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DEL PATRIMONIO COMO IDENTIDAD AL PATRIMONIO
COMO MERCANCIA
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Originalmente publicado en 2020 en Madrid, España,
por Global Knowledge Academics como parte de la colección
DIÁLOGOS INTELECTUALES DEL SIGLO XXI.
2020, los autores
2020, Gustavo Norberto Duperré (ed.)
2020, Global Knowledge Academics
Reconocimiento – NoComercial – SinObraDerivada: No
se permite un uso comercial de la obra original ni la
generación de obras derivadas.
Emergentes sociales en América Latina: estudios multidisciplinares,
propuestas y reflexiones para el siglo XXI / por Gustavo Norberto
Duperré (ed.)
ISBN: 978-84-15665-47-2
Las opiniones expresadas en cualquiera de los artículos publi-
cados en este libro son la opinión de los autores individuales y
no los de Global Knowledge Academics, ni de los editores. Por
consiguiente, ni Global Knowledge Academics ni los editores se
hacen responsables y se eximen de toda responsabilidad en re-
lación con los comentarios y opiniones expresados en cualquiera
de los artículos de este libro.
Este libro ha sido financiado por Global Knowledge Academics
www.gkacademics.com
Parte II
Identidades, posverdad
e innovación
E
C
DEL PATRIMONIO COMO IDENTIDAD AL PATRIMONIO COMO MERCANCÍA
Mónica Lindo De Las Salas, Universidad del Atlántico,Colombia
La apropiación de la tradición es una especie de viaje
en el tiempo. Pero la tradición se eleva por encimadel
mundo pasado, para pasar a formar pare de la
continuidad de la memoria.
Gadamer
l presente escrito pretende compartir la reflexión e interrogantes suscitados alrededor del
concepto patrimonio, sobre todo en tiempos de globalización con el apogeo de las industrias
culturales, la implementación de una economía naranja y el uso de las nuevas tecnologías. Tales
expresiones contemporáneas se insertan en los discursos políticos, pedagógicos y cotidianos propios de
un momento histórico que será recordado como la era de la información, la modernidad líquida ylosusos
tecnológicos, todo ello puesto al servicio de nuevas formas de comunicación y de mejores oportunidades.
Las sociedades evolucionan a un ritmo acelerado a nivel global pero también experimentan otros
fenómenos no menos importantes y que se han convertido en otra de las preocupaciones para las grandes
naciones, quienes empiezan a ocuparse de los efectos del cambio climático, el fenómeno de los
desplazamientos forzados, la desestabilización económica, las guerras contra el terrorismo y la lucha por
los recursos energéticos. De allí que es la vida cotidiana de los pueblos el escenario donde todos estos
cambios se reflejan -en menor o mayor escala-, hablando por sí mismo de la manera como los grupos
humanos enfrentan o se sobreponen a todos estos efectos, convirtiendo cada situación en motorimpulsor
de la transformación y el cambio. Es en medio de toda esta crisis social donde se ven reflejadas las
propuestas creativas y manifestaciones culturales que se materializan en multiplicidad de formas. La
mayoría de estas formas son transmitidas de una generación a otra, convirtiéndolas en tradición o en el
pilar fundamental sobre el cual se erigen las culturas de los pueblos y la identidad de sus habitantes.
Palabras Clave: Patrimonio, cultura, mercancía, tradición, identidad.
Las manifestaciones tradicionales.
onsiderando que la cultura de los pueblos parte de una fuente inagotable de creatividad e ingenio
-que dan vida a sus celebraciones rituales y festivas-, es importante volver la mirada a la esencia y
sustancia de las expresiones culturales. Estas se materializan especialmente en la danza y la
música, que han sido el cimiento del patrimonio de las regiones. Tales manifestaciones, al ser producto
del sentimiento colectivo, poseen sus propias intencionalidades y permiten dar respuestas a necesidades
intangibles y materiales, y son asumidas como identidad cultural. En este sentido, las tradiciones
relacionadas con la danza y la música en particular, se encuentran en un nicho natural: las celebraciones
festivas enmarcadas en las costumbres de la fe católica que derivan en fiestas patronales y carnavales, y
que para el caso del continente americano fueron heredadas -por imposición o por convicción-, de las
antiguas costumbres europeas, convertidas hoy en legítimos espacios de encuentro y euforia colectiva.
Son estos espacios de encuentros festivos donde se hace evidente el reflejo de una tradición.
Tradición es un término que deriva etimológicamente de la expresión “traditio” que significa la acción
y el efecto de entregar (tradere), o transmitir “algo” a alguien para que lo conserve y perpetúe su
transmisión. Aunque su definición más generalizada ha estado ligada a la transmisión de creencias o
técnicas de una generación a otra, es posible relacionarla con otras acepciones que tuvieron gran
trascendencia durante la Edad Media y el Renacimiento, con gran injerencia en el campo religioso y en
las escrituras sagradas, que le imprimieron al término un sentido asociado a la conservación de una
verdad revelada o la transmisión del orden natural de las cosas (Abbagnano, 2012). De igual forma, en la
filosofía antigua el término, al no relacionarse con la producción de un conocimiento verdadero sino con
las simples creencias, no obtuvo una mayor trascendencia. De hecho, estuvo expuesto históricamente a
su eliminación y fue cuestionado por considerar que hablar de tradición era un obstáculo para el
desarrollo, y se convertía en la incapacidad del hombre de reinventarse, auto conocerse, auto
determinarse, emancipándose de lo dado, todo lo cual condujo a que desde el terreno incluso de la
modernidad filosófica del siglo XVI al XVIII el término tradición entrara en tensión, ya que se asociaba
con prejuicios que impedían tener ideas claras y distintas (Huarte, 2012).
Por mucho tiempo el uso del término se ha asociado con las sociedades con fuerte presencia rural
donde el influjo de las urbes y su racionalidad capitalista no penetran aún sus estructuras internas. Sin
embargo, la tradición se encuentra presente en todos los grupos humanos, no es algo exclusivo de los
campesinos o de las clases bajas, o de ciertos grupos religiosos o congregaciones, es decir, no es selectiva
y cada vez más está inmersa en procesos de hibridación que permiten el intercambio, el entrelazamiento
o la transformación de saberes.
De igual forma, la tradición está lejos de constituirse en la réplica exclusiva e invariable de un pasado.
Es, en palabras de Marcos Arévalo (2004, p. 928), “un proceso inacabado de creación recreación,
producción-reproducción, continuidad-discontinuidad; un sistema en constante renovación”. Lo anterior
quiere decir que un hecho tradicional no puede compararse con una pieza de museo en una urna de
cristal en la que los aportes de cada generación no hagan mella en él y pierda finalmente su funcionalidad
o su razón de ser. Sin embargo, indistintamente de la manera cómo se aborde y de las nuevas formas de
representación, y de espacios en los cuales la tradición se hace evidente, sigue siendo portadora de una
gran carga ritual y mítica inherente, y que da sentido a su permanencia. Es así como se reconoce que cada
país posee un repertorio patrimonial que da cuenta de su identidad y donde el carácter ritual y repetitivo
de estas expresiones tradicionales se hace presente tal y como ocurre en el caso particular a las danzas.
