2. Que es el muralismo:
Movimiento artístico de carácter indigenista, en el cual el muralista expresa y deja un
mensaje con un alto contenido social, cultural y político. El artista espera que el
receptor sea capaz de descifrar e interpretar la intención de su obra.
Historia y surgimiento del muralismo:
Surge tras la Revolución Mexicana de 1910 de acuerdo con un programa destinado a
socializar el arte, y que rechaza la pintura tradicional de caballete, así como cualquier
otra obra procedente de los círculos intelectuales.
Propone la producción de obras monumentales para el pueblo en las que se retrata la
realidad mexicana, las luchas sociales y otros aspectos de su historia. El muralismo
mexicano fue uno de los fenómenos más decisivos de la plástica contemporánea
iberoamericana y sus principales protagonistas fueron Diego Rivera, José Clemente
Orozco y David Alfaro Siqueiros.
El impulsor de este movimiento fue José Vasconcelos, filósofo y primer secretario de
Educación Pública de México quien, tras la Revolución, pidió a un grupo de artistas
jóvenes revolucionarios que plasmaran en los muros de la Escuela Nacional
Preparatoria de la ciudad de México la imagen de la voluntad nacional.
Los artistas tenían total libertad para elegir los temas y mostrar un mundo nuevo
sobre las ruinas, la enfermedad y la crisis política surgida tras la Revolución. Influidos
por el rico pasado precolombino y colonial, los muralistas desarrollaron un arte
monumental y público.
"El agitador", Diego Rivera
3. El muralismo se desarrolló e integró fundamentalmente en los edificios públicos y en la
arquitectura virreinal. Los muralistas se convirtieron en cronistas de la historia
mexicana y del sentimiento nacionalista, desde la antigüedad hasta el momento actual.
La figura humana y el color se convierten en los verdaderos protagonistas de la
pintura. En cuanto a la técnica, redescubrieron el empleo del fresco y de la encáustica,
y utilizaron nuevos materiales y procedimientos que aseguraban larga vida a las obras
realizadas en el exterior.
El introductor de nuevas técnicas y materiales fue Siqueiros, que empleó como
pigmento pintura de automóviles (piroxilina) y cemento coloreado con pistola de aire;
Rivera, Orozco y Juan O ’Gorman emplearon también mosaicos en losas pre coladas,
mientras que Pablo O’Higgins utilizó losetas quemadas a temperaturas muy altas. Las
investigaciones técnicas llevaron también al empleo de bastidores de acero revestidos
de alambre y metal desplegado, capaces de sostener varias capas de cemento, cal y
arena o polvo de mármol, de unos tres centímetros de espesor.
Desde 1922 hasta nuestros días no se han dejado de hacer murales en México, lo que
prueba el éxito y la fuerza del movimiento. En la década de 1930, la
internacionalización del muralismo se extendió a Argentina, Perú y Brasil, y fue
adoptado incluso por Estados Unidos en algunos de sus edificios públicos.
El muralismo en el mundo:
El muralismo continúa siendo un movimiento importante dentro del contexto de lucha
de los pueblos de Latinoamérica y fuente de inspiración para artistas de todo el
"Maternidad", José
Clemente Orozco
4. mundo. Al ser una expresión social y política de los artistas de nuestro país los
contenidos y visiones de los mismos están permeados por las luchas sociales, populares
y como muchas de las veces son las mismas organizaciones sociales y políticas las que
financian a los mismos, el resultado siempre es un testimonio vivo de los pueblos en
lucha.
Desde la época de los llamados “grandes muralistas” como Diego Rivera, David Alfaro
Siqueiros, José Clemente Orozco, el Doctor ATL y muchos otros más, en su primera
generación, el Movimiento Muralista Mexicano ha presentado visiones y propuestas
plásticas que van de la mano con las grandes gestas del pueblo mexicano. Es por ello
que las generaciones siguientes han ido aportando propuestas plásticas y temáticas
populares y de lucha en sus murales. Que las generaciones siguientes han ido
aportando propuestas plásticas y temáticas populares y de lucha en sus murales.
El caso, del arte de José Hernández Delgadillo, maestro de muchas generaciones de
muralistas en el país, que tuvo entre sus aciertos el generar la propuesta plástica de la
curvatura del espacio plano en distintos murales que pueblan muchas partes del
continente americano y fundamentalmente en México.
Sin embargo, el trabajo del muralismo continúa tanto en la expresión de los jóvenes
graffiteros y con la cuarta y una naciente quinta generación del Movimiento Muralista
Mexicano, que junto con las luchas del pueblo de México avanza en vertientes de
distinta factura y compromiso, trabajando con sindicatos, organizaciones sociales y
políticas de todo el continente y en ocasiones hasta de Europa, donde la expresividad
del arte público y monumental encuentra en el muralismo su más fiel expresión.
