El documento describe cómo la desinformación puede causar pánico a gran escala, citando el ejemplo de La guerra de los mundos de Orson Welles en 1938. También analiza cómo la ignorancia exacerbó los efectos de la peste negra en la Edad Media. Finalmente, argumenta que la pandemia actual ha llevado a una vida aislada similar a El Decamerón, pero sin la compañía literaria en persona.
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1. EL PLANETA DE LOS VIRUS: EL NUEVO
DECAMERÓN
Publicado el Mié, 01/04/2020 - 11:18 1 / Abr / 2020
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2. ok
Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
Magister en Educación Superior, Ponti cia Universidad Javeriana
Profesor Asociado con Tenencia del Cargo, Universidad Nacional de Colombia
Esta era acientí ca
Nada como la desinformación para producir una situación de pánico a gran escala. Por ejemplo, en 1938, tuvo lugar un
episodio memorable en la historia de la radio, a saber: la transmisión radiofónica de La guerra de los mundos por parte de
un joven Orson Welles, en la serie dramática The Mercury Theatre of the Air, dirigida y narrada por él. Propiamente, fue
una adaptación de la novela homónima de Herbert George Wells, uno de los fundadores conspicuos de la ciencia cción,
publicada en 1898. Tal transmisión tuvo lugar a las 9 p.m. del domingo 30 de octubre de 1938. En todo caso, el episodio de
marras es célebre por haber demostrado el poder de los medios de comunicación de masas. En este caso, al haber
causado pánico en su audiencia al creer que los extraterrestres habían invadido los Estados Unidos. Por lo demás, no
olvidemos que Orson Welles fue un verdadero genio. Un poco más adelante, en 1947, tuvo lugar otro episodio relacionado
que mantiene su actualidad: el incidente OVNI de Roswell, que goza de amplio culto entre los creyentes en alienígenas y
otras yerbas de similar jaez.
En materia de epidemias y pandemias, no han faltado los episodios de pánico a gran escala. En la Baja Edad Media,
encontramos un ejemplo bastante adecuado al respecto: la peste negra, o bubónica, la pandemia más devastadora a lo
largo de la Historia, la cual mató a un tercio de la población europea de la época, una cuantía desmesurada habida cuenta
de que la creencia de los europeos en cuanto a que estaban dizque tratando con un castigo divino a causa de sus
pecados, junto con la mala higiene de entonces, no hizo más que complicar las cosas. En otras palabras, la ignorancia,
sobre todo cuando tiene que ver con el desconocimiento del modo cientí co de comprender el mundo, causa verdaderos
estragos. Hasta en las universidades cabe encontrar tamaña problemática, como comienza a notarse con motivo de la mal
llamada pandemia del coronavirus.
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3. De manera concreta, abruma la marejada de información sobre este asunto. Y la gente, las más de las veces, no logra
separar el oro de la paja, no está capacitada para poner en práctica lo que Noam Chomsky denomina con tino como la
defensa propia intelectual, tan necesaria hoy más que nunca ante el embate de las fake news. Por ende, si de conocer la
verdad se trata, el modo cientí co de comprender el mundo es el más adecuado dado su énfasis en el conocimiento de la
realidad. Eso sí, si de manejar la ciencia con sentido ético se trata, la búsqueda de la verdad pasa a ser la búsqueda
responsable de la verdad. Pero, ¿qué sucede cuando el correo institucional de las universidades tiende a hacerle el juego a
los intereses inconfesables del mercado? Sin ir más lejos, al pasar revista a la higiene básica para mantener a raya el
coronavirus, no han faltado, entre los métodos para lavarse bien las manos, uno que señala la combinación del jabón con
los geles antibacteriales, con lo cual se estaría a rmando que no basta con lavarse con solo agua y jabón, sino que es
menester el buen refuerzo con los geles alcohólicos en cuestión. Ahora bien, el asunto adquiere un cariz más notorio si
reparamos en la diferencia abismal de precios entre un jabón, más barato, y un gel, más costoso. De este modo, estamos
ante un fenómeno de especulación de precios, máxime cuando, a raíz del pánico correspondiente, suben más los precios
de estos geles. Para colmo del absurdo, la gente ha corrido como loca para proveerse así mismo con desmesura de los
jabones que llevan el pegajoso adjetivo de antibacteriales, haciendo a un lado los modestos jabones que no dicen ser así.
