1. CUENTOS QUE PUDIERON SER
- IES JUANELO TURRIANO -
1. ¿Y si existe la esperanza?
Por : Marta Jiménez, Lorena Aguado, María
Merino y Cristina Calatayud
2. Una decisión acertada
Juan Carlos Aceituno
3. En busca de un futuro
Por: Sergio Cañas y Marcos Barroso
4. Un sueño hecho realidad
Por: Brahim Chaleh y Steven Felipe Ramírez
5. En busca de otro futuro
Por: Alejandra Parga, Mario Aguado, Marcos
Sánchez, Sara Jiménez y Nuria Álvarez
6. La decisión estaba tomada
Por: Sara Trigo
7. Un mal sueño
Por: Lidia María Ayuso, Natalia García
2. 1. ¿Y SI EXISTE LA ESPERANZA?
"La decisión estaba tomada, mañana se marcharía por un largo
tiempo. A aquel acuerdo habían llegado entre todos en su familia,
él era el único que sabía algo de español gracias a la ayuda de
“Médicos del Mundo”.
Tenía que marcharse a España en busca de algo de dinero ya que
no podían financiar el tratamiento para curar a su hija, que
padecía una rara enfermedad. Cada día su hija se encontraba
peor con lo cual se tuvo que marchar pronto.
Ya eran las once, se despidió de su familia. Lo que más le dolió
fue ver a su mujer llorar a través de los cristales del barco.
Tenía poco dinero y estaba muy nervioso. No sabía que se
encontraría al otro lado del estrecho.
Tras largos días de viaje llegó al puerto de Cádiz. Allí, estuvo
buscando trabajo pero no encontró nada, todos estaban ocupados
y en algún trabajo que había libre le rechazaban por ser
inmigrante.
Como no encontraba trabajo, se marchó a Toledo, donde le dieron
un trabajo de obrero para la construcción de un hospital. Los días
pasaban y seguía sin tener el dinero suficiente para curar a su
hija, además sus compañeros de trabajo no le aceptaban por ser
de otra nacionalidad. Esperaba poder integrarse mejor con el
paso del tiempo, pero eso no sucedía, aunque no le importaba
mucho.
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3. Pasó el tiempo y todo seguía igual, pero un día ocurrió algo
especial; estaban construyendo la parte alta del hospital y una
grúa subía materiales muy pesados. Él y un compañero suyo
estaban haciendo cemento. De pronto se giró y clavó su atención
en la grúa, cuya cuerda se estaba rompiendo. La carga estaba
encima de sus cabezas y su compañero no se había percatado. En
un segundo la cuerda se rompió y la carga empezó a caer. En un
rápido movimiento empujó a su compañero fuera de peligro, justo
antes de que la carga se desplomara sobre el suelo. Le había
salvado.
Todos sus compañeros quedaron asombrados al verlo. Cambiaron
de opinión sobre él y lo empezaron a tratar mejor.
Cierto día, llegó el jefe de la obra. Se había enterado de su
heroicidad y le dijo que había abierto una cuenta en el banco,
para que la gente pudiese ingresar algo de dinero para el
tratamiento de su hija y así ayudarla a recuperarse.
Tras varios meses de espera, consiguió el dinero que necesitaba
para su tratamiento. Fue ayudado por muchas personas, en
especial por el obrero al que había salvado y del cual se había
hecho amigo.
Llegó la hora de partir de nuevo a su país. Se encontró en la
estación de tren. Por fin todo había salido bien y el sol brilló
sobre el Alcázar de la ciudad de las tres culturas.
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4. 2.
“La decisión estaba tomada y así lo hice. Cuando abrí los ojos y
estaba en un nuevo país.
Un hombre me acogió en su casa y me dijo que al día siguiente
tendría que ir por las calles de la ciudad vendiendo Kleenex. Y
así fue, me desperté a las seis de la mañana y el hombre me
llevó a una de las calles donde debería venderlo. El hombre me
dijo que a las ocho de la tarde vendría a recogerme.
