1. Marcia Moreno Benítez
Jueves 15 de julio de 2010
Ensayo final
Producción científica contemporánea
“Science is not about what we know;
it’s about what we don’t know”
Richard Feynman
El presente ensayo pretende trazar un mapa –aunque sea de una forma muy
reduccionista— que refleje la visión de los aportes teóricos–metodológicos que me
han permitido tener una comprensión, desde la perspectiva sociocultural, de la
producción científica contemporánea.
El esbozo de este mapa debería comenzar pues por establecer una
definición de ciencia. La primera acepción del diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española señala que es el “conjunto de conocimientos obtenidos
mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de
los que se deducen principios y leyes generales”, si se toma esta definición como
válida no tendría sentido siquiera escribir este ensayo porque las Ciencias
Sociales –en el mundo contemporáneo— ya no pretende deducir principios ni
leyes generales. Se prefiere definir la ciencia como “una actividad humana y
creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo producto es el
conocimiento, obtenido por medio de un método científico organizado
deductivamente y que aspira a alcanzar el mayor consenso entre la comunidad
técnicamente capacitada” (Pérez Tamayo, 2004).
De este planteamiento se deduce que: 1) la ciencia es una actividad o
práctica humana creativas, 2) que produce conocimientos organizados, 3) que
busca el entendimiento de la naturaleza –humana o no— y 4) que requiere de la
existencia de una comunidad capacitada.
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2. Surge entonces otra pregunta ¿puede la ciencia ser entendida como parte
de la cultura o bien como una actividad cultural?
Cristofaro Longo (citado en Salles, 2006: 65) asume que “la cultura es la
operación a través de la cual, los sujetos (individuales o colectivos) confieren
sentido a la realidad dentro de la cual se hallan insertos, sobre todo nominándola,
organizándola, asignándole funciones” que es justamente el trabajo que realizan
los profesionales de las ciencias, ya sean éstas formales, naturales, exactas,
experimentales, humanas o sociales. Por su parte, Berger (citado en Salles, 2006:
64), considera que los patrones de la vida social se cristalizan en las instituciones,
donde se “materializan y adquieren sustancia los procesos de reproducción y
cambio cultural”, es decir, en la producción del conocimiento científico.
La ciencia, además de ser parte de la cultura, es considerada una
concepción moderna, dado que la especialización se vincula con la idea de
progreso, pero ¿qué es la modernidad? para Swingewood (1998: 25) comienza
con la progresiva racionalización de las instituciones y de la cultura –ciencia—,
advirtiendo sobre el error de ver a la modernidad como un movimiento unificado y
sugiriere la existencia de, al menos, tres “modernismos”: 1) en la literatura y en la
estética, como un concepto estructurado y referido con su nuevo objeto como
fluido, cambiante y dinámico; 2) como categoría sociológica–histórica ligada de
cerca a la Ilustración y al “proyecto” de ciencia y progreso humano, en el cual la
creciente autonomía del conocimiento y cultura forma la base del cambio y; 3)
como un concepto estructural que negocia con la transformación de las
sociedades completas, las ideologías, la estructura social y la cultura
(Swingewood, 1998: 140).
La propuesta de Swingewood (1998: 155), confirma que la modernidad es
“la promesa de la razón científica para desenmascarar fuerzas irracionales y
apuntar la manera del necesario cambio social, es decir, acabar con el
‘cientificismo’, la ‘charlatanería’ y ‘el pensamiento mágico’”. Cuya visión es
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3. compartida por varios de los autores revisados en este curso: Sagan, Gross,
Herchbach, Goodstein, Weissmann, Simpson y otros.
Pero entonces ¿qué pasa en el mundo globalizado con el supuesto del que
se partía en el siglo XIX de que la ciencia era la verdad absoluta? ¿De dónde
surge esta creencia? ¿Y cómo afecta esto a la producción científica
contemporánea?
Ortiz (1999) y Wallerstein (2004) señalan que el rompimiento y
fragmentación entre ciencias y filosofía se puede ubicar entre 1750 y 1850, ruptura
que se vio reflejada en el sistema universitario al reorganizarse las facultades y, al
considerarse prestigiosas las “ciencias” –naturales y exactas—, éstas comenzaron
a desarrollarse a expensas de las humanidades y de la filosofía, asegurando su
permanencia en este sistema. En cambio, las Ciencias Sociales pudieron
institucionalizarse hasta finales del siglo XIX bajo la sombra del dominio cultural de
la ciencia newtoniana.
