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Epistemología de la Psicología


                      Bases para una construcción




    Mg. Dante Bobadilla Ramírez
    Universidad de San Martín de Porres
                Lima - Perú




                 Contenido



                      I

            Introducción general

 Breve historia del conocimiento científico

    La crisis de la epistemología clásica

          La crisis de la psicología

                      II

           ¿Qué es la psicología?

    Los primeros objetos de la psicología

      Las dificultades de la psicología

                     III

El conocimiento en la ciencia de la psicología

        El escenario de la psicología

                Conclusiones




                      1
Resumen


En este trabajo intentamos definir los fundamentos para elaborar una epistemología de
la psicología. En la primera parte hacemos una revisión breve pero amplia de la
perspectiva del conocimiento científico y de la epistemología, con el propósito de pintar
el cuadro general de la discusión. En la segunda parte definimos lo que es la psicología
desde una perspectiva histórica, con el fin de revelar las desviaciones que sufrió de sus
propósitos originales como ciencia, evaluando sus dificultades presentes. Luego
hacemos una revisión de los primeros objetos de los que se ocupó la psicología a lo
largo de su corta historia como proyecto científico, dejando claro que fueron intentos
fallidos. Por último, incursionamos en la descripción de las características del
conocimiento científico propio de la psicología y en la descripción de sus escenarios de
estudio, tal como hoy son concebidos. Antes de proponer una epistemología hacemos
un esfuerzo especial por separar la psicología epistémica pura de la psicología de corte
asistencial social. Para concluir trazaremos el perfil de lo que sería una psicología de
carácter epistémico, es decir, en tanto ciencia, a la luz de las últimas transformaciones
conceptuales percibidas.



Prefacio

Este trabajo nació como un esfuerzo por estructurar un curso sobre epistemología de
la psicología, pero que chocó con la humillante realidad de la escasez de fuentes
sólidas y válidas, en especial desde un enfoque moderno de la psicología, pero también
de la epistemología. Encontramos una abundancia de material que a estas alturas
resulta obsoleto porque se mantiene fijo en problemas clásicos que hoy han sido
superados. Por ello nos propusimos elaborar esta pequeña guía sobre lo que
consideramos puede ser la epistemología de la psicología en el presente siglo. Lo que
viene a continuación debe ser considerado como un material de trabajo inicial, un
primer planteamiento sobre el cual podemos empezar a elaborar una epistemología de
la psicología mirando hacía el futuro.



                                          -I-


Introducción general


La epistemología es una rama de la filosofía que se ocupa del conocimiento científico.
Es así como lo vamos a entender aquí, debido a que actualmente existe una larga
polémica en cuanto a si esta abarca todo tipo de conocimientos e, incluso, si no hay
más conocimiento que el científico. Dada la decisión que hemos tomado de asumir la
epistemología como rama de la filosofía que se ocupa del saber científico, debemos
distinguirla de la gnoseología (teoría del conocimiento) que aborda los problemas del
conocimiento en general, con lo cual estamos admitiendo que hay otros conocimientos
que no son científicos.

Además de los límites y alcances de estas dos disciplinas, el problema con estos
términos deriva de los usos y costumbres empleados en diversos países como España,

                                           2
Francia, Inglaterra y Alemania, en donde los autores los han empleado de manera
diferente, creando una gran confusión. Sin embargo, hay una tendencia actual en
diferenciar la gnoseología como disciplina del conocimiento en general, y la
epistemología como disciplina del conocimiento científico, en particular, sin que esto
signifique subordinación de una frente a la otra. Popper también lo establece así:
"Entiendo la epistemología como la teoría del conocimiento científico." (1a).

El principal problema que enfrenta la epistemología es determinar cuándo un
conocimiento adquiere el estatus de “científico” o cómo reconocer un conocimiento
científico y diferenciarlo de los demás, cuál es el carácter de su valor como
conocimiento específico y hasta dónde van sus posibilidades. Si bien tales problemas
surgieron frente al avance del conocimiento científico sobre la Naturaleza, otras
aparecieron ante el estudio del escenario humano, como por ejemplo la objetividad, la
generalización y permanencia del conocimiento, así como los métodos de su obtención.
Aunque se dieron diversos enfoques frente a las Ciencias Naturales, ha existido
consenso en cuanto al escenario y objetos de estas ciencias; incluso parece existir una
gran comodidad ante sus métodos consagrados, con escasas voces disidentes
generalmente desoídas. Por el contrario, el campo de las Ciencias Sociales y Humanas
suele ser más problemático, al punto que cada una de estas disciplinas requiere
generar su propia epistemología antes de erigirse como ciencia particular. Esto quiere
decir que mientras en las Ciencias Naturales se empieza haciendo ciencia dejando el
asunto de la epistemología a los filósofos, en las Ciencias Sociales se necesita empezar
por una epistemología orientadora, por lo que generalmente han sido los propios
autores quienes han generado tal epistemología. En el caso de la psicología, muchos
sentían la necesidad de establecer su propia teoría de la personalidad, la que
finalmente puede considerarse una manera de establecer la epistemología de su
trabajo psicológico. Los filósofos puros que se han ocupado de la epistemología de las
Ciencias Sociales lo han hecho básicamente para justificar su existencia, señalando sus
diferencias ante las Ciencias Naturales. Pero más allá de ese punto, se precisa que
cada disciplina humana señale los fundamentos de su saber. Esto nos impulsa
precisamente a la necesidad de una epistemología para la psicología, una tarea
históricamente descuidada. Hace un tiempo que se ha empezado a hablar mucho de
epistemología en la psicología. El problema es que se habla, pero no se hace
epistemología.

Además de las tareas usuales, una epistemología de la psicología debe ofrecer medios
para probar el carácter psicológico de un conocimiento, ocupándose de la demarcación
del territorio de la psicología como ciencia. Esto es necesario, pero sobre todo urgente,
debido a que a falta de tales precisiones, durante el siglo XX se produjo una verdadera
avalancha de aportes diversos que se presentaron como psicologías. Así, la psicología
resultó ser una especie de plaza pública adonde todos concurrían a predicar sus temas,
desde estadísticos hasta ingenieros, pasando por médicos, clérigos, administradores y
amas de casa. Los enfoques iban desde el metodologismo naturalista con
fundamentación estadística, hasta las filosofías orientales de control mental, pasando
por el manejo de problemas de la vida cotidiana. Todo ello sumado a la ausencia de
una epistemología que defina los fundamentos de la psicología como ciencia, llevó a la
aceptación indiscriminada de tal diversidad, generándose el caos y la pérdida de todo
sentido. Como consecuencia, la psicología fue sutilmente apartada del escenario
científico para quedar reducida a una disciplina auxiliar, de aportes dudosos y sin un
interlocutor válido.

Los escasos intentos por hacer epistemología de la psicología en medio de la situación
actual, acaban paralizados ante la gran variedad de formatos existentes. El primer

                                           3
problema que enfrentan es que no saben de qué manera validar todos estos formatos
a la vez o en qué basarse para rechazarlos. Como consecuencia, la gran mayoría
asume de hecho que todo lo que hay en el paisaje es realmente psicología y, ante ello,
lógicamente no queda más que la parálisis epistémica. Esto es lo que tenemos que
cambiar en este siglo si queremos iniciar la construcción de una real psicología
científica. Estas lineas, de algún modo, pretenden iniciar ese camino y permanecerán
en construcción por algún tiempo.

                          Hacia el final del siglo XX la psicología cognitiva parecía haber
                          recuperado todo el prestigio perdido para la psicología,
                          logrando incluso que por primera vez un psicólogo ganara el
                          Premio Nobel, otorgado en el 2002 a Daniel Kahneman por sus
                          estudios sobre el juicio y la toma de decisiones. Si bien es
                          cierto que tal Premio Nobel se concedió bajo el rubro de
                          Economía, se debe a que nunca se previó una categoría del
                          Nobel para la Psicología, y porque los estudios de Kahneman
                          apoyaron ciertas teorías económicas. Aun así, la psicología
                          cognitiva sigue siendo tan solo una voz en medio de la plaza
                          pública que es la psicología actual. Resulta evidente que no se
                          podrá avanzar en la edificación de una psicología científica real
en tanto no haya una epistemología central que defina el campo de la psicología y
distinga el conocimiento psicológico. En lo que sigue, haré una revisión general del
panorama epistémico a fin de colocar algunos puntos de base para emprender este
proyecto. Pero antes de intentar sentar las bases de una epistemología para la
psicología, necesitamos reconocer el estado de caos general de la disciplina y entender
su desarrollo histórico. Para ello debemos revisar la historia general del conocimiento
científico y de la epistemología, necesariamente.

Concebir y explicar la psicología como una ciencia particular exige recorrer el camino
de la ciencia, aunque sea de manera rápida, a fin de ser precisos pero sobre todo para
tener fundamentos, pues a la psicología se la ha acusado muchas veces de no ser una
ciencia, increpándole sus dificultades y diversidad de formas. Si revisamos la historia
del conocimiento científico veremos que la ciencia toda no ha estado exenta de
dificultades y formatos diversos, pero además comprenderemos el papel de ciertos
formatos de ciencia en la postergación de la psicología como ciencia autónoma. La
psicología, como conocimiento científico específico, no ha sido ajena al discurrir
general del conocimiento humano. Por el contrario, ha estado desde los primeros días
muy ligada a la reflexión de la humanidad sobre su propio mundo y sobre el
conocimiento mismo. Incluso la epistemología ha sido, en cierto sentido, una forma de
psicología, como por ejemplo en Kant. Otros filósofos han apelado a la psicología como
un saber diferenciado para establecer sus fundamentos epistemológicos, como ocurrió
con Popper. De hecho, la psicología es parte integrante del debate en torno al
conocimiento. Veamos esto.

Breve historia del conocimiento científico

Si bien el debate sobre el saber se remonta a los sofistas griegos, la noche negra que
significó la dominación cristiana durante más de quince siglos alteró todos aquellos
conceptos al asumir especiales significados para la Iglesia. La lenta aparición de la
ciencia a fines del siglo XVI, volvió a abrir el debate sobre el conocimiento, debate que
se fue dando a medida que la ciencia avanzaba, es decir, sobre los territorios que iba
descubriendo. La solución al problema de la demarcación del conocimiento científico ha
estado siempre vinculada al tipo de ciencia que le sirve de inspiración al filósofo, pues

                                            4
ha sido en función a los diversos avances que la ciencia ha venido realizando en
diferentes escenarios, que el conocimiento ha adquirido distintos formatos, afectando
así la concepción filosófica sobre el conocimiento científico y sobre la ciencia en
general. Podríamos afirmar que ha sido el impacto de ciertos conocimientos científicos
concretos los que determinaron la clase de epistemología que se elaboraba. Vale decir
que la epistemología reflejaba o se esforzaba por reflejar y explicar cierto tipo de
conocimientos científicos.

Podríamos reseñar la evolución del conocimiento humano, en lo
que nos compete, de una manera muy esquemática y breve, tal
como sigue. En algún momento de la historia, el “conocimiento
de Dios” que fue durante casi todo el Medioevo el principal tipo
de conocimiento que se adquiría y se enseñaba, fue rebasado
por otros tipos de interés. Esto ocurrió entre los siglos XIII y
XVII, es decir, entre Guillermo de Ockham y Sir Francis
Bacon. El interés por Dios y el "otro mundo" se fue trasladando
a este mundo y a la Naturaleza. El primer proyecto científico se
orientó a comprender la naturaleza de este mundo y su relación
con el cosmos. Así empezó lo que se conoce hoy como "ciencia
naturalista", aunque entonces era sólo "la ciencia". Ante la
necesidad de separar saber y fe, se estableció que el objeto del
conocimiento era todo lo material y sensible, y que se debía apelar al "método
científico" para obtener dicho conocimiento de una manera positiva, o sea,
comprobable. Todo lo demás quedó en manos de la escolástica. Así fue como la noción
de conocimiento científico quedó vinculada al mundo que nos rodea (sus objetos y
fenómenos) y a una forma manipulativa e instrumental de aprehender el saber. Sin
embargo, ambas -escolástica y ciencia- permanecieron guiadas por las mismas
concepciones religiosas de fondo. Cuando Newton presenta las primeras "leyes" del
Cosmos deja claro que estas reflejan la voluntad de Dios y explican el Orden Universal
con que Dios ha creado el Universo. Luego se asumió que el objetivo de la ciencia sería
descubrir las "leyes naturales" con que Dios había ordenado la naturaleza. Más tarde
se incluiría al ser humano en esta perspectiva. Pero no nos adelantemos.

Debemos recalcar que la construcción de la ciencia naturalista se hizo tomando como
fundamento las concepciones religiosas pre existentes. Es decir, el conocimiento
científico no empezó de cero, sino que se edificó a partir de las nociones que la Iglesia
había establecido sobre el Cosmos, la Naturaleza y la vida. De modo pues que fue la
religión la que le proporcionó a la ciencia su primer paradigma. Podemos definir
un paradigma científico como el conjunto de creencias básicas compartido por una
comunidad científica, sobre el que se razona y edifican las teorías explicativas. La
religión le cedió a la ciencia toda su estructura epistémica, y a partir de ella empezaron
a edificar la ciencia naturalista. De hecho, fueron las universidades regidas por la
Iglesia las que se constituyeron en guardianes del saber. Los primeros científicos eran
además teólogos, como fue el caso de Newton.

La ciencia moderna se inicia como "ciencia naturalista" con personajes como Copérnico
y Galileo, y se consolida plenamente con Sir Isaac Newton, quien establece las
primeras leyes de la Naturaleza y el Cosmos, convencido de que Dios es el autor de
estas leyes. Copérnico fue el primer autor de una teoría científica, la teorá
heliocéntrica. Galileo fue el primero que procedó al empleo de la tecnología para
comprobar una teoría científica. Se basó en un telescopio. Newton fue el primero en
explicar una teoría y en enunciar las primeras "leyes científicas", relativas al
movimiento de los planetas. Todo esto bajo la cosmovisión religiosa. Se asumió que la

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Naturaleza obedecía la voluntad de Dios y que esta se expresaba en leyes físicas; por
tanto, la misión de la ciencia sería descubrir las leyes con que Dios había establecido el
perfecto Orden Universal. El primer reto de la ciencia fue descubrir la lógica de Dios.
Muy al margen de las episódicas discusiones en torno a los primeros enunciados
científicos y la interpretación de las Sagradas Escrituras, podemos afirmar que la
ciencia convivía en perfecta armonía con la fe, en cuanto se refiere a la lógica de las
ideas. Más aún, la fe orientaba el pensamiento científico, tal como ya lo hemos
explicado. En concordancia, la epistemología reflejaría esta feliz comunión entre
ciencia y fe en filósofos como Descartes, Locke y Leibniz, por mencionar algunos.

La perspectiva religiosa llevó a la convicción de que el Universo era
un escenario de perfección y armonía, donde los astros giraban
respetando un estricto Orden Universal. Luego se asumió que
todos los eventos físicos y naturales sucedían como consecuencia
de formar parte de los engranajes de un perfecto mecanismo
universal diseñado y movido por Dios. La creencia científica de que
el Universo, el mundo y la Naturaleza tenían un orden implícito,
llevó a creer en la existencia de leyes que eran la expresión física
de la voluntad divina. La convicción de que la Naturaleza obedecía
leyes llevó al pensamiento científico a girar en torno a las
relaciones de causalidad, una lógica que ya había sido definida
completamente por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII. La
actividad empírica iniciada sobre aspectos muy concretos de la
realidad inmediata reforzó la creencia en que todo tenía una causa específica
antecedente y obedecía leyes que eran invariables. El pensamiento científico discurrió
sobre este paradigma durante siglos, y en gran parte aún se basa en él. Siguiendo ese
razonamiento se llegó a pensar que tales "leyes universales e invariables" existían en
todos los escenarios y que, por tanto, sería posible descubrirlas incluso en la conducta
humana y así predecir el comportamiento. No faltaron quienes buscaron y enunciaron
las leyes de la Historia a mediados del siglo XIX. Pero aquella perspectiva científica
empezó a cambiar cuando Sir Charles Darwin publicó su Teoría de la Evolución, con la
que puso en duda la pieza fundamental de lo que se asumía como “verdad revelada”:
la aparición de los seres humanos y las demás especie. Con ella provocó la primera
gran crisis epistémica en la historia de la humanidad, iniciando así la ruptura entre el
pensamiento científico y el religioso. Por supuesto, dicha crisis duró varias décadas y,
en muchos aspectos, persiste hasta nuestros días. La teoría de Darwin marcó el
momento en que empezó a resquebrajarse la feliz unión entre ciencia y fe, y cuando
empezó a cuestionarse sutilmente el paradigma científico vigente durante siete siglos.
Enseguida, descubrir el origen de la vida se convirtió en una de las mayores empresas
científicas, lo que, junto a los hallazgos de la Física, finalmente acabaría transformando
las viejas nociones de la ciencia.

Todo esto nos demuestra que la ciencia no es una sola, sino que ha ido
transformándose en la medida en que avanzaba en el conocimiento de la realidad. El
conocimiento no sólo es acumulativo sino que permite dar saltos cualitativos en los
fundamentos epistémicos, es decir, en la perspectiva básica, en las creencias sobre las
que se entiende la realidad y sobre las que se construyen las teorías. ¿Cómo quedaban
las ideas si se descartaba la creación y se admitía un proceso evolutivo? ¿Era admisible
la idea de que este mundo fuera el resultado de simples eventos fortuitos? ¿Cuál era el
fundamento de la ciencia si se dejaba de lado el Orden Universal implícito? ¿Hasta
dónde era cierto eso de que todo sucede regido estrictamente por leyes concatenadas
unas a otras, y que todas ellas son invariables? ¿Había una causa específica para todos
los eventos, tal que sería posible retroceder en el tiempo desarmando uno a uno estos

                                            6
eventos, hasta llegar a la creación, y dejando en evidencia una clara intencionalidad
para construir un mundo como el existente? Algo más tarde surgiría la cuestión de si
nuestros conocimientos sobre la Naturaleza y el Cosmos son realmente válidos en todo
el Universo. Nuestro mundo parece único y en el Cosmos observamos muchas cosas
enigmáticas. La ciencia apeló a las partículas y fuerzas elementales para explicar la
realidad a toda escala, pero se encontraría con muchas más sorpresas. Paulatinamente
se nos hizo más evidente que la realidad tiene distintos escenarios y que la ciencia no
podía tener un solo formato. Al final, estas transformaciones del conocimiento y de la
perspectiva científica desembocaron en la crisis de la epistemología clásica. Pero
veamos esto más de cerca.

El paradigma científico del Universo perfecto ordenado por Dios se caía a pedazos. Más
aun cuando se descubrió que el Universo no era aquel paraíso de orden y perfección
imaginado durante siglos, sino un escenario caótico y espantoso donde la vida no había
sido más que un accidente fortuito, producto de la conjunción paradójica de diversos
eventos azarosos, sumados a la afortunada resistencia a catástrofes globales que
cambiaron el rumbo evolutivo varias veces. No parecía existir una feliz sucesión de
causas necesarias y milagrosamente alineadas con la deliberada intención de formar
un tipo especial de vida; pero tampoco, ni siquiera, una sucesión coherente de causas
y efectos que expliquen la vida. Al contrario, todo parecía ser producto de una
afortunada combinación de las propiedades de la materia-energía y el azar, pues los
resultados no podían explicarse con el paradigma científico del orden implícito y de las
causas concatenadas. Para colmo, parecía que el azar jugaba un papel fundamental en
la evolución, pues garantiza la variabilidad. La vida era el resultado temporal de un
perfecto y precario equilibrio entre fuerzas entrópicas y negantrópicas en un medio
oportunamente favorable. Por último, el comportamiento disciplinado de una
Naturaleza que obedece leyes resultaba difícil de solventar en todos los escenarios,
especialmente en los de la vida. Por ejemplo, el tamaño de la Tierra y su distancia del
Sol, cuestiones fundamentales para la vida tal como la conocemos, no tienen ninguna
causa o razón necesarias. Se deben enteramente al azar. Enseguida aparecieron
interrogantes: si Dios no controla el Universo con su voluntad y sus leyes... ¿cómo
funciona? ¿Existen o no unas leyes establecidas por Dios? ¿Existe o no la posibilidad de
explicar el funcionamiento del mundo y el Universo por causas, entendidas como
eventos de necesidad forzosa que forman parte de una regularidad sistemática
universal, es decir, de un orden implícito? ¿Cabía la posibilidad de que la ciencia fuera
de una forma en un escenario y diferente en otro? ¿Podían haber aspectos de la
realidad explicables de maneras distintas, imposibles de conciliar? ¿Sería posible que
las leyes de la física tuvieran un inicio y un fin donde fueron y serán diferentes?

