Este documento presenta una introducción a la novela "El Despertar de un Líder" escrita por Baltazar Quiñonez Verduzco. Narra la historia de Ezequiel, un joven campesino que es ofrecido el puesto de Mayordomo en la gran hacienda La Campana del Tesoro propiedad de Don Oscar. Ezequiel duda en aceptar el trabajo al principio debido a la gran responsabilidad, pero finalmente decide tomar la oportunidad que podría cambiar su vida.
1. EL
DESPERTAR
DE UN LÍDER
Autor: Baltazar Quiñonez Verduzco
Título de la Novela: EL DESPERTAR DE UN LÍDER
Fecha: Diciembre de 2009
2. El despertar de un líder
Sonora, México
PARA I., LA LUZ DE MI VIDA
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3. El despertar de un líder
NOTA DEL AUTOR
La novela EL DESPERTAR DE UN LIDER, surgió de una cita Bíblica, del libro
de Proverbios, Capítulo 17, Versículo 17. “Un amigo es siempre afectuoso y en
tiempos de angustia es como un hermano”.
Creo qué, los amigos si existen. Pero las etapas por las que
atravesamos en la vida, nos van moldeando y tratando de alejarnos
de algunos y, acercarnos a otros. El objetivo de ésta novela, no es
para ser una guía precisa de cómo llegar a ser un líder. Cada ser
humano tiene distinta manera de despertar. Las lecciones de la vida
son universales, y se aprovechan de forma distinta por cada persona.
En los últimos tres años, me hice del hábito de la lectura. Se despertó
en mí el interés para escribir un libro.
En ésta novela trato de exponer que el mejor camino para superarse
es la preparación, más la disciplina y el esfuerzo personal.
Hasta hoy, mis ideas no han sido consideras como suficientes, solo
han logrado fortalecer mis grandes sueños.
¿Por qué? Seguiré leyendo y escribiendo, ahí encontrare más
respuestas.
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4. El despertar de un líder
PREFACIO
Deseo aclarar que EL DESPERTAR DE UN LIDER, es una novela con lugares
imaginarios. La magia que se encuentra escrita es solo descriptiva.
Me atraen las lecturas con la temática de liderazgo. Fue suficiente
para verme inmerso en la escritura. Escribí partes de mis sueños, ya
que me enfrento a grandes retos para lograr superarme en lo
profesional, y las posibilidades se alejan. Esto me ayuda a seguir firme
en mis ideales.
La época donde se desarrolla la vida de los personajes, es una
combinación del pasado con el presente. Desde los cincuentas hasta
los ochentas.
El actor principal, Ezequiel, busca con esmero que se cumplan sus
sueños. Cada día se enfrenta consigo mismo a la realidad, y a veces
duda sobre él mismo.
Un día se arma de valor y empieza a recoger los momentos que Dios
pone frente a él. Su vida se va llenando de actitudes y valores que lo
forjan como persona.
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5. El despertar de un líder
Aprende cosas importantes. Conoce personas que le enseñan algo
siempre. Él los llama maestros a todos.
Descubre que para despertar al líder, no se logra de la noche a la
mañana. Sería un proceso que tardaría años. Su simplicidad y forma
de ver la vida es tal qué, siempre fue bien visto por la gente mas
poderosa del país.
PRÓLOGO
Ezequiel hizo caso al Adivino, fue hasta el lugar que se le indicó.
Excavó un hoyo y encontró una cajita de madera que contenía un
tesoro invaluable.
La abrió y entre otras cosas estaba una carta, dirigida a Ezequiel.
Pensó, que la carta se la abrían dirigido a alguna otra persona que
también debe llamarse Ezequiel. El lugar donde la encontró era su
lugar sagrado, así que debía ser para él.
Emocionado toma las tres fotografías que además había adentro.
Quedó sin habla cuando observa cada una de ellas.
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6. El despertar de un líder
Cómo era posible que él y su esposa estuvieran en esas fotos
antiguas.
Asombrado de lo que tenía frente a él, solo aceptó que el destino
existe.
A pesar de haber crecido en una familia humilde, se convirtió en un
hombre poderoso.
¿Cómo le beneficia ese tesoro? Deberá guardarlo para heredarlo en
el futuro. Él ya habría despertó al líder que lleva dentro.
Yo fui bautizado con el nombre de Ezequiel. Vivía en una región donde
predomina la agricultura y ganadería. Llueve en verano en abundancia
permitiendo que todo el monte se reverdezca. Nuestro pueblo es
pequeño, hay los servicios necesarios como los de una gran ciudad.
Energía eléctrica, teléfono, escuelas, drenaje, entre otros. La gente es
muy servicial y amable. Es costumbre brindar agua o café cuando se
recibe alguna visita. El promedio de vida por persona es de sesenta
años. Nuestra región es una combinación de estilos viejos con
modernos. Ya no es época de revolución, pero aun algunos
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7. El despertar de un líder
campesinos tienen armas en sus casas. Se repartieron las tierras de
la mayoría de las grandes haciendas. Son tiempos de cambios.
Trabajé en mi juventud en los campos agrícolas. Recuerdo un día,
estaba agotado, todo el día arando la tierra con los campesinos, junto
a un lote de tierras en un cultivo en el predio recién creado.
Había también siembra de trigo, eran tiempos de abril, el verano daba
notas de su adelanto porque el clima era bastante caluroso.
Al oscurecer, todos los campesinos nos reuníamos en la cabaña junto
a un gran mezquite, cada quién tenia su lugar para descansar, como
un altar sagrado.
Había caciques en la región y por las noches nos visitaba con
regularidad uno de ellos, a escondidas de los demás, como buscando
algo. Somos desconfiados de los ricos. Qué necesidad tienen de
andar entre los pobres preguntando sobre nuestras vidas. Qué no
tendrán ellos sus amigos también adinerados. Los abuelos por eso
lucharon en la revolución para que todos seamos iguales. Repartir las
tierras en partes iguales entre todos los campesinos. Pero es nuestra
educación respetar a la gente, sea del nivel que digan ser.
La única herencia que me han dado mis padres es la educación. Tenía
por costumbre dormir en petate y una Biblia era mi almohada, el libro
preferido es Proverbios 17: 17. “Un amigo es siempre afectuoso y en tiempos de
angustia es como un hermano”, tardaba más en meditarlo que en leerlo.
Existen en realidad los amigos. Con la experiencia descubrí que era
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amigo de mis amigos, solo cuando hacía lo que ellos hacían. Si no
tomaba con ellos, no me buscaban para estar con ellos. Si yo quería ir
a misa, todos estaban enfermos. Si yo no los buscaba, no me
buscaban. Esas eran las señales que percibía.
Se dirigió a mí aquel cacique, justo un viento del sur apago la vela.
*El diablo esta aquí* pensé.
Otras ocasiones la fuerza de la llama soportaba el viento, pero esta
vez no. La creencia es qué, el fuego es el diablo. En algún momento
éste reclama lo suyo.
Me levanté de un salto y encendí un cerillo. Miré alrededor y vi todas
las velas encendidas. Noté que la vela ya no tenía cera. Era misterioso
que al acercarse el cacique mi vela se haya apagado. Todo no pasa
sin motivo.
*Compré la vela hace tres días, debía perdurar por cinco días más*
dije.
Mientras encontraba otra, pasó por mi mente que alguien me la
cambió. Esa es otra costumbre, cambiarse las comidas que nos dan
para llevar al trabajo o compartir entre todos algo que se pueda
prestar. Una vela, un libro, el caballo y la bebida.
Al cacique lo llamaban Don Oscar, el papá se llamaba Oscar y su
abuelo también. Al llegar a la cabaña, saludaba campesino por
campesino y al final, elegía a alguien para conversar. No tenía esposa
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ni hijos, pero tenía riqueza en abundancia. Quizá el motivo de su visita
era para tranquilizar su conciencia. Él era serio y le gustaba hablar de
política, siempre pensaba positivo y provocaba buenos diálogos.
Era sabido en la región que en los meses anteriores, él quería ser un
político importante. Pero las fuerzas partidistas que estaban en el
poder lo tenían restringido para unos cuantos.
Me saluda con un fuerte apretón de manos, y me llama por mi
nombre.
*Como estás Ezequiel, te asusté, te ves pálido* dijo.
*No Don Oscar, cuando usted llegó, se apagó mi vela, no supe si
recibirlo o buscar otra* respondí.
Era la segunda ocasión que teníamos una conversación, no sabía si
creer lo que me decía o no darle mi confianza. Las otras ocasiones
mis amigos trataron de convencerme para que trabajara con él de
Mayordomo. Pero eso fue hace meses, ya debía tener uno.
El cacique sembraba mil hectáreas de trigo y quinientas de maíz, tenía
más de un millar de vacas lecheras, vestía ropa de campesino pero
gustaba de buenos caballos españoles y árabes, su pistola era
plateada con cacha de oro. Un campesino me contó que esa pistola
era única en toda la región. Los gustos de Don Oscar eran
particularmente muy similares a los de la clase humilde. Ese era un
detalle que hacía que lo respetáramos como a uno de nosotros.
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*Necesito un Mayordomo* me dijo el cacique.
Todos estaban en silencio, aquel cacique me había pedido
nuevamente ser su mano derecha. Pues las funciones de Mayordomo
son llevar el control de toda la hacienda y el jefe inmediato sería él. Es
una responsabilidad que no se puede encomendar a cualquier
persona.
Es la segunda oportunidad que me ofrece para salir de pobre. El
Mayordomo no tiene horario fijo, cuando se le requiera debe estar
presente. Por tanto el sueldo debe ser muy bien pagado, suficiente
para vivir bien.
Se sentó en un trozo seco de mezquite, sacó una libreta de entre su
ropa.
*Trae la lista de los que le deben* Se escuchaba al otro lado de la
cabaña.
Era Estefania, campesina de ojos claros, cabello castaño claro y de
buen ver, viuda a sus treinta años y sin procrear hijos. Mujer heredera
de la revolución, sincera siempre, dice lo que piensa y hace lo que sea
necesario para lograrlo.
*Los otros no me son leales Ezequiel* dijo, ignorando a la mujer.
Me disgusté un poco. No es justo que no escuche al cacique solo
porque trae la lista de los que le deben. Al contrario, cada quien cuida
lo suyo, así debe ser.
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*Será porque usted no los trata bien Don Oscar* respondí.
