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Lanaturaleza
del prejuicio
T E M A S DE EU D EB A / SO C IO L O G IA £U1>£BA E D IT O R IA L U N IV E R SIT A R IA D E BU E N O S AIRES
T ítu lo d e la ob ra original:
T h e N ature of Prejudice
Addison-Wesley Publishing Company, Inc.
Cambridge, Massachusetts, 1954
T raducida de la tercera edición (1955) por
R ic a r d o M a l f é
La revisión técnica estuvo a cargo de
E l ís e o V e r ó n
(X -
, Cuarta edición: agosto de 1971
V-y J
m EL AÑO DEL SESQVICENTENARIO
DE LA FUNDACION
DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
© 1962
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES - RIVADAVIA 157I/7S
Sociedad de Economía Mixta
Fundada por la Universidad de Buenos Aires
Hecho el depósito de ley
IMPRESO EN LA ARGENTINA — i>ICINTKD IN ARCP.NTINA
PREFACIO
Los hom bres civilizados han logrado un considerable dom tm o
sobre la energía, la m ateria y la naturaleza inanim ada en general, y
están aprendiendo rápidam ente a ejercer control sobre el sufrim iento
físico y la m uerte prem atura. Pero, p o r e t corítrano, en lo que s
refiere al m anejo de las relaciones hum anas es com o st vw iéfam os
todavía en la E dad de la Piedra. N uestro déficit en cuanto a conoci­
m ientos sociales parece invalidar a cada paso nuestro ^ o g reso en
el cam po de los conocim ientos físicos. El su perávit de riquezas acu­
m ulado po r la hum anidad com o consecuencia de la aplicaaón ae
las ciencias naturales resulta virtualm ente anulado p o r el costo ae
los arm am entos y de las guerras. L os adelantos en la ciencia ^ ^ c a
se ven am pliam ente contrarrestados p o r la pobreza q u e resulta de
la guerra y de las barreras com ercialt» erigidas po r el odio y el m ieao.
En un m om ento en que el m undo entero sufre el pánico pro­
vocado por la rivalidad ideológica entre el Este y el Oeste caaa
rincón del planeta carga con su form a especial de anim osidad. Los-
m usulm anes desconfían de los no m usulm anes. L os judíos que es­
caparon del exterm inio en Europa Central se encuentran rodeados
por el antisem itism o en el nuevo E stado de Israel. Los refugiados
lairan por tierras inhospitalarias. Gran parte de los individuos de
color que p u eb la n 'la tierra sufren hum illaciones provenientes de
los blancos, que han inventado una fantasiosa doctrina rom ta para
iustificar su actitud condescendiente. La m araña de prejuicios en
los Estados U nidos es quizá la mds intrincada de todas. M ientras
que algunos de estos antagonism os interm inables parecen basarse
en un conflicto real de intereses, la m ayoría, lo sospechamos, es
producto de tem ores im aginarios. Sin em bargo, los tem ores im a­
ginarios pueden provocar sufrim ientos reales.
1785
J J y odios entre grupos no constituyen nove­
dad alguna. L o nuevo, si, es el hecho de que la tecnología haya
determ inado que estos grupos estén fastidiosam ente próxim os. Ru-
ita ya no es el rem oto país de las estepas; está acá nomás. L os Esta-
dos U nidos ya no quedan lejos del Viejo M undo; están ahí nomás,
con su P unto IV , sus películas, su Coca Cola y su influencia política.
N aciones que antes vivían en un seguro aislam iento, separadas por
el m ar o las m ontañas, están ahora expuestas al contacto m utuo a
través d e l aire. La radio, los aviones de retropropuU ión, la televisión,
los paracaidistas, los préstam os internacionales, las migraciones de
posguerra, las explosiones atóm icas, las películas, el turism o (todos
productos de la época m oderna) han puesto a los grupos humanos
en contacto recíproco. T odavía no sabem os cóm o ajustarnos a nues­
tra nueva proxim idad m ental y m oral.
Sin em bargo la situación no carece de aspectos prom isorios.
E l prin cipal reside en el sim ple hecho de que la naturaleza humana
parece preferir en general una perspectiva de bondad y am istad a
otra de crueldad. En todas partes, los hom bres norm ales rechazan,
p o r prin cipio y p o r preferencia, el cam ino de la guerra y la destruc­
ción. L es gusta vivir en paz y am istad con sus vecinos; prefieren
am ar y ser arriados antes que odiar y ser odiados. La crueldad no
es un rasgo hum ano que despierte sim patías. H asta los jerarcas
nazis juzgados en N urem berg pretendieron no haber tenido conoci-
m e ^ to de las prácticas inhum anas de los cam pos de concentración.
R ehusaban a d m itir la parte de responsabilidad que les correspon­
día porqu e ellos tam bién querían ser considerados com o seres
humanos. D urante la torm enta bélica nuestros deseos y esperanzas
están puestos en la paz, y aunque prevalezca la anim osidad, el peso
(te la aprobación hum ana recae sobre el establecim iento de vínculos.
M ientras persista este dilem a m oral, quedan esperanzas de que pue-
da resolvérselo de un m odo u otro y de que pueda lograrse el triun­
fo de los valores que se oponen a l odio.
R esulta especialm ente alentador que en años recientes gran
num ero de hornbres hayan llegado al convencim iento de que la inte­
ligencia científica pu ede ayudarnos a resolver el conflicto. La
teología siem pre ha considerado la oposición entre la naturaleza
destructiva del hom bre y sus ideales com o una consecuencia del
pecado^original que se resiste al proceso redentor. A pesar de todo
lo válido y expresivo que pueda ser este diagnóstico, se le ha egresa­
do hace poco la convicción d e que el hom bre pu ede y debe em plear
su inteligencia com o una ayuda para lograr su redención. Los hom ­
bres dicen: “H agam os un estudio objetivo del conflicto en el m edio
cultural e industrial, entre personas de diferente color y de diversas
razas; busquem os las raíces del prejuicio y encontrem os m edios con-
^retos para instrum entalizar los valores fraternales de los hombres."
D esde el fin de la segunda guerra m undial, las universidades de m u­
LA Ná TURALETA d e l PREJUICIO
8
chos países han dado renovada im portancia a esta concepción, bajo
distintos nom bres académicos: ciencias sociales, desarrollo hum ano,
psicología social, relaciones humanas, relaciones sociales. A pesar
de su denom inación insegura,, la nueva ciencia está logrando consi­
derables progresos. Se la ha acogido favorablem ente, no solo en uni­
versidades, sino tam bién en escuelas públicas, iglesias, industrias pro ­
gresistas y dependencias oficiales, así com o en los organismos inter­
nacionales.
D urante las dos últim as décadas se han hecho en este cam po
estudios más sólidos y esclarecedores que a lo largo de todos los si­
glos anteriores. Por cierto que las grandes líneas éticas para la
conducta hum ana fueron expresadas hace m iles de años en los gran­
des sistem as de fe que sustenta la hum anidad, pues todos ellos esta­
blecen la necesidad y la justificación de la fraternidad entre todos los
seres humanos. Pero esos credos fueron form ulados en días en que
la existencia social era de tipo nóm ade o pastoril, en épocas de
pastores y reyezuelos. Para poder ponerlos en práctica en una edad
técnica, en esta era atóm ica, es necesario que aum ente nuestra com ­
prensión de los factores que determ inan el odio y la to le ra n ci^ Es
falsa la opinión de que la ciencia debe dedicarse al progreso m ate­
rial, dejando a la naturaleza hum ana y a las relaciones sociales aban­
donadas a un sentido m oral innato, sin guía. Ahora sabem os que los
avances técnicos, po r sí solos, crean más problem as que los que
resuelven.
La ciencia social no pu ede superar de la noche a la m añana los
daños provocados p o r la tecnología desenfrenada, ni tam poco está
en condiciones de repararlos con la rapidez deseada. L levó años de
labor y m iles de m illones ele dólares obtener el secreto del átom o,
pero, aún mayores habrán de ser las inversiones necesarias para des­
cubrir los secretos de la naturaleza irracional d el hom bre. A lguien
ha dicho que es más fácil destruir un átom o que un prejuicio. E l
cam po d e intereses de las relaciones hum anas es en extrem o am plio.
E l trabajo arranca necesariam ente de varios pu ntos iniciales y se
refiere a muchas áreas de la asociación hum ana: la fam iliar, la salud
m ental, las relaciones industriales, las negociaciones interruicionales,
la educación ciudadana son unas pocas de las que podem os m en cio n c ^
E l presente volum en no fneten de abarcar la totalidad de Ta
ciencia d e las relaciones humanas. Solo intenta esclarecer un factor
particular subyacente: la naturáU za del prejuicio hum ano. Pero
este factor es básico, porqu e sin el conocim iento de las raíces de la
hostilidad no podem os abrigar la esperanza de em plear nuestra in te­
ligencia de m odo efectivo en el control de su destructividad.
Cuando hablam os del prejuicio es probable que pensem os en
el "prejuicio racial’’. Ésta es una asociación de ideas desafortunadas,
porqu e a lo largo de la historia los prejuicios alentados p o r el hom ­
bre han tenido poco que ver con la raza. E l concepto de raza es re-
PREFACIO
cíente, apenas tiene un siglo de antigüedad. Casi siem pre el pre­
ju icio y la persecución han tenido otro fundam ento; a m enudo se
han basado en la religión. H asta hace poco tiem po los judios eran
perseguidos sobre todo p o r su religión, no p o r su raza. Los negros
sufrieron la esclavitud, en prim er térm ino porqu e en ese estado
proporcionaban una ventaja K onóm ica, pero la justificación racio­
nal tom ó una form a religiosQ¿Jeran paganos po r naturaleza, presun­
tos descendientes de Cam , e lh ijo de N oé, y condenados po r éste a
ser eternam ente los siervos de los siervos". E l concepto de raza,
tan popu lar hoy en dia, es en realidad un anacronismo. Autf^pe
alguna vez hubiera tenido aplicación ya casi no la tiene, debido-a
la infinita dilución de los linajes hum anos producida p o r  l cru­
zam iento.
¿Por qué, entonces, se hizo tan popu lar el concepto de razát
En prim er térm ino, la religión perdió .buena parte de su celo piro-
selitista y m ucho, p o r lo tanto, de su valor para indicar la pertenencia
a grupos. Adem ás, la sim plicidad de la "raTUi" proporcionaba una
marca inm ediata y visible, o p o r lo m enos asi se pensó, para seña­
lar a las victim as de la aversión. Y la ficción d e la inferioridad racial
se transform ó en una justificación aparentem ente irrefutable del pre­
juicio. T enia el sello de la finalidad biológica y evitaba a la gente
el trabajo de exam inar las com plejas condiciones económicas, cul­
turales, políticas y psicológicas que intervienen en las relaciones en-
tre grupos.
En la m ayoria de los casos, el térm ino "étnico” es preferible al
térm ino “taza". L o étnico com prende características grupales que
pu eden sef, en diferentes proporciones, de índole física, nacional,
cultural, lingüística, religiosa o ideológica. A diferencia de "ram",
■el térm ino .carece de referencia a la unidad biológica, condición que,
en realidad, es raro que caracterice a los grupos que son blanco de
prejuicios. :Es cierto que lo ‘'étnico" no se extiende con facilidad a
los grupos ocupacionales, políticos, o de -clase o casta, n i a los dos
sexos; agrupam ientos que tam bién son víctim as de prejuicios.
V D esdichadam ente el léxico referente a los grupos humanos es
pobre. H asta que las ciencias sociales no ofrezcan una taxonom ía
m ás perfeccionada no - podrem os hablar con la precisión con que
desearíam os hacerlo. Sin em bargo, es posible evitar el error de refe­
rirnos a la "raza" cuando ese térm ino no corresponde. Com o Ashley-
M ontagu ha dicho insistentem ente, esa' palabra es una rém ora per­
turbadora en las ciencias sociales. N os esforzaremos p o r usarla,
cuando lo hagamos, de un m odo debidam ente lim itado. Para gru­
pos caracterizados p o r cualquier form a de cohesión cultural em plea­
rem os "étnico", pero a veces serem os culpables, posiblem ente, de una
extensión excesiva, d el sen tido de este térm ino, de suyo am plio.
Es un grave «rror adscribir el prejuicio y la discrim inación a una
sola fuente originaria, ya sea ésta la explotación económ ica, la estruc­
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
10
tura social, las costum bres, el m iedo, la agresión, los conflictos
sexuales, o cualquier otra que se prefiera. E l prejuicio y la discri­
m inación, com o verem os, pu eden aUmentarse de todas estas condi­
ciones y de otras m uchas más.
Si bien la existencia de una causalidad m ú ltiple es el prim er
concepto que querem os inculcar, el lector pu ede preguntarse con
toda razón si el m ism o au tor no traiciona una inclinación psicoló­
gica involuntaria. ¿Hará justicia acaso a los com plejos factores eco,
nóm icos, culturales, históricos y situacionales im plicados en el pro­
blema? ¿No estará predispuesto, p o r hábito profesional, a acentuar
el papel que juega el aprendizaje, y los procesos cognitivos y de
form ación de la personalidad?
Es cierto que yo creo que solam ente den tro d el nexo de
personalidad podem os hallar el m odo efectivo de
tores históricos, culturales y económ icos. Solo si las costum bres se
incorporan de algún m odo al núcleo de las vid<u individuales se
transformarán en agentes eficaces, porqu e son unicam ente los in di­
viduos quienes pu eden sen tir am ugonism o y practicar la discrim i­
nación Sin em bargo, la "causalidad" es un térm ino am plio y
nosotros podem os (y debem os) reconocer la existencia de una
etiología sociológica de vasto alcance, así com o la de u ^ causalidad
inm ediata que radica en las actitudes individuales. H e tratado de
presentar especialm ente en el capítulo X I II una exposición equ ili­
brada de los diversos niveles de causalidad, aun cuando señalo con
especial y reiterado énfasis la im portancia de los factores psicològi­
c i Si, a pesar d e m is esfuerzos, el resultado sigue pareciendo u nila­
teral, confío en que la crítica m e señale los puntos, en que esa falla
se hace evidente. , , ' i
A pesar de que las investigaciones y ejem plos de este volum en
se basan sobre todo en el m edio social norteam ericano, creo que el
análisis que hacemos de la dinám ica del p r e j u ic io tiene
versal. Por cierto que las form as en que
varían considerablem ente en cada país: las victim as
las mismas; tam bién difieren las actitudes
con los grupos m enospreciados, asi com o las acusaciones y es
pos. Sin em bargo, los datos con que contam os acerca de otros paí­
ses indican que las causas y correlatos básicos son S u é l­
eos. G ardner M urphy llega a esta f i i ”X e
ligación sobre las tensiones de grupo en la India. Su libro In the
M inds of M en tiene im portancia a este respecto. D e ig m l m odo
otros estudios realizados p o r organism os dependientes de las N ac
nes Unidas abonan este pu n to de vista. Y la
ya esté dedicada al estudio de las prácticas de hechicería, de í«
al clan, o de las costum bres guerreras, sugiere que, si
del prejuicio, asi com o su expresión, varian grandem ente, la diná
PREFACIO
11
m ica subyacente es m uy sem ejante en todos lados. Esta hipótesis
orientadora parece firm e, pero no debem os considerarla concluyente
Futuras investigaciones intercuH urales m ostrarán seguram ente que
la im portancia y el tipo de los factores causales varían m ucho en las
diferentes regiones, y quizás haya que agregar a las que exponem os
en esta obra otras im portantes causas.
A l escribir este libro he tenido presente dos grupas de lectores
a quienes creo profundam ente interesados en el tema. E l prim ero
com prende a los estudiantes universitarios de todos los paües que
m uestran una creciente preocupación po r los fundam entos sociaies
y psicológicos de la conducta hum ana, y buscan el auxilio de la
ciencia para lograr el m ejoram iento de las relaciones de grupo. El
segundo está form ado p o r ese conjunto cada vez m ayor d e ciuda­
danos adultos y de lectores com unes a los que incita la m ism a pre­
ocupación, aunque su interés pueda ser en general m enos teórico
y más inm ediatam ente práctico. Pensando en estos dos grupos, be
escrito m i exposición de una manera bastante elem ental. H e tenido
que sim plificar inevitablem ente algunos puntos, aunque espero no
haber llegado p o r ese m otivo a falsear su validez científica.
T an grande es el ferm ento investigador y teórico en este cam po
que, en cierto sentido, pron to nuestra exposición perderá actua­
lidad. N uevos experim entos reem plazarán a los antiguos, y asim ism o
se perfeccionarán las form ulaciones de diversas teorías. Sin em ­
bargo, hay un aspecto en el que espero que este libro tenga un
valor más perdurable, y es su prin cipio de organización. H e tratado
de ofrecer un m arco d e referencia para los futuros desarrollos.
A u nqu e m i propósito prin cipal es esclarecer este panoram a de
un m odo general, tam bién he intentado m ostrar, especialm ente en
la O ctava Parte, cóm o nuestros conocim ientos, cada vez más am plios,
pueden aplicarse a la reducción de las tensiones colectivas. H ace
unos años, un censo efectuado p o r el American Council on Race
R elations [Consejo N orteam ericano de Relaciones Raciales-] descu­
brió 1.350 organizaciones que se dedican explícitam ente al m ejora­
m iento d e las relaciones de grupo en los Estados Unidos. E l grado
de éxito que logran en su acción es, en sí m ism o, un problem a que
requiere una evaluación científica, y com o ta l se lo considera con
algún detalle en el capítulo X X X . A si com o es engañoso adoptar
un pu n to de vista exclusivam ente académ ico %in poner a prueba lo
que decim os en la acción práctica, es igualm ente perjudicial para
aquellos que tienen intereses prácticos invertir tiem po y dinero en
program as de reform a con escaso fundam ento científico. E l des­
arrollo exitoso de una ciencia de las relaciones humanas exige que
entren en contacto la investigación básica y la operación activa.
Este volum en fue tom ando form a gradualm ente, con el estím ulo
propicio que obtu ve de dos fuentes principales: de un sem inario
perm anente en el D epartam ento de R elaciones Sociales de H arvard
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
12
y de ciertas organizaciones que otorgaron apoyo financiero y alen­
taron en toda form a la preparación de la obra. R ecibim os valiosa
ayuda d el Fondo Moses K im ball de Boston, de la "Comisión sobre
Interrelaciones en la Com unidad" del Congreso Judio N orteam eri­
cano, así como de otros amables m iem bros del Congreso, de la C on­
ferencia N acional de Cristianos y Judios, del Laboratorio de R ela­
ciones Sociales de H arvard y del Centro de Investigaciones dirigido
por m i colega, el profesor P. A. Sorokin. Estos donantes hicieron
posibles varias de las investigaciones a las que se hace referencia en
estas páginas, asi como el examen de la literatura cada vez más
nutrida sobre el tema. Estoy profundam ente agradecido po r su
generosidad, asi como por el aliento recibido.
La labor interesada y em peñosa de m is estudiantes en el sem i­
nario perm anente sobre Conflicto y Prejuicio de G rupo determ inó
el contenido y la forma finales de m i exposición. Cooperaron varias
veces en la conducción del sem inario m is colegas T alcott Parsons,
Oscar H andlin y D aniel J. Levinson. Creo que su influencia es evi­
dente. Tam bién he contado en m ateria de investigación con la
inapreciable ayuda de Bernard M . K ram er, Jacqueline Y. Sutton,
H erbert S. Caron, Leon J. K am in y N athan A ltshuler. Elios m e
han proporcionado un provechoso m aterial y m e hicieron im por­
tantes sugestiones. Por haber leído partes del m anuscrito, brindán­
dom e su valiosa critica, m e siento-reconocido hacia Stuart W . Cook,
una autoridad norteam ericana en la m ateria, y hacia George V. Coelho
y H ugh W . S. P hilp, que aportaron a la obra la perspectiva de tierras
distantes. A todos estos generosos colaboradores les expreso m i gra­
titud, y especialm ente a la señora Eleanor D . Sprague, que cooperó
hábilm ente en la dirección del proyecto a través de las sucesivas
etapas.
Setiem bre de 19S3.
G. W . A.
PREFACIO
n
Prim era Parte
LA PARCIALIDAD EN LOS MODOS DE PENSAR
CAPÍTULO I
¿EN Q U É C O N S IS T E E L P R O B L E M A ?
Dos » s o s . ' “ S S Ú n 'J T ^ S c i M • &
TIVO? - S ig n if ic a d o f u n c io n a l
P R E JUICIO EN a c c ió n .
- ligado como estoy
Vo, por P , ’ aj escenario de
CHARÍ-ES I.AMB.
E n R to d e tia , u n <’'>.'?®
£“S-sfsr"r s : ^ : ; - xrs“ S r l ' l S r r S » es. Caen. -Salvajes'
puede esperarse úf ellcs? Bi itánlcas era costum bre, hace
Eu una cíe las Indias o=tcnto.samenie la nariz cada
dc rnás a q u í.” „ ‘-reptiles” a los ucranios, p a ra
L os polacos aco stu m b ra b a n Ua - ^ ^ P desagraac-
lesar su desprecio p o r ^”  g P a i m ism o tieuipo, los alem anes';r,.esp ,ecio un .l™ au e,
ckU, vengaúvo. astuto y ' 'ganaJo pola»". Los p»'“ “
llamaban a sus que a.ucU. a la
se v en g ab an con cl ,’ ' im r r r de los alem anes.
á » i j ¡ - : í : r a « n í s ;
;;“ 5 r “ ^ ; u ¿ : ¿ S S » u ii^ eo„..a Ws n eg .» nativos.
17
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E n Boston, u n d ig n atario de la Ig'esia Católica R om ana iba en
su autom uvil p o r u n cam ino solitario de los alrededores de esa d u -
aü. A l divisar a u n negrito que cam inaba con aspecto fatigado a
o Jargo de la carretera, el dignatario le d ijo a su chófer que detu-
vieia el vehículo e hizo subir al m uchacho para acercado a su des-
estaban sentados juntos en el asiento posterior del coche,
«clérigo p ara en tab lar conversación, preguntó: “Dim e, m uchacho,
abiertos en señal de alarm a, el niño
p ic . No, señor, ya es bastante m alo ser negro como para ser
toaavia u n a de esas cosas."
Instado a decir lo que piensan realm ente los chinos acerca de
ios norteam ericanos, u n estudiante chino contestó de m ala gana:
ü u en o , pensam os que de los dem onios extranjeros son los m ejores.”
Jiste incidente ocurrió antes de la revolución com unista en C hina. La
ju v en tu d china actual es educada en la idea de que los norteam eri-
canos son los peores dem onios extranjeros.
E n H u n g ría existe u n dicho; “U n antisem ita es una persona que
ocha a los judíos m ás de lo estrictam ente necesario."
N in g ú n lu g ar del m u n d o está libre de e^tas formas de desprecio
determ inados grupos. Encadenados a nuestras respectivas culturas,
somos, com o C harles L am b, m anejos de prejuicios.
Dos CASOS
U n antropólogo de trein ta y cinco años de edad tenía dos hijos
j)cquenos, Susan y T om . Su trabajo lo obligó a convivir du ran te
l'n ano con u n a trib u de indios norteam ericanos, en el h o rar de una
liospualaria fam ilia indígena. Él insistió, sin em bargo, en que su
p io p ia fam il.a viviera en una com unidad de gente blanca au e nue-
daba a vanos kilóm etros de distancia de la reserva indígena. R ara
vez p erm itía que T o m y Susan visitaran la aldea en que vivía la
tn b u , a pesar de que ellos se lo pedían constantem ente. Y en las
])ocns ocasiones en que les perm itió hacer esa visita, se ne-^ó seve­
ram ente a d ejar que sus hijos ju g aran con los amistosos cu q u illo s
indígenas. ^
H u b o quienes se quejaron, entre ellos algunos indios, de que el
am ropólogo no era leal a la no^ma de su profesión, pues estaba des­
p legando prejuicios raciales.
La verdad era otra. Este hom bre de ciencia sabía que la tubercu-
osis eia una enferm edad frecuente en la ?ldea indígena, y que cuatro
niños de la casa en que vivía ya habían m uerto víctim as de esa
en lcn n ed ad . L a p ro b ab ilid ad de que sus propios hijos se contagiaran,
SI en trab an en contactos dem asiado estrechos o frecuentes con los
nativos, era grande. Su sentido com ún le indicaba que no convenía
co rrer ese nesgo. En este caso, el antropólogo tenía fundam entos
IS
La n a t u r a l e z a d e l p r e j u i c i o
TI
racionales y realistas p ara evitar el contagio étnico. N o intervenía
en ello n in g ú n sentim iento de antagonism o. E n form a general, el
antropólogo no observaba ninguna actitud negativa h a d a los in d í­
genas. L o cierto era que les tenía m ucha sim patía.
Puesto que este caso no vale como ejem plo de lo que nosotros
entendem os como prejuicio étnico o racial, pasemos a la considerarion
de otro.
A com ienzos del verano, dos diarios de T o ro n to publicaron en tre
ambos, anuncios de unos cien lugares de veraneo diferentes. U n soció­
logo canadiense, S. L. W ax, em prendió un interesante experim ento ♦.
Escribió dos cartas a cada u no de los hoteles y lugares de veraneo
que fueron despachadas al m ism o tiem po; en ellas pedia reservas de
com odidades p ara la m ism a fecha. U n a de las cartas iba firm ada con
el apellido “G reenberg” ** y la otra con el de “Lockw ood”. Éstos
fueron los resultados:
"M r. G reenberg”:
O btuvo respuesta del % de los lugares de veraneo; el 36 % le ofrecía
com odidades.
‘‘M r. Lockw ood”:
O btuvo respuesta del 95 % de los lugares de veraneo; el 93 % le ofrecía
com odidades.
íu e así que casi todos los lugares de veraneo en cuestión acep­
taban gustosam ente a M r. Lockw ood como corresponsal y com o
huésped; pero casi la m itad de ellos negaba a M r. G reenberg la cor­
tesía de u n a respuesta, y solo poco más de u n tercio estaba dispuesto
a recibirlo com o huésped.
E n ninguno de los hoteles conocían a “M r. Lockwood” n i a
“M r. G reenberg’'. P or las referencias que poseían, "M r. G reenberg”
podía h ab er sido u n señor tran q u ilo y m etódico, y “Mr. I.ockw ood”,
en cam bio, u n individuo alborotador y am igo de la bebida. La deci­
sión se tom ó, com o resulta obvio, no en base a los m éritos in d iv i­
duales, sino de la supuesta pertenencia de “M r. G reenberg” a un grupo
determ inado. Éste fue tratado descortésm ente y excluido solam ente
a causa de su apellido, que despertó en los adm inistradores de los
hoteles un pre-juicio acerca del carácter deseable o no de su p re­
sencia en el hotel
A diferencia de lo que sucedía.en el prim er caso, este incidente
contiene los dos ingredientes esenciales del prejuicio étnico. 1) E xis­
ten hostilidad y rechazx) definidos. La m ayoría de los hoteles no
quería tener nada que ver con “M r. G reenberg”. 2) L a base del
• Las notas van al fina] de los respectivos capítulos.
