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JOSÉ Y ASENET
Érase una vez...
1 1
Sucedió que, el primer año de los siete de prosperidad, el día quinto del segundo
mes, envió el faraón a José a girar visita a todo el territorio de Egipto. 2
Llegó José a los
confines de Heliópolis en el cuarto mes del primer año, el decimoctavo día del mes,
3
mientras iba recogiendo el trigo de aquella región como arena del mar.
4
Había en aquella ciudad un sátrapa del faraón, que era el superior de todos los
gobernadores y magnates del monarca. 5
Este varón era muy rico, sensato y mesurado y
actuaba como consejero del faraón. Tenía por nombre Pentefrés, y era el sacerdote de
Heliópolis.
6
Tenía este personaje una hija, virgen, de elevada estatura, como de dieciocho años. Era
de buen porte y bellísima, más que ninguna otra doncella del país.7
No tenía nada en
común con las hijas de los egipcios, sino que se parecía en todo a las israelitas. 8
Era alta
como Sara, grácil como Rebeca y hermosa como Raquel. El nombre de aquella virgen era
Asenet.9
La fama de su belleza se extendió por todo el territorio, incluso hasta sus últimos
confines, e intentaban conseguir su mano los hijos de los magnates y reyes, todos ellos
jóvenes. 10
Existía una gran rivalidad entre ellos por su causa, y estaban dispuestos a
pelearse unos con otros por Asenet.
11
Oyó hablar de ella el primogénito del faraón y suplicaba insistentemente a su padre que
se la diese por esposa. 12
Le decía una y otra vez: —Dame a Asenet, la hija de Pentefrés,
el sacerdote de Heliópolis, por esposa.
13
Le replicaba su padre, el faraón: — ¿Para qué buscas una esposa que es menos que
tú? ¿No eres tú el rey de todo el mundo habitado? 14
No, piensa que la hija del rey Joaquín
es tu prometida. Es una reina sumamente bella; así que tómala por esposa.
Asenet, su mundo y sus días
21
Asenet despreciaba profundamente a todo varón, y ningún hombre la había visto, ya
que Pentefrés tenía en su mansión una torre aneja, grande y sumamente elevada. 2
En lo
alto de la torre había unos aposentos con diez cámaras. 3
La primera era grande y de
hermoso aspecto, enlosada con piedras purpúreas, y sus paredes estaban adornadas con
variedad de costosas gemas. 4
E1 techo de aquella cámara era dorado, y dentro de ella
había estatuillas de oro y plata de los innumerables dioses egipcios. 5
A todos ellos rendía
culto Asenet, los veneraba y les ofrecía sacrificios. 6
Había una segunda cámara con unos
arcones que contenían las galas de la muchacha. 7
Había en ella mucho oro y plata,
vestidos tejidos en oro, selectas piedras preciosas y lencería escogida. 8
Allí estaban
todos los adornos de su virginidad.9
En una tercera cámara, que era el tesoro de Asenet,
se hallaban todos los bienes de la tierra. 10
Siete doncellas ocupaban cada una de las
restantes siete alcobas. 11
Ellas eran las que servían a Asenet y tenían su misma edad,
porque fueron alumbradas la misma noche que Asenet. Eran sumamente bellas, como las
estrellas del cielo, y jamás varón o muchacho joven había tenido relación con ellas.
12
En la gran cámara de Asenet, donde florecía su virginidad, había tres ventanas. 13
Una
de ellas miraba hacia oriente, sobre el patio; otra, al septentrión, hacia el camino, y la
tercera, al mediodía. 14
Había un lecho de oro en la cámara orientada hacia el oriente. 15
La cama estaba guarnecida de púrpura tejida en oro, bordada con hilo violeta y lino fino. 16
En aquel lecho dormía Asenet, sola, y ni varón ni mujer se había sentado jamás sobre él,
salvo ella misma. 17
Alrededor de la mansión había un gran patio, rodeado por un muro de
gran altura, edificado con grandes piedras cuadrangulares. 18
En el patio había cuatro
portones de hierro, y ante cada uno de ellos estaban apostados dieciocho varones,
fuertes, jóvenes y armados.19
Dentro del patio y a lo largo del muro había hermosos
árboles frutales de todas clases, y toda su fruta estaba madura, pues era la época de la
recolección. 20
A la derecha del patio había una fuente de abundante agua, y debajo de
ella se extendía una gran alberca, que recibía el agua de aquella fuente, y desde allí
avanzaba un arroyuelo por el patio que regaba todos los árboles allí plantados.
Anuncio de la visita de José
3 1
En el cuarto mes, al decimoctavo día, José llegó a los confines de Heliópolis. 2
Cuando se acercaba a la ciudad, envió delante de sí doce hombres a Pentefrés, el
sacerdote de Heliópolis, con el siguiente mensaje:
3
—Me voy a detener hoy en tu casa, porque ya es mediodía y hora de comer. Es fuerte el
calor del sol; así que me voy a refrescar bajo tu techo.
4
Cuando lo oyó Pentefrés, se alegró sobremanera y exclamó: —Bendito sea el Señor
Dios de José.
5
Llamó Pentefrés al mayordomo y le dijo: 6
—Apresúrate, dispón la casa y prepara un gran
banquete, porque
José, el fuerte de Dios, viene hoy a nosotros.
7
Se enteró Asenet de que sus padres habían llegado de la hacienda y se alegró. Se dijo
entonces:
8
—Voy a ver a mi padre y a mi madre, porque han llegado ya de nuestra hacienda.
9
Asenet se apresuró a vestirse un traje de lino, confeccionado en hilo violeta y tejido en
oro, se ciñó un cinturón dorado, colocó ajorcas en torno a sus manos y pies, se puso unos
bombachos de oro, y en torno a su cuello prendió un collar. 10
Había por todas partes, en
las pulseras y en las gemas, piedras preciosas con los nombres de los dioses egipcios
inscritos en todas partes, y los rostros de las imágenes estaban grabados en las gemas. 11
Colocó sobre su cabeza una tiara, ajustó en torno a sus sienes una diadema y cubrió su
cabeza con un velo.
Asenet y su padre: proyecto de boda
41
Bajó de sus aposentos apresuradamente por la escalera, se acercó a su padre y a
su madre y los saludó.2
Se alegraron enormemente Pentefrés y su esposa por su hija
Asenet, ya que la contemplaban engalanada como novia de un dios. 3
Y sacaron todas las
cosas buenas que habían traído de su hacienda y se las dieron a su hija. 4
Se alegró
Asenet con ello y con la fruta, uvas y dátiles, y con las palomas, granadas e higos, ya que
todo estaba en sazón.5
Dijo Pentefrés a su hija Asenet: — ¡Hija! Ella respondió: — ¡Aquí
estoy, mi señor!
Añadió su padre: —Siéntate en medio de nosotros, que voy a decirte unas palabras.
6
Se sentó Asenet entre su padre y su madre. 7
Pentefrés tomó con su derecha la mano
de ella y le dijo:
-¡Hija! Respondió Asenet: —Hable, mi señor y padre.
8
Pentefrés continuó: — ¡Mira! José, el fuerte de Dios, viene hoy a nuestra casa. Él es
quien gobierna todo el territorio de Egipto; el faraón lo ha constituido gobernador de toda
nuestra tierra; él provee de trigo a todo el país y lo salvará del hambre que va a venir. 9
Es
José un varón piadoso, prudente y virgen, como tú, lleno de sabiduría y conocimientos; el
espíritu divino y la gracia del Señor están con él. 10
Así, pues, hija mía, te voy entregar a
él como esposa; serás su mujer, y él será para ti tu marido por siempre.
11
Al oír Asenet las palabras de su padre, brotó de su piel abundante sudor rojizo y fue
presa de un gran acceso de cólera. Miró con torvos ojos a su padre y replicó: 12
— ¿Por
qué habla así mi señor y padre y planea con esas palabras entregarme como prisionera
de guerra a un varón extranjero, fugitivo y vendido como esclavo? 13
¿No es ése el hijo del
pastor de Canaán, a quien su mismo padre abandonó? 14
¿No es ése el que se acostaba
con su dueña, por lo que su amo lo arrojó a tenebrosas mazmorras, y de donde lo sacó el
faraón porque interpretó sus sueños? No, me casaré con el primogénito del rey: él sí que
es el rey de toda la tierra.
15
Al oír semejante respuesta, Pentefrés no se atrevió a continuar hablando a su hija sobre
José, ya que le había respondido con jactancia y cólera.
José en casa de Asenet
51
Un criado de la comitiva de Pentefrés se acercó de un salto y dijo: —José está ante
las puertas de nuestro patio.
2
Asenet se retiró de la presencia de sus padres, subió a sus aposentos, entró en su
alcoba y se quedó junto a la ventana grande, la que mira a oriente, para ver al que llegaba
a la casa de su padre.
3
Al encuentro de José salieron Pentefrés, su esposa y toda su parentela. 4
Abrieron los
portones orientales del patio, José entró sentado en el segundo carro del faraón. 5
Llevaba
un tiro de cuatro caballos blancos como la nieve, con frenos de oro, y el carro estaba
igualmente recubierto de oro. 6
José iba revestido con una túnica extraordinariamente
blanca, y el traje que le envolvía era de púrpura, tejido en lino y oro, llevaba una corona
dorada sobre su cabeza, en torno a la corona doce gemas escogidas y sobre ellas doce
rayos de oro, y con cetro real en su mano derecha. 7
Llevaba una rama de olivo extendida
con abundante fruto.
8
Entró José en el patio, y cerraron las puertas. 9
Los extranjeros, hombres y mujeres,
aguardaron fuera, ya que los guardias de los portones habían cerrado los batientes. 10
Se
acercaron Pentefrés, su esposa y toda su familia, salvo su hija Asenet, y se prosternaron
ante José, rostro en tierra. 11
José descendió de su carro y les estrechó las manos con su
diestra.
Asenet, impresionada al ver a José
61
Vio Asenet a José y quedó su alma transida de dolor. Se conturbaron sus entrañas,
flaquearon sus piernas, tembló todo su cuerpo y fue presa de un gran temor. Dijo
entonces entre gemidos:
2
— ¿Adónde iré? ¿Dónde me voy a ocultar de su persona? ¿Con qué ojos me mirará
José, el hijo de Dios, ya que he hablado mal de él?
3
¿Adónde huiré? ¿Dónde me esconderé, puesto que descubre todo escondrijo, y nada
oculto le pasa desapercibido a causa de la gran luz que hay en él? 4
Séame propicio
ahora el Dios de José, ya que en mi ignorancia hablé perversamente. 5
¿Qué voy a ver yo,
desgraciada de mí? ¿No he hablado así: «Está al negar José, el hijo del pastor del país
de Canaán»? Pero ahora llega del cielo a nosotros el sol en su carro y ha entrado hoy en
nuestra casa. 6
Y yo, loca y osada, lo he despreciado y hablé de él perversamente, sin
saber que José es el hijo de Dios.7
¿Quién de entre los hombres, en efecto, engendrará
jamás una belleza tal? ¿Qué vientre alumbrará una luz tal? Desgraciada, insensata de mí,
que pronuncié ante mi padre palabras perversas. 8
Entrégueme ahora mi padre a José
como sirviente y esclava. Yo le serviré por siempre jamás.
Recepción en honor de José
71
Penetró José en la mansión de Pentefrés, y éste lo hizo sentar en un sitial, le lavó
los pies y le dispuso una mesa aparte, pues José no comía con los egipcios, porque tal
cosa era para él una abominación.
2
Luego preguntó José a Pentefrés y a su familia: — ¿Quién es aquella mujer que está de
pie en la terraza, junto a la ventana? ¡Que se vaya sin más de esta casa!
3
José temía que le molestase también ella, pues le importunaban todas las mujeres y las
hijas de los magnates y sátrapas de todo el territorio de Egipto para compartir su lecho. 4
Muchas mujeres e hijas de los egipcios, cuantas veían a José, sufrían mucho por su
belleza y le enviaban continuamente mensajeros con oro, plata y preciados regalos. 5
José
los devolvía con amenazas y expresiones de enojo, mientras pensaba: —No voy a pecar
ante el Dios de Israel.
6
José tenía en todo momento ante sus ojos el rostro de Jacob, su padre, y se acordaba
de todos los mandatos paternos, ya que Jacob solía decir a José y a sus hermanos: —
Hijos, guardaos cuidadosamente de las mujeres extranjeras; no os unáis a ellas, porque
eso es perdición y corrupción.
7
Por eso dijo José: — ¡Que se vaya aquella mujer de esta casa!
8
Pentefrés le respondió: —Señor, la mujer que has visto ahí arriba no es extranjera, sino
nuestra hija, doncella que odia a todo varón; ningún hombre la ha visto jamás, salvo tú,
hoy.9
Si quieres, bajará y hablará contigo, ya que nuestra hija es tu hermana.
10
Se alegró José enormemente cuando Pentefrés le dijo: «Es una doncella que odia a
todo varón».
11
Respondió José a Pentefrés y a su esposa: —Que venga, si es vuestra hija. Es
hermana mía, y la amaré desde hoy como a tal.