Madrazo Miranda (2005) expresa en torno a la tradición:
Por un lado, la tradición ha sido considerada como una expresión de la permanencia en el tiempo de una
comunidad; en este sentido es una de las formas que asume la memoria colectiva y una generadora de
identidad. Pero desde otro punto de vista ese anclaje no es otra cosa que un síntoma evidente de la
dificultad de adaptación expedita a los crecientes cambios que exige la vida moderna o el progreso,
cuando no, se ha dicho con frecuencia, una mera conjunción de ignorancias y simplezas que en muchos
casos reflejan una mente obtusa. Esto sucede porque la tradición ha sido comprendida en términos de
un autoritarismo irracionalista que sin mayores miramientos traduce la idea de que la experiencia de las
nuevas generaciones no debe contradecir el saber acumulado y decantado por las generaciones
anteriores. Según esto a la tradición hay que obedecerla y hasta reverenciarla, por supuesto en
detrimento del espíritu crítico (Miranda Madrazo, 2005, p. 116).
Hacer referencia a la tradición es entender que existen dos componentes importantes, lo ritual y lo
repetitivo, que son el soporte de las comunidades porque constituyen su esencia y “todo lo que tiene
relación con su existencia y con su propio modo de existir en el Cosmos le concierne directamente”
(Eliade, 1991, p. 10). En el abordaje de manifestaciones como la danza, las cuales evocan múltiples
acontecimientos del pasado asociados a rituales de fertilidad, adoración, celebración, funébria,
nacimientos, entre otros, es posible considerar que son la evidencia de la forma cómo las antiguas
comunidades se relacionaban con el cosmos, con las divinidades y su entorno social, lo que da soporte a
su permanencia de generación en generación: “Todas las danzas han sido sagradas en su origen (…) una
danza imita siempre un acto arquetípico o conmemora un momento mítico. En una palabra, es una
repetición, y por consiguiente una reactualización de aquel tiempo” (Eliade, 1991, p. 35).
Lo anterior indica que todos lospaíses guardan en su memoria colectiva los vestigios deotros tiempos
representados en formas corporales propias de las danzas tradicionales. Tal representación, o más bien
E
las danzas, se suman el repertorio patrimonial de los pueblos toda vez que traen consigo formas de vestir,
musicalidades, elementos de utilería, accesorios, maneras de caracterizarse y, sobre todo, tipos de
movimientos que hablan por sí solos de un tiempo pasado que permanece vigente.
Para Carlos Herrejón Peredo (1994) existen unos elementos que son intrínsecos en la tradición y que
están relacionados fundamentalmente con cuatro aspectos, a saber: el sujeto que transmite o entrega; la
acción misma de transmitir o entregar; el contenido o lo que se trasmite o entrega; el sujeto que recibe y
finalmente la acción de recibir. Tal proceso conlleva a que además de la acción de dar y recibir, también
se encuentran implícitas las formas de asimilación de esos hechos tradicionales, lo que es determinante
para lograr su comprensión y por ende su existencia como un fenómeno vivo y vigente. Lo anterior lleva
a la reflexión en torno al tipo de interés o intereses que permea el desarrollo o ejecución de las danzas en
el marco de eventos que en particular son considerados patrimoniales. Así mismo, a la importancia que
posee el mismo acto de comunicar la esencia del hecho tradicional, que debe estar acompañado de una
claridad en su significado y de valor simbólico para realzar su valor patrimonial.
El patrimonio como bien cultural
l patrimonio está constituido portodas las expresiones tradicionales materiales e inmateriales que
están revestidas de un gran valor histórico para las comunidades y que se configuran como la
herencia de los pueblos. De esta manera, representan a la sociedad por sus características y
peculiaridades, convirtiéndose en la condición inherente en la configuración de la identidad cultural
como sujetos colectivos. Su importancia es tal, que organismos internacionales como la Unesco se han
ocupado decrear instancias específicas encargadas degenerar políticas y estrategias parala salvaguardia
del patrimonio en todo el mundo ante la creciente amenaza de su desaparición o destrucción. En este
sentido, la Unesco se refiere al patrimonio cultural de la siguiente manera:
El patrimonio cultural en su más amplio sentido es a la vez un producto y un proceso que suministra a
las sociedades un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten
a las generaciones futuras para su beneficio. Es importante reconocer que abarca no sólo el patrimonio
material, sino también el patrimonio natural e inmaterial. Como se señala en Nuestra diversidad creativa,
esos recursos son una “riqueza frágil”, y como tal requieren políticas y modelos de desarrollo que
preserven y respeten su diversidad y su singularidad, ya que una vez perdidos no son recuperables
(Unesco, 2014, p. 132).
De esta manera, el patrimonio cultural de una nación es también su capital cultural al fundarse en la
transmisión de experiencias, conocimientos y aptitudes que son el principal recurso en la generación de
procesos innovadores que se fundan en la creatividad y en la inspiración. En su definición, el patrimonio
se ha visto influenciado por diversas miradas y nociones que han sido afectados por los cambios en las
concepciones de realidad y sociedad, sobre todo en el contexto de un mundo globalizado. Es así como es
posible identificar algunas tendencias que afectan su definición. En primera instancia, está relacionada
con el reconocimiento de su carácter diverso, y esta diversidad es definida por los gestores, quienes
identifican lo patrimonial en el marco de la diversidad de los territorios en los cuales habitan; la segunda
instancia se asocia con la democratización del patrimonio, el cual se amplía a lo intangible, y un excesivo
énfasis en lo monumental y arquitectónico; la tercera está relacionada con la multiculturalización de lo
patrimonial, donde los portadores no se limita a su mismo núcleo, sino que se amplía a otros colectivos
minoritarios; finalmente, la privatización y comercialización de lo patrimonial, donde lo público y lo
privado generan estrategias para la explotación turística del legado patrimonial (Carrera Díaz y Dietz,
2005).
Las obras patrimoniales son bienes culturales que pueden representarse en monumentos, objetos,
arquitecturas, lugares, especies animales y vegetales, pero también pueden ser expresiones vivas,
intangibles o inmateriales heredadas y que se componen por tradiciones orales, artes del espectáculo,
usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativas a la naturaleza y el universo, y
saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional (Unesco, 2017). Estos bienes culturales son una
herencia cargada de mucho valor histórico que permanece vigente, y que se vivencia
E
en un presente, en una contemporaneidad que le permite convertirse en herramienta integradora y que
contribuye a la identidad cultural, susceptible de seguir siendo transmitida en las comunidades a través
de las generaciones.
Arévalo (2004) aclara que el patrimonio “no debe confundirse con cultura. Todo lo que se aprende y
transmite socialmente es cultura, pero no patrimonio. Los bienes patrimoniales constituyen una
selección de los bienes culturales” (p. 929). De esta manera el patrimonio posee tal relevancia que estriba
en el acervo de conocimientos y técnicas que le son inherentes y que logran ser transmitidas como
manifestación cultural, y que para muchas sociedades se convierte en obras, no solo de un significativo
valor social, sino económico.
Debido a los actuales modos de relacionamiento los efectos de la globalización, la guerra, entre otros,
la Unesco aprobó en 2003 la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial que
determina una serie de medidas encaminadas a garantizar su identificación, documentación,
investigación, preservación, protección, promoción, valorización y transmisión a través de la enseñanza
formal y no formal. En esta instancia la comunidad internacional destaca la importancia de reconocer las
manifestaciones culturales que hasta entonces no tenían estrategias jurídicas que las protegieran y se
generan compromisos dentro de los cuales figura un inventario para asegurar la identificación con fines
de salvaguardia, así como la presentación de un informe periódico por parte de las instancias
gubernamentales en torno a los avances en la implementación de los respectivos Planes Especiales de
Salvaguardia. Es así como se ha definido el término salvaguardia como las medidas encaminadas a
garantizar la viabilidad del patrimonio cultural inmaterial, comprendidas la identificación,
documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, transmisión -
básicamente a través de la enseñanza formal y no formal- y revitalización de este patrimonio en sus
distintos aspectos.