*• A pellido frecuente entre ios judíos de habla "inglesa. (N. del T.).
*,** adopta la traducción del térm ino inglés p reju d m en t
po r "pre ju icio ”, debido a sus connotaciones lógicas, a diferencia d e prejudice,
que se traduce, com o es h abitual, por “ prejuicio". (N. del T.)
¡EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA?
19
I
i
rechazo fue de ín d o le categórica. “ M r. G reenberg” no fue valorado
com o in dividuo. E n cam bio, se !o condenó sobre la base de su p re­
su n ta p erten en cia a u n grupo.
U n am igo d e la lógica estricta podría p reg u n tar en es<- p unto: ¿Q i'é dife­
rencia básica existe en tre el rase dcl antiopólogo y el d e los hoteles en cuanto al
rechazo d e ín d o le c?f»górica”? ¿.^caso el antropólogo no dedujo del alto grado
d e p ro b ab ilid a d de infección q u e sería preferible evitar el nesgo del contacto
e n tre sus hijos y los indígenas! ¿Y los hoteleros no dedujeron tam bién en base
a u n a p ro b ab ilid a d elevada q ue la pertenencia étnica d e M r. G reenberg ics a p o r­
ta ría u n huésp ed realm en te indeseable? E l antropólogo sabía q u e eí contagio
tuberculoso e ra d i ^ o de ser tem ido; y ¿acaso los iioteleros no saoían u m b ié n
q u e los ‘ defectos ju d ío s ’ eran dignos d e ser tem idos y q ue no valía la pena
arriesgarse a sufrirlos?
L a cuestión es legítim a. Si los hoteleros basaran su rechazo en
hechos concretos (más exactam ente, en el alto grado de probabilidad
de que u n ju d ío d eterm inado tenga rasgos indeseables), su actitud
p o d ría ser tan racional y defendible com o la del antropólogo. Pero
podem os tener la seguridad de que ése no es el caso.
A lgunos adm inistradores pueden no haber tenido jamás ninguna
experiencia desagradable con huéspedes judíos, situación que parece
p ro b ab le ya que en m uchos casos nunca habían sido adm itidos hués­
pedes ju d ío s en esos hoteles. O, si h an tenido ese tipo de experiencias,
no h an llevado u n registro de su frecuencia en com paración con los
huéspedes indeseables no judios. F or cierto que no h ab rán consul­
tado estudios científicos relativos a la frecuencia com parativa de ras­
gos deseables e indeseables en judíos y no judíos. Si h ubieran bus­
cado ese tipo dc datos, no h ab rían encontrado ningún apoyo para
su p o lítica de exclusión, com o verem os en el capítulo VI.
P o r supuesto, es posible que el adm inistrador estuviera personal­
m ente lib re de prejuicios, pero que hub iera tom ado en cuenta, en
cam bio, cl antisem itism o de sus huéspedes no judíos. E n cualquiera
de los dos casos, es válido todo lo que hem os dicho.
I D e f i x i c i ó n
L a p alab ra prejuicio, derivada del latín praejudicium , ha sufrido,
com o la Diayoría dc las palabras, u n cam bio en su significado desde
el período clásico. H ay tres etapas en esa transform ación =.
1. P a n los antiguos, prnejudicium quería decir precedente, o sea un juicio
q u e sc basa en decisiones y experiencias previas.
2. M ás tarde, cl térm in o adquirió en inglés la significación de un jLiicio
fonr.ado antes del debido exam en y consitlcracién de los hechos: un juicio p re ­
m a tu ro o r.piesurado.
3. F inalm ente, el térm in o tam bién ad quirió su m atiz em ocional actual, alu ­
d ien d o al estado de ánim o favorable o desfavorable q ue acom paña a ese juicio
previo y sin fundam entos.
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
20
Quizá la definición más breve que puede darse del prejuicio es
la siguiente: pensar m al de otras personas sin m otivo suficiente?, ..
Esta escueta frase contiene los dos ingredientes esenciales de todas
las definiciones: hace referencia a lo infundado del juicio y al tono
afectivo. Sin em bargo, es dem asiado breve como p ara que resulte
del todo clara.
En prim er lugar, solo hace referencia al prejuicio negativo. La
gente puede ser prejuiciosa a favor de otros; puede pensar bien de
ellos sm m otivo suficiente. L a definición que da el N ew E nglish
I)ictionary reconoce el prejuicio positivo tanto como el negativo:...
U n s e n tim ie n io , fa vo ra b le o desfavorable, con jrespecto a u n a ^p sxso u a .^o
cosa, a n terio r a w ia e xp erien cia rea l o n o b ^ a d o en
Si bien es im portante tener presente que las predisposiciones
pueden ser tanto en pro como en contra, no es m enos cierto que el
prejuicio étnico es prim ordialm ente negativo. Se pidió a u n grupo
de estudiantes que describieran sus actitudes con respecto a grupos
étnicos. N o se les hizo n inguna sugestión que pudiera inducirlos a
d ar respuestas negativas. A un así, las actitudes de antagonism o supe­
raron en sus inform es a las actitudes favorables en proporción de
ocho a uno. D e acuerdo con eso, en este volum en nos ocuparem os
prim ordialm ente del prejuicio contra grupos étnicos, no del prejuicio
a favor de tales grupos.
TÍL^ frase “pensar m al de otras personas” debe ser entendida, por
supuesto, como una expresión elíptica: incluye sentim ientos de des­
precio o desagrado, de m iedo y aversión, así como varias form as de
conducta hostil, tales como hablar en contra de ciertas personas,
practicar algún tipo de discrim inación contra ellas o atacarlas con
violencia.
De m odo sim ilar, necesitarem os am pliar la frase “sin m otivo
suficiente”. L n juicio es inm otivado cuando no se fundam enta C'i
hechos.^ U na persona ingeniosa definió el prejuicio como “estar
seguro de algo que no se sabe”.
N o es fácil decir cuántos hechos se necesitan para justificar u n
juicio. U na persona prejuiciosa dirá casi seguram ente que tiene
apoyo suficiente para sus opiniones. C ontará las am argas experien-,
cías que ha tenido con refugiados, católicos u orientales. Pero, en
la m ayoría de ios casos, es evidente que sus hechos son insuficientes
y forzados. Esa persona recurre a una escogida selección de unos
pocos recuerdos personales, los mezcla con rum ores y generaliza cn
exceso. N adie puede conocer a todos los refugiados, los católicos o
los orientales. De aquí que todo juicio negativo sobre estos grupos
en conjunto sea, estrictam ente hablando, u n a form a de pensar m al
sin m otivo suficiente.
En ocasiones, cl au e piensa m al carece de toda experiencia directa
que pueda justificar su juicio. H asta hace unos pocos años la m ayoría
¡EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA!
21
1 o
!'t
áf. los norteam ericanos pensaba extrem adam ente m al de los turcos,
au n q u e eran m uy pocas las personas que habían visto jam ás a un
turco, y pocas inclusive las que conocían a alguien que hu b iera visto
n alg;uno. .El m otivo p ara pensar así radicaba exclusivam ente en lo
rm e h ab ían oído acerca de las m atanzas en A rm enia y sobre las legen­
d arias Cruzadas. F undándose en esos datos se atrevían a condenar a
todos los m iem bros de u n a nación.
JjC om únm ente el p rejuicio se m anifiesta en el trato con m iem bros
T Índividuales de grupos rechazados^ Pero al evitar todo contacto con
u n vecino negro, o al responder e lp e d id o de alojam iento de “m íster
G reen b erg ”, arm onizam os n u e ^ ra acción con nuestra generalización
/ alegórica del g ru p o en total. ÍPrestam os poca o ninguna atención a
j.'is diferencias individuales, y pasam os p o r alto el hecho im portante
<ie q u e el negro X, nuestro vecino, no es el negro Y ,Jque nos des-
;<grada p o r buenas y suficientes razones; que M r. G reenberg, que
jjuede ser u n distinguido caballero, no es M r. Bloom , que con razón
jios disgusta.
[_ T a n com ún es este proceso que podríam os definir el prejuicio
(,omo:
^ / U na actitu d hostil o prevenida hacia utia persona que pertenece a un
j^rupo, sim plem ente p o rq u e pertenece a ese grupo, suponiéndose po r lo tanto
/p ie posee las cualidades objetables atribuidas al grupor^
E sta definición acentúa el hecho de que m ientias el prejuicio
t'iriico es generalm ente en la vida cotidiana una cuestión de trato
/ on individuos, tam bién ¡m plica una idea injustificada to n respecto
;i un_grupo en total.
V o lv ie n d o a la cuestión del “m otivo suficiente”, debem os reco­
nocer que son pocos los juicios hum anos que se basan en u n a abso­
lu ta certidum bre, si es que los hay talesJl Podem os estar razonable­
m ente seguros, pero nunca absolutam ente cieitos, de que el sol sal­
drá m añ an a, así com o de que la m uerte y los im puestos acabarán al
lin con nosotros." El m otivo suficiente para cualquier juicio es siem-
|);e u n a cuestión de p ro b ab ilid ad es.^D e ordinario nuestros juicios
sobre acontecim ientos naturales se basan en probabilidades más m une-
losas y m ás firm es que nuestros juicios sobre la gente. Es m uy raro
i|u e nuestros juicios categóricos acerca de naciones o grupos étnicos
se b.-isen en un alto grado de probabilidad.
T om em os por ejem plo la opinión hostil acerca de los líderes
nazis q u e la m ayoría de los norteam ericanos sustentaba d u ran te la
.-.egunda g u erra m undial. ¿Era prejuiciosa? La respuesta es “N o”,
])orque existían datos suficientes a nuestra disposición sobre la polí­
tica y las prácticas m alvadas que el partido aceptaba como código
ijficial. Es cierto que podía haber individuos buenos en el partido,
([ue reciiazaban en su fuero interno su program a abom inable; pero
l.l p ro b ab ilid ad de que el grupo nazf constituyera u n a am enaza real
I.A NATURALEZA DEL PREJUICIO
09
para la paz m u n d ial y los valores hum anos era tau alta, q w resul­
tab a de d io u n conflicto realista y justificado.^ L a elevada proba-
bilidad de u n peligro traslada el antagonism o ael aom inio de. p re­
juicio al del conílicto social real. . .
En el caso de los gangsters, nuestro antagonism o no « cuestión ,
de prejuicio, porque la evidencia de su conducta antisocial es co
Íu y e n íe Pero b?en p ronto se hace difícil trazar la l í n e a divisoria.
¿Qué ocurre por ejem plo con u n ex presidiario? T odos saben que es
m uy difícil p ara u n ex presidiario conseguir u n puesto -eguro, e
„ u J pueda i^lcamar una posición desahogada , respe.abl L » _em-
pleadores desconfían, por regí» general, al
del individuo. Pero a m enudo son mas ucscon.ia^o--------- . e
h e c h o s autorizan a serlo. Si estuvieran m ejor dispuestos a conoc r
la verdad podrían descubrir tal vez que el hom bre que tienen delante
se ha reform ado realm ente, o inclusive puede ser que su condena
haya sido injusta. C errarle la p u erta a u n hom bre solam ente porque
tiene a n L e ie n te s crim inales es una actitud que cuenta con alguna
p ro b a b ilid a d de acierto, puesto que m uchos ^m an jam ás; pero hay en ello tam bién u n elem ento de preiuicio inm o
tivado. T enem os aquí u n verdadero ejem plo lim ite.
N o es posible trazar u n a línea rígida y definitiva entre el m otivo
“suficiente” y el “insuficiente”. Por esta razón no
seguros, en todos los casos, de saber si n o s vemos abocados a u n caso
de preiuicio o ro . Sin em bargo, no puede negarse que a m enudo
n L to m a m o s juicios en b a s e  probabilidades escasas, y au n m -
existentes-^biecim iento excesivo de categorías es 'V
frecuente en que cae la razón hum ana. A p artir de hecnos insigni-
íS m e s nos iL a n r o , a hace, magnificas
incubó la opinión de que codos los noruegos eran
lo im presioné la estatura gigantesca de Ymir en ;
años tuvo m iedo de encontrarse con algún noruego. U n
conoció casualm ente a tres ingleses en toda su vida, declaraba p ^
teriorm ente que todos los ingleses tem an los atributos com unes que
él había observado en esas tres personas. , .
v'Éxiste una base n atu ral para esta tendencia. L a vida es tan _
cortX y la exigencia de adaptaciones prácticas tan grande, n -
T d e m ls p erm k ir que nuestVa ignorancia nos d e te n p en nuestro
L u n to s cotidianos. T enem os que decidir si los objetos
o malos por clases. N o podem os tom ar en consideración cada u o
de los objetos del m undo. T ien en que bastarnos los r^ubros am puos
v cómodos, por más groseros y aproxim aaos que s e a n .j
N o toda generalización excesiva es u n prejuicio. A lgunas s
sim plem ente concepciones erróneas, en las que
form ación inadecuada. U n niño tem a la idea de que toda la gen e
que vivía en M inneapolis era “m onopolista . Y su padre le liaoia
¿EN QUE CONSISTE EL PRO ní fM A l
. 23
Í .4 A'.-i j D F.L P R E J U IC IO ' . ' ^
posteriores Í e s c u S ó T u ' e í l - y p e r s o n a s . C uando en años
tantes de iM inneapolis^e desvánedó P "
e n ..e d Z í j í ¿ ^
de rectificar sus juicios erróneos FJl J persona es capaz
p re ju icio s.f7 .o i p r e - iu ic io ^ <;p h n r ” “ evo» datos, no alienta
■' ^on r^vc rsk les b ^r^ Ir, n ¡¿ . prejuicios solam ente cuando no
a <‘¡ S e ^ a U „ prejuicio,
a toda evidencia que pueda p-nurbar|Ó F “
Clonar em ocionalm ente cuando cp Esiamos propensos a reac-
contradicción. D e m odo oue ¡a , prejuicio con una
rrien tes y el p reju icio e L ^ en 1°=^ pre-juidos co­
pre-juicio sin resisten d a e m o d o n a r v ^ ^ discutir y rectificar un
. . e „ J ° . i ; o í ”u “ ' 5rid-r¿,srfr
cutiendo: considerable de los puntos que hem os estado dis-
' im perfecta J inflex'ibTe“ pu'<.dé"sen"^ “ “ "=» Seneralización
un ^ u p o en , e „ e . , o .acia" un r . , t ’£ V X t
del p r e ju iío en" colocar al objeto
p ro p ia conducta.'*^ >-Sventaja no m erecida por su
cE s EL PREJU ICIO UN CONCEPTO VALORATIVO?
" un ingrediente ad id o n al en sus
solo cuando prejuiciosas
aceptados en u n a c u ltu fa " í Ins í e n l ' o T I '
..p . <1= p . , „ i c i „ que ,e=.„e . . « r ' . L ' ’T L T a ^ ^ S d '
ta d ó n . Se ,P ^ S ó " T 'v a r ™ r te s u 4 r a ! ’l , r n T ' T “ " " ° -
del segundo año d e la e s c u e la ^ T e c u ñ d ^ T ' . a jóvenes
grado de “p rc ju id o " q u e cvid“nriTÍvin w i • clasificaian de acuerdo a'
p o d ía h ab er dicho en contra de las í? " " m uchacho
p re iu id o . p o rq u e .e estim aba com o P orm  “au e I” " P^g=»do como
sexo opuesto. T am poco fueron considendo rnn> I^'''',3^“ >‘'scente desprede ai
m aco n es hechas en contra de los m ™ , Fs't 'I" las afir-
n aru ra l a esa edad, y carecía dc i Z o ^ T antagonism o tam bién parecía
expresaron anim osidad contra las or4 iÍ7 ‘- oñ ‘ j<^‘'cncs
razas o naciotialidndes, h u b o m ayor n Z e í ó X ' sociales,
se tratab a de “p re ju id o s ”. ^ n .nncio de decisiones en el sentido de que
^]ue la .m p o rtan cia social de u na actitu d injusta intervino en la
24
{E N Q U E C O N S IS T E E L P R O B L E M A ?
<
apreciación q ue hacían los testigos de su carácter de prejuicio. U n m uchacho de
quince años q ue "no q u iere saber n ad a” con las chicas no es considerado u n
prejuicioso com o otro q ue -‘no q u iere saber n ad a” con los extranjeros.
Si usamos el térm ino en este sentido tendríam os que decir que
el antiguo sistema de castas en ¡a In d ia (que está ahora en vías de
desaparición) no tenía nada que ver con el prejuicio. E ra sim ple­
m ente u n a estratificación conveniente de la estructura social, acep­
table para casi todos los ciudadanos porque especificaba la división
del trabajo y definía prerrogativas sociales. D urante siglos fue acep­
table au n para los intocables, porque la doctrina religiosa de la
reencarnación hacía que la situación pareciera enteram ente justa.
U n intocable era condenado al ostracism o porque en existencias
previas no había hechc m éritos para ser prom ovido a u n a casta
superior o a una existencia supram ortal. T en ía ahora su m erecido,
y tam bién contaba con la oportunidad de ganar un ascenso p ara
futuras reencarnaciones, m ediante u n a vida obediente y espiritual­
m ente orientada. Suponiendo que esta exposición acerca del feliz
sistema de castas caracterice realm ente a la sociedad h in d ú de u n a
época anterior, ¿puede decirse entonces que el prejuicio no in te r­
venía p ara nada en su organización?
O tomemos el sistem a de “ghettos”. D urante largos períodos
de la historia los judíos h an vivido segregados en ciertas zonas de
residencia; a veces u n a cadena rodeaba esa región. Sólo dentro
de ella se les p erm itía m overse librem ente. Ese m étodo tenía el
m érito de prevenir conflictos desagradables, y los judíos, sabiendo
cuál era su lugar, p o d ían planear su vida con cierta precisión y
com odidad. Podría argüirse que su suerte era m ucho más segura
y predecible que en el m un d o m oderno. H u b o períodos en la historia
en que ni los judíos ni los cristianos se sintieron particularm ente u l­
trajados p o r el sistem a. ¿Estaba ausente el prejuicio en ese caso?
¿Los antiguos griegos (o los prim eros propietarios de p lan ta­
ciones de los Estados U nidos) alim entaban prejuicios contra su casta
hereditaria dc esclavos? C iertam ente los m enospreciaban y susten­
taban teorías falaces acerca de su inferioridad in n ata y de su m en­
talidad “an im al”; pero todo eso parecía tan natural, tan justo, tan
apropiado, que no se originaba ningún dilem a m oral.
A ún hoy, en ciertos estados, se ha llegado a u n m odas vivcndi
entre los blancos y la gente de color. Se ha establecido u n ritu al
en las relaciones y la m ayoria de la gente se adap ta inconscientem ente
a las realidades de la estructura social. Puesto que no hacen o tra
cosa que seguir las costum bres tradicionales, niegan tener prejuicios.
El negro sim plem ente sabe cuál es el lugar que le corresponde, los
blancos tam bién, y eso es todo. ¿Diremos cntonccs. como ciertos
autores, que cl prejuicio existe solam ente cuando las acciones sen
más condescendientes, más negativas que lo que la propia cultura
25
L A N A T U R A L E Z A D L L P R E JU IC IO
, desviación c íffa cÓ Sún? •' ■"‘' j " ' “ '’ com o una
m „„do” ‘ se crie » T a b r u & " o °
m o rii d e T ^ Íu n L .'^ V u e s T q u fe l'^ ^
. n „ J _ c e p . a d a , „ 0 d e s a V » a d a 't í a L I n ? S e X I . ^ S r S :
^BPB£ í'“"S
¿ t vri 7 su sim ple sentido psicológico de iu id o ne-
distinta. ' ^ u ltraje m orah es u.na cuestión totalm ente
r r if .V ° 'r n " " - ° tradición cristiana v demo-
s- ííSLá--ráñ
ró-
e? im a palabra llena de oprobiosas connotaciones en nuestra cultura.
Pero su tinte em ocional no tiene el m enor efecto sobre la acción
de la espiroqueta en el organism o hum ano.
A lgunas culturas, como la nuestra, condenan el prejuicio; otras
no: pero el análisis psicológico fundam ental del prejuicio es el
misr,,o, ya sea que estemos hablando de los hindúes, los navajos, los
antiguos griegos, o de los habitantes de M iddletow n, en los Estados _
U nidos. Cada vez que u n a actitud negativa hacia ciertas personas
se ve sostenida p o r u n a espuria generalización excesiva, encontra- ^
mos el síndrom e del prejuicio. N o es esencial que la gente deplore_j
este síndrom e. H a existido en todas las edades y en todos los
países. Constituye un auténtico problem a psicológico, no im porta
cuál fuere el grado de indignación m oral que engendre como respuesta.
¿EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA?
S ig n if ic a d o f u n c io n a l
A lgunas definiciones del prejuicio incluyen otro ingrediente
adicional. La siguiente puede servir de ejem plo:
T e i prejuicio es una p au ta de hostilidad en las relaciones interpersonales, .j
' que se dirige contra un grupo entero o contra sus m iem bros individuales; cum ple ‘
una función irracional especifica p ara quien lo sustenta
La frase final de esta definición im plica que las actitudes ne­
gativas no son prejuicios a m enos que sirvan un pi'opósito de gra­
tificación íntim a para la persona que las adopta.
En capítulos posteriores quedará suficientem ente claro que
muchos prejuicios se difunden y sostienen en base a consideraciones '
gratificatonas. En la m ayoría de los casos el prejuicio parece tener
algún "significado fu n cicn al” para quien lo sustenta. Sin em bargo,
esto no ocurre siem pre. G ran parte del prejuicio es sólo cuestión
de una ciega conform idad con las costum bres dom inantes. E n al­
gunos casos, com o lo m ostrará el capítulo X V II, no guarda relación
im portante con la econom ía vital del individuo. P or esta razón no
parece acertado insistir en que se incluya la "función irracional”
del prejuicio cn nuestra definición básica.
A c t it u d e s y c r e e n c ia s
[H em os dicho que u n a adecuada definición del piejuicio con­
tiene dos ingredientes esenciales. T ien e que haber u n a actitud
i.ivorable o desfavorable; y debe estar vinculada a u n a crcrncia ex­
cesivam ente generalizada (y por lo tanto erró n ea). VLas declara­
ciones prejuiciosas expresan a veces el tactor actitud, a veces el
27
i i!
if
factor creencia. E n la siguiente serie el prim er item expresa u n a
actitu d ; el segundo, u n a creencia:
N o soporto a los negros.
Los negros son hediondos.
Yo no viviría en u n a casa de departam entos donde viven ju ­
díos. H ay algunas excepciones, pero en general todos los judíos
son iguales.
Yo no q u iero que haya japoneses-norteam ericanos en m i pueblo.
Los japoneses-norteam ericanos son taim ados y tram posos.
¿Es im p o rtan te d istin g u ir entre los aspectos de actitud y de
creencia en el prejuicio? P ara algunos fines, no. C uando encon­
tram os u n o de esos aspectos, encontram os p o r lo general tam bién
el otro. Sin alg ú n tipo de creencias generalizadas acerca de un
g ru p o en conjunto, u n a actitud hostil no podría sostenerse. De las
m odernas investigaciones se desprende que la gente que dem uestra
un alto grado de actitudes hostiles en u n test p ara determ inar p re­
juicios, tam bién evidencia creer en alto grado que los grupos contra
los cuales ellos alim en tan prejuicios poseen m uchas características
objetables
Sin em bargo, resu lta ú til para algunos fines distinguir actitud
de creencia. P o r ejem plo, verem os en el capítulo X X X que ciertos
program as que asp iran a lim itar el prejuicio sólo logran m odificar
las creencias sin Ilegal a cam biar las actitudes. Las creencias pueden
' ser hasta cierto p u n to atacadas y m cdificadaá. Lo com ún, no obs­
tan te, es que ten g an la prot'eica capacidad de acom odarse, de algún
m odo, a la actitu d negativa, que resu lta m ucho más difícil alterar.
El siguiente diálogo puede servir de ejem plo:
■Sr. X: I o m alo de los iudíos es que sólo se preocupan de su nropio grupo,
Sr, Y: Pero el registro de la cam paña del Fondo C om unal m iies;ra que
eilos d.TH ron m ayor generosidad, para las obras de caridad com unales, en p ro ­
porción a su n ú m ero, q ue los no judíos.
Sr. X: Eso m .uestra q u e siem pre andan tratan d o de com prar el anrccio de
la gente y dc m eterse en los asuntos de los cristianos. N o piensan m.1s que en el
dinero; p o r esa razón hay tantos banqueros judío5.
Sr. Y: Pero un reciente estudio m uestra q ue cl poicciitaje d e judíos cn la
banca es despreciable y m ucho m enor que el porcentaje de uo judíos.
Sr, X: E.so cs; no se dedican a negocios respetables; sólo andan m etidos en
ci negocio dc la cinem atografía o en la organización de clubes nocturnos,
<JEs así qu.e el sistem a de crcencias tiene la propiedad de m odi­
ficarse plásticam ente p ara justificar la actitud más perm anente. Es
u n proceso de racionolización, o sea de acom odación de las creencias
a las actitudes.','
C onviene tener siem pre presente estos dos aspectos del p re­
juicio, p o rq u e en las discusiones que surgirán sobre el tem a on este
lib ro tendrem os ocasión de recurrir a esa distinción. Pero en todos
los casos en que se utilice el térm ino prefi¡.icio sin especificar estos
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
28
aspectos, el lector puede d ar por sentado que nos referirem os tam o
a la actitu d com o a Ja creencia.