                                 Así resultó que las creencias firmemente establecidas
                                 por la ciencia primigenia quedaron en entredicho con el
                                 surgimiento de las físicas cuántica y relativista. La
                                 ciencia moderna demostró que el Universo y la realidad
                                 no eran como se pensaba. No existía ningún orden
                                 implícito ni una sola forma de entender la realidad a
                                 toda escala y complejidad. Peor aún: ¡había más de
                                 una realidad! Mientras que la relatividad hablaba de
                                 paradojas, la física cuántica lo hacía de probabilidades,
                                 partículas virtuales y dualidad. La incertidumbre se
                                 instaló como parte del conocimiento científico. Fuimos
conscientes de los escenarios caóticos y de la complejidad, reconocimos procesos
multifactoriales e irreversibles. ¿Cómo conocer una realidad que es producto de un
proceso complejo e irreversible, es decir, que no se puede desmontar ni reproducir? ¿Y

                                            7
cómo comprender un Universo en el que parecen existir muchas dimensiones que se
hallan más allá de nuestro escenario y posibilidades cognitivas? De pronto empezamos
a hablar del azar y de las limitaciones de las predicciones científicas. La física cuántica,
por ejemplo, establece una cierta cantidad de hechos posibles y juega con las
probabilidades. Aparecieron nuevos conceptos científicos como la singularidad en
contraste a la regularidad. La imaginación pasó a ser el principal ingrediente de la
ciencia. La Física, la ciencia emblemática, había dejado a un lado la mecánica de
Newton para partirse en dos, cada una ocupándose de un escenario distinto de la
realidad, y ambos irreconciliables. Por ejemplo, cada uno explica a su manera la
gravedad. Los intentos por unificar la Física han fracasado hasta ahora. La Teoría de la
Relatividad, pese a su revolucionaria visión, sigue siendo una teoría clásica, pues
reposa en la concepción de un Universo regido por un orden implícito. Einstein nunca
admitió la posibilidad de un Universo donde el azar jugara algún papel y acuñó su
famosa frase "Dios no juega a los dados con el universo".

Todas estas cuestiones significaron inevitablemente el fin de
una epistemología que fue iniciada por Hume y concluida por
Popper. La epistemología clásica se había estado edificando
sobre las bases de un saber sólidamente asentado en un
ambiente científico que parecía ganar cada vez mayor
seguridad. Sin embargo, la aparición de la Teoría de la
Relatividad fue un duro golpe para aquella vieja
solidez. Enseguida surgió un desconcierto aún mayor con los
hallazgos de la Física en el escenario subatómico. Luego de
poner en duda la convicción sobre las causas y las leyes
basadas en las regularidades percibidas y en la validez de la
inducción, Popper, apelando a la psicología, afirmó que es el
hombre quien en su reducido espacio existencial cree percibir
regularidades "aun en donde no las hay" y luego elabora "leyes" que se las impone a la
Naturaleza (1b). El Universo transcurre en una sola dirección y el factor de
aleatoriedad (es decir, la entropía) se incrementa. Popper concluye: "es perfectamente
factible que el Universo, tal como lo conocemos, desaparezca en el siguiente minuto".
Este fue el final de una larga etapa de dudas en torno a una cultura que estuvo vigente
durante siete siglos. Un final que se había iniciado con el reformismo religioso,
continuada luego políticamente con la caída de los grandes imperios, y finalizada por la
filosofía con el nihilismo expresado por Nietzsche en la frase "Dios ha muerto".
Enseguida las nuevas teorías científicas provocaron un cambio de paradigma que
finalmente se reflejó en la epistemología. Era evidente que se había estado eludiendo
el papel del azar en nuestras vidas, primero por la fe, pues impone una manera de
entender el mundo, y luego por un interés en cierta clase de conocimiento en
particular y el empleo de un método especial. Cabría añadir que el cerebro está
preparado para hallar patrones y tiende a asociar relaciones casuales como causales.
Además, apelamos a las matemáticas para establecer relaciones y fundamentar la
causalidad de los eventos, incluyendo al caos. Pero las matemáticas no nos dicen
porqué esto tiene que ser así, solo se aplica sobre lo observado, y mucho de lo
observado no es posible deducirlo a partir de ninguna teoría o ley. En todo caso, habría
que admitir que la ciencia empezó a encontrarse con nuevas clases de problemas.
Incluso empezamos a preguntarnos ¿existe la objetividad?

El apogeo de la ciencia naturalista y de su perspectiva particular fijó los cauces de
todas las ciencias. No obstante, se había producido un nuevo cambio de paradigma en
la cultura. Luego de pasar del interés por Dios al interés por el mundo, pero concebido
aún como la Gran Obra de Dios, se inició una ciencia fundada en los principios de la fe.

                                             8
Al abandonar ese paradigma, hubo que reiniciar el estudio de la Naturaleza y el
Cosmos sobre nuevas perspectivas. Más adelante la misma ciencia se convirtió en
objeto de estudio de una filosofía especializada. Además surgió el interés por el propio
hombre como el autor de su destino y de su mundo. De pronto el hombre y sus
sociedades empezaron a cobrar importancia y pasaron a ser objeto de estudio
científico. ¿Pero sobre cuáles fundamentos epistémicos? Obviamente tuvo que usarse
el modelo de la ciencia naturalista, pues no había otro, y además gozaba de gran
reputación. Más adelante incluso se pretendería imponerlo como modelo absoluto de
ciencia. Por lo pronto, hacer ciencia era hacer ciencia naturalista. Por ello, y tal como
ocurrió con la ciencia naturalista que se basó inicialmente en la visión religiosa para
empezar sus estudios, sería esta ciencia naturalista la que serviría de base y
orientación en la edificación de las nuevas ciencias humanas y sociales. Sin embargo,
al igual que en determinado momento se produjo la ruptura epistémica entre la visión
religiosa y las ciencias naturales, más adelante habría también de producirse la ruptura
y el enfrentamiento entre los enfoques naturalistas y culturalistas. De hecho, la cultura
es una capa superior sobre la realidad natural y tiene sus propias características. El
paradigma naturalista en las ciencias humanas y sociales empezó a ser cuestionado de
manera creciente y finalmente abandonado hacia la segunda mitad del siglo XX, pero
la epistemología de unas ciencias humanas, sociales o culturales ya se esbozaba hacia
fines del siglo XIX.

Las nuevas ciencias humanas se orientaron a comprender
cómo fue que el hombre rompió su dependencia de la
Naturaleza, y cuál era exactamente la "naturaleza humana". El
hombre se desenvuelve en un mundo particular que no se rige
ya por la lógica de la naturaleza. Es decir, el mundo de los
humanos no sigue "leyes naturales" ni está supeditada a la
naturaleza. Por el contrario, en muchos aspectos el hombre
controla a la Naturaleza y hasta ha creado objetos y elementos
que no son propios de la Naturaleza. Gran parte del mundo
humano es hoy artificial y sintético, incluso "virtual" en estos
días. De hecho la mayor parte del mundo humano reside en las conciencias, vale decir,
en las mentes. Allí es donde están los conocimientos, las creencias, el calendario, la
moral y todo lo que llamamos cultura. Los seres humanos han impuesto su propia
impronta sobre este mundo creando una civilización, algo que es propio de los
humanos y ajeno a la Naturaleza. Los humanos no solo se adaptan a su medio
ambiente sino que lo transforman, no solo reciben información del medio sino que lo
plasman en él. La comprensión de este "nuevo mundo humano" y de la "naturaleza
humana" fue presentado como el primer paso en la edificación de las ciencias
humanas. El interés por la comprensión del hombre y su "esencia" se expresó
plenamente en el existencialismo, abriendo un capítulo especial en la filosofía (2). El
conocimiento del hombre y lo humano daría paso también a una nueva epistemología y
a un nuevo formato de ciencia, lo que provocó el recelo de los naturalistas, y
especialmente del cientificismo, quienes se opusieron con tenacidad a la posibilidad de
una ciencia de lo humano, pues toda la mentalidad científica se había edificado durante
más de cuatro siglos con la perspectiva e interés del naturalismo. El cientificismo fue
una corriente cultural que afectó el desarrollo de la ciencia en general, pero
especialmente el de las ciencias humanas, y particularmente el de la psicología, al
pretender someterla por completo a los esquemas del naturalismo, abordando al ser
humano como un objeto más del mundo natural y sometido a sus leyes, sin admitir
ninguna implicancia de sus capacidades particulares en tanto especie distintiva. Se
puede decir que aun transitamos las etapas finales de esta confrontación, pues no ha
sido fácil imponer la tesis de que las ciencias del hombre son otra clase de ciencias que

                                           9
ya no giran en torno a la Naturaleza y las "leyes naturales". Pero al menos hemos
logrado reponer al hombre como el centro de interés de la psicología, y ocuparnos de
sus cualidades diferenciadas como asuntos fundamentales de nuestra ciencia.

En resumen, podemos advertir que el conocimiento de la humanidad en los últimos dos
mil años, ha transitado desde el interés absoluto por Dios y el "otro mundo" explicado
por la religión mediante la verdad revelada, hacia el interés por este mundo, el mundo
físico y real, explicado por las ciencias físico-naturales mediante causas y leyes
basadas inicialmente en la concepción de un orden implícito universal de perspectiva
religiosa, para luego abandonar este enfoque abriéndose a otras posibilidades que
incorporan la probabilidad, el azar, el caos y la complejidad. Igualmente su saber
transitó de una verdad comprobada hacia una verdad consensuada teóricamente. Más
tarde el interés de la ciencia se trasladó hacia el ser humano y su mundo particular, a
sus acciones orientadas no por causas naturales sino por razones que se desprenden
desde una racionalidad cultural, a su capacidad para conocer y reformular el mundo
según sus propias imágenes internas, etc. La psicología se ubica como la "ciencia
puente" entre el mundo natural en donde surge el hombre con sus facultades
excepcionales productos de la evolución, y el mundo humano hecho por el hombre, es
decir, la cultura, donde el hombre se configura a sí mismo como sujeto individual y
donde luego despliega su ser con autonomía. Del mismo modo en que existe un
espacio común entre la física y la química, más allá del cual, la química y la física son
dos disciplinas diferenciadas, existe también un espacio común entre la psicología y las
neurociencias, una intersección entre lo puramente biológico y lo psicológico, quizá
también entre el naturalismo y el culturalismo, donde abordamos el surgimiento de los
fenómenos subjetivos como el punto culminante de la evolución de la materia y la
vida, expresados en un complejo sistema nervioso capaz de hacer una copia virtual de
la realidad. Más allá de ese punto, el escenario de la psicología es un panorama
netamente humano y completamente diferente al que concibe el naturalismo, pues ya
no se trata de un mundo gobernado por leyes físico-naturales de causa-efecto o
estímulo-respuesta sino de un mundo que se mueve en función de sujetos actuando en
base a su propia realidad virtual, en un medio ambiente cultural, guiados por una
lógica de pensamiento y transformando el mundo natural según sus ideas y creencias,
y aprovechando incluso las leyes físico-naturales en su propio favor. Se trata pues de
un escenario movido por organismos autónomos que poseen capacidad para emplear
información y conocimiento, generar estructuras lógicas de procesamiento de
información, imágenes propias del mundo que le rodea, es decir, para representar su
propia realidad y responder a él antes que al mundo físico, y establecer novedosas
formas de integración social basados en diversos formatos de comunicación,
determinar sus acciones con objetivos arbitrarios y hasta planificarlas hacia un futuro
muy lejano. Ese mundo está definitivamente fuera del alcance de una ciencia físico-
natural y, por tanto, cualquier disciplina que pretenda hacer psicología desde una
perspectiva puramente naturalista, comete una impostura científica.


La crisis de la epistemología clásica

Luego de revisar rápidamente la evolución histórica del conocimiento científico,
hablemos ahora de la epistemología durante el último siglo. Llamaremos
"epistemología clásica" a la que empezó a formarse desde los inicios de la actividad
científica y su repercusión en la filosofía del conocimiento (que derivaría en
especialidad como epistemología) en el s. XVII (Bacon y Descartes), hasta el Círculo de
Viena en el s. XX, pero nos concentraremos en esta última etapa. Antes de empezar
hay que dejar algo claramente establecido: la ciencia no se hace siguiendo una

                                           10
epistemología, como muchos autores sugieren o incluso plantean. Tanto la ciencia
como la epistemología son dos actividades humanas separadas y dos clases de
conocimiento diferentes. La ciencia se ocupa de estudiar la realidad; la epistemología,
del conocimiento científico. Una de las razones de la crisis de la epistemología es
precisamente la profundidad y amplitud que alcanza el conocimiento científico en el
siglo XX, haciendo resquebrajar las nociones básicas acerca del saber, y de las formas
y posibilidades de obtener y formalizar este saber. Ya no hay manera de encajar ese
panorama disperso de saberes diferenciados en un solo núcleo epistémico. Pero esto lo
veremos paso a paso.

El inicio del siglo XX vivió el resplandor de las ciencias físico-naturales. La física, la
química y la biología transformaron todo el saber de la humanidad en menos de
cincuenta años. Una misma generación pudo ser testigo de los cambios más
dramáticos en el conocimiento de la humanidad. Si la epistemología clásica se inició
por el impacto que causaron los primeros conocimientos científicos, como la teoría
heliocéntrica y las leyes físicas de Newton, no podía ocurrir menos con los fantásticos
conocimientos logrados por las ciencias físico-naturales a principios del siglo XX. De
hecho tuvieron un tremendo impacto en la epistemología, e incluso en la sociedad, al
punto que la admiración por la ciencia consolidó el cientificismo, una especie de
ideología social que colocó a la ciencia por encima de todo, al mismo nivel que la
religión, convirtiéndola en la "religión laica" que vaticinó Bacon un siglo antes. El
cientificismo afectó el pensamiento humano en todas sus facetas, incluso en la religión,
donde aparecieron iglesias como las de Cristo Científico o la cientología. Surgieron
además disciplinas netamente cientificistas que consagraron el "método científico" y se
fundaron nada más que en su empleo riguroso, sobrevalorando en extremo conceptos
como el de objetividad. Desde luego, la filosofía no pudo quedar exenta de este influjo.

                          Si bien ya en el siglo XVIII había signos claros de un
                          cientificismo filosófico en obras como las de Comte, quien fue
                          quizá el primero en prescribir la ciencia positivista como única
                          solución para la humanidad, el cenit del cientificismo tuvo
                          lugar un siglo después, luego de la Teoría de la Evolución, el
                          descubrimiento del átomo y la radiactividad, y el nacimiento de
                          la física cuántica y relativista. Todo esto transformó
                          profundamente a la humanidad. Inevitablemente la filosofía
                          también sufrió el impacto, lo cual se reflejó de inmediato en la
                          formación del famoso Círculo de Viena, donde unos cuantos
                          autores pretendieron dictar las pautas universales de la ciencia
                          y de la explicación científica del mundo desde la perspectiva de
la Física. Se concebía a la ciencia como una labor exclusiva de explicación del mundo
que nos rodea. El observador o creador del conocimiento quedaba al margen, no era
parte del interés de la ciencia ni de la filosofía. Peor aún los seres humanos eran
considerados factores distorsionantes del conocimiento científico, por lo que se hicieron
esfuerzos para eliminar la intervención humana en la obtención del conocimiento
científico mediante la instauración del "método" y de un lenguaje técnico-científico que
expresara las teorías científicas con pureza, sin las alteraciones del habla. Aquí es
cuando aparece cierta epistemología con pretensiones normativas sobre el accionar
científico. Pero el cientificismo fue mucho más: cubrió nuestra cultura como un gran
manto que transformó la vida y el pensamiento, luego de lo cual aparecieron
curiosidades como la fundación de iglesias guiadas por un cientificismo teológico, la
conversión de diversas disciplinas ocupacionales al formato científico definido por el
empleo del método. En la psicología se dio la aparición del conductismo como una
corriente que intentó transformar y someter la psicología a los dictados de un

                                           11
naturalismo decimonónico. Es decir, primero adoptaron el físico-naturalismo como
estructura epistémica y luego fabricaron una psicología en consonancia con sus
creencias.

Lo interesante de la aparición de la Teoría de la Relatividad y
de la física cuántica fue que pusieron en entredicho las
estructuras epistémicas básicas del conocimiento científico, tal
como habían sido concebidas hasta entonces. ¿Cómo podía el
conocimiento científico ser definitiva e inmutable si la realidad
no lo era? ¿Hasta dónde influía la condición humana en las
posibilidades del conocimiento? ¿Y cómo podíamos atribuirle a
la ciencia ciertas cualidades antes de conocer la realidad de la
cual pretendía ser su imagen? ¿Señalar un cauce
epistemológico y metodológico al conocimiento científico no
era imponerle una perspectiva? La Física teórica rompió todos
esos moldes epistemológicos y metodológicos clásicos y luego
solo quedó la imaginación. El gran concepto de "regularidad"
quedó bajo sospecha junto con la inducción. Con ello el fundamento de Leyes
Científicas universales e inmutables perdió su sentido. Si bien en el Universo existen
ciclos, en cambio no hay regularidades. Por ejemplo, la Tierra gira alrededor del Sol
pero nunca hace el mismo recorrido y en cada giro le espera una historia distinta. La
actividad del Sol no es regular sino caótica, impredecible. Lo que no quiere decir que
se ignoren las leyes que lo gobiernan. Como estos hay una gran cantidad de
consideraciones en torno a la realidad que pretendemos conocer. Es posible que en
esta visión hayan detalles insulsos, pero ellos nos impiden hablar con la seguridad de
antes respecto del conocimiento científico. Frente a toda esta situación y al tipo de
avance que mostraba el conocimiento científico mediante la confrontación de teorías y
la transformación de sus nociones, Popper observó que la ciencia era siempre un saber
temporal, en espera de ser falseada y reemplazada por un conocimiento mejor.
Aseguró que es imposible saber si nuestras teorías científicas hoy aceptadas son
realmente las correctas. No hay más alternativas que someterlas a las críticas y a las
pruebas de falsasión para ver si sobreviven. En todo caso hay que aceptarlas sólo
como las mejores explicaciones posibles. Rechazó la posibilidad de fundar el
conocimiento en un método y sostuvo que la mejor prueba era la confrontación crítica
de las teorías. Por su parte, Lakatos advirtió que los conocimientos científicos
dependían de los intereses a los que se sujetaban las investigaciones científicas. De
hecho, gran parte de los avances científicos del siglo XX se debieron a las dos guerras
mundiales y a los intentos de dominación mundial por parte de potencias emergentes,
pero también a los intereses de grandes laboratorios transnacionales que se adueñaron
de los destinos de varias formas de vida sobre el planeta, incluyendo la vida humana.
En el siglo XX los desarrollos científicos habían dejado de ser aventuras de locos o
proyectos solventados por inocentes sociedades científicas, como ocurrió durante el
siglo XIX, y pasaron a depender de otros intereses de tipo comercial y político. Lo
mismo ocurriría con la psicología al pasar de Europa a los EEUU. La psicología del siglo
XX generada bajo el dominio de Norteamérica, también giró rápidamente hacia el
modelo tecnológico, utilitario y comercial.

Después de que Popper dinamitara las pretensiones del Círculo de Viena, la
epistemología entró a una etapa de crisis. Witgeinstein criticó la pretensión de
absolutismo de la ciencia asegurando que el modo en que esta describe el mundo es
tan sólo una de las muchas formas que tenemos los humanos de aproximarnos a él, y
que la ciencia no posee ningún carácter idiosincrático que la posicione por encima de
las demás. Kuhn introdujo el concepto de "revoluciones científicas" para explicar los

                                          12
constantes cambios de paradigma que había sufrido la visión
                         de la ciencia, especialmente la Física. Hay que advertir que
                         gran parte de la epistemología se ha construido siguiendo a la
                         Física, y por ello muchos de sus conceptos resultan errados
                         dentro del propio naturalismo, como veremos más adelante.
                         La crisis de la epistemología se hizo más evidente cuando Paul
                         K. Feyerabend denunció a la ciencia como un saber prepotente
                         que se había impuesto en la sociedad a costa de idolatrías y
                         esquemas sobrevaluados, asegurando que no se diferenciaba
                         de otras formas de entender la realidad. Además negó que el
                         conocimiento científico surgiera de la aplicación de un método
                         especial. Rechazó la existencia de un método científico
                         apoyado en su estudio de la historia de la ciencia, con el cual
demostró que para lograr conocimientos vale todo, incluso la suerte y la inspiración
(3). Este ambiente favoreció un cambio en el panorama científico debido a que se
cuestionaron los dogmas centrales vigentes durante los últimos siete siglos; luego
apareció una nueva corriente social llamada "posmodernismo" que se opuso al
cientificismo, por lo que fue denigrada y ridiculizada hasta el extremo. Todo esto
permitió la aceptación de las ciencias humanas concebidas como formas distintas de
ciencia, encargadas del hombre y su cultura, con sus propios paradigmas y preceptos
epistémicos. No había pues una sola forma de ciencia, ni siquiera en el naturalismo.
Más aún: ni siquiera en la Física. Quedó claro que existían diversos formatos de saber
científico en función del escenario que se aborda y los intereses que se buscan. La
propia ciencia nos advirtió que muy probablemente ni siquiera existiría una sola
realidad. Aunque de eso ya nos habíamos percatado al observar la realidad humana y
la realidad física como dos escenarios completamente distintos. En el mundo físico los
hechos ocurren por una causa; en el mundo humano los hechos ocurren por una
razón.

Hacer ciencia es fundamentalmente adoptar una actitud frente al conocimiento de la
realidad de la que somos parte activa y no materia extraña o pasiva. En tanto que se
trata de descubrir la realidad, damos por hecho que hay una realidad pasiva y pasible
de nuestro alcance cognoscitivo. Siempre nos aproximamos a ella con un presupuesto,
sin embargo, a medida que nos acercamos, esta nos sorprende más, hasta que nos
vemos obligados a cambiar nuestras concepciones iniciales. Debemos considerar que
para el hombre la realidad es la realidad que entiende. Su principio cognoscitivo lo
lleva a buscar un sentido. En nuestro afán por hacer ciencia de la manera en que
entendemos la ciencia, nos hemos impuesto muchas limitaciones para conocer la
realidad. La ciencia no es una tarea definida por un objeto físico, ni por un esquema
metodológico, ni una ideología que atrapa el pensamiento y guía la acción del
científico. El hombre tuvo que apartarse de las nociones que dominaban su
comprensión del mundo físico y de su formato idealizado de ciencia para asumir una
nueva perspectiva frente al Universo, la naturaleza y su propia existencia compleja, y
para diferenciar su mundo humano-cultural del mundo físico-natural.