El encuentro: Asenet, rechazada por José
81
Subió la madre de Asenet a los aposentos superiores y la condujo a presencia de
José. Dijo entonces Pentefrés a su hija: —Saluda a tu hermano, ya que también él es
virgen, igual que tú, y odia a toda mujer extranjera, igual que tú a todo varón extranjero.
2
Dijo Asenet a José: —Te saludo, señor, bendito del Dios Altísimo. Respondió José: —
Bendígate Dios, que todo lo vivifica.
3
Pentefrés dijo a Asenet: —Adelántate y besa a tu hermano.
4
Cuando se acercaba a besar a José, extendió éste su mano derecha, la llevó hacia su
pecho y le dijo:
5
—A un varón piadoso, que bendice con su boca al Dios vivo, que come el pan bendito
de la vida, bebe la copa bendita de la inmortalidad y se unge con la unción bendita de la
incorruptibilidad no le está permitido besar a una mujer extranjera, que bendice con su
boca imágenes muertas y mudas, come de la mesa de los ídolos carnes de animales
ahogados, bebe la copa de la traición procedente de sus libaciones y se unge con la
unción de la perdición. 6
Por el contrario, un varón piadoso besará a su madre, a su
hermana de tribu y familia y a la esposa que comparte su lecho, las que bendicen con su
boca al Dios vivo. 7
Igualmente, tampoco a una mujer piadosa le está permitido besar a un
hombre extranjero, ya que eso es una abominación ante Dios.
8
Cuando oyó Asenet las palabras de José, se entristeció sobremanera y, mientras le
miraba fijamente, sus ojos se llenaron de lágrimas. 9
José la vio y la compadeció
profundamente, porque era hombre de buenos sentimientos, misericordioso y temeroso
de Dios. Alzó su mano derecha sobre la cabeza de Asenet y dijo:
10
Señor, Dios de mi padre Israel, el Altísimo, el Fuerte, que todo lo vivificas y llamas de
las tinieblas a la luz, del error a la verdad y de la muerte a la vida; tú mismo, Señor,
vivifica y bendice a esta doncella.
11
Renuévala con tu soplo, remodélala con tu mano y revivifícala con tu vida. Que coma el
pan de tu vida y beba la copa de tu bendición, ella, a la que yo escogí antes de ser
alumbrada, y que penetre en el descanso que has preparado para tus elegidos.
Retiro de Asenet
91
Se alegró profundamente Asenet por la bendición de José y se apresuró a subir a
sus aposentos. Cayó sobre su lecho, debilitada, pues no cabía en sí de alegría, tristeza y
miedo. Desde que oyó las palabras de José, que le hablaba en nombre de Dios Altísimo,
brotaba de su piel un sudor denso. 2 Rompió a llorar con grande y amargo llanto y se fue
apartando de sus dioses, a los que veneraba, mientras aguardaba que llegara la tarde. 3
Cuando terminó de comer y beber, ordenó José a sus sirvientes: —Uncid los caballos al
carro. Me marcho. Voy a girar visita a toda la ciudad y la comarca.
4
Dijo entonces Pentefrés a José: —Pase aquí hoy la noche mi señor, y mañana por la
mañana emprenderás tu camino.
5
Respondió José: —No. Voy a partir hoy, ya que es el día en que Dios comenzó a crear
sus obras. Al octavo día retornaré de nuevo a vosotros y pasaré la noche aquí.
Penitencia de Asenet
101
Entonces se marcharon a su campo Pentefrés y su familia, 2
y Asenet quedó
sola con sus doncellas. Sin ánimo ninguno, se entregó al llanto hasta que se puso el sol.
No probó alimento ni bebida y permaneció insomne mientras todos dormían.3
Abrió la
puerta de su aposento y bajó al portón, donde encontró a la portera durmiendo con sus
hijos.
4
A toda prisa, Asenet cogió del batiente la piel que hacía de cortina, la llenó de ceniza, la
subió al piso superior y la depositó en el suelo.
5
Cerró la puerta firmemente, colocó el travesano de hierro sobre ella y se puso a gemir
con grandes sollozos y lágrimas. 6
La doncella preferida de Asenet escuchó los gemidos
de su dueña. Despertó a las restantes doncellas y se acercó al aposento de su señora,
pero encontró la puerta cerrada. 7
Al oír los sollozos y el llanto de Asenet, dijo: — ¿Por
qué estás triste, ama mía? ¿Qué es lo que te importuna? ¡Ábrenos y que te veamos!
8
Asenet, encerrada, les dijo desde el interior: —Tengo mucho dolor de cabeza y estoy
descansando en mi lecho. No tengo fuerzas para abriros, porque siento desfallecer todos
mis miembros. Id cada una a vuestra alcoba.
9
Se puso en pie Asenet, abrió suavemente la puerta y fue a su segunda cámara, donde
estaban los arcones de sus galas. Abrió un cofre y sacó una túnica negra, del color del
hollín.10
Era la túnica de su duelo, la que vistió cuando murió su hermano primogénito. 11
Se despojó Asenet de su traje real y se vistió el negro, soltó su cinturón dorado y se ciñó
un cordel. Arrojó luego de su cabeza la tiara y la diadema y de sus manos las pulseras.
12
Tomó el traje entero, su predilecto, y lo lanzó por la ventana a los pobres. 13
Y cogió
todos sus innumerables dioses de oro y plata, los trituró en menudos pedacitos y los lanzó
a los mendigos y necesitados. 14
Tomó Asenet su regia comida, sus viandas suculentas,
pescados y carnes y todo lo sacrificado a sus dioses, los vasos de vino para la libación, y
lo lanzó por la ventana para alimento de los perros.
15
Cogió después la ceniza y la esparció sobre el suelo. 16
Tomó un tejido basto, de saco,
y se ciñó con él la cintura; desbarató el peinado de su cabeza y se cubrió de ceniza. 17
Golpeó su pecho enérgicamente con las dos manos, se postró sobre la ceniza y anduvo
llorando amargamente toda la noche entre sollozos, hasta el alba. 18
Se levantó entonces
Asenet y vio que la ceniza era bajo su cuerpo como barro a causa de sus lágrimas.
19
Cayó de nuevo Asenet sobre su rostro, en la ceniza, hasta que se puso el sol. 20
Y así
hizo la joven durante siete días, sin probar absolutamente nada.
Entre el arrepentimiento y la confesión
11 1
A l octavo día alzó la cabeza Asenet del suelo donde yacía, ya que tenía los
miembros paralizados de tanta postración.
Confesión de Asenet
121
Extendió las manos hacia oriente, levantó los ojos al cielo y dijo:
2
—Señor, Dios de los siglos, que otorgas a todos el soplo de vida, que sacaste lo invisible
a la luz, que creaste todo e hiciste patente lo no aparente.
3
Tú que pusiste en lo alto el cielo y cimentaste la tierra sobre las aguas, que fijaste sobre
el abismo acuoso las grandes rocas, que no se hundirán, sino que estarán cumpliendo tu
voluntad hasta el fin:
4
Señor, mi Dios, a ti clamo. Atiende mi súplica. A ti voy a confesar mis pecados, ante ti
desvelaré mi iniquidad.
5
Pequé, Señor, pequé; falté a tu ley y a tu veneración, y llegué a proferir perversidades
ante ti. Está manchada, Señor, mi boca, por los sacrificios de los ídolos y de la mesa de
los dioses egipcios.
6
Pequé, Señor, ante ti, pequé y falté a tu veneración adorando imágenes muertas y
mudas; no soy digna de abrir mi boca para hablarte, miserable de mí.
7
Pequé, Señor, ante ti, yo, la hija del sacerdote Pentefrés, la altiva y desdeñosa; a ti
elevo, Señor, mi súplica, a ti dirijo mi clamor. Sálvame de quienes me persiguen, pues
vengo a refugiarme junto a ti, como el niño junto a su padre y su madre.
8
Señor, extiende tus manos sobre mí como padre amante y tierno con sus hijos;
arrebátame de la mano del enemigo.
9
Mira que el antiguo y feroz león me anda persiguiendo; sus hijos son los dioses de los
egipcios, a los que yo arrojé de mí haciéndolos añicos, y su padre, el diablo, intenta
engullirme.
10
Señor, sálvame de sus garras, y de su boca sácame, no sea que, como un lobo, me
rapte y me desgarre y me lance al abismo de fuego o a la tempestad del mar, y me
engulla el gran monstruo marino.
11
Sálvame, Señor, pues estoy sola, ya que mi padre y mi madre me aborrecen, pues he
destruido sus dioses, haciéndolos añicos. Ahora estoy huérfana y abandonada; no hay
para mí esperanza alguna si no es en ti, Señor, porque tú eres el padre de los huérfanos,
y de los perseguidos, escudo protector, y de los oprimidos, defensor.
12
Mira todas las riquezas de mi padre, Pentefrés, que son momentáneas y perecederas,
mientras que tus palacios, Señor, son incorruptibles y permanecen para siempre.
Plegaria de Asenet
131
Ayuda mi orfandad, Señor, porque en ti he buscado refugio.
2
Observa cómo me he despojado de mi regia vestimenta, tejida en oro y me he vestido
una túnica negra. 3
He soltado mi cinturón de oro y me he ceñido con cuerda y saco. 4
He
arrojado de mi cabeza la diadema y la he cubierto de ceniza. 5
Mira cómo el suelo de mi
cámara, incrustado de piedras variadas y purpúreas y rociado de perfumes, está regado
por mis lágrimas y totalmente cubierto de polvo. 6
Mira, mi Señor, el abundante barro de
mi alcoba, formado por el polvo y por mis lágrimas, igual que en un ancho camino.7
Mira,
Señor, que mi comida regia y mis viandas suculentas las he arrojado a los perros. 8
En
siete días y siete noches no he probado pan ni bebido agua; mi boca está seca como la
piel de un tambor; mi lengua, como un cuerno, y mis labios, como un guijarro. Mi rostro
está enjuto, y mis ojos se consumen por el ardor de mis lágrimas.
9
Perdóname, Señor, porque he pecado contra ti en mi ignorancia y he proferido palabras
contra José, mi señor. 10
Y no sabía, desgraciada de mí, que es tu hijo, Señor, ya que la
gente me dijo que José era hijo del pastor de Canaán. Yo les di crédito, me extravié y
desprecié a tu elegido, José; proferí contra él perversas palabras, sin saber que es tu hijo.
11
¿Qué mujer ha alumbrado una belleza tal? ¿Quién puede compararse a José en
sabiduría y poder? A ti te lo encomiendo, Señor, porque lo amo más que a mi alma. 12
Guárdalo con la sabiduría de tu gracia y entrégame a él como su sierva, para que le lave
los pies, le sirva y sea su esclava todos los días de mi vida.
Epifanía celeste
14 1
Cuando concluyó Asenet su confesión ante el Señor, se alzó del cielo, por el
oriente, el lucero matutino. Asenet lo vio, se regocijó y exclamó:
2
—En verdad me ha escuchado el Señor, Dios, ya que esa estrella es mensajero y
heraldo de la luz del gran día.
3
Entonces, cerca del lucero del alba, se rasgó el cielo, y apareció una luz inexpresable. 4
Cayó Asenet sobre su rostro en la ceniza, y se llegó a ella un hombre del cielo. Se quedó
junto a su cabeza y la llamó: — ¡Asenet!
5
Ella respondió: — ¿Quién me acaba de llamar? La puerta de mi alcoba está cerrada, y la
torre es alta. ¿Cómo ha penetrado en mi cámara?
6
El hombre la llamó por segunda vez: — ¡Asenet! ¡Asenet! Replicó ella: —Aquí estoy,
señor; dime quién eres tú.
7
Respondió el hombre: —Soy el comandante de la casa del Señor y general en jefe de
todo el ejército del Altísimo. Ponte en pie, que voy a hablarte.
8
Levantó ella sus ojos y vio a un hombre en todo parecido a José: en el vestido, corona y
el bastón regio.
9
Pero su rostro era como el relámpago, sus ojos como el resplandor del sol, los cabellos
de su cabeza como llama de fuego y sus manos y pies como metal fundido. 10
Asenet lo
vio y cayó sobre el rostro a sus pies con gran temor y estremecimiento. 11
El hombre le
dijo: —Tranquilízate, Asenet, y no tengas miedo; ponte en pie, que voy a hablarte.
12
Se puso en pie Asenet, y el hombre añadió: —Despójate de la túnica negra que llevas
encima y del saco de tu cintura; sacude de tu cabeza la ceniza y lava tu rostro con agua
fresca.
13
Vístete con un traje nuevo, inmaculado, y ciñe tu cintura con el cinturón brillante y doble
de tu virginidad. 14
Vuelve luego a mí, porque voy a comunicarte las palabras que se te
envían.
15
Penetró Asenet en su aposento, donde estaban los arcones de sus galas, abrió un cofre
y tomó un traje nuevo, excelente; se despojó de su túnica negra y se vistió una nueva y
brillante. 16
Soltó la cuerda y el saco de su cintura y se ciñó el doble cinturón brillante de
su virginidad, uno en torno a su talle y otro sobre el pecho.
17
Sacudió de su cabeza la ceniza, se lavó el rostro con agua pura y cubrió su cabeza con
un velo hermoso y distinguido.
