2. Me fundo en ti Jesús y en tu Voluntad
Ven Jesús:
a pensar en mi mente
a mirar en mis ojos
a respirar en mis respiros
a escuchar en mis oídos
a hablar en mi boca
a circular en mi sangre
a moverte en mis movimientos
a palpitar en mi corazón
a amar y a perdonar en mi
a obrar en mis manos y
a caminar en mis pies
INVOCACIÓN A LA DIVINA VOLUNTAD
3. - Ciño mi cabeza con tus
espinas Jesús,
- emperlo mi lengua con tu
amargura,
- revisto mi alma con tu
sangre,
- me adorno con tus llagas,
- traspaso mis manos y mies
pies con tus clavos, y como
otro Cristo me presento ante
la Divina Majestad.
ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO
4. ORACIÓN DE PREPARACIÓN ANTES DE CADA HORA
¡Oh, Señor mío Jesucristo!, postrado ante tu divina presencia,
suplico a tu amorosísimo Corazón que quiera admitirme a la
dolorosa meditación de las 24 Horas de tu Pasión, en las que por
amor nuestro quisiste sufrir tanto en tu cuerpo adorable y en tu
alma santísima, hasta llegar a la muerte de cruz. ¡Ah!, ayúdame,
dame tu gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus
padecimientos, mientras medito la hora ____.
Y por aquellas horas que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad
que tengo de meditarlas, y es mi intención meditarlas durante
todas aquellas horas en las que estoy obligado a ocuparme de mis
deberes o a dormir. Acepta, ¡oh misericordioso Jesús mío, Señor!,
mi amorosa intención, y haz que sea de provecho para mí y para
muchos como si efectivamente hiciera santamente todo lo que
quisiera practicar.
Te doy gracias, ¡oh Jesús mío!, por haberme llamado a unirme a ti
por medio de la oración; y para complacerte todavía más, tomo tus
pensamientos, tu lengua, tu Corazón y con ellos quiero orar,
fundiéndome del todo en tu Voluntad y en tu amor; y extendiendo
mis brazos para abrazarte, apoyo mi cabeza sobre tu Corazón y
empiezo..
5. Destrozado Bien mío,
contigo reparo, contigo
sufro; mas veo que tus
enemigos te empujan por
la escalera; la multitud te
espera con ansia y furor;
hacen que encuentres ya
preparada la cruz que con
tantos suspiros buscas, la
miras con amor, y con
paso decidido te acercas
a ella para abrazarla.
Jesús carga la Cruz ( 10- 11 a.m.)
6. Pero antes la besas y sientes como un escalofrío de alegría por toda
tu santísima humanidad, y con un gozo supremo, vuelves a mirarla y
mides su longitud y su anchura; en ella estableces ya una porción
para todas las criaturas y les das la dote suficiente para vincularlas a
la Divinidad con el vínculo nupcial y para hacerlas herederas del
Reino de los Cielos. Y luego, no pudiendo contener tu amor por las
criaturas, vuelves a besar la cruz y le dices:
7. « ¡Cruz adorada, finalmente te abrazo! Tú eras el suspiro de mi
Corazón, el martirio de mi amor; pero tú, oh cruz, has tardado
tanto, mientras que mis pasos siempre hacia ti se dirigían.
8. Cruz santa, tú eras la
meta de mis deseos, la
finalidad de mi existencia
sobre la tierra. En ti yo
concentro todo mi ser, en
ti pongo a todos mis
hijos, tú serás su vida, su
luz, su defensa, tú serás
quien me los cuide y les
des fuerza, tú los
sostendrás en todo y me
los conducirás gloriosos
al cielo.
9. ¡Oh cruz, cátedra de sabiduría, sólo tú enseñarás la verdadera
santidad, tú formarás los héroes, los atletas, los mártires, los
santos!
10. Cruz hermosa, tú eres mi trono, y teniendo yo que
abandonar la tierra, te quedarás tú en mi lugar; a ti te doy
como dote a todas las almas.
¡Cuídamelas, sálvamelas, a ti te las confío! ».
11. Y diciendo esto, lleno de ansiedad haces que te la pongan
sobre los hombros. ¡Ah, Jesús mío!, la cruz para tu amor es
demasiado ligera, pero al peso de la cruz se une el de nuestras
enormes e inmensas culpas que se extienden tanto cuanto el
cielo; y tú, triturado Bien mío, sientes que el peso de tantas
culpas te aplasta.
12. Tu alma se horroriza ante su vista y sientes la pena
propia de cada culpa; tu santidad queda sacudida
ante tanta monstruosidad. Por eso, sosteniendo la
cruz sobre tus hombros, vacilas, respiras
afanosamente y de tu santísima humanidad empieza
a brotar un sudor mortal.
