1. Pensar América
desde América
Una aproximación a la propuesta filosóficade RodolfoKusch
Lic. Paulina Buscarone
Monografía Seminario“TeoríasAntropológicasySociológicas
Contemporáneas”–UNAM – 2016
2. 1
Rodolfo KUSCH:
Pensar América desde América y descolonizar el pensamiento
A modo de presentación:
Hablar de la obra de Rodolfo Kusch requiere, como premisa fundamental, permitirnos
volver al origen filosófico de las ciencias llamadas sociología y antropología. Y desde allí,
abrirnos a la experiencia de encontrarnos frente a frente con nuestra realidad americana en
su más desnuda condición embrionaria.
Como hombre inserto en su tiempo y espacio, Rodolfo Kusch parte de la herencia cultural
europea aceptada y asumida por la intelectualidad americana. Formado como profesor de
Filosofía, conoce con precisión el devenir del pensamiento occidental moderno. Y
apropiándose de algunos conceptos particulares, sus obras se desgranan en busca del origen
germinal de nuestra realidad socio-cultural latinoamericana.
Así, toma de Heidegger su concepto esencial: Da Sein y lo centra en la dialéctica
existencial americana, que él define entre Ser y Estar.
Recordando que Da Sein es la condición del hombre arrojado en este mundo, con lo cual
Heidegger desplaza el centro de las teorías del conocimiento del sujeto-objeto hacia el
problema existencial del ente existencial que se halla eyectado en este mundo, Kusch
postula una lectura entre las dos matrices fundantes de nuestra Latinoamérica.
La matriz aborigen ancestral con su pensamiento seminal, inmovilizado dentro de la tensión
vital que ejerce el mundo natural sobre el hombre, buscando la resolución de dicha tensión
en el saber estar dentro del mandala cósmico observando una estricta moral y un ayuno del
mundo; y la matriz occidental, cuyo devenir histórico puso el acento en la emancipación del
Hombre para consagrarse al dominio del mundo de las cosas, accionando de manera activa
sobre el mundo desde un ser que solo puede realizarse en el ser alguien, que implica una
actitud que encuentra en el reconocimiento social y la acumulación de objetos la
significación de la existencia humana.
Estas dos matrices poseen características particulares, que Kusch rescata en busca de una
síntesis que nos posibilite encontrar un modo de estar siendo en Latinoamérica, aquí y
ahora.
Pudiendo enmarcar la obra de Rodolfo Kusch dentro de la filosofía existencialista, se
ensaya esta exposición a fin de alcanzar algunas de sus conclusiones que tienden a proponer
un punto de partida para la revisión del trabajo sociológico y antropológico en nuestro
ámbito “geocultural”. Entendiendo tal concepto en el sentido en que este autor lo define:
es la intersección del suelo en el pensamiento del hombre. De tal manera que cada grupo
humano necesariamente ha de crear un sistema de pensamiento que responda a las
características culturales que el medio haya condicionado.
3. 2
De esta manera entiendo que, con su trabajo, nos presenta una profunda reflexión
filosófica-antropológica latinoamericana, en un discurso accesible a cualquier persona que
genuinamente busque una respuesta basal a nuestra realidad socio-cultural.
En el Exordio de su libro “América Profunda” se presenta de la siguiente manera:
“… este libro surge de la firme convicción sobre la continuidad del pasado
americano en el presente, aun cuando éste se halle poblado por nuestros
buenos inmigrantes. También ellos tienen su parte en esta continuidad. […]
quería hacerlo al modo antiguo, sondeando en el hombre mismo sus
vivencias inconfesables, a fin de encontrar en los rincones oscuros del alma,
la confirmación de que estamos comprometidos con América en una medida
mucho mayor de lo que creíamos.
Y valía la pena. […] porque el estudio del problema me ha llevado a
remover estructuras ignoradas por nuestros investigadores universitarios.
Indudablemente se trata de una aventura que está al margen de nuestra
cultura oficial. El pensamiento como pura intuición implica, aquí en
Sudamérica, una libertad que no estamos dispuestos a asumir. Cuidamos
excesivamente la pulcritud de nuestro atuendo universitario y nos da
vergüenza llevar a cabo una actividad que requiere forzosamente una
verdad interior y una constante confesión.” (Kusch, pag.4, Tomo II, 2000)
Este filósofo argentino nos propone desmontar los andamiajes culturales colonizadores
sobre los que construimos un sistema de pensamiento condicionado y con una grave
vocación a la esterilidad que nos niega el salto que supere la dicotomía Civilización y
Barbarie (Sarmiento), para asumir la fértil matriz original donde debemos permitirnos
hundirnos hasta las rodillas, para amasarla, sentirla y modelarla desde nuestra propia
experiencia histórica y social.
Para lo que nos ofrece sus propias categorías dialécticas: hedor y pulcritud, con las que
caracteriza con mucho acierto la experiencia de habitar esta región del mundo carentes de
una reflexión sincera y comprometida con nuestra realidad de ser simples humanos
“eyectados” en este tiempo y espacio particular, desconocido y por lo mismo rehuido,
subestimado y malentendido.
En las décadas del ’50 y ’60 nuestro país participó del movimiento intelectual que puso en
tela de juicio la falta de un compromiso institucional y académico crítico hacia la realidad
latinoamericana y argentina que propusiese una revisión de las categorías de pensamiento
“universales”, desenmascarando su vocación de colonización cultural.
Desde allí en adelante algunos intelectuales de diversas disciplinas, en nuestro país, como
Enrique Dussel, Rodolfo Kusch, Carlos Martínez Sarasola, Adolfo Colombres (por
nombrar solo algunos), asumieron el enorme desafío de bucear en nuestra realidad socio-
cultural en busca de ideas que posibiliten vertebrar un pensamiento situado, que finalmente
nos otorgue categorías teóricas propias con las cuales ejercer una praxis de auténtica
4. 3
descolonización cultural e iniciar nuestro proyecto americanista con la vital originalidad
que poseemos.
Como heredera de estas generaciones, considero que nosotros tenemos el desafío de
profundizar sus postulados y, al decir de Kusch, atrevernos a llegar a las últimas
consecuencias de pensar, que para él no es otra cosa que despojarnos de toda
conceptualización cultural prediseñada y en la completa desnudez de nuestra mera
existencia humana en este bendito continente americano, reconciliarnos con la fuerza vital
que pulsa bajo la piel y re-unirla con la dinámica de la vida, dando a luz un modo de ser
desde la sabiduría del estar, para que en la vida y en la sociedad logremos la plenitud del
maíz en lugar de la maleza.
