El documento describe los acuerdos del Congreso de Viena de 1815 y sus consecuencias. El Congreso buscó restaurar el orden monárquico absoluto en Europa y repartió territorios ignorando los deseos nacionales de los pueblos. Esto llevó a futuros conflictos. También estableció la Santa Alianza para defender el statu quo a través de la fuerza militar si era necesario, pero esto entró en conflicto con las fuerzas liberales y nacionalistas que surgían en Europa.

1. EL NACIONALISMO Y EL LIBERALISMO
RESÚMEN

2. LA RESTAURACION
Una vez vencedoras, las potencias legitimistas se aprestaron a
restaurar el antiguo orden de cosas en Europa. Esto comprendía
principalmente la restitución de los monarcas absolutos
desplazados por la revolución y por la expansión por el
continente.
EL CONGRESO DE VIENA.
El congreso de Viena se celebró durante 1815. En él se
congregaron los representantes de las potencias que habían
vencido a Napoleón, con el objeto de rehacer el mapa europeo,
alterado por las conquistas francesas. El alma del congreso fue el
canciller austríaco Matternich.
Después de prolongadas negociaciones, los representantes de
las potencias legitimistas fueron obteniendo ciertos acuerdos
sobre las materias en discusión. Así, la fisonomía política de
Europa quedó sellada. Las resoluciones tomadas, sin embargo,
no consideraron ni en la más mínima proporción los intereses de
los pueblos del continente, por el contrario, se tuvo en cuente
solamente los intereses dinásticos. De allí que las resoluciones
tomadas en Viena no pudieran constituir base segura del orden
político europeo ya que, como el tiempo lo demostraría, se
encontraban en contracción con las realidades, ignorando hechos
tan importante como lo era el surgimiento del espíritu nacional
entre los diferentes pueblos, y el crecimiento de una burguesía
que requería de un orden político que consagrase las libertades
públicas y la garantía de sus intereses.

3. Sin embargo, también influían en él razones o causas de tipo
político. En efecto, cada potencia industrial requería ser fuerte
militar y políticamente con el fin de poder mantener el control
sobre sus posesiones coloniales, siempre codiciadas por las
otras potencias. La expansión colonial servía para fortalecer
desde el punto de vista geopolítico a la potencia que le
practicaba. En base a esta lógica, durante la segunda mitad del
siglo XIX no se podía ser potencia de primer orden sin practicar el
colonialismo y el imperialismo.
Otro de los factores que contribuyó a la expansión colonial e
imperialismo, aunque de manera muy secundaria, fue el
crecimiento demográfico que experimentó Europa a partir de la
segunda mitad del siglo XIX. Fue así como entre 1870 y 1914 la
población del viejo continente paso desde los 300 a los 450
millones. Las clases sociales más modestas, que
experimentaban los problemas señalados más atrás, empezaron
a emigrar buscando mejor fortuna en otros continentes. Esta
población, en algunos casos, servirá de punto de apoyo a la
expansión colonial.
Ajeno a todo esto, el congreso de Viena restauró en Europa a las
monarquías absolutas y repartió los territorios del continente
ignorando los deseos de los pueblos de obtener su
autodeterminación nacional. Desde este punto de vista, los
acuerdos del Congreso de Viena, más que soluciones, serán
fuente de futuros conflictos.

4. Entre las principales resoluciones tomadas por las potencias
vencedoras en Viena, podemos destacar las siguientes:
Se restauró a las monarquías absolutas destronadas por la
revolución y el imperio napoleónico. En Francia ocupa el trono
Luis XVIII y en España reasumió Fernando VII;2) Bélgica y
Holanda quedaron unidos en lo que fueron los países Bajos, lo
que en la práctica vino a significar una dependencia de la primera
a la segunda y una frustración para el pueblo belga que deseaba
su autonomía nacional;Polonia fue entregada a Rusia,
negándoseles, del mismo modo, a los polacos, sus deseos de
construir una entidad estatal ­ nacional independiente; Italia
quedó fragmentada en una serie de estados gobernados por
dinastías, y en su parte norte quedó sometida a la influencia de
los austríacos, los que quedaron dueños de la Lombardía y el
Veneto, de tal modo, el deseo de unificación nacional de los
italianos no fue atendido; Alemania, donde también se estaba
desarrollando un sentimiento nacional que conducía al deseo de
la unificación política, quedo, sin embargo, dividida en 39
estados, que conformaban la Confederación Germánica, siendo
los principales de entre ellos, Austria, que quedó a la cabeza de
la confederación, y Prusia; Inglaterra , por su parte , quedo dueña
de la isla de Malta y de una serie de otros puntos claves fuera de
Europa, lo le permitía controlar las rutas marítimas y mantener
cohesionado al gigantesco imperio colonial que había venido
conformando.