Empero, todos los jabones, por su forma de actuar, esto es, por hacer trizas la membrana plasmática de células y
microorganismos, son antibacteriales per se. En particular, deshacen la corona del coronavirus habida cuenta de que éste
está constituido por cadenas de material genético encapsuladas en lípidos (grasas) y proteínas. En otras palabras, el jabón
rompe la estructura que mantiene al virus compacto, quedando sueltas las piezas que lo componen, por lo que el jabón
las recubre y quedan eliminadas por el agua del enjuague.
Otro detalle que salta a la vista si, siguiendo el consejo de Noam Chomsky, separamos el oro de la paja y le prestamos
atención a médicos serios y competentes, como el inmunólogo argentino Alfredo Miroli, quien estima que el mejor
antiséptico es el jabón, no el alcohol en gel: el coronavirus es un virus de ácido ribonucleico (ARN), no de ácido
desoxiribonucleico (ADN), como el virus causante del sida, lo cual signi ca que, al parecer, el coronavirus no va a
permanecer para siempre en el cuerpo humano, sino que, transcurridos quince días de cuarentena, o sea, una quincena,
nuestro organismo contará con anticuerpos de ahí en más, una vez esté superado el trance médico correspondiente. En
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4. cambio, un virus como el del sida permanece para siempre en el cuerpo humano, por lo que las personas que lo padecen
deben cuidarse siempre de no contagiar a otras. Ahora bien, las complicaciones que trae aparejadas el coronavirus surgen
en casos como las personas añosas y en quienes padecen de diabetes (fue el caso del primer muerto en Colombia, un
taxista cartagenero), cáncer, problemas cardíacos y otros problemas. Justo por esto el coronavirus ha causado tantos
estragos en Europa, un continente con una elevada proporción de personas añosas en su pirámide poblacional. De aquí
que los asiáticos residentes en dicho continente estén desesperados por volver a sus países por considerar que allá
estarán mucho más seguros, máxime ante las escasez de máscaras protectoras en el viejo continente, también
denominadas como tapabocas o barbijos. Incluso, no han faltado los episodios paradójicos y hasta hilarantes, como la
orden dada por Emmanuel Macron en Francia para con scar barbijos. En semejante estado de cosas, Europa se ha
convertido en el continente del que la gente sensata quiere largarse, no tanto al que la gente de esa índole desea llegar.
Aunque, por esas cosas de lo snob, no faltan los profesores y egresados universitarios latinoamericanos ingenuos y
chi ados que se desviven por querer pasar una temporada en alguna universidad europea o norteamericana, por lo que
pasan a ser luego una fuente de contagio para sus estudiantes y colegas en Latinoamérica una vez estén de regreso.
Si las personas no pueden reunirse, no pueden conspirar
Justo esta llamativa frase la ha dicho, en el sexto capítulo de la quinta temporada de la fascinante serie televisiva
Outlander, William Tryon, gobernador de la colonia de Carolina del Norte en el siglo XVIII, unos años antes de la
Revolución Norteamericana, conversando con algunos de los invitados al matrimonio de Jocasta Cameron. Propiamente,
la ha dicho con motivo de sus estrategias para combatir los intentos de rebelión contra la corona británica, por lo que
prohibió las reuniones de más de diez personas. De facto, a lo largo de la Historia, los tiranos le han temido a las
conspiraciones, por lo que, en siglos pasados, le temían a los cafés al ser sitios predilectos de reunión por parte de
intelectuales. Y, claro está, ¿qué ser oscuro no le teme al discurrir propio del luminoso quehacer intelectual? Al n y al
cabo, quien es capaz de leer la primera línea de un buen libro, puede leerlo hasta el nal, un proceso en el cual termina
por asimilar nuevas ideas que le pueden sugerir líneas de acción y transformación. Es tanto el poder que hay en los libros,
justo la esencia del motivo principal de esa bella obra de ciencia cción que lleva por título Fahrenheit 451, salida de la
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5. pluma galana de Ray Bradbury, basada en una sociedad postapocalíptica en la cual los libros están proscritos, al punto
que los bomberos están dedicados a quemarlos usando lanzallamas que funcionan con queroseno.