Pasé el día intentando vender paquetes de pañuelos, pero la
gente no me hacía caso y solo conseguí vender cinco paquetes
a un anciano y sus nietos. Poco antes de que finalizara mi
jornada, fui a ofrecerle un paquete a un señor bien vestido,
pero me dijo que estaba harto de la gente como yo, que no
hacía más que molestar a la gente y que el gobierno debería
deportarnos a todos a nuestro país. Después de esto me
empujó muy fuerte y caí al suelo con tan mala suerte que
todos los paquetes se me cayeron a una alcantarilla.
Cuando a las ocho vino a por mí el hombre que me había
recogido, me encontró en el suelo y con sangre en la cabeza.
Me preguntó que dónde estaban los paquetes de pañuelos y yo
le conté lo sucedido. Después me quitó el dinero que había
recaudado a lo largo del día y se fue en el coche dejándome
tirado y sangrando. Yo me intenté arrastrar hasta la otra
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5. punta de la calle para pedir ayuda en un restaurante cercano.
Después de mucho esfuerzo conseguí llegar al restaurante,
pero cuando llegué a la puerta el dueño me echó a patadas. Yo
me quedé inconsciente porque había perdido mucha sangre.
Aparecí en una esquina del aeropuerto de la ciudad con un
billete de avión para ir a Madrid en un bolsillo y un billete de
AVE para Toledo en el otro bolsillo. Alguien me había ayudado.
Cogí el avión hacia Madrid a las seis de la tarde y llegué a
Madrid a las dos de la mañana. Después cogí un mapa de la
ciudad en el aeropuerto y me fui a la estación de Atocha. Una
vez allí, cogí el primer tren hacia Toledo, donde me esperaba
mi madre según una nota que tenía en el bolsillo. Por el camino
me dormí en el tren.
Cuando me desperté, vi como el sol se ponía por detrás del
Alcázar de la ciudad de las tres culturas.”
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6. 3.
“La decisión estaba tomada, mañana se marcharía de Ruanda en
busca de una forma de poder hacerse con un futuro mejor para
él y su familia.
Para ello debía dejar atrás su país y a sus allegados para
intentar encontrar algunas posibilidades en España, así que
tomaría el avión de las 10:30 cuyo pasaje había sido pagado
gracias a la aportación económica que le proporcionaron sus
familiares y amigos.
A las 13:49 el avión aterrizó en el aeropuerto del Prat y se
dispuso a encontrar trabajo.
Pronto encontró en un periódico que se necesitaba trabajo como
camarero en un bar del centro de Barcelona, pero en mitad de la
entrevista para adquirir el puesto, le preguntaron su lugar de
procedencia, cosa que no era del agrado del propietario del bar
alegando que su grado de conocimiento del idioma no era el
idóneo para tratar con los clientes.
Cosa parecida le ocurrió en Albacete al intentar conseguir
trabajo como ayudante de un dependiente de tienda.
En las cartas que mandaba a su familia les decía, para no
preocuparles, que pronto podría enviar algo de dinero a casa,
aunque la realidad no era ésta.
También solicitó diversos puestos de trabajo en varias ciudades
españolas, pero sin obtener éxito.
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7. A punto de tirar la toalla, decidió intentarlo por enésima y última
vez en una de las ciudades más emblemáticas de España: Toledo.
Desde siempre le atraía la idea de trabajar en una biblioteca ya
que era un gran aficionado a la lectura y conocía bastante bien el
idioma (aunque algunos decían lo contrario), así que se dirigió a la
biblioteca del Alcázar donde solicitó una plaza como
bibliotecario.
Para su sorpresa le dijeron que no tenían ningún inconveniente en
admitirle como a uno más, ya que demostró que era apto para el
puesto, sin importar el color de su piel o su nacionalidad.
Al día siguiente se dispuso a comenzar su nuevo empleo viendo el
sol brillar en el Alcázar de la Ciudad de las Tres Culturas.”
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8. 4. Un sueño que se hizo realidad
Me desperté en un nuevo lugar del que no conocía nada, en el que
la gente me miraba como si fuera un bicho raro. En el que no
tenía nada, ni amigos, ni familiares, ni un hogar, o sea estaba solo.
Los primeros días estuve durmiendo en la calle, hasta que un
hombre me ayudo y me dijo que pasase unos días en su casa,
hasta que conociera más la zona de Toledo. Y bueno a los 15 días
ya podía moverme solo por la ciudad. Y estuve estudiando unos
meses, y fui a buscar empleo a varios lugares y tuve la suerte de
que me contrataron en el Mc donald´s.
