2. Recuerda las pautas…
1.- LECTURA DETENIDA DEL TEXTO
2.- ANÁLISIS DEL TEXTO 50 %
- IDEA PRINCIPAL
- IDEAS SECUNDARIAS
- AUTOR
- TIPO DE TEXTO
- ORIGEN Y NATURALEZA
- TEMA
3.- COMENTARIO DEL TEXTO 50 %
4. 1.- lectura detenida del texto
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
5. Partes de un
texto
Os puede ayudar separar la Introducción, Nudo y
Desenlace para extraer mejor las ideas y comprender
el texto.
6. a) Introducción
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
7. a) Introducción
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
8. b) Nudo
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
9. b) Nudo
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
10. c) Desenlace
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
11. c) Desenlace
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
13. Idea principal
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
14. Idea principal
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
15. Idea principal
Vamos a llevar a cabo el comentario de un
texto histórico sobre el Decamerón de
Bocaccio.
En primer lugar localizamos la idea principal
de este texto, como es la llegada de la
Peste Negra a la ciudad de Florencia en el
año 1348, que se observa en la cita: «mil
trescientos cuarenta y ocho cuando a la a
ciudad de Florencia, llegó la mortífera
peste».
17. Ideas secundarias
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
18. Ideas secundarias
Digo, pues, que ya habían los años habían llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la a ciudad de
Florencia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones fue enviada sobre los
mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección.
En su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían
hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del
cuerpo (…) empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes, y comenzó la calidad de la dicha enfermedad a
cambiarse en manchas negras que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y así la
buba era siendo indicio certísimo de muerte futura. También lo era el tocar los paños o cualquier otra cosa que hubiera sido
tocada o usada por aquellos enfermos, que parecía llevar consigo aquella tal enfermedad. (…) Estando los despojos de un pobre
hombre muerto de tal enfermedad arrojados en la vía pública, y tropezando con ellos dos puercos, y como según su costumbre se
agarrasen y le tirasen de las mejillas primero con el hocico y luego con los dientes, un momento más tarde, tras algunas
contorsiones y como si hubieran tomado veneno, ambos a dos cayeron muertos en tierra sobre los maltratados despojos. Y había
algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho
accidente y vivían separados de todos los demás… Otros afirmaban que la medicina para tanto mal era el beber mucho y el gozar
y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese… Algunos eran de
sentimientos más crueles diciendo que ninguna medicina era mejor ni tan buena contra la peste que huir de ella; y movidos por
este argumento muchos hombres y mujeres abandonaron la propia ciudad, las propias casas, sus posesiones y sus parientes y sus
cosas.
A la gran multitud de muertos mostrada que a todas las iglesias, todos los días y casi todas las horas, era conducida, no
bastando la tierra sagrada a las sepulturas, se hacían por los cementerios de las iglesias, después que todas las partes
estaban llenas, fosas grandísimas en las que se ponían a centenares los que llegaban lo cual, éstos, disolutas sus costumbres
como las de los ciudadanos, no se ocupaban de ninguna de sus cosas o haciendas; y todos, como si esperasen ver venir la muerte
en el mismo día, se esforzaban con todo su ingenio no en ayudar a los futuros frutos de los animales y de la tierra y de sus
pasados trabajos, sino en consumir los que tenían a mano. Por lo que los bueyes, los asnos, las ovejas, las cabras, los
cerdos, los pollos y hasta los mismos perros sucedió que fueron expulsados de las propias casas y por los campos, donde las
cosechas estaban abandonadas, sin ser no ya recogidas.
19. Ideas secundarias
Detectada la idea principal, hay otras ideas secundarias que sostienen y
nos ayudan a reflejar qué explica el texto.
En primer lugar se nos hace referencia a los términos de hinchazones
(«bubas» para el pueblo de la época) que aparecían por todo el cuerpo
y eran «indicio certísimo de muerte» (los datos corroboran la gran
mortalidad de esta epidemia)
En segundo lugar resulta significativo cómo el autor nos habla del gran
nivel de contagio de esta epidemia cuando habla de «también lo era
el tocar los paños», explicando que con el simple contacto de una
prenda de un infectado se podía morir.