En este ensayo tomaré la obra de Rodolfo Kusch para introducir sus principales postulados,
siempre dentro de los límites de mi experiencia personal. Ya que considero que la mayor
riqueza que posee la obra de este autor es el llamado urgente a todos los actores socio-
culturales de nuestro país a asumir el compromiso práctico de ejercer la descolonización
personal, revisando en nuestra praxis cotidiana las influencias de la pérdida de sentido
existencial a manos de una pretendida modernidad enajenante, para lograr un revolución
personal que se proyecte en los espacios de influencia de nuestras actividades.
Primera Puerta: La Cultura
Como esbozamos en la presentación, la obra de Kusch busca arrojar luz en los puntos de
encuentro que a primera vista se desdibujan cuando miramos la cultura americana ancestral
y el proyecto moderno occidental instalado como manto que cubre a la anterior.
Por ello, partimos de lo que este autor propone como el sentido de cultura:
“Detrás de toda cultura está siempre el suelo. No se trata del suelo puesto así
como la calle Potosí en Oruro o Corrientes en Buenos Aires, o la pampa, o el
altiplano, sino que se trata de un lastre en el sentido de tener los pies en el suelo, a
modo de punto de apoyo espiritual… […] ese suelo así enunciado, que no es ni
cosa, ni se toca, pero que pesa, es la única respuesta cuando uno se hace la
pregunta por la cultura. Él simboliza el margen de arraigo que toda cultura debe
tener. […] No hay otra universalidad que esta condición de estar caído en el suelo,
aunque se trate del altiplano o de la selva. De ahí el arraigo, y peor que eso, la
necesidad de ese arraigo, porque si no no tiene sentido la vida. […] La cultura
significa lo mismo que cultivo. Pero no sabemos qué cultivar. No sabemos dónde
está la semilla. Será preciso voltear a quien la está pisando. Pero pensemos
también que esa semilla está en nosotros.” (Kusch, págs. 99-110, Tomo III, 2000)
Aquí podemos ver el profundo matiz existencialista y fenomenológico de nuestro autor, en
tanto centra la actividad humana en brindar un sentido a la vida en este mundo sobre el que
está puesto. Sobre esta base, presenta las soluciones que han dado, y siguen dando, las dos
matrices reunidas en Latinoamérica.
5. 4
El estar se da en el contexto de una comprensión sagrada y ritualizada del tiempo y del
espacio, que rige la vida individual y colectiva del ser humano. La organización espacial de
las poblaciones andinas reflejan el orden del mundo, para conjurar el caos primigenio, y
garantizar la actividad agraria cíclica y también sagrada, que redundará en la supervivencia
de la comunidad.
En esta concepción cíclica y sagrada del mundo material y de la actividad productiva del
ser humano, construye un “modo de estar” desde una cultura profundamente ligada a la
Tierra, al tiempo cíclico y a la manifestación de las fuerzas naturales que ese espacio
geográfico concibe.
“Esta gravidez que soportaba el natural, causada por un magma cósmico adverso,
asignaba a su cultura, cierta cualidad de ‘yecto’ entre fuerzas antagónicas, y trae
consigo un sinfín de estructuras de orden social y estético que apuntan, en general,
a una administración de energías. Tal es la organización del ‘ayllu’ o comunidad
agraria […] la idea central consistía en una especie de economía de amparo, por
oponerla a nuestras formas económicas […]el margen de vida disponible era
mínimo y en cambio era grave la adversidad… de ahí que todo estaba montado
para lograr la abundancia y evitar la escasez. […]Por eso la cultura quichua era
profundamente estática. Sólo como tal, podemos entender ese refugio en el centro
germinativo del mandala cósmico… era un estatismo que giraba en torno al estar
en el sentido de estar aquí, aferrado a la parcela cultivada, a la comunidad y a las
fuerzas hostiles de la naturaleza”. (Kusch, pág. 109, Tomo II, 2000)
Esta forma de habitar el mundo se multiplica en todas las culturas americanas y del mundo
en general, que participan de lo que occidente ha dado en llamar “pensamiento arcaico”.
Para contraponerlo al estadío “evolucionado” del “pensamiento moderno”, germinado y
florecido en la región occidental europea.
Dentro de nuestra provincia tenemos el alto privilegio de contar aún con grupos que
preservan un elevado grado de originalidad en este pensamiento.
Las comunidades Mbya Guaraní que habitan su territorio ancestral; al que nosotros nos
sumamos y del cual participamos; nos demandan una urgente re-flexión acerca de nuestra
mirada y acciones sobre su cultura.
“Cuando los Juruá llegaron, a nuestros hermanos, a nuestros abuelos, los habían matado
a mano, a sangre fría, pero hoy nos siguen matando, no con la mano, no con nada, pero
nos siguen matando.” (Santa Chamorro, abuela de la Comunidad Cuña Pirú 1, “La
Realidad Indígena en Seminario VIII”, Puerto Rico, 2016)
Pero, para poder responder cabalmente a este llamado - que denuncia, además del
genocidio, el etnocidio que apañamos con el sostenimiento irreflexivo de nuestra vida
cotidiana - es prioritario que como clase media representante de la cultura colonizadora,
tomemos en seria consideración la mirada profunda que nos ofrece Rodolfo Kusch.
El punto de partida que plantea Kusch para el ser alguien, se remonta a los inicios
de la era católica, cuando Roma se erige en “…una estructura que servía de
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instrumento de salvación. Era el triunfo del hombre al cabo de una larga brega,
porque era el triunfo de la vida en el recinto amurallado. …las murallas separaban
a la especie humana de todo un pasado de miedos y espantos originales. … En la
ciudad se refugiaba una humanidad cabal, vigente y racional. … Adentro se daba la
vida, aunque sometida a límites y concretada en moral y conducta. Afuera estaba
la otra vida sumergida en el azar de lo fasto y nefasto, el maíz y la maleza y todo
ello mezclado con una muerte inoportuna e imprevista. Afuera era cosa de morir a
la intemperie, expuesto al capricho de la ira divina. Pero en la ciudad se ganaba la
seguridad de que eso no iba a ocurrir. Claro que se trataba de una seguridad
material y por tanto superficial, en la que no entraba la intimidad y la plegaria,
sino el médico o el estado.” (Kusch, pag. 130, Tomo II, 2000)
De aquí en adelante, el devenir de la historia concreta un pensamiento occidental que
desemboca en la Revolución Francesa, en el ejercicio de la razón y la voluntad humana
para ordenar el mundo y garantizar un progreso ilimitado, montado sobre la producción de
sucedáneos tecnológicos que desdibujen la fragilidad humana ante la vitalidad del medio
natural que lo rodea. La cultura moderna, dice Kusch, es la traducción simple de la vida a
la mecánica.
