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CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE
Esta tarea de descifrar el enigma del ser humano sigue aún pendiente
y, si cabe, se ha vuelto más complicada y más urgente hoy. No es fácil adi-
vinar qué incidencia tendrán las nuevas tecnologías en la configuración del
ser humano del mañana. Por eso, la tarea que nos ocupa requiere el con-
curso de todos los sectores de la humanidad y la concurrencia de todas las
fuerzas. Vivimos en un mundo tan rápido y movedizo que tenemos la sen-
sación de estar asistiendo al 'nacimiento de un mundo totalmente distinto
y totalmente otro. Lo vemos como futuro para nuestra conciencia, a pesar
de que está ya presente.
El mismo reportero al que hemos aludido, desde la perspectiva de una
cultura y una sensibilidad democráticas, lo expresa así: "Este mundo futu-
ro es tan 'otro' que todavía no hemos elaborado los conceptos que nos per-
mitan pensarlo, es decir, hacernos cargo de él. Todavía estamos viviendo
en gran medida en un mundo no pensado, lo que no quiere decir que sea
impensable. Pero, no habiéndolo pensado todavía, este mundo nuevo se
escapa en gran medida al dominio democrático. Estamos, pues, con toda
lógica y más que nada, en lo que llamo la 'gran inquietud'"".
El intento de decir algo sobre el ser humano no es ninguna osadía. Lo
seria pretender decir algo totalmente nuevo. Y, desde luego, sería una osa-
día y una petulancia pretender decir la única y la última palabra, decir algo
exclusivo y definitivo sobre el ser humano. Intentar decir algo sobre el ser
humano, cada cual desde su experiencia y su itinerario personal, es como
intentar entrar -en comunión con esta humanidad. Porque nada humano
nos debe ser ajeno —ni les debe ser ajeno a los demás—. Es como intentar
colaborar con modestia y humildad, pero con generosidad, a esa magna
empresa que es despejar la incógnita del hombre, del ser humano. Es el
único propósito que ha inspirado estas reflexiones.
" J. C. G UILLF-13AUD, CcIrno he vuelto a ser cristiano..., p. 36. 2
"Ecce homo"
: ¿es esto un ser humano?
La empresa del conocimiento del ser humano es acumulativa. Por eso
hemos de reconocer que, mientras dure la historia humana, nuestro cono-
cimiento del ser humano será siempre parcial y provisional. No podemos
dar una definición completa y cerrada del ser humano. No sabemos aún
plenamente qué es la humanidad. ¿Quién sabe cuántas experiencias hu-
manas están aún inéditas? ¿Qué sorpresas y qué nuevos descubrimientos
podrá desvelamos el futuro, a nosotros y a las generaciones siguientes, has-
ta el fin de la historia? ¿A dónde será conducida la humanidad a medida
que evoluciona su historia? Por poner un ejemplo, ¿qué cambios traerán a
la humanidad las nuevas tecnologías de la comunicación? ¿Qué paradig-
mas de humanidad esconderá el futuro?
A cada generación le toca vivir su momento histórico y escribir su mo-
desto capítulo de la historia humana, para llevar adelante esa empresa fas-
cinante de descifrar el enigma humano.
Todas las fuentes son importantes para buscar claridad y sentido a la
existencia humana. Cama hemos dicho ya, la empresa de descifrar el
enigma del ser humano es acumulativa y colectiva. Cada generación tie-
ne la obligación de escribir su pequeño y modesto capítulo de esta his-
toria. Aún más, en cierto sentido, cada persona, incluso la más anónima
e insignificante políticamente, escribe su modesto y humilde capítulo de
la historia humana, porque toda persona es irrepetible. Esta debería ser
razón suficiente para tomar en serio la dignidad y la importancia de
cualquier persona, sea cual sea su raza, orientación sexual, condición so-
cial, lengua y cultura. Debería ser razón importante para comprender
que de cualquier persona podemos aprender lecciones nuevas de huma-
nidad.
Pero, ciertamente, ha habido y sigue habiendo personas
especialmente significativas a lo largo de la historia. Son personas que han
llevado más
44 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTO UN SER HUMANO? 45
allá de los límites estándar la experiencia humana, el conocimiento de la
humanidad, la actuación humana, las posibilidades del ser humano. Esas
personas han escrito, con su vida, capítulos nuevos de humanidad y se han
convertido en focos de luz para sus contemporáneos y para las generacio-
nes posteriores. Jesús de Nazaret es una de esas personas.
Y ha habido también momentos y movimientos de la historia de la hu-
manidad que han supuesto un capítulo realmente nuevo de la historia hu-
mana, un paso adelante en el conocimiento y la realización del ser huma-
no. La historia no es lineal ni plana. Tiene altibajos. Hay momentos de
progreso y momentos de regresión. Hay momentos clásicos de más luci-
dez y coraje, y hay momentos críticos de más confusión y zozobra. Pero
todos ellos han contribuido al nacimiento de un nuevo conocimiento de
la humanidad y una nueva forma de actuación humana.
El cristianismo es uno de esos momentos "epocales" de la historia. El
cristianismo es una de las religiones que han "hecho época". Con sus
luces y sus sombras, ha escrito uno de esos capítulos de la historia de la
humanidad. Se ha unido a otras religiones y a otras culturas en esa gran
empresa de descifrar el enigma del ser humano y de acompañar a hombres y
mujeres en la fatiga de ser y vivir humanamente.
Jesús de Nazaret y el cristianismo:
¿qué es el ser humano?
Jesús de Nazaret vivió hace ya dos mil años y, sin embargo, es un per-
sonaje con plena vigencia y actualidad. El tiempo no le ha desgastado.
Quizá sus seguidores le han "amarillado" un poco. Pero sigue siendo un
personaje al que recurren hoy muchos hombres y mujeres en busca de
luz y sentido para sus vidas, en busca de razones para seguir viviendo.
Sobre Jesús se han dicho y se siguen diciendo cosas maravillosas, elo-
gios increíbles. Lo han dicho creyentes y no creyentes, judíos y musulma-
nes, hindúes y budistas..., representantes de todas las culturas e incluso de
todas las ideologías. Y casi todos coinciden en presentarlo como un hom-
bre excelente, un representante excelso de la humanidad, del ser humano'.
Por eso se ha llegado a hablar de "la buena fama de Jesús'''. Ha provocado
el entusiasmo e incluso a veces el rechazo y la persecución. Pero nadie ha
' Cf. M. FRAIJÓ, El cristianismo. Una aproximación, Trotta, Madrid 1997, pp. 27,
50-54, 121ss.
= Cf. ibid, pp. 50, 121. quedado indiferente ante este personaje. Señal
clara de que toca fibras hondas y esenciales de la condición humana.
Nada tiene de extraño que a Kafka le infundiera pánico. Hablando de
él, llegó a decir: "Es un abismo lleno de luz. Hay que cerrar los ojos
para no despeñarse".
Destaca, sobre todo, el interés que este personaje ha suscitado entre
muchos filósofos y pensadores ampliamente reconocidos en la historia del
pensamiento. Estos han destacado en la persona de Jesús desde la kénosis
más absoluta hasta la encarnación del Absoluto; han valorado sus ense-
ñanzas sublimes y su vida éticamente impecable; han ensalzado la
calidad de su muerte que consumó su kénosis y también la calidad o la
estatura moral de su vida'.
Lo apreciaron filósofos más cordiales, como Pascal, y filósofos más ra-
cionalistas, como Descartes. Erasmo de Rotterdam, Nicolás de Cusa y
otros muchos renacentistas vieron en él el punto culminante de la verda-
dera filosofía. Spinoza lo llamó el "sumo filósofo". Y Karl Jaspers en pleno
siglo XX lo llamó uno de los "hombres decisivos" de la historia de la hu-
manidad. Ha sido persistente su comparación con Sócrates. Cuando ha es-
caseado el sentido, se ha hecho más urgente fijar la mirada en la figura de
Jesús de Nazaret, considerado como maestro de la humanidad.
En todos los ámbitos del pensamiento y de la filosofía se ha buscado
en este hombre sentido, sabor y sabiduría para la vida de las personas. Un
neomarxista convencido, Milan Machovec, llegó a escribir sobre Jesús y su
causa: "Yo no lamentaría la desaparición de la religión como tal, pero si
tuviese que vivir en un mundo que pudiese olvidar por completo la cau-
sa de Jesús, yo no querría vivir". Y el famoso filósofo Ernst Bloch, tam-
bién neomarxista, llega a decir de Jesús: "Aquí aparece un hombre bueno
con todas las letras, en toda la extensión de la palabra, algo que no había
ocurrido nunca'''. Bloch ve "en Jesús el 'hombre desvelado', aquel que vi-
niendo desde lejos hace que la causa del hombre progrese hacia delante".
"Desvelado", en este caso, significa revelado, manifestado, luminoso, res-
plandeciente. En Jesús aparece el ser humano revelado, manifestado ple-
namente, luminoso, resplandeciente.
Para todos estos pensadores, Jesús elimina los velos que cubren y os-
curecen la condición humana. En este sentido, se puede afirmar que sus
Cf. X. TILLETTE, El Cristo de la filosofia, Desclée de Brouwer, Bilbao
1994. ' E. BLOCH, El principio esperanza, Aguilar, Madrid 1980, p. 372.
s Cf. R. FABRIS, Jesús de Nazaret. Historia e interpretación. Sígueme, Salamanca
1998, p. 313.
46 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTO UN SER HUMANO? 47
enseñanzas, su Evangelio, nos ofrecen una verdadera antropología. Jesús
"se muestra como un buen antropólogo que reconcilia al hombre consigo
mismo y no le condena a misiones imposibles'''. No hace falta ser creyente
para encontrar en Jesús de Nazaret un referente de la humanidad, un
paradigma del ser humana
Quizá esto explique la aceptación que este personaje que dio origen al
cristianismo ha tenido en líderes destacados de otras religiones. Mahatma
Gandhi y Tagore fueron grandes admiradores de Jesús desde el hinduismo.
Los judíos han hecho encomiables esfuerzos para "repatriar a Jesús"' al ju-
daísmo, de donde nunca debió ser expatriado. En esta empresa se impli-
caron judíos tan destacados como Marci'n Buber, Ben Chorin, Joseph
Klausner, Pinchas Lapide, Vilém Flusser, Geza Vermes...' Y, en el islam, ya
desde Mahoma nunca ha faltado un especial aprecio por la figura del pro-
feta de Nazaret.
Jesús ha interesado a representantes del mundo del arte, de la literatu-
ra, del teatro, del cine...9
La sensibilidad de los artistas, especialmente ca-
pacitados para captar el misterio recóndito del ser humano, no podía pa-
sar indiferente ante la figura de Jesús. Tenía que ver en este hombre
vertientes luminosas y posibilidades escondidas del ser humano. Y así ha
sido. Los artistas han sacado a la luz las riquezas más recónditas de su hu-
manidad. En él han encontrado múltiples respuestas a la pregunta siem-
pre recurrente: "¿Qué es el ser humano?".
Pero la figura de Jesús no ha 'interesado solo a los grandes genios de la
humanidad. Ha ejercido atractivo también sobre hombres y mujeres de
cualquier raza y condición, de todos los pueblos y todas las culturas. Es un
personaje al que acuden las masas para buscar sentido y alivio: "La perso-
M. FRAIJÓ, El cristianismo..., p. 75.
Cf. BEN CHORIN, Jesus in Judentum, Wuppertal 1970, p. 45.
A título de ejemplo copiamos aquí el conocido texto de M. Buber: A Jesús lo
he tenido desde mi juventud como mi hermano mayor... Mi propia relación fraternal-
mente abierta con él ha sido cada vez más estrecha y más pura, y hoy tengo de él una vi-
sión más íntima y más pura que nunca. Para mí, es indudable que le corresponde un
puesto de honor en la historia de la religión de Israel y que este puesto no se puede des-
cribir con las categorías corrientes". El texto está tomado de la cita de H. WALDENFELS,
l¿ologia fundamental contextuaL Sígueme, Salamanca 1994, p. 271.
Cf. J. PELIKAN,Jesús a través de los siglos. Su lugar en la historia de la cultura, Her-
der, Barcelona 1989; G. BARDY — A. TRICOT, ChriStuS. Enciclopedia popular de la doc-
trina cristológica, Aguado, Madrid 1951; R. PUIG MASSANA, El rostro de Jesús, el
Cristo. Paseo fenomenológiro por dos milenios dr iconografta cristológica, La Hormiga de Oro,
Barcelona 1998; C. SARIUAS, Dios y Jesucristo en la literatura actual, PPC, Madrid
1994. na de Jesús, víctima a su vez de un destino trágico, viene a unirse a
esas grandes figuras de la historia a quienes los hombres y mujeres de todos
los tiempos y de todos los países no dejan de interrogar para intentar
descubrir en ellos el sentido de la aventura humana. Así pues, como las
muchedumbres de Galilea y de Judea, nos seguimos preguntando qué tipo
de hombre era Jesús'. Él siempre ha tenido una especial acogida entre los
pobres y los ignorados.
