1. A Quien Llevas En Tus Hombros
Dos monjes que regresaban a su templo llegaron a un arroyo donde encontraron a una
hermosa mujer que no se atrevía a cruzarlo; y la corriente era fuerte.
Uno de los monjes, el mayor, casi sin detenerse, la alzo en sus brazos y la llevo hasta la
otra orilla. La mujer le agradeció, ya que su hijo estaba enfermo y ella necesitaba cruzar
ese arroyo para verlo, y los hombres siguieron su camino.
Después de recorrer tres días el otro monje el joven, sin contenerse más exclamó:
"¿Cómo pudiste hacer eso, tomar una mujer en tus brazos?
Conocéis bien las reglas"
Respondió el monje cuestionado con una sonrisa:
Es posible que haya cometido alguna falta, pero esa mujer necesitaba cruzar ese arroyo
para ver a su hijo.
"¿pero qué te pasa, ya pasaron tres días del episodio y aun lo llevas a cuestas?". Yo la
deje del otro lado del arroyo nada más.
No dejes que la ira te atrape por mucho tiempo; arregla tus fallas y tus problemas
hoy.
2. El Alacrán
Un maestro oriental que vio como un alacrán se estaba ahogando en un lago, decidió
sacarlo del agua.
Pero cuando lo hizo el alacrán lo pico.
Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, el animal cayó al agua y de nuevo estaba
ahogándose.
El maestro intento sacarlo de nuevo y el alacrán otra vez lo pico.
Alguien que estaba viendo todo esto se acerca al maestro y le dijo
¡Perdone, pero usted es terco!
No entiende de que cada vez que intente sacarlo del agua el alacrán lo picara
El maestro respondió:
"la naturaleza del alacrán es picar y eso no va a cambiar la mía ¡que es ayudar!"
Y entonces ayudándose de una hoja saca al animalito del agua y le salvo la vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño. Solo toma precauciones.
Algunos esperan la felicidad.... Otros la crean.
Sai Baba.
3. ¿Cómo nace un paradigma?
Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron
una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la
escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría
sobre los que quedaban en el suelo.
Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo
agarraban a palos.
Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de
las bananas.
Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos.
La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los
otros, quienes le pegaron.
Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la
escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó
con entusiasmo de la paliza al novato.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho.
El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido.
Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aun cuando
nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase
llegar a las bananas.
Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase
subir la escalera, con certeza la respuesta sería: "No sé, las cosas siempre se han
hecho así, aquí..."
¿Te suena conocido?
No pierdas la oportunidad de pasar esta historia a tus amigos, para que, de una o de
otra manera, se pregunten por qué están golpeando....y....por qué estamos
haciendo las cosas de una manera, si a lo mejor las podemos hacer de otra.
"Es más fácil desintegrar un átomo que un pre-concepto" - Albert Einstein
4. LA BOLSA DE PAPAS
No conozco una metáfora más gráfica para expresar los sentimientos que aquí se
describen. Les contaré una historia....
Un maestro, le pide a sus alumnos, que ese día lleven a clases una bolsa de
plástico y patatas. Tantas patatas, como problemas no resueltos tengan con la
gente (amigos, familia, conocidos, todos)
Una vez en el aula, les hace escribir el nombre de la persona con quien tienen el
problema,( o tuvieron, pero sigue sin resolver en sus mentes), en cada patata.
Luego, todas las patatas van a la bolsa de plástico, y de ahí a la mochila. ¡Algunos
cargaban con bolsas realmente grandes!
La premisa marcada por el maestro, era "cargar" la mochila todo el día, a todas
horas, y todos los días sin excepción, durante el tiempo que necesitaran para
concluir esos problemas.
Con el paso de los días, el calor, la bolsa cerrada... las patatas comenzaron a
deteriorarse, a pudrirse y oler mal. El peso de cargarlas a diario, de no olvidarlas
en ningún momento, hacía que tuvieran que poner toda su atención en la mochila
y dejaran de lado asuntos mucho más importantes, dejaran de ver las cosas
bonitas que la vida les deparaba cada día.
Finalmente el maestro reunió otra vez a sus alumnos, con sus mochilas y sus
bolsas de patatas podridas. El aula olía realmente mal. Las caras de los alumnos
no eran buenas, ninguno tenía ganas de sonreír, estaban muy ocupados
tapándose la nariz para no respirar el tufillo que emanaba de sus espaldas.
El maestro, les hizo las siguientes preguntas:
- ¿Ha sido duro?
- A que huele realmente mal. ¿No es insoportable el olor?
- ¿Ha resultado pesado cargar la mochila a todas horas?
Bien, pues eso es lo que hacemos a diario, cuando no perdonamos, cuando nos
llenamos de resentimiento. Cada patata es un perdón NO concedido, un
sentimiento de venganza que cargamos a nuestras espaldas, a diario.
5. LOS AMIGOS
Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el
hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en un accidente.
Hay veces que lleva un tiempo para que los muertos se den cuenta de su nueva condición. La
caminata era muy larga, cuesta arriba. El sol era fuerte y los tres estaban empapados en sudor
y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua. En una curva del camino, avistaron un
portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en
el centro de la cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. El caminante se dirigió
al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.
-Buen día -dijo el caminante.
-Buen día -respondió el hombre.
-¿Qué lugar es este, tan lindo? -preguntó el caminante.
-Esto es el cielo -fue la respuesta.
-Qué bueno que llegamos al cielo, estamos con mucha sed -dijo el caminante.
-Usted puede entrar a beber agua a voluntad -dijo el guardián, indicándole la fuente.
-Mi caballo y mi perro también están con sed.
-Lo lamento mucho -le dijo el guarda-. Aquí no se permite la entrada de animales.
El hombre se sintió muy decepcionado porque su sed era grande. Más él no bebería, dejando
a sus amigos con sed. De esta manera, prosiguió su camino. Después de mucho caminar
cuesta arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio cuya entrada estaba
marcada por un portón viejo semiabierto. El portón daba a un camino de tierra, con árboles
de ambos lados que le hacían sombra. A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba
recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero; parecía que dormía...
-Buen día -dijo el caminante.
-Buen día -respondió el hombre.
-Estamos con mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.
-Hay una fuente en aquellas piedras -dijo el hombre indicando el lugar-. Pueden beber a
voluntad.
El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.
-Muchas gracias -dijo el caminante al salir.
-Vuelvan cuando quieran -respondió el hombre.
-A propósito -dijo el caminante- ¿cuál es el nombre de este lugar?
-Cielo -respondió el hombre.
-¿Cielo? ¡Mas si el hombre en la guardia de al lado del portón de mármol me dijo que allí era
el cielo!
-Aquello no es el cielo, aquello es el infierno.
El caminante quedó perplejo. Dijo:
-Esa información falsa debe causar grandes confusiones.
-De ninguna manera -respondió el hombre-. En verdad ellos nos hacen un gran favor. Porque
allí quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.
FIN