En este planteo encontramos la idea de Heidegger del hombre que se olvida del ser y se
consagra al dominio de las cosas. Y Kusch nos lleva la mirada un poco más abajo.
“Después de una edad media profundamente femenina, el hombre adquiría en
Europa un hondo sentimiento fálico, que se traducía en una penetración del mundo.
Era el espacio vacío de Galileo que permitía ahora el fácil y calculable
desplazamiento de los atados de género del viejo mercader veneciano. […] El
espacio vacío tenía una finalidad y era la de crear un campo libre para los objetos,
gobernados por la inteligencia. […] Y es que los demonios, que llenaban el espacio
primitivo, eran sustituidos por formas mensurables, que se mantenían en el plano de
los objetos. Eran demonios-objetos, controlados por la magia racional de la
técnica… pero… el utensilio expresa al hombre frente al mundo. Y en todos los
casos lleva en su estructura, por eso, los sellos de un miedo original de vivir. No
importa el tamaño del utensilio. Cuando ya se convierte en objeto y más grande y
complicado sea, tanto mayor será la dimensión de ese miedo. Las grandes
maquinarias no reflejan más que un inmenso y muy reprimido miedo.” (Kusch, pgs.
143-149, Tomo II, 2000)
Entonces, la invitación de este filósofo es a que nos asomemos a ese margen de humanidad
del que la historia occidental se sustrajo; quizás por carecer de un pensamiento que
equilibre la aventura racional emancipadora con la significación existencial de la vida como
verdad sin más; asumiendo la verdad del miedo original de estar arrojados en el mundo, y
comprendiendo esta urgencia de remediación ante la amenaza del mundo natural, podamos
sintetizar un modo de ser mientras estamos aquí y ahora.
Un punto de inicio nos podría brindar este análisis: en el pensamiento culto de la
modernidad predomina la técnica, mientras en el pensar popular ésta pasa a un segundo
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plano y en cambio predomina lo semántico. El pensamiento culto dice qué y el
pensamiento aborigen y seminal dice que sin acento. El primero concreta el mundo
mientras el segundo lo disuelve. Aquí se inserta la reflexión de Kusch acerca de la palabra:
“Hay palabras comunes y palabras grandes. La palabra común se dice para
determinar, para decir esto es, aquello es, o para señalar causas. Exige una
verificación y para ello sirve la lógica aristotélica. Pero la palabra grande
trasciende la palabra común, dice más de lo que expresa, porque abarca un área
mayor. Para ella no hay lógica, en todo caso una meta-lógica, porque abarca
también la verdad de la existencia…
La palabra común termina en la ciencia, la palabra grande en la poética.” (Kusch,
pag. 244, Tomo III, 2000)
Nosotros, los misioneros tenemos a los Mbya Guaraní, cuya sabiduría profunda la expresan
en sus Bellas Palabras, en su ñe’e palabra alma que da sentido a la existencia humana
dentro de su horizonte simbólico. Y desde allí, han podido resistir el avance de la “cultura”
blanca esgrimida desde la escuela, la escritura y la lectura, demorando siglos la
desarticulación definitiva de su cultura. Y por un motivo que va mucho más allá de la
limitada interpretación que podemos pretender desde nuestra cultura del ser alguien.
“No sé leer y escribir porque mi papá no me permitía… porque nosotros desde nuestra
niñez esa mentalidad de leer y escribir no era nuestro sistema. Entonces nuestra cultura es
de transmitir de generación en generación, ir de paso, la enseñanza, lo que es la
educación, de todo… entonces mi papá no me permitió ir a la escuela…” (Santa Chamorro,
abuela de la Comunidad Cuña Pirú 1, “La Realidad Indígena en Seminario VIII”, Puerto
Rico, 2016)
La cultura de los Mbyá Guaraní es “de transmitir de generación en generación”, y no sólo
eso, sino que también “para hablar tiene su época, su tiempo… no es pensar y bueno,
vamos a hacer… no es usar en cualquier momento… y elegir quién puede ser, quién va a
hablar… los mburuvichá tenemos otra palabra y tenemos que aprender… hay que estar
preparado para escuchar…” (Catriel, Mburuvichá, Comunidad Cuña Pirú, 2016) Está
íntimamente ligada con la concepción sagrada y cíclica del tiempo y el espacio que exponía
Kusch con respecto a la cultura andina.
Y nosotros tenemos la gran oportunidad de asumir el desafío de aprender a pensar desde
esta matriz seminal, buscando una reconciliación profunda con ese mundo que pusimos
fuera como amenazador y al que nuestros objetos han de someter para reducir a una escala
humana la desmesura de una realidad que no logramos aprehender. El punto, es que esa
realidad no se aprehende desde la técnica sino desde la habitualidad de la vida como sentido
último de la existencia del hombre.
Dice Kusch que en Argentina no se piensa porque no se tienen técnicas. Y no se tienen
técnicas porque la técnica de pensar llega luego de la aventura del pensamiento. Pero
nosotros tememos aventurar un pensamiento propio porque sospechamos que nuestra
historia nacional está montada sobre una mentira. La mentira de haber asumido y seguir
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sosteniendo una modernidad externa, aplicada como parche a una “barbarie” que aunque
fértil y vital, socava la urgencia de subirnos a la historia pequeña del hombre, y tememos
enfrentarnos ante esa verdad. Entonces aplicamos técnicas ajenas, que nada dicen de
nuestra realidad, pero que nos permiten creer que estamos a la altura de la historia moderna
de “occidente”. (Kusch, pag. 11, Tomo III, 2000)
La obra más conocida de Rodolfo Kusch “América Profunda” bucea en la dicotomía
americana dada por “los estratos profundos de América con su raíz mesiánica y su ira
divina a flor de piel y, por la otra, los progresistas y occidentalizados ciudadanos.”
