1. La cuestión de los géneros literarios
Indagar sobre la cuestión del género, ha revestido una imprecisión pues la
misma noción de “Teoría del género” entrañaba una ambigüedad. Esto se explica
siguiendo a Bernard Rolling, quién refiere que “En primer lugar, ‘teoría del género’
puede referirse a la elaboración o postulación de categorías según las cuales pueden
clasificarse las obras de literatura, o más fundamentalmente, según las cuales una
serie de enunciados o inscripciones pueden o no identificarse como literarios”
(Rollin, 1988), actividad ésta que ha ocupado la atención de críticos quiénes
formularon categorías como la lírica, épica y drama intentando explicar las
características que las definen o bien, de otras posturas que brindan categorías
diferentes como la sátira, historia, romance. etc. De allí que el mencionado autor
aduzca que la cantidad desconcertante de estos esquemas categóricos debería llevar al
individuo a un segundo y fundamental sentido de “la teoría del género” donde la
misma “no es la elaboración de clasificaciones, sino la investigación de la lógica de
tales clasificaciones” (1988, p.130), esto implica una actividad metodológica ocupada
en responder ciertos interrogantes a cerca de la necesidad de elaborar clasificaciones
de obras literarias, escudriñar cómo se elaboran dichas clasificaciones, con qué
criterios, con qué presupuestos, cómo se pone a prueba un sistema propuesto. En
síntesis, lo que se propone es pensar primero en los presupuestos y luego en el
sistema de clasificación.
Ahora bien, en lo que respecta a las clasificaciones tradicionales de los géneros, ha
habido una dialéctica histórica y conceptual basada en el dualismo entre naturaleza y
convención, esto es, entre Phycis (cosa natural) y nomos (nombre convencional), entre
realistas y nominalistas. Así, para Rolling, la existencia de este dualismo es extremista
pues los elementos clasificados ingresan en una u otra categoría quedando excluidos
muchos otros que no se adecuan a las mismas. Precisamente por ello, adopta una postura
intermedia denominada neokantiana e introduce el término “distinción” entre naturaleza
y convención, solución que permitiría la existencia de una zona intermedia para esos
1
2. elementos no incluidos. “Nuestra conclusión es que la clasificación de los géneros sólo
se da cuando viene guiada por una teoría, teoría que quede por encima de la escisión
natural convencional (…) Fuera cual fuera el aspecto que tuviera una teoría literaria
general, tendría que ser una teoría del significado literario, una teoría que nos diga cómo
ir extrayendo el significado de una obra literaria. De dicha teoría provendrán los
conceptos de género que puedan servir para clasificar las obras de literatura” (1988, p.
149-151).
En relación a esta cuestión, caben las siguientes preguntas: ¿Qué son los géneros
literarios? ¿De dónde vienen? ¿Cuál es su origen? Tzvetan Todorov manifiesta que
seguir ocupándose de los géneros puede parecer un pasatiempo ocioso además de
anacrónico pues si bien existían baladas, odas y sonetos, tragedias y comedias en
tiempos clásicos, hoy en día los géneros se disgregan. Más bien, puntualiza que los
géneros literarios nacen de los géneros discursivos, de los actos de habla o actos
lingüísticos, o lo que es lo mismo, de los discursos sociales. “Un nuevo género es
siempre la transformación de uno o varios géneros antiguos: por inversión, por
desplazamiento, por combinación” (Todorov, 1988).
Los géneros literarios son propiedades discursivas codificadas que pueden remitir
a aspectos semánticos, sintácticos, pragmáticos, verbales del texto y que en algunos
casos se cristalizan, convencionalizan o complejizan hasta transformarse en literatura.
En este sentido, el autor explica: “Por el hecho de que los géneros existen como una
institución es por lo que funcionan como ‘horizontes de expectativa” para los lectores,
como ‘modelos de escritura’ para los autores”. (1988, p. 38). Es decir, por un lado, los
autores escriben en función del sistema genérico existente, de lo que pueden manifestar
tanto en el texto como fuera de él; por otro lado, los lectores leen en función del sistema
genérico, que conocen por la crítica, la escuela, el sistema de difusión del libro, etc.
