1. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
TEMA 1. INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA DE LAS PROFESIONES
(descriptores 1.1, 1.2 y 1.3)
1. Características del conocimiento social
Ninguna reflexión contemporánea sobre la organización de la sociedad o del trabajo en las
sociedades contemporáneas puede afrontarse plenamente sin tener como referencia de partida las
elaboraciones de los autores clásicos de la Sociología, no sólo por su carácter de clásicos, sino por la enorme
influencia que sus aportaciones siguen teniendo sobre los autores y análisis contemporáneos. Ello también
ocurre con la temática en torno a la que se desarrolla esta asignatura, sobre la naturaleza de las profesiones
en la sociedad.
La Sociología es una disciplina con un marcado carácter histórico. Nos referimos a ello en varios
sentidos. El primero, remite a la idea de que las propias teorías y conceptos sociológicos se gestan bajo
condiciones históricas determinadas que dan sentido a los problemas, hipótesis, metodologías y
explicaciones e interpretaciones que aportan. Más aún, siguiendo a Alexander, las teorías están precedidas
por "procesos no empíricos" que él define como "las tradiciones": una mezcla de dogmas universitarios
predominantes en un tiempo y un espacio concretos, y de procesos de socialización intelectual que
constituyen los "componentes básicos" en los que se inserta, asimismo, la "especulación imaginativa" del
1
propio científico .
Por otro lado, equivale a pensar el desarrollo del conocimiento sociológico en un sentido dialéctico y
no acumulativo, que supone el reconocimiento de la existencia de autores "clásicos" a los que de forma
2
permanente se recurre en tanto que "colegas" con los que se debate y dialoga: aquí, el carácter "histórico"
implica asumir la propia historia de la disciplina como parte necesaria del proceso de reflexión, elaboración y
3
confrontación sociológica actual .
El último sentido de esta afirmación, remite a la idea de la necesidad de la adopción de un enfoque
histórico de los problemas que se investigan: la historia nos permite comprender los fenómenos sociales en
su forma dinámica, en su proceso de gestación y desarrollo, su carácter de ruptura o de continuidad, aunque
ello no quiere decir, como advertía M. Cohen, que lleguemos a pensar la sociología exclusivamente como
historia: "es apresurada y falsa la conclusión de que la naturaleza plena de los fenómenos sociales ha de
4
hallarse, por entero y exclusivamente, en su historia" ; la aproximación histórica, en este sentido, permite
cuestionar generalizaciones y extrapolaciones forzadas de los procesos sociales y facilita acceder a
interpretaciones de los mismos de forma más acorde con su devenir.
Un segundo objetivo al que responde este tema, pero que orienta realmente el conjunto del
1
Alexander, J.C. (1989): Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Gedisa, p. 15. En un sentido
similar: A. Gouldner (1979): La crisis de la Sociología Occidental, Madrid, Amorrortu, pp. 22 y ss.
2
Expresión utilizada por Warner, R.S. (1982), en "Los usos de la tradición clásica", Smelser, N.J. - Warner, R.S.: Teoría
sociológica. Análisis histórico y formal, Madrid, Espasa-Calpe, p. 22.
3
Alexander, J.C. (1990): "La centralidad de los clásicos", en Giddens, A. - Turner, J.: La Teoría Social hoy, Madrid, Alianza,
pp. 22 y ss. También Raison, T. (1970): "Introducción" a Los padres fundadores de la ciencia social, Barcelona, Anagrama.
4
Cohen, M. (1965): Razón y Naturaleza, Buenos Aires, Paidós, p. 428. Un conjunto de reflexiones actualizadas sobre la
relación entre Historia y Sociología se encuentra en la revista Historia, Antropología y Fuentes Orales, nº 16 (monográfico
sobre "Historia y Sociología"), 1996. En particular, los artículos de J. Casanova ("La sociología histórica en España") y de F.
Ferrarotti ("Relación entre sociología e historia").
2. Sociología de las Profesiones
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programa de la asignatura, es evidenciar el carácter necesariamente plural desde el que situar los análisis
de las profesiones en la sociedad. Ello es así no sólo porque la Sociología en general dirige su mirada a una
multiplicidad de fenómenos y procesos sociales, sino porque sobre todo lo hace desde perspectivas
diferentes y a menudo enfrentadas entre sí, sin que sea posible en la mayoría de las ocasiones llegar a un
5
consenso más allá del meramente identificarse y reconocerse como perspectivas sociológicas.
Este carácter plural se evidencia en todas y cada una de las facetas de la propia teoría sociológica,
desde las posiciones filosóficas y epistemológicas que subyacen a cada una, hasta las propias posiciones
metodológicas y de contenido. La Sociología, como afirma O. Albornoz, es un bien surtido mercado de
6
conceptos, teorías, métodos y técnicas . De lo que se trata, en definitiva, es de reconocer la imposibilidad e
7
indeseabilidad de la pretensión de unicidad (del objeto, del método, de las definiciones conceptuales...)
como criterio decisorio del carácter "científico" de esta disciplina, admitiendo como una seña de identidad
que la atraviesa desde sus orígenes la existencia de una pluralidad de perspectivas que desarrollan, con
coherencia, líneas de explicación e interpretación de la realidad social diferentes entre sí, al igual que a
menudo se dirigen a dimensiones diferentes de la propia realidad social, generando conocimientos por lo
tanto no acumulables ni fácilmente intercambiables.
En esta concepción nos situamos entre quienes acogemos positivamente la diversidad de la teoría
social, considerando, con Giddens y Turner, que "la proliferación de tradiciones teóricas es una forma de
evitar el dogmatismo fomentado por el compromiso dominante con un solo marco de pensamiento",
8
pudiendo contribuir incluso a una mayor coherencia de las elaboraciones , lo cual no excluye la voluntad
permanente de diálogo y, en aquello que sea posible, de síntesis. Ello no implica que abracemos
abiertamente el "relativismo" epistemológico que niega toda posibilidad de reconocer el "progreso"
científico; se trata, más bien, de concebir este no de forma evolutiva y lineal, sino como un progreso
dialéctico, que implica necesariamente el reconocimiento de la propia disciplina como una realidad compleja
y contradictoria. El sentido de su avance gira, desde esta perspectiva, no en torno a la suma acumulativa de
datos aportados por investigaciones sucesivas, sino más bien, como afirma Popkewitz, en torno a "la
elaboración por parte de algunos teóricos de nuevos temas con los que considerar el mundo, lo cual ha
generado cuestiones inéditas y nos ha estimulado a buscar nuevos datos demostrativos de cómo se
9.
construye y se transforma nuestro mundo"
10
De hecho, tal como refleja Eduardo Ibarra , se puede considerar que las transformaciones sociales,
económicas y culturales vinculadas a la generalización de las nuevas tecnologías desde las últimas décadas
del siglo XX, entre otras cosas, han tenido un importante impacto en los modos de producción del
conocimiento, reforzando particularmente este carácter plural y la diversidad del conocimiento social, siendo
un efecto particular en el conocimiento social el nuevo énfasis en la subjetividad –y, por tanto, en los análisis
del poder-, que ha ido aparejado del reforzamiento de la cooperación entre distintas áreas de conocimiento,
cuyas fronteras se han ido desdibujando, a medida en que se han dio conformando “nuevos espacios de
5
Giddens, A. - Turner, J. (1990): "Introducción", opus cit., p.9. Asumimos, en ese sentido, la afirmación de Pizarro en el
sentido de considerar que "la sociología es una disciplina atomizada tanto en cuanto al objeto como en cuanto al método.
Ver, de este autor: Fundamentos de sociología de la educación, Murcia, Godoy, 1981, p. 14.
6
"Sociología y perspectiva del Tercer Mundo", en Sztompka, S. y otros (1991): Sociología, unidad y diversidad, Madrid,
CIS, p. 190.
7
Pretensión que tuvo un importante peso tanto en el momento de la génesis de la Sociología como, sobre todo, en un
determinado momento posterior a la II Guerra Mundial, bajo la influencia del empirismo lógico-filosófico: Giddens, A. -
Turner, J. (1990): "Introducción”, opus cit, p. 10.
8
Ibídem, p. 12.
9
Ver, de este autor: Paradigma e ideología en investigación educativa, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 37.
10
“Teoría de la organización, mapa conceptual de un territorio en disputa”, en De la Garza Toledo, E. (coord.): Tratado
latinoamericano de sociología del trabajo, México, El colegio de México, 2001, pp. 245-246.
3. Sociología de las Profesiones
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reflexión, desbordando con mucho la tradicional compartimentación de las ciencias”.
Finalmente, es preciso llamar la atención sobre el carácter discursivo y no exclusivamente explicativo o
empirista de la Sociología. Nos referimos con ello a dos dimensiones. Por un lado a lo que desarrolla, entre otros,
J.C. Alexander, que considera los "discursos" como marcos de debates que no giran exclusivamente en torno a los
descubrimientos empíricos, sino que integran componentes especulativos que las discusiones científicas ordinarias,
centradas en el contraste entre evidencias empíricas, no contemplan.
La investigación sociológica, de forma explícita o implícita, se inicia siempre desde un marco conceptual
(definiciones, categorías, clasificaciones) que establece la propia pregunta que se hace el investigador, el marco de
hipótesis que asume y las metodologías a las que recurre para encontrar respuestas; y siempre sus conclusiones
suponen un debate no sólo con resultados empíricos de otras investigaciones, sino con las concepciones desde las
11
que éstas se formularon . Las deliberaciones científicas, entendidas en términos discursivos, recurren a estrategias
diferentes, pero no menos rigurosas, de la lógica inductiva y deductiva, o de los métodos exclusivamente
empiristas; en ellas entran en juego cualidades como "la coherencia lógica, la amplitud de visión, la perspicacia
12
interpretativa, la relevancia valorativa, la fuerza retórica, la consistencia argumentativa" , que pueden tener tanto
o mayor peso que las evidencias empíricas en sí. Por lo tanto, la explicitación del discurso pasa a constituir un
elemento básico para la validación de la investigación o, en su ausencia, el debate termina entablándose también
con relación al mismo. Esta idea se inserta, igualmente, en una consideración de la pretensión de acceder a la
verdad no exclusivamente entendida como comprobación fáctica o experimental.