Más cercano a nuestra historia, en los días coloniales, llama la atención la razón de ser de la leyenda de la Patasola. En
efecto, en los pueblos coloniales de la América española era habitual el contrabando, por lo que los contrabandistas, en
plena noche, echaban a andar por algún pueblo una mula con dos patas algo amarradas para que, de este modo, hiciese
un ruido como el atribuido al famoso espanto, causando así el pánico entre los pobladores, quienes no se atrevían a salir
de sus casas, por lo cual las calles quedaban desiertas y los contrabandistas podían pasar con su matute con absoluta
impunidad. Por supuesto, hoy en día, una leyenda como esa ha perdido toda su efectividad. Empero, los sucesos más
recientes han puesto en escena a escala mundial otra manera para acabar no solo con las reuniones de amigos, sino
hasta con paros, marchas y cacerolazos: con la ayuda de los medios de comunicación de masas, meterle miedo a todo un
planeta con un tema de terror de mucho mayor alcance que los vampiros o los hombres lobos, los cuales tampoco meten
miedo hoy día, máxime que ya son tipos bien plantados; y las vampiras, mujeres tan hermosas como Christie Brinkley. Me
re ero a las epidemias y pandemias. Así las cosas, el feísimo y terrorí co Nosferatu de Friedrich Wilhelm Murnau es ya un
lejano y borroso recuerdo. De esta suerte, más allá de la sugestiva cción brindada por Pierre Boulle en su obra El planeta
de los simios, estamos ante el panorama dantesco del planeta de los virus. Ni el coco mete tanto miedo. En realidad, esta
temática ha venido, desde hace un buen número de años, con cierta ambientación por la vía de realizaciones
cinematográ cas y televisivas de este género, tales como La amenaza de Andrómeda, Niños del hombre, Doce monos,
Guerra Mundial Z, Soy leyenda, Resident Evil, Ultraviolet, etcétera, etcétera. ¡Quién lo diría! Unas pocas décadas atrás, se
temía que el n del mundo iba a suceder por obra y gracia de un intercambio nuclear global o alguna catástrofe cósmica,
como un meteorito, una megatormenta solar o una explosión de supernova. En cambio, en estos días que corren, la
humanidad está muerta de miedo a causa de una puta y vulgar gripa. ¡Vaya decepción! Sobre todo porque ha dado lugar a
un burdo e imperfecto sucedáneo de la solidaridad mediante el distanciamiento social para procurar ralentizar la
infección. Sin la menor duda, toda una paradoja. Así, lo poco que aún quedaba de tejido social, se deshace como la nieve
al Sol.
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6. En reciente y sensata columna, Leonardo Bo ha dejado esta cuestión bastante clara: “Apoyo la tesis de que esta
pandemia no puede combatirse solo por medios económicos y sanitarios –que siempre serán indispensables–. Lo que nos
exige es cambiar el tipo de relación que tenemos con la naturaleza y la Tierra. Si, después de que la crisis haya pasado, no
hacemos los cambios necesarios, la próxima vez puede ser que sea la última, ya que nos convertimos en enemigos de la
Tierra, y puede que ya no nos quiera aquí”. En otras palabras, se ha vuelto urgente para el ser humano recuperar su
conexión biofílica, cuestionar el paradigma civilizatorio en curso, dominante y carente de convivencialidad como el que
más, algo que no salta aún a la vista con los paños de agua tibia que suelen verse al respecto por esta época: cuarentenas
improvisadas, probaturas aceleradas y desesperadas con medicamentos existentes para otras afecciones (lo que incluye
las pruebas iniciales de propuestas de vacunas de una buena vez en seres humanos), declaraciones triunfalistas sobre la
pretendida preparación de los precarios sistemas de salud frente a esta pandemia, y así por el estilo. Empero, una vez que
pase una cuarentena o alguna otra medida de parecido jaez, nada garantiza que el problema no se salga otra vez de