De acuerdo al contexto cultural e ideológico en que se hallan estas propiedades
discursivas, las mismas pueden evolucionar hasta convertirse en textos literarios o bien
pueden desaparecer. “Una sociedad elige y codifica los actos de habla que corresponden
más exactamente a su ideología; por lo tanto la existencia de ciertos géneros en una
sociedad, como su ausencia en otra, son reveladoras de esa ideología y nos permiten
precisarla con mayor o menor exactitud” (1988, p.39). Atendiendo a las
2
3. transformaciones que sufren algunos actos de lenguaje para producir algunos géneros
literarios, se puede citar por ejemplo, el caso de los Lubas, tribus africanas, en que el
acto de invitar, la acción de nombrar, de atribuir sobrenombre (motes) o de elogiar a un
determinado clan (kasala) se han complejizado hasta transformarse en un género menor
como lo es en el primer caso o en micropoemas como en los siguientes. Asimismo, se
nos presenta el caso de la autobiografía, este acto de lenguaje está extremadamente
difundido fuera de la literatura pues se practica cada vez que se narra, aún así, la
identidad del género le viene dada por el acto de lenguaje que está en su origen,
relatarse; lo cual no impide que, para convertirse en género literario, este contrato inicial
tenga que experimentar numerosas transformaciones. Por último, se puede citar la
novela que surge de la actividad necesaria de narrar, este género, cuya dificultad de
estudio radicaría en el infinito encajonamiento de actos de lenguaje unos dentro de otros,
se fue complejizando hasta transformarse en el arte de novelar.
Por su parte, Michal Glowinski, asevera que el género literario, como todo género
del discurso, se manifiesta en enunciados concretos, no obstante, no será definido como
el conjunto de textos que le estarán subordinados, sino que el modo de ser de los
mismos surgirá en forma completa si se lo juzga por la gramática, concebida como un
conjunto de factores que condicionan cualquier comunicación lingüística1. “Los géneros
literarios constituyen una especie de ‘gramática de la literatura’ (…) es significativo que
las reglas de un sistema de géneros funcionen habitualmente de una manera más
consciente, y esto es lo que contribuye a distinguir los géneros literarios de los géneros
del discurso tal como estos se cristalizan en los contactos de lenguaje habituales”
(Glowinski, 1993). Es decir, existen determinadas normas, códigos, como en la
gramática de la lengua, que pautan tanto la producción como la recepción, pero a
diferencia de esta última, en la gramática de los géneros el autor puede transgredir
ciertas reglas e introducir elementos nuevos, lo que la torna no tan estricta.
El sistema de los géneros determina las prácticas literarias, tanto en el plano de la
emisión como en el de la recepción. En determinadas situaciones históricas, el sistema
de géneros se presenta como el conjunto de las reglas que deben funcionar como canon
1
Para el autor, sería “gramática” el conjunto de principios, indicaciones y hábitos que norman un campo
determinado del discurso, del polo de la escritura al de la recepción.
3
4. del buen gusto y definir todo lo que se refiere a la literatura. En este punto, el autor
explica que el género está orientado al receptor e integra por ello mismo la que se
denomina “conciencia genérica” y asevera: “esta conciencia existe, bajo una u otra
forma, en todos los participantes potenciales de la comunicación literaria (…) es
importante porque muestra qué lugar se atribuía a un género determinado entre otros”
(1993, ps.102-103).
De esta manera, Glowinski arriba al problema de la identificabilidad de los
géneros y explica que un género funciona plenamente cuando es identificado por el
público literario, convirtiéndose así en un coeficiente de la lectura. De este modo, el
género traza siempre un horizonte de expectativa. “Este horizonte puede depender tanto
de propiedades generales del género, distinto e identificable entre los demás, como de la
forma que ha asumido dentro de una cultura literaria dada. Cuando precede a la lectura
de un texto con una cierta competencia genérica, el lector sabe qué ha de esperar de ello.
La extensión y el carácter del horizonte de expectativa dependen a su vez de la difusión
del género en una época determinada, así como el lugar que ocupa en la jerarquía de los
géneros” (1993, p.105). Así, la interpretación no tiene por finalidad probar que el texto
representa tal o cual género, pero tampoco debe ignorar el hecho de que la pertenencia a
un género dado determina diversas propiedades de la obra estudiada. Así, el género
determina un cierto marco de interpretación como también determina el marco de
cualquier lectura.