No es necesario ser creyente para acercarse a Jesús. A él se han acerca-
do y siguen acercándose creyentes y no creyentes. Este dato tiene gran im-
portancia: que una persona pueda aprender de Jesús y de su Evangelio sin
ser creyente. Esto quiere decir que cualquier persona puede verse reflejada
en este hombre, que cualquier persona puede descubrir en él el sentido y
las potencialidades del ser humano. Quiere decir que cualquier persona
puede aprender de Jesús a ser humano, a ser más humano.
Es cierto que las conclusiones que tenemos sobre el Jesús histórico son
escasas. Los evangelios no son biografías ni crónicas de su vida. Son cate-
quesis, es decir, lectura e interpretación creyente de su vida y de la vida de
la comunidad cristiana. Y fuera de los escritos bíblicos tenemos pocos tes-
timonios sobre la vida de este hombre. Pero, gracias a las recientes investi-
gaciones, disponemos de conclusiones suficientes para conocer el, tipo de
ser humano que fue Jesús y el tipo de actuación humana que le caracteri-
zó". Además, también es digno de tenerse en cuenta el tipo de ser huma-
no y de actuación humana que nos propone la lectura creyente que las co-
munidades cristianas primitivas hicieron de la persona, la vida y las
enseñanzas de Jesús. Debajo de esas enseñanzas se encuentra el núcleo his-
tórico en torno a la persona de Jesús, que buscan los investigadores.
Jesús es el símbolo de la plenitud del hombre'. Es el paradigma del ser
humano". Esta es la conclusión más recurrente de quienes se han intere-
sado por estudiar la figura de Jesús. Por eso se insiste en la importancia de
fijar los ojos en Jesús, de regresar a su persona para conocer y reconocer al
ser humano, para saber quiénes somos y cuál es nuestra vocación humana.
En él se ha revelado lo humano de verdad, lo humano verdadero, el ser hu-
MOINGT, El hombre que venia de Dios. Jesús en la historia del discurso cristia-
no, Desdée de Brouwcr, Bilbao 1995, 1, p. 36.
e " CE R. AGUIRRE, "Jesús, el hombre: rasgos fundamentales", en AA. VV.., Jesús de
Nazaret. Perspectivas, PPC, Madrid 2003, pp. 29-58.
R. PANIKKAR, La plenitud del hombre, Siruela, Madrid 1999.
" E FRANCK lo ha calificado en inglés de "the paradigm of the Absolutely Hu-
man"To he Manan..., p. 106).
48 CREERENELSERHUMANO. VIVIRHUMANAMENTE
mano verdadero. Por eso, hablando de las razones que hoy invitan a vol-
ver a la humanidad de Jesús, Jon Sobrino escribe: "Hoy sigue existiendo
un clamor por la aparición de eso humano verdadero... Y la respuesta no
es simplemente la confesión de la verdadera humanidad de Jesús, sino poder
ofrecer al ecce homo, poder decir 'he aquí al ser humano'''.
No basta, pues, con regresar a los tiempos de Jesús para reconstruir
su historia,.como hacen los investigadores que se ocupan de reconstruir
el núcleo histórico en torno a la persona de Jesús. Es necesario, además,
traer a Jesús a nuestro tiempo para reconstruir nuestra historia. Lo impor-
tante es que su recuerdo sea fuente de sentido e inspiración para nuestras
vidas.
La estrecha relación entre el recuerdo y la actualización de la vida y
el mensaje de Jesús queda bien reflejada en las siguientes reflexiones que
hace un autor para explicar el propósito de su obra: "Nos importa menos
resituar a Jesús en su historia que restituirlo a la nuestra, a la historia de
todos los tiempos, a la que nosotros vivimos en la actualidad. Es cierto que
eso no se podrá llevar a cabo sin contar la historia que él vivió, a condi-
ción de que tenga algo que decirnos hoy a nosotros, es decir, que él mis-
mo haya vivido lo que nosotros vivimos, y que nosotros mismos tengamos
que vivir lo que él vivió... En consecuencia, vamos a abordar la historia de
Jesús por el punto en el que se une a nuestra actualidad y despierta nuestro
interés, por allí por donde se proyecta como futuro, un futuro que se nos
anuncia como el que debe ser nuestro". Estas reflexiones nos recuerdan un
principio que inspiraba la teología de las iglesias de la Reforma. De Jesucristo
se buscaban "sus beneficios". No se trata, pues, de volver a Jesús como un
ejercicio de curiosidad intelectual; se trata de traerlo a nuestro tiempo
para que ilumine nuestra condición humana.
La figura de Jesús quedó inserta en una tradición religiosa. Solo ha lle-
gado a nosotros a través de una tradición religiosa, a través de la tradición
cristiana. Gracias a esta tradición nos han llegado noticias de la persona y
la historia de Jesús, de su vida y sus enseñanzas. Lo cual no sucede sin al-
gunos inconvenientes, pues en el camino de veinte siglos su figura se ha
podido desfigurar, a golpe de intereses institucionales y malformaciones
ideológicas. Este peligro no es ajeno a las religiones, por más que estas ten-
gan como propósito inicial contribuir a la humanización de las personas.
" J. SOBRINO, La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, Trona, Madrid
1999, p. 390.
' 1. MOINGT, El hombre que venía de Dios..., II, p. 17. "ECCEHOMO":¿ESESTO
UN SER HUMANO? 49
Las religiones tienen como objetivo primero servir a la historia de la hu-
manización, descubrirnos lo genuinamente humano y proporcionar motiva-
ciones suficientes para perseguirlo: "La tarea en toda religión es dar una vi-
sión y una posibilidad concretas de cómo el ser humano puede alcanzar lo
humanum, y para ello hay muchos caminos. Un nombre tradicional para el
conjunto de estos caminos es la religión. La religión es un sendero hacia lo
humanum, ya se le llame salvación, liberación o de cualquier otra manera'''.
No se puede negar el hecho de que, en nombre de Dios y en nombre de la
religión, se han cometido crímenes contra la humanidad. Pero esto no debe
anular la intención inicial de las religiones y las reales potencialidades huma-
nizadoras que ellas contienen. Simplemente, el hecho de recordar al ser hu-
mano su condición creatural ya es un aporte importante a la humanización.
Y esa experiencia creatural es contenido esencial de la experiencia religiosa'
Las críticas a la religión han sido muchas y acerbas, especialmente a
partir del siglo XVIII. La mayoría de ellas han lanzado sus dardos contra
la fe religiosa como un camino de alienación, de deshumanización, de re-
nuncia a la vocación humana. Sin embargo, con la misma y mayor con-
vicción muchos creyentes afirman encontrar en la religión su fuente de hu-
manización. Algunos teólogos mantienen esta tesis como punto esencial
de su teología: "La fe en Dios como camino de la más auténtica, íntima y
plena realización humana". ¿Quién tiene razón? Probablemente, la res-
puesta no esté en las razones, sino en la vida.
El cristianismo no es una excepción a esta ley de las religiones. Está so-
metido a todos los riesgos de instrumentalización y manipulación contra
el ser humano. Pero, en principio, es un camino abierto hacia el huma-
nismo. La persona y la vida de Jesús son todo un símbolo de humanidad.
Consiguientemente, siguiendo la inspiración de su fundador, la religión
cristiana debería ser una garantía de humanidad. Sus capítulos más negros
y oscuros, más inhumanos, han sido una traición al propio fundador y a
la propia misión cristiana.
Desde los orígenes se definió el núcleo de la fe cristiana en los si-
guientes términos: Dios se humanizó mediante la encarnación, para que el
R. PA.N1KKAR, Elogio de la sencillez. El arquetipo universal del monje, Verbo Di-
vino, Estella 2000, p. 27.
" "La condición de criatura constituiría el contenido esencial de la experiencia re-
ligiosa". G. VATTIMO, "La huella de la huella", en J. DERRIDA - G. VATTIMO - E.
TRÍAS,La religión, PPC, Madrid 1996, p. 116.
" A. TORRES QUE1RUGA, "El amor de Dios y la dignidad humana", en J. BOSCF-
1,
Panorama de la teología española. Cuando la vida y el pensamiento son inseparables, Verbo
Divino, Estella 1999, p. 557.
50 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTOUNSERHUMANO% 51
hombre se divinizara. La divinización quedó en la comunidad cristiana
como ideal supremo de los cristianos. Este ideal de la divinización se con-
solidó sobre todo en la teología y en la espiritualidad de las iglesias de
Oriente. Pero este ideal no ha de llamarnos a engaño. No se trata de una
divinización a costa de la condición humana o contra la condición hu-
mana. No implica una renuncia a la propia humanidad. Todo lo contra-
rio. Se trata de llevar la condición humana hasta sus posibilidades más
elevadas. Se trata de llevar una vida tan humana que sea divina. Se trata
de activar al máximo la vocación humana que Dios ha señalado al ser
humano para llegar a ser plenamente humano. Por eso, la divinización
del hombre ha sido definida en teología como una verdadera humani-
zación'''.
Este ideal humanizador del cristianismo ha sido formulado de mil ma-
neras por distintos autores. Algunos lo han considerado lo más específico
del cristianismo. El humanismo es para ellos el suelo común a partir del
cual la propuesta de la fe católica puede hacer entender su especificidad".
Otros han dicho que la vida cristiana es la vida de la libertad como aper-
tura a todo y que la tarea total del cristiano es ser hombre'. Y el mismo
autor afirma que el cristiano no es un hombre especial, sino el hombre'.
Otros han dicho que el único distintivo de los cristianos ha de ser no cual-
quier singularidad, sino una mayor responsabilidad en todo lo referente a
las exigencias de la humanidad". Y el mismo autor añade: "El cristianismo
es un humanismo consciente'. Otro puntualiza: para ser cristiano no hay
que obstinarse en negar la posibilidad de una vida humana con sentido y
feliz". Y alguien afirma simplemente: "Veo lo cristiano como humanismo
de amor (amor personal hasta la misericordia y universal que es exigencia
de justicia)"'.
Podríamos seguir aduciendo testimonios en este sentido. Pero no es ne-
cesario. Apuntarían todos en la misma dirección. Sin embargo, el problema
no está en estas afirmaciones, sino en definir en qué consiste verdadera-
19
E. SCHILLEBEEM, _Jesús. La historia de un Viviente, Cristiandad, Madrid 1981,
p. 528.
" D. HERVIEU-LEGER, Catholicisme, la fin d'un monde, Bayard, París 2003, p.
43. 21 K. RAHNER, Curso fimdamental sobre la fe..., p. 464.
Ibid., p. 463.
VON BALTHASAR, ¿Qué es ser cristiano?, Sígueme, Salamanca 2000, p.
47. " Ibíd., p. 49.
" P. JosuA, Cuestión de fe, Sal Terrae, Sanrader 1990, p. 1 1 .
"J. GÓMEZ CAFARENA, "Una teología fronteriza y humanista", en J. BOSCH,
Panorama de la teología española..., p. 354. mente el ser humano, cuál es la
entraña de la humanidad, dónde está la verdadera libertad, qué es un
humanismo de amor. Contestadas estas preguntas con acierto, ya es más
fácil advertir la verdad que late en todas esas afirmaciones. Porque hay
definiciones de lo humano que no son de recibo. Lo mismo que en
nombre de Dios se han cometido muchos crímenes de lesa humanidad,
en nombre de la humanidad o de la dignidad humana también se han
cometido crímenes de lesa humanidad.
Por eso insisten algunos autores en que no todas las definiciones del
ser humano son válidas. La antropología teológica se ve obligada "a no
aceptar sin crítica definiciones del ser humano'. Sigue, pues, presente y
pendiente el enigma del ser humano. ¿Podrá la persona de Jesús ayudarnos
a resolverlo?
"Ecce horno": ¿qué quería decir Pilatos?
"Ecce horno"es una expresión latina que literalmente significa "he aquí
el hombre" y que podemos traducir también como "he aquí el ser huma-
no", "así es el ser humano". Pero en el habla popular la expresión ha ido
adquiriendo toda clase de significaciones. La utilizan personas que jamás
se han asomado a la lengua latina, por considerarla ya lengua muecta. La
expresión ha sido a veces una especie de canto a lo mejor del ser humano:
"Ved la maravilla del ser humano. Ved aquí a un hombre o a una mujer de
verdad". Otras veces, sin embargo, se ha utilizado con un significado ab-
solutamente opuesto: "He aquí una piltrafa de ser humano. Ved hasta
dónde puede caer y rebajarse el ser humano".
