1. Universidad Fermín Toro
Vice-Rectorado Académico
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Escuela de Comunicación Social
Reseña sobre el primero de los ''Jueves de Bomba''
Alumno: Luis Henriquez
CI: 25.145.633
Sección: M-743
2. Aquel jueves 12 de Junio comenzó como cualquier otro en la Universidad Fermín Toro, poco
antes de las 7 de la mañana los estudiantes de las distintas carreras accedían al recinto
universitario cómo de costumbre y hasta el momento nadie imaginaba que la jornada de aquel
día sería el comienzo de una herida dolorosa que con jocosidad llegamos a llamar ''Los jueves
de bomba''.
Al hablar de un Jueves de bomba, los estudiantes no se referían a un globo o a cualquier
artefacto que se le parezca sino exactamente a las bombas de gases lacrimógenos lanzadas en
la universidad durante tres jueves distintos de aquel nefasto semestre del año 2014.
El Gas lacrimógeno es una especie de arma química que comenzó a usarse aproximadamente
desde la primera guerra mundial para neutralizar enemigos causándoles ceguera temporal,
irritación en la garganta, lagrimeo constante y en altas concentraciones pudiese causar la
asfixia, lo que conllevaría al afectado a sufrir de un desmayo.
El uso de este tipo de arma química es autorizado por la Organización de las Naciones Unidad
(ONU) ya que a pesar de sus efectos de perturbación del sistema respiratorio posee una baja
toxicidad y es eficaz en el control de manifestaciones o disturbios, sin embargo, luego de los
acontecimientos posteriores al 12 de Febrero de 2014 donde las manifestaciones enmarcadas
en el plan ''La Salida'' hicieron presencia en gran parte del territorio nacional, un inescrupuloso
grupo de estudiantes se hizo con un lote de bombas de la Guardia Nacional Bolivariana que
posteriormente usarían para generar caos en las universidades.
Tal y como lo apunté anteriormente, la mañana transcurrió con normalidad, con la salvedad
de que el extraño suceso se presentó aproximadamente a las 11:20 Am, posterior a la
detonación del artefacto en las escaleras entre el 2do 3er piso, fueron los mismos estudiantes
quienes se encargaron de correr el alarmante anuncio entre las distintas aulas de toda la
edificación.
El éxodo comenzó como se esperaba, entre miedo, gritos, empujones e incertidumbre el grueso
de los estudiantes bajaba corriendo a través de las escaleras del recinto, mientras un porcentaje
reducido se resistía a bajar y por el contrario subía hasta la azotea de la institución.
En planta baja el panorama no era nada esperanzador, entre el humo grisáceo restante y tras
una diminuta puerta que separaba el boulevard del estacionamiento se encontraban cientos de
estudiantes sufriendo los efectos de este inefable gas, los menos afectados trataban de ayudar
y auxiliar a sus compañeros mientras aquellos que inhalaron grandes cantidades del gas
permanecían acostados en el suelo al borde del desmayo.
La ayuda no se hacía presente, decenas de féminas eran cargadas por sus compañeros hasta
lugares con mayor ventilación en busca de purificar sus pulmones, algunas otras clamaban por
agua potable para aliviar la ardiente resequedad en la garganta. Paralelo a esto, quienes huyeron
a tiempo observaban con impotencia el desastre en que estaban sumidos y con rabia y sed de
justicia buscaban culpables y responsables.
3. Tal y como se esperaba las actividades fueron suspendidas por el resto del día, sin embargo,
esto desde luego no aliviaba los trágicos segundos que se vivieron, la impotencia, el dolor y el
sufrimiento de quienes por alguna u otra razón se encontraban en el lugar, no desperdiciando
tiempo o malgastando sus vidas sino preparándose como profesionales.
Un importante General de la República del cual evidentemente resguardaré su identidad
exclamó con firmeza: Para mi, quién cometió esa horror debe estar preso, porque quien atenta
contra una vida de esa forma, es capaz de causar la muerte. Tal afirmación no parece estar
alejada de la realidad ni carecer de lógica, cosa que reforzaba la creencia de que era justo pedir
justicia, por redundante que suene.
Lo más triste de toda esta reseña es quizá destacar que este terrible incidente se repitió en dos
oportunidades más. Ante esto, los estudiantes inmersos en el miedo y la incertidumbre cargaban
consigo con vinagre o Maalox (medicamento para la digestión) para contrarrestar los posibles
efectos del lanzamiento de una bomba de gas lacrimógeno, no obstante, la vigilancia privada
contratada para prevenir estos hechos decomisaba estos artilugios al hacer la bochornosa y
denigrante revisión a los bolsos de todos los estudiantes en plena entrada de la Universidad.
Trascendió a través del Vice-Rector Académico Pedro Briceño que los autores del lanzamiento
de bombas estaban plenamente identificados por las autoridades universitarias y que se pondría
una denuncia en el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC)
A fin de que la justicia venezolana hiciera lo propio con ellos.
Sin embargo, meses después estando el asunto aclarado y siendo los nombres de los
responsables del dominio público, aun se les aprecia caminando a sus anchas por los pasillos
de la institución, cosa que indigna y causa molestia en la población estudiantil que sufrió estos
atentados contra la paz y el libre desenvolvimiento de la vida universitaria.
Como consideración final, me permito hablar en nombre de la población estudiantil, aquella
que acude a las aulas de clase en busca de conocimiento y aprendizaje que sea de provecho
para su vida profesional, un recinto sagrado como lo es una universidad no debe ser en ninguna
circunstancia objeto de vandalismo, anarquía o destrucción sino todo lo contrario, paz,
conocimientos y vida plena para profesores y estudiantes.