El patrimonio como mercancía
l patrimonio es el capital cultural con el cual una nación da cuenta de su identidad, de su historia y
visibiliza las tradiciones y costumbres de sus comunidades. De hecho, las definiciones planteadas
por la Unesco dan cuenta que adquiere el patrimonio cultural en la economía de los países, y los
expresa de la siguiente forma:
El patrimonio cultural ha adquirido una gran importancia económica para el sector del turismo en
muchos países, al mismo tiempo que se generaban nuevos retos para su conservación. Una gestión
correcta del potencial de desarrollo del patrimonio cultural exige un enfoque que haga hincapié en la
sostenibilidad. A su vez, la sostenibilidad requiere encontrar el justo equilibrio entre sacar provecho del
patrimonio cultural hoy y preservar su “riqueza frágil” para las generaciones futuras (Unesco, 2017, p.
132).
En consecuencia, muchos son los cuestionamientos que se desprenden de lo planteado por la Unesco,
y en particular de los países que emprenden todo tipo de estrategias para lograr que sus bienes culturales
sean patrimonializados, o hagan parte de la lista del patrimonio de la humanidad, movidos por el interés
de visibilizarlos, de adquirir recursos que posibiliten su permanencia en el tiempo y que puedan
garantizarse su preservación. Sin embargo, más allá de las intenciones altruistas y benéficas, también se
devela el interés desmedido de las multinacionales, las agencias de turismo y, en general, del sector
económico por convertir estos bienes culturales en oportunidades de negocio. Es decir, lo que
aparentemente pareciera convertirse en importantes oportunidades de ingresos termina desconociendo
en la conformación de esta gran cadena de productividad al portador originario de estas tradiciones, que
finalmente es el que menos resulta beneficiado con tales dividendos.
La patrimonialización es un proceso que se lleva a cabo de manera voluntaria, que tiene su origen en
el interés de sujetos, comunidades, entes gubernamentales, académicos, entre otros, los cuales pretenden
visibilizar las expresiones culturales para garantizar su salvaguardia, y de manera indirecta atender a las
L
ofertas y demandas turísticas que toman como base las tradiciones de los pueblos. Estos procesos han
sido cuestionados ampliamente por antropólogos e investigadores como Amparo Sevilla, una activista
mexicana movida por los efectos negativos que ha tenido la patrimonialización de alguna de las danzas
de tradición en muchos pueblos originarios en México. Ejemplo de estas expresiones se encuentran en
manifestaciones musicales como el mariachi, la ceremonia ritual de los voladores, o las fiestas de los
muertos, cuyas simbologías, imagen y formas han sido empleada por empresas publicitarias de diversas
marcas, entre ellas fábricas de cervezas, de muñecas barbies, cuyas utilidades no se reflejan en las
personas o comunidades donde se gestaron estas expresiones.
Sevilla (1990), también cuestiona las actuaciones de la diplomacia internacional desde la cual
históricamente se propone una cultura del desarrollo sostenible por cuanto resulta contradictorio si se
toma en consideración la gran cantidad de industrias mundiales que por años han atentado contra la
ecología y la biodiversidad. Tales contradicciones también se generan en el campo del patrimonio
cultural, ya que los influjos de las grandes compañías trasnacionales, sobre todo de la industria del
entretenimiento, han generado efectos nocivos donde las menos favorecidas son las comunidades y los
grupos de portadores, quienes son los creadores naturales de estas expresiones que han legado de sus
antecesores.
La patrimonialización, ¿una experiencia necesaria?
os debates entre expertos en el tema han permitido generar ciertas reflexiones en torno a la
patrimonialización de las expresiones culturales que son comercializadas de manera desmedida e
irresponsable. Por lo general, esta comercialización es producto de ciertas políticas que derivan de
estrategias planteadas por las instancias gubernamentales que inician con actuaciones como la
expedición de declaratorias que son admitidas posteriormente por la Unesco, quien las incluye en un
listado de obras patrimoniales con la posterior necesidad de gestar para ellos los planes especiales de
salvaguardia. Otro de los aspectos que llaman la atención en este proceso de patrimonialización o de
relación cultura – turismo – sostenibilidad, es la necesidad que aflora en los grupos culturales, dueños de
las expresiones tradicionales, portadores o quienes llevan años enseñando sus tradiciones, es
precisamente que han sido avocados a aprender a ser gestores, emprendedores o promotores de sus
tradiciones sin ser su naturaleza. Asimismo, a realizar proyectos, a aprender de marketing, y a
posicionarse en el mercado cultural y otras acciones que garanticen la salvaguardia de sus propias
expresiones para hacerlas visibles al mundo. Si bien es cierto que la naturaleza de entidades
internacionales como la Unesco es garantizar la promoción de las obras patrimoniales, en la realidad
parte de las estrategias de esta promoción está asociada inevitablemente con convertirlas en un destino
o atractivo turístico.
Sin embargo, no solo en México ocurren tales situaciones. La misma situación se da en países como
Bolivia, reconocido por su amplio listado de obras patrimoniales y en especial los relacionados con los
Carnavales de Oruro, que reconocen la importancia de la legitimidad de las mismas a partir de la
intervención inicial de los Consejos Municipales, la Asamblea Plurinacional, y el Ministerio de Cultura, en
consenso con “por lo menos una parte de la sociedad civil”, así mismoreconoce:
En Bolivia, en muchos casos existen fuertes disensos respecto al patrimonio cultural, por lo menos con
algunos sectores de la sociedad, enemigos del patrimonio o simplemente por ignorancia. Algunos bienes
declarados como patrimonio cultural gozan de un amplio consenso y otros no. Y es importante
determinar si esto se debe a un problema de ausencia de políticas públicas o a la existencia de una
separación entre patrimonio y sociedad (Cajías de la Vega, 2016, p. 14).
Parte de las reflexiones apunta a reconocer la importancia que la Unesco otorga a los requisitos para
declarar una obra como patrimonial. Para el caso de las obras inmateriales como la danza, se señala que
estas deben mantener su esencia, la cual tiene larga duración, aunque algunos de sus elementos cambian.
Así mismo, éstas deben provenir de las comunidades, de los colectivos culturales que dada su condición
colectiva hace difícil el reconocimiento y protección de sus derechos como autores. Sin embargo, el
estado reconoce que debe implementar acciones que garanticen la salvaguardia de las expresiones
insertas en tales comunidades.
No obstante, el punto central de la discusión que conduce a analizar los efectos que pueda tener el
turismo cultural como uno de los principales medios para garantizar la salvaguardia sigue siendo la
forma de aplicar las estrategias de salvaguardia. Al respecto, Cajías de la Vega (2016) expresa:
Uno de los medios más importantes para el consumo cultural, especialmente para los bienes patrimoniales,
es el turismo cultural. La gran mayoría de los bienes pertenecientes al patrimonio cultural constituyen
atractivos turísticos. El turismo cultural contribuye al conocimiento y a la democratización de la cultura, y
se constituye en uno de los principales medios para que el patrimonio contribuya al desarrollo humano,
cultural, social y económico de una comunidad, una ciudad, una región o un país, al generar empleo e
ingresos económicos en torno al bien patrimonial (Cajías de la Vega, 2016, p. 20).