El segundo sentido de esta dimensión lo explicita gráficamente E. Morin: "Todo sociólogo es en parte un
13
científico y en parte un ensayista" , lo cual significa que los sociólogos permanecemos constantemente en una
conflictiva relación con la cultura de la ciencia empírica y con la cultura de las humanidades, entre las que se ha
producido históricamente una ruptura que no ha cesado de agravarse, y que ha tenido su propio reflejo en el seno
de la comunidad sociológica.
Detrás de esta caracterización reposa una idea nuclear: la Sociología, fundamentalmente, tomando las
palabras de E. Morin, es "una sociedad, es decir, un grupo en el que los conflictos vuelven a empezar y se
multiplican sin cesar, y una comunidad, es decir, un grupo que está animado por el respeto de los valores y con una
14
fe común" . Como tal fe compartida entendemos la convicción de que es posible y necesario considerar la vida
social como un área susceptible de análisis sistemático, así como la voluntad de ofrecer interpretaciones y/o
explicaciones de los procesos y fenómenos sociales, frente a los modos dogmáticos y metafísicos de explicar
dicha realidad.
Desde la pluralidad conceptual, epistemológica y metodológica que caracteriza, y a menudo enfrenta, a las
distintas perspectivas sociológicas, éstas comparten la voluntad de relacionar sus análisis e interpretaciones con los
procesos -ocultos o manifiestos- que efectivamente conciben que tienen lugar en las sociedades, y no en
fenómenos ajenos a éstas (mitos), y dirigen sus esfuerzos intelectuales a la pretensión, directa o indirecta, de poner
11
Alexander, J.C. (1989): opus cit., p.13. González Seara (1983), por su parte, afirma que la cientificidad de esta disciplina no
depende tanto de la utilización del método propio de las ciencias naturales como de la capacidad de generar conocimientos a
través de la investigación social que permitan desarrollar continuamente una teoría sociológica, dando un papel central a ésta:
"En primer lugar, es preciso indicar que la metodología se refiere tanto a la teoría como a la investigación, y que sin una teoría
desarrollada la investigación posible será de muy reducidas proporciones"(La Sociología, aventura dialéctica, Madrid, Tecnos,
pp.278 y ss.).
12
Alexander, J.C. (1990): "La centralidad de los clásicos", opus cit., p. 36. Una obra que trata de dar cuenta específicamente de
algunas de las principales aportaciones en este sentido es la recopilación de Q. Skinner (1988): El retorno de la Gran Teoría en
las Ciencias Humanas, Madrid, Alianza.
13
Sociología, Madrid, Tecnos, 1995, p. 18.
14
Ibídem, p. 41. Popkewitz utiliza la expresión "comunidades de discurso y compromiso social" al caracterizar la ciencia. Ver, de
este autor: Paradigma..., opus cit., pp. 31 y ss.
4. Sociología de las Profesiones
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el conocimiento al servicio de la intervención en la realidad social. Nos identificamos, en este aspecto, con A.
Giddens en su diferenciación de la ciencia frente al pensamiento mágico-religioso:
"La ciencia institucionaliza la presentación pública, dentro de las
comunidades profesionales, de los modos mediante los cuales se formulan
teorías y se realizan las observaciones. Los ideales mediante los cuales la
empresa científica es legitimada, que comprenden el libre debate y la
comprobación crítica, pueden no coincidir con la práctica real. Pero tanto los
ideales como la práctica están a cierta distancia, incluso de las formas más
liberales de religión o magia. En estas últimas, las disputas doctrinarias
ciertamente ocurren con frecuencia. Pero la religión y la magia raramente
buscan tal impulso legitimado hacia la autotransformación racional sobre la
base de la recepción crítica de observaciones documentadas. Esta característica
de la ciencia a menudo se vuelve un dogma; pero se trata de uno ausente en la
15
mayoría de las doctrinas religiosas."
2. Profesiones y organizaciones
A lo largo de las últimas décadas del siglo XX se despliegan toda una serie de investigaciones que
parten de la consideración de la incorporación a las empresas y organizaciones de los profesionales, o de sus
relaciones con el Estado, como problemas centrales del análisis sociológico de las ocupaciones
“profesionales”. De hecho, tanto en la Sociología del Trabajo como en las vertientes más genuinas de la
Sociología de las Organizaciones comienza incluso a considerarse como parte de la propia disciplina el análisis
del papel de los agentes del trabajo profesional. Al igual que se ha llegado a considerar que las organizaciones
eran los marcos principales de articulación de las relaciones sociales en las sociedades contemporáneas, el
crecimiento de las ocupaciones profesionales ha llegado a ser percibido como la principal transformación de la
estructura de las sociedades contemporáneas, afectando de forma sustancial al propio funcionamiento y
estructuración del mundo del trabajo y las organizaciones:
“El desarrollo de las profesiones es una de las características
fundamentales del siglo XX. Los avances en el conocimiento y la creciente
complejidad de la sociedad occidental favorecen el desarrollo de las
profesiones clásicas y la profesionalización de la sociedad. Un número cada
vez mayor de parcelas de la vida social e individual se está convirtiendo en
campos de conocimiento y de ejercicio de un creciente número de expertos
profesionales.
Goode (1960) ya planteaba hace varias décadas que una sociedad
en industrialización se caracterizaba por ser una sociedad en
profesionalización. La sociedad postindustrial actual, en la que destaca el
enorme peso del sector servicios frente al sector industrial, se puede definir
ya como una sociedad de profesiones. Somos testigos de un vertiginoso
aumento de la proporción de las ocupaciones del sector servicios, y
especialmente de profesiones y semiprofesiones. Junto a ello observamos
cómo un número creciente de ocupaciones intentan adquirir los símbolos de
estatus de las profesiones. El desarrollo de las profesiones pone sobre el
tapete los cambios en la estructura de clases (y el desarrollo de una nueva
15
Giddens, A. (1987): Las nuevas reglas del método sociológico, Buenos Aires, Amorrortu, pp. 141-142.
5. Sociología de las Profesiones
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clase media) y los cambios en el mercado de trabajo (con una drástica
reducción de la clase trabajadora clásica y un gran aumento de las
ocupaciones de servicios). La importancia de las profesiones y expertos en la
estructura y dinámica de nuestra sociedad indican la capacidad de los
sistemas de conocimiento profesional para la definición de viejos y nuevos
problemas. El conocimiento abstracto se configura como un eficaz
mecanismo para el mantenimiento de posiciones sociales de poder y
16
privilegio.”
La historia, no obstante, de la Sociología de las Profesiones no arranca de un marco de análisis
vinculado específicamente a los estudios sobre el trabajo, las empresas y las organizaciones, y durante muchas
décadas la disciplina se vio inmersa en un debate centrado en las propias definiciones de lo que en sí se
podían considerar “ocupaciones profesionales”. Sólo a partir de la crisis de los estudios funcionalistas, que
defendían principalmente las singularidades y el papel “positivo” de estas ocupaciones por su especial relación
con el conocimiento experto y su uso desde unos códigos éticos orientados al “servicio”, comenzaron a
sentarse las bases para el encuentro entre las sociologías especializadas en el campo del trabajo y las
organizaciones y la Sociología de las Profesiones. Desde la óptica de esta especialidad sociológica, el reto pasó
a ser el análisis de en qué medida las ocupaciones profesionales en sí se han visto afectadas por las dinámicas
laborales y sociales de las empresas, instituciones y organizaciones en las que se insertan; desde la óptica de la
Sociología de las Organizaciones, se trataría de identificar las singularidades de estos agentes en la propia
17
estructura y el funcionamiento de las organizaciones .
Corresponde en esta segunda parte del tema situarnos ante el estudio de las profesiones, su
identificación y el devenir de la especialidad sociológica que se ha centrado en ellas (la Sociología de las
Profesiones). Comenzaremos por afrontar los debates sobre las definiciones de las profesiones para, a
continuación, pasar a una caracterización genérica de la evolución de esta especialidad, donde efectivamente
podremos afrontar la identificación de relevantes aportaciones desde las que han comenzado a sentarse las
bases para el encuentro con las sociologías especializadas en el campo del trabajo y las organizaciones.
Intentaremos, para llegar a conclusiones, poner en evidencia que el análisis del trabajo, las organizaciones y
las profesiones presenta, en todo caso, paralelismos que derivan, finalmente, de las percepciones de la
sociedad y del propio conocimiento sociológico de las que se parte en las distintas perspectivas dentro de la
Sociología.
3. Identificando las profesiones
Disponemos de un interesante estudio sobre lahistoria semántica del término “professions” en la
18
lengua inglesa, que nos aporta E. Freidson en su obra Professional Powers , que será nuestro texto de
referencia en este apartado. El punto de partida de Freidson es básico: puesto que hay una considerable
controversia en torno al uso del término profession, y puesto que la controversia implica que no hay acuerdo
en la identificación de lo que son o no son las profesiones, es esencial establecer un procedimiento de
identificación.
16
Rodríguez, J. A. y Guillén, M. (1992): “Organizaciones y profesiones en la sociedad contemporánea”, REIS, nº 59, p. 10.
17
Ibídem.
18
Freidson, E. (1988): “Identificando las profesiones”, en Poderes profesionales. Un estudio de la institucionalización del
conocimiento formal, Chicago, The University of Chicago Press (traducción: Marta Jiménez Jaén).
6. Sociología de las Profesiones
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El término profession, en inglés, para el autor tiene dos implicaciones específicas:
- “un modo de ganarse la vida sirviendo como agente del conocimiento formal”;
- “el hecho de que cuerpos de conocimiento formal, o disciplinas, se diferencian en ocupaciones
especializadas”.
Pero se pueden reconocer contradictorias connotaciones y significados ligados históricamente al
término, por lo que nos aporta “una historia semántica que nos prepara para comprender los fundamentos
del uso diverso del término”, una diversidad que también ha estado presente en el trabajo académico sobre
el concepto de profesión.