La contraposición entre “la ciencia” y “el arte”, fue ampliamente discutido en
el proceso de disciplinización de las ciencias, Weber (citado Ortiz, 1999: 20)
señala que la polémica “apuntaba a un aspecto singular: la experimentación
racional”, es decir, la permanente confrontación del trabajo científico con la
realidad que se encuentra íntimamente ligado con el progreso y con la
modernidad.
Para Lévy-Leblond (2004) la discusión entre ciencia y arte no sólo tiene que
ver con si una se reserva la verdad y otra la belleza sino con la apropiación que la
humanidad ha hecho del arte como parte de la cultura y de la ciencia como algo
externo y ajeno a ella.
Se sospecha que fue esta disciplinarización de las Ciencias Sociales
producida en medio del fuego cruzado entre las humanidades y las ciencias
naturales lo que dio por resultado el surgimiento de “dos culturas”, término
acuñado por Charles Pierce Snow en 1954 que hace referencia a las disputas
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4. entre literarios y científicos. La vigencia de este planteamiento sigue se puede
percibir en la tensión y el distanciamiento que se vive día a día en las instituciones
educativas. La incomprensión y la incomunicación entre ellas es palpable. (Nature,
2009: 10).
Fronteras de las Ciencias y el nacimiento del experto
Las fronteras de los países se han derrumbado y las ciencias continúan buscando
en sí mismas y en sus propios límites para generar conocimiento que responda a
estas realidades complejas y completas.
Dominic Wolton (2006: 141) sugiere que la institucionalización de la ciencia
moderna dio origen a lo que llama “el experto” que, en el mundo globalizado, es
alguien “que tiene la confianza de dos o más universos cognitivos, profesionales,
para poder tener un punto de vista neutral, objetivo, racional en el arbitraje de una
controversia o de un conflicto”, así, el experto se convierte en el árbitro.
Por su parte, Ortega y Gasset (1999) llama a esto la barbarie del
“especialismo”. Para este filósofo, la especialización comienza con la enciclopedia
y considera que al científico como un sabio ignorante. Se piensa que la ciencia
podría ser más útil a la humanidad si se lograra una integración de saberes, sin
embargo, la especialización es fundamental siempre y cuando no se quede
aislada.
En relación a este “experto o especialista”, Wallerstein (2004:10-11) señala
que en conjunto con sus “credenciales o acreditaciones se cree en su desinterés y
en su auténtico apego por el conocimiento de la verdad”. Esto implica y supone “a
priori” que los expertos científicos opten siempre y sin lugar a dudas por la
honestidad en lugar de por la deshonestidad. De acuerdo con Goodstein (1996:
31) el fraude científico es bastante raro, sin embargo considera que puede ser
más común en el futuro, especialmente en áreas relacionadas con las ciencias
biomédicas.
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5. Ahondando en los planteamientos Wolton (2006: 142), “la condición de
experto está vinculada a la sociedad abierta y democrática”, coincidiendo con la
postura de Carl Sagan para quien “la ciencia y la democracia comparten mucha
historia. Tienen mucho en común. Ambas dependen de la libertad de pensamiento
y de la libertad de expresión” (Druyan, 1999: 206).
Wolton (2006: 143) considera que la sociedad de la comunicación en la que
vivimos puede “en un primer momento, dar origen a una suerte de ‘tiranía de los
expertos’, pero en un segundo momento, suscitará una reacción crítica intelectual,
cultural, social y política”. Plantea al debate como una posible solución, porque
considera que “solamente los debates públicos –que exigen tiempo— constituyen
el contrapeso necesario para la dificultad de definir la neutralidad y la objetividad”.
Revoluciones científicas
La producción científica del siglo XX estuvo impulsada en gran medida por
las dos grandes guerras mundiales. Aunque en el imaginario cultural, la física se
considere como la ciencia predominante por sus aplicaciones para el desarrollo de
diferentes instrumentos de guerra. Es también en este siglo que surge la biología
molecular. Es un periodo fecundo en la historia de la ciencia, tanto que algunos
consideran que no ha habido otro periodo tan fructífero.
Me parece significativo hacer referencia al trabajo del matemático Nobert
Wiener quien entre 1942 y 1948, reunió a diversos científicos, entre ellos:
cardiólogos, neurofisiólogos, electrónicos e incluso antropólogos con el objetivo de
crear un campo interdisciplinario (¿o se podría decir ya transdisciplinario?) que
unificara bajo una misma denominación un conjunto de fenómenos sobre el
problema del control y la comunicación en general (Breton, 2000:19). Este equipo
de trabajo denominó a su campo de estudio como cibernética, considerado como
un parteaguas para la creación y el desarrollo de ideas que no se redujeron a un
solo campo de estudio. Su trabajo les permitió no sólo ver el árbol sino percibir el
bosque completo.