5. Los acuerdos a los que llegó el Congreso de Viena en cuanto a la
reordenación del mapa europeo se basaron en el principio del
equilibrio, es decir,, cuidando de que ninguna potencia quedará
predominado por sobre las demás como fuerza superior en el
continente. Esta había sido una de las constantes de la política
inglesa la que, empeñada en su desarrollo como potencia
colonial, pretendía que en Europa no sobresaliese otra potencia
que pudiera, sobre esa base, disputarle su predominio
extracontinental.
LOS CIEN DIAS
En Francia, a la caída de Napoleón, había subido al trono, con la
ayuda de las potencias legitimistas , Luis XVIII, quien intentó
restaurar algunos rasgos de la sociedad del Antiguo Régimen. En
el terreno internacional el monarca renunció a las fronteras
obtenidas luego de la revolución, que se extendían hasta la orilla
izquierda del Rhin. De tal manera, se retorno a los límites que
existían antes de 1789. En el aspecto interior, Luis XVIII aspiró a
reinstaurar el absolutismo y a devolver algunas de sus tierras a
los nobles, así como también otros de sus antiguos privilegios.
Todo esto tenía que desagradar a la mayoría de los franceses.
Pronto se extendió por el país un considerable descontento.
Napoleón recluido en la isla de Elba, resolvió aprovechar la
situación para regresar a Francia. Fue así que desembarcó en el
sur del país, en los mismos momentos en que se estaba
desarrollando el Congreso de Viena, y marchó hacía París. La
mayoría de los franceses aprobó la decisión, la que incluso
recibió el apoyo de gran parte del ejército. Incapaz de detener al
corso, Luis XVIII se vio obligado a huir a Bélgica.

6. Así, pues, Napoleón reasumió el gobierno de Francia. Sin
embargo, en medio de la alarma general, las potencias europeas
decidieron que no podían aceptar el hecho pues, tarde o
temprano, aquél volvería a sus antiguas pretensiones de dominar
el continente. De allí que las monarquías en Viena decidieran
intervenir militarmente. La batalla decisiva se dio en Waterloo
(1815), donde las tropas napoleónicas fueron derrotadas
definitivamente. Luego de ello, Napoleón fue desterrado a la isla
de Santa Elena, ubicada en el Atlántico sur, donde murió en
1821.
La Santa Alianza.
El congreso de Viena resultó interrumpido por el regreso de
Napoleón a Francia. Sin embargo, luego de Waterloo, sus
sesiones continuaron, Uno de los acuerdos más importantes
derivado del congreso fue la conformación de la llamada “Santa
Alianza”. Esta inicialmente estuvo constituida por Austria, Rusia y
Prusia , a las que luego se sumaron la mayoría de los estados
europeos, pero no Inglaterra.
La santa Alianza era un acuerdo militar entre las potencias
legitimistas que tenía por objeto salvaguardar por la vía de las
armas, en caso de necesidad el orden de cosas salido del
Congreso de Viena. Cada año debía reunirse para examinar la
situación de los diversos países, en caso de que allí se viera
amenazada la obra restauradora del Congreso, debía intervenir
militarmente.