Según Freidson, existen muy buenas razones para que exista gran confusión en los escritos sobre las
profesiones, razones que van más allá de los supuestos teóricos. Como vocablo, profesión, entronca con otras
palabras que tienen la misma raíz (profesar, por ejemplo), y tiene una serie de significados superpuestos, con
pocas diferencias nítidas entre ellos. Además, existen valoraciones tanto negativas como positivas vinculadas
al término. Esta sorprendente y contradictoria variedad está reflejada, según el autor, claramente en los
diversos diccionarios del inglés. Nosotros podemos constatarlo también en los principales diccionarios del
español.
“A diferencia de aquellos términos relativamente modernos como
intelligentsia, intelectuales, técnicos y expertos, la palabra profesión tiene una
larga historia en todas las lenguas europeas con raíces latinas. El uso más antiguo
en Inglaterra es todavía hoy relativamente poco común –profesión (y profesar)
como una declaración o expresión de intenciones o propósitos. Este fue el primer
significado de la palabra antes del siglo XVI, originalmente vinculada a la toma de
votos consagrados y procedía del carácter clerical de la universidad medieval. En
este uso, la palabra es valorada positivamente, al implicar motivos religiosos y
morales para dedicarse a un buen fin. Sin embargo, también ha estado vinculada a
la noción de insinceridad y de decir mentiras, de proclamar con palabras lo que de
hecho no se hacía. Usos como “él profesa por no saber nada acerca de esto”
aparecen en el siglo XVI, cuando la palabra profesión empezaba a ser aplicada a
ocupaciones seglares tanto como clericales. Hoy, sospecho que sólo el significado
19
de insinceridad estaría vinculado al uso del verbo profesar.”
Si nos vamos a los diccionarios actuales del español, encontramos este significado vinculado a la
“profesión de fe” junto con el relativo al desempeño de un oficio. Ello sucede en el Diccionario de la Real
Academia:
“Profesión”: “(Del lat. professĭo, -ōnis).
1. f Acción y efecto de profesar.
2. f Ceremonia eclesiástica en que alguien profesa en una orden religiosa.
3. f Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.
hacer ~ de una costumbre o habilidad.
20
1. loc. verb. Jactarse de ella.”
Y si en este mismo Diccionario buscamos el término “profesar” se repite la dualidad:
19
Ibídem, p. 1.
20
R. A. E. (2001): Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, www.rae.es.
7. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
“Profesar”: “(De profeso).
1. Ejercer una ciencia, un arte, un oficio, etc.
2. Enseñar una ciencia o un arte.
3. Ejercer algo con inclinación voluntaria y continuación en ello. Profesar amistad, el mahometismo.
4. Creer, confesar. Profesar un principio, una doctrina, una religión.
5. Sentir algún afecto, inclinación o interés, y perseverar voluntariamente en ellos. Profesar cariño, odio.
21
6. En una orden religiosa, obligarse a cumplir los votos propios de su instituto.”
Nos enfrentamos, curiosamente, a un término que en sus orígenes aludía a cuestiones religiosas,
eclesiásticas, pero que hoy difícilmente vincularíamos con lo que en su uso más generalizado entendemos por
“lo profesional”. Sin embargo, no es una casualidad, y de hecho hay que tener en cuenta que, como refleja
Freidson, “el sustantivo profesión, referido a una ocupación más que a una declaración de intenciones,
también conllevó valoraciones contradictorias al salir del siglo XVI. En ese tiempo, era usado para referirse a
las ocupaciones universitarias del sacerdocio, el derecho y la medicina (pero no la cirugía) y, menos
usualmente, la ocupación militar aristocrática”. Se trataba de ocupaciones que se integran en las
universidades medievales que, como sabemos, eran instituciones religiosas exclusivamente, por lo que la
aparición histórica de estas ocupaciones no fue ajena a las funciones que en aquellos tiempos desarrollaba la
Iglesia, que monopolizaba la enseñanza. De hecho, que se accediera a estas ocupaciones tras el paso por la
universidad probablemente fuera el resultado de conflictos, o una estrategia en sí misma de distinción, entre
quienes desarrollaban estas ocupaciones para las clases pudientes y dominantes (los “profesionales”) y
quienes lo hacían para el resto (durante mucho tiempo, al menos en las sociedades anglosajonas, organizados
en gremios) de los estamentos sociales.
Pero el vínculo con el significado religioso de “profesar” también remite a una de las características a
las que los que se definen actualmente como “profesionales” siguen defendiendo como singular de su
actividad: su orientación “de servicio”, su carácter “vocacional”. Además, hemos de tener en cuenta que en
sus orígenes medievales “estas carreras no sólo tenían el carácter de ser cualificadas, sino también el signo
de la distinción, constituyendo, casi exclusivamente, actividades de los bien nacidos. Además se atribuía un
alto estatus a estas ocupaciones, quizás más por el estatus de quienes se vinculaban a ellas que por un
22
profundo respeto por las destrezas y actividades que suponía su práctica” .
Estos significados originarios asociaban, por todo ello, una valoración positiva intrínseca del término,
así como un carácter restrictivo, dado que refería estricta y exclusivamente a sólo tres, a lo sumo cuatro, del
rango completo de ocupaciones desempeñadas en aquellos tiempos. Sin embargo, y siguiendo la explicación
de Freidson,
21
Ibídem. Lo mismo sucede si nos vamos a otros diccionarios del español, como el de J. Casares de 1984 (Diccionario
ideológico de la lengua española, Barcelona, Gustavo Gili): “Profesión”: “Acción y efecto de profesar/ Empleo, facultad u
oficio que cada uno ejerce. / Hacer profesión de una costumbre o habilidad. Jactarse de ella.” (p. 681). “Profesar”:
“Ejercer una ciencia, arte, oficio, ocupación, etc. / Enseñar una ciencia o arte. / Obligarse en una comunidad religiosa a
cumplir los votos propios de su instituto. / Cultivar un sentimiento o creencia. / Declarar uno su adhesión a un principio,
doctrina, etc.” (p. 681). Y también el de M. Moliner de 1983 (Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos):
“Profesión”: “1) Acción de profesar en una orden religiosa. Ceremonia realizada con ese objeto. 2) Actividad a que se
dedica una persona: ‘De profesión, médico. Carpintero de profesión.’ (...) PROFESIÓN LIBERAL. La que no forma un
<cuerpo> doctrinas o ideas.” (p. 852). “Profesar”: “1) Ingresar, haciendo los votos correspondientes, en una orden
religiosa (...). 2) Ser adepto a ciertas ideas o doctrinas: ‘Profesa el mahometismo’. 3) <Sentir>, tener cierto sentimiento:
‘Te profesa gran admiración’. 4) Enseñar cierta ciencia; particularmente, en una universidad: ‘Profesaba griego en la
universidad de Salamanca’. 5) Ejercer cierta profesión: ‘Profesa la abogacía”. (p. 852).
22
Freidson, E.: opus cit., p. 2.
8. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
“… durante el siglo XVI se desarrolló otro uso por el cual la palabra se refería no a
unas pocas ocupaciones exclusivas, sino más bien al rango completo de
ocupaciones por las que las personas eran identificadas y se ganaban la vida. De
hecho, se podía preguntar apropiadamente a cualquiera cuál era su profesión sin
asumir por ello que la respuesta se limitaría a la medicina, el derecho, el clero o el
ejército u otras ocupaciones exclusivas altamente prestigiosas. La ocupación en este
sentido podía ser modesta o incluso degradada –un dueño de una mercería, un
sastre, un sillero, barbero o aguador, como en un texto de 1616 citado en el Oxford
(1971, 2: 2316). Aún así a principios del siglo XVI la palabra profesión podía ser
utilizada para referir o bien a un conjunto de ocupaciones muy exclusivas o bien a
23
su opuesto –toda ocupación como tal-.”
Curiosamente, en este tiempo, en el que el prestigio se entendía en términos aristocráticos (es decir,
vinculado a la condición privilegiada de no tener que realizar ninguna actividad para garantizarse la
supervivencia, o dicho más simplificadamente, “vivir de las rentas”), la connotación aristocrática de profesión
se ve continuada por otro uso que esencialmente le da la vuelta: “a saber, uno en el que lo profesional
conlleva el significado de lo no aristocrático, lo burdo, lo elaborado inapropiadamente o excesivo. Esto ocurre
en un contraste entre lo profesional y lo amateur, en el que el prestigio se asocia con ser un aficionado que
desarrolla alguna actividad por puro amor al arte y sin interés en su capacidad para ganarse la vida. (De
hecho, ser un amateur presupone tener la vida garantizada y no necesitar obtener ingresos de la actividad).
En contraste con los amateurs, los “profesionales” obtienen dinero de su actividad, y ello hace que los
24
motivos por los que se dedican a la actividad potencialmente sean sospechosos” . En sus primeras versiones,
este contraste entre profesional y amateur hacía sospechosa la dedicación y motivación profesional, y
expresaba devaluación. Sin embargo, posteriormente se estableció otro contraste entre las mismas palabras,
que precisamente daba un giro total a las valoraciones:
“Caracterizar algo como un oficio amateur, o el trabajo de un amateur, implica un
trabajo pobre, mientras que caracterizar algo como un oficio profesional implica
un buen trabajo, fidedigno en cuanto a su cualificación y calidad. Esta distinción
se relaciona y sustenta ya otro uso del término profesional que conlleva una
valoración positiva. Si alguien trabaja como un actor o músico profesional más que
como un amateur, obteniendo sus ingresos del trabajo, la presunción puede ser
que, a diferencia del amateur, la persona está lo suficientemente comprometida
con la actuación o la interpretación como para garantizar que percibe ingresos y
se gana la vida con ella. Y en este contexto esto puede implicar que el amateur
carece de cualificación o de suficiente dedicación para cultivar aquellas destrezas
que posee en la medida plena que se requiere. El amateur es alguien a quien le
interesa como mero pasatiempo, un pintor en días festivos; el profesional se
dedica a la práctica y mejora de sus destrezas en las jornadas de trabajo y busca
soporte para ello. En este sentido, el profesional es un experto comprometido, un
especialista dedicado en exclusiva a cultivar un tipo particular de destreza y
25
actividad.”
Este significado, que solemos asociar en español al término “profesionalidad” y “profesionalismo”, es
23
Ibídem, p. 2.
24
Ibídem, p. 2.
25
Ibídem, p. 3.
9. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
26
el que se nos muestra más claramente en los diccionarios de nuestro idioma . Como afirma Freidson, “en
este contexto, el término profesión refiere a todo tipo de ocupaciones a las que uno se dedica para ganarse la
vida, sin hacer distinciones discriminatorias entre ellas. Se refiere a todo tipo de trabajo acometido en la vida
27
y abarca así a una gran variedad de destrezas.”
Nuestro autor llama la atención sobre que “el significado más restrictivo de profesión, sin embargo,
que deriva de aquellas ocupaciones que se desarrollaron a partir de la universidad medieval, contiene una
noción considerablemente más específica de la formación vinculada al trabajo profesional. De hecho, la
28
profesión puede ser definida en relación con un tipo particular de formación y cualificación.” Sólo
encontramos claramente reflejado este significado más restrictivo en la última definición de M. Moliner, pero
la autora en este caso añade al término “profesión” un calificativo: “liberal”. Curiosamente, en la lengua
inglesa este significado más restrictivo de profesión, es el que subyace a algunas de las connotaciones de
palabras derivadas como profesional, profesionalizar, profesionalismo, y profesionalización. En definitiva, “es
aquel que se centra mucho en la naturaleza especial y la fuente del conocimiento o cualificación desplegada
en el trabajo especializado”.
Sin embargo, algunos de los diccionarios del inglés estudiados por Freidson, en particular el
Webster’s Third, ofrecen una definición que no sólo contempla el conocimiento y la cualificación
especializada, recogiendo tanto al tipo de educación requerida como la manera en que se institucionalizaron
el conocimiento y la cualificación:
“Una vocación que requiere conocimiento especializado y a menudo una
larga e intensiva preparación que incluye instrucción en habilidades y métodos así
como en los principios científicos, históricos o académicos que sustentan dichas
cualificaciones y métodos, manteniendo por la fuerza de la organización o la opinión
concertada altos niveles de rendimiento y un código de conducta, y
comprometiéndose sus miembros al estudio continuado y a un tipo de trabajo que
29
tiene como primer propósito el rendir un servicio público”
Este significado restrictivo se contrapone al sentido más amplio que se refiere a todas las
26
Así lo encontramos en la obra de Casares: “Profesionalismo”: “Práctica de los deportes como medio de lucro.” (opus
cit., p. 681). En la segunda acepción de M. Moliner del término “profesión”, ya citada, o en la tercera acepción que da al
término “profesional” (“1) De la profesión o de una profesión: ‘Su vida profesional’. 2) Se aplica al que tiene cierta
profesión consabida o que se expresa: ‘Nos dirigimos a todos los profesionales’. 3) Se aplica al que vive de cierta actividad
a la que se dedica habitualmente: ‘Un profesional del robo’. En deportes se aplica al que se dedica a alguno de ellos como
profesión, a diferencia del <amateur>.”), y en su definición del “Profesionalismo”: “Utilización de una actividad, no
específicamente destinada a ello, como medio de lucro; particularmente, de la práctica de un deporte.” (opus cit., p. 852).
El Diccionario de la Real Academia (www.rae.es) no es una excepción, coincidiendo en esta acepción amplia:
“Profesional”:
“1. Perteneciente o relativo a la profesión.
2. Dicho de una persona: Que ejerce una profesión.
3. Dicho de una persona: Que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive. Es un relojero
profesional. U. t. c. s. Es un profesional del sablazo.
4. Hecho por profesionales y no por aficionados. Fútbol profesional.
5. Persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación.”
“Profesionalismo”: “Cultivo o utilización de ciertas disciplinas, artes o deportes, como medio de lucro.”
27
Opus cit., p. 3.
28
Ibídem.
29
Citado por Freidson, ibídem.
10. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
ocupaciones en las que trabajan las personas para ganarse la vida y en las cuales desarrollan habilidades o
destrezas:
“En ambos casos son la pericia o cualificaciones especializadas las que en conjunto
las distinguen de los amateurs, de modo que las personas en ambos casos pueden
ser consideradas incluso expertas. Pero la pericia de los primeros es
cualitativamente diferente de la de los segundos porque se basa en alguna rama
de la enseñanza superior y porque es percibida como especialmente beneficiosa
para la sociedad de alguna manera especial, incluso, en pocas palabras, porque en
cierto sentido es percibida como distinguida y superior al trabajo de quienes están
implicados simplemente en el comercio o en oficios ordinarios. Se le ha concedido
el apoyo de un estatus especial en la legislación. Las habilidades o destrezas de
este tipo especial de profesión son por tanto de carácter intelectual aún si, como
en el caso de los dentistas o cirujanos, la actividad es manual, pues se basa en una
formación en la enseñanza superior. Desde el siglo XIX esto ha significado que
algún tipo de educación formal superior distingue a los profesionales de otros
trabajadores, diferenciándose ambos tanto en la naturaleza de su formación como
en la de sus destrezas. Dicha educación es una credencial básica para los
profesionales; determina el fundamento de su pericia. La distinción se encuentra
en las raíces del pensamiento acerca de las profesiones entendidas como una
30
clase especial o categoría de ocupaciones.”
Finalmente, la definición del Webster’s Third recogida por Freidson sugiere también una concepción
más compleja de las profesiones, ya que incorpora como característica “estar organizadas en instituciones
especiales pensadas para influir en la conducta y el compromiso de sus miembros. Ello refiere a más que la
dignidad, el prestigio o el estatus y la posesión del conocimiento formal, implicando un proceso de control
31
social de la conducta profesional así como instituciones que dirigen el proceso.”
Son estas acepciones de carácter restrictivo las que han sustentado el desarrollo de la Sociología de
las Profesiones desde sus inicios como un campo de especialización dentro de la Sociología. Sin embargo, el
trabajo académico no ha sido ajeno a la confrontación entre valoraciones positivas y negativas del término.
4. Rasgos y procesos de profesionalización. El enfoque estructural-funcionalista: T.
Parsons
Cuando hablamos del "enfoque estructural" o "estructural-funcionalista" de la Sociología de las
Profesiones nos referimos a una serie de elaboraciones que, de forma más o menos explícita, son herederas
32 33
de la teoría de las profesiones de T. Parsons . Según diversos autores , en realidad toda la Sociología de las
Profesiones es de alguna manera heredera de sus estudios sobre las normas, estructuras y procesos
30
Ibídem, p. 4.
31
Ibídem.
32
Ver de este autor: "The Professions and Social Structure" y "A Sociologist Looks at the Legal Profession", en Parsons, T.
(ed.): Essays on Sociological Theory, Glencoe, The Free Press, 1954 (edición revisada), pp. 34-49 y 370-385
respectivamente (existe traducción al castellano en Paidós, Buenos Aires, 1967). También Parsons, T.: El sistema social,
Madrid, Revista de Occidente, 1976.
33
Por ejemplo: Kimball, B. (1988): “The problem of teacher`s authority in light of the structural analysis of professions”,
Educational Theory, vol. 38, nº 1, p. 3. Barber, B.: "Beyond Parson's Theory of Professions", en Alexander,J. (ed.):
Neofuntionalism, Londres, Sage, 1985, p. 211.
11. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
profesionales; sin embargo, aquí se considera "enfoque estructural" una serie de estudios que, en sus líneas
básicas, siguen aplicando y suscribiendo la teoría de este autor, intentando desarrollarla y, en todo caso
accediendo a modificar sólo parcialmente algunos de sus postulados.
Los trabajos elaborados en torno a esta temática tienen una doble significación en la obra de
Parsons: por un lado, en el análisis de los profesionales este autor pone en acción muchos de los conceptos
que configuran su sistema teórico, constituyendo verdaderos ejemplos de cómo dichas categorías pueden ser
34
utilizadas para el análisis sociológico; por otro lado, como resalta el mismo Parsons , también estos análisis
tienen una función teorética en el conjunto de su obra, siéndoles útiles para cuestionar las explicaciones
utilitaristas de la conducta social de los actores. En el punto de partida de sus análisis entran en juego sus
tesis sobre la estratificación social.
4.1. División del trabajo y estratificación social en Parsons
Dentro de esta perspectiva, las prácticas colectivas no cuentan en tanto que "colectivas", sino en
35
tanto suma de prácticas e intereses individuales ; la acción individual está en el centro de la totalidad de la
vida social. Para Parsons, la estratificación social es una necesidad funcional del sistema social: tal como
vimos antes, los individuos no pueden tener, de ninguna manera, los mismos roles ni la misma posición
social, ya que interactúan desde posiciones sociales diferentes y con diferentes expectativas. De hecho, la
estratificación social es uno de los mecanismos capaces de generar mayor capacidad adaptativa de los
individuos.
En el punto de partida de sus aportaciones encontramos una gran influencia de las elaboraciones de
É. Durkheim sobre la división del trabajo en la sociedad, así como las elaboraciones de autores
contemporáneos sobre la estratificación social.
Parsons concibe la estratificación social partiendo de las elaboraciones de Davis y Moore,
36
definiéndola como "jerarquización diferencial de los seres humanos que componen un sistema social" . La
estratificación social es un proceso universal y necesario, ninguna sociedad podría subsistir sin ella, siendo
una necesidad funcional. Las desigualdades sociales no son fuente de conflictos, sino que responden a
procesos funcionales de jerarquización donde se sitúan posiciones individuales, fruto de las sanciones que
premian o castigan la acción social en función de su mayor o menor integración en los valores comunes de la
sociedad. Es, por tanto, el resultado de un proceso de valoración a partir de los criterios del sistema común
de valores:
"no es, pues, ni una clase ni un grupo cualquiera, ni incluso propiamente
hablando un individuo, quienes ocupan cada uno de los peldaños de la jerarquía
social, sino un acto individual y, de hecho, sólo por comodidad se hablará de la
posición social de una persona o de un conjunto de personas. Lo que se evalúa es el
grado de conformidad de la acción con los criterios del sistema común de valores; la
estratificación produce una jerarquía basada en el mérito, y este mérito es definido
por la conformidad de la orientación de la acción con las prescripciones derivadas de
37
los valores, en cualquier situación de elección y, por ende, para toda acción social"
La cuestión funcional de mayor importancia es el modo en que una sociedad motiva y sitúa a las
34
"The Professions...", opus cit., p. 48. Vid. también Barber, B., opus cit., pp 211-212. Hemos desarrollado esto en: Jiménez
Jaén, M.: "Repensar la función docente...cuestionando el profesionalismo", Témpora, nº21-22, Enero-diciembre 1993.