Por último, consideramos significativo que tal era el desconocimiento
médico de la época que pensaban que determinadas tipos de
actuaciones evitaban el contagio. Así, se habla de que «vivir
moderadamente, beber mucho, gozar y andar (…)» podía evitar tan
terrible muerte.
21. Giovanni Boccaccio (1313-1375) fue un
escritor italiano del siglo XIV. Hijo de
mercader y banquero florentino, nunca
conoció a su madre.
Al no tener grandes dotes para seguir con
el trabajo de su padre, le enviaron a
Nápoles para formarse en la literatura.
Allí se rodeó de un ambiente refinado, de
cortesanas, sensualidad… lo que influyó en
su Decamerón.
La peste que asoló Florencia en 1348 le
inspiró para su obra. Una obra de gran
éxito que consta de 100 cuentos sobre
ingenio, bromas, lecciones vitales, amor,
inteligencia y fortuna.
Decamerón en griego significa «diez días»,
pues era un amante de esa lengua. La
historia comienza con diez jóvenes (7
chicos y 3 chicas que huyen de la ciudad
de Florencia por la plaga y se refugian en
una aldea cercana.
23. Tipo de texto
En otro orden de cosas, hablaremos de qué tipo de texto
tenemos delante. Debemos decir primero que el
Decamerón se trata de una serie de cuentos de gran
variedad temática y que nos hace difícil centrarla en
un tema: amor, sociedad, comedia…
En concreto, podríamos decir que es un texto literario de
contenido médico y social básicamente. Esto lo
decimos porque procede de una obra literaria, y por
que en este fragmento nos habla de cómo las
consecuencias de contraer la peste afectaron a la
sociedad florentina del momento.
25. Origen y naturaleza
Para ir terminando con nuestro análisis, hemos de decir
que nos encontramos con un documento escrito e
histórico, procedente en concreto de la Baja Edad
Media, a mediados del siglo XIV.
Además, se presenta una fuente primaria e histórica, ya
que procede directamente de ese tiempo anterior y
nosotros estamos analizándola en el presente.
27. tema
Para concluir con nuestro análisis del texto,
diremos que el siguiente fragmento se
basa en la descripción exhaustiva de los
síntomas de la Peste Negra en la sociedad
de la época. Se hacen múltiples alusiones
a las pocas posibilidades de vivir, al
pánico de la sociedad, o incluso a las
herramientas que podían salvar a las
personas.
30. Contexto histórico
La muerte negra o peste negra es el nombre que se le ha dado al brote de plaga que se
produjo en Europa entre los años 1347 y 1352. El término solo fue acuñado después del
año 1800 haciendo alusión a los bubones negros (tumores) que crecían en la región
inguinal, las axilas y alrededor de las orejas en aquellas personas infectadas por la
peste que inflamaba los ganglios linfáticos; en aquel tiempo, la gente llamaba a esto
«pestilencia», entre otros términos. La peste vino del este, donde se propagó
rápidamente entre 1346-1360 y fue una combinación de tres pestes: la bubónica, la
septicémica y la neumónica.
31. Contexto histórico
Una de las fuentes primarias sobre el brote fue
la literatura del escritor y poeta
italiano Boccaccio (1313-1375), mejor conocido
por su obra el Decamerón (escrita entre 1349 y
1353), la cual relata la historia de diez
personas que se entretienen echando cuentos
mientras se encuentran aisladas de la peste. En
el primer capítulo, antes de introducir a los
personajes, Boccaccio describe la manera en que
en 1348, la muerte o peste negra golpeó la
ciudad de Florencia, así como la reacción de la
gente; además describe la asombrosa cantidad de
muertos que al final llegaría a la cifra de
unos 30-50 millones antes de que perdiera su
fuerza. El brote alteró por completo la
estructura social europea, así como el sistema
de creencias de muchos supervivientes.