Si bien el autor resalta la participación del estado de la empresa privada y de la misma sociedad civil
en la gestión adelantada para la salvaguardia de las expresiones, lo cierto es que los modelos a los cuales
se refiere desde la sociedad civil son acciones que han desviado su naturaleza y espontaneidad hacia
practicas más lucrativas como convertir sus nichos o casas en museos, sus prácticas rituales en atractivo
y parte de circuitos turísticos; las agrupaciones en fundaciones, corporaciones y asociaciones con
responsabilidades tributarias frente al estado, y destaca: “por ejemplo el Carnaval de Oruro, tiene el
apoyo estatal en sus niveles central, departamental y municipal, y auspiciadores privados como la
Cerveza Paceña; pero el grueso del costo del espectáculo está financiado por cada uno de los bailarines”
(Cajías de la Vega, 2016, p. 31).
Aunque el influjo de la comercialización permite que las manifestaciones culturales puedan ser
consumidas por todos, es necesario reconocer el valor ritual de estas expresiones, de tal forma que
puedan respetarse, y no se haga uso indebido de las mismas atentando contra su esencia y su
pertenencia.
Otras experiencias similares se viven en Perú, un territorio que presenta dificultades aun en temas
de articulación entre las entidades del Estado, las políticas sectoriales y las comunidades, evidenciando
problemáticas que afectan la salvaguardia de las expresiones culturales. En el marco del proyecto del
Centro Regional para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de Perú, el investigador Alfaro
Rotondo (2005) expresa:
El desafío de preservar la diversidad cultural impuesto por la globalización, el aumento de los flujos
turísticos y la competencia comercial en mercados externos vienen motivando que cada vez sean
mayores los esfuerzos encaminados a garantizar la puesta en valor de las expresiones de nuestro
patrimonio inmaterial. Enmarcado dentro del protagonismo que ha adquirido la cultura en la vida
moderna, a través de su definición como recurso, en los últimos años se viene dando un “giro inmaterial”
en el campo de intervención del patrimonio cultural (Alfaro Rotondo, 2005, p. 4).
Existen todo tipo de entidades, sobre todo en el campo turístico y empresarial, que muestran su
interés por la preservación del patrimonio, lo que conduce al lucro a partir del patrimonio, y a convertir
la expresión cultural en un producto o mercancía con un valor en el mercado. Como parte de los estudios
de turismo y patrimonio se convocan diversos académicos de países como Ecuador, Colombia, Perú y en
particular México, para el surgimiento de diversas reflexiones. Martínez de la Rosa (2015) trae a colación
lo planteado por Cécile Duvelle, jefa en 2011 de la Sección del Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Unesco, y quien manifiesta:
Esta declaración prominente también recalca que losbienes y servicios culturales son mercancías de tipo
singular y que las políticas culturales deben crear condiciones que conduzcan a la producción y difusión
de bienes y servicios culturales diversificados a través de industrias culturales que dispongan de los
medios para desarrollarse a escala local y mundial (Duvelle, 2011). Con ello se determina el cariz de
mercado en el cual están circunscritas las aspiraciones de organizaciones internacionales como la
UNESCO, vinculadas fuertemente con políticas de desarrollo pertinentes y sostenibles para respondera
A
las necesidades humanas –¿de nutrir su creatividad y comercialización? (Martínez de la Rosa, 2015, p.
17).
Las expresiones culturales al ser patrimonializadas, por lo general, conllevan a una pérdida del sujeto
como autor, el carácter de propietario se diluye en el aire por la acción del libre mercado, al lucro de las
empresas privadas que son, finalmente, las que usufructúan a partir de estas expresiones culturales. La
patrimonialización puede conllevar a que el valor simbólico que le es inherente se diluya en el valor
comercial. Además, se generan nuevas dinámicas como las llamadas industrias culturales, encargadas de
masificar el bien cultural. Una muestra de las experiencias de las organizaciones como industrias
culturales son las existentes en Argentina con el tango; en México con sus rancheras y celebraciones de
los muertos; o en Colombia con sus danzas de carnaval, donde importa más la máscara de marimonda, y
no así la agrupación que la ha hecho conocida, donde en los ritos palenqueros importa el baile pero no
quienes bailan. Es así como terminan cosificándose las expresiones desconociendo que sus componentes
ritual y mítico son fundamentales para garantizar su persistencia. Es por ello que juega un papel
importante la elaboración de los planes de salvaguardia que deben contar con la participación
elaborados por las comunidades portadoras de los patrimonios.
Reflexiones finales
nte la preocupación de muchas de las comunidades en cuyo seno se han gestado expresiones hoy
declaradas patrimonio de la humanidad, sigue latente la pregunta sobre la pertinencia o no de su
declaratoria como obras que hacen parte del repertorio patrimonial de la humanidad y cuya
iniciativa ha sido abanderada por la Unesco. Bien podría afirmarse que tal exposición a la
mercantilización es también parte de la forma como las sociedades construyen nuevas identidades,
sobre todo en tiempos de la “modernidad líquida”, donde afloran otras formas de relacionarse y de
asumirse identitariamente en una comunidad que dejó de ser local y que ha ampliado su espectro
sobrepasando un sinfín de barreras geográficas, culturales y sociales. Estas formas serán conocidas y
asumidas de una generación a otra, convirtiéndolas en otra forma de “tradición”.
Por otra parte, también podría constituirse en una forma silenciosa de acabar con la naturaleza
misma de las tradiciones. Por ello, es pertinente que antes de emprender el riguroso proceso de
elaboración de la candidatura para aspirar a la patrimonialización de las expresiones culturales, las
comunidades reflexionen alrededor de los siguientes interrogantes: ¿para qué visibilizar un ritual que
es valorado por su propia comunidad?, ¿para qué patrimonializarlo?, ¿para qué visibilizarlo? Si bien las
agrupaciones luchan por sí solas para sobrevivir, implementando sus propias dinámicas para salir
adelante, el papel de las organizaciones y autoridades privadas o públicas locales debería ser el de
apoyarlas a partir de alianzas entre portadores, investigadores e instituciones, sin llegar a trasgredir los
sentimientos y la parte espiritual de la tradición, sin convertir sus manifestaciones y conocimientos
ancestrales en objeto de consumo.
Referencias
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Alfaro Rotondo, S. (2005). Estado del arte del patrimonio inmaterial. Obtenido de
file:///C:/Users/Win10/Downloads/796D5B24.pdf
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Cajíasdela Vega, F. (2016).Cincuenta años de gestióndel patrimonio cultural en Bolivia. Cienciay cultura,
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Carrera Díaz, G., & Dietz, G. (2005). Patrimonio y gestión de la diversidad. Sevilla: Instituto Andaluz del
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Eliade, M. (1991). Mito y Realidad. Barcelona: Labor S.A.
Gadamer, H. (2007). Verdad y método. Salamanca: Sigueme.
Herrejón Peredo, C. (1994). Tradición. Esbozo de algunos conceptos. Relaciones, 135-149.
Huarte, R. (2012). El concepto de tradición en la filosofía de las ciencias sociales y humanas. Noesis.
Revista de ciencias Sociales y Humanidades, 19-39.
Madrazo Miranda, M. (2005). Algunas consideración en torno al significado de la tradición.
Contribuciones desde Coatepec, 115-132.
Martínez de la Rosa, A. (2015). Patrimonialización de elementos culturales inmateriales y desarollo local
sostenible. Ra Ximhai, 15-29.
Sevilla, Amparo (1990) Danza, cultura y clases sociales, México, INBA.
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Unesco. (2014). www.unesco.org. Obtenido de
https://es.unesco.org/creativity/sites/creativity/files/digital-library/cdis/Patrimonio.pdf
W, S. (1970). Anmerkungen zur hermeneutik gadamers.