Estefania me había contado que Don Oscar la pretendió cuando era
soltera, pero que odiaba de él su orgullo maldito. Dijo que le había
enseñado toda La Hacienda La Campana del Tesoro, que tardaron
dos días en completar el recorrido. Pero se había dedicado a
mostrarle sus riquezas materiales y no mostraba su amor de corazón.
Quiso vislumbrarla con tantos bienes. Qué le espera a las mujeres que
sean esposas de los caciques. Rodeadas de oro pero de corazón
abandonado.
*Podemos platicar Ezequiel* Me dice con un tono sincero.
*Todos tenemos derecho de ser escuchados* respondí con una
sonrisa.
Somos libres de expresarnos, así se dijo en las últimas reformas en
1927.
*Eres líder natural, y sabes de números, lo se porque todos te
recomiendan* dijo.
Pensé que Don Oscar sabía todo sobre mí, había preguntado sobre mi
vida. Estaba seguro que hasta sabe más de mí que yo mismo. Me
siguió diciendo que sabía que yo era un líder innato, con cualidades
para ser jefe, que la responsabilidad se gana con trabajo y no se
compra ni con todo el dinero del mundo. Él necesitaba un Mayordomo
con esas características, que pueda entender a todos sus empleados.
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Por último me dijo que no le diera respuesta en ese momento, que
esperara hasta mañana al oscurecer. A veces el tiempo es necesario
para poner en claro ciertas decisiones que nos marcarán para toda la
vida. Él cacique lo sabía, por eso me dio veinticuatro horas para
pensarlo.
Faltaba como media hora para oscurecer del día siguiente, pensé en
repetidas ocasiones la oferta de Don Oscar. No era yo mismo ese día,
pasaron por mi mente muchas ideas sobre la propuesta que se me
había hecho. Me ofrecía una oportunidad de un buen trabajo,
probablemente no me lo vuelva a ofrecer. Es una oportunidad quizá
única.
*Pues que sea lo que Dios quiera* dije en voz alta cuando regresaba a
la cabaña con los demás campesinos.
Muy dentro de mí, sentía miedo, porque ser Mayordomo no es trabajo
fácil. La Hacienda La Campana del Tesoro era la vida de Don Oscar, lo
que más le importaba, de él dependían cientos de familias y su
riqueza. Era como una pequeña ciudad con todos los servicios sin
necesidad de buscar algo fuera de ahí. Y una hacienda muy
importante en nuestro Estado.
Acepté las nuevas obligaciones y partí con mis pocas pertenencias.
Mi Biblia y mi petate de carrizo.
*Habré tomado una buena decisión* pensé.
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13. El despertar de un líder
No era buena señal dudar porque me ocasionaría solo problemas.
Sabía que debía ser yo mismo, que no me debía espantar sin
intentarlo primero. Debía ir un paso adelante de las pretensiones de
Don Oscar, así cumpliría con lo que me pida y estaría agradecido por
anticipar los siguientes pasos.
A cambio quizá, pueda obtener algunos centavos adicionales o
generosamente me ofrezca mejor salario. Al fin si con mi trabajo lo
hago más rico, algo me tiene que tocar.
*Si yo fuera Don Oscar le daría a mi Mayordomo todo lo que me
pidiera, al fin era mi mejor trabajador* dije en voz baja.
Comencé a ir mas allá de la realidad en mis pensamientos alocados.
Cuántos sueños he tenido. Siempre sueño cosas maravillosas. La
Biblia dice que primero busquemos el reino de Dios y luego los de la
tierra. No sabia en que libro estaba esa cita, pero la había escuchado
en la misa dominical.
El diablo me estaba tentando o estaba soñando despierto. En otras
ocasiones había soñado que era un personaje importante como ser el
Gobernador del Estado, pero no había soñado con riquezas como las
de Don Oscar.
Mis padres decían que Dios nos da lo justo y por algún motivo
permanecemos igual.
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Llegué a La Hacienda La Campana del Tesoro justo cuando se
ocultaba el lucero de la mañana por la aparición de los rayos del sol.
Había sido una hora de viaje muy larga. Me dio tiempo suficiente para
contemplar mi tierra. Los pájaros, los animales, los árboles, la gente
trabajando y mire al cielo. Que bendición es esta tierra.
Por la hora que era, los encargados de ordeñar las vacas lecheras ya
debían estar terminando sus labores. El calor amenazaba la
tranquilidad de la mañana. Si no madrugaban a hacer su trabajo, les
esperaba un buen castigo por el sol. El clima de ésta región es calor
en el día y frío en la noche. Debo agradecer a Dios por permitirme vivir
en éste lugar.
*Qué planes tendrá el destino para mí ¿Por qué estoy haciendo esto?*
dije.
En mis veinticinco años de edad me había dedicado a ser bolero de
zapatos, ayudante de cocinero, vendedor de diarios, trabajador del
campo y era recién egresado de la universidad titulado por buen
promedio, pero desempleado.
En esta región no necesitan a los Licenciados en Administración, no
sé para qué mis padres me pagaron escuela, mejor me hubieran
comprado un tractor, así sabría que sí trabajo más, ganaría más, eso
si es negocio.
Pero mis padres querían que yo fuera lo que ellos no pudieron ser,
una persona culta, un licenciado en la familia. No reniego de mis
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padres, son un ejemplo a seguir, siempre me dan buenos consejos.
Somos una familia humilde y sencilla, soy el mayor de dos hijos y mi
mamá se dedica al hogar, mi padre es el cuidador en un almacén en
La Hacienda Las Mulas de Pedro. Es de oficio mecánico automotriz.
Tuvo un accidente laboral y salió lastimado de un brazo, por eso fue
asignado a cuidador. No puede ejercer fuerza por prescripción
médica.
Mi hermano menor tiene veintidós años, es tres años menor que yo, él
no hizo caso a mis padres y dejó la escuela, ahora es vaquero y
trabaja en otras regiones aledañas. Gana bien pues sabe su trabajo.
El Mayordomo lo estima, así que le paga bien.
Yo recuerdo que desde chicos mis padres nos alimentaban con arroz,
frijoles, huevos, chile, tortillas de maíz y leche. Comíamos carne cada
vez que había fiesta en alguna hacienda. Sé un poco de ingles, pues
nos era obligatorio para titularnos de la universidad. Cuando fui niño
pensé en irme a los Estados Unidos de Norteamérica, allá si hay
trabajo bien pagado. Todos los campesinos que se han ido y
regresan, siempre traen su buena camioneta y billetes verdes. Esa si
es vida, pensaba. Quería conocer otras regiones, viajar por todo mi
país, aprender de otras culturas, casarme con una muchacha rubia,
cabello lacio, de sonrisa cautivadora y que me fuera siempre fiel.
Recuerdo haberme hecho de valor, justo al iniciar la escuela y pensé
en escaparme para el extranjero. Pero me detenían los consejos de
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mi padre, que esperara los tiempos. Tardé algunos años para
comprender esa frase, era adulto ya. Cuando seas mayor la
entenderás, fue como lo expresó.
Al llegar a la entrada principal de La Hacienda La Campana del
Tesoro, había gente entrando y saliendo como en una gran tienda,
sentí como sí ya hubiera vivido ese momento. No era la primera vez
que me sucedía. Es una sensación de entre un sueño y una visión a
futuro. Como si el tiempo hubiera olvidado que es su secreto no
revelarnos cosas divinas a las personas.
*Qué buscas aquí joven* escuche la voz de una persona mayor.
Era un anciano que estaba sentado en una paca de alfalfa en la
entrada principal. Por su edad no debía tener ya responsabilidades. El
tiempo ya lo tenía encima.
*Estoy buscando a Don Oscar, ¿sabe donde lo puedo encontrar?*
pregunté.
Me dijo en concreto que, el cacique a ésta hora se encontraba en su
desayuno, en el comedor principal, como a cincuenta metros de
nosotros, al otro lado del jardín. Pero su mirada era fija, no
intimidatorio, mas bien sincero. Pensé que se desvive por servir,
como la mayoría de los ancianos. Que a veces no los comprendemos.
Cómo sabía el anciano donde se encontraba Don Oscar exactamente
en ese momento, debía tener muchos años en esa hacienda.
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*No conozco éste lugar bien, es la primera vez que entraré* contesté.
*Sigue a esos hombres, diles que te mando El Perro, así me dicen aquí
a mi* dijo.
Que alias tan especial. Ese anciano debió ser una persona de cuidado
por su apodo, hasta creo que en la conversación que tuve con él,
detecto mis intenciones más profundas, seguramente me vio venir y
me olfateó, encontrando que vengo por las buenas, tal como cuida un
perro a su amo. En la región uno se gana el alias por algún
acontecimiento que haya hecho.
Corrí y alcance a los hombres que me señaló el anciano, de inmediato
les pregunte donde estaba el comedor principal.
*Entra por esa puerta, ahí esta lo que buscas* dijeron.
Sabrán todos a lo que vengo. Por qué se portan todos de una manera
muy amable. Me habré equivocado de lugar. No lo pensé más y entre
al comedor principal.
*Buen día Ezequiel, acércate, siéntate con confianza, aquí cerca de
mi* dijo Don Oscar.
Estaba rodeado por siete hombres, como de treinta a cuarenta años
de edad cada uno.
*Éste joven se llama Ezequiel, viene del predio nuevo, ese que el
Gobierno Federal mando desmontar, donde por cierto sembraron
trigo* agregó.
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*Gracias, gracias por éste recibimiento Don Oscar* respondí.
*Mira, ella es Lupe la cocinera, ella aquí vive en la cocina, estos
hombres que aquí vez, son de mi confianza, siempre tratamos de
desayunar juntos, es la única vez que los veo en todo el día* dijo.
Los hombres de confianza que veía, eran campesinos comunes, no
había nada de especial en ellos, no aparentaban que ganaban buen
dinero. Todos parecían de clase baja junto con el cacique.
Nos sirvieron el desayuno a todos, el mismo platillo, huevos
rancheros, frijoles refritos, tortillas de harina y café.
* Juan, tú has la bendición de la mesa* dijo Don Oscar.
*Todo sea en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: Señor
Jesús, bendice los alimentos que vamos a recibir y bendice las manos
que los han preparado, por Cristo nuestro Señor. Amen*dijo.