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6. Para 1952 James Watson y Francis Crick —ayudados por los apuntes de
Rosalind Franklin— descubren la doble hélice del ADN (Thuillier, 1981: 9),
nuevamente en un trabajo interdisciplinario que luego lleva a ampliar la teoría
sobre el ARN mensajero y hace acreedores al Premio Nobel de Fisiología a
François Jacob y a Jaques Monod (Thuillier, 1981: 10). A partir de entonces y en
un mundo revolucionado por la investigación científica, se desarrolla la genética
molecular que pretende ser la ciencia del siglo XXI aunque las promesas hechas
no se hayan cumplido todavía de acuerdo con François Jacob (Chimal, 2001).
Es después de la Segunda Guerra Mundial y en parte a raíz de los trabajos
de Wiener que se desarrollan las neurociencias, cuyo trabajo se aborda desde
muy diversas disciplinas científicas: la neurología, la psicología, la bioquímica, la
física, la fisiología, las ciencias de la computación, la electrónica, etc. Los aportes
en esta área han permitido comprender diversas enfermedades y la sinápsis
cerebral, sin embargo, a la fecha siguen sin responderse preguntas clave como la
conciencia y la forma en la que conocemos.
La posibilidad de viajar al espacio y contemplar fotografías de la tierra
permite que los seres humanos nos hagamos conscientes del medio ambiente y
así se crea la ecología como una ciencia interdisciplinaria. Otra de las grandes
aportaciones del siglo XX es la Teoría de Gaia planteada por James Lovelock en
1974. Esta teoría concibe a la Tierra como un sistema complejo cuya temperatura
se autorregula. Una teoría realmente creativa que hasta fechas muy recientes
parece ser aceptada por la comunidad científica. Lovelock considera a los críticos
como los mejores amigos de los científicos, ya que fueron ellos quienes lo hicieron
reflexionar y concebir una sólida teoría sobre Gaia (Lovelock, 2005).
El siglo XX ha sido un siglo de revoluciones, desde la cibernética hasta la
sociedad red, de la información, del conocimiento o como la llama Mattelard (2003:
73) de los saberes de todos y para todos. Un siglo de revoluciones científicas y
tecnológicas, cuya característica “no es su carácter central del conocimiento y la
información, sino la aplicación de ese conocimiento y la información en aparatos
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7. de generación de conocimiento y procesamiento de la información/comunicación,
que se vuelve un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y los
usos” (Castells, 1999: 58).
Una revolución que no hubiera sido posible sin la creatividad, sin la
capacidad de imaginar. Sin esa capacidad de generar ideas e inventar que para
Wiener (1995: 129) se gestan en el intelecto de los científicos de forma individual,
sobre todo si un país cuenta con intelectos bien entrenados y formados. Aunque el
trabajo colectivo hace posible poner esa idea a prueba.
Reflexión final
La ciencia está asociada a la idea de modernidad y ésta a un progreso de la
sociedad humana cuya materialización en el mundo contemporáneo no ha
terminado de permear en la sociedad. En este sentido, es donde la comunicación
pública de la ciencia tienen un fuerte compromiso con la humanidad, ya que en la
medida en la que se avance en el camino de la comprensión de la ciencia, ésta
será parte de la cultura y se podría vislumbrar su contribución para el ansiado
bienestar humano que este mundo globalizado requiere.
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8. Bibliografía:
Breton, P. (2000). La utopía de la comunicación. El mito de la aldea global.
Buenos Aires: Nueva Visión.
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Goodstein, D. (1996). Conduct and misconduct in science. In P. R. Gross, N.
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Lovelock, J. (2005). Homenaje a Gaia. Pamplona: Océano.
Lévy-Leblond, J. (2004). La Piedra de Toque. México: Fondo de Cultura
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Pérez Tamayo, R. (2004). El conocimiento de la realidad y la realidad del
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Iztapalapa.
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9. Swingewood, A. (1998). Cultural theory and the problem of modernity. London:
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Wallerstein, I. (2004). The uncertainities of knowledge. Philadelphia: Temple
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Wiener, N. (1995). Inventar. Sobre la gestación y el cultivo de las ideas. Barcelona:
Metatemas.
Wolton, D. (2006). Salvemos la comunicación. Aldea global y cultura. Una defensa
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