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Del tópico genérico al ideal trans*
de coherencia normativa
Michaelle de fran Martínez
Auteur: Michaelle de fran Martínez
@ uccreativa.org
Coverdesign: Pierre Dupont
ISNN: 2605-3292
© Dèu Queerness
Contraplano
Siguiendo la lógica discursiva en los “protocolos médicos de determinación
del sexo definitivo” a modo de citación, la intersexualidad contiene una
interpretación biopolítica insurgente, ya que un cuerpo en permanente
transición plantea la posibilidad de emancipación, dado que no se puede
argumentar una ambigüedad fisiológica. Lo que si podemos es mostrar
cómo la represión falsea la propia identidad sexual hasta hacerla
irreconocible para el individuo, por una parte, sugiriendo un travestismo
impuesto e ignorado (Faulkner)1
en su subtexto político. Por otra, contrasta
la visión optimista de la ciencia respecto a la injerencia científico-legal
frente a la injerencia clínica, bajo una óptica más positiva, de forma casi
más determinante cuanto su interacción social difumina la distinción entre
valores normativos. La seducción posmoderna aparece como una mutación
de la figura libidinal en una libre disposición del cuerpo anexionado al sexo
de personalización, que ha llegado a renegar de su nombre para sustituirlo
por un símbolo.
La expresión del rol de género hace suponer que la persona transgenérica o
transexual "cambia de sexo", aunque esta situación fuere imprecisa
técnicamente, en virtud de que lo que cambia legalmente es la identidad
jurídica de la persona por existir una discordancia entre el sexo registral o
de asignación y la identidad de género. Es importante llevar a cabo
reformas legales que redunde en beneficio de los interesados, y de esta
manera se cumpla con el ideal de la justicia pronta y expedita que
establece nuestra Carta Magna. Todos los órdenes de la sociedad
posmoderna comienzan a derrumbarse: la liberación sexual, que representó
en otros tiempos una trasgresión a las formas instituidas, ha mutado en un
erotismo diluido y ambiguo, acaso por exceso y saturación.2
Todo se vuelve
indecible y parece flotar en la indeterminación, entre ficción y realidad. Al
no existir un referente uniforme, un punto de vista homogéneo y un juicio
estético con el que medir los criterios de identidad culturales, la diferencia
y la diversidad no sólo se toleran sino que se colaboran.
1
Faulkner, S. (2013) A History of Spanish Film. Cinema and Society 1910-2010. London
(United Kingdom)
New Delhi (India), New York (United States) Sydney (Australia) Bloomsbury.
2
Cocimano, G. Ambigüedades. El transgénero en la posmodernidad. Margen Cero.
Aflora una figura inédita de lo femenino y feminizante, al asumir el discurso
de la dualidad en la percepción-representación de los géneros, para luego
anormalizar lo femenino como algo propio de la mujer. Y a todo esto, la
existencia de múltiples identidades ejerce una gran fascinación sobre
diversas culturas, credos y logias del pensamiento cruzados. Se avecina la
Mujer-Máquina para señalar el carácter androide light posmoderna, no
ambiguo sexualmente en cuanto a su opción sexual, sino porque su
identidad está en tránsito. Los viejos héroes se han convertido en sensibles
heroinas, inexorablemente transmisibles de libertad. La forma difusa en la
que los sexos entremezclan sus signos, desde una forma de indiferencia al
goce, embarullados en todas partes menos en el sexo mismo. Este
primigenio desecho que ha contaminado todas las disciplinas, ahora ha
dejado paso a un erotismo estrecho de significado, cuya figura se
fundamenta en la fusión y la supresión del límite. Ahora bien, si el
travestismo es la forma paródica de la ambigüedad sexual, así como el
transexualismo su forma artificial, y el homosexualismo su forma irónica, lo
queerness constituye un factor de ambigüedad soberana en su totalidad.
Transidentidades
La realidad transexual responde a la exigencia de ser verdaderos en la
sociedad del momento, a la par que ha ido reclamando una identidad
propia, en un sentido transgresor que ha posibilitado el reconocimiento de
distintas orientaciones. En la actualidad, aún se desconoce su dimensión
porque se ha relacionado con la representación de un deseo en cuerpos
equivocados. Partiendo del reconocimiento de que hay mayor variabilidad
de deseos personales que de opciones sexuales, cultural y socialmente
aceptadas, no ayuda a clarificar la expresión transgenérica. Sin embargo,
tal variabilidad de deseos personales obedece a una idea singular de ver el
mundo, donde se mezcla el hecho de haber nacido en una sociedad/cultura
errónea, junto a un deseo ambiguo y provocador, de connotaciones
ergotistas por su alto grado de auto referencialidad. Además, las personas
transexuales conviven en su propia subcultura, como hace la mayoría a
diario a la sombra de poderes que los subyugan y se considera tradicional.
Resulta ridículo que se escandalicen aquellos que tienen más que callar
que los otros que miran para otro lado, que no aceptan la hormonación ni
nada que les contradiga, y sin embargo abusan de productos y sustancias
nocivas para su salud.
Los abogados que defienden los derechos de los transexuales recurren a la
doctrina del código civil llamada “Fumus del buen derecho”, también
conocida como la teoría de la apariencia de la buena justicia, que protege
la apariencia o ficción. Por otra parte, en psiquiatría se considera el
impacto simbólico del cambio de nombre como equiparable o superior al de
la cirugía de reasignación de género, y menos arriesgado.3
La reorientación
documental es equivalente a una sanción social, aunque la institucionalización de la
migración de género refuerza el conformismo, en la medida en que sitúa a nivel individual,
nunca a nivel colectivo. Pero no nos engañemos, toda acción humana parte de un interés
personal con extensiones interesadas, que afecta a determinadas personas, nunca a todas.
Ya, la presencia médica otorga legitimidad social y un trato terapéutico que conlleva la
aceptación social por razones humanitarias, pero no por convencimiento o simplemente
atendiendo a los principios bioéticos de justicia y no maleficencia.
Los cambios en contextos legales reaccionan en contra de la regulación de los tratamientos
de reasignación de género por parte del Estado, como si se necesitase corroborar lo que por
naturaleza se da autoidentificado, por ejemplo como transgénero. Esta auto-creación radical
pone de manifiesto su propio futuro desmontando el vínculo genitales/género, con el fin de
crear nuevas jerarquías dependiendo de si eres más o menos queer o más o menos fluido. A
pesar de que surjan de identidades capacitadas hay que alterar el nuevo manual DSM-5 tras
descartar la utilización de “incongruencia de género” y de disforia de género. No podemos
eludir el grado de excitación y de identificación con el género opuesto, en todos los casos si
cabe, pero que cuando se denomina “Desorden transvéstico” al placer de travestirse en lugar
de “Fetichismo transvéstico”, pues no deja de ser un elemento prejuiciado de primer orden.
Medir el grado de excitación es tan absurdo como ningunear una realidad latente desde el
origen de los tiempos, aunque el borrador actual del DSM-5 hace referencia a “algún género
alternativo” que no debe ser incompatible, sino complementario con lo normativo.
En suma, sentimientos, reacciones, comportamientos sexuales y roles de género
permanecen identificados como generadores de rígidas dicotomías que
contemplan figuras de género no diádicas, por lo que requerimos de figuras de
género no diádicas, en tanto que configuremos una germanía dialéctica por
estudiosos con ánimo subversivo, y no menos intelecto crítico. La polémica del
cuerpo generizado debería estar resuelta desde la citación de los estándares
normativos de identidad, pues nunca se llega a un ideal cuya perfección es, por
definición, inalcanzable ni proclive a unos ideales de género irrealizables. El reto
entre el imperativo terapéutico y la obligación ética de contribuir a la aceptación
social de la fluidez de género, da cabida institucional a dicha fluidez con el fin de
promover la tolerancia social, pero también para la flexibilidad y la complejidad
humana.
