, a la falta de restricciones
físicas o psicológicas. En último
término, la salud mental
p lica un equilibrio entre variables
biológicas, ^lógicas y sociales; supone
habilidad para adaptarse a las
demandas internas y externas ie
cambio, para llevar a cabo una
constante ¿titoactualización, con
autonomía funcional, control de la
realidad, autoeficacia y recursos
afrontamiento personales y
sociales28
-29
. Con dio no sólo se refleja
la consideración de toda ogía como
necesariamente multifactorial ano
idéntica repercusión para un diseño de
in-aenención.
Conviene en este punto revisar algunas
ideas - _e >e han ido desgranando y
que pueden ayudar a recapitular
contenidos a propósito de los .rios de
análisis de la psicopatología. Por
- -que, R. y Villagrán, J. M. (2000). Conceptos
ár alud y enfermedad en psicopatología. En R.
Luque M Villagrán, psicopatología descriptiva:
nuevas Ȇ'-..:< ipp. 19-38). Madrid: Trotta.
-' Belloch, A. y Olabarría, B. (1993). El modelo
fc»-pHCo-social: Un marco de referencia
necesario para . Slogo clínico. Clínica y salud, 4,
181-190.
ejemplo, se ha señalado que esta
ciencia estudia el fenómeno anormal o
inusual, lo que no indica, en todos los
casos, algo psicopatológi-co (por
ejemplo, una ausencia mental). Pero
uno de los intereses de la
psicopatología, como no puede ser de
otra manera, se refiere a las formas y
contenidos estrictamente
psicopato-lógicos y que abarcan desde
las disfunciones transitorias hasta los
síndromes (dimensiones de estudio
más o menos regulares y estables, por
ejemplo las crisis de angustia). Por
tanto, esta área psicopatológica no
indica necesariamente, o no en todos
los casos, que se carezca de salud
mental (por ejemplo, las manifesta-
ciones alteradas presentes en un
proceso de duelo). Este es, desde
luego, el punto más con-flictivo en el
que también se ubican los trastornos (y
las enfermedades), síndromes
definidos, supuestamente, por una
etiología, un malestar o deterioro
significativo (es decir, con signifi-
cación clínica), un curso, un pronóstico
y un tratamiento concretos. Como se
señaló en los comienzos de este
capítulo no está el trastorno (o la
enfermedad) en el punto de mira de la
psicopatología aunque, también y de
forma inevitable, se hace referencia al
mismo dado que esta ciencia no puede
permanecer ajena a las aplicaciones
que se llevan a cabo con relación a su
objeto de estudio en el ámbito de la
clasificación y el diagnóstico.
Resulta llamativo, en cualquier
caso, que no haya una definición
precisa y definitiva de trastorno. En
este sentido, Spitzer30
resalta que más
bien hay ideas vagas acerca de lo que
es o no un trastorno (vg. esquizofrenia
versus due-
29
Sandín, B. (2003). El estrés: un análisis
basado
en el papel de los factores sociales. Revista
internacional
de psicología clínica y de la salud/international
Journal
of Clinical and Health Psychology, 3, 141-157.
30
Spitzer, R. L. (1999). Harmful Dysfunction
and
the DSM Definition of Mental Disorder. Journal
of Ab-
normal Psychology, 108, 430-432.
CAocaes Pirámide
30. 30 / Manual de psicopatologia general
está diseñada por selección natural.
Requiere también un criterio de valor o
subjetivo, el daño, que se refiere al
perjuicio o privación que ocasiona el
componente citado34
. Por ejemplo, un
fallo cardíaco es una disfunción porque
fracasa la tarea natural de este órgano y
se identifica como trastorno porque es
perjudicial para el individuo. La
psicopatía representaría una disfunción
en cuanto a la capacidad de seguir unas
normas sociales, éticas, así como de
sentir empatia hacia los otros; resulta
dañina, fundamentalmente, por las
consecuencias de este patrón de
comportamiento hacia los demás. En
suma, Wakefield subraya que los
criterios sintomáticos son insuficientes
para considerar un trastorno; se indica
como tal cuando una función diseñada
por selección natural no puede
desplegarse ante condiciones externas
adecuadas para que pueda tener lugar
(lo que supone analizar
cuidadosamente la relación contexto y
síntomas). Sin embargo, tenemos
escasos conocimientos acerca del pro-
ceso de evolución sobre los síntomas
psicopa-tológicos; a pesar de los
esfuerzos de Wakefield, resulta ardua
la separación de ciertos trastornos
frente a las respuestas adaptativas, y
hay ciertas habilidades (como la
lectura) que son de adquisición muy
reciente en la especie humana como
para considerarlas producto de la
selección natural.
De forma resumida, con un criterio
diferente del anterior y muy extendido
en el ámbito de la psiquiatría, se
diferencia las verdaderas en-
fermedades mentales (como las
psicosis o las demencias) del resto de
las (psico)patologías o trastornos
psíquicos (las clásicas neurosis) que
escaparían al criterio somático. En un
tercer grupo, las alteraciones de la
personalidad vendrían caracterizadas
por sus rasgos peculiares, no por los
síntomas, como los anteriores grupos.
1.3. PARADIGMAS
EN PSICOPATOLOGÍA
Anteriormente se ha hecho alusión a
los criterios o propiedades del estudio
en psicopatología; sin embargo,
probablemente por la complejidad del
objeto de estudio, tal vez también
porque esta ciencia no se ha
desplegado todavía de forma
definitiva, lo cierto es que no hay
unidad en las perspectivas que abordan
y contribuyen a su crecimiento.
El concepto de modelo puede
aplicarse de forma genérica a una
escuela o corriente de estudio en una
disciplina (por ejemplo, modelo
freudiano), como un análogo que luego
es extrapolado (por ejemplo, modelo
animal, modelo de condicionamiento)
o como un paradigma, esto es, una
manera de dirigirse a un objeto de
estudio incluyendo una metodología
específica. Se ha preferido manejar el
concepto de paradigma en lugar de
modelo, a veces utilizados de modo
intercambiable, porque dentro de cada
una de estas perspectivas se emplean
diversos modelos o análogos para
describir alguna parte de la realidad.
Por ejemplo, dentro de la perspectiva
cognitiva puede hacerse alusión al
modelo co-nexionista o al modelo
computacional; o, en el paradigma
biológico, se puede aludir al modelo de
la cascada amiloide para la enfermedad
de Alzheimer o al modelo
dopaminérgico de la esquizofrenia. En
el sentido que se ha descrito para el
paradigma, se ha de entender que la
aplicación de sus diferentes modelos
son descripciones acerca de la realidad
y aproximaciones a ella
34
Wakefield, J. C. (1999). Evolutionary Versus Prototype
Analyses of the Concept of Disorder. Journal of Abnormal
Psychology, 108, 374-399.
O Ediciones Pirámide