(Kusch, pag. 18, Tomo II, 2000) Exponiendo en ella el proceso disociado de nuestra
realidad social, política e intelectual, al haber conformado un estado sin haber logrado la
conciencia de nación. “…el deseo de aprehender la dinámica occidental era tan grande
que no había tiempo de reflexionar sobre el significado de sus acciones. Era cosa de
fundar lo argentino en la línea europea frente a lo indígena y luego seguir adelante.
Quizás todo se arreglaba luego con escuelas, en donde todos se empeñarían en volcar ese
afán de teoría y coacción que era necesario para mantener en pie la victoria obtenida por
San Martín.” (Kusch, pag. 183, Tomo II, 2000)
Podríamos decir que esta es la base que funda esa fragmentación cultural que aún no
logramos sintetizar en una verdad unificada: una cosmovisión ancestral basada en el saber
estar, como actitud interior de asumir la indigencia existencial humana y la consiguiente
dinámica cultural que requiere de una ética estricta que garantice la supervivencia material
y espiritual, propia del indígena latinoamericano; y una carrera occidental del ser alguien
arrojado hacia fuera de uno mismo, concretando un ideal iluminista de accionar en la
realidad a partir de la producción intelectual de la revolución francesa y su realización
material en bienes y objetos que reflejan la voluntad humana de ordenar el mundo, alejando
de esta manera la intervención imprevisible de los imponderables.
Esta dialéctica posibilita a nuestro filósofo reflexiones profundas exponiendo nuestra
particular manera de ser al tiempo que nos negamos la aventura de reconocernos en esa
riqueza primigenia; para finalmente proponer una síntesis reconciliatoria en el estar siendo
a partir de una ineludible fagocitación del ser por el mero estar , que no es más que asumir
nuestra vocación humana de desparramar nuestra vida en el mundo de los objetos para
asegurar nuestra habitualidad y concretar nuestro domicilio existencial con aquello que la
época nos ofrece. “Y es que el ser no puede darse sin el estar, porque en este último se da
la vida en mayor proporción que en aquél. Aquél surge del estar. El estar brinda al ser
los elementos para su dinámica.” (Kusch, pag.202, Tomo II, 2000) Porque en última
instancia llegamos a la encrucijada de asumir la vacuidad de nuestra cultura, y en ese trozo
de profundidad al que caemos comprendemos la necesidad de una revolución interior que
se escurra por nuestros poros y fertilice nuestro alrededor...
Kusch lo mira desde una perspectiva interesante:
“en cierto modo es un problema de psicología profunda, porque se trata de llevar a
la conciencia un estado emocional reprimido… En ese plano, el planteo del hedor y
la pulcritud se ensambla con ciertos residuos cosmogónicos, algo así como una
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antigua ira de dios… Por eso nos sentimos pequeños y, en cierto modo mezquinos
pese a nuestras grandes ciudades. Es como si nos sorprendieran jugando al
hombre civilizado, cuando en verdad estamos inmersos en todo el hedor que no es
el hombre y que se llama piedra, enfermedad, torrente, trueno. De ahí entonces la
necesidad de delimitar a cada uno de los dos grupos como si fueran antagónicos.
Uno está comprometido con el hedor y lleva encima el miedo al exterminio y el
otro, en cambio, es triunfante y pulcro, y apunta hacia un triunfo ilimitado aunque
imposible.” (Kusch, pag.18, Tomo II, 2000)
Sin embargo, para lograr este proceso de descolonización urgente y salvar la distancia que
creemos que nos separa del hedor Mbyá de nuestra provincia, debemos comprender que:
“Nosotros no sabemos nada de nosotros mismos. No nos dijeron nunca qué somos
como entes culturales. No sabemos siquiera en qué consiste la cultura […] Nuestro
concepto de la cultura, como todo lo que concebimos, es siempre algo exterior. […]
en su sentido antropológico cuando se refiere a la cultura como entidad biológica…
o cuando colocamos el concepto de cultura al quehacer intelectual y artístico que se
desarrolla en las ciudades. En ambos casos el concepto de cultura se concibe como
algo que está ante los ojos. […] (Kusch, pags. 99-109, Tomo III, 2000)
Pero para encontrarnos con una cultura propia es importante aceptar que debemos recuperar
un pensamiento seminal que vuelva a reintegrarnos como seres humanos con nuestra alma,
brindándonos un horizonte simbólico donde signifiquemos la existencia ya no desde la
producción tecnológica material, sino desde lo más esencialmente humano que es la
reconciliación de los opuestos complementarios que dinamizan la vida, para anclarnos en la
tierra que habitamos, que ya no es vista como mera tierra, sino como sustrato fundante que
enaltece y revitaliza nuestra particularidad geocultural. Aquello que nos da un domicilio
existencial, y con lo que podemos enfrentar los embates de la colonización cultural
materializada en el despojo de nuestros bienes materiales e inmateriales.
“Una cultura americana no ha de consistir en ver alguna vez un cuadro y decir que
ese cuadro es americano. Lo americano no es una cosa. Es simplemente la
consecuencia de una profunda decisión por lo americano entendido como un
despiadado aquí y ahora y, por ende, como un enfrentamiento absoluto consigo
mismo.” (Kusch, pag. 105, Tomo III, 2000)
Este planteo requiere del enorme compromiso de asumir nuestro vacío existencial como
argentinos y latinoamericanos, para dar el salto hacia lo irreverentemente original, y desde
los espacios intelectuales, académicos y fundamentalmente educativos, abrir la mirada a
aquello desconocido que es nuestra otra mitad, la que subyace latente en la unión fecunda
entre lo ancestral y lo mestizo aún sin realizar; un proyecto de país que se ofrecía en la
frontera colonial y que no pudo ser (Martínez Sarasola, 2005); y atrevernos a caminar en
busca de categorías propias que incluyan una manera de estar en este mundo, cerca de la
tierra y de los dioses que alientan detrás de las cosas, y se escurren en la piel de los Mbya
Guaraní, en los tareferos, en las familias empleadas golondrina, que han llegado al grado de
marginalidad que padecen porque la pretensión intelectual occidental que rige la vida social
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de nuestra provincia y de nuestro país no ha logrado aún concretarse en un proyecto cultural
propio. Asumiendo el hondo desafío de pensarse como síntesis fecunda a partir de la
confluencia de la sabiduría ancestral que alienta en la matriz aborigen y el profundo
aprendizaje obtenido del aletargamiento intelectual rendido al coloniaje cultural que
ralentizó la toma de conciencia cabal de la particular oportunidad que significa asumir la
aventura de la cultura desde este punto geocultural.