Declararse trans*
El modelo biopsicosocial con visión inclusiva de la salud muestra el hecho
trans* como una expresión más de la diversidad de género y
3
Baldiz, M. “El psicoanálisis contemporáneo frente a las transexulidades” en MISSÉ, M. Y
COLL-PLANAS, G. (editores) (2010: 152) El género desordenado: Críticas en torno a la
patologización de la transexualidad, Barcelona, Egales. 2010: 141-155.
autodeterminación de la identidad de género de la persona. Se legitima a un
tipo de “ser trans” bajo la sospecha de ser disfórica, mientras que hay otra
vía como en TRÀNSIT no basada en la adecuación terapéutica, sino en la
adaptación sin rutas de transición. La práctica trans* en este sentido se
basa en la autodeterminación y el propio deseo a través de entrevistas
profundas con escucha activa y abierta para atender el proceso de
subjetivización. La relación terapéutica es de profesional a paciente, pero
en Trànsit el proceso es un método orientado para promover un mayor
autoconocimiento y desarrollo de la autonomía psicológica. Generalmente,
la fórmula médica es clasista y capacitista, que niega el acceso a quien no
se someta al binarismo, aunque sea migrando de un género a otro. Lamarck
piensa que la necesidad crea el órgano y en consecuencia, dota a los
fluidos internos de los organismos de la capacidad para modificar los
órganos de los mismos, que no es una explicación genérica, pero podría
inducir una analogía insensata sobre las interrelaciones entre las otras
ciencias y una sociedad cada vez más desprendida en el campo de la
taxonomía.
Estamos ante un cambio adaptativo bastante artificial, y si un individuo
podría tener alterado el funcionamiento de un gen debido a lo que comían
sus padres, qué decir de una mutación al azar de variación aleatoria, ya
descrito por Darwin. A lo largo de la historia de la ciencia, no ha sido
posible comprender estos cambios, heredados mediante transferencia
horizontal de material genético o verticalmente en la familia, pero lo que
nadie se atreve a defender es una causa más epigenética o creacionista,
abriendo paso a un diseño inteligente. Esta vectorialidad, exenta de
prejuicio, conduce a las especies a ser más complejas y perfectas, por
ejemplo los organismos adquieren caracteres que no tenían sus
progenitores y por tanto la adaptación a cualquier realidad siempre será
natural. El transformismo es la teoría de la mutación de los seres vivos, es
contrario a la representación metafísica de la inmutabilidad y
perfectamente compatible con la teoría de la evolución.
La determinación del hecho queer/cuir nos retrotrae a un totemismo propio
de un intelectual contemplativo, especialmente consciente y comprometido
hasta cierto punto, porque su pensamiento no puede sin más, resolverse en
un sentido estructural-funcionalista. El fenómeno se produce entre lo ideal
y la realidad, de modo empírico y no estrictamente filosófico, perdiendo la
ocasión de demostrar su naturaleza orgánica. En cambio, establece una
diferenciación novedosa entre dos tipos de sociedades con tendencia a la
solidaridad, como idea del evolucionismo social. Es la razón por la que va
perdiendo su fuerza fisicalista en la posmodernidad y su “densidad”,
entendiendo por tal una hiperespiritualidad de género, conforme a una
realidad supraindividual y un poder aglutinante, de fuerzas actuantes donde
la sociedad no aparece solamente como una fuerza de presión. Por lo
demás, el totemismo y el transformismo se manifestan en varias formas y
tipos de diferentes contextos, como el fetichismo protector (símbolo) y una
exogamia impuesta por la exigua dualidad social. En la práctica el
totemismo humano se ve sobrepasado en su socialización y en la formación
de la personalidad, ya que las conexiones entre lo contingente y lo
arbitrario ya son indirectas.4
La única relación entre el progreso y el mito es
una relación enmascarada o metafórica, no fundada en la continuaidad.
Uno de los primeros postulados de la naturaleza humana se pierde en los
entresijos de la teoría debido a las carencias gnoseológicas en sus
costumbres, que hacen posible la naturaleza histórica y cambiante de la
sociedad. Como lo permanente posibilita lo mudable la seducción y la
creencia maximizan su satisfacción física en detrimento de su propio
bienestar objetivo, entrando en colisión con el reconocimiento social, de
sus propias comunidades. Los intereses y preferencias del individuo en su
totalidad coexisten en conflicto con sus estructuras de desigualdad,
privilegio y diferenciación interna, a lo que hay que añadir su bienestar
subjetivo. Ya egoísta y competitivo,5
va en contra de la forma programada y
se atreve a rebelarse contra el materialismo eliminativo para una vida en
ausencia de los demás. Las investigaciones sobre el cerebro humano han
desvelado que la emocionalidad es una parte fundamental en la toma de
decisiones y la cognición, por lo que la racionalidad desempeña una función
crucial en la transición de género. Puede incubar la adquisición de
respuestas condicionadas frente a las amenazas aversivas, en un ambiente
de conflicto con miras a satisfacer necesidades inmediatas, prosociales y
de supervivencia del yo. El cerebro en gran medida también aumenta su
gratificación neuroquímica con el logro de los objetivos vitales y la
oportunidad de reafirmar nuestra autenticidad como individuos.
La transexualidad no produce picos en los niveles de dopamina, lo que
atestigua como obra es el individualismo metodológico entre sus más
nobles pasiones. La sustancia material o espiritual no existe como patrón,
pues hay que mantener intacta la libertad para no caer bajo el juicio de las
4
Queda lejos la creencia de que los niños son reencarnaciones de animales o vegetales
por el mero hecho de haber sido consumidos en el estado de gestación. Estas figuraciones
eran equivalentes para saber cual era la primitiva y la derivada.
5
La “Teoría de la capa” (planteada por Frans de Waal) sostiene principalmente que: la
moralidad no es sino una ocurrencia tardía, mientras que, en esencia, los humanos somos
seres egoístas y competitivos. 
potencias y las facultades humanas. Conocer estos rasgos es fundamental
para analizar la ideología de género, no unificada ni permite poner en
cuestión nociones que se tenían por normas de validez universal. Sujeto y
cuerpo en clara disonancia implica una construcción de la identidad
personal, a la cuál responde su mejor diseño. No puede haber en el futuro
una cultura de dominación con una clara cobertura ideológica, que prime
sobre las demás sin la participación de los otros. Quienes se debaten en la
construcción de su abyecta condición para declararse autónomo e
independiente de toda limitación de género, se encuentran con otro
problema de la acción moral, entre el «ser» y el «deber ser» por la
consistencia misma.6
Al mismo tiempo, como alternativa a la capacidad de
decidir, se suma un esfuerzo de indagación y de síntesis superadora. Para
enfrentarse a su ambivalencia nada mejor que un diálogo entre el individuo
y sus otros de referencia,7
en el que lo más específicamente cultural de la
condición trans* no contradiga su peculiar enfoque de la realidad.
Sin duda, la cultura es producto de la disposición inteligente para sobrevivir
interesadamente, pero a la vez excluye todo aquello qu ele parece
disonante o falto de estética, llegando a rayar en el desprecio por ser
despreciable atómicamente hablando. Por tanto, no se cumple el rol
cultural que se presupone definido por su desarrollo y la liberación del
sujeto racional. En la perspectiva kantiana la vida ética exige el
reconocimiento de los otros como seres dignos y libres, razón de más para
afrontar la naturaleza en sus aspectos más variopintos. En Ortega,8
se
considera la existencia de los otros como iguales a nosotros, pero además
se integra a los otros en el sujeto como su propia circunstancia, aunque la
empatía posmoderna se encamina a una crionizada y acelerada reputación.