Mensaje y promesa
15 1
Se acercó entonces al hombre, y éste, al verla, le dijo: —Retira el velo de tu
cabeza, ya que eres una virgen santa, y tu cabeza es como la de un hombre joven.
2
Lo retiró, pues, de su cabeza y el hombre le dijo: —Ten ánimo, Asenet; el Señor ha
escuchado las palabras de tu confesión.
3
Ten ánimo, Asenet, porque tu nombre está escrito en el libro de la vida y no será borrado
jamás. 4
A partir de hoy vas a ser renovada, remodelada y revivificada; vas a comer el pan
de vida, a beber la copa de la inmortalidad, y serás ungida con la unción de la
incorruptibilidad.
5
Ten ánimo, Asenet; el Señor te ha dado a José como esposa, y él va a ser tu esposo. 6
Ya no serás llamada Asenet, sino que tu nombre será «Ciudad de Refugio», ya que en ti
se refugiarán muchas naciones, y bajo tus alas se abrigarán muchos pueblos, y en tu
muralla serán protegidos quienes se unan a Dios a través de la conversión. 7
La
conversión es hija del Altísimo e intercede ante él continuamente por ti y por todos los que
se arrepienten, puesto que el Altísimo es padre de la conversión, y ella es la madre de las
vírgenes. En todo momento ruega por los que se arrepienten, ya que a los que la aman
les ha preparado una cámara nupcial celeste, y ella misma les servirá por siempre.8
Es la
conversión una virgen sumamente bella, pura, santa y dulce, y el Dios Altísimo la ama, y
todos los ángeles la respetan. 9
Ahora me voy junto a José y le hablaré acerca de ti; él
vendrá a tu casa hoy, te verá, se alegrará con tu presencia y será tu esposo. 10
Oye,
Asenet, lo que finalmente te digo: vístete un traje de boda, tu traje del principio, el primero,
el depositado en tu alcoba; rodéate de todas tus galas preferidas, engalánate como una
esposa y estate preparada para el encuentro con él. 11
Hoy vendrá a tu casa, te verá y se
alegrará.
12
Cuando terminó el hombre de hablar a Asenet, ella se regocijó enormemente. Cayó a
sus pies y le dijo:
13
—Bendito sea el Señor Dios, el que te envió para salvarme de las tinieblas y
conducirme de nuevo a la luz, y bendito su nombre por siempre.
14
Te hablaré, señor, si es que he hallado gracia ante ti: siéntate un poco en el lecho,
mientras dispongo una mesa y algunos alimentos; come, y te traeré un buen vino, cuyo
aroma llega al cielo; bebe, y entonces continuarás tu camino.
Purificación
161
El hombre le dijo: —Tráeme un panal de miel.
2
Respondió Asenet: —Voy a enviar a alguien, señor, a mi hacienda y te traeré un panal
de miel.
3
Repuso el hombre: —Entra en tu alcoba y encontrarás un panal.
4
Entró Asenet en su aposento y encontró un panal sobre la mesa, blanco y brillante como
la nieve, lleno de miel, y su aroma era perfume de vida. 5
Tomó Asenet el panal y se lo
llevó al hombre. Este le dijo: — ¿Por qué dijiste: «No hay panal de miel en mi casa», y
luego resulta que me lo traes?
6
Respondió Asenet: —No tenía, señor, ningún panal en mi casa, pero ha sucedido como
dijiste. ¿Salió acaso de tu boca? Su aroma es como el olor del perfume.
7
El hombre extendió su mano, asió la cabeza de ella y añadió: —Feliz tú, Asenet, porque
te han sido revelados los secretos de la divinidad, y felices los que se unen a Dios por la
conversión, porque comerán de ese panal. 8
Semejante miel ha sido elaborada por las
abejas del paraíso, y los ángeles se alimentan de ella, y todo el que la come no morirá
jamás. 9
El hombre extendió su mano derecha, partió un trozo de panal y comió; y con su
propia mano puso otro trozo en la boca de Asenet. 10
Volvió a extender la mano y posó su
dedo en el extremo del panal que mira al oriente, y la huella del dedo se convirtió en
sangre.
11
Tendió la mano por segunda vez y puso su dedo sobre el extremo del panal que mira al
norte, y la huella del dedo se convirtió en sangre. 12
Asenet estaba en pie a su izquierda y
observaba todo cuanto iba haciendo el hombre. 13
De las celdillas del panal salieron unas
abejas blancas y brillantes como la nieve, y sus alas eran como de púrpura y violeta;
sobre sus cabezas había unas diademas de oro, y sus aguijones eran afilados. 14
Todas
las abejas se posaron en Asenet, de los pies a la cabeza, y otras, grandes como reinas,
tocaron a la joven en los labios.
15
El hombre ordenó a las abejas: —Retiraos a vuestros sitios.
16
Se alejaron de Asenet todas, cayeron a tierra y murieron. 17
El hombre añadió: —
Resucitad y volved a vuestro sitio. Resucitaron y se alejaron todas juntas hacia el patio
adosado al de Asenet.
Vinal de la aparición
171
Dijo el hombre a la doncella: — ¿Has visto semejante cosa? Respondió: —Sí,
señor, lo he visto todo.
2
El hombre añadió: —Así ocurrirá con las palabras que te he dicho.
3
Tocó el hombre la miel, y subió de la mesa un fuego que devoró el panal. De la
combustión surgió un perfume que llenó toda la alcoba.
4
Asenet dijo al hombre: —Hay aquí, señor, siete doncellas que me sirven, criadas
conmigo desde mi infancia, alumbradas conmigo en una misma noche. Yo las amo. Así
que las voy a llamar para que las bendigas como lo has hecho conmigo. 5
E1 hombre dijo:
—Llámalas.
Así lo hizo Asenet, y el hombre las bendijo con estas palabras: —El Dios Altísimo os
colmará de bendiciones por siempre.
6
Dijo el hombre a Asenet: —Retira la mesa.
Asenet se dio la vuelta para cambiar de sitio la mesa, y en ese momento el hombre se
alejó de su vista. Asenet vio como un carro de fuego arrebatado al cielo hacia oriente. 7
Dijo Asenet: —Ten misericordia de tu esclava, señor, ya que por mi ignorancia he hablado
malamente ante ti.
Regreso de José: Asenet, a su encuentro
181
Al tiempo de suceder tales cosas, llegó un joven, miembro de la comitiva de José,
con este anuncio: —José, el fuerte de Dios, viene hoy a vuestra casa.
2
Asenet llamó al mayordomo y le ordenó: —Prepárame un buen banquete, porque José,
el fuerte de Dios, viene hoy a nuestra casa.
3
Entró Asenet en su alcoba, abrió su cofre y sacó su traje, el primero, brillante como un
relámpago, y se lo puso. 4
Se ciñó un cinturón refulgente, regio, hecho con piedras
preciosas. 5
Colocó alrededor de sus manos unas pulseras de oro y en sus piernas unos
bombachos dorados, y un preciado collar en su cuello, y en torno a su cabeza una corona
de oro, en cuya parte delantera había piedras de gran valor. 6
Con un velo cubrió su
cabeza. 7
Dijo a su sirvienta: —Tráeme de la fuente agua pura. Asenet se inclinó sobre el
agua de la jofaina. Su rostro era como el sol, y sus ojos como el lucero del alba al salir.
José, recibido por Asenet
191
Llegó un esclavo pequeño y dijo a Asenet: —Mira, José está a las puertas de
nuestro patio.
Asenet bajó con las siete doncellas a su encuentro.
2
Cuando la vio José le dijo: —Acércate a mí, virgen santa, pues he recibido sobre ti
buenas noticias desde el cielo; de allí me han dicho todo acerca de ti.
3
Tendió José sus brazos y rodeó con ellos a Asenet, y ella a José, y se abrazaron
durante largo rato, mientras se reanimaba su espíritu.
Anuncio de esponsales
201
Asenet le dijo: —Ven, señor, entra en mi casa. Le tomó por su mano derecha y le
condujo al interior de su mansión.
2
Sentó a José en el sitial de Pentefrés, su padre, y trajo agua para lavar sus pies. José le
dijo: —Que venga una de las doncellas y lave mis pies.
3
Asenet le replicó: —De ninguna manera, señor: mis manos son tus manos y tus pies son
los míos; ninguna otra te lavará los pies.
Le convenció a la fuerza, y le lavó los pies. 4
Tomó José la mano derecha de la joven y la
besó repetidamente, y Asenet le besó a él en la cabeza. 5
Llegaron de su hacienda los
padres de Asenet y la vieron sentada con José, vestida con el traje de boda. Se alegraron
por ello y glorificaron a Dios. Luego comieron y bebieron. 6
Pentefrés dijo a José: —
Mañana voy a llamar a los magnates y sátrapas de Egipto. Prepararé vuestra boda, y
tomarás a Asenet por esposa.
7
Pero respondió José: —Voy a informar primero al faraón acerca de Asenet, porque él es
mi padre; él será quien me la dé por esposa.
8
Permaneció José aquel día en casa de Pentefrés, pero no se llegó a Asenet, pues
pensaba: —No está bien que un hombre piadoso se acueste con su mujer antes de la
boda.
La boda
21 1
Se levantó José a la mañana siguiente, se marchó al palacio del faraón y
conversó con él acerca de Asenet.2
El monarca envió a buscar a Pentefrés y a la
muchacha. 3
E1 faraón quedó asombrado ante la belleza de la doncella y exclamó: —
Bendígate el Señor, Dios de José, que te escogió para esposa suya, porque él es el hijo
primogénito de Dios. Tú serás llamada hija del Altísimo, y José será tu esposo por
siempre.
4
Tomó el faraón unas coronas de oro y las colocó sobre sus cabezas, y dijo: —El Dios
Altísimo os bendiga y os colme de bienes por siempre.
5
El faraón les hizo volverse el uno hacia el otro, y ellos se besaron repetidamente. 6
Celebró el faraón sus bodas y dispuso un banquete con abundante bebida durante siete
días. 7
Convocó a todos los gobernadores de Egipto e hizo proclamar el siguiente pregón:
—Todo aquel que haga algún trabajo en los siete días de la boda de José y Asenet morirá
con horrible muerte.
8
Concluidas las bodas y terminado el banquete, José se llegó a Asenet, y ella concibió de
José. Dio a luz a Manases y a su hermano Efraín en la casa de José.
Visita al padre de José
221
Después de todo esto, pasaron los siete años de abundancia y comenzaron los
siete de hambre. 2
Cuando oyó hablar Jacob de José, su hijo, se fue a Egipto con toda su
familia, el día veintiuno del segundo mes, y se asentó en la región de Gesén. 3
Dijo
entonces Asenet a José: —Iré a ver a tu padre, ya que él, Israel, es también mi padre.
José le propuso: —Hagamos el viaje juntos.
4
Marcharon José y Asenet a la región de Gesén, y salieron a su encuentro los hermanos
de José y se prosternaron en tierra. 5
Llegaron junto a Jacob, que los bendijo y besó
tiernamente. Asenet se colgó del cuello de su padre, Jacob, y lo besó tiernamente. 6
Después comieron y bebieron.
7
Se pusieron en camino José y Asenet hacia su casa, y Simeón y Leví les servían de
escolta, ya que sus enemigos les envidiaban. Leví iba a la derecha de Asenet, y Simeón a
la izquierda. 8
Asenet asió la mano de Leví, porque le amaba como a un profeta, varón
piadoso y temeroso del Señor. 9
Leví vio unas palabras escritas en el cielo, las leyó y se
las reveló a Asenet en secreto. Además vio en las alturas el lugar de reposo para ella.
Celos del hijo del faraón: planes de venganza
231
Sucedió que, cuando pasaban José y Asenet, los vio desde lo alto de la muralla
el hijo primogénito del faraón. 2
Al ver a Asenet, se volvió loco por ella a causa de su
extraordinaria belleza. El hijo del faraón envió mensajeros para llamar a su presencia a
Simeón y a Leví.
3
Cuando llegaron a palacio y estuvieron ante el hijo del faraón, éste les dijo: —Sé que
sois hombres fuertes, más que el resto de los habitantes del país, y que vuestra diestra
destruyó la ciudad de los siquemitas, y que vuestras espadas acabaron con treinta mil
guerreros. 4
Os exhorto a que os apresuréis a ayudarme, y os aceptaré como compañeros
y os daré muchas piezas de oro y plata, esclavos y esclavas, casas y grandes haciendas.
Alzaos, pues, en armas conmigo y tened compasión de mí, ya que he sido injuriado por
vuestro hermano José, que ha tomado a Asenet por esposa, una mujer que me estaba
prometida desde hace mucho tiempo. 5
Venid conmigo. Lucharé contra José, lo mataré
con mi espada y tomaré a Asenet por esposa, y vosotros seréis mis hermanos y mis
amigos hasta el fin.6
En cambio, si no escucháis mis palabras, os mataré con mi espada.
Mientras así hablaba, desenvainó su espada y se la mostró.7
Simeón, sin embargo, que
era hombre audaz y animoso, sacó su propia espada de la vaina y quiso herir al hijo del
faraón. 8
Pero Leví advirtió el propósito de Simeón, pues era profeta y veía con
anterioridad todo lo que iba a suceder. Leví pisó entonces el pie derecho de Simeón hasta
hacerle daño, indicándole así que cesara en su cólera. 9
Leví le dijo: — ¿Para qué te
irritas contra él? Nosotros somos hijos de un hombre piadoso, y no está bien que un
hombre así devuelva mal por mal a su prójimo.