madre, sobre todo si esta pandemia llegase a tener un carácter estacional. Al n y al cabo, como señala el profesor Neil
Ferguson, citado por Bo : “"Este es el virus más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay una respuesta
inmediata, habría 2’2 millones de muertos en Estados Unidos y 510.000 en Reino Unido". Y, claro está, no solo en los
Estados Unidos y la Rubia Albión, pues, se temen impactos peores en el hemisferio sur, cuyas precarias infraestructuras
sanitarias están muy por debajo de lo existente en países como Japón, Corea, Taiwán y España, por lo que suelen dejar
bastante que desear, máxime que, por esta época, estamos ad portas de una temporada invernal. Ante todo, nadie es
inmune al virus de marras. Ni siquiera los jóvenes. Entretanto, desde sus forzosos encierros de cuarentena, los seres
humanos parecen condenados a llevar una vida por el estilo de El Decamerón de Giovanni Boccaccio, pero, en cierto
modo, al revés, no en el equivalente de una tertulia literaria en una placentera villa orentina, puesto que los hombres-
masa de hoy están constreñidos por las insípidas relaciones virtuales mediadas por la moderna informática, con su
característica falta de corporeidad, con sus entes desencarnados por completo. En otras palabras, los hombres-masa de
este tiempo han perdido el contacto con la realidad. De ahí el pánico que, en un lapso muy breve, ha suscitado esta
pandemia del coronavirus, un virus real al n y al cabo, no un virtual virus informático de pacotilla. De este modo,
desvanecidos los encuentros cara a cara, las conspiraciones parecen perder fuerza. En cualquier caso, chatear no es
sinónimo de re exionar, ni, mucho menos, de crear.
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7. Con mucha mayor razón, la evanescencia de los encuentros cara a cara es harto patente en los regímenes totalitarios. Por
ejemplo, China, lugar de origen del coronavirus y expresión misma del gran hermano orwelliano al ser una sociedad
altamente informatizada con nes de control de sus ciudadanos, una sociedad altamente imbuida en el paradigma del Big
Data y su control, del acopio frenético de datos de toda la gente, hasta de los más nimios. Por así decirlo, si en China cae
una hoja de un árbol, el Estado lo sabrá. Precisamente, Byung-Chul Han, un lósofo norcoreano radicado en Berlín, acaba
de publicar un artículo en el cual destaca que este hipercontrol del Estado chino sobre sus ciudadanos es justo lo que le ha
permitido, en un tiempo récord, controlar por ahora el brote de coronavirus en su territorio, una cuestión abordada así
mismo en programas transmitidos por el canal Discovery, dedicados al análisis de las implicaciones de las nuevas
tecnologías. En otros términos, este brote pudo controlarse con suma rapidez en China a expensas de la restricción de
libertades de su ciudadanía. En marcado contraste, en los países occidentales, con un control menos intenso de acuerdo
con la percepción de Byung-Chul Han, la crisis de sus sistemas sanitarios ha sido inevitable. Justo al concluir su artículo a
este respecto, él plantea una posibilidad dantesca, a saber: que los países occidentales sientan la fuerte tentación de
adoptar ese modelo de estado policial digital chino de aquí en adelante. Desde el punto de vista tanto bioético como
político, surge así una cuestión crucial para su análisis: ¿Hasta qué punto cabrá admitir que un Estado así “cuide” la vida de
sus ciudadanos a cambio de una fuerte restricción de sus libertades? Por supuesto, esto no es algo nuevo, pues, la Historia
del totalitarismo, mal que bien, ya brinda ejemplos terribles acerca de esto. Por algo, George Orwell pergeñó ese clásico
de la ciencia cción que lleva por título 1984. De todos modos, desde hace un buen número de años, vivimos en un
mundo que ya superó con creces lo que Orwell alcanzó a imaginar al concebir dicha obra conspicua.