Como vemos, todo intento de humanizar a la bestia es en vano, y es que
desde una perspectiva empírica, tanto una visión determinista como la
postulación de un ser humano radicalmente libre no parecen sostenerse.9
6
Sloterdijk P. (2003) en Esferas I. Burbujas, subraya que interrogarnos por dónde estamos
nos lleva a pensar el habitar del hombre como un estar en esferas, espacios de
relacionalidad que le van configurando pero que él mismo también configura, espacios que
al romperse abren al individuo a nuevos modos de estar en nuevas esferas.
7
Paul Ricoeur en Soi-même comme un autre, lantea una dialéctica entre el «sí-mismo»
(soi) y el «otro» (autre que soi) o ipseidad como alteridad de un modo tan íntimo que uno
no se piensa sin el otro, uno mismo en tanto que otro.
8
Ortega y Gasset, J. (1983) Meditaciones del Quijote (Obras Completas, tomo I). Alianza,
Madrid y Revista de Occidente.
9
Fierro, A. (2002) Personalidad, persona, acción. Un tratado de psicología. Madrid, Alianza
Editorial.
En principio, la acción que ha propiciado el principio es creadora de
humanidad y ese inicio es lo que específicamente le define.
Precisamente, la complejidad interna consiste en una realidad
polisistémica, donde la unidualidad cuerpo y psique configuran una
totalidad,10
aunque no son idénticas entre sí; en el caso binarista es una
unidad funcionalmente necesaria y suficiente, en cambio, desde lo trans el
sujeto queda configurado por una multiplicidad de fenómenos y procesos
que no guardan unidad entre sí. Singularmente, para las teorías
personológicas, todos los fenómenos de personalidad constituyen
manifestaciones de un idéntico principio sustancial, que ya en su
dinamismo pueden alojarse en la autoconciencia y desprenderse de ella
con total pragmatismo. En consecuencia declararse trans* llega a crear
algo paralelo que nadie puede invocar en nombre de nadie. Este “Yo”
afronta la realidad y aun la transforma, emplea el lenguaje de manera
imperfectamente unificada en narraciones sobre y para uno mismo, de
manera que, la propia experiencia fabrica su proyecto y conserva una cierta
identidad en el tiempo. Se puede explicar su puesta en acción
teleológicamente, pero solo se puede considerar una dicotomía el intento
de superación de una precondición biológica u ontogenética, a cambio de
obtener una identidad de emancipación personal, dada su efectiva
posibilidad de realización.11
Cтранность (extrañeza)
Al tratarse de conductas sociales específicas, las habilidades personales
dependen del contexto en el que han de desarrollarse, y en esta conjunción
nuestras posibilidades de bienestar, no siempre están garantizadas en
ninguna democracia. El reconocimiento de nuestra verdadera identidad es
necesario si queremos una correcta vida colectiva, lo extraño es que este
simple y humilde derecho suele ser vetado sistemáticamente por los peores
gobernantes, que nadie sabe como llegan con tan pocos méritos. Por otra
parte, sabemos que hay normas convivenciales para poder exigir el respeto
10
GREENWALD, A. G. (1980) The totalitarian ego: Fabrication and revision of personal
history, American Psychologist, 35, 603-618.
11
El sujeto asimila y desarrolla a lo largo de su vida aquellas competencias que,
posteriormente, se proyectan en su conducta. Las competencias de la persona «pueden
considerarse una categoría específica de notas o características individuales» (Bernal, A.
(2003: 246) El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos
pedagógicos, Revista Española de Pedagogía, LXI (225) 243-261)
a unos derechos civiles, políticos, sociales o de calidad de vida,12
en el
núcleo de una ciudadanía responsable. La identidad moral se ejerce
voluntariamente, la sexual también, pero la de género precisa de una
interpretación de la realidad, a un nivel biopsicosocial en una cultura
determinada, plagada de contenidos implícitos y huérfana de otros
explícitos. Cada persona percibe el mundo como una experiencia integrada,
inicialmente en hábitos aprendidos que con el tiempo se acepta sin
reflexión, o se cuestiona como disertación.13
Mi conducta como tal,
dependerá del grado de satisfacción respecto de esas conductas sociales,
a favor o en contra de nuestra diversidad.
No hay razón ni lógica que valga al desarrollar la capacidad de conocerse,
porque con tres cerebros antagónicos es imposible acertar en el
funcionamiento global, previa conformidad de alguno de ellos. El
pensamiento tradicional tiene dificultades para considerar las emociones
desde la perspectiva de la racionalidad y viceversa, mientras los instintos
reptilianos sacuden la conciencia con impulsos, de hecho subversivos. No
obstante, no es extraño que todo se racionalice para enfatizar el ánimo de
su dimensión emocional, que aunque sea transversal, en el caso trans*
puede coadyuvar una predisposición básica magnificada o victimizada con
tintes de histeria de género. Es decir, el temperamento suele ser
performativo para desprenderse de sentimientos negativos, pero sobre todo
un instructor creativo con el que la consiguiente influencia en la
conformación de su autoestima, ha de hedonizar el intelecto. Pero, aunque
el reconocimiento y control positivo de los sentimientos predispone
asimismo para la comprensión y entendimiento de los sentimientos de los
demás, si no hay reciprocidad no hay encaje alguno con la normatividad.
A nivel teórico, sin interacción emocional entre un sujeto y otro no hay
sabiduría emocional, por lo que las personas rechazadas por su condición
de todo tipo, pueden hacer una observación crítica en beneficio de su
potencial sabiduría prosocial, cambiando las reglas y recibiendo de ellas
igualmente cierta plenitud. La construcción de la propia identidad en el
seno de la democracia nos convierte en agentes del autogobierno, de cuya
conciencia moral autónoma emerge el derecho a ser diferentes. No se trata
de una conciencia indeterminada, en todo caso flexible y de una cierta
ingenuidad si cabe. Ser y no ser al mismo tiempo conlleva un plus de
12
Escámez, J. y Gil, R. en La educación en la responsabilidad. Barcelona, Paidós. 2001: 40.
13
El sentido creativo en el dominio de los valores demanda una actitud crítica hacia
cualquier forma de ser o vivir que la realidad parezca imponer, porque «ser humano
consiste en buscar la fórmula de la vida humana una y otra vez» (Savater en El valor de
elegir. Barcelona, Ariel. 2003: 33)
naturaleza añadida, y en ese sentido, la reflexión y la respuesta pueden ser
transgresoras, en buscar la fórmula de la vida humana una y otra vez.14
Se cree que una visión indeterminada de la identidad del sujeto aspira a
constituirse en viático para las posibilidades de crecimiento autónomo
personal,15
de ser así, la transferibilidad de género seguiría sometida a
otras exigencias en cada estado. Esta incertidumbre es habitual en los
procesos de construcción de la identidad, pero no deja de ser tan
ilusionante como ancestral en la búsqueda del Dorado o de la Sexualidad
dorada, ajena a toda resignación escéptica. Lo trans* no necesita
justificarse, sino ilustrarse de lo desconocido como entidad simbólica a la
que pertenece, luego su existencia no es una falsa certeza ni pretende
opacar el sol con un dedo culpabilizador, llanamente es doblemente
retratada cuando el individuo concreto conquista una imagen propia,
diferente de la genérica y por ende objeto de controversia y extrañeza. Y es
que, tanto al artista como a la persona trans* se le exige una franqueza
fuera de toda duda, porque su cometido es la de representar el ideal del
retratado.