10
Dijo entonces Leví a su prójimo, el hijo del faraón, con mansedumbre de espíritu y
rostro alegre: — ¿Por qué, mi señor, pronuncias tales palabras ante nosotros? Somos
hombres piadosos; nuestro padre es siervo del Dios Altísimo, y José, nuestro hermano, es
amado de Dios. 11
¿Cómo vamos a cometer semejante maldad ante Dios? Óyenos ahora
y guárdate de pronunciar más palabras como ésas acerca de nuestro hermano José. 12
Si
te empeñas en tan perverso plan, aquí están nuestras espadas desenvainadas ante ti.
13
Sacaron sus espadas de las vainas, y dijeron: —¿Has visto espadas como éstas? Con
ellas vengó el señor Dios el ultraje de los hijos de Israel, el que los siquemitas cometieron
con nuestra hermana Dina, a la que mancilló Siquén, el hijo de Emmor.
14
Vio el hijo del faraón sus sables desenvainados, y sintió temor; comenzó a temblar y
cayó sobre su rostro, a sus plantas. 15
Leví tendió su mano y lo puso de nuevo en pie con
estas palabras: —No temas, pero guárdate de pronunciar contra nuestro hermano una
sola palabra perversa.
16
Y se alejaron de él, dejándolo temblando y atemorizado.
Alianzas y plan de operaciones
24 1
El hijo del faraón estaba apesadumbrado y muy afligido a causa de Asenet, y
sufría muchísimo. 2
Sus esclavos le dijeron al oído: —Los hijos de Bala y Zelfa, las siervas
de Lea y Raquel, mujeres de Jacob, son enemigos de José y Asenet y los ven con malos
ojos; ellos obrarán de acuerdo con tu deseo.
3
Envió el hijo del faraón mensajeros a buscarlos, y ellos llegaron a su presencia de
noche. Les dijo entonces el hijo del faraón: —Sé que sois hombres valientes.
4
Gad y Dan, los hermanos mayores, respondieron al hijo del faraón: —Diga nuestro señor
a sus servidores lo que planea, que vamos a realizar su deseo.
5
El hijo del faraón sintió una enorme alegría y dijo a sus sirvientes: —Apartaos de aquí,
que quiero comunicar a estos hombres mis planes en secreto.
6
Salieron todos los sirvientes, y el hijo del faraón les dijo estas mentirosas palabras: —
Bendición y muerte están dispuestas ante vosotros. Escoged la bendición y no la muerte.
7
Mirad, yo sé que sois valientes, que no vais a morir como mujeres, sino que os portaréis
como hombres y rechazaréis a vuestros enemigos.
8
Añadió: —He oído a vuestro hermano José decir al faraón, mi padre: «Dan y Gad son
hijos de las esclavas; no son mis hermanos. 9
Aguardaré pacientemente la muerte de mi
padre; acabaré con ellos y con toda su parentela para que no compartan con nosotros la
herencia, ya que son hijos de esclavas. Semejante gente es la que me vendió a los
ismaelitas. 10
Les voy a devolver las maldades que contra mí cometieron tan pronto como
muera mi padre». 11
El faraón, mi padre, le alabó con estas palabras: «Has hablado
estupendamente, hijo; así que toma unos cuantos valientes de entre mis guerreros y ve
secretamente contra ellos, tal como hicieron contigo, que yo voy a ser tu defensor».
12
Así que oyeron aquellos hombres las frases del hijo del faraón, se conturbaron
muchísimo y respondieron con gran tristeza: —Te lo pedimos, señor, socórrenos; si
ordenas algo a tus esclavos, lo haremos.
13
El hijo del faraón les dijo: —Voy a matar a mi padre esta misma noche, porque él es
como un padre para José. Matad también vosotros a José y tomaré a Asenet por esposa.
14
Dan y Gad respondieron: —Haremos cuanto nos ordenas. Hemos oído a José decir a
Asenet: «Ve por la mañana a nuestra hacienda, porque es el momento de la vendimia». Y
le ha dado seiscientos hombres aguerridos y cincuenta exploradores para acompañarla.
15
Cuando oyó el hijo del faraón tales palabras, dio a cada uno de los cuatro más de
quinientos hombres, y a ellos los puso como jefes y comandantes. 16
Dan y Gad dijeron al
hijo del faraón: —Vamos a marchar de noche a tender una emboscada hacia el torrente.
Nos ocultaremos entre la espesura de los juncos. 17
Tú toma contigo cincuenta arqueros
de a caballo y avanza por delante; llegará Asenet, caerá en nuestras manos, y
destrozaremos a los hombres de su escolta. 18
Asenet huirá con su carro y caerá en tus
manos, y harás con ella lo que desea tu alma. 19
Después mataremos a José, mientras
sufre por Asenet, y mataremos también a sus hijos ante sus ojos.
20
El hijo del faraón se regocijó al oír tales palabras y envió con ellos a dos mil guerreros.
21
Llegaron al torrente y se ocultaron entre espesos juncos, mientras otros quinientos
tomaban posiciones delante, mediando entre ellos un ancho camino.
El plan, en marcha
25 1
Se acercó el hijo del faraón a la cámara de su padre para matarlo, pero los
guardias le impidieron entrar. 2
E1 hijo del faraón les dijo: —Voy a ver a mi padre, pues
marcho a vendimiar la última viña que planté.
3
Los guardias le respondieron: —Tu padre está sufriendo mucho y ha pasado la noche
sin dormir; ahora está tranquilo y nos ha ordenado que nadie entre, ni siquiera su
primogénito.
4
Él se marchó encolerizado, tomó cincuenta arqueros de a caballo y salió al frente de
ellos, como le habían dicho Dan y Gad. 5
Neftalí y Aser dijeron a Dan y Gad: — ¿Por qué
cometéis de nuevo maldades contra nuestro padre Israel y nuestro hermano José? Dios lo
guarda como a la niña de sus ojos.
6
¿No lo vendisteis ya una vez? Hoy es el rey de todo el territorio, su salvador y proveedor
de trigo. 7
Si ahora maquináis perversamente contra él, invocará en su socorro al Dios de
Israel, y Dios enviará desde el cielo fuego que os devorará, y los ángeles de Dios
lucharán contra vosotros.
8
Pero sus hermanos mayores, Dan y Gad, se irritaron con ellos y respondieron: — ¿Es
que vamos a morir como mujeres? ¡No suceda tal! Y salieron al encuentro de José y
Asenet.
La emboscada
261
Al día siguiente por la mañana se levantó Asenet y dijo a José: —Voy a nuestra
hacienda, pero tengo miedo de que te separes de mí.
2
Le respondió José: —Tranquilízate, no temas; vete porque el Señor está contigo y te
guardará de toda maldad como a la niña de sus ojos. 3
Yo iré a mi distribución de trigo y
repartiré grano a todos los habitantes de la ciudad, para que nadie perezca de hambre en
el territorio de Egipto.
4
Emprendió Asenet su camino, y José se marchó a su distribución de trigo. 5
Llegó la
joven al lugar del torrente con los seiscientos hombres. Entonces, de repente, saltaron de
su escondrijo los de la escolta del hijo del faraón y trabaron combate con los guerreros de
Asenet, degollaron a todos con sus espadas y mataron a todos los exploradores de la
muchacha, 6
y ésta huyó con su carro. 7
Leví, el hijo de Lea, en su calidad de profeta,
supo todo lo que sucedía y contó a sus hermanos el peligro que corría Asenet. Se ciñó
cada uno de ellos su espada, fijaron escudos en sus brazos, tomaron lanzas en sus
diestras y se lanzaron tras Asenet en rápida carrera. 8
Huía Asenet cuando el hijo del
faraón salió a su encuentro con cincuenta hombres. Al verlo, Asenet fue presa de temor y
comenzó a temblar.
El hijo del faraón, derrotado
271
Estaba Benjamín sentado con ella en el carro. 2
Era éste un joven robusto, como
de dieciocho años; había en él una belleza inexpresable, fuerza como la de un cachorro
de león, y era temeroso de Dios.
3
Echó pie a tierra y tomó del torrente una piedra redonda, la sujetó bien con su mano y la
lanzó contra el hijo del faraón. Le alcanzó en su sien izquierda y le causó una herida
grande y profunda. Este, medio muerto, cayó de su caballo. 4
Benjamín subió corriendo a
una roca y dijo al auriga de Asenet: —Alcánzame cincuenta piedras del torrente.
5
Este se las dio. Benjamín las lanzó y mató a los cincuenta hombres que estaban con el
hijo del faraón, clavándoles las piedras en las sienes.
6
Entonces, los hijos de Lea, Rubén y Simeón, Leví y Judas, Isacar y Zabulón, se lanzaron
en persecución de los emboscados, cayeron sobre ellos repentinamente y los seis
hermanos solos aniquilaron a los dos mil hombres. 7
Huyeron los dos hermanos, los hijos
de Bala y Zelfa, y dijeron: —Nuestros planes se han ido abajo por la actuación de
nuestros hermanos: ha muerto el hijo del faraón a manos de Benjamín, y todos los que
estaban con él han perecido por su brazo. Vayamos ahora y matemos a Asenet y a
Benjamín y huyamos a la espesura de los juncos.
8
Y llegaron con sus espadas desenvainadas llenas de sangre. Asenet los vio y dijo: —
Señor, Dios mío, que de la muerte me has hecho vivir y que me dijiste: «Tu alma vivirá por
siempre jamás», sálvame de esas gentes.
Escuchó el Señor Dios su voz e inmediatamente cayeron las espadas de sus manos a
tierra y se disolvieron como ceniza.
La misericordia de Asenet
281
Vieron los hijos de Bala y Zelfa el prodigio acaecido y, presa del temor, dijeron:
—El Señor combate contra nosotros en favor de Asenet.
2
Cayeron con el rostro en tierra y se postraron ante Asenet, diciendo: —Ten piedad de
nosotros, tus siervos, pues eres nuestra dueña y reina; hemos sido malvados contigo y
con nuestro hermano José.3
Ahora Dios nos retribuye con lo que merecemos; por eso te
suplicamos, nosotros tus siervos, que te compadezcas de nosotros y nos salves de las
manos de nuestros hermanos, porque ellos son los vengadores del ultraje cometido
contra ti, y sus espadas están frente a nosotros.
4
Les respondió: —Tranquilizaos; no temáis. Vuestros hermanos son hombres piadosos y
no devuelven mal por mal a nadie. 5
Marchad hacia la espesura de los juncos hasta que
yo los aplaque y haga cesar su cólera, una vez que habéis actuado con enorme osadía
frente a ellos. 6
Tranquilizaos; no temáis. El Señor decidirá entre mí y vosotros. 7
Dan y
Gad huyeron a la espesura de los juncos.8
Llegaron entonces los hijos de Lea, corriendo
como ciervos contra ellos, y Asenet bajó de su carro y les estrechó las manos con
lágrimas. 9
Ellos se prosternaron a tierra ante la joven y empezaron a lamentarse a
grandes voces, mientras buscaban a sus hermanos, los hijos de las siervas, para hacerlos
morir.
10
Asenet les dijo: —Perdonad a vuestros hermanos y no les hagáis mal, pues el Señor ha
sido mi escudo y ha convertido en cenizas las espadas de sus manos, como sucede a la
cera en presencia del fuego. 11
Ya es bastante que el Señor combata por nosotros; sólo
os queda perdonar a vuestros hermanos.
12
Replicó Simeón a Asenet: — ¿Por qué habla nuestra dueña en favor de sus enemigos?
13
No, los atravesaremos con nuestras espadas, porque han tramado asechanzas por dos
veces contra nuestro padre, Israel, contra nuestro hermano José y hoy contra ti.
14
Asenet insistió: —Hermano, no devolverás mal por mal a tu prójimo, porque es el Señor
quien vengará ese ultraje.
15
Entonces Simeón abrazó a Asenet. Leví se acercó a ella, besó tiernamente su mano
derecha y la bendijo. 16
Y así salvó Asenet a los dos de la cólera de sus hermanos, que no
los mataron.
Dolor y felicidad
291
El hijo del faraón se levantó del suelo, se sentó y escupió sangre por la boca,
pues la sangre fluía de su sien hasta sus labios.2
Benjamín corrió hacia él, tomó su
espada y la sacó de la vaina, ya que él no portaba armas.3
Cuando estaba a punto de
descargar un golpe contra el hijo del faraón, corrió Leví, le cogió la mano y dijo: —
Hermano, no cometas semejante acción, pues nosotros somos hombres piadosos, y no
está bien que un hombre tal devuelva mal por mal, ni pisotee al caído, ni aplaste al
enemigo hasta su muerte. 4
¡Ea!, curémosle la herida y, sí llega a vivir, será nuestro
amigo, y su padre, el faraón, nuestro padre.
5
Leví puso en pie al hijo del faraón, enjugó la sangre de su rostro, le vendó la herida, lo
subió a su caballo y lo acompañó junto a su padre.