32. Contexto histórico
La peste fue causada por la bacteria Yersinia Pestis; las pulgas portadoras
infestaban a los roedores, principalmente a las ratas, siendo así transportadas entre
diferentes regiones a través del comercio o por las tropas que iban y venían de sus
despliegues en el terreno. Sin embargo, esta bacteria no fue aislada ni identificada
sino hasta 1894, por lo que en el siglo XIV, la gente no tenía idea de lo que causaba
la muerte o peste negra ni tampoco cómo combatirla. Por lo tanto, la enfermedad fue
atribuida a la ira de Dios, principalmente, aunque las comunidades marginadas de la
sociedad (como fue el caso de los judíos) fueron señaladas como su causa y de acuerdo
a esto, sus miembros fueron perseguidos. Sin embargo, la mayor parte de las
respuestas tenían como objetivo calmar la ira divina y hubo pocos esfuerzos
prácticos, al menos al principio, por controlar la propagación de la enfermedad.
33. Contexto histórico
La peste entró en Europa por el este transportada por los barcos de comercio
genoveses, pero también se piensa que posiblemente se propagó por las redes
comerciales de la Ruta de la Seda. La enfermedad estaba causando importantes pérdidas
en el este desde por lo menos el año 562 (se piensa sea la continuación de la plaga
de Justiniano que se produjo desde 541-542 en adelante) y se aplacó en 749; luego
recrudeció nuevamente en 1218. Después fue disminuyendo una vez más hasta 1332 y en
1346 se desató plenamente antes de viajar a Europa.
La mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que el punto de origen son los
barcos genoveses de la ciudad portuaria de Caffa (también escrita Kefe) en el Mar
Negro (hoy Feodosia o Teodosia en Crimea). Las naves mercantes que salieron de allí
llegaron primero a Sicilia, después a Marsella y a Valencia, infectándolas, y luego
la peste se propagó por toda Europa.
34.
35. Contexto histórico
En la introducción del Decamerón, el narrador comienza dando los detalles del brote
en la ciudad; esta parte sirve de trasfondo antes de que aparezcan los diez
personajes principales; en medio de la plaga, todos ellos se reúnen en una iglesia
vacía de la ciudad antes de decidir irse al campo. No está claro si Boccaccio estaba
presente o no en Florencia cuando la peste estaba causando estragos en esa ciudad,
pues es posible que en 1348 su padre lo hubiera enviado a Nápoles por negocios, pero
ciertamente él pudo haber sido testigo y así dar testimonio de la devastación de la
ciudad. Aunque la introducción sea parte de una obra de ficción está considerada como
una descripción fidedigna de la vida en Florencia durante la peste ya que coincide
con otros apuntes.
Aunque Boccaccio afirme que el primer síntoma de la enfermedad sea la aparición de
los bubones, la mayoría de los registros indican que la peste comenzaba con fiebre,
seguida de dolores en el cuerpo y fatiga y luego, los bubones salían en el cuerpo. Es
posible que Boccaccio haya hecho uso de la licencia poética e invertido el orden de
los síntomas para presentar desde un comienzo lo peor, a fin de darle un efecto
dramático, pero podría ser simplemente que esta fue su experiencia personal de la
peste.
36. Contexto histórico
Parece ser que ningunas de las medidas que usaba la sociedad para luchar contra la
epidemia servían: rezos, ayuno, penitencia y flagelaciones.
Sin embargo, nada de esto probó ser eficaz contra la peste, excepto la recomendación
de mantenerse alejado de la persona infectada, lo que hoy se conoce como
«distanciamiento social». La ciudad portuaria de Ragusa (hoy Dubrovnik en Croacia),
que en aquel entonces estaba controlada por Venecia, fue la primera en implementar
medidas prácticas en este sentido al poner en aislamiento a las naves durante treinta
días bajo la política del trentino (30 días), la cual más tarde fue extendida a
cuarenta días bajo la ley del quarantino (40 días), término del cual procede la
palabra «cuarentena» en español. La cuarentena y el distanciamiento social fueron,
por lo tanto, las únicas medidas prácticas tomadas para frenar la propagación de la
enfermedad y parece que hayan sido las únicas disposiciones que tuvieron efecto.