Junto a los primeros intentos de emplear el enfoque de las ciencias naturales para
estudiar a los seres humanos, había empezado ya el desarrollo de una epistemología
propia para las Ciencias Humanas y Sociales, cuyo primer exponente fue W.
Dilthey (1833-1911). Es a partir de él que empieza a hablarse de una "ciencia de lo
subjetivo", en contraparte a las ciencias objetivas físico-naturalistas. Establece la
división de la ciencia haciendo un lugar especial para las "ciencias del espíritu" en
contraste con las "ciencias de la naturaleza". Luego sería el turno de Windelband
(1848-1915) quien dividió a las ciencias en nomotéticas e ideográficas, según traten

                                          13
de la naturaleza o de los seres humanos, acercándonos a la
                        diferencia entre causa y razón como fundamentos de las
                        explicaciones científicas de uno y otro campo. Amplió la
                        comprensión de lo que llamó "ciencias culturales", es decir,
                        aquellas que cargaban con una herencia histórico-social. Tuvo
                        una influencia directa en la psicología. Posteriormente
                        aparecieron Heinrich Rickert (1863-1936), Paul Ricoeur (1913-
                        2005), y muchos otros que le dieron forma y autonomía a la
                        epistemología de las ciencias humanas y sociales. Gracias a
                        todos ellos se abrió el escenario de las ciencias humanas como
                        un campo diferente del que concebían todas las ciencias físico-
                        naturales.

Una gran cantidad de autores han incrementado los estudios en torno a la
epistemología de las ciencias sociales (4), dando soporte a diversas ciencias
particulares, como fue el caso de la Historia (Toynbee), de la Sociología (Adorno,
Schütz, Winch, Goldmann, Weber, Bordieu, Giddens, etc.), la Antropología (Bateson) y
la Economía (Robbins, von Mises, Reisman, etc.). En la Psicología, en cambio, no
tuvimos autores interesados en desarrollar una epistemología propia, debido a la grave
crisis en que se sumergió durante el siglo XX, contrariada por enfoques naturalistas,
fisicalistas y humanistas. La irrupción del psicoanálisis como una medicina psicológica,
y del conductismo como una tecnología de la conducta, perturbó las nociones de una
real psicología científica y acabó convertida en algo muy diferente del proyecto original
que se trataba de construir desde épocas griegas. En consecuencia, la psicología fue
relegada del escenario científico y criticada duramente por la filosofía y por la ciencia
en general. Georges Canguilhem decía que la psicología le parecía "una filosofía sin
rigor, una ética sin exigencia y una medicina sin control". Sin embargo, y pese a la
carencia de propuestas epistemológicas a lo largo del siglo XX, en los últimos tiempos
han tenido gran repercusión en la concepción de las teorías psicológicas más recientes,
autores como Paul Watzlawick, Ernst von Glasersfeld y Heinz von Foerster. Muchos
confunden el papel de Jean Piaget en la epistemología de la psicología. Esto es algo
que merece aclararse. La confusión surge desde que Piaget decide llamar
"epistemología genética" a su estudio del proceso de adquisición de las facultades
cognitivas. Pero este estudio no es ni genética ni epistemología. Como ya se dijo, es el
estudio del proceso mediante el cual los humanos adquirimos la facultad de razonar y
las formas que esta facultad adquiere en ese proceso.


La crisis de la psicología

Debemos pues reconocer que, a diferencia de lo ocurrido en otras ciencias humanas y
sociales, la epistemología ha sido un tema bastante descuidado en la psicología. Fue
dejada de lado, en parte, debido a la crisis interna que sufrió durante el siglo XX como
consecuencia de la aparición de visiones divergentes sobre su naturaleza, objetivos y
formato científico; llegándose incluso, en muchos casos, a abandonar el formato
científico. Esta crisis se inicia a principios de dicho siglo cuando surgen el psicoanálisis
en Alemania y el conductismo en Norteamérica, corrientes naturalistas que asumieron
una perspectiva diferente a la que venía persiguiendo la psicología. De inmediato la
psicología sería sometida a la epistemología del fisicalismo y del naturalismo
predominantes de la época. Esto condujo a reducir al ser humano a un objeto regular
de una ciencia típica fundada en leyes naturales, universales e invariables, llegando a
la necesidad insólita de tener que rechazar y hasta negar las características humanas,
principalmente la conciencia. Bajo esta perspectiva no existía ya un "mundo humano"

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ni una naturaleza humana; el hombre, al igual que cualquier otro objeto de la
naturaleza, obedecía leyes físicas de causa-efecto y debía ser explicado en base a
ellas. Muchos estuvieron dispuestos a pagar este precio, convencidos de que era la
única forma de convertir a la psicología en una ciencia. Es decir, en una "ciencia
natural" que era la única clase de ciencia conocida y admitida por entonces,
fundamentada en la seguridad que ofrecía su método.

Posteriormente se constituyó un frente abigarrado de versiones psicológicas que
proponían una psicología fundada en el ser humano, es decir, interesada por el
observador y su conciencia, así como en su entorno sociocultural, pero la carencia de
una epistemología general, así como el formato disciplinar que adoptaron la mayoría
de ellas, las convirtieron en propuestas incoherentes. Los psicólogos consolidaron la
crisis cuando en medio de la confusión reinante algunos optaron por el eclecticismo y
otros por el sectarismo. Por un lado estaban quienes preferían el paradigma científico
clásico y predominante del naturalismo fisicalista, transformando la psicología en una
especie de física de movimientos animales, regida por el principio causa-efecto,
convertido en estímulo-respuesta; por el otro, quienes preferían la clásica esencia
humanista de la psicología, aunque tuvieran que sacrificar su carácter científico
tradicional. No han sido pocos los debates que esta situación suscitó en torno a la
psicología como ciencia y sobre su real objeto de estudio. Nótese que este conflicto
epistemológico al interior de la psicología coincide con la crisis general de la
epistemología clásica, pues en última instancia lo que acabó colocado en el centro del
debate fue el sentido mismo de lo científico. Muchos críticos de la psicología del siglo
XX no logran advertir que el fondo del debate era la cuestión de la ciencia misma, pues
resultaba evidente que una sola ciencia unitaria y general era incapaz de dar cuenta de
todos los diversos aspectos de la realidad. Los moldes clásicos en los que se formaron
las primeras ciencias durante el siglo XIX se fueron quebrando a lo largo del siglo XX.
La Física fue la primera en romper sus moldes clásicos. Sin embargo algunos
pretendían que la psicología aún cupiera en ellos.

Además es importante reconocer que a diferencia de otras ciencias que establecieron
su corpus epistémico alrededor de sus hallazgos concretos, a la psicología se le exigió
una estructura espistémica antes de haber logrado prácticamente ningún hallazgo
categórico sobre el cual se pudiera fundar una base epistémica y definir su campo de
acción. El primer laboratorio dedicado a la investigación psicológica fue establecido de
forma precaria por W. Wundt en 1879, pero su instalación definitiva no se concluyó
sino hasta 1897. Al inicio del siglo XX la psicología era todavía, básicamente, un
proyecto de ciencia por edificar. Tal como ocurrió con la biología y la física, la
psicología tendría que haber investigado hasta descubrir algo concreto que pueda usar
como base epistémica. Pero la tarea de investigación de pronto se vio detenida por la
Primera Guerra Mundial, y luego escindida en Norteamérica donde se inventó una
"nueva psicología" alrededor de un oficio concreto: el estudio experimental de
animales. De este modo la psicología permaneció en el limbo por varias décadas.

Hubo pues una situación completamente inadecuada para sentar las bases epistémicas
de la psicología. Por un lado la paralización de las investigaciones en el campo real de
la psicología, y por el otro la aparición de una versión que además de nueva y distinta
resultó adversa. Si bien la psicología alemana había ofrecido las primeras nociones
científicas con la sólida obra de Wundt y la breve aparición de la escuela de la Gestalt,
de pronto también se vio escindida con la aparición de Freud y su visión medico-
naturalista de los problemas mentales y su técnica psicoanalítica de análisis y curación,
que causaron un gran impacto en la sociedad y la cultura en general. Más que pruebas
experimentales, Freud poseía la fortaleza de su implacable lógica argumentativa

                                           15
alrededor de una filosofía que liberaba al ser humano de su responsabilidad,
haciéndolo víctima de una compleja maquinaria que operaba al margen de su voluntad
ya que obedecía las implacables leyes de causa-efecto establecidas en su inconsciente.
Para el conductismo americano, en cambio, estas leyes se hallaban fuera del hombre,
en el ambiente. Sin embargo, ambos coincidían en su interés primordial de ofrecer
servicios a la sociedad en la forma de una tecnología de curación. Con todo esto, la
perspectiva epistémica de la psicología fue dejada a un lado y abandonada para dejar
paso a las disciplinas tecnológicas de servicio social.

Tanto la aparición del conductismo en América como del psicoanálisis en Europa
afectaron la noción de la psicología, vinculándola a una forma de técnica curativa al
servicio de la sociedad. La cuestión de la investigación en torno a las cualidades
esenciales humanas pasó a un segundo plano e incluso desapareció del escenario. Solo
quedaron los clásicos y extraños tópicos de la inteligencia y la personalidad como
temas de teorización, siguiendo la lógica del psicoanálisis o del análisis factorial. De
hecho, la estadística también irrumpió en el escenario de la psicología para dotarla de
instrumentos que medían constructos sobre los que no había ninguna claridad teórica
pero que resultaron útiles a la sociedad. Y fue en medio de este ambiente de
efervescencia teórica sobre conceptos difusos, saturado de técnicas de medición,
evaluación, diagnóstico y tratamiento, que de pronto surgió el debate en torno a la
estructura epistémica de la psicología. ¿Qué es la psicología? Fue la pregunta que
empezó a repetirse con mayor frecuencia. Era evidente que había mucho servicio social
sin ningún respaldo científico. En lugar de solidez epistémica se mostraban índices de
eficiencia. Como consecuencia de todo ello, lo que surgió fueron ideas contradictorias
respecto al campo de la psicología, su objeto de estudio, su modelo científico, su
relación con la sociedad, etc.

Ante tal situación, algunos autores pretendieron fundar una especie de epistemología
del caos psicológico, partiendo del extraño principio del "campo multiparadigmático",
que en buena cuenta significaba consolidar la crisis como principio rector, dejando las
puertas abiertas para que cualquier proyecto pudiera presentarse como una forma de
psicología. En otros casos, los trabajos de epistemología se limitaron a buscar
semejanzas entre las diversas escuelas psicológicas y los distintos enfoques
epistémicos, por ejemplo con el positivismo. Pero no han habido muchos esfuerzos
genuinos por desenmarañar el campo de la psicología y edificar una epistemología
general y rectora, que sirva como referencia básica a toda construcción de ciencia en el
campo de la psicología, un campo que debe estar claramente señalado y demarcado
por esta epistemología como un primer paso inicial. La psicología, como cualquier
ciencia humana, requiere una epistemología fundacional que le otorgue su panorama
epistémico. Pero lejos de elaborar una epistemología que oriente la construcción de
una ciencia psicológica, muchos han procurado la consagración de la crisis
pretendiendo una especie de sistematización del caos. Desde luego, resulta imposible
construir una epistemología del caos. La única salida a esta situación es remontar la
historia de la psicología hasta llegar a reconocer nuestros orígenes como ciencia,
recuperar su esencia y luego descubrir las desviaciones que se produjeron en su curso.
Esto es lo que haremos.

Hoy todavía existe una curiosa y suicida tendencia a aceptar resignadamente todas las
disciplinas surgidas en medio de la crisis del siglo XX, alegando una condición
psicológica pero postulando los más diversos e inesperados objetos de estudio, metas
teóricas, desarrollos aplicativos y hasta patentes. Aunque pocos, se han presentado
algunos trabajos que intentan esbozar una epistemología para la psicología, pero casi
siempre vinculados o dependientes de alguna escuela en particular. En la mayor parte

                                          16
de los trabajos que he podido revisar, se parte de una visión limitada de la psicología,
debido precisamente a los compromisos con ciertas escuelas, en contraste con aquellos
enfoques que postulan una apertura indiscriminada. Resulta obvio que en ninguna de
estas opciones podremos avanzar. Necesitamos una perspectiva diferente, una que
parta desde los orígenes de la psicología recuperando su sentido primigenio. En lugar
de reinventar nuevas psicologías debemos redescubrirla, rescatarla y reconstruirla
desde sus orígenes. Además nuestra perspectiva epistémica debe ubicarse en el estado
actual de la ciencia y de la filosofía de la ciencia, dejando de lado los fantasmas del
pasado, y borrando los estigmas que le impusieron a la psicología durante el fulgor del
naturalismo fisicalista a inicios del siglo XX. Debemos también confrontar las
acusaciones que se formularon contra la psicología durante el proceso inquisitorial del
que fue objeto por parte del mismo cientificismo naturalista. En suma, nuestra
epistemología debe surgir de un estudio histórico-crítico de la psicología como
producto cultural, del entendimiento de sus fundamentos epistémicos como ciencia
original y de la precisión de su campo teórico.

Antes de intentar una epistemología psicológica, señalaremos algunos puntos como
conclusión preliminar:

a) La ciencia no sólo ha avanzado sino que se ha expandido enormemente, creando
diversos escenarios que plantean renovados retos a la epistemología. Esta ha tenido
que responder a la realidad de los cambios en el conocimiento científico. Del
conocimiento de Dios (Teología) al conocimiento de la Naturaleza (Ciencia), hubo un
enorme salto que tomó varios siglos. Luego se dio la diversificación de la ciencia hasta
llegar al interés por el hombre. El tránsito del conocimiento de la Naturaleza al
conocimiento del hombre y lo humano, es todavía un proceso que estamos viviendo en
su etapa final.

b) Tal fue la importancia de la ciencia en la humanidad que la filosofía se ocupó de ella
desarrollando la epistemología alrededor de los conocimientos científicos alcanzados.
Es decir, la epistemología no se hace antes ni al margen de los conocimientos
científicos concretos sino sobre ellos, y sobre la actividad de los científicos. Por eso
mismo, al igual que la ciencia, la epistemología ya no es una sola. Si bien
originalmente se refería a una ciencia en general, aunque inspirada en los estudios de
la Naturaleza y el Cosmos, hoy tiene al menos dos grandes vertientes claramente
diferenciadas: la de las ciencias físico-naturales y la de las ciencias humanas o
socioculturales. Cada una de estas, a su vez, presentan epistemologías particulares
que orientan la edificación de cada aspecto de la ciencia, debido a la amplitud y
complejidad de sus escenarios.

c) Desde que se emprendió el proyecto de realizar una ciencia psicológica a fines del
siglo XIX, esta no tuvo tiempo suficiente para desarrollar sus investigaciones, lograr
sus hallazgos fundamentales y constituirse como ciencia plena. Antes de ello, diversos
factores contribuyeron a generar la dispersión y el caos de conceptos y versiones
psicológicas durante la primera mitad del siglo XX. En medio del caos general de la
psicología, la cultura consolidó algunos conceptos y métodos, creando una estructura
amorfa de elementos con los que resulta imposible hoy edificar un cuerpo coherente y
unitario de conocimientos psicológicos de nivel científico.

d) Frente a la necesidad de establecer una epistemología que sirva de sustento en la
tarea de edificar una psicología científica en este siglo, y ante la situación heredada del
siglo XX, se plantea una revisión histórico-crítica de la psicología, tal que nos permita
reconocer los fundamentos originales del proyecto científico de la psicología, descubrir

                                            17
las alteraciones de su curso y los falsos conceptos vigentes. Adicionalmente debemos
rescatar los hallazgos ya establecidos y utilizarlos como base para nuestra
epistemología.

Luego de recorrer el camino del conocimiento científico, establecer sus variantes y
accidentes, es hora de introducirnos en lo que es la psicología. Del mismo modo, antes
de entrar en materia, debemos realizar el recorrido de la historia particular de la
psicología. Es indispensable llegar a visualizar con claridad los momentos históricos y
sus desviaciones. Como producto cultural, la ciencia y la psicología solo se comprenden
mediante su recorrido histórico. Empezaremos pues con una rápida revisión del camino
recorrido por la psicología.




                                          18
- II -




¿Qué es la psicología?

Desde Aristóteles (5) hasta Wundt, por lo menos, la idea de la
psicología fue siempre la de una disciplina encargada de explicar el
funcionamiento mental (psíquico o espiritual, según la época y el
autor) del hombre. A lo largo de este período hubo numerosos
aportes filosóficos que alimentaron las ideas psicológicas en ese
mismo sentido. Para el siglo XVIII los aportes de Locke y Hume
sobre el entendimiento humano y la naturaleza humana fueron un
anticipo genial de la gran obra de Kant, con la que el siglo XIX pudo
iniciar la edificación de la psicología como una ciencia ambiciosa
sobre el ser humano. Si bien Kant menciona a la "ciencia de la
metafísica", en realidad ya podemos distinguir que se refería a una psicología como
ciencia de los fenómenos cognitivos, algunos de los cuales son aludidos como "estética
trascendental" en lenguaje kantiano (6). A la sombra de Kant surgen diversos autores
alemanes que iniciaron la exploración experimental de los primeros fenómenos
perceptivo-sensoriales, dentro de un campo que aun se consideraba propio de la
fisiología, pero cuyo interés era claramente psicológico. En poco tiempo la psicología
apareció como una ciencia experimental que iba en busca de la explicación de la
conciencia, entre otros objetivos. La fundación de un laboratorio experimental especial,
con el propósito claro de hacer investigación de interés psicológico, llegó de las manos
de Wundt en 1879 en Leipzig, Alemania. De este modo la psicología tuvo una
transición natural desde la filosofía a la ciencia.

A finales del siglo XIX la idea de la psicología como una ciencia encargada de develar
los misterios del funcionamiento mental del ser humano estaba clara y sólidamente
asentada. Incluso ya en pleno siglo XX, la Psicología de la Gestalt dio importantes
pasos en esa misma dirección, sin que nadie pudiese rebatir el carácter científico y la
importancia de sus hallazgos. No obstante, empezaron a sucederse ciertos hechos
culturales que acabarían trastornando seriamente la noción y el sentido de la
psicología. Primero fue la incursión de la medicina en los dominios de la mente, debido
a que los médicos se encontraron frente a ciertos trastornos mentales como la histeria
y otras neurosis. En el afán por descubrir las causas de estos trastornos mentales los
médicos acabaron ingresando a los dominios de la psicología, lo que dio lugar al
nacimiento del psicoanálisis, de la psiquiatría y, finalmente, al establecimiento de un
nuevo rol para la psicología, ya no de tipo epistémico sino clínico-terapéutico con un
sentido asistencial-social, muy propio de la medicina. El gran impacto del psicoanálisis
abrió un nuevo frente en la psicología y consolidó esa nueva orientación, pero con una
perspectiva impuesta por la visión médica, -o sea, naturalista- según la cual la
psicología estaba destinada a cumplir solo un rol auxiliar en el campo clínico, de apoyo
para la psiquiatría.

El nuevo perfil y rol clínico-asistencial que adoptó la psicología en el primer cuarto del
siglo XX se consolidó plenamente con la incursión de la perspectiva técnico-utilitarista
del conductismo, a la que se le sumaría luego el creciente papel social desplegado por
la psicometría. El conductismo apareció como una nueva y diferente forma de
psicología concebida por los norteamericanos sobre la base de sus carencias culturales
y bajo la influencia de la biología (también naturalista). Se originó debido a las

                                           19
características con que fue implantada la psicología en los
                             EEUU siguiendo el modelo de la biología inglesa, por lo que
                             su rasgo principal fue el experimentalismo animal, aunque
                             también se inspiraron en la física (operacionismo y teorías
                             de campo). Por ello el conductismo fue una concepción
                             diferente y extraña de psicología, totalmente desconectada
                             de su herencia y trayectoria histórica. De hecho, fue
                             anunciada como una antipsicología y su primera misión
                             teórica fue refutar la existencia de la mente y la
                             superioridad del ser humano. Su interés estuvo centrado en
                             legitimar la práctica de la experimentación animal como una
ocupación concreta, empleándola como modelo para iniciar el servicio social de la
psicología orientada a la modificación conductual. Apelaron a la imposición fanática de
las concepciones vigentes sobre la ciencia y su método, anteponiendo la utilidad social
como el fin supremo de su disciplina. Por todo ello el conductismo acabó desvirtuando
la naturaleza real de la psicología y trastocando todos sus objetivos científicos. Peor
aún, eliminó cualquier objetivo epistémico al colocar la modificación conductual como
todo fin. De tal manera, entre el rol plenamente utilitario asumido por el conductismo y
el psicoanálisis, se consolidó el carácter asistencial-social de la psicología, y la pérdida
de su noción original como ciencia o disciplina epistémica, para asumir un claro perfil
de tecnología de servicios.