En el afán de transparencia, la imagen individual suele ser aislada
artificialmente de su medio habitual, tratando de destacarse de la mayoría
ofreciendo un modelo más elaborado de su expresión personal. La
necesidad de la imagen identificada en los foros sociales pone de
manifiesto una reiteración desmesurada que a veces borra la definición
buscada, llegando a una contradicción de la propia definición. Asimismo, y
a modo de reivindicación de su sexo, la pauta a seguir no es la similitud que
haya entre las estructuras del cuerpo, sino la representación destacable de
la propia función simbólica. La transexualidad se encuentra comulgante
entre la fascinación por el erotismo y la muerte, como último acto de
profunda autonomía, a pesar de que para el binarismo se considere una
puesta en escena o un acto de trivialidad narcisista. Ni podemos, si
sabremos jamás sus razones para enfrentarse a una sociedad displicente y
empeñada en mantener un contexto sectario de holocausto genérico.
En este relato no se hace una defensa a ultranza de lo trans* como parte o
razón alegórica de una posición entre otras más claras, lo que evidencia su
14
Savater, F.en El valor de elegir. Barcelona, Ariel. 2003: 33.
15
Bernal Guerrero, A. en La construcción de la identidad personal como proyecto de
educación moral. Supuestos teóricos y delimitación de competencias. Ediciones
Universidad de salamanca. 2003, pp. 129-160.
intención de introducirse en la personalidad del que transita de un género a
otro, se ha transformado en hallar claves que ayuden a entender el
fenómeno en su singularidad manifiesta. Este uso de la nueva imagen
descarga toda la importancia casi siempre sobre el propio cuerpo, por lo
que la ira se ciñe sobre ese blanco fácil, que justifica las ridículas
interpretaciones psicoanalíticas, desconocedoras a todas luces del tema.
Lo que debemos saber es que hay que establecer los límites a todo aquello
que perjudica la salud y la integridad del ser humano, pues produce una
reversibilidad, o reciprocidad entre el espacio del sujeto que observa, el
espectador, y el sujeto protagonista que a su vez, se bifurca en dos
mitades. Debido a este doble proceso, nuestra existencia corporal es
simultáneamente descubierta y ocultada, tentada incluso por el exceso que
se hospeda en el corazón del placer, como un remedio ante una carencia.16
Ser una persona queer/cuir no es fácil ni cómodo, primero porque
acrecienta la sinrazón de quienes en su mentalidad tan básica, ni quieren
oir hablar de alternancias que no sean materiales o frivolidades para su
armario. En segundo lugar porque estamos de nuevo fuera de lo humano,
aguantando una falta de realismo y un deseo que no cesa de acrecentarse,
por más que se reprima lo que en evidencia clama colmarlos de nuestra
esencia misma. La sociedad, me temo que no tolera otra cosa que su
estupidez privilegiada del exceso, avalada por su extravagancia esencial y
una Voluntad ciega, para hacer daño conscientemente a través de ese
“contentillo” popular que escapa al logos y que lo excede.17
No podemos ser
condescendientes ni reflejarnos en ellos, los ¿normales? tan ligados a algún
instinto para la inhumanidad,18
persistiendo en la ignominia de sus afectos
nocivos embriagados de una sublimación, en favor de la cual, el yo se pone
al servicio de las pulsiones de destrucción.19
Su lógica esencial está
deseada por ella misma, que pide ser integrada, simbolizada y excedida20
por la tensión del deseo imposible. El problema del binarismo es la
retroactividad reprimida de su dimensión de exceso, permeneciendo en ese
bucle molestos en un glorioso desatino, es un morir casi del todo y a todas
las cosas del mundo.21
16
Reizhunger sobre la búsqueda infinitamente repetida de un objeto faltante, agrega una
explicación "metapsicológica", que concierne a esos seres "místicos" que son las
pulsiones: "Es posible, escribe, que alguna cosa, en la naturaleza misma de la vida sexual
no sea favorable a la plena satisfacción" (1969, p. 64)
17
Platon (2003) Diálogos, vol. V: Sofista. Madrid, España: Gredos.     
18
Montaigne, en el capítulo II (11) de los Ensayos, consagrado a "La crueldad" (1969, 102)
19
Freud, S. (1923) El Yo y el Ello, 1991: 289.
20
Derrida, J. (1972) La pharmacie de Platon, In, La dissémination. Paris, France: Le Seuil.
21
Rojas Miranda, J. S. (2016) La filosofía del exceso. Praxis Filosófica, (42) 263-274.
En la transexualidad se quiere ver a un cuerpo ausente y en retirada, donde
el Ser atestigua que excede toda presencia y no tiene otro lugar que la
Nada,22
pero mientras en ambos géneros persiste la obsesiva revindicación
de su ex-sistencia limitada por la muerte, el rechazo de lo real estaría
ritualizado y además contradice nuestro deseo de eternidad. De este modo,
el ser-en-el-mundo enuncia la existencia fáctica como posibilidad, que no
es mas que la aperturidad del comportamiento. La pasividad, para
Heidegger, es lo que abre la posibilidad de que el ser-con no sea exclusivo
de la relación con los otros, por lo que hay que exteriorizar ese “pathos23
posibilitador” para significarnos identitariamente y referenciarnos de paso
entre los útiles. Conforme a ello, una suerte de reconocimiento del sí-
mismos nos ha de anticipar al mundo de la interpretación de Lafont, no ya
como plexo simbólico, sino para convertirse en “sentido” del ser. En suma,
el sentido de género ya no se identifica con el significado, sino que se
inscribe como esta diferencia ontológica que constituye al ser diferenciado
o multiplicado.
De acuerdo con ello, interpretamos que el mundo no está integrado de
diversos géneros, en todo caso de comportamientos preformativos que
hacen posible una circulación de sentido de la mundialidad, a la que se
refiere ingenuamente la declaración universal de los Derechos Humanos.
Cada creación de género o pensamiento participa de un sentido de la
mundialidad en términos de raciocinio y singularidad para transformar la
pluralidad del ser. El propio concepto de mundo pone en discusión la
definición del “sentido” en general, donde los singulares que participan del
mundo y a su vez lo integran, constituyen una verdadera transformación
frente a la imposibilidad de la representación del mundo. En realidad, la
experiencia del lenguaje como paradoja contiene toda la legitimidad en el
caso de personas al límite de lo normativo. Por otro lado, hay que resaltar
que la creación, en la medida en que es necesariamente singular, pone
énfasis en el carácter diferencial de cada existencia sobre la cual podemos
pensarla como una apertura de sentido en su sensualidad originaria.24
No hay impropiedad en un género disidente porque tampoco es inapropiado,
ni va contra la razón, pues la paradoja se sustantiva precisamente en su
insignificancia, como aperturidad de ser pensada en dos sentidos. Ya en la
niñez el narcisimo se instaura en su psiquismo al ser mimados por unos
22
Heidegger, M. (1997) Ser y Tiempo (Trad. Rivera, J.) Santiago, Chile: Editorial
Universitaria.  
23
Podría decirse que la deficiencia del quehacer abre el pathos, al interrumpir la
cotidianidad del ocuparse y nos dispone al dejar ser.
24
Rodal, S. La disposición ontológica de la creación como ser-en-el-mundo, Tesis doctoral,
Universidad de Barcelona, Departamento de Filosofía. 2017.
padres, ya mediatizados, y se va desarrollando paralelo a un complejo de
castración relevante y dañino, hasta que este narcisismo renacido sucumbe
a la represión patológica, al entrar en conflicto con las representaciones
éticas y culturales de los individuos. Esta dramaturgia esperpéntica, aún
antes de llegar a la conciencia, conforma un Yo ideal, ajeno a la perfección
narcisista de su niñez, que proyecta una disconformidad en la manera de
rodar el cuerpo en ese campo. Al ideal cuando se le sublima elevamos las
exigencias del Yo, y en su vida cotidiana comienza un delirio de
autoreferencia, que en el caso del cisgénero, queda justificada. En cambio,
al ejercer la crítica desde lo trans* intervienen no tanto grandes
magnitudes de libido, sino la función autocrítica de la conciencia, de cómo
siente y no ve el mundo. No hay paranoia en esta introspección, ya que está
estrechamente vinculada al deseo de saber y a la investigación sexual en
su conjuntividad, sea cual fuere su resultado y ubicación. Tengamos en
cuenta que desde una posición transvestida conformista a una operación
de sexo conformante, hay todo tipo de tendencias represoras dominantes
en el Yo, que no van a mermar la convicción de quien se ve en el otro lado.25
25
Henry Miller “ Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”.