Mónica Lindo De Las Salas
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  • 1. See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/343834384 DEL PATRIMONIO COMO IDENTIDAD AL PATRIMONIO COMO MERCANCIA Chapter · August 2020 CITATIONS 0 READS 420 1 author: Some of the authors of this publication are also working on these related projects: Danza y Educación View project Prácticas formativas del cuerpo danzante como salvaguardia del patrimonio cultural del Carnaval de Barranquilla View project Monica Lindo Universidad del Atlántico 11 PUBLICATIONS   3 CITATIONS    SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Monica Lindo on 24 August 2020. The user has requested enhancement of the downloaded file.
  • 2.
  • 3. Originalmente publicado en 2020 en Madrid, España, por Global Knowledge Academics como parte de la colección DIÁLOGOS INTELECTUALES DEL SIGLO XXI. 2020, los autores 2020, Gustavo Norberto Duperré (ed.) 2020, Global Knowledge Academics Reconocimiento – NoComercial – SinObraDerivada: No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas. Emergentes sociales en América Latina: estudios multidisciplinares, propuestas y reflexiones para el siglo XXI / por Gustavo Norberto Duperré (ed.) ISBN: 978-84-15665-47-2 Las opiniones expresadas en cualquiera de los artículos publi- cados en este libro son la opinión de los autores individuales y no los de Global Knowledge Academics, ni de los editores. Por consiguiente, ni Global Knowledge Academics ni los editores se hacen responsables y se eximen de toda responsabilidad en re- lación con los comentarios y opiniones expresados en cualquiera de los artículos de este libro. Este libro ha sido financiado por Global Knowledge Academics www.gkacademics.com
  • 5. E C DEL PATRIMONIO COMO IDENTIDAD AL PATRIMONIO COMO MERCANCÍA Mónica Lindo De Las Salas, Universidad del Atlántico,Colombia La apropiación de la tradición es una especie de viaje en el tiempo. Pero la tradición se eleva por encimadel mundo pasado, para pasar a formar pare de la continuidad de la memoria. Gadamer l presente escrito pretende compartir la reflexión e interrogantes suscitados alrededor del concepto patrimonio, sobre todo en tiempos de globalización con el apogeo de las industrias culturales, la implementación de una economía naranja y el uso de las nuevas tecnologías. Tales expresiones contemporáneas se insertan en los discursos políticos, pedagógicos y cotidianos propios de un momento histórico que será recordado como la era de la información, la modernidad líquida ylosusos tecnológicos, todo ello puesto al servicio de nuevas formas de comunicación y de mejores oportunidades. Las sociedades evolucionan a un ritmo acelerado a nivel global pero también experimentan otros fenómenos no menos importantes y que se han convertido en otra de las preocupaciones para las grandes naciones, quienes empiezan a ocuparse de los efectos del cambio climático, el fenómeno de los desplazamientos forzados, la desestabilización económica, las guerras contra el terrorismo y la lucha por los recursos energéticos. De allí que es la vida cotidiana de los pueblos el escenario donde todos estos cambios se reflejan -en menor o mayor escala-, hablando por sí mismo de la manera como los grupos humanos enfrentan o se sobreponen a todos estos efectos, convirtiendo cada situación en motorimpulsor de la transformación y el cambio. Es en medio de toda esta crisis social donde se ven reflejadas las propuestas creativas y manifestaciones culturales que se materializan en multiplicidad de formas. La mayoría de estas formas son transmitidas de una generación a otra, convirtiéndolas en tradición o en el pilar fundamental sobre el cual se erigen las culturas de los pueblos y la identidad de sus habitantes. Palabras Clave: Patrimonio, cultura, mercancía, tradición, identidad. Las manifestaciones tradicionales. onsiderando que la cultura de los pueblos parte de una fuente inagotable de creatividad e ingenio -que dan vida a sus celebraciones rituales y festivas-, es importante volver la mirada a la esencia y sustancia de las expresiones culturales. Estas se materializan especialmente en la danza y la música, que han sido el cimiento del patrimonio de las regiones. Tales manifestaciones, al ser producto del sentimiento colectivo, poseen sus propias intencionalidades y permiten dar respuestas a necesidades intangibles y materiales, y son asumidas como identidad cultural. En este sentido, las tradiciones relacionadas con la danza y la música en particular, se encuentran en un nicho natural: las celebraciones festivas enmarcadas en las costumbres de la fe católica que derivan en fiestas patronales y carnavales, y que para el caso del continente americano fueron heredadas -por imposición o por convicción-, de las antiguas costumbres europeas, convertidas hoy en legítimos espacios de encuentro y euforia colectiva. Son estos espacios de encuentros festivos donde se hace evidente el reflejo de una tradición. Tradición es un término que deriva etimológicamente de la expresión “traditio” que significa la acción y el efecto de entregar (tradere), o transmitir “algo” a alguien para que lo conserve y perpetúe su transmisión. Aunque su definición más generalizada ha estado ligada a la transmisión de creencias o
  • 6. técnicas de una generación a otra, es posible relacionarla con otras acepciones que tuvieron gran trascendencia durante la Edad Media y el Renacimiento, con gran injerencia en el campo religioso y en las escrituras sagradas, que le imprimieron al término un sentido asociado a la conservación de una verdad revelada o la transmisión del orden natural de las cosas (Abbagnano, 2012). De igual forma, en la filosofía antigua el término, al no relacionarse con la producción de un conocimiento verdadero sino con las simples creencias, no obtuvo una mayor trascendencia. De hecho, estuvo expuesto históricamente a su eliminación y fue cuestionado por considerar que hablar de tradición era un obstáculo para el desarrollo, y se convertía en la incapacidad del hombre de reinventarse, auto conocerse, auto determinarse, emancipándose de lo dado, todo lo cual condujo a que desde el terreno incluso de la modernidad filosófica del siglo XVI al XVIII el término tradición entrara en tensión, ya que se asociaba con prejuicios que impedían tener ideas claras y distintas (Huarte, 2012). Por mucho tiempo el uso del término se ha asociado con las sociedades con fuerte presencia rural donde el influjo de las urbes y su racionalidad capitalista no penetran aún sus estructuras internas. Sin embargo, la tradición se encuentra presente en todos los grupos humanos, no es algo exclusivo de los campesinos o de las clases bajas, o de ciertos grupos religiosos o congregaciones, es decir, no es selectiva y cada vez más está inmersa en procesos de hibridación que permiten el intercambio, el entrelazamiento o la transformación de saberes. De igual forma, la tradición está lejos de constituirse en la réplica exclusiva e invariable de un pasado. Es, en palabras de Marcos Arévalo (2004, p. 928), “un proceso inacabado de creación recreación, producción-reproducción, continuidad-discontinuidad; un sistema en constante renovación”. Lo anterior quiere decir que un hecho tradicional no puede compararse con una pieza de museo en una urna de cristal en la que los aportes de cada generación no hagan mella en él y pierda finalmente su funcionalidad o su razón de ser. Sin embargo, indistintamente de la manera cómo se aborde y de las nuevas formas de representación, y de espacios en los cuales la tradición se hace evidente, sigue siendo portadora de una gran carga ritual y mítica inherente, y que da sentido a su permanencia. Es así como se reconoce que cada país posee un repertorio patrimonial que da cuenta de su identidad y donde el carácter ritual y repetitivo de estas expresiones tradicionales se hace presente tal y como ocurre en el caso particular a las danzas. Madrazo Miranda (2005) expresa en torno a la tradición: Por un lado, la tradición ha sido considerada como una expresión de la permanencia en el tiempo de una comunidad; en este sentido es una de las formas que asume la memoria colectiva y una