Jamás había bendecido los alimentos, y me considero un buen
cristiano. Fue muy claro Juan, se dirigió a Dios, hizo la petición y dio el
agradecimiento. Que confianza tenía ese equipo hacia él cacique.
Noté en Don Oscar una sonrisa que no conocía, solo le veíamos de
noche en nuestro predio, pero hoy era diferente, algo estaba
sucediendo en ese momento.
Sería posible que todo lo que se decía en las pláticas en la cabaña
sobre él, era una farsa. Porque lo qué presenciaba en ese momento,
difería de la idea que tenía sobre él.
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No podía perder más, era de la clase baja y humilde, al contrario, lo
que aprenda con Don Oscar me servirá para toda la vida. Quizás en
realidad sí soy líder. Ser Mayordomo me daría status.
*Ésta gente son mis mejores trabajadores* dijo Don Oscar
reflexionando.
Pensaba por qué era necesario un buen Mayordomo, si tenía a los
mejores hombres. Todos ellos acostumbrados a trabajar duro y a Don
Oscar.
Durante un tiempo no hubo conversación, todos nos dedicamos a
degustar los huevos rancheros. Qué era esa sensación que estaba
viviendo. Cómo era posible que estuvieran tan relajados todos. Qué
pasa con sus actividades del día, por qué no se apresuraban a
desayunar.
Recordé otra cita bíblica que había escuchado en la misa dominical.
No solo de pan vive el hombre. Si eso era, cada uno de ellos
disfrutaba cada momento de sus vidas. Había tiempo para todas sus
responsabilidades. No obstante la alegría que empezaba a sentir,
conjugaba con la buena vibra que se sentía en el comedor principal.
Era un buen inicio.
En los últimos días me habían sucedido varias cosas. Una vela que se
apagaba por los vientos, la visita de Don Oscar y su ofrecimiento de
trabajo, tenía presente al viejo que le decían El Perro y mis deseos de
tener poder como Don Oscar, eso normalmente no le sucede a un
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20. El despertar de un líder
campesino de por acá. Porque la religión nos enseña a ser humildes,
más no, a tener bienes. La mayoría se tomaban eso muy en serio. Por
eso el progreso de la región marchaba despacio.
Hasta pensé, en encontrar una buena muchacha en la hacienda.
Cuando terminamos de desayunar, Don Oscar se disponía a hablar.
Tomó su tasa de café, le dio un sorbo, miró la hora en su reloj de
bolsillo, estaba pensando bien lo que nos iba a decir seguramente.
No deseaba que Don Oscar me presentara como el Mayordomo de
buenas a primeras, me sentiría incomodo cuando lo hiciera, quizá
alguno de los siete se sentía con más merecimiento, al cabo, ellos
eran los que conocían las actividades de pies a cabeza. No deseaba
ser, él que desplazara a uno de ellos.
*Justo está aquí, éste joven, Ezequiel, oriundo de nuestra región,
viene porque yo lo invite, quiero ponerlo a prueba para ser nuestro
Mayordomo* dijo.
Eso es lo que había pensado, que no me merecía nada regalado.
Debía luchar por mi mismo, hasta merecerme toda su confianza. Así,
sí alguien de los siete también quisiera ser Mayordomo, lo lograríamos
por nuestros propios esfuerzos.
Mientras tomaba nuevamente un sorbo a su café, reflexionaba con
tranquilidad. Yo recordaba las palabras de mi padre, que cuando haga
algo, lo haga bien y a la primera. Así lograría, no repetir el trabajo y
ahorraré tiempo, dinero y esfuerzo.
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*Ezequiel, pasarás una semana con cada uno de ellos, serán tus jefes,
obedecerás en todo a ellos, si necesitas algo puedes buscarme, si no
te gusta lo que haces, recibirás tu paga y podrás marcharte
libremente* expresó.
En el fondo pensaba que eso era un atropello a mi persona, ningún
cacique me iba a humillar frente a tanta gente. Qué se creía Don
Oscar. Mandarme de peón por siete semanas. Afuera de la hacienda
es lo que hago y no deseo hacer lo mismo adentro.
Al centro del comedor, en la pared norte, estaba la imagen de la
Virgen de Guadalupe y junto, a Jesús Crucificado. Pedí sabiduría para
comprender lo que se me había pedido en ese instante.
*Si quiero aprender cosas nuevas, debo desaprender mis actitudes
viejas * pensé.
Era atinado mi pensamiento, ya que debía recordar que vengo para
ser mejor persona, para triunfar, para tener éxito, así como Don
Oscar. Si él pudo tener tanto, por qué yo no podía. Para lo cual era
necesario remover viejas costumbres qué, probablemente no
permitían que me superara en lo personal.
La gente de la región dice, que uno ya nace con su suerte y que debe
conformarse con lo que tiene, que tenemos que respetar la voluntad
de Dios. Yo no comulgaba con esa idea, pero tenía miedo de que Dios
me castigara por ser rebelde.
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22. El despertar de un líder
Mis manos empezaron a sudar, me encomendé a la Virgen de
Guadalupe mirándola a los ojos. Que la Virgencita me acompañe
siempre.
Don Oscar me dio un cuaderno y una pluma, en ese momento.
*Anota muchacho, lo que te voy a decir* dijo.
Comprendí que el cuaderno de Don Oscar, no era para llevar las
cuentas de los que le deben, sino para anotar las encomiendas más
importantes. Esa si es una buena idea.
Llevar un control de los quehaceres diarios y pendientes para siete
semanas, Don Oscar si sabía planear. Recordé el proceso de la
administración, planear, organizar, controlar y dirigir. Pero el cacique
no sabía de ese proceso, sus quehaceres encajaban dentro de el sin
saberlo.
Me dijo mis actividades con seriedad y claridad, me daba mi tiempo
para anotar a detalle sus ideas. Al final quedó escrito el plan de
trabajo, si acaso le tomó cinco minutos.
*Estás en buenas manos Ezequiel, ya tienes tus obligaciones para
siete semanas, pero aquí debes estár todos los días en el desayuno*
dijo.
La primera semana era para trabajar con Juan. Él era encargado de
las compras y provisiones de alimentos para toda la hacienda. Qué
podía aprender de él. No sabía leer pero conocía los billetes muy bien.
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23. El despertar de un líder
Usaba un lenguaje moderno, no de los de su época. El primer
comentario que hizo fue, qué entendería ese trabajo muy pronto.
Sin embargo no debería descalificar a Juan, porque no sabía leer y
usaba un lenguaje moderno. Debía dejarme llevar por sus órdenes y
mandatos.
Parecía tomar su trabajo muy a la ligera. No tenía cara de que fuera
responsable.
*Yo me encargo de las compras, las provisiones y los alimentos, hasta
los insumos para las siembras* dijo.
Era como el tesorero de la hacienda. La primera lección que me
enseño es no caer en las pretensiones de los proveedores, que a
toda costa querían ofrecer mercancía dañada más barata, y a cambio
podía reportar gastos ficticios.
*Los demonios andan sueltos* dijo.
Cuántos riesgos pasa en un día Juan, se enfrenta a los proveedores
como una oveja a los lobos. Eso debía serle excitante, porque
siempre salía exitoso. Él proviene de una familia humilde de ésta
región. Los papás trabajaron con los abuelos de Don Oscar. Así que,
sin tener escuela conocía el trabajo muy bien. Sus conocimientos eran
empíricos.
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24. El despertar de un líder
Acompañé a Juan a realizar las compras, íbamos en una camioneta,
una de modelo reciente, con motor diesel. No sé cómo Juan podía
tener tanta responsabilidad sin saber leer.
*El patrón me puso a prueba a mi también joven, hace veinte años, me
mandó a las provisiones, me dio una paca de billetes para surtir toda
la semana* dijo.
Cómo podía Don Oscar darle tanto dinero a un nuevo, para que se
encargara de las compras. Pero Juan era el hijo de uno de los
mejores empleados del cacique.
Comprendí que bien Juan podía escaparse a un lugar lejano y no
volver más, hacer su vida y establecer un negocio. Pero Juan habría
comprendido que esa sería la prueba decisiva, la que perduraría por
siempre. Él decidió la que se le encomendó, y no ser un pobre
bandido. Supo que ganaría más si quedaba bien con él mismo, con
Don Oscar y con Dios.
*Tú Ezequiel, viniste a ésta hacienda para aprender a manejarla, el
patrón está buscando un buen empleado para que sea su mano
derecha* explicó.
Él no podía ser Mayordomo porque no sabía leer y escribir. Esa era
una limitante muy grande. Pero junto con su esposa manejaban esa
área. Ella sí sabía leer y escribir. En ese caso ella era su brazo
derecho.
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25. El despertar de un líder
Juan me enseñaría lo que aprendió en veinte años en una semana.
Cuando llegamos al lugar de las compras, nos recibió un señor de
unos cincuenta años, usaba sombrero fino y tenia cadenas de oro en
su cuello, anillos brillantes y camisola de seda. Esa sí era vida. Juan
llamó por su apodo al señor, le dijo El Adivino.
Por qué un adivino debía ser el proveedor de la hacienda. Por qué no
se dedica a adivinar como los gitanos o los brujos. Quizá tuvo
problemas de vocación y le va mejor de comerciante.
*Don Oscar ya encontró al nuevo Mayordomo* dijo.
En esta región la gente es muy comunicativa, El Adivino tenía pleno
conocimiento de las intenciones de Don Oscar. Las noticias de
difundían muy rápido.
No tardé mucho en decir algo, así que decidí platicarle un sueño. Al
cabo ya me sentía en confianza. Estábamos escogiendo las
provisiones cuando dije.
*Cuando era niño yo soñaba que me perseguía un lobo rabioso, y huía
a esconderme a mi casa. Recuerdo un día haberme hecho de valor, y
enfrentarme al lobo. Éste se me abalanzoÉ* estaba diciendo.
*No tengo tiempo de oír tus cuentos muchacho* interrumpió El
Adivino.
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26. El despertar de un líder
*ÉY me araño la cara con sus patas, en eso lo tomé con mis manos y
lo asfixié. El lobo murió. Desde ese día que lo vencí jamás volví a tener
ese sueño* dije en voz lenta y baja.
El Adivino se me acercó, me miró a los ojos, me pregunto mi nombre.
*Siéntate Ezequiel, quiero decirte algo importante para ti. Si en un
sueño matas con tus manos a un animal feroz, que te causaba miedo
o te lastimaba, eso tiene un significado* dijo.