¡EN QUE CONSISTE EL PROBLEMAr
E l p r e j u i c i o e n a c c ió n
El com portam iento de la gente respecto de los grupos que le ^
desagradan no siem pre está en relación directa con lo que piensa
o siente acerca de ellos. Dos em pleadores, por ejem plo, pueden sentir
una an tip atía sem ejante hacia los judíos. U no de ellos puede guar­
darse sus sentim ientos y d ar em pleo a judíos en un p ie de igualdad
con los dem ás trabajadores, tal vez porque quiere granjearse la
buena v o lu n tad de la com unidad ju d ia para con su fábrica o ne­
gocio. El otro puede traducir su desagrado en su política de em pleo,
negándose a tom ar judíos. Ambos hom bres alim entan prejuicios,
pero sólo u no de ellos practica dúcrímínacíÓJí.:, Com o regla general,
puede decirse qu e-la discrim inación tiene consecuencias sociales-m ás
serias e inm ediatas que el prejuicio. ‘ ,
l i s cierto que toda actitu d negativa tiende de algún m odo a ,
expresarse en acción en cierto m om ento. Son pocas las personas que ,
se gu^ardan sus antipatías, sin evidenciarlas. C uanto más intensa es
la (actitud, más p ro b ab le es que desem boque en u n a acción en ér-/
gicam ente h o stil.j ^ i
Intentarem os d istinguir algunos grados en la acción negativa, desde Ja m enos »y
enérgica hasta la m ás enérgica. ' . , „ „
1. fía b la r m al. La m ayoría de la gente con prejuicios había de ehos. Con
amigos q u e piensan de igual m odo, a veces tam bién con extraños, expresarán
fii antagonism o librem ente. Pero m uchas persona.s no pasan nunca de este grado
m oderado de acción hostil. . ,
2. Evitar el contcclo. Si el prejuicio es m ás intenso, lieva al ind:vic.uo a
evitar cl contacto con los m iem bros del grupo que le desagrada, a, veces a costa
de inconvenientes considerables. En esic caso, la perscna prejuic.osa n a inflige
ningún daño directo al grupc que le disgusta. Es ella la que carga con todo el
peso dc la acom odación y el apartam iento.
3 Discrim inación. A quí la persona con prejuicios lleva a la práctica, dc
m odo activo, una distinción hecha cr. detrim ento de algún grupo. Em piencie la
tave.i de excluir a todos los m iem bro.' del grupo cn cuestión de ciertos tipos de
em oleo, de una zona de residencia, de iglesias u hospitales, o de privarlos d e sus
derechos políticos o educacionales, o de algún otro tipo de privilegios sociales.
La segregación es u n a form a de discrim inación institucionalizada, im puesta por
la lev o la costum bre ». . . .
' 4. A taque físico. En condiciones dc alta tensión em ocional, el prejuicio
puede llevar a acios dc violencia o semiviolencia, U na fam ilia negra a la q ue no
sc desea cn un vecindario puede ser expulsada violentam ente dc el, o am enazada
con lanto rigor que lo abandona atem oiizada. P ueden profanarse los sepulcros
de algunos cem enterios judíos. L a banda iísü an a de la ribera norte puede estar
al acecho de la banda irlandesa de la ribera sur.
5. exterm inación. L incham ientos, "pogiom s”. m atanzas, y cl program a de
genocidio hitlerista m arcan cl grado m áxim o cn cuanto a la exprcs.ón violenta
dcl prejuicio.
29
S in o ? u e m a te m á ti c a m e n te c o n s tr u id a ,
. a c t i v i E e s ^ o e ^ n n . “ k" ‘^^"“ dad de
*Si bi»- h m avori^ ñ de actitudes y creencias prejuiciosas.
tàr é r;o m T c to ” n H “i^^^lar m al” a -evi-
m s l u r r : d .c rim ¡n a d 6n activa, o a niveles
determ inado . ì r ^ l T ’ l" '“ "!"!* “ ^^erco que Ja actividad en un nivel
S i e ™ P^?- deslizarse con fad iid ad ai si­
los o u e 'll^ v a r C ^ V <=°"tra lo. judios
u d ^ f v "u n r L " l ' ^ el contacto con sus vednos
S r d ó n t b o Z /' T sido sus amigos. Esta pre-
N u r e X r Í °as nuP las leyes de discrim inadón de
N urem oerg, ^as que a su vez m cieron que pareciera natural el ¡n-
paso fína^ ^n^lf^n-o ^ callejeros que vinieron luego. El
D esd ; e? i n m d e Auschwitz.
p u n to de vista de sus consecuendas sodales eran narte
a i „ l i í ? r ? a ' “ " “ f ' . “ l> a s.,„„ ¡„ „ to s i™
al p lan o de la conversación intrascendente. Pero desgradadam ente
v e / ™ l s : r .“ " ' e s í l r ' n s r - "
en la fan^iü. este siglo. El desgarram iento que ello crea
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
N O T A S Y r e f e r e n c i a s
sum m er resorts in t h t Provfnce^ o / O n t W ^ C a n a ï“ ’® by
m atian and com m ent, 1948, Congress: Infor-
C larendon Press, 1909,^voL p a r ti!'p a g '^ 'm s ^ '
el prejuicio com o un "fu'icio^^'fm erw io”” * E ™ ?u t^ ^ ^ tom istas, que consideran
al Rev. T. H Tichte^ S T r^nr î,^t ^^ ' i expresa su agradecim iento
V i... - Æ s . ' £ - ‘? r
1915 10, 219-22r’ of the concept of .P ie ju d ic e .", Psychomctrlka,
favorables p ara esas peilo- n, n . i « ! ' " la cual se dan como menos
p o r esa co m u u id ad ” P Bl  " k y R "n "a generalm ente aceptada
exem plified in w hite-X eoro r-H tio n  ln C onform ity versus prejudice as
d eratio n s”, Jourr.al o f PhcUoioXT9rI. ^
30
T N. W . A c k e r m a n y M a r ie J a h o d a , A nti-Sem itism and E m o tio n a l O isorde-
N ueva York, H arper, 1950, pág. 4. [Hay trad, castellana: Psicoanálisis del a n ti­
sem itism o, Buenos Aires, Paidós, 1954, pág. 28.]
8 No todas las escalas para m edir el prejuicio incluyen item s q u e reflejen a
la vez actitudes y creencias. Las q u e asi lo hacen dan cuenta d e correlaciones
entre los dos tipos de item s del orden d e 0,80. Cf. B a b e t t e Sa m e l s o n , T h e p a t­
terning o f a ttitudes and beliefs regarding the A m erican N egro (sin’ publicar)
R adchffe College L ibrary, 1945. T am bién, A . R o s e , Studies in reduction o f óre-
judice (m im eografiado), Chicago, A m erican Council o p Race R elations, 1947 11-14
» Consciente del problem a m im dial q ue representa la discriiiiinación, la
Comisión sobre Derechos H um anos d e las Naciones U nidas h a p rep arad o un an á­
lisis exhaustivo d e Los principales tipos y causas de discrim inación. Publicación
de las Naciones Unidas, 1949, X IV , pág. 3.
"
¿EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA?
31
aP ÍT U L O II
L A N O R M A L ID A D D E L P R E -JU IC IO
S e p a r a c ió n d e i .o s g r u p o s h u m a n o s - P r o c e s o d e c a t e o o r iz a c íó n
C u a n d o l a s c a t e g o r ía s e n t r a n e n c o n f l ic t o c o n l a e v id e »n c ia - L o s
v a l o r e s p e r s o n a l e s c o m o c a t e g o r ía s - V a l o r e s p e r s o n a l e s y
p r e j u ic io s - R e s u m e n
seres hum anos caen con tan ta facilidad en el p re­
juicio étnicüi- Lo hacen porque los des ingredientes esenciales que
hem os discutido —la generalización errónea y la hostilidad— son
potencialidades naturales y com unes de la m ente. P or el m om ento
dejarem os dc lado la hostilidad y los problem as vinculados a ella.
C onsiderem os solam ente aquellas condiciones básicas de la vida y el
pensam iento hum anos que conducen naturalm ente a la form ación
de pie-juicios erróneos y categóricos y que nos ponen, en conse­
cuencia, en la p u erta m ism a del antagonism o étnico y de grupo.
E l lector esiA advertido de que la historia com pleta del prejuicio
no puede ponerse on este (ni en ningún otro) capítulo aislado del
libro. Cada capítulo, considerado en sí mismo, es u n ilateial. Este
es el defecto inevitable de cualquier tratam iento analitico del tema.
El p io b lem a en su co n junto es polifacético y el lector debe tener
presente, m ientras exam ina una faceta, la existencia sim ultánea de
m uchas otras. Es así que el presente capítulo presenta u n enfoque
m as bien “cognitivo” del pre-juicio. P or ei m om ento quedan nece­
sariam ente cn suspenso m uchos fpxtores incluidos en la estruc­
tu ra del yo, em ocionales, culturales y personales que están operando
sim ultáneam ente.
L a s e p a r a c ' ió n d e l o s g r u p o s h u m a n o s
En todas parles del manido encontram os una situación de sepa­
ración en tre gm pos. Las peisonas se reúnen con sus iguales. Com en,
ju eg an , residen en agrupam ientos hom ogéneos. Se visitan con los
de «su m ism a clase y prefieren exteriorizar juntos sus cultos. G ran
])artc de esta cohesión autom ática está dictada exclusivam ente por
i2
la conveniencia. N o hay necesidad de volverse hacia exogrupos •
para buscar com pañía. T en ien d o a m ano a todas las personas que
u no puede necesitar, ¿para qué tom arse el trabajo de adaptaree a
nuevas lenguas, nuevas com idas, nuevas culturas, o a gente de aite-
ren te nivel educacional? Exige m enos esfuerzo tratar con individuos ^
que p arten de iguales supuestos. U na de las razones que cxpÍK an~j’ ^
ia alegría que rein a en las reuniones de ex com pañeros de estudios
es que todos los m iem bros tienen la m ism a edad, las m ismas rem i­
niscencias culturales (hasta las viejas canciones populares q u e todos
am an) y esencialm ente la m ism a historia educacional.
Es así que la m ayoría dc las transacciones de la vida pueden
realizarse con m enos esfuerzo si nos lim itam os a ju n tam o s con q u ie­
nes son iguales a nosotros. Los extranjeros crean tensión. L o m ism o
ocurre con las personas que pertenecen a u n a clase social y económ ica -
más alta o m ás b aja que la nuestra. G eneralm ente no ju p m o s al
bridge con el portero. ¿Por qué? Q uizá prefiera el pòker; casi
seguram ente no captará el tipo de brom as y de charla que nos agrada
a nosotros v a nuestros am igos; se produciría u n a situación em ba­
razosa si m ezcláram os nuestros m odales diferentes. N o es que ten­
gamos prejuicio de clase, sino que nos encontram os cóm odos y a
gusto en nuestro propio grupo social, Y norm alm ente existen mu<mas
personas de nuestra p ro p ia clase, raza o religión para jugar, vivir,
com er y casarnos con ellas. u - '
Es m ucho más probable que debido a situaciones d e trabajo,
»engamos que tratar con m iem bros de exogrupos. E n una in d u stria
o com ercio estratificado los jefes deben tratar con los obreros, los
ejecutivos con los ordenanzas y los com erciantes con sus em pleados,
ju n to a las m áquinas pueden trab ajar hom bro con hom bro ap a­
reados d i s t i n t o s agrupam ientos étnicos, aunque es casi seguro que
sus m om entos de recreo los pasarán en sus p r o p io s grupos, que les
resultan más confortables. E l contacto eu el trabajo no basta casi
nunca oara superar la separación psicológica. A veces el contacto
está tan estratificado que el sentido de separación se intensifica. ^
obrero m exicano puede sentir envidia ante la vida más holgada de
que disfruta su em pleado anglosajón. E i obrero blanco puede
tem er cu e el peón negro esté al acecho de la ocasión de p ro c e sa r
V tom ar su trabajo. Los grupos foráneos h an sido im portados a
u n nivel industrial p ara ios trabajos subalternos, sólo para despertar
m iedo y envidia en e! grupo m ayoritario cuando com ienzan a as­
cender en ia escala ocupacional y social.
N o es siem pre la m ayoría dom inante la que fuerza a los grupos
m inoritarios a m antenerse aparte. Ellos m uchas veces prefieren
m antener su identidad, p ara evitarse la pen u ria de aprender un
• A doptam os la traducción, q ue va haciéndose frecuente, de los térm inos
ingleses in-grou¡, y out-group, com o ‘■endogrupo” y " e x o g r ^ ' d e fT ^ '
Para la definición de am bos conccptos sociológicos, ver pág. 47-CO y 90. (N. de! T .)
LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO
33
r'
idioma^ ex tran jero y de tener que vigilar sus modales. Com o los ex
com pañeros de estudios que se reúnen, ellos tam bién pueden “dejarse
1 entre aquellos q u e com parten las m ismas tradiciones y supuestos.
•enpr^n ¡¡''» d ativ o m uestra q ue los estudiantes secundarios q ue per-
í d^ ]n evidencian un etnocentrism o aún m ayor que
Dor nativos. Los jóvenes negros, chinos y japoneses,
am i^ ?. norteam ericanos en la el¿cdón de
a u e no y “novias”, entre su propio grupo. Es cierto
e r - r e ^ a m . de su propio grupo, sino q ue prefieren escogerlos
iTderes ^ e acuerdo en que !os
la com odi, H p rovenir del grupo dom inante, buscan en todo lo dem ás
re la d re , tn ü m a s 'r ^
El hecho inicial, en consecuencia, es que los grupos hum anos
len^ en a mc*ntenerse separados. N o es necesario atrib u ir esta ten­
dencia a u n in stin to gregario, a una “conciencia de clase” o al
.piejuicio. B astan p ara explicar adecuadam ente ese hecho los nrin-
cipios de facilidad, del m enor esfuerzo, la congenialidad v el orgullo
p o r la p ro p ia cultura.
Sin em bargo, u n a vez que existe este separatism o, se dan las
bases p a ia todos los tipos posibles de elaboración psicológica. Las
peisonas que perm anecen separadas cuentan con pocos ranales de
com unicación. E xageran fácilm ente el grado de diferencia entre
IOS g ijp o s y p ro n to cunde u n a interpretación errónea acerca de los
fundam entos de esa diferencia. Tor fin. y esto es quizá lo más im-
poi tan te de todo, la separación puede determ inar genuinos con­
ta c to ^ ae intereses, así como m uchos conflictos im aginarios.
ro raem o s un ejem plo. El obrero m exicano en Texas está n eta­
m ente separado del em pleador anglosajón Vive aparte, había una
-engua dilerentc, n en e u n a íradición com pletam ente distinta v asiste
a o tra iglesia. Sus hijos, es m uy probable, no van a la m ism a es-
uela que los hijos del em pleador; ni tam poco juegan juntos. T o d o
io que el em pleadui sabe es que Ju a n viene a trabajar, cobra su
jo m a ! y se va. N o ta que Ju a n es irregular en su trabajo, que parece
in d o len te y poco com unicativo. N ada más fácil para el ¿n p lea d o r
entonces, que sup o n er que esta conducta es caracteristica de todo
e g u ip o al que pertenece Ju an . Se va creando él así un estereotipo
acerca ele la haraganería, im previsión y falta de responsabilidad de
ios m exicanos. P or fin, si cl em pleador se ve económ icam ente per-
tui a o poi la irreg u larid ad de Ju an , encuentra cn ello razones
p a ra la hostd id ad , especialm ente sí cree que los elevados im puestos
o lai diíicultades financieras se deben a la población m exicana.
El em pleador de Ju a n piensa ahora que “todos los m exicanos
son iiaraganes”. C uando encuentre a otro m exicano tendrá p re­
sente esüi convicción. El pre-juicio es erróneo porque: 1) no todos
ios m exicanos son iguales; 2) Ju a n no era realm ente haragán, sino
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
34
que tenia m uchas valoraciones personales que determ inaban que
su com portam iento fuera ése. Le gustaba estar con sus hijos; ob ­
servaba ias festividades religiosas; tenía que hacer reparaciones en
su propia casa. El em pleador ignora tcdos estos hechos. E n lugar
de decir, com o sería lo lógico; “N o conozco las razones p o r las
que Ju a n se com porta así, porque no lo conozco a él como persona
ni conozco su cu ltu ra”, el em pleador resolvió u n problem a com plejo
de una m anera dem asiado simpíiflcada;i atribuyendo a Ju a n y a ‘-'
su nación el a trib u to de la “harágáneríá’ .
N o obstante, eL estereotipo del em pleador tuvo origen en u n
“germ en de verdad”. Era u n hecho que Ju a n era m exicano y tam ­
bién que era irreg u lar en su trabajo. T am b ién pudo ser u n hecho
que el em pleador h u b iera tenido una experiencia sim ilar con otros
trabajadores m exicanos.
L a distinción entre u n a generalización bien fundada y una
generalización errónea es m uy difícil de m arcar, especialm ente por
parte del m ism o individuo que elabora la generalización. E xam i­
nemos este problem a m ás atentam ente.
LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO
E l p r o c e s o d e c a t e g o r iz a c ió n
La m ente hum ana tiene que pensar con la ayuda de categorías
(el térm ino es equivalente aquí a generalizaciones). U na vez for­
madas, las categorías constituyen la base del pre-juicio norm al. N o
hay m odo de evitar este proceso. L a posibilidad de vivir de u n
m odo algo ordenado depende de él.
Podem os decir que el proceso de categorización tiene cinco
im portantes caracetrísticas.
1. C onstruye clases y agrapam itntos am plios para guiar nues­
tros ajustes diarios. N osotros ocupam os la m ayor parte de nuestra
vigilia recurriendo p ara ese fin a categorías preform adas. C uando
el cielo se oscurece y el baróm etro desciende prejuzgam os que habrá
lluvia. Nos ajustam os a este conjunto de acontecim ientos saliendo
con paraguas. C uando u n perro de aspecto fiero viene corriendo
por la calle, lo categorizam os como u n ‘‘perro rabioso” y le huim os.
C uando vam os a visitar a u n m édico porque nos sentimos enfermos,
esperam os que se com porte de cierta m anera. E n estas y en otras
innum erables ocasiones lo que hacem os es “tipificar” un suceso
aislado, ubicarlo dentro de u n rubro fam iliar y actuar en conse­
cuencia. A veces estam os equivocados: el suceso no corresponde
a esa categoría. N o llueve; el perro no está rabioso; el m édico
no se com porta ele acuerdo a las norm as de su profesión. Sin em ­
bargo, nuestra conducta ha sido racional. Se basó en un alto grado
de p io b ab ilid ad . A unque utilizam os u n a categoría equivocada, no
estaba en nuestras m anos hacerlo de otro m odo.
rnnf.^*r!íl decir que n u e s tr^ e x p e ric n d a eu la vida tiende a
“ ^8^“ P ™ ien to s (conceptos; cltegorías), y que si bien
categoría o de ocasión al recu rrir a ellos, es
lU -n ° ° proceso dom ina toda nuestra vid::
■ d a r n . N o pedem os apre­
ciarlos u n o p o r uno. Si pensam os en ellos es p ara tipificarlos.
f ^ abierta. Pero, hablando
»lueva experiencia
debe insertarse en categorías antiguas. N o podem o. tratar c^rl^ n.,pvn
S i'así To hicié-
B e m ^ d ex p erien d a pasada? El filósofo
m e r ^ f h í r ^^sum ido así la cuestión: “U na m ente p erpetua­
m ente ab ierta sen a u n a m ente p erpetuam ente vacía.”
p ^ .v ¿ „ <^‘^i^Sonzación se asimila lo más posible al agrupam ienio.
EXi,te u n a curiosa inercia en nuestro pensam iento. Nos gusta resolver
£,m '’e m e r r t " c í a l.o m í 5 '
dam ente podam os u bicar esos problem as en u n a categoría satisfactoria
co n taíse'''u n ? v la solución. Suele
S ’m iP n í. / fa^m ada en la M arina que
atender- c' egonas p ara ubicar todas las dolencias que debía
a i n W n / puede ver, pongase yodo; si no se la puede ver. dése
H ^"Slesa. La vida era sim ple para este
a o ^ c a d ó ^ d ^ T ''‘'^^'•‘ actividad profesional se apoyaba en la
aplicación dc dos únicas categorías.
- P uede dejarse expresado este p u n to del m odo siguiente: ia m ente
tien ae a categorizar los sucesos del m edio am biente de la m anera
íl  ^ ° ^ P ^ “ ble con ¡a necesidad de acdón. Si el
auxiL ar de farm acia de nuestra historia fuera castigado p er su torpe
m anera de ejercer h m edicina, se corregiría y aprendería a em plear
cat..gorias mas discrim inadas. Pero en tanto podam os ‘seo-uir ade-
r.P n r /¿'^^'■^li^aciones excesivam ente toscas, tendem os a"hacerlo.
^( P or qué? P orque requiere m enos esfuerzo, y el esfuerzo, salvo en
.a estela de nuestros intereses más vitales, es desagradable)
L a im portancia de esta tendencia para la com prensión de rues-
^ ?„Pvz°o i"“ " resulta clara. Al em pleador anglosajón le cuesta menos
-sfueizo ^ u iar su conducta d ia n a p o r la generalización “los m exicanos
son haraganes que individualizar a sus trabajadores y conocer ias
w zones reales de su conducta. Si puedo ag ru p ar a trece m illones de
m is concuuladanos bajo u n a sim ple fórm ula: “Los negros son estú-
p i os, SUCIOS e inferiores”, sim plifico m i vida enorm em ente. Serc'-
llam ente tratare de evitar a todos y cada uno de ellos. ¿Hav aiffo
m as sim ple? ' &
3. L a categoría nos perm ite identificar ráp¡da7ncnte a un obieto
p o r sa^ rasgos com unes. C ada acontecim ienío tiene d erto s ralos
que sirven p ara p o n er en acción las categoría, del pre-juido. C uando
vem os un p ajaro de pecho rojo, decimos que es “uú p eíirro jo ” C uan
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
T
do vemos que un autom óvil viene zigzagueando hacia nosotros pen­
samos “el que m aneja está borracho” y actuanios de acuerdo con esa
noción. U na persona con piel oscura activara todos los conceptos
acerca de los negros que predom inen en nuestra m ente. Si la categoría
dom inante com prende actitudes y creencias negativas, inmediata--.;
m ente evitarem os a esa persona o adoptarem os con ella aquel h ábito
de rechazo (capítulo I) que nos resulta más fam iliar y accesible.
Es así que las categorías tienen una vinculación estrecha e inm e­
diata con lo que vemos, con el m odo como juzgamos lo que vemos y
con lo que hacemos. E n realidad, toda su u tilid ad parece consistir
en facilitar la percepción y la conducta; en otras palabras, en hacer
más rápidos, fáciles y adecuados nuestros ajustes a la vida. Este p rin ­
cipio sigue siendo válido a pesar de que a m enudo com etemos errores
al ubicar acontecim ientos en categorías, viéndonos asi perturbados en
nuestra acción.
4. La categoría satura todo lo que contiene con iguales connota­
ciones ideacionales y emocionales. A lgunas categorías son casi p u ra­
m ente intelectuales. A tales categorías las llam am os conceptos. A rbol
es un concepto constituido en base a nuestra experiencia con cientos
de tipos de árboles y con m iles de árboles aislados y a pesar de ello
tiene esencialm ente u n solo significado ideacional. Pero m uchos de
nuestros conceptos (tam bién árbol) tienen, además, de u n “signifi­
cado”, u n “sentim iento” característico. N o sólo sabemos lo que es u n
árbol, sino que tam bién nos gustan los árboles. Y lo m ism o ocurrtí
con las categorías étnicas. N o sólo sabemos lo que significa ser chino,
m exicano o londinense, sino que además el concepto puede ir acom ­
pañado en nosotros de un tono sentim ental de agrado o desagrado.
5. Las categorías pueden ser más o m enos racionales. H em os d i­
cho que en general una categoría comienza a constituirse en base a
un "germ en de verdad”. U n a categoría racional parte de ello, y se
agranda y solidifica a través del aum ento de la experiencia pertinente.
Las ¡eyes científicas son ejem plos de categorías racionales. E stán res­
paldadas por la experiencia. Cada suceso al cual ellas se aplican
acaecen de cien o m odo. A un cuando las leyes no sean cien por ciento
perfectas, las consideram os racionales cuando tienen u n alto grado
de probabilidad de predecir u n acontecim iento.
A lgunas de nuestras categorías étnicas son bastante racionales.
Es probable que un negro tenga pie) oscura (aunque éste no sea
siem pre el caso). Es probable que u n francés hable el francés m ejor
que el alem án (aunque aquí tam bién hay excepciones). Pero; ¿es
cierto que todos los negros son supersticiosos, o que todos los franceses
ucucn una m oral laxa? A quí la probabilidad es m ucho m enor, y su
sigiiificado es casi nulo si com param os estos grupos con otros grupos
étnicos. Sin em bargo nuestra m ente parece no hacer ninguna dis­
tinción cn la form ación de categorías: las categorías irracionales
sc form an con igual facilidad que las racionales.
LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO
37
de uí!*eruTC*sé“ ren n V . m i e m b r o s
s . í ’é ¿ ‘' , o r P ~ r .s ™ i r ? ‘L í ! / . x
racionales. afirm an, con igual v,gor que otras más
i .« o ? ¿ S j j n r r t f L s í í t “ : ! ..' » * ' ' r » « . . ■■»
tituyó, pues, la categoría “los indi'rw h ^ a un judio. ¿Cómo se cons-
^ . com unidad era fu ertem en te católica m aeTtror^í^'^'h v
ju d ío s fueron los asesinos d e C risto.' T am bién se L b ía d=>r!^"l enseñado que los
q u e existiera u n an tig u o m ito pagano acerca d» n n • circunstancia de
a un dios. D e m odo q u e dos ideas de <rra ^ ^ «em onio q ue había m atado
crearon un p re-juicio h o stil acerca de lo s ^ u d í o r " convergieron y
ía c í] id a T ° Q u Í t° irracionales se form an con igual
laciJidad que las categorías racionales. P robablem ente se form nn
categoría U n escolar que tenga que form arse, por ejem plo alg-um
concepcicn general acerca deJ pueblo tibetano, no p!iedc tm nar en
consideración p ara ello otros datos que los que s r ^ L t r o y su
a b ro de texío proporcionan. L a im agen resultante puede ser
errónea pero el n iñ o h a hecho todo lo que estaba a su alcance p í a
conocer la verdad. .u ajcance para
M ucho m ás p ro fu n d o y desconcertante cs el tipo de pre-=u-co
in a cio n a l que ;io tom a en cuenta la evidencia. Se cuenta ? n V iste
aceica de un estu d ian te de O xford que dijo una vez: “Yo desoíecio
a todos los norteam ericanos, pero no he encontrado jam ás a uno
qu e m e resu ltara desagradable.” En este caso la categoriL ción estaba
- I. contracuccion con su m ism a experiencia directa, A ferra-se f un
pre-juicio cuando sabem os que es errado es u n a de las form as más
extrañas en que se presenta el prejuicio. iLos teólogos dicen que en
<is pre-juicios aebidos a la ignorancia no hav pecado, pero s' le
'•■ id e rc iif m antenidos con desprecio deliberado d¿ la
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO
C u a n d o l a s c a t e g o r ía s e n t r a n e n c o n f l ic t o c o n l a e v id e n c ia
Es im portante para los fines de nuestra obra entender lo que
ocurre cuando las categorías entran en conflicto con la evidencia.