Segunda puerta: El diálogo intercultural
La propuesta que hace Kusch, cuando habla de diálogo intercultural, requiere “…recuperar
la racionalidad del sujeto observado; significa frustrar la propuesta inicial de la
investigación para subordinarla a la posibilidad de una comunicación. Pero esto último
no en el sentido de un mensaje que debe trasladarse al otro, sino en tanto que la
consecuencia de la comunicación, mejor dicho en su forma extrema, que implica la
anulación en sí misma, porque desaparece la relación entre observador y observado y
asoma la posibilidad de una convivencia en virtud de que el observado propone su
racionalidad enredada en su propia razón de ser, en su propio proyecto vital y cultural. Es
el caso extremo de la comunicación, porque ahí se vinculan los comunicados como dos
plenitudes en una pura convivencia.” (Kusch, pag. 205, Tomo III, 2000)
La carrera moderna del ser alguien a la que nos hemos subido, nos distrae teórica y
prácticamente de la verdadera tarea que requiere la realidad socio-cultural que vivimos
actualmente.
“Estamos en una situación colonial agobiante, pero mucho más sutil que antes y
mucho más extractiva de nuestras riquezas. Los españoles nos robaron pequeñas
cosas. Ahora nos roban hasta el alma. La dominación no es que haya un soldado en
un destacamento español a cientos de kilómetros, sino que se metan en nuestras
camas con la televisión y la propaganda. Por ejemplo, la oposición a esta
Revolución Bolivariana es no solo de un conservadurismo económico, político,
burgués, liberal: es histórica, cultural, y hasta espiritualmente y cristianamente
colonial, no saben pensar lo nuestro, desprecian lo nuestro. Y el mismo pueblo a
veces, tal es la influencia de la educación, los medios de comunicación, la
televisión, llega a despreciarse a sí mismo y anhela salir. No podrá hacerlo, tendrá
que aprender a revalorizar lo propio y a partir de allí construir un proyecto de
felicidad.” (Enrique Dussel, http://laiguana.tv/articulos/38305-entrevista-enrique-
dussel-descolonizacion-revolucion-clodovaldo)
Debemos comenzar a desenmarañar aquello que hemos naturalizado como idea de cultura,
aunque no en términos cientificistas de clasificación y objetivación, que ya nos ha mostrado
el callejón cerrado al que nos lleva. Sino la cultura como constructo social autoconsciente,
significante y totalizador; inclusivo y permeable a las múltiples vertientes que posee nuestra
realidad humana aquí y ahora.
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“Es la historia del regreso o retorno. … Un salto hacia lo embrionario, lo ab-
origine, que hace a la verdad de lo que tiene que ocurrir y acontecer hacia el
futuro. … Pero he aquí que el salto a lo popular es un salto grosero, hacia lo
embrionario filosófico, porque se da detrás de lo técnico mismo, pero con algo peor
que ello, un ‘detrás’ que se sitúa delante, como algo que debemos hacer, pero que
por su carácter aparentemente regresivo lesiona nuestra ansiedad burguesa,
porque se interna en lo que no se ha hecho visible aún, precisamente porque la
misma técnica lo impide.” (Kusch, pág. 16, Tomo III, 2000)
Aquí en Misiones, el “salto hacia atrás” lo están poniendo en marcha los pueblos Mbya con
sus luchas en defensa de sus territorios, con los reclamos insistentes al reconocimiento de
sus derechos, principalmente a la autodeterminación.
Una sabiduría milenaria, un cuerpo cultural profundo que efectiviza el domicilio existencial
de cada individuo perteneciente a las comunidades y que las fortalece comunitariamente
ante el avasallamiento de la clase media desarraigada, capitalista, expoliadora, montada
sobre la pretendida dinámica del progreso moderno, con todo su temor a la ira divina que
los Mbya resuelven sin fisuras dentro de su cultura que les permite estar en la selva
desplegando toda su verdad de humanidad aquí y ahora.
Adolfo Colombres expresa: “Es que esa modernidad fue convertida en sinónimo del
estadio de civilización, e identificada con la importación indiscriminada de
aparatos conceptuales y categorías de conocimiento que se intentaban aplicar aquí
tal como allá, con la convicción (más mágica que científica) de que debían
funcionar igualmente bien…
La función de la filosofía, y también de la antropología, sería la de dar
profundidad, unidad y sentido a la cultura. Claro que no a cualquier cultura, sino a
la propia del sujeto pensante, lo que implica bajarse de esa atalaya falsamente
universalista que nos inculcó la modernidad occidental, para localizar y
temporalizar el pensamiento y trabajar así por la universalización del mismo.”
(Colombres, pag. 12, 1993)
Claro está, comprendiendo la universalidad desde el punto de vista de Kusch, quién dice
que la única universalidad verdadera es la de estar caídos en el mundo.
Durante mi trabajo de campo en la Comunidad Takuapí (2002-2008), los encuentros de
diálogo con Hilario se desplegaron desde la permeabilidad mutua, abriendo la instancia de
las conversaciones a un intercambio que modificó mi realidad personal, y asumo que
también la de Hilario. Es que cuando hablamos con “otro” en términos de igualdad y
correspondencia es inevitable comprender la inutilidad de las propuestas socio-culturales
que puedan partir del modelo moderno occidental, ya que el “otro” participa de su propia
cultura de manera total y totalizadora.
Así, el camino que se abre ante nosotros es la posibilidad de aprender y compartir
asumiendo el desafío intelectual de crear un cuerpo discursivo que transmita a nuestra
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sociedad la potencialidad enriquecedora de la convivencia reciproca con la diversidad y la
multiculturalidad.