*Cómo, no le entiendo señor Adivino* dije.
*Estás madurando muchacho, alrededor de ti están girando energías
positivas, está naciendo en tu interior un don* me explicó.
Me estaba poniendo nervioso, su voz se había transformado a un tono
grave y magnético, me estaba trasladando en un viaje de lo que me
estaba diciendo.
*En poco tiempo serás un hombre ejemplar, tus buenos actos
permanecerán por siempre en la historia de éste país* dijo.
De una caja de madera con incrustaciones en oro, sacó un recipiente
que contenía un polvo brillante. Tomó una pizca y lo sopló en mi cara.
Tuve una sensación que no había sentido nunca, como sí estuviera
flotando en agua.
*Estás protegido muchacho, solo elegirás el bien siempre* dijo.
Baltazar Quiñonez Verduzco 26
27. El despertar de un líder
Que se creía El Adivino, por qué hizo conmigo su brujería, que era ese
polvo brillante.
*Cuando se te cumpla el sueño de ser Gobernador del Estado,
regresarás conmigo, para guiarte a un tesoro invaluable* terminó.
Sentí que mi piel se enchinaba y mi respiración se apresuraba. Cómo
sabía El Adivino sobre mis sueños. Nunca hable sobre ellos a nadie.
Cómo no creer si él me había dicho tal cual mi sueño. Luego pensé
por qué los que tienen ese don, no se convierten en los reyes del
mundo. Porque bien pueden tener control sobre muchas cosas.
Juan me regreso al mundo cuando me dijo, ya vámonos.
Que momento había vivido en ese lugar. De regreso a la hacienda me
decía Juan que gente de todo el mundo iba a platicar con El Adivino,
pero que él seleccionaba a las personas con las que hablaría, que
tenia la cualidad de saber sus intenciones sin que le hablaran. Me dijo
que cobraba muy caro por lo que él hacía. Pero a mi no me habría
cobrado ni un centavo.
Medité por largo tiempo sobre lo que me dijo del tesoro invaluable.
Por qué no me lo entregaba de una buena vez, para qué esperar más
tiempo. Si mañana muero lo habré hecho sin disfrutar del tesoro de El
Adivino. Que injusta es la vida.
Baltazar Quiñonez Verduzco 27
28. El despertar de un líder
Pasaron los siete días que debía estar al mando de Juan. Visitamos
proveedores de toda la región, compramos las mejores provisiones
que se pueden conseguir.
Descubrí que Juan era leal a Don Oscar, no lo dudaré jamás. El valor
aprendido fue la lealtad. Anoté lo respectivo en mi cuaderno de notas
regalado por el cacique.
En el día ocho después del desayuno, me asignó con Alejandro, el
encargado de los animales.
*En ésta hacienda yo soy responsable de todo el ganado, compra,
venta y mantenimiento total* dijo.
Tenía cinco años en esa actividad, y en ese tiempo habría logrado
triplicar el número de cabezas de vacas. Sabía hacer el corte de
ganado al momento de elegirlo evitando comprar ganado enfermo. Se
decía que tenía el mejor tacto de la región para seleccionar las vacas
preñadas.
El primer día con él, ayude a vacunar a los a animales. Había vacas
que renegaban bastante. A nadie le gusta que le vacunen con
semejante jeringa. Tiene una aguja como de quince centímetros y
gruesa como un clavo de tres pulgadas, el recipiente es plateado
como de aluminio, y el liquido que se inyecta es blanco. Vi que sus
ayudantes lazaban la vaca, la jalaban y amarraban a un pequeño
corral de hierro, y otro le tomaba la cola para hacer presión. Alejandro
daba dos golpes en el lomo de la vaca con el puño cerrado de su
Baltazar Quiñonez Verduzco 28
29. El despertar de un líder
mano y posteriormente en ese lugar inyectaba. Eso era así de
sencillo.
Ese día nos oscureció en el embarcadero, así llamaban donde
bañaban y vacunaban el ganado. Él se puso sobre su cuello un collar
de trenzas de ajo. Esa si es una costumbre muy rara o poco común,
que tenga conocimiento.
Noté que lo hizo pero estábamos demasiado ocupados para
interrogarlo. Al fin me dio otra trenza de ajos a mí y me dijo que me la
colocara en mi cuello.
En esta región tenemos costumbres muy especiales. Que función
puede tener una trenza de ajos en el cuello.
*Por estos lugares anda el chupacabras muchacho* dijo.
Sonreí y me burle de él con una sacudida de manos. Pues su
comentario me pareció bastante gracioso. Es increíble que crea en
eso. El chupacabras no existe. Pero después de mi pequeño teatrito,
guarde un momento de silencio y reflexioné.
No debo burlarme de las creencias y cultura de las personas. Qué
autoridad puedo tener para burlarme de un ser humano. De la misma
manera Alejandro desde el primer momento que observó que yo no
sabía vacunar vacas, él pudo haberse burlado de mí. Sin embargo su
actitud fue positiva y me enseño como hacerlo.
Baltazar Quiñonez Verduzco 29
30. El despertar de un líder
Su escolaridad fue hasta quinto grado de primaria en la escuela. Él
tiene esposa y dos hijos varones pequeños. La esposa cuida de ellos
y conoce el arte del bordado en tela. Es una familia joven y humilde,
viven muy unidos. Los domingos van todos juntos a misa. Prestan sus
servicios en la colecta de las ofrendas. Supe que cuando era más
joven, él fue monaguillo.
Es una persona humilde y muy trabajadora. Gana bien en la hacienda
pero se mantiene en el mismo nivel de vida, como campesino que es.
En el transcurso de la semana con él, se presentó un comprador de
ganado, que necesitaba cincuenta cabezas de vacas de doble
propósito, leche y carne. Llamó a Juan y le notificó que le hiciera el
llenado de las guías. Pero el comprador traía otras intenciones.
Quería pagar cincuenta cabezas de ganado y llevarse ochenta, a
cambio daría una buena propina a mí y a Alejandro. Don Oscar no se
daría cuenta de nada, sería una transacción oculta. Quién iba a
saberlo. Ochenta cabezas no se iban a notar de entre cientos que
hay.
*No he fallado nunca a mi jefe, y no pienso perder su confianza por
unos pesos* dijo.
Que mirada la de él, penetrante y sincera. Cómo si un águila viajara en
vuelo de caída en busca de su presa.
Baltazar Quiñonez Verduzco 30
31. El despertar de un líder
*Usted sabe si hacemos negocios o aquí la dejamos* terminó
diciendo.
El trato se hizo a manera de Alejandro. Aunque el resto del día estuvo
muy serio, cómo meditando la oferta que había recibido. Quizá estuvo
a punto de recibir el dinero extra que se le ofreció y sentía inquietud
de haber dejado pasar una buena oportunidad, pero le daba vueltas
en su conciencia.
Quizá si hubiera hecho ochenta tratos a modo del comprador, él
tuviera dinero cómo para no volver a trabajar más en su vida. Pero de
qué le serviría, era dinero sucio mal habido. Con que derecho iría a
misa dominical y junto con su esposa hacer la recolección de las
ofrendas.
Pasaron los siete días que debía estar al mando de Alejandro.
Recorrimos todos los corrales y vacunamos todo el ganado. Participé
en compra y venta de ganado. Aprendí a seleccionar los mejores
animales. Descubrí que Alejandro era responsable en su trabajo.
No lo dudaré jamás. Anoté lo respectivo en el cuaderno de notas.
En el día quince después del desayuno, me asignaron a Manuel. El
encargado de todo lo relacionado con la agricultura y cultivos.
*En éstos siete días Ezequiel, te explicaré todo lo que hay que saber,
pero no aprenderás todo lo que deberías saber, porque si lo supieras
no estuvieras aquí* dijo.
Baltazar Quiñonez Verduzco 31
32. El despertar de un líder
No pude identificar de qué autor era su frase. Porque a bien saber, la
lógica me decía que su frase tenía ocultos significados con mucha
filosofía. Por apodo le decían El Chon. En sus labores se la pasaba
silbando y cuando conversaba era un tipo de cuidado. No dejaba de
hablar tan fácilmente. Que persona tan especial, que feliz debe ser su
vida.
En la hacienda ya estaba por finalizar la cosecha del trigo. Así que
pasábamos gran tiempo en las maquinas trilladoras y en los
contenedores que eran jalados por tractores hacia los almacenes de
la hacienda.
Un día madrugamos tres horas antes de la salida del sol, para viajar al
puerto marítimo más cercano. Nos presentamos en una oficina donde
había un diagrama como de un metro de alto por dos de largo. Por la
ventana vi un edificio como de siete pisos.
*En que trabajan en ese edificio* pregunté.
*Es un barco* dijo.
Decía arriba El Titán. Era un barco carguero para transportar granos a
otros países. Nos dirigimos al encargado en un escritorio. Decidí
permanecer en silencio para no dejar en claro mi falta de
conocimientos y cultura una vez más.
*Buenos días mi estimado amigo Lalo Glaser, como te trata la vida en
estos tiempos tan difíciles* dijo Manuel.
Baltazar Quiñonez Verduzco 32
33. El despertar de un líder
Por la forma en que se presentó supuse que eran amigos cercanos.
Su conversación parecía sincera y divertida.
*Tengo mil toneladas de trigo harinero, puedo ponerlas aquí mañana
por la tarde. A tres mil pesos la tonelada* agregó Manuel.
El diagrama que nos acercamos a ver era la capacidad de almacenaje
de El Titán, partiría en unos cinco días con destino a Sud África. Lalo
revisó el diagrama y de entre su bolsillo saco una maquina
calculadora, hizo algunas operaciones.
*Ya conoces bien el negocio Manuel* dijo.
En unos segundos Manuel había calculado el faltante de toneladas de
trigo para llenar el barco, sabia que el precio por tonelada era de dos
mil pesos por cada una y sabía que en la región ya no habría más
trigo.
Como era de exportación y tenia conocimiento que sí el barco llegaba
un día antes a su destino, la oficina exportadora ganaría más
ingresos.
Muy pensativo Lalo, miró el diagrama, obtuvo nuevos números en su
calculadora, tomó el teléfono e hizo una llamada.
Qué impacto tuvieron aquellas palabras de Manuel hacia Lalo.