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  • 1. Del tópico genérico al ideal trans* de coherencia normativa Michaelle de fran Martínez Auteur: Michaelle de fran Martínez
  • 2. @ uccreativa.org Coverdesign: Pierre Dupont ISNN: 2605-3292 © Dèu Queerness
  • 3. Contraplano Siguiendo la lógica discursiva en los “protocolos médicos de determinación del sexo definitivo” a modo de citación, la intersexualidad contiene una interpretación biopolítica insurgente, ya que un cuerpo en permanente transición plantea la posibilidad de emancipación, dado que no se puede argumentar una ambigüedad fisiológica. Lo que si podemos es mostrar cómo la represión falsea la propia identidad sexual hasta hacerla irreconocible para el individuo, por una parte, sugiriendo un travestismo impuesto e ignorado (Faulkner)1 en su subtexto político. Por otra, contrasta la visión optimista de la ciencia respecto a la injerencia científico-legal frente a la injerencia clínica, bajo una óptica más positiva, de forma casi más determinante cuanto su interacción social difumina la distinción entre valores normativos. La seducción posmoderna aparece como una mutación de la figura libidinal en una libre disposición del cuerpo anexionado al sexo de personalización, que ha llegado a renegar de su nombre para sustituirlo por un símbolo. La expresión del rol de género hace suponer que la persona transgenérica o transexual "cambia de sexo", aunque esta situación fuere imprecisa técnicamente, en virtud de que lo que cambia legalmente es la identidad jurídica de la persona por existir una discordancia entre el sexo registral o de asignación y la identidad de género. Es importante llevar a cabo reformas legales que redunde en beneficio de los interesados, y de esta manera se cumpla con el ideal de la justicia pronta y expedita que establece nuestra Carta Magna. Todos los órdenes de la sociedad posmoderna comienzan a derrumbarse: la liberación sexual, que representó en otros tiempos una trasgresión a las formas instituidas, ha mutado en un erotismo diluido y ambiguo, acaso por exceso y saturación.2 Todo se vuelve indecible y parece flotar en la indeterminación, entre ficción y realidad. Al no existir un referente uniforme, un punto de vista homogéneo y un juicio estético con el que medir los criterios de identidad culturales, la diferencia y la diversidad no sólo se toleran sino que se colaboran. 1 Faulkner, S. (2013) A History of Spanish Film. Cinema and Society 1910-2010. London (United Kingdom) New Delhi (India), New York (United States) Sydney (Australia) Bloomsbury. 2 Cocimano, G. Ambigüedades. El transgénero en la posmodernidad. Margen Cero.
  • 4. Aflora una figura inédita de lo femenino y feminizante, al asumir el discurso de la dualidad en la percepción-representación de los géneros, para luego anormalizar lo femenino como algo propio de la mujer. Y a todo esto, la existencia de múltiples identidades ejerce una gran fascinación sobre diversas culturas, credos y logias del pensamiento cruzados. Se avecina la Mujer-Máquina para señalar el carácter androide light posmoderna, no ambiguo sexualmente en cuanto a su opción sexual, sino porque su identidad está en tránsito. Los viejos héroes se han convertido en sensibles heroinas, inexorablemente transmisibles de libertad. La forma difusa en la que los sexos entremezclan sus signos, desde una forma de indiferencia al goce, embarullados en todas partes menos en el sexo mismo. Este primigenio desecho que ha contaminado todas las disciplinas, ahora ha dejado paso a un erotismo estrecho de significado, cuya figura se fundamenta en la fusión y la supresión del límite. Ahora bien, si el travestismo es la forma paródica de la ambigüedad sexual, así como el transexualismo su forma artificial, y el homosexualismo su forma irónica, lo queerness constituye un factor de ambigüedad soberana en su totalidad. Transidentidades La realidad transexual responde a la exigencia de ser verdaderos en la sociedad del momento, a la par que ha ido reclamando una identidad propia, en un sentido transgresor que ha posibilitado el reconocimiento de distintas orientaciones. En la actualidad, aún se desconoce su dimensión porque se ha relacionado con la representación de un deseo en cuerpos equivocados. Partiendo del reconocimiento de que hay mayor variabilidad de deseos personales que de opciones sexuales, cultural y socialmente aceptadas, no ayuda a clarificar la expresión transgenérica. Sin embargo, tal variabilidad de deseos personales obedece a una idea singular de ver el mundo, donde se mezcla el hecho de haber nacido en una sociedad/cultura errónea, junto a un deseo ambiguo y provocador, de connotaciones ergotistas por su alto grado de auto referencialidad. Además, las personas transexuales conviven en su propia subcultura, como hace la mayoría a diario a la sombra de poderes que los subyugan y se considera tradicional. Resulta ridículo que se escandalicen aquellos que tienen más que callar que los otros que miran para otro lado, que no aceptan la hormonación ni nada que les contradiga, y sin embargo abusan de productos y sustancias nocivas para su salud. Los abogados que defienden los derechos de los transexuales recurren a la doctrina del código civil llamada “Fumus del buen derecho”, también conocida como la teoría de la apariencia de la buena justicia, que protege
  • 5. la apariencia o ficción. Por otra parte, en psiquiatría se considera el impacto simbólico del cambio de nombre como equiparable o superior al de la cirugía de reasignación de género, y menos arriesgado.3 La reorientación documental es equivalente a una sanción social, aunque la institucionalización de la migración de género refuerza el conformismo, en la medida en que sitúa a nivel individual, nunca a nivel colectivo. Pero no nos engañemos, toda acción humana parte de un interés personal con extensiones interesadas, que afecta a determinadas personas, nunca a todas. Ya, la presencia médica otorga legitimidad social y un trato terapéutico que conlleva la aceptación social por razones humanitarias, pero no por convencimiento o simplemente atendiendo a los principios bioéticos de justicia y no maleficencia. Los cambios en contextos legales reaccionan en contra de la regulación de los tratamientos de reasignación de género por parte del Estado, como si se necesitase corroborar lo que por naturaleza se da autoidentificado, por ejemplo como transgénero. Esta auto-creación radical pone de manifiesto su propio futuro desmontando el vínculo genitales/género, con el fin de crear nuevas jerarquías dependiendo de si eres más o menos queer o más o menos fluido. A pesar de que surjan de identidades capacitadas hay que alterar el nuevo manual DSM-5 tras descartar la utilización de “incongruencia de género” y de disforia de género. No podemos eludir el grado de excitación y de identificación con el género opuesto, en todos los casos si cabe, pero que cuando se denomina “Desorden transvéstico” al placer de travestirse en lugar de “Fetichismo transvéstico”, pues no deja de ser un elemento prejuiciado de primer orden. Medir el grado de excitación es tan absurdo como ningunear una realidad latente desde el origen de los tiempos, aunque el borrador actual del DSM-5 hace referencia a “algún género alternativo” que no debe ser incompatible, sino complementario con lo normativo. En suma, sentimientos, reacciones, comportamientos sexuales y roles de género permanecen identificados como generadores de rígidas dicotomías que contemplan figuras de género no diádicas, por lo que requerimos de figuras de género no diádicas, en tanto que configuremos una germanía dialéctica por estudiosos con ánimo subversivo, y no menos intelecto crítico. La polémica del cuerpo generizado debería estar resuelta desde la citación de los estándares normativos de identidad, pues nunca se llega a un ideal cuya perfección es, por definición, inalcanzable ni proclive a unos ideales de género irrealizables. El reto entre el imperativo terapéutico y la obligación ética de contribuir a la aceptación social de la fluidez de género, da cabida institucional a dicha fluidez con el fin de promover la tolerancia social, pero también para la flexibilidad y la complejidad humana. Declararse trans* El modelo biopsicosocial con visión inclusiva de la salud muestra el hecho trans* como una expresión más de la diversidad de género y 3 Baldiz, M. “El psicoanálisis contemporáneo frente a las transexulidades” en MISSÉ, M. Y COLL-PLANAS, G. (editores) (2010: 152) El género desordenado: Críticas en torno a la patologización de la transexualidad, Barcelona, Egales. 2010: 141-155.