M erece ser señalado el hecho de que en la m ayoría de los casos las
categorías sean tan tenazm ente resistentes al cambio, E'espués de ' ^
todo, hem os elaborado nuestras generalizaciones en determ inada
form a porque vimos que funcionaban bastante bien. ¿Par^^ q u é an- rr
d ar cam biándolas a fin de acom odarlas a cada nueva m eím da evi­
dencia que aparece? Si estamos acostum brados a una iriírca de "
autom óviles que, por otra parte, nos satisface, ¿por qué ad m itir los '
m éritos de otra marca? Si lo hiciéram os, lo único que conseguiría­
mos sería p ertu rb ar nuestro satisfactorio conjunto de h á b ito ^ ¿
A dm itim os de m a re ra selectiva nueva evidencia en u n a cate-“ "
goria cuando aquélla nos confirm a en nuestras creencias previas.
U n escocés tacaño nos deleita, porque confirm a nuestro pre-juicio.
Es agradable poder decir; “Es como te lo había dicho.” Pero si ■
encontram os evidencia contradictoria con nuestro preconcepto, lo
más probable es que le ofrezcamos resistencia.
Existe un procedim iento m ental m uy com ún que perm ite a la
gente m antenerse aferrada a pre-juicios aun frente a m uchas evi­
dencias contradictorias. Ese procedim iento consiste en ad m itir ex­
cepciones. “H ay negros buenos, p e ro .. ” o “Algunos de mis m ejo­
res amigos son judíos, p ero . . . ” Este procedim iento es de u n a eficacia
contundente. A l excluir unos pocos casos selectos, el rubro negativo
queda intacto para todos los dem ás. En resum en, a la evidencia
contraria no se la adm ite, perm itiendo que m odifique la generaliza­
ción; en lugar de ello se la reconoce superficialm ente y se la excluye.
Llam arem os a este procedim iento La ‘ reclausura”. C uando un
hecho no encaja dentro de una zona m ental, se reconoce la excep­
ción, pero la zona vuelve a clausurarse apresuradam ente, im pidiendo
que quede peligrosam ente abierta.
U n curioso ejem plo de reclausura tiene lugar en m uchas discu­
siones sobre el problem a de los negros. C uando u ra persona con una
fuerte predisposición irracional contra los negros se halla frente a
una evidencia favorable a ese grupo, lo más probable cs que reac­
cione inm ediatam ente con la consabida pregunta m atrim onial; “¿Ue
jaría usted que su herm ana se casara con un negro?” Esta es una
habilidosa reclausura. E n cuanto al interlocutor dice “no” o vacila
en responder, la persona con prejuicios puede efectivam ente decir;
“¿Lo ve? H ay algo en Ies negros que nos resulta inaceptable”, o:
“Yo tenía razón e n to n c e s,., el negro es m alo por naturaleza,”
iia y dos condiciones que llevan a una persona a no hacer n in ­
gún intento para reclausurar su cam po m ental con el fin de m an ten er
su generalización. La prim era de ellas es la circunstancia u n tanto
39
m e;,ía/íd«d abierta. H ay individuos
generalizar i r “'I " '"  tendencia relativam ente pequeña a
generalizar. Sospechan de todo m arbete, de las categorías de las
d e n d ^ 'q u ? habitualm ente en conocer' la evi-
ruer’^ r d . 1, cualquier generalizadón am plia. D ándose
^spf'cialm enfp'''"“ ‘^ 'V ‘“ “" de ia naturaleza hum ana, son
é t í ? c .f “ ; en lo que respecta a la . generalizaciones
y están d---Dn7rfn"“ alguna ,o ..acen de un m odo m uy provisional
L n c e p to éfnico ; r e % l h 'e n t ? " “
es e ¡ ^ m e ° ? í n S r r “ " f la m odificación de conceptos
es ei m ero mceres personal. J i,a persona puede aprender desnnés
re v is S r s ^ P u e ? e ^ n ? ’s a r " categorías son erróneas y deben ser
h o n T o fro m r^ K i. clasificar correctam ente los
v o E a T m e t e ; " *^ta venenosa. N o
pen^^^r nue r ? a l í r n corregida. O puede
p en sar que ios italianos son prim itivos, ignorantes v ruidosos hacía
q u e se enam ora de u n a m u c L c h a italiana de f a m ik c u ^ s Í n
, . e ,u e
ten er “ f em bargo, existen buenas razones para m an-
Y a d e S v e m t' pre-juido. Cuesta m enos esfuerzo,
por n T es'ro . aprobados y apoyados
de una 7 ;™ ; r e ^ í . ' quedaría bien que el hab itan te
sión rip í.‘J - disintiera con sus vecinos acerca de la adm i-
í u m í s c“ÍéS,r“ " “"’'■‘7 « “ "fo'-able ve. que
b u -n a . son sim ilares a las de nuestros vednos, de cuya
sat^ de m i p l r t P u ' " es nada sen-
v ird o n es reconsiderando todas mis con-
ciones, especialm ente aquellas que jirven de base d^ sus^enta.-iór
y m is ^ 'S n o s ." ” ' ' ' ' sustentación sea satisfactoria para m i
LA n a t u r a l e z a DEL PREJUICIO
I .o s VAI.ORFS PERSONALES COMO CATEGORÍAS
la v i " ™ : ! ? ™ “ “ ''” I ” , ' “ , « r t a » em éndate para
la vida m en tal y que su acción desem boca inevitablem ente en r.re
JUICIOS, que a su vez p u eden ¡legar a ser p rejuidcs. ^
l.as categorías mas im portantes que un hom bre tiene son su
q - jálense en eL o. o que los analice detenidam ente: lo más com ún es
que los sienta, los ah rm e y ios defienda. T a n im portantes son las
-fO
L A N O R M A L ID A D D EL P R E JU IC IO
oyó una vez que u n visitante se quejaba de lo polvorienta que era
la región. El cam pesino esquivó el ataque que se hacía al lugar que
am aba, diciendo: "A m í me gusta el polvo; parece que purifica el
aire.” Su razonam iento era pobre, pero servía p ara defender sus
valores.
Com o partidarios de nuestra propia form a de vida no podem os
evitar que nuestro pensam iento sea parcial. Sólo una porción p equeña
de nuestro razonam iento actúa com o lo que los psicólogos han lla­
m ado "pensam iento dirigido”, es decir controlado exclusivam ente
por la evidencia externa y dedicado a la solución de problem as obje­
tivos. C ada vez que intervienen los valores, el sentim iento o la sensi­
bilidad, estam os proclives a caer en u n tipo de pensam iento "lib re”,
“caprichoso” o “fantasioso” Esa form a parcial de pensar es en tera­
m ente natural, ya que cum plim os nuestra función en el m undo
viviendo de un m odo integrado, como perseguidores de valores. Los
pre-juicios que se derivan de estos valores nos perm iten hacerlo.
V a l o r e s p e r s o n a l e s y p r e j u ic io
Es obvio, entonces, que el m ero acto de afirm ar nuestro m odo de
vida nos conduce a m enudo hasta el borde del prejuicio. El filósofo ;
Spinoza ha definido lo que él llam a "prejuicio de am or”, diciendo que '
consiste “en sentir por alguien, a causa del am or, más de lo que es
justo sen tir”. El am ante generaliza de m odo excesivo las virtudes de
su am ada. Considera cada uno de sus actos como u n dechado de per­
fección. El p artidario de u n a iglesia, de un club, de una nación puede
tam bién sentir por estos objetos, "a causa del am or, m ás de lo que
es justo sen tir”.
E xisten buenas lazones para creer que este prejuicio de am or
es m ucho más esencial p ara la vida hum ana que su contrario, el p re­
juicio de odio (del cual dice Spinoza que ‘ consiste en sentir por
alguien, a causa del odio, m enos de lo que es justo sentir”). U no
debe prim ero sobreestim ar las cosas que am a para poder subestim ar
luego las que se les oponen. Las vallas se erigen en prim er térm ino
para proteger lo que amamos.
I,as vinculaciones positivas son esenciales p ara la vida. El niño
pequeño no podría existir sin su relación de dependencia con res­
pecto a la persona que lo nutre. D ebe am ar e identificarse con alguien
o algo antes de que pueda aprender a odiar. Los niños han de tener
prim ero un círculo fam iliar y de amigos antes de poder definir los
“e' ogiupos’' que constituyen u n a am enaza para ellos
¿Por qué razón oímos hablar tan p.occ del prejuicio de am or, o
sea de la tendencia a generalizar con exceso nuestras categorías de
npego o afecto? U na razón es que los prejuicios de este tipo no cons­
tituyen u n problem a social. Si yo m uestro una parcialidad excesiva
41
Á T v ^ c T n T r ^ V T m anifestar hostilidad hacia los hijos de
p u e Ìe h a ;erìn defiende u n valor categórico propio,
^erson^litfc X - tUT.~ - - p r ^ - i o
p e o / c X T d u t n I e X ” com ün a ^nuchos euro-
U nidos con desdén 'V om o u n ^ ^ e n o 'L revolüjoX ^^^^^
U n estu d ian te de M assachusetts, que decía ser un apóstol de la
tolerancia (eso era lo que él creía) L r i b i c : “El n r o E d f lo s
negros no se resolverá m ientras a esos im béciles blancos del Sur no se
s m íoduzca im poco de m ateria gris en sus cabezas h u ecas” Los
ya.ores positivos del estudiante eran idealistas. Pero, para colmo de
ironía, su to leran cia” m ilitan te desem bocaba en una condenación
í^ irS á za m í T ' " T " P ^ ^ a ció n al que éi percibía como una
«m enaza p ara sus valores de tolerancia.
nup n es cl caso de aquella dam a que decía; “Por supu^s'o
a 1 oue ^e coÍor
<-'1 Sur y habiendo vivido
L ¿ s ‘n e í n ™ ' de com prender el problem a.
e  su S o T perm itirles perm anecer
?  n d n ' r ‘le’ N « « e no entienden a los negros, eso
e. todo. Lsta dam a en su breve alegato, estaba defendiendo sus pro-
ío sí"!ó n ''“ ? ’° 'H ^ '' psicológico) su
pos .io n y la vida com oda que había llevado hasta entonces N o era
s ta tZ g i l " T-^e am aba el
R esulta m uy conveniente creer, si nno pi;ede, que la catPíro-í i
propja esta to talm en te bien y la del p r ó j i l totalm ente ín íl^ Un
• im ple obrero de u n a fabrica recibió de los directores de la com pañía
la oferta de un puesto en las oficinas de la em presa. U n dirieentc
grem ial le d ijo entonces: ‘N o aceptes un puesto l n la d i r e c c i ó / p .
42
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
IB
í¡
t
que te volverá^) un bastardo igual que todos ellos.” Sólo existían dos
clases p ara este dirigente grem ial: los obreros y los “bastardos”.
Estos ejem plos perm iten com prender que jel prejuicio negativo ^
es un reflejo del propio sistem a de valores. Nosotros estimamos nues­
tro propio m odo de existencia y subesiim am os en consecuencia (o
atacam os de m odo activo) le que nos parece constituir u n a am enaza
p ara él. Este pensam iento ha sido expresado por Sigm und F reud:
“En la abierta an tip atía y aversión que la gente siente hacia los ex­
tranjeros con quienes debe tratar, reconocemos la expresión del am or
a si m ism o, del n arcisism o .^
El proceso resulta especialm ente claro en tiem po de guerra. C uan­
do u n enem igo am enaza todos o casi todos nuestros valores positivos,
reforzam.os nuestra resistencia y exageram os los m éritos de nuestra
causa. Sentim os —y éste es u n ejem plo de generalización excesiva—
que nosotros estam os totalm ente en lo cierto. (Si no creyéramos esto
no podríam os destinar todas nuestras energías a la defensa.) Y si
nosotros estamos totalm ente en lo cierto, nuestro enem igo ha de estar •
entonces com pletam ente equivocado. Puesto que está com pletam ente
equivocado, no vacilaríam os en exterm inarlo. Pero hasta en tiem pos
de guerra resulta claro que nuestro básico prejuicio de am or es lo
prim ario y que el prejuicio de odio es u n fenóm eno derivado.
Si bien pueden existir “guerras justas”, en el sentido de ataques
reales que deben ser enfrentados a los propios valores, la guerra
siem pre entraña, no obstante, algún grado de prejuicio. La m era
existencia de u n a grave am enaza hace que se perciba el país enem igo
como algo totalm ente m aligno y a todos sus habitantes como u n a
am enaza. La ponderación y el discernim iento se tornan im posibles ®.
L.Í NORMALIDAD DEL PRE JUICIO
^.ESPMEN
Este capítulo ha sostenido la tesis de que eU u?m bre_ti.eae .un.a,
propensión al preju icio. Esta p ropensión radica „en su Jen d en cia jaor-_
mal y n atu ral a form ar generalizaciones, conceptos, categorías, cuyo,
-contenido representa- u n a sim plificación-excesiva-de-su,ariund.0. de
-experiencias^ Sus categorías racionales se atienen a la experiencia
directa, pero puede tam bién form ar con la m ism a facilidad catego­
rías irracionales. Éstas pueden carecer de todo fundam ento real, y se
form an totalm ente en base a rum ores, proyecciones em ocionales ^
fantasías. ' ' !
L U n tipo de categorización que nos predispone especialm ente a
adoptar pre-juicios injustificados lo constituyen nuestros valores p er­
sonales. Estos valores, la base de toda existencia hum ana, desem bocan
fácilm ente en piejuicios de am or. Los prejuicios de odio son desarro­
llos secundarios, pero pueden brotar, y a m enudo lo hacen, como
reflejo de valores positivos^
43
'-J I
r *
J
■'3
:s
1
C on el fin de com prender m ejor la naturaleza del prejuicio de
am or, que es fundam entalm ente responsable del prejuicio de odio,
jxisamos a considerar la form ación de las lealtades de grupo.
Í--Í n a t u r a l e z a d e l PREJUICIO
N O T A S Y R E F E R E N C IA S
in D ic k so n , “Selective associalion am ong ethnic gronps
 school population", Am erican Sociological Reviexv, I951Í, 17, 23-34.
- En la ciencia psicológica los procesos de “pensam iento d ir id d o " ’y de ‘Ven-
saniieiuo h b re ” h a n sido m antenidos aparte en el pasado. Los ‘'expcrinientalistas'’,
e s tu d ia d o el p r im e r o d e lo s p ro c e so s y lo s “ nsicó-
lo g o s d .n í m : c o s ’ (p . ej los fr e u d ia n o s ) el .seg u n d o . P u e d e n c o n s u lta rs e , p a r a la
0 ( 2  f e L , H u m p h r e v . D irected T h in k in ,. N u e v í Y o rk .
/ , v r f .t r / /I s e g u n d a , Sig m u n d F r e u d , T h e P syxhopatholog, of
19 4 t J Y cotidiana), N ueva York, M acm Ulan
rad. 1914. [Existen vanas ediciones de las “O bras C om pletas" de Sigm und F reud
■■dina^mirkt?,”''''. '" " '“ tendencia, po r p arte de “experim entalistas". y
rsDÍmrn X ^ ’ , Z «fuerzos para la investigación y la teoría. (Ver el
no es deSDués'^de i pensam iento prejuicioso
fu°nde con"^e,1ant.s?oso. P — " - 4 ^ 0 se
c ™ ’'- P * y * °l°g ieal approach to love and h a te ”, capí-
Tin TÍ So r o k in (ed.). Explorations in A ltru istic Love and B e h a v ilr
Koston, Beacon Press, lOjO. T am bién M. F. A sh ley -M o n tag u , On B eing H u m a n
N ueva -iork. H e n ri Schum ann, 1950. ^ n u m a n .
58^82: (1776-1860)", A m erican
relaciones e.u re la guerra y el prejuicio se discuten en H .
C,- ,N R,L (ed ), Tensions T hat Cause Wars, U rbana, U niv. of Ilinois Press, 19jO.
44
C a p í t u l o III
FOR.M .^CIÓN DE E N D O G R U PO S
¿ Q u é e s u n h.sDOGRUPo? - E l s e x o c o m o e n d o g r u p o - La
NAIURALEZA MÓVIL DE LOS ENÚOGRtjPOS - E n DOGRUPOS Y GRÜPOS DE
REFERENCIA - DISTANCIA SOCI.Ai - L a TEORÍA DEL PREJUICIO COMO
NORMA DE GRUPO - ¿PuED EN EXISTIR ENDOGRÜPOS SIN EXOGRÜPOS? -
¿ L a HUMANIDAD PUEDE CONSTFIXTR UN ENDOGRUPO?
El proverbio la fam iliaridad crea el desprecio no llega a ser, n i
de lejos, u n a verdad a m edias. Si bien a veces la ru tin a d iaria o
nuestros com pa íeros habituales nos ab urren, no es m enos cierto que
nuestra vida se apoya en valores que ex traen su fuerza de la circuns­
tancia de resultarnos fam iliares. Y aú n más, lo fa m ilia r tiende a
cpnyeflirce en u n valor. T erm in an p o r gustam os el estilo de com ida,
las cosuim bresTías personas con las que hem os crecido.
Psicológicam ente, el nòdulo del asunto está en que lo fam iliar
proporciona la base indispensiible de nuestra existencia. Si la. vida
que llevam os es buena, el m arco en q u e se inserta parece tam bién
bueno y d>;seablt. Le son daJos a un niño tanto sus padres, como
sus vecinos, la región y el país en que nace. Lo m ism o ocun'e con su
religión, raza y tradiciones sociilcs. Praa éi todas estas afiliaciones
se d aa por de5con<"<.dás. P 'jrsto que él es parie àe ellas, y ella.s soa
parte de él, son butnas.
 a a la edad de cinco año;, un niño es capaz de con^prendcr que
es m iem bro de diversos grupos. T iene, p o r ejem plo, u n sentido de
identificacjón étnica. H asta los nueve o diez años no será caua-c
de com preuder lo que su pene.iencia significa realm ente; en qué,
por ejem plo, difieren los judíos de los gentiles, o los cuáqueros de los
inetcdistas, pero no aguarda hasta ser capaz de tal coniprens’ón para
desarrollar vehem entes lealtades de grupo.
A lgunos psicólogns dicen que el niñ o se siente “graáficado” por
el hecho de ser m iem bro de grupos, y que esa gratiíicacion crea la
lealtad. O sea que su fam ilia lo cuida y lo alim enta y que él obtiene
placer de los dones y atenciones que recibe de sus vecinos y com ­
patriotas. Así aprende a am arlos. D e este m odo, en base a estas
gratificaciones, adquiere sus lealtades. C abe d u d ar que esta expli-
45
I.A n a t u r a l e ? i D E L P R E JU IC IO
gi.:u=i„iì“kr“='r;.t rs
' positivam ente con su clan d e’ io d Z ^ n T
form a p arte in elu d ib le de su vida. «m plem ente porque
r a t ó , ^ d e ' S t '>
ìris?“"
- . ----- - cciimucii uue la
f a m ilia s ^ d a L f ° J g ^ 'Í ^
sin ellos. ' ^ ‘ “ '-J ^'ería ]o que es
m í s ^ K S " '- ,? ,! “ ¿ ' i r J j ' í f ' : ' ; , * ' " i" 1™- Cí- r-„
iialiclad ¡o que ,|m m r ,;,,c V i’ »''“ > “ 1“ ” '-
-::;:=“ i-grupos. Puesto n n - -mo -, '¡' " ^^«‘Cas Je una persona a
tradiciones, su nacionalidad í T - % p , r u
aceptarlos líI acem o nuf> * i* nativo, n-iro l>ien en
s 6 , í c » ..e i a i : ^ , ^ ; L ' " S í -»==
conocim iento"direíL 'dl'tod^s'L feS ^^ individuo tenga
h ab itu al es que c o n o .a a
1
(U n huérfano, sin em bargo, puede estar apasionadam ente vinculado
con sus padres a los que nunca ha visto.) A lgunos grupos tales
como c ubes, escuelas, vecm darios, son conocidos a través de con-
o"*sóÍo s t c ^ n ^ ’ en gran m edida de sím bolos
di ecto d ^ r n T " refe>-enc.as. N adie puede tener el conocim iento
i iccto^ dc toda su raza, n. de todos sus cofrades o correligionarios
U n nino puede o ír entusiasm ado la narración de las hazañas de su
m k m b ro d°é un barco, colonizador o
m iem bro de la nobleza esta establecido p o r una tradición con la oue
el nino se identifica. Las cosas que oye constituyen u n terreno u n
autentico p ara su vida como sus experiencias cotidianas. P or m edio
de sím bolos uno aprende las tradiciones fam iliares el patriotism o
endogrupoj definidos sólo verbal­
m ente pueden estar sin em bargo firm em ente estructurados.
¿ Q u é e s u n ü n d o g r ü p o ?
1 sociedad estática sería m uy fácil predecir cuáles serán
asT ealtades que desarrollará un individuo: a qué r e S a nué
£fellugarVS^^^^
c"“ S : . í , S " ? h '
í™ ,T S ^
» h . í 'i a i r d g r d « -
■IOS S , T í . ¡ '" l ! ' » t 'e d a d e s V j r j a n a s - o u e
- t-s p cm 1 ,;, hacer una unporcante predicción. Etc io'los las so7ie
o^n,cs dcl m undo co n M cra al n u í :^u:o m :e,nbro t los ^ T c ¡
. É n ,. p,.d)cs. .erten e ce a la m ism a raza, estirpe, tradición fa m ü íx
-eiigion, rasta y status ocupacional que ello^ Pn^- cieu o que e-í
• a s 'Í e V s S 'l^ f Í i ■ ab an d o n ar alm i­
la s Je estas afiliaciones, pero no todas. P or lo com ún se espera oue
el nin o adquiera las m ism as lealtades y prejuicios que s u Í pad-es-
y ^1 el padre, a causa de su pertenencia a algún «mipo es obfeto dp
r i o í m L t ' ^ j S S o ' f ' " - to r n á til m e n t e en victim a ,
FORMACIÓN DE ENDOGRUPOS
f
l'C
47
S'í
A pesar de que esa regla puede aplicarse a nuestra sociedad es
aquí m enos in falib le que en otras regiones del m undo donde la
fam ilia tiene m ayor im portancia. Si bien el niño norteam ericano
ad quiere n o rm alm ente un fuerte sentido de su pertenencia a un
p i p o fam iliar y una cierta lealtad al país de origen de sus padres,
lo m ism o que a la raza y la religión de éstos, existe para él m ayor
elasticidad con respecto a la intensidad de sus vinculL iones. c ld a
p a u ta in d iv id u al será algo diferente. U n niño norteam ericano se
encuentra en lib ertad de aceptar algunas de las afiliaciones de sus
padres y de rechazar otras.
/ j s difícil d efin ir de m odo preciso u n endogrupo. Q uizá lo m e­
jo r sen a decir que todos los m iem bros de ü n endogrupo usan el
térm ino nosotros con u n significado esencialm ente idéntico Así
o hacen los m iem bros de una fam ilia, los condiscípulos, los m iem ­
bros de u n a logia, de u n grem io, club, ciudad, estado o n“ fó n i
De una m anera algo n*ás vaga pueden proceder así los m iem bros 3e
entidades internacionales. A lgunas organizaciones “nosísticas” * son
transitoiias (por ejem plo, u n a reunión social); otras son perm a
nentes (por ejem plo, u n a fam ilia o d a n ) . ^ Pe™ a-
sus p arien tes p o r vía p atern a;
sus p arien tes p o r vía m aterna;
fam il-a d e orientación ^aquella en la cual cr^dóV
fam ilia d e procreación (su esposa e hijos)-
el g ru p o d e am igos de la infancia (ahora sólo u n borroso -ecuerdoV
escuela p rim a ria (sólo presente en el recuerdo)-
escuela secundaria (sólo presente en el recuerdo)-
su college en conjunto (a veces vuelve a visitarlo!-
(reforzado po r reuniones periódicas);
veinte año“ ). a los
(f'-ertem ente organizada y ron vinculación m uy firme)-
su firm a (pero especialm ente la sección ep la que fab aia)-
de .u " r - t e
gu erra m u n d ia l'y ^ r ] 4 'c k lL V o torí'Jso):^''’“ ^^^^ -nfanteiía de 1;, prim era
el estado en q ue n a d ó (una pertenencia bastante triv ia l;
e pu eb lo en q u e ahora v>ve (activo ejpiriLu rívico);
..u c v a In g ,aterra ,u i.a lealtad regional)-
r«.n.=sco c,„ o,™
. S ; “ s i i j s r ™ p---
LA NATURALEZA DEL PREJUICIO
48
Es probable que la lista de Sam no esté com pleta, pero de todos
modos nos perm ite reconstruir bastante bien las pertenencias básicas
sobre las que edifica j vida.
E n su lista Sam i^iude a un grupo de am igos de la infancia. R e­
cuerda que en aquella época de su vida este endogrupo fue de
trem end im portancia p ara él. C uando se m udó a u n nuevo barrio
a la edad de 10 años no tenía a nadie de su m ism a edad p ara jugar y
él deseaba m ucho este tipo de com pañía. Los otros chicos lo m i­
raban con curiosidad y desconfianza. ¿Lo adm itirían o no? ¿El estilo
de Sam seria com patible con el estilo de la pandilla? T u v o lugar la
h ab itu al ordalia a puñetazos, provocada con cualquier pretexto m í­
nim o. Este ritu al, tal com o se acostum bra en las pandillas de
m uchachos, tiene la fin alid ad de proporcionar una p ru eb a ráp id a y
aceptable del com portam iento y la m oral del extraño. ¿Se m an­
tendrá éste d en tro de los lím ites que se fija la pandilla, m ostrando
el coraje, la rudeza y el autocontrol suficientes como p ara c; iforraar
a los otros chicos? Sam tuvo suerte en esta ordalia y desde ntonces
fue adm itido en el grupo al que ansiaba pertenecer. P robablem ente
haya sido u n a suerte p ara él no haber tenido n in g ú n dem érito en lo
referente a su pertenencia racial, religiosa o de status. D e o f o m odo
el período de observación h u b iera sido m ás largo y las pruebas más
exigentes; y es posible q u e la p an d illa lo h u b iera excluido p ara
siem pre.
D e m odo que hay algunas pertenencias a endogrupos p o r las
que debe luchaise. Ppro m uchas se confieren autom áticam ente por
nacim iento y por tradición fam iliar. U tilizando palabras de la m o­
derna ciencia social direm os que el prim er tipo de pcrienencias
refleja un status hdqi'irido; el segundo, u n status adscnpto.
FORMACIÓN DE ENDOGRUPOS
E l s e x o c o ^ ^ o izN D O C K urc
Sam no m e;icionó pertenencia íslrlus •-iúscn¡i'o) al sexo
m asculino. Prf/i);il)kii;ieni.e en nfgun.i époi ;i ¡(c su .vr/a
conscientem enic im portante parrt rl y ijuiz;'. todavía lo ¿ca.