Con todo, en este país distópico que nos ha tocado en suerte, para bien o para mal, ya estamos viendo en estos días de
improvisada cuarentena todo un ensayo de similar jaez. Por tan solo mencionar un par de ejemplos, dos entre muchos
posibles: en las estaciones del Metro de Medellín, se controla el acceso de las personas mediante el requerimiento de su
cédula de ciudadanía. De igual manera, en las urbanizaciones y unidades residenciales, no se han hecho de rogar las
administraciones y los porteros para restringir el acceso de taxis y domiciliarios. Todavía está por verse si tales medidas
realmente son efectivas para combatir epidemias y pandemias en un país que cuenta con una pésima infraestructura en
materia de salud, toda una expresión de la contraproductividad de las instituciones propias de las sociedades industriales
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8. o que pretenden serlo. Para el caso, las instituciones de salud. Para colmo de lo absurdo, como lo reportan con precisión
Boris Anghelo Rodríguez Rey y otros profesores de la Universidad de Antioquia, un evento preocupante para nosotros
ligado con la dispersión del coronavirus fue la Feria de Colombiatex, realizada del 21 al 23 de enero de 2020, con
empresas de China, Italia, España, Estados Unidos y Colombia. Además, varios empresarios colombianos de la moda
participaron en el Fashion Week Madrid 2020, llevado a cabo entre el 28 de enero y el 2 de febrero de 2020, y en el Milan
Fashion Week, realizado del 18 al 24 de febrero de 2020. En suma, esto generó un escenario epidemiológico harto
vulnerable habida cuenta de que no hubo precauciones, ni cuarentenas, en relación con todos los viajeros involucrados al
respecto. Peor aún, el índice de ocupación hotelera fue muy alto en Medellín en los pasados meses de enero y febrero. En
estas condiciones, no debe causar sorpresa el hecho de que la mayor cantidad de casos de coronavirus en esta ciudad
estén ubicados en sectores como El Poblado y Laureles, en marcado contraste con ciertas comunas populares del norte y
del centro. Ahora bien, conviene no pensar que esta situación, para Medellín, debió comenzar en exclusiva con los
ingenuos empresarios del sector de la moda, pues, todavía no se ventilan cifras en lo que concierne a la responsabilidad
correspondiente del resto del empresariado, lo mismo que del profesorado y las directivas de universidades y colegios
que tanto gustan de viajar al exterior, amén de traer a trochemoche visitantes extranjeros. En todo caso, con esto
tenemos una muestra elocuente de contraproductividad por cuanto los actuales medios de comunicación, según lo
demostró Iván Illich, el crítico más lúcido de las contradicciones de las sociedades industriales, están pensados para
facilitar la movilidad de las minorías pudientes y dominantes en los diversos países, no la del grueso de las poblaciones,
cuyos desplazamientos cotidianos no suelen ir más allá de los quince kilómetros en relación con su lugar de vivienda. En
estas condiciones, salta a la vista que las cuarentenas hacen las veces de formas de socializar las pérdidas, mas no las
ganancias, re ejo mismo de la inequidad propia de estas sociedades dominantes y para nada convivenciales y
biocéntricas. Entretanto, seguiremos viendo estas muestras tragicómicas de la sempiterna devoción de los
latinoamericanos por darle rienda suelta a su libertad de limitarse
Concluyamos. Ante este panorama de marcado tinte apocalíptico, no es cuestión de tomar a la ligera esta terrible
amenaza del coronavirus, que pende cual espada de Damocles sobre una humanidad sumida en una demencial
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9. adolescencia tecnológica, algo sobre lo cual, justo al nalizar otra lúcida columna suya, todavía más reciente, Leonardo
Bo pone bien los puntos sobre las íes:
Hasta ahora el coronavirus no puede ser destruido, solo podemos impedirle propagarse. Pero, ahí está,
produciendo una desestabilización general en la sociedad, en la economía, en la política, en la salud, en las
costumbres, en la escala de valores establecidos...
De repente, hemos despertado asustados y perplejos: esta porción de la Tierra que somos nosotros, puede
desaparecer. En otras palabras, la Tierra misma se de ende contra su propia parte rebelada y enferma. Puede
sentirse obligada la Tierra a hacer una amputación, como hacemos con una pierna necrosada... Solo que, esta vez,
es toda esa porción tenida por inteligente y amante, que la Tierra no puede ya aguantar y va a tener que acabar
eliminándola.
Y así será el n de esta especie de vida que, con su singularidad de autoconciencia, es una entre millones de otras
existentes, también partes de la Tierra. Ésta continuará girando alrededor del Sol, empobrecida, hasta que haga
surgir otro ser que sea también expresión de ella, capaz de sensibilidad, de inteligencia y de amor. De nuevo,
recorrerá un largo camino para modelar la Casa Común, con otras formas de convivencia –esperamos– mejores
que la que nosotros hemos modelado.
¿Seremos capaces de captar la señal que el coronavirus nos está enviando, o seguiremos haciendo más de lo
mismo, hiriendo a la Tierra, autohiriéndonos en el afán de enriquecerse de unos pocos cueste lo que cueste?