generadora de identidad. Pero desde otro punto de vista ese anclaje no es otra cosa que un síntoma evidente de la dificultad de adaptación expedita a los crecientes cambios que exige la vida moderna o el progreso, cuando no, se ha dicho con frecuencia, una mera conjunción de ignorancias y simplezas que en muchos casos reflejan una mente obtusa. Esto sucede porque la tradición ha sido comprendida en términos de un autoritarismo irracionalista que sin mayores miramientos traduce la idea de que la experiencia de las nuevas generaciones no debe contradecir el saber acumulado y decantado por las generaciones anteriores. Según esto a la tradición hay que obedecerla y hasta reverenciarla, por supuesto en detrimento del espíritu crítico (Miranda Madrazo, 2005, p. 116). Hacer referencia a la tradición es entender que existen dos componentes importantes, lo ritual y lo repetitivo, que son el soporte de las comunidades porque constituyen su esencia y “todo lo que tiene relación con su existencia y con su propio modo de existir en el Cosmos le concierne directamente” (Eliade, 1991, p. 10). En el abordaje de manifestaciones como la danza, las cuales evocan múltiples acontecimientos del pasado asociados a rituales de fertilidad, adoración, celebración, funébria, nacimientos, entre otros, es posible considerar que son la evidencia de la forma cómo las antiguas comunidades se relacionaban con el cosmos, con las divinidades y su entorno social, lo que da soporte a su permanencia de generación en generación: “Todas las danzas han sido sagradas en su origen (…) una danza imita siempre un acto arquetípico o conmemora un momento mítico. En una palabra, es una repetición, y por consiguiente una reactualización de aquel tiempo” (Eliade, 1991, p. 35). Lo anterior indica que todos lospaíses guardan en su memoria colectiva los vestigios deotros tiempos representados en formas corporales propias de las danzas tradicionales. Tal representación, o más bien
  • 7. E las danzas, se suman el repertorio patrimonial de los pueblos toda vez que traen consigo formas de vestir, musicalidades, elementos de utilería, accesorios, maneras de caracterizarse y, sobre todo, tipos de movimientos que hablan por sí solos de un tiempo pasado que permanece vigente. Para Carlos Herrejón Peredo (1994) existen unos elementos que son intrínsecos en la tradición y que están relacionados fundamentalmente con cuatro aspectos, a saber: el sujeto que transmite o entrega; la acción misma de transmitir o entregar; el contenido o lo que se trasmite o entrega; el sujeto que recibe y finalmente la acción de recibir. Tal proceso conlleva a que además de la acción de dar y recibir, también se encuentran implícitas las formas de asimilación de esos hechos tradicionales, lo que es determinante para lograr su comprensión y por ende su existencia como un fenómeno vivo y vigente. Lo anterior lleva a la reflexión en torno al tipo de interés o intereses que permea el desarrollo o ejecución de las danzas en el marco de eventos que en particular son considerados patrimoniales. Así mismo, a la importancia que posee el mismo acto de comunicar la esencia del hecho tradicional, que debe estar acompañado de una claridad en su significado y de valor simbólico para realzar su valor patrimonial. El patrimonio como bien cultural l patrimonio está constituido portodas las expresiones tradicionales materiales e inmateriales que están revestidas de un gran valor histórico para las comunidades y que se configuran como la herencia de los pueblos. De esta manera, representan a la sociedad por sus características y peculiaridades, convirtiéndose en la condición inherente en la configuración de la identidad cultural como sujetos colectivos. Su importancia es tal, que organismos internacionales como la Unesco se han ocupado decrear instancias específicas encargadas degenerar políticas y estrategias parala salvaguardia del patrimonio en todo el mundo ante la creciente amenaza de su desaparición o destrucción. En este sentido, la Unesco se refiere al patrimonio cultural de la siguiente manera: El patrimonio cultural en su más amplio sentido es a la vez un producto y un proceso que suministra a las sociedades un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las generaciones futuras para su beneficio. Es importante reconocer que abarca no sólo el patrimonio material, sino también el patrimonio natural e inmaterial. Como se señala en Nuestra diversidad creativa, esos recursos son una “riqueza frágil”, y como tal requieren políticas y modelos de desarrollo que preserven y respeten su diversidad y su singularidad, ya que una vez perdidos no son recuperables (Unesco, 2014, p. 132). De esta manera, el patrimonio cultural de una nación es también su capital cultural al fundarse en la transmisión de experiencias, conocimientos y aptitudes que son el principal recurso en la generación de procesos innovadores que se fundan en la creatividad y en la inspiración. En su definición, el patrimonio se ha visto influenciado por diversas miradas y nociones que han sido afectados por los cambios en las concepciones de realidad y sociedad, sobre todo en el contexto de un mundo globalizado. Es así como es posible identificar algunas tendencias que afectan su definición. En primera instancia, está relacionada con el reconocimiento de su carácter diverso, y esta diversidad es definida por los gestores, quienes identifican lo patrimonial en el marco de la diversidad de los territorios en los cuales habitan; la segunda instancia se asocia con la democratización del patrimonio, el cual se amplía a lo intangible, y un excesivo énfasis en lo monumental y arquitectónico; la tercera está relacionada con la multiculturalización de lo patrimonial, donde los portadores no se limita a su mismo núcleo, sino que se amplía a otros colectivos minoritarios; finalmente, la privatización y comercialización de lo patrimonial, donde lo público y lo privado generan estrategias para la explotación turística del legado patrimonial (Carrera Díaz y Dietz, 2005). Las obras patrimoniales son bienes culturales que pueden representarse en monumentos, objetos, arquitecturas, lugares, especies animales y vegetales, pero también pueden ser expresiones vivas, intangibles o inmateriales heredadas y que se componen por tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativas a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional (Unesco, 2017). Estos bienes culturales son una herencia cargada de mucho valor histórico que permanece vigente, y que se vivencia
  • 8. E en un presente, en una contemporaneidad que le permite convertirse en herramienta integradora y que contribuye a la identidad cultural, susceptible de seguir siendo transmitida en las comunidades a través de las generaciones. Arévalo (2004) aclara que el patrimonio “no debe confundirse con cultura. Todo lo que se aprende y transmite socialmente es cultura, pero no patrimonio. Los bienes patrimoniales constituyen una selección de los bienes culturales” (p. 929). De esta manera el patrimonio posee tal relevancia que estriba en el acervo de conocimientos y técnicas que le son inherentes y que logran ser transmitidas como manifestación cultural, y que para muchas sociedades se convierte en obras, no solo de un significativo valor social, sino económico. Debido a los actuales modos de relacionamiento los efectos de la globalización, la guerra, entre otros, la Unesco aprobó en 2003 la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial que determina una serie de medidas encaminadas a garantizar su identificación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización y transmisión a través de la enseñanza formal y no formal. En esta instancia la comunidad internacional destaca la importancia de reconocer las manifestaciones culturales que hasta entonces no tenían estrategias jurídicas que las protegieran y se generan compromisos dentro de los cuales figura un inventario para asegurar la identificación con fines de salvaguardia, así como la presentación de un informe periódico por parte de las instancias gubernamentales en torno a los avances en la implementación de los respectivos Planes Especiales de Salvaguardia. Es así