Calculaba números hizo una llamada, veía el diagrama y hablaba en
voz baja a si mismo.
Baltazar Quiñonez Verduzco 33
34. El despertar de un líder
Lalo era empleado de Importaciones y Exportaciones La Divina
Gracia, empresa nacional con varios años en el ramo. Su actividad era
buscar en las regiones granos de trigo, maíz, cártamo y soya
principalmente para exportarlos a diferentes países del mundo. Debía
hacer varios cálculos aritméticos y monetarios cada que hacia un
negocio. Mientras sucedía eso, pensé en preguntar, por qué la
cosecha de la hacienda debía destinarse a exportación. He leído que
actualmente estamos importando granos porque no somos
autosuficientes en el país. Pero permanecí en silencio y solo obtuve
mis propias respuestas. Es mejor pagado el trigo cuando se destina a
exportación.
*Dos mil setecientos por tonelada, incluyo seguro por calidad del
grano, pago en depósito bancario en siete días* dijo Lalo.
De un archivero saco unas hojas pre elaboradas, con espacios en
blanco, para ser complementadas con los datos del negocio. Se hizo
el llenado respectivo, se asentaron los acuerdos y firmé como testigo
en un apartado.
Al ver mi nombre en el contrato, recordé que firmaba con mi nombre
completo. Antes no se me había presentado la oportunidad de firmar
un papel importante. Entendí que es necesario tener una firma
personalizada, que refleje mi personalidad.
Baltazar Quiñonez Verduzco 34
35. El despertar de un líder
Ese día fue toda la actividad. Lalo hizo la invitación a comer al
restaurante local, ya que con esa operación concluía su actividad
también.
Solicitó una orden para tres personas. Cabrería y asados especiales.
No recordaba cuando fue la última ocasión que deguste un buen
platillo de carne. Pensé, cómo en unos días de campesino que andaba
arando la tierra, ahora estaba en un restaurante con dos grandes
hombres disfrutando un buen platillo regional después de un buen
negoció.
*Éste joven, está en entrenamiento para Mayordomo, es escuelante
egresado de la universidad, tiene ciencia* me presentó Manuel.
*Se ve que eres campesino de los buenos muchacho, sigue así y
llegaras a ser grande* expreso Lalo.
Lalo era hijo de padre Alemán y mamá nativa de esta región. Así que
su voz era con tonalidad diferente a las demás. Resultó que Lalo
conocía a mi padre, estuvieron juntos en un internado en la capital.
Cuentan que en ese internado se les enviaba para educar a los
jóvenes con estilo militar y que aprendieran un oficio. Lalo aprendió
telegrafía y mi padre mecánica automotriz general.
Hace muchos años que no saben uno del otro, solo los buenos
recuerdos tienen. Después del internado su padre se lo llevo un
tiempo a Alemania, así que dominaba el idioma español, alemán e
ingles. Estando allá, aprendió el oficio de comerciante de su papá. Le
Baltazar Quiñonez Verduzco 35
36. El despertar de un líder
gustaba su actividad y pronto se vio envuelto en el negocio de las
importaciones y exportaciones en Alemania. Cuando su padre falleció
decidió regresar al lado de su madre, donde vive actualmente. No es
casado y no tiene hijos. Hasta el momento no conozco el motivo por el
cual sigue soltero.
Al final del día regresamos a la hacienda como triunfadores.
*Quieres conducir la camioneta* dijo.
Pensaba que aprender a conducir no me hacía temblar. Solo con la
idea de que me iba poner al volante sentí una emoción grande. Me
pidió que permaneciera en mi carril derecho y que él se encargara de
los demás. Al cabo de unos minutos me encontraba conduciendo con
facilidad. Él decidió tomarse una siesta mientras llegábamos a la
hacienda.
*Levanta el reporte de la venta del trigo, entrégale una copia a Juan y
que te autorice para que vayas al banco a verificar los estados de
cuenta* dijo Manuel.
Hice lo qué me pidió tal cual. Me dirigí al banco. Me presente y
solicitaron me sentara en la sala de espera. Mientras lo hacia, veía a
la gente que entraba y salía apresurados. Cuanta gente hay en un
banco. El gerente me recibió con extrañeza y pregunto por Don
Oscar. Argumenté que estaba en entrenamiento para Mayordomo y
que traía un papel con autorización. Se lo mostré. No lo leyó solo vio la
firma. Es bueno dijo. Me entrego copia fotostática del estado de
Baltazar Quiñonez Verduzco 36
37. El despertar de un líder
cuenta y balances que tenían en su poder. Regresé a la hacienda para
dirigirme con Manuel, pues él me había encomendado la tarea.
Fueron siete días de jornadas largas. Así sucede cuando se esta en la
zafra del trigo. Aprendí de Manuel el valor de la confianza en sí mismo,
y qué debemos confiar también en las personas. Él sí sabía qué todos
tenemos la capacidad para aceptar nuevas encomiendas. Anote lo
respectivo en mi cuaderno de notas.
En el día veintidós después del desayuno, me asigno con Antonio. El
encargado de todo lo relacionado con el buen funcionamiento de las
maquinas trilladoras, tractores, implementos agrícolas y camionetas
de la hacienda.
*Mi trabajo es tener en perfecto estado todo lo que tenga motor en
esta hacienda* dijo.
Tenía diez años atendiendo esa área. Por el tiempo de experiencia
debía conocer muy bien cada maquina.
*En éste oficio, cada día aprendes cosas nuevas* agregó.
Que pretendía decirme. Aun con su experiencia pensaba que él no
debería ser un experto. Las maquinas son las mismas todo el tiempo,
no hay motivo para aprender cosas nuevas cada día en ese taller.
Antonio era un tipo demasiado alegre. De esas personas que sin
saber el por qué atraen a los demás. Qué puede ser ese don tan
especial que tiene.
Baltazar Quiñonez Verduzco 37
38. El despertar de un líder
En el taller tenía a su cargo a cuatro ayudantes generales. Había
buena relación con todos. Cual sería el inconveniente de que él fuera
el Mayordomo. No tardó demasiado cuando me encomendó algunas
actividades. Pronto me gané su confianza, pues tenía los
conocimientos básicos de mecánica automotriz. Mi padre había sido
de oficio mecánico. Es una actividad que no prefería hacer. La gente
de por aquí quiere todo trabajo fiado.
Me atraía la limpieza del taller. No había visto jamás un buen taller con
todas las herramientas en orden. Qué por lo general hay aceite, grasa
en el piso y en las paredes. Ese era un taller de primera. Descubrí que
el hijo mayor de Antonio gustaba de la lectura. Le había estado
asesorando para implementar un plan de orden y limpieza en el taller
el cual leyó en un libro traducido de autores japoneses. Esa si es una
buena idea.
Hasta donde tenía conocimiento solo se aplicaba eso en empresas
grandes de los países mas desarrollados. Aquí en el pueblo, quien iba
a saber de métodos y procesos, apenas un poco más de la mitad de
la población sabia leer y escribir.
*Te animas a buscarle a esa camioneta, por qué motivo no enciende*
me dijo.
Mi padre me había dicho los puntos básicos del funcionamiento de los
automóviles, sin que realmente supiera conducir. Revisa gasolina,
temperatura, batería y presión de aceite. Si el auto se anda
Baltazar Quiñonez Verduzco 38
39. El despertar de un líder
calentando es porque le falta agua, se pegó el termostato o la bomba
de agua no sirve. Si huele mucho a gasolina en el tubo de escape es
porque no anda quemando la gasolina bien y es problema de
carburación. Si no hay corriente en las bujías es la bobina, no sirve.
De manera que procedí a revisar según lo enseñado por mi padre y
descubrí que el carburador tenía exceso de gasolina. Para encender
la camioneta bastó con pisar a fondo el acelerador y luego darle
ignición. Con eso desfogue el exceso de gasolina y posteriormente
procedí a desmontar el carburador para su limpieza y restauración.
*Oye muchacho, aquí los chalanes perdieron la apuesta*. Dijo.
Los ayudantes se habían puesto de acuerdo en que no podrías
encender la camioneta. Antonio había apostado a mi favor. Confió en
mí. Me encomendó las mismas tareas que a sus ayudantes. Me
trataba igual que a ellos, no había preferencia.
Él aprendió su oficio con otro mecánico de apodo El Valo, desde muy
niño fue ayudante.
No se necesita tener escuela para hacer buenos trabajos. Ese era un
buen ejemplo. Aplicaba conocimientos nuevos, era buen tipo y se
esforzaba por ser mejor cada día.
*Cómo aplicas ese método de orden y limpieza Antonio* pregunte.
Inició explicándome qué primero tienes que ser organizado en todo.
Acomodar cada herramienta según las veces que se utilizan. Las
Baltazar Quiñonez Verduzco 39
40. El despertar de un líder
llaves estándar y milimétricas estaban a la mano. La prensa hidráulica
estaba apartada ya que se usaba si acaso una vez al año. Luego, ya
que cumplimos con la organización necesitamos poner orden. Porque
bien podemos tener todo organizado pero desordenado. Por eso de
este lado del taller esta todo lo relacionado con lo eléctrico, por allá
las rampas, y por acá donde recibimos la maquinaria. Entonces el
orden consistiría para evitar pérdidas de tiempo y claro, trabajo y
esfuerzo.
Ya que se logra ser organizado y ordenado, se puede aspirar a la
limpieza del lugar. La limpieza es importante porque es la imagen de
uno mismo, es el reflejo personal. Así que debía procurar tener todo
en estado higiénico, además que, la limpieza era un trabajo fácil
porque no había herramientas esparcidas sino todo lo contrario.
Cuando cumples con los tres aspectos anteriores, se supone que
llegas a un nivel donde regresar sería un retroceso, y mantenerte
sería lo ideal. Así que él llamó a su equipo y recalco que así debía
estar siempre el taller. Era como un tipo de compromiso no escrito,
donde todos debían cooperar.
No bastaba con lo anterior, cual sería la importancia si solo se habían
comprometido de palabra. Éstas se las lleva el viento. Era necesario
ponerlas por escrito. Las llamaba cartas compromiso, y estaban
firmadas por todos los integrantes del taller.
Baltazar Quiñonez Verduzco 40
41. El despertar de un líder
Cada uno de nosotros preservamos y mantenemos el compromiso. Él
trataba de decirme que son de cierta manera disciplinados. Qué sería
de nosotros, si no somos disciplinados. En nuestro actuar, en nuestra
vida cotidiana, en la administración del dinero y en lo que decimos de
palabra.