Al mes de estar trabajando allí pude enviar parte de mi sueldo a
mis familiares que estaban en Colombia.
Y ya poco a poco me encontraba más cómodo y ya también
empecé a manejar el lenguaje.
Empecé a ahorrar para alquilarme un piso, a los 6 meses pude
alquilármelo en la zona del casco.
Al cabo de 4 años me compre una casa y pude traer a mi familia.
Y ahora mismo vivo bien con mi familia en Toledo, y ya tengo
todos mis papeles arreglados y también tengo muy buenos
amigos.
Mi familia y yo salimos a ver Toledo, cuando ya eran las 9 vimos
como se ponía el sol detrás del Alcázar de la ciudad de las tres
culturas.
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9. 5
La decisión estaba tomada, mañana se marcharía de madrugada.
Él se llamaba Mohamed, tenia 24 años y vivía en Tánger.
Tenía muchos problemas, no encontraba trabajo y tenía una
familia que mantener: su mujer Jamila, un hijo llamando Amín y
una hija llamada Sarah. Mohamed tuvo que emigrar a España,
pero sus hijos y su mujer se quedaron en Tánger.
Al llegar a España se marchó en Toledo en un pueblo llamado
Menasalvas, buscó un trabajo de pastor. Le pagaban una miseria y
más de la mitad se la enviaba a su familia. Todos los días se
acordaba de ellos y los echaba mucho de menos.
Un día cuando estaban las ovejas pastando, Mohamed se quedó
dormido sin darse cuenta. Al despertarse, descubrió que no
quedaba ni una sola oveja. Se preguntó dónde se habían metido.
Al contárselo a su jefe, le echaron del trabajo. Buscó trabajo en
la cuidad y le contrataron de obrero en una empresa llamada
Dragados. Se esforzaba para que le ascendiesen y aumentar su
sueldo, y así poder poder mandar más cantidad de dinero a su
familia en Tánger.
Tras pasar cuatro años al final le ascendieron y ahora es jefe de
obra y gana el triple del sueldo anterior. Al fin consiguió el
suficiente dinero para traer a su familia a Toledo. Le hicieron
fijo en el empleo y pudo comprarse una casa a las afueras de la
ciudad.
Se desató una guerra entre Toledo y Aragón reclutaron a
Mohamed y falleció en la terrible batalla. Le llegó la noticia a su
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10. mujer y a los tres años encontró un hombre que la cuidaba a ella
y a sus hijos pero a la vez tenía una buena posición, se casaron y
fue casi todo Toledo a ver la boda, cuando se dieron el beso de
recién casados, el sol brilló sobre el Alcázar de la ciudad de las
tres culturas
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11. 6
La decisión estaba tomada, mañana se marcharía de madrugada.
Kirikú no sabía con certeza a donde llegaría, ni qué haría al llegar.
Tampoco conocía los peligros que tendría que sortear a lo largo
del camino, pero todo eso lo iría superando según fuese
aconteciendo. Lo único que tenía claro era que en su aldea no
podía seguir porque no tenía futuro.
Con las primeras luces del alba cogió su petate en el que
guardaba todas sus pertenencias, el poco dinero que tenía
ahorrado y un cayado para apoyarse durante todo el trayecto que
debería hacer a pie. Comenzó a andar hacia el norte con la vista
fija en el horizonte y el pensamiento fijo en conseguir una vida
mejor. No quiso pensar en lo que dejaba atrás, su familia, su
casa, su tierra… Pasó por varias aldeas sin mirar siquiera a las
gentes que se cruzaban en su camino. Solamente paró para tomar
un bocado y reponer fuerzas a la sombra de uno de los pocos
árboles que se encontró. Cuando llegó la noche se tumbó sobre el
suelo arropándose con su manta raída.
Apenas pudo dormir a pesar del cansancio acumulado a lo largo
del día, porque aunque no quería pensar qué le aguardaba al final
del camino, tampoco podía evitarlo.