En el lenguaje vulgar ha prevalecido este último significado. Estar he-
cho un "ecce horno" equivale a "estar hecho un Cristo". Y ambas expresio-
nes vienen a significar lo mismo: haber bajado hasta lo más hondo de la
degradación o haber sido degradado hasta el extremo. Vienen a significar
haber perdido la apariencia humana, no tener aspecto humano, ni digni-
dad humana, porque uno la ha perdido o porque se la han arrebatado.
Cuando se refiere solo al aspecto exterior, a la apariencia física, el asun-
to ya es grave, pero no tanto. Pero cuando se aplica a la dimensión más
profunda del ser humano, a su condición moral, a su identidad más hon-
da, a la entraña de la dignidad humana... estar hecho un "ecce horno"o "es-
tar hecho un Cristo" es dramático. Es como haber dejado de ser humano,
17
F. ELIZONDO, Entre las humanidades y la teología, en J. Bosoi, Panorama de
la teología española..., p. 236.
52 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE
haber dejado de actuar humanamente o con humanidad, haberse rebaja-
do hasta la inhumanidad, haber perdido toda dignidad humana. Dramá-
tico es que alguien pretenda robarnos la dignidad humana, pero más dra-
mático es que renunciemos a ella, que la hayamos perdido.
No es frecuente, pero esa expresión incluso se ha utilizado para dar
nombre propio a algunas personas. Conocí hace años a un varón a quien se
le inscribió en el registro civil y se le bautizó con el nombre de Eccehomo.
No sé cómo se sentiría él con ese nombre. Nunca me atreví a preguntár-
selo ni sé exactamente por qué razón se lo pusieron. Pero, dado el sentido
que solemos dar a la expresión en el lenguaje popular, es un riesgo poner
ese nombre a un niño.
Ser un "ecce homo" en ese sentido negativo es una desgracia. Es dejar
de ser humano. Y dejar de ser humano, dejar de actuar humanamente, es
lo peor que le puede suceder a una persona... y a sus vecinos. Por eso, el
insulto más bajo que se puede arrojar contra una persona es el que niega
su humanidad: "Eres inhumano". Eso es mucho más grave que ser feo, ser
torpe, ser ignorante, ser pobre, ser extranjero... Ser inhumano es como ha-
ber fracasado en la vocación y la misión del ser humano, en la persecución
de la verdadera identidad humana. Si ser un "ecce horno" significa ser in-
humano, entonces habrá que cambiar la expresión latina por esta otra:
"Ecce non horno", es decir, "He aquí un no hombre".
,Qué quería decir Pilatos cuando presentó a Jesús de Nazaret ante las
masas con aquella enigmática frase: "Ecce horno", "he aquí el hombre"?
El evangelio de Juan narra así la escena. Jesús de Nazaret ha sido
llevado ante Pilatos para que este le condene, puesto que las autoridades
judías no pueden imponerle la pena capital que, según ellos, merece. Pilatos
le interroga y no encuentra causa suficiente para tal condena, por lo que
quiere dejarlo en libertad. Incluso quiere aprovechar la costumbre judía de
soltar un preso por la Pascua para poner a Jesús en libertad. Pero las ma-
sas siguen pidiendo la cabeza del reo. El texto sigue así: "Entonces Pilatos
tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de es-
pinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura. Y,
acercándose a él, le decían: 'Salve, rey de los judíos'. Y le daban bofetadas.
Volvió a salir Pilatos y les dijo: 'Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis
que no encuentro ningún delito en él'. Salió entonces Jesús llevando la co-
rona de espinas y el manto de púrpura. Pilatos le dijo: 'Ecce horno' (Aquí
tenéis a este hombre')" (Jn 19,1-6).
"Ecce horno". El evangelio de Juan pone esta expresión en boca de Pi-
latos. No nos interesa de entrada la historicidad de la misma. Y, aunque
fuera histórico el hecho, no sería fácil cerciorarse sobre la intención de
"ECCE HOMO": ¿ESESTO UN SER HUMANO? 53
Pilatos al pronunciarla o sobre el significado que le quiso dar. Pero la
frase ha resultado a la vez enigmática y significativa a lo largo de la his-
toria. Se ha repetido, sin cesar, con las más variadas intenciones y sig-
nificaciones.
¿Qué quería decir Pilatos con esta frase enigmática aplicada a Jesús? La
frase en boca de Pilatos tiene algo de misteriosa. A los exégetas no les resul ta
fácil interpretarla. Es arriesgado adivinar qué sentido dio Pilatos a aquel
"ecce horno".
Quizá fue una expresión de cinismo mezclado con cierta conmisera-
ción, al contemplar aquel rostro deformado y aquel cuerpo maltrecho des-
pués de una sangrienta flagelación: "Mirad esta piltrafa de hombre". El
profeta Isaías había contemplado y descrito ya, siglos atrás, una figura
de estas trazas, a la que la tradición dio luego el nombre de "Siervo de
Yahveh". Esta es la plástica descripción que hace Isaías de esa figura que
inspira compasión o conmiseración: "Estaba tan desfigurado que no pa-
recía hombre ni tenía aspecto humano... No había en él belleza ni es -
plendor, su aspecto no era atractivo. Despreciado, rechazado por los hom-
bres, abrumado de dolores y familiarizado con el sufrimiento; como
alguien a quien no se quiere mirar, lo despreciamos y lo estimamos en
nada" (Is 52,14 y 53,2-3).
No es probable que Pilatos estuviera al tanto de este texto del profe-
tismo judío para aplicárselo a Jesús. Pudo ser una expresión de propia co-
secha para tomar distancia y mirar con cierta displicencia a un hombre que
no tenía aspecto humano.
Quizá Pilatos utilizó aquella expresión para apelar a la compasión de
los espectadores. Era un recurso razonable para liberarse de aquel reo in-
cómodo, para eludir tan gran responsabilidad, que le colocaba en un aprie-
to. Máxime cuando, según el evangelio de Mateo, su propia esposa, amo-
nestada en sueños, le había advertido: "No te metas con ese justo, porque
hoy he sufrido mucho en sueños por su causa" (Mt 27,19). Además, los
evangelios insisten en que Pilatos —si por cobardía o por convicción, no lo
sabemos— quería declararlo inocente. En todo caso, la escena se prestaba al
fácil recurso de la compasión: "¿No os da pena este hombre? ¿No es bas-
tante el castigo que ha sufrido ya con la flagelación?"
Quizá Pilatos fue más lejos e intuyó algo grandioso detrás de aquel
rostro ensangrentado. Esta suposición nuestra tal vez sea un poco arries -
gada o aventurada y, desde luego, imposible de probar. Pero la tradición
cristiana se orientará en esa dirección. Quizá Pilatos intuyó que, pese a
aquellas trazas del flagelado y del rey coronado de espinas, allí había un
hombre a carta cabal, un ser humano en toda su dignidad. Quizá, a pe-
54 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTO UN SER HUMANO? 55
sar de no tener apariencia ni aspecto humano, el mismo Pilatos llegó a in-
tuir nebulosamente que allí estaba revelándose el verdadero rcistro del ser
humano. Quizá Pilatos llegó a comprender que había más humanidad en
el reo que en los jueces, en la víctima que en los verdugos. Puede ser que
en un momento de lucidez Pilatos se cruzara directamente con la mirada
de aquel hombre y viera en ella más allá de las apariencias. Por eso, pudo
decir: "Ecce homo", "He aquí el hombre", "He aquí un modelo, el modelo
de humanidad".
Quizá esa expresión en boca de Pilatos y en aquella circunstancia no sig-
nificara más que lo que significan las palabras. Como dice Simon Légasse:
"A pesar de las especulaciones a las que ha dado lugar esta frase, no ape-
la a otra cosa más que a lo que ella significa de manera obvia. Más arri-
ba Un 18,29) pregunta Pilatos: `¿Qué acusación traéis contra este hom-
bre?'. Es el mismo 'hombre', sin más, el que presenta ahora a vista de los
mismos interlocutores'. Por consiguiente, puede ser que Pilatos no pre-
tendiera otra cosa que indicar a aquel reo en concreto.
Sea lo que sea el significado de la expresión en boca de Pilatos, lo cier-
to es que la historia ha ido magnificando ese mismo significado, especial-
mente en la comunidad cristiana. Porque creyentes y no creyentes han vis-
to en Jesús el prototipo del ser humano, el modelo de humanidad, la
dignidad humana llevada a su máxima expresión, incluso o quizá espe-
cialmente en el contexto de la pasión. Si bien es paradójico que se consi-
dere máxima expresión de la dignidad humana a una víctima mofada,
maltratada y sometida a toda clase de burlas y malos tratos, hasta el pun-
to de dejarla desfigurada, sin figura, sin belleza.
Pero en este asunto de la humanidad las apariencias nos engañan con
mucha frecuencia. La auténtica humanidad puede estar escondida detrás
de apariencias inhumanas. Este es el drama y la paradoja de la historia
de la humanidad. Sucedió con el Crucificado del Gólgota, cuya humanidad
quedó escondida bajo la condición de un reo, el destino de un condena-
do, la figura o "desfigura" de una víctima físicamente destrozada. ¿Quién
era el verdadero representante de la humanidad? ¿El reo o los jueces? ¿La
víctima o los verdugos? Y este ha sido el drama y la paradoja de todas las
víctimas y todos los crucificados de la historia. ¿Quiénes eran los verdaderos
portadores de humanidad? ¿Las víctimas o los verdugos?
Son muchos y muy vergonzantes los capítulos de la historia en los que
se ha puesto de manifiesto esta paradoja. Citemos solo algunos.
¿Quiénes eran más humanos, los conquistadores inmisericordes del
continente americano o los indios maltratados por ellos y al borde de la
inanición? Este interrogante sonó claro y fuerte desde los orígenes de la co-
lonia. El dominico Antón Montesino lo formuló con toda aspereza en un
famoso sermón pronunciado el cuarto domingo de adviento de 1511 en
la isla Española, hoy llamada República Dominicana y Haití. Denunció
frontalmente la inhumanidad de los conquistadores y defendió con valen-
tía la humanidad de los indios maltratados.
Este es el sumario del sermón recogido y transmitido por Bartolomé de
las Casas: "Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y
horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho
tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y
pacíficas, donde tan infinitas Bellas, con muerte y estragos nunca oídos
habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de
comer ni curallos en sus enfermedades en que, de los excesivos trabajos
que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por
sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine
y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las
fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales?
¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis?
¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan
letárgico.
dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis
más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de
Jesucristo" ".
No podemos saber qué hubiera sido de la historia americana sin estos
interrogantes de Montesino, que llegaron hasta la corte de Castilla. Las co-
sas quizá podían haber sido peor de lo que fueron.
Y otro ejemplo más reciente y más próximo a nuestra historia europea:
el Holocausto, ese intentó de eliminar a un pueblo de la faz de la tierra y
de la memoria humana. ¿Quiénes eran más humanos, los impecablemen-
te vestidos mandos nazis o los prisioneros a quienes se les intentaba ani-
quilar y destruir en ellos hasta el último rasgo de dignidad humana?
¿Quiénes fueron los inhumanos?
Primo Levi, uno de los supervivientes de Auschwitz, volvió a repetir la
pregunta de Montesino siglos después en términos muy similares y con
un dramatismo inigualable. Titula el relato, escrito en 1946 y publicado
en Turín por primera vez en 1947, con un condicional que tiene toda la
24 S. LEGASSE, El proceso de Jesús. La pasión en los cuatro Evangelios, Desdée de
Brouwer, Bilbao 1996, p. 472.
B. DE LAS CASAS, Historia de las Indias, lib. 111, cap. 4, en Obras completas, Alian-
za Editorial, Madrid 1994, t. 5, pp. 1761-1762.
56 CREERENELSERHUMANO.VIVIRHUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTOUNSERHUMANO? 57
intención de una pregunta desafiante: Si esto es un hombre. Estas son algu-
nas de sus reflexiones, que invitan a pensar siempre de nuevo sobre la con-
dición humana:
Los que vivís seguros
en vuestras casas caldeadas,
los que os encontráis, al volver por la tarde,
la comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
quien trabaja en el fango,
quien no conoce la paz,
quien lucha por la mitad de un panecillo,
quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
quien no tiene cabellos, ni nombre,
ni fuerzas para recordarlo,
vacía la mirada y frío el regazo
como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido.
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
al estar en casa, al ir por la calle,
al acostaros, al levantaron;
Repetídselas a vuestros hijos"„
El mismo autor decía en un texto póstumo descubierto no hace mu-
chos años: "Es hombre quien mata, es hombre quien sufre o comete una
injusticia; no es hombre quien ha perdido toda decencia y comparte su
lecho con un cadáver. Quien ha esperado que su vecino acabara de morir
para quitarle un pedazo de pan puede ser inocente, pero está señalado,
condenado, maldito". Situaciones como estas, tan escalofriantes, nos
invitan continuamente a pensar dónde está la frontera entre la humani-
dad y la inhumanidad, dónde está lo verdaderamente humano, en qué
consiste la dignidad humana'', cuándo podemos decir verdaderamente
"ecce homo".
