1. El último montaje de La Joven Compañía, #Barro, es la primera parte de un ambicioso
proyecto: una tetralogía “sobre el siglo que nos ha hecho lo que somos”.
En cuanto supe que se iba a llevar a escena tenía claro con qué alumnos iría a verla y con qué
profesores. Mis compañeros de Historia se mostraron ilusionados por la temática del texto.
Los autores, Nando López, La edad de la ira, y Guillem Clua, Iliada, eran garantía suficiente
para no dudar de que, otra vez más, debíamos volver al teatro.
#Barro se presenta como el recuerdo borroso de una agonizante Europa. Al cumplirse 100
años del armisticio, era el mejor momento para embarcarse en este proyecto.
Representada en la Sala Negra de los Teatros del Canal durante todo el mes de diciembre,
#Barro es una obra de teatro bélico, poco habitual es los escenarios españoles.
Helmut, Klaus, Ingrid, en el frente alemán; Marcel, André y Pierre, por el francés; Masha, la
rusa, de carácter fuerte pero sin perder la sensibilidad de quien busca un amor que pocos
pueden darle, y Erika, una enfermera de pocas palabras.
En medio de la guerra los ocho protagonistas entrelazan sus vidas, tan lejanas y diferentes,
entre reflexiones, vivencias y sueños. Impresionantes las cartas a sus familias. Mensajes que se
cruzan rápidamente, fugazmente, velozmente y golpean, como las balas de hace cien años los
cuerpos invisibles del enemigo, los oídos del público, que no pierde detalle de lo que ocurre
sobre el escenario.
Víctor de la Fuente, siempre excelente, en el papel de André reflexiona sobre la inutilidad de
la guerra y nos permite recordar a esos jóvenes que leían tanto a Balzac como a Goethe.
Ingrid, sorprendente de nuevo María Romero, entre el orgullo y la sensibilidad de la joven, casi
adolescente alemana; y María Valero, qué gran interpretación de Masha, vertebran toda la
obra.
La “intrahistoria” de la que habla Nando López nos permite tener una visión más humana de
un momento de odio y deshumanización. De esos millones de jóvenes que perdieron la vida
durante la contienda, “la guerra es la máquina destructora de juventud por excelencia”, dice
Guillem Clua.
José Luis Arellano dirige una vez más a un elenco joven con muchas tablas que ya conoce muy
bien después de varios años dirigiendo los montajes de La Joven Compañía.
Andoni Larrabeiti se encarga del movimiento escénico. Más pausado que en ocasiones
anteriores. Silvia de Marta, escenografía y vestuario apuesta por el minimalismo y la
austeridad. Una gran pantalla para fijar el espacio y la distancia entre alemanes y franceses, y
varios ventiladores gigantes para hacernos partícipes de las trincheras que recorrían la Europa
de la Primera Guerra Mundial. El ruido de la contienda. El frío de la muerte.