Pasaron los siete días que debía estar al mando de Antonio. Anoté en
mi cuaderno los pasos de su método de orden y limpieza. Aprendí
sobre el valor de la disciplina. Comprendí el motivo por el cuál Don
Oscar confiaba en él y respetaba su ritmo de trabajo.
En el día número veintinueve después del desayuno, me asignó con
José, el encargado de todo lo relacionado con herrería y carpintería.
Desde el primer día que me presente en el comedor principal, noté
qué él es el más imponente físicamente de los siete. Es un tipo de
estatura alta, corte de pelo estilo militar, musculatura predominante,
estomago de lavadero me imagino. Me atrevo a bautizarlo con el
apodo de Popeye, el tipo fortachón. Aunque también puedo decirle
Hércules. Probablemente causaría agrado. O El Titán, como aquel
gran barco donde se exporta granos a diferentes partes del mundo.
Todo lo que tiene que ver con metales y madera, él era la persona
indicada para hacer el trabajo. De vez en cuando los amigos de Don
Oscar, los invitados por él, encargaban trabajos de herrería para sus
haciendas. Sus trabajos eran de primera.
*Bueno muchacho, bienvenido a mi taller* me dijo.
Baltazar Quiñonez Verduzco 41
42. El despertar de un líder
Casi ninguna vez lo había escuchado hablar. Y descubrí el motivo.
Tartamudeaba cuando se sentía presionado. Los siete días a su
mando no sabía sí serían una eternidad o disfrutaría el trabajo. Nadie
sabía nada de él. De donde venía, si tenía familia o hijos. Apareció en
la hacienda como por arte de magia. Era buena persona. Si El Perro lo
dejo entrar es porque es un buen tipo.
Además que Don Oscar debe conocerlo. No ponen de jefe de taller a
las primeras a un empleado. José debe tener su historia pero no la
comparte con nadie. Todas las historias son importantes porque son
la base de nosotros mismos. Así como los cimientos de las casas, de
ellos depende la vida y duración. La historia nos define como somos y
lo que seremos.
*Gracias Don José, aquí estoy para aprender* dije.
Al inicio de mis actividades al mando de él, tenía un trabajo que se le
había encomendado por parte de la Presidencia Municipal, la
elaboración de bancas y la culminación del kiosco central en la
plazuela pública.
Tenía tres ayudantes al mando y conmigo ya somos cuatro. El trabajo
encomendado era para veinte días. El pedido era de cuarenta bancas.
Hacían dos por día. Distribuido el tiempo cumplirían con el pacto
contraído. Pero no le dejaba tiempo para presentarse en la plazuela y
terminar el kiosco.
*Al paso que vamos no cumpliremos con el pedido* dijo.
Baltazar Quiñonez Verduzco 42
43. El despertar de un líder
Iniciaba en él un conflicto consigo mismo. Le preocupaba quedarle
mal a Don Oscar y al Presidente Municipal. Su trabajo no tenia mancha
alguna, siempre cumplía con lo que se pactara.
*En la escuela técnica aprendí a soldar y se algo de carpintería* dije.
Eso había sido ya hace algunos años, y carecía de practica con las
maquinas que ahí había. Traté de ser parte de las soluciones, no de
los problemas. No me simpatizaba que José me viera como un
estorbo. Una presión más. Enseñarme algo en los siete días y además
culminar con los pendientes.
*Te enseñaré como usar la sierra eléctrica* dijo.
Se le aclaro que era buena idea contar con un ayudante más. Quizá
no iba a ser tan mala mi presencia. El primer día colabore con los
demás ayudantes, me familiaricé pronto. Comentaban que José se
desesperaba con facilidad, que debía tomar las cosas con calma.
Físicamente se ve imponente pero tiene los sentimientos frágiles
como una paloma.
Me encomendó cortar un lote completo de madera con las medidas
que me ordenó. Tendría trabajo para dos o tres días, cortarlas y
además pulirlas. Es un trabajo extenuante. En cuanto recibí la tarea
inicié. Finalizado ese día, pedí permiso a José para quedarme un
tiempo más en la tarea ya que aun tenía energía.
Baltazar Quiñonez Verduzco 43
44. El despertar de un líder
Cómo sería posible que José no cumpliera con su encomienda. Todo
es posible. Así decía mi padre. Al salir del taller a buscar un poco de
aire fresco, vi a mis amigos del taller mecánico. Eran dos de ellos. De
inmediato los aborde. Mi intención era platicarles como estaba la
situación, del pedido de la Presidencia Municipal. Los convencí de qué
solo por ésta noche me ayudaran en el taller de carpintería por
algunas horas.
Estábamos dejando claro de trabajar tiempo extra sin recibir un pago
a cambio. Lo hacían por el gusto de ayudar. Porque estaban
comprometidos con la hacienda.
Esa noche, cortamos y pulimos toda la madera con las
especificaciones que me había dicho. El trabajo de dos o tres días
estaría listo para el siguiente día. El agradecimiento a mis amigos fue
solamente con un gracias. Bromeamos un poco durante el trabajo,
escuchamos en la vieja radio a Los Montañeses del Álamo. Para
refrescarnos tomamos agua de horchata, que traje de la cocina de La
Lupe. Qué buena es ella, nos mandó unos taquitos de papas guisadas
con carne molida, frijolitos refritos, una panela y con tortillas de harina.
Recuperamos la energía perdida demasiado rápido.
Al día siguiente, un poco desvelado y ya recuperado del cansancio por
el trabajo extra. Estábamos esperando a José por fuera del taller.
Como imaginamos los cuatro, venía apresurado con síntomas de
enojo consigo mismo porque no encontraba las soluciones de tiempo
Baltazar Quiñonez Verduzco 44
45. El despertar de un líder
a su trabajo. Al mismo tiempo llegaron dos amigos, los del taller
mecánico.
*Buenos días Ezequiel, estamos aquí para ayudarte en lo que se
pueda* dijeron.
Habían solicitado a Antonio el día libre por adelantado. Con la
intención de que en ese día lo trabajarían en la carpintería con
nosotros en el pedido de las bancas.
Sumábamos seis ayudantes a disposición de José, la madera estaba
cortada y pulida. Cuando José entro al taller y miro que la madera
estaba lista, se impresionó bastante. No esperaba tanto de un
aprendiz en un día. Creo que me subestimó.
*Ezequiel, creo que lograste salvarme de la locura* dijo.
En el primer día hicimos el noventa por ciento de las bancas, y al día
siguiente el faltante diez por ciento. Con la ayuda y trabajo en equipo
el rendimiento se triplico y se redujo el esfuerzo. José agradeció a los
dos ayudantes que colaboraron con desinterés en el trabajo. Hablaría
con Don Oscar para qué de alguna manera se les otorgara una
recompensa para ellos.
Estuvimos trasladándonos los días restantes a la plazuela pública,
para terminar el kiosco. Fue un trabajo elemental el que hicimos. No
se siente igual trabajar encerrado en un taller a trabajar en la calle.
Sentí más libertad.
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46. El despertar de un líder
Tomamos un descanso al medio día. Estaba junto a un árbol de
benjamín. Veía a los niños jugar en el pasto verde. Sus papás estaban
contentos porque sus hijos daban sus primeros pasos. Que orgullo
ser padre, debe ser una experiencia única. Cuando yo tenga hijos el
primero quiero que sea niña, que se llame como su mamá. Y el
segundo que sea niño, que se llame como su padre, para llamarlo
como al abuelo.
Que la mamá sea bonita. Irnos de vacaciones juntos a Francia,
sentarnos en la plazuela frente a la Torre Eiffel. Tomarnos fotografías.
Conocer los parques...
De pronto sentí agua, los ayudantes de José me mojaron. Desperté y
todo fue un sueño. Los muchachos me habían echado agua porque se
acerco con nosotros el señor Presidente Municipal. Nos saludó a uno
por uno y nos preguntaba nuestros nombres. En mi turno me
presenté. Me pregunto que si era el Mayordomo. Hasta el Presidente
Municipal tenia pleno conocimiento de que estaba en entrenamiento.
Se dispuso humildemente a mis órdenes y en lo que pudiera
ayudarme. Igual lo hizo con los demás compañeros. El día último de
los siete días habríamos cumplido con el pedido del Presidente
Municipal. Aproximadamente como cinco días antes de la fecha
estimada.
Baltazar Quiñonez Verduzco 46
47. El despertar de un líder
Me felicitó por tener iniciativa y comprometerme con las obligaciones
contraídas. Cuando cumples bien con tus responsabilidades, muchos
son los beneficios. El jefe, los empleados y los terceros.
Pasaron los siete días que debía estar al mando de José. Cuando sea
el Mayordomo sabré que no debo presionarlo, sino que ofrecerle
alternativas de ayuda. Sé que es un buen elemento y conozco como
trabaja. De él aprendí el valor del compromiso. Él estaba
comprometido con su trabajo, con Don Oscar y con el Presidente
Municipal. No lo dudaré jamás. Anoté lo respectivo en mi cuaderno de
notas.
En el día número treinta y seis, durante el desayuno. Me felicitó Don
Oscar porque los cinco jefes que había tenido, me apoyaban para ser
Mayordomo. No había pensado en algo. Era como una campaña
política, yo era el candidato, haría proselitismo por siete semanas, una
semana con cada jefe de taller y, sí obtenía el mayor número de
votos, sería el ganador. Si así es el plan del cacique. Prácticamente ya
era él Mayordomo. De siete tengo cinco votos a mi favor.
Pero no debo expresar aun nada. Estoy solamente haciendo
suposiciones. Aunque es lógico debo guardarlo solo para mí.
*Ezequiel, solo puedo decirte que vas bien* dijo Don Oscar.
Me asignó con Lázaro, el encargado de todo lo relacionado con
actividades culturales, recreativas y deportes.
Baltazar Quiñonez Verduzco 47
48. El despertar de un líder
Tiene la encomienda de organizar eventos de bailables, concursos
entre los niños, competencias de atletismo, promover el deporte y en
general todo lo relacionado con divertirse sanamente.
Cómo era posible que en la hacienda le pagaran buen sueldo a una
persona para que organice juegos. Eso no es justo. A él le pagan por
divertirse. Eso no esta bien. Tendré que tomar cartas en el asunto
cuando sea Mayordomo.