  • 6. autodeterminación de la identidad de género de la persona. Se legitima a un tipo de “ser trans” bajo la sospecha de ser disfórica, mientras que hay otra vía como en TRÀNSIT no basada en la adecuación terapéutica, sino en la adaptación sin rutas de transición. La práctica trans* en este sentido se basa en la autodeterminación y el propio deseo a través de entrevistas profundas con escucha activa y abierta para atender el proceso de subjetivización. La relación terapéutica es de profesional a paciente, pero en Trànsit el proceso es un método orientado para promover un mayor autoconocimiento y desarrollo de la autonomía psicológica. Generalmente, la fórmula médica es clasista y capacitista, que niega el acceso a quien no se someta al binarismo, aunque sea migrando de un género a otro. Lamarck piensa que la necesidad crea el órgano y en consecuencia, dota a los fluidos internos de los organismos de la capacidad para modificar los órganos de los mismos, que no es una explicación genérica, pero podría inducir una analogía insensata sobre las interrelaciones entre las otras ciencias y una sociedad cada vez más desprendida en el campo de la taxonomía. Estamos ante un cambio adaptativo bastante artificial, y si un individuo podría tener alterado el funcionamiento de un gen debido a lo que comían sus padres, qué decir de una mutación al azar de variación aleatoria, ya descrito por Darwin. A lo largo de la historia de la ciencia, no ha sido posible comprender estos cambios, heredados mediante transferencia horizontal de material genético o verticalmente en la familia, pero lo que nadie se atreve a defender es una causa más epigenética o creacionista, abriendo paso a un diseño inteligente. Esta vectorialidad, exenta de prejuicio, conduce a las especies a ser más complejas y perfectas, por ejemplo los organismos adquieren caracteres que no tenían sus progenitores y por tanto la adaptación a cualquier realidad siempre será natural. El transformismo es la teoría de la mutación de los seres vivos, es contrario a la representación metafísica de la inmutabilidad y perfectamente compatible con la teoría de la evolución. La determinación del hecho queer/cuir nos retrotrae a un totemismo propio de un intelectual contemplativo, especialmente consciente y comprometido hasta cierto punto, porque su pensamiento no puede sin más, resolverse en un sentido estructural-funcionalista. El fenómeno se produce entre lo ideal y la realidad, de modo empírico y no estrictamente filosófico, perdiendo la ocasión de demostrar su naturaleza orgánica. En cambio, establece una diferenciación novedosa entre dos tipos de sociedades con tendencia a la solidaridad, como idea del evolucionismo social. Es la razón por la que va
  • 7. perdiendo su fuerza fisicalista en la posmodernidad y su “densidad”, entendiendo por tal una hiperespiritualidad de género, conforme a una realidad supraindividual y un poder aglutinante, de fuerzas actuantes donde la sociedad no aparece solamente como una fuerza de presión. Por lo demás, el totemismo y el transformismo se manifestan en varias formas y tipos de diferentes contextos, como el fetichismo protector (símbolo) y una exogamia impuesta por la exigua dualidad social. En la práctica el totemismo humano se ve sobrepasado en su socialización y en la formación de la personalidad, ya que las conexiones entre lo contingente y lo arbitrario ya son indirectas.4 La única relación entre el progreso y el mito es una relación enmascarada o metafórica, no fundada en la continuaidad. Uno de los primeros postulados de la naturaleza humana se pierde en los entresijos de la teoría debido a las carencias gnoseológicas en sus costumbres, que hacen posible la naturaleza histórica y cambiante de la sociedad. Como lo permanente posibilita lo mudable la seducción y la creencia maximizan su satisfacción física en detrimento de su propio bienestar objetivo, entrando en colisión con el reconocimiento social, de sus propias comunidades. Los intereses y preferencias del individuo en su totalidad coexisten en conflicto con sus estructuras de desigualdad, privilegio y diferenciación interna, a lo que hay que añadir su bienestar subjetivo. Ya egoísta y competitivo,5 va en contra de la forma programada y se atreve a rebelarse contra el materialismo eliminativo para una vida en ausencia de los demás. Las investigaciones sobre el cerebro humano han desvelado que la emocionalidad es una parte fundamental en la toma de decisiones y la cognición, por lo que la racionalidad desempeña una función crucial en la transición de género. Puede incubar la adquisición de respuestas condicionadas frente a las amenazas aversivas, en un ambiente de conflicto con miras a satisfacer necesidades inmediatas, prosociales y de supervivencia del yo. El cerebro en gran medida también aumenta su gratificación neuroquímica con el logro de los objetivos vitales y la oportunidad de reafirmar nuestra autenticidad como individuos. La transexualidad no produce picos en los niveles de dopamina, lo que atestigua como obra es el individualismo metodológico entre sus más nobles pasiones. La sustancia material o espiritual no existe como patrón, pues hay que mantener intacta la libertad para no caer bajo el juicio de las 4 Queda lejos la creencia de que los niños son reencarnaciones de animales o vegetales por el mero hecho de haber sido consumidos en el estado de gestación. Estas figuraciones eran equivalentes para saber cual era la primitiva y la derivada. 5 La “Teoría de la capa” (planteada por Frans de Waal) sostiene principalmente que: la moralidad no es sino una ocurrencia tardía, mientras que, en esencia, los humanos somos seres egoístas y competitivos. 
  • 8. potencias y las facultades humanas. Conocer estos rasgos es fundamental para analizar la ideología de género, no unificada ni permite poner en cuestión nociones que se tenían por normas de validez universal. Sujeto y cuerpo en clara disonancia implica una construcción de la identidad personal, a la cuál responde su mejor diseño. No puede haber en el futuro una cultura de dominación con una clara cobertura ideológica, que prime sobre las demás sin la participación de los otros. Quienes se debaten en la construcción de su abyecta condición para declararse autónomo e independiente de toda limitación de género, se encuentran con otro problema de la acción moral, entre el «ser» y el «deber ser» por la consistencia misma.6 Al mismo tiempo, como alternativa a la capacidad de decidir, se suma un esfuerzo de indagación y de síntesis superadora. Para enfrentarse a su ambivalencia nada mejor que un diálogo entre el individuo y sus otros de referencia,7 en el que lo más específicamente cultural de la condición trans* no contradiga su peculiar enfoque de la realidad. Sin duda, la cultura es producto de la disposición inteligente para sobrevivir interesadamente, pero a la vez excluye todo aquello qu ele parece disonante o falto de estética, llegando a rayar en el desprecio por ser despreciable atómicamente hablando. Por tanto, no se cumple el rol cultural que se presupone definido por su desarrollo y la liberación del sujeto racional. En la perspectiva kantiana la vida ética exige el reconocimiento de los otros como seres dignos y libres, razón de más para afrontar la naturaleza en sus aspectos más variopintos. En Ortega,8 se considera la existencia de los otros como iguales a nosotros, pero además se integra a los otros en el sujeto como su propia circunstancia, aunque la empatía posmoderna se encamina a una crionizada y acelerada reputación. Como vemos, todo intento de humanizar a la bestia es en vano, y es que desde una perspectiva empírica, tanto una visión determinista como la postulación de un ser humano radicalmente libre no parecen sostenerse.9 6 Sloterdijk P. (2003) en Esferas I. Burbujas, subraya que interrogarnos por dónde estamos nos lleva a pensar el habitar del hombre como un estar en esferas, espacios de relacionalidad que le van configurando pero que él mismo también configura, espacios que al romperse abren al individuo a nuevos modos de estar en nuevas esferas. 7 Paul Ricoeur en Soi-même comme un autre, lantea una dialéctica entre el «sí-mismo» (soi) y el «otro» (autre que soi) o ipseidad como alteridad de un modo tan íntimo que uno no se piensa sin el otro, uno mismo en tanto que otro. 8 Ortega y Gasset, J. (1983) Meditaciones del Quijote (Obras Completas, tomo I). Alianza, Madrid y Revista de Occidente. 9 Fierro, A. (2002) Personalidad, persona, acción. Un tratado de psicología. Madrid, Alianza Editorial.