La Segunda Guerra Mundial afectó a la ciencia europea y rusa, pero especialmente la
alemana, dejando a los EEUU en el predominio exclusivo del escenario científico en
pleno crecimiento del conductismo. Así esta corriente se vio favorecida por factores
externos e internos, ajenos a sus propias virtudes como disciplina, por lo que pudo
esparcirse libre y rápidamente. La consecuencia inmediata para la psicología en
América fue la pérdida de su naturaleza científica para convertirse en mera técnica
terapéutica, y el inicio de su crisis de identidad. A partir de la posguerra empezaría la
descontrolada multiplicación de "psicologías" en el confuso escenario de los EEUU,
configurando una gran variedad de especies terapéuticas que exigían el mismo estatus
de "nuevas psicologías", pese a que carecían de un mínimo nivel epistémico y teórico
aceptable, cuestión que había pasado a un segundo plano en la pragmática cultura
norteamericana donde solo se exigían resultados y ganancias. Se enarbolaron
conceptos curiosos como "ciencia descriptiva", "ciencia útil" y "ciencia fácil". Al final, el
concepto de psicología se extravió en medio de un mercado persa de panaceas
curativas y sectas pseudocientíficas y pseudopsicológicas, al punto que ya nadie sabía
qué era la psicología. Entonces empezó la discusión sobre su objeto de estudio y
surgieron críticas y condenas desde diversos frentes.

Lo que ocurrió luego fue el aislamiento del psicoanálisis como una disciplina autónoma
y reservada a la psiquiatría, con una vaga influencia en la psicología. Más allá de esto,
la psicología aparecía escindida en un segmento conductista empeñado en la sola
observación de la "conducta animal", sin distinción de especies y entendiendo la
conducta como una acción más del mundo natural, tan igual que el viento o la lluvia; y
un segmento creciente interesado en reponer al ser humano con sus virtudes
distintivas en el centro del interés de la psicología. A este gran segmento opuesto al
conductismo se les conoció como "humanistas", pero en él había toda clase de
disciplinas con el mismo formato básico terapéutico-asistencial y las mismas
deficiencias en sus fundamentos cognoscitivos. En medio de esta confrontación surgió
una extraña controversia teórica debido a la obstinación conductista de negar la mente
sin ningún argumento científico. Su negación radicaba en una exigencia de su formato
naturalista, pues su modelo solo era viable en los humanos siempre que no existiera

                                             20
una conciencia. Algunos autores apelaron a ciertos filósofos que refutaban las tesis de
Descartes o concebían los usos del lenguaje como responsables de la retórica sobre lo
mental. Lo cierto es que resultaba muy difícil negar algo que es una experiencia clara y
directa, para cualquier persona, sobre su propio funcionamiento como ser humano. El
psicoanálisis no aportó nada al debate pese a su dedicación a los trastornos mentales y
su interés exclusivo en el inconsciente. Pero si existían estos trastornos era obvio que
había algo de naturaleza mental susceptible de funcionar mal en el ser humano, y solo
en el ser humano.

La única noción posible sobre aquel escenario al que llamaban "psicología" en la
cultura americana, era la de una disciplina aplicativa social, de perfil curativo-
asistencial, de dudosa reputación científica. Pese a todo, la psicología científica real no
había desaparecido. En Europa y Rusia la psicología original siguió su desarrollo
epistémico gracias a personajes fundamentales como Piaget y Vygotski. Aún en los
EEUU algunos autores como Jerome Bruner prosiguieron en la tendencia central de la
psicología sin acusar desviaciones tecnicistas o comerciales. Incluso en medio del
predominio conductista, en el último cuarto del siglo XX surgieron psicólogos de nueva
tendencia que incorporaron aspectos "mentales" en las técnicas conductistas. De otro
lado, la psicología ha sido sin duda la ciencia en la que incursionaron los más variados
personajes desde las más diversas disciplinas: estadísticos como Spearman hasta
ingenieros mecánicos como Thurston, apelaron a las matemáticas como fundamento
de los constructos psicológicos, en especial el de inteligencia. Esta tendencia favoreció
la proliferación de diversos tests que intentaban medir una gran variedad de aspectos
individuales, y que eran validados y sustentados estadísticamente. Así fue como la
estadística se convirtió en el principal apoyo espistemológico para cierta clase de
psicología que hacía gala de numerosos instrumentos de medición, en una actividad de
servicio social. En contraparte, también la sociedad empezó a depender de ellos.

                             Pese a su relativa postergación, la psicología epistémica
                             pura fue ganando protagonismo en los EEUU debido al
                             interés de la informática en la inteligencia artificial y a la
                             necesidad de contar con modelos heurísticos. La única
                             psicología capaz de responder aquel reto fue lo que para
                             entonces se llamó "psicología cognitiva". Al salir de las
                             sombras, esta psicología fue vista por las escuelas
                             terapéutico-asistencialistas como una nueva versión y otra
                             nefasta competencia. Los conductistas le mostraron un
                             rechazo frontal, pues se trataba nada menos que de
                             aquella misma vieja psicología "mentalista" que habían
                             pretendido liquidar y reemplazar a principios de siglo,
tachándola de superchería religiosa. Pero como lo han admitido los propios
historiadores norteamericanos, el conductismo nunca pudo reemplazar a la psicología
debido a que trastocó todos sus objetivos; por tanto, no estaba en condiciones de
hacerse cargo de los complejos escenarios humanos (7). Los humanistas, en su amplio
y abigarrado espectro, tuvieron la virtud de recuperar al ser humano como objeto
principal del interés psicológico rechazando las nociones animalistas del conductismo;
pero además recuperaron las funciones psicológicas principales y al hombre sano, en
oposición al psicoanálisis que se centraba en los síntomas patológicos y en el
inconsciente. Sin embargo, la mayor parte de los humanistas permanecieron en el
plano curativo asistencial. El siguiente paso lo dio la llamada "psicología cognitiva" que
consolidó como objeto científico el conjunto de cualidades humanas que hacen del
hombre un fenómeno único y trascendental en este universo. Así fue como renació la


                                            21
psicología original retomando su carácter epistémico y su proyecto científico
interrumpido por diversas desviaciones culturales a lo largo del siglo XX.



A pesar de su moderna denominación, su modernizado lenguaje y su temática actual,
la psicología cognitiva no era una nueva psicología como pretendían serlo todas las
demás. Se la llamó "cognitiva" porque en medio del caos, cada psicología precisaba
una identificación especial, pero en realidad se trataba de la misma psicología de
siempre, retomando su campo original. Un campo que había sido casi completamente
abandonado por las diversas psicologías clinico-asistenciales y administrativo-
utilitarias, y satanizado por el cientificismo físico-naturalista. Aunque la psicología
cognitiva fue vista como una competencia, no tenía productos curativos que ofrecer.
No obstante muy pronto apareció una versión terapéutica que adaptó algunas técnicas
conductistas generando el formato cognitivo-conductual, que le dio un sentido
psicológico a las técnicas animalistas del conductismo primigenio. Finalmente, luego de
su reingreso, la psicología cognitiva fue haciéndose un lugar cada vez más importante
y amplio hasta ganar la primacía, recuperando así el sentido original de la psicología
antes de concluir el siglo XX. De todos modos, algunos insisten en llamar al siglo XX
como el siglo perdido por la psicología.

El gran problema que se planteaba para la psicología en los inicios del siglo XXI era
¿cómo recuperar el campo psicológico invadido por una multitud de extravagantes
predicadores y mercachifles de la sanación? ¿Cómo recuperar el prestigio de la
psicología como una ciencia epistémica y no sólo como una colorida amalgama de
técnicas diagnósticas y terapéuticas? Pero más aun: ¿Cómo reorganizar los conceptos
y hacer una limpieza en todo el enredado campo teórico acumulado a lo largo de siglo
y medio? Esos eran y siguen siendo los retos de la psicología en los inicios del siglo
XXI. La cultura ha hecho su propio trabajo caótico y es parte de lo que debemos
explicar y superar. Creemos que esto se logrará de una manera natural y fácil en el
instante en que concordemos en los puntos esenciales de una epistemología de la
psicología. Pero es necesario dar el primer paso que es la comprensión de nuestro
proceso histórico-formativo.

                         Además de sacar a relucir su condición de ciencias o filosofías,
                         las escuelas terapéutico-asistencialistas ampliaron los objetos
                         y los conceptos creando un confuso escenario que se asumía
                         como "psicología", así sin más. En medio de una competencia
                         por la originalidad, en la que unos apostaron por creencias
                         cientificistas y otros por creencias culturales, hubo algunas
                         que se mezclaron con disciplinas orientales. Las ofertas
                         psicológicas incluían técnicas de observación y registro
                         riguroso de la conducta, con planificación de tareas, hasta
                         técnicas de regresión con repetición del nacimiento y del grito
                         primal. Había enfoques neoreichianos que reorientaban la
                         energía sexual, regresiones a vidas anteriores y revisiones
                         cientológicas, aparecieron etiquetas curiosas como la
"integración holonómica", se probaron drogas alucinógenas (desde el LSD hasta la
ayahuasca) para tener experiencias psicodélicas y acceder a otros estados de
conciencia, ganar visión remota con proyecciones astrales, etc. Otros aseguraban tener
el software de los genios y ofrecían instalarlo en el cerebro de cualquiera dispuesto a
comprar el producto. La prédica para convertir a las personas en líderes y ejecutivos
exitosos en un mundo cada vez más competitivo tuvo variados formatos

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pseudopsicológicos. Se generaron inmensas fortunas ofreciendo la reingeniería mental
que convertiría a cualquier persona en un hombre de éxito. Surgieron los gurús del
pensamiento efectivo junto con nuevas filosofías de la vida basadas en un hedonismo
fundamental: "si te gusta, hazlo".

Uno podría preguntarse ¿cómo es posible que todas estas versiones
contradictorias que van desde los enfoques rígidamente metodológicos y
pseudocientíficos, hasta los espiritualistas y ocultistas subsistan todas al mismo tiempo
sin aniquilarse mutuamente? Ocurre que esta fabulosa variedad de propuestas
curativas se apoya básicamente sobre una comunidad de creyentes, especie de
cofradías cerradas a la manera de sectas religiosas. Todas ellas se sustentan en algún
dogma de fe y una promesa de salvación; pregonan su propia verdad y adoran a sus
propios profetas con hartas dosis de fanatismo y culto a la personalidad, actúan
centradas en sí mismas sin intenciones de mezclarse con los demás; manejan sus
propios valores y creencias, y por tanto exhiben sus propias credenciales de ciencias o
filosofías. El modelo típico de estas "escuelas psicológicas" consta de un líder-gurú
carismático y generalmente fundador, con al menos un libro básico y una secta de
seguidores fanáticos que difunde el credo y mantiene activa la logia, a través de
actividades académicas o rituales de sanación y una frondosa publicidad. Muchas de
ellas están convertidas en exitosas empresas dedicadas al negocio de la sanación, la
formación de líderes y la capacitación en la doctrina. Emplean un lenguaje particular
con sus propios conceptos emblemáticos. Algunas escuelas han logrado ganar cierto
prestigio social y dominan amplios territorios, llegando a comprometer a países
enteros. Por ejemplo, el conductismo en México y el psicoanálisis en Argentina. Todo
esto surgió, inevitablemente, a causa de la confusión que generó el proyecto de una
psicología científica en medio de una cultura que aún mantenía criterios oscuros sobre
la ciencia, sumada a la ausencia de una corriente central que orientara las ideas y
mantuviera los criterios unificados para reconocer lo que era psicología.

Antes de finalizar el siglo XX llegaron las tendencias
unificadoras. Aunque la mayoría de ellas propugnaba el
eclecticismo, algunas pretendieron ser la expresión de una
psicología holística, integradora de los aspectos materiales
y espirituales del ser humano, pero siempre desde un
enfoque terapéutico curativo asistencial. Ken Wilber se
presentaba a sus seguidores explicando que "los diversos
enfoques psicológicos comparten un mismo objetivo: el
logro de una personalidad sana, integrada y adaptada al
medio" (8). Ese fue, en efecto, el objetivo general de todas
las psicologías del siglo XX en Norteamérica. La noción
mayoritaria y dominante de la psicología fue la de una disciplina meramente aplicativa,
orientada al servicio social con sentido asistencial pero con escasa credibilidad, que
trataba de ocultar su pobre reputación científica refugiándose en una maleza filosófica.
Algunos la criticaron por ser una disciplina alienada, al servicio del establishment,
encargada de encaminar a las personas por los cauces del sistema dominante que
determinaba las metas y los criterios de salud y normalidad, que exigía líderes,
gerentes competitivos, vendedores agresivos, trabajadores comprometidos, clientes
fieles y personas capaces de adaptarse al medio. En todo caso, la psicología se
encargaría de seleccionar a los más aptos para el mecanismo social y económico. Así la
psicología acabó como una simple ocupación administrativa al servicio del sistema
cultural imperante.




                                           23
La consolidación final de la gran crisis de la psicología en el siglo XX llegó con los
libros de texto. Muchos libros eran perfectos escaparates del caos psicológico, pues se
limitaban a mostrar inocentemente todo lo que había en el escenario con el nombre de
psicología. Libros muy consultados como "psicología para todos" eran joyas de la
desinformación, que nunca proporcionaban una idea cabal sobre lo que es la psicología
realmente. Y no lo podían hacer porque eran parte del mismo proceso cultural anómalo
que se había iniciado con el siglo XX como un aporte de la cultura norteamericana
orientada al mercado, y como resultado del cientificismo. Algo que valdría la pena
revisar aunque sea brevemente.

Para entender correctamente la crisis de la psicología, es indispensable tener en cuenta
el tremendo abismo que existía entre la cultura europea y la norteamericana a fines
del siglo XIX e inicios del XX. Entre Europa y Norteamérica no solo había un
océano. Europa poseía una sólida tradición filosófica de varios siglos que daba soporte
a su actividad científica, la que al mismo tiempo alimentaba la reflexión filosófica. De
este modo, desde los filósofos griegos hasta los científicos alemanes, la psicología
estuvo desarrollándose a lo largo de dos mil trecientos años de reflexión y un siglo de
investigación científica elemental, pues en el siglo XIX se había iniciado ya la labor de
investigación científica de la psicología bajo el formato de una fisiología de las
percepciones. Así fue como Wundt estableció formalmente un laboratorio exclusivo
para la psicología en 1879. Este solo hecho fue resaltado por el cientificismo de la
época sin prestar mayor atención a la obra de Wundt, quien hizo importantes avances
en la comprensión de la conciencia y la cultura. Pero todo ese enorme progreso se
truncó debido a las dos guerras mundiales que devastaron Europa y trasladaron el
predominio mundial a los EEUU. Y fue allí cuando cambió la suerte del mundo y... de la
psicología.

Por desgracia, EEUU era a inicios del siglo XX un
territorio sin prácticamente ninguna tradición filosófica
y con una tímida ciencia naciente. Lo que más había
florecido eran inventos tecnológicos propios de una
sociedad puritana obsesionada con el progreso. La
ciencia era todavía un proyecto en marcha, iniciado con
la instalación de laboratorios y la enseñanza del
método naturalista de investigación importado de
Inglaterra, aunque el interés norteamericano se
centraba mayormente en la producción tecnológica. La
curiosísima cultura americana parecía ser el lado reverso del mundo. Habían
desarrollado una antifilosofía que predicaba en contra de los "enredos teóricos" y
propugnaba acciones directas y efectivas con actitudes pragmáticas antes que
reflexivas. Por tanto, dictaminaba que el fin de toda disciplina era el servicio directo a
la sociedad. En medio de esa atmósfera cultural generaron una antipsicología que negó
todo el mundo subjetivo humano para ocuparse de observar y tabular conductas en
animales, buscando relaciones entre estímulos y respuestas bajo el modelo clásico de
causa-efecto. Finalmente reformaron la concepción de la ciencia para someterla a sus
necesidades tecnológicas de control y dominación social. El espíritu de la humanidad
parecía haber sido capturado por los norteamericanos y colocado dentro de una jaula
para su sola exhibición. Luego, esta parte del mundo se vería transformada por las
visiones utilitaristas y efectistas de los norteamericanos, convertidos ya en dueños de
Occidente, lo cual generó un nuevo fenómeno cultural llamado "alienación". Es decir,
copiar el modo de ser de otras culturas a las que se considera superiores. Pero en
muchos aspectos, los americanos no lo eran.


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Pese a ser una explícita disciplina antipsicológica, el conductismo fue esparcido como
una "psicología científica" por fundarse en el afamado método naturalista propio de la
biología. Además tenía todo el interés depositado en la producción de técnicas de
control conductual. Más tarde, el florecimiento de diversas propuestas psicológicas
orientadas todas hacia un mercado creciente de la salud, el bienestar y el
perfeccionamiento individual, fue el resultado de la cultura americana dirigida a los
servicios y negocios. Junto con el boom del conductismo, el modelo de la comida
rápida llegó a las ciencias sociales y las técnicas se entregaban con variedad de marcas
y modelos. Apareció la "Teoría Fundamentada", una especie de maquinaria
metodológica con la que se podían generar "teorías científicas" automáticamente. Por
su parte, el conductismo ofrecía técnicas para controlar a la sociedad y generar
culturas a pedido. La influencia del éxito en la guerra incrementó aún más el culto
norteamericano por su tecnología, supeditando la ciencia a sus requerimientos
tecnológicos y estos a los comerciales. La psicología no pudo escapar de este destino
pues el conductismo y la psicometría habían abandonado la linea epistémica para
transformarse en técnicas utilitarias al servicio de los intereses del mercado, en
especial mediante la medición. Luego del desvarío conductista sobrevino el descalabro
total de la psicología americana que acabó saturada con una variedad infinita de
productos curativo-asistenciales, invocando el nombre de la psicología en un caótico
mercado persa de panaceas.

Lo fundamental de este análisis es destacar con mucha nitidez el gran giro que
experimentó la psicología en su paso de Europa a América. Este giro consistió en el
abandono del sentido epistémico original de la psicología para asumir un nuevo cariz
aplicativo social. En otras palabras, luego de ser una ciencia unitaria y milenaria
interesada en el misterio de las cualidades humanas, pasó a ser un conglomerado de
técnicas aplicativas muy concretas, improvisadas alrededor de cualquier idea
interesante al rededor de la medición o del tratamiento de los males individuales, o de
la transformación de la persona en uno de los modelos apetecidos por la sociedad. La
psicología en América pasó de ser el más caro proyecto de la humanidad por
descubrirse a sí misma, a convertirse en la feria comercial más grande en torno al ser
humano asumido como cliente y sujeto de mediciones y prácticas curativas o de
repotenciación.

Paradójicamente fue la aparición de la tecnología informática
la que facilitó la recuperación de la psicología original en los
EEUU, pues sirvió como una evidencia real (objetiva) del
procesamiento       de     información.   Las    computadoras
permitieron reflexionar en la posibilidad de máquinas
inteligentes, capaces de aprender. Las discusiones en torno
a la inteligencia artificial y al procesamiento de información
mediante reglas lógicas programadas en una memoria,
facilitaron la comprensión de una psicología que pretendía
hacer lo mismo en los seres humanos. Entonces se llamó
"psicología cognitiva" a la psicología que intentaba explicar
los procesos mentales que daban lugar a la conducta. Sin
embargo, eso había sido siempre la psicología, desde los
tiempos griegos. A continuación llegó la tecnología de imágenes que revolucionó las
neurociencias y permitió el estudio directo de los procesos mentales. Con todo esto, la
mente dejó de ser un espejismo y un mito, como lo calificaron los conductistas. A
fines del siglo XX, se produjo en los EEUU una infinidad de estudios muy valiosos en
torno al funcionamiento cerebral, el conocimiento humano, el pensamiento y la
conciencia, dando paso a la formación de la llamada "ciencia cognitiva", como un

                                          25
campo interdisciplinario. A todo esto se le sumó una renovada filosofía de la mente que
desde diversos enfoques ha permitido reiniciar el estudio de la conciencia, sin los
fantasmas y temores que se generaron en el siglo XX por parte del cientificismo
naturalista.

Además de todo esto, en el último cuarto del siglo XX se consolidaron diversas
disciplinas psicológicas netamente epistémicas al rededor de la llamada psicología
cognitiva. Estas fueron, por ejemplo, la psicología cultural, la antropológica y la
evolutiva, entre otras. Incluso se han vuelto a reiniciar algunos estudios clásicos como
el del lenguaje y el pensamiento, pero a partir de las modernas visiones. En realidad,
es de esperar que se revisen todos los estudios clásicos de la psicología desde las
modernas perspectivas, con la consecuencia inevitable de tener que abandonar
algunos conceptos paradigmáticos de la vieja era. Todo parece indicar que este será en
el futuro el eje sobre el que empezará a girar la moderna y real psicología científica. Se
han recuperado los tres componentes básicos: su carácter epistémico, su campo
original de estudio y el aporte de la filosofía. A ello debemos añadir la recuperación de
su carácter interdisciplinario, perdido en el siglo XX. Contamos además con algo que
hace un siglo no se tenía: tecnología que permite la exploración e investigación de la
actividad cerebral, software que grafica la lógica del pensamiento y facilita la
construcción de modelos computacionales de la mente, exploración de la actividad
mental sobre realidad virtual, etc. Pero sobre todo, se han sepultado los dogmas
cientificistas que paralizaron a la psicología durante gran parte del siglo XX desviándola
y desvirtuándola. Y algo más: hemos dejado de lado la discusión absurda sobre la
existencia de la mente, reiniciado una intensa tarea de reflexión filosófica sobre la
conciencia, al mismo tiempo que se ha reiniciado su estudio científico desde diversos
frentes.