E l endogrupo dcl sexo r&nstituyc u n caso intpres:ii;t<,‘ fie estudio.
U n niño de dos .iña' no hace geucrahpenie r.ir.gunn disiivcióii entre
sus coínpañerc:; una nifia o un vaión es ¡c m 'sm o p aia c! T odavía
en el prim ev gcadi. cscolar !:■, conciencia de c’.upos d:licenciados
p o r el sexto es relativam ente escar.a. Si se les pregunta con quiéu
q u errían jugar, ¡os chicos de pr;:r,er grado cli.i^^en coic o .iroiiiedio a
u n niño del otre sexo p o r lo n:eno3 la cuarta parle de las veces.
Pero al llegar al cuarto grado estas elecciones cruzadas virtualm ente
desaparecen: sólo el dos p o r ciento de los niños quiere ju g ar con
com pañeros del se.Ko opuesto. En la escuela secundaria las am istades
49
!i
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport   la naturaleza del prejuicio
Allport   la naturaleza del prejuicio
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Allport la naturaleza del prejuicio

  • 1.
  • 2. Gordon W. Allport Lanaturaleza del prejuicio T E M A S DE EU D EB A / SO C IO L O G IA £U1>£BA E D IT O R IA L U N IV E R SIT A R IA D E BU E N O S AIRES
  • 3. T ítu lo d e la ob ra original: T h e N ature of Prejudice Addison-Wesley Publishing Company, Inc. Cambridge, Massachusetts, 1954 T raducida de la tercera edición (1955) por R ic a r d o M a l f é La revisión técnica estuvo a cargo de E l ís e o V e r ó n (X - , Cuarta edición: agosto de 1971 V-y J m EL AÑO DEL SESQVICENTENARIO DE LA FUNDACION DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES © 1962 EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES - RIVADAVIA 157I/7S Sociedad de Economía Mixta Fundada por la Universidad de Buenos Aires Hecho el depósito de ley IMPRESO EN LA ARGENTINA — i>ICINTKD IN ARCP.NTINA PREFACIO Los hom bres civilizados han logrado un considerable dom tm o sobre la energía, la m ateria y la naturaleza inanim ada en general, y están aprendiendo rápidam ente a ejercer control sobre el sufrim iento físico y la m uerte prem atura. Pero, p o r e t corítrano, en lo que s refiere al m anejo de las relaciones hum anas es com o st vw iéfam os todavía en la E dad de la Piedra. N uestro déficit en cuanto a conoci­ m ientos sociales parece invalidar a cada paso nuestro ^ o g reso en el cam po de los conocim ientos físicos. El su perávit de riquezas acu­ m ulado po r la hum anidad com o consecuencia de la aplicaaón ae las ciencias naturales resulta virtualm ente anulado p o r el costo ae los arm am entos y de las guerras. L os adelantos en la ciencia ^ ^ c a se ven am pliam ente contrarrestados p o r la pobreza q u e resulta de la guerra y de las barreras com ercialt» erigidas po r el odio y el m ieao. En un m om ento en que el m undo entero sufre el pánico pro­ vocado por la rivalidad ideológica entre el Este y el Oeste caaa rincón del planeta carga con su form a especial de anim osidad. Los- m usulm anes desconfían de los no m usulm anes. L os judíos que es­ caparon del exterm inio en Europa Central se encuentran rodeados por el antisem itism o en el nuevo E stado de Israel. Los refugiados lairan por tierras inhospitalarias. Gran parte de los individuos de color que p u eb la n 'la tierra sufren hum illaciones provenientes de los blancos, que han inventado una fantasiosa doctrina rom ta para iustificar su actitud condescendiente. La m araña de prejuicios en los Estados U nidos es quizá la mds intrincada de todas. M ientras que algunos de estos antagonism os interm inables parecen basarse en un conflicto real de intereses, la m ayoría, lo sospechamos, es producto de tem ores im aginarios. Sin em bargo, los tem ores im a­ ginarios pueden provocar sufrim ientos reales. 1785
  • 4. J J y odios entre grupos no constituyen nove­ dad alguna. L o nuevo, si, es el hecho de que la tecnología haya determ inado que estos grupos estén fastidiosam ente próxim os. Ru- ita ya no es el rem oto país de las estepas; está acá nomás. L os Esta- dos U nidos ya no quedan lejos del Viejo M undo; están ahí nomás, con su P unto IV , sus películas, su Coca Cola y su influencia política. N aciones que antes vivían en un seguro aislam iento, separadas por el m ar o las m ontañas, están ahora expuestas al contacto m utuo a través d e l aire. La radio, los aviones de retropropuU ión, la televisión, los paracaidistas, los préstam os internacionales, las migraciones de posguerra, las explosiones atóm icas, las películas, el turism o (todos productos de la época m oderna) han puesto a los grupos humanos en contacto recíproco. T odavía no sabem os cóm o ajustarnos a nues­ tra nueva proxim idad m ental y m oral. Sin em bargo la situación no carece de aspectos prom isorios. E l prin cipal reside en el sim ple hecho de que la naturaleza humana parece preferir en general una perspectiva de bondad y am istad a otra de crueldad. En todas partes, los hom bres norm ales rechazan, p o r prin cipio y p o r preferencia, el cam ino de la guerra y la destruc­ ción. L es gusta vivir en paz y am istad con sus vecinos; prefieren am ar y ser arriados antes que odiar y ser odiados. La crueldad no es un rasgo hum ano que despierte sim patías. H asta los jerarcas nazis juzgados en N urem berg pretendieron no haber tenido conoci- m e ^ to de las prácticas inhum anas de los cam pos de concentración. R ehusaban a d m itir la parte de responsabilidad que les correspon­ día porqu e ellos tam bién querían ser considerados com o seres humanos. D urante la torm enta bélica nuestros deseos y esperanzas están puestos en la paz, y aunque prevalezca la anim osidad, el peso (te la aprobación hum ana recae sobre el establecim iento de vínculos. M ientras persista este dilem a m oral, quedan esperanzas de que pue- da resolvérselo de un m odo u otro y de que pueda lograrse el triun­ fo de los valores que se oponen a l odio. R esulta especialm ente alentador que en años recientes gran num ero de hornbres hayan llegado al convencim iento de que la inte­ ligencia científica pu ede ayudarnos a resolver el conflicto. La teología siem pre ha considerado la oposición entre la naturaleza destructiva del hom bre y sus ideales com o una consecuencia del pecado^original que se resiste al proceso redentor. A pesar de todo lo válido y expresivo que pueda ser este diagnóstico, se le ha egresa­ do hace poco la convicción d e que el hom bre pu ede y debe em plear su inteligencia com o una ayuda para lograr su redención. Los hom ­ bres dicen: “H agam os un estudio objetivo del conflicto en el m edio cultural e industrial, entre personas de diferente color y de diversas razas; busquem os las raíces del prejuicio y encontrem os m edios con- ^retos para instrum entalizar los valores fraternales de los hombres." D esde el fin de la segunda guerra m undial, las universidades de m u­ LA Ná TURALETA d e l PREJUICIO 8 chos países han dado renovada im portancia a esta concepción, bajo distintos nom bres académicos: ciencias sociales, desarrollo hum ano, psicología social, relaciones humanas, relaciones sociales. A pesar de su denom inación insegura,, la nueva ciencia está logrando consi­ derables progresos. Se la ha acogido favorablem ente, no solo en uni­ versidades, sino tam bién en escuelas públicas, iglesias, industrias pro ­ gresistas y dependencias oficiales, así com o en los organismos inter­ nacionales. D urante las dos últim as décadas se han hecho en este cam po estudios más sólidos y esclarecedores que a lo largo de todos los si­ glos anteriores. Por cierto que las grandes líneas éticas para la conducta hum ana fueron expresadas hace m iles de años en los gran­ des sistem as de fe que sustenta la hum anidad, pues todos ellos esta­ blecen la necesidad y la justificación de la fraternidad entre todos los seres humanos. Pero esos credos fueron form ulados en días en que la existencia social era de tipo nóm ade o pastoril, en épocas de pastores y reyezuelos. Para poder ponerlos en práctica en una edad técnica, en esta era atóm ica, es necesario que aum ente nuestra com ­ prensión de los factores que determ inan el odio y la to le ra n ci^ Es falsa la opinión de que la ciencia debe dedicarse al progreso m ate­ rial, dejando a la naturaleza hum ana y a las relaciones sociales aban­ donadas a un sentido m oral innato, sin guía. Ahora sabem os que los avances técnicos, po r sí solos, crean más problem as que los que resuelven. La ciencia social no pu ede superar de la noche a la m añana los daños provocados p o r la tecnología desenfrenada, ni tam poco está en condiciones de repararlos con la rapidez deseada. L levó años de labor y m iles de m illones ele dólares obtener el secreto del átom o, pero, aún mayores habrán de ser las inversiones necesarias para des­ cubrir los secretos de la naturaleza irracional d el hom bre. A lguien ha dicho que es más fácil destruir un átom o que un prejuicio. E l cam po d e intereses de las relaciones hum anas es en extrem o am plio. E l trabajo arranca necesariam ente de varios pu ntos iniciales y se refiere a muchas áreas de la asociación hum ana: la fam iliar, la salud m ental, las relaciones industriales, las negociaciones interruicionales, la educación ciudadana son unas pocas de las que podem os m en cio n c ^ E l presente volum en no fneten de abarcar la totalidad de Ta ciencia d e las relaciones humanas. Solo intenta esclarecer un factor particular subyacente: la naturáU za del prejuicio hum ano. Pero este factor es básico, porqu e sin el conocim iento de las raíces de la hostilidad no podem os abrigar la esperanza de em plear nuestra in te­ ligencia de m odo efectivo en el control de su destructividad. Cuando hablam os del prejuicio es probable que pensem os en el "prejuicio racial’’. Ésta es una asociación de ideas desafortunadas, porqu e a lo largo de la historia los prejuicios alentados p o r el hom ­ bre han tenido poco que ver con la raza. E l concepto de raza es re- PREFACIO
  • 5. cíente, apenas tiene un siglo de antigüedad. Casi siem pre el pre­ ju icio y la persecución han tenido otro fundam ento; a m enudo se han basado en la religión. H asta hace poco tiem po los judios eran perseguidos sobre todo p o r su religión, no p o r su raza. Los negros sufrieron la esclavitud, en prim er térm ino porqu e en ese estado proporcionaban una ventaja K onóm ica, pero la justificación racio­ nal tom ó una form a religiosQ¿Jeran paganos po r naturaleza, presun­ tos descendientes de Cam , e lh ijo de N oé, y condenados po r éste a ser eternam ente los siervos de los siervos". E l concepto de raza, tan popu lar hoy en dia, es en realidad un anacronismo. Autf^pe alguna vez hubiera tenido aplicación ya casi no la tiene, debido-a la infinita dilución de los linajes hum anos producida p o r l cru­ zam iento. ¿Por qué, entonces, se hizo tan popu lar el concepto de razát En prim er térm ino, la religión perdió .buena parte de su celo piro- selitista y m ucho, p o r lo tanto, de su valor para indicar la pertenencia a grupos. Adem ás, la sim plicidad de la "raTUi" proporcionaba una marca inm ediata y visible, o p o r lo m enos asi se pensó, para seña­ lar a las victim as de la aversión. Y la ficción d e la inferioridad racial se transform ó en una justificación aparentem ente irrefutable del pre­ juicio. T enia el sello de la finalidad biológica y evitaba a la gente el trabajo de exam inar las com plejas condiciones económicas, cul­ turales, políticas y psicológicas que intervienen en las relaciones en- tre grupos. En la m ayoria de los casos, el térm ino "étnico” es preferible al térm ino “taza". L o étnico com prende características grupales que pu eden sef, en diferentes proporciones, de índole física, nacional, cultural, lingüística, religiosa o ideológica. A diferencia de "ram", ■el térm ino .carece de referencia a la unidad biológica, condición que, en realidad, es raro que caracterice a los grupos que son blanco de prejuicios. :Es cierto que lo ‘'étnico" no se extiende con facilidad a los grupos ocupacionales, políticos, o de -clase o casta, n i a los dos sexos; agrupam ientos que tam bién son víctim as de prejuicios. V D esdichadam ente el léxico referente a los grupos humanos es pobre. H asta que las ciencias sociales no ofrezcan una taxonom ía m ás perfeccionada no - podrem os hablar con la precisión con que desearíam os hacerlo. Sin em bargo, es posible evitar el error de refe­ rirnos a la "raza" cuando ese térm ino no corresponde. Com o Ashley- M ontagu ha dicho insistentem ente, esa' palabra es una rém ora per­ turbadora en las ciencias sociales. N os esforzaremos p o r usarla, cuando lo hagamos, de un m odo debidam ente lim itado. Para gru­ pos caracterizados p o r cualquier form a de cohesión cultural em plea­ rem os "étnico", pero a veces serem os culpables, posiblem ente, de una extensión excesiva, d el sen tido de este térm ino, de suyo am plio. Es un grave «rror adscribir el prejuicio y la discrim inación a una sola fuente originaria, ya sea ésta la explotación económ ica, la estruc­ LA NATURALEZA DEL PREJUICIO 10 tura social, las costum bres, el m iedo, la agresión, los conflictos sexuales, o cualquier otra que se prefiera. E l prejuicio y la discri­ m inación, com o verem os, pu eden aUmentarse de todas estas condi­ ciones y de otras m uchas más. Si bien la existencia de una causalidad m ú ltiple es el prim er concepto que querem os inculcar, el lector pu ede preguntarse con toda razón si el m ism o au tor no traiciona una inclinación psicoló­ gica involuntaria. ¿Hará justicia acaso a los com plejos factores eco, nóm icos, culturales, históricos y situacionales im plicados en el pro­ blema? ¿No estará predispuesto, p o r hábito profesional, a acentuar el papel que juega el aprendizaje, y los procesos cognitivos y de form ación de la personalidad? Es cierto que yo creo que solam ente den tro d el nexo de personalidad podem os hallar el m odo efectivo de tores históricos, culturales y económ icos. Solo si las costum bres se incorporan de algún m odo al núcleo de las vid<u individuales se transformarán en agentes eficaces, porqu e son unicam ente los in di­ viduos quienes pu eden sen tir am ugonism o y practicar la discrim i­ nación Sin em bargo, la "causalidad" es un térm ino am plio y nosotros podem os (y debem os) reconocer la existencia de una etiología sociológica de vasto alcance, así com o la de u ^ causalidad inm ediata que radica en las actitudes individuales. H e tratado de presentar especialm ente en el capítulo X I II una exposición equ ili­ brada de los diversos niveles de causalidad, aun cuando señalo con especial y reiterado énfasis la im portancia de los factores psicològi­ c i Si, a pesar d e m is esfuerzos, el resultado sigue pareciendo u nila­ teral, confío en que la crítica m e señale los puntos, en que esa falla se hace evidente. , , ' i A pesar de que las investigaciones y ejem plos de este volum en se basan sobre todo en el m edio social norteam ericano, creo que el análisis que hacemos de la dinám ica del p r e j u ic io tiene versal. Por cierto que las form as en que varían considerablem ente en cada país: las victim as las mismas; tam bién difieren las actitudes con los grupos m enospreciados, asi com o las acusaciones y es pos. Sin em bargo, los datos con que contam os acerca de otros paí­ ses indican que las causas y correlatos básicos son S u é l­ eos. G ardner M urphy llega a esta f i i ”X e ligación sobre las tensiones de grupo en la India. Su libro In the M inds of M en tiene im portancia a este respecto. D e ig m l m odo otros estudios realizados p o r organism os dependientes de las N ac nes Unidas abonan este pu n to de vista. Y la ya esté dedicada al estudio de las prácticas de hechicería, de í« al clan, o de las costum bres guerreras, sugiere que, si del prejuicio, asi com o su expresión, varian grandem ente, la diná PREFACIO 11
  • 6. m ica subyacente es m uy sem ejante en todos lados. Esta hipótesis orientadora parece firm e, pero no debem os considerarla concluyente Futuras investigaciones intercuH urales m ostrarán seguram ente que la im portancia y el tipo de los factores causales varían m ucho en las diferentes regiones, y quizás haya que agregar a las que exponem os en esta obra otras im portantes causas. A l escribir este libro he tenido presente dos grupas de lectores a quienes creo profundam ente interesados en el tema. E l prim ero com prende a los estudiantes universitarios de todos los paües que m uestran una creciente preocupación po r los fundam entos sociaies y psicológicos de la conducta hum ana, y buscan el auxilio de la ciencia para lograr el m ejoram iento de las relaciones de grupo. El segundo está form ado p o r ese conjunto cada vez m ayor d e ciuda­ danos adultos y de lectores com unes a los que incita la m ism a pre­ ocupación, aunque su interés pueda ser en general m enos teórico y más inm ediatam ente práctico. Pensando en estos dos grupos, be escrito m i exposición de una manera bastante elem ental. H e tenido que sim plificar inevitablem ente algunos puntos, aunque espero no haber llegado p o r ese m otivo a falsear su validez científica. T an grande es el ferm ento investigador y teórico en este cam po que, en cierto sentido, pron to nuestra exposición perderá actua­ lidad. N uevos experim entos reem plazarán a los antiguos, y asim ism o se perfeccionarán las form ulaciones de diversas teorías. Sin em ­ bargo, hay un aspecto en el que espero que este libro tenga un valor más perdurable, y es su prin cipio de organización. H e tratado de ofrecer un m arco d e referencia para los futuros desarrollos. A u nqu e m i propósito prin cipal es esclarecer este panoram a de un m odo general, tam bién he intentado m ostrar, especialm ente en la O ctava Parte, cóm o nuestros conocim ientos, cada vez más am plios, pueden aplicarse a la reducción de las tensiones colectivas. H ace unos años, un censo efectuado p o r el American Council on Race R elations [Consejo N orteam ericano de Relaciones Raciales-] descu­ brió 1.350 organizaciones que se dedican explícitam ente al m ejora­ m iento d e las relaciones de grupo en los Estados Unidos. E l grado de éxito que logran en su acción es, en sí m ism o, un problem a que requiere una evaluación científica, y com o ta l se lo considera con algún detalle en el capítulo X X X . A si com o es engañoso adoptar un pu n to de vista exclusivam ente académ ico %in poner a prueba lo que decim os en la acción práctica, es igualm ente perjudicial para aquellos que tienen intereses prácticos invertir tiem po y dinero en program as de reform a con escaso fundam ento científico. E l des­ arrollo exitoso de una ciencia de las relaciones humanas exige que entren en contacto la investigación básica y la operación activa. Este volum en fue tom ando form a gradualm ente, con el estím ulo propicio que obtu ve de dos fuentes principales: de un sem inario perm anente en el D epartam ento de R elaciones Sociales de H arvard LA NATURALEZA DEL PREJUICIO 12 y de ciertas organizaciones que otorgaron apoyo financiero y alen­ taron en toda form a la preparación de la obra. R ecibim os valiosa ayuda d el Fondo Moses K im ball de Boston, de la "Comisión sobre Interrelaciones en la Com unidad" del Congreso Judio N orteam eri­ cano, así como de otros amables m iem bros del Congreso, de la C on­ ferencia N acional de Cristianos y Judios, del Laboratorio de R ela­ ciones Sociales de H arvard y del Centro de Investigaciones dirigido por m i colega, el profesor P. A. Sorokin. Estos donantes hicieron posibles varias de las investigaciones a las que se hace referencia en estas páginas, asi como el examen de la literatura cada vez más nutrida sobre el tema. Estoy profundam ente agradecido po r su generosidad, asi como por el aliento recibido. La labor interesada y em peñosa de m is estudiantes en el sem i­ nario perm anente sobre Conflicto y Prejuicio de G rupo determ inó el contenido y la forma finales de m i exposición. Cooperaron varias veces en la conducción del sem inario m is colegas T alcott Parsons, Oscar H andlin y D aniel J. Levinson. Creo que su influencia es evi­ dente. Tam bién he contado en m ateria de investigación con la inapreciable ayuda de Bernard M . K ram er, Jacqueline Y. Sutton, H erbert S. Caron, Leon J. K am in y N athan A ltshuler. Elios m e han proporcionado un provechoso m aterial y m e hicieron im por­ tantes sugestiones. Por haber leído partes del m anuscrito, brindán­ dom e su valiosa critica, m e siento-reconocido hacia Stuart W . Cook, una autoridad norteam ericana en la m ateria, y hacia George V. Coelho y H ugh W . S. P hilp, que aportaron a la obra la perspectiva de tierras distantes. A todos estos generosos colaboradores les expreso m i gra­ titud, y especialm ente a la señora Eleanor D . Sprague, que cooperó hábilm ente en la dirección del proyecto a través de las sucesivas etapas. Setiem bre de 19S3. G. W . A. PREFACIO n
  • 7. Prim era Parte LA PARCIALIDAD EN LOS MODOS DE PENSAR
  • 8. CAPÍTULO I ¿EN Q U É C O N S IS T E E L P R O B L E M A ? Dos » s o s . ' “ S S Ú n 'J T ^ S c i M • & TIVO? - S ig n if ic a d o f u n c io n a l P R E JUICIO EN a c c ió n . - ligado como estoy Vo, por P , ’ aj escenario de CHARÍ-ES I.AMB. E n R to d e tia , u n <’'>.'?® £“S-sfsr"r s : ^ : ; - xrs“ S r l ' l S r r S » es. Caen. -Salvajes' puede esperarse úf ellcs? Bi itánlcas era costum bre, hace Eu una cíe las Indias o=tcnto.samenie la nariz cada dc rnás a q u í.” „ ‘-reptiles” a los ucranios, p a ra L os polacos aco stu m b ra b a n Ua - ^ ^ P desagraac- lesar su desprecio p o r ^” g P a i m ism o tieuipo, los alem anes';r,.esp ,ecio un .l™ au e, ckU, vengaúvo. astuto y ' 'ganaJo pola»". Los p»'“ “ llamaban a sus que a.ucU. a la se v en g ab an con cl ,’ ' im r r r de los alem anes. á » i j ¡ - : í : r a « n í s ; ;;“ 5 r “ ^ ; u ¿ : ¿ S S » u ii^ eo„..a Ws n eg .» nativos. 17 |3 ‘ir ■ii i.: i íil '3 'u í‘ l-'V- M Ii 'Mi ?