6
Leví explicó a éste lo que había acaecido. 7
El faraón se levantó de su trono y se
prosternó en tierra ante Leví. 8
A1 tercer día murió el hijo del faraón a consecuencia de la
herida producida por la piedra de Benjamín.
9
Hizo duelo el faraón por su hijo primogénito y, a causa de la pena, enfermó.
10
Murió el faraón a los ciento nueve años y transmitió su corona a José. 11
José reinó en
Egipto durante cuarenta y ocho años y dejó la corona al nieto del faraón. Fue José en
Egipto como su padre.

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Historia de José y Asenet

  • 1. JOSÉ Y ASENET Érase una vez... 1 1 Sucedió que, el primer año de los siete de prosperidad, el día quinto del segundo mes, envió el faraón a José a girar visita a todo el territorio de Egipto. 2 Llegó José a los confines de Heliópolis en el cuarto mes del primer año, el decimoctavo día del mes, 3 mientras iba recogiendo el trigo de aquella región como arena del mar. 4 Había en aquella ciudad un sátrapa del faraón, que era el superior de todos los gobernadores y magnates del monarca. 5 Este varón era muy rico, sensato y mesurado y actuaba como consejero del faraón. Tenía por nombre Pentefrés, y era el sacerdote de Heliópolis. 6 Tenía este personaje una hija, virgen, de elevada estatura, como de dieciocho años. Era de buen porte y bellísima, más que ninguna otra doncella del país.7 No tenía nada en común con las hijas de los egipcios, sino que se parecía en todo a las israelitas. 8 Era alta como Sara, grácil como Rebeca y hermosa como Raquel. El nombre de aquella virgen era Asenet.9 La fama de su belleza se extendió por todo el territorio, incluso hasta sus últimos confines, e intentaban conseguir su mano los hijos de los magnates y reyes, todos ellos jóvenes. 10 Existía una gran rivalidad entre ellos por su causa, y estaban dispuestos a pelearse unos con otros por Asenet. 11 Oyó hablar de ella el primogénito del faraón y suplicaba insistentemente a su padre que se la diese por esposa. 12 Le decía una y otra vez: —Dame a Asenet, la hija de Pentefrés, el sacerdote de Heliópolis, por esposa. 13 Le replicaba su padre, el faraón: — ¿Para qué buscas una esposa que es menos que tú? ¿No eres tú el rey de todo el mundo habitado? 14 No, piensa que la hija del rey Joaquín es tu prometida. Es una reina sumamente bella; así que tómala por esposa. Asenet, su mundo y sus días 21 Asenet despreciaba profundamente a todo varón, y ningún hombre la había visto, ya que Pentefrés tenía en su mansión una torre aneja, grande y sumamente elevada. 2 En lo alto de la torre había unos aposentos con diez cámaras. 3 La primera era grande y de hermoso aspecto, enlosada con piedras purpúreas, y sus paredes estaban adornadas con variedad de costosas gemas. 4 E1 techo de aquella cámara era dorado, y dentro de ella había estatuillas de oro y plata de los innumerables dioses egipcios. 5 A todos ellos rendía culto Asenet, los veneraba y les ofrecía sacrificios. 6 Había una segunda cámara con unos arcones que contenían las galas de la muchacha. 7 Había en ella mucho oro y plata, vestidos tejidos en oro, selectas piedras preciosas y lencería escogida. 8 Allí estaban todos los adornos de su virginidad.9 En una tercera cámara, que era el tesoro de Asenet, se hallaban todos los bienes de la tierra. 10 Siete doncellas ocupaban cada una de las restantes siete alcobas. 11 Ellas eran las que servían a Asenet y tenían su misma edad,
  • 2. porque fueron alumbradas la misma noche que Asenet. Eran sumamente bellas, como las estrellas del cielo, y jamás varón o muchacho joven había tenido relación con ellas. 12 En la gran cámara de Asenet, donde florecía su virginidad, había tres ventanas. 13 Una de ellas miraba hacia oriente, sobre el patio; otra, al septentrión, hacia el camino, y la tercera, al mediodía. 14 Había un lecho de oro en la cámara orientada hacia el oriente. 15 La cama estaba guarnecida de púrpura tejida en oro, bordada con hilo violeta y lino fino. 16 En aquel lecho dormía Asenet, sola, y ni varón ni mujer se había sentado jamás sobre él, salvo ella misma. 17 Alrededor de la mansión había un gran patio, rodeado por un muro de gran altura, edificado con grandes piedras cuadrangulares. 18 En el patio había cuatro portones de hierro, y ante cada uno de ellos estaban apostados dieciocho varones, fuertes, jóvenes y armados.19 Dentro del patio y a lo largo del muro había hermosos árboles frutales de todas clases, y toda su fruta estaba madura, pues era la época de la recolección. 20 A la derecha del patio había una fuente de abundante agua, y debajo de ella se extendía una gran alberca, que recibía el agua de aquella fuente, y desde allí avanzaba un arroyuelo por el patio que regaba todos los árboles allí plantados. Anuncio de la visita de José 3 1 En el cuarto mes, al decimoctavo día, José llegó a los confines de Heliópolis. 2 Cuando se acercaba a la ciudad, envió delante de sí doce hombres a Pentefrés, el sacerdote de Heliópolis, con el siguiente mensaje: 3 —Me voy a detener hoy en tu casa, porque ya es mediodía y hora de comer. Es fuerte el calor del sol; así que me voy a refrescar bajo tu techo. 4 Cuando lo oyó Pentefrés, se alegró sobremanera y exclamó: —Bendito sea el Señor Dios de José. 5 Llamó Pentefrés al mayordomo y le dijo: 6 —Apresúrate, dispón la casa y prepara un gran banquete, porque José, el fuerte de Dios, viene hoy a nosotros. 7 Se enteró Asenet de que sus padres habían llegado de la hacienda y se alegró. Se dijo entonces: 8 —Voy a ver a mi padre y a mi madre, porque han llegado ya de nuestra hacienda. 9 Asenet se apresuró a vestirse un traje de lino, confeccionado en hilo violeta y tejido en oro, se ciñó un cinturón dorado, colocó ajorcas en torno a sus manos y pies, se puso unos bombachos de oro, y en torno a su cuello prendió un collar. 10 Había por todas partes, en las pulseras y en las gemas, piedras preciosas con los nombres de los dioses egipcios inscritos en todas partes, y los rostros de las imágenes estaban grabados en las gemas. 11 Colocó sobre su cabeza una tiara, ajustó en torno a sus sienes una diadema y cubrió su cabeza con un velo. Asenet y su padre: proyecto de boda 41 Bajó de sus aposentos apresuradamente por la escalera, se acercó a su padre y a su madre y los saludó.2 Se alegraron enormemente Pentefrés y su esposa por su hija
  • 3. Asenet, ya que la contemplaban engalanada como novia de un dios. 3 Y sacaron todas las cosas buenas que habían traído de su hacienda y se las dieron a su hija. 4 Se alegró Asenet con ello y con la fruta, uvas y dátiles, y con las palomas, granadas e higos, ya que todo estaba en sazón.5 Dijo Pentefrés a su hija Asenet: — ¡Hija! Ella respondió: — ¡Aquí estoy, mi señor! Añadió su padre: —Siéntate en medio de nosotros, que voy a decirte unas palabras. 6 Se sentó Asenet entre su padre y su madre. 7 Pentefrés tomó con su derecha la mano de ella y le dijo: -¡Hija! Respondió Asenet: —Hable, mi señor y padre. 8 Pentefrés continuó: — ¡Mira! José, el fuerte de Dios, viene hoy a nuestra casa. Él es quien gobierna todo el territorio de Egipto; el faraón lo ha constituido gobernador de toda nuestra tierra; él provee de trigo a todo el país y lo salvará del hambre que va a venir. 9 Es José un varón piadoso, prudente y virgen, como tú, lleno de sabiduría y conocimientos; el espíritu divino y la gracia del Señor están con él. 10 Así, pues, hija mía, te voy entregar a él como esposa; serás su mujer, y él será para ti tu marido por siempre. 11 Al oír Asenet las palabras de su padre, brotó de su piel abundante sudor rojizo y fue presa de un gran acceso de cólera. Miró con torvos ojos a su padre y replicó: 12 — ¿Por qué habla así mi señor y padre y planea con esas palabras entregarme como prisionera de guerra a un varón extranjero, fugitivo y vendido como esclavo? 13 ¿No es ése el hijo del pastor de Canaán, a quien su mismo padre abandonó? 14 ¿No es ése el que se acostaba con su dueña, por lo que su amo lo arrojó a tenebrosas mazmorras, y de donde lo sacó el faraón porque interpretó sus sueños? No, me casaré con el primogénito del rey: él sí que es el rey de toda la tierra. 15 Al oír semejante respuesta, Pentefrés no se atrevió a continuar hablando a su hija sobre José, ya que le había respondido con jactancia y cólera. José en casa de Asenet 51 Un criado de la comitiva de Pentefrés se acercó de un salto y dijo: —José está ante las puertas de nuestro patio. 2 Asenet se retiró de la presencia de sus padres, subió a sus aposentos, entró en su alcoba y se quedó junto a la ventana grande, la que mira a oriente, para ver al que llegaba a la casa de su padre. 3 Al encuentro de José salieron Pentefrés, su esposa y toda su parentela. 4 Abrieron los portones orientales del patio, José entró sentado en el segundo carro del faraón. 5 Llevaba un tiro de cuatro caballos blancos como la nieve, con frenos de oro, y el carro estaba igualmente recubierto de oro. 6 José iba revestido con una túnica extraordinariamente blanca, y el traje que le envolvía era de púrpura, tejido en lino y oro, llevaba una corona dorada sobre su cabeza, en torno a la corona doce gemas escogidas y sobre ellas doce rayos de oro, y con cetro real en su mano derecha. 7 Llevaba una rama de olivo extendida con abundante fruto. 8 Entró José en el patio, y cerraron las puertas. 9 Los extranjeros, hombres y mujeres, aguardaron fuera, ya que los guardias de los portones habían cerrado los batientes. 10 Se acercaron Pentefrés, su esposa y toda su familia, salvo su hija Asenet, y se prosternaron
  • 4. ante José, rostro en tierra. 11 José descendió de su carro y les estrechó las manos con su diestra. Asenet, impresionada al ver a José 61 Vio Asenet a José y quedó su alma transida de dolor. Se conturbaron sus entrañas, flaquearon sus piernas, tembló todo su cuerpo y fue presa de un gran temor. Dijo entonces entre gemidos: 2 — ¿Adónde iré? ¿Dónde me voy a ocultar de su persona? ¿Con qué ojos me mirará José, el hijo de Dios, ya que he hablado mal de él? 3 ¿Adónde huiré? ¿Dónde me esconderé, puesto que descubre todo escondrijo, y nada oculto le pasa desapercibido a causa de la gran luz que hay en él? 4 Séame propicio ahora el Dios de José, ya que en mi ignorancia hablé perversamente. 5 ¿Qué voy a ver yo, desgraciada de mí? ¿No he hablado así: «Está al negar José, el hijo del pastor del país de Canaán»? Pero ahora llega del cielo a nosotros el sol en su carro y ha entrado hoy en nuestra casa. 6 Y yo, loca y osada, lo he despreciado y hablé de él perversamente, sin saber que José es el hijo de Dios.7 ¿Quién de entre los hombres, en efecto, engendrará jamás una belleza tal? ¿Qué vientre alumbrará una luz tal? Desgraciada, insensata de mí, que pronuncié ante mi padre palabras perversas. 8 Entrégueme ahora mi padre a José como sirviente y esclava. Yo le serviré por siempre jamás. Recepción en honor de José 71 Penetró José en la mansión de Pentefrés, y éste lo hizo sentar en un sitial, le lavó los pies y le dispuso una mesa aparte, pues José no comía con los egipcios, porque tal cosa era para él una abominación. 2 Luego preguntó José a Pentefrés y a su familia: — ¿Quién es aquella mujer que está de pie en la terraza, junto a la ventana? ¡Que se vaya sin más de esta casa! 3 José temía que le molestase también ella, pues le importunaban todas las mujeres y las hijas de los magnates y sátrapas de todo el territorio de Egipto para compartir su lecho. 4 Muchas mujeres e hijas de los egipcios, cuantas veían a José, sufrían mucho por su belleza y le enviaban continuamente mensajeros con oro, plata y preciados regalos. 5 José los devolvía con amenazas y expresiones de enojo, mientras pensaba: —No voy a pecar ante el Dios de Israel. 6 José tenía en todo momento ante sus ojos el rostro de Jacob, su padre, y se acordaba de todos los mandatos paternos, ya que Jacob solía decir a José y a sus hermanos: — Hijos, guardaos cuidadosamente de las mujeres extranjeras; no os unáis a ellas, porque eso es perdición y corrupción. 7 Por eso dijo José: — ¡Que se vaya aquella mujer de esta casa! 8 Pentefrés le respondió: —Señor, la mujer que has visto ahí arriba no es extranjera, sino nuestra hija, doncella que odia a todo varón; ningún hombre la ha visto jamás, salvo tú, hoy.9 Si quieres, bajará y hablará contigo, ya que nuestra hija es tu hermana.