Ahora bien, ¿cuál es la importancia de revisar toda esta historia? Pues la necesidad de
comprender lo que la psicología es y responder a la pregunta planteada en el subtítulo.
Y en tanto que la psicología es un producto cultural, no basta con proponer una
definición como respuesta sino que se hace necesario recorrer su proceso generativo e
histórico. Los procesos culturales no son productos acabados sobre los que se pueden
dar definiciones. Hay que entenderlos en su magnitud histórica. Es imposible pretender
una epistemología de la psicología sin antes comprender lo que es, desde una amplia
perspectiva cultural. La epistemología, como una filosofía de la psicología, no puede
involucrarse con el proceso de la psicología, no puede referirse a una sola expresión de
ella, ni puede detenerse en los meandros generados a lo largo de su recorrido sinuoso.
Es deber de una epistemología referirse a todo ese proceso histórico-cultural desde
donde hoy emerge una imagen desfigurada de la psicología, pero que gracias a esa
perspectiva general podemos reconstruir. Esa es la primera labor que tenemos que
emprender para lograr una adecuada epistemología de la psicología. La imagen actual
es la que tenemos después de un accidente histórico, similar a la que hay luego de un
accidente de tránsito. Es preciso abarcar el extenso proceso histórico cultural completo
y entenderlo todo: desde las motivaciones originales de los griegos hasta las
expectativas actuales, pasando por los intereses y errores que afectaron su curso. Es
responsabilidad de la epistemología explicar esas deformaciones y accidentes, antes de
intentar formalizar una estructura epistémica de referencia que sirva como guía en el
futuro.

Luego de recorrer el camino histórico de la psicología, necesitamos detenernos un
momento en el análisis de los primeros objetos de estudio asumidos por la psicología
en su corto espacio como proyecto científico. Es necesario entender que no todo lo que
surgió como proyecto psicológico fue un verdadero logro científico. En medio de la

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Epistemología de la psicología