7. El último término, la Santa Alianza fue un esfuerzo de las
dinastías y de la nobleza a ellas asociadas , para hacer imposible
la realización de cambios como los operados durante la
revolución Francesa. Desde punto de vista, fue una reacción y un
intento anacrónico por revivir el Antiguo Régimen, aunque fuese
en sus aspectos políticos, Por eso es que tenía que entrar en
colisión con las fuerzas sociales, económicas y políticas más
dinámicas de la época, es decir, con la burguesía y el espíritu nal
de los pueblos. Estas fuerzas, en oposición a la reacción
legitimista, se expresaron ideológicamente a través del
liberalismo y del nacionalismo.
LIBERALISMO Y NACIONALISMO
ANTECEDENTES.
El liberalismo y el nacionalismo son incomprensibles sin la
revolución francesa. Esta había difundido por Europa las ideas de
libertad e igualdad ante la ley, así como también los conceptos de
patria y patriotismo. Tales concepciones prendieron sobre todo
entre la burguesía, la pequeña burguesía y los distintos estratos
de intelectualidad de la época . De esa manera, contaron con un
amplio sustento social y, más aún, dichas ideas se convirtieron
en la expresión de las reivindicaciones y al predominio de la
burguesía.
El liberalismo y el nacionalismo, pues, fueron los herederos de la
revolución francesa pero, también, por lo mismo en último
término, lo fueron de la ilustración del siglo XVIII.

8. Entre las características principales del pensamiento liberal
podemos destacar las siguientes. En primer término la
concepción sobre la existencia de los derechos y libertades
individuales, tales como los de conciencia, pensamiento,
asociación, reunión, prensa, etc. Aquí reside lo esencial del
liberalismo. Ligado íntimamente con ello, el pensamiento liberal
afirma la igualdad ante la ley y, por lo tanto, niego la legitimidad
de las sociedades basadas en el privilegio de grupos minoritarios.
En el plano político, postula que la soberanía reside en el pueblo
y que, en consecuencia, la autoridad legítima es aquélla que
emana de la voluntad popular. El pueblo debe ser quien, pues,
tiene que gobernar a través de la elección de sus representantes.
De acuerdo a lo anterior, el pensamiento liberal se manifiesta
contrario a los regímenes absolutos. Para garantizar las
libertades y los derechos de los ciudadanos, postula que los
poderes públicos debieran estar separados, funcionando con
cierta autonomía relativa unos de otros. En síntesis, sobre esta
materia el liberalismo sostiene los puntos de vistas que
Montesquieu expusiera en su “ Espíritu de las Leyes “.
Todo el sistema político, según el pensamiento liberal, debe estar
basado en una constitución que consagre las libertades, los
derechos individuales y que limite el poder de las autoridades. La
existencia de una fiscalización permanente de los gobiernos por
parte de los representantes del pueblo constituye otro
planteamiento el liberalismo.
En todo caso, hay que dejar consignado que en su versión más
moderada, sustentada por los sectores de la gran burguesía, el
liberalismo considera como depositario de la soberanía no a todo
el pueblo, sino tan sólo a aquellos que poseyeran un determinado
patrimonio o ingreso. De esta premisa emanan los sistemas
electorales de tipo censitario.

9. En el terreno económico, el liberalismo se basa en las
concepciones de Adam Smith, es decir, en la defensa de la
propiedad privada de los medios de producción, la no
intervención del estado en la economía, la libre competencia y la
búsqueda del enriquecimiento como vía para el progreso social.
En términos generales, se puede decir, que el liberalismo
representa la ideología de la ascendente burguesía, y por lo
tanto, constituye el sustento doctrinario del gran capitalismo que
empezaba a desarrollarse, incentivado por la naciente revolución
industrial.

10. El nacionalismo, por su parte, se desarrolló en forma paralela al
liberalismo. Al igual que él , un producto de la revolución
francesa. Esta, como se dijo más atrás , contribuyó al desarrollo
del sentimiento patriótico de los pueblos y su deseo de
autonomía nacional. Sin embargo, tales sentimientos eran
contradictorios con los intereses dinásticos. De allí que, antes
que nada, las ideas nacionalistas, junto con afirmar el derecho de
las naciones a su autodeterminación, fuesen antidinásticos.
Al principio de la soberanía de los monarcas absolutos el
nacionalismo opuso el de la soberanía nacional. Para este la
soberanía reside en la nación y ésta debe elegir sus
representantes para el ejercicio de la autoridad. De acuerdo a tal
concepción, cada nación tiene derecho a poseer su propio estado
independiente.
Las ideas nacionalistas se desarrollaron especialmente en
aquellos lugares donde los pueblos que formaban una misma
comunidad histórica, cultural y lingüística , quedaron separados
políticamente o bien dominados por potencias extranjeras, tal
como sucedía en Italia, Alemania, Polonia y Bélgica, entre otros.
Allí aparecieron importantes corrientes culturales e intelectuales
que eran los portadores del sentimiento nacional.
En la práctica, liberalismo y nacionalismo poseían muchos puntos
de contacto, por lo cual solían actuar conjuntamente. Entre esos
puntos figura el rechazo al absolutismo y el deseo de disponer de
una constitución que garantizase las libertades, cuestión que
también formaba parte de las ideas del nacionalismo.