35
Laurin-Frenette, N. (1976): Las teorías funcionalistas de las clases sociales. Sociología e ideología burguesa, Madrid,
Siglo XXI, p. 5.
36
Citado por Gouldner, A. (1979): La crisis de la sociología occidental, Buenos Aires, Amorrortu, p. 265.
37
Laurin-Frenette, N. (1976): Las teorías…, opus cit., p. 139.
12. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
personas en una posición <apropiada> en el sistema de estratificación. El gran reto de la sociedad moderna es
conseguir que esta estratificación no responda a criterios adscriptivos, sino a los méritos individuales; solo de
este modo cumplirá la función integradora de los individuos en el sistema de valores vigente. La propiedad no
es un condicionante previo a la estratificación, sino que es resultado de ella, tiene un carácter simbólico, en
representación de la actitud favorable del prójimo, constituye una marca externa del mérito reconocido al
38
individuo .
“El problema del lugar social adecuado en la sociedad surge de tres razones básicas. Primera, la
ocupación de ciertas posiciones es más agradable que otras. Segunda, ciertas posiciones son más importantes
para la supervivencia de la sociedad que otras. Y tercera, las posiciones sociales requieren diferentes
39
capacidades y aptitudes.”
El proceso de estratificación se muestra estrechamente vinculado a la división del trabajo en la
sociedad; según él, la división funcional de tareas da lugar a una atribución de roles en la jerarquía social; en
ésta, cada rol va acompañado de un status propio cuyos componentes esenciales son las retribuciones, la
autoridad y el prestigio. Así, se considera que la sociedad debe incentivar y premiar de forma diferente las
distintas responsabilidades, para así impulsar a los individuos con mayor talento y capacidad para alcanzar los
puestos de mayor status (entre ellos, los profesionales).
Un elemento crucial en este sentido de valoración debe aplicarse al rendimiento académico. Salvo
en los casos más extremos de la jerarquía social (individuos con alto status y buen rendimiento e individuos
de bajo status y bajo rendimiento), donde Parsons admite que los factores vinculados al status pueden
corresponderse con el rendimiento académico de los individuos, en el grueso de la población considera que
es el rendimiento escolar el que determina básicamente el éxito o el fracaso de los estudiantes en el sistema
educativo y, a partir de éste, en la jerarquía laboral y social. Con todo, y para dar coherencia a este supuesto,
establece una definición del rendimiento donde se integran, a su vez, lo técnico y lo moral:
“Por una parte está el aprendizaje puramente <cognitivo>, consistente en la
asimilación de información, destrezas varias y sistemas de referencia en relación con el
conocimiento empírico y la capacitación tecnológica. (…)
El segundo aspecto básico puede calificarse, a grandes rasgos, de <moral>. Esto es lo
que en la educación escolar de antaño se conocía como <comportamiento> o <conducta>. Se
le podría designar, en un sentido más amplio, como conducta cívica responsable en el seno de
la comunidad escolar. (…)
Lo sorprendente en estos dos aspectos del rendimiento escolar es que no existe un
40
criterio diferencial definido entre ambos durante los primeros años de primaria.”
Finalmente, en el proceso de socialización escolar aparece la valoración como un aspecto crucial:
“Esta valoración incluye, sobre todo lo demás, el reconocimiento de la legitimidad del
sistema que premia de modo distinto los diferentes niveles de rendimiento siempre y cuando
haya igualdad de oportunidades y siempre y cuando la retribución al mejor rendimiento
41
consista en que los mejores obtengan oportunidades de éxito a más alto nivel” .
En otras palabras, volviendo a los planteamientos de Durkheim sobre la función socializadora y
diferenciadora de un sistema educativo moderno, Parsons desarrolla abiertamente la distinción entre
38
Gouldner, A. (1979): La crisis…, opus cit., p. 298.
39
Ritzer, G.(1993): Teoría Sociológica contemporánea, Madrid, McGraw-Hill, p. 110.
40
Parsons, T. (1976): “La clase como sistema social: algunas de sus funciones en la sociedad americana”, en Gras, A. (ed.):
Textos fundamentales de Sociología de la educación, Madrid, Narcea, p. 180.
41
Ibídem, p. 186.
13. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
“igualdad de oportunidades” e igualdad entendida en términos de “justicia social”, poniendo al sistema
escolar meritocrático en el centro de la selección social, frente a la familia (en la que, a su juicio, la
interacción y asignación de roles viene dada, fundamentalmente, por criterios adscriptivos como la
generación, el sexo y la edad), y admitiendo de ese modo que el sistema escolar opere como ámbito
legitimador de la desigualdad social.
“La crítica fundamental es que esta teoría funcional de la estratificación perpetúa la posición
privilegiada de las personas que tienen poder, prestigio y dinero. Y la perpetúa aduciendo que estas personas
merecen sus recompensas; de hecho necesitan que se les ofrezca estas recompensas para el bien de la
sociedad.
La teoría funcional ha sido también criticada por suponer que por el simple hecho de que la
estructura social estratificada haya existido en el pasado, debe continuar existiendo en el futuro. (...)
Además, se ha señalado que la idea de que las posiciones funcionales varían de acuerdo con su
importancia para la sociedad es difícil de sostener. ¿Acaso los basureros son menos importantes para la
supervivencia de la sociedad que los ejecutivos publicitarios? (...)
¿Hay en verdad escasez de personas capaces de ocupar y desempeñar las posiciones más altas? De
hecho, muchas personas no pueden obtener la formación que se necesita para alcanzar posiciones
prestigiosas, incluso aunque tengan aptitud. (...) Por lo general, muchas personas capaces no tienen la
oportunidad de demostrar que pueden desempeñar posiciones altas ni siquiera cuando existe una clara
necesidad de que lo hagan. El hecho es que aquellos que ocupan esas posiciones altas están interesados en
mantener su número bajo y su poder e ingresos altos.
Finalmente, puede argüirse que no tenemos la obligación de ofrecer a las personas poder, prestigio
e ingresos para que sientan el deseo de ocupar posiciones altas. Las personas pueden sentirse igualmente
42
motivadas por la satisfacción de hacer bien su trabajo o por la oportunidad de servir a los demás” .
4.2. El análisis sociológico de las profesiones
En el contexto de estas elaboraciones, Parsons llega a las siguientes conclusiones sobre las
profesiones.
1. En consonancia con su visión de la sociedad como un "sistema" estructurado en "subsistemas"
43
funcionales e interdependientes entre sí , plantea que existe una división del trabajo relacionada con las
distintas actividades que hay que desarrollar para dar respuesta a las necesidades y requerimientos del
"normal" funcionamiento de la sociedad. Entre estas actividades se encuentran las profesionales, que se
muestran como "mecanismos" de los que está dotado el "sistema social" para afrontar funciones
especialmente valoradas, que requieren una dedicación exclusiva por parte de una serie de actores que
previamente han adquirido una "competencia técnica" específica fundada en un corpus de conocimientos
científicos, altamente generalizados y sistematizados teórica y empíricamente: "El profesional (...) es un
`técnico experto' en algún campo en virtud a su dominio de la tradición y de las destrezas requeridas para su
44
aplicación" .
2. Las profesiones incorporan un "código de conducta" con unas funciones que le son peculiares y
otras que comparten con otras actividades sociales (los negocios y los cargos burocráticos,
42
Ritzer, G.: Teoría sociológica contemporánea, opus cit., pp. 110-111.
43
Un sistema es un conjunto de rasgos o factores dotados de autonomía que están animados por procesos y dinámicas
propios.
44
Parsons, T.: "A Sociologist Looks...", opus cit., p. 372.
14. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
45
particularmente) .
El concepto central de la Sociología para este autor es el de "acción social", que define en términos
similares a Weber. Como plantea Marsal, "Parsons parte de una idea de la acción humana <cuyo mecanismo
debe siempre ser la noción de actores orientándose a situaciones con referencia a diversos tipos de fines,
46
valores y standards normativos, y que se comportan en consecuencia>" .
En la acción social, es el "individuo-en-situación" el que interactúa con otros individuos desde una
"posición social", desde un "rol institucionalizado". La acción social comprende al individuo (actor social)
adoptando decisiones subjetivas acerca de los medios necesarios para alcanzar sus fines. Estas decisiones, sin
embargo, no las adopta el individuo entre una serie ilimitada de alternativas, sino que cuenta con opciones
limitadas que vienen dadas:
- Por los límites que imponen las variables psicológicas y orgánicas del individuo, pero también por
los valores y normas culturales establecidos.
- Por la estructura social en la que se desenvuelve el acto-unidad. De hecho, la acción social implica
la interacción entre individuos, cada uno de los cuales se orienta hacia unos fines, elige medios y tiene sus
particulares condiciones situacionales. Pero, sobre todo, en la acción social influyen las expectativas que cada
actor se hace sobre la conducta de los demás actores con los que interactúa. Estas expectativas se conforman
a partir de la posición social, los roles que ejerce cada individuo en la estructura social.
Partiendo de esta idea de la acción social en la que la "orientación" de la conducta es un elemento
47
clave , Parsons considera que lo más peculiar del rol profesional es su "orientación colectiva", llegando a
afirmar, en casos como la medicina, que
"La `ideología' de la profesión subraya la obligación del médico de poner el
`bienestar del paciente' por encima de sus intereses personales, y considera el
`comercialismo' como el enemigo más serio e insidioso con que tiene que enfrentarse. La
línea de separación se traza primariamente, en consecuencia, frente al `negocio'. El motivo
o ánimo de lucro se supone que está absolutamente excluido del mundo médico. Esta
actitud se comparte, desde luego, con las otras profesiones, pero está quizá más acentuada
48
en el caso de los médicos que en cualquiera otro, excepto acaso el sacerdocio" .