Tercera puerta: La Educación
La aventura del pensamiento moderno inicia en Europa con la secularización de la vida, la
división de las esferas del conocimiento y su especificación. Así, la conquista europea de
América confronta violentamente dos modelos de pensamiento, que Kusch explica a partir
de un análisis del drama La tragedia del fin de Atawallpa:
“En esta obra, el padre Valverde ofrece la Biblia al inca Atahualpa y éste la
rechaza, diciendo ‘no me dice absolutamente nada’. El texto emplea el verbo
quichua ‘niy’ que significa expresar, manifestar, según el diccionario del padre
Lira. Es indudable que el autor anónimo quiere hacer notar que Atahualpa
esperaba una manifestación física de la Biblia, o sea que esperaba un sonido o una
voz. […] Atahualpa la rechaza y Valverde da la orden para apresarlo.
[…] Sería interesante comprobar si Valverde creía, igual que el inca, en que la
Biblia debía hablar para manifestar su rango divino. …es probable que él pensara
que la Biblia debía hablar, porque eso mismo pensaban sus compatriotas, los
vecinos de su aldea natal. Toda la vieja Europa medieval estaba en ese plano.
Pero claro está que él no puede confesarse a sí mismo tamaña creencia y entonces
hace matar al inca, porque éste constituía una evidencia demasiado
comprometedora de esa manera de ver las cosas y él no debía permitirla.
[…]Y debía disimular, porque jugaba ya la oposición entre estar y ser pero en el
simple enfrentamiento del estar aquí y ser alguien, en la misma manera en que se
opone el hedor a la pulcritud. La pulcritud es una manera de suprimir la suciedad
y por lo tanto se trata de no ceder a esos impulsos verdaderos, pero sucios, que
llevamos en el fondo del alma.” (Kusch, pag.120, Tomo II, 2000)
Y es esa oposición, entre el hedor de América que trasuntan los indios y campesinos, y la
ferviente devoción a la pulcritud moderna que erradica todo vestigio de “oscuridad
ancestral” que asumimos como clase media intelectual, la que sigue pulsando el devenir
histórico, social y político de nuestro país y nuestra provincia.
Particularmente, en lo que a educación se refiere, la cultura occidental moderna asienta su
método de conocimiento en el ideal de las “luces”, enalteciendo todo lo que otorgue
tranquilidad y seguridad al pensamiento racional desde la objetivación, la
compartimentación del conocimiento en esferas autónomas, cuyos contenidos han sido
seccionados y disecados de todo elemento desestabilizador proveniente de la intuición y el
inconciente; logrando construir una distancia tan profunda entre el saber y la cotidianeidad
de la vida que concluyó en la actual crisis epistemológica de la educación a nivel mundial.
Como dice Kusch, “Se educa a los jóvenes para pre-ver, ver antes, saber ya lo que se da, y
así detener el tiempo, evitar el engorro del sacrificio”. (pág. 12, tomo III)
13. 12
En Argentina, la educación se ha creado sobre el ideal sarmientino de educar a un pueblo -
del que se acepta su presencia pero se niega su realidad - en la matriz europea de la razón y
el progreso moderno. Dando como resultado una educación que “se esmera por
transformar al educando en otra cosa diferente de lo que realmente es, y finca incluso en
ese ideal toda su finalidad.” (Kusch, pag.651, Tomo II, 2000) Y esto es coherente con el
origen mismo de nuestra acultura nacional: “siempre estamos como sujetos pasivos ante el
saber que llega, que penetra y se deposita. …Estamos acostumbrados a un saber
acumulativo y cuantitativamente visto, en un mundo también de cantidades. […] Es un
saber para tomar posiciones, y además un saber entendido en términos de acción: se sabe
para algo. …es un saber de remiendo… para redondear nuestra capacidad de estar al
tanto de la realidad… son plenitudes parciales que recién se recobran en la totalidad de
una sociedad… pero este saber parcial no es el saber de uno mismo.” (Kusch, pág. 21,
Tomo III)
En tal sentido, la pregunta de Joan-Carles Melich se torna fundamental: “¿Dónde se cifra el
origen del conocimiento? ¿Acaso en la admiración? ¿Tal vez en el misterio? La pasión
irrumpe ahora como suele hacerlo, con violencia. La violencia de la pasión nos es
agresiva, sino vertiginosa. La pasión seduce de tal forma que imposibilita las respuestas
frías, tecno-científicas. … Es necesario tratar la cuestión antropológica apasionadamente.
De no ser así, únicamente estamos en condiciones de abordar la ‘claridad’ del fenómeno
humano, pero se nos escapa su lado ‘oscuro’, ‘la cara oculta de la Luna’. Los mayores
secretos del hombre se hallan allí, en la noche, aguardándonos sigilosamente, en silencio.
Gran parte de la antropología contemporánea se ha sentido satisfecha con la luz. Son
antropologías diurnas que han olvidado el régimen nocturno, el universo simbólico…”
(Melich, 1996)
Sin embargo, estas preguntas difícilmente pueden ser respondidas, como sugiere Melich,
desde la pasión vertiginosa que asume el riesgo de enfrentarse y enriquecerse con el lado
“oscuro” de la educación. Ese lado oscuro que requiere de mirar a cada niña y niño dentro
de su propia realidad particular, inserto dentro de su realidad socio-cultural, y ayudarlos a
“sacar afuera” aquello que los enriquece y los enaltece como seres humanos desde su
matriz original.
Esta pasión vertiginosa que demanda la educación, en estos momentos es una utopía
irrealizable dentro de nuestras instituciones escolares normalizadas. La colonización
cultural, obviamente se retroalimenta y fortalece, prioritariamente dentro de las
instituciones creadas para tal fin. Y la escuela es una. Así, las maestras y maestros que
ejercen la docencia en nuestros establecimientos escolares lo hacen desde un
encasillamiento cada vez más sesgado, apático y con una preocupante incapacidad para
romper con los modelos pedagógicos alienantes vigentes. Son quienes practican de modo
ferviente la pre-visión en cuanto a la administración de contenidos curriculares que
indefectiblemente han de resultar en un producto esperado, y todo desvío de tal producto es
asumido como un contratiempo inaceptable que debe ser erradicado a la mayor brevedad.
Así, las planificaciones escolares giran en torno a contenidos susceptibles de ser evaluados
y cuantificados en datos registrables que muestren una línea de producción de un punto
cero a un punto “x” previsto por la institución a principio del ciclo escolar.
