8. “ Grabar el nombre propio, el amor de uno, o una fecha en un muro de un edificio es un tipo de vandalismo que no se puede explicar solo por los impulsos destructivos de un individuo. Yo veo en estas acciones más bien la supervivencia del instinto de todos aquellos que no pueden erigir pirámides o catedrales para perpetuar su nombre. Son escasos los momentos en los que se siente el pulso de la vida golpeando con tanta intensidad que reclame una piedra, un muro, o la corteza de un árbol donde ser inscrito para siempre (…) Unos muros altos suponen un desafío. La protección de la propiedad, la defensa del orden, son un objetivo para la protesta y el insulto, así como para las peticiones de cualquier intención sexual, política o social. La revolución francesa comenzó con el derrumbamiento de unos muros, los que rodeaban la bastilla. Ni los periódicos ni los poster han suplantado la escritura en el muro. Una palabra inscrita a mano en letras enormes tiene un impacto que un poster no puede tener. Imbuida de la emoción y la ira del gesto que la hizo, lo mantiene, excluyendo lo que venga después…” Brassaï , en El lenguaje de las paredes (1960)