En ese sentido las distintas versiones del arte público y monumental tienen en el
muralismo y en su hijo indirecto del grafiti, la propuesta más cercana a las luchas
populares. Con esto, el futuro del muralismo se encuentra en la factura social y
revolucionaria cercana al pueblo y como resultado también de una búsqueda estética y
técnica plástica que continúa desde la exploración milenaria en nuestro país, sin
olvidar la aportación experimental de las distintas generaciones del Movimiento
Muralista Mexicano.
Con este bagaje, las nuevas generaciones de luchadores sociales y artistas
comprometidos con su pueblo, tienen en el muralismo mexicano, un ejemplo que causa
admiración en el mundo y que permite tener espacios de expresión y propuesta social,
donde el poder popular en construcción puede desarrollar vertientes inéditas para dar
la lucha ideológica dentro de una lucha de clases que aún no ha caducado y se presenta
en nuevas formas de explotación e imperialismo.
5. Muralismo en Colombia:
En los años 30 el muralismo ya era un movimiento consolidado en México. En Colombia
los críticos conservadores destrozaron los primeros intentos en la materia y
asesinaron el nuevo arte cuando apenas nacía.
En el fondo era una cuestión de poder. Por eso Laureano Gómez denigró del muralismo.
Cuando el pintor Pedro Nel Gómez realizó nueve murales en las instalaciones del
Palacio Municipal en Medellín, en 1934, Gómez escribió: “un pintor colombiano ha
embadurnado los muros de un edificio público en Medellín con una copia y servil
imitación de la manera y los procedimientos del mexicano (se refería, tal vez, a Diego
Rivera). (...) Una ignorancia casi total de las leyes fundamentales del diseño y una gran
vulgaridad en los temas, que ni por un momento intentan producir en el espectador una
impresión noble y delicada”.
En su trabajo previo, Pedro Nel Gómez había mostrado cierto interés por las
temáticas sociales, que se trasladó a sus murales. Sus formas no eran comunes
(atentaban contra el canon) y su ideología era despreciada (atentaba contra la moral
pública). “El pintor y el medio social chocaron por los prejuicios ideológicos, estéticos
y políticos que se mezclaban, pero lo que más les molestaba a los críticos y
espectadores era que Pedro Nel Gómez adoptaba el punto de vista de la izquierda”,
escribe Rodolfo Vallín Magaña en La pintura mural contemporánea en Colombia.
Detrás del trabajo de los muralistas estaba también la Revolución rusa; la perspectiva
política de muchos de ellos estaba empapada de bolchevismo y apoyo al proletariado.
Laureano Gómez no quería que esos valores trascendieran las fronteras: una cuestión
de controlar el poder. Con frecuencia atacó a los artistas colombianos que no se
limitaban a los preceptos de la escuela clásica, representada en Colombia, hasta cierto
punto, por la Escuela de Bellas Artes. “Por razones políticas, el muralismo en Colombia
tuvo un desarrollo tardío, cuando en otros países del continente era una expresión del
pasado”, Aunque por entonces se había terminado el reinado conservador con la
presidencia de Enrique Olaya Herrera, y con la posterior Revolución en Marcha de
Alfonso López Pumarejo, en el arte colombiano predominó una perspectiva ortodoxa.
Pedro Nel Gómez, que era cercano a Diego Rivera y a David Alfaro Siqueiros, no fue el
único muralista rechazado por una pura razón política o por desdeñar el canon. El
antioqueño Ignacio Gómez Jaramillo, pintor y dibujante, se largó a Europa en los años
30. En 1936 el gobierno colombiano lo envió a México para que conociera el movimiento
muralista. El presidente López Pumarejo había visitado México y en Colombia tenía
planeada una reforma de la Escuela de Bellas Artes: Gómez Jaramillo era parte de esa
mudanza del arte.
6. El Concejo de Bogotá se opuso a todas ellas: dijo que atentaban contra la moral
pública. La escritora Emilia Pardo Umaña, como referencia Mejía en su texto, escribió:
“Nuestros influenciados mexicanos han querido transportar a nuestro medio esa
concepción socialista del arte, que es espantosa, y desgraciadamente han logrado que
en las esferas oficiales se les dé un valor que no tiene”. Otro más dijo: “Gómez
Jaramillo ha embadurnado las escaleras con unos monigotes indecentes”. Fue
justamente Laureano Gómez quien logró que los frescos fueran cubiertos por más de
diez años.
También el olvido, bien común de las artes y la política, dejó atrás un mural que
Débora Arango realizó en la Compañía de Empaques en Medellín. Arango siempre quiso
ser muralista y estudió en México con ese objeto. La enfermedad de su padre la obligó
a volver y prácticamente la alejó del muralismo. Sin embargo, este mural, que
representaba a un grupo de campesinos recolectando, fue relegado por años hasta su
reinauguración, cuando Arango ya estaba en su vejez. Muchos otros muralistas
criticaron a Arango (entre ellos Gómez Jaramillo), tal vez por su origen conservador.
Pero también la curia católica en Medellín supo atizar sus invectivas contra ella.
Cuando la invitaron a mostrar su trabajo en Bogotá, su padre le dijo: “Váyase, llévese
los cuadros, que tal vez allá no la critiquen tanto”.