como se ha definido el término salvaguardia como las medidas encaminadas a garantizar la viabilidad del patrimonio cultural inmaterial, comprendidas la identificación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, transmisión - básicamente a través de la enseñanza formal y no formal- y revitalización de este patrimonio en sus distintos aspectos. El patrimonio como mercancía l patrimonio es el capital cultural con el cual una nación da cuenta de su identidad, de su historia y visibiliza las tradiciones y costumbres de sus comunidades. De hecho, las definiciones planteadas por la Unesco dan cuenta que adquiere el patrimonio cultural en la economía de los países, y los expresa de la siguiente forma: El patrimonio cultural ha adquirido una gran importancia económica para el sector del turismo en muchos países, al mismo tiempo que se generaban nuevos retos para su conservación. Una gestión correcta del potencial de desarrollo del patrimonio cultural exige un enfoque que haga hincapié en la sostenibilidad. A su vez, la sostenibilidad requiere encontrar el justo equilibrio entre sacar provecho del patrimonio cultural hoy y preservar su “riqueza frágil” para las generaciones futuras (Unesco, 2017, p. 132). En consecuencia, muchos son los cuestionamientos que se desprenden de lo planteado por la Unesco, y en particular de los países que emprenden todo tipo de estrategias para lograr que sus bienes culturales sean patrimonializados, o hagan parte de la lista del patrimonio de la humanidad, movidos por el interés de visibilizarlos, de adquirir recursos que posibiliten su permanencia en el tiempo y que puedan garantizarse su preservación. Sin embargo, más allá de las intenciones altruistas y benéficas, también se devela el interés desmedido de las multinacionales, las agencias de turismo y, en general, del sector económico por convertir estos bienes culturales en oportunidades de negocio. Es decir, lo que aparentemente pareciera convertirse en importantes oportunidades de ingresos termina desconociendo en la conformación de esta gran cadena de productividad al portador originario de estas tradiciones, que finalmente es el que menos resulta beneficiado con tales dividendos. La patrimonialización es un proceso que se lleva a cabo de manera voluntaria, que tiene su origen en el interés de sujetos, comunidades, entes gubernamentales, académicos, entre otros, los cuales pretenden visibilizar las expresiones culturales para garantizar su salvaguardia, y de manera indirecta atender a las
  • 9. L ofertas y demandas turísticas que toman como base las tradiciones de los pueblos. Estos procesos han sido cuestionados ampliamente por antropólogos e investigadores como Amparo Sevilla, una activista mexicana movida por los efectos negativos que ha tenido la patrimonialización de alguna de las danzas de tradición en muchos pueblos originarios en México. Ejemplo de estas expresiones se encuentran en manifestaciones musicales como el mariachi, la ceremonia ritual de los voladores, o las fiestas de los muertos, cuyas simbologías, imagen y formas han sido empleada por empresas publicitarias de diversas marcas, entre ellas fábricas de cervezas, de muñecas barbies, cuyas utilidades no se reflejan en las personas o comunidades donde se gestaron estas expresiones. Sevilla (1990), también cuestiona las actuaciones de la diplomacia internacional desde la cual históricamente se propone una cultura del desarrollo sostenible por cuanto resulta contradictorio si se toma en consideración la gran cantidad de industrias mundiales que por años han atentado contra la ecología y la biodiversidad. Tales contradicciones también se generan en el campo del patrimonio cultural, ya que los influjos de las grandes compañías trasnacionales, sobre todo de la industria del entretenimiento, han generado efectos nocivos donde las menos favorecidas son las comunidades y los grupos de portadores, quienes son los creadores naturales de estas expresiones que han legado de sus antecesores. La patrimonialización, ¿una experiencia necesaria? os debates entre expertos en el tema han permitido generar ciertas reflexiones en torno a la patrimonialización de las expresiones culturales que son comercializadas de manera desmedida e irresponsable. Por lo general, esta comercialización es producto de ciertas políticas que derivan de estrategias planteadas por las instancias gubernamentales que inician con actuaciones como la expedición de declaratorias que son admitidas posteriormente por la Unesco, quien las incluye en un listado de obras patrimoniales con la posterior necesidad de gestar para ellos los planes especiales de salvaguardia. Otro de los aspectos que llaman la atención en este proceso de patrimonialización o de relación cultura – turismo – sostenibilidad, es la necesidad que aflora en los grupos culturales, dueños de las expresiones tradicionales, portadores o quienes llevan años enseñando sus tradiciones, es precisamente que han sido avocados a aprender a ser gestores, emprendedores o promotores de sus tradiciones sin ser su naturaleza. Asimismo, a realizar proyectos, a aprender de marketing, y a posicionarse en el mercado cultural y otras acciones que garanticen la salvaguardia de sus propias expresiones para hacerlas visibles al mundo. Si bien es cierto que la naturaleza de entidades internacionales como la Unesco es garantizar la promoción de las obras patrimoniales, en la realidad parte de las estrategias de esta promoción está asociada inevitablemente con convertirlas en un destino o atractivo turístico. Sin embargo, no solo en México ocurren tales situaciones. La misma situación se da en países como Bolivia, reconocido por su amplio listado de obras patrimoniales y en especial los relacionados con los Carnavales de Oruro, que reconocen la importancia de la legitimidad de las mismas a partir de la intervención inicial de los Consejos Municipales, la Asamblea Plurinacional, y el Ministerio de Cultura, en consenso con “por lo menos una parte de la sociedad civil”, así mismoreconoce: En Bolivia, en muchos casos existen fuertes disensos respecto al patrimonio cultural, por lo menos con algunos sectores de la sociedad, enemigos del patrimonio o simplemente por ignorancia. Algunos bienes declarados como patrimonio cultural gozan de un amplio consenso y otros no. Y es importante determinar si esto se debe a un problema de ausencia de políticas públicas o a la existencia de una separación entre patrimonio y sociedad (Cajías de la Vega, 2016, p. 14). Parte de las reflexiones apunta a reconocer la importancia que la Unesco otorga a los requisitos para declarar una obra como patrimonial. Para el caso de las obras inmateriales como la danza, se señala que estas deben mantener su esencia, la cual tiene larga duración, aunque algunos de sus elementos cambian. Así mismo, éstas deben provenir de las comunidades, de los colectivos culturales que dada su condición colectiva hace difícil el reconocimiento y protección de sus derechos como autores. Sin embargo, el
