Este documento presenta las reflexiones de Carlos Rubio sobre un pasaje del Evangelio de San Marcos que habla sobre no prohibir a otros hacer milagros en el nombre de Jesús aunque no sean parte del grupo. Relata una experiencia cuando era adolescente donde criticó a un grupo protestante, siendo corregido por una misionera estadounidense que le enseñó que aman a Dios aunque de forma diferente. Concluye que lo importante es amar el mensaje de Cristo y a los demás como a Cristo.
Religion la resucitacion de Jesus y la vida de una mariposa.pdf
Mensaje de Jesús sobre la inclusión religiosa
1. Una reflexión sobre un tema evangélico (I)
El pasado domingo, 26 de septiembre, en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica
se conmemoró el Vigesimosexto domingo del Tiempo Ordinario y con este motivo se
seleccionaron lecturas tomadas del Evangelio según San Marcos 9,38-43.45.47-48., en donde
se cita “” Juan le dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu
Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros".
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi
Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.””
De inmediato se prendió en mi mente la señal de sorpresa, en ese instante vinieron a
mi memoria las palabras que tan insistentemente se repetían en las clases sabatinas de
“doctrina”, en el sentido que sólo los católicos tendríamos derecho a entrar al reino eterno de
Dios, todos los demás serían condenados.
Con esto en mente me puse a buscar más información al respecto y me topé, en la
Lectio Divina correspondiente, con lo siguiente.
… el Evangelio de este domingo presenta tres importantes exigencias de conversión
para el que quiera ser discípulo de Jesús: (i) No tener la mentalidad cerrada del
discípulo Juan, que pensaba ser el dueño de Jesús, sino tener una actitud abierta y
ecuménica, capaz de reconocer el bien en los otros, aunque sean de otra religión.
En muchas personas que pertenecen a la Iglesia católica existe la tendencia
antiecuménica de encerrarse en sí mismas, como si nosotros fuésemos cristianos
mejores que los otros.
Marcos 9;38-40: La mentalidad cerrada. - Alguno que no era de la comunidad usaba
el nombre de Jesús para arrojar a los demonios. Juan, el discípulo, lo ve y prohíbe
hacerlo: “Se lo habíamos prohibido porque no era de los nuestros”. ¡En nombre de
la comunidad Juan impide que otro pueda hacer una buena acción! Por ser
discípulo, él pensaba tener el monopolio de Jesús y, por esto, quería prohibir que
otros usasen el nombre de Jesús para hacer el bien. Era esta una mentalidad cerrada
y antigua del “¡Pueblo elegido, pueblo separado!” Jesús responde: “No se lo
prohibáis. ¡Quien no está en mi contra, está a por mí!” Para Jesús, lo que importa
no es si la persona forma parte o no de la comunidad, sino si hace el bien que la
comunidad debe hacer. Jesús tenía una mentalidad ecuménica.
Estoy seguro de que como ésta, ha de haber muchas más interpretaciones
distorsionadas del mensaje de Jesucristo, el cuál ha quedado plasmado en los Santos
Evangelios y esto descubre en mi mente una situación vivida cuando tenía 13 años.
Eran las vacaciones de verano al, año siguiente del ciclón Janet, los padres de
Maryknoll, a través del P. Donaldo Hessller, dirigían una misión en Bacalar, Q. Roo, a la
cual se me envió invitado por el P. Hessller, quien ya había organizado a un grupo de
misioneros laicos para que fueran a ayudarle a levantar la población que había sido arrasada
por la tremenda fuerza del meteoro. Todos los misioneros eran católicos de origen
estadounidense: las familias de los Shelsi y los Quilter (mis anfitriones), Steve veterano de
la 2ª guerra mundial, Mrs. Sherman enfermera jubilada, y las mujeres solteras Irene, Pauline
y Noemí (ésta la única mexicana del equipo y perteneciente a una de las familias más ricas
de la Cd. de México). Ellos dirigidos por el P. Hessller habían organizado un centro de
2. servicios para la recuperación de la población. Una tarde caminando por una de las calles del
lugar, acompañado de Mrs. Sherman, pasamos frente a un predio en el que había una
construcción toda desvencijada de paredes de varas de madera y techo de láminas de cartón,
del interior nos llegaban las voces de un coro que entonaba cantos religiosos de alabanza a
Dios, al oírlos mi impetuosa, inmadura y novel mente adolescente espetó con voz sonora.
- Esos son protestantes, han rechazado la religión verdadera, son gente mala y se van
a ir directo al infierno.
Mrs. Sherman se detuvo de inmediato, se volteó hacia mi y frunciendo el ceño, a través
de sus lentes de arillo, me lanzó una mirada entre interrogante y reprobatoria y con voz
exigente me preguntó.
- ¡¿Crees que yo sea mala?!
Perplejo la miré y balbuceé.
- N, no.
- Yo de joven pertenecí a la iglesia que tu le llamas “protestante”, ellos no tienen
nada de malo, aman y reverencian al mismo Dios que nosotros, solo que lo hacen
de diferente manera y entre ellos hay muchos que son mejores que nosotros.
Ante tales palabras enmudecí, no sabía si sentir vergüenza o arrepentimiento, pero a
partir de ese momento siempre me he cuestionado sobre la validez de las enseñanzas
recibidas en mi infancia.
Con el tiempo y a partir de muchas pláticas que sostuve con mi padre y sacerdotes de
mente abierta, llegué a la conclusión que lo que cuenta para ganarse el favor de Dios está
basado en dos grandes principios.
Amar y practicar el mensaje de Cristo.
Amar y ver en mi prójimo al mismo Cristo que aceptó morir por nosotros en
la Cruz.
Dedicado afectuosamente a mi amiga Flor Collí.
Carlos Rubio Cuevas, 27 de septiembre de 2021