Los días siguiente fueron similares al primero, caminando con
rumbo al norte, parando solamente para comer y echándose a
dormir al final del día. Sin embargo, llegó un día en que la comida
que había ido racionando, se le terminó y tuvo que buscar
alimento y agua para sobrevivir. Paraba en las aldeas donde a
veces compartían con él su comida, pero la mayoría de las veces,
aunque escuchaban su historia, no le ofrecían nada que llevarse a
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12. la boca y pasaba días enteros sin probar bocado, comiendo
únicamente raíces que encontraba y el agua que conseguía cuando
llegaba a algún río.
Ya cerca de la costa se encontró con un grupo de hombres y
mujeres que, igual que él, habían decidido salir de su lugar de
origen para buscar una vida mejor. Compartieron con él su comida
y bebida y le hablaron de la forma en que se podía cruzar el mar,
pero, para ello, se necesitaba mucho dinero y Kirikú no tenía
suficiente. Le hablaron de distintas ciudades donde podría vivir
bien, pero Kirikú no quería decidir todavía a cual de ellas iría.
Cuando llegó a la costa se dirigió a un puerto cercano para
intentar trabajar en uno de los barcos que cruzaban el estrecho
y así poder llegar a lo que llamaban el primer mundo, pero sin
experiencia no le daban trabajo en ninguno de esos barcos. Al
final consiguió trabajo cargando y descargando barcos y, aunque
podía haber decidido quedarse allí, su idea era ahorrar para
conseguir cruzar el mar y cumplir su sueño. Después de trabajar
durante meses, durante dieciocho horas diarias, y sin tener un
solo día de descanso, consiguió ahorrar lo suficiente para pagarse
un viaje en un barco que llamaban patera.
Por fin estaba a punto de cumplir su sueño. Esa noche no pudo
conciliar el sueño y mucho antes de que apareciesen las primeras
luces, Kirikú ya estaba preparado en el lugar de la playa donde le
habían indicado. Poco a poco fueron llegando otros: algunos
hombres, mujeres e incluso un niño. Después llegó la ansiada
barca, que le pareció un poco pequeña para tanta gente, pero se
fueron acoplando y abandonaron la playa cuando empezaba a
clarear.
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13. Al principio la travesía fue tranquila, el mar estaba en calma,
pero a medida que se adentraban en el océano, las olas fueron
haciéndose cada vez más grandes y la pequeña barca se
tambaleaba y parecía que iba a volcar de un momento a otro.
Tenían muy poca agua y nada para comer. Nadie hablaba, se podía
ver el miedo reflejado en sus caras. Cuando el sol se puso la
temperatura descendió bruscamente y se arrimaron más unos a
otros para conseguir darse algo de calor. Por fin, siendo noche
cerrada, vieron a lo lejos unas pequeñas luces que indicaban la
proximidad de la costa, el final de la travesía. Comenzaron a
utilizar los brazos como si fueran remos en un afán de acercarse
más deprisa a la playa. Nadie debía verlos o se arriesgaban a ser
devueltos a su lugar de origen.
Tocaron tierra en una playa desierta y, abandonando la patera
salieron corriendo en distintas direcciones, según les indicaba su
instinto. Kiriku estaba agotado, hambriento y muerto de frío,
pero más ilusionado que nunca; había conseguido llegar hasta allí
y nada ni nadie podía hacerle renunciar a su sueño.
Comenzó a caminar día tras día y a veces su ilusión flojeaba
porque según se adentraba en el nuevo país se daba cuenta de los
inconvenientes que tenía al no conocer nada del idioma, la gente a
la que se acercaba, en muchos casos, le miraba con miedo o con
desprecio y cuando eso ocurría sentía la soledad como una losa.
En muy pocas ocasiones hubo alguna persona que le ayudó, pero la
mayoría le rehuían. Poco a poco fue aprendiendo unas pocas
palabras en el nuevo idioma y gracias a ello podía conseguir, de
vez en cuando, algo de comida o algunas monedas que alguien le
daba mirándole con lástima pero nadie le ofrecía su mano.
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14. De vez en cuando se encontraba con personas que igual que él
eran inmigrantes en una tierra extraña y gracias a ellos consiguió
llegar a una ciudad llena de calles estrechas y sinuosas, rodeada
por un río del que subía una niebla tan espesa que apenas dejaba
ver las innumerables torres. Allí se encontró con personas de su
raza que le acompañaron a un lugar donde acogían a inmigrantes
que, como él, no tenían absolutamente nada. Le darían alimento y
cama durante una temporada. Cuando llegaron allí le dieron
comida que tomó con el ansia de quien lleva muchos meses sin
tomar algo caliente y hasta le ofrecieron café.
Después Kirikú salió a conocer la ciudad, pero no se fijaba en los
numerosos edificios históricos que había, sino en las gentes que
se cruzaban con él y que o bien mostraban indiferencia o, como
en otras ocasiones, le mostraban desprecio. Volvió a sentirse solo
y pensó desesperado en lo que haría cuando el “comedor social” le
negase la comida. Estaba asustado.
Cuando cayó la noche volvió a la casa de acogida para descansar y
aunque se perdió varias veces por esas calles estrechas, gracias
a su sentido de la orientación consiguió llegar antes de que
cerraran.
Los días siguientes salía a buscar trabajo y cuando llegaba la
noche volvía a descansar agotado y con su sueño cada vez más
roto pero se convencía para seguir adelante.
Un día en uno de los almacenes que visitó le dieron la oportunidad
de trabajar, se encargaría de cargar y descargar camiones. Al fin
conseguiría cumplir su sueño. Al día siguiente se levantó antes del
alba, se aseó y se marcho a trabajar en el mismo momento en que
el sol brilló sobre el Alcázar de la Ciudad de las Tres Culturas.
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15. 7.
Abrí los ojos y estaba en un nuevo país.
Me encontraba tumbado en el suelo sin saber qué hacer, me
levanté, miré a mí alrededor y no había nadie, solo veía unas
simples chozas que estaban abandonadas y parecía como si
estuvieran deshabitadas desde hace mucho tiempo. No paraba de
preguntarme en que lugar del mundo podría estar, empecé a
ponerme muy nervioso, cuando de repente vi que a lo lejos algo
extraño estaba tirado en el suelo, me acerqué lentamente y era
el cadáver de un explorador, y pensé que había muerto de
hambre, ya que tenía una mochila donde no había ni agua ni
comida, pero encontré una brújula y un mapa donde estaba
marcado cómo encontrar un pueblo, probablemente el único de
esa zona y decidí dirigirme a ese lugar, sin embargo tenía un poco
de miedo porque no sabía qué me iba a encontrar.
Después de una larga caminata, encontré el pueblo, me la
imaginaba algo mas habitado, era muy diferente de mi ciudad.
Una vez allí pude comprobar que la gente era de otro color
diferente al mío y vestían muy coloridos.
Un hombre se me acercó y me empezó a hablar en un idioma que
no entendía, él era el jefe de aquel lugar. Con lo cual fue difícil
pedirle algo de comida y en ese momento me sentí perdido.
El hombre se alejó para avisar al hombre mas viejo del pueblo, el
me empezó a hablar en castellano, le expliqué que llevaba tiempo
sin comer ni beber y el me ofreció algo de comida y después me
enseñó el pueblo, aunque había personas que no se querían
acercarse a mi, en cambio otras tenían mucha curiosidad por
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16. conocerme. Por la noche me prepararon una cama y me dormí sin
problemas, ya que había tenido un día agotador.
Al día siguiente pedí el desayuno pero me dijeron que si quería
comer ese día, tendría que encontrarla por mi cuenta. En las
afueras de la población me encontré muchos árboles con muchos
tipos de frutas diferentes, las cogí y me las puse sobre mi
camiseta, me los llevé al pueblo para compartirlas con los demás;
por compartir aquellos alimentos me lo agradecieron
ofreciéndome ir con ellos a cazar, para comer mejor; no había
mucha variedad pero al final estaba todo muy bueno. Cuando
acabé de comer, decidí volver a las afueras del pueblo a echarme
un poco la siesta, me senté en el suelo apoyándome en un árbol y
me dormí.
Me desperté y me encontraba de nuevo en el sofá de mi casa, en
ese momento supe que todo había sido un sueño, y me asomé a la
ventana y vi como el sol se ponía detrás del Alcázar de la ciudad
de las tres culturas.
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