*Soy Lázaro, encargado de las actividades culturales, recreativas y
deportivas* dijo.
Hacía un año que se había creado ese taller. Era relativamente nuevo.
Me explicó que Don Oscar necesitaba hacer que los hijos de todos
sus trabajadores y empleados e incluso ellos mismos, tuvieran una
distracción sana. Los medios adecuados para tomar los descansos y
relajarse. Apostaba que eso ayudaría a mejorar las relaciones
sociales, de salud y harían todos mejor sus trabajos. Eso es algo que
no pensé antes.
En la región están de moda los cigarros de marihuana. Recordé que
algunos campesinos la fumaban y algunos de sus hijos deseaban
probarla también. Por qué recurrir a las drogas y vicios. Solo acarrean
problemas de por vida. Por qué buscar problemas como ser humano
en vez de soluciones. Qué motivo puede tener una persona
consciente para entrarle al vicio de las drogas.
Baltazar Quiñonez Verduzco 48
49. El despertar de un líder
Era claro qué, Don Oscar tenia conocimiento de esos casos que se
estaban presentando en la hacienda y le preocupaba que los niños
siguieran por esos senderos difíciles de dejar. Entendí que debo
aprender mucho de Lázaro en este taller. Cuán equivocados podemos
estar sin saber realmente lo que esta sucediendo en la realidad.
*Estoy listo para aprender jugando* dije.
Lázaro era un muchacho joven casi de mi edad. Egresado de una
escuela normal rural donde enseñan la pedagogía. No era casado
pero tenía novia. Entre ambos atendían las responsabilidades del
taller. La novia desarrollaba temas en unas hojas blancas grandes
sobre la drogadicción, y las exponía a grupos pequeños de personas
de la hacienda.
*Estamos desarrollando los planes para tener nuestra primer semana
de actividades culturales y deportivas* dijo.
Serían cinco días donde equipos de fútbol, béisbol, atletismo, carreras
de caballos, rodeo, oratoria, bailables y entre otros. Eran como diez
los eventos a desarrollarse.
*Estoy aquí para aprender, estoy listo* dije nuevamente.
Nos sentamos en una mesa a conversar los tres. Necesitábamos
repartirnos los pendientes que había. Faltaban muchos aspectos que
cubrir. Él y su novia tenían que ir hasta la capital a conseguir
uniformes, pelotas y balones, redes, trofeos y medallas.
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50. El despertar de un líder
Aprovecharían su estancia por allá para ir a las oficinas de Gobierno
del Estado por algunas actas de nacimiento de personas de la
hacienda. Estaría fuera durante tres días. Era necesario poner en
claro qué me correspondería hacer, en el tiempo que no estuvieran.
El primer punto era conseguir en la oficina de Secretaría en la
Presidencia Municipal la anuencia para las carreras de caballos y el
rodeo. No veía yo la necesidad de pedir permiso si es un evento
particular. Pero Lázaro me dijo que debemos informar al gobierno que
se realizarán eventos deportivos y culturales, donde habrá mucha
gente. No faltaría alguno que quiera andar escandalizando o
provocando trifulcas. Para evitar eso, se paga un impuesto por
evento y se nos manda una patrulla para resguardar los días que
duren los eventos.
Esa si es una buena idea.
Al día siguiente me presenté en la Presidencia Municipal. Estaban
reunidos en un salón. Había reunión de cabildo, lo supuse porque
estaban todos sentados en mesa redonda. Estaban discutiendo sobre
los usos y costumbres de la región. Pues próximamente serían las
fiestas tradicionales. Los indígenas pedían que se les dejara hacer a
ellos a su manera las fiestas, y la Presidencia insistía en meter las
manos y hacerlo a su manera.
Estaban acordando cómo serían las cosas. Pensé qué en nuestro país
se respetaban los derechos de todos por igual, y respetar los
Baltazar Quiñonez Verduzco 50
51. El despertar de un líder
derechos de los indígenas. No se merece nadie de este país que se
viole su estado de derecho. Espere a que terminaran su sesión.
*Buen día señor Presidente Municipal, soy Ezequiel, de La Hacienda
La Campana del Tesoro, me puede recibir cinco minutos* dije.
Me recibió con un abrazo y un fuerte apretón de mano en su saludo.
Qué señor tan saludador es él. Me preguntó cómo estaba, que sí qué
novedades había, que sí cómo estaba Don Oscar, que sí cómo nos fue
en la cosecha y recordó lo de las bancas.
Respondí con naturalidad a sus preguntas. Me sentí en confianza.
*Vengo a solicitar una anuencia para una semana cultural y deportiva
que se planea muy pronto en la hacienda* dije.
Mando llamar a la secretaria y le dio instrucciones para que elaborara
el documento solicitado y el recibo de pago de impuestos. Me despedí
de él y agradecí todo el apoyo. Hice de manera informal la invitación a
que asistiera como invitado de honor a la inauguración. Le interesó
bastante la idea así que enviaría a una persona para ver en que podía
ayudar o cooperar.
Llegó Lázaro de la capital y traía varias cajas de cartón en la
camioneta. Bajamos todas y las colocamos dentro del taller que tiene
asignado. Había conseguido todo lo que ocupábamos para la semana
de los eventos. Qué bien se siente personalmente, cuando se ayuda a
los demás sin esperar nada a cambio.
Baltazar Quiñonez Verduzco 51
52. El despertar de un líder
Estábamos los tres desempacando aun cuando llega un niño.
*Te hablan por teléfono, es la secretaria del Presidente Municipal* dijo
el niño.
Sonrió Lázaro. En broma dijo que no sabía que yo era amigo del
Presidente Municipal. Que lo tenía bien guardadito. Rápidamente le
comente que lo había invitado para que estuviera presente en la
inauguración de los eventos y a lo mejor me habla para confirmar.
Acudí hasta el teléfono que se encontraba en la estancia.
*Ezequiel, no se enojará Don Oscar si invito al señor Gobernador del
Estado a la inauguración, esa semana estará él por aquí en la región*
dijo el Presidente Municipal.
Sentí grandeza en ese momento, cómo los planes estaban tomando
forma. Sería suerte. Qué Lázaro y su novia se hayan ido a la capital y
yo me hubiera encargado de ir a la Presidencia Municipal. No entendía
porque me llamaba a mí por teléfono. Por qué no le habla directo a
Don Oscar. Por qué me pide autorización a mi. Aun no soy el
Mayordomo, solo estoy en entrenamiento. Sería que Don Oscar
tendrá dicho que tengo autoridad ya.
*Señor Presidente Municipal, ustedes son bienvenidos siempre, los
esperamos con ansias* dije.
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53. El despertar de un líder
Fue una llamada telefónica de un minuto. Dijimos lo que teníamos que
decir y nos despedimos. Todo quedo claro y entendido. Así debemos
ser en ocasiones.
Informé de inmediato a Lázaro, pues era mi jefe inmediato en ese
momento, para que notificara a Don Oscar. Durante el desayuno él
informó sobre la llamada por teléfono y de las intenciones que tenían
los políticos. Todos apoyaron y estuvieron de acuerdo en que así
fuera. Don Oscar ordenó dar un retoque de pintura a la hacienda.
Lázaro me mostró el rol de los equipos que jugarían y los horarios de
los demás deportes. Estaba todo bien planeado y esquematizado por
escrito. Se hicieron públicos los horarios y roles de los juegos. La
fecha de inauguración de los eventos, sería en el día siete que estaría
al mando de Lázaro. Al día siguiente se me asignaría a otro taller.
La inauguración fue muy concurrida. Vinieron personas de otras
haciendas y de la región. Estuvo presente nuestro Gobernador del
Estado, el señor Presidente Municipal, el Diputado por nuestro distrito
y Don Oscar en la mesa de honor. Dirigieron cada uno palabras de
aliento y consejos para seguir practicando algún deporte. Hubo gente
que abordaba a los políticos para saludarlos de persona. Algunos les
pedían apoyos para solucionar algún problema que tenían.
Se iniciaron con las actividades y todo marchaba muy bien.
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54. El despertar de un líder
Agradecí a Lázaro la oportunidad de trabajar con él. Cambié de
opinión respecto al sueldo que ganaba y de que no era necesario ese
taller.
En los siete días aprendí que para tener éxito en los resultados
necesitábamos planear y organizar las ideas que tenemos. Resumo
que el valor aprendido en esos siete días fue la planeación. Anote lo
respectivo en mi cuaderno de notas.
En el día número cuarenta y tres después del desayuno, me asignó
con Francisco, el encargado de todo lo relacionado con la salud.
Él es una persona que no tuvo en su tiempo, la manera económica de
costear la profesión de medicina. Pues quería ser médico. Sus padres
solo pudieron pagar el estudio para enfermería. Es una persona muy
joven, apenas tiene treinta y dos años. Es casado y tiene un niño de
cinco años. Él es de esta región. Trabajó algún tiempo en la capital en
hospitales públicos y privados en lo que sabe hacer.
*Soy Francisco, encargado de la enfermería* dijo.
Para qué era necesario estar siete días con él. No iba a aprender a
aplicar inyecciones o a poner sueros. No descubría las intenciones de
Don Oscar de designarme a esa área. Pero recordaba que necesitaba
su voto y debía hacer un esfuerzo grande por aprender cosas nuevas.
Cómo hay cosas que aprender en esta vida.
*Mucho gusto trabajar contigo, pondré todo mi esfuerzo* dije.
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55. El despertar de un líder
Hay algo que me molesta de los hospitales. El olor a alcohol, me
provoca nauseas. Él me asigno no directamente a enfermería, sino a
un programa de la hacienda para vacunar a todos los niños menores
de diez años. En estos tiempos se tiene que ir en busca de ellos,
porque es difícil que acudan a la enfermería a vacunarse.
*Que opinas Ezequiel, si tienes todo, casa, familia, dinero y trabajo,
pero no tienes salud* dijo.
No respondí en el momento, me tomé unos minutos. Se me vinieron
recuerdos de gente de la región que habían trabajado duro toda su
vida, con el fin de tener mucho dinero y vivir bien. Ahora de viejos
tenían problemas de artritis, diabetes, presión arterial, incluso familias
desunidas porque se habían dedicado a atender los negocios en lugar
de atender a su familia. Habían preferido el dinero.