¿Qué quería decir Pilacos con su "ecce homo"aplicado a Jesús de Naza-
ret? ¿Qué quería decir Antón Montesino cuando gritaba "¿estos no son
hombres?", refiriéndose a los indígenas? ¿Qué quería decir Primo Levi
cuando gritaba "si esto es un hombre", refiriéndose a los presos de los
campos de concentración y exterminio?
"Ecce homo": ¿y qué quería decir Friedrich Nietzsche?
Muchos siglos después de Pilatos, alguien escribió de nuevo esa expre-
sión y la colocó como título de uno de sus libros. El ilustre filósofo alemán
Friedrich Nietzsche utilizó la expresión "ecce horno" con toda solemnidad.
La empleó como título de una de sus obras, el libro del final de su vida. El
título completo es el siguiente: Ecce horno. ¿Cómo se llega a ser lo que se es?"
Aunque, como él mismo confiesa, el subtítulo debería haber sido otro:
"Transvaloración de todos los valores". El libro lo escribió con motivo del 44
aniversario de su nacimiento. En el fondo, se trata de una autobiografía:
"Me cuento mi vida a mí mismo", dice Nietzsche". A los dos meses de es-
cribirlo cae en la locura y tiene que ser internado.
El propósito del libro va más allá de la mera autobiografía. El autor
no pretende solo escribir unas memorias o contarse su vida a sí mismo.
Su propósito es mostrar el único modelo de humanidad que él concibe.
Quizá porque mantiene entre ceja y ceja un interrogante que le persigue,
a pesar de su profesión de fe en la muerte de Dios: "¿Es el hombre solo
un desacierto de Dios? ¿O es Dios solo un desacierto del hombre?"".
O, más exactamente, el propósito de su obra es dejar claro que el úni-
co modelo de humanidad es él mismo. Ecce horno: aquí tenéis al hombre.
Pero, quizá, lo que Nietzsche quiere presentar bajo esta figura humana es
el verdadero y único dios en el que él cree. Nietzsche está en el centro de
su reflexión. Todo su empeño es ser distinto a los demás, ser único, singu-
lar: "Escuchadme —dice—, pues yo soy tal y tal. Sobre todo —dama—, ¡no
me confundáis con otros!". Tenía pánico a parecerse a alguien, a tener
alguien digno de valoración en torno a sí, pues entonces ya no sería él el
único humano.
" P. LEVI, Si esto es un hombre, El Aleph, Barcelona 1987, p. 9. Cf. R. ANTEI,.ME,
La especie humana, Arena Libros, Madrid 2001 (relato sobre la vida en un campo de
concentración); S. WIESENTHAL, Los límites del perdón. Dilemas éticos y racionales de
una decisión, Paidós Contextos, Barcelona 1998.
Cf.F. ELIZONDO, "Jesúsyla dignidad humana", enAA. VV.,Jesús de Nazaret.
Perspectivas..., pp. 82-102.
" E NIETZSCHE, Ecce homo. ¿Cómo se llega a ser lo que se es?, Alianza Editorial,
Madrid 1971.
" Ibd, p. 23.
" F. NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos o cómo sr filosofa con martillo. Alianza
Editorial, Madrid 1973, p. 34.
)S
F. NIETZSCHE, Ecce horno..., p. 17.
58 CREERENELSERHUMANO. VIVIRHUMANAMENTE "ECCEHOMO": ¿ESESTOUNSERHUMANO? 59
Él es más que un simple individuo humano. Él se considera a sí mis-
mo la especie humana, el punto supremo de la humanidad: "Me guar-
daría bien —llega a escribir— de dejar hablar, y aún menos pensar, a al-
guien cerca de mí". Y es que el autor tiene muy claro el principio de
aislamiento o exclusividad de los fuertes y la asociación de los débiles:
"Por necesidad natural, los fuertes tienden a disociarse tanto como los
débiles a asociarse".
En el fondo de todas estas actitudes hay un desprecio a todo ser hu-
mano que no sea él mismo, desprecio a toda la humanidad, como confiesa
él mismo: "Hay días en los que me invade un sentimiento más negro que
la más negra melancolía: el desprecio del hombre"". Er. !a misma obra,
titulada El anticristo, escribe: "Hay que ser superior a la humanidad por
fuerza, por altura de alma, por desprecio"".
Pero Nietzsche no puede pensar sobre el ser humano sin mirar de
reojo al Crucificado. A pesar del aprecio que en algunos momentos muestra
por Jesús de Nazaret, Nietzsche no encuentra el arquetipo del ser huma-
no, que acaba siendo él mismo, en Jesús, sino en Dionisio. De hecho,
termina su obra Ecce homo con estas palabras: "Dionisio contra el Cruci-
ficado'. Y tampoco puede hablar del ser humano sin mirar de reojo al
cristianismo, para renegar de él y de todo lo que la moral cristiana dice
acerca del ser humano.
Con todo, Nietzsche definela humanidad mirándose a sí mismo, no
buscando revelación en Jesús de Nazaret o en cualquier otro profeta o sa-
bio de la historia. Esta postura es característica de su antropología. Seria
una vergüenza para él que otro ser humano le enseñara algo, le mostrara
algo, le instruyera sobre lo que es el ser humano.
Friedrich Nietzsche no puede aceptar el aprecio que los teólogos libera-
les y los filósofos de la primera Ilustración profesan por Jesús de Nazaret. En
efecto, estos habían visto en la persona de Jesús no necesariamente el Hijo
de Dios, sino el representante supremo de la humanidad, el ideal supremo
del ser humano, el referente obligado para todo proceso de humanización.
En el profeta de Nazaret, la humanidad ha conocido su estatura más ex-
celente. Los seres humanos que quieran conocer su vocación tienen que
E NIETZSCHE, Eccehomo..., p. 47.
" E IshrrzscHE, Lagenealogíadelamoral,Alianza Editorial, Madrid 1972, p.
175. " F. NIETZSCHE, El anticristo, Alianza Editorial, Madrid 1973, p. 75.
" Ibid., p. 30.
" F. NIETZSCHE, Ecce horno..., p. 145. mirarse en ese espejo, tienen que
medirse con los criterios morales de su Evangelio.
No, Nietzsche camina en otra dirección. Cuando él dice "ecce homo»,
no mira hacia afuera, como Pilatos o como los teólogos liberales o los fi-
lósofos de la primera Ilustración; no. Nietzsche no mira a Jesús para ver en
él un modelo de humanidad. Mira hacia sí mismo e invita o espera que
todo el mundo mire hacia el propio Nietzsche. Porque cuando dice "ecce
homo" quiere decir: "Aquí estoy yo, he aquí el hombre". Y lo dice con tal
convicción que parece advertir: "Bajo esta figura humana se esconde un
verdadero dios".
Otros se han encargado de humanizar a Dios; Nietzsche se ha encar-
gado de divinizarse a si mismo. Él dice "ecce homo", pero, en el fondo,
quiere decir "ecce super-homo". Él no pertenece a la baja ralea del común
de los mortales; él es el superhombre. En él ha llegado a su plenitud la
voluntad de poder. No hay un ser humano digno que le haya precedido,
ni le sucederá ningún ser humano digno de ese nombre. Él no solo es
único, sino que es el único. Porque él ha puesto en activo la esencia de la
vida, que consiste en "la voluntad de poder": "La esencia de la vida es su
voluntad de poder'''.
Por eso, su virtud preferida y única es la hybris, el orgullo, la sokrbia
de la vida. Este orgullo le enfrenta a todo, a la naturaleza, a los hombres,
a Dios". La voluntad de poder inspira su concepción del ser humano y
su ideal de vida humana. Quizá por eso es mucho más partidario del An-
tiguo Testamento que del Nuevo Testamento". En aquel predomina la
violencia sobre la misericordia; en este prevalece la compasión sobre la vio-
lencia. En aquel prevalece la justicia estricta, la ley del Talión; en este
prevalece el amor.
Y todo lo mide cori la regla del poder: ",Qué es bueno? Todo lo que
eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder... ¿Qué es malo? Todo
lo que procede de la debilidad... ¿Qué es más dañino que cualquier vicio? La
compasión activa con todos los malogrados y débiles —el cristianismo—"".
Hasta la estatura de los dioses y su legitimidad son medidas con la voluntad
de poder: "[los dioses] o son la voluntad de poder —dioses de un pueblo—
o son la impotencia del poder y entonces se vuelven necesariamente
41
E NIETZSCHE, La genealogía de la moral.., p. 102.
•2
Ibid., pp. 144ss.
" Ibíd, p. 185.
'4
E NIETZSCHE, El anticristo..., p. 32.
60 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTOUNSERHUMANO? 61
buenos..."". Y en este campo, al Dios de los cristianos le toca perder,
porque representa la renuncia al poder. Es esencialmente la "contradicción
de la vida"". ¿Cómo podía ver Nietzsche en un Crucificado el prototipo
del ser humano?
A partir de estos presupuestos se entienden mejor las afirmaciones tan
radicales y atrevidas que el autor va desgranando a lo largo de su obra. La
emprende contra todo gesto de misericordia y compasión, porque lo con-
sidera una capitulación en la carrera hacia el superhombre, un ejercicio de
debilidad, un apartarse del camino hacia la humanización plena: "Solo en-
tre los decadentes —afirma— se considera virtud la compasión'. Y recri-
mina a la cultura europea haber capitulado ya al inclinarse hacia la moral
de la compasión: "La moral de la compasión es el síntoma más inquietante
de nuestra cultura europea"".
Y como es muy consciente de que en su entorno la moral de la com-
pasión está asociada al cristianismo, como está rodeado de personas que se
atienen a la moral cristiana y hacen apología de la misericordia y la com-
pasión, Nietzsche no cesa de emprenderla contra el cristianismo y contra
todos sus seguidores. De hecho, a su obra El anticristo, después de titubear,
le pone como subtítulo definitivo: Maldición sobre el cristianismo.
Considera al cristianismo el gran enemigo del hombre o, mejor aún,
el gran enemigo del superhombre: "El cristianismo —escribe— ha hecho una
guerra a muerte a este tipo superior de hombre; él ha proscrito todos los ins-
tintos fundamentales de este tipo. n"". Básicamente, por ser la religión de la
compasión, "que es la merma de la vida" 50
. Cuando monta su tribunal y se
erige en juez supremo, la sentencia más directa y absoluta va contra el cris-
tianismo: "Voy a dictar sentencia. Yo condeno al cristianismo...".
Hablando de la moral cristiana y de la concepción del hombre que co-
bija, confiesa abiertamente: "La náusea por el hombre es mi peligro"". Y
es que todos esos débiles y decadentes que predican y defienden las virtudes
pasivas (la humildad, la penitencia, el sacrificio, la ascesis, la abnegación,
" E NIETZSCHE, El anticristo..., p. 47.
Ibid, 49.
17
E NIETZSCHE, Ecce homo.... p. 3 1 .
" F. NIETZSCHE, La genealogía de la moral..., p. 27.
" E NIETZSCHE, El anricristo..., p.
33. " /bid., p. 35.
5' Iba., p. 120.
"F. NIETZSCHE, Eccehomo..., p. 141.
la renuncia a si mismo...) le provocan náuseas. Estas virtudes no son hu-
manas; son inhumanas. Son una negación de la humanidad. Solo las de-
fienden e intentan practicarlas quienes han renegado de la vida, quienes se
esconden detrás de sus complejos, quienes no se atreven a ser hombres. Por
eso, define la moral cristiana —y la moral en general— corno "la idiosincra-
sia de los decadentes, con la intención oculta de vengarse de la vida"".
En nombre de la autonomía y de la libertad no puede soportar ni
mandamientos, ni éticas, ni morales. Afirma con contundencia: "Autónomo
y ético se excluyen'. Casi todo lo que se considera moral es para Nietzsche
fruto del resentimiento y una forma solapada de venganza, hasta la misma
justicia: "¡Cuánta sangre y horror hay en el fondo de las 'cosas buenas'!".
Y llega incluso a hablar del "instinto de santificar la venganza dándole
el nombre de justicia"56
.
Y, sobre todo, Nietzsche acusa al cristianismo de dar origen y multi-
plicar el sentimiento de culpa y la "mala conciencia", a la que califica como
"crueldad vuelta hacia atrás". La mala conciencia tiene su inicio en "el
instinto de la libertad reprimido". Atribuye el sentimiento de culpa sobre
todo al Dios cristiano, que, "por ser el Dios máximo al que hasta ahora se
ha llegado", ha dado lugar "al máximo de sentimiento de culpa". Con-
sidera al sacerdote "un auténtico artista del sentimiento de culpa'. Y se
califica a sí mismo como uno de los inmoralistas encargados de expulsar de
la humanidad el sentimiento de culpa: "Nosotros los inmoralistas intenta-
mos con todas nuestras fuerzas expulsar de nuevo del mundo el concepto
de culpa y el concepto de castigo... El cristianismo es una metafísica del
verdugo'''.