También define otros rasgos que los grupos profesionales comparten con otros actores sociales,
pero que asumen contenidos específicos en la práctica profesional: la "especificidad de la función" (la "alta
competencia técnica" requerida por la profesión obliga a que el profesional sea un "especialista", excluyendo
que sea experto en varios campos); la "universalidad" (el ejercicio profesional tiende a apoyarse en "criterios
objetivos generalizados") y la "neutralidad afectiva" o "racionalidad" (se espera que el profesional aborde los
problemas propios de su ámbito en términos racionales y objetivos, dejando a un lado sus inclinaciones
49
afectivas personales) .
3. Este código de conducta "profesional" tiende a mantenerse estable e integrado en el "sistema",
puesto que aquellas actuaciones "no profesionales", que se salen del código de la profesión (por ejemplo,
dejarse llevar por el afán de lucro), tienen un carácter excepcional, entrando en lo que él considera
45
Parsons, T. : "The Professions...", opus cit., p. 48.
41
Marsal, J.F.: La crisis de la sociología norteamericana, Barcelona, Península, 1977, p. 193.
47
El "mecanismo" de la acción social "debe siempre ser la noción de actores orientándose a situaciones con referencia a
diversos tipos de fines, valores y standards normativos, y que se comportan en consecuencia'" (Ver: Devereux, E.C.:
Parsons Sociological Theory, citado por Marsal, J.F.: La crisis…, opus cit., p. 193).
48
Parsons, T.: El Sistema Social, opus cit., p. 405.
49
Ibídem, pp. 404-405. Ver también Parsons, T.: "The Professions...", opus cit., pp. 37-42.
15. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
"desviaciones" del normal funcionamiento de la sociedad, pero son irrelevantes en tanto en cuanto no
50
tiendan a poner en peligro el sistema de valores dominante . Esta tendencia a la estabilidad de la conducta
"normal" no deriva de una determinación mecánica del individuo (los actores sociales son libres), sino que se
ve facilitada porque existe un condicionamiento "cultural" sustentado tanto en los procesos de
51
"socialización" (aprendizaje e internalización del rol) como en el sistema de interacciones específico que se
establece en la situación concreta del ejercicio de la profesión (en la interacción profesional/cliente son los
52
roles "institucionalizados" los que dan sentido a la práctica profesional) .
Desde la óptica de la Sociología de las Profesiones, tienen expreso interés sus consideraciones sobre
la socialización. En el texto titulado ”El aula como sistema social: algunas de sus funciones en la sociedad
americana”, Parsons desarrolla su conceptualización sobre el proceso de socialización tal como tiene lugar en
la unidad básica de interacción escolar, el aula, si bien aprovecha esta caracterización para establecer
diferencias con los procesos de socialización que tiene lugar en la familia y en lo que él denomina “grupo de
coetáneos”, así como asigna, desde un inicio, un papel primordial al aula en el mismo. La propia definición de
socialización que establece desde el inicio del texto, plantea una unidad necesaria entre “actitudes”
(aceptación de los valores básicos imperantes en la sociedad y aceptación de la especialización dentro de la
sociedad, tal como está estructurada) y “capacidades” (cualificación o destrezas del individuo para
desempeñar las tareas implicadas en los roles individuales, así como capacidad de corresponder a las
expectativas de otras personas del comportamiento interpersonal apropiado a tales roles) en el proceso
escolar de socialización, de modo que éste se muestra indisolublemente vinculado a la también para él
necesaria diferenciación entre los individuos y las ocupaciones.
La relación social, interviene activamente al ser interpretada en términos de un proceso que abarca
53
los siguientes pasos :
1.- Actores, diversamente orientados, entran en situaciones en las que deben interactuar (por
ejemplo, un maestro y un estudiante en el aula).
2.- Las orientaciones que siguen los actores son reflejo de su estructura de necesidades (biológicas y
psicológicas) y del modo en que éstas se han visto alteradas por la internalización de pautas culturales (las
que ha asumido el maestro en su formación; las que asume un estudiante, como por ejemplo, que debe ir a la
escuela a aprender).
3.- Por medio de procesos específicos de interacción emergen normas a medida que los actores
adaptan, los unos a los otros, sus orientaciones (el estudiante tiene que atender al profesor; el maestro tiene
que explicar y dar respuesta a los requerimientos del estudiante).
4.- Al mismo tiempo, esas normas están circunscritas por las pautas culturales generales (rol
50
Parsons, T.: "The Profession...", opus cit., p. 47.
51
"La adquisición de las orientaciones precisas para funcionar satisfactoriamente en un rol es un proceso de aprendizaje,
pero no se trata de un aprendizaje en general, sino de una forma particular de aprendizaje. A este proceso lo llamaremos
socialización, y al proceso motivacional por virtud del cual se produce, visto con arreglo a su significación funcional con
respecto al sistema de interacción, mecanismos de socialización" (Parsons, T.: El Sistema Social, opus cit., p. 197). Un
análisis de los supuestos teóricos de esta concepción sobre la socialización ha sido publicado, entre otros, por Magdaleno
Gilsanz, S.- Rodríguez Guerra, J.- "Funcionalismo y educación: presupuestos fundamentales", Témpora, nº 13-14, Enero-
Diciembre 1989, pp. 11-19.
52
Concretamente, en el caso de la profesión médica, llega a afirmar que, por un lado, "el rol de estar enfermo, como rol
institucionalizado, se puede decir que constituye una serie de condiciones necesarias para capacitar al médico para que
su competencia opere en la situación"; por otro lado, "...la orientación colectiva del médico, y su universalismo,
neutralidad y especificidad, hacen posible que las cosas que él tiene que hacer para realizar su función sean aceptables
para el paciente y su familia" (Ver: El Sistema Social, opus cit., p. 440).
53
Ibídem, p. 125.
16. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
institucionalizado del maestro y del estudiante).
5.- A su vez, estas normas regulan la interacción siguiente, dándole estabilidad (quien se sale de ellas
queda excluido).
A los condicionamientos que conlleva la "estructura" de la interacción hay que unir también la
ubicación de los profesionales dentro de la jerarquía social, que actuará reforzando la tendencia a la
estabilidad y la integración, en la medida en que el prestigio y los privilegios sociales y materiales de los que
disfrutan los profesionales en la sociedad derivan, precisamente, de la congruencia de su conducta con las
características propias de su rol. La sociedad penalizará activamente las conductas que se salgan de la norma,
las desviaciones sobre el rol establecido.
4. La validación de la "autoridad profesional", institucionalmente, la desarrollan los propios
profesionales, siendo un rasgo central de su condición la "autonomía":
"Entre los tipos de roles ocupacionales, el profesional se ha distinguido en la
tradición cultural central de la sociedad por la administración independiente de tales roles,
ejercida por los profesionales de una clase. Esto significa que sus miembros típicos son
formados en esa tradición, normalmente por un proceso educativo formalmente
organizado, por lo que sólo los que han recibido la formación adecuada son considerados
cualificados para practicar la profesión. Además, sólo los miembros de la profesión son
considerados cualificados para interpretar autorizadamente la tradición y, si se admite, para
54
desarrollarla y mejorarla" .
El control, por estar vinculada su actividad a la posesión de un conocimiento altamente
especializado, según Parsons, debe ser "auto-ejercido" y preferiblemente debe canalizarse organizativamente
55
a través de la "colegiación" .
La teoría parsonsiana de las profesiones nos aporta, en definitiva, una caracterización de éstas
donde juegan un papel destacado dos elementos: los códigos de conducta de los profesionales y el corpus
científico de conocimientos y de competencias técnicas, que permiten distinguir a estos agentes de los que
desarrollan otras actividades.
4.3. Los rasgos de las profesiones
Los términos “profesiones” y “profesionalización” son de uso frecuente en sociología del trabajo;
pero tropezamos con notables ambigüedades sobre su significado. Se ha realizado un largo esfuerzo teórico
que ha derivado en la definición de un conjunto de características y un conjunto de procesos típicos de
profesionalización. Vamos a analizar aquí las aportaciones sobre los rasgos tal como han solido presentarse,
56
con fines heurísticos, de modo que facilitan el análisis de las profesiones en su historia .
1. Ocupación. “Las profesiones son actividades de jornada completa que constituyen la principal fuente de
57
ingresos del sujeto. No suelen ser accesibles a los profanos” . Esta característica entronca con la sociología
del trabajo, y desde ella las profesiones son estudiadas en relación a los siguientes aspectos:
- reclutamiento
- la formación o función
54
Parsons, T.: "A Sociologist Looks...", opus cit., p. 372.
55
Barber,B., opus cit., p. 217.
56
Seguimos el desarrollo realizado por Tenorth, E.-H. (1988): “Profesiones y profesionalización. Un marco de referencia
para el análisis histórico del enseñante y sus organizaciones”, monográfico de la Revista de Educación, nº 285.
57
Ibídem, p. 78
17. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
- la actividad profesional como punto de referencia de la identidad personal y social del individuo
- su articulación vertical (status) y horizontal (situs)
- el proceso de movilidad intra e interprofesional
Las profesiones en estos rasgos sólo difieren de otras actividades en el relieve de estas características.
2. Compromiso vocacional. Contrariamente a otras actividades, las profesiones no se orientan sólo hacia el
lucro, sino que se guían también por una serie de expectativas de conducta que se van reforzando durante la
formación y que se superponen y acaban por imponerse a otras motivaciones de la actividad.
3. Organización. Las profesiones se caracterizan por formas peculiares de organización. Todas las
organizaciones basadas en la actividad confían a sus miembros funciones políticas, económicas, de control y
de motivación. Sin embargo, las organizaciones profesionales difieren de las meras asociaciones de interés
por cuanto asumen tareas en el ámbito de la actividad laboral. Controlan, por ejemplo, el acceso a la
profesión, vigilan el ejercicio de la misma y cuidan de la competencia profesional de sus miembros.
Desempeñan, pues, funciones que en otras actividades profesionales son ejercidas por el grupo de trabajo,
por instancias alejadas del lugar del trabajo (empresarios) o por la formación profesional. Daheim distinguió
cuatro tipos de organizaciones basadas en la actividad profesional:
- “asociación de prestigio”: por ejemplo, una academia científica, que dirige mediante un derecho de
cooptación la elección de sus miembros, establece diferentes grados de pertenencia y se ocupa
sustancialmente de la cualificación de sus miembros (y de su “autorrepresentación” científica) en
instituciones y publicaciones científicas.