14. 13
En este estado de cosas, pensar desde los espacios académicos con miradas y categorías
regionales propias, asumiendo la incómoda propuesta de Kusch de mirar de frente la
mentira de nuestro proceso de emancipación nacional y para dar influjos de vitalidad
particular a las reflexiones intelectuales, es una empresa urgente y vital; proponiendo una
mirada crítica y una praxis efectiva sobre la “educación” que se viabilice en los
establecimientos escolares que forjan el desarrollo intelectual de los pequeños ciudadanos.
Rodolfo Kusch habla de la dignidad del maestro a la orilla del lago Titicaca, porque ayuda a
sus alumnos y a la comunidad entera a redondear sus vidas a partir del diálogo profundo
con el lago, que es la fuerza vital que alienta en esa región boliviana, como aquí en
Misiones nos alienta la selva, el monte. Esa desmesura verde que provee y devora al
mismo tiempo.
En esta América Profunda, sentida y profundamente comprendida por Kusch, se explicita la
distancia que necesitamos salvar desde nuestro pensamiento académico colonizado,
sopesando las ganancias y las pérdidas que hemos obtenido en estos siglos de colonialismo
y neo-colonialismo, aceptados y defendidos consciente e inconscientemente.
El maestro a la orilla del Lago Titicaca nos pone de cara a nuestro problema con la
enseñanza.
“¿Se aprende para saber mucho, o se aprende para poder inscribir la propia vida
en el paisaje? ¿Acaso no se aprende sólo para vivir? ¿Y porqué insistir en enseñar
algo más que eso que llevamos en lo más hondo del alma, eso que se da como lago,
o como pampa ó como selva afuera?
Los amautas enseñaban a sus alumnos las cosas de su tierra y sus creencias
mediante cordeles, a los cuales agregaban nudos: eran los quipus. Cada nudo
equivalía a una palabra nuestra o a una idea. … Por un lado había un signo, por el
otro un trozo de vida que le correspondía. Vida y signo iban de la mano.
… Pero en el siglo XX hacemos al revés: aprendemos signos, técnicas, ciencias,
pero no sabemos con exactitud a qué aspecto de nuestra vida corresponden.
Por eso sonreía aquel maestro cuando le hablábamos de los test. Debió sospechar
que rendíamos demasiada pleitesía a nuestro siglo. Y más aún, habrá advertido
que no somos totalmente sinceros. Porque, ¿qué sabemos del siglo?
… Es que tenemos una psicosis del siglo cuyo síntoma evidente es el cohete. Desde
que se inventaron estos artefactos todos piensan evadirse de donde sea: del lago o
de la pampa. Pero en el cohete nunca habrá lugar para todos.
Pero debe ser tan fácil construirlos ¿verdad? Mucho más fácil que hacer lo del
maestro aquel: redondear la vida de sus alumnos simplemente con lo que
necesitaban para continuar junto al lago.” (Kusch, pág.193, Tomo I, 2000)
En mi trabajo como escritora y narradora de Los Cuentos de Pacha, la experiencia de llevar
el pensamiento seminal telúrico a los espacios escolares, marcó la certeza de que; dentro de
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la estructura social conformada desde los paradigmas occidentales modernos y
postmodernos que alientan en nuestra vida socio-cultural de clase media; la apertura y el
regocijo por encontrar y saborear el sentido milenario de la vida susurrado desde los
fragmentos de tradiciones y costumbres que perduran en nuestra cotidianeidad, descubre un
vacío de sentido que desea ser llenado con la mayor de las urgencias.
Y actualmente, el trabajo diario dentro de la escuela, me ha puesto ante el desafío de
ejercitar el diálogo intercultural y el respeto por la idiosincrasia de un “otro” que no
participa ni de la clase media ni de los grupos aborígenes. Las niñas y niños del C.A.I. se
inscriben dentro del grupo confinado a la marginalidad de nuestra sociedad occidentalizada
y culturalmente colonizada, resultante del despojo de sentido con que se forjó nuestro
Estado, perdiendo en el camino la idea de Nación.
Estas niñas y niños nos traen en la mirada la denuncia de la mentira de la que habla Kusch
al referirse a los motivos más profundos de nuestra incapacidad de pensar Argentina y
América desde los espacios intelectuales y académicos.
El modelo educativo con el que se construye nuestra realidad social; gravitan sobre una
superficialidad enajenante, que desarraiga y niega la plenificación existencial a partir de la
propia cultura, entendida desde el punto de vista kuschquiano:
“Detrás de toda cultura está siempre el suelo… a modo de un punto de apoyo
espiritual[…]El simboliza el margen de arraigo que toda cultura debe tener. […]
porque si no, no tiene sentido la vida. (Kusch, Tomo III, 2000)
Y esto vive en las miradas de niñas, niños y maestros en esta escuela, que es como todas las
escuelas.
Un aliento de sinsentido sobrevuela la actividad escolar cotidiana. El aprendizaje por
obligación de contenidos desconectados entre sí, y entre la realidad institucional escolar y
la doméstica familiar; se fundamenta en un proyecto iluminista del siglo XIX impuesto por
Sarmiento, cuya vocación hacia la “pulcritud” civilizatoria moderna extremó sus esfuerzos
en la desaparición de todo el “hedor” americano que lo envolvía desde su matriz personal
más profunda.
Así nuestra “educación” afrancesada forjó generaciones de ciudadanos argentinos que
redoblaron sus esfuerzos para crear una nación progresista que inevitablemente se
frustraría, tarde o temprano, porque nada puede perdurar si no crece afirmado al suelo que
lo sostiene.
Como reciente coordinadora del Proyecto C.A.I. en la Escuela N° 714 de Garuhapé,
(implementado por la Subsecretaría de Calidad y Equidad del Ministerio de Educación de la
Nación), puedo observar de modo privilegiado el resultado concreto de lo expuesto en los
párrafos anteriores.
Las niñas y niños que asisten a la escuela y al C.A.I. provienen mayoritariamente de dos
barrios socialmente vulnerables de la localidad. Cuya idiosincrasia descansa en la
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experiencia del despojo más profundo, ya que socio-culturalmente esgrimen el margen
residual de las dos matrices culturales a las que hace referencia Kusch.