  • 5. 10 Se alegró José enormemente cuando Pentefrés le dijo: «Es una doncella que odia a todo varón». 11 Respondió José a Pentefrés y a su esposa: —Que venga, si es vuestra hija. Es hermana mía, y la amaré desde hoy como a tal. El encuentro: Asenet, rechazada por José 81 Subió la madre de Asenet a los aposentos superiores y la condujo a presencia de José. Dijo entonces Pentefrés a su hija: —Saluda a tu hermano, ya que también él es virgen, igual que tú, y odia a toda mujer extranjera, igual que tú a todo varón extranjero. 2 Dijo Asenet a José: —Te saludo, señor, bendito del Dios Altísimo. Respondió José: — Bendígate Dios, que todo lo vivifica. 3 Pentefrés dijo a Asenet: —Adelántate y besa a tu hermano. 4 Cuando se acercaba a besar a José, extendió éste su mano derecha, la llevó hacia su pecho y le dijo: 5 —A un varón piadoso, que bendice con su boca al Dios vivo, que come el pan bendito de la vida, bebe la copa bendita de la inmortalidad y se unge con la unción bendita de la incorruptibilidad no le está permitido besar a una mujer extranjera, que bendice con su boca imágenes muertas y mudas, come de la mesa de los ídolos carnes de animales ahogados, bebe la copa de la traición procedente de sus libaciones y se unge con la unción de la perdición. 6 Por el contrario, un varón piadoso besará a su madre, a su hermana de tribu y familia y a la esposa que comparte su lecho, las que bendicen con su boca al Dios vivo. 7 Igualmente, tampoco a una mujer piadosa le está permitido besar a un hombre extranjero, ya que eso es una abominación ante Dios. 8 Cuando oyó Asenet las palabras de José, se entristeció sobremanera y, mientras le miraba fijamente, sus ojos se llenaron de lágrimas. 9 José la vio y la compadeció profundamente, porque era hombre de buenos sentimientos, misericordioso y temeroso de Dios. Alzó su mano derecha sobre la cabeza de Asenet y dijo: 10 Señor, Dios de mi padre Israel, el Altísimo, el Fuerte, que todo lo vivificas y llamas de las tinieblas a la luz, del error a la verdad y de la muerte a la vida; tú mismo, Señor, vivifica y bendice a esta doncella. 11 Renuévala con tu soplo, remodélala con tu mano y revivifícala con tu vida. Que coma el pan de tu vida y beba la copa de tu bendición, ella, a la que yo escogí antes de ser alumbrada, y que penetre en el descanso que has preparado para tus elegidos. Retiro de Asenet 91 Se alegró profundamente Asenet por la bendición de José y se apresuró a subir a sus aposentos. Cayó sobre su lecho, debilitada, pues no cabía en sí de alegría, tristeza y miedo. Desde que oyó las palabras de José, que le hablaba en nombre de Dios Altísimo, brotaba de su piel un sudor denso. 2 Rompió a llorar con grande y amargo llanto y se fue apartando de sus dioses, a los que veneraba, mientras aguardaba que llegara la tarde. 3
  • 6. Cuando terminó de comer y beber, ordenó José a sus sirvientes: —Uncid los caballos al carro. Me marcho. Voy a girar visita a toda la ciudad y la comarca. 4 Dijo entonces Pentefrés a José: —Pase aquí hoy la noche mi señor, y mañana por la mañana emprenderás tu camino. 5 Respondió José: —No. Voy a partir hoy, ya que es el día en que Dios comenzó a crear sus obras. Al octavo día retornaré de nuevo a vosotros y pasaré la noche aquí. Penitencia de Asenet 101 Entonces se marcharon a su campo Pentefrés y su familia, 2 y Asenet quedó sola con sus doncellas. Sin ánimo ninguno, se entregó al llanto hasta que se puso el sol. No probó alimento ni bebida y permaneció insomne mientras todos dormían.3 Abrió la puerta de su aposento y bajó al portón, donde encontró a la portera durmiendo con sus hijos. 4 A toda prisa, Asenet cogió del batiente la piel que hacía de cortina, la llenó de ceniza, la subió al piso superior y la depositó en el suelo. 5 Cerró la puerta firmemente, colocó el travesano de hierro sobre ella y se puso a gemir con grandes sollozos y lágrimas. 6 La doncella preferida de Asenet escuchó los gemidos de su dueña. Despertó a las restantes doncellas y se acercó al aposento de su señora, pero encontró la puerta cerrada. 7 Al oír los sollozos y el llanto de Asenet, dijo: — ¿Por qué estás triste, ama mía? ¿Qué es lo que te importuna? ¡Ábrenos y que te veamos! 8 Asenet, encerrada, les dijo desde el interior: —Tengo mucho dolor de cabeza y estoy descansando en mi lecho. No tengo fuerzas para abriros, porque siento desfallecer todos mis miembros. Id cada una a vuestra alcoba. 9 Se puso en pie Asenet, abrió suavemente la puerta y fue a su segunda cámara, donde estaban los arcones de sus galas. Abrió un cofre y sacó una túnica negra, del color del hollín.10 Era la túnica de su duelo, la que vistió cuando murió su hermano primogénito. 11 Se despojó Asenet de su traje real y se vistió el negro, soltó su cinturón dorado y se ciñó un cordel. Arrojó luego de su cabeza la tiara y la diadema y de sus manos las pulseras. 12 Tomó el traje entero, su predilecto, y lo lanzó por la ventana a los pobres. 13 Y cogió todos sus innumerables dioses de oro y plata, los trituró en menudos pedacitos y los lanzó a los mendigos y necesitados. 14 Tomó Asenet su regia comida, sus viandas suculentas, pescados y carnes y todo lo sacrificado a sus dioses, los vasos de vino para la libación, y lo lanzó por la ventana para alimento de los perros. 15 Cogió después la ceniza y la esparció sobre el suelo. 16 Tomó un tejido basto, de saco, y se ciñó con él la cintura; desbarató el peinado de su cabeza y se cubrió de ceniza. 17 Golpeó su pecho enérgicamente con las dos manos, se postró sobre la ceniza y anduvo llorando amargamente toda la noche entre sollozos, hasta el alba. 18 Se levantó entonces Asenet y vio que la ceniza era bajo su cuerpo como barro a causa de sus lágrimas. 19 Cayó de nuevo Asenet sobre su rostro, en la ceniza, hasta que se puso el sol. 20 Y así hizo la joven durante siete días, sin probar absolutamente nada.
  • 7. Entre el arrepentimiento y la confesión 11 1 A l octavo día alzó la cabeza Asenet del suelo donde yacía, ya que tenía los miembros paralizados de tanta postración. Confesión de Asenet 121 Extendió las manos hacia oriente, levantó los ojos al cielo y dijo: 2 —Señor, Dios de los siglos, que otorgas a todos el soplo de vida, que sacaste lo invisible a la luz, que creaste todo e hiciste patente lo no aparente. 3 Tú que pusiste en lo alto el cielo y cimentaste la tierra sobre las aguas, que fijaste sobre el abismo acuoso las grandes rocas, que no se hundirán, sino que estarán cumpliendo tu voluntad hasta el fin: 4 Señor, mi Dios, a ti clamo. Atiende mi súplica. A ti voy a confesar mis pecados, ante ti desvelaré mi iniquidad. 5 Pequé, Señor, pequé; falté a tu ley y a tu veneración, y llegué a proferir perversidades ante ti. Está manchada, Señor, mi boca, por los sacrificios de los ídolos y de la mesa de los dioses egipcios. 6 Pequé, Señor, ante ti, pequé y falté a tu veneración adorando imágenes muertas y mudas; no soy digna de abrir mi boca para hablarte, miserable de mí. 7 Pequé, Señor, ante ti, yo, la hija del sacerdote Pentefrés, la altiva y desdeñosa; a ti elevo, Señor, mi súplica, a ti dirijo mi clamor. Sálvame de quienes me persiguen, pues vengo a refugiarme junto a ti, como el niño junto a su padre y su madre. 8 Señor, extiende tus manos sobre mí como padre amante y tierno con sus hijos; arrebátame de la mano del enemigo. 9 Mira que el antiguo y feroz león me anda persiguiendo; sus hijos son los dioses de los egipcios, a los que yo arrojé de mí haciéndolos añicos, y su padre, el diablo, intenta engullirme. 10 Señor, sálvame de sus garras, y de su boca sácame, no sea que, como un lobo, me rapte y me desgarre y me lance al abismo de fuego o a la tempestad del mar, y me engulla el gran monstruo marino. 11 Sálvame, Señor, pues estoy sola, ya que mi padre y mi madre me aborrecen, pues he destruido sus dioses, haciéndolos añicos. Ahora estoy huérfana y abandonada; no hay para mí esperanza alguna si no es en ti, Señor, porque tú eres el padre de los huérfanos, y de los perseguidos, escudo protector, y de los oprimidos, defensor. 12 Mira todas las riquezas de mi padre, Pentefrés, que son momentáneas y perecederas, mientras que tus palacios, Señor, son incorruptibles y permanecen para siempre. Plegaria de Asenet 131 Ayuda mi orfandad, Señor, porque en ti he buscado refugio.
  • 8. 2 Observa cómo me he despojado de mi regia vestimenta, tejida en oro y me he vestido una túnica negra. 3 He soltado mi cinturón de oro y me he ceñido con cuerda y saco. 4 He arrojado de mi cabeza la diadema y la he cubierto de ceniza. 5 Mira cómo el suelo de mi cámara, incrustado de piedras variadas y purpúreas y rociado de perfumes, está regado por mis lágrimas y totalmente cubierto de polvo. 6 Mira, mi Señor, el abundante barro de mi alcoba, formado por el polvo y por mis lágrimas, igual que en un ancho camino.7 Mira, Señor, que mi comida regia y mis viandas suculentas las he arrojado a los perros. 8 En siete días y siete noches no he probado pan ni bebido agua; mi boca está seca como la piel de un tambor; mi lengua, como un cuerno, y mis labios, como un guijarro. Mi rostro está enjuto, y mis ojos se consumen por el ardor de mis lágrimas. 9 Perdóname, Señor, porque he pecado contra ti en mi ignorancia y he proferido palabras contra José, mi señor. 10 Y no sabía, desgraciada de mí, que es tu hijo, Señor, ya que la gente me dijo que José era hijo del pastor de Canaán. Yo les di crédito, me extravié y desprecié a tu elegido, José; proferí contra él perversas palabras, sin saber que es tu hijo. 11 ¿Qué mujer ha alumbrado una belleza tal? ¿Quién puede compararse a José en sabiduría y poder? A ti te lo encomiendo, Señor, porque lo amo más que a mi alma. 12 Guárdalo con la sabiduría de tu gracia y entrégame a él como su sierva, para que le lave los pies, le sirva y sea su esclava todos los días de mi vida. Epifanía celeste 14 1 Cuando concluyó Asenet su confesión ante el Señor, se alzó del cielo, por el oriente, el lucero matutino. Asenet lo vio, se regocijó y exclamó: 2 —En verdad me ha escuchado el Señor, Dios, ya que esa estrella es mensajero y heraldo de la luz del gran día. 3 Entonces, cerca del lucero del alba, se rasgó el cielo, y apareció una luz inexpresable. 4 Cayó Asenet sobre su rostro en la ceniza, y se llegó a ella un hombre del cielo. Se quedó junto a su cabeza y la llamó: — ¡Asenet! 5 Ella respondió: — ¿Quién me acaba de llamar? La puerta de mi alcoba está cerrada, y la torre es alta. ¿Cómo ha penetrado en mi cámara? 6 El hombre la llamó por segunda vez: — ¡Asenet! ¡Asenet! Replicó ella: —Aquí estoy, señor; dime quién eres tú. 7 Respondió el hombre: —Soy el comandante de la casa del Señor y general en jefe de todo el ejército del Altísimo. Ponte en pie, que voy a hablarte. 8 Levantó ella sus ojos y vio a un hombre en todo parecido a José: en el vestido, corona y el bastón regio. 9 Pero su rostro era como el relámpago, sus ojos como el resplandor del sol, los cabellos de su cabeza como llama de fuego y sus manos y pies como metal fundido. 10 Asenet lo vio y cayó sobre el rostro a sus pies con gran temor y estremecimiento. 11 El hombre le dijo: —Tranquilízate, Asenet, y no tengas miedo; ponte en pie, que voy a hablarte. 12 Se puso en pie Asenet, y el hombre añadió: —Despójate de la túnica negra que llevas encima y del saco de tu cintura; sacude de tu cabeza la ceniza y lava tu rostro con agua fresca.