El otro enemigo de la voluntad de poder, de la libertad, de la autono-
mía, es la verdad como valor objetivo, como dogma que se impone a to-
dos. No hay límites a la voluntad de poder ni a la libertad: "Nada es ver-
dadero, todo está permitido. Esto es la libertad de espíritu'. Por eso recela
" Ibiü.. p. 143.
" E NIETZSCHE, La genealogía de la moral_ p. 78.
"iba., p. 81. lbíd.,
p, 95. " 'bid., p.
180. " /bid., p. 112.
" Iba, p. 116. 6
°
iba., p. 180.
61
E NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos—, p. 75.
62 F. NIETZSCHE: La genealogía de la moral._ p. 191.

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  • 1. 42 1 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE Esta tarea de descifrar el enigma del ser humano sigue aún pendiente y, si cabe, se ha vuelto más complicada y más urgente hoy. No es fácil adi- vinar qué incidencia tendrán las nuevas tecnologías en la configuración del ser humano del mañana. Por eso, la tarea que nos ocupa requiere el con- curso de todos los sectores de la humanidad y la concurrencia de todas las fuerzas. Vivimos en un mundo tan rápido y movedizo que tenemos la sen- sación de estar asistiendo al 'nacimiento de un mundo totalmente distinto y totalmente otro. Lo vemos como futuro para nuestra conciencia, a pesar de que está ya presente. El mismo reportero al que hemos aludido, desde la perspectiva de una cultura y una sensibilidad democráticas, lo expresa así: "Este mundo futu- ro es tan 'otro' que todavía no hemos elaborado los conceptos que nos per- mitan pensarlo, es decir, hacernos cargo de él. Todavía estamos viviendo en gran medida en un mundo no pensado, lo que no quiere decir que sea impensable. Pero, no habiéndolo pensado todavía, este mundo nuevo se escapa en gran medida al dominio democrático. Estamos, pues, con toda lógica y más que nada, en lo que llamo la 'gran inquietud'"". El intento de decir algo sobre el ser humano no es ninguna osadía. Lo seria pretender decir algo totalmente nuevo. Y, desde luego, sería una osa- día y una petulancia pretender decir la única y la última palabra, decir algo exclusivo y definitivo sobre el ser humano. Intentar decir algo sobre el ser humano, cada cual desde su experiencia y su itinerario personal, es como intentar entrar -en comunión con esta humanidad. Porque nada humano nos debe ser ajeno —ni les debe ser ajeno a los demás—. Es como intentar colaborar con modestia y humildad, pero con generosidad, a esa magna empresa que es despejar la incógnita del hombre, del ser humano. Es el único propósito que ha inspirado estas reflexiones. " J. C. G UILLF-13AUD, CcIrno he vuelto a ser cristiano..., p. 36. 2 "Ecce homo" : ¿es esto un ser humano? La empresa del conocimiento del ser humano es acumulativa. Por eso hemos de reconocer que, mientras dure la historia humana, nuestro cono- cimiento del ser humano será siempre parcial y provisional. No podemos dar una definición completa y cerrada del ser humano. No sabemos aún plenamente qué es la humanidad. ¿Quién sabe cuántas experiencias hu- manas están aún inéditas? ¿Qué sorpresas y qué nuevos descubrimientos podrá desvelamos el futuro, a nosotros y a las generaciones siguientes, has- ta el fin de la historia? ¿A dónde será conducida la humanidad a medida que evoluciona su historia? Por poner un ejemplo, ¿qué cambios traerán a la humanidad las nuevas tecnologías de la comunicación? ¿Qué paradig- mas de humanidad esconderá el futuro? A cada generación le toca vivir su momento histórico y escribir su mo- desto capítulo de la historia humana, para llevar adelante esa empresa fas- cinante de descifrar el enigma humano. Todas las fuentes son importantes para buscar claridad y sentido a la existencia humana. Cama hemos dicho ya, la empresa de descifrar el enigma del ser humano es acumulativa y colectiva. Cada generación tie- ne la obligación de escribir su pequeño y modesto capítulo de esta his- toria. Aún más, en cierto sentido, cada persona, incluso la más anónima e insignificante políticamente, escribe su modesto y humilde capítulo de la historia humana, porque toda persona es irrepetible. Esta debería ser razón suficiente para tomar en serio la dignidad y la importancia de cualquier persona, sea cual sea su raza, orientación sexual, condición so- cial, lengua y cultura. Debería ser razón importante para comprender que de cualquier persona podemos aprender lecciones nuevas de huma- nidad. Pero, ciertamente, ha habido y sigue habiendo personas especialmente significativas a lo largo de la historia. Son personas que han llevado más
  • 2. 44 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTO UN SER HUMANO? 45 allá de los límites estándar la experiencia humana, el conocimiento de la humanidad, la actuación humana, las posibilidades del ser humano. Esas personas han escrito, con su vida, capítulos nuevos de humanidad y se han convertido en focos de luz para sus contemporáneos y para las generacio- nes posteriores. Jesús de Nazaret es una de esas personas. Y ha habido también momentos y movimientos de la historia de la hu- manidad que han supuesto un capítulo realmente nuevo de la historia hu- mana, un paso adelante en el conocimiento y la realización del ser huma- no. La historia no es lineal ni plana. Tiene altibajos. Hay momentos de progreso y momentos de regresión. Hay momentos clásicos de más luci- dez y coraje, y hay momentos críticos de más confusión y zozobra. Pero todos ellos han contribuido al nacimiento de un nuevo conocimiento de la humanidad y una nueva forma de actuación humana. El cristianismo es uno de esos momentos "epocales" de la historia. El cristianismo es una de las religiones que han "hecho época". Con sus luces y sus sombras, ha escrito uno de esos capítulos de la historia de la humanidad. Se ha unido a otras religiones y a otras culturas en esa gran empresa de descifrar el enigma del ser humano y de acompañar a hombres y mujeres en la fatiga de ser y vivir humanamente. Jesús de Nazaret y el cristianismo: ¿qué es el ser humano? Jesús de Nazaret vivió hace ya dos mil años y, sin embargo, es un per- sonaje con plena vigencia y actualidad. El tiempo no le ha desgastado. Quizá sus seguidores le han "amarillado" un poco. Pero sigue siendo un personaje al que recurren hoy muchos hombres y mujeres en busca de luz y sentido para sus vidas, en busca de razones para seguir viviendo. Sobre Jesús se han dicho y se siguen diciendo cosas maravillosas, elo- gios increíbles. Lo han dicho creyentes y no creyentes, judíos y musulma- nes, hindúes y budistas..., representantes de todas las culturas e incluso de todas las ideologías. Y casi todos coinciden en presentarlo como un hom- bre excelente, un representante excelso de la humanidad, del ser humano'. Por eso se ha llegado a hablar de "la buena fama de Jesús'''. Ha provocado el entusiasmo e incluso a veces el rechazo y la persecución. Pero nadie ha ' Cf. M. FRAIJÓ, El cristianismo. Una aproximación, Trotta, Madrid 1997, pp. 27, 50-54, 121ss. = Cf. ibid, pp. 50, 121. quedado indiferente ante este personaje. Señal clara de que toca fibras hondas y esenciales de la condición humana. Nada tiene de extraño que a Kafka le infundiera pánico. Hablando de él, llegó a decir: "Es un abismo lleno de luz. Hay que cerrar los ojos para no despeñarse". Destaca, sobre todo, el interés que este personaje ha suscitado entre muchos filósofos y pensadores ampliamente reconocidos en la historia del pensamiento. Estos han destacado en la persona de Jesús desde la kénosis más absoluta hasta la encarnación del Absoluto; han valorado sus ense- ñanzas sublimes y su vida éticamente impecable; han ensalzado la calidad de su muerte que consumó su kénosis y también la calidad o la estatura moral de su vida'. Lo apreciaron filósofos más cordiales, como Pascal, y filósofos más ra- cionalistas, como Descartes. Erasmo de Rotterdam, Nicolás de Cusa y otros muchos renacentistas vieron en él el punto culminante de la verda- dera filosofía. Spinoza lo llamó el "sumo filósofo". Y Karl Jaspers en pleno siglo XX lo llamó uno de los "hombres decisivos" de la historia de la hu- manidad. Ha sido persistente su comparación con Sócrates. Cuando ha es- caseado el sentido, se ha hecho más urgente fijar la mirada en la figura de Jesús de Nazaret, considerado como maestro de la humanidad. En todos los ámbitos del pensamiento y de la filosofía se ha buscado en este hombre sentido, sabor y sabiduría para la vida de las personas. Un neomarxista convencido, Milan Machovec, llegó a escribir sobre Jesús y su causa: "Yo no lamentaría la desaparición de la religión como tal, pero si tuviese que vivir en un mundo que pudiese olvidar por completo la cau- sa de Jesús, yo no querría vivir". Y el famoso filósofo Ernst Bloch, tam- bién neomarxista, llega a decir de Jesús: "Aquí aparece un hombre bueno con todas las letras, en toda la extensión de la palabra, algo que no había ocurrido nunca'''. Bloch ve "en Jesús el 'hombre desvelado', aquel que vi- niendo desde lejos hace que la causa del hombre progrese hacia delante". "Desvelado", en este caso, significa revelado, manifestado, luminoso, res- plandeciente. En Jesús aparece el ser humano revelado, manifestado ple- namente, luminoso, resplandeciente. Para todos estos pensadores, Jesús elimina los velos que cubren y os- curecen la condición humana. En este sentido, se puede afirmar que sus Cf. X. TILLETTE, El Cristo de la filosofia, Desclée de Brouwer, Bilbao 1994. ' E. BLOCH, El principio esperanza, Aguilar, Madrid 1980, p. 372. s Cf. R. FABRIS, Jesús de Nazaret. Historia e interpretación. Sígueme, Salamanca 1998, p. 313.