  • 1. Epistemología de la Psicología Bases para una construcción Mg. Dante Bobadilla Ramírez Universidad de San Martín de Porres Lima - Perú Contenido I Introducción general Breve historia del conocimiento científico La crisis de la epistemología clásica La crisis de la psicología II ¿Qué es la psicología? Los primeros objetos de la psicología Las dificultades de la psicología III El conocimiento en la ciencia de la psicología El escenario de la psicología Conclusiones 1
  • 2. Resumen En este trabajo intentamos definir los fundamentos para elaborar una epistemología de la psicología. En la primera parte hacemos una revisión breve pero amplia de la perspectiva del conocimiento científico y de la epistemología, con el propósito de pintar el cuadro general de la discusión. En la segunda parte definimos lo que es la psicología desde una perspectiva histórica, con el fin de revelar las desviaciones que sufrió de sus propósitos originales como ciencia, evaluando sus dificultades presentes. Luego hacemos una revisión de los primeros objetos de los que se ocupó la psicología a lo largo de su corta historia como proyecto científico, dejando claro que fueron intentos fallidos. Por último, incursionamos en la descripción de las características del conocimiento científico propio de la psicología y en la descripción de sus escenarios de estudio, tal como hoy son concebidos. Antes de proponer una epistemología hacemos un esfuerzo especial por separar la psicología epistémica pura de la psicología de corte asistencial social. Para concluir trazaremos el perfil de lo que sería una psicología de carácter epistémico, es decir, en tanto ciencia, a la luz de las últimas transformaciones conceptuales percibidas. Prefacio Este trabajo nació como un esfuerzo por estructurar un curso sobre epistemología de la psicología, pero que chocó con la humillante realidad de la escasez de fuentes sólidas y válidas, en especial desde un enfoque moderno de la psicología, pero también de la epistemología. Encontramos una abundancia de material que a estas alturas resulta obsoleto porque se mantiene fijo en problemas clásicos que hoy han sido superados. Por ello nos propusimos elaborar esta pequeña guía sobre lo que consideramos puede ser la epistemología de la psicología en el presente siglo. Lo que viene a continuación debe ser considerado como un material de trabajo inicial, un primer planteamiento sobre el cual podemos empezar a elaborar una epistemología de la psicología mirando hacía el futuro. -I- Introducción general La epistemología es una rama de la filosofía que se ocupa del conocimiento científico. Es así como lo vamos a entender aquí, debido a que actualmente existe una larga polémica en cuanto a si esta abarca todo tipo de conocimientos e, incluso, si no hay más conocimiento que el científico. Dada la decisión que hemos tomado de asumir la epistemología como rama de la filosofía que se ocupa del saber científico, debemos distinguirla de la gnoseología (teoría del conocimiento) que aborda los problemas del conocimiento en general, con lo cual estamos admitiendo que hay otros conocimientos que no son científicos. Además de los límites y alcances de estas dos disciplinas, el problema con estos términos deriva de los usos y costumbres empleados en diversos países como España, 2
  • 3. Francia, Inglaterra y Alemania, en donde los autores los han empleado de manera diferente, creando una gran confusión. Sin embargo, hay una tendencia actual en diferenciar la gnoseología como disciplina del conocimiento en general, y la epistemología como disciplina del conocimiento científico, en particular, sin que esto signifique subordinación de una frente a la otra. Popper también lo establece así: "Entiendo la epistemología como la teoría del conocimiento científico." (1a). El principal problema que enfrenta la epistemología es determinar cuándo un conocimiento adquiere el estatus de “científico” o cómo reconocer un conocimiento científico y diferenciarlo de los demás, cuál es el carácter de su valor como conocimiento específico y hasta dónde van sus posibilidades. Si bien tales problemas surgieron frente al avance del conocimiento científico sobre la Naturaleza, otras aparecieron ante el estudio del escenario humano, como por ejemplo la objetividad, la generalización y permanencia del conocimiento, así como los métodos de su obtención. Aunque se dieron diversos enfoques frente a las Ciencias Naturales, ha existido consenso en cuanto al escenario y objetos de estas ciencias; incluso parece existir una gran comodidad ante sus métodos consagrados, con escasas voces disidentes generalmente desoídas. Por el contrario, el campo de las Ciencias Sociales y Humanas suele ser más problemático, al punto que cada una de estas disciplinas requiere generar su propia epistemología antes de erigirse como ciencia particular. Esto quiere decir que mientras en las Ciencias Naturales se empieza haciendo ciencia dejando el asunto de la epistemología a los filósofos, en las Ciencias Sociales se necesita empezar por una epistemología orientadora, por lo que generalmente han sido los propios autores quienes han generado tal epistemología. En el caso de la psicología, muchos sentían la necesidad de establecer su propia teoría de la personalidad, la que finalmente puede considerarse una manera de establecer la epistemología de su trabajo psicológico. Los filósofos puros que se han ocupado de la epistemología de las Ciencias Sociales lo han hecho básicamente para justificar su existencia, señalando sus diferencias ante las Ciencias Naturales. Pero más allá de ese punto, se precisa que cada disciplina humana señale los fundamentos de su saber. Esto nos impulsa precisamente a la necesidad de una epistemología para la psicología, una tarea históricamente descuidada. Hace un tiempo que se ha empezado a hablar mucho de epistemología en la psicología. El problema es que se habla, pero no se hace epistemología. Además de las tareas usuales, una epistemología de la psicología debe ofrecer medios para probar el carácter psicológico de un conocimiento, ocupándose de la demarcación del territorio de la psicología como ciencia. Esto es necesario, pero sobre todo urgente, debido a que a falta de tales precisiones, durante el siglo XX se produjo una verdadera avalancha de aportes diversos que se presentaron como psicologías. Así, la psicología resultó ser una especie de plaza pública adonde todos concurrían a predicar sus temas, desde estadísticos hasta ingenieros, pasando por médicos, clérigos, administradores y amas de casa. Los enfoques iban desde el metodologismo naturalista con fundamentación estadística, hasta las filosofías orientales de control mental, pasando por el manejo de problemas de la vida cotidiana. Todo ello sumado a la ausencia de una epistemología que defina los fundamentos de la psicología como ciencia, llevó a la aceptación indiscriminada de tal diversidad, generándose el caos y la pérdida de todo sentido. Como consecuencia, la psicología fue sutilmente apartada del escenario científico para quedar reducida a una disciplina auxiliar, de aportes dudosos y sin un interlocutor válido. Los escasos intentos por hacer epistemología de la psicología en medio de la situación actual, acaban paralizados ante la gran variedad de formatos existentes. El primer 3
  • 4. problema que enfrentan es que no saben de qué manera validar todos estos formatos a la vez o en qué basarse para rechazarlos. Como consecuencia, la gran mayoría asume de hecho que todo lo que hay en el paisaje es realmente psicología y, ante ello, lógicamente no queda más que la parálisis epistémica. Esto es lo que tenemos que cambiar en este siglo si queremos iniciar la construcción de una real psicología científica. Estas lineas, de algún modo, pretenden iniciar ese camino y permanecerán en construcción por algún tiempo. Hacia el final del siglo XX la psicología cognitiva parecía haber recuperado todo el prestigio perdido para la psicología, logrando incluso que por primera vez un psicólogo ganara el Premio Nobel, otorgado en el 2002 a Daniel Kahneman por sus estudios sobre el juicio y la toma de decisiones. Si bien es cierto que tal Premio Nobel se concedió bajo el rubro de Economía, se debe a que nunca se previó una categoría del Nobel para la Psicología, y porque los estudios de Kahneman apoyaron ciertas teorías económicas. Aun así, la psicología cognitiva sigue siendo tan solo una voz en medio de la plaza pública que es la psicología actual. Resulta evidente que no se podrá avanzar en la edificación de una psicología científica real en tanto no haya una epistemología central que defina el campo de la psicología y distinga el conocimiento psicológico. En lo que sigue, haré una revisión general del panorama epistémico a fin de colocar algunos puntos de base para emprender este proyecto. Pero antes de intentar sentar las bases de una epistemología para la psicología, necesitamos reconocer el estado de caos general de la disciplina y entender su desarrollo histórico. Para ello debemos revisar la historia general del conocimiento científico y de la epistemología, necesariamente. Concebir y explicar la psicología como una ciencia particular exige recorrer el camino de la ciencia, aunque sea de manera rápida, a fin de ser precisos pero sobre todo para tener fundamentos, pues a la psicología se la ha acusado muchas veces de no ser una ciencia, increpándole sus dificultades y diversidad de formas. Si revisamos la historia del conocimiento científico veremos que la ciencia toda no ha estado exenta de dificultades y formatos diversos, pero además comprenderemos el papel de ciertos formatos de ciencia en la postergación de la psicología como ciencia autónoma. La psicología, como conocimiento científico específico, no ha sido ajena al discurrir general del conocimiento humano. Por el contrario, ha estado desde los primeros días muy ligada a la reflexión de la humanidad sobre su propio mundo y sobre el conocimiento mismo. Incluso la epistemología ha sido, en cierto sentido, una forma de psicología, como por ejemplo en Kant. Otros filósofos han apelado a la psicología como un saber diferenciado para establecer sus fundamentos epistemológicos, como ocurrió con Popper. De hecho, la psicología es parte integrante del debate en torno al conocimiento. Veamos esto. Breve historia del conocimiento científico Si bien el debate sobre el saber se remonta a los sofistas griegos, la noche negra que significó la dominación cristiana durante más de quince siglos alteró todos aquellos conceptos al asumir especiales significados para la Iglesia. La lenta aparición de la ciencia a fines del siglo XVI, volvió a abrir el debate sobre el conocimiento, debate que se fue dando a medida que la ciencia avanzaba, es decir, sobre los territorios que iba descubriendo. La solución al problema de la demarcación del conocimiento científico ha estado siempre vinculada al tipo de ciencia que le sirve de inspiración al filósofo, pues 4
  • 5. ha sido en función a los diversos avances que la ciencia ha venido realizando en diferentes escenarios, que el conocimiento ha adquirido distintos formatos, afectando así la concepción filosófica sobre el conocimiento científico y sobre la ciencia en general. Podríamos afirmar que ha sido el impacto de ciertos conocimientos científicos concretos los que determinaron la clase de epistemología que se elaboraba. Vale decir que la epistemología reflejaba o se esforzaba por reflejar y explicar cierto tipo de conocimientos científicos. Podríamos reseñar la evolución del conocimiento humano, en lo que nos compete, de una manera muy esquemática y breve, tal como sigue. En algún momento de la historia, el “conocimiento de Dios” que fue durante casi todo el Medioevo el principal tipo de conocimiento que se adquiría y se enseñaba, fue rebasado por otros tipos de interés. Esto ocurrió entre los siglos XIII y XVII, es decir, entre Guillermo de Ockham y Sir Francis Bacon. El interés por Dios y el "otro mundo" se fue trasladando a este mundo y a la Naturaleza. El primer proyecto científico se orientó a comprender la naturaleza de este mundo y su relación con el cosmos. Así empezó lo que se conoce hoy como "ciencia naturalista", aunque entonces era sólo "la ciencia". Ante la necesidad de separar saber y fe, se estableció que el objeto del conocimiento era todo lo material y sensible, y que se debía apelar al "método científico" para obtener dicho conocimiento de una manera positiva, o sea, comprobable. Todo lo demás quedó en manos de la escolástica. Así fue como la noción de conocimiento científico quedó vinculada al mundo que nos rodea (sus objetos y fenómenos) y a una forma manipulativa e instrumental de aprehender el saber. Sin embargo, ambas -escolástica y ciencia- permanecieron guiadas por las mismas concepciones religiosas de fondo. Cuando Newton presenta las primeras "leyes" del Cosmos deja claro que estas reflejan la voluntad de Dios y explican el Orden Universal con que Dios ha creado el Universo. Luego se asumió que el objetivo de la ciencia sería descubrir las "leyes naturales" con que Dios había ordenado la naturaleza. Más tarde se incluiría al ser humano en esta perspectiva. Pero no nos adelantemos. Debemos recalcar que la construcción de la ciencia naturalista se hizo tomando como fundamento las concepciones religiosas pre existentes. Es decir, el conocimiento científico no empezó de cero, sino que se edificó a partir de las nociones que la Iglesia había establecido sobre el Cosmos, la Naturaleza y la vida. De modo pues que fue la religión la que le proporcionó a la ciencia su primer paradigma. Podemos definir un paradigma científico como el conjunto de creencias básicas compartido por una comunidad científica, sobre el que se razona y edifican las teorías explicativas. La religión le cedió a la ciencia toda su estructura epistémica, y a partir de ella empezaron a edificar la ciencia naturalista. De hecho, fueron las universidades regidas por la Iglesia las que se constituyeron en guardianes del saber. Los primeros científicos eran además teólogos, como fue el caso de Newton. La ciencia moderna se inicia como "ciencia naturalista" con personajes como Copérnico y Galileo, y se consolida plenamente con Sir Isaac Newton, quien establece las primeras leyes de la Naturaleza y el Cosmos, convencido de que Dios es el autor de estas leyes. Copérnico fue el primer autor de una teoría científica, la teorá heliocéntrica. Galileo fue el primero que procedó al empleo de la tecnología para comprobar una teoría científica. Se basó en un telescopio. Newton fue el primero en explicar una teoría y en enunciar las primeras "leyes científicas", relativas al movimiento de los planetas. Todo esto bajo la cosmovisión religiosa. Se asumió que la 5
  • 6. Naturaleza obedecía la voluntad de Dios y que esta se expresaba en leyes físicas; por tanto, la misión de la ciencia sería descubrir las leyes con que Dios había establecido el perfecto Orden Universal. El primer reto de la ciencia fue descubrir la lógica de Dios. Muy al margen de las episódicas discusiones en torno a los primeros enunciados científicos y la interpretación de las Sagradas Escrituras, podemos afirmar que la ciencia convivía en perfecta armonía con la fe, en cuanto se refiere a la lógica de las ideas. Más aún, la fe orientaba el pensamiento científico, tal como ya lo hemos explicado. En concordancia, la epistemología reflejaría esta feliz comunión entre ciencia y fe en filósofos como Descartes, Locke y Leibniz, por mencionar algunos. La perspectiva religiosa llevó a la convicción de que el Universo era un escenario de perfección y armonía, donde los astros giraban respetando un estricto Orden Universal. Luego se asumió que todos los eventos físicos y naturales sucedían como consecuencia de formar parte de los engranajes de un perfecto mecanismo universal diseñado y movido por Dios. La creencia científica de que el Universo, el mundo y la Naturaleza tenían un orden implícito, llevó a creer en la existencia de leyes que eran la expresión física de la voluntad divina. La convicción de que la Naturaleza obedecía leyes llevó al pensamiento científico a girar en torno a las relaciones de causalidad, una lógica que ya había sido definida completamente por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII. La actividad empírica iniciada sobre aspectos muy concretos de la realidad inmediata reforzó la creencia en que todo tenía una causa específica antecedente y obedecía leyes que eran invariables. El pensamiento científico discurrió sobre este paradigma durante siglos, y en gran parte aún se basa en él. Siguiendo ese razonamiento se llegó a pensar que tales "leyes universales e invariables" existían en todos los escenarios y que, por tanto, sería posible descubrirlas incluso en la conducta humana y así predecir el comportamiento. No faltaron quienes buscaron y enunciaron las leyes de la Historia a mediados del siglo XIX. Pero aquella perspectiva científica empezó a cambiar cuando Sir Charles Darwin publicó su Teoría de la Evolución, con la que puso en duda la pieza fundamental de lo que se asumía como “verdad revelada”: la aparición de los seres humanos y las demás especie. Con ella provocó la primera gran crisis epistémica en la historia de la humanidad, iniciando así la ruptura entre el pensamiento científico y el religioso. Por supuesto, dicha crisis duró varias décadas y, en muchos aspectos, persiste hasta nuestros días. La teoría de Darwin marcó el momento en que empezó a resquebrajarse la feliz unión entre ciencia y fe, y cuando empezó a cuestionarse sutilmente el paradigma científico vigente durante siete siglos. Enseguida, descubrir el origen de la vida se convirtió en una de las mayores empresas científicas, lo que, junto a los hallazgos de la Física, finalmente acabaría transformando las viejas nociones de la ciencia. Todo esto nos demuestra que la ciencia no es una sola, sino que ha ido transformándose en la medida en que avanzaba en el conocimiento de la realidad. El conocimiento no sólo es acumulativo sino que permite dar saltos cualitativos en los fundamentos epistémicos, es decir, en la perspectiva básica, en las creencias sobre las que se entiende la realidad y sobre las que se construyen las teorías. ¿Cómo quedaban las ideas si se descartaba la creación y se admitía un proceso evolutivo? ¿Era admisible la idea de que este mundo fuera el resultado de simples eventos fortuitos? ¿Cuál era el fundamento de la ciencia si se dejaba de lado el Orden Universal implícito? ¿Hasta dónde era cierto eso de que todo sucede regido estrictamente por leyes concatenadas unas a otras, y que todas ellas son invariables? ¿Había una causa específica para todos los eventos, tal que sería posible retroceder en el tiempo desarmando uno a uno estos 6
  • 7. eventos, hasta llegar a la creación, y dejando en evidencia una clara intencionalidad para construir un mundo como el existente? Algo más tarde surgiría la cuestión de si nuestros conocimientos sobre la Naturaleza y el Cosmos son realmente válidos en todo el Universo. Nuestro mundo parece único y en el Cosmos observamos muchas cosas enigmáticas. La ciencia apeló a las partículas y fuerzas elementales para explicar la realidad a toda escala, pero se encontraría con muchas más sorpresas. Paulatinamente se nos hizo más evidente que la realidad tiene distintos escenarios y que la ciencia no podía tener un solo formato. Al final, estas transformaciones del conocimiento y de la perspectiva científica desembocaron en la crisis de la epistemología clásica. Pero veamos esto más de cerca. El paradigma científico del Universo perfecto ordenado por Dios se caía a pedazos. Más aun cuando se descubrió que el Universo no era aquel paraíso de orden y perfección imaginado durante siglos, sino un escenario caótico y espantoso donde la vida no había sido más que un accidente fortuito, producto de la conjunción paradójica de diversos eventos azarosos, sumados a la afortunada resistencia a catástrofes globales que cambiaron el rumbo evolutivo varias veces. No parecía existir una feliz sucesión de causas necesarias y milagrosamente alineadas con la deliberada intención de formar un tipo especial de vida; pero tampoco, ni siquiera, una sucesión coherente de causas y efectos que expliquen la vida. Al contrario, todo parecía ser producto de una afortunada combinación de las propiedades de la materia-energía y el azar, pues los resultados no podían explicarse con el paradigma científico del orden implícito y de las causas concatenadas. Para colmo, parecía que el azar jugaba un papel fundamental en la evolución, pues garantiza la variabilidad. La vida era el resultado temporal de un perfecto y precario equilibrio entre fuerzas entrópicas y negantrópicas en un medio oportunamente favorable. Por último, el comportamiento disciplinado de una Naturaleza que obedece leyes resultaba difícil de solventar en todos los escenarios, especialmente en los de la vida. Por ejemplo, el tamaño de la Tierra y su distancia del Sol, cuestiones fundamentales para la vida tal como la conocemos, no tienen ninguna causa o razón necesarias. Se deben enteramente al azar. Enseguida aparecieron interrogantes: si Dios no controla el Universo con su voluntad y sus leyes... ¿cómo funciona? ¿Existen o no unas leyes establecidas por Dios? ¿Existe o no la posibilidad de explicar el funcionamiento del mundo y el Universo por causas, entendidas como eventos de necesidad forzosa que forman parte de una regularidad sistemática universal, es decir, de un orden implícito? ¿Cabía la posibilidad de que la ciencia fuera de una forma en un escenario y diferente en otro? ¿Podían haber aspectos de la realidad explicables de maneras distintas, imposibles de conciliar? ¿Sería posible que las leyes de la física tuvieran un inicio y un fin donde fueron y serán diferentes? Así resultó que las creencias firmemente establecidas por la ciencia primigenia quedaron en entredicho con el surgimiento de las físicas cuántica y relativista. La ciencia moderna demostró que el Universo y la realidad no eran como se pensaba. No existía ningún orden implícito ni una sola forma de entender la realidad a toda escala y complejidad. Peor aún: ¡había más de una realidad! Mientras que la relatividad hablaba de paradojas, la física cuántica lo hacía de probabilidades, partículas virtuales y dualidad. La incertidumbre se instaló como parte del conocimiento científico. Fuimos conscientes de los escenarios caóticos y de la complejidad, reconocimos procesos multifactoriales e irreversibles. ¿Cómo conocer una realidad que es producto de un proceso complejo e irreversible, es decir, que no se puede desmontar ni reproducir? ¿Y 7
  • 8. cómo comprender un Universo en el que parecen existir muchas dimensiones que se hallan más allá de nuestro escenario y posibilidades cognitivas? De pronto empezamos a hablar del azar y de las limitaciones de las predicciones científicas. La física cuántica, por ejemplo, establece una cierta cantidad de hechos posibles y juega con las probabilidades. Aparecieron nuevos conceptos científicos como la singularidad en contraste a la regularidad. La imaginación pasó a ser el principal ingrediente de la ciencia. La Física, la ciencia emblemática, había dejado a un lado la mecánica de Newton para partirse en dos, cada una ocupándose de un escenario distinto de la realidad, y ambos irreconciliables. Por ejemplo, cada uno explica a su manera la gravedad. Los intentos por unificar la Física han fracasado hasta ahora. La Teoría de la Relatividad, pese a su revolucionaria visión, sigue siendo una teoría clásica, pues reposa en la concepción de un Universo regido por un orden implícito. Einstein nunca admitió la posibilidad de un Universo donde el azar jugara algún papel y acuñó su famosa frase "Dios no juega a los dados con el universo". Todas estas cuestiones significaron inevitablemente el fin de una epistemología que fue iniciada por Hume y concluida por Popper. La epistemología clásica se había estado edificando sobre las bases de un saber sólidamente asentado en un ambiente científico que parecía ganar cada vez mayor seguridad. Sin embargo, la aparición de la Teoría de la Relatividad fue un duro golpe para aquella vieja solidez. Enseguida surgió un desconcierto aún mayor con los hallazgos de la Física en el escenario subatómico. Luego de poner en duda la convicción sobre las causas y las leyes basadas en las regularidades percibidas y en la validez de la inducción, Popper, apelando a la psicología, afirmó que es el hombre quien en su reducido espacio existencial cree percibir regularidades "aun en donde no las hay" y luego elabora "leyes" que se las impone a la Naturaleza (1b). El Universo transcurre en una sola dirección y el factor de aleatoriedad (es decir, la entropía) se incrementa. Popper concluye: "es perfectamente factible que el Universo, tal como lo conocemos, desaparezca en el siguiente minuto". Este fue el final de una larga etapa de dudas en torno a una cultura que estuvo vigente durante siete siglos. Un final que se había iniciado con el reformismo religioso, continuada luego políticamente con la caída de los grandes imperios, y finalizada por la filosofía con el nihilismo expresado por Nietzsche en la frase "Dios ha muerto". Enseguida las nuevas teorías científicas provocaron un cambio de paradigma que finalmente se reflejó en la epistemología. Era evidente que se había estado eludiendo el papel del azar en nuestras vidas, primero por la fe, pues impone una manera de entender el mundo, y luego por un interés en cierta clase de conocimiento en particular y el empleo de un método especial. Cabría añadir que el cerebro está preparado para hallar patrones y tiende a asociar relaciones casuales como causales. Además, apelamos a las matemáticas para establecer relaciones y fundamentar la causalidad de los eventos, incluyendo al caos. Pero las matemáticas no nos dicen porqué esto tiene que ser así, solo se aplica sobre lo observado, y mucho de lo observado no es posible deducirlo a partir de ninguna teoría o ley. En todo caso, habría que admitir que la ciencia empezó a encontrarse con nuevas clases de problemas. Incluso empezamos a preguntarnos ¿existe la objetividad? El apogeo de la ciencia naturalista y de su perspectiva particular fijó los cauces de todas las ciencias. No obstante, se había producido un nuevo cambio de paradigma en la cultura. Luego de pasar del interés por Dios al interés por el mundo, pero concebido aún como la Gran Obra de Dios, se inició una ciencia fundada en los principios de la fe. 8
  • 9. Al abandonar ese paradigma, hubo que reiniciar el estudio de la Naturaleza y el Cosmos sobre nuevas perspectivas. Más adelante la misma ciencia se convirtió en objeto de estudio de una filosofía especializada. Además surgió el interés por el propio hombre como el autor de su destino y de su mundo. De pronto el hombre y sus sociedades empezaron a cobrar importancia y pasaron a ser objeto de estudio científico. ¿Pero sobre cuáles fundamentos epistémicos? Obviamente tuvo que usarse el modelo de la ciencia naturalista, pues no había otro, y además gozaba de gran reputación. Más adelante incluso se pretendería imponerlo como modelo absoluto de ciencia. Por lo pronto, hacer ciencia era hacer ciencia naturalista. Por ello, y tal como ocurrió con la ciencia naturalista que se basó inicialmente en la visión religiosa para empezar sus estudios, sería esta ciencia naturalista la que serviría de base y orientación en la edificación de las nuevas ciencias humanas y sociales. Sin embargo, al igual que en determinado momento se produjo la ruptura epistémica entre la visión religiosa y las ciencias naturales, más adelante habría también de producirse la ruptura y el enfrentamiento entre los enfoques naturalistas y culturalistas. De hecho, la cultura es una capa superior sobre la realidad natural y tiene sus propias características. El paradigma naturalista en las ciencias humanas y sociales empezó a ser cuestionado de manera creciente y finalmente abandonado hacia la segunda mitad del siglo XX, pero la epistemología de unas ciencias humanas, sociales o culturales ya se esbozaba hacia fines del siglo XIX. Las nuevas ciencias humanas se orientaron a comprender cómo fue que el hombre rompió su dependencia de la Naturaleza, y cuál era exactamente la "naturaleza humana". El hombre se desenvuelve en un mundo particular que no se rige ya por la lógica de la naturaleza. Es decir, el mundo de los humanos no sigue "leyes naturales" ni está supeditada a la naturaleza. Por el contrario, en muchos aspectos el hombre controla a la Naturaleza y hasta ha creado objetos y elementos que no son propios de la Naturaleza. Gran parte del mundo humano es hoy artificial y sintético, incluso "virtual" en estos días. De hecho la mayor parte del mundo humano reside en las conciencias, vale decir, en las mentes. Allí es donde están los conocimientos, las creencias, el calendario, la moral y todo lo que llamamos cultura. Los seres humanos han impuesto su propia impronta sobre este mundo creando una civilización, algo que es propio de los humanos y ajeno a la Naturaleza. Los humanos no solo se adaptan a su medio ambiente sino que lo transforman, no solo reciben información del medio sino que lo plasman en él. La comprensión de este "nuevo mundo humano" y de la "naturaleza humana" fue presentado como el primer paso en la edificación de las ciencias humanas. El interés por la comprensión del hombre y su "esencia" se expresó plenamente en el existencialismo, abriendo un capítulo especial en la filosofía (2). El conocimiento del hombre y lo humano daría paso también a una nueva epistemología y a un nuevo formato de ciencia, lo que provocó el recelo de los naturalistas, y especialmente del cientificismo, quienes se opusieron con tenacidad a la posibilidad de una ciencia de lo humano, pues toda la mentalidad científica se había edificado durante más de cuatro siglos con la perspectiva e interés del naturalismo. El cientificismo fue una corriente cultural que afectó el desarrollo de la ciencia en general, pero especialmente el de las ciencias humanas, y particularmente el de la psicología, al pretender someterla por completo a los esquemas del naturalismo, abordando al ser humano como un objeto más del mundo natural y sometido a sus leyes, sin admitir ninguna implicancia de sus capacidades particulares en tanto especie distintiva. Se puede decir que aun transitamos las etapas finales de esta confrontación, pues no ha sido fácil imponer la tesis de que las ciencias del hombre son otra clase de ciencias que 9