  • 9. 13 Vístete con un traje nuevo, inmaculado, y ciñe tu cintura con el cinturón brillante y doble de tu virginidad. 14 Vuelve luego a mí, porque voy a comunicarte las palabras que se te envían. 15 Penetró Asenet en su aposento, donde estaban los arcones de sus galas, abrió un cofre y tomó un traje nuevo, excelente; se despojó de su túnica negra y se vistió una nueva y brillante. 16 Soltó la cuerda y el saco de su cintura y se ciñó el doble cinturón brillante de su virginidad, uno en torno a su talle y otro sobre el pecho. 17 Sacudió de su cabeza la ceniza, se lavó el rostro con agua pura y cubrió su cabeza con un velo hermoso y distinguido. Mensaje y promesa 15 1 Se acercó entonces al hombre, y éste, al verla, le dijo: —Retira el velo de tu cabeza, ya que eres una virgen santa, y tu cabeza es como la de un hombre joven. 2 Lo retiró, pues, de su cabeza y el hombre le dijo: —Ten ánimo, Asenet; el Señor ha escuchado las palabras de tu confesión. 3 Ten ánimo, Asenet, porque tu nombre está escrito en el libro de la vida y no será borrado jamás. 4 A partir de hoy vas a ser renovada, remodelada y revivificada; vas a comer el pan de vida, a beber la copa de la inmortalidad, y serás ungida con la unción de la incorruptibilidad. 5 Ten ánimo, Asenet; el Señor te ha dado a José como esposa, y él va a ser tu esposo. 6 Ya no serás llamada Asenet, sino que tu nombre será «Ciudad de Refugio», ya que en ti se refugiarán muchas naciones, y bajo tus alas se abrigarán muchos pueblos, y en tu muralla serán protegidos quienes se unan a Dios a través de la conversión. 7 La conversión es hija del Altísimo e intercede ante él continuamente por ti y por todos los que se arrepienten, puesto que el Altísimo es padre de la conversión, y ella es la madre de las vírgenes. En todo momento ruega por los que se arrepienten, ya que a los que la aman les ha preparado una cámara nupcial celeste, y ella misma les servirá por siempre.8 Es la conversión una virgen sumamente bella, pura, santa y dulce, y el Dios Altísimo la ama, y todos los ángeles la respetan. 9 Ahora me voy junto a José y le hablaré acerca de ti; él vendrá a tu casa hoy, te verá, se alegrará con tu presencia y será tu esposo. 10 Oye, Asenet, lo que finalmente te digo: vístete un traje de boda, tu traje del principio, el primero, el depositado en tu alcoba; rodéate de todas tus galas preferidas, engalánate como una esposa y estate preparada para el encuentro con él. 11 Hoy vendrá a tu casa, te verá y se alegrará. 12 Cuando terminó el hombre de hablar a Asenet, ella se regocijó enormemente. Cayó a sus pies y le dijo: 13 —Bendito sea el Señor Dios, el que te envió para salvarme de las tinieblas y conducirme de nuevo a la luz, y bendito su nombre por siempre. 14 Te hablaré, señor, si es que he hallado gracia ante ti: siéntate un poco en el lecho, mientras dispongo una mesa y algunos alimentos; come, y te traeré un buen vino, cuyo aroma llega al cielo; bebe, y entonces continuarás tu camino.
  • 10. Purificación 161 El hombre le dijo: —Tráeme un panal de miel. 2 Respondió Asenet: —Voy a enviar a alguien, señor, a mi hacienda y te traeré un panal de miel. 3 Repuso el hombre: —Entra en tu alcoba y encontrarás un panal. 4 Entró Asenet en su aposento y encontró un panal sobre la mesa, blanco y brillante como la nieve, lleno de miel, y su aroma era perfume de vida. 5 Tomó Asenet el panal y se lo llevó al hombre. Este le dijo: — ¿Por qué dijiste: «No hay panal de miel en mi casa», y luego resulta que me lo traes? 6 Respondió Asenet: —No tenía, señor, ningún panal en mi casa, pero ha sucedido como dijiste. ¿Salió acaso de tu boca? Su aroma es como el olor del perfume. 7 El hombre extendió su mano, asió la cabeza de ella y añadió: —Feliz tú, Asenet, porque te han sido revelados los secretos de la divinidad, y felices los que se unen a Dios por la conversión, porque comerán de ese panal. 8 Semejante miel ha sido elaborada por las abejas del paraíso, y los ángeles se alimentan de ella, y todo el que la come no morirá jamás. 9 El hombre extendió su mano derecha, partió un trozo de panal y comió; y con su propia mano puso otro trozo en la boca de Asenet. 10 Volvió a extender la mano y posó su dedo en el extremo del panal que mira al oriente, y la huella del dedo se convirtió en sangre. 11 Tendió la mano por segunda vez y puso su dedo sobre el extremo del panal que mira al norte, y la huella del dedo se convirtió en sangre. 12 Asenet estaba en pie a su izquierda y observaba todo cuanto iba haciendo el hombre. 13 De las celdillas del panal salieron unas abejas blancas y brillantes como la nieve, y sus alas eran como de púrpura y violeta; sobre sus cabezas había unas diademas de oro, y sus aguijones eran afilados. 14 Todas las abejas se posaron en Asenet, de los pies a la cabeza, y otras, grandes como reinas, tocaron a la joven en los labios. 15 El hombre ordenó a las abejas: —Retiraos a vuestros sitios. 16 Se alejaron de Asenet todas, cayeron a tierra y murieron. 17 El hombre añadió: — Resucitad y volved a vuestro sitio. Resucitaron y se alejaron todas juntas hacia el patio adosado al de Asenet. Vinal de la aparición 171 Dijo el hombre a la doncella: — ¿Has visto semejante cosa? Respondió: —Sí, señor, lo he visto todo. 2 El hombre añadió: —Así ocurrirá con las palabras que te he dicho. 3 Tocó el hombre la miel, y subió de la mesa un fuego que devoró el panal. De la combustión surgió un perfume que llenó toda la alcoba. 4 Asenet dijo al hombre: —Hay aquí, señor, siete doncellas que me sirven, criadas conmigo desde mi infancia, alumbradas conmigo en una misma noche. Yo las amo. Así que las voy a llamar para que las bendigas como lo has hecho conmigo. 5 E1 hombre dijo: —Llámalas.
  • 11. Así lo hizo Asenet, y el hombre las bendijo con estas palabras: —El Dios Altísimo os colmará de bendiciones por siempre. 6 Dijo el hombre a Asenet: —Retira la mesa. Asenet se dio la vuelta para cambiar de sitio la mesa, y en ese momento el hombre se alejó de su vista. Asenet vio como un carro de fuego arrebatado al cielo hacia oriente. 7 Dijo Asenet: —Ten misericordia de tu esclava, señor, ya que por mi ignorancia he hablado malamente ante ti. Regreso de José: Asenet, a su encuentro 181 Al tiempo de suceder tales cosas, llegó un joven, miembro de la comitiva de José, con este anuncio: —José, el fuerte de Dios, viene hoy a vuestra casa. 2 Asenet llamó al mayordomo y le ordenó: —Prepárame un buen banquete, porque José, el fuerte de Dios, viene hoy a nuestra casa. 3 Entró Asenet en su alcoba, abrió su cofre y sacó su traje, el primero, brillante como un relámpago, y se lo puso. 4 Se ciñó un cinturón refulgente, regio, hecho con piedras preciosas. 5 Colocó alrededor de sus manos unas pulseras de oro y en sus piernas unos bombachos dorados, y un preciado collar en su cuello, y en torno a su cabeza una corona de oro, en cuya parte delantera había piedras de gran valor. 6 Con un velo cubrió su cabeza. 7 Dijo a su sirvienta: —Tráeme de la fuente agua pura. Asenet se inclinó sobre el agua de la jofaina. Su rostro era como el sol, y sus ojos como el lucero del alba al salir. José, recibido por Asenet 191 Llegó un esclavo pequeño y dijo a Asenet: —Mira, José está a las puertas de nuestro patio. Asenet bajó con las siete doncellas a su encuentro. 2 Cuando la vio José le dijo: —Acércate a mí, virgen santa, pues he recibido sobre ti buenas noticias desde el cielo; de allí me han dicho todo acerca de ti. 3 Tendió José sus brazos y rodeó con ellos a Asenet, y ella a José, y se abrazaron durante largo rato, mientras se reanimaba su espíritu. Anuncio de esponsales 201 Asenet le dijo: —Ven, señor, entra en mi casa. Le tomó por su mano derecha y le condujo al interior de su mansión. 2 Sentó a José en el sitial de Pentefrés, su padre, y trajo agua para lavar sus pies. José le dijo: —Que venga una de las doncellas y lave mis pies. 3 Asenet le replicó: —De ninguna manera, señor: mis manos son tus manos y tus pies son los míos; ninguna otra te lavará los pies.
  • 12. Le convenció a la fuerza, y le lavó los pies. 4 Tomó José la mano derecha de la joven y la besó repetidamente, y Asenet le besó a él en la cabeza. 5 Llegaron de su hacienda los padres de Asenet y la vieron sentada con José, vestida con el traje de boda. Se alegraron por ello y glorificaron a Dios. Luego comieron y bebieron. 6 Pentefrés dijo a José: — Mañana voy a llamar a los magnates y sátrapas de Egipto. Prepararé vuestra boda, y tomarás a Asenet por esposa. 7 Pero respondió José: —Voy a informar primero al faraón acerca de Asenet, porque él es mi padre; él será quien me la dé por esposa. 8 Permaneció José aquel día en casa de Pentefrés, pero no se llegó a Asenet, pues pensaba: —No está bien que un hombre piadoso se acueste con su mujer antes de la boda. La boda 21 1 Se levantó José a la mañana siguiente, se marchó al palacio del faraón y conversó con él acerca de Asenet.2 El monarca envió a buscar a Pentefrés y a la muchacha. 3 E1 faraón quedó asombrado ante la belleza de la doncella y exclamó: — Bendígate el Señor, Dios de José, que te escogió para esposa suya, porque él es el hijo primogénito de Dios. Tú serás llamada hija del Altísimo, y José será tu esposo por siempre. 4 Tomó el faraón unas coronas de oro y las colocó sobre sus cabezas, y dijo: —El Dios Altísimo os bendiga y os colme de bienes por siempre. 5 El faraón les hizo volverse el uno hacia el otro, y ellos se besaron repetidamente. 6 Celebró el faraón sus bodas y dispuso un banquete con abundante bebida durante siete días. 7 Convocó a todos los gobernadores de Egipto e hizo proclamar el siguiente pregón: —Todo aquel que haga algún trabajo en los siete días de la boda de José y Asenet morirá con horrible muerte. 8 Concluidas las bodas y terminado el banquete, José se llegó a Asenet, y ella concibió de José. Dio a luz a Manases y a su hermano Efraín en la casa de José. Visita al padre de José 221 Después de todo esto, pasaron los siete años de abundancia y comenzaron los siete de hambre. 2 Cuando oyó hablar Jacob de José, su hijo, se fue a Egipto con toda su familia, el día veintiuno del segundo mes, y se asentó en la región de Gesén. 3 Dijo entonces Asenet a José: —Iré a ver a tu padre, ya que él, Israel, es también mi padre. José le propuso: —Hagamos el viaje juntos. 4 Marcharon José y Asenet a la región de Gesén, y salieron a su encuentro los hermanos de José y se prosternaron en tierra. 5 Llegaron junto a Jacob, que los bendijo y besó tiernamente. Asenet se colgó del cuello de su padre, Jacob, y lo besó tiernamente. 6 Después comieron y bebieron. 7 Se pusieron en camino José y Asenet hacia su casa, y Simeón y Leví les servían de escolta, ya que sus enemigos les envidiaban. Leví iba a la derecha de Asenet, y Simeón a
  • 13. la izquierda. 8 Asenet asió la mano de Leví, porque le amaba como a un profeta, varón piadoso y temeroso del Señor. 9 Leví vio unas palabras escritas en el cielo, las leyó y se las reveló a Asenet en secreto. Además vio en las alturas el lugar de reposo para ella. Celos del hijo del faraón: planes de venganza 231 Sucedió que, cuando pasaban José y Asenet, los vio desde lo alto de la muralla el hijo primogénito del faraón. 2 Al ver a Asenet, se volvió loco por ella a causa de su extraordinaria belleza. El hijo del faraón envió mensajeros para llamar a su presencia a Simeón y a Leví. 3 Cuando llegaron a palacio y estuvieron ante el hijo del faraón, éste les dijo: —Sé que sois hombres fuertes, más que el resto de los habitantes del país, y que vuestra diestra destruyó la ciudad de los siquemitas, y que vuestras espadas acabaron con treinta mil guerreros. 4 Os exhorto a que os apresuréis a ayudarme, y os aceptaré como compañeros y os daré muchas piezas de oro y plata, esclavos y esclavas, casas y grandes haciendas. Alzaos, pues, en armas conmigo y tened compasión de mí, ya que he sido injuriado por vuestro hermano José, que ha tomado a Asenet por esposa, una mujer que me estaba prometida desde hace mucho tiempo. 5 Venid conmigo. Lucharé contra José, lo mataré con mi espada y tomaré a Asenet por esposa, y vosotros seréis mis hermanos y mis amigos hasta el fin.6 En cambio, si no escucháis mis palabras, os mataré con mi espada. Mientras así hablaba, desenvainó su espada y se la mostró.7 Simeón, sin embargo, que era hombre audaz y animoso, sacó su propia espada de la vaina y quiso herir al hijo del faraón. 8 Pero Leví advirtió el propósito de Simeón, pues era profeta y veía con anterioridad todo lo que iba a suceder. Leví pisó entonces el pie derecho de Simeón hasta hacerle daño, indicándole así que cesara en su cólera. 9 Leví le dijo: — ¿Para qué te irritas contra él? Nosotros somos hijos de un hombre piadoso, y no está bien que un hombre así devuelva mal por mal a su prójimo. 10 Dijo entonces Leví a su prójimo, el hijo del faraón, con mansedumbre de espíritu y rostro alegre: — ¿Por qué, mi señor, pronuncias tales palabras ante nosotros? Somos hombres piadosos; nuestro padre es siervo del Dios Altísimo, y José, nuestro hermano, es amado de Dios. 11 ¿Cómo vamos a cometer semejante maldad ante Dios? Óyenos ahora y guárdate de pronunciar más palabras como ésas acerca de nuestro hermano José. 12 Si te empeñas en tan perverso plan, aquí están nuestras espadas desenvainadas ante ti. 13 Sacaron sus espadas de las vainas, y dijeron: —¿Has visto espadas como éstas? Con ellas vengó el señor Dios el ultraje de los hijos de Israel, el que los siquemitas cometieron con nuestra hermana Dina, a la que mancilló Siquén, el hijo de Emmor. 14 Vio el hijo del faraón sus sables desenvainados, y sintió temor; comenzó a temblar y cayó sobre su rostro, a sus plantas. 15 Leví tendió su mano y lo puso de nuevo en pie con estas palabras: —No temas, pero guárdate de pronunciar contra nuestro hermano una sola palabra perversa. 16 Y se alejaron de él, dejándolo temblando y atemorizado.
  • 14. Alianzas y plan de operaciones 24 1 El hijo del faraón estaba apesadumbrado y muy afligido a causa de Asenet, y sufría muchísimo. 2 Sus esclavos le dijeron al oído: —Los hijos de Bala y Zelfa, las siervas de Lea y Raquel, mujeres de Jacob, son enemigos de José y Asenet y los ven con malos ojos; ellos obrarán de acuerdo con tu deseo. 3 Envió el hijo del faraón mensajeros a buscarlos, y ellos llegaron a su presencia de noche. Les dijo entonces el hijo del faraón: —Sé que sois hombres valientes. 4 Gad y Dan, los hermanos mayores, respondieron al hijo del faraón: —Diga nuestro señor a sus servidores lo que planea, que vamos a realizar su deseo. 5 El hijo del faraón sintió una enorme alegría y dijo a sus sirvientes: —Apartaos de aquí, que quiero comunicar a estos hombres mis planes en secreto. 6 Salieron todos los sirvientes, y el hijo del faraón les dijo estas mentirosas palabras: — Bendición y muerte están dispuestas ante vosotros. Escoged la bendición y no la muerte. 7 Mirad, yo sé que sois valientes, que no vais a morir como mujeres, sino que os portaréis como hombres y rechazaréis a vuestros enemigos. 8 Añadió: —He oído a vuestro hermano José decir al faraón, mi padre: «Dan y Gad son hijos de las esclavas; no son mis hermanos. 9 Aguardaré pacientemente la muerte de mi padre; acabaré con ellos y con toda su parentela para que no compartan con nosotros la herencia, ya que son hijos de esclavas. Semejante gente es la que me vendió a los ismaelitas. 10 Les voy a devolver las maldades que contra mí cometieron tan pronto como muera mi padre». 11 El faraón, mi padre, le alabó con estas palabras: «Has hablado estupendamente, hijo; así que toma unos cuantos valientes de entre mis guerreros y ve secretamente contra ellos, tal como hicieron contigo, que yo voy a ser tu defensor». 12 Así que oyeron aquellos hombres las frases del hijo del faraón, se conturbaron muchísimo y respondieron con gran tristeza: —Te lo pedimos, señor, socórrenos; si ordenas algo a tus esclavos, lo haremos. 13 El hijo del faraón les dijo: —Voy a matar a mi padre esta misma noche, porque él es como un padre para José. Matad también vosotros a José y tomaré a Asenet por esposa. 14 Dan y Gad respondieron: —Haremos cuanto nos ordenas. Hemos oído a José decir a Asenet: «Ve por la mañana a nuestra hacienda, porque es el momento de la vendimia». Y le ha dado seiscientos hombres aguerridos y cincuenta exploradores para acompañarla. 15 Cuando oyó el hijo del faraón tales palabras, dio a cada uno de los cuatro más de quinientos hombres, y a ellos los puso como jefes y comandantes. 16 Dan y Gad dijeron al hijo del faraón: —Vamos a marchar de noche a tender una emboscada hacia el torrente. Nos ocultaremos entre la espesura de los juncos. 17 Tú toma contigo cincuenta arqueros de a caballo y avanza por delante; llegará Asenet, caerá en nuestras manos, y destrozaremos a los hombres de su escolta. 18 Asenet huirá con su carro y caerá en tus manos, y harás con ella lo que desea tu alma. 19 Después mataremos a José, mientras sufre por Asenet, y mataremos también a sus hijos ante sus ojos. 20 El hijo del faraón se regocijó al oír tales palabras y envió con ellos a dos mil guerreros. 21 Llegaron al torrente y se ocultaron entre espesos juncos, mientras otros quinientos tomaban posiciones delante, mediando entre ellos un ancho camino.
  • 15. El plan, en marcha 25 1 Se acercó el hijo del faraón a la cámara de su padre para matarlo, pero los guardias le impidieron entrar. 2 E1 hijo del faraón les dijo: —Voy a ver a mi padre, pues marcho a vendimiar la última viña que planté. 3 Los guardias le respondieron: —Tu padre está sufriendo mucho y ha pasado la noche sin dormir; ahora está tranquilo y nos ha ordenado que nadie entre, ni siquiera su primogénito. 4 Él se marchó encolerizado, tomó cincuenta arqueros de a caballo y salió al frente de ellos, como le habían dicho Dan y Gad. 5 Neftalí y Aser dijeron a Dan y Gad: — ¿Por qué cometéis de nuevo maldades contra nuestro padre Israel y nuestro hermano José? Dios lo guarda como a la niña de sus ojos. 6 ¿No lo vendisteis ya una vez? Hoy es el rey de todo el territorio, su salvador y proveedor de trigo. 7 Si ahora maquináis perversamente contra él, invocará en su socorro al Dios de Israel, y Dios enviará desde el cielo fuego que os devorará, y los ángeles de Dios lucharán contra vosotros. 8 Pero sus hermanos mayores, Dan y Gad, se irritaron con ellos y respondieron: — ¿Es que vamos a morir como mujeres? ¡No suceda tal! Y salieron al encuentro de José y Asenet. La emboscada 261 Al día siguiente por la mañana se levantó Asenet y dijo a José: —Voy a nuestra hacienda, pero tengo miedo de que te separes de mí. 2 Le respondió José: —Tranquilízate, no temas; vete porque el Señor está contigo y te guardará de toda maldad como a la niña de sus ojos. 3 Yo iré a mi distribución de trigo y repartiré grano a todos los habitantes de la ciudad, para que nadie perezca de hambre en el territorio de Egipto. 4 Emprendió Asenet su camino, y José se marchó a su distribución de trigo. 5 Llegó la joven al lugar del torrente con los seiscientos hombres. Entonces, de repente, saltaron de su escondrijo los de la escolta del hijo del faraón y trabaron combate con los guerreros de Asenet, degollaron a todos con sus espadas y mataron a todos los exploradores de la muchacha, 6 y ésta huyó con su carro. 7 Leví, el hijo de Lea, en su calidad de profeta, supo todo lo que sucedía y contó a sus hermanos el peligro que corría Asenet. Se ciñó cada uno de ellos su espada, fijaron escudos en sus brazos, tomaron lanzas en sus diestras y se lanzaron tras Asenet en rápida carrera. 8 Huía Asenet cuando el hijo del faraón salió a su encuentro con cincuenta hombres. Al verlo, Asenet fue presa de temor y comenzó a temblar.
  • 16. El hijo del faraón, derrotado 271 Estaba Benjamín sentado con ella en el carro. 2 Era éste un joven robusto, como de dieciocho años; había en él una belleza inexpresable, fuerza como la de un cachorro de león, y era temeroso de Dios. 3 Echó pie a tierra y tomó del torrente una piedra redonda, la sujetó bien con su mano y la lanzó contra el hijo del faraón. Le alcanzó en su sien izquierda y le causó una herida grande y profunda. Este, medio muerto, cayó de su caballo. 4 Benjamín subió corriendo a una roca y dijo al auriga de Asenet: —Alcánzame cincuenta piedras del torrente. 5 Este se las dio. Benjamín las lanzó y mató a los cincuenta hombres que estaban con el hijo del faraón, clavándoles las piedras en las sienes. 6 Entonces, los hijos de Lea, Rubén y Simeón, Leví y Judas, Isacar y Zabulón, se lanzaron en persecución de los emboscados, cayeron sobre ellos repentinamente y los seis hermanos solos aniquilaron a los dos mil hombres. 7 Huyeron los dos hermanos, los hijos de Bala y Zelfa, y dijeron: —Nuestros planes se han ido abajo por la actuación de nuestros hermanos: ha muerto el hijo del faraón a manos de Benjamín, y todos los que estaban con él han perecido por su brazo. Vayamos ahora y matemos a Asenet y a Benjamín y huyamos a la espesura de los juncos. 8 Y llegaron con sus espadas desenvainadas llenas de sangre. Asenet los vio y dijo: — Señor, Dios mío, que de la muerte me has hecho vivir y que me dijiste: «Tu alma vivirá por siempre jamás», sálvame de esas gentes. Escuchó el Señor Dios su voz e inmediatamente cayeron las espadas de sus manos a tierra y se disolvieron como ceniza. La misericordia de Asenet 281 Vieron los hijos de Bala y Zelfa el prodigio acaecido y, presa del temor, dijeron: —El Señor combate contra nosotros en favor de Asenet. 2 Cayeron con el rostro en tierra y se postraron ante Asenet, diciendo: —Ten piedad de nosotros, tus siervos, pues eres nuestra dueña y reina; hemos sido malvados contigo y con nuestro hermano José.3 Ahora Dios nos retribuye con lo que merecemos; por eso te suplicamos, nosotros tus siervos, que te compadezcas de nosotros y nos salves de las manos de nuestros hermanos, porque ellos son los vengadores del ultraje cometido contra ti, y sus espadas están frente a nosotros. 4 Les respondió: —Tranquilizaos; no temáis. Vuestros hermanos son hombres piadosos y no devuelven mal por mal a nadie. 5 Marchad hacia la espesura de los juncos hasta que yo los aplaque y haga cesar su cólera, una vez que habéis actuado con enorme osadía frente a ellos. 6 Tranquilizaos; no temáis. El Señor decidirá entre mí y vosotros. 7 Dan y Gad huyeron a la espesura de los juncos.8 Llegaron entonces los hijos de Lea, corriendo como ciervos contra ellos, y Asenet bajó de su carro y les estrechó las manos con lágrimas. 9 Ellos se prosternaron a tierra ante la joven y empezaron a lamentarse a grandes voces, mientras buscaban a sus hermanos, los hijos de las siervas, para hacerlos morir.
  • 17. 10 Asenet les dijo: —Perdonad a vuestros hermanos y no les hagáis mal, pues el Señor ha sido mi escudo y ha convertido en cenizas las espadas de sus manos, como sucede a la cera en presencia del fuego. 11 Ya es bastante que el Señor combata por nosotros; sólo os queda perdonar a vuestros hermanos. 12 Replicó Simeón a Asenet: — ¿Por qué habla nuestra dueña en favor de sus enemigos? 13 No, los atravesaremos con nuestras espadas, porque han tramado asechanzas por dos veces contra nuestro padre, Israel, contra nuestro hermano José y hoy contra ti. 14 Asenet insistió: —Hermano, no devolverás mal por mal a tu prójimo, porque es el Señor quien vengará ese ultraje. 15 Entonces Simeón abrazó a Asenet. Leví se acercó a ella, besó tiernamente su mano derecha y la bendijo. 16 Y así salvó Asenet a los dos de la cólera de sus hermanos, que no los mataron. Dolor y felicidad 291 El hijo del faraón se levantó del suelo, se sentó y escupió sangre por la boca, pues la sangre fluía de su sien hasta sus labios.2 Benjamín corrió hacia él, tomó su espada y la sacó de la vaina, ya que él no portaba armas.3 Cuando estaba a punto de descargar un golpe contra el hijo del faraón, corrió Leví, le cogió la mano y dijo: — Hermano, no cometas semejante acción, pues nosotros somos hombres piadosos, y no está bien que un hombre tal devuelva mal por mal, ni pisotee al caído, ni aplaste al enemigo hasta su muerte. 4 ¡Ea!, curémosle la herida y, sí llega a vivir, será nuestro amigo, y su padre, el faraón, nuestro padre. 5 Leví puso en pie al hijo del faraón, enjugó la sangre de su rostro, le vendó la herida, lo subió a su caballo y lo acompañó junto a su padre. 6 Leví explicó a éste lo que había acaecido. 7 El faraón se levantó de su trono y se prosternó en tierra ante Leví. 8 A1 tercer día murió el hijo del faraón a consecuencia de la herida producida por la piedra de Benjamín. 9 Hizo duelo el faraón por su hijo primogénito y, a causa de la pena, enfermó. 10 Murió el faraón a los ciento nueve años y transmitió su corona a José. 11 José reinó en Egipto durante cuarenta y ocho años y dejó la corona al nieto del faraón. Fue José en Egipto como su padre.