Al nal de cuentas, contra la estupidez humana, los propios dioses luchan en vano.
Fuentes relevantes
BOFF, Leonardo. (21 de marzo de 2020). El desastre perfecto para el capitalismo de desastre. Koinonía. Recuperado de
http://www.servicioskoinonia.org/bo /articulo.php?num=974.
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10. Compartir:
BOFF, Leonardo. (27 de marzo de 2020). Coronavirus: Autodefensa de la propia Tierra. Koinonía. Recuperado de
http://www.servicioskoinonia.org/bo /articulo.php?num=975.
HAN, Byung-Chul. (2020). La emergencia viral y el mundo de mañana. Koinonía. Recuperado de
https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-ma....
ILLICH, Iván. (1978). Energía y equidad. Recuperado de https://www.ivanillich.org.mx/LiEnergia.htm.
RODRÍGUEZ REY, Boris Anghelo et al. (2020). ¿Por qué debemos quedarnos en casa? Un análisis cientí co. Recuperado de
http://www.udea.edu.co/wps/portal/udea/web/generales/interna/!ut/p/z1/tV....
SEMANA. (25 de marzo de 2020). Pruebas de coronavirus: ¿Colombia está preparada para lo que se nos viene? Semana.
Recuperado de https://www.semana.com/semana-tv/vicky-en-semana/articulo/pruebas-de-cor....
VALENCIA CITY. (21 de marzo de 2020). Coronavirus: Consejos del Dr. Alfredo Miroli. Recuperado de
https://valenciacity.es/articulos-de-opinion/coronavirus-consejos-del-dr....
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coronavirus Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas Opinión Salud Ciencia
HORA DEL BAÑO PRESIDENCIAL.
Por: Átomo Cartún
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19. Un líder obrero que hizo historia en Santander
Por: El Espectador.com
Jorge Santos Núñez fue presidente de la USO entre 1977 y 1985, y en 1994 senador del Moir. Se le recuerda porque en
plena calentura de la era Samper, quemó una bandera de Estados Unidos en la plenaria y terminó de consumar su acción
en las barras.
A sus 72 años, falleció este martes, 31 de marzo, en Bucaramanga, uno de los dirigentes sindicales más recordados en la
historia de Colombia, en especial en el sector petrolero: Jorge Santos Núñez.
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POLÍTICA
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20. Carlos Caicedo, un Gobernador al frente. Un futuro presidenciable.
Por Andrés Felipe Vásquez.
Según cifras y conceptos el gobernador que mejor gestión ha realizado frente a la emergencia Covid 19, es Carlos Caicedo,
Ya mucho antes de la cuarentena nacional, el político caribeño había decretado cierre de las playas y parques naturales,
sumado a Toque de queda.
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¿ACTUARÁ EL GOBIERNO COLOMBIANO A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS?
Por: Arturo Cancino Cadena
Buenos, malos o funestos, los gobernantes están hoy en todo el mundo sometidos quizás como nunca al escrutinio de sus
propios pueblos. La crisis de la pandemia ha provocado ese efecto en todos los países. Incluso mandatarios ególatras y
arrogantes.
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EDUCACIÓN
DE ZONAS DE INTELIGENCIA EN COLOMBIA: ¿EN DÓNDE ESTÁN?
Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
¿Será acaso una exageración a rmar que el mundo actual parece estar gobernado por la tontería? Y no solo a gran escala,
de gobiernos de países, potencias y corporaciones. De entrada, cabe descartar este temor si tomamos en consideración
una excelente de nición brindada por el historiador Carlo Cipolla para lo que es la estupidez, empleada por él para el
análisis de diversos episodios de la Historia.
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¿En manos de quién está la Universidad del Atlántico? Lucha Estudiantil Universitaria “Realidad o Espejismo”
Por: German Zuluaga Ramírez
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22. La crisis de la Universidad del Atlántico por parte de los estudiantes es originada sin profundizar mucho y siguiendo al
planteamiento de Gianni Vattimo en su libro “Adiós a la Verdad”, por la crisis de la ciencia, que conlleva a una crisis del
estudiante y hombre contemporáneo. Este sujeto está más aislado de las incidencias proscritas por los retos de la
educación superior moderna.
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