- “asociación de estudio”: por ejemplo, una sociedad científica que recluta sus miembros, a veces
recomendados, basándose en el interés que éstos demuestran por la especialidad correspondiente.
Su método de trabajo es similar al de las “asociaciones de prestigio”.
- “asociación de capacitación”: busca la “supresión de exámenes y títulos de los profesionales en
activo dentro de la especialidad correspondiente”. Influye además como instancia que imparte el
saber.
- “asociación ocupacional”: como “asociación coordinadora” que defiende a los profesionales que
trabajan en un sector científico, intenta influir en las condiciones laborales, incluyendo la
cualificación, pero sin utilizar ningún recurso sindical. Como “asociación protectora” no recluta a sus
miembros con tanto rigor como las asociaciones coordinadoras y tampoco desempeña los
procedimientos sindicales. A propósito de los sindicatos, es importante tener presente la diferencia
entre sindicatos “restrictivos” –organizaciones abiertas sólo a trabajadores cualificados, que pueden
llegar a controlar parcialmente el acceso profesional- y los sindicatos “expansivos”. Estos últimos
organizan a los trabajadores sin tener en cuenta su status dentro de la empresa o su formación.
La forma organizativa típica de las profesiones se corresponde a la “asociación de estudio” y a la
“asociación de capacitación”. Hay que hacer notar en este punto que con el aumento de profesionales que
trabajan por cuenta ajena –cuya inclusión en las profesiones es tema controvertido-, las organizaciones se
aproximan al tipo de asociación coordinadora.
En nuestro contexto, la forma típica ha sido el colegio profesional, si bien con la creciente
incorporación a grandes organizaciones (el Estado o empresas corporativas) ha crecido la organización en
“sindicatos profesionales”, que responden al modelo de asociación coordinadora restrictiva.
4. Formación. Las profesiones se ejercen sobre la base de una saber especializado, adquirido
sistemáticamente, en un largo proceso de aprendizaje. La formación universitaria constituye la
operacionalización de esta característica.
18. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
5. Orientación de servicio. La profesiones difieren de otra actividad por el objeto de su quehacer laboral.
Orientan su actividad hacia un cliente (individual o colectivo), más en general, resuelven <problemas de gran
relevancia para los valores sustanciales de la sociedad>. La función de servicio suele interpretarse también,
desde la estructura de los problemas, en el sentido de que los profesionales no deben poseer sólo un saber
funcional, sino también una competencia innovadora para la modificación de su rama de actividad. Se han
deducido de esta característica ciertos supuestos sobre las principales motivaciones de la actividad
profesional. La orientación de la actividad hacia el cliente o hacia la colectividad, guiada por un código o ética
profesional, se contraponen a la actividad guiada primariamente por las gratificaciones y, en consecuencia,
por sanciones externas. A esto suele acompañar la idea de que la remuneración de la actividad profesional
debe derivar únicamente de un juicio normativo sobre la importancia de esa actividad.
6. Autonomía. Tiene tres dimensiones. La autonomía de la profesión se refiere en primer lugar a las
relaciones con el cliente. La profesión, apoyada en el saber específico, define la manera en que el cliente
concreta sus aspiraciones a la justicia, a la salud, a la formación, etc. El profesional está protegido, como
experto, contra las objeciones del cliente. Este podrá cambiar de médico o de abogado (apenas de profesor),
pero nunca podrá socavar los fundamentos de las actividades profesionales.
La autonomía hace referencia, en segundo lugar, al conjunto del grupo profesional y de su
organización. Sólo el grupo valora la actividad profesional y defiende a sus miembros de todo control
profano. Tampoco las instancias de control externo, como el Estado, pueden dar ningún veredicto contra
miembros de una profesión, a menos que esa instancia utilice el visto bueno de miembros de la propia
profesión.
Esta interpretación de la autonomía parece significar que el estatus de empleado y la
profesionalización se excluyen entre sí. Las escasas posibilidades de iniciativa de los profesionales en
organismos burocráticos y jerarquizados parecen confirmar este juicio. Se requiere, no obstante, alguna
precisión. Esta precisión se puede obtener teniendo en cuenta las características de la actividad profesional:
el trabajo de alta cualificación implica situaciones de una <actividad laboral indeterminada>. La complejidad
de la tarea, las variadas demandas y las situaciones ambientales en los objetivos globales exigen que los
empleados mismos estructuren la situación mediante la interpretación de dichos objetivos globales. En esta
<autonomía interpretativa> de los trabajadores altamente cualificados no existe diferencia alguna entre
profesiones liberales y empleados propiamente dichos. Unos y otros se encuentran con un <margen
disposicional> de actividad laboral definido por la estructura del trabajo a realizar. Distinto del margen
disposicional es el <margen de la acción>. Los márgenes de acción permiten la estructuración de la actividad
laboral sobre la base de la competencia profesional y de cara a la optimización del rendimiento, incluso
contra los objetivos internos de la organización. Este margen parece relativamente escaso para trabajadores
altamente cualificados y sólo existe para los profesionales liberales cuando su organización puede fijar las
condiciones de la actividad.
4.4. Los procesos de profesionalización
A partir de la publicación del trabajo de Wilensky "¿La profesionalización de todo el mundo?" (1964),
se plantea en la teoría estructural-funcionalista la necesidad de incorporar una perspectiva histórica en el
análisis de los grupos profesionales. Tal como expone L. Finkel, "el modelo de Wilensky se construye a partir
de una narrativa histórica, marcada por hitos o sucesos por los que necesariamente atraviesan las
58
ocupaciones que acaban consolidándose en profesiones..." .
Desde esta perspectiva histórica, se incorporan a la Sociología de las Profesiones los conceptos de
58
Finkel, L. (1999): opus cit., p. 201.
19. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
"profesionalización", "semiprofesionalización" y "desprofesionalización". Tenorth define la profesionalización
como "...el conjunto de procesos históricamente analizables mediante los cuales un grupo de profesionales
logra demostrar su competencia en una actividad de relevancia social y es capaz de transmitir a otros tal
competencia y de imponer su modelo frente a otros profesionales y profesiones concurrentes con la ayuda
del Estado; es decir, es capaz, a juicio de éste, de conservar el monopolio y las gratificaciones en orden a una
59.
solución de los problemas, aceptada socialmente" Esta definición lleva implícita una secuenciación, bien es
verdad que sin establecerse en unos términos excesivamente lineales, a diferencia de Wilensky, para quien es
posible distinguir cinco etapas en el proceso histórico de configuración de un grupo profesional:
"1) plena dedicación a la profesión; 2) establecimiento de una escuela o una universidad; 3)
formación de una asociación profesional; 4) existencia de <agitación política> (...) <para
conseguir la protección de la ley> (...) con el fin de obtener <la protección legal del
monopolio del conocimiento>; y 5) un código de ética formal <para eliminar a los no
cualificados y los inescrupulosos, de forma tal que se reduzca la competencia interna, se
60
proteja a los clientes y se ponga énfasis en el ideal de servicio>"
No todas las caracterizaciones del proceso histórico de la profesionalización coinciden con la de
Wilensky. De hecho, el que este autor ofreciera una delimitación de cinco etapas en el devenir histórico de
este proceso le hacía partícipe de una concepción muy particular de la historia y de la evolución de las
sociedades: aquélla, predominante en el contexto de los años cincuenta y principios de los sesenta en las
ciencias sociales en Norteamérica, en la que el devenir de los cambios sociales era interpretado en términos
de un proceso evolutivo e inevitable hacia el desarrollo y la modernización; como comenta L. Finkel, "al igual
que un grupo profesional llega a serlo tras haber superado una serie de pasos, un país se considera
<moderno> o avanzado cuando se encuentra en la última fase de un continuum y deja atrás los estadios
61
anteriores" . Es esta explicación evolutiva y unilineal una de las razones que nos mueven a seguir situando
esta nueva aportación en el marco del enfoque estructural-funcionalista de las profesiones.
Pero también existe otra poderosa razón para ello: detrás de esta concepción por etapas del proceso
de profesionalización podemos seguir encontrando explicaciones de carácter funcional de la
profesionalización; tal como expone Tenorth, autores como Daheim la ejemplifican:
"Según esta explicación, las profesiones son necesarias por razón de las demandas sociales
y de sus características en un determinado período del desarrollo tecnológico, sociocultural
y económico. Estos servicios, por ejemplo, la <salud>, la <justicia>, la <legitimación>
(religiosa), dada su complejidad e inconcreción, sólo pueden prestarse y garantizarse a la
larga encargando la tarea a expertos, otorgando a éstos una autonomía (relativa),
sometiéndolos por tanto a controles exclusivamente internos, dando satisfacción a sus
expectativas de cualificación mediante la institucionalización de su carrera y remunerando
62
adecuadamente el servicio que prestan" .
Nos encontramos, de nuevo, con el supuesto de que la profesionalización se produce por una
63
necesidad funcional del sistema social, que excluye cuestiones como "los intereses del status profesional" .
El modelo de profesionalidad no es sólo una descripción abstracta que utilizan los sociólogos. Martín Moreno
64
y De Miguel plantean, igualmente, que "los propios profesionales lo hacen suyo para justificar sus
diferencias y privilegios, para legitimar sus intereses y sus deseos de movilidad", es decir, puede suceder que,
59
Opus cit., p. 82.
60
Finkel, L. (1999): opus cit., p. 201.
61
Ibídem.
62
Tenorth, E.H., 1988, opus cit., p. 82.
63
Ibídem.
64
Martín Moreno, M. y de Miguel, A. (1982): Sociología de las profesiones, Madrid, CIS.
20. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
dados los privilegios reconocidos históricamente a las profesiones liberales, los miembros de un colectivo
ocupacional determinado pueden tener interés en forzar la profesionalización y provocar, de maneras
diversas, la "demanda" o la "necesidad" social que justifique su monopolio:
"La función social de las profesiones relativamente privilegiadas, que destacan por su
prestigio y sus ingresos económicos, hace que todos los grupos basados en la actividad
65
profesional aspiren a un status similar mediante la profesionalización" .