  • 9. E n Boston, u n d ig n atario de la Ig'esia Católica R om ana iba en su autom uvil p o r u n cam ino solitario de los alrededores de esa d u - aü. A l divisar a u n negrito que cam inaba con aspecto fatigado a o Jargo de la carretera, el dignatario le d ijo a su chófer que detu- vieia el vehículo e hizo subir al m uchacho para acercado a su des- estaban sentados juntos en el asiento posterior del coche, «clérigo p ara en tab lar conversación, preguntó: “Dim e, m uchacho, abiertos en señal de alarm a, el niño p ic . No, señor, ya es bastante m alo ser negro como para ser toaavia u n a de esas cosas." Instado a decir lo que piensan realm ente los chinos acerca de ios norteam ericanos, u n estudiante chino contestó de m ala gana: ü u en o , pensam os que de los dem onios extranjeros son los m ejores.” Jiste incidente ocurrió antes de la revolución com unista en C hina. La ju v en tu d china actual es educada en la idea de que los norteam eri- canos son los peores dem onios extranjeros. E n H u n g ría existe u n dicho; “U n antisem ita es una persona que ocha a los judíos m ás de lo estrictam ente necesario." N in g ú n lu g ar del m u n d o está libre de e^tas formas de desprecio determ inados grupos. Encadenados a nuestras respectivas culturas, somos, com o C harles L am b, m anejos de prejuicios. Dos CASOS U n antropólogo de trein ta y cinco años de edad tenía dos hijos j)cquenos, Susan y T om . Su trabajo lo obligó a convivir du ran te l'n ano con u n a trib u de indios norteam ericanos, en el h o rar de una liospualaria fam ilia indígena. Él insistió, sin em bargo, en que su p io p ia fam il.a viviera en una com unidad de gente blanca au e nue- daba a vanos kilóm etros de distancia de la reserva indígena. R ara vez p erm itía que T o m y Susan visitaran la aldea en que vivía la tn b u , a pesar de que ellos se lo pedían constantem ente. Y en las ])ocns ocasiones en que les perm itió hacer esa visita, se ne-^ó seve­ ram ente a d ejar que sus hijos ju g aran con los amistosos cu q u illo s indígenas. ^ H u b o quienes se quejaron, entre ellos algunos indios, de que el am ropólogo no era leal a la no^ma de su profesión, pues estaba des­ p legando prejuicios raciales. La verdad era otra. Este hom bre de ciencia sabía que la tubercu- osis eia una enferm edad frecuente en la ?ldea indígena, y que cuatro niños de la casa en que vivía ya habían m uerto víctim as de esa en lcn n ed ad . L a p ro b ab ilid ad de que sus propios hijos se contagiaran, SI en trab an en contactos dem asiado estrechos o frecuentes con los nativos, era grande. Su sentido com ún le indicaba que no convenía co rrer ese nesgo. En este caso, el antropólogo tenía fundam entos IS La n a t u r a l e z a d e l p r e j u i c i o TI racionales y realistas p ara evitar el contagio étnico. N o intervenía en ello n in g ú n sentim iento de antagonism o. E n form a general, el antropólogo no observaba ninguna actitud negativa h a d a los in d í­ genas. L o cierto era que les tenía m ucha sim patía. Puesto que este caso no vale como ejem plo de lo que nosotros entendem os como prejuicio étnico o racial, pasemos a la considerarion de otro. A com ienzos del verano, dos diarios de T o ro n to publicaron en tre ambos, anuncios de unos cien lugares de veraneo diferentes. U n soció­ logo canadiense, S. L. W ax, em prendió un interesante experim ento ♦. Escribió dos cartas a cada u no de los hoteles y lugares de veraneo que fueron despachadas al m ism o tiem po; en ellas pedia reservas de com odidades p ara la m ism a fecha. U n a de las cartas iba firm ada con el apellido “G reenberg” ** y la otra con el de “Lockw ood”. Éstos fueron los resultados: "M r. G reenberg”: O btuvo respuesta del % de los lugares de veraneo; el 36 % le ofrecía com odidades. ‘‘M r. Lockw ood”: O btuvo respuesta del 95 % de los lugares de veraneo; el 93 % le ofrecía com odidades. íu e así que casi todos los lugares de veraneo en cuestión acep­ taban gustosam ente a M r. Lockw ood como corresponsal y com o huésped; pero casi la m itad de ellos negaba a M r. G reenberg la cor­ tesía de u n a respuesta, y solo poco más de u n tercio estaba dispuesto a recibirlo com o huésped. E n ninguno de los hoteles conocían a “M r. Lockwood” n i a “M r. G reenberg’'. P or las referencias que poseían, "M r. G reenberg” podía h ab er sido u n señor tran q u ilo y m etódico, y “Mr. I.ockw ood”, en cam bio, u n individuo alborotador y am igo de la bebida. La deci­ sión se tom ó, com o resulta obvio, no en base a los m éritos in d iv i­ duales, sino de la supuesta pertenencia de “M r. G reenberg” a un grupo determ inado. Éste fue tratado descortésm ente y excluido solam ente a causa de su apellido, que despertó en los adm inistradores de los hoteles un pre-juicio acerca del carácter deseable o no de su p re­ sencia en el hotel A diferencia de lo que sucedía.en el prim er caso, este incidente contiene los dos ingredientes esenciales del prejuicio étnico. 1) E xis­ ten hostilidad y rechazx) definidos. La m ayoría de los hoteles no quería tener nada que ver con “M r. G reenberg”. 2) L a base del • Las notas van al fina] de los respectivos capítulos. *• A pellido frecuente entre ios judíos de habla "inglesa. (N. del T.). *,** adopta la traducción del térm ino inglés p reju d m en t po r "pre ju icio ”, debido a sus connotaciones lógicas, a diferencia d e prejudice, que se traduce, com o es h abitual, por “ prejuicio". (N. del T.) ¡EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA? 19 I i
  • 10. rechazo fue de ín d o le categórica. “ M r. G reenberg” no fue valorado com o in dividuo. E n cam bio, se !o condenó sobre la base de su p re­ su n ta p erten en cia a u n grupo. U n am igo d e la lógica estricta podría p reg u n tar en es<- p unto: ¿Q i'é dife­ rencia básica existe en tre el rase dcl antiopólogo y el d e los hoteles en cuanto al rechazo d e ín d o le c?f»górica”? ¿.^caso el antropólogo no dedujo del alto grado d e p ro b ab ilid a d de infección q u e sería preferible evitar el nesgo del contacto e n tre sus hijos y los indígenas! ¿Y los hoteleros no dedujeron tam bién en base a u n a p ro b ab ilid a d elevada q ue la pertenencia étnica d e M r. G reenberg ics a p o r­ ta ría u n huésp ed realm en te indeseable? E l antropólogo sabía q u e eí contagio tuberculoso e ra d i ^ o de ser tem ido; y ¿acaso los iioteleros no saoían u m b ié n q u e los ‘ defectos ju d ío s ’ eran dignos d e ser tem idos y q ue no valía la pena arriesgarse a sufrirlos? L a cuestión es legítim a. Si los hoteleros basaran su rechazo en hechos concretos (más exactam ente, en el alto grado de probabilidad de que u n ju d ío d eterm inado tenga rasgos indeseables), su actitud p o d ría ser tan racional y defendible com o la del antropólogo. Pero podem os tener la seguridad de que ése no es el caso. A lgunos adm inistradores pueden no haber tenido jamás ninguna experiencia desagradable con huéspedes judíos, situación que parece p ro b ab le ya que en m uchos casos nunca habían sido adm itidos hués­ pedes ju d ío s en esos hoteles. O, si h an tenido ese tipo de experiencias, no h an llevado u n registro de su frecuencia en com paración con los huéspedes indeseables no judios. F or cierto que no h ab rán consul­ tado estudios científicos relativos a la frecuencia com parativa de ras­ gos deseables e indeseables en judíos y no judíos. Si h ubieran bus­ cado ese tipo dc datos, no h ab rían encontrado ningún apoyo para su p o lítica de exclusión, com o verem os en el capítulo VI. P o r supuesto, es posible que el adm inistrador estuviera personal­ m ente lib re de prejuicios, pero que hub iera tom ado en cuenta, en cam bio, cl antisem itism o de sus huéspedes no judíos. E n cualquiera de los dos casos, es válido todo lo que hem os dicho. I D e f i x i c i ó n L a p alab ra prejuicio, derivada del latín praejudicium , ha sufrido, com o la Diayoría dc las palabras, u n cam bio en su significado desde el período clásico. H ay tres etapas en esa transform ación =. 1. P a n los antiguos, prnejudicium quería decir precedente, o sea un juicio q u e sc basa en decisiones y experiencias previas. 2. M ás tarde, cl térm in o adquirió en inglés la significación de un jLiicio fonr.ado antes del debido exam en y consitlcracién de los hechos: un juicio p re ­ m a tu ro o r.piesurado. 3. F inalm ente, el térm in o tam bién ad quirió su m atiz em ocional actual, alu ­ d ien d o al estado de ánim o favorable o desfavorable q ue acom paña a ese juicio previo y sin fundam entos. LA NATURALEZA DEL PREJUICIO 20 Quizá la definición más breve que puede darse del prejuicio es la siguiente: pensar m al de otras personas sin m otivo suficiente?, .. Esta escueta frase contiene los dos ingredientes esenciales de todas las definiciones: hace referencia a lo infundado del juicio y al tono afectivo. Sin em bargo, es dem asiado breve como p ara que resulte del todo clara. En prim er lugar, solo hace referencia al prejuicio negativo. La gente puede ser prejuiciosa a favor de otros; puede pensar bien de ellos sm m otivo suficiente. L a definición que da el N ew E nglish I)ictionary reconoce el prejuicio positivo tanto como el negativo:... U n s e n tim ie n io , fa vo ra b le o desfavorable, con jrespecto a u n a ^p sxso u a .^o cosa, a n terio r a w ia e xp erien cia rea l o n o b ^ a d o en Si bien es im portante tener presente que las predisposiciones pueden ser tanto en pro como en contra, no es m enos cierto que el prejuicio étnico es prim ordialm ente negativo. Se pidió a u n grupo de estudiantes que describieran sus actitudes con respecto a grupos étnicos. N o se les hizo n inguna sugestión que pudiera inducirlos a d ar respuestas negativas. A un así, las actitudes de antagonism o supe­ raron en sus inform es a las actitudes favorables en proporción de ocho a uno. D e acuerdo con eso, en este volum en nos ocuparem os prim ordialm ente del prejuicio contra grupos étnicos, no del prejuicio a favor de tales grupos. TÍL^ frase “pensar m al de otras personas” debe ser entendida, por supuesto, como una expresión elíptica: incluye sentim ientos de des­ precio o desagrado, de m iedo y aversión, así como varias form as de conducta hostil, tales como hablar en contra de ciertas personas, practicar algún tipo de discrim inación contra ellas o atacarlas con violencia. De m odo sim ilar, necesitarem os am pliar la frase “sin m otivo suficiente”. L n juicio es inm otivado cuando no se fundam enta C'i hechos.^ U na persona ingeniosa definió el prejuicio como “estar seguro de algo que no se sabe”. N o es fácil decir cuántos hechos se necesitan para justificar u n juicio. U na persona prejuiciosa dirá casi seguram ente que tiene apoyo suficiente para sus opiniones. C ontará las am argas experien-, cías que ha tenido con refugiados, católicos u orientales. Pero, en la m ayoría de ios casos, es evidente que sus hechos son insuficientes y forzados. Esa persona recurre a una escogida selección de unos pocos recuerdos personales, los mezcla con rum ores y generaliza cn exceso. N adie puede conocer a todos los refugiados, los católicos o los orientales. De aquí que todo juicio negativo sobre estos grupos en conjunto sea, estrictam ente hablando, u n a form a de pensar m al sin m otivo suficiente. En ocasiones, cl au e piensa m al carece de toda experiencia directa que pueda justificar su juicio. H asta hace unos pocos años la m ayoría ¡EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA! 21 1 o !'t
  • 11. áf. los norteam ericanos pensaba extrem adam ente m al de los turcos, au n q u e eran m uy pocas las personas que habían visto jam ás a un turco, y pocas inclusive las que conocían a alguien que hu b iera visto n alg;uno. .El m otivo p ara pensar así radicaba exclusivam ente en lo rm e h ab ían oído acerca de las m atanzas en A rm enia y sobre las legen­ d arias Cruzadas. F undándose en esos datos se atrevían a condenar a todos los m iem bros de u n a nación. JjC om únm ente el p rejuicio se m anifiesta en el trato con m iem bros T Índividuales de grupos rechazados^ Pero al evitar todo contacto con u n vecino negro, o al responder e lp e d id o de alojam iento de “m íster G reen b erg ”, arm onizam os n u e ^ ra acción con nuestra generalización / alegórica del g ru p o en total. ÍPrestam os poca o ninguna atención a j.'is diferencias individuales, y pasam os p o r alto el hecho im portante <ie q u e el negro X, nuestro vecino, no es el negro Y ,Jque nos des- ;<grada p o r buenas y suficientes razones; que M r. G reenberg, que jjuede ser u n distinguido caballero, no es M r. Bloom , que con razón jios disgusta. [_ T a n com ún es este proceso que podríam os definir el prejuicio (,omo: ^ / U na actitu d hostil o prevenida hacia utia persona que pertenece a un j^rupo, sim plem ente p o rq u e pertenece a ese grupo, suponiéndose po r lo tanto /p ie posee las cualidades objetables atribuidas al grupor^ E sta definición acentúa el hecho de que m ientias el prejuicio t'iriico es generalm ente en la vida cotidiana una cuestión de trato / on individuos, tam bién ¡m plica una idea injustificada to n respecto ;i un_grupo en total. V o lv ie n d o a la cuestión del “m otivo suficiente”, debem os reco­ nocer que son pocos los juicios hum anos que se basan en u n a abso­ lu ta certidum bre, si es que los hay talesJl Podem os estar razonable­ m ente seguros, pero nunca absolutam ente cieitos, de que el sol sal­ drá m añ an a, así com o de que la m uerte y los im puestos acabarán al lin con nosotros." El m otivo suficiente para cualquier juicio es siem- |);e u n a cuestión de p ro b ab ilid ad es.^D e ordinario nuestros juicios sobre acontecim ientos naturales se basan en probabilidades más m une- losas y m ás firm es que nuestros juicios sobre la gente. Es m uy raro i|u e nuestros juicios categóricos acerca de naciones o grupos étnicos se b.-isen en un alto grado de probabilidad. T om em os por ejem plo la opinión hostil acerca de los líderes nazis q u e la m ayoría de los norteam ericanos sustentaba d u ran te la .-.egunda g u erra m undial. ¿Era prejuiciosa? La respuesta es “N o”, ])orque existían datos suficientes a nuestra disposición sobre la polí­ tica y las prácticas m alvadas que el partido aceptaba como código ijficial. Es cierto que podía haber individuos buenos en el partido, ([ue reciiazaban en su fuero interno su program a abom inable; pero l.l p ro b ab ilid ad de que el grupo nazf constituyera u n a am enaza real I.A NATURALEZA DEL PREJUICIO 09 para la paz m u n d ial y los valores hum anos era tau alta, q w resul­ tab a de d io u n conflicto realista y justificado.^ L a elevada proba- bilidad de u n peligro traslada el antagonism o ael aom inio de. p re­ juicio al del conílicto social real. . . En el caso de los gangsters, nuestro antagonism o no « cuestión , de prejuicio, porque la evidencia de su conducta antisocial es co Íu y e n íe Pero b?en p ronto se hace difícil trazar la l í n e a divisoria. ¿Qué ocurre por ejem plo con u n ex presidiario? T odos saben que es m uy difícil p ara u n ex presidiario conseguir u n puesto -eguro, e „ u J pueda i^lcamar una posición desahogada , respe.abl L » _em- pleadores desconfían, por regí» general, al del individuo. Pero a m enudo son mas ucscon.ia^o--------- . e h e c h o s autorizan a serlo. Si estuvieran m ejor dispuestos a conoc r la verdad podrían descubrir tal vez que el hom bre que tienen delante se ha reform ado realm ente, o inclusive puede ser que su condena haya sido injusta. C errarle la p u erta a u n hom bre solam ente porque tiene a n L e ie n te s crim inales es una actitud que cuenta con alguna p ro b a b ilid a d de acierto, puesto que m uchos ^m an jam ás; pero hay en ello tam bién u n elem ento de preiuicio inm o tivado. T enem os aquí u n verdadero ejem plo lim ite. N o es posible trazar u n a línea rígida y definitiva entre el m otivo “suficiente” y el “insuficiente”. Por esta razón no seguros, en todos los casos, de saber si n o s vemos abocados a u n caso de preiuicio o ro . Sin em bargo, no puede negarse que a m enudo n L to m a m o s juicios en b a s e probabilidades escasas, y au n m - existentes-^biecim iento excesivo de categorías es 'V frecuente en que cae la razón hum ana. A p artir de hecnos insigni- íS m e s nos iL a n r o , a hace, magnificas incubó la opinión de que codos los noruegos eran lo im presioné la estatura gigantesca de Ymir en ; años tuvo m iedo de encontrarse con algún noruego. U n conoció casualm ente a tres ingleses en toda su vida, declaraba p ^ teriorm ente que todos los ingleses tem an los atributos com unes que él había observado en esas tres personas. , . v'Éxiste una base n atu ral para esta tendencia. L a vida es tan _ cortX y la exigencia de adaptaciones prácticas tan grande, n - T d e m ls p erm k ir que nuestVa ignorancia nos d e te n p en nuestro L u n to s cotidianos. T enem os que decidir si los objetos o malos por clases. N o podem os tom ar en consideración cada u o de los objetos del m undo. T ien en que bastarnos los r^ubros am puos v cómodos, por más groseros y aproxim aaos que s e a n .j N o toda generalización excesiva es u n prejuicio. A lgunas s sim plem ente concepciones erróneas, en las que form ación inadecuada. U n niño tem a la idea de que toda la gen e que vivía en M inneapolis era “m onopolista . Y su padre le liaoia ¿EN QUE CONSISTE EL PRO ní fM A l . 23
  • 12. Í .4 A'.-i j D F.L P R E J U IC IO ' . ' ^ posteriores Í e s c u S ó T u ' e í l - y p e r s o n a s . C uando en años tantes de iM inneapolis^e desvánedó P " e n ..e d Z í j í ¿ ^ de rectificar sus juicios erróneos FJl J persona es capaz p re ju icio s.f7 .o i p r e - iu ic io ^ <;p h n r ” “ evo» datos, no alienta ■' ^on r^vc rsk les b ^r^ Ir, n ¡¿ . prejuicios solam ente cuando no a <‘¡ S e ^ a U „ prejuicio, a toda evidencia que pueda p-nurbar|Ó F “ Clonar em ocionalm ente cuando cp Esiamos propensos a reac- contradicción. D e m odo oue ¡a , prejuicio con una rrien tes y el p reju icio e L ^ en 1°=^ pre-juidos co­ pre-juicio sin resisten d a e m o d o n a r v ^ ^ discutir y rectificar un . . e „ J ° . i ; o í ”u “ ' 5rid-r¿,srfr cutiendo: considerable de los puntos que hem os estado dis- ' im perfecta J inflex'ibTe“ pu'<.dé"sen"^ “ “ "=» Seneralización un ^ u p o en , e „ e . , o .acia" un r . , t ’£ V X t del p r e ju iío en" colocar al objeto p ro p ia conducta.'*^ >-Sventaja no m erecida por su cE s EL PREJU ICIO UN CONCEPTO VALORATIVO? " un ingrediente ad id o n al en sus solo cuando prejuiciosas aceptados en u n a c u ltu fa " í Ins í e n l ' o T I ' ..p . <1= p . , „ i c i „ que ,e=.„e . . « r ' . L ' ’T L T a ^ ^ S d ' ta d ó n . Se ,P ^ S ó " T 'v a r ™ r te s u 4 r a ! ’l , r n T ' T “ " " ° - del segundo año d e la e s c u e la ^ T e c u ñ d ^ T ' . a jóvenes grado de “p rc ju id o " q u e cvid“nriTÍvin w i • clasificaian de acuerdo a' p o d ía h ab er dicho en contra de las í? " " m uchacho p re iu id o . p o rq u e .e estim aba com o P orm “au e I” " P^g=»do como sexo opuesto. T am poco fueron considendo rnn> I^'''',3^“ >‘'scente desprede ai m aco n es hechas en contra de los m ™ , Fs't 'I" las afir- n aru ra l a esa edad, y carecía dc i Z o ^ T antagonism o tam bién parecía expresaron anim osidad contra las or4 iÍ7 ‘- oñ ‘ j<^‘'cncs razas o naciotialidndes, h u b o m ayor n Z e í ó X ' sociales, se tratab a de “p re ju id o s ”. ^ n .nncio de decisiones en el sentido de que ^]ue la .m p o rtan cia social de u na actitu d injusta intervino en la 24 {E N Q U E C O N S IS T E E L P R O B L E M A ? < apreciación q ue hacían los testigos de su carácter de prejuicio. U n m uchacho de quince años q ue "no q u iere saber n ad a” con las chicas no es considerado u n prejuicioso com o otro q ue -‘no q u iere saber n ad a” con los extranjeros. Si usamos el térm ino en este sentido tendríam os que decir que el antiguo sistema de castas en ¡a In d ia (que está ahora en vías de desaparición) no tenía nada que ver con el prejuicio. E ra sim ple­ m ente u n a estratificación conveniente de la estructura social, acep­ table para casi todos los ciudadanos porque especificaba la división del trabajo y definía prerrogativas sociales. D urante siglos fue acep­ table au n para los intocables, porque la doctrina religiosa de la reencarnación hacía que la situación pareciera enteram ente justa. U n intocable era condenado al ostracism o porque en existencias previas no había hechc m éritos para ser prom ovido a u n a casta superior o a una existencia supram ortal. T en ía ahora su m erecido, y tam bién contaba con la oportunidad de ganar un ascenso p ara futuras reencarnaciones, m ediante u n a vida obediente y espiritual­ m ente orientada. Suponiendo que esta exposición acerca del feliz sistema de castas caracterice realm ente a la sociedad h in d ú de u n a época anterior, ¿puede decirse entonces que el prejuicio no in te r­ venía p ara nada en su organización? O tomemos el sistem a de “ghettos”. D urante largos períodos de la historia los judíos h an vivido segregados en ciertas zonas de residencia; a veces u n a cadena rodeaba esa región. Sólo dentro de ella se les p erm itía m overse librem ente. Ese m étodo tenía el m érito de prevenir conflictos desagradables, y los judíos, sabiendo cuál era su lugar, p o d ían planear su vida con cierta precisión y com odidad. Podría argüirse que su suerte era m ucho más segura y predecible que en el m un d o m oderno. H u b o períodos en la historia en que ni los judíos ni los cristianos se sintieron particularm ente u l­ trajados p o r el sistem a. ¿Estaba ausente el prejuicio en ese caso? ¿Los antiguos griegos (o los prim eros propietarios de p lan ta­ ciones de los Estados U nidos) alim entaban prejuicios contra su casta hereditaria dc esclavos? C iertam ente los m enospreciaban y susten­ taban teorías falaces acerca de su inferioridad in n ata y de su m en­ talidad “an im al”; pero todo eso parecía tan natural, tan justo, tan apropiado, que no se originaba ningún dilem a m oral. A ún hoy, en ciertos estados, se ha llegado a u n m odas vivcndi entre los blancos y la gente de color. Se ha establecido u n ritu al en las relaciones y la m ayoria de la gente se adap ta inconscientem ente a las realidades de la estructura social. Puesto que no hacen o tra cosa que seguir las costum bres tradicionales, niegan tener prejuicios. El negro sim plem ente sabe cuál es el lugar que le corresponde, los blancos tam bién, y eso es todo. ¿Diremos cntonccs. como ciertos autores, que cl prejuicio existe solam ente cuando las acciones sen más condescendientes, más negativas que lo que la propia cultura 25
  • 13. L A N A T U R A L E Z A D L L P R E JU IC IO , desviación c íffa cÓ Sún? •' ■"‘' j " ' “ '’ com o una m „„do” ‘ se crie » T a b r u & " o ° m o rii d e T ^ Íu n L .'^ V u e s T q u fe l'^ ^ . n „ J _ c e p . a d a , „ 0 d e s a V » a d a 't í a L I n ? S e X I . ^ S r S : ^BPB£ í'“"S ¿ t vri 7 su sim ple sentido psicológico de iu id o ne- distinta. ' ^ u ltraje m orah es u.na cuestión totalm ente r r if .V ° 'r n " " - ° tradición cristiana v demo- s- ííSLá--ráñ ró- e? im a palabra llena de oprobiosas connotaciones en nuestra cultura. Pero su tinte em ocional no tiene el m enor efecto sobre la acción de la espiroqueta en el organism o hum ano. A lgunas culturas, como la nuestra, condenan el prejuicio; otras no: pero el análisis psicológico fundam ental del prejuicio es el misr,,o, ya sea que estemos hablando de los hindúes, los navajos, los antiguos griegos, o de los habitantes de M iddletow n, en los Estados _ U nidos. Cada vez que u n a actitud negativa hacia ciertas personas se ve sostenida p o r u n a espuria generalización excesiva, encontra- ^ mos el síndrom e del prejuicio. N o es esencial que la gente deplore_j este síndrom e. H a existido en todas las edades y en todos los países. Constituye un auténtico problem a psicológico, no im porta cuál fuere el grado de indignación m oral que engendre como respuesta. ¿EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA? S ig n if ic a d o f u n c io n a l A lgunas definiciones del prejuicio incluyen otro ingrediente adicional. La siguiente puede servir de ejem plo: T e i prejuicio es una p au ta de hostilidad en las relaciones interpersonales, .j ' que se dirige contra un grupo entero o contra sus m iem bros individuales; cum ple ‘ una función irracional especifica p ara quien lo sustenta La frase final de esta definición im plica que las actitudes ne­ gativas no son prejuicios a m enos que sirvan un pi'opósito de gra­ tificación íntim a para la persona que las adopta. En capítulos posteriores quedará suficientem ente claro que muchos prejuicios se difunden y sostienen en base a consideraciones ' gratificatonas. En la m ayoría de los casos el prejuicio parece tener algún "significado fu n cicn al” para quien lo sustenta. Sin em bargo, esto no ocurre siem pre. G ran parte del prejuicio es sólo cuestión de una ciega conform idad con las costum bres dom inantes. E n al­ gunos casos, com o lo m ostrará el capítulo X V II, no guarda relación im portante con la econom ía vital del individuo. P or esta razón no parece acertado insistir en que se incluya la "función irracional” del prejuicio cn nuestra definición básica. A c t it u d e s y c r e e n c ia s [H em os dicho que u n a adecuada definición del piejuicio con­ tiene dos ingredientes esenciales. T ien e que haber u n a actitud i.ivorable o desfavorable; y debe estar vinculada a u n a crcrncia ex­ cesivam ente generalizada (y por lo tanto erró n ea). VLas declara­ ciones prejuiciosas expresan a veces el tactor actitud, a veces el 27 i i! if