Descendientes mestizos del pueblo guaraní, alejados y desarraigados de la cosmovisión
ancestral sagrada y el sentimiento de pertenencia a la Tierra y a la Selva por la
desarticulación cultural y espiritual vivida por generaciones anteriores, no han logrado
romper las barreras sociales económicas e intelectuales para conformar la clase media
plenamente rendida a la vorágine de ser alguien. Son hijas e hijos de tareferos, empleados
golondrina, changarines, empleados madereros.
Experimentan la vida desde un margen de impotencia, frustración y resignación que
únicamente logran manifestar en el espacio escolar bajo los síntomas de apatía, rebeldía,
violencia y falta de compromiso.
Llevar adelante las propuestas culturales y recreativas que se ofrecen los sábados requiere
de una elevadísima dosis de voluntad y esfuerzo por parte de los profesores y talleristas a
fin de promover el interés para la realización de las tareas.
Esto se dio durante prácticamente todo el período escolar. Sin embargo, cerca de la fecha
en que se celebra el Día de la Tradición, el giro de las propuestas hacia los temas
relacionados con las costumbres familiares y regionales, principalmente desde los alimentos
y los rituales cotidianos que se desprenden de su elaboración y consumo, marcó un cambio
significativo en el interés y en las respuestas a las consignas.
Notablemente, acusaron el impacto de sentirse incluidos con toda su verdad cotidiana y
familiar dentro del ámbito institucional.
Y no solamente las niñas y niños, sino los propios docentes manifestaron, en sus estados de
ánimo y en la creatividad desplegada en la realización de las propuestas, lo que significa
trabajar la educación desde espacios y contenidos arraigados a la esencia de nuestro ser
misionero.
Sin embargo, cuando quise dar una vuelta de tuerca e introducir la recuperación del idioma
guaraní la resistencia en las niñas y niños fue impactante. La propuesta fue llevar una
mamá que hablaba en guarní para que nos “enseñe” a saludar y así adoptar la rutina de abrir
y cerrar las jornadas en ambos idiomas.
No hubo repercusión positiva. Se negaban a responder al saludo ó a declarar abiertamente
que saben hablar guaraní. Al interrogarlos sobre los motivos, manifestaron francamente
que les daba vergüenza hablar en guaraní. Y aquí queda reflejado cabalmente el grado de
urgencia que ostenta una revisión de nuestra educación a fin de recuperar el valor de
nuestra herencia cultural ancestral, como urdimbre vital para el sostenimiento de una trama
social que ya no requiera de programas como el C.A.I. desde subsecretarías de Calidad y
Equidad Educativas, sino que toda nuestra educación se teja desde una Justicia Social real,
genuina y profundamente misionera, argentina y latinoamericana.
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A modo de conclusión:
El Trabajo Final de mi licenciatura se basó en la producción de pinturas compuestas por
palabras de profundo significado espiritual dentro de la cultura Guaraní, trabajadas
morfológicamente para la composición en el plano del cuadro. Este trabajo, que llevó por
nombre “Huellas”, se vio motivado por la búsqueda a una respuesta profunda que me dé un
hilo de donde asirme para asegurar mi sentido de pertenencia a mi provincia Misiones, mi
país Argentina y mi continente Latinoamérica.
Como hija de descendientes de inmigrantes, me crié enunciando mi linaje europeo, lo que
generó una incomodidad existencial profunda en mi alma a medida que fui creciendo. Así,
buscando esa respuesta se fueron abriendo lecturas y experiencias que hoy se intentan
redondear en la presentación de este filósofo, también hijo de inmigrantes, que se lanzó a la
aventura de bucear en las profundidades de nuestro magma histórico y ofrecernos un par de
pistas por donde podamos orientar nosotros la búsqueda de nuevas y más amplias
respuestas.
Latinoamérica, Argentina y Misiones son tierra fértil para la filosofía más profunda y
esencial que podamos imaginar. Siempre que podamos alcanzar el ideal de un sincero
proceso de descolonización cultural.
Y qué significaría una sincera “descolonización cultural”, pues la revisión exhaustiva de
todos los conceptos y categorías de pensamiento con los que nos manejamos hasta ahora,
dentro de todos los ámbitos políticos, sociales y culturales.
Pero esto es demasiado.
Genuinamente lo es, sin embargo es lo que requiere la realización de una sociedad
auténtica, propia y significante para nuestro presente y nuestras generaciones futuras.
Rodolfo Kusch nos abre una puerta, nos sugiere una idea. Comprendiendo la raíz más
profunda sobre la que crece el modo de ser de la clase media intelectual argentina,
encontramos la posibilidad de interrogarnos con descarnada sinceridad y hallar en nuestras
respuestas ante la cultura, ante la educación, ante la política y la economía, las ideas que
socavan la posibilidad de una verdad reconciliada con la historia que nos fue mezquinada y
cubriéndola con narrativas encantadoras, nos sustrajeron del lugar donde nacimos y
crecimos, para inventarnos un mundo posible que jamás podremos realizar, porque no
forma parte de nuestra realidad cotidiana.
Necesitamos trascender el prurito de cuestionar los mandatos históricos de aquellos
personajes que dieron origen a nuestro país - pero que siendo profundamente consecuentes
con el pensamiento de esa época, no lograron comprender ni apreciar la riqueza que ofrece
la inclusión de la matriz telúrica en la constitución del ser humano, en tanto individuo y en
tanto nación - y aceptar el compromiso de abrir espacios de diálogo y reflexión académicos
con la alteridad que nos interpela desde todos los espacios sociales, a fin de lograr cuerpos
teóricos capaces de fundamentar y orientar los cambios que requiere nuestro tiempo para
transitar esta realidad contemporánea en un sentido de respeto, inclusión, crecimiento y
realización desde el más profundo sentido existencial.
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Bibliografía:
BUSCARONE,Paulina: LoscuentosdePacha,Ed.de laautora, Córdoba,2010, 2012, 2015
COLOMBRES, Adolfo:América Latina:El desafío del Tercer Milenio,Ediciones del Sol, Bs. As., 1993.
KUSCH, Rodolfo: Obras completas. Ed. Fundación Ross, Rosario, 2000.
MELICH, Joan-Carles: Antropología simbólica y acción educativa, Paidós, España, 1999.
SARASOLA Martínez, Carlos: Nuestros paisanos los indios, Ed. Emecé, Buenos Aires, 1992.