  • 3. 46 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTO UN SER HUMANO? 47 enseñanzas, su Evangelio, nos ofrecen una verdadera antropología. Jesús "se muestra como un buen antropólogo que reconcilia al hombre consigo mismo y no le condena a misiones imposibles'''. No hace falta ser creyente para encontrar en Jesús de Nazaret un referente de la humanidad, un paradigma del ser humana Quizá esto explique la aceptación que este personaje que dio origen al cristianismo ha tenido en líderes destacados de otras religiones. Mahatma Gandhi y Tagore fueron grandes admiradores de Jesús desde el hinduismo. Los judíos han hecho encomiables esfuerzos para "repatriar a Jesús"' al ju- daísmo, de donde nunca debió ser expatriado. En esta empresa se impli- caron judíos tan destacados como Marci'n Buber, Ben Chorin, Joseph Klausner, Pinchas Lapide, Vilém Flusser, Geza Vermes...' Y, en el islam, ya desde Mahoma nunca ha faltado un especial aprecio por la figura del pro- feta de Nazaret. Jesús ha interesado a representantes del mundo del arte, de la literatu- ra, del teatro, del cine...9 La sensibilidad de los artistas, especialmente ca- pacitados para captar el misterio recóndito del ser humano, no podía pa- sar indiferente ante la figura de Jesús. Tenía que ver en este hombre vertientes luminosas y posibilidades escondidas del ser humano. Y así ha sido. Los artistas han sacado a la luz las riquezas más recónditas de su hu- manidad. En él han encontrado múltiples respuestas a la pregunta siem- pre recurrente: "¿Qué es el ser humano?". Pero la figura de Jesús no ha 'interesado solo a los grandes genios de la humanidad. Ha ejercido atractivo también sobre hombres y mujeres de cualquier raza y condición, de todos los pueblos y todas las culturas. Es un personaje al que acuden las masas para buscar sentido y alivio: "La perso- M. FRAIJÓ, El cristianismo..., p. 75. Cf. BEN CHORIN, Jesus in Judentum, Wuppertal 1970, p. 45. A título de ejemplo copiamos aquí el conocido texto de M. Buber: A Jesús lo he tenido desde mi juventud como mi hermano mayor... Mi propia relación fraternal- mente abierta con él ha sido cada vez más estrecha y más pura, y hoy tengo de él una vi- sión más íntima y más pura que nunca. Para mí, es indudable que le corresponde un puesto de honor en la historia de la religión de Israel y que este puesto no se puede des- cribir con las categorías corrientes". El texto está tomado de la cita de H. WALDENFELS, l¿ologia fundamental contextuaL Sígueme, Salamanca 1994, p. 271. Cf. J. PELIKAN,Jesús a través de los siglos. Su lugar en la historia de la cultura, Her- der, Barcelona 1989; G. BARDY — A. TRICOT, ChriStuS. Enciclopedia popular de la doc- trina cristológica, Aguado, Madrid 1951; R. PUIG MASSANA, El rostro de Jesús, el Cristo. Paseo fenomenológiro por dos milenios dr iconografta cristológica, La Hormiga de Oro, Barcelona 1998; C. SARIUAS, Dios y Jesucristo en la literatura actual, PPC, Madrid 1994. na de Jesús, víctima a su vez de un destino trágico, viene a unirse a esas grandes figuras de la historia a quienes los hombres y mujeres de todos los tiempos y de todos los países no dejan de interrogar para intentar descubrir en ellos el sentido de la aventura humana. Así pues, como las muchedumbres de Galilea y de Judea, nos seguimos preguntando qué tipo de hombre era Jesús'. Él siempre ha tenido una especial acogida entre los pobres y los ignorados. No es necesario ser creyente para acercarse a Jesús. A él se han acerca- do y siguen acercándose creyentes y no creyentes. Este dato tiene gran im- portancia: que una persona pueda aprender de Jesús y de su Evangelio sin ser creyente. Esto quiere decir que cualquier persona puede verse reflejada en este hombre, que cualquier persona puede descubrir en él el sentido y las potencialidades del ser humano. Quiere decir que cualquier persona puede aprender de Jesús a ser humano, a ser más humano. Es cierto que las conclusiones que tenemos sobre el Jesús histórico son escasas. Los evangelios no son biografías ni crónicas de su vida. Son cate- quesis, es decir, lectura e interpretación creyente de su vida y de la vida de la comunidad cristiana. Y fuera de los escritos bíblicos tenemos pocos tes- timonios sobre la vida de este hombre. Pero, gracias a las recientes investi- gaciones, disponemos de conclusiones suficientes para conocer el, tipo de ser humano que fue Jesús y el tipo de actuación humana que le caracteri- zó". Además, también es digno de tenerse en cuenta el tipo de ser huma- no y de actuación humana que nos propone la lectura creyente que las co- munidades cristianas primitivas hicieron de la persona, la vida y las enseñanzas de Jesús. Debajo de esas enseñanzas se encuentra el núcleo his- tórico en torno a la persona de Jesús, que buscan los investigadores. Jesús es el símbolo de la plenitud del hombre'. Es el paradigma del ser humano". Esta es la conclusión más recurrente de quienes se han intere- sado por estudiar la figura de Jesús. Por eso se insiste en la importancia de fijar los ojos en Jesús, de regresar a su persona para conocer y reconocer al ser humano, para saber quiénes somos y cuál es nuestra vocación humana. En él se ha revelado lo humano de verdad, lo humano verdadero, el ser hu- MOINGT, El hombre que venia de Dios. Jesús en la historia del discurso cristia- no, Desdée de Brouwcr, Bilbao 1995, 1, p. 36. e " CE R. AGUIRRE, "Jesús, el hombre: rasgos fundamentales", en AA. VV.., Jesús de Nazaret. Perspectivas, PPC, Madrid 2003, pp. 29-58. R. PANIKKAR, La plenitud del hombre, Siruela, Madrid 1999. " E FRANCK lo ha calificado en inglés de "the paradigm of the Absolutely Hu- man"To he Manan..., p. 106).
  • 4. 48 CREERENELSERHUMANO. VIVIRHUMANAMENTE mano verdadero. Por eso, hablando de las razones que hoy invitan a vol- ver a la humanidad de Jesús, Jon Sobrino escribe: "Hoy sigue existiendo un clamor por la aparición de eso humano verdadero... Y la respuesta no es simplemente la confesión de la verdadera humanidad de Jesús, sino poder ofrecer al ecce homo, poder decir 'he aquí al ser humano'''. No basta, pues, con regresar a los tiempos de Jesús para reconstruir su historia,.como hacen los investigadores que se ocupan de reconstruir el núcleo histórico en torno a la persona de Jesús. Es necesario, además, traer a Jesús a nuestro tiempo para reconstruir nuestra historia. Lo impor- tante es que su recuerdo sea fuente de sentido e inspiración para nuestras vidas. La estrecha relación entre el recuerdo y la actualización de la vida y el mensaje de Jesús queda bien reflejada en las siguientes reflexiones que hace un autor para explicar el propósito de su obra: "Nos importa menos resituar a Jesús en su historia que restituirlo a la nuestra, a la historia de todos los tiempos, a la que nosotros vivimos en la actualidad. Es cierto que eso no se podrá llevar a cabo sin contar la historia que él vivió, a condi- ción de que tenga algo que decirnos hoy a nosotros, es decir, que él mis- mo haya vivido lo que nosotros vivimos, y que nosotros mismos tengamos que vivir lo que él vivió... En consecuencia, vamos a abordar la historia de Jesús por el punto en el que se une a nuestra actualidad y despierta nuestro interés, por allí por donde se proyecta como futuro, un futuro que se nos anuncia como el que debe ser nuestro". Estas reflexiones nos recuerdan un principio que inspiraba la teología de las iglesias de la Reforma. De Jesucristo se buscaban "sus beneficios". No se trata, pues, de volver a Jesús como un ejercicio de curiosidad intelectual; se trata de traerlo a nuestro tiempo para que ilumine nuestra condición humana. La figura de Jesús quedó inserta en una tradición religiosa. Solo ha lle- gado a nosotros a través de una tradición religiosa, a través de la tradición cristiana. Gracias a esta tradición nos han llegado noticias de la persona y la historia de Jesús, de su vida y sus enseñanzas. Lo cual no sucede sin al- gunos inconvenientes, pues en el camino de veinte siglos su figura se ha podido desfigurar, a golpe de intereses institucionales y malformaciones ideológicas. Este peligro no es ajeno a las religiones, por más que estas ten- gan como propósito inicial contribuir a la humanización de las personas. " J. SOBRINO, La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, Trona, Madrid 1999, p. 390. ' 1. MOINGT, El hombre que venía de Dios..., II, p. 17. "ECCEHOMO":¿ESESTO UN SER HUMANO? 49 Las religiones tienen como objetivo primero servir a la historia de la hu- manización, descubrirnos lo genuinamente humano y proporcionar motiva- ciones suficientes para perseguirlo: "La tarea en toda religión es dar una vi- sión y una posibilidad concretas de cómo el ser humano puede alcanzar lo humanum, y para ello hay muchos caminos. Un nombre tradicional para el conjunto de estos caminos es la religión. La religión es un sendero hacia lo humanum, ya se le llame salvación, liberación o de cualquier otra manera'''. No se puede negar el hecho de que, en nombre de Dios y en nombre de la religión, se han cometido crímenes contra la humanidad. Pero esto no debe anular la intención inicial de las religiones y las reales potencialidades huma- nizadoras que ellas contienen. Simplemente, el hecho de recordar al ser hu- mano su condición creatural ya es un aporte importante a la humanización. Y esa experiencia creatural es contenido esencial de la experiencia religiosa' Las críticas a la religión han sido muchas y acerbas, especialmente a partir del siglo XVIII. La mayoría de ellas han lanzado sus dardos contra la fe religiosa como un camino de alienación, de deshumanización, de re- nuncia a la vocación humana. Sin embargo, con la misma y mayor con- vicción muchos creyentes afirman encontrar en la religión su fuente de hu- manización. Algunos teólogos mantienen esta tesis como punto esencial de su teología: "La fe en Dios como camino de la más auténtica, íntima y plena realización humana". ¿Quién tiene razón? Probablemente, la res- puesta no esté en las razones, sino en la vida. El cristianismo no es una excepción a esta ley de las religiones. Está so- metido a todos los riesgos de instrumentalización y manipulación contra el ser humano. Pero, en principio, es un camino abierto hacia el huma- nismo. La persona y la vida de Jesús son todo un símbolo de humanidad. Consiguientemente, siguiendo la inspiración de su fundador, la religión cristiana debería ser una garantía de humanidad. Sus capítulos más negros y oscuros, más inhumanos, han sido una traición al propio fundador y a la propia misión cristiana. Desde los orígenes se definió el núcleo de la fe cristiana en los si- guientes términos: Dios se humanizó mediante la encarnación, para que el R. PA.N1KKAR, Elogio de la sencillez. El arquetipo universal del monje, Verbo Di- vino, Estella 2000, p. 27. " "La condición de criatura constituiría el contenido esencial de la experiencia re- ligiosa". G. VATTIMO, "La huella de la huella", en J. DERRIDA - G. VATTIMO - E. TRÍAS,La religión, PPC, Madrid 1996, p. 116. " A. TORRES QUE1RUGA, "El amor de Dios y la dignidad humana", en J. BOSCF- 1, Panorama de la teología española. Cuando la vida y el pensamiento son inseparables, Verbo Divino, Estella 1999, p. 557.
  • 5. 50 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTOUNSERHUMANO% 51 hombre se divinizara. La divinización quedó en la comunidad cristiana como ideal supremo de los cristianos. Este ideal de la divinización se con- solidó sobre todo en la teología y en la espiritualidad de las iglesias de Oriente. Pero este ideal no ha de llamarnos a engaño. No se trata de una divinización a costa de la condición humana o contra la condición hu- mana. No implica una renuncia a la propia humanidad. Todo lo contra- rio. Se trata de llevar la condición humana hasta sus posibilidades más elevadas. Se trata de llevar una vida tan humana que sea divina. Se trata de activar al máximo la vocación humana que Dios ha señalado al ser humano para llegar a ser plenamente humano. Por eso, la divinización del hombre ha sido definida en teología como una verdadera humani- zación'''. Este ideal humanizador del cristianismo ha sido formulado de mil ma- neras por distintos autores. Algunos lo han considerado lo más específico del cristianismo. El humanismo es para ellos el suelo común a partir del cual la propuesta de la fe católica puede hacer entender su especificidad". Otros han dicho que la vida cristiana es la vida de la libertad como aper- tura a todo y que la tarea total del cristiano es ser hombre'. Y el mismo autor afirma que el cristiano no es un hombre especial, sino el hombre'. Otros han dicho que el único distintivo de los cristianos ha de ser no cual- quier singularidad, sino una mayor responsabilidad en todo lo referente a las exigencias de la humanidad". Y el mismo autor añade: "El cristianismo es un humanismo consciente'. Otro puntualiza: para ser cristiano no hay que obstinarse en negar la posibilidad de una vida humana con sentido y feliz". Y alguien afirma simplemente: "Veo lo cristiano como humanismo de amor (amor personal hasta la misericordia y universal que es exigencia de justicia)"'. Podríamos seguir aduciendo testimonios en este sentido. Pero no es ne- cesario. Apuntarían todos en la misma dirección. Sin embargo, el problema no está en estas afirmaciones, sino en definir en qué consiste verdadera- 19 E. SCHILLEBEEM, _Jesús. La historia de un Viviente, Cristiandad, Madrid 1981, p. 528. " D. HERVIEU-LEGER, Catholicisme, la fin d'un monde, Bayard, París 2003, p. 43. 21 K. RAHNER, Curso fimdamental sobre la fe..., p. 464. Ibid., p. 463. VON BALTHASAR, ¿Qué es ser cristiano?, Sígueme, Salamanca 2000, p. 47. " Ibíd., p. 49. " P. JosuA, Cuestión de fe, Sal Terrae, Sanrader 1990, p. 1 1 . "J. GÓMEZ CAFARENA, "Una teología fronteriza y humanista", en J. BOSCH, Panorama de la teología española..., p. 354. mente el ser humano, cuál es la entraña de la humanidad, dónde está la verdadera libertad, qué es un humanismo de amor. Contestadas estas preguntas con acierto, ya es más fácil advertir la verdad que late en todas esas afirmaciones. Porque hay definiciones de lo humano que no son de recibo. Lo mismo que en nombre de Dios se han cometido muchos crímenes de lesa humanidad, en nombre de la humanidad o de la dignidad humana también se han cometido crímenes de lesa humanidad. Por eso insisten algunos autores en que no todas las definiciones del ser humano son válidas. La antropología teológica se ve obligada "a no aceptar sin crítica definiciones del ser humano'. Sigue, pues, presente y pendiente el enigma del ser humano. ¿Podrá la persona de Jesús ayudarnos a resolverlo? "Ecce horno": ¿qué quería decir Pilatos? "Ecce horno"es una expresión latina que literalmente significa "he aquí el hombre" y que podemos traducir también como "he aquí el ser huma- no", "así es el ser humano". Pero en el habla popular la expresión ha ido adquiriendo toda clase de significaciones. La utilizan personas que jamás se han asomado a la lengua latina, por considerarla ya lengua muecta. La expresión ha sido a veces una especie de canto a lo mejor del ser humano: "Ved la maravilla del ser humano. Ved aquí a un hombre o a una mujer de verdad". Otras veces, sin embargo, se ha utilizado con un significado ab- solutamente opuesto: "He aquí una piltrafa de ser humano. Ved hasta dónde puede caer y rebajarse el ser humano". En el lenguaje vulgar ha prevalecido este último significado. Estar he- cho un "ecce horno" equivale a "estar hecho un Cristo". Y ambas expresio- nes vienen a significar lo mismo: haber bajado hasta lo más hondo de la degradación o haber sido degradado hasta el extremo. Vienen a significar haber perdido la apariencia humana, no tener aspecto humano, ni digni- dad humana, porque uno la ha perdido o porque se la han arrebatado. Cuando se refiere solo al aspecto exterior, a la apariencia física, el asun- to ya es grave, pero no tanto. Pero cuando se aplica a la dimensión más profunda del ser humano, a su condición moral, a su identidad más hon- da, a la entraña de la dignidad humana... estar hecho un "ecce horno"o "es- tar hecho un Cristo" es dramático. Es como haber dejado de ser humano, 17 F. ELIZONDO, Entre las humanidades y la teología, en J. Bosoi, Panorama de la teología española..., p. 236.