En vinculación con este tema, Susana Reisz de Rivarola (Reisz de Rivarola, 1988)
nos habla de la especificidad de los textos literarios2 y propone criterios para realizar
una tipología de textos literarios ficcionales. Considera que las ficciones literarias
representan un caso particular de ficción. Para comprender mejor el tema, utiliza los
términos “ficticio” y “ficcionalidad” explicando que ficticios son todos aquellos objetos
2
Lo característico y exclusivo de los textos ficcionales literarios radica en el hecho de que el productor los
construye ateniéndose a las reglas de una poética de la ficción que varía según los diferentes géneros y
épocas, lo que supone, del lado del receptor, el aprendizaje, a través de la praxis, de un modo específico de
recepción que incluye tanto el reconocimiento de la ficción como tal cuanto el de la poética particular que la
sustenta. Lo que implica que tanto los tipos de modificaciones intencional – cointencional- de las modalidades
atribuibles a los objetos de referencia como la posibilidad de coexistencia en un texto de diversos mundos
varían no sólo conforme a las variaciones de los criterios de realidad de los comunicantes sino, además, según
las variaciones del conjunto de convenciones literarias que dentro de cada época y dentro de cada género
norman la construcción del mundo ficcional. (p119)
4
5. y hechos cuya manera de ser es modificada intencionalmente por alguien durante cierto
lapso, vale decir, aquellos objetos y hechos a los que un individuo adjudica
transitoriamente una modalidad distinta de la que tiene vigencia para él – y para otros
individuos de su mismo ámbito cultural – en determinado momento histórico.
Ficcionalidad designa, en cambio, la relación de una expresión – verbal o de otro tipo –
con los constituyentes de la situación comunicativa, a saber, el productor, el receptor y
las zonas de referencia, a condición de que al menos unos de estos constituyentes sea
ficticio, esto es, intencionalmente modificado en el modo de ser que normalmente se le
atribuye. Es decir, un objeto es ficticio cuando el autor le atribuye intencionalmente al
mismo una modalidad diferente de la que le corresponde. De allí, que un texto sea
ficcional cuando se da la relación entre la expresión enunciada y los elementos del
proceso de la comunicación, a condición de que uno de ellos sea ficticio.
Asociado a estos elementos es necesario definir la noción de “realidad” y
“facticidad” para describir mejor los tipos de modificaciones intencionales más
característicos del discurso ficcional y de ciertos géneros literarios ficcionales.
Siguiendo a H. Glinz (1973), la autora define realidad como el contexto de causalidad en
el que uno se fía al actuar. Dicho contexto se refiere a la experiencia práctica y la certeza
del hombre que actúa, basada en dicha experiencia, de que a un suceso S o a una acción
A le sigue con seguridad o con una probabilidad calculada (estimable) una consecuencia
C, una reacción R, y que se puede desencadenar esa consecuencia C o esta reacción R
provocando el suceso S, ejecutando la acción A. Facticidad es, en cambio, un concepto
más limitado, subsumible en el de realidad y que abarca tan sólo los estados y procesos
realmente acaecidos en un momento del pasado o los que realmente acaecen en el
presente y en un lugar dado, esto es, ‘lo que sobre la base de las posibilidades de la
realidad sucede o sucedió realmente. En síntesis, la realidad está constituida por lo
fáctico – lo efectivo o realmente acaecido – y por lo posible, o sea, lo que se considera
estimable que va a suceder de acuerdo a los parámetros reales que posee cada
comunidad.
Ahora bien, con el transcurrir del tiempo los límites de la realidad se pueden
ampliar y por lo tanto, lo posible se constituye en una modalidad compleja, que abarca
un amplio espectro que se extiende desde lo exactamente predecible hasta lo
5
6. enteramente impredecible. El grado mínimo de lo posible estaría representado por la
posibilidad de ocurrencia de un suceso no calculable ni esperable o sólo esperable en
tanto también es esperable que ocurra lo no esperable. Este grado mínimo constituiría
para la autora, la frontera entre lo posible y lo imposible o entre lo real y lo irreal. Aún
así, esta frontera no está dada de una vez y para siempre, sino que dentro de las
coordenadas de una determinada comunidad sociocultural y de un determinado
momento histórico, está en un permanente proceso de desplazamiento. Reisz de
Rivarola propone un gráfico para representar la relación entre las modalidades
mencionadas.