  • 14. factor creencia. E n la siguiente serie el prim er item expresa u n a actitu d ; el segundo, u n a creencia: N o soporto a los negros. Los negros son hediondos. Yo no viviría en u n a casa de departam entos donde viven ju ­ díos. H ay algunas excepciones, pero en general todos los judíos son iguales. Yo no q u iero que haya japoneses-norteam ericanos en m i pueblo. Los japoneses-norteam ericanos son taim ados y tram posos. ¿Es im p o rtan te d istin g u ir entre los aspectos de actitud y de creencia en el prejuicio? P ara algunos fines, no. C uando encon­ tram os u n o de esos aspectos, encontram os p o r lo general tam bién el otro. Sin alg ú n tipo de creencias generalizadas acerca de un g ru p o en conjunto, u n a actitud hostil no podría sostenerse. De las m odernas investigaciones se desprende que la gente que dem uestra un alto grado de actitudes hostiles en u n test p ara determ inar p re­ juicios, tam bién evidencia creer en alto grado que los grupos contra los cuales ellos alim en tan prejuicios poseen m uchas características objetables Sin em bargo, resu lta ú til para algunos fines distinguir actitud de creencia. P o r ejem plo, verem os en el capítulo X X X que ciertos program as que asp iran a lim itar el prejuicio sólo logran m odificar las creencias sin Ilegal a cam biar las actitudes. Las creencias pueden ' ser hasta cierto p u n to atacadas y m cdificadaá. Lo com ún, no obs­ tan te, es que ten g an la prot'eica capacidad de acom odarse, de algún m odo, a la actitu d negativa, que resu lta m ucho más difícil alterar. El siguiente diálogo puede servir de ejem plo: ■Sr. X: I o m alo de los iudíos es que sólo se preocupan de su nropio grupo, Sr, Y: Pero el registro de la cam paña del Fondo C om unal m iies;ra que eilos d.TH ron m ayor generosidad, para las obras de caridad com unales, en p ro ­ porción a su n ú m ero, q ue los no judíos. Sr. X: Eso m .uestra q u e siem pre andan tratan d o de com prar el anrccio de la gente y dc m eterse en los asuntos de los cristianos. N o piensan m.1s que en el dinero; p o r esa razón hay tantos banqueros judío5. Sr. Y: Pero un reciente estudio m uestra q ue cl poicciitaje d e judíos cn la banca es despreciable y m ucho m enor que el porcentaje de uo judíos. Sr, X: E.so cs; no se dedican a negocios respetables; sólo andan m etidos en ci negocio dc la cinem atografía o en la organización de clubes nocturnos, <JEs así qu.e el sistem a de crcencias tiene la propiedad de m odi­ ficarse plásticam ente p ara justificar la actitud más perm anente. Es u n proceso de racionolización, o sea de acom odación de las creencias a las actitudes.',' C onviene tener siem pre presente estos dos aspectos del p re­ juicio, p o rq u e en las discusiones que surgirán sobre el tem a on este lib ro tendrem os ocasión de recurrir a esa distinción. Pero en todos los casos en que se utilice el térm ino prefi¡.icio sin especificar estos LA NATURALEZA DEL PREJUICIO 28 aspectos, el lector puede d ar por sentado que nos referirem os tam o a la actitu d com o a Ja creencia. ¡EN QUE CONSISTE EL PROBLEMAr E l p r e j u i c i o e n a c c ió n El com portam iento de la gente respecto de los grupos que le ^ desagradan no siem pre está en relación directa con lo que piensa o siente acerca de ellos. Dos em pleadores, por ejem plo, pueden sentir una an tip atía sem ejante hacia los judíos. U no de ellos puede guar­ darse sus sentim ientos y d ar em pleo a judíos en un p ie de igualdad con los dem ás trabajadores, tal vez porque quiere granjearse la buena v o lu n tad de la com unidad ju d ia para con su fábrica o ne­ gocio. El otro puede traducir su desagrado en su política de em pleo, negándose a tom ar judíos. Ambos hom bres alim entan prejuicios, pero sólo u no de ellos practica dúcrímínacíÓJí.:, Com o regla general, puede decirse qu e-la discrim inación tiene consecuencias sociales-m ás serias e inm ediatas que el prejuicio. ‘ , l i s cierto que toda actitu d negativa tiende de algún m odo a , expresarse en acción en cierto m om ento. Son pocas las personas que , se gu^ardan sus antipatías, sin evidenciarlas. C uanto más intensa es la (actitud, más p ro b ab le es que desem boque en u n a acción en ér-/ gicam ente h o stil.j ^ i Intentarem os d istinguir algunos grados en la acción negativa, desde Ja m enos »y enérgica hasta la m ás enérgica. ' . , „ „ 1. fía b la r m al. La m ayoría de la gente con prejuicios había de ehos. Con amigos q u e piensan de igual m odo, a veces tam bién con extraños, expresarán fii antagonism o librem ente. Pero m uchas persona.s no pasan nunca de este grado m oderado de acción hostil. . , 2. Evitar el contcclo. Si el prejuicio es m ás intenso, lieva al ind:vic.uo a evitar cl contacto con los m iem bros del grupo que le desagrada, a, veces a costa de inconvenientes considerables. En esic caso, la perscna prejuic.osa n a inflige ningún daño directo al grupc que le disgusta. Es ella la que carga con todo el peso dc la acom odación y el apartam iento. 3 Discrim inación. A quí la persona con prejuicios lleva a la práctica, dc m odo activo, una distinción hecha cr. detrim ento de algún grupo. Em piencie la tave.i de excluir a todos los m iem bro.' del grupo cn cuestión de ciertos tipos de em oleo, de una zona de residencia, de iglesias u hospitales, o de privarlos d e sus derechos políticos o educacionales, o de algún otro tipo de privilegios sociales. La segregación es u n a form a de discrim inación institucionalizada, im puesta por la lev o la costum bre ». . . . ' 4. A taque físico. En condiciones dc alta tensión em ocional, el prejuicio puede llevar a acios dc violencia o semiviolencia, U na fam ilia negra a la q ue no sc desea cn un vecindario puede ser expulsada violentam ente dc el, o am enazada con lanto rigor que lo abandona atem oiizada. P ueden profanarse los sepulcros de algunos cem enterios judíos. L a banda iísü an a de la ribera norte puede estar al acecho de la banda irlandesa de la ribera sur. 5. exterm inación. L incham ientos, "pogiom s”. m atanzas, y cl program a de genocidio hitlerista m arcan cl grado m áxim o cn cuanto a la exprcs.ón violenta dcl prejuicio. 29
  • 15. S in o ? u e m a te m á ti c a m e n te c o n s tr u id a , . a c t i v i E e s ^ o e ^ n n . “ k" ‘^^"“ dad de *Si bi»- h m avori^ ñ de actitudes y creencias prejuiciosas. tàr é r;o m T c to ” n H “i^^^lar m al” a -evi- m s l u r r : d .c rim ¡n a d 6n activa, o a niveles determ inado . ì r ^ l T ’ l" '“ "!"!* “ ^^erco que Ja actividad en un nivel S i e ™ P^?- deslizarse con fad iid ad ai si­ los o u e 'll^ v a r C ^ V <=°"tra lo. judios u d ^ f v "u n r L " l ' ^ el contacto con sus vednos S r d ó n t b o Z /' T sido sus amigos. Esta pre- N u r e X r Í °as nuP las leyes de discrim inadón de N urem oerg, ^as que a su vez m cieron que pareciera natural el ¡n- paso fína^ ^n^lf^n-o ^ callejeros que vinieron luego. El D esd ; e? i n m d e Auschwitz. p u n to de vista de sus consecuendas sodales eran narte a i „ l i í ? r ? a ' “ " “ f ' . “ l> a s.,„„ ¡„ „ to s i™ al p lan o de la conversación intrascendente. Pero desgradadam ente v e / ™ l s : r .“ " ' e s í l r ' n s r - " en la fan^iü. este siglo. El desgarram iento que ello crea LA NATURALEZA DEL PREJUICIO N O T A S Y r e f e r e n c i a s sum m er resorts in t h t Provfnce^ o / O n t W ^ C a n a ï“ ’® by m atian and com m ent, 1948, Congress: Infor- C larendon Press, 1909,^voL p a r ti!'p a g '^ 'm s ^ ' el prejuicio com o un "fu'icio^^'fm erw io”” * E ™ ?u t^ ^ ^ tom istas, que consideran al Rev. T. H Tichte^ S T r^nr î,^t ^^ ' i expresa su agradecim iento V i... - Æ s . ' £ - ‘? r 1915 10, 219-22r’ of the concept of .P ie ju d ic e .", Psychomctrlka, favorables p ara esas peilo- n, n . i « ! ' " la cual se dan como menos p o r esa co m u u id ad ” P Bl " k y R "n "a generalm ente aceptada exem plified in w hite-X eoro r-H tio n ln C onform ity versus prejudice as d eratio n s”, Jourr.al o f PhcUoioXT9rI. ^ 30 T N. W . A c k e r m a n y M a r ie J a h o d a , A nti-Sem itism and E m o tio n a l O isorde- N ueva York, H arper, 1950, pág. 4. [Hay trad, castellana: Psicoanálisis del a n ti­ sem itism o, Buenos Aires, Paidós, 1954, pág. 28.] 8 No todas las escalas para m edir el prejuicio incluyen item s q u e reflejen a la vez actitudes y creencias. Las q u e asi lo hacen dan cuenta d e correlaciones entre los dos tipos de item s del orden d e 0,80. Cf. B a b e t t e Sa m e l s o n , T h e p a t­ terning o f a ttitudes and beliefs regarding the A m erican N egro (sin’ publicar) R adchffe College L ibrary, 1945. T am bién, A . R o s e , Studies in reduction o f óre- judice (m im eografiado), Chicago, A m erican Council o p Race R elations, 1947 11-14 » Consciente del problem a m im dial q ue representa la discriiiiinación, la Comisión sobre Derechos H um anos d e las Naciones U nidas h a p rep arad o un an á­ lisis exhaustivo d e Los principales tipos y causas de discrim inación. Publicación de las Naciones Unidas, 1949, X IV , pág. 3. " ¿EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA? 31
  • 16. aP ÍT U L O II L A N O R M A L ID A D D E L P R E -JU IC IO S e p a r a c ió n d e i .o s g r u p o s h u m a n o s - P r o c e s o d e c a t e o o r iz a c íó n C u a n d o l a s c a t e g o r ía s e n t r a n e n c o n f l ic t o c o n l a e v id e »n c ia - L o s v a l o r e s p e r s o n a l e s c o m o c a t e g o r ía s - V a l o r e s p e r s o n a l e s y p r e j u ic io s - R e s u m e n seres hum anos caen con tan ta facilidad en el p re­ juicio étnicüi- Lo hacen porque los des ingredientes esenciales que hem os discutido —la generalización errónea y la hostilidad— son potencialidades naturales y com unes de la m ente. P or el m om ento dejarem os dc lado la hostilidad y los problem as vinculados a ella. C onsiderem os solam ente aquellas condiciones básicas de la vida y el pensam iento hum anos que conducen naturalm ente a la form ación de pie-juicios erróneos y categóricos y que nos ponen, en conse­ cuencia, en la p u erta m ism a del antagonism o étnico y de grupo. E l lector esiA advertido de que la historia com pleta del prejuicio no puede ponerse on este (ni en ningún otro) capítulo aislado del libro. Cada capítulo, considerado en sí mismo, es u n ilateial. Este es el defecto inevitable de cualquier tratam iento analitico del tema. El p io b lem a en su co n junto es polifacético y el lector debe tener presente, m ientras exam ina una faceta, la existencia sim ultánea de m uchas otras. Es así que el presente capítulo presenta u n enfoque m as bien “cognitivo” del pre-juicio. P or ei m om ento quedan nece­ sariam ente cn suspenso m uchos fpxtores incluidos en la estruc­ tu ra del yo, em ocionales, culturales y personales que están operando sim ultáneam ente. L a s e p a r a c ' ió n d e l o s g r u p o s h u m a n o s En todas parles del manido encontram os una situación de sepa­ ración en tre gm pos. Las peisonas se reúnen con sus iguales. Com en, ju eg an , residen en agrupam ientos hom ogéneos. Se visitan con los de «su m ism a clase y prefieren exteriorizar juntos sus cultos. G ran ])artc de esta cohesión autom ática está dictada exclusivam ente por i2 la conveniencia. N o hay necesidad de volverse hacia exogrupos • para buscar com pañía. T en ien d o a m ano a todas las personas que u no puede necesitar, ¿para qué tom arse el trabajo de adaptaree a nuevas lenguas, nuevas com idas, nuevas culturas, o a gente de aite- ren te nivel educacional? Exige m enos esfuerzo tratar con individuos ^ que p arten de iguales supuestos. U na de las razones que cxpÍK an~j’ ^ ia alegría que rein a en las reuniones de ex com pañeros de estudios es que todos los m iem bros tienen la m ism a edad, las m ismas rem i­ niscencias culturales (hasta las viejas canciones populares q u e todos am an) y esencialm ente la m ism a historia educacional. Es así que la m ayoría dc las transacciones de la vida pueden realizarse con m enos esfuerzo si nos lim itam os a ju n tam o s con q u ie­ nes son iguales a nosotros. Los extranjeros crean tensión. L o m ism o ocurre con las personas que pertenecen a u n a clase social y económ ica - más alta o m ás b aja que la nuestra. G eneralm ente no ju p m o s al bridge con el portero. ¿Por qué? Q uizá prefiera el pòker; casi seguram ente no captará el tipo de brom as y de charla que nos agrada a nosotros v a nuestros am igos; se produciría u n a situación em ba­ razosa si m ezcláram os nuestros m odales diferentes. N o es que ten­ gamos prejuicio de clase, sino que nos encontram os cóm odos y a gusto en nuestro propio grupo social, Y norm alm ente existen mu<mas personas de nuestra p ro p ia clase, raza o religión para jugar, vivir, com er y casarnos con ellas. u - ' Es m ucho más probable que debido a situaciones d e trabajo, »engamos que tratar con m iem bros de exogrupos. E n una in d u stria o com ercio estratificado los jefes deben tratar con los obreros, los ejecutivos con los ordenanzas y los com erciantes con sus em pleados, ju n to a las m áquinas pueden trab ajar hom bro con hom bro ap a­ reados d i s t i n t o s agrupam ientos étnicos, aunque es casi seguro que sus m om entos de recreo los pasarán en sus p r o p io s grupos, que les resultan más confortables. E l contacto eu el trabajo no basta casi nunca oara superar la separación psicológica. A veces el contacto está tan estratificado que el sentido de separación se intensifica. ^ obrero m exicano puede sentir envidia ante la vida más holgada de que disfruta su em pleado anglosajón. E i obrero blanco puede tem er cu e el peón negro esté al acecho de la ocasión de p ro c e sa r V tom ar su trabajo. Los grupos foráneos h an sido im portados a u n nivel industrial p ara ios trabajos subalternos, sólo para despertar m iedo y envidia en e! grupo m ayoritario cuando com ienzan a as­ cender en ia escala ocupacional y social. N o es siem pre la m ayoría dom inante la que fuerza a los grupos m inoritarios a m antenerse aparte. Ellos m uchas veces prefieren m antener su identidad, p ara evitarse la pen u ria de aprender un • A doptam os la traducción, q ue va haciéndose frecuente, de los térm inos ingleses in-grou¡, y out-group, com o ‘■endogrupo” y " e x o g r ^ ' d e fT ^ ' Para la definición de am bos conccptos sociológicos, ver pág. 47-CO y 90. (N. de! T .) LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO 33
  • 17. r' idioma^ ex tran jero y de tener que vigilar sus modales. Com o los ex com pañeros de estudios que se reúnen, ellos tam bién pueden “dejarse 1 entre aquellos q u e com parten las m ismas tradiciones y supuestos. •enpr^n ¡¡''» d ativ o m uestra q ue los estudiantes secundarios q ue per- í d^ ]n evidencian un etnocentrism o aún m ayor que Dor nativos. Los jóvenes negros, chinos y japoneses, am i^ ?. norteam ericanos en la el¿cdón de a u e no y “novias”, entre su propio grupo. Es cierto e r - r e ^ a m . de su propio grupo, sino q ue prefieren escogerlos iTderes ^ e acuerdo en que !os la com odi, H p rovenir del grupo dom inante, buscan en todo lo dem ás re la d re , tn ü m a s 'r ^ El hecho inicial, en consecuencia, es que los grupos hum anos len^ en a mc*ntenerse separados. N o es necesario atrib u ir esta ten­ dencia a u n in stin to gregario, a una “conciencia de clase” o al .piejuicio. B astan p ara explicar adecuadam ente ese hecho los nrin- cipios de facilidad, del m enor esfuerzo, la congenialidad v el orgullo p o r la p ro p ia cultura. Sin em bargo, u n a vez que existe este separatism o, se dan las bases p a ia todos los tipos posibles de elaboración psicológica. Las peisonas que perm anecen separadas cuentan con pocos ranales de com unicación. E xageran fácilm ente el grado de diferencia entre IOS g ijp o s y p ro n to cunde u n a interpretación errónea acerca de los fundam entos de esa diferencia. Tor fin. y esto es quizá lo más im- poi tan te de todo, la separación puede determ inar genuinos con­ ta c to ^ ae intereses, así como m uchos conflictos im aginarios. ro raem o s un ejem plo. El obrero m exicano en Texas está n eta­ m ente separado del em pleador anglosajón Vive aparte, había una -engua dilerentc, n en e u n a íradición com pletam ente distinta v asiste a o tra iglesia. Sus hijos, es m uy probable, no van a la m ism a es- uela que los hijos del em pleador; ni tam poco juegan juntos. T o d o io que el em pleadui sabe es que Ju a n viene a trabajar, cobra su jo m a ! y se va. N o ta que Ju a n es irregular en su trabajo, que parece in d o len te y poco com unicativo. N ada más fácil para el ¿n p lea d o r entonces, que sup o n er que esta conducta es caracteristica de todo e g u ip o al que pertenece Ju an . Se va creando él así un estereotipo acerca ele la haraganería, im previsión y falta de responsabilidad de ios m exicanos. P or fin, si cl em pleador se ve económ icam ente per- tui a o poi la irreg u larid ad de Ju an , encuentra cn ello razones p a ra la hostd id ad , especialm ente sí cree que los elevados im puestos o lai diíicultades financieras se deben a la población m exicana. El em pleador de Ju a n piensa ahora que “todos los m exicanos son iiaraganes”. C uando encuentre a otro m exicano tendrá p re­ sente esüi convicción. El pre-juicio es erróneo porque: 1) no todos ios m exicanos son iguales; 2) Ju a n no era realm ente haragán, sino LA NATURALEZA DEL PREJUICIO 34 que tenia m uchas valoraciones personales que determ inaban que su com portam iento fuera ése. Le gustaba estar con sus hijos; ob ­ servaba ias festividades religiosas; tenía que hacer reparaciones en su propia casa. El em pleador ignora tcdos estos hechos. E n lugar de decir, com o sería lo lógico; “N o conozco las razones p o r las que Ju a n se com porta así, porque no lo conozco a él como persona ni conozco su cu ltu ra”, el em pleador resolvió u n problem a com plejo de una m anera dem asiado simpíiflcada;i atribuyendo a Ju a n y a ‘-' su nación el a trib u to de la “harágáneríá’ . N o obstante, eL estereotipo del em pleador tuvo origen en u n “germ en de verdad”. Era u n hecho que Ju a n era m exicano y tam ­ bién que era irreg u lar en su trabajo. T am b ién pudo ser u n hecho que el em pleador h u b iera tenido una experiencia sim ilar con otros trabajadores m exicanos. L a distinción entre u n a generalización bien fundada y una generalización errónea es m uy difícil de m arcar, especialm ente por parte del m ism o individuo que elabora la generalización. E xam i­ nemos este problem a m ás atentam ente. LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO E l p r o c e s o d e c a t e g o r iz a c ió n La m ente hum ana tiene que pensar con la ayuda de categorías (el térm ino es equivalente aquí a generalizaciones). U na vez for­ madas, las categorías constituyen la base del pre-juicio norm al. N o hay m odo de evitar este proceso. L a posibilidad de vivir de u n m odo algo ordenado depende de él. Podem os decir que el proceso de categorización tiene cinco im portantes caracetrísticas. 1. C onstruye clases y agrapam itntos am plios para guiar nues­ tros ajustes diarios. N osotros ocupam os la m ayor parte de nuestra vigilia recurriendo p ara ese fin a categorías preform adas. C uando el cielo se oscurece y el baróm etro desciende prejuzgam os que habrá lluvia. Nos ajustam os a este conjunto de acontecim ientos saliendo con paraguas. C uando u n perro de aspecto fiero viene corriendo por la calle, lo categorizam os como u n ‘‘perro rabioso” y le huim os. C uando vam os a visitar a u n m édico porque nos sentimos enfermos, esperam os que se com porte de cierta m anera. E n estas y en otras innum erables ocasiones lo que hacem os es “tipificar” un suceso aislado, ubicarlo dentro de u n rubro fam iliar y actuar en conse­ cuencia. A veces estam os equivocados: el suceso no corresponde a esa categoría. N o llueve; el perro no está rabioso; el m édico no se com porta ele acuerdo a las norm as de su profesión. Sin em ­ bargo, nuestra conducta ha sido racional. Se basó en un alto grado de p io b ab ilid ad . A unque utilizam os u n a categoría equivocada, no estaba en nuestras m anos hacerlo de otro m odo.
  • 18. rnnf.^*r!íl decir que n u e s tr^ e x p e ric n d a eu la vida tiende a “ ^8^“ P ™ ien to s (conceptos; cltegorías), y que si bien categoría o de ocasión al recu rrir a ellos, es lU -n ° ° proceso dom ina toda nuestra vid:: ■ d a r n . N o pedem os apre­ ciarlos u n o p o r uno. Si pensam os en ellos es p ara tipificarlos. f ^ abierta. Pero, hablando »lueva experiencia debe insertarse en categorías antiguas. N o podem o. tratar c^rl^ n.,pvn S i'así To hicié- B e m ^ d ex p erien d a pasada? El filósofo m e r ^ f h í r ^^sum ido así la cuestión: “U na m ente p erpetua­ m ente ab ierta sen a u n a m ente p erpetuam ente vacía.” p ^ .v ¿ „ <^‘^i^Sonzación se asimila lo más posible al agrupam ienio. EXi,te u n a curiosa inercia en nuestro pensam iento. Nos gusta resolver £,m '’e m e r r t " c í a l.o m í 5 ' dam ente podam os u bicar esos problem as en u n a categoría satisfactoria co n taíse'''u n ? v la solución. Suele S ’m iP n í. / fa^m ada en la M arina que atender- c' egonas p ara ubicar todas las dolencias que debía a i n W n / puede ver, pongase yodo; si no se la puede ver. dése H ^"Slesa. La vida era sim ple para este a o ^ c a d ó ^ d ^ T ''‘'^^'•‘ actividad profesional se apoyaba en la aplicación dc dos únicas categorías. - P uede dejarse expresado este p u n to del m odo siguiente: ia m ente tien ae a categorizar los sucesos del m edio am biente de la m anera íl ^ ° ^ P ^ “ ble con ¡a necesidad de acdón. Si el auxiL ar de farm acia de nuestra historia fuera castigado p er su torpe m anera de ejercer h m edicina, se corregiría y aprendería a em plear cat..gorias mas discrim inadas. Pero en tanto podam os ‘seo-uir ade- r.P n r /¿'^^'■^li^aciones excesivam ente toscas, tendem os a"hacerlo. ^( P or qué? P orque requiere m enos esfuerzo, y el esfuerzo, salvo en .a estela de nuestros intereses más vitales, es desagradable) L a im portancia de esta tendencia para la com prensión de rues- ^ ?„Pvz°o i"“ " resulta clara. Al em pleador anglosajón le cuesta menos -sfueizo ^ u iar su conducta d ia n a p o r la generalización “los m exicanos son haraganes que individualizar a sus trabajadores y conocer ias w zones reales de su conducta. Si puedo ag ru p ar a trece m illones de m is concuuladanos bajo u n a sim ple fórm ula: “Los negros son estú- p i os, SUCIOS e inferiores”, sim plifico m i vida enorm em ente. Serc'- llam ente tratare de evitar a todos y cada uno de ellos. ¿Hav aiffo m as sim ple? ' & 3. L a categoría nos perm ite identificar ráp¡da7ncnte a un obieto p o r sa^ rasgos com unes. C ada acontecim ienío tiene d erto s ralos que sirven p ara p o n er en acción las categoría, del pre-juido. C uando vem os un p ajaro de pecho rojo, decimos que es “uú p eíirro jo ” C uan LA NATURALEZA DEL PREJUICIO T do vemos que un autom óvil viene zigzagueando hacia nosotros pen­ samos “el que m aneja está borracho” y actuanios de acuerdo con esa noción. U na persona con piel oscura activara todos los conceptos acerca de los negros que predom inen en nuestra m ente. Si la categoría dom inante com prende actitudes y creencias negativas, inmediata--.; m ente evitarem os a esa persona o adoptarem os con ella aquel h ábito de rechazo (capítulo I) que nos resulta más fam iliar y accesible. Es así que las categorías tienen una vinculación estrecha e inm e­ diata con lo que vemos, con el m odo como juzgamos lo que vemos y con lo que hacemos. E n realidad, toda su u tilid ad parece consistir en facilitar la percepción y la conducta; en otras palabras, en hacer más rápidos, fáciles y adecuados nuestros ajustes a la vida. Este p rin ­ cipio sigue siendo válido a pesar de que a m enudo com etemos errores al ubicar acontecim ientos en categorías, viéndonos asi perturbados en nuestra acción. 4. La categoría satura todo lo que contiene con iguales connota­ ciones ideacionales y emocionales. A lgunas categorías son casi p u ra­ m ente intelectuales. A tales categorías las llam am os conceptos. A rbol es un concepto constituido en base a nuestra experiencia con cientos de tipos de árboles y con m iles de árboles aislados y a pesar de ello tiene esencialm ente u n solo significado ideacional. Pero m uchos de nuestros conceptos (tam bién árbol) tienen, además, de u n “signifi­ cado”, u n “sentim iento” característico. N o sólo sabemos lo que es u n árbol, sino que tam bién nos gustan los árboles. Y lo m ism o ocurrtí con las categorías étnicas. N o sólo sabemos lo que significa ser chino, m exicano o londinense, sino que además el concepto puede ir acom ­ pañado en nosotros de un tono sentim ental de agrado o desagrado. 5. Las categorías pueden ser más o m enos racionales. H em os d i­ cho que en general una categoría comienza a constituirse en base a un "germ en de verdad”. U n a categoría racional parte de ello, y se agranda y solidifica a través del aum ento de la experiencia pertinente. Las ¡eyes científicas son ejem plos de categorías racionales. E stán res­ paldadas por la experiencia. Cada suceso al cual ellas se aplican acaecen de cien o m odo. A un cuando las leyes no sean cien por ciento perfectas, las consideram os racionales cuando tienen u n alto grado de probabilidad de predecir u n acontecim iento. A lgunas de nuestras categorías étnicas son bastante racionales. Es probable que un negro tenga pie) oscura (aunque éste no sea siem pre el caso). Es probable que u n francés hable el francés m ejor que el alem án (aunque aquí tam bién hay excepciones). Pero; ¿es cierto que todos los negros son supersticiosos, o que todos los franceses ucucn una m oral laxa? A quí la probabilidad es m ucho m enor, y su sigiiificado es casi nulo si com param os estos grupos con otros grupos étnicos. Sin em bargo nuestra m ente parece no hacer ninguna dis­ tinción cn la form ación de categorías: las categorías irracionales sc form an con igual facilidad que las racionales. LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO 37