  • 6. 52 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE haber dejado de actuar humanamente o con humanidad, haberse rebaja- do hasta la inhumanidad, haber perdido toda dignidad humana. Dramá- tico es que alguien pretenda robarnos la dignidad humana, pero más dra- mático es que renunciemos a ella, que la hayamos perdido. No es frecuente, pero esa expresión incluso se ha utilizado para dar nombre propio a algunas personas. Conocí hace años a un varón a quien se le inscribió en el registro civil y se le bautizó con el nombre de Eccehomo. No sé cómo se sentiría él con ese nombre. Nunca me atreví a preguntár- selo ni sé exactamente por qué razón se lo pusieron. Pero, dado el sentido que solemos dar a la expresión en el lenguaje popular, es un riesgo poner ese nombre a un niño. Ser un "ecce homo" en ese sentido negativo es una desgracia. Es dejar de ser humano. Y dejar de ser humano, dejar de actuar humanamente, es lo peor que le puede suceder a una persona... y a sus vecinos. Por eso, el insulto más bajo que se puede arrojar contra una persona es el que niega su humanidad: "Eres inhumano". Eso es mucho más grave que ser feo, ser torpe, ser ignorante, ser pobre, ser extranjero... Ser inhumano es como ha- ber fracasado en la vocación y la misión del ser humano, en la persecución de la verdadera identidad humana. Si ser un "ecce horno" significa ser in- humano, entonces habrá que cambiar la expresión latina por esta otra: "Ecce non horno", es decir, "He aquí un no hombre". ,Qué quería decir Pilatos cuando presentó a Jesús de Nazaret ante las masas con aquella enigmática frase: "Ecce horno", "he aquí el hombre"? El evangelio de Juan narra así la escena. Jesús de Nazaret ha sido llevado ante Pilatos para que este le condene, puesto que las autoridades judías no pueden imponerle la pena capital que, según ellos, merece. Pilatos le interroga y no encuentra causa suficiente para tal condena, por lo que quiere dejarlo en libertad. Incluso quiere aprovechar la costumbre judía de soltar un preso por la Pascua para poner a Jesús en libertad. Pero las ma- sas siguen pidiendo la cabeza del reo. El texto sigue así: "Entonces Pilatos tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de es- pinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura. Y, acercándose a él, le decían: 'Salve, rey de los judíos'. Y le daban bofetadas. Volvió a salir Pilatos y les dijo: 'Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él'. Salió entonces Jesús llevando la co- rona de espinas y el manto de púrpura. Pilatos le dijo: 'Ecce horno' (Aquí tenéis a este hombre')" (Jn 19,1-6). "Ecce horno". El evangelio de Juan pone esta expresión en boca de Pi- latos. No nos interesa de entrada la historicidad de la misma. Y, aunque fuera histórico el hecho, no sería fácil cerciorarse sobre la intención de "ECCE HOMO": ¿ESESTO UN SER HUMANO? 53 Pilatos al pronunciarla o sobre el significado que le quiso dar. Pero la frase ha resultado a la vez enigmática y significativa a lo largo de la his- toria. Se ha repetido, sin cesar, con las más variadas intenciones y sig- nificaciones. ¿Qué quería decir Pilatos con esta frase enigmática aplicada a Jesús? La frase en boca de Pilatos tiene algo de misteriosa. A los exégetas no les resul ta fácil interpretarla. Es arriesgado adivinar qué sentido dio Pilatos a aquel "ecce horno". Quizá fue una expresión de cinismo mezclado con cierta conmisera- ción, al contemplar aquel rostro deformado y aquel cuerpo maltrecho des- pués de una sangrienta flagelación: "Mirad esta piltrafa de hombre". El profeta Isaías había contemplado y descrito ya, siglos atrás, una figura de estas trazas, a la que la tradición dio luego el nombre de "Siervo de Yahveh". Esta es la plástica descripción que hace Isaías de esa figura que inspira compasión o conmiseración: "Estaba tan desfigurado que no pa- recía hombre ni tenía aspecto humano... No había en él belleza ni es - plendor, su aspecto no era atractivo. Despreciado, rechazado por los hom- bres, abrumado de dolores y familiarizado con el sufrimiento; como alguien a quien no se quiere mirar, lo despreciamos y lo estimamos en nada" (Is 52,14 y 53,2-3). No es probable que Pilatos estuviera al tanto de este texto del profe- tismo judío para aplicárselo a Jesús. Pudo ser una expresión de propia co- secha para tomar distancia y mirar con cierta displicencia a un hombre que no tenía aspecto humano. Quizá Pilatos utilizó aquella expresión para apelar a la compasión de los espectadores. Era un recurso razonable para liberarse de aquel reo in- cómodo, para eludir tan gran responsabilidad, que le colocaba en un aprie- to. Máxime cuando, según el evangelio de Mateo, su propia esposa, amo- nestada en sueños, le había advertido: "No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa" (Mt 27,19). Además, los evangelios insisten en que Pilatos —si por cobardía o por convicción, no lo sabemos— quería declararlo inocente. En todo caso, la escena se prestaba al fácil recurso de la compasión: "¿No os da pena este hombre? ¿No es bas- tante el castigo que ha sufrido ya con la flagelación?" Quizá Pilatos fue más lejos e intuyó algo grandioso detrás de aquel rostro ensangrentado. Esta suposición nuestra tal vez sea un poco arries - gada o aventurada y, desde luego, imposible de probar. Pero la tradición cristiana se orientará en esa dirección. Quizá Pilatos intuyó que, pese a aquellas trazas del flagelado y del rey coronado de espinas, allí había un hombre a carta cabal, un ser humano en toda su dignidad. Quizá, a pe-
  • 7. 54 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTO UN SER HUMANO? 55 sar de no tener apariencia ni aspecto humano, el mismo Pilatos llegó a in- tuir nebulosamente que allí estaba revelándose el verdadero rcistro del ser humano. Quizá Pilatos llegó a comprender que había más humanidad en el reo que en los jueces, en la víctima que en los verdugos. Puede ser que en un momento de lucidez Pilatos se cruzara directamente con la mirada de aquel hombre y viera en ella más allá de las apariencias. Por eso, pudo decir: "Ecce homo", "He aquí el hombre", "He aquí un modelo, el modelo de humanidad". Quizá esa expresión en boca de Pilatos y en aquella circunstancia no sig- nificara más que lo que significan las palabras. Como dice Simon Légasse: "A pesar de las especulaciones a las que ha dado lugar esta frase, no ape- la a otra cosa más que a lo que ella significa de manera obvia. Más arri- ba Un 18,29) pregunta Pilatos: `¿Qué acusación traéis contra este hom- bre?'. Es el mismo 'hombre', sin más, el que presenta ahora a vista de los mismos interlocutores'. Por consiguiente, puede ser que Pilatos no pre- tendiera otra cosa que indicar a aquel reo en concreto. Sea lo que sea el significado de la expresión en boca de Pilatos, lo cier- to es que la historia ha ido magnificando ese mismo significado, especial- mente en la comunidad cristiana. Porque creyentes y no creyentes han vis- to en Jesús el prototipo del ser humano, el modelo de humanidad, la dignidad humana llevada a su máxima expresión, incluso o quizá espe- cialmente en el contexto de la pasión. Si bien es paradójico que se consi- dere máxima expresión de la dignidad humana a una víctima mofada, maltratada y sometida a toda clase de burlas y malos tratos, hasta el pun- to de dejarla desfigurada, sin figura, sin belleza. Pero en este asunto de la humanidad las apariencias nos engañan con mucha frecuencia. La auténtica humanidad puede estar escondida detrás de apariencias inhumanas. Este es el drama y la paradoja de la historia de la humanidad. Sucedió con el Crucificado del Gólgota, cuya humanidad quedó escondida bajo la condición de un reo, el destino de un condena- do, la figura o "desfigura" de una víctima físicamente destrozada. ¿Quién era el verdadero representante de la humanidad? ¿El reo o los jueces? ¿La víctima o los verdugos? Y este ha sido el drama y la paradoja de todas las víctimas y todos los crucificados de la historia. ¿Quiénes eran los verdaderos portadores de humanidad? ¿Las víctimas o los verdugos? Son muchos y muy vergonzantes los capítulos de la historia en los que se ha puesto de manifiesto esta paradoja. Citemos solo algunos. ¿Quiénes eran más humanos, los conquistadores inmisericordes del continente americano o los indios maltratados por ellos y al borde de la inanición? Este interrogante sonó claro y fuerte desde los orígenes de la co- lonia. El dominico Antón Montesino lo formuló con toda aspereza en un famoso sermón pronunciado el cuarto domingo de adviento de 1511 en la isla Española, hoy llamada República Dominicana y Haití. Denunció frontalmente la inhumanidad de los conquistadores y defendió con valen- tía la humanidad de los indios maltratados. Este es el sumario del sermón recogido y transmitido por Bartolomé de las Casas: "Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas Bellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades en que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico. dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo" ". No podemos saber qué hubiera sido de la historia americana sin estos interrogantes de Montesino, que llegaron hasta la corte de Castilla. Las co- sas quizá podían haber sido peor de lo que fueron. Y otro ejemplo más reciente y más próximo a nuestra historia europea: el Holocausto, ese intentó de eliminar a un pueblo de la faz de la tierra y de la memoria humana. ¿Quiénes eran más humanos, los impecablemen- te vestidos mandos nazis o los prisioneros a quienes se les intentaba ani- quilar y destruir en ellos hasta el último rasgo de dignidad humana? ¿Quiénes fueron los inhumanos? Primo Levi, uno de los supervivientes de Auschwitz, volvió a repetir la pregunta de Montesino siglos después en términos muy similares y con un dramatismo inigualable. Titula el relato, escrito en 1946 y publicado en Turín por primera vez en 1947, con un condicional que tiene toda la 24 S. LEGASSE, El proceso de Jesús. La pasión en los cuatro Evangelios, Desdée de Brouwer, Bilbao 1996, p. 472. B. DE LAS CASAS, Historia de las Indias, lib. 111, cap. 4, en Obras completas, Alian- za Editorial, Madrid 1994, t. 5, pp. 1761-1762.