  • 10. estado reconoce que debe implementar acciones que garanticen la salvaguardia de las expresiones insertas en tales comunidades. No obstante, el punto central de la discusión que conduce a analizar los efectos que pueda tener el turismo cultural como uno de los principales medios para garantizar la salvaguardia sigue siendo la forma de aplicar las estrategias de salvaguardia. Al respecto, Cajías de la Vega (2016) expresa: Uno de los medios más importantes para el consumo cultural, especialmente para los bienes patrimoniales, es el turismo cultural. La gran mayoría de los bienes pertenecientes al patrimonio cultural constituyen atractivos turísticos. El turismo cultural contribuye al conocimiento y a la democratización de la cultura, y se constituye en uno de los principales medios para que el patrimonio contribuya al desarrollo humano, cultural, social y económico de una comunidad, una ciudad, una región o un país, al generar empleo e ingresos económicos en torno al bien patrimonial (Cajías de la Vega, 2016, p. 20). Si bien el autor resalta la participación del estado de la empresa privada y de la misma sociedad civil en la gestión adelantada para la salvaguardia de las expresiones, lo cierto es que los modelos a los cuales se refiere desde la sociedad civil son acciones que han desviado su naturaleza y espontaneidad hacia practicas más lucrativas como convertir sus nichos o casas en museos, sus prácticas rituales en atractivo y parte de circuitos turísticos; las agrupaciones en fundaciones, corporaciones y asociaciones con responsabilidades tributarias frente al estado, y destaca: “por ejemplo el Carnaval de Oruro, tiene el apoyo estatal en sus niveles central, departamental y municipal, y auspiciadores privados como la Cerveza Paceña; pero el grueso del costo del espectáculo está financiado por cada uno de los bailarines” (Cajías de la Vega, 2016, p. 31). Aunque el influjo de la comercialización permite que las manifestaciones culturales puedan ser consumidas por todos, es necesario reconocer el valor ritual de estas expresiones, de tal forma que puedan respetarse, y no se haga uso indebido de las mismas atentando contra su esencia y su pertenencia. Otras experiencias similares se viven en Perú, un territorio que presenta dificultades aun en temas de articulación entre las entidades del Estado, las políticas sectoriales y las comunidades, evidenciando problemáticas que afectan la salvaguardia de las expresiones culturales. En el marco del proyecto del Centro Regional para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de Perú, el investigador Alfaro Rotondo (2005) expresa: El desafío de preservar la diversidad cultural impuesto por la globalización, el aumento de los flujos turísticos y la competencia comercial en mercados externos vienen motivando que cada vez sean mayores los esfuerzos encaminados a garantizar la puesta en valor de las expresiones de nuestro patrimonio inmaterial. Enmarcado dentro del protagonismo que ha adquirido la cultura en la vida moderna, a través de su definición como recurso, en los últimos años se viene dando un “giro inmaterial” en el campo de intervención del patrimonio cultural (Alfaro Rotondo, 2005, p. 4). Existen todo tipo de entidades, sobre todo en el campo turístico y empresarial, que muestran su interés por la preservación del patrimonio, lo que conduce al lucro a partir del patrimonio, y a convertir la expresión cultural en un producto o mercancía con un valor en el mercado. Como parte de los estudios de turismo y patrimonio se convocan diversos académicos de países como Ecuador, Colombia, Perú y en particular México, para el surgimiento de diversas reflexiones. Martínez de la Rosa (2015) trae a colación lo planteado por Cécile Duvelle, jefa en 2011 de la Sección del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, y quien manifiesta: Esta declaración prominente también recalca que losbienes y servicios culturales son mercancías de tipo singular y que las políticas culturales deben crear condiciones que conduzcan a la producción y difusión de bienes y servicios culturales diversificados a través de industrias culturales que dispongan de los medios para desarrollarse a escala local y mundial (Duvelle, 2011). Con ello se determina el cariz de mercado en el cual están circunscritas las aspiraciones de organizaciones internacionales como la UNESCO, vinculadas fuertemente con políticas de desarrollo pertinentes y sostenibles para respondera
  • 11. A las necesidades humanas –¿de nutrir su creatividad y comercialización? (Martínez de la Rosa, 2015, p. 17). Las expresiones culturales al ser patrimonializadas, por lo general, conllevan a una pérdida del sujeto como autor, el carácter de propietario se diluye en el aire por la acción del libre mercado, al lucro de las empresas privadas que son, finalmente, las que usufructúan a partir de estas expresiones culturales. La patrimonialización puede conllevar a que el valor simbólico que le es inherente se diluya en el valor comercial. Además, se generan nuevas dinámicas como las llamadas industrias culturales, encargadas de masificar el bien cultural. Una muestra de las experiencias de las organizaciones como industrias culturales son las existentes en Argentina con el tango; en México con sus rancheras y celebraciones de los muertos; o en Colombia con sus danzas de carnaval, donde importa más la máscara de marimonda, y no así la agrupación que la ha hecho conocida, donde en los ritos palenqueros importa el baile pero no quienes bailan. Es así como terminan cosificándose las expresiones desconociendo que sus componentes ritual y mítico son fundamentales para garantizar su persistencia. Es por ello que juega un papel importante la elaboración de los planes de salvaguardia que deben contar con la participación elaborados por las comunidades portadoras de los patrimonios. Reflexiones finales nte la preocupación de muchas de las comunidades en cuyo seno se han gestado expresiones hoy declaradas patrimonio de la humanidad, sigue latente la pregunta sobre la pertinencia o no de su declaratoria como obras que hacen parte del repertorio patrimonial de la humanidad y cuya iniciativa ha sido abanderada por la Unesco. Bien podría afirmarse que tal exposición a la mercantilización es también parte de la forma como las sociedades construyen nuevas identidades, sobre todo en tiempos de la “modernidad líquida”, donde afloran otras formas de relacionarse y de asumirse identitariamente en una comunidad que dejó de ser local y que ha ampliado su espectro sobrepasando un sinfín de barreras geográficas, culturales y sociales. Estas formas serán conocidas y asumidas de una generación a otra, convirtiéndolas en otra forma de “tradición”. Por otra parte, también podría constituirse en una forma silenciosa de acabar con la naturaleza misma de las tradiciones. Por ello, es pertinente que antes de emprender el riguroso proceso de elaboración de la candidatura para aspirar a la patrimonialización de las expresiones culturales, las comunidades reflexionen alrededor de los siguientes interrogantes: ¿para qué visibilizar un ritual que es valorado por su propia comunidad?, ¿para qué patrimonializarlo?, ¿para qué visibilizarlo? Si bien las agrupaciones luchan por sí solas para sobrevivir, implementando sus propias dinámicas para salir adelante, el papel de las organizaciones y autoridades privadas o públicas locales debería ser el de apoyarlas a partir de alianzas entre portadores, investigadores e instituciones, sin llegar a trasgredir los sentimientos y la parte espiritual de la tradición, sin convertir sus manifestaciones y conocimientos ancestrales en objeto de consumo. Referencias Abbagnano, N. (2012). Diccionario de Filosofía. Mexico: Fondo de Cultura Económica. Alfaro Rotondo, S. (2005). Estado del arte del patrimonio inmaterial. Obtenido de file:///C:/Users/Win10/Downloads/796D5B24.pdf Arévalo, J. M. (2004). La tradición, el patrimonio y la identidad. Revista de estudios extremeños, 925-956. Cajíasdela Vega, F. (2016).Cincuenta años de gestióndel patrimonio cultural en Bolivia. Cienciay cultura, 9-45.
  • 12. Carrera Díaz, G., & Dietz, G. (2005). Patrimonio y gestión de la diversidad. Sevilla: Instituto Andaluz del Patrimonio Hisórico. Eliade, M. (1991). Mito y Realidad. Barcelona: Labor S.A. Gadamer, H. (2007). Verdad y método. Salamanca: Sigueme. Herrejón Peredo, C. (1994). Tradición. Esbozo de algunos conceptos. Relaciones, 135-149. Huarte, R. (2012). El concepto de tradición en la filosofía de las ciencias sociales y humanas. Noesis. Revista de ciencias Sociales y Humanidades, 19-39. Madrazo Miranda, M. (2005). Algunas consideración en torno al significado de la tradición. Contribuciones desde Coatepec, 115-132. Martínez de la Rosa, A. (2015). Patrimonialización de elementos culturales inmateriales y desarollo local sostenible. Ra Ximhai, 15-29. Sevilla, Amparo (1990) Danza, cultura y clases sociales, México, INBA. Unesco. (2017). Indicadores Unesco de cultura para el desarrollo. Manual metodológico. Unesco 2014 Unesco. (2014). www.unesco.org. Obtenido de https://es.unesco.org/creativity/sites/creativity/files/digital-library/cdis/Patrimonio.pdf W, S. (1970). Anmerkungen zur hermeneutik gadamers. Mónica Lindo De Las Salas monicalindo@mail.uniatlantico.edu.co @danzamoniklindo View publication stats View publication stats