2. Energía: La solución está bajo nuestros pies (Spanish)
“Papá, mi profesora nos dijo que las guerras del siglo XXI serían por agua. No entiendo porqué, si el mundo tiene más agua que tierra”. El razonamiento
implacable de mi hija de 8 años me dejó perplejo. En efecto, el problema no será la escasez de agua, si no que la falta de energía para desalinizarla y
transportarla. Ya somos testigos de diversos conflictos por energía en este siglo, las guerras de Irak y Chechenia son ejemplo de ello. En Chile no
escapamos de esta tendencia, y las tensiones con Argentina y Bolivia están cruzadas por el tema del gas, a pesar que nuestras autoridades hacen
esfuerzos por “desgasificar las relaciones”. ¿Qué hacer entonces? Lo cierto es que Argentina tiene un problema real de abastecimiento interno y ya
hay señales concretas que los contratos de exportación a Chile no se renovarán. Bolivia por su parte produce menos de la mitad de lo que produce la
provincia de Neuquén en Argentina, por lo que no es una alternativa real sino que es “más ruido que nueces”.
Las crecientes necesidades de energía de nuestro país pueden ser satisfechas de diversas formas. Analicemos brevemente las alternativas que están
sobre la mesa.
El GNL posee riesgos relevantes en su carga, transporte, descarga y regasificación. Accidentes como el de Cleveland (1944), State Island (1972), Boston
(1988) y Argelia (2004) han dejado cientos de muertos. Es importante recordar que esta alternativa proveerá menos de un 40% de las necesidades
totales actuales de gas natural de Chile. No parece ser el camino. Por su parte, la energía nuclear se desarrolla bajo la “espada de Damocles” de los
accidentes de la magnitud de Chernobyl y Three Mile Island. Ya nuestras autoridades han dicho que “no desarrollarán la energía nuclear porque los
riesgos son conocidos”. Otra alternativa es la desarrollar grandes centrales hidroeléctricas en el Sur de Chile, alejadas de los centros de carga y de un
tamaño tal que necesariamente desestabilizarán eléctricamente al sistema. Parece que nuestras autoridades están desorientados y muestran un
ingenuo voluntarismo al insistir en caminos de solución irreales. Recordemos que en los noventa no sólo se construyó un gasoducto en el SING . . . ¡se
construyeron dos! Hija mía, Einstein dijo una vez: “Conozco dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy muy
seguro”.
¿Dónde está entonces la solución? Como muchas cosas en la vida está bajo nuestras narices y no la vemos. En 1998, y mientras nuestro sistema
eléctrico se levantaba como un castillo de naipes sobre la premisa que el gas natural había llegado para quedarse, yo publiqué un artículo en el que
advertía del peligroso desequilibrio de nuestra matriz energética y de los potenciales problemas de abastecimiento que ello traía aparejado. En el
mismo artículo afirmé que el carbón era la solución a nuestros problemas de abastecimiento de energía, y hoy afirmo lo mismo. En efecto, las reservas
probadas de carbón en el mundo exceden con creces a las reservas de petróleo y gas. Su producción está repartida por todo el globo lo que permite
que Chile no dependa de una sola fuente de abastecimiento. Países tan distintos como Australia, Nueva Zelandia, Indonesia, Colombia y Canadá
abastecieron con importantes cantidades de carbón a Chile en los noventa y lo pueden seguir haciendo por décadas. Su transporte y manipulación
está exenta de riesgos y por tratarse de un combustible sólido su eventual derrame (incluso en el mar) no genera “desastres ecológicos”. Las
chimeneas humeantes son cosa del pasado con el advenimiento de tecnologías abatidoras de material particulado, y la ceniza no posee elementos
dañinos para la vida del ser humano o de cualquier especie animal o vegetal. Finalmente su reutilización en industrias como la del cemento es cosa ya
probada en Chile. Además de lo anterior, y lo más importante, es que Chile posee ingentes reservas de carbón en la XXII Región, por cierto sub-
explotadas, y que nos confieren un enorme potencial de abastecimiento de energía por la vía de producir localmente. Más aún, este carbón sub-
bituminoso magallánico es ideal para ser gasificado a través de tecnologías ampliamente probadas en el mundo convirtiéndose en una alternativa real
del GNL.
Manos a la obra, desarrollemos tecnología en nuestro país, demos trabajo a chilenos, explotemos nuestros recursos, solucionemos de manera realista
nuestros problemas de abastecimiento de energía. Hoy como ayer sigo afirmando que el carbón es un recurso energético vigente y lo será por muchos
años más. Sí al carbón, sí a la gasificación del carbón Magallánico. Ojalá que el gobierno y los empresarios abran los ojos en este tema y de esta forma
Chile no enfrente los “conflictos por la energía del siglo XXI”.