13. Es mi intención
solemne ofrecerte
todo mi ser en
reparación por
cualquier ofensa que
recibas, hacer el acto
opuesto a las
ofensas que las
criaturas te hagan y
consolarte con mis
besos y mis
continuos actos de
amor.
14. Pero veo que yo soy demasiado miserable y tengo necesidad
de ti para poder darte verdadera reparación; por eso, me uno
a tu santísima humanidad y junto contigo
uno mis pensamientos a los tuyos para reparar los malos
pensamientos míos y de todos;
15. uno mis ojos a los tuyos para
reparar las malas miradas;
uno mi boca a la tuya para
reparar por las blasfemias y
las malas conversaciones;
16. uno mi corazón al tuyo, para reparar las malas
inclinaciones, los malos deseos y los malos afectos;
en una palabra, quiero reparar por todo lo que repara tu
santísima humanidad, uniéndome a la inmensidad de tu amor
por todos y al inmenso bien que les haces a todos. Pero no
me contento todavía; quiero unirme a tu Divinidad, para hacer
que mi vida se pierda en ella y así pueda darte todo.
17. ¡Amable Jesús mío!, tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión para hacerte compañía y yo he venido. Me
parecía sentirte lleno de angustia y de dolor, orando, reparando y sufriendo, y que con tus palabras más
conmovedoras y elocuentes suplicabas por la salvación de todas las almas. He tratado de seguirte en todo, y
ahora, teniendo que dejarte para cumplir con mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte « gracias » y «
te bendigo ».
¡Sí, oh Jesús!, gracias, te lo repito mil y mil veces, y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por
todos. Gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada pálpito, por
cada paso, palabra, mirada, amarguras y ofensas que has soportado. Por todo, ¡oh Jesús mío!, quiero sellarte con
un gracias y te bendigo. ¡Ah, Jesús!, haz que de todo mi ser salga hacia ti una corriente continua de gratitud y de
bendiciones, para atraer sobre mí y sobre todos la fuente de tus bendiciones y de tus gracias.
¡Ah Jesús mío!, estréchame a tu Corazón y con tus santísimas manos sella todas las partículas de mi ser con tu
bendición, para que así no pueda salir de mí más que un himno continuo de amor hacia ti.
Por eso me quedo en ti para seguirte en lo que haces, antes bien, obrarás tú mismo en mí. Y yo desde ahora dejo
mis pensamientos en ti para defenderte de tus enemigos, el respiro para cortejarte y hacerte compañía, el pálpito
para decirte siempre Te amo y repararte por el amor que no te dan los demás; las gotas de mi sangre para
repararte y para restituirte los honores y la estima que te quitarán con los insultos, salivazos y bofetadas, y dejo mi
ser para hacerte guardia.
Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones quiero quedarme en tu Corazón. Tengo miedo de salirme de
él, pero tú me tendrás en ti, ¿no es así? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de modo que me darás vida, amor y
estrecha e inseparable unión contigo. ¡Ah, te suplico, oh Jesús mío!, si ves que alguna vez estoy por apartarme de
ti, que tus latidos se hagan más fuertes en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón,
que tus ojos me miren y me hieran con sus saetas de fuego, para que al sentirte, de inmediato yo me deje atraer
hacia ti y así no se rompa nuestra íntima unión. ¡Oh Jesús mío!, hazme la guardia para que no vaya a hacer alguna
de las mías. Bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo todo lo que yo debo hacer.
Acción de Gracias después de cada Hora
19. De los Escritos de la S.D. Luisa Piccarreta. Vol 4. Marzo 19, 1901
El verdadero modo de sufrir
Esta mañana, encontrándome toda oprimida y
sufriente, sobre todo por la privación de mi dulce
Jesús, después de mucho esperar, en cuanto lo he
visto me ha dicho:
“Hija mía, el verdadero modo de sufrir es no
mirar de quién vienen los sufrimientos, ni qué
cosa se sufre, sino al bien que debe venir de
los sufrimientos.
Este fue mi modo de sufrir, no miré ni a los
verdugos, ni al sufrir, sino al bien que
quería hacer por medio de mi sufrir,
aun a aquellos mismos que me daban el
sufrimiento, y mirando el bien que debía producir a
los hombres desprecié todo lo demás y con
intrepidez seguí el curso de mi sufrir. Hija mía, este
es el modo más fácil y más provechoso para sufrir
no sólo con paciencia, sino con ánimo invicto y
animoso.”
21. Bibliografía para profundizar
Catecismo de la Iglesia Católica
N. 595- 623
Escritos de la S. D. Luisa Piccarreta.
Vol 1 Septiembre 14, 1899
Vol. 2 Mayo 16, 1899
Vol. 2. Julio 22, 1899
Sagradas Escrituras
Mt 10, 38
1 Co 1, 18
Mt 16, 24