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EL
   DESPERTAR
   DE UN LÍDER


Autor: Baltazar Quiñonez Verduzco

Título de la Novela: EL DESPERTAR DE UN LÍDER

Fecha: Diciembre de 2009
El despertar de un líder



Sonora, México




                 PARA I., LA LUZ DE MI VIDA




                  Baltazar Quiñonez Verduzco                         2
El despertar de un líder




                               NOTA DEL AUTOR

La novela EL DESPERTAR DE UN LIDER, surgió de una cita Bíblica, del libro

de Proverbios, Capítulo 17, Versículo 17. “Un amigo es siempre afectuoso y en

tiempos de angustia es como un hermano”.


Creo qué, los amigos si existen. Pero las etapas por las que

atravesamos en la vida, nos van moldeando y tratando de alejarnos

de algunos y, acercarnos a otros. El objetivo de ésta novela, no es

para ser una guía precisa de cómo llegar a ser un líder. Cada ser

humano tiene distinta manera de despertar. Las lecciones de la vida

son universales, y se aprovechan de forma distinta por cada persona.


En los últimos tres años, me hice del hábito de la lectura. Se despertó

en mí el interés para escribir un libro.


En ésta novela trato de exponer que el mejor camino para superarse

es la preparación, más la disciplina y el esfuerzo personal.


Hasta hoy, mis ideas no han sido consideras como suficientes, solo

han logrado fortalecer mis grandes sueños.


¿Por    qué?     Seguiré     leyendo       y escribiendo,   ahí   encontrare       más

respuestas.


                        BALTAZAR QUIÑONEZ VERDUZCO




                              Baltazar Quiñonez Verduzco                                3
El despertar de un líder




                             PREFACIO


Deseo aclarar que EL DESPERTAR DE UN LIDER, es una novela con lugares

imaginarios. La magia que se encuentra escrita es solo descriptiva.


Me atraen las lecturas con la temática de liderazgo. Fue suficiente

para verme inmerso en la escritura. Escribí partes de mis sueños, ya

que me enfrento a grandes retos para lograr superarme en lo

profesional, y las posibilidades se alejan. Esto me ayuda a seguir firme

en mis ideales.


La época donde se desarrolla la vida de los personajes, es una

combinación del pasado con el presente. Desde los cincuentas hasta

los ochentas.


El actor principal, Ezequiel, busca con esmero que se cumplan sus

sueños. Cada día se enfrenta consigo mismo a la realidad, y a veces

duda sobre él mismo.


Un día se arma de valor y empieza a recoger los momentos que Dios

pone frente a él. Su vida se va llenando de actitudes y valores que lo

forjan como persona.




                       Baltazar Quiñonez Verduzco                            4
El despertar de un líder



Aprende cosas importantes. Conoce personas que le enseñan algo

siempre. Él los llama maestros a todos.


Descubre que para despertar al líder, no se logra de la noche a la

mañana. Sería un proceso que tardaría años. Su simplicidad y forma

de ver la vida es tal qué, siempre fue bien visto por la gente mas

poderosa del país.




                             PRÓLOGO




Ezequiel hizo caso al Adivino, fue hasta el lugar que se le indicó.

Excavó un hoyo y encontró una cajita de madera que contenía un

tesoro invaluable.


La abrió y entre otras cosas estaba una carta, dirigida a Ezequiel.

Pensó, que la carta se la abrían dirigido a alguna otra persona que

también debe llamarse Ezequiel. El lugar donde la encontró era su

lugar sagrado, así que debía ser para él.


Emocionado toma las tres fotografías que además había adentro.

Quedó sin habla cuando observa cada una de ellas.




                       Baltazar Quiñonez Verduzco                         5
El despertar de un líder



Cómo era posible que él y su esposa estuvieran en esas fotos

antiguas.


Asombrado de lo que tenía frente a él, solo aceptó que el destino

existe.


A pesar de haber crecido en una familia humilde, se convirtió en un

hombre poderoso.


¿Cómo le beneficia ese tesoro? Deberá guardarlo para heredarlo en

el futuro. Él ya habría despertó al líder que lleva dentro.




Yo fui bautizado con el nombre de Ezequiel. Vivía en una región donde

predomina la agricultura y ganadería. Llueve en verano en abundancia

permitiendo que todo el monte se reverdezca. Nuestro pueblo es

pequeño, hay los servicios necesarios como los de una gran ciudad.

Energía eléctrica, teléfono, escuelas, drenaje, entre otros. La gente es

muy servicial y amable. Es costumbre brindar agua o café cuando se

recibe alguna visita. El promedio de vida por persona es de sesenta

años. Nuestra región es una combinación de estilos viejos con

modernos.    Ya   no   es   época   de   revolución,   pero   aun     algunos




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El despertar de un líder



campesinos tienen armas en sus casas. Se repartieron las tierras de

la mayoría de las grandes haciendas. Son tiempos de cambios.


Trabajé en mi juventud en los campos agrícolas. Recuerdo un día,

estaba agotado, todo el día arando la tierra con los campesinos, junto

a un lote de tierras en un cultivo en el predio recién creado.


Había también siembra de trigo, eran tiempos de abril, el verano daba

notas de su adelanto porque el clima era bastante caluroso.


Al oscurecer, todos los campesinos nos reuníamos en la cabaña junto

a un gran mezquite, cada quién tenia su lugar para descansar, como

un altar sagrado.


Había caciques en la región y por las noches nos visitaba con

regularidad uno de ellos, a escondidas de los demás, como buscando

algo. Somos desconfiados de los ricos. Qué necesidad tienen de

andar entre los pobres preguntando sobre nuestras vidas. Qué no

tendrán ellos sus amigos también adinerados. Los abuelos por eso

lucharon en la revolución para que todos seamos iguales. Repartir las

tierras en partes iguales entre todos los campesinos. Pero es nuestra

educación respetar a la gente, sea del nivel que digan ser.


La única herencia que me han dado mis padres es la educación. Tenía

por costumbre dormir en petate y una Biblia era mi almohada, el libro

preferido es Proverbios 17: 17. “Un amigo es siempre afectuoso y en tiempos de

angustia es como un hermano”, tardaba más en meditarlo que en leerlo.

Existen en realidad los amigos. Con la experiencia descubrí que era


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El despertar de un líder



amigo de mis amigos, solo cuando hacía lo que ellos hacían. Si no

tomaba con ellos, no me buscaban para estar con ellos. Si yo quería ir

a misa, todos estaban enfermos. Si yo no los buscaba, no me

buscaban. Esas eran las señales que percibía.


Se dirigió a mí aquel cacique, justo un viento del sur apago la vela.


*El diablo esta aquí* pensé.


Otras ocasiones la fuerza de la llama soportaba el viento, pero esta

vez no. La creencia es qué, el fuego es el diablo. En algún momento

éste reclama lo suyo.


Me levanté de un salto y encendí un cerillo. Miré alrededor y vi todas

las velas encendidas. Noté que la vela ya no tenía cera. Era misterioso

que al acercarse el cacique mi vela se haya apagado. Todo no pasa

sin motivo.


*Compré la vela hace tres días, debía perdurar por cinco días más*

dije.


Mientras encontraba otra, pasó por mi mente que alguien me la

cambió. Esa es otra costumbre, cambiarse las comidas que nos dan

para llevar al trabajo o compartir entre todos algo que se pueda

prestar. Una vela, un libro, el caballo y la bebida.


Al cacique lo llamaban Don Oscar, el papá se llamaba Oscar y su

abuelo también. Al llegar a la cabaña, saludaba campesino por

campesino y al final, elegía a alguien para conversar. No tenía esposa



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El despertar de un líder



ni hijos, pero tenía riqueza en abundancia. Quizá el motivo de su visita

era para tranquilizar su conciencia. Él era serio y le gustaba hablar de

política, siempre pensaba positivo y provocaba buenos diálogos.


Era sabido en la región que en los meses anteriores, él quería ser un

político importante. Pero las fuerzas partidistas que estaban en el

poder lo tenían restringido para unos cuantos.


Me saluda con un fuerte apretón de manos, y me llama por mi

nombre.


*Como estás Ezequiel, te asusté, te ves pálido* dijo.


*No Don Oscar, cuando usted llegó, se apagó mi vela, no supe si

recibirlo o buscar otra* respondí.


Era la segunda ocasión que teníamos una conversación, no sabía si

creer lo que me decía o no darle mi confianza. Las otras ocasiones

mis amigos trataron de convencerme para que trabajara con él de

Mayordomo. Pero eso fue hace meses, ya debía tener uno.


El cacique sembraba mil hectáreas de trigo y quinientas de maíz, tenía

más de un millar de vacas lecheras, vestía ropa de campesino pero

gustaba de buenos caballos españoles y árabes, su pistola era

plateada con cacha de oro. Un campesino me contó que esa pistola

era única en toda la región. Los gustos de Don Oscar eran

particularmente muy similares a los de la clase humilde. Ese era un

detalle que hacía que lo respetáramos como a uno de nosotros.




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El despertar de un líder



*Necesito un Mayordomo* me dijo el cacique.


Todos     estaban   en   silencio,   aquel    cacique   me     había      pedido

nuevamente ser su mano derecha. Pues las funciones de Mayordomo

son llevar el control de toda la hacienda y el jefe inmediato sería él. Es

una responsabilidad que no se puede encomendar a cualquier

persona.


Es la segunda oportunidad que me ofrece para salir de pobre. El

Mayordomo no tiene horario fijo, cuando se le requiera debe estar

presente. Por tanto el sueldo debe ser muy bien pagado, suficiente

para vivir bien.


Se sentó en un trozo seco de mezquite, sacó una libreta de entre su

ropa.


 *Trae la lista de los que le deben* Se escuchaba al otro lado de la

cabaña.


Era Estefania, campesina de ojos claros, cabello castaño claro y de

buen ver, viuda a sus treinta años y sin procrear hijos. Mujer heredera

de la revolución, sincera siempre, dice lo que piensa y hace lo que sea

necesario para lograrlo.


*Los otros no me son leales Ezequiel* dijo, ignorando a la mujer.


Me disgusté un poco. No es justo que no escuche al cacique solo

porque trae la lista de los que le deben. Al contrario, cada quien cuida

lo suyo, así debe ser.



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El despertar de un líder



*Será porque usted no los trata bien Don Oscar* respondí.


Estefania me había contado que Don Oscar la pretendió cuando era

soltera, pero que odiaba de él su orgullo maldito. Dijo que le había

enseñado toda La Hacienda La Campana del Tesoro, que tardaron

dos días en completar el recorrido. Pero se había dedicado a

mostrarle sus riquezas materiales y no mostraba su amor de corazón.

Quiso vislumbrarla con tantos bienes. Qué le espera a las mujeres que

sean esposas de los caciques. Rodeadas de oro pero de corazón

abandonado.


*Podemos platicar Ezequiel* Me dice con un tono sincero.


*Todos tenemos derecho de ser escuchados* respondí con una

sonrisa.


Somos libres de expresarnos, así se dijo en las últimas reformas en

1927.


*Eres líder natural, y sabes de números, lo se porque todos te

recomiendan* dijo.


Pensé que Don Oscar sabía todo sobre mí, había preguntado sobre mi

vida. Estaba seguro que hasta sabe más de mí que yo mismo.              Me

siguió diciendo que sabía que yo era un líder innato, con cualidades

para ser jefe, que la responsabilidad se gana con trabajo y no se

compra ni con todo el dinero del mundo. Él necesitaba un Mayordomo

con esas características, que pueda entender a todos sus empleados.




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El despertar de un líder



Por último me dijo que no le diera respuesta en ese momento, que

esperara hasta mañana al oscurecer. A veces el tiempo es necesario

para poner en claro ciertas decisiones que nos marcarán para toda la

vida. Él cacique lo sabía, por eso me dio veinticuatro horas para

pensarlo.


Faltaba como media hora para oscurecer del día siguiente, pensé en

repetidas ocasiones la oferta de Don Oscar. No era yo mismo ese día,

pasaron por mi mente muchas ideas sobre la propuesta que se me

había hecho. Me ofrecía una oportunidad de un buen trabajo,

probablemente no me lo vuelva a ofrecer. Es una oportunidad quizá

única.


*Pues que sea lo que Dios quiera* dije en voz alta cuando regresaba a

la cabaña con los demás campesinos.


Muy dentro de mí, sentía miedo, porque ser Mayordomo no es trabajo

fácil. La Hacienda La Campana del Tesoro era la vida de Don Oscar, lo

que más le importaba, de él dependían cientos de familias y su

riqueza. Era como una pequeña ciudad con todos los servicios sin

necesidad de buscar algo fuera de ahí. Y una hacienda muy

importante en nuestro Estado.


Acepté las nuevas obligaciones y partí con mis pocas pertenencias.

Mi Biblia y mi petate de carrizo.


*Habré tomado una buena decisión* pensé.




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El despertar de un líder



No era buena señal dudar porque me ocasionaría solo problemas.

Sabía que debía ser yo mismo, que no me debía espantar sin

intentarlo primero. Debía ir un paso adelante de las pretensiones de

Don Oscar, así cumpliría con lo que me pida y estaría agradecido por

anticipar los siguientes pasos.


A cambio quizá, pueda obtener algunos centavos adicionales o

generosamente me ofrezca mejor salario. Al fin si con mi trabajo lo

hago más rico, algo me tiene que tocar.


*Si yo fuera Don Oscar le daría a mi Mayordomo todo lo que me

pidiera, al fin era mi mejor trabajador* dije en voz baja.


Comencé a ir mas allá de la realidad en mis pensamientos alocados.

Cuántos sueños he tenido. Siempre sueño cosas maravillosas. La

Biblia dice que primero busquemos el reino de Dios y luego los de la

tierra. No sabia en que libro estaba esa cita, pero la había escuchado

en la misa dominical.


El diablo me estaba tentando o estaba soñando despierto. En otras

ocasiones había soñado que era un personaje importante como ser el

Gobernador del Estado, pero no había soñado con riquezas como las

de Don Oscar.


Mis padres decían que Dios nos da lo justo y por algún motivo

permanecemos igual.




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El despertar de un líder



Llegué a La Hacienda La Campana del Tesoro justo cuando se

ocultaba el lucero de la mañana por la aparición de los rayos del sol.

Había sido una hora de viaje muy larga. Me dio tiempo suficiente para

contemplar mi tierra. Los pájaros, los animales, los árboles, la gente

trabajando y mire al cielo. Que bendición es esta tierra.


Por la hora que era, los encargados de ordeñar las vacas lecheras ya

debían    estar   terminando   sus   labores.       El calor    amenazaba           la

tranquilidad de la mañana. Si no madrugaban a hacer su trabajo, les

esperaba un buen castigo por el sol. El clima de ésta región es calor

en el día y frío en la noche. Debo agradecer a Dios por permitirme vivir

en éste lugar.


*Qué planes tendrá el destino para mí ¿Por qué estoy haciendo esto?*

dije.


En mis veinticinco años de edad me había dedicado a ser bolero de

zapatos, ayudante de cocinero, vendedor de diarios, trabajador del

campo y era recién egresado de la universidad titulado por buen

promedio, pero desempleado.


En esta región no necesitan a los Licenciados en Administración, no

sé para qué mis padres me pagaron escuela, mejor me hubieran

comprado un tractor, así sabría que sí trabajo más, ganaría más, eso

si es negocio.


Pero mis padres querían que yo fuera lo que ellos no pudieron ser,

una persona culta, un licenciado en la familia. No reniego de mis


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El despertar de un líder



padres, son un ejemplo a seguir, siempre me dan buenos consejos.

Somos una familia humilde y sencilla, soy el mayor de dos hijos y mi

mamá se dedica al hogar, mi padre es el cuidador en un almacén en

La Hacienda Las Mulas de Pedro. Es de oficio mecánico automotriz.

Tuvo un accidente laboral y salió lastimado de un brazo, por eso fue

asignado a cuidador. No puede ejercer fuerza por prescripción

médica.


Mi hermano menor tiene veintidós años, es tres años menor que yo, él

no hizo caso a mis padres y dejó la escuela, ahora es vaquero y

trabaja en otras regiones aledañas. Gana bien pues sabe su trabajo.

El Mayordomo lo estima, así que le paga bien.


Yo recuerdo que desde chicos mis padres nos alimentaban con arroz,

frijoles, huevos, chile, tortillas de maíz y leche. Comíamos carne cada

vez que había fiesta en alguna hacienda. Sé un poco de ingles, pues

nos era obligatorio para titularnos de la universidad. Cuando fui niño

pensé en irme a los Estados Unidos de Norteamérica, allá si hay

trabajo bien pagado. Todos los campesinos que se han ido y

regresan, siempre traen su buena camioneta y billetes verdes. Esa si

es vida, pensaba. Quería conocer otras regiones, viajar por todo mi

país, aprender de otras culturas, casarme con una muchacha rubia,

cabello lacio, de sonrisa cautivadora y que me fuera siempre fiel.


Recuerdo haberme hecho de valor, justo al iniciar la escuela y pensé

en escaparme para el extranjero. Pero me detenían los consejos de




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El despertar de un líder



mi padre, que esperara los tiempos. Tardé algunos años para

comprender   esa   frase,    era   adulto   ya.   Cuando   seas     mayor       la

entenderás, fue como lo expresó.


Al llegar a la entrada principal de La Hacienda La Campana del

Tesoro, había gente entrando y saliendo como en una gran tienda,

sentí como sí ya hubiera vivido ese momento. No era la primera vez

que me sucedía. Es una sensación de entre un sueño y una visión a

futuro. Como si el tiempo hubiera olvidado que es su secreto no

revelarnos cosas divinas a las personas.


*Qué buscas aquí joven* escuche la voz de una persona mayor.


Era un anciano que estaba sentado en una paca de alfalfa en la

entrada principal. Por su edad no debía tener ya responsabilidades. El

tiempo ya lo tenía encima.


*Estoy buscando a Don Oscar, ¿sabe donde lo puedo encontrar?*

pregunté.


Me dijo en concreto que, el cacique a ésta hora se encontraba en su

desayuno, en el comedor principal, como a cincuenta metros de

nosotros, al otro lado del jardín. Pero su mirada era fija, no

intimidatorio, mas bien sincero. Pensé que se desvive por servir,

como la mayoría de los ancianos. Que a veces no los comprendemos.


Cómo sabía el anciano donde se encontraba Don Oscar exactamente

en ese momento, debía tener muchos años en esa hacienda.




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El despertar de un líder



*No conozco éste lugar bien, es la primera vez que entraré* contesté.


*Sigue a esos hombres, diles que te mando El Perro, así me dicen aquí

a mi* dijo.


Que alias tan especial. Ese anciano debió ser una persona de cuidado

por su apodo, hasta creo que en la conversación que tuve con él,

detecto mis intenciones más profundas, seguramente me vio venir y

me olfateó, encontrando que vengo por las buenas, tal como cuida un

perro a su amo. En la región uno se gana el alias por algún

acontecimiento que haya hecho.


Corrí y alcance a los hombres que me señaló el anciano, de inmediato

les pregunte donde estaba el comedor principal.


*Entra por esa puerta, ahí esta lo que buscas* dijeron.


Sabrán todos a lo que vengo. Por qué se portan todos de una manera

muy amable. Me habré equivocado de lugar. No lo pensé más y entre

al comedor principal.


*Buen día Ezequiel, acércate, siéntate con confianza, aquí cerca de

mi* dijo Don Oscar.


Estaba rodeado por siete hombres, como de treinta a cuarenta años

de edad cada uno.


*Éste joven se llama Ezequiel, viene del predio nuevo, ese que el

Gobierno Federal mando desmontar, donde por cierto sembraron

trigo* agregó.


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*Gracias, gracias por éste recibimiento Don Oscar* respondí.


*Mira, ella es Lupe la cocinera, ella aquí vive en la cocina, estos

hombres que aquí vez, son de mi confianza, siempre tratamos de

desayunar juntos, es la única vez que los veo en todo el día* dijo.


Los hombres de confianza que veía, eran campesinos comunes, no

había nada de especial en ellos, no aparentaban que ganaban buen

dinero. Todos parecían de clase baja junto con el cacique.


Nos   sirvieron   el   desayuno   a   todos,    el    mismo   platillo,    huevos

rancheros, frijoles refritos, tortillas de harina y café.


* Juan, tú has la bendición de la mesa* dijo Don Oscar.


*Todo sea en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: Señor

Jesús, bendice los alimentos que vamos a recibir y bendice las manos

que los han preparado, por Cristo nuestro Señor. Amen*dijo.


Jamás había bendecido los alimentos, y me considero un buen

cristiano. Fue muy claro Juan, se dirigió a Dios, hizo la petición y dio el

agradecimiento. Que confianza tenía ese equipo hacia él cacique.


Noté en Don Oscar una sonrisa que no conocía, solo le veíamos de

noche en nuestro predio, pero hoy era diferente, algo estaba

sucediendo en ese momento.


Sería posible que todo lo que se decía en las pláticas en la cabaña

sobre él, era una farsa. Porque lo qué presenciaba en ese momento,

difería de la idea que tenía sobre él.


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El despertar de un líder



No podía perder más, era de la clase baja y humilde, al contrario, lo

que aprenda con Don Oscar me servirá para toda la vida. Quizás en

realidad sí soy líder. Ser Mayordomo me daría status.


*Ésta    gente   son   mis   mejores    trabajadores*   dijo   Don      Oscar

reflexionando.


Pensaba por qué era necesario un buen Mayordomo, si tenía a los

mejores hombres. Todos ellos acostumbrados a trabajar duro y a Don

Oscar.


Durante un tiempo no hubo conversación, todos nos dedicamos a

degustar los huevos rancheros. Qué era esa sensación que estaba

viviendo. Cómo era posible que estuvieran tan relajados todos. Qué

pasa con sus actividades del día, por qué no se apresuraban a

desayunar.


Recordé otra cita bíblica que había escuchado en la misa dominical.

No solo de pan vive el hombre. Si eso era, cada uno de ellos

disfrutaba cada momento de sus vidas. Había tiempo para todas sus

responsabilidades. No obstante la alegría que empezaba a sentir,

conjugaba con la buena vibra que se sentía en el comedor principal.

Era un buen inicio.