  • 9. En principio, la acción que ha propiciado el principio es creadora de humanidad y ese inicio es lo que específicamente le define. Precisamente, la complejidad interna consiste en una realidad polisistémica, donde la unidualidad cuerpo y psique configuran una totalidad,10 aunque no son idénticas entre sí; en el caso binarista es una unidad funcionalmente necesaria y suficiente, en cambio, desde lo trans el sujeto queda configurado por una multiplicidad de fenómenos y procesos que no guardan unidad entre sí. Singularmente, para las teorías personológicas, todos los fenómenos de personalidad constituyen manifestaciones de un idéntico principio sustancial, que ya en su dinamismo pueden alojarse en la autoconciencia y desprenderse de ella con total pragmatismo. En consecuencia declararse trans* llega a crear algo paralelo que nadie puede invocar en nombre de nadie. Este “Yo” afronta la realidad y aun la transforma, emplea el lenguaje de manera imperfectamente unificada en narraciones sobre y para uno mismo, de manera que, la propia experiencia fabrica su proyecto y conserva una cierta identidad en el tiempo. Se puede explicar su puesta en acción teleológicamente, pero solo se puede considerar una dicotomía el intento de superación de una precondición biológica u ontogenética, a cambio de obtener una identidad de emancipación personal, dada su efectiva posibilidad de realización.11 Cтранность (extrañeza) Al tratarse de conductas sociales específicas, las habilidades personales dependen del contexto en el que han de desarrollarse, y en esta conjunción nuestras posibilidades de bienestar, no siempre están garantizadas en ninguna democracia. El reconocimiento de nuestra verdadera identidad es necesario si queremos una correcta vida colectiva, lo extraño es que este simple y humilde derecho suele ser vetado sistemáticamente por los peores gobernantes, que nadie sabe como llegan con tan pocos méritos. Por otra parte, sabemos que hay normas convivenciales para poder exigir el respeto 10 GREENWALD, A. G. (1980) The totalitarian ego: Fabrication and revision of personal history, American Psychologist, 35, 603-618. 11 El sujeto asimila y desarrolla a lo largo de su vida aquellas competencias que, posteriormente, se proyectan en su conducta. Las competencias de la persona «pueden considerarse una categoría específica de notas o características individuales» (Bernal, A. (2003: 246) El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos pedagógicos, Revista Española de Pedagogía, LXI (225) 243-261)
  • 10. a unos derechos civiles, políticos, sociales o de calidad de vida,12 en el núcleo de una ciudadanía responsable. La identidad moral se ejerce voluntariamente, la sexual también, pero la de género precisa de una interpretación de la realidad, a un nivel biopsicosocial en una cultura determinada, plagada de contenidos implícitos y huérfana de otros explícitos. Cada persona percibe el mundo como una experiencia integrada, inicialmente en hábitos aprendidos que con el tiempo se acepta sin reflexión, o se cuestiona como disertación.13 Mi conducta como tal, dependerá del grado de satisfacción respecto de esas conductas sociales, a favor o en contra de nuestra diversidad. No hay razón ni lógica que valga al desarrollar la capacidad de conocerse, porque con tres cerebros antagónicos es imposible acertar en el funcionamiento global, previa conformidad de alguno de ellos. El pensamiento tradicional tiene dificultades para considerar las emociones desde la perspectiva de la racionalidad y viceversa, mientras los instintos reptilianos sacuden la conciencia con impulsos, de hecho subversivos. No obstante, no es extraño que todo se racionalice para enfatizar el ánimo de su dimensión emocional, que aunque sea transversal, en el caso trans* puede coadyuvar una predisposición básica magnificada o victimizada con tintes de histeria de género. Es decir, el temperamento suele ser performativo para desprenderse de sentimientos negativos, pero sobre todo un instructor creativo con el que la consiguiente influencia en la conformación de su autoestima, ha de hedonizar el intelecto. Pero, aunque el reconocimiento y control positivo de los sentimientos predispone asimismo para la comprensión y entendimiento de los sentimientos de los demás, si no hay reciprocidad no hay encaje alguno con la normatividad. A nivel teórico, sin interacción emocional entre un sujeto y otro no hay sabiduría emocional, por lo que las personas rechazadas por su condición de todo tipo, pueden hacer una observación crítica en beneficio de su potencial sabiduría prosocial, cambiando las reglas y recibiendo de ellas igualmente cierta plenitud. La construcción de la propia identidad en el seno de la democracia nos convierte en agentes del autogobierno, de cuya conciencia moral autónoma emerge el derecho a ser diferentes. No se trata de una conciencia indeterminada, en todo caso flexible y de una cierta ingenuidad si cabe. Ser y no ser al mismo tiempo conlleva un plus de 12 Escámez, J. y Gil, R. en La educación en la responsabilidad. Barcelona, Paidós. 2001: 40. 13 El sentido creativo en el dominio de los valores demanda una actitud crítica hacia cualquier forma de ser o vivir que la realidad parezca imponer, porque «ser humano consiste en buscar la fórmula de la vida humana una y otra vez» (Savater en El valor de elegir. Barcelona, Ariel. 2003: 33)
  • 11. naturaleza añadida, y en ese sentido, la reflexión y la respuesta pueden ser transgresoras, en buscar la fórmula de la vida humana una y otra vez.14 Se cree que una visión indeterminada de la identidad del sujeto aspira a constituirse en viático para las posibilidades de crecimiento autónomo personal,15 de ser así, la transferibilidad de género seguiría sometida a otras exigencias en cada estado. Esta incertidumbre es habitual en los procesos de construcción de la identidad, pero no deja de ser tan ilusionante como ancestral en la búsqueda del Dorado o de la Sexualidad dorada, ajena a toda resignación escéptica. Lo trans* no necesita justificarse, sino ilustrarse de lo desconocido como entidad simbólica a la que pertenece, luego su existencia no es una falsa certeza ni pretende opacar el sol con un dedo culpabilizador, llanamente es doblemente retratada cuando el individuo concreto conquista una imagen propia, diferente de la genérica y por ende objeto de controversia y extrañeza. Y es que, tanto al artista como a la persona trans* se le exige una franqueza fuera de toda duda, porque su cometido es la de representar el ideal del retratado. En el afán de transparencia, la imagen individual suele ser aislada artificialmente de su medio habitual, tratando de destacarse de la mayoría ofreciendo un modelo más elaborado de su expresión personal. La necesidad de la imagen identificada en los foros sociales pone de manifiesto una reiteración desmesurada que a veces borra la definición buscada, llegando a una contradicción de la propia definición. Asimismo, y a modo de reivindicación de su sexo, la pauta a seguir no es la similitud que haya entre las estructuras del cuerpo, sino la representación destacable de la propia función simbólica. La transexualidad se encuentra comulgante entre la fascinación por el erotismo y la muerte, como último acto de profunda autonomía, a pesar de que para el binarismo se considere una puesta en escena o un acto de trivialidad narcisista. Ni podemos, si sabremos jamás sus razones para enfrentarse a una sociedad displicente y empeñada en mantener un contexto sectario de holocausto genérico. En este relato no se hace una defensa a ultranza de lo trans* como parte o razón alegórica de una posición entre otras más claras, lo que evidencia su 14 Savater, F.en El valor de elegir. Barcelona, Ariel. 2003: 33. 15 Bernal Guerrero, A. en La construcción de la identidad personal como proyecto de educación moral. Supuestos teóricos y delimitación de competencias. Ediciones Universidad de salamanca. 2003, pp. 129-160.