  • 19. de uí!*eruTC*sé“ ren n V . m i e m b r o s s . í ’é ¿ ‘' , o r P ~ r .s ™ i r ? ‘L í ! / . x racionales. afirm an, con igual v,gor que otras más i .« o ? ¿ S j j n r r t f L s í í t “ : ! ..' » * ' ' r » « . . ■■» tituyó, pues, la categoría “los indi'rw h ^ a un judio. ¿Cómo se cons- ^ . com unidad era fu ertem en te católica m aeTtror^í^'^'h v ju d ío s fueron los asesinos d e C risto.' T am bién se L b ía d=>r!^"l enseñado que los q u e existiera u n an tig u o m ito pagano acerca d» n n • circunstancia de a un dios. D e m odo q u e dos ideas de <rra ^ ^ «em onio q ue había m atado crearon un p re-juicio h o stil acerca de lo s ^ u d í o r " convergieron y ía c í] id a T ° Q u Í t° irracionales se form an con igual laciJidad que las categorías racionales. P robablem ente se form nn categoría U n escolar que tenga que form arse, por ejem plo alg-um concepcicn general acerca deJ pueblo tibetano, no p!iedc tm nar en consideración p ara ello otros datos que los que s r ^ L t r o y su a b ro de texío proporcionan. L a im agen resultante puede ser errónea pero el n iñ o h a hecho todo lo que estaba a su alcance p í a conocer la verdad. .u ajcance para M ucho m ás p ro fu n d o y desconcertante cs el tipo de pre-=u-co in a cio n a l que ;io tom a en cuenta la evidencia. Se cuenta ? n V iste aceica de un estu d ian te de O xford que dijo una vez: “Yo desoíecio a todos los norteam ericanos, pero no he encontrado jam ás a uno qu e m e resu ltara desagradable.” En este caso la categoriL ción estaba - I. contracuccion con su m ism a experiencia directa, A ferra-se f un pre-juicio cuando sabem os que es errado es u n a de las form as más extrañas en que se presenta el prejuicio. iLos teólogos dicen que en <is pre-juicios aebidos a la ignorancia no hav pecado, pero s' le '•■ id e rc iif m antenidos con desprecio deliberado d¿ la LA NATURALEZA DEL PREJUICIO LA NORMALIDAD DEL PRE JUICIO C u a n d o l a s c a t e g o r ía s e n t r a n e n c o n f l ic t o c o n l a e v id e n c ia Es im portante para los fines de nuestra obra entender lo que ocurre cuando las categorías entran en conflicto con la evidencia. M erece ser señalado el hecho de que en la m ayoría de los casos las categorías sean tan tenazm ente resistentes al cambio, E'espués de ' ^ todo, hem os elaborado nuestras generalizaciones en determ inada form a porque vimos que funcionaban bastante bien. ¿Par^^ q u é an- rr d ar cam biándolas a fin de acom odarlas a cada nueva m eím da evi­ dencia que aparece? Si estamos acostum brados a una iriírca de " autom óviles que, por otra parte, nos satisface, ¿por qué ad m itir los ' m éritos de otra marca? Si lo hiciéram os, lo único que conseguiría­ mos sería p ertu rb ar nuestro satisfactorio conjunto de h á b ito ^ ¿ A dm itim os de m a re ra selectiva nueva evidencia en u n a cate-“ " goria cuando aquélla nos confirm a en nuestras creencias previas. U n escocés tacaño nos deleita, porque confirm a nuestro pre-juicio. Es agradable poder decir; “Es como te lo había dicho.” Pero si ■ encontram os evidencia contradictoria con nuestro preconcepto, lo más probable es que le ofrezcamos resistencia. Existe un procedim iento m ental m uy com ún que perm ite a la gente m antenerse aferrada a pre-juicios aun frente a m uchas evi­ dencias contradictorias. Ese procedim iento consiste en ad m itir ex­ cepciones. “H ay negros buenos, p e ro .. ” o “Algunos de mis m ejo­ res amigos son judíos, p ero . . . ” Este procedim iento es de u n a eficacia contundente. A l excluir unos pocos casos selectos, el rubro negativo queda intacto para todos los dem ás. En resum en, a la evidencia contraria no se la adm ite, perm itiendo que m odifique la generaliza­ ción; en lugar de ello se la reconoce superficialm ente y se la excluye. Llam arem os a este procedim iento La ‘ reclausura”. C uando un hecho no encaja dentro de una zona m ental, se reconoce la excep­ ción, pero la zona vuelve a clausurarse apresuradam ente, im pidiendo que quede peligrosam ente abierta. U n curioso ejem plo de reclausura tiene lugar en m uchas discu­ siones sobre el problem a de los negros. C uando u ra persona con una fuerte predisposición irracional contra los negros se halla frente a una evidencia favorable a ese grupo, lo más probable cs que reac­ cione inm ediatam ente con la consabida pregunta m atrim onial; “¿Ue jaría usted que su herm ana se casara con un negro?” Esta es una habilidosa reclausura. E n cuanto al interlocutor dice “no” o vacila en responder, la persona con prejuicios puede efectivam ente decir; “¿Lo ve? H ay algo en Ies negros que nos resulta inaceptable”, o: “Yo tenía razón e n to n c e s,., el negro es m alo por naturaleza,” iia y dos condiciones que llevan a una persona a no hacer n in ­ gún intento para reclausurar su cam po m ental con el fin de m an ten er su generalización. La prim era de ellas es la circunstancia u n tanto 39
  • 20. m e;,ía/íd«d abierta. H ay individuos generalizar i r “'I " '" tendencia relativam ente pequeña a generalizar. Sospechan de todo m arbete, de las categorías de las d e n d ^ 'q u ? habitualm ente en conocer' la evi- ruer’^ r d . 1, cualquier generalizadón am plia. D ándose ^spf'cialm enfp'''"“ ‘^ 'V ‘“ “" de ia naturaleza hum ana, son é t í ? c .f “ ; en lo que respecta a la . generalizaciones y están d---Dn7rfn"“ alguna ,o ..acen de un m odo m uy provisional L n c e p to éfnico ; r e % l h 'e n t ? " “ es e ¡ ^ m e ° ? í n S r r “ " f la m odificación de conceptos es ei m ero mceres personal. J i,a persona puede aprender desnnés re v is S r s ^ P u e ? e ^ n ? ’s a r " categorías son erróneas y deben ser h o n T o fro m r^ K i. clasificar correctam ente los v o E a T m e t e ; " *^ta venenosa. N o pen^^^r nue r ? a l í r n corregida. O puede p en sar que ios italianos son prim itivos, ignorantes v ruidosos hacía q u e se enam ora de u n a m u c L c h a italiana de f a m ik c u ^ s Í n , . e ,u e ten er “ f em bargo, existen buenas razones para m an- Y a d e S v e m t' pre-juido. Cuesta m enos esfuerzo, por n T es'ro . aprobados y apoyados de una 7 ;™ ; r e ^ í . ' quedaría bien que el hab itan te sión rip í.‘J - disintiera con sus vecinos acerca de la adm i- í u m í s c“ÍéS,r“ " “"’'■‘7 « “ "fo'-able ve. que b u -n a . son sim ilares a las de nuestros vednos, de cuya sat^ de m i p l r t P u ' " es nada sen- v ird o n es reconsiderando todas mis con- ciones, especialm ente aquellas que jirven de base d^ sus^enta.-iór y m is ^ 'S n o s ." ” ' ' ' ' sustentación sea satisfactoria para m i LA n a t u r a l e z a DEL PREJUICIO I .o s VAI.ORFS PERSONALES COMO CATEGORÍAS la v i " ™ : ! ? ™ “ “ ''” I ” , ' “ , « r t a » em éndate para la vida m en tal y que su acción desem boca inevitablem ente en r.re JUICIOS, que a su vez p u eden ¡legar a ser p rejuidcs. ^ l.as categorías mas im portantes que un hom bre tiene son su q - jálense en eL o. o que los analice detenidam ente: lo más com ún es que los sienta, los ah rm e y ios defienda. T a n im portantes son las -fO L A N O R M A L ID A D D EL P R E JU IC IO oyó una vez que u n visitante se quejaba de lo polvorienta que era la región. El cam pesino esquivó el ataque que se hacía al lugar que am aba, diciendo: "A m í me gusta el polvo; parece que purifica el aire.” Su razonam iento era pobre, pero servía p ara defender sus valores. Com o partidarios de nuestra propia form a de vida no podem os evitar que nuestro pensam iento sea parcial. Sólo una porción p equeña de nuestro razonam iento actúa com o lo que los psicólogos han lla­ m ado "pensam iento dirigido”, es decir controlado exclusivam ente por la evidencia externa y dedicado a la solución de problem as obje­ tivos. C ada vez que intervienen los valores, el sentim iento o la sensi­ bilidad, estam os proclives a caer en u n tipo de pensam iento "lib re”, “caprichoso” o “fantasioso” Esa form a parcial de pensar es en tera­ m ente natural, ya que cum plim os nuestra función en el m undo viviendo de un m odo integrado, como perseguidores de valores. Los pre-juicios que se derivan de estos valores nos perm iten hacerlo. V a l o r e s p e r s o n a l e s y p r e j u ic io Es obvio, entonces, que el m ero acto de afirm ar nuestro m odo de vida nos conduce a m enudo hasta el borde del prejuicio. El filósofo ; Spinoza ha definido lo que él llam a "prejuicio de am or”, diciendo que ' consiste “en sentir por alguien, a causa del am or, más de lo que es justo sen tir”. El am ante generaliza de m odo excesivo las virtudes de su am ada. Considera cada uno de sus actos como u n dechado de per­ fección. El p artidario de u n a iglesia, de un club, de una nación puede tam bién sentir por estos objetos, "a causa del am or, m ás de lo que es justo sen tir”. E xisten buenas lazones para creer que este prejuicio de am or es m ucho más esencial p ara la vida hum ana que su contrario, el p re­ juicio de odio (del cual dice Spinoza que ‘ consiste en sentir por alguien, a causa del odio, m enos de lo que es justo sentir”). U no debe prim ero sobreestim ar las cosas que am a para poder subestim ar luego las que se les oponen. Las vallas se erigen en prim er térm ino para proteger lo que amamos. I,as vinculaciones positivas son esenciales p ara la vida. El niño pequeño no podría existir sin su relación de dependencia con res­ pecto a la persona que lo nutre. D ebe am ar e identificarse con alguien o algo antes de que pueda aprender a odiar. Los niños han de tener prim ero un círculo fam iliar y de amigos antes de poder definir los “e' ogiupos’' que constituyen u n a am enaza para ellos ¿Por qué razón oímos hablar tan p.occ del prejuicio de am or, o sea de la tendencia a generalizar con exceso nuestras categorías de npego o afecto? U na razón es que los prejuicios de este tipo no cons­ tituyen u n problem a social. Si yo m uestro una parcialidad excesiva 41
  • 21. Á T v ^ c T n T r ^ V T m anifestar hostilidad hacia los hijos de p u e Ìe h a ;erìn defiende u n valor categórico propio, ^erson^litfc X - tUT.~ - - p r ^ - i o p e o / c X T d u t n I e X ” com ün a ^nuchos euro- U nidos con desdén 'V om o u n ^ ^ e n o 'L revolüjoX ^^^^^ U n estu d ian te de M assachusetts, que decía ser un apóstol de la tolerancia (eso era lo que él creía) L r i b i c : “El n r o E d f lo s negros no se resolverá m ientras a esos im béciles blancos del Sur no se s m íoduzca im poco de m ateria gris en sus cabezas h u ecas” Los ya.ores positivos del estudiante eran idealistas. Pero, para colmo de ironía, su to leran cia” m ilitan te desem bocaba en una condenación í^ irS á za m í T ' " T " P ^ ^ a ció n al que éi percibía como una «m enaza p ara sus valores de tolerancia. nup n es cl caso de aquella dam a que decía; “Por supu^s'o a 1 oue ^e coÍor <-'1 Sur y habiendo vivido L ¿ s ‘n e í n ™ ' de com prender el problem a. e su S o T perm itirles perm anecer ? n d n ' r ‘le’ N « « e no entienden a los negros, eso e. todo. Lsta dam a en su breve alegato, estaba defendiendo sus pro- ío sí"!ó n ''“ ? ’° 'H ^ '' psicológico) su pos .io n y la vida com oda que había llevado hasta entonces N o era s ta tZ g i l " T-^e am aba el R esulta m uy conveniente creer, si nno pi;ede, que la catPíro-í i propja esta to talm en te bien y la del p r ó j i l totalm ente ín íl^ Un • im ple obrero de u n a fabrica recibió de los directores de la com pañía la oferta de un puesto en las oficinas de la em presa. U n dirieentc grem ial le d ijo entonces: ‘N o aceptes un puesto l n la d i r e c c i ó / p . 42 LA NATURALEZA DEL PREJUICIO IB í¡ t que te volverá^) un bastardo igual que todos ellos.” Sólo existían dos clases p ara este dirigente grem ial: los obreros y los “bastardos”. Estos ejem plos perm iten com prender que jel prejuicio negativo ^ es un reflejo del propio sistem a de valores. Nosotros estimamos nues­ tro propio m odo de existencia y subesiim am os en consecuencia (o atacam os de m odo activo) le que nos parece constituir u n a am enaza p ara él. Este pensam iento ha sido expresado por Sigm und F reud: “En la abierta an tip atía y aversión que la gente siente hacia los ex­ tranjeros con quienes debe tratar, reconocemos la expresión del am or a si m ism o, del n arcisism o .^ El proceso resulta especialm ente claro en tiem po de guerra. C uan­ do u n enem igo am enaza todos o casi todos nuestros valores positivos, reforzam.os nuestra resistencia y exageram os los m éritos de nuestra causa. Sentim os —y éste es u n ejem plo de generalización excesiva— que nosotros estam os totalm ente en lo cierto. (Si no creyéramos esto no podríam os destinar todas nuestras energías a la defensa.) Y si nosotros estamos totalm ente en lo cierto, nuestro enem igo ha de estar • entonces com pletam ente equivocado. Puesto que está com pletam ente equivocado, no vacilaríam os en exterm inarlo. Pero hasta en tiem pos de guerra resulta claro que nuestro básico prejuicio de am or es lo prim ario y que el prejuicio de odio es u n fenóm eno derivado. Si bien pueden existir “guerras justas”, en el sentido de ataques reales que deben ser enfrentados a los propios valores, la guerra siem pre entraña, no obstante, algún grado de prejuicio. La m era existencia de u n a grave am enaza hace que se perciba el país enem igo como algo totalm ente m aligno y a todos sus habitantes como u n a am enaza. La ponderación y el discernim iento se tornan im posibles ®. L.Í NORMALIDAD DEL PRE JUICIO ^.ESPMEN Este capítulo ha sostenido la tesis de que eU u?m bre_ti.eae .un.a, propensión al preju icio. Esta p ropensión radica „en su Jen d en cia jaor-_ mal y n atu ral a form ar generalizaciones, conceptos, categorías, cuyo, -contenido representa- u n a sim plificación-excesiva-de-su,ariund.0. de -experiencias^ Sus categorías racionales se atienen a la experiencia directa, pero puede tam bién form ar con la m ism a facilidad catego­ rías irracionales. Éstas pueden carecer de todo fundam ento real, y se form an totalm ente en base a rum ores, proyecciones em ocionales ^ fantasías. ' ' ! L U n tipo de categorización que nos predispone especialm ente a adoptar pre-juicios injustificados lo constituyen nuestros valores p er­ sonales. Estos valores, la base de toda existencia hum ana, desem bocan fácilm ente en piejuicios de am or. Los prejuicios de odio son desarro­ llos secundarios, pero pueden brotar, y a m enudo lo hacen, como reflejo de valores positivos^ 43
  • 22. '-J I r * J ■'3 :s 1 C on el fin de com prender m ejor la naturaleza del prejuicio de am or, que es fundam entalm ente responsable del prejuicio de odio, jxisamos a considerar la form ación de las lealtades de grupo. Í--Í n a t u r a l e z a d e l PREJUICIO N O T A S Y R E F E R E N C IA S in D ic k so n , “Selective associalion am ong ethnic gronps school population", Am erican Sociological Reviexv, I951Í, 17, 23-34. - En la ciencia psicológica los procesos de “pensam iento d ir id d o " ’y de ‘Ven- saniieiuo h b re ” h a n sido m antenidos aparte en el pasado. Los ‘'expcrinientalistas'’, e s tu d ia d o el p r im e r o d e lo s p ro c e so s y lo s “ nsicó- lo g o s d .n í m : c o s ’ (p . ej los fr e u d ia n o s ) el .seg u n d o . P u e d e n c o n s u lta rs e , p a r a la 0 ( 2 f e L , H u m p h r e v . D irected T h in k in ,. N u e v í Y o rk . / , v r f .t r / /I s e g u n d a , Sig m u n d F r e u d , T h e P syxhopatholog, of 19 4 t J Y cotidiana), N ueva York, M acm Ulan rad. 1914. [Existen vanas ediciones de las “O bras C om pletas" de Sigm und F reud ■■dina^mirkt?,”''''. '" " '“ tendencia, po r p arte de “experim entalistas". y rsDÍmrn X ^ ’ , Z «fuerzos para la investigación y la teoría. (Ver el no es deSDués'^de i pensam iento prejuicioso fu°nde con"^e,1ant.s?oso. P — " - 4 ^ 0 se c ™ ’'- P * y * °l°g ieal approach to love and h a te ”, capí- Tin TÍ So r o k in (ed.). Explorations in A ltru istic Love and B e h a v ilr Koston, Beacon Press, lOjO. T am bién M. F. A sh ley -M o n tag u , On B eing H u m a n N ueva -iork. H e n ri Schum ann, 1950. ^ n u m a n . 58^82: (1776-1860)", A m erican relaciones e.u re la guerra y el prejuicio se discuten en H . C,- ,N R,L (ed ), Tensions T hat Cause Wars, U rbana, U niv. of Ilinois Press, 19jO. 44 C a p í t u l o III FOR.M .^CIÓN DE E N D O G R U PO S ¿ Q u é e s u n h.sDOGRUPo? - E l s e x o c o m o e n d o g r u p o - La NAIURALEZA MÓVIL DE LOS ENÚOGRtjPOS - E n DOGRUPOS Y GRÜPOS DE REFERENCIA - DISTANCIA SOCI.Ai - L a TEORÍA DEL PREJUICIO COMO NORMA DE GRUPO - ¿PuED EN EXISTIR ENDOGRÜPOS SIN EXOGRÜPOS? - ¿ L a HUMANIDAD PUEDE CONSTFIXTR UN ENDOGRUPO? El proverbio la fam iliaridad crea el desprecio no llega a ser, n i de lejos, u n a verdad a m edias. Si bien a veces la ru tin a d iaria o nuestros com pa íeros habituales nos ab urren, no es m enos cierto que nuestra vida se apoya en valores que ex traen su fuerza de la circuns­ tancia de resultarnos fam iliares. Y aú n más, lo fa m ilia r tiende a cpnyeflirce en u n valor. T erm in an p o r gustam os el estilo de com ida, las cosuim bresTías personas con las que hem os crecido. Psicológicam ente, el nòdulo del asunto está en que lo fam iliar proporciona la base indispensiible de nuestra existencia. Si la. vida que llevam os es buena, el m arco en q u e se inserta parece tam bién bueno y d>;seablt. Le son daJos a un niño tanto sus padres, como sus vecinos, la región y el país en que nace. Lo m ism o ocun'e con su religión, raza y tradiciones sociilcs. Praa éi todas estas afiliaciones se d aa por de5con<"<.dás. P 'jrsto que él es parie àe ellas, y ella.s soa parte de él, son butnas. a a la edad de cinco año;, un niño es capaz de con^prendcr que es m iem bro de diversos grupos. T iene, p o r ejem plo, u n sentido de identificacjón étnica. H asta los nueve o diez años no será caua-c de com preuder lo que su pene.iencia significa realm ente; en qué, por ejem plo, difieren los judíos de los gentiles, o los cuáqueros de los inetcdistas, pero no aguarda hasta ser capaz de tal coniprens’ón para desarrollar vehem entes lealtades de grupo. A lgunos psicólogns dicen que el niñ o se siente “graáficado” por el hecho de ser m iem bro de grupos, y que esa gratiíicacion crea la lealtad. O sea que su fam ilia lo cuida y lo alim enta y que él obtiene placer de los dones y atenciones que recibe de sus vecinos y com ­ patriotas. Así aprende a am arlos. D e este m odo, en base a estas gratificaciones, adquiere sus lealtades. C abe d u d ar que esta expli- 45
  • 23. I.A n a t u r a l e ? i D E L P R E JU IC IO gi.:u=i„iì“kr“='r;.t rs ' positivam ente con su clan d e’ io d Z ^ n T form a p arte in elu d ib le de su vida. «m plem ente porque r a t ó , ^ d e ' S t '> ìris?“" - . ----- - cciimucii uue la f a m ilia s ^ d a L f ° J g ^ 'Í ^ sin ellos. ' ^ ‘ “ '-J ^'ería ]o que es m í s ^ K S " '- ,? ,! “ ¿ ' i r J j ' í f ' : ' ; , * ' " i" 1™- Cí- r-„ iialiclad ¡o que ,|m m r ,;,,c V i’ »''“ > “ 1“ ” '- -::;:=“ i-grupos. Puesto n n - -mo -, '¡' " ^^«‘Cas Je una persona a tradiciones, su nacionalidad í T - % p , r u aceptarlos líI acem o nuf> * i* nativo, n-iro l>ien en s 6 , í c » ..e i a i : ^ , ^ ; L ' " S í -»== conocim iento"direíL 'dl'tod^s'L feS ^^ individuo tenga h ab itu al es que c o n o .a a 1 (U n huérfano, sin em bargo, puede estar apasionadam ente vinculado con sus padres a los que nunca ha visto.) A lgunos grupos tales como c ubes, escuelas, vecm darios, son conocidos a través de con- o"*sóÍo s t c ^ n ^ ’ en gran m edida de sím bolos di ecto d ^ r n T " refe>-enc.as. N adie puede tener el conocim iento i iccto^ dc toda su raza, n. de todos sus cofrades o correligionarios U n nino puede o ír entusiasm ado la narración de las hazañas de su m k m b ro d°é un barco, colonizador o m iem bro de la nobleza esta establecido p o r una tradición con la oue el nino se identifica. Las cosas que oye constituyen u n terreno u n autentico p ara su vida como sus experiencias cotidianas. P or m edio de sím bolos uno aprende las tradiciones fam iliares el patriotism o endogrupoj definidos sólo verbal­ m ente pueden estar sin em bargo firm em ente estructurados. ¿ Q u é e s u n ü n d o g r ü p o ? 1 sociedad estática sería m uy fácil predecir cuáles serán asT ealtades que desarrollará un individuo: a qué r e S a nué £fellugarVS^^^^ c"“ S : . í , S " ? h ' í™ ,T S ^ » h . í 'i a i r d g r d « - ■IOS S , T í . ¡ '" l ! ' » t 'e d a d e s V j r j a n a s - o u e - t-s p cm 1 ,;, hacer una unporcante predicción. Etc io'los las so7ie o^n,cs dcl m undo co n M cra al n u í :^u:o m :e,nbro t los ^ T c ¡ . É n ,. p,.d)cs. .erten e ce a la m ism a raza, estirpe, tradición fa m ü íx -eiigion, rasta y status ocupacional que ello^ Pn^- cieu o que e-í • a s 'Í e V s S 'l^ f Í i ■ ab an d o n ar alm i­ la s Je estas afiliaciones, pero no todas. P or lo com ún se espera oue el nin o adquiera las m ism as lealtades y prejuicios que s u Í pad-es- y ^1 el padre, a causa de su pertenencia a algún «mipo es obfeto dp r i o í m L t ' ^ j S S o ' f ' " - to r n á til m e n t e en victim a , FORMACIÓN DE ENDOGRUPOS f l'C 47
  • 24. S'í A pesar de que esa regla puede aplicarse a nuestra sociedad es aquí m enos in falib le que en otras regiones del m undo donde la fam ilia tiene m ayor im portancia. Si bien el niño norteam ericano ad quiere n o rm alm ente un fuerte sentido de su pertenencia a un p i p o fam iliar y una cierta lealtad al país de origen de sus padres, lo m ism o que a la raza y la religión de éstos, existe para él m ayor elasticidad con respecto a la intensidad de sus vinculL iones. c ld a p a u ta in d iv id u al será algo diferente. U n niño norteam ericano se encuentra en lib ertad de aceptar algunas de las afiliaciones de sus padres y de rechazar otras. / j s difícil d efin ir de m odo preciso u n endogrupo. Q uizá lo m e­ jo r sen a decir que todos los m iem bros de ü n endogrupo usan el térm ino nosotros con u n significado esencialm ente idéntico Así o hacen los m iem bros de una fam ilia, los condiscípulos, los m iem ­ bros de u n a logia, de u n grem io, club, ciudad, estado o n“ fó n i De una m anera algo n*ás vaga pueden proceder así los m iem bros 3e entidades internacionales. A lgunas organizaciones “nosísticas” * son transitoiias (por ejem plo, u n a reunión social); otras son perm a nentes (por ejem plo, u n a fam ilia o d a n ) . ^ Pe™ a- sus p arien tes p o r vía p atern a; sus p arien tes p o r vía m aterna; fam il-a d e orientación ^aquella en la cual cr^dóV fam ilia d e procreación (su esposa e hijos)- el g ru p o d e am igos de la infancia (ahora sólo u n borroso -ecuerdoV escuela p rim a ria (sólo presente en el recuerdo)- escuela secundaria (sólo presente en el recuerdo)- su college en conjunto (a veces vuelve a visitarlo!- (reforzado po r reuniones periódicas); veinte año“ ). a los (f'-ertem ente organizada y ron vinculación m uy firme)- su firm a (pero especialm ente la sección ep la que fab aia)- de .u " r - t e gu erra m u n d ia l'y ^ r ] 4 'c k lL V o torí'Jso):^''’“ ^^^^ -nfanteiía de 1;, prim era el estado en q ue n a d ó (una pertenencia bastante triv ia l; e pu eb lo en q u e ahora v>ve (activo ejpiriLu rívico); ..u c v a In g ,aterra ,u i.a lealtad regional)- r«.n.=sco c,„ o,™ . S ; “ s i i j s r ™ p--- LA NATURALEZA DEL PREJUICIO 48 Es probable que la lista de Sam no esté com pleta, pero de todos modos nos perm ite reconstruir bastante bien las pertenencias básicas sobre las que edifica j vida. E n su lista Sam i^iude a un grupo de am igos de la infancia. R e­ cuerda que en aquella época de su vida este endogrupo fue de trem end im portancia p ara él. C uando se m udó a u n nuevo barrio a la edad de 10 años no tenía a nadie de su m ism a edad p ara jugar y él deseaba m ucho este tipo de com pañía. Los otros chicos lo m i­ raban con curiosidad y desconfianza. ¿Lo adm itirían o no? ¿El estilo de Sam seria com patible con el estilo de la pandilla? T u v o lugar la h ab itu al ordalia a puñetazos, provocada con cualquier pretexto m í­ nim o. Este ritu al, tal com o se acostum bra en las pandillas de m uchachos, tiene la fin alid ad de proporcionar una p ru eb a ráp id a y aceptable del com portam iento y la m oral del extraño. ¿Se m an­ tendrá éste d en tro de los lím ites que se fija la pandilla, m ostrando el coraje, la rudeza y el autocontrol suficientes como p ara c; iforraar a los otros chicos? Sam tuvo suerte en esta ordalia y desde ntonces fue adm itido en el grupo al que ansiaba pertenecer. P robablem ente haya sido u n a suerte p ara él no haber tenido n in g ú n dem érito en lo referente a su pertenencia racial, religiosa o de status. D e o f o m odo el período de observación h u b iera sido m ás largo y las pruebas más exigentes; y es posible q u e la p an d illa lo h u b iera excluido p ara siem pre. D e m odo que hay algunas pertenencias a endogrupos p o r las que debe luchaise. Ppro m uchas se confieren autom áticam ente por nacim iento y por tradición fam iliar. U tilizando palabras de la m o­ derna ciencia social direm os que el prim er tipo de pcrienencias refleja un status hdqi'irido; el segundo, u n status adscnpto. FORMACIÓN DE ENDOGRUPOS E l s e x o c o ^ ^ o izN D O C K urc Sam no m e;icionó pertenencia íslrlus •-iúscn¡i'o) al sexo m asculino. Prf/i);il)kii;ieni.e en nfgun.i époi ;i ¡(c su .vr/a conscientem enic im portante parrt rl y ijuiz;'. todavía lo ¿ca. E l endogrupo dcl sexo r&nstituyc u n caso intpres:ii;t<,‘ fie estudio. U n niño de dos .iña' no hace geucrahpenie r.ir.gunn disiivcióii entre sus coínpañerc:; una nifia o un vaión es ¡c m 'sm o p aia c! T odavía en el prim ev gcadi. cscolar !:■, conciencia de c’.upos d:licenciados p o r el sexto es relativam ente escar.a. Si se les pregunta con quiéu q u errían jugar, ¡os chicos de pr;:r,er grado cli.i^^en coic o .iroiiiedio a u n niño del otre sexo p o r lo n:eno3 la cuarta parle de las veces. Pero al llegar al cuarto grado estas elecciones cruzadas virtualm ente desaparecen: sólo el dos p o r ciento de los niños quiere ju g ar con com pañeros del se.Ko opuesto. En la escuela secundaria las am istades 49 !i