R
P
F
N
Pn
Pv
F
I
Pvr
Donde R= real, F= fáctico, N-F= no fáctico, P= posible, Pn= posible según lo
necesario, Pv= posible según lo verosímil, Pvr= posible según lo relativamente
verosímil, I= imposible (o irreal),
= incremento del grado de posibilidad de tránsito
de lo posible a lo fáctico y = frontera desplazable.
De esta forma, se pueden distinguir seis posibilidades de fictivización o, lo que es
lo mismo, seis tipos de modificación de dichas maneras de ser:
F=P
F=I
P=F
I=F
P=I
I=P
Todas estas modificaciones se pueden combinar entre sí en el interior de un texto
y, puesto que la combinación de objetos de referencia de diversas modalidades implica
la coexistencia de diversos mundos, la posibilidad misma de tal coexistencia puede ser
6
7. propuesta de modo implícito o explícito como objeto de reflexión y como materia de
interpretación. Es la poética de la ficción operante en cada texto literario la que
determina que la combinación sea sentida o no como desviante, que resulte sorprendente
o esperable y que sea presentada y decepcionada como problemática o natural.
Asimismo, la mencionada autora propone una clasificación de obras literarias
ficcionales tomando como punto de partida las siguientes pautas:
1) Tipo de modificación de las modalidades atribuibles a los componentes del
mundo ficcional.
2) Necesidad, posibilidad o imposibilidad de una combinación de diferentes tipos
de modificación que dé como resultado la coexistencia de objetos y hechos de diversos
mundos dentro del mundo ficcional.
3) Cuestionamiento (explícito o implícito) o no cuestionamiento de la coexistencia
de distintos mundos dentro del mundo ficcional.
Paso seguido, aclara que la formulación de estos criterios es lo suficientemente
general como para que resulten aplicables a cualquier obra literaria ficcional
independientemente de su pertenencia a uno de los tres grandes géneros canonizados por
Goethe como formas naturales de la poesía”: lírica, épica y drama. Además, es de tener
en cuenta que la inclusión de un fenómeno dado en el ámbito de la realidad o de la
irrealidad varía igualmente de una comunidad cultural a otra y de una época a otra, lo
que incide de manera sustancial en el éxito de la comunicación literaria ficcional. “Este
(éxito) sólo está garantizado cuando el receptor (…) está en condiciones de manejar una
noción de realidad análoga a la del productor y dispone de una competencia literaria que
le permite reconocer la ficción como tal así como la poética particular en que ella se
sustenta y, consecuentemente, efectuar de modo cointencional las modificaciones
intencionales realizadas por el productor exactamente en los términos por él propuestos.
En síntesis, la cuestión de los géneros literarios, tanto su definición, especificidad,
origen, etc., es sumamente complejo.
7
8. Bibliografía
Glinz, H. (1973), s/d
Glowinski, M. (1993). Los géneros literarios. En B. F. Angenot, Teoría Literaria.
Reisz de Rivarola, S. (1988). Teoría y análisis del texto literario. Buenos Aires: Hachette.
Rollin, B. E. (1988). Naturaleza, convención y teoría del género. En B. E. Rollin, Teoría de
los géneros literarios (pág. 129). Madrid: Arco Libros.
Todorov, T. (1988). El origen de los géneros. En Teoría de los géneros literarios (pág. 34).
Madris: Arco Libros.
<a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/"><img
alt="Licencia Creative Commons" style="border-width:0"
src="http://i.creativecommons.org/l/by/4.0/88x31.png" /></a><br /><span
xmlns:dct="http://purl.org/dc/terms/" href="http://purl.org/dc/dcmitype/Text"
property="dct:title" rel="dct:type">La cuestión de los géneros literarios</span> por <span
xmlns:cc="http://creativecommons.org/ns#" property="cc:attributionName">Adriana
Yanina Jara</span> se encuentra bajo una <a rel="license"
href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">Licencia Creative Commons
Atribución 4.0 Internacional</a>.
8