11. Se puede decir que tras el liberalismo y el nacionalismo se
encontraba la burguesía , apoyada por distintos sectores
sociales, esencialmente por la mayoría de la intelectualidad y las
capas intermedias. Serán precisamente estos grupos los que se
levantarán contra el orden de cosas salido del Congreso de
Viena. Y puesto que tal orden no dejaba espacios abiertos
significativos para que se expresaran las tendencias liberales y
nacionalistas, éstas no pudieron llevar a cabo su propósito de
cambios sino por vía revolucionaria.
LAS REVOLUCIONES NACIONALES Y LIBERALES.
Las revoluciones nacionales y liberales de la primera mitad del
siglo XIX estuvieron dirigidas a poner fin al sometimiento de una
nación por otra o por una dinastía, y a terminar con los regímenes
absolutos. En síntesis, estas revoluciones aspiraban a liquidar el
orden salido del Congreso de Viena. La fuerza principal que
ánimo a estas conmociones fue la burguesía.
Ante la falta de libertades, los grupos liberales y nacionales
comenzaron a organizar sociedades secretas, tales como las
logias masónicas y la de los carbonarios en Italia. Sus métodos
de acción consistían en la preparación de alzamientos
revolucionarios con el apoyo de las muchedumbres urbanas y, en
lo posible, del ejército.
LAS REVOLUCIONES DE 1820.
En 1820 estallaron una serie de revoluciones en la parte sur de
Europa. La más importante fue la de España, en donde los
militares se rebelaron contra el despotismo de Fernando VII e
impusieron la constitución de 1812, que el soberano había
derogado cuando fue restituido en el trono luego de la derrota de
napoleón. Dicha constitución era de corte liberal.

12. Influenciados por los sucesos de España, en el Reino de Nápoles
se produjo un levantamiento análogo, que obligó al rey Fernando
IV, a someterse a una constitución liberal muy similar a la
española de 1812. En Portugal ocurrió lo mismo en 1821, y
también en el reino de Piamonte, en el norte de Italia.
Sin embargo, estos éxitos de los movimientos liberales pronto
fueron sofocados por la intervención de la Santa Alianza, que se
encargó de restaurar el orden absolutista.
LAS REVOLUCIONES DE 1830.
Al igual como 1820, las revoluciones verificadas a lo largo de
1830 abarcaron una serie de países europeo. Estas revoluciones
fueron aún más potentes puesto que la burguesía, su verdadera
fuerza impulsora, había ganado en peso puesto que su poderío
económico se encontraba acrecentado por obra del desarrollo de
la revolución industrial que venía realizándose durante décadas.
En Francia luego de la restauración, había gobernado Luis XVIII,
el que había concedido una carta constitucional muy moderada.
A su muerte lo sucedió Carlos X, quien se caracterizaba por una
posición ultra conservadora. El nuevo monarca pretendió limitar
más aún las escasas libertades existentes y volver al antiguo
régimen. Esto irritó a la burguesía, la que impulsó como
respuesta, una serie de levantamientos en París. En las llamadas
“gloriosas jornadas” del 27, 28 y 29 e julio de 1830, la capital de
Francia se llenó de barricadas levantadas con la participación de
amplios estratos sociales. Asustado ante la magnitud de los
acontecimientos e incapaz de restaurar el orden, Carlos X debió
abdicar.

