9. TEXTO EN LATÍN ORIGINAL
Primus amor Phoebi Daphne Peneia, quem non
fors ignara dedit, sed saeva Cupidinis ira.
Protinus alter amat, fugit altera nomen amantis.
Saepe pater dixit “generum mihi, filia, debes,”
saepe pater dixit “debes mihi nata, nepotes:”
Phoebus amat visaeque cupit conubia Daphnes,
quodque cupit, sperat, suaque illum oracula fallunt.
Utque leves stipulae demptis adolentur aristis,
ut facibus saepes ardent, quas forte viator
vel nimis admovit vel iam sub luce reliquit,
sic deus in flammas abiit, sic pectore toto
uritur et sterilem sperando nutrit amorem.
“Nympha, precor, Penei, mane! Non insequor hostis:
nympha, mane!
Plura locuturum timido Peneia cursu
fugit cumque ipso verba inperfecta reliquit,
tum quoque visa decens.
Qui tamen insequitur pennis adiutus Amoris,
ocior est requiemque negat tergoque fugacis
inminet et crinem sparsum cervicibus adflat.
Viribus absumptis expalluit illa citaeque
victa labore fugae spectans Peneidas undas
“fer pater” inquit “opem si flumina numen habetis.
Qua nimium placui, mutando perde figuram!”
Vix prece finita torpor gravis occupat artus:
mollia cinguntur tenui praecordia libro,
in frondem crines, in ramos bracchia crescunt.
Hanc quoque Phoebus amat, positaque in stipite dextra
sentit adhuc trepidare novo sub cortice pectus
conplexusque suis ramos, ut membra, lacertis
oscula dat ligno.
10. TRADUCCIÓN
El primer amor de Febo: Dafne la Peneia, el cual no
el azar ignorante se lo dio, sino la salvaje ira de Cupido.
A menudo su padre le dijo: “Un yerno, hija, me debes.”
A menudo su padre le dijo: “Me debes, niña, unos nietos.”
Febo ama, y al verla desea las nupcias de Dafne,
y lo que desea espera, y sus propios oráculos a él le engañan;
y como las leves pajas sahúman, despojadas de sus aristas,
como con las antorchas los cercados arden, las que acaso un
caminante
o demasiado les acercó o ya a la luz abandonó, así el dios en
llamas se vuelve, así en su pecho todo él se abrasa y estéril, en
esperando, nutre un amor.
“¡Ninfa, te lo ruego, del Peneo, espera! No te sigue un enemigo;
¡ninfa, espera!
Del que más iba a hablar con tímida carrera la Peneia
huye, y con él mismo sus palabras inconclusas deja atrás,
entonces también pareciendo hermosa.
Aun así el que persigue, por las alas ayudado del amor,
más veloz es, y el descanso niega, y la espalda de la fugitiva
acecha, y sobre su pelo, esparcido por su cuello, alienta.
Sus fuerzas ya consumidas palideció ella y, vencida
por la fatiga de la rápida huida, contemplando las peneidas
ondas:
“Préstame, padre”, dice, “ayuda; si las corrientes numen tenéis,
por la que demasiado he complacido, mutándola pierde mi
figura.”
Apenas la plegaria acabó un entumecimiento pesado ocupa su
organismo,
se ciñe de una tenue corteza su blando tórax,
en fronda sus pelos, en ramas sus brazos crecen.
A ésta también Febo la ama, y puesta en su madero su diestra
siente todavía trepidar bajo la nueva corteza su pecho,
y estrechando con sus brazos esas ramas, como a miembros,
besos da al leño; rehúye, aun así, sus besos el leño.