Wilensky, finalmente, como ocurre en general con los autores que se inspiran en el modelo
sociológico de Parsons, "ignoraba las condiciones sociales generales en las que el profesionalismo tiene lugar
y pretendía, con la impronta imperial de la sociología de esos años, generalizar un modelo que en el mejor de
66
los casos era históricamente específico de los Estados Unidos" . Se incorpora en los análisis la dimensión
histórica, pero sin considerar que ésta tiene lugar en contextos sociales particulares, que pueden dar lugar a
desarrollos de los procesos de profesionalización bien diferentes. El intento de establecer un modelo
arquetípico (ahora distinguiendo la adquisición de los rasgos por etapas ordenadas) se mantiene.
Esta idea del profesionalismo como secuencia ha inspirado también una línea de investigación sobre
las semiprofesiones, es decir, aquellas ocupaciones que no han logrado acceder a la condición plena de
profesión:
"El grupo, basado en la actividad profesional, dirigido por la asociación o por las autoridades
que confieren los títulos, sólo alcanza autonomía profesional en algunas dimensiones del
esquema antes perfilado. O bien les falta a las organizaciones de este grupo la competencia
para el control de su actividad, o bien la autonomía interior se limita al margen
disposicional, o bien la cualificación preprofesional no es suficiente para el ámbito
67
profesional..." .
Sería este el caso de la enfermería, la enseñanza, el trabajo social, etc. El estudio más clásico
68
respecto a estos colectivos es el realizado por Etzioni en 1969 "Las semiprofesiones y su organización" .
El elemento común a todas estas elaboraciones seguiría siendo, en definitiva, el énfasis en las
características especiales del conocimiento de los profesionales y semiprofesionales y su orientación altruista
69
hacia la comunidad .
Con todo, la conciencia de las limitaciones de esta conceptualización da pié al desarrollo de nuevos
modelos de análisis en los que "ya no se ve a los profesionales como grupos altruistas y orientados hacia la
comunidad, sino como miembros de organizaciones que luchan por su autonomía y poder. De este modo,
hacia finales de los años sesenta y especialmente en los setenta, se experimenta un rechazo de las primeras
formulaciones y el surgimiento de las que posteriormente se han denominado teorías <críticas>,
70
<revisionistas> o <centradas en el poder> del profesionalismo" .
4. Las Sociologías de las Profesiones
65
Tenorth, E.-H., 1988, opus cit., p. 82.
66
Finkel, L., 1999, opus cit., p. 201.
67
Tenorth, E.H., 1988, opus cit., pp. 82-83.
68
Etzioni, A. (1969) (ed.): The Semi-Professions and their Organization, Nueva York, Free Press.
69
Rodríguez, J. A. y Guillén, M. (1992): "Organizaciones y profesionales en la sociedad contemporánea", REIS, nº 59, p. 12.
70
Finkel, L., 1999, opus cit., p. 204.
21. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
“Si es adecuado hoy afirmar que el público y quienes hablan de ello
perciben a las profesiones con cierta ambivalencia, no es menos adecuado afirmar
que la ambigüedad semántica de la palabra en sí refuerza y refleja dicha
ambivalencia. De hecho, no es sólo el público el que ha mantenido la confusión.
Los académicos e intelectuales no han quedado inmunes a la fuerte y diversa
carga semántica de la palabra: algunas de sus controversias sobre las profesiones
y la profesionalización han procedido en la misma medida del énfasis en
diferentes connotaciones y significados como de cuestiones fácticas, de inferencia
71
lógica o desarrollos analíticos.”
Según Freidson, el interés intelectual por las profesiones tiene una larga tradición en el mundo de
habla inglesa. Comentarios relevantes se extienden más allá del siglo XIX y, hasta los años 1940, las voces más
importantes fueron británicas.
El desarrollo de esta especialidad dentro de la Sociología no es ajeno a la propia transformación que
tiene lugar a lo largo del siglo XIX en el mundo del trabajo, pero sobre todo entre los oficios tradicionales, las
profesiones que se identificaban con el uso restrictivo del término en sus orígenes y, finalmente, también con
las grandes transformaciones que se introducen en la industria con la incorporación de la maquinaria,
particularmente cuando este modelo se generaliza a finales del XIX y principios del XX. Obviamente, no existe
sólo una tradición anglosajona en la Sociología de las Profesiones, pero sí es cierto que es en este contexto
académico donde en primer lugar se apela a la entidad y la necesidad de un análisis sociológico singular de
una serie de ocupaciones a las que se atribuye un papel incluso central en la estabilidad y el progreso de la
sociedad industrial.
Freidson llama la atención, como primeras referencias académicas en el contexto anglosajón, sobre
las aportaciones de diversos autores sin que pretendieran articular una teoría que globalmente intentara
sistematizar el análisis sociológico de estas ocupaciones. Incluye entre estas aportaciones las de Herbert
Spencer (1896), quien “dedicó un espacio considerable de sus Principios de Sociología a mostrar cómo
diversas profesiones funcionaban para mejorar la vida humana por la aplicación del conocimiento
72
especializado a los problemas humanos y por la práctica de destrezas artísticas” .Destaca también un
73
estudio de Beatrice y Sidney Webb (1917) , que desarrollaron un análisis del funcionamiento de las
asociaciones profesionales, analizándolas como “asociaciones de productores” que podían servir como una
alternativa al capitalismo en el control y el trabajo de organización del interés público. El siguiente trabajo a
74
destacar fue el de E. M. Carr-Saunders y P. A. Wilson (1933) , que intentaron hacer un análisis comprensivo
y una comparación de todas las ocupaciones en Inglaterra que podían razonablemente ser consideradas
profesiones para evaluar lo que tenían en común, cómo diferían entre ellas y para afirmar su papel positivo
tanto en la sociedad actual como en la futura. Finalmente, alude dentro de los primeros ensayos sobre estas
75
ocupaciones al de T. H. Marshall (1939) , que a su juicio “representó la culminación de la larga tradición
británica que consideraba a las profesiones como el signo esperanzador de un nuevo altruismo que podía
71
Ibídem.
72
Un extracto de este texto ha sido publicado en la REIS (1992, nº 59).
73
Webb, S. y Webb, B. (1917): “Special supplement on professional associations”, Parts. 1, 2. New Statesman 9, nº 211
(April 21), pp. 1-24, y 9, nº 212 (April 28), pp. 25-48.
74
The Professions, Oxford, Clarendon Press.
75
“The recent history of professionalism in relation to social structure and social policy”, Canadian Journal of Economics
and Political Science, 5 (August), pp. 325-340.
22. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
76
transformar el mundo político y social del capitalismo industrial.”
Si nos fijamos, estos trabajos se producen entre el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX,
coincidiendo con el proceso de reorganización de las economías capitalistas a raíz del impulso de los grandes
monopolios ligados a las grandes industrias y a la crisis definitiva de los modos artesanales de organización
del trabajo por la introducción del trabajo especializado y descualificado que permitía la maquinaria
industrial. Pero no fueron éstas las únicas transformaciones que tuvieron lugar en el mercado de trabajo.
77
Gracias a las aportaciones de Magali S. Larson , entre otros autores, disponemos de estudios
históricos que sitúan en este período un conjunto de transformaciones en el mercado de trabajo, el sistema
educativo y las grandes organizaciones que afectan singularmente a lo que la Sociología de las Profesiones
define como “grupos profesionales”, de los que los autores anglosajones antes mencionados trataban de
ofrecer una defensa por su papel “positivo” para la economía y el bienestar social. Aunque nos referiremos a
las aportaciones de esta autora más adelante, aquí tiene interés hacernos eco de sus reflexiones sobre la
gestación, en el siglo XIX, de un marco singular de organización del mercado de trabajo relativo a ciertos
servicios en el contexto del capitalismo de libre competencia, es decir, el periodo inicial de organización de la
economía capitalista en el que se otorgaba un papel central al libre mercado como regulador de la
producción y el crecimiento económico y social. Al tiempo que la política económica se orientaba hacia la
plena eliminación de barreras heredadas en el mercado de trabajo (por ejemplo, la mayor disponibilidad de
fuerza de trabajo por el proceso de descualificación de los procesos de trabajo industriales, que ampliaba la
“reserva laboral” incluyendo a los niños y mujeres), sin embargo se producen –bajo modelos diferentes,
según las tradiciones nacionales- diversos movimientos dirigidos hacia el establecimiento de nuevas barreras
protectoras para ciertos colectivos, fundadas en la posesión de una determinada titulación educativa como el
sustento del monopolio sobre algunas funciones sociales, algunas (como la medicina y la abogacía) con un
origen histórico, pero otras (ingenierías, arquitectura, por ejemplo) con un carácter nuevo, especialmente
vinculadas al desarrollo tecnológico que había acarreado la Revolución Industrial.
Para la autora, en realidad éste es un proceso por el que se llega a una transformación sustancial del
modelo que hasta entonces había regido la organización de las profesiones y los gremios medievales. De
hecho, Freidson llama la atención sobre algo de interés para el tema que nos ocupa: “Antes del siglo XIX, la
identidad y características de esas profesiones era clara y no problemática tanto en Europa Occidental como
en Inglaterra. Dado que la estructura ocupacional del industrialismo capitalista se desarrolló a lo largo del
siglo XIX bajo diferentes circunstancias nacionales, el consenso terminológico general acerca de la naturaleza
y la identidad de estas profesiones “tituladas”, “liberales” o “libres” se vio forzado y distorsionado, quizás,
78
pero aún así sobrevivió hasta nuestros días.”
En las sociedades medievales, se puede establecer una distinción entre dos modelos básicos de
organización de las profesiones antiguas, bifurcadas entre, de un lado, aquellas que se constituían a partir de
la universidad medieval (sacerdocio, abarcando la docencia universitaria, derecho, medicina, ejército) y, de
otro, los gremios de artesanos y comerciantes:
“Con algunas excepciones, los orígenes medievales de las profesiones
antiguas muestran una bifurcación entre universidad y gremio. Las universidades
surgieron como asociaciones de estudiantes y profesores, como <gremios de
76
Freidson, E.: opus cit., p. 5.
77
Larson, M. S. (1977): The rise of professionalism, Berkeley, University of California Press (traducción: Marta Jiménez
Jaén).
78
Freidson, opus cit., p. 8.