  • 10. ya no giran en torno a la Naturaleza y las "leyes naturales". Pero al menos hemos logrado reponer al hombre como el centro de interés de la psicología, y ocuparnos de sus cualidades diferenciadas como asuntos fundamentales de nuestra ciencia. En resumen, podemos advertir que el conocimiento de la humanidad en los últimos dos mil años, ha transitado desde el interés absoluto por Dios y el "otro mundo" explicado por la religión mediante la verdad revelada, hacia el interés por este mundo, el mundo físico y real, explicado por las ciencias físico-naturales mediante causas y leyes basadas inicialmente en la concepción de un orden implícito universal de perspectiva religiosa, para luego abandonar este enfoque abriéndose a otras posibilidades que incorporan la probabilidad, el azar, el caos y la complejidad. Igualmente su saber transitó de una verdad comprobada hacia una verdad consensuada teóricamente. Más tarde el interés de la ciencia se trasladó hacia el ser humano y su mundo particular, a sus acciones orientadas no por causas naturales sino por razones que se desprenden desde una racionalidad cultural, a su capacidad para conocer y reformular el mundo según sus propias imágenes internas, etc. La psicología se ubica como la "ciencia puente" entre el mundo natural en donde surge el hombre con sus facultades excepcionales productos de la evolución, y el mundo humano hecho por el hombre, es decir, la cultura, donde el hombre se configura a sí mismo como sujeto individual y donde luego despliega su ser con autonomía. Del mismo modo en que existe un espacio común entre la física y la química, más allá del cual, la química y la física son dos disciplinas diferenciadas, existe también un espacio común entre la psicología y las neurociencias, una intersección entre lo puramente biológico y lo psicológico, quizá también entre el naturalismo y el culturalismo, donde abordamos el surgimiento de los fenómenos subjetivos como el punto culminante de la evolución de la materia y la vida, expresados en un complejo sistema nervioso capaz de hacer una copia virtual de la realidad. Más allá de ese punto, el escenario de la psicología es un panorama netamente humano y completamente diferente al que concibe el naturalismo, pues ya no se trata de un mundo gobernado por leyes físico-naturales de causa-efecto o estímulo-respuesta sino de un mundo que se mueve en función de sujetos actuando en base a su propia realidad virtual, en un medio ambiente cultural, guiados por una lógica de pensamiento y transformando el mundo natural según sus ideas y creencias, y aprovechando incluso las leyes físico-naturales en su propio favor. Se trata pues de un escenario movido por organismos autónomos que poseen capacidad para emplear información y conocimiento, generar estructuras lógicas de procesamiento de información, imágenes propias del mundo que le rodea, es decir, para representar su propia realidad y responder a él antes que al mundo físico, y establecer novedosas formas de integración social basados en diversos formatos de comunicación, determinar sus acciones con objetivos arbitrarios y hasta planificarlas hacia un futuro muy lejano. Ese mundo está definitivamente fuera del alcance de una ciencia físico- natural y, por tanto, cualquier disciplina que pretenda hacer psicología desde una perspectiva puramente naturalista, comete una impostura científica. La crisis de la epistemología clásica Luego de revisar rápidamente la evolución histórica del conocimiento científico, hablemos ahora de la epistemología durante el último siglo. Llamaremos "epistemología clásica" a la que empezó a formarse desde los inicios de la actividad científica y su repercusión en la filosofía del conocimiento (que derivaría en especialidad como epistemología) en el s. XVII (Bacon y Descartes), hasta el Círculo de Viena en el s. XX, pero nos concentraremos en esta última etapa. Antes de empezar hay que dejar algo claramente establecido: la ciencia no se hace siguiendo una 10
  • 11. epistemología, como muchos autores sugieren o incluso plantean. Tanto la ciencia como la epistemología son dos actividades humanas separadas y dos clases de conocimiento diferentes. La ciencia se ocupa de estudiar la realidad; la epistemología, del conocimiento científico. Una de las razones de la crisis de la epistemología es precisamente la profundidad y amplitud que alcanza el conocimiento científico en el siglo XX, haciendo resquebrajar las nociones básicas acerca del saber, y de las formas y posibilidades de obtener y formalizar este saber. Ya no hay manera de encajar ese panorama disperso de saberes diferenciados en un solo núcleo epistémico. Pero esto lo veremos paso a paso. El inicio del siglo XX vivió el resplandor de las ciencias físico-naturales. La física, la química y la biología transformaron todo el saber de la humanidad en menos de cincuenta años. Una misma generación pudo ser testigo de los cambios más dramáticos en el conocimiento de la humanidad. Si la epistemología clásica se inició por el impacto que causaron los primeros conocimientos científicos, como la teoría heliocéntrica y las leyes físicas de Newton, no podía ocurrir menos con los fantásticos conocimientos logrados por las ciencias físico-naturales a principios del siglo XX. De hecho tuvieron un tremendo impacto en la epistemología, e incluso en la sociedad, al punto que la admiración por la ciencia consolidó el cientificismo, una especie de ideología social que colocó a la ciencia por encima de todo, al mismo nivel que la religión, convirtiéndola en la "religión laica" que vaticinó Bacon un siglo antes. El cientificismo afectó el pensamiento humano en todas sus facetas, incluso en la religión, donde aparecieron iglesias como las de Cristo Científico o la cientología. Surgieron además disciplinas netamente cientificistas que consagraron el "método científico" y se fundaron nada más que en su empleo riguroso, sobrevalorando en extremo conceptos como el de objetividad. Desde luego, la filosofía no pudo quedar exenta de este influjo. Si bien ya en el siglo XVIII había signos claros de un cientificismo filosófico en obras como las de Comte, quien fue quizá el primero en prescribir la ciencia positivista como única solución para la humanidad, el cenit del cientificismo tuvo lugar un siglo después, luego de la Teoría de la Evolución, el descubrimiento del átomo y la radiactividad, y el nacimiento de la física cuántica y relativista. Todo esto transformó profundamente a la humanidad. Inevitablemente la filosofía también sufrió el impacto, lo cual se reflejó de inmediato en la formación del famoso Círculo de Viena, donde unos cuantos autores pretendieron dictar las pautas universales de la ciencia y de la explicación científica del mundo desde la perspectiva de la Física. Se concebía a la ciencia como una labor exclusiva de explicación del mundo que nos rodea. El observador o creador del conocimiento quedaba al margen, no era parte del interés de la ciencia ni de la filosofía. Peor aún los seres humanos eran considerados factores distorsionantes del conocimiento científico, por lo que se hicieron esfuerzos para eliminar la intervención humana en la obtención del conocimiento científico mediante la instauración del "método" y de un lenguaje técnico-científico que expresara las teorías científicas con pureza, sin las alteraciones del habla. Aquí es cuando aparece cierta epistemología con pretensiones normativas sobre el accionar científico. Pero el cientificismo fue mucho más: cubrió nuestra cultura como un gran manto que transformó la vida y el pensamiento, luego de lo cual aparecieron curiosidades como la fundación de iglesias guiadas por un cientificismo teológico, la conversión de diversas disciplinas ocupacionales al formato científico definido por el empleo del método. En la psicología se dio la aparición del conductismo como una corriente que intentó transformar y someter la psicología a los dictados de un 11
  • 12. naturalismo decimonónico. Es decir, primero adoptaron el físico-naturalismo como estructura epistémica y luego fabricaron una psicología en consonancia con sus creencias. Lo interesante de la aparición de la Teoría de la Relatividad y de la física cuántica fue que pusieron en entredicho las estructuras epistémicas básicas del conocimiento científico, tal como habían sido concebidas hasta entonces. ¿Cómo podía el conocimiento científico ser definitiva e inmutable si la realidad no lo era? ¿Hasta dónde influía la condición humana en las posibilidades del conocimiento? ¿Y cómo podíamos atribuirle a la ciencia ciertas cualidades antes de conocer la realidad de la cual pretendía ser su imagen? ¿Señalar un cauce epistemológico y metodológico al conocimiento científico no era imponerle una perspectiva? La Física teórica rompió todos esos moldes epistemológicos y metodológicos clásicos y luego solo quedó la imaginación. El gran concepto de "regularidad" quedó bajo sospecha junto con la inducción. Con ello el fundamento de Leyes Científicas universales e inmutables perdió su sentido. Si bien en el Universo existen ciclos, en cambio no hay regularidades. Por ejemplo, la Tierra gira alrededor del Sol pero nunca hace el mismo recorrido y en cada giro le espera una historia distinta. La actividad del Sol no es regular sino caótica, impredecible. Lo que no quiere decir que se ignoren las leyes que lo gobiernan. Como estos hay una gran cantidad de consideraciones en torno a la realidad que pretendemos conocer. Es posible que en esta visión hayan detalles insulsos, pero ellos nos impiden hablar con la seguridad de antes respecto del conocimiento científico. Frente a toda esta situación y al tipo de avance que mostraba el conocimiento científico mediante la confrontación de teorías y la transformación de sus nociones, Popper observó que la ciencia era siempre un saber temporal, en espera de ser falseada y reemplazada por un conocimiento mejor. Aseguró que es imposible saber si nuestras teorías científicas hoy aceptadas son realmente las correctas. No hay más alternativas que someterlas a las críticas y a las pruebas de falsasión para ver si sobreviven. En todo caso hay que aceptarlas sólo como las mejores explicaciones posibles. Rechazó la posibilidad de fundar el conocimiento en un método y sostuvo que la mejor prueba era la confrontación crítica de las teorías. Por su parte, Lakatos advirtió que los conocimientos científicos dependían de los intereses a los que se sujetaban las investigaciones científicas. De hecho, gran parte de los avances científicos del siglo XX se debieron a las dos guerras mundiales y a los intentos de dominación mundial por parte de potencias emergentes, pero también a los intereses de grandes laboratorios transnacionales que se adueñaron de los destinos de varias formas de vida sobre el planeta, incluyendo la vida humana. En el siglo XX los desarrollos científicos habían dejado de ser aventuras de locos o proyectos solventados por inocentes sociedades científicas, como ocurrió durante el siglo XIX, y pasaron a depender de otros intereses de tipo comercial y político. Lo mismo ocurriría con la psicología al pasar de Europa a los EEUU. La psicología del siglo XX generada bajo el dominio de Norteamérica, también giró rápidamente hacia el modelo tecnológico, utilitario y comercial. Después de que Popper dinamitara las pretensiones del Círculo de Viena, la epistemología entró a una etapa de crisis. Witgeinstein criticó la pretensión de absolutismo de la ciencia asegurando que el modo en que esta describe el mundo es tan sólo una de las muchas formas que tenemos los humanos de aproximarnos a él, y que la ciencia no posee ningún carácter idiosincrático que la posicione por encima de las demás. Kuhn introdujo el concepto de "revoluciones científicas" para explicar los 12
  • 13. constantes cambios de paradigma que había sufrido la visión de la ciencia, especialmente la Física. Hay que advertir que gran parte de la epistemología se ha construido siguiendo a la Física, y por ello muchos de sus conceptos resultan errados dentro del propio naturalismo, como veremos más adelante. La crisis de la epistemología se hizo más evidente cuando Paul K. Feyerabend denunció a la ciencia como un saber prepotente que se había impuesto en la sociedad a costa de idolatrías y esquemas sobrevaluados, asegurando que no se diferenciaba de otras formas de entender la realidad. Además negó que el conocimiento científico surgiera de la aplicación de un método especial. Rechazó la existencia de un método científico apoyado en su estudio de la historia de la ciencia, con el cual demostró que para lograr conocimientos vale todo, incluso la suerte y la inspiración (3). Este ambiente favoreció un cambio en el panorama científico debido a que se cuestionaron los dogmas centrales vigentes durante los últimos siete siglos; luego apareció una nueva corriente social llamada "posmodernismo" que se opuso al cientificismo, por lo que fue denigrada y ridiculizada hasta el extremo. Todo esto permitió la aceptación de las ciencias humanas concebidas como formas distintas de ciencia, encargadas del hombre y su cultura, con sus propios paradigmas y preceptos epistémicos. No había pues una sola forma de ciencia, ni siquiera en el naturalismo. Más aún: ni siquiera en la Física. Quedó claro que existían diversos formatos de saber científico en función del escenario que se aborda y los intereses que se buscan. La propia ciencia nos advirtió que muy probablemente ni siquiera existiría una sola realidad. Aunque de eso ya nos habíamos percatado al observar la realidad humana y la realidad física como dos escenarios completamente distintos. En el mundo físico los hechos ocurren por una causa; en el mundo humano los hechos ocurren por una razón. Hacer ciencia es fundamentalmente adoptar una actitud frente al conocimiento de la realidad de la que somos parte activa y no materia extraña o pasiva. En tanto que se trata de descubrir la realidad, damos por hecho que hay una realidad pasiva y pasible de nuestro alcance cognoscitivo. Siempre nos aproximamos a ella con un presupuesto, sin embargo, a medida que nos acercamos, esta nos sorprende más, hasta que nos vemos obligados a cambiar nuestras concepciones iniciales. Debemos considerar que para el hombre la realidad es la realidad que entiende. Su principio cognoscitivo lo lleva a buscar un sentido. En nuestro afán por hacer ciencia de la manera en que entendemos la ciencia, nos hemos impuesto muchas limitaciones para conocer la realidad. La ciencia no es una tarea definida por un objeto físico, ni por un esquema metodológico, ni una ideología que atrapa el pensamiento y guía la acción del científico. El hombre tuvo que apartarse de las nociones que dominaban su comprensión del mundo físico y de su formato idealizado de ciencia para asumir una nueva perspectiva frente al Universo, la naturaleza y su propia existencia compleja, y para diferenciar su mundo humano-cultural del mundo físico-natural. Junto a los primeros intentos de emplear el enfoque de las ciencias naturales para estudiar a los seres humanos, había empezado ya el desarrollo de una epistemología propia para las Ciencias Humanas y Sociales, cuyo primer exponente fue W. Dilthey (1833-1911). Es a partir de él que empieza a hablarse de una "ciencia de lo subjetivo", en contraparte a las ciencias objetivas físico-naturalistas. Establece la división de la ciencia haciendo un lugar especial para las "ciencias del espíritu" en contraste con las "ciencias de la naturaleza". Luego sería el turno de Windelband (1848-1915) quien dividió a las ciencias en nomotéticas e ideográficas, según traten 13
  • 14. de la naturaleza o de los seres humanos, acercándonos a la diferencia entre causa y razón como fundamentos de las explicaciones científicas de uno y otro campo. Amplió la comprensión de lo que llamó "ciencias culturales", es decir, aquellas que cargaban con una herencia histórico-social. Tuvo una influencia directa en la psicología. Posteriormente aparecieron Heinrich Rickert (1863-1936), Paul Ricoeur (1913- 2005), y muchos otros que le dieron forma y autonomía a la epistemología de las ciencias humanas y sociales. Gracias a todos ellos se abrió el escenario de las ciencias humanas como un campo diferente del que concebían todas las ciencias físico- naturales. Una gran cantidad de autores han incrementado los estudios en torno a la epistemología de las ciencias sociales (4), dando soporte a diversas ciencias particulares, como fue el caso de la Historia (Toynbee), de la Sociología (Adorno, Schütz, Winch, Goldmann, Weber, Bordieu, Giddens, etc.), la Antropología (Bateson) y la Economía (Robbins, von Mises, Reisman, etc.). En la Psicología, en cambio, no tuvimos autores interesados en desarrollar una epistemología propia, debido a la grave crisis en que se sumergió durante el siglo XX, contrariada por enfoques naturalistas, fisicalistas y humanistas. La irrupción del psicoanálisis como una medicina psicológica, y del conductismo como una tecnología de la conducta, perturbó las nociones de una real psicología científica y acabó convertida en algo muy diferente del proyecto original que se trataba de construir desde épocas griegas. En consecuencia, la psicología fue relegada del escenario científico y criticada duramente por la filosofía y por la ciencia en general. Georges Canguilhem decía que la psicología le parecía "una filosofía sin rigor, una ética sin exigencia y una medicina sin control". Sin embargo, y pese a la carencia de propuestas epistemológicas a lo largo del siglo XX, en los últimos tiempos han tenido gran repercusión en la concepción de las teorías psicológicas más recientes, autores como Paul Watzlawick, Ernst von Glasersfeld y Heinz von Foerster. Muchos confunden el papel de Jean Piaget en la epistemología de la psicología. Esto es algo que merece aclararse. La confusión surge desde que Piaget decide llamar "epistemología genética" a su estudio del proceso de adquisición de las facultades cognitivas. Pero este estudio no es ni genética ni epistemología. Como ya se dijo, es el estudio del proceso mediante el cual los humanos adquirimos la facultad de razonar y las formas que esta facultad adquiere en ese proceso. La crisis de la psicología Debemos pues reconocer que, a diferencia de lo ocurrido en otras ciencias humanas y sociales, la epistemología ha sido un tema bastante descuidado en la psicología. Fue dejada de lado, en parte, debido a la crisis interna que sufrió durante el siglo XX como consecuencia de la aparición de visiones divergentes sobre su naturaleza, objetivos y formato científico; llegándose incluso, en muchos casos, a abandonar el formato científico. Esta crisis se inicia a principios de dicho siglo cuando surgen el psicoanálisis en Alemania y el conductismo en Norteamérica, corrientes naturalistas que asumieron una perspectiva diferente a la que venía persiguiendo la psicología. De inmediato la psicología sería sometida a la epistemología del fisicalismo y del naturalismo predominantes de la época. Esto condujo a reducir al ser humano a un objeto regular de una ciencia típica fundada en leyes naturales, universales e invariables, llegando a la necesidad insólita de tener que rechazar y hasta negar las características humanas, principalmente la conciencia. Bajo esta perspectiva no existía ya un "mundo humano" 14
  • 15. ni una naturaleza humana; el hombre, al igual que cualquier otro objeto de la naturaleza, obedecía leyes físicas de causa-efecto y debía ser explicado en base a ellas. Muchos estuvieron dispuestos a pagar este precio, convencidos de que era la única forma de convertir a la psicología en una ciencia. Es decir, en una "ciencia natural" que era la única clase de ciencia conocida y admitida por entonces, fundamentada en la seguridad que ofrecía su método. Posteriormente se constituyó un frente abigarrado de versiones psicológicas que proponían una psicología fundada en el ser humano, es decir, interesada por el observador y su conciencia, así como en su entorno sociocultural, pero la carencia de una epistemología general, así como el formato disciplinar que adoptaron la mayoría de ellas, las convirtieron en propuestas incoherentes. Los psicólogos consolidaron la crisis cuando en medio de la confusión reinante algunos optaron por el eclecticismo y otros por el sectarismo. Por un lado estaban quienes preferían el paradigma científico clásico y predominante del naturalismo fisicalista, transformando la psicología en una especie de física de movimientos animales, regida por el principio causa-efecto, convertido en estímulo-respuesta; por el otro, quienes preferían la clásica esencia humanista de la psicología, aunque tuvieran que sacrificar su carácter científico tradicional. No han sido pocos los debates que esta situación suscitó en torno a la psicología como ciencia y sobre su real objeto de estudio. Nótese que este conflicto epistemológico al interior de la psicología coincide con la crisis general de la epistemología clásica, pues en última instancia lo que acabó colocado en el centro del debate fue el sentido mismo de lo científico. Muchos críticos de la psicología del siglo XX no logran advertir que el fondo del debate era la cuestión de la ciencia misma, pues resultaba evidente que una sola ciencia unitaria y general era incapaz de dar cuenta de todos los diversos aspectos de la realidad. Los moldes clásicos en los que se formaron las primeras ciencias durante el siglo XIX se fueron quebrando a lo largo del siglo XX. La Física fue la primera en romper sus moldes clásicos. Sin embargo algunos pretendían que la psicología aún cupiera en ellos. Además es importante reconocer que a diferencia de otras ciencias que establecieron su corpus epistémico alrededor de sus hallazgos concretos, a la psicología se le exigió una estructura espistémica antes de haber logrado prácticamente ningún hallazgo categórico sobre el cual se pudiera fundar una base epistémica y definir su campo de acción. El primer laboratorio dedicado a la investigación psicológica fue establecido de forma precaria por W. Wundt en 1879, pero su instalación definitiva no se concluyó sino hasta 1897. Al inicio del siglo XX la psicología era todavía, básicamente, un proyecto de ciencia por edificar. Tal como ocurrió con la biología y la física, la psicología tendría que haber investigado hasta descubrir algo concreto que pueda usar como base epistémica. Pero la tarea de investigación de pronto se vio detenida por la Primera Guerra Mundial, y luego escindida en Norteamérica donde se inventó una "nueva psicología" alrededor de un oficio concreto: el estudio experimental de animales. De este modo la psicología permaneció en el limbo por varias décadas. Hubo pues una situación completamente inadecuada para sentar las bases epistémicas de la psicología. Por un lado la paralización de las investigaciones en el campo real de la psicología, y por el otro la aparición de una versión que además de nueva y distinta resultó adversa. Si bien la psicología alemana había ofrecido las primeras nociones científicas con la sólida obra de Wundt y la breve aparición de la escuela de la Gestalt, de pronto también se vio escindida con la aparición de Freud y su visión medico- naturalista de los problemas mentales y su técnica psicoanalítica de análisis y curación, que causaron un gran impacto en la sociedad y la cultura en general. Más que pruebas experimentales, Freud poseía la fortaleza de su implacable lógica argumentativa 15
  • 16. alrededor de una filosofía que liberaba al ser humano de su responsabilidad, haciéndolo víctima de una compleja maquinaria que operaba al margen de su voluntad ya que obedecía las implacables leyes de causa-efecto establecidas en su inconsciente. Para el conductismo americano, en cambio, estas leyes se hallaban fuera del hombre, en el ambiente. Sin embargo, ambos coincidían en su interés primordial de ofrecer servicios a la sociedad en la forma de una tecnología de curación. Con todo esto, la perspectiva epistémica de la psicología fue dejada a un lado y abandonada para dejar paso a las disciplinas tecnológicas de servicio social. Tanto la aparición del conductismo en América como del psicoanálisis en Europa afectaron la noción de la psicología, vinculándola a una forma de técnica curativa al servicio de la sociedad. La cuestión de la investigación en torno a las cualidades esenciales humanas pasó a un segundo plano e incluso desapareció del escenario. Solo quedaron los clásicos y extraños tópicos de la inteligencia y la personalidad como temas de teorización, siguiendo la lógica del psicoanálisis o del análisis factorial. De hecho, la estadística también irrumpió en el escenario de la psicología para dotarla de instrumentos que medían constructos sobre los que no había ninguna claridad teórica pero que resultaron útiles a la sociedad. Y fue en medio de este ambiente de efervescencia teórica sobre conceptos difusos, saturado de técnicas de medición, evaluación, diagnóstico y tratamiento, que de pronto surgió el debate en torno a la estructura epistémica de la psicología. ¿Qué es la psicología? Fue la pregunta que empezó a repetirse con mayor frecuencia. Era evidente que había mucho servicio social sin ningún respaldo científico. En lugar de solidez epistémica se mostraban índices de eficiencia. Como consecuencia de todo ello, lo que surgió fueron ideas contradictorias respecto al campo de la psicología, su objeto de estudio, su modelo científico, su relación con la sociedad, etc. Ante tal situación, algunos autores pretendieron fundar una especie de epistemología del caos psicológico, partiendo del extraño principio del "campo multiparadigmático", que en buena cuenta significaba consolidar la crisis como principio rector, dejando las puertas abiertas para que cualquier proyecto pudiera presentarse como una forma de psicología. En otros casos, los trabajos de epistemología se limitaron a buscar semejanzas entre las diversas escuelas psicológicas y los distintos enfoques epistémicos, por ejemplo con el positivismo. Pero no han habido muchos esfuerzos genuinos por desenmarañar el campo de la psicología y edificar una epistemología general y rectora, que sirva como referencia básica a toda construcción de ciencia en el campo de la psicología, un campo que debe estar claramente señalado y demarcado por esta epistemología como un primer paso inicial. La psicología, como cualquier ciencia humana, requiere una epistemología fundacional que le otorgue su panorama epistémico. Pero lejos de elaborar una epistemología que oriente la construcción de una ciencia psicológica, muchos han procurado la consagración de la crisis pretendiendo una especie de sistematización del caos. Desde luego, resulta imposible construir una epistemología del caos. La única salida a esta situación es remontar la historia de la psicología hasta llegar a reconocer nuestros orígenes como ciencia, recuperar su esencia y luego descubrir las desviaciones que se produjeron en su curso. Esto es lo que haremos. Hoy todavía existe una curiosa y suicida tendencia a aceptar resignadamente todas las disciplinas surgidas en medio de la crisis del siglo XX, alegando una condición psicológica pero postulando los más diversos e inesperados objetos de estudio, metas teóricas, desarrollos aplicativos y hasta patentes. Aunque pocos, se han presentado algunos trabajos que intentan esbozar una epistemología para la psicología, pero casi siempre vinculados o dependientes de alguna escuela en particular. En la mayor parte 16
  • 17. de los trabajos que he podido revisar, se parte de una visión limitada de la psicología, debido precisamente a los compromisos con ciertas escuelas, en contraste con aquellos enfoques que postulan una apertura indiscriminada. Resulta obvio que en ninguna de estas opciones podremos avanzar. Necesitamos una perspectiva diferente, una que parta desde los orígenes de la psicología recuperando su sentido primigenio. En lugar de reinventar nuevas psicologías debemos redescubrirla, rescatarla y reconstruirla desde sus orígenes. Además nuestra perspectiva epistémica debe ubicarse en el estado actual de la ciencia y de la filosofía de la ciencia, dejando de lado los fantasmas del pasado, y borrando los estigmas que le impusieron a la psicología durante el fulgor del naturalismo fisicalista a inicios del siglo XX. Debemos también confrontar las acusaciones que se formularon contra la psicología durante el proceso inquisitorial del que fue objeto por parte del mismo cientificismo naturalista. En suma, nuestra epistemología debe surgir de un estudio histórico-crítico de la psicología como producto cultural, del entendimiento de sus fundamentos epistémicos como ciencia original y de la precisión de su campo teórico. Antes de intentar una epistemología psicológica, señalaremos algunos puntos como conclusión preliminar: a) La ciencia no sólo ha avanzado sino que se ha expandido enormemente, creando diversos escenarios que plantean renovados retos a la epistemología. Esta ha tenido que responder a la realidad de los cambios en el conocimiento científico. Del conocimiento de Dios (Teología) al conocimiento de la Naturaleza (Ciencia), hubo un enorme salto que tomó varios siglos. Luego se dio la diversificación de la ciencia hasta llegar al interés por el hombre. El tránsito del conocimiento de la Naturaleza al conocimiento del hombre y lo humano, es todavía un proceso que estamos viviendo en su etapa final. b) Tal fue la importancia de la ciencia en la humanidad que la filosofía se ocupó de ella desarrollando la epistemología alrededor de los conocimientos científicos alcanzados. Es decir, la epistemología no se hace antes ni al margen de los conocimientos científicos concretos sino sobre ellos, y sobre la actividad de los científicos. Por eso mismo, al igual que la ciencia, la epistemología ya no es una sola. Si bien originalmente se refería a una ciencia en general, aunque inspirada en los estudios de la Naturaleza y el Cosmos, hoy tiene al menos dos grandes vertientes claramente diferenciadas: la de las ciencias físico-naturales y la de las ciencias humanas o socioculturales. Cada una de estas, a su vez, presentan epistemologías particulares que orientan la edificación de cada aspecto de la ciencia, debido a la amplitud y complejidad de sus escenarios. c) Desde que se emprendió el proyecto de realizar una ciencia psicológica a fines del siglo XIX, esta no tuvo tiempo suficiente para desarrollar sus investigaciones, lograr sus hallazgos fundamentales y constituirse como ciencia plena. Antes de ello, diversos factores contribuyeron a generar la dispersión y el caos de conceptos y versiones psicológicas durante la primera mitad del siglo XX. En medio del caos general de la psicología, la cultura consolidó algunos conceptos y métodos, creando una estructura amorfa de elementos con los que resulta imposible hoy edificar un cuerpo coherente y unitario de conocimientos psicológicos de nivel científico. d) Frente a la necesidad de establecer una epistemología que sirva de sustento en la tarea de edificar una psicología científica en este siglo, y ante la situación heredada del siglo XX, se plantea una revisión histórico-crítica de la psicología, tal que nos permita reconocer los fundamentos originales del proyecto científico de la psicología, descubrir 17