  • 8. 56 CREERENELSERHUMANO.VIVIRHUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTOUNSERHUMANO? 57 intención de una pregunta desafiante: Si esto es un hombre. Estas son algu- nas de sus reflexiones, que invitan a pensar siempre de nuevo sobre la con- dición humana: Los que vivís seguros en vuestras casas caldeadas, los que os encontráis, al volver por la tarde, la comida caliente y los rostros amigos: Considerad si es un hombre quien trabaja en el fango, quien no conoce la paz, quien lucha por la mitad de un panecillo, quien muere por un sí o por un no. Considerad si es una mujer quien no tiene cabellos, ni nombre, ni fuerzas para recordarlo, vacía la mirada y frío el regazo como una rana invernal. Pensad que esto ha sucedido. Os encomiendo estas palabras. Grabadlas en vuestros corazones al estar en casa, al ir por la calle, al acostaros, al levantaron; Repetídselas a vuestros hijos"„ El mismo autor decía en un texto póstumo descubierto no hace mu- chos años: "Es hombre quien mata, es hombre quien sufre o comete una injusticia; no es hombre quien ha perdido toda decencia y comparte su lecho con un cadáver. Quien ha esperado que su vecino acabara de morir para quitarle un pedazo de pan puede ser inocente, pero está señalado, condenado, maldito". Situaciones como estas, tan escalofriantes, nos invitan continuamente a pensar dónde está la frontera entre la humani- dad y la inhumanidad, dónde está lo verdaderamente humano, en qué consiste la dignidad humana'', cuándo podemos decir verdaderamente "ecce homo". ¿Qué quería decir Pilacos con su "ecce homo"aplicado a Jesús de Naza- ret? ¿Qué quería decir Antón Montesino cuando gritaba "¿estos no son hombres?", refiriéndose a los indígenas? ¿Qué quería decir Primo Levi cuando gritaba "si esto es un hombre", refiriéndose a los presos de los campos de concentración y exterminio? "Ecce homo": ¿y qué quería decir Friedrich Nietzsche? Muchos siglos después de Pilatos, alguien escribió de nuevo esa expre- sión y la colocó como título de uno de sus libros. El ilustre filósofo alemán Friedrich Nietzsche utilizó la expresión "ecce horno" con toda solemnidad. La empleó como título de una de sus obras, el libro del final de su vida. El título completo es el siguiente: Ecce horno. ¿Cómo se llega a ser lo que se es?" Aunque, como él mismo confiesa, el subtítulo debería haber sido otro: "Transvaloración de todos los valores". El libro lo escribió con motivo del 44 aniversario de su nacimiento. En el fondo, se trata de una autobiografía: "Me cuento mi vida a mí mismo", dice Nietzsche". A los dos meses de es- cribirlo cae en la locura y tiene que ser internado. El propósito del libro va más allá de la mera autobiografía. El autor no pretende solo escribir unas memorias o contarse su vida a sí mismo. Su propósito es mostrar el único modelo de humanidad que él concibe. Quizá porque mantiene entre ceja y ceja un interrogante que le persigue, a pesar de su profesión de fe en la muerte de Dios: "¿Es el hombre solo un desacierto de Dios? ¿O es Dios solo un desacierto del hombre?"". O, más exactamente, el propósito de su obra es dejar claro que el úni- co modelo de humanidad es él mismo. Ecce horno: aquí tenéis al hombre. Pero, quizá, lo que Nietzsche quiere presentar bajo esta figura humana es el verdadero y único dios en el que él cree. Nietzsche está en el centro de su reflexión. Todo su empeño es ser distinto a los demás, ser único, singu- lar: "Escuchadme —dice—, pues yo soy tal y tal. Sobre todo —dama—, ¡no me confundáis con otros!". Tenía pánico a parecerse a alguien, a tener alguien digno de valoración en torno a sí, pues entonces ya no sería él el único humano. " P. LEVI, Si esto es un hombre, El Aleph, Barcelona 1987, p. 9. Cf. R. ANTEI,.ME, La especie humana, Arena Libros, Madrid 2001 (relato sobre la vida en un campo de concentración); S. WIESENTHAL, Los límites del perdón. Dilemas éticos y racionales de una decisión, Paidós Contextos, Barcelona 1998. Cf.F. ELIZONDO, "Jesúsyla dignidad humana", enAA. VV.,Jesús de Nazaret. Perspectivas..., pp. 82-102. " E NIETZSCHE, Ecce homo. ¿Cómo se llega a ser lo que se es?, Alianza Editorial, Madrid 1971. " Ibd, p. 23. " F. NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos o cómo sr filosofa con martillo. Alianza Editorial, Madrid 1973, p. 34. )S F. NIETZSCHE, Ecce horno..., p. 17.
  • 9. 58 CREERENELSERHUMANO. VIVIRHUMANAMENTE "ECCEHOMO": ¿ESESTOUNSERHUMANO? 59 Él es más que un simple individuo humano. Él se considera a sí mis- mo la especie humana, el punto supremo de la humanidad: "Me guar- daría bien —llega a escribir— de dejar hablar, y aún menos pensar, a al- guien cerca de mí". Y es que el autor tiene muy claro el principio de aislamiento o exclusividad de los fuertes y la asociación de los débiles: "Por necesidad natural, los fuertes tienden a disociarse tanto como los débiles a asociarse". En el fondo de todas estas actitudes hay un desprecio a todo ser hu- mano que no sea él mismo, desprecio a toda la humanidad, como confiesa él mismo: "Hay días en los que me invade un sentimiento más negro que la más negra melancolía: el desprecio del hombre"". Er. !a misma obra, titulada El anticristo, escribe: "Hay que ser superior a la humanidad por fuerza, por altura de alma, por desprecio"". Pero Nietzsche no puede pensar sobre el ser humano sin mirar de reojo al Crucificado. A pesar del aprecio que en algunos momentos muestra por Jesús de Nazaret, Nietzsche no encuentra el arquetipo del ser huma- no, que acaba siendo él mismo, en Jesús, sino en Dionisio. De hecho, termina su obra Ecce homo con estas palabras: "Dionisio contra el Cruci- ficado'. Y tampoco puede hablar del ser humano sin mirar de reojo al cristianismo, para renegar de él y de todo lo que la moral cristiana dice acerca del ser humano. Con todo, Nietzsche definela humanidad mirándose a sí mismo, no buscando revelación en Jesús de Nazaret o en cualquier otro profeta o sa- bio de la historia. Esta postura es característica de su antropología. Seria una vergüenza para él que otro ser humano le enseñara algo, le mostrara algo, le instruyera sobre lo que es el ser humano. Friedrich Nietzsche no puede aceptar el aprecio que los teólogos libera- les y los filósofos de la primera Ilustración profesan por Jesús de Nazaret. En efecto, estos habían visto en la persona de Jesús no necesariamente el Hijo de Dios, sino el representante supremo de la humanidad, el ideal supremo del ser humano, el referente obligado para todo proceso de humanización. En el profeta de Nazaret, la humanidad ha conocido su estatura más ex- celente. Los seres humanos que quieran conocer su vocación tienen que E NIETZSCHE, Eccehomo..., p. 47. " E IshrrzscHE, Lagenealogíadelamoral,Alianza Editorial, Madrid 1972, p. 175. " F. NIETZSCHE, El anticristo, Alianza Editorial, Madrid 1973, p. 75. " Ibid., p. 30. " F. NIETZSCHE, Ecce horno..., p. 145. mirarse en ese espejo, tienen que medirse con los criterios morales de su Evangelio. No, Nietzsche camina en otra dirección. Cuando él dice "ecce homo», no mira hacia afuera, como Pilatos o como los teólogos liberales o los fi- lósofos de la primera Ilustración; no. Nietzsche no mira a Jesús para ver en él un modelo de humanidad. Mira hacia sí mismo e invita o espera que todo el mundo mire hacia el propio Nietzsche. Porque cuando dice "ecce homo" quiere decir: "Aquí estoy yo, he aquí el hombre". Y lo dice con tal convicción que parece advertir: "Bajo esta figura humana se esconde un verdadero dios". Otros se han encargado de humanizar a Dios; Nietzsche se ha encar- gado de divinizarse a si mismo. Él dice "ecce homo", pero, en el fondo, quiere decir "ecce super-homo". Él no pertenece a la baja ralea del común de los mortales; él es el superhombre. En él ha llegado a su plenitud la voluntad de poder. No hay un ser humano digno que le haya precedido, ni le sucederá ningún ser humano digno de ese nombre. Él no solo es único, sino que es el único. Porque él ha puesto en activo la esencia de la vida, que consiste en "la voluntad de poder": "La esencia de la vida es su voluntad de poder'''. Por eso, su virtud preferida y única es la hybris, el orgullo, la sokrbia de la vida. Este orgullo le enfrenta a todo, a la naturaleza, a los hombres, a Dios". La voluntad de poder inspira su concepción del ser humano y su ideal de vida humana. Quizá por eso es mucho más partidario del An- tiguo Testamento que del Nuevo Testamento". En aquel predomina la violencia sobre la misericordia; en este prevalece la compasión sobre la vio- lencia. En aquel prevalece la justicia estricta, la ley del Talión; en este prevalece el amor. Y todo lo mide cori la regla del poder: ",Qué es bueno? Todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder... ¿Qué es malo? Todo lo que procede de la debilidad... ¿Qué es más dañino que cualquier vicio? La compasión activa con todos los malogrados y débiles —el cristianismo—"". Hasta la estatura de los dioses y su legitimidad son medidas con la voluntad de poder: "[los dioses] o son la voluntad de poder —dioses de un pueblo— o son la impotencia del poder y entonces se vuelven necesariamente 41 E NIETZSCHE, La genealogía de la moral.., p. 102. •2 Ibid., pp. 144ss. " Ibíd, p. 185. '4 E NIETZSCHE, El anticristo..., p. 32.
  • 10. 60 CREER EN EL SER HUMANO. VIVIR HUMANAMENTE "ECCEHOMO":¿ESESTOUNSERHUMANO? 61 buenos..."". Y en este campo, al Dios de los cristianos le toca perder, porque representa la renuncia al poder. Es esencialmente la "contradicción de la vida"". ¿Cómo podía ver Nietzsche en un Crucificado el prototipo del ser humano? A partir de estos presupuestos se entienden mejor las afirmaciones tan radicales y atrevidas que el autor va desgranando a lo largo de su obra. La emprende contra todo gesto de misericordia y compasión, porque lo con- sidera una capitulación en la carrera hacia el superhombre, un ejercicio de debilidad, un apartarse del camino hacia la humanización plena: "Solo en- tre los decadentes —afirma— se considera virtud la compasión'. Y recri- mina a la cultura europea haber capitulado ya al inclinarse hacia la moral de la compasión: "La moral de la compasión es el síntoma más inquietante de nuestra cultura europea"". Y como es muy consciente de que en su entorno la moral de la com- pasión está asociada al cristianismo, como está rodeado de personas que se atienen a la moral cristiana y hacen apología de la misericordia y la com- pasión, Nietzsche no cesa de emprenderla contra el cristianismo y contra todos sus seguidores. De hecho, a su obra El anticristo, después de titubear, le pone como subtítulo definitivo: Maldición sobre el cristianismo. Considera al cristianismo el gran enemigo del hombre o, mejor aún, el gran enemigo del superhombre: "El cristianismo —escribe— ha hecho una guerra a muerte a este tipo superior de hombre; él ha proscrito todos los ins- tintos fundamentales de este tipo. n"". Básicamente, por ser la religión de la compasión, "que es la merma de la vida" 50 . Cuando monta su tribunal y se erige en juez supremo, la sentencia más directa y absoluta va contra el cris- tianismo: "Voy a dictar sentencia. Yo condeno al cristianismo...". Hablando de la moral cristiana y de la concepción del hombre que co- bija, confiesa abiertamente: "La náusea por el hombre es mi peligro"". Y es que todos esos débiles y decadentes que predican y defienden las virtudes pasivas (la humildad, la penitencia, el sacrificio, la ascesis, la abnegación, " E NIETZSCHE, El anticristo..., p. 47. Ibid, 49. 17 E NIETZSCHE, Ecce homo.... p. 3 1 . " F. NIETZSCHE, La genealogía de la moral..., p. 27. " E NIETZSCHE, El anricristo..., p. 33. " /bid., p. 35. 5' Iba., p. 120. "F. NIETZSCHE, Eccehomo..., p. 141. la renuncia a si mismo...) le provocan náuseas. Estas virtudes no son hu- manas; son inhumanas. Son una negación de la humanidad. Solo las de- fienden e intentan practicarlas quienes han renegado de la vida, quienes se esconden detrás de sus complejos, quienes no se atreven a ser hombres. Por eso, define la moral cristiana —y la moral en general— corno "la idiosincra- sia de los decadentes, con la intención oculta de vengarse de la vida"". En nombre de la autonomía y de la libertad no puede soportar ni mandamientos, ni éticas, ni morales. Afirma con contundencia: "Autónomo y ético se excluyen'. Casi todo lo que se considera moral es para Nietzsche fruto del resentimiento y una forma solapada de venganza, hasta la misma justicia: "¡Cuánta sangre y horror hay en el fondo de las 'cosas buenas'!". Y llega incluso a hablar del "instinto de santificar la venganza dándole el nombre de justicia"56 . Y, sobre todo, Nietzsche acusa al cristianismo de dar origen y multi- plicar el sentimiento de culpa y la "mala conciencia", a la que califica como "crueldad vuelta hacia atrás". La mala conciencia tiene su inicio en "el instinto de la libertad reprimido". Atribuye el sentimiento de culpa sobre todo al Dios cristiano, que, "por ser el Dios máximo al que hasta ahora se ha llegado", ha dado lugar "al máximo de sentimiento de culpa". Con- sidera al sacerdote "un auténtico artista del sentimiento de culpa'. Y se califica a sí mismo como uno de los inmoralistas encargados de expulsar de la humanidad el sentimiento de culpa: "Nosotros los inmoralistas intenta- mos con todas nuestras fuerzas expulsar de nuevo del mundo el concepto de culpa y el concepto de castigo... El cristianismo es una metafísica del verdugo'''. El otro enemigo de la voluntad de poder, de la libertad, de la autono- mía, es la verdad como valor objetivo, como dogma que se impone a to- dos. No hay límites a la voluntad de poder ni a la libertad: "Nada es ver- dadero, todo está permitido. Esto es la libertad de espíritu'. Por eso recela " Ibiü.. p. 143. " E NIETZSCHE, La genealogía de la moral_ p. 78. "iba., p. 81. lbíd., p, 95. " 'bid., p. 180. " /bid., p. 112. " Iba, p. 116. 6 ° iba., p. 180. 61 E NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos—, p. 75. 62 F. NIETZSCHE: La genealogía de la moral._ p. 191.