13. En su lugar asumió Luis Felipe de Orleans, con pleno apoyo de
los sectores más poderosos de la burguesía. El nuevo monarca
implantó un régimen liberal moderado, que contemplaba un
sistema electoral censitario que permitía votar a los grupos más
poderosos económicamente.
La oleada revolucionaria también se manifestó en los Países
bajos, donde los belgas se rebelaron contra la dominación
holandesa y pretendieron obtener su independencia organizando
un estado propio. Se trataba, pues, de una revolución nacional. El
resultado de ella fue la separación de Bélgica respecto de
Holanda y la instauración en aquélla de una monarquía
constitucional encabezada por el Rey Leopoldo I.
En Polonia también se produjeron violentos levantamientos
contra la dominación de los zares y por la independencia
nacional. Sin embargo, estos alzamientos no tuvieron éxito. En
Italia sucedió algo similar. En Parma, Modena y, en algún grado
en los estados Pontificios, se produjeron agitaciones que, no
obstante, no consiguieron resultado alguno.
En España y Portugal se dieron sucesivas guerras civiles que
permitirán aumentar la influencia de los sectores liberales.
En resumen, los acontecimientos demostraban que no era
posible mantener el estado de cosas establecido por el Congreso
de Viena. Las revoluciones señaladas, por el contrario, iban
generando una situación nueva caracterizada por una creciente
influencia en el poder de parte de las burguesías. Ello se
manifestaba en el avance de las ideas liberales y nacionales y en
los cambios políticos que se estaban verificando. Las monarquías
absolutas se batán en irremediable retirada puesto que su
existencia estaba en contradicción con los cambios económicos y
sociales propios de la época.

14. LA REVOLUCION DE 1848.
La revolución de 1848 tuvo su cuna en Francia, pero de allí se
expandió hacia diversos países europeos.
Luego del ascenso de Felipe de Orleans en 1830, la burguesía
francesa vivió un período de gran prosperidad. La revolución
industrial trajo consigo un considerable desarrollo del capitalismo
y con ello el fortalecimiento de una nueva clase: el proletariado
industrial. Las condiciones de vida de este nuevo sector eran muy
negativas, por lo cual pronto se desarrolló en él un fuerte
descontento que lo llevó a la acción política.
Junto al proletariado existían amplios estratos de pequeña
burguesía, intelectuales y artesanos imbuidos de un espíritu
democrático, por lo cual no podían aceptar el liberalismo
moderado del Felipe de Orleans, con su sistema electoral
censitario que privaba a la mayoría de su derecho a voto. En
protesta contra todo ello se produjo la revolución de 1848 en
Francia. A diferencia de 1830, ahora estas conmociones no
perseguían reformas liberales, sino democráticas en sentido
amplio y también, por parte del proletariado, se pretendían
cambios inspirados en una nueva corriente de pensamiento
surgida principalmente entre los sectores asalariado y artesanos:
el socialismo.
Como resultado de la revolución de 1848 llegó a su fin la
monarquía de Luis Felipe de Orleans, instaurándose en su lugar
la segunda república francesa ( la primera fue establecida
durante el período de la Convención).

15. Sin embargo, la segunda república no perduró por cuanto los
republicanos estaban divididos en un sector liberal y otro
socialista. Aprovechándose de estos conflictos, Luis Napoeón,
sobrino de Bonaparte, dio un golpe de Estado y estableció el
segundo imperio, proclamándose emperador (1851).
La revolución de 1848 en Francia tuvo prontas repercusiones en
el resto de Europa. En Prusia se levantó un potente movimiento
que exigía la elaboración de una constitución y el fin de la
arbitrariedad de los monarcas. Fue tanta la presión en este
sentido que Federico Guillermo IV terminó por conceder la Carta
solicitada para así evitar desbordes mayores. Lo mismo sucedió
en Austria donde la monarquía tuvo que aceptar la convocatoria a
una Asamblea Nacional Constituyente y el canciller Matternich,
símbolo de absolutismo, tuvo que huir del país. En Italia las
agitaciones de 1848 persiguieron finalidades de tipo nacionalista.
Se luchaba por poner fin al dominio austríaco en la Lombardía y
el Veneto. En Hungría y en Bohemia, que estaban bajo la
dominación austríaca, se verificaron sucesivas luchas que
perseguían el establecimiento de regímenes constitucionales.
La revolución de 1848 fue un acontecimiento que conmovió a
toda Europa. Ella demostró la potencia de las corrientes liberales
y nacionales y, por otro lado puso de manifiesto una tendencia
creciente de las masas populares a tener un rol activo en la vida
social y política de sus países.