  • 18. las alteraciones de su curso y los falsos conceptos vigentes. Adicionalmente debemos rescatar los hallazgos ya establecidos y utilizarlos como base para nuestra epistemología. Luego de recorrer el camino del conocimiento científico, establecer sus variantes y accidentes, es hora de introducirnos en lo que es la psicología. Del mismo modo, antes de entrar en materia, debemos realizar el recorrido de la historia particular de la psicología. Es indispensable llegar a visualizar con claridad los momentos históricos y sus desviaciones. Como producto cultural, la ciencia y la psicología solo se comprenden mediante su recorrido histórico. Empezaremos pues con una rápida revisión del camino recorrido por la psicología. 18
  • 19. - II - ¿Qué es la psicología? Desde Aristóteles (5) hasta Wundt, por lo menos, la idea de la psicología fue siempre la de una disciplina encargada de explicar el funcionamiento mental (psíquico o espiritual, según la época y el autor) del hombre. A lo largo de este período hubo numerosos aportes filosóficos que alimentaron las ideas psicológicas en ese mismo sentido. Para el siglo XVIII los aportes de Locke y Hume sobre el entendimiento humano y la naturaleza humana fueron un anticipo genial de la gran obra de Kant, con la que el siglo XIX pudo iniciar la edificación de la psicología como una ciencia ambiciosa sobre el ser humano. Si bien Kant menciona a la "ciencia de la metafísica", en realidad ya podemos distinguir que se refería a una psicología como ciencia de los fenómenos cognitivos, algunos de los cuales son aludidos como "estética trascendental" en lenguaje kantiano (6). A la sombra de Kant surgen diversos autores alemanes que iniciaron la exploración experimental de los primeros fenómenos perceptivo-sensoriales, dentro de un campo que aun se consideraba propio de la fisiología, pero cuyo interés era claramente psicológico. En poco tiempo la psicología apareció como una ciencia experimental que iba en busca de la explicación de la conciencia, entre otros objetivos. La fundación de un laboratorio experimental especial, con el propósito claro de hacer investigación de interés psicológico, llegó de las manos de Wundt en 1879 en Leipzig, Alemania. De este modo la psicología tuvo una transición natural desde la filosofía a la ciencia. A finales del siglo XIX la idea de la psicología como una ciencia encargada de develar los misterios del funcionamiento mental del ser humano estaba clara y sólidamente asentada. Incluso ya en pleno siglo XX, la Psicología de la Gestalt dio importantes pasos en esa misma dirección, sin que nadie pudiese rebatir el carácter científico y la importancia de sus hallazgos. No obstante, empezaron a sucederse ciertos hechos culturales que acabarían trastornando seriamente la noción y el sentido de la psicología. Primero fue la incursión de la medicina en los dominios de la mente, debido a que los médicos se encontraron frente a ciertos trastornos mentales como la histeria y otras neurosis. En el afán por descubrir las causas de estos trastornos mentales los médicos acabaron ingresando a los dominios de la psicología, lo que dio lugar al nacimiento del psicoanálisis, de la psiquiatría y, finalmente, al establecimiento de un nuevo rol para la psicología, ya no de tipo epistémico sino clínico-terapéutico con un sentido asistencial-social, muy propio de la medicina. El gran impacto del psicoanálisis abrió un nuevo frente en la psicología y consolidó esa nueva orientación, pero con una perspectiva impuesta por la visión médica, -o sea, naturalista- según la cual la psicología estaba destinada a cumplir solo un rol auxiliar en el campo clínico, de apoyo para la psiquiatría. El nuevo perfil y rol clínico-asistencial que adoptó la psicología en el primer cuarto del siglo XX se consolidó plenamente con la incursión de la perspectiva técnico-utilitarista del conductismo, a la que se le sumaría luego el creciente papel social desplegado por la psicometría. El conductismo apareció como una nueva y diferente forma de psicología concebida por los norteamericanos sobre la base de sus carencias culturales y bajo la influencia de la biología (también naturalista). Se originó debido a las 19
  • 20. características con que fue implantada la psicología en los EEUU siguiendo el modelo de la biología inglesa, por lo que su rasgo principal fue el experimentalismo animal, aunque también se inspiraron en la física (operacionismo y teorías de campo). Por ello el conductismo fue una concepción diferente y extraña de psicología, totalmente desconectada de su herencia y trayectoria histórica. De hecho, fue anunciada como una antipsicología y su primera misión teórica fue refutar la existencia de la mente y la superioridad del ser humano. Su interés estuvo centrado en legitimar la práctica de la experimentación animal como una ocupación concreta, empleándola como modelo para iniciar el servicio social de la psicología orientada a la modificación conductual. Apelaron a la imposición fanática de las concepciones vigentes sobre la ciencia y su método, anteponiendo la utilidad social como el fin supremo de su disciplina. Por todo ello el conductismo acabó desvirtuando la naturaleza real de la psicología y trastocando todos sus objetivos científicos. Peor aún, eliminó cualquier objetivo epistémico al colocar la modificación conductual como todo fin. De tal manera, entre el rol plenamente utilitario asumido por el conductismo y el psicoanálisis, se consolidó el carácter asistencial-social de la psicología, y la pérdida de su noción original como ciencia o disciplina epistémica, para asumir un claro perfil de tecnología de servicios. La Segunda Guerra Mundial afectó a la ciencia europea y rusa, pero especialmente la alemana, dejando a los EEUU en el predominio exclusivo del escenario científico en pleno crecimiento del conductismo. Así esta corriente se vio favorecida por factores externos e internos, ajenos a sus propias virtudes como disciplina, por lo que pudo esparcirse libre y rápidamente. La consecuencia inmediata para la psicología en América fue la pérdida de su naturaleza científica para convertirse en mera técnica terapéutica, y el inicio de su crisis de identidad. A partir de la posguerra empezaría la descontrolada multiplicación de "psicologías" en el confuso escenario de los EEUU, configurando una gran variedad de especies terapéuticas que exigían el mismo estatus de "nuevas psicologías", pese a que carecían de un mínimo nivel epistémico y teórico aceptable, cuestión que había pasado a un segundo plano en la pragmática cultura norteamericana donde solo se exigían resultados y ganancias. Se enarbolaron conceptos curiosos como "ciencia descriptiva", "ciencia útil" y "ciencia fácil". Al final, el concepto de psicología se extravió en medio de un mercado persa de panaceas curativas y sectas pseudocientíficas y pseudopsicológicas, al punto que ya nadie sabía qué era la psicología. Entonces empezó la discusión sobre su objeto de estudio y surgieron críticas y condenas desde diversos frentes. Lo que ocurrió luego fue el aislamiento del psicoanálisis como una disciplina autónoma y reservada a la psiquiatría, con una vaga influencia en la psicología. Más allá de esto, la psicología aparecía escindida en un segmento conductista empeñado en la sola observación de la "conducta animal", sin distinción de especies y entendiendo la conducta como una acción más del mundo natural, tan igual que el viento o la lluvia; y un segmento creciente interesado en reponer al ser humano con sus virtudes distintivas en el centro del interés de la psicología. A este gran segmento opuesto al conductismo se les conoció como "humanistas", pero en él había toda clase de disciplinas con el mismo formato básico terapéutico-asistencial y las mismas deficiencias en sus fundamentos cognoscitivos. En medio de esta confrontación surgió una extraña controversia teórica debido a la obstinación conductista de negar la mente sin ningún argumento científico. Su negación radicaba en una exigencia de su formato naturalista, pues su modelo solo era viable en los humanos siempre que no existiera 20
  • 21. una conciencia. Algunos autores apelaron a ciertos filósofos que refutaban las tesis de Descartes o concebían los usos del lenguaje como responsables de la retórica sobre lo mental. Lo cierto es que resultaba muy difícil negar algo que es una experiencia clara y directa, para cualquier persona, sobre su propio funcionamiento como ser humano. El psicoanálisis no aportó nada al debate pese a su dedicación a los trastornos mentales y su interés exclusivo en el inconsciente. Pero si existían estos trastornos era obvio que había algo de naturaleza mental susceptible de funcionar mal en el ser humano, y solo en el ser humano. La única noción posible sobre aquel escenario al que llamaban "psicología" en la cultura americana, era la de una disciplina aplicativa social, de perfil curativo- asistencial, de dudosa reputación científica. Pese a todo, la psicología científica real no había desaparecido. En Europa y Rusia la psicología original siguió su desarrollo epistémico gracias a personajes fundamentales como Piaget y Vygotski. Aún en los EEUU algunos autores como Jerome Bruner prosiguieron en la tendencia central de la psicología sin acusar desviaciones tecnicistas o comerciales. Incluso en medio del predominio conductista, en el último cuarto del siglo XX surgieron psicólogos de nueva tendencia que incorporaron aspectos "mentales" en las técnicas conductistas. De otro lado, la psicología ha sido sin duda la ciencia en la que incursionaron los más variados personajes desde las más diversas disciplinas: estadísticos como Spearman hasta ingenieros mecánicos como Thurston, apelaron a las matemáticas como fundamento de los constructos psicológicos, en especial el de inteligencia. Esta tendencia favoreció la proliferación de diversos tests que intentaban medir una gran variedad de aspectos individuales, y que eran validados y sustentados estadísticamente. Así fue como la estadística se convirtió en el principal apoyo espistemológico para cierta clase de psicología que hacía gala de numerosos instrumentos de medición, en una actividad de servicio social. En contraparte, también la sociedad empezó a depender de ellos. Pese a su relativa postergación, la psicología epistémica pura fue ganando protagonismo en los EEUU debido al interés de la informática en la inteligencia artificial y a la necesidad de contar con modelos heurísticos. La única psicología capaz de responder aquel reto fue lo que para entonces se llamó "psicología cognitiva". Al salir de las sombras, esta psicología fue vista por las escuelas terapéutico-asistencialistas como una nueva versión y otra nefasta competencia. Los conductistas le mostraron un rechazo frontal, pues se trataba nada menos que de aquella misma vieja psicología "mentalista" que habían pretendido liquidar y reemplazar a principios de siglo, tachándola de superchería religiosa. Pero como lo han admitido los propios historiadores norteamericanos, el conductismo nunca pudo reemplazar a la psicología debido a que trastocó todos sus objetivos; por tanto, no estaba en condiciones de hacerse cargo de los complejos escenarios humanos (7). Los humanistas, en su amplio y abigarrado espectro, tuvieron la virtud de recuperar al ser humano como objeto principal del interés psicológico rechazando las nociones animalistas del conductismo; pero además recuperaron las funciones psicológicas principales y al hombre sano, en oposición al psicoanálisis que se centraba en los síntomas patológicos y en el inconsciente. Sin embargo, la mayor parte de los humanistas permanecieron en el plano curativo asistencial. El siguiente paso lo dio la llamada "psicología cognitiva" que consolidó como objeto científico el conjunto de cualidades humanas que hacen del hombre un fenómeno único y trascendental en este universo. Así fue como renació la 21
  • 22. psicología original retomando su carácter epistémico y su proyecto científico interrumpido por diversas desviaciones culturales a lo largo del siglo XX. A pesar de su moderna denominación, su modernizado lenguaje y su temática actual, la psicología cognitiva no era una nueva psicología como pretendían serlo todas las demás. Se la llamó "cognitiva" porque en medio del caos, cada psicología precisaba una identificación especial, pero en realidad se trataba de la misma psicología de siempre, retomando su campo original. Un campo que había sido casi completamente abandonado por las diversas psicologías clinico-asistenciales y administrativo- utilitarias, y satanizado por el cientificismo físico-naturalista. Aunque la psicología cognitiva fue vista como una competencia, no tenía productos curativos que ofrecer. No obstante muy pronto apareció una versión terapéutica que adaptó algunas técnicas conductistas generando el formato cognitivo-conductual, que le dio un sentido psicológico a las técnicas animalistas del conductismo primigenio. Finalmente, luego de su reingreso, la psicología cognitiva fue haciéndose un lugar cada vez más importante y amplio hasta ganar la primacía, recuperando así el sentido original de la psicología antes de concluir el siglo XX. De todos modos, algunos insisten en llamar al siglo XX como el siglo perdido por la psicología. El gran problema que se planteaba para la psicología en los inicios del siglo XXI era ¿cómo recuperar el campo psicológico invadido por una multitud de extravagantes predicadores y mercachifles de la sanación? ¿Cómo recuperar el prestigio de la psicología como una ciencia epistémica y no sólo como una colorida amalgama de técnicas diagnósticas y terapéuticas? Pero más aun: ¿Cómo reorganizar los conceptos y hacer una limpieza en todo el enredado campo teórico acumulado a lo largo de siglo y medio? Esos eran y siguen siendo los retos de la psicología en los inicios del siglo XXI. La cultura ha hecho su propio trabajo caótico y es parte de lo que debemos explicar y superar. Creemos que esto se logrará de una manera natural y fácil en el instante en que concordemos en los puntos esenciales de una epistemología de la psicología. Pero es necesario dar el primer paso que es la comprensión de nuestro proceso histórico-formativo. Además de sacar a relucir su condición de ciencias o filosofías, las escuelas terapéutico-asistencialistas ampliaron los objetos y los conceptos creando un confuso escenario que se asumía como "psicología", así sin más. En medio de una competencia por la originalidad, en la que unos apostaron por creencias cientificistas y otros por creencias culturales, hubo algunas que se mezclaron con disciplinas orientales. Las ofertas psicológicas incluían técnicas de observación y registro riguroso de la conducta, con planificación de tareas, hasta técnicas de regresión con repetición del nacimiento y del grito primal. Había enfoques neoreichianos que reorientaban la energía sexual, regresiones a vidas anteriores y revisiones cientológicas, aparecieron etiquetas curiosas como la "integración holonómica", se probaron drogas alucinógenas (desde el LSD hasta la ayahuasca) para tener experiencias psicodélicas y acceder a otros estados de conciencia, ganar visión remota con proyecciones astrales, etc. Otros aseguraban tener el software de los genios y ofrecían instalarlo en el cerebro de cualquiera dispuesto a comprar el producto. La prédica para convertir a las personas en líderes y ejecutivos exitosos en un mundo cada vez más competitivo tuvo variados formatos 22
  • 23. pseudopsicológicos. Se generaron inmensas fortunas ofreciendo la reingeniería mental que convertiría a cualquier persona en un hombre de éxito. Surgieron los gurús del pensamiento efectivo junto con nuevas filosofías de la vida basadas en un hedonismo fundamental: "si te gusta, hazlo". Uno podría preguntarse ¿cómo es posible que todas estas versiones contradictorias que van desde los enfoques rígidamente metodológicos y pseudocientíficos, hasta los espiritualistas y ocultistas subsistan todas al mismo tiempo sin aniquilarse mutuamente? Ocurre que esta fabulosa variedad de propuestas curativas se apoya básicamente sobre una comunidad de creyentes, especie de cofradías cerradas a la manera de sectas religiosas. Todas ellas se sustentan en algún dogma de fe y una promesa de salvación; pregonan su propia verdad y adoran a sus propios profetas con hartas dosis de fanatismo y culto a la personalidad, actúan centradas en sí mismas sin intenciones de mezclarse con los demás; manejan sus propios valores y creencias, y por tanto exhiben sus propias credenciales de ciencias o filosofías. El modelo típico de estas "escuelas psicológicas" consta de un líder-gurú carismático y generalmente fundador, con al menos un libro básico y una secta de seguidores fanáticos que difunde el credo y mantiene activa la logia, a través de actividades académicas o rituales de sanación y una frondosa publicidad. Muchas de ellas están convertidas en exitosas empresas dedicadas al negocio de la sanación, la formación de líderes y la capacitación en la doctrina. Emplean un lenguaje particular con sus propios conceptos emblemáticos. Algunas escuelas han logrado ganar cierto prestigio social y dominan amplios territorios, llegando a comprometer a países enteros. Por ejemplo, el conductismo en México y el psicoanálisis en Argentina. Todo esto surgió, inevitablemente, a causa de la confusión que generó el proyecto de una psicología científica en medio de una cultura que aún mantenía criterios oscuros sobre la ciencia, sumada a la ausencia de una corriente central que orientara las ideas y mantuviera los criterios unificados para reconocer lo que era psicología. Antes de finalizar el siglo XX llegaron las tendencias unificadoras. Aunque la mayoría de ellas propugnaba el eclecticismo, algunas pretendieron ser la expresión de una psicología holística, integradora de los aspectos materiales y espirituales del ser humano, pero siempre desde un enfoque terapéutico curativo asistencial. Ken Wilber se presentaba a sus seguidores explicando que "los diversos enfoques psicológicos comparten un mismo objetivo: el logro de una personalidad sana, integrada y adaptada al medio" (8). Ese fue, en efecto, el objetivo general de todas las psicologías del siglo XX en Norteamérica. La noción mayoritaria y dominante de la psicología fue la de una disciplina meramente aplicativa, orientada al servicio social con sentido asistencial pero con escasa credibilidad, que trataba de ocultar su pobre reputación científica refugiándose en una maleza filosófica. Algunos la criticaron por ser una disciplina alienada, al servicio del establishment, encargada de encaminar a las personas por los cauces del sistema dominante que determinaba las metas y los criterios de salud y normalidad, que exigía líderes, gerentes competitivos, vendedores agresivos, trabajadores comprometidos, clientes fieles y personas capaces de adaptarse al medio. En todo caso, la psicología se encargaría de seleccionar a los más aptos para el mecanismo social y económico. Así la psicología acabó como una simple ocupación administrativa al servicio del sistema cultural imperante. 23
  • 24. La consolidación final de la gran crisis de la psicología en el siglo XX llegó con los libros de texto. Muchos libros eran perfectos escaparates del caos psicológico, pues se limitaban a mostrar inocentemente todo lo que había en el escenario con el nombre de psicología. Libros muy consultados como "psicología para todos" eran joyas de la desinformación, que nunca proporcionaban una idea cabal sobre lo que es la psicología realmente. Y no lo podían hacer porque eran parte del mismo proceso cultural anómalo que se había iniciado con el siglo XX como un aporte de la cultura norteamericana orientada al mercado, y como resultado del cientificismo. Algo que valdría la pena revisar aunque sea brevemente. Para entender correctamente la crisis de la psicología, es indispensable tener en cuenta el tremendo abismo que existía entre la cultura europea y la norteamericana a fines del siglo XIX e inicios del XX. Entre Europa y Norteamérica no solo había un océano. Europa poseía una sólida tradición filosófica de varios siglos que daba soporte a su actividad científica, la que al mismo tiempo alimentaba la reflexión filosófica. De este modo, desde los filósofos griegos hasta los científicos alemanes, la psicología estuvo desarrollándose a lo largo de dos mil trecientos años de reflexión y un siglo de investigación científica elemental, pues en el siglo XIX se había iniciado ya la labor de investigación científica de la psicología bajo el formato de una fisiología de las percepciones. Así fue como Wundt estableció formalmente un laboratorio exclusivo para la psicología en 1879. Este solo hecho fue resaltado por el cientificismo de la época sin prestar mayor atención a la obra de Wundt, quien hizo importantes avances en la comprensión de la conciencia y la cultura. Pero todo ese enorme progreso se truncó debido a las dos guerras mundiales que devastaron Europa y trasladaron el predominio mundial a los EEUU. Y fue allí cuando cambió la suerte del mundo y... de la psicología. Por desgracia, EEUU era a inicios del siglo XX un territorio sin prácticamente ninguna tradición filosófica y con una tímida ciencia naciente. Lo que más había florecido eran inventos tecnológicos propios de una sociedad puritana obsesionada con el progreso. La ciencia era todavía un proyecto en marcha, iniciado con la instalación de laboratorios y la enseñanza del método naturalista de investigación importado de Inglaterra, aunque el interés norteamericano se centraba mayormente en la producción tecnológica. La curiosísima cultura americana parecía ser el lado reverso del mundo. Habían desarrollado una antifilosofía que predicaba en contra de los "enredos teóricos" y propugnaba acciones directas y efectivas con actitudes pragmáticas antes que reflexivas. Por tanto, dictaminaba que el fin de toda disciplina era el servicio directo a la sociedad. En medio de esa atmósfera cultural generaron una antipsicología que negó todo el mundo subjetivo humano para ocuparse de observar y tabular conductas en animales, buscando relaciones entre estímulos y respuestas bajo el modelo clásico de causa-efecto. Finalmente reformaron la concepción de la ciencia para someterla a sus necesidades tecnológicas de control y dominación social. El espíritu de la humanidad parecía haber sido capturado por los norteamericanos y colocado dentro de una jaula para su sola exhibición. Luego, esta parte del mundo se vería transformada por las visiones utilitaristas y efectistas de los norteamericanos, convertidos ya en dueños de Occidente, lo cual generó un nuevo fenómeno cultural llamado "alienación". Es decir, copiar el modo de ser de otras culturas a las que se considera superiores. Pero en muchos aspectos, los americanos no lo eran. 24
  • 25. Pese a ser una explícita disciplina antipsicológica, el conductismo fue esparcido como una "psicología científica" por fundarse en el afamado método naturalista propio de la biología. Además tenía todo el interés depositado en la producción de técnicas de control conductual. Más tarde, el florecimiento de diversas propuestas psicológicas orientadas todas hacia un mercado creciente de la salud, el bienestar y el perfeccionamiento individual, fue el resultado de la cultura americana dirigida a los servicios y negocios. Junto con el boom del conductismo, el modelo de la comida rápida llegó a las ciencias sociales y las técnicas se entregaban con variedad de marcas y modelos. Apareció la "Teoría Fundamentada", una especie de maquinaria metodológica con la que se podían generar "teorías científicas" automáticamente. Por su parte, el conductismo ofrecía técnicas para controlar a la sociedad y generar culturas a pedido. La influencia del éxito en la guerra incrementó aún más el culto norteamericano por su tecnología, supeditando la ciencia a sus requerimientos tecnológicos y estos a los comerciales. La psicología no pudo escapar de este destino pues el conductismo y la psicometría habían abandonado la linea epistémica para transformarse en técnicas utilitarias al servicio de los intereses del mercado, en especial mediante la medición. Luego del desvarío conductista sobrevino el descalabro total de la psicología americana que acabó saturada con una variedad infinita de productos curativo-asistenciales, invocando el nombre de la psicología en un caótico mercado persa de panaceas. Lo fundamental de este análisis es destacar con mucha nitidez el gran giro que experimentó la psicología en su paso de Europa a América. Este giro consistió en el abandono del sentido epistémico original de la psicología para asumir un nuevo cariz aplicativo social. En otras palabras, luego de ser una ciencia unitaria y milenaria interesada en el misterio de las cualidades humanas, pasó a ser un conglomerado de técnicas aplicativas muy concretas, improvisadas alrededor de cualquier idea interesante al rededor de la medición o del tratamiento de los males individuales, o de la transformación de la persona en uno de los modelos apetecidos por la sociedad. La psicología en América pasó de ser el más caro proyecto de la humanidad por descubrirse a sí misma, a convertirse en la feria comercial más grande en torno al ser humano asumido como cliente y sujeto de mediciones y prácticas curativas o de repotenciación. Paradójicamente fue la aparición de la tecnología informática la que facilitó la recuperación de la psicología original en los EEUU, pues sirvió como una evidencia real (objetiva) del procesamiento de información. Las computadoras permitieron reflexionar en la posibilidad de máquinas inteligentes, capaces de aprender. Las discusiones en torno a la inteligencia artificial y al procesamiento de información mediante reglas lógicas programadas en una memoria, facilitaron la comprensión de una psicología que pretendía hacer lo mismo en los seres humanos. Entonces se llamó "psicología cognitiva" a la psicología que intentaba explicar los procesos mentales que daban lugar a la conducta. Sin embargo, eso había sido siempre la psicología, desde los tiempos griegos. A continuación llegó la tecnología de imágenes que revolucionó las neurociencias y permitió el estudio directo de los procesos mentales. Con todo esto, la mente dejó de ser un espejismo y un mito, como lo calificaron los conductistas. A fines del siglo XX, se produjo en los EEUU una infinidad de estudios muy valiosos en torno al funcionamiento cerebral, el conocimiento humano, el pensamiento y la conciencia, dando paso a la formación de la llamada "ciencia cognitiva", como un 25
  • 26. campo interdisciplinario. A todo esto se le sumó una renovada filosofía de la mente que desde diversos enfoques ha permitido reiniciar el estudio de la conciencia, sin los fantasmas y temores que se generaron en el siglo XX por parte del cientificismo naturalista. Además de todo esto, en el último cuarto del siglo XX se consolidaron diversas disciplinas psicológicas netamente epistémicas al rededor de la llamada psicología cognitiva. Estas fueron, por ejemplo, la psicología cultural, la antropológica y la evolutiva, entre otras. Incluso se han vuelto a reiniciar algunos estudios clásicos como el del lenguaje y el pensamiento, pero a partir de las modernas visiones. En realidad, es de esperar que se revisen todos los estudios clásicos de la psicología desde las modernas perspectivas, con la consecuencia inevitable de tener que abandonar algunos conceptos paradigmáticos de la vieja era. Todo parece indicar que este será en el futuro el eje sobre el que empezará a girar la moderna y real psicología científica. Se han recuperado los tres componentes básicos: su carácter epistémico, su campo original de estudio y el aporte de la filosofía. A ello debemos añadir la recuperación de su carácter interdisciplinario, perdido en el siglo XX. Contamos además con algo que hace un siglo no se tenía: tecnología que permite la exploración e investigación de la actividad cerebral, software que grafica la lógica del pensamiento y facilita la construcción de modelos computacionales de la mente, exploración de la actividad mental sobre realidad virtual, etc. Pero sobre todo, se han sepultado los dogmas cientificistas que paralizaron a la psicología durante gran parte del siglo XX desviándola y desvirtuándola. Y algo más: hemos dejado de lado la discusión absurda sobre la existencia de la mente, reiniciado una intensa tarea de reflexión filosófica sobre la conciencia, al mismo tiempo que se ha reiniciado su estudio científico desde diversos frentes. Ahora bien, ¿cuál es la importancia de revisar toda esta historia? Pues la necesidad de comprender lo que la psicología es y responder a la pregunta planteada en el subtítulo. Y en tanto que la psicología es un producto cultural, no basta con proponer una definición como respuesta sino que se hace necesario recorrer su proceso generativo e histórico. Los procesos culturales no son productos acabados sobre los que se pueden dar definiciones. Hay que entenderlos en su magnitud histórica. Es imposible pretender una epistemología de la psicología sin antes comprender lo que es, desde una amplia perspectiva cultural. La epistemología, como una filosofía de la psicología, no puede involucrarse con el proceso de la psicología, no puede referirse a una sola expresión de ella, ni puede detenerse en los meandros generados a lo largo de su recorrido sinuoso. Es deber de una epistemología referirse a todo ese proceso histórico-cultural desde donde hoy emerge una imagen desfigurada de la psicología, pero que gracias a esa perspectiva general podemos reconstruir. Esa es la primera labor que tenemos que emprender para lograr una adecuada epistemología de la psicología. La imagen actual es la que tenemos después de un accidente histórico, similar a la que hay luego de un accidente de tránsito. Es preciso abarcar el extenso proceso histórico cultural completo y entenderlo todo: desde las motivaciones originales de los griegos hasta las expectativas actuales, pasando por los intereses y errores que afectaron su curso. Es responsabilidad de la epistemología explicar esas deformaciones y accidentes, antes de intentar formalizar una estructura epistémica de referencia que sirva como guía en el futuro. Luego de recorrer el camino histórico de la psicología, necesitamos detenernos un momento en el análisis de los primeros objetos de estudio asumidos por la psicología en su corto espacio como proyecto científico. Es necesario entender que no todo lo que surgió como proyecto psicológico fue un verdadero logro científico. En medio de la 26