*Qué es importante tener buena salud, antes que tener lo demás* dije.
Comprendí algo en que no había pensado en mi vida. Debemos cuidar
nuestra salud como prioridad principal. De qué me serviría el dinero si
no puedo compartirlo felizmente. De qué me sirve una camioneta
nueva si no puedo pasear con mi familia. De qué me sirven las tierras
en abundancia si hay campesinos que no tienen nada. De qué me
sirve ser Mayordomo si no voy a cuidar la salud de mis trabajadores.
Comprendí a Don Oscar. Nuevamente había descubierto el objetivo.
Era necesario que aprendiera el manejo básico en la enfermería para
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qué, sí en algún momento fuera yo el Mayordomo darle la importancia
que se merece a ésta área.
*Hoy iniciamos con la campaña de vacunación* dijo.
Antes de iniciar la campaña Francisco me dijo, qué era necesario que
me vacunaran contra hepatitis, tétanos, sarampión y rubéola. Todos
los que se dedican a eso deben siempre prevenirse vacunándose.
Anticipando siempre la salud general. Accedí de no muy buena cara,
no era justo, tantas inyecciones seguidas. Pero ahora ya tengo mi
cartilla de vacunación actualizada.
Me correspondía llevar las anotaciones en un formato que enviaba la
Secretaría de Salud de nuestro país. Anotaba el nombre, la edad y
meses, el sexo y anotar que se entregaba la cartilla de vacunación
respectiva. La enfermería pertenecía a la hacienda desde hace
algunos meses, pero era asistida en medicina por el Gobierno.
Francisco no tenía buen sueldo de la Secretaría de Salud, pero
también estaba en la nómina de la hacienda.
Aprovechamos el evento cultural y deportivo que estaba realizándose,
e hicimos corte parejo en la selección de los que deberíamos
vacunar. En ese momento estaban jugando béisbol dos equipos. Éste
día hicimos un buen trabajo.
Al día siguiente, por misterioso que pareciera, no había ningún niño en
los callejones, ni en los patios de las casas, ni en el jardín, ni en los
campos deportivos. Todos los niños habían desaparecido. Se corrió la
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voz entre ellos, que andaban vacunando al que se encontraran a su
paso, sea del lugar que sea.
Sentí rara la hacienda sin niños que anduvieran jugando por todos los
lugares. Antes no daba importancia a los gritos de ellos, pues me
parecía normal todos los días verlos reír. Que importantes son los
niños. Debemos atender su salud siempre para que estén sanos
cuando sean grandes. Ellos le temen quizá a las inyecciones, pero
hasta éste momento inyectarlos puede salvarles su vida. Vacunar a
los hijos y llevar su cartilla actualizada es una prioridad. Si así se hace,
es que se es responsable.
Supe que la decisión de Francisco por ser médico fue porque uno de
sus hermanos, por desconocimiento de su papá, negó que se le
vacunara contra la poliomielitis. La consecuencia es qué su hermano
ya no pudo caminar mas. Ahora era necesario el uso de una silla de
ruedas. Por eso él deseaba ser médico, para ayudar en la procuración
de la salud.
La enfermería me parecía que requería adecuaciones de orden.
Recordé el método implementado por Antonio en el taller mecánico.
Escribí el proceso en una hoja en limpio y explicado lo más claro
posible para que lo leyera Francisco. Cómo es que un plan tan bueno
no tiene seguimiento. Cuando sea Mayordomo debería proponerlo
para toda la hacienda. No había pensado en hacerlo de conocimiento
general. Esa si es una buena idea.
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Un día llego personal de la Secretaria de Salud a traer medicamentos
y material curativo. Entre otras cosas venían póster sobre temas de
cuidados maternos y prevención de enfermedades. Que bueno que se
preocupa en Gobierno por mantener la salud pública.
Pasaron los siete días que debía estar al mando de Lázaro. Conocí
objetivamente acerca de primeros auxilios. Aprendí el valor de
cuidarse uno mismo y cuidar a los demás. La salud es primordial.
Anoté lo respectivo en mi cuaderno de notas.
Finalicé mi entrenamiento de las siete semanas. Durante el desayuno
habitual. Me sentía con capacidad para ser Mayordomo. Pues no
parecería trabajo difícil. Es algo práctico esa labor. Descubrí que el
secreto es estar bien con las personas, lo demás resulta fácil.
Los siete concluyeron con el desayuno y se retiraron del comedor
principal. Le dieron las gracias a Lupe la cocinera. Habíamos
desayunado un platillo típico, menudo.
Don Oscar estaba atendiendo la correspondencia en silencio.
*Ezequiel, tengo el reporte de qué estás listo* dijo.
Por un lado sentí felicidad porque me esforcé para aprender todo lo
posible. Había tenido buenos maestros. Comprendí que no se
necesita ser licenciado o médico para ser maestro. Ellos no tienen
universidad y aprendí bastante. Eso sí es ser maestro. Me
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preocupaba que sí me diera la oportunidad de ser Mayordomo, podría
ser buen maestro también.
*Tienes dos días para escribir en un cuaderno nuevo, todo lo que
aprendiste en las siete semanas* agregó.
Pensé que me iba a solicitar que de inmediato tomara posesión del
cargo. Qué ideas tiene, no es como los otros caciques. Quizá tenga
escuela. Cómo es posible qué me solicite hacer actividades fuera de
lo común. No me atrevía a preguntarle por respeto. Él es un tipo que
se debe tratar con respeto.
De inmediato comencé con la elaboración y escribí lo aprendido en las
siete semanas, era como un tipo de manual donde me guiaría para
tomar decisiones. Si eso era. Eso quería el cacique, una guía que me
sirviera para qué mis decisiones, estén respaldadas en la experiencia
de los demás y la mía propia. Con eso no dudaría demasiado al hacer
elecciones.
Presenté el manual tres días después. Durante el desayuno. Hizo
extensiva una noticia agradable.
*Tienen aquí a Ezequiel, el nuevo Mayordomo de La Hacienda La
Campana del Tesoro* dijo.
Era como sí me estuviera tomando protesta. Así lo sentí. En dos
ocasiones estuve en la toma de protesta para Presidente Municipal.
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60. El despertar de un líder
Recuerdo muy bien. Era algo similar a lo que estaba sucediendo en el
comedor.
Los siete me hicieron el comentario de qué todo saldría bien, que era
cuestión de imponerse. Esa sensación deben sentir todos los nuevos
cuando se inician en un empleo. Pero tenía una carta escondida. Ya
me gustaban los retos.
*La próxima semana nos visita el señor Senador, viene con su familia
a tomar un descanso* dijo.
A parte de las otras encomiendas diarias en la hacienda, se me
asignó preparar las actividades de la bienvenida, estancia y
planeación de actividades que él político pudiera desarrollar. Los
políticos no me gustan, dicen solo mentiras. Bueno, a excepción de
algunos, no debía juzgar a todos parejos. Quizá éste Senador era
buena persona.
Me quedé con la duda que tipo de parentesco tenia el cacique con él.
Un político de ese nivel tiene dinero como para pasar sus vacaciones
en Europa u otros lugares más conocidos que la propia hacienda.
Por qué aquí, en éste lugar alejado del centro del país y de nuestra
capital.
Ya tenía varias semanas sin hablar con El Perro, el señor mayor que
siempre estaba en la puerta principal. Decidí ir con él para platicar un
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61. El despertar de un líder
momento, quizá y hasta puedo pedirle un consejo sobre el
recibimiento que organizaba.
*Todavía no se le suben los humos muchacho* dijo.
Solo sonreí y traté de explicarle que de ser posible tendría siempre los
pies en la tierra. No olvidar mi origen y mi gente.
Él recordó qué cuando era joven, ésta hacienda era sitio de descanso
de gente importante. Dijo que Generales Militares, Senadores,
Gobernadores y otros Secretarios eran amigos de los papás de Don
Oscar. Él tuvo la función de la vigilancia de la hacienda, para evitar
que bandidos intentaran algo perverso.
El Perro fue un tipo de cuidado, en su vida había sufrido por lo menos
unos quince impactos de bala y seguía vivo, y supe que también tenía
su cuenta de bajas.
Defendió al abuelo de Don Oscar de un intento de asalto por las
colindancias de la hacienda, se paró frente a los bandidos y sirvió
como escudo para su jefe, dicen que logro tumbar a cuatro esa vez.
¿Cómo es posible que una persona se convenza con su trabajo a ese
grado? Propiamente a mi se me hacía algo no muy común.
Hacia mucho tiempo, la esposa de El Perro, tuvo una enfermedad
grave, y le pidió ayuda al viejo Oscar, le había dicho que no tenía
dinero para pagarle lo que le prestara, pero que dejaba en prenda su
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vida. Comprendí que la vida a veces nos pone entre la espada y la
pared. Él solo cumplía con su palabra. Él si era un verdadero hombre.
Me pareció casi irreal que él supiera de principio a fin qué actividades
debería hacer para recibir al Senador. Rápidamente enliste todo lo
que me estaba diciendo y me pido subrayar algo.
*No te enamores de las hijas de ellos* dijo.
Qué era esa aclaración. Qué tengo cara de enamorado. Si jamás
había estado enamorado. No tengo tiempo para ocuparme de una
novia. Ni compromisos tenia. En la escuela si conviví con muchachas
muy bonitas pero no había pensado en enamorarme. En la región
donde vivo hay muchachas muy trabajadoras. Cómo era posible que
no me despertaran interés. Recordé a mi padre. Todo a su tiempo.
Elabore un plan de recibimiento al Senador. Fui en el mejor auto de la
hacienda a la estación del ferrocarril. La gente bajaba del tren, cómo
iba a saber quienes eran. Planee casi todo menos en investigar cuales
eran las características del Senador y su familia. De pronto se
acercaron tres personas a mí.
*Es éste el automóvil de Don Oscar* preguntó.
Era el Senador, Don Adolfo, quien se había presentado, pues su
vestimenta no parecía la de un político de altura, más bien, parecía un
turista común y corriente. Pero si portaba un reloj de oro, lentes
graduados de marca, zapatos relucientes, cinto de piel, sombrero del
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tipo que usan en el centro del país y a decir verdad combinaba muy
bien todo su atuendo.
*Sí, soy el Mayordomo, me llamo Ezequiel, estoy aquