1. El auto-valor como forma de auto-cuidado
Yo valgo porque elijo valer. Propongo mi valía, y decido quién puede pasar tiempo conmigo, y
quien sólo puede verme de lejos, y seguir su camino.
Es una frase quizás fuerte, pero no es un enunciado cargado de egoísmo, ni narcisismo, como
podría creerse en una primera lectura. Por el contrario, revela una fuerte convicción de auto-
cuidado.
Hasta hace unos años, mi idea era ‘aceptar a los demás tal como son’. Parecería justa esa actitud,
pero es una idea incompleta que nos lleva al error de pensar que ‘aceptar’ es sinónimo de
‘mantener presente’ o ‘seguir en contacto con’.
Debemos entender que los demás tienen mente propia, y su interpretación de la realidad siempre
va a diferir, en mayor o menor medida, con la nuestra.
Y cuando dicha interpretación resulta incompatible con nosotros, aceptar al otro se refiere a
comprender que ve el mundo de manera muy distinta (incluso, opuesta), y por eso mismo también
aceptar que no encaja con nuestro mundo, y que debemos separar caminos.
Ahora bien, como no nos enseñaron a analizar esto, es usual que nos rodeemos de gente que al
final, resultan una molestia: hablar con ellos es chocar, o deshacernos en explicaciones y
razonamientos que validen nuestro punto de vista, pero que al otro no le llega porque
simplemente no lo comprende como nosotros lo hacemos.
Y si estas relaciones son mayoritarias, aprendemos a estar a la defensiva esperando el momento
del desacuerdo, o peor aún, a ir por la vida afilando las armas, y esperando al incauto con quién las
vamos a usar.
La pregunta ahora sería: ¿estamos condenados a ‘aceptar’ a los demás, y rezar por que llegue al
menos una persona ‘enriquecedora’ que comparta al menos un poquito nuestra interpretación del
mundo?
No, por supuesto que no. Afuera, el mundo está lleno de diferentes puntos de vistas, y no están
tan lejos como creemos.
Considero que ya quedó clara la idea, y me siento con la autoridad de afirmar que desde éste
instante es responsabilidad de cada uno no seguir cometiendo el error de ser víctimas de ‘lo que
nos llega’, y en cambio, tomar acción para disminuir el número de personas que nos resta, y
acoplar a aquellas que nos sumen.
2. Y digo que es la responsabilidad de cada uno, porque comprender esto es una de las principales
formas de auto-cuidarnos.
Si un sujeto es agresivo, no tenemos que aceptar su agresión porque ‘tenga un problema’. Lo
lógico es alejarse de esa persona.
Cuidarnos, entonces, es no darle lugar en nuestra vida a aquellas personas que no quiere o no
saben cuidar el vínculo que se estableció, o que deseamos establecer. Porque tener un vínculo no
es igual a ‘relacionarse’. Los vínculos se dan únicamente cuando no sólo cuidamos al otro con
nuestros tratos, sino también cuando nos cuidamos a nosotros mismos, y nos dejamos cuidar por
la otra persona.
Y en este punto es donde cobra importancia la idea de ‘valores’ que mencioné en el titulo.
Los valores no nos representan, más bien, nosotros accionamos según esos principios o ideales.
Es de suma importancia comprender que los valores son los que justamente nos dan valor.
Yo suelo ser moralista, y trato de hacer lo ‘correcto’. Cuando tomo una decisión que afecta a otros,
tengo una razón o fundamento válido para mí que me ayudará a explicar a los demás por qué hice
lo que hice. Y éste fundamento puede perfectamente ser erróneo, puedo equivocarme, como
cualquier persona. Y sólo a partir de la confrontación de hechos es que puedo recalibrar la
puntería de mis actos y no volver a equivocarme. Pero el tener en claro el valor que me movilizó es
lo que me da la seguridad y el argumento que explica mi motivo de acción. En pocas palabras, mis
acciones están respaldadas por un valor.
Lo más importante, dicho todo esto, es rever qué valores nos gobiernan en éste momento (tarea
difícil, pues hay que tener el coraje de ver toda la gama de valores, en los que encontraremos
desde los más ilustres, hasta los más bajos)
Pero sólo teniendo eso en claro es que podemos avanzar al siguiente escalón: elegir cuáles valores
queremos representar. Para esto debemos preguntarnos qué estilo de vida deseamos, qué tipo de
personas queremos ser, por qué clase de gente queremos rodearnos, etc.
Finalmente restaría la tarea de cultivarlos.
Y cuando lo hagamos, se dará el milagro del auto-cuidado, pues aflorará, casi por defecto, el auto-
valor y la auto-estima.
Al principio afirmaba que ‘darme un valor’ no era una actitud egoísta de sentirse superior a los
demás, y por tanto, con el derecho de elegir o rechazar caprichosamente a la gente. Por el
3. contrario, se trata de ser libres para escoger a aquellas personas que están en sintonía con
nuestros valores elegidos, lo que hará que ambas partes se vean beneficiadas, pues se aportarán,
potenciarán y desarrollarán mutuamente en aquello que justamente comparten y eligen. En pocas
palabras, crearán un verdadero vínculo, tal como el que ya he descripto.
Los dejo reflexionando, esperando que revisen sus valores, y puedan aprender a entenderlos
como una forma más de cuidarse a ustedes mismos.
Cerrando lo expuesto, sólo afirmaré lo siguiente:
Si elijo a consciencia mis valores, y estos son nobles, las palabras de los demás se las llevará el
viento, pero yo seguiré siempre de pie.
MGAV