  • 12. intención de introducirse en la personalidad del que transita de un género a otro, se ha transformado en hallar claves que ayuden a entender el fenómeno en su singularidad manifiesta. Este uso de la nueva imagen descarga toda la importancia casi siempre sobre el propio cuerpo, por lo que la ira se ciñe sobre ese blanco fácil, que justifica las ridículas interpretaciones psicoanalíticas, desconocedoras a todas luces del tema. Lo que debemos saber es que hay que establecer los límites a todo aquello que perjudica la salud y la integridad del ser humano, pues produce una reversibilidad, o reciprocidad entre el espacio del sujeto que observa, el espectador, y el sujeto protagonista que a su vez, se bifurca en dos mitades. Debido a este doble proceso, nuestra existencia corporal es simultáneamente descubierta y ocultada, tentada incluso por el exceso que se hospeda en el corazón del placer, como un remedio ante una carencia.16 Ser una persona queer/cuir no es fácil ni cómodo, primero porque acrecienta la sinrazón de quienes en su mentalidad tan básica, ni quieren oir hablar de alternancias que no sean materiales o frivolidades para su armario. En segundo lugar porque estamos de nuevo fuera de lo humano, aguantando una falta de realismo y un deseo que no cesa de acrecentarse, por más que se reprima lo que en evidencia clama colmarlos de nuestra esencia misma. La sociedad, me temo que no tolera otra cosa que su estupidez privilegiada del exceso, avalada por su extravagancia esencial y una Voluntad ciega, para hacer daño conscientemente a través de ese “contentillo” popular que escapa al logos y que lo excede.17 No podemos ser condescendientes ni reflejarnos en ellos, los ¿normales? tan ligados a algún instinto para la inhumanidad,18 persistiendo en la ignominia de sus afectos nocivos embriagados de una sublimación, en favor de la cual, el yo se pone al servicio de las pulsiones de destrucción.19 Su lógica esencial está deseada por ella misma, que pide ser integrada, simbolizada y excedida20 por la tensión del deseo imposible. El problema del binarismo es la retroactividad reprimida de su dimensión de exceso, permeneciendo en ese bucle molestos en un glorioso desatino, es un morir casi del todo y a todas las cosas del mundo.21 16 Reizhunger sobre la búsqueda infinitamente repetida de un objeto faltante, agrega una explicación "metapsicológica", que concierne a esos seres "místicos" que son las pulsiones: "Es posible, escribe, que alguna cosa, en la naturaleza misma de la vida sexual no sea favorable a la plena satisfacción" (1969, p. 64) 17 Platon (2003) Diálogos, vol. V: Sofista. Madrid, España: Gredos.      18 Montaigne, en el capítulo II (11) de los Ensayos, consagrado a "La crueldad" (1969, 102) 19 Freud, S. (1923) El Yo y el Ello, 1991: 289. 20 Derrida, J. (1972) La pharmacie de Platon, In, La dissémination. Paris, France: Le Seuil. 21 Rojas Miranda, J. S. (2016) La filosofía del exceso. Praxis Filosófica, (42) 263-274.
  • 13. En la transexualidad se quiere ver a un cuerpo ausente y en retirada, donde el Ser atestigua que excede toda presencia y no tiene otro lugar que la Nada,22 pero mientras en ambos géneros persiste la obsesiva revindicación de su ex-sistencia limitada por la muerte, el rechazo de lo real estaría ritualizado y además contradice nuestro deseo de eternidad. De este modo, el ser-en-el-mundo enuncia la existencia fáctica como posibilidad, que no es mas que la aperturidad del comportamiento. La pasividad, para Heidegger, es lo que abre la posibilidad de que el ser-con no sea exclusivo de la relación con los otros, por lo que hay que exteriorizar ese “pathos23 posibilitador” para significarnos identitariamente y referenciarnos de paso entre los útiles. Conforme a ello, una suerte de reconocimiento del sí- mismos nos ha de anticipar al mundo de la interpretación de Lafont, no ya como plexo simbólico, sino para convertirse en “sentido” del ser. En suma, el sentido de género ya no se identifica con el significado, sino que se inscribe como esta diferencia ontológica que constituye al ser diferenciado o multiplicado. De acuerdo con ello, interpretamos que el mundo no está integrado de diversos géneros, en todo caso de comportamientos preformativos que hacen posible una circulación de sentido de la mundialidad, a la que se refiere ingenuamente la declaración universal de los Derechos Humanos. Cada creación de género o pensamiento participa de un sentido de la mundialidad en términos de raciocinio y singularidad para transformar la pluralidad del ser. El propio concepto de mundo pone en discusión la definición del “sentido” en general, donde los singulares que participan del mundo y a su vez lo integran, constituyen una verdadera transformación frente a la imposibilidad de la representación del mundo. En realidad, la experiencia del lenguaje como paradoja contiene toda la legitimidad en el caso de personas al límite de lo normativo. Por otro lado, hay que resaltar que la creación, en la medida en que es necesariamente singular, pone énfasis en el carácter diferencial de cada existencia sobre la cual podemos pensarla como una apertura de sentido en su sensualidad originaria.24 No hay impropiedad en un género disidente porque tampoco es inapropiado, ni va contra la razón, pues la paradoja se sustantiva precisamente en su insignificancia, como aperturidad de ser pensada en dos sentidos. Ya en la niñez el narcisimo se instaura en su psiquismo al ser mimados por unos 22 Heidegger, M. (1997) Ser y Tiempo (Trad. Rivera, J.) Santiago, Chile: Editorial Universitaria.   23 Podría decirse que la deficiencia del quehacer abre el pathos, al interrumpir la cotidianidad del ocuparse y nos dispone al dejar ser. 24 Rodal, S. La disposición ontológica de la creación como ser-en-el-mundo, Tesis doctoral, Universidad de Barcelona, Departamento de Filosofía. 2017.
  • 14. padres, ya mediatizados, y se va desarrollando paralelo a un complejo de castración relevante y dañino, hasta que este narcisismo renacido sucumbe a la represión patológica, al entrar en conflicto con las representaciones éticas y culturales de los individuos. Esta dramaturgia esperpéntica, aún antes de llegar a la conciencia, conforma un Yo ideal, ajeno a la perfección narcisista de su niñez, que proyecta una disconformidad en la manera de rodar el cuerpo en ese campo. Al ideal cuando se le sublima elevamos las exigencias del Yo, y en su vida cotidiana comienza un delirio de autoreferencia, que en el caso del cisgénero, queda justificada. En cambio, al ejercer la crítica desde lo trans* intervienen no tanto grandes magnitudes de libido, sino la función autocrítica de la conciencia, de cómo siente y no ve el mundo. No hay paranoia en esta introspección, ya que está estrechamente vinculada al deseo de saber y a la investigación sexual en su conjuntividad, sea cual fuere su resultado y ubicación. Tengamos en cuenta que desde una posición transvestida conformista a una operación de sexo conformante, hay todo tipo de tendencias represoras dominantes en el Yo, que no van a mermar la convicción de quien se ve en el otro lado.25 25 Henry Miller “ Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”.