En los últimos días me habían sucedido varias cosas. Una vela que se

apagaba por los vientos, la visita de Don Oscar y su ofrecimiento de

trabajo, tenía presente al viejo que le decían El Perro y mis deseos de

tener poder como Don Oscar, eso normalmente no le sucede a un


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El despertar de un líder



campesino de por acá. Porque la religión nos enseña a ser humildes,

más no, a tener bienes. La mayoría se tomaban eso muy en serio. Por

eso el progreso de la región marchaba despacio.


Hasta pensé, en encontrar una buena muchacha en la hacienda.

Cuando terminamos de desayunar, Don Oscar se disponía a hablar.

Tomó su tasa de café, le dio un sorbo, miró la hora en su reloj de

bolsillo, estaba pensando bien lo que nos iba a decir seguramente.


No deseaba que Don Oscar me presentara como el Mayordomo de

buenas a primeras, me sentiría incomodo cuando lo hiciera, quizá

alguno de los siete se sentía con más merecimiento, al cabo, ellos

eran los que conocían las actividades de pies a cabeza. No deseaba

ser, él que desplazara a uno de ellos.


*Justo está aquí, éste joven, Ezequiel, oriundo de nuestra región,

viene porque yo lo invite, quiero ponerlo a prueba para ser nuestro

Mayordomo* dijo.


Eso es lo que había pensado, que no me merecía nada regalado.

Debía luchar por mi mismo, hasta merecerme toda su confianza. Así,

sí alguien de los siete también quisiera ser Mayordomo, lo lograríamos

por nuestros propios esfuerzos.


Mientras tomaba nuevamente un sorbo a su café, reflexionaba con

tranquilidad. Yo recordaba las palabras de mi padre, que cuando haga

algo, lo haga bien y a la primera. Así lograría, no repetir el trabajo y

ahorraré tiempo, dinero y esfuerzo.


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El despertar de un líder



*Ezequiel, pasarás una semana con cada uno de ellos, serán tus jefes,

obedecerás en todo a ellos, si necesitas algo puedes buscarme, si no

te gusta lo que haces, recibirás tu paga y podrás marcharte

libremente* expresó.


En el fondo pensaba que eso era un atropello a mi persona, ningún

cacique me iba a humillar frente a tanta gente. Qué se creía Don

Oscar. Mandarme de peón por siete semanas. Afuera de la hacienda

es lo que hago y no deseo hacer lo mismo adentro.


Al centro del comedor, en la pared norte, estaba la imagen de la

Virgen de Guadalupe y junto, a Jesús Crucificado. Pedí sabiduría para

comprender lo que se me había pedido en ese instante.


*Si quiero aprender cosas nuevas, debo desaprender mis actitudes

viejas * pensé.


Era atinado mi pensamiento, ya que debía recordar que vengo para

ser mejor persona, para triunfar, para tener éxito, así como Don

Oscar. Si él pudo tener tanto, por qué yo no podía. Para lo cual era

necesario   remover    viejas   costumbres      qué,   probablemente          no

permitían que me superara en lo personal.


La gente de la región dice, que uno ya nace con su suerte y que debe

conformarse con lo que tiene, que tenemos que respetar la voluntad

de Dios. Yo no comulgaba con esa idea, pero tenía miedo de que Dios

me castigara por ser rebelde.




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El despertar de un líder



Mis manos empezaron a sudar, me encomendé a la Virgen de

Guadalupe mirándola a los ojos. Que la Virgencita me acompañe

siempre.


Don Oscar me dio un cuaderno y una pluma, en ese momento.


*Anota muchacho, lo que te voy a decir* dijo.


Comprendí que el cuaderno de Don Oscar, no era para llevar las

cuentas de los que le deben, sino para anotar las encomiendas más

importantes. Esa si es una buena idea.


Llevar un control de los quehaceres diarios y pendientes para siete

semanas, Don Oscar si sabía planear. Recordé el proceso de la

administración, planear, organizar, controlar y dirigir. Pero el cacique

no sabía de ese proceso, sus quehaceres encajaban dentro de el sin

saberlo.


Me dijo mis actividades con seriedad y claridad, me daba mi tiempo

para anotar a detalle sus ideas. Al final quedó escrito el plan de

trabajo, si acaso le tomó cinco minutos.


*Estás en buenas manos Ezequiel, ya tienes tus obligaciones para

siete semanas, pero aquí debes estár todos los días en el desayuno*

dijo.


La primera semana era para trabajar con Juan. Él era encargado de

las compras y provisiones de alimentos para toda la hacienda. Qué

podía aprender de él. No sabía leer pero conocía los billetes muy bien.



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El despertar de un líder



Usaba un lenguaje moderno, no de los de su época. El primer

comentario que hizo fue, qué entendería ese trabajo muy pronto.


Sin embargo no debería descalificar a Juan, porque no sabía leer y

usaba un lenguaje moderno. Debía dejarme llevar por sus órdenes y

mandatos.


Parecía tomar su trabajo muy a la ligera. No tenía cara de que fuera

responsable.


*Yo me encargo de las compras, las provisiones y los alimentos, hasta

los insumos para las siembras* dijo.


Era como el tesorero de la hacienda. La primera lección que me

enseño es no caer en las pretensiones de los proveedores, que a

toda costa querían ofrecer mercancía dañada más barata, y a cambio

podía reportar gastos ficticios.


*Los demonios andan sueltos* dijo.


Cuántos riesgos pasa en un día Juan, se enfrenta a los proveedores

como una oveja a los lobos. Eso debía serle excitante, porque

siempre salía exitoso. Él proviene de una familia humilde de ésta

región. Los papás trabajaron con los abuelos de Don Oscar. Así que,

sin tener escuela conocía el trabajo muy bien. Sus conocimientos eran

empíricos.




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El despertar de un líder



Acompañé a Juan a realizar las compras, íbamos en una camioneta,

una de modelo reciente, con motor diesel. No sé cómo Juan podía

tener tanta responsabilidad sin saber leer.


*El patrón me puso a prueba a mi también joven, hace veinte años, me

mandó a las provisiones, me dio una paca de billetes para surtir toda

la semana* dijo.


Cómo podía Don Oscar darle tanto dinero a un nuevo, para que se

encargara de las compras. Pero Juan era el hijo de uno de los

mejores empleados del cacique.


Comprendí que bien Juan podía escaparse a un lugar lejano y no

volver más, hacer su vida y establecer un negocio. Pero Juan habría

comprendido que esa sería la prueba decisiva, la que perduraría por

siempre. Él decidió la que se le encomendó, y no ser un pobre

bandido. Supo que ganaría más si quedaba bien con él mismo, con

Don Oscar y con Dios.


*Tú Ezequiel, viniste a ésta hacienda para aprender a manejarla, el

patrón está buscando un buen empleado para que sea su mano

derecha* explicó.


Él no podía ser Mayordomo porque no sabía leer y escribir. Esa era

una limitante muy grande. Pero junto con su esposa manejaban esa

área. Ella sí sabía leer y escribir. En ese caso ella era su brazo

derecho.




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El despertar de un líder



Juan me enseñaría lo que aprendió en veinte años en una semana.

Cuando llegamos al lugar de las compras, nos recibió un señor de

unos cincuenta años, usaba sombrero fino y tenia cadenas de oro en

su cuello, anillos brillantes y camisola de seda. Esa sí era vida. Juan

llamó por su apodo al señor, le dijo El Adivino.


Por qué un adivino debía ser el proveedor de la hacienda. Por qué no

se dedica a adivinar como los gitanos o los brujos. Quizá tuvo

problemas de vocación y le va mejor de comerciante.


*Don Oscar ya encontró al nuevo Mayordomo* dijo.


En esta región la gente es muy comunicativa, El Adivino tenía pleno

conocimiento de las intenciones de Don Oscar. Las noticias de

difundían muy rápido.


No tardé mucho en decir algo, así que decidí platicarle un sueño. Al

cabo   ya   me   sentía    en    confianza.    Estábamos   escogiendo         las

provisiones cuando dije.


*Cuando era niño yo soñaba que me perseguía un lobo rabioso, y huía

a esconderme a mi casa. Recuerdo un día haberme hecho de valor, y

enfrentarme al lobo. Éste se me abalanzoÉ* estaba diciendo.


*No tengo tiempo de oír tus cuentos muchacho* interrumpió El

Adivino.




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El despertar de un líder



*ÉY me araño la cara con sus patas, en eso lo tomé con mis manos y

lo asfixié. El lobo murió. Desde ese día que lo vencí jamás volví a tener

ese sueño* dije en voz lenta y baja.


El Adivino se me acercó, me miró a los ojos, me pregunto mi nombre.


*Siéntate Ezequiel, quiero decirte algo importante para ti. Si en un

sueño matas con tus manos a un animal feroz, que te causaba miedo

o te lastimaba, eso tiene un significado* dijo.


*Cómo, no le entiendo señor Adivino* dije.


*Estás madurando muchacho, alrededor de ti están girando energías

positivas, está naciendo en tu interior un don* me explicó.


Me estaba poniendo nervioso, su voz se había transformado a un tono

grave y magnético, me estaba trasladando en un viaje de lo que me

estaba diciendo.


*En poco tiempo serás un hombre ejemplar, tus buenos actos

permanecerán por siempre en la historia de éste país* dijo.


De una caja de madera con incrustaciones en oro, sacó un recipiente

que contenía un polvo brillante. Tomó una pizca y lo sopló en mi cara.

Tuve una sensación que no había sentido nunca, como sí estuviera

flotando en agua.


*Estás protegido muchacho, solo elegirás el bien siempre* dijo.




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El despertar de un líder



Que se creía El Adivino, por qué hizo conmigo su brujería, que era ese

polvo brillante.


*Cuando se te cumpla el sueño de ser Gobernador del Estado,

regresarás conmigo, para guiarte a un tesoro invaluable* terminó.


Sentí que mi piel se enchinaba y mi respiración se apresuraba. Cómo

sabía El Adivino sobre mis sueños. Nunca hable sobre ellos a nadie.

Cómo no creer si él me había dicho tal cual mi sueño. Luego pensé

por qué los que tienen ese don, no se convierten en los reyes del

mundo. Porque bien pueden tener control sobre muchas cosas.


Juan me regreso al mundo cuando me dijo, ya vámonos.


Que momento había vivido en ese lugar. De regreso a la hacienda me

decía Juan que gente de todo el mundo iba a platicar con El Adivino,

pero que él seleccionaba a las personas con las que hablaría, que

tenia la cualidad de saber sus intenciones sin que le hablaran. Me dijo

que cobraba muy caro por lo que él hacía. Pero a mi no me habría

cobrado ni un centavo.


Medité por largo tiempo sobre lo que me dijo del tesoro invaluable.

Por qué no me lo entregaba de una buena vez, para qué esperar más

tiempo. Si mañana muero lo habré hecho sin disfrutar del tesoro de El

Adivino. Que injusta es la vida.




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El despertar de un líder



Pasaron los siete días que debía estar al mando de Juan. Visitamos

proveedores de toda la región, compramos las mejores provisiones

que se pueden conseguir.


Descubrí que Juan era leal a Don Oscar, no lo dudaré jamás. El valor

aprendido fue la lealtad. Anoté lo respectivo en mi cuaderno de notas

regalado por el cacique.


En el día ocho después del desayuno, me asignó con Alejandro, el

encargado de los animales.


*En ésta hacienda yo soy responsable de todo el ganado, compra,

venta y mantenimiento total* dijo.


Tenía cinco años en esa actividad, y en ese tiempo habría logrado

triplicar el número de cabezas de vacas. Sabía hacer el corte de

ganado al momento de elegirlo evitando comprar ganado enfermo. Se

decía que tenía el mejor tacto de la región para seleccionar las vacas

preñadas.


El primer día con él, ayude a vacunar a los a animales. Había vacas

que renegaban bastante. A nadie le gusta que le vacunen con

semejante jeringa. Tiene una aguja como de quince centímetros y

gruesa como un clavo de tres pulgadas, el recipiente es plateado

como de aluminio, y el liquido que se inyecta es blanco. Vi que sus

ayudantes lazaban la vaca, la jalaban y amarraban a un pequeño

corral de hierro, y otro le tomaba la cola para hacer presión. Alejandro

daba dos golpes en el lomo de la vaca con el puño cerrado de su


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El despertar de un líder



mano y posteriormente en ese lugar inyectaba. Eso era así de

sencillo.


Ese día nos oscureció en el embarcadero, así llamaban donde

bañaban y vacunaban el ganado. Él se puso sobre su cuello un collar

de trenzas de ajo. Esa si es una costumbre muy rara o poco común,

que tenga conocimiento.


Noté   que   lo   hizo   pero   estábamos     demasiado   ocupados         para

interrogarlo. Al fin me dio otra trenza de ajos a mí y me dijo que me la

colocara en mi cuello.


En esta región tenemos costumbres muy especiales. Que función

puede tener una trenza de ajos en el cuello.


*Por estos lugares anda el chupacabras muchacho* dijo.


Sonreí y me burle de él con una sacudida de manos. Pues su

comentario me pareció bastante gracioso. Es increíble que crea en

eso. El chupacabras no existe. Pero después de mi pequeño teatrito,

guarde un momento de silencio y reflexioné.


No debo burlarme de las creencias y cultura de las personas. Qué

autoridad puedo tener para burlarme de un ser humano. De la misma

manera Alejandro desde el primer momento que observó que yo no

sabía vacunar vacas, él pudo haberse burlado de mí. Sin embargo su

actitud fue positiva y me enseño como hacerlo.




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El despertar de un líder



Su escolaridad fue hasta quinto grado de primaria en la escuela. Él

tiene esposa y dos hijos varones pequeños. La esposa cuida de ellos

y conoce el arte del bordado en tela. Es una familia joven y humilde,

viven muy unidos. Los domingos van todos juntos a misa. Prestan sus

servicios en la colecta de las ofrendas. Supe que cuando era más

joven, él fue monaguillo.


Es una persona humilde y muy trabajadora. Gana bien en la hacienda

pero se mantiene en el mismo nivel de vida, como campesino que es.


En el transcurso de la semana con él, se presentó un comprador de

ganado, que necesitaba cincuenta cabezas de vacas de doble

propósito, leche y carne. Llamó a Juan y le notificó que le hiciera el

llenado de las guías. Pero el comprador traía otras intenciones.


Quería pagar cincuenta cabezas de ganado y llevarse ochenta, a

cambio daría una buena propina a mí y a Alejandro. Don Oscar no se

daría cuenta de nada, sería una transacción oculta. Quién iba a

saberlo. Ochenta cabezas no se iban a notar de entre cientos que

hay.


*No he fallado nunca a mi jefe, y no pienso perder su confianza por

unos pesos* dijo.


Que mirada la de él, penetrante y sincera. Cómo si un águila viajara en

vuelo de caída en busca de su presa.




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El despertar de un líder



*Usted sabe si hacemos negocios o aquí la dejamos* terminó

diciendo.


El trato se hizo a manera de Alejandro. Aunque el resto del día estuvo

muy serio, cómo meditando la oferta que había recibido. Quizá estuvo

a punto de recibir el dinero extra que se le ofreció y sentía inquietud

de haber dejado pasar una buena oportunidad, pero le daba vueltas

en su conciencia.


Quizá si hubiera hecho ochenta tratos a modo del comprador, él

tuviera dinero cómo para no volver a trabajar más en su vida. Pero de

qué le serviría, era dinero sucio mal habido. Con que derecho iría a

misa dominical y junto con su esposa hacer la recolección de las

ofrendas.


 Pasaron los siete días que debía estar al mando de Alejandro.

Recorrimos todos los corrales y vacunamos todo el ganado. Participé

en compra y venta de ganado. Aprendí a seleccionar los mejores

animales. Descubrí que Alejandro era responsable en su trabajo.


No lo dudaré jamás. Anoté lo respectivo en el cuaderno de notas.


En el día quince después del desayuno, me asignaron a Manuel. El

encargado de todo lo relacionado con la agricultura y cultivos.


*En éstos siete días Ezequiel, te explicaré todo lo que hay que saber,

pero no aprenderás todo lo que deberías saber, porque si lo supieras

no estuvieras aquí* dijo.




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El despertar de un líder



No pude identificar de qué autor era su frase. Porque a bien saber, la

lógica me decía que su frase tenía ocultos significados con mucha

filosofía. Por apodo le decían El Chon. En sus labores se la pasaba

silbando y cuando conversaba era un tipo de cuidado. No dejaba de

hablar tan fácilmente. Que persona tan especial, que feliz debe ser su

vida.


En la hacienda ya estaba por finalizar la cosecha del trigo. Así que

pasábamos      gran    tiempo    en     las   maquinas      trilladoras    y    en     los

contenedores que eran jalados por tractores hacia los almacenes de

la hacienda.


Un día madrugamos tres horas antes de la salida del sol, para viajar al

puerto marítimo más cercano. Nos presentamos en una oficina donde

había un diagrama como de un metro de alto por dos de largo. Por la

ventana vi un edificio como de siete pisos.


*En que trabajan en ese edificio* pregunté.


*Es un barco* dijo.


Decía arriba El Titán. Era un barco carguero para transportar granos a

otros países. Nos dirigimos al encargado en un escritorio. Decidí

permanecer     en     silencio   para    no    dejar   en    claro    mi       falta   de

conocimientos y cultura una vez más.


*Buenos días mi estimado amigo Lalo Glaser, como te trata la vida en

estos tiempos tan difíciles* dijo Manuel.




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El despertar de un líder



Por la forma en que se presentó supuse que eran amigos cercanos.

Su conversación parecía sincera y divertida.


*Tengo mil toneladas de trigo harinero, puedo ponerlas aquí mañana

por la tarde. A tres mil pesos la tonelada* agregó Manuel.


El diagrama que nos acercamos a ver era la capacidad de almacenaje

de El Titán, partiría en unos cinco días con destino a Sud África. Lalo

revisó   el   diagrama   y   de   entre   su   bolsillo   saco   una    maquina

calculadora, hizo algunas operaciones.


*Ya conoces bien el negocio Manuel* dijo.


En unos segundos Manuel había calculado el faltante de toneladas de

trigo para llenar el barco, sabia que el precio por tonelada era de dos

mil pesos por cada una y sabía que en la región ya no habría                  más

trigo.


Como era de exportación y tenia conocimiento que sí el barco llegaba

un día antes a su destino, la oficina exportadora ganaría más

ingresos.


Muy pensativo Lalo, miró el diagrama, obtuvo nuevos números en su

calculadora, tomó el teléfono e hizo una llamada.


Qué impacto tuvieron aquellas palabras de Manuel hacia Lalo.

Calculaba números hizo una llamada, veía el diagrama y hablaba en

voz baja a si mismo.




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El despertar de un líder



Lalo era empleado de Importaciones y Exportaciones La Divina

Gracia, empresa nacional con varios años en el ramo. Su actividad era

buscar en las regiones granos de trigo, maíz, cártamo y soya

principalmente para exportarlos a diferentes países del mundo. Debía

hacer varios cálculos aritméticos y monetarios cada que hacia un

negocio. Mientras sucedía eso, pensé en preguntar, por qué la

cosecha de la hacienda debía destinarse a exportación. He leído que

actualmente    estamos    importando       granos   porque    no     somos

autosuficientes en el país. Pero permanecí en silencio y solo obtuve

mis propias respuestas. Es mejor pagado el trigo cuando se destina a

exportación.


*Dos mil setecientos por tonelada, incluyo seguro por calidad del

grano, pago en depósito bancario en siete días* dijo Lalo.


De un archivero saco unas hojas pre elaboradas, con espacios en

blanco, para ser complementadas con los datos del negocio. Se hizo

el llenado respectivo, se asentaron los acuerdos y firmé como testigo

en un apartado.


Al ver mi nombre en el contrato, recordé que firmaba con mi nombre

completo. Antes no se me había presentado la oportunidad de firmar

un papel importante. Entendí que es necesario tener una firma

personalizada, que refleje mi personalidad.




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El despertar de un líder



Ese día fue toda la actividad. Lalo hizo la invitación a comer al

restaurante local, ya que con esa operación concluía su actividad

también.


Solicitó una orden para tres personas. Cabrería y asados especiales.

No recordaba cuando fue la última ocasión que deguste un buen

platillo de carne. Pensé, cómo en unos días de campesino que andaba

arando la tierra, ahora estaba en un restaurante con dos grandes

hombres disfrutando un buen platillo regional después de un buen

negoció.


*Éste joven, está en entrenamiento para Mayordomo, es escuelante

egresado de la universidad, tiene ciencia* me presentó Manuel.


*Se ve que eres campesino de los buenos muchacho, sigue así y

llegaras a ser grande* expreso Lalo.


Lalo era hijo de padre Alemán y mamá nativa de esta región. Así que

su voz era con tonalidad diferente a las demás.      Resultó que Lalo

conocía a mi padre, estuvieron juntos en un internado en la capital.

Cuentan que en ese internado se les enviaba para educar a los

jóvenes con estilo militar y que aprendieran un oficio. Lalo aprendió

telegrafía y mi padre mecánica automotriz general.


Hace muchos años que no saben uno del otro, solo los buenos

recuerdos tienen. Después del internado su padre se lo llevo un

tiempo a Alemania, así que dominaba el idioma español, alemán e

ingles. Estando allá, aprendió el oficio de comerciante de su papá. Le


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El despertar de un líder



gustaba su actividad y pronto se vio envuelto en el negocio de las

importaciones y exportaciones en Alemania. Cuando su padre falleció

decidió regresar al lado de su madre, donde vive actualmente. No es

casado y no tiene hijos. Hasta el momento no conozco el motivo por el

cual sigue soltero.


Al final del día regresamos a la hacienda como triunfadores.


*Quieres conducir la camioneta* dijo.


Pensaba que aprender a conducir no me hacía temblar. Solo con la

idea de que me iba poner al volante sentí una emoción grande. Me

pidió que permaneciera en mi carril derecho y que él se encargara de

los demás. Al cabo de unos minutos me encontraba conduciendo con

facilidad. Él decidió tomarse una siesta mientras llegábamos a la

hacienda.


*Levanta el reporte de la venta del trigo, entrégale una copia a Juan y

que te autorice para que vayas al banco a verificar los estados de

cuenta* dijo Manuel.


Hice lo qué me pidió tal cual. Me dirigí al banco. Me presente y

solicitaron me sentara en la sala de espera. Mientras lo hacia, veía a

la gente que entraba y salía apresurados. Cuanta gente hay en un

banco. El gerente me recibió con extrañeza y pregunto por Don

Oscar. Argumenté que estaba en entrenamiento para Mayordomo y

que traía un papel con autorización. Se lo mostré. No lo leyó solo vio la

firma. Es bueno dijo. Me entrego copia fotostática del estado de


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cuenta y balances que tenían en su poder. Regresé a la hacienda para

dirigirme con Manuel, pues él me había encomendado la tarea.


Fueron siete días de jornadas largas. Así sucede cuando se esta en la

zafra del trigo. Aprendí de Manuel el valor de la confianza en sí mismo,

y qué debemos confiar también en las personas. Él sí sabía qué todos

tenemos la capacidad para aceptar nuevas encomiendas. Anote lo

respectivo en mi cuaderno de notas.


En el día veintidós después del desayuno, me asigno con Antonio. El

encargado de todo lo relacionado con el buen funcionamiento de las

maquinas trilladoras, tractores, implementos agrícolas y camionetas

de la hacienda.


*Mi trabajo es tener en perfecto estado todo lo que tenga motor en

esta hacienda* dijo.


Tenía diez años atendiendo esa área. Por el tiempo de experiencia

debía conocer muy bien cada maquina.


*En éste oficio, cada día aprendes cosas nuevas* agregó.


Que pretendía decirme. Aun con su experiencia pensaba que él no

debería ser un experto. Las maquinas son las mismas todo el tiempo,

no hay motivo para aprender cosas nuevas cada día en ese taller.

Antonio era un tipo demasiado alegre. De esas personas que sin

saber el por qué atraen a los demás. Qué puede ser ese don tan

especial que tiene.




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El despertar de un líder



En el taller tenía a su cargo a cuatro ayudantes generales. Había

buena relación con todos. Cual sería el inconveniente de que él fuera

el Mayordomo. No tardó demasiado cuando me encomendó algunas

actividades.   Pronto    me    gané     su    confianza,   pues     tenía      los

conocimientos básicos de mecánica automotriz. Mi padre había sido

de oficio mecánico. Es una actividad que no prefería hacer. La gente

de por aquí quiere todo trabajo fiado.


Me atraía la limpieza del taller. No había visto jamás un buen taller con

todas las herramientas en orden. Qué por lo general hay aceite, grasa

en el piso y en las paredes. Ese era un taller de primera. Descubrí que

el hijo mayor de Antonio gustaba de la lectura. Le había estado

asesorando para implementar un plan de orden y limpieza en el taller

el cual leyó en un libro traducido de autores japoneses. Esa si es una

buena idea.


Hasta donde tenía conocimiento solo se aplicaba eso en empresas

grandes de los países mas desarrollados. Aquí en el pueblo, quien iba

a saber de métodos y procesos, apenas un poco más de la mitad de

la población sabia leer y escribir.


*Te animas a buscarle a esa camioneta, por qué motivo no enciende*

me dijo.


Mi padre me había dicho los puntos básicos del funcionamiento de los

automóviles, sin que realmente supiera conducir. Revisa gasolina,

temperatura,   batería   y presión     de aceite.     Si el auto se anda



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calentando es porque le falta agua, se pegó el termostato o la bomba

de agua no sirve. Si huele mucho a gasolina en el tubo de escape es

porque no anda quemando la gasolina bien y es problema de

carburación. Si no hay corriente en las bujías es la bobina, no sirve.


De manera que procedí a revisar según lo enseñado por mi padre y

descubrí que el carburador tenía exceso de gasolina. Para encender

la camioneta bastó con pisar a fondo el acelerador y luego darle

ignición. Con eso desfogue el exceso de gasolina y posteriormente

procedí a desmontar el carburador para su limpieza y restauración.


*Oye muchacho, aquí los chalanes perdieron la apuesta*. Dijo.


Los ayudantes se habían puesto de acuerdo en que no podrías

encender la camioneta. Antonio había apostado a mi favor. Confió en

mí. Me encomendó las mismas tareas que a sus ayudantes. Me

trataba igual que a ellos, no había preferencia.


Él aprendió su oficio con otro mecánico de apodo El Valo, desde muy

niño fue ayudante.


No se necesita tener escuela para hacer buenos trabajos. Ese era un

buen ejemplo. Aplicaba conocimientos nuevos, era buen tipo y se

esforzaba por ser mejor cada día.


*Cómo aplicas ese método de orden y limpieza Antonio* pregunte.


Inició explicándome qué primero tienes que ser organizado en todo.

Acomodar cada herramienta según las veces que se utilizan. Las



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llaves estándar y milimétricas estaban a la mano. La prensa hidráulica

estaba apartada ya que se usaba si acaso una vez al año. Luego, ya

que cumplimos con la organización necesitamos poner orden. Porque

bien podemos tener todo organizado pero desordenado. Por eso de

este lado del taller esta todo lo relacionado con lo eléctrico, por allá

las rampas, y por acá donde recibimos la maquinaria. Entonces el

orden consistiría para evitar pérdidas de tiempo y claro, trabajo y

esfuerzo.


Ya que se logra ser organizado y ordenado, se puede aspirar a la

limpieza del lugar. La limpieza es importante porque es la imagen de

uno mismo, es el reflejo personal. Así que debía procurar tener todo

en estado higiénico, además que, la limpieza era un trabajo fácil

porque no había herramientas esparcidas sino todo lo contrario.


Cuando cumples con los tres aspectos anteriores, se supone que

llegas a un nivel donde regresar sería un retroceso, y mantenerte

sería lo ideal. Así que él llamó a su equipo y recalco que así debía

estar siempre el taller. Era como un tipo de compromiso no escrito,

donde todos debían cooperar.


No bastaba con lo anterior, cual sería la importancia si solo se habían

comprometido de palabra. Éstas se las lleva el viento. Era necesario

ponerlas por escrito. Las llamaba cartas compromiso, y estaban

firmadas por todos los integrantes del taller.




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El despertar de un líder



Cada uno de nosotros preservamos y mantenemos el compromiso. Él

trataba de decirme que son de cierta manera disciplinados. Qué sería

de nosotros, si no somos disciplinados. En nuestro actuar, en nuestra

vida cotidiana, en la administración del dinero y en lo que decimos de

palabra.


Pasaron los siete días que debía estar al mando de Antonio. Anoté en

mi cuaderno los pasos de su método de orden y limpieza. Aprendí

sobre el valor de la disciplina. Comprendí el motivo por el cuál Don

Oscar confiaba en él y respetaba su ritmo de trabajo.


En el día número veintinueve después del desayuno, me asignó con

José, el encargado de todo lo relacionado con herrería y carpintería.


Desde el primer día que me presente en el comedor principal, noté

qué él es el más imponente físicamente de los siete. Es un tipo de

estatura alta, corte de pelo estilo militar, musculatura predominante,

estomago de lavadero me imagino. Me atrevo a bautizarlo con el

apodo de Popeye, el tipo fortachón. Aunque también puedo decirle

Hércules. Probablemente causaría agrado. O El Titán, como aquel

gran barco donde se exporta granos a diferentes partes del mundo.


Todo lo que tiene que ver con metales y madera, él era la persona

indicada para hacer el trabajo. De vez en cuando los amigos de Don

Oscar, los invitados por él, encargaban trabajos de herrería para sus

haciendas. Sus trabajos eran de primera.


*Bueno muchacho, bienvenido a mi taller* me dijo.


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El despertar de un líder



Casi ninguna vez lo había escuchado hablar. Y descubrí el motivo.

Tartamudeaba cuando se sentía presionado. Los siete días a su

mando no sabía sí serían una eternidad o disfrutaría el trabajo. Nadie

sabía nada de él. De donde venía, si tenía familia o hijos. Apareció en

la hacienda como por arte de magia. Era buena persona. Si El Perro lo

dejo entrar es porque es un buen tipo.


Además que Don Oscar debe conocerlo. No ponen de jefe de taller a

las primeras a un empleado. José debe tener su historia pero no la

comparte con nadie. Todas las historias son importantes porque son

la base de nosotros mismos. Así como los cimientos de las casas, de

ellos depende la vida y duración. La historia nos define como somos y

lo que seremos.


*Gracias Don José, aquí estoy para aprender* dije.


Al inicio de mis actividades al mando de él, tenía un trabajo que se le

había   encomendado    por   parte    de   la   Presidencia   Municipal,       la

elaboración de bancas y la culminación del kiosco central en la

plazuela pública.


Tenía tres ayudantes al mando y conmigo ya somos cuatro. El trabajo

encomendado era para veinte días. El pedido era de cuarenta bancas.

Hacían dos por día. Distribuido el tiempo cumplirían con el pacto

contraído. Pero no le dejaba tiempo para presentarse en la plazuela y

terminar el kiosco.


*Al paso que vamos no cumpliremos con el pedido* dijo.


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El despertar de un líder



Iniciaba en él un conflicto consigo mismo. Le preocupaba quedarle

mal a Don Oscar y al Presidente Municipal. Su trabajo no tenia mancha

alguna, siempre cumplía con lo que se pactara.


*En la escuela técnica aprendí a soldar y se algo de carpintería* dije.


Eso había sido ya hace algunos años, y carecía de practica con las

maquinas que ahí había. Traté de ser parte de las soluciones, no de

los problemas. No me simpatizaba que José me viera como un

estorbo. Una presión más. Enseñarme algo en los siete días y además

culminar con los pendientes.


*Te enseñaré como usar la sierra eléctrica* dijo.


Se le aclaro que era buena idea contar con un ayudante más. Quizá

no iba a ser tan mala mi presencia. El primer día colabore con los

demás ayudantes, me familiaricé pronto. Comentaban que José se

desesperaba con facilidad, que debía tomar las cosas con calma.

Físicamente se ve imponente pero tiene los sentimientos frágiles

como una paloma.


Me encomendó cortar un lote completo de madera con las medidas

que me ordenó. Tendría trabajo para dos o tres         días, cortarlas y

además pulirlas. Es un trabajo extenuante. En cuanto recibí la tarea

inicié. Finalizado ese día, pedí permiso a José para quedarme un

tiempo más en la tarea ya que aun tenía energía.




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El despertar de un líder



Cómo sería posible que José no cumpliera con su encomienda. Todo

es posible. Así decía mi padre. Al salir del taller a buscar un poco de

aire fresco, vi a mis amigos del taller mecánico. Eran dos de ellos. De

inmediato los aborde. Mi intención era platicarles como estaba la

situación, del pedido de la Presidencia Municipal. Los convencí de qué

solo por ésta noche me ayudaran en el taller de carpintería por

algunas horas.


Estábamos dejando claro de trabajar tiempo extra sin recibir un pago

a cambio. Lo hacían por el gusto de ayudar. Porque estaban

comprometidos con la hacienda.


Esa   noche,     cortamos    y   pulimos     toda    la   madera      con      las

especificaciones que me había dicho. El trabajo de dos o tres días

estaría listo para el siguiente día. El agradecimiento a mis amigos fue

solamente con un gracias. Bromeamos un poco durante el trabajo,

escuchamos en la vieja radio a Los Montañeses del Álamo. Para

refrescarnos tomamos agua de horchata, que traje de la cocina de La

Lupe. Qué buena es ella, nos mandó unos taquitos de papas guisadas

con carne molida, frijolitos refritos, una panela y con tortillas de harina.

Recuperamos la energía perdida demasiado rápido.


Al día siguiente, un poco desvelado y ya recuperado del cansancio por

el trabajo extra. Estábamos esperando a José por fuera del taller.

Como imaginamos los cuatro, venía apresurado con síntomas de

enojo consigo mismo porque no encontraba las soluciones de tiempo




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El despertar de un líder



a su trabajo. Al mismo tiempo llegaron dos amigos, los del taller

mecánico.


*Buenos días Ezequiel, estamos aquí para ayudarte en lo que se

pueda* dijeron.


Habían solicitado a Antonio el día libre por adelantado. Con la

intención de que en ese día lo trabajarían en la carpintería con

nosotros en el pedido de las bancas.


Sumábamos seis ayudantes a disposición de José, la madera estaba

cortada y pulida. Cuando José entro al taller y miro que la madera

estaba lista, se impresionó bastante. No esperaba tanto de un

aprendiz en un día. Creo que me subestimó.


*Ezequiel, creo que lograste salvarme de la locura* dijo.


En el primer día hicimos el noventa por ciento de las bancas, y al día

siguiente el faltante diez por ciento. Con la ayuda y trabajo en equipo

el rendimiento se triplico y se redujo el esfuerzo. José agradeció a los

dos ayudantes que colaboraron con desinterés en el trabajo. Hablaría

con Don Oscar para qué de alguna manera se les otorgara una

recompensa para ellos.


Estuvimos trasladándonos los días restantes a la plazuela pública,

para terminar el kiosco. Fue un trabajo elemental el que hicimos. No

se siente igual trabajar encerrado en un taller a trabajar en la calle.

Sentí más libertad.




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El despertar de un líder



Tomamos un descanso al medio día. Estaba junto a un árbol de

benjamín. Veía a los niños jugar en el pasto verde. Sus papás estaban

contentos porque sus hijos daban sus primeros pasos. Que orgullo

ser padre, debe ser una experiencia única. Cuando yo tenga hijos el

primero quiero que sea niña, que se llame como su mamá. Y el

segundo que sea niño, que se llame como su padre, para llamarlo

como al abuelo.


Que la mamá sea bonita. Irnos de vacaciones juntos a Francia,

sentarnos en la plazuela frente a la Torre Eiffel. Tomarnos fotografías.

Conocer los parques...


De pronto sentí agua, los ayudantes de José me mojaron. Desperté y

todo fue un sueño. Los muchachos me habían echado agua porque se

acerco con nosotros el señor Presidente Municipal. Nos saludó a uno

por uno y nos preguntaba nuestros nombres. En mi turno me

presenté. Me pregunto que si era el Mayordomo. Hasta el Presidente

Municipal tenia pleno conocimiento de que estaba en entrenamiento.


Se dispuso humildemente a mis órdenes y en lo que pudiera

ayudarme. Igual lo hizo con los demás compañeros. El día último de

los siete días habríamos cumplido con el pedido del Presidente

Municipal. Aproximadamente como cinco días antes de la fecha

estimada.




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El despertar de un líder



Me felicitó por tener iniciativa y comprometerme con las obligaciones

contraídas. Cuando cumples bien con tus responsabilidades, muchos

son los beneficios. El jefe, los empleados y los terceros.


Pasaron los siete días que debía estar al mando de José. Cuando sea

el Mayordomo sabré que no debo presionarlo, sino que ofrecerle

alternativas de ayuda. Sé que es un buen elemento y conozco como

trabaja.      De   él   aprendí    el   valor   del   compromiso.     Él   estaba

comprometido con su trabajo, con Don Oscar y con el Presidente

Municipal. No lo dudaré jamás. Anoté lo respectivo en mi cuaderno de

notas.


En el día número treinta y seis, durante el desayuno. Me felicitó Don

Oscar porque los cinco jefes que había tenido, me apoyaban para ser

Mayordomo. No había pensado en algo. Era como una campaña

política, yo era el candidato, haría proselitismo por siete semanas, una

semana con cada jefe de taller y, sí obtenía el mayor número de

votos, sería el ganador. Si así es el plan del cacique. Prácticamente ya

era él Mayordomo. De siete tengo cinco votos a mi favor.


Pero     no   debo      expresar   aun    nada.   Estoy   solamente     haciendo

suposiciones. Aunque es lógico debo guardarlo solo para mí.


*Ezequiel, solo puedo decirte que vas bien* dijo Don Oscar.


Me asignó con Lázaro, el encargado de todo lo relacionado con

actividades culturales, recreativas y deportes.




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El despertar de un líder



Tiene la encomienda de organizar eventos de bailables, concursos

entre los niños, competencias de atletismo, promover el deporte y en

general todo lo relacionado con divertirse sanamente.


Cómo era posible que en la hacienda le pagaran buen sueldo a una

persona para que organice juegos. Eso no es justo. A él le pagan por

divertirse. Eso no esta bien. Tendré que tomar cartas en el asunto

cuando sea Mayordomo.


*Soy Lázaro, encargado de las actividades culturales, recreativas y

deportivas* dijo.


Hacía un año que se había creado ese taller. Era relativamente nuevo.

Me explicó que Don Oscar necesitaba hacer que los hijos de todos

sus trabajadores y empleados e incluso ellos mismos, tuvieran una

distracción sana. Los medios adecuados para tomar los descansos y

relajarse. Apostaba que eso ayudaría a mejorar las relaciones

sociales, de salud y harían todos mejor sus trabajos. Eso es algo que

no pensé antes.


En la región están de moda los cigarros de marihuana. Recordé que

algunos campesinos la fumaban y algunos de sus hijos deseaban

probarla también. Por qué recurrir a las drogas y vicios. Solo acarrean

problemas de por vida. Por qué buscar problemas como ser humano

en   vez   de   soluciones.   Qué   motivo    puede   tener   una    persona

consciente para entrarle al vicio de las drogas.




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El despertar de un líder



Era claro qué, Don Oscar tenia conocimiento de esos casos que se

estaban presentando en la hacienda y le preocupaba que los niños

siguieran por esos senderos difíciles de dejar. Entendí que debo

aprender mucho de Lázaro en este taller. Cuán equivocados podemos

estar sin saber realmente lo que esta sucediendo en la realidad.


*Estoy listo para aprender jugando* dije.


Lázaro era un muchacho joven casi de mi edad. Egresado de una

escuela normal rural donde enseñan la pedagogía. No era casado

pero tenía novia. Entre ambos atendían las responsabilidades del

taller. La novia desarrollaba temas en unas hojas blancas grandes

sobre la drogadicción, y las exponía a grupos pequeños de personas

de la hacienda.


*Estamos desarrollando los planes para tener nuestra primer semana

de actividades culturales y deportivas* dijo.


Serían cinco días donde equipos de fútbol, béisbol, atletismo, carreras

de caballos, rodeo, oratoria, bailables y entre otros. Eran como diez

los eventos a desarrollarse.


*Estoy aquí para aprender, estoy listo* dije nuevamente.


Nos sentamos en una mesa a conversar los tres. Necesitábamos

repartirnos los pendientes que había. Faltaban muchos aspectos que

cubrir. Él y su novia tenían que ir hasta la capital a conseguir

uniformes,   pelotas    y   balones,     redes,     trofeos      y     medallas.




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El despertar de un líder



Aprovecharían su estancia por allá para ir a las oficinas de Gobierno

del Estado por algunas actas de nacimiento de personas de la

hacienda. Estaría fuera durante tres días. Era necesario poner en

claro qué me correspondería hacer, en el tiempo que no estuvieran.


El primer punto era conseguir en la oficina de Secretaría en la

Presidencia Municipal la anuencia para las carreras de caballos y el

rodeo. No veía yo la necesidad de pedir permiso si es un evento

particular. Pero Lázaro me dijo que debemos informar al gobierno que

se realizarán eventos deportivos y culturales, donde habrá mucha

gente.   No   faltaría   alguno   que    quiera    andar   escandalizando          o

provocando trifulcas. Para evitar eso,            se paga un impuesto por

evento y se nos manda una patrulla para resguardar los días que

duren los eventos.


Esa si es una buena idea.


Al día siguiente me presenté en la Presidencia Municipal. Estaban

reunidos en un salón. Había reunión de cabildo, lo supuse porque

estaban todos sentados en mesa redonda. Estaban discutiendo sobre

los usos y costumbres de la región. Pues próximamente serían las

fiestas tradicionales. Los indígenas pedían que se les dejara hacer a

ellos a su manera las fiestas, y la Presidencia insistía en meter las

manos y hacerlo a su manera.


Estaban acordando cómo serían las cosas. Pensé qué en nuestro país

se respetaban los derechos de todos por igual, y respetar los



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El despertar de un líder



derechos de los indígenas. No se merece nadie de este país que se

viole su estado de derecho. Espere a que terminaran su sesión.


*Buen día señor Presidente Municipal, soy Ezequiel, de La Hacienda

La Campana del Tesoro, me puede recibir cinco minutos* dije.


Me recibió con un abrazo y un fuerte apretón de mano en su saludo.

Qué señor tan saludador es él. Me preguntó cómo estaba, que sí qué

novedades había, que sí cómo estaba Don Oscar, que sí cómo nos fue

en la cosecha y recordó lo de las bancas.


Respondí con naturalidad a sus preguntas. Me sentí en confianza.


*Vengo a solicitar una anuencia para una semana cultural y deportiva

que se planea muy pronto en la hacienda* dije.


Mando llamar a la secretaria y le dio instrucciones para que elaborara

el documento solicitado y el recibo de pago de impuestos. Me despedí

de él y agradecí todo el apoyo. Hice de manera informal la invitación a

que asistiera como invitado de honor a la inauguración. Le interesó

bastante la idea así que enviaría a una persona para ver en que podía

ayudar o cooperar.


Llegó Lázaro de la capital y traía varias cajas de cartón en la

camioneta. Bajamos todas y las colocamos dentro del taller que tiene

asignado. Había conseguido todo lo que ocupábamos para la semana

de los eventos. Qué bien se siente personalmente, cuando se ayuda a

los demás sin esperar nada a cambio.




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El despertar de un líder



Estábamos los tres desempacando aun cuando llega un niño.


*Te hablan por teléfono, es la secretaria del Presidente Municipal* dijo

el niño.


Sonrió Lázaro. En broma dijo que no sabía que yo era amigo del

Presidente Municipal. Que lo tenía bien guardadito. Rápidamente le

comente que lo había invitado para que estuviera presente en la

inauguración de los eventos y a lo mejor me habla para confirmar.


Acudí hasta el teléfono que se encontraba en la estancia.


*Ezequiel, no se enojará Don Oscar si invito al señor Gobernador del

Estado a la inauguración, esa semana estará él por aquí en la región*

dijo el Presidente Municipal.


Sentí grandeza en ese momento, cómo los planes estaban tomando

forma. Sería suerte. Qué Lázaro y su novia se hayan ido a la capital y

yo me hubiera encargado de ir a la Presidencia Municipal. No entendía

porque me llamaba a mí por teléfono. Por qué no le habla directo a

Don Oscar. Por qué me pide autorización a mi. Aun no soy el

Mayordomo, solo estoy en entrenamiento. Sería que Don Oscar

tendrá dicho que tengo autoridad ya.


*Señor Presidente Municipal, ustedes son bienvenidos siempre, los

esperamos con ansias* dije.




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El despertar de un líder



Fue una llamada telefónica de un minuto. Dijimos lo que teníamos que

decir y nos despedimos. Todo quedo claro y entendido. Así debemos

ser en ocasiones.


Informé de inmediato a Lázaro, pues era mi jefe inmediato en ese

momento, para que notificara a Don Oscar. Durante el desayuno él

informó sobre la llamada por teléfono y de las intenciones que tenían

los políticos. Todos apoyaron y estuvieron de acuerdo en que así

fuera. Don Oscar ordenó dar un retoque de pintura a la hacienda.


Lázaro me mostró el rol de los equipos que jugarían y los horarios de

los demás deportes. Estaba todo bien planeado y esquematizado por

escrito. Se hicieron públicos los horarios y roles de los      juegos. La

fecha de inauguración de los eventos, sería en el día siete que estaría

al mando de Lázaro. Al día siguiente se me asignaría a otro taller.


La inauguración fue muy concurrida. Vinieron personas de otras

haciendas y de la región. Estuvo presente nuestro Gobernador del

Estado, el señor Presidente Municipal, el Diputado por nuestro distrito

y Don Oscar en la mesa de honor. Dirigieron cada uno palabras de

aliento y consejos para seguir practicando algún deporte. Hubo gente

que abordaba a los políticos para saludarlos de persona. Algunos les

pedían apoyos para solucionar algún problema que tenían.


Se iniciaron con las actividades y todo marchaba muy bien.




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El despertar de un líder



Agradecí a Lázaro la oportunidad de trabajar con él. Cambié de

opinión respecto al sueldo que ganaba y de que no era necesario ese

taller.


En los siete días aprendí que para tener éxito en los resultados

necesitábamos planear y organizar las ideas que tenemos. Resumo

que el valor aprendido en esos siete días fue la planeación. Anote lo

respectivo en mi cuaderno de notas.


En el día número cuarenta y tres después del desayuno, me asignó

con Francisco, el encargado de todo lo relacionado con la salud.


Él es una persona que no tuvo en su tiempo, la manera económica de

costear la profesión de medicina. Pues quería ser médico. Sus padres

solo pudieron pagar el estudio para enfermería. Es una persona muy

joven, apenas tiene treinta y dos años. Es casado y tiene un niño de

cinco años. Él es de esta región. Trabajó algún tiempo en la capital en

hospitales públicos y privados en lo que sabe hacer.


*Soy Francisco, encargado de la enfermería* dijo.


Para qué era necesario estar siete días con él. No iba a aprender a

aplicar inyecciones o a poner sueros. No descubría las intenciones de

Don Oscar de designarme a esa área. Pero recordaba que necesitaba

su voto y debía hacer un esfuerzo grande por aprender cosas nuevas.

Cómo hay cosas que aprender en esta vida.


*Mucho gusto trabajar contigo, pondré todo mi esfuerzo* dije.




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El despertar de un líder



Hay algo que me molesta de los hospitales. El olor a alcohol, me

provoca nauseas. Él me asigno no directamente a enfermería, sino a

un programa de la hacienda para vacunar a todos los niños menores

de diez años. En estos tiempos se tiene que ir en busca de ellos,

porque es difícil que acudan a la enfermería a vacunarse.


*Que opinas Ezequiel, si tienes todo, casa, familia, dinero y trabajo,

pero no tienes salud* dijo.


No respondí en el momento, me tomé unos minutos. Se me vinieron

recuerdos de gente de la región que habían trabajado duro toda su

vida, con el fin de tener mucho dinero y vivir bien. Ahora de viejos

tenían problemas de artritis, diabetes, presión arterial, incluso familias

desunidas porque se habían dedicado a atender los negocios en lugar

de atender a su familia. Habían preferido el dinero.


*Qué es importante tener buena salud, antes que tener lo demás* dije.


Comprendí algo en que no había pensado en mi vida. Debemos cuidar

nuestra salud como prioridad principal. De qué me serviría el dinero si

no puedo compartirlo felizmente. De qué me sirve una camioneta

nueva si no puedo pasear con mi familia. De qué me sirven las tierras

en abundancia si hay campesinos que no tienen nada. De qué me

sirve ser Mayordomo si no voy a cuidar la salud de mis trabajadores.


Comprendí a Don Oscar. Nuevamente había descubierto el objetivo.

Era necesario que aprendiera el manejo básico en la enfermería para




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El despertar de un líder



qué, sí en algún momento fuera yo el Mayordomo darle la importancia

que se merece a ésta área.


*Hoy iniciamos con la campaña de vacunación* dijo.


Antes de iniciar la campaña Francisco me dijo, qué era necesario que

me vacunaran contra hepatitis, tétanos, sarampión y rubéola. Todos

los que se dedican a eso deben siempre prevenirse vacunándose.

Anticipando siempre la salud general. Accedí de no muy buena cara,

no era justo, tantas inyecciones seguidas. Pero ahora ya tengo mi

cartilla de vacunación actualizada.


Me correspondía llevar las anotaciones en un formato que enviaba la

Secretaría de Salud de nuestro país. Anotaba el nombre, la edad y

meses, el sexo y anotar que se entregaba la cartilla de vacunación

respectiva. La enfermería pertenecía a la hacienda desde hace

algunos meses, pero era asistida en medicina por el Gobierno.

Francisco no tenía buen sueldo de la Secretaría de Salud, pero

también estaba en la nómina de la hacienda.


Aprovechamos el evento cultural y deportivo que estaba realizándose,

e hicimos corte parejo en la selección de           los que deberíamos

vacunar. En ese momento estaban jugando béisbol dos equipos. Éste

día hicimos un buen trabajo.


Al día siguiente, por misterioso que pareciera, no había ningún niño en

los callejones, ni en los patios de las casas, ni en el jardín, ni en los

campos deportivos. Todos los niños habían desaparecido. Se corrió la


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voz entre ellos, que andaban vacunando al que se encontraran a su

paso, sea del lugar que sea.


Sentí rara la hacienda sin niños que anduvieran jugando por todos los

lugares. Antes no daba importancia a los gritos de ellos, pues me

parecía normal todos los días verlos reír. Que importantes son los

niños. Debemos atender su salud siempre para que estén sanos

cuando sean grandes. Ellos le temen quizá a las inyecciones, pero

hasta éste momento inyectarlos puede salvarles su vida. Vacunar a

los hijos y llevar su cartilla actualizada es una prioridad. Si así se hace,

es que se es responsable.


Supe que la decisión de Francisco por ser médico fue porque uno de

sus hermanos, por desconocimiento de su papá, negó que se le

vacunara contra la poliomielitis. La consecuencia es qué su hermano

ya no pudo caminar mas. Ahora era necesario el uso de una silla de

ruedas. Por eso él deseaba ser médico, para ayudar en la procuración

de la salud.


La enfermería me parecía que requería adecuaciones de orden.

Recordé el método implementado por Antonio en el taller mecánico.

Escribí el proceso en una hoja en limpio y explicado lo más claro

posible para que lo leyera Francisco. Cómo es que un plan tan bueno

no tiene seguimiento. Cuando sea Mayordomo debería proponerlo

para toda la hacienda. No había pensado en hacerlo de conocimiento

general. Esa si es una buena idea.




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El despertar de un líder



Un día llego personal de la Secretaria de Salud a traer medicamentos

y material curativo. Entre otras cosas venían póster sobre temas de

cuidados maternos y prevención de enfermedades. Que bueno que se

preocupa en Gobierno por mantener la salud pública.


Pasaron los siete días que debía estar al mando de Lázaro. Conocí

objetivamente acerca de primeros auxilios. Aprendí el valor de

cuidarse uno mismo y cuidar a los demás. La salud es primordial.

Anoté lo respectivo en mi cuaderno de notas.


Finalicé mi entrenamiento de las siete semanas. Durante el desayuno

habitual. Me sentía con capacidad para ser Mayordomo. Pues no

parecería trabajo difícil. Es algo práctico esa labor. Descubrí que el

secreto es estar bien con las personas, lo demás resulta fácil.


Los siete concluyeron con el desayuno y se retiraron del comedor

principal. Le dieron las gracias a Lupe la cocinera. Habíamos

desayunado un platillo típico, menudo.


Don Oscar estaba atendiendo la correspondencia en silencio.


*Ezequiel, tengo el reporte de qué estás listo* dijo.


Por un lado sentí felicidad porque me esforcé para aprender todo lo

posible.   Había tenido buenos maestros.             Comprendí que no se

necesita ser licenciado o médico para ser maestro. Ellos no tienen

universidad   y   aprendí   bastante.    Eso    sí   es   ser     maestro.         Me




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El despertar de un líder



preocupaba que sí me diera la oportunidad de ser Mayordomo, podría

ser buen maestro también.


*Tienes dos días para escribir en un cuaderno nuevo, todo lo que

aprendiste en las siete semanas* agregó.


Pensé que me iba a solicitar que de inmediato tomara posesión del

cargo. Qué ideas tiene, no es como los otros caciques. Quizá tenga

escuela. Cómo es posible qué me solicite hacer actividades fuera de

lo común. No me atrevía a preguntarle por respeto. Él es un tipo que

se debe tratar con respeto.


De inmediato comencé con la elaboración y escribí lo aprendido en las

siete semanas, era como un tipo de manual donde me guiaría para

tomar decisiones. Si eso era. Eso quería el cacique, una guía que me

sirviera para qué mis decisiones, estén respaldadas en la experiencia

de los demás y la mía propia. Con eso no dudaría demasiado al hacer

elecciones.


Presenté el manual tres días después. Durante el desayuno. Hizo

extensiva una noticia agradable.


*Tienen aquí a Ezequiel, el nuevo Mayordomo de La Hacienda La

Campana del Tesoro* dijo.


Era como sí me estuviera tomando protesta. Así lo sentí. En dos

ocasiones estuve en la toma de protesta para Presidente Municipal.




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Recuerdo muy bien. Era algo similar a lo que estaba sucediendo en el

comedor.


Los siete me hicieron el comentario de qué todo saldría bien, que era

cuestión de imponerse. Esa sensación deben sentir todos los nuevos

cuando se inician en un empleo. Pero tenía una carta escondida. Ya

me gustaban los retos.


*La próxima semana nos visita el señor Senador, viene con su familia

a tomar un descanso* dijo.


A parte de las otras encomiendas diarias en la hacienda, se me

asignó     preparar   las    actividades     de   la     bienvenida,   estancia        y

planeación de actividades que él político pudiera desarrollar. Los

políticos no me gustan, dicen solo mentiras. Bueno, a excepción de

algunos, no debía juzgar a todos parejos. Quizá éste Senador era

buena persona.


Me quedé con la duda que tipo de parentesco tenia el cacique con él.

Un político de ese nivel tiene dinero como para pasar sus vacaciones

en Europa u otros lugares más conocidos que la propia hacienda.


Por qué aquí, en éste lugar alejado del centro del país y de nuestra

capital.


Ya tenía varias semanas sin hablar con El Perro, el señor mayor que

siempre estaba en la puerta principal. Decidí ir con él para platicar un




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El despertar de un líder



momento,     quizá   y   hasta    puedo    pedirle    un   consejo    sobre       el

recibimiento que organizaba.


*Todavía no se le suben los humos muchacho* dijo.


Solo sonreí y traté de explicarle que de ser posible tendría siempre los

pies en la tierra. No olvidar mi origen y mi gente.


Él recordó qué cuando era joven, ésta hacienda era sitio de descanso

de   gente   importante.   Dijo   que     Generales    Militares,    Senadores,

Gobernadores y otros Secretarios eran amigos de los papás de Don

Oscar. Él tuvo la función de la vigilancia de la hacienda, para evitar

que bandidos intentaran algo perverso.


El Perro fue un tipo de cuidado, en su vida había sufrido por lo menos

unos quince impactos de bala y seguía vivo, y supe que también tenía

su cuenta de bajas.


Defendió al abuelo de Don Oscar de un intento de asalto por las

colindancias de la hacienda, se paró frente a los bandidos y sirvió

como escudo para su jefe, dicen que logro tumbar a cuatro esa vez.


¿Cómo es posible que una persona se convenza con su trabajo a ese

grado? Propiamente a mi se me hacía algo no muy común.


Hacia mucho tiempo, la esposa de El Perro, tuvo una enfermedad

grave, y le pidió ayuda al viejo Oscar, le había dicho que no tenía

dinero para pagarle lo que le prestara, pero que dejaba en prenda su




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vida. Comprendí que la vida a veces nos pone entre la espada y la

pared. Él solo cumplía con su palabra. Él si era un verdadero hombre.


Me pareció casi irreal que él supiera de principio a fin qué actividades

debería hacer para recibir al Senador. Rápidamente enliste todo lo

que me estaba diciendo y me pido subrayar algo.


*No te enamores de las hijas de ellos* dijo.


Qué era esa aclaración. Qué tengo cara de enamorado. Si jamás

había estado enamorado. No tengo tiempo para ocuparme de una

novia. Ni compromisos tenia. En la escuela si conviví con muchachas

muy bonitas pero no había pensado en enamorarme. En la región

donde vivo hay muchachas muy trabajadoras. Cómo era posible que

no me despertaran interés. Recordé a mi padre. Todo a su tiempo.


Elabore un plan de recibimiento al Senador. Fui en el mejor auto de la

hacienda a la estación del ferrocarril. La gente bajaba del tren, cómo

iba a saber quienes eran. Planee casi todo menos en investigar cuales

eran las características del Senador y su familia. De pronto se

acercaron tres personas a mí.


*Es éste el automóvil de Don Oscar* preguntó.


Era el Senador, Don Adolfo, quien se había presentado, pues su

vestimenta no parecía la de un político de altura, más bien, parecía un

turista común y corriente. Pero si portaba un reloj de oro, lentes

graduados de marca, zapatos relucientes, cinto de piel, sombrero del




                       Baltazar Quiñonez Verduzco                          62
El despertar de un líder



tipo que usan en el centro del país y a decir verdad combinaba muy

bien todo su atuendo.


*Sí,   soy   el   Mayordomo,   me    llamo   Ezequiel,   estoy    aquí      para

transportarlos a La Hacienda La Campana del Tesoro* dije.


Él venia acompañado de su esposa, una mujer de tez blanca, estatura

media, ojos azules, cabellos castaño claro, de complexión delgada.

Una mujer muy carismática y atenta. Notaba que era muy bondadosa.

Era francesa. Se habían conocido ellos en un intercambio de la

universidad. El Senador estuvo en Francia un año, tiempo suficiente

para conquistar a su esposa. Así fue como llegaron a casarse.


La hija de ellos es casi de mi edad, tiene veinte años, nacida en

Francia pero con materia prima mexicana. El parentesco físico es el

típico de los franceses pero con mucho parecido al Senador. Por

atuendo portaba un traje de manta blanca, bordado de flores de todos

colores. Alcance a percibir un olor a perfume de fresa. No di

importancia por el momento a ella ya que me concentraba en darle la

bienvenida al Senador, explicándole la historia de estos lugares.

Llenos       de   costumbres    y    tradiciones     indígenas.      Historias

revolucionarias y creencias que predominaban.


Atentos los tres, llegamos a la hacienda.


*Está igual que cuando vine la última vez* dijo el Senador.




                        Baltazar Quiñonez Verduzco                             63
El despertar de un líder



En aquel tiempo el Senador habría venido con su padre, que también

era político. Él era soltero y más joven en aquel tiempo.


El recibimiento fue con la banda de música, Hermanos del Álamo.

Tocaron canciones populares y dos o tres peticiones que hizo él.

También fueron recibidos por Don Oscar y estuvieron platicando por

unos minutos. Los guiamos hasta sus recamaras. Las dos mejores de

la hacienda. Una para los esposos y una sola para la hija.


*Ezequiel, tu instala a la hija del Senador, invítala a un recorrido, yo

esperare al Senador con su esposa en la estancia* dijo.


Por qué el destino estaba cumpliendo al pie de la letra lo que me dijo

El Perro. Qué significaban esas respiraciones mas seguidas. Sentía

los latidos de mi corazón hasta mis rodillas. Acaso me estaba

enamorando de la hija del Senador.


*Tomaré una ducha y después me puedes invitar a conocer esta

bonita hacienda* dijo.


Había visto a los pavorreales cuando tratan de aparearse. Hasta ese

momento entendí que el macho extiende su bello plumaje para

demostrarle a la hembra su galanura. Por qué no había entendido eso

antes.


Apresuré el paso a mi recamara, escogí mi mejor ropa y tarde más en

quitarme los huaraches y ponerme unos choclos americanos que me

había regalado Don Oscar.




                         Baltazar Quiñonez Verduzco                         64
El despertar de un líder



Dejé mi sombrero y puse sobre mi pelo un gel que se llamaba

“glostoraÓ jamás lo había usado pero era necesario porque así lo

ameritaba la ocasión. Eso sí, no faltó en mi pantalón de mezclilla mi

paño rojo y mi cinto de cuero de cabrito. Por suerte me afeite por la

mañana.


Apresurado iba a la recamara de la hija del Senador, cuando me

interrumpe Lupe la cocinera. Mijito, llevas la camisola al revez.

Sonriendo estaba porque me sucedió eso. Regresé a la recamara y

arregle mi error. Al salir a encontrar a la hija del Senador debía pasar

por el jardín. Corté una rosa roja.


Justo al llegar a la puerta de la recamará de ella. La abrió, allí estaba

la hija del Senador. En esta ocasión ahora traía el cabello suelto. Un

vestido de una sola pieza parecido al anterior. Y huaraches de tres

puntadas.


*Y esa rosa roja, seguramente es para tu novia* dijo.


Por qué hacia eso. Estaba preguntándome para saber sí la rosa era

para mi novia y descubrir si la tenia, o si preguntaba para qué yo

respondiera sí era para ella. A veces no entiendo nada a las mujeres.


*Es para tí, bienvenida nuevamente* dije.


Se colocó la rosa roja entre su cabello y su oreja. Estaba haciendo

calor ese día, así que la guié hasta los establos. Ensille dos de los

caballos mas mansos, y le propuse recorrer esa área.




                        Baltazar Quiñonez Verduzco                          65
El despertar de un líder



*Me dan miedo los caballos, podemos ir en uno solo* dijo.


Por qué Dios insiste en acercarme cada vez más a la hija del Senador.

Será que ella lo hace todo intencional o estaba delirando yo.


Propuse que bien podíamos caminar, e ir tomando descansos

mientras le platicaba sobre la hacienda.


Llegó un peón montado en un caballo. Don Oscar me necesitaba. Que

estaría en la estancia con el Senador.


*Disculpa, entre tanto alboroto ni me presenté, mi nombre es

Ezequiel* dije.


*Sí, ya lo sabia, yo me llamo igual que mi mamá, Reginee* dijo.


*Que nombre tan bonito* contesté.


*No seas malo, esta feo el nombre, no me gusta* dijo.


Prefirió que le llamara por su alias, le decían Reg. Ese sí que era una

apodo más raro que el propio nombre. Yo conocí a El Perro, El

Carretas, El Gordo Panzón, El Chiflado, El Becho, pero Reg, eso me

sonaba como Ruf, la abuela de una amiga que vivía en otra región, en

la sierra madre occidental.


Regresamos con Don Oscar y el Senador. Pues era ya el momento de

la comida. Opte por encaminar hasta el comedor principal a Reg,

acomodé la silla. Y decidí salir de ahí. Pues creí que no me




                       Baltazar Quiñonez Verduzco                           66
El despertar de un líder



correspondía estár en esa elite. Sus temas de conversación quizás no

me incumbían y además quería ser lo más respetuoso posible.


Don Oscar me detuvo y me pidió que los acompañara en la comida.

Éramos solo los cuatro. Que debía decir yo. No estaba seguro de

decir palabras que fueran del nivel de ellos.


*Cómo te comenté Oscar, en las próximas elecciones seré el

candidato a Presidente de la Republica* dijo el Senador.


Cómo fui a llegar a ese comedor con esa gente. Cómo es posible que

de pronto esté en la misma mesa que el futuro Presidente de México.


La platica entre Don Oscar, el Senador y su esposa, se enfocaban a

planear cómo desarrollarían a nuestro país con sus ideas. De cómo

pretendían hacer algo grande para esta región.


*Sí tu fueras Presidente de México muchacho, que harías por ésta tu

tierra* preguntó el Senador.


Precisamente esas eran las preguntas que no sabría contestar. Pues

cómo puedo decirle a un Senador que repartiera mejor las tierras, que

acabara con la pobreza, que generará más empleos y que se

acabaran los caciques.


Esas son respuestas que no debía responder. En mi opinión iba

implícita la de Don Oscar, pues soy su brazo derecho. Debía poner en

alto mi nombre y el de mi jefe. Tal cómo una vez lo hizo El Perro. Así

qué responderle eso, solo dejaría escapar la oportunidad de crecer.



                       Baltazar Quiñonez Verduzco                         67
El despertar de un líder



Más bien debía pensar en algo grande, algo que sirva a todos los de

ésta región.


*Con su permiso señora Reginee, Senador, Reg, Don Oscar, cada

temporada las lluvias son menos. El río lleva menos agua y la disputa

por ella nos trae problemas* dije.


Esa sí era una buena introducción, pedir el consentimiento a todos

para dar mi opinión. Era una oportunidad de lucirme, pues tenía la

atención de dos de los hombres más poderosos de México. En la

historia no conozco una situación parecida a ésta. Estaba a punto de

qué me escucharan y por lo tanto era necesario algo de persuasión.


Debía poner en práctica los valores que aprendí en las siete semanas.

Aplicar una táctica sanamente agresiva si quería quedar bien, sobre

todo ante Reg. Éste podría ser el examen que determinaría si estaba

aprendiendo a ser grande, o seguía siendo uno más del montón.


*Construir una obra rió arriba, un represo de dimensiones enormes,

que satisfaga las demandas por igual a todos los de por aquí* terminé.


*Que lleve sus apellidos “Ruy MartínezÓ* agregué.


Sentí cómo las miradas de todos estaban sobre mí. Pero estaba

tranquilo al saber que esa sí era una idea innovadora, única en esta

parte norte del país. Sentí que había cumplido con mi deber de

mexicano. Haber participado con la patria.




                       Baltazar Quiñonez Verduzco                         68
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El despertar del líder campesino

  • 1. EL DESPERTAR DE UN LÍDER Autor: Baltazar Quiñonez Verduzco Título de la Novela: EL DESPERTAR DE UN LÍDER Fecha: Diciembre de 2009
  • 2. El despertar de un líder Sonora, México PARA I., LA LUZ DE MI VIDA Baltazar Quiñonez Verduzco 2
  • 3. El despertar de un líder NOTA DEL AUTOR La novela EL DESPERTAR DE UN LIDER, surgió de una cita Bíblica, del libro de Proverbios, Capítulo 17, Versículo 17. “Un amigo es siempre afectuoso y en tiempos de angustia es como un hermano”. Creo qué, los amigos si existen. Pero las etapas por las que atravesamos en la vida, nos van moldeando y tratando de alejarnos de algunos y, acercarnos a otros. El objetivo de ésta novela, no es para ser una guía precisa de cómo llegar a ser un líder. Cada ser humano tiene distinta manera de despertar. Las lecciones de la vida son universales, y se aprovechan de forma distinta por cada persona. En los últimos tres años, me hice del hábito de la lectura. Se despertó en mí el interés para escribir un libro. En ésta novela trato de exponer que el mejor camino para superarse es la preparación, más la disciplina y el esfuerzo personal. Hasta hoy, mis ideas no han sido consideras como suficientes, solo han logrado fortalecer mis grandes sueños. ¿Por qué? Seguiré leyendo y escribiendo, ahí encontrare más respuestas. BALTAZAR QUIÑONEZ VERDUZCO Baltazar Quiñonez Verduzco 3
  • 4. El despertar de un líder PREFACIO Deseo aclarar que EL DESPERTAR DE UN LIDER, es una novela con lugares imaginarios. La magia que se encuentra escrita es solo descriptiva. Me atraen las lecturas con la temática de liderazgo. Fue suficiente para verme inmerso en la escritura. Escribí partes de mis sueños, ya que me enfrento a grandes retos para lograr superarme en lo profesional, y las posibilidades se alejan. Esto me ayuda a seguir firme en mis ideales. La época donde se desarrolla la vida de los personajes, es una combinación del pasado con el presente. Desde los cincuentas hasta los ochentas. El actor principal, Ezequiel, busca con esmero que se cumplan sus sueños. Cada día se enfrenta consigo mismo a la realidad, y a veces duda sobre él mismo. Un día se arma de valor y empieza a recoger los momentos que Dios pone frente a él. Su vida se va llenando de actitudes y valores que lo forjan como persona. Baltazar Quiñonez Verduzco 4
  • 5. El despertar de un líder Aprende cosas importantes. Conoce personas que le enseñan algo siempre. Él los llama maestros a todos. Descubre que para despertar al líder, no se logra de la noche a la mañana. Sería un proceso que tardaría años. Su simplicidad y forma de ver la vida es tal qué, siempre fue bien visto por la gente mas poderosa del país. PRÓLOGO Ezequiel hizo caso al Adivino, fue hasta el lugar que se le indicó. Excavó un hoyo y encontró una cajita de madera que contenía un tesoro invaluable. La abrió y entre otras cosas estaba una carta, dirigida a Ezequiel. Pensó, que la carta se la abrían dirigido a alguna otra persona que también debe llamarse Ezequiel. El lugar donde la encontró era su lugar sagrado, así que debía ser para él. Emocionado toma las tres fotografías que además había adentro. Quedó sin habla cuando observa cada una de ellas. Baltazar Quiñonez Verduzco 5
  • 6. El despertar de un líder Cómo era posible que él y su esposa estuvieran en esas fotos antiguas. Asombrado de lo que tenía frente a él, solo aceptó que el destino existe. A pesar de haber crecido en una familia humilde, se convirtió en un hombre poderoso. ¿Cómo le beneficia ese tesoro? Deberá guardarlo para heredarlo en el futuro. Él ya habría despertó al líder que lleva dentro. Yo fui bautizado con el nombre de Ezequiel. Vivía en una región donde predomina la agricultura y ganadería. Llueve en verano en abundancia permitiendo que todo el monte se reverdezca. Nuestro pueblo es pequeño, hay los servicios necesarios como los de una gran ciudad. Energía eléctrica, teléfono, escuelas, drenaje, entre otros. La gente es muy servicial y amable. Es costumbre brindar agua o café cuando se recibe alguna visita. El promedio de vida por persona es de sesenta años. Nuestra región es una combinación de estilos viejos con modernos. Ya no es época de revolución, pero aun algunos Baltazar Quiñonez Verduzco 6
  • 7. El despertar de un líder campesinos tienen armas en sus casas. Se repartieron las tierras de la mayoría de las grandes haciendas. Son tiempos de cambios. Trabajé en mi juventud en los campos agrícolas. Recuerdo un día, estaba agotado, todo el día arando la tierra con los campesinos, junto a un lote de tierras en un cultivo en el predio recién creado. Había también siembra de trigo, eran tiempos de abril, el verano daba notas de su adelanto porque el clima era bastante caluroso. Al oscurecer, todos los campesinos nos reuníamos en la cabaña junto a un gran mezquite, cada quién tenia su lugar para descansar, como un altar sagrado. Había caciques en la región y por las noches nos visitaba con regularidad uno de ellos, a escondidas de los demás, como buscando algo. Somos desconfiados de los ricos. Qué necesidad tienen de andar entre los pobres preguntando sobre nuestras vidas. Qué no tendrán ellos sus amigos también adinerados. Los abuelos por eso lucharon en la revolución para que todos seamos iguales. Repartir las tierras en partes iguales entre todos los campesinos. Pero es nuestra educación respetar a la gente, sea del nivel que digan ser. La única herencia que me han dado mis padres es la educación. Tenía por costumbre dormir en petate y una Biblia era mi almohada, el libro preferido es Proverbios 17: 17. “Un amigo es siempre afectuoso y en tiempos de angustia es como un hermano”, tardaba más en meditarlo que en leerlo. Existen en realidad los amigos. Con la experiencia descubrí que era Baltazar Quiñonez Verduzco 7
  • 8. El despertar de un líder amigo de mis amigos, solo cuando hacía lo que ellos hacían. Si no tomaba con ellos, no me buscaban para estar con ellos. Si yo quería ir a misa, todos estaban enfermos. Si yo no los buscaba, no me buscaban. Esas eran las señales que percibía. Se dirigió a mí aquel cacique, justo un viento del sur apago la vela. *El diablo esta aquí* pensé. Otras ocasiones la fuerza de la llama soportaba el viento, pero esta vez no. La creencia es qué, el fuego es el diablo. En algún momento éste reclama lo suyo. Me levanté de un salto y encendí un cerillo. Miré alrededor y vi todas las velas encendidas. Noté que la vela ya no tenía cera. Era misterioso que al acercarse el cacique mi vela se haya apagado. Todo no pasa sin motivo. *Compré la vela hace tres días, debía perdurar por cinco días más* dije. Mientras encontraba otra, pasó por mi mente que alguien me la cambió. Esa es otra costumbre, cambiarse las comidas que nos dan para llevar al trabajo o compartir entre todos algo que se pueda prestar. Una vela, un libro, el caballo y la bebida. Al cacique lo llamaban Don Oscar, el papá se llamaba Oscar y su abuelo también. Al llegar a la cabaña, saludaba campesino por campesino y al final, elegía a alguien para conversar. No tenía esposa Baltazar Quiñonez Verduzco 8
  • 9. El despertar de un líder ni hijos, pero tenía riqueza en abundancia. Quizá el motivo de su visita era para tranquilizar su conciencia. Él era serio y le gustaba hablar de política, siempre pensaba positivo y provocaba buenos diálogos. Era sabido en la región que en los meses anteriores, él quería ser un político importante. Pero las fuerzas partidistas que estaban en el poder lo tenían restringido para unos cuantos. Me saluda con un fuerte apretón de manos, y me llama por mi nombre. *Como estás Ezequiel, te asusté, te ves pálido* dijo. *No Don Oscar, cuando usted llegó, se apagó mi vela, no supe si recibirlo o buscar otra* respondí. Era la segunda ocasión que teníamos una conversación, no sabía si creer lo que me decía o no darle mi confianza. Las otras ocasiones mis amigos trataron de convencerme para que trabajara con él de Mayordomo. Pero eso fue hace meses, ya debía tener uno. El cacique sembraba mil hectáreas de trigo y quinientas de maíz, tenía más de un millar de vacas lecheras, vestía ropa de campesino pero gustaba de buenos caballos españoles y árabes, su pistola era plateada con cacha de oro. Un campesino me contó que esa pistola era única en toda la región. Los gustos de Don Oscar eran particularmente muy similares a los de la clase humilde. Ese era un detalle que hacía que lo respetáramos como a uno de nosotros. Baltazar Quiñonez Verduzco 9
  • 10. El despertar de un líder *Necesito un Mayordomo* me dijo el cacique. Todos estaban en silencio, aquel cacique me había pedido nuevamente ser su mano derecha. Pues las funciones de Mayordomo son llevar el control de toda la hacienda y el jefe inmediato sería él. Es una responsabilidad que no se puede encomendar a cualquier persona. Es la segunda oportunidad que me ofrece para salir de pobre. El Mayordomo no tiene horario fijo, cuando se le requiera debe estar presente. Por tanto el sueldo debe ser muy bien pagado, suficiente para vivir bien. Se sentó en un trozo seco de mezquite, sacó una libreta de entre su ropa. *Trae la lista de los que le deben* Se escuchaba al otro lado de la cabaña. Era Estefania, campesina de ojos claros, cabello castaño claro y de buen ver, viuda a sus treinta años y sin procrear hijos. Mujer heredera de la revolución, sincera siempre, dice lo que piensa y hace lo que sea necesario para lograrlo. *Los otros no me son leales Ezequiel* dijo, ignorando a la mujer. Me disgusté un poco. No es justo que no escuche al cacique solo porque trae la lista de los que le deben. Al contrario, cada quien cuida lo suyo, así debe ser. Baltazar Quiñonez Verduzco 10
  • 11. El despertar de un líder *Será porque usted no los trata bien Don Oscar* respondí. Estefania me había contado que Don Oscar la pretendió cuando era soltera, pero que odiaba de él su orgullo maldito. Dijo que le había enseñado toda La Hacienda La Campana del Tesoro, que tardaron dos días en completar el recorrido. Pero se había dedicado a mostrarle sus riquezas materiales y no mostraba su amor de corazón. Quiso vislumbrarla con tantos bienes. Qué le espera a las mujeres que sean esposas de los caciques. Rodeadas de oro pero de corazón abandonado. *Podemos platicar Ezequiel* Me dice con un tono sincero. *Todos tenemos derecho de ser escuchados* respondí con una sonrisa. Somos libres de expresarnos, así se dijo en las últimas reformas en 1927. *Eres líder natural, y sabes de números, lo se porque todos te recomiendan* dijo. Pensé que Don Oscar sabía todo sobre mí, había preguntado sobre mi vida. Estaba seguro que hasta sabe más de mí que yo mismo. Me siguió diciendo que sabía que yo era un líder innato, con cualidades para ser jefe, que la responsabilidad se gana con trabajo y no se compra ni con todo el dinero del mundo. Él necesitaba un Mayordomo con esas características, que pueda entender a todos sus empleados. Baltazar Quiñonez Verduzco 11
  • 12. El despertar de un líder Por último me dijo que no le diera respuesta en ese momento, que esperara hasta mañana al oscurecer. A veces el tiempo es necesario para poner en claro ciertas decisiones que nos marcarán para toda la vida. Él cacique lo sabía, por eso me dio veinticuatro horas para pensarlo. Faltaba como media hora para oscurecer del día siguiente, pensé en repetidas ocasiones la oferta de Don Oscar. No era yo mismo ese día, pasaron por mi mente muchas ideas sobre la propuesta que se me había hecho. Me ofrecía una oportunidad de un buen trabajo, probablemente no me lo vuelva a ofrecer. Es una oportunidad quizá única. *Pues que sea lo que Dios quiera* dije en voz alta cuando regresaba a la cabaña con los demás campesinos. Muy dentro de mí, sentía miedo, porque ser Mayordomo no es trabajo fácil. La Hacienda La Campana del Tesoro era la vida de Don Oscar, lo que más le importaba, de él dependían cientos de familias y su riqueza. Era como una pequeña ciudad con todos los servicios sin necesidad de buscar algo fuera de ahí. Y una hacienda muy importante en nuestro Estado. Acepté las nuevas obligaciones y partí con mis pocas pertenencias. Mi Biblia y mi petate de carrizo. *Habré tomado una buena decisión* pensé. Baltazar Quiñonez Verduzco 12
  • 13. El despertar de un líder No era buena señal dudar porque me ocasionaría solo problemas. Sabía que debía ser yo mismo, que no me debía espantar sin intentarlo primero. Debía ir un paso adelante de las pretensiones de Don Oscar, así cumpliría con lo que me pida y estaría agradecido por anticipar los siguientes pasos. A cambio quizá, pueda obtener algunos centavos adicionales o generosamente me ofrezca mejor salario. Al fin si con mi trabajo lo hago más rico, algo me tiene que tocar. *Si yo fuera Don Oscar le daría a mi Mayordomo todo lo que me pidiera, al fin era mi mejor trabajador* dije en voz baja. Comencé a ir mas allá de la realidad en mis pensamientos alocados. Cuántos sueños he tenido. Siempre sueño cosas maravillosas. La Biblia dice que primero busquemos el reino de Dios y luego los de la tierra. No sabia en que libro estaba esa cita, pero la había escuchado en la misa dominical. El diablo me estaba tentando o estaba soñando despierto. En otras ocasiones había soñado que era un personaje importante como ser el Gobernador del Estado, pero no había soñado con riquezas como las de Don Oscar. Mis padres decían que Dios nos da lo justo y por algún motivo permanecemos igual. Baltazar Quiñonez Verduzco 13
  • 14. El despertar de un líder Llegué a La Hacienda La Campana del Tesoro justo cuando se ocultaba el lucero de la mañana por la aparición de los rayos del sol. Había sido una hora de viaje muy larga. Me dio tiempo suficiente para contemplar mi tierra. Los pájaros, los animales, los árboles, la gente trabajando y mire al cielo. Que bendición es esta tierra. Por la hora que era, los encargados de ordeñar las vacas lecheras ya debían estar terminando sus labores. El calor amenazaba la tranquilidad de la mañana. Si no madrugaban a hacer su trabajo, les esperaba un buen castigo por el sol. El clima de ésta región es calor en el día y frío en la noche. Debo agradecer a Dios por permitirme vivir en éste lugar. *Qué planes tendrá el destino para mí ¿Por qué estoy haciendo esto?* dije. En mis veinticinco años de edad me había dedicado a ser bolero de zapatos, ayudante de cocinero, vendedor de diarios, trabajador del campo y era recién egresado de la universidad titulado por buen promedio, pero desempleado. En esta región no necesitan a los Licenciados en Administración, no sé para qué mis padres me pagaron escuela, mejor me hubieran comprado un tractor, así sabría que sí trabajo más, ganaría más, eso si es negocio. Pero mis padres querían que yo fuera lo que ellos no pudieron ser, una persona culta, un licenciado en la familia. No reniego de mis Baltazar Quiñonez Verduzco 14
  • 15. El despertar de un líder padres, son un ejemplo a seguir, siempre me dan buenos consejos. Somos una familia humilde y sencilla, soy el mayor de dos hijos y mi mamá se dedica al hogar, mi padre es el cuidador en un almacén en La Hacienda Las Mulas de Pedro. Es de oficio mecánico automotriz. Tuvo un accidente laboral y salió lastimado de un brazo, por eso fue asignado a cuidador. No puede ejercer fuerza por prescripción médica. Mi hermano menor tiene veintidós años, es tres años menor que yo, él no hizo caso a mis padres y dejó la escuela, ahora es vaquero y trabaja en otras regiones aledañas. Gana bien pues sabe su trabajo. El Mayordomo lo estima, así que le paga bien. Yo recuerdo que desde chicos mis padres nos alimentaban con arroz, frijoles, huevos, chile, tortillas de maíz y leche. Comíamos carne cada vez que había fiesta en alguna hacienda. Sé un poco de ingles, pues nos era obligatorio para titularnos de la universidad. Cuando fui niño pensé en irme a los Estados Unidos de Norteamérica, allá si hay trabajo bien pagado. Todos los campesinos que se han ido y regresan, siempre traen su buena camioneta y billetes verdes. Esa si es vida, pensaba. Quería conocer otras regiones, viajar por todo mi país, aprender de otras culturas, casarme con una muchacha rubia, cabello lacio, de sonrisa cautivadora y que me fuera siempre fiel. Recuerdo haberme hecho de valor, justo al iniciar la escuela y pensé en escaparme para el extranjero. Pero me detenían los consejos de Baltazar Quiñonez Verduzco 15
  • 16. El despertar de un líder mi padre, que esperara los tiempos. Tardé algunos años para comprender esa frase, era adulto ya. Cuando seas mayor la entenderás, fue como lo expresó. Al llegar a la entrada principal de La Hacienda La Campana del Tesoro, había gente entrando y saliendo como en una gran tienda, sentí como sí ya hubiera vivido ese momento. No era la primera vez que me sucedía. Es una sensación de entre un sueño y una visión a futuro. Como si el tiempo hubiera olvidado que es su secreto no revelarnos cosas divinas a las personas. *Qué buscas aquí joven* escuche la voz de una persona mayor. Era un anciano que estaba sentado en una paca de alfalfa en la entrada principal. Por su edad no debía tener ya responsabilidades. El tiempo ya lo tenía encima. *Estoy buscando a Don Oscar, ¿sabe donde lo puedo encontrar?* pregunté. Me dijo en concreto que, el cacique a ésta hora se encontraba en su desayuno, en el comedor principal, como a cincuenta metros de nosotros, al otro lado del jardín. Pero su mirada era fija, no intimidatorio, mas bien sincero. Pensé que se desvive por servir, como la mayoría de los ancianos. Que a veces no los comprendemos. Cómo sabía el anciano donde se encontraba Don Oscar exactamente en ese momento, debía tener muchos años en esa hacienda. Baltazar Quiñonez Verduzco 16
  • 17. El despertar de un líder *No conozco éste lugar bien, es la primera vez que entraré* contesté. *Sigue a esos hombres, diles que te mando El Perro, así me dicen aquí a mi* dijo. Que alias tan especial. Ese anciano debió ser una persona de cuidado por su apodo, hasta creo que en la conversación que tuve con él, detecto mis intenciones más profundas, seguramente me vio venir y me olfateó, encontrando que vengo por las buenas, tal como cuida un perro a su amo. En la región uno se gana el alias por algún acontecimiento que haya hecho. Corrí y alcance a los hombres que me señaló el anciano, de inmediato les pregunte donde estaba el comedor principal. *Entra por esa puerta, ahí esta lo que buscas* dijeron. Sabrán todos a lo que vengo. Por qué se portan todos de una manera muy amable. Me habré equivocado de lugar. No lo pensé más y entre al comedor principal. *Buen día Ezequiel, acércate, siéntate con confianza, aquí cerca de mi* dijo Don Oscar. Estaba rodeado por siete hombres, como de treinta a cuarenta años de edad cada uno. *Éste joven se llama Ezequiel, viene del predio nuevo, ese que el Gobierno Federal mando desmontar, donde por cierto sembraron trigo* agregó. Baltazar Quiñonez Verduzco 17
  • 18. El despertar de un líder *Gracias, gracias por éste recibimiento Don Oscar* respondí. *Mira, ella es Lupe la cocinera, ella aquí vive en la cocina, estos hombres que aquí vez, son de mi confianza, siempre tratamos de desayunar juntos, es la única vez que los veo en todo el día* dijo. Los hombres de confianza que veía, eran campesinos comunes, no había nada de especial en ellos, no aparentaban que ganaban buen dinero. Todos parecían de clase baja junto con el cacique. Nos sirvieron el desayuno a todos, el mismo platillo, huevos rancheros, frijoles refritos, tortillas de harina y café. * Juan, tú has la bendición de la mesa* dijo Don Oscar. *Todo sea en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: Señor Jesús, bendice los alimentos que vamos a recibir y bendice las manos que los han preparado, por Cristo nuestro Señor. Amen*dijo. Jamás había bendecido los alimentos, y me considero un buen cristiano. Fue muy claro Juan, se dirigió a Dios, hizo la petición y dio el agradecimiento. Que confianza tenía ese equipo hacia él cacique. Noté en Don Oscar una sonrisa que no conocía, solo le veíamos de noche en nuestro predio, pero hoy era diferente, algo estaba sucediendo en ese momento. Sería posible que todo lo que se decía en las pláticas en la cabaña sobre él, era una farsa. Porque lo qué presenciaba en ese momento, difería de la idea que tenía sobre él. Baltazar Quiñonez Verduzco 18
  • 19. El despertar de un líder No podía perder más, era de la clase baja y humilde, al contrario, lo que aprenda con Don Oscar me servirá para toda la vida. Quizás en realidad sí soy líder. Ser Mayordomo me daría status. *Ésta gente son mis mejores trabajadores* dijo Don Oscar reflexionando. Pensaba por qué era necesario un buen Mayordomo, si tenía a los mejores hombres. Todos ellos acostumbrados a trabajar duro y a Don Oscar. Durante un tiempo no hubo conversación, todos nos dedicamos a degustar los huevos rancheros. Qué era esa sensación que estaba viviendo. Cómo era posible que estuvieran tan relajados todos. Qué pasa con sus actividades del día, por qué no se apresuraban a desayunar. Recordé otra cita bíblica que había escuchado en la misa dominical. No solo de pan vive el hombre. Si eso era, cada uno de ellos disfrutaba cada momento de sus vidas. Había tiempo para todas sus responsabilidades. No obstante la alegría que empezaba a sentir, conjugaba con la buena vibra que se sentía en el comedor principal. Era un buen inicio. En los últimos días me habían sucedido varias cosas. Una vela que se apagaba por los vientos, la visita de Don Oscar y su ofrecimiento de trabajo, tenía presente al viejo que le decían El Perro y mis deseos de tener poder como Don Oscar, eso normalmente no le sucede a un Baltazar Quiñonez Verduzco 19
  • 20. El despertar de un líder campesino de por acá. Porque la religión nos enseña a ser humildes, más no, a tener bienes. La mayoría se tomaban eso muy en serio. Por eso el progreso de la región marchaba despacio. Hasta pensé, en encontrar una buena muchacha en la hacienda. Cuando terminamos de desayunar, Don Oscar se disponía a hablar. Tomó su tasa de café, le dio un sorbo, miró la hora en su reloj de bolsillo, estaba pensando bien lo que nos iba a decir seguramente. No deseaba que Don Oscar me presentara como el Mayordomo de buenas a primeras, me sentiría incomodo cuando lo hiciera, quizá alguno de los siete se sentía con más merecimiento, al cabo, ellos eran los que conocían las actividades de pies a cabeza. No deseaba ser, él que desplazara a uno de ellos. *Justo está aquí, éste joven, Ezequiel, oriundo de nuestra región, viene porque yo lo invite, quiero ponerlo a prueba para ser nuestro Mayordomo* dijo. Eso es lo que había pensado, que no me merecía nada regalado. Debía luchar por mi mismo, hasta merecerme toda su confianza. Así, sí alguien de los siete también quisiera ser Mayordomo, lo lograríamos por nuestros propios esfuerzos. Mientras tomaba nuevamente un sorbo a su café, reflexionaba con tranquilidad. Yo recordaba las palabras de mi padre, que cuando haga algo, lo haga bien y a la primera. Así lograría, no repetir el trabajo y ahorraré tiempo, dinero y esfuerzo. Baltazar Quiñonez Verduzco 20
  • 21. El despertar de un líder *Ezequiel, pasarás una semana con cada uno de ellos, serán tus jefes, obedecerás en todo a ellos, si necesitas algo puedes buscarme, si no te gusta lo que haces, recibirás tu paga y podrás marcharte libremente* expresó. En el fondo pensaba que eso era un atropello a mi persona, ningún cacique me iba a humillar frente a tanta gente. Qué se creía Don Oscar. Mandarme de peón por siete semanas. Afuera de la hacienda es lo que hago y no deseo hacer lo mismo adentro. Al centro del comedor, en la pared norte, estaba la imagen de la Virgen de Guadalupe y junto, a Jesús Crucificado. Pedí sabiduría para comprender lo que se me había pedido en ese instante. *Si quiero aprender cosas nuevas, debo desaprender mis actitudes viejas * pensé. Era atinado mi pensamiento, ya que debía recordar que vengo para ser mejor persona, para triunfar, para tener éxito, así como Don Oscar. Si él pudo tener tanto, por qué yo no podía. Para lo cual era necesario remover viejas costumbres qué, probablemente no permitían que me superara en lo personal. La gente de la región dice, que uno ya nace con su suerte y que debe conformarse con lo que tiene, que tenemos que respetar la voluntad de Dios. Yo no comulgaba con esa idea, pero tenía miedo de que Dios me castigara por ser rebelde. Baltazar Quiñonez Verduzco 21
  • 22. El despertar de un líder Mis manos empezaron a sudar, me encomendé a la Virgen de Guadalupe mirándola a los ojos. Que la Virgencita me acompañe siempre. Don Oscar me dio un cuaderno y una pluma, en ese momento. *Anota muchacho, lo que te voy a decir* dijo. Comprendí que el cuaderno de Don Oscar, no era para llevar las cuentas de los que le deben, sino para anotar las encomiendas más importantes. Esa si es una buena idea. Llevar un control de los quehaceres diarios y pendientes para siete semanas, Don Oscar si sabía planear. Recordé el proceso de la administración, planear, organizar, controlar y dirigir. Pero el cacique no sabía de ese proceso, sus quehaceres encajaban dentro de el sin saberlo. Me dijo mis actividades con seriedad y claridad, me daba mi tiempo para anotar a detalle sus ideas. Al final quedó escrito el plan de trabajo, si acaso le tomó cinco minutos. *Estás en buenas manos Ezequiel, ya tienes tus obligaciones para siete semanas, pero aquí debes estár todos los días en el desayuno* dijo. La primera semana era para trabajar con Juan. Él era encargado de las compras y provisiones de alimentos para toda la hacienda. Qué podía aprender de él. No sabía leer pero conocía los billetes muy bien. Baltazar Quiñonez Verduzco 22
  • 23. El despertar de un líder Usaba un lenguaje moderno, no de los de su época. El primer comentario que hizo fue, qué entendería ese trabajo muy pronto. Sin embargo no debería descalificar a Juan, porque no sabía leer y usaba un lenguaje moderno. Debía dejarme llevar por sus órdenes y mandatos. Parecía tomar su trabajo muy a la ligera. No tenía cara de que fuera responsable. *Yo me encargo de las compras, las provisiones y los alimentos, hasta los insumos para las siembras* dijo. Era como el tesorero de la hacienda. La primera lección que me enseño es no caer en las pretensiones de los proveedores, que a toda costa querían ofrecer mercancía dañada más barata, y a cambio podía reportar gastos ficticios. *Los demonios andan sueltos* dijo. Cuántos riesgos pasa en un día Juan, se enfrenta a los proveedores como una oveja a los lobos. Eso debía serle excitante, porque siempre salía exitoso. Él proviene de una familia humilde de ésta región. Los papás trabajaron con los abuelos de Don Oscar. Así que, sin tener escuela conocía el trabajo muy bien. Sus conocimientos eran empíricos. Baltazar Quiñonez Verduzco 23
  • 24. El despertar de un líder Acompañé a Juan a realizar las compras, íbamos en una camioneta, una de modelo reciente, con motor diesel. No sé cómo Juan podía tener tanta responsabilidad sin saber leer. *El patrón me puso a prueba a mi también joven, hace veinte años, me mandó a las provisiones, me dio una paca de billetes para surtir toda la semana* dijo. Cómo podía Don Oscar darle tanto dinero a un nuevo, para que se encargara de las compras. Pero Juan era el hijo de uno de los mejores empleados del cacique. Comprendí que bien Juan podía escaparse a un lugar lejano y no volver más, hacer su vida y establecer un negocio. Pero Juan habría comprendido que esa sería la prueba decisiva, la que perduraría por siempre. Él decidió la que se le encomendó, y no ser un pobre bandido. Supo que ganaría más si quedaba bien con él mismo, con Don Oscar y con Dios. *Tú Ezequiel, viniste a ésta hacienda para aprender a manejarla, el patrón está buscando un buen empleado para que sea su mano derecha* explicó. Él no podía ser Mayordomo porque no sabía leer y escribir. Esa era una limitante muy grande. Pero junto con su esposa manejaban esa área. Ella sí sabía leer y escribir. En ese caso ella era su brazo derecho. Baltazar Quiñonez Verduzco 24
  • 25. El despertar de un líder Juan me enseñaría lo que aprendió en veinte años en una semana. Cuando llegamos al lugar de las compras, nos recibió un señor de unos cincuenta años, usaba sombrero fino y tenia cadenas de oro en su cuello, anillos brillantes y camisola de seda. Esa sí era vida. Juan llamó por su apodo al señor, le dijo El Adivino. Por qué un adivino debía ser el proveedor de la hacienda. Por qué no se dedica a adivinar como los gitanos o los brujos. Quizá tuvo problemas de vocación y le va mejor de comerciante. *Don Oscar ya encontró al nuevo Mayordomo* dijo. En esta región la gente es muy comunicativa, El Adivino tenía pleno conocimiento de las intenciones de Don Oscar. Las noticias de difundían muy rápido. No tardé mucho en decir algo, así que decidí platicarle un sueño. Al cabo ya me sentía en confianza. Estábamos escogiendo las provisiones cuando dije. *Cuando era niño yo soñaba que me perseguía un lobo rabioso, y huía a esconderme a mi casa. Recuerdo un día haberme hecho de valor, y enfrentarme al lobo. Éste se me abalanzoÉ* estaba diciendo. *No tengo tiempo de oír tus cuentos muchacho* interrumpió El Adivino. Baltazar Quiñonez Verduzco 25
  • 26. El despertar de un líder *ÉY me araño la cara con sus patas, en eso lo tomé con mis manos y lo asfixié. El lobo murió. Desde ese día que lo vencí jamás volví a tener ese sueño* dije en voz lenta y baja. El Adivino se me acercó, me miró a los ojos, me pregunto mi nombre. *Siéntate Ezequiel, quiero decirte algo importante para ti. Si en un sueño matas con tus manos a un animal feroz, que te causaba miedo o te lastimaba, eso tiene un significado* dijo. *Cómo, no le entiendo señor Adivino* dije. *Estás madurando muchacho, alrededor de ti están girando energías positivas, está naciendo en tu interior un don* me explicó. Me estaba poniendo nervioso, su voz se había transformado a un tono grave y magnético, me estaba trasladando en un viaje de lo que me estaba diciendo. *En poco tiempo serás un hombre ejemplar, tus buenos actos permanecerán por siempre en la historia de éste país* dijo. De una caja de madera con incrustaciones en oro, sacó un recipiente que contenía un polvo brillante. Tomó una pizca y lo sopló en mi cara. Tuve una sensación que no había sentido nunca, como sí estuviera flotando en agua. *Estás protegido muchacho, solo elegirás el bien siempre* dijo. Baltazar Quiñonez Verduzco 26
  • 27. El despertar de un líder Que se creía El Adivino, por qué hizo conmigo su brujería, que era ese polvo brillante. *Cuando se te cumpla el sueño de ser Gobernador del Estado, regresarás conmigo, para guiarte a un tesoro invaluable* terminó. Sentí que mi piel se enchinaba y mi respiración se apresuraba. Cómo sabía El Adivino sobre mis sueños. Nunca hable sobre ellos a nadie. Cómo no creer si él me había dicho tal cual mi sueño. Luego pensé por qué los que tienen ese don, no se convierten en los reyes del mundo. Porque bien pueden tener control sobre muchas cosas. Juan me regreso al mundo cuando me dijo, ya vámonos. Que momento había vivido en ese lugar. De regreso a la hacienda me decía Juan que gente de todo el mundo iba a platicar con El Adivino, pero que él seleccionaba a las personas con las que hablaría, que tenia la cualidad de saber sus intenciones sin que le hablaran. Me dijo que cobraba muy caro por lo que él hacía. Pero a mi no me habría cobrado ni un centavo. Medité por largo tiempo sobre lo que me dijo del tesoro invaluable. Por qué no me lo entregaba de una buena vez, para qué esperar más tiempo. Si mañana muero lo habré hecho sin disfrutar del tesoro de El Adivino. Que injusta es la vida. Baltazar Quiñonez Verduzco 27
  • 28. El despertar de un líder Pasaron los siete días que debía estar al mando de Juan. Visitamos proveedores de toda la región, compramos las mejores provisiones que se pueden conseguir. Descubrí que Juan era leal a Don Oscar, no lo dudaré jamás. El valor aprendido fue la lealtad. Anoté lo respectivo en mi cuaderno de notas regalado por el cacique. En el día ocho después del desayuno, me asignó con Alejandro, el encargado de los animales. *En ésta hacienda yo soy responsable de todo el ganado, compra, venta y mantenimiento total* dijo. Tenía cinco años en esa actividad, y en ese tiempo habría logrado triplicar el número de cabezas de vacas. Sabía hacer el corte de ganado al momento de elegirlo evitando comprar ganado enfermo. Se decía que tenía el mejor tacto de la región para seleccionar las vacas preñadas. El primer día con él, ayude a vacunar a los a animales. Había vacas que renegaban bastante. A nadie le gusta que le vacunen con semejante jeringa. Tiene una aguja como de quince centímetros y gruesa como un clavo de tres pulgadas, el recipiente es plateado como de aluminio, y el liquido que se inyecta es blanco. Vi que sus ayudantes lazaban la vaca, la jalaban y amarraban a un pequeño corral de hierro, y otro le tomaba la cola para hacer presión. Alejandro daba dos golpes en el lomo de la vaca con el puño cerrado de su Baltazar Quiñonez Verduzco 28
  • 29. El despertar de un líder mano y posteriormente en ese lugar inyectaba. Eso era así de sencillo. Ese día nos oscureció en el embarcadero, así llamaban donde bañaban y vacunaban el ganado. Él se puso sobre su cuello un collar de trenzas de ajo. Esa si es una costumbre muy rara o poco común, que tenga conocimiento. Noté que lo hizo pero estábamos demasiado ocupados para interrogarlo. Al fin me dio otra trenza de ajos a mí y me dijo que me la colocara en mi cuello. En esta región tenemos costumbres muy especiales. Que función puede tener una trenza de ajos en el cuello. *Por estos lugares anda el chupacabras muchacho* dijo. Sonreí y me burle de él con una sacudida de manos. Pues su comentario me pareció bastante gracioso. Es increíble que crea en eso. El chupacabras no existe. Pero después de mi pequeño teatrito, guarde un momento de silencio y reflexioné. No debo burlarme de las creencias y cultura de las personas. Qué autoridad puedo tener para burlarme de un ser humano. De la misma manera Alejandro desde el primer momento que observó que yo no sabía vacunar vacas, él pudo haberse burlado de mí. Sin embargo su actitud fue positiva y me enseño como hacerlo. Baltazar Quiñonez Verduzco 29
  • 30. El despertar de un líder Su escolaridad fue hasta quinto grado de primaria en la escuela. Él tiene esposa y dos hijos varones pequeños. La esposa cuida de ellos y conoce el arte del bordado en tela. Es una familia joven y humilde, viven muy unidos. Los domingos van todos juntos a misa. Prestan sus servicios en la colecta de las ofrendas. Supe que cuando era más joven, él fue monaguillo. Es una persona humilde y muy trabajadora. Gana bien en la hacienda pero se mantiene en el mismo nivel de vida, como campesino que es. En el transcurso de la semana con él, se presentó un comprador de ganado, que necesitaba cincuenta cabezas de vacas de doble propósito, leche y carne. Llamó a Juan y le notificó que le hiciera el llenado de las guías. Pero el comprador traía otras intenciones. Quería pagar cincuenta cabezas de ganado y llevarse ochenta, a cambio daría una buena propina a mí y a Alejandro. Don Oscar no se daría cuenta de nada, sería una transacción oculta. Quién iba a saberlo. Ochenta cabezas no se iban a notar de entre cientos que hay. *No he fallado nunca a mi jefe, y no pienso perder su confianza por unos pesos* dijo. Que mirada la de él, penetrante y sincera. Cómo si un águila viajara en vuelo de caída en busca de su presa. Baltazar Quiñonez Verduzco 30
  • 31. El despertar de un líder *Usted sabe si hacemos negocios o aquí la dejamos* terminó diciendo. El trato se hizo a manera de Alejandro. Aunque el resto del día estuvo muy serio, cómo meditando la oferta que había recibido. Quizá estuvo a punto de recibir el dinero extra que se le ofreció y sentía inquietud de haber dejado pasar una buena oportunidad, pero le daba vueltas en su conciencia. Quizá si hubiera hecho ochenta tratos a modo del comprador, él tuviera dinero cómo para no volver a trabajar más en su vida. Pero de qué le serviría, era dinero sucio mal habido. Con que derecho iría a misa dominical y junto con su esposa hacer la recolección de las ofrendas. Pasaron los siete días que debía estar al mando de Alejandro. Recorrimos todos los corrales y vacunamos todo el ganado. Participé en compra y venta de ganado. Aprendí a seleccionar los mejores animales. Descubrí que Alejandro era responsable en su trabajo. No lo dudaré jamás. Anoté lo respectivo en el cuaderno de notas. En el día quince después del desayuno, me asignaron a Manuel. El encargado de todo lo relacionado con la agricultura y cultivos. *En éstos siete días Ezequiel, te explicaré todo lo que hay que saber, pero no aprenderás todo lo que deberías saber, porque si lo supieras no estuvieras aquí* dijo. Baltazar Quiñonez Verduzco 31
  • 32. El despertar de un líder No pude identificar de qué autor era su frase. Porque a bien saber, la lógica me decía que su frase tenía ocultos significados con mucha filosofía. Por apodo le decían El Chon. En sus labores se la pasaba silbando y cuando conversaba era un tipo de cuidado. No dejaba de hablar tan fácilmente. Que persona tan especial, que feliz debe ser su vida. En la hacienda ya estaba por finalizar la cosecha del trigo. Así que pasábamos gran tiempo en las maquinas trilladoras y en los contenedores que eran jalados por tractores hacia los almacenes de la hacienda. Un día madrugamos tres horas antes de la salida del sol, para viajar al puerto marítimo más cercano. Nos presentamos en una oficina donde había un diagrama como de un metro de alto por dos de largo. Por la ventana vi un edificio como de siete pisos. *En que trabajan en ese edificio* pregunté. *Es un barco* dijo. Decía arriba El Titán. Era un barco carguero para transportar granos a otros países. Nos dirigimos al encargado en un escritorio. Decidí permanecer en silencio para no dejar en claro mi falta de conocimientos y cultura una vez más. *Buenos días mi estimado amigo Lalo Glaser, como te trata la vida en estos tiempos tan difíciles* dijo Manuel. Baltazar Quiñonez Verduzco 32
  • 33. El despertar de un líder Por la forma en que se presentó supuse que eran amigos cercanos. Su conversación parecía sincera y divertida. *Tengo mil toneladas de trigo harinero, puedo ponerlas aquí mañana por la tarde. A tres mil pesos la tonelada* agregó Manuel. El diagrama que nos acercamos a ver era la capacidad de almacenaje de El Titán, partiría en unos cinco días con destino a Sud África. Lalo revisó el diagrama y de entre su bolsillo saco una maquina calculadora, hizo algunas operaciones. *Ya conoces bien el negocio Manuel* dijo. En unos segundos Manuel había calculado el faltante de toneladas de trigo para llenar el barco, sabia que el precio por tonelada era de dos mil pesos por cada una y sabía que en la región ya no habría más trigo. Como era de exportación y tenia conocimiento que sí el barco llegaba un día antes a su destino, la oficina exportadora ganaría más ingresos. Muy pensativo Lalo, miró el diagrama, obtuvo nuevos números en su calculadora, tomó el teléfono e hizo una llamada. Qué impacto tuvieron aquellas palabras de Manuel hacia Lalo. Calculaba números hizo una llamada, veía el diagrama y hablaba en voz baja a si mismo. Baltazar Quiñonez Verduzco 33
  • 34. El despertar de un líder Lalo era empleado de Importaciones y Exportaciones La Divina Gracia, empresa nacional con varios años en el ramo. Su actividad era buscar en las regiones granos de trigo, maíz, cártamo y soya principalmente para exportarlos a diferentes países del mundo. Debía hacer varios cálculos aritméticos y monetarios cada que hacia un negocio. Mientras sucedía eso, pensé en preguntar, por qué la cosecha de la hacienda debía destinarse a exportación. He leído que actualmente estamos importando granos porque no somos autosuficientes en el país. Pero permanecí en silencio y solo obtuve mis propias respuestas. Es mejor pagado el trigo cuando se destina a exportación. *Dos mil setecientos por tonelada, incluyo seguro por calidad del grano, pago en depósito bancario en siete días* dijo Lalo. De un archivero saco unas hojas pre elaboradas, con espacios en blanco, para ser complementadas con los datos del negocio. Se hizo el llenado respectivo, se asentaron los acuerdos y firmé como testigo en un apartado. Al ver mi nombre en el contrato, recordé que firmaba con mi nombre completo. Antes no se me había presentado la oportunidad de firmar un papel importante. Entendí que es necesario tener una firma personalizada, que refleje mi personalidad. Baltazar Quiñonez Verduzco 34
  • 35. El despertar de un líder Ese día fue toda la actividad. Lalo hizo la invitación a comer al restaurante local, ya que con esa operación concluía su actividad también. Solicitó una orden para tres personas. Cabrería y asados especiales. No recordaba cuando fue la última ocasión que deguste un buen platillo de carne. Pensé, cómo en unos días de campesino que andaba arando la tierra, ahora estaba en un restaurante con dos grandes hombres disfrutando un buen platillo regional después de un buen negoció. *Éste joven, está en entrenamiento para Mayordomo, es escuelante egresado de la universidad, tiene ciencia* me presentó Manuel. *Se ve que eres campesino de los buenos muchacho, sigue así y llegaras a ser grande* expreso Lalo. Lalo era hijo de padre Alemán y mamá nativa de esta región. Así que su voz era con tonalidad diferente a las demás. Resultó que Lalo conocía a mi padre, estuvieron juntos en un internado en la capital. Cuentan que en ese internado se les enviaba para educar a los jóvenes con estilo militar y que aprendieran un oficio. Lalo aprendió telegrafía y mi padre mecánica automotriz general. Hace muchos años que no saben uno del otro, solo los buenos recuerdos tienen. Después del internado su padre se lo llevo un tiempo a Alemania, así que dominaba el idioma español, alemán e ingles. Estando allá, aprendió el oficio de comerciante de su papá. Le Baltazar Quiñonez Verduzco 35
  • 36. El despertar de un líder gustaba su actividad y pronto se vio envuelto en el negocio de las importaciones y exportaciones en Alemania. Cuando su padre falleció decidió regresar al lado de su madre, donde vive actualmente. No es casado y no tiene hijos. Hasta el momento no conozco el motivo por el cual sigue soltero. Al final del día regresamos a la hacienda como triunfadores. *Quieres conducir la camioneta* dijo. Pensaba que aprender a conducir no me hacía temblar. Solo con la idea de que me iba poner al volante sentí una emoción grande. Me pidió que permaneciera en mi carril derecho y que él se encargara de los demás. Al cabo de unos minutos me encontraba conduciendo con facilidad. Él decidió tomarse una siesta mientras llegábamos a la hacienda. *Levanta el reporte de la venta del trigo, entrégale una copia a Juan y que te autorice para que vayas al banco a verificar los estados de cuenta* dijo Manuel. Hice lo qué me pidió tal cual. Me dirigí al banco. Me presente y solicitaron me sentara en la sala de espera. Mientras lo hacia, veía a la gente que entraba y salía apresurados. Cuanta gente hay en un banco. El gerente me recibió con extrañeza y pregunto por Don Oscar. Argumenté que estaba en entrenamiento para Mayordomo y que traía un papel con autorización. Se lo mostré. No lo leyó solo vio la firma. Es bueno dijo. Me entrego copia fotostática del estado de Baltazar Quiñonez Verduzco 36
  • 37. El despertar de un líder cuenta y balances que tenían en su poder. Regresé a la hacienda para dirigirme con Manuel, pues él me había encomendado la tarea. Fueron siete días de jornadas largas. Así sucede cuando se esta en la zafra del trigo. Aprendí de Manuel el valor de la confianza en sí mismo, y qué debemos confiar también en las personas. Él sí sabía qué todos tenemos la capacidad para aceptar nuevas encomiendas. Anote lo respectivo en mi cuaderno de notas. En el día veintidós después del desayuno, me asigno con Antonio. El encargado de todo lo relacionado con el buen funcionamiento de las maquinas trilladoras, tractores, implementos agrícolas y camionetas de la hacienda. *Mi trabajo es tener en perfecto estado todo lo que tenga motor en esta hacienda* dijo. Tenía diez años atendiendo esa área. Por el tiempo de experiencia debía conocer muy bien cada maquina. *En éste oficio, cada día aprendes cosas nuevas* agregó. Que pretendía decirme. Aun con su experiencia pensaba que él no debería ser un experto. Las maquinas son las mismas todo el tiempo, no hay motivo para aprender cosas nuevas cada día en ese taller. Antonio era un tipo demasiado alegre. De esas personas que sin saber el por qué atraen a los demás. Qué puede ser ese don tan especial que tiene. Baltazar Quiñonez Verduzco 37
  • 38. El despertar de un líder En el taller tenía a su cargo a cuatro ayudantes generales. Había buena relación con todos. Cual sería el inconveniente de que él fuera el Mayordomo. No tardó demasiado cuando me encomendó algunas actividades. Pronto me gané su confianza, pues tenía los conocimientos básicos de mecánica automotriz. Mi padre había sido de oficio mecánico. Es una actividad que no prefería hacer. La gente de por aquí quiere todo trabajo fiado. Me atraía la limpieza del taller. No había visto jamás un buen taller con todas las herramientas en orden. Qué por lo general hay aceite, grasa en el piso y en las paredes. Ese era un taller de primera. Descubrí que el hijo mayor de Antonio gustaba de la lectura. Le había estado asesorando para implementar un plan de orden y limpieza en el taller el cual leyó en un libro traducido de autores japoneses. Esa si es una buena idea. Hasta donde tenía conocimiento solo se aplicaba eso en empresas grandes de los países mas desarrollados. Aquí en el pueblo, quien iba a saber de métodos y procesos, apenas un poco más de la mitad de la población sabia leer y escribir. *Te animas a buscarle a esa camioneta, por qué motivo no enciende* me dijo. Mi padre me había dicho los puntos básicos del funcionamiento de los automóviles, sin que realmente supiera conducir. Revisa gasolina, temperatura, batería y presión de aceite. Si el auto se anda Baltazar Quiñonez Verduzco 38
  • 39. El despertar de un líder calentando es porque le falta agua, se pegó el termostato o la bomba de agua no sirve. Si huele mucho a gasolina en el tubo de escape es porque no anda quemando la gasolina bien y es problema de carburación. Si no hay corriente en las bujías es la bobina, no sirve. De manera que procedí a revisar según lo enseñado por mi padre y descubrí que el carburador tenía exceso de gasolina. Para encender la camioneta bastó con pisar a fondo el acelerador y luego darle ignición. Con eso desfogue el exceso de gasolina y posteriormente procedí a desmontar el carburador para su limpieza y restauración. *Oye muchacho, aquí los chalanes perdieron la apuesta*. Dijo. Los ayudantes se habían puesto de acuerdo en que no podrías encender la camioneta. Antonio había apostado a mi favor. Confió en mí. Me encomendó las mismas tareas que a sus ayudantes. Me trataba igual que a ellos, no había preferencia. Él aprendió su oficio con otro mecánico de apodo El Valo, desde muy niño fue ayudante. No se necesita tener escuela para hacer buenos trabajos. Ese era un buen ejemplo. Aplicaba conocimientos nuevos, era buen tipo y se esforzaba por ser mejor cada día. *Cómo aplicas ese método de orden y limpieza Antonio* pregunte. Inició explicándome qué primero tienes que ser organizado en todo. Acomodar cada herramienta según las veces que se utilizan. Las Baltazar Quiñonez Verduzco 39
  • 40. El despertar de un líder llaves estándar y milimétricas estaban a la mano. La prensa hidráulica estaba apartada ya que se usaba si acaso una vez al año. Luego, ya que cumplimos con la organización necesitamos poner orden. Porque bien podemos tener todo organizado pero desordenado. Por eso de este lado del taller esta todo lo relacionado con lo eléctrico, por allá las rampas, y por acá donde recibimos la maquinaria. Entonces el orden consistiría para evitar pérdidas de tiempo y claro, trabajo y esfuerzo. Ya que se logra ser organizado y ordenado, se puede aspirar a la limpieza del lugar. La limpieza es importante porque es la imagen de uno mismo, es el reflejo personal. Así que debía procurar tener todo en estado higiénico, además que, la limpieza era un trabajo fácil porque no había herramientas esparcidas sino todo lo contrario. Cuando cumples con los tres aspectos anteriores, se supone que llegas a un nivel donde regresar sería un retroceso, y mantenerte sería lo ideal. Así que él llamó a su equipo y recalco que así debía estar siempre el taller. Era como un tipo de compromiso no escrito, donde todos debían cooperar. No bastaba con lo anterior, cual sería la importancia si solo se habían comprometido de palabra. Éstas se las lleva el viento. Era necesario ponerlas por escrito. Las llamaba cartas compromiso, y estaban firmadas por todos los integrantes del taller. Baltazar Quiñonez Verduzco 40
  • 41. El despertar de un líder Cada uno de nosotros preservamos y mantenemos el compromiso. Él trataba de decirme que son de cierta manera disciplinados. Qué sería de nosotros, si no somos disciplinados. En nuestro actuar, en nuestra vida cotidiana, en la administración del dinero y en lo que decimos de palabra. Pasaron los siete días que debía estar al mando de Antonio. Anoté en mi cuaderno los pasos de su método de orden y limpieza. Aprendí sobre el valor de la disciplina. Comprendí el motivo por el cuál Don Oscar confiaba en él y respetaba su ritmo de trabajo. En el día número veintinueve después del desayuno, me asignó con José, el encargado de todo lo relacionado con herrería y carpintería. Desde el primer día que me presente en el comedor principal, noté qué él es el más imponente físicamente de los siete. Es un tipo de estatura alta, corte de pelo estilo militar, musculatura predominante, estomago de lavadero me imagino. Me atrevo a bautizarlo con el apodo de Popeye, el tipo fortachón. Aunque también puedo decirle Hércules. Probablemente causaría agrado. O El Titán, como aquel gran barco donde se exporta granos a diferentes partes del mundo. Todo lo que tiene que ver con metales y madera, él era la persona indicada para hacer el trabajo. De vez en cuando los amigos de Don Oscar, los invitados por él, encargaban trabajos de herrería para sus haciendas. Sus trabajos eran de primera. *Bueno muchacho, bienvenido a mi taller* me dijo. Baltazar Quiñonez Verduzco 41
  • 42. El despertar de un líder Casi ninguna vez lo había escuchado hablar. Y descubrí el motivo. Tartamudeaba cuando se sentía presionado. Los siete días a su mando no sabía sí serían una eternidad o disfrutaría el trabajo. Nadie sabía nada de él. De donde venía, si tenía familia o hijos. Apareció en la hacienda como por arte de magia. Era buena persona. Si El Perro lo dejo entrar es porque es un buen tipo. Además que Don Oscar debe conocerlo. No ponen de jefe de taller a las primeras a un empleado. José debe tener su historia pero no la comparte con nadie. Todas las historias son importantes porque son la base de nosotros mismos. Así como los cimientos de las casas, de ellos depende la vida y duración. La historia nos define como somos y lo que seremos. *Gracias Don José, aquí estoy para aprender* dije. Al inicio de mis actividades al mando de él, tenía un trabajo que se le había encomendado por parte de la Presidencia Municipal, la elaboración de bancas y la culminación del kiosco central en la plazuela pública. Tenía tres ayudantes al mando y conmigo ya somos cuatro. El trabajo encomendado era para veinte días. El pedido era de cuarenta bancas. Hacían dos por día. Distribuido el tiempo cumplirían con el pacto contraído. Pero no le dejaba tiempo para presentarse en la plazuela y terminar el kiosco. *Al paso que vamos no cumpliremos con el pedido* dijo. Baltazar Quiñonez Verduzco 42
  • 43. El despertar de un líder Iniciaba en él un conflicto consigo mismo. Le preocupaba quedarle mal a Don Oscar y al Presidente Municipal. Su trabajo no tenia mancha alguna, siempre cumplía con lo que se pactara. *En la escuela técnica aprendí a soldar y se algo de carpintería* dije. Eso había sido ya hace algunos años, y carecía de practica con las maquinas que ahí había. Traté de ser parte de las soluciones, no de los problemas. No me simpatizaba que José me viera como un estorbo. Una presión más. Enseñarme algo en los siete días y además culminar con los pendientes. *Te enseñaré como usar la sierra eléctrica* dijo. Se le aclaro que era buena idea contar con un ayudante más. Quizá no iba a ser tan mala mi presencia. El primer día colabore con los demás ayudantes, me familiaricé pronto. Comentaban que José se desesperaba con facilidad, que debía tomar las cosas con calma. Físicamente se ve imponente pero tiene los sentimientos frágiles como una paloma. Me encomendó cortar un lote completo de madera con las medidas que me ordenó. Tendría trabajo para dos o tres días, cortarlas y además pulirlas. Es un trabajo extenuante. En cuanto recibí la tarea inicié. Finalizado ese día, pedí permiso a José para quedarme un tiempo más en la tarea ya que aun tenía energía. Baltazar Quiñonez Verduzco 43
  • 44. El despertar de un líder Cómo sería posible que José no cumpliera con su encomienda. Todo es posible. Así decía mi padre. Al salir del taller a buscar un poco de aire fresco, vi a mis amigos del taller mecánico. Eran dos de ellos. De inmediato los aborde. Mi intención era platicarles como estaba la situación, del pedido de la Presidencia Municipal. Los convencí de qué solo por ésta noche me ayudaran en el taller de carpintería por algunas horas. Estábamos dejando claro de trabajar tiempo extra sin recibir un pago a cambio. Lo hacían por el gusto de ayudar. Porque estaban comprometidos con la hacienda. Esa noche, cortamos y pulimos toda la madera con las especificaciones que me había dicho. El trabajo de dos o tres días estaría listo para el siguiente día. El agradecimiento a mis amigos fue solamente con un gracias. Bromeamos un poco durante el trabajo, escuchamos en la vieja radio a Los Montañeses del Álamo. Para refrescarnos tomamos agua de horchata, que traje de la cocina de La Lupe. Qué buena es ella, nos mandó unos taquitos de papas guisadas con carne molida, frijolitos refritos, una panela y con tortillas de harina. Recuperamos la energía perdida demasiado rápido. Al día siguiente, un poco desvelado y ya recuperado del cansancio por el trabajo extra. Estábamos esperando a José por fuera del taller. Como imaginamos los cuatro, venía apresurado con síntomas de enojo consigo mismo porque no encontraba las soluciones de tiempo Baltazar Quiñonez Verduzco 44
  • 45. El despertar de un líder a su trabajo. Al mismo tiempo llegaron dos amigos, los del taller mecánico. *Buenos días Ezequiel, estamos aquí para ayudarte en lo que se pueda* dijeron. Habían solicitado a Antonio el día libre por adelantado. Con la intención de que en ese día lo trabajarían en la carpintería con nosotros en el pedido de las bancas. Sumábamos seis ayudantes a disposición de José, la madera estaba cortada y pulida. Cuando José entro al taller y miro que la madera estaba lista, se impresionó bastante. No esperaba tanto de un aprendiz en un día. Creo que me subestimó. *Ezequiel, creo que lograste salvarme de la locura* dijo. En el primer día hicimos el noventa por ciento de las bancas, y al día siguiente el faltante diez por ciento. Con la ayuda y trabajo en equipo el rendimiento se triplico y se redujo el esfuerzo. José agradeció a los dos ayudantes que colaboraron con desinterés en el trabajo. Hablaría con Don Oscar para qué de alguna manera se les otorgara una recompensa para ellos. Estuvimos trasladándonos los días restantes a la plazuela pública, para terminar el kiosco. Fue un trabajo elemental el que hicimos. No se siente igual trabajar encerrado en un taller a trabajar en la calle. Sentí más libertad. Baltazar Quiñonez Verduzco 45
  • 46. El despertar de un líder Tomamos un descanso al medio día. Estaba junto a un árbol de benjamín. Veía a los niños jugar en el pasto verde. Sus papás estaban contentos porque sus hijos daban sus primeros pasos. Que orgullo ser padre, debe ser una experiencia única. Cuando yo tenga hijos el primero quiero que sea niña, que se llame como su mamá. Y el segundo que sea niño, que se llame como su padre, para llamarlo como al abuelo. Que la mamá sea bonita. Irnos de vacaciones juntos a Francia, sentarnos en la plazuela frente a la Torre Eiffel. Tomarnos fotografías. Conocer los parques... De pronto sentí agua, los ayudantes de José me mojaron. Desperté y todo fue un sueño. Los muchachos me habían echado agua porque se acerco con nosotros el señor Presidente Municipal. Nos saludó a uno por uno y nos preguntaba nuestros nombres. En mi turno me presenté. Me pregunto que si era el Mayordomo. Hasta el Presidente Municipal tenia pleno conocimiento de que estaba en entrenamiento. Se dispuso humildemente a mis órdenes y en lo que pudiera ayudarme. Igual lo hizo con los demás compañeros. El día último de los siete días habríamos cumplido con el pedido del Presidente Municipal. Aproximadamente como cinco días antes de la fecha estimada. Baltazar Quiñonez Verduzco 46
  • 47. El despertar de un líder Me felicitó por tener iniciativa y comprometerme con las obligaciones contraídas. Cuando cumples bien con tus responsabilidades, muchos son los beneficios. El jefe, los empleados y los terceros. Pasaron los siete días que debía estar al mando de José. Cuando sea el Mayordomo sabré que no debo presionarlo, sino que ofrecerle alternativas de ayuda. Sé que es un buen elemento y conozco como trabaja. De él aprendí el valor del compromiso. Él estaba comprometido con su trabajo, con Don Oscar y con el Presidente Municipal. No lo dudaré jamás. Anoté lo respectivo en mi cuaderno de notas. En el día número treinta y seis, durante el desayuno. Me felicitó Don Oscar porque los cinco jefes que había tenido, me apoyaban para ser Mayordomo. No había pensado en algo. Era como una campaña política, yo era el candidato, haría proselitismo por siete semanas, una semana con cada jefe de taller y, sí obtenía el mayor número de votos, sería el ganador. Si así es el plan del cacique. Prácticamente ya era él Mayordomo. De siete tengo cinco votos a mi favor. Pero no debo expresar aun nada. Estoy solamente haciendo suposiciones. Aunque es lógico debo guardarlo solo para mí. *Ezequiel, solo puedo decirte que vas bien* dijo Don Oscar. Me asignó con Lázaro, el encargado de todo lo relacionado con actividades culturales, recreativas y deportes. Baltazar Quiñonez Verduzco 47
  • 48. El despertar de un líder Tiene la encomienda de organizar eventos de bailables, concursos entre los niños, competencias de atletismo, promover el deporte y en general todo lo relacionado con divertirse sanamente. Cómo era posible que en la hacienda le pagaran buen sueldo a una persona para que organice juegos. Eso no es justo. A él le pagan por divertirse. Eso no esta bien. Tendré que tomar cartas en el asunto cuando sea Mayordomo. *Soy Lázaro, encargado de las actividades culturales, recreativas y deportivas* dijo. Hacía un año que se había creado ese taller. Era relativamente nuevo. Me explicó que Don Oscar necesitaba hacer que los hijos de todos sus trabajadores y empleados e incluso ellos mismos, tuvieran una distracción sana. Los medios adecuados para tomar los descansos y relajarse. Apostaba que eso ayudaría a mejorar las relaciones sociales, de salud y harían todos mejor sus trabajos. Eso es algo que no pensé antes. En la región están de moda los cigarros de marihuana. Recordé que algunos campesinos la fumaban y algunos de sus hijos deseaban probarla también. Por qué recurrir a las drogas y vicios. Solo acarrean problemas de por vida. Por qué buscar problemas como ser humano en vez de soluciones. Qué motivo puede tener una persona consciente para entrarle al vicio de las drogas. Baltazar Quiñonez Verduzco 48
  • 49. El despertar de un líder Era claro qué, Don Oscar tenia conocimiento de esos casos que se estaban presentando en la hacienda y le preocupaba que los niños siguieran por esos senderos difíciles de dejar. Entendí que debo aprender mucho de Lázaro en este taller. Cuán equivocados podemos estar sin saber realmente lo que esta sucediendo en la realidad. *Estoy listo para aprender jugando* dije. Lázaro era un muchacho joven casi de mi edad. Egresado de una escuela normal rural donde enseñan la pedagogía. No era casado pero tenía novia. Entre ambos atendían las responsabilidades del taller. La novia desarrollaba temas en unas hojas blancas grandes sobre la drogadicción, y las exponía a grupos pequeños de personas de la hacienda. *Estamos desarrollando los planes para tener nuestra primer semana de actividades culturales y deportivas* dijo. Serían cinco días donde equipos de fútbol, béisbol, atletismo, carreras de caballos, rodeo, oratoria, bailables y entre otros. Eran como diez los eventos a desarrollarse. *Estoy aquí para aprender, estoy listo* dije nuevamente. Nos sentamos en una mesa a conversar los tres. Necesitábamos repartirnos los pendientes que había. Faltaban muchos aspectos que cubrir. Él y su novia tenían que ir hasta la capital a conseguir uniformes, pelotas y balones, redes, trofeos y medallas. Baltazar Quiñonez Verduzco 49
  • 50. El despertar de un líder Aprovecharían su estancia por allá para ir a las oficinas de Gobierno del Estado por algunas actas de nacimiento de personas de la hacienda. Estaría fuera durante tres días. Era necesario poner en claro qué me correspondería hacer, en el tiempo que no estuvieran. El primer punto era conseguir en la oficina de Secretaría en la Presidencia Municipal la anuencia para las carreras de caballos y el rodeo. No veía yo la necesidad de pedir permiso si es un evento particular. Pero Lázaro me dijo que debemos informar al gobierno que se realizarán eventos deportivos y culturales, donde habrá mucha gente. No faltaría alguno que quiera andar escandalizando o provocando trifulcas. Para evitar eso, se paga un impuesto por evento y se nos manda una patrulla para resguardar los días que duren los eventos. Esa si es una buena idea. Al día siguiente me presenté en la Presidencia Municipal. Estaban reunidos en un salón. Había reunión de cabildo, lo supuse porque estaban todos sentados en mesa redonda. Estaban discutiendo sobre los usos y costumbres de la región. Pues próximamente serían las fiestas tradicionales. Los indígenas pedían que se les dejara hacer a ellos a su manera las fiestas, y la Presidencia insistía en meter las manos y hacerlo a su manera. Estaban acordando cómo serían las cosas. Pensé qué en nuestro país se respetaban los derechos de todos por igual, y respetar los Baltazar Quiñonez Verduzco 50
  • 51. El despertar de un líder derechos de los indígenas. No se merece nadie de este país que se viole su estado de derecho. Espere a que terminaran su sesión. *Buen día señor Presidente Municipal, soy Ezequiel, de La Hacienda La Campana del Tesoro, me puede recibir cinco minutos* dije. Me recibió con un abrazo y un fuerte apretón de mano en su saludo. Qué señor tan saludador es él. Me preguntó cómo estaba, que sí qué novedades había, que sí cómo estaba Don Oscar, que sí cómo nos fue en la cosecha y recordó lo de las bancas. Respondí con naturalidad a sus preguntas. Me sentí en confianza. *Vengo a solicitar una anuencia para una semana cultural y deportiva que se planea muy pronto en la hacienda* dije. Mando llamar a la secretaria y le dio instrucciones para que elaborara el documento solicitado y el recibo de pago de impuestos. Me despedí de él y agradecí todo el apoyo. Hice de manera informal la invitación a que asistiera como invitado de honor a la inauguración. Le interesó bastante la idea así que enviaría a una persona para ver en que podía ayudar o cooperar. Llegó Lázaro de la capital y traía varias cajas de cartón en la camioneta. Bajamos todas y las colocamos dentro del taller que tiene asignado. Había conseguido todo lo que ocupábamos para la semana de los eventos. Qué bien se siente personalmente, cuando se ayuda a los demás sin esperar nada a cambio. Baltazar Quiñonez Verduzco 51
  • 52. El despertar de un líder Estábamos los tres desempacando aun cuando llega un niño. *Te hablan por teléfono, es la secretaria del Presidente Municipal* dijo el niño. Sonrió Lázaro. En broma dijo que no sabía que yo era amigo del Presidente Municipal. Que lo tenía bien guardadito. Rápidamente le comente que lo había invitado para que estuviera presente en la inauguración de los eventos y a lo mejor me habla para confirmar. Acudí hasta el teléfono que se encontraba en la estancia. *Ezequiel, no se enojará Don Oscar si invito al señor Gobernador del Estado a la inauguración, esa semana estará él por aquí en la región* dijo el Presidente Municipal. Sentí grandeza en ese momento, cómo los planes estaban tomando forma. Sería suerte. Qué Lázaro y su novia se hayan ido a la capital y yo me hubiera encargado de ir a la Presidencia Municipal. No entendía porque me llamaba a mí por teléfono. Por qué no le habla directo a Don Oscar. Por qué me pide autorización a mi. Aun no soy el Mayordomo, solo estoy en entrenamiento. Sería que Don Oscar tendrá dicho que tengo autoridad ya. *Señor Presidente Municipal, ustedes son bienvenidos siempre, los esperamos con ansias* dije. Baltazar Quiñonez Verduzco 52
  • 53. El despertar de un líder Fue una llamada telefónica de un minuto. Dijimos lo que teníamos que decir y nos despedimos. Todo quedo claro y entendido. Así debemos ser en ocasiones. Informé de inmediato a Lázaro, pues era mi jefe inmediato en ese momento, para que notificara a Don Oscar. Durante el desayuno él informó sobre la llamada por teléfono y de las intenciones que tenían los políticos. Todos apoyaron y estuvieron de acuerdo en que así fuera. Don Oscar ordenó dar un retoque de pintura a la hacienda. Lázaro me mostró el rol de los equipos que jugarían y los horarios de los demás deportes. Estaba todo bien planeado y esquematizado por escrito. Se hicieron públicos los horarios y roles de los juegos. La fecha de inauguración de los eventos, sería en el día siete que estaría al mando de Lázaro. Al día siguiente se me asignaría a otro taller. La inauguración fue muy concurrida. Vinieron personas de otras haciendas y de la región. Estuvo presente nuestro Gobernador del Estado, el señor Presidente Municipal, el Diputado por nuestro distrito y Don Oscar en la mesa de honor. Dirigieron cada uno palabras de aliento y consejos para seguir practicando algún deporte. Hubo gente que abordaba a los políticos para saludarlos de persona. Algunos les pedían apoyos para solucionar algún problema que tenían. Se iniciaron con las actividades y todo marchaba muy bien. Baltazar Quiñonez Verduzco 53
  • 54. El despertar de un líder Agradecí a Lázaro la oportunidad de trabajar con él. Cambié de opinión respecto al sueldo que ganaba y de que no era necesario ese taller. En los siete días aprendí que para tener éxito en los resultados necesitábamos planear y organizar las ideas que tenemos. Resumo que el valor aprendido en esos siete días fue la planeación. Anote lo respectivo en mi cuaderno de notas. En el día número cuarenta y tres después del desayuno, me asignó con Francisco, el encargado de todo lo relacionado con la salud. Él es una persona que no tuvo en su tiempo, la manera económica de costear la profesión de medicina. Pues quería ser médico. Sus padres solo pudieron pagar el estudio para enfermería. Es una persona muy joven, apenas tiene treinta y dos años. Es casado y tiene un niño de cinco años. Él es de esta región. Trabajó algún tiempo en la capital en hospitales públicos y privados en lo que sabe hacer. *Soy Francisco, encargado de la enfermería* dijo. Para qué era necesario estar siete días con él. No iba a aprender a aplicar inyecciones o a poner sueros. No descubría las intenciones de Don Oscar de designarme a esa área. Pero recordaba que necesitaba su voto y debía hacer un esfuerzo grande por aprender cosas nuevas. Cómo hay cosas que aprender en esta vida. *Mucho gusto trabajar contigo, pondré todo mi esfuerzo* dije. Baltazar Quiñonez Verduzco 54
  • 55. El despertar de un líder Hay algo que me molesta de los hospitales. El olor a alcohol, me provoca nauseas. Él me asigno no directamente a enfermería, sino a un programa de la hacienda para vacunar a todos los niños menores de diez años. En estos tiempos se tiene que ir en busca de ellos, porque es difícil que acudan a la enfermería a vacunarse. *Que opinas Ezequiel, si tienes todo, casa, familia, dinero y trabajo, pero no tienes salud* dijo. No respondí en el momento, me tomé unos minutos. Se me vinieron recuerdos de gente de la región que habían trabajado duro toda su vida, con el fin de tener mucho dinero y vivir bien. Ahora de viejos tenían problemas de artritis, diabetes, presión arterial, incluso familias desunidas porque se habían dedicado a atender los negocios en lugar de atender a su familia. Habían preferido el dinero. *Qué es importante tener buena salud, antes que tener lo demás* dije. Comprendí algo en que no había pensado en mi vida. Debemos cuidar nuestra salud como prioridad principal. De qué me serviría el dinero si no puedo compartirlo felizmente. De qué me sirve una camioneta nueva si no puedo pasear con mi familia. De qué me sirven las tierras en abundancia si hay campesinos que no tienen nada. De qué me sirve ser Mayordomo si no voy a cuidar la salud de mis trabajadores. Comprendí a Don Oscar. Nuevamente había descubierto el objetivo. Era necesario que aprendiera el manejo básico en la enfermería para Baltazar Quiñonez Verduzco 55
  • 56. El despertar de un líder qué, sí en algún momento fuera yo el Mayordomo darle la importancia que se merece a ésta área. *Hoy iniciamos con la campaña de vacunación* dijo. Antes de iniciar la campaña Francisco me dijo, qué era necesario que me vacunaran contra hepatitis, tétanos, sarampión y rubéola. Todos los que se dedican a eso deben siempre prevenirse vacunándose. Anticipando siempre la salud general. Accedí de no muy buena cara, no era justo, tantas inyecciones seguidas. Pero ahora ya tengo mi cartilla de vacunación actualizada. Me correspondía llevar las anotaciones en un formato que enviaba la Secretaría de Salud de nuestro país. Anotaba el nombre, la edad y meses, el sexo y anotar que se entregaba la cartilla de vacunación respectiva. La enfermería pertenecía a la hacienda desde hace algunos meses, pero era asistida en medicina por el Gobierno. Francisco no tenía buen sueldo de la Secretaría de Salud, pero también estaba en la nómina de la hacienda. Aprovechamos el evento cultural y deportivo que estaba realizándose, e hicimos corte parejo en la selección de los que deberíamos vacunar. En ese momento estaban jugando béisbol dos equipos. Éste día hicimos un buen trabajo. Al día siguiente, por misterioso que pareciera, no había ningún niño en los callejones, ni en los patios de las casas, ni en el jardín, ni en los campos deportivos. Todos los niños habían desaparecido. Se corrió la Baltazar Quiñonez Verduzco 56
  • 57. El despertar de un líder voz entre ellos, que andaban vacunando al que se encontraran a su paso, sea del lugar que sea. Sentí rara la hacienda sin niños que anduvieran jugando por todos los lugares. Antes no daba importancia a los gritos de ellos, pues me parecía normal todos los días verlos reír. Que importantes son los niños. Debemos atender su salud siempre para que estén sanos cuando sean grandes. Ellos le temen quizá a las inyecciones, pero hasta éste momento inyectarlos puede salvarles su vida. Vacunar a los hijos y llevar su cartilla actualizada es una prioridad. Si así se hace, es que se es responsable. Supe que la decisión de Francisco por ser médico fue porque uno de sus hermanos, por desconocimiento de su papá, negó que se le vacunara contra la poliomielitis. La consecuencia es qué su hermano ya no pudo caminar mas. Ahora era necesario el uso de una silla de ruedas. Por eso él deseaba ser médico, para ayudar en la procuración de la salud. La enfermería me parecía que requería adecuaciones de orden. Recordé el método implementado por Antonio en el taller mecánico. Escribí el proceso en una hoja en limpio y explicado lo más claro posible para que lo leyera Francisco. Cómo es que un plan tan bueno no tiene seguimiento. Cuando sea Mayordomo debería proponerlo para toda la hacienda. No había pensado en hacerlo de conocimiento general. Esa si es una buena idea. Baltazar Quiñonez Verduzco 57
  • 58. El despertar de un líder Un día llego personal de la Secretaria de Salud a traer medicamentos y material curativo. Entre otras cosas venían póster sobre temas de cuidados maternos y prevención de enfermedades. Que bueno que se preocupa en Gobierno por mantener la salud pública. Pasaron los siete días que debía estar al mando de Lázaro. Conocí objetivamente acerca de primeros auxilios. Aprendí el valor de cuidarse uno mismo y cuidar a los demás. La salud es primordial. Anoté lo respectivo en mi cuaderno de notas. Finalicé mi entrenamiento de las siete semanas. Durante el desayuno habitual. Me sentía con capacidad para ser Mayordomo. Pues no parecería trabajo difícil. Es algo práctico esa labor. Descubrí que el secreto es estar bien con las personas, lo demás resulta fácil. Los siete concluyeron con el desayuno y se retiraron del comedor principal. Le dieron las gracias a Lupe la cocinera. Habíamos desayunado un platillo típico, menudo. Don Oscar estaba atendiendo la correspondencia en silencio. *Ezequiel, tengo el reporte de qué estás listo* dijo. Por un lado sentí felicidad porque me esforcé para aprender todo lo posible. Había tenido buenos maestros. Comprendí que no se necesita ser licenciado o médico para ser maestro. Ellos no tienen universidad y aprendí bastante. Eso sí es ser maestro. Me Baltazar Quiñonez Verduzco 58
  • 59. El despertar de un líder preocupaba que sí me diera la oportunidad de ser Mayordomo, podría ser buen maestro también. *Tienes dos días para escribir en un cuaderno nuevo, todo lo que aprendiste en las siete semanas* agregó. Pensé que me iba a solicitar que de inmediato tomara posesión del cargo. Qué ideas tiene, no es como los otros caciques. Quizá tenga escuela. Cómo es posible qué me solicite hacer actividades fuera de lo común. No me atrevía a preguntarle por respeto. Él es un tipo que se debe tratar con respeto. De inmediato comencé con la elaboración y escribí lo aprendido en las siete semanas, era como un tipo de manual donde me guiaría para tomar decisiones. Si eso era. Eso quería el cacique, una guía que me sirviera para qué mis decisiones, estén respaldadas en la experiencia de los demás y la mía propia. Con eso no dudaría demasiado al hacer elecciones. Presenté el manual tres días después. Durante el desayuno. Hizo extensiva una noticia agradable. *Tienen aquí a Ezequiel, el nuevo Mayordomo de La Hacienda La Campana del Tesoro* dijo. Era como sí me estuviera tomando protesta. Así lo sentí. En dos ocasiones estuve en la toma de protesta para Presidente Municipal. Baltazar Quiñonez Verduzco 59
  • 60. El despertar de un líder Recuerdo muy bien. Era algo similar a lo que estaba sucediendo en el comedor. Los siete me hicieron el comentario de qué todo saldría bien, que era cuestión de imponerse. Esa sensación deben sentir todos los nuevos cuando se inician en un empleo. Pero tenía una carta escondida. Ya me gustaban los retos. *La próxima semana nos visita el señor Senador, viene con su familia a tomar un descanso* dijo. A parte de las otras encomiendas diarias en la hacienda, se me asignó preparar las actividades de la bienvenida, estancia y planeación de actividades que él político pudiera desarrollar. Los políticos no me gustan, dicen solo mentiras. Bueno, a excepción de algunos, no debía juzgar a todos parejos. Quizá éste Senador era buena persona. Me quedé con la duda que tipo de parentesco tenia el cacique con él. Un político de ese nivel tiene dinero como para pasar sus vacaciones en Europa u otros lugares más conocidos que la propia hacienda. Por qué aquí, en éste lugar alejado del centro del país y de nuestra capital. Ya tenía varias semanas sin hablar con El Perro, el señor mayor que siempre estaba en la puerta principal. Decidí ir con él para platicar un Baltazar Quiñonez Verduzco 60
  • 61. El despertar de un líder momento, quizá y hasta puedo pedirle un consejo sobre el recibimiento que organizaba. *Todavía no se le suben los humos muchacho* dijo. Solo sonreí y traté de explicarle que de ser posible tendría siempre los pies en la tierra. No olvidar mi origen y mi gente. Él recordó qué cuando era joven, ésta hacienda era sitio de descanso de gente importante. Dijo que Generales Militares, Senadores, Gobernadores y otros Secretarios eran amigos de los papás de Don Oscar. Él tuvo la función de la vigilancia de la hacienda, para evitar que bandidos intentaran algo perverso. El Perro fue un tipo de cuidado, en su vida había sufrido por lo menos unos quince impactos de bala y seguía vivo, y supe que también tenía su cuenta de bajas. Defendió al abuelo de Don Oscar de un intento de asalto por las colindancias de la hacienda, se paró frente a los bandidos y sirvió como escudo para su jefe, dicen que logro tumbar a cuatro esa vez. ¿Cómo es posible que una persona se convenza con su trabajo a ese grado? Propiamente a mi se me hacía algo no muy común. Hacia mucho tiempo, la esposa de El Perro, tuvo una enfermedad grave, y le pidió ayuda al viejo Oscar, le había dicho que no tenía dinero para pagarle lo que le prestara, pero que dejaba en prenda su Baltazar Quiñonez Verduzco 61
  • 62. El despertar de un líder vida. Comprendí que la vida a veces nos pone entre la espada y la pared. Él solo cumplía con su palabra. Él si era un verdadero hombre. Me pareció casi irreal que él supiera de principio a fin qué actividades debería hacer para recibir al Senador. Rápidamente enliste todo lo que me estaba diciendo y me pido subrayar algo. *No te enamores de las hijas de ellos* dijo. Qué era esa aclaración. Qué tengo cara de enamorado. Si jamás había estado enamorado. No tengo tiempo para ocuparme de una novia. Ni compromisos tenia. En la escuela si conviví con muchachas muy bonitas pero no había pensado en enamorarme. En la región donde vivo hay muchachas muy trabajadoras. Cómo era posible que no me despertaran interés. Recordé a mi padre. Todo a su tiempo. Elabore un plan de recibimiento al Senador. Fui en el mejor auto de la hacienda a la estación del ferrocarril. La gente bajaba del tren, cómo iba a saber quienes eran. Planee casi todo menos en investigar cuales eran las características del Senador y su familia. De pronto se acercaron tres personas a mí. *Es éste el automóvil de Don Oscar* preguntó. Era el Senador, Don Adolfo, quien se había presentado, pues su vestimenta no parecía la de un político de altura, más bien, parecía un turista común y corriente. Pero si portaba un reloj de oro, lentes graduados de marca, zapatos relucientes, cinto de piel, sombrero del Baltazar Quiñonez Verduzco 62
  • 63. El despertar de un líder tipo que usan en el centro del país y a decir verdad combinaba muy bien todo su atuendo. *Sí, soy el Mayordomo, me llamo Ezequiel, estoy aquí para transportarlos a La Hacienda La Campana del Tesoro* dije. Él venia acompañado de su esposa, una mujer de tez blanca, estatura media, ojos azules, cabellos castaño claro, de complexión delgada. Una mujer muy carismática y atenta. Notaba que era muy bondadosa. Era francesa. Se habían conocido ellos en un intercambio de la universidad. El Senador estuvo en Francia un año, tiempo suficiente para conquistar a su esposa. Así fue como llegaron a casarse. La hija de ellos es casi de mi edad, tiene veinte años, nacida en Francia pero con materia prima mexicana. El parentesco físico es el típico de los franceses pero con mucho parecido al Senador. Por atuendo portaba un traje de manta blanca, bordado de flores de todos colores. Alcance a percibir un olor a perfume de fresa. No di importancia por el momento a ella ya que me concentraba en darle la bienvenida al Senador, explicándole la historia de estos lugares. Llenos de costumbres y tradiciones indígenas. Historias revolucionarias y creencias que predominaban. Atentos los tres, llegamos a la hacienda. *Está igual que cuando vine la última vez* dijo el Senador. Baltazar Quiñonez Verduzco 63
  • 64. El despertar de un líder En aquel tiempo el Senador habría venido con su padre, que también era político. Él era soltero y más joven en aquel tiempo. El recibimiento fue con la banda de música, Hermanos del Álamo. Tocaron canciones populares y dos o tres peticiones que hizo él. También fueron recibidos por Don Oscar y estuvieron platicando por unos minutos. Los guiamos hasta sus recamaras. Las dos mejores de la hacienda. Una para los esposos y una sola para la hija. *Ezequiel, tu instala a la hija del Senador, invítala a un recorrido, yo esperare al Senador con su esposa en la estancia* dijo. Por qué el destino estaba cumpliendo al pie de la letra lo que me dijo El Perro. Qué significaban esas respiraciones mas seguidas. Sentía los latidos de mi corazón hasta mis rodillas. Acaso me estaba enamorando de la hija del Senador. *Tomaré una ducha y después me puedes invitar a conocer esta bonita hacienda* dijo. Había visto a los pavorreales cuando tratan de aparearse. Hasta ese momento entendí que el macho extiende su bello plumaje para demostrarle a la hembra su galanura. Por qué no había entendido eso antes. Apresuré el paso a mi recamara, escogí mi mejor ropa y tarde más en quitarme los huaraches y ponerme unos choclos americanos que me había regalado Don Oscar. Baltazar Quiñonez Verduzco 64
  • 65. El despertar de un líder Dejé mi sombrero y puse sobre mi pelo un gel que se llamaba “glostoraÓ jamás lo había usado pero era necesario porque así lo ameritaba la ocasión. Eso sí, no faltó en mi pantalón de mezclilla mi paño rojo y mi cinto de cuero de cabrito. Por suerte me afeite por la mañana. Apresurado iba a la recamara de la hija del Senador, cuando me interrumpe Lupe la cocinera. Mijito, llevas la camisola al revez. Sonriendo estaba porque me sucedió eso. Regresé a la recamara y arregle mi error. Al salir a encontrar a la hija del Senador debía pasar por el jardín. Corté una rosa roja. Justo al llegar a la puerta de la recamará de ella. La abrió, allí estaba la hija del Senador. En esta ocasión ahora traía el cabello suelto. Un vestido de una sola pieza parecido al anterior. Y huaraches de tres puntadas. *Y esa rosa roja, seguramente es para tu novia* dijo. Por qué hacia eso. Estaba preguntándome para saber sí la rosa era para mi novia y descubrir si la tenia, o si preguntaba para qué yo respondiera sí era para ella. A veces no entiendo nada a las mujeres. *Es para tí, bienvenida nuevamente* dije. Se colocó la rosa roja entre su cabello y su oreja. Estaba haciendo calor ese día, así que la guié hasta los establos. Ensille dos de los caballos mas mansos, y le propuse recorrer esa área. Baltazar Quiñonez Verduzco 65
  • 66. El despertar de un líder *Me dan miedo los caballos, podemos ir en uno solo* dijo. Por qué Dios insiste en acercarme cada vez más a la hija del Senador. Será que ella lo hace todo intencional o estaba delirando yo. Propuse que bien podíamos caminar, e ir tomando descansos mientras le platicaba sobre la hacienda. Llegó un peón montado en un caballo. Don Oscar me necesitaba. Que estaría en la estancia con el Senador. *Disculpa, entre tanto alboroto ni me presenté, mi nombre es Ezequiel* dije. *Sí, ya lo sabia, yo me llamo igual que mi mamá, Reginee* dijo. *Que nombre tan bonito* contesté. *No seas malo, esta feo el nombre, no me gusta* dijo. Prefirió que le llamara por su alias, le decían Reg. Ese sí que era una apodo más raro que el propio nombre. Yo conocí a El Perro, El Carretas, El Gordo Panzón, El Chiflado, El Becho, pero Reg, eso me sonaba como Ruf, la abuela de una amiga que vivía en otra región, en la sierra madre occidental. Regresamos con Don Oscar y el Senador. Pues era ya el momento de la comida. Opte por encaminar hasta el comedor principal a Reg, acomodé la silla. Y decidí salir de ahí. Pues creí que no me Baltazar Quiñonez Verduzco 66
  • 67. El despertar de un líder correspondía estár en esa elite. Sus temas de conversación quizás no me incumbían y además quería ser lo más respetuoso posible. Don Oscar me detuvo y me pidió que los acompañara en la comida. Éramos solo los cuatro. Que debía decir yo. No estaba seguro de decir palabras que fueran del nivel de ellos. *Cómo te comenté Oscar, en las próximas elecciones seré el candidato a Presidente de la Republica* dijo el Senador. Cómo fui a llegar a ese comedor con esa gente. Cómo es posible que de pronto esté en la misma mesa que el futuro Presidente de México. La platica entre Don Oscar, el Senador y su esposa, se enfocaban a planear cómo desarrollarían a nuestro país con sus ideas. De cómo pretendían hacer algo grande para esta región. *Sí tu fueras Presidente de México muchacho, que harías por ésta tu tierra* preguntó el Senador. Precisamente esas eran las preguntas que no sabría contestar. Pues cómo puedo decirle a un Senador que repartiera mejor las tierras, que acabara con la pobreza, que generará más empleos y que se acabaran los caciques. Esas son respuestas que no debía responder. En mi opinión iba implícita la de Don Oscar, pues soy su brazo derecho. Debía poner en alto mi nombre y el de mi jefe. Tal cómo una vez lo hizo El Perro. Así qué responderle eso, solo dejaría escapar la oportunidad de crecer. Baltazar Quiñonez Verduzco 67
  • 68. El despertar de un líder Más bien debía pensar en algo grande, algo que sirva a todos los de ésta región. *Con su permiso señora Reginee, Senador, Reg, Don Oscar, cada temporada las lluvias son menos. El río lleva menos agua y la disputa por ella nos trae problemas* dije. Esa sí era una buena introducción, pedir el consentimiento a todos para dar mi opinión. Era una oportunidad de lucirme, pues tenía la atención de dos de los hombres más poderosos de México. En la historia no conozco una situación parecida a ésta. Estaba a punto de qué me escucharan y por lo tanto era necesario algo de persuasión. Debía poner en práctica los valores que aprendí en las siete semanas. Aplicar una táctica sanamente agresiva si quería quedar bien, sobre todo ante Reg. Éste podría ser el examen que determinaría si estaba aprendiendo a ser grande, o seguía siendo uno más del montón. *Construir una obra rió arriba, un represo de dimensiones enormes, que satisfaga las demandas por igual a todos los de por aquí* terminé. *Que lleve sus apellidos “Ruy MartínezÓ* agregué. Sentí cómo las miradas de todos estaban sobre mí. Pero estaba tranquilo al saber que esa sí era una idea innovadora, única en esta parte norte del país. Sentí que había cumplido con mi deber de mexicano. Haber participado con la patria. Baltazar Quiñonez Verduzco 68