1. Domingo, 8 de julio de 2018
Asturias LA NUEVA ESPAÑA
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chado a este valle, donde ha es-
tablecido su familia, su casa, su
huerto y desde donde ha cosecha-
do grandes amigos; “ahora, des-
pués de 33 años, sería incapaz de
volver a vivir en una ciudad”, me
comenta. Además, a pesar de su
actividad, a veces incomprendida
poralgunapersona,jamáshateni-
do un desencuentro con nadie.
Siempremepreguntécómoha-
bían recibido las gentes de Villar
a un rapaz de 22 años, acompaña-
do de un joven perro alsaciano,
“Otto”, y un Suzuki, que se insta-
la en un pueblo alejado al que se
llega por una larga pista de más de
15 kilómetros desde la carretera
más cercana y que dice que viene
a trabajar con los daños de los
osos; la respuesta de Alfonso es
contundente: “Con extrañeza”,
me dice. Coincide el momento
con la inminente jubilación de Fé-
lix, el de Corés, guarda mayor de
la Reserva de Caza, y muchos
pensaban que simplemente Al-
fonso venía a sustituirlo, por lo
que provocaba suspicacias entre
quienes pensaban que los iba a
controlar más en sus frivolidades
furtivas, dado
que Alfonso era
muy joven y esta-
ba en buena forma fí-
sica, amén de que poseía un
“todo terreno”, que para la época
era casi un lujo.
Todo cambió cuando en una de
las múltiples veladas de bar, un
vecino expresó en voz alta: “En-
tonces tú, en realidad, vienes a
traernos dinero”, pues dentro del
convenio de colaboración, si el
FAPAScertificabaqueeldañoera
de oso, la organización incremen-
taba en un 20% el importe de la
valoración de la Consejería. Eran
tiempos, además, en los que ape-
nassedenunciabanunos40daños
de oso al año, de los cuales, la mi-
tad o menos eran de ataques a ani-
males domésticos.
Aparte del trabajo serio y
metódico de Alfonso, otra
de las claves de su trabajo
era la aportación de
“Otto”. El alsaciano ha-
bía sido educado en el
zoo de Barcelona y
acostumbrado a detec-
tar el olor de los osos,
que denunciaba con
sus ladridos, algo que
en aquella época pare-
cía ciencia ficción, pero
que hoy en día suena nor-
mal,puesestamosacostum-
brados a perros especialistas
en venenos, drogas, especies in-
vasoras, etc., dado que cada día
estos animales nos sorprenden en
cómo dejan entrenar su fabuloso
olfato.
Además, me comenta Fonso,
“Otto” tuvo su primer contacto
ursino con una osa, “Pecas”, que
estaba en un centro de recupera-
ción propiedad de la Diputación
de Álava. La osa le dio tal revol-
cón y algún que otro zarpazo, que
“Otto”, cuando llegaba a peritar
un daño y había un oso cerca, sa-
lía despavorido aullando. “Otto”,
elfielcompañerodeAlfonso,mu-
riómuyjovencomoconsecuencia
de la infección que le produjo la
picadura de una garrapata.
Durante su vida, el perro alsa-
ciano suscitó algunas anécdotas,
pues había personas que recla-
maban daños de oso y cuando se
enteraban que había un extraño
can capaz de decir si allí había es-
tado el animal o no, se intranqui-
lizaban y decían, “si hay que fiar-
se de un perro, mejor que no ven-
gan y lo dejamos estar”, franca-
mente se trataba de un intento de
fraude más. Por otra parte, Al-
fonso tenía muy clara la necesi-
dad de que cualquier reclamación
había que estudiarla y en algunos
casos, en lugares periféricos, se
encontraba con las reticencias de
algún guarda que le decía, ¡pero
si reclama fulano!, ¡es muy se-
rio!, ¡tiene que ser verdad!, ¿para
qué tenemos que ir? Pero iban,
era su compromiso con la Admi-
nistración.
Todo terminó cuando algunos
funcionarios adictos al régimen,
ante una reclamación denegada
de algún correligionario o sim-
plemente amiguete, conseguían
que cobrara tal o cuál reclama-
ción, y todo anunciado por el re-
clamante que le decía a Alfonso,
“escribe lo que quieras, que yo
voy a cobrar igual, tengo amigos
en Oviedo”. En ese momento FA-
PAS rompió el convenio con el
Principado.
¡Nunca nadie vio
tantos osos en Asturias!
Creo que no me equivocaría
mucho si digo que Alfonso Har-
tasánchez es la persona que mejor
conoce Somiedo, todos sus rinco-
nes senderos y vericuetos, y
quien más imágenes de osos can-
tábricos ha visto.
Con absoluta modestia,Alfon-
so contesta vagamente a la prime-
ra afirmación, pero de la segunda
matiza: “Si se trata de imágenes
al natural, sumadas a otras capta-
das por mí, en cámaras de foto-
trampeo, es posible que sí”.
He de confesar que cuando
con anterioridad comenté que
Alfonso había abierto mis ojos lo
que sucedía con los osos al co-
menzar este siglo XXI, fue cuan-
do puso en mis manos un grueso
álbum de fotos con cientos de
imágenes, con el que me sor-
prendió con el trabajo que lleva-
ba realizado con sus cámaras.
Donde a mí me comentaban que
había un par de osos, las imáge-
nes de Fonso revelaban la pre-
sencia de 5, 6 o 7.
De ahí que en aquel fin de si-
glo en el que la ortodoxia osuna
decía que sólo quedaban unos 75
osos en la Cantábrica, iniciamos
un estudio genético bajo la direc-
ción de un gran investigador del
CSIC, el doctor Ignacio Doadrio,
quien concluyó que esa cifra su-
peraba los 200 ejemplares, y tuvo
que sufrir los virulentos ataques
de los que se nominaban a sí mis-
mos como estudiosos de nuestros
plantígrados y a los que, según al-
gunas personas comentaban, no
les interesaba un incremento de la
población, pues había algunos
trabajos en juego.
Fue precisamente el ecólogo
francés Vincent Vignon, quien
frecuentaba Somiedo desde 1987,
la persona que introdujo a un reti-
centeAlfonso en el mundo de las
cámaras trampa.Ya estábamos en
1995, y el francés utilizaba las cá-
maras para estudios de impacto
ambiental producidos por las in-
fraestructuras.
Tras algunos intentos de con-
venceraAlfonso,quieninsistíaen
el trabajo de campo, dado que no
localizaban por ese método nin-
gún oso, la primera vez que se
obró el milagro, allá por 1998, el
FAPAS comienza a trabajar con
esa técnica hasta el punto que en
los últimos años, Fonso capta
unas doscientas mil fotografías de
fauna, que tiene que procesar y
clasificar posteriormente en el or-
denador; pero este será tema para
otro capítulo.
“¡Fonso! ¡Fonso!, ¡que escu-
ché por la radio que han declara-
do Somiedo Parque Natural!
¿Qué va a ser ahora de noso-
tros?”, le gritó un vecino ya entra-
do en años al llegar a casa des-
pués de una de sus múltiples jor-
nadas de campo.Alfonso confie-
sa que no estaba en las claves de
este proceso, pero supo contestar-
le algo así como: “¡Nada malo,
seguro!”.
Montes de Caunedo, uno de los últi-
mos lugares en que se mantuvo la
población cantábrica de oso pardo
hasta el comienzo de su expansión
a finales de los años 90. En el recua-
dro, una osa con su esbardo, en So-
miedo. | VÍCTOR M. VÁZQUEZ Y ARCHIVO
FAPAS
A la izquierda, Alfonso “Fonso” Hartasánchez, en una imagen reciente. Sobre estas líneas, en
un todoterreno con “Otto” sobre el capó, en una foto de 1986. | VÍCTOR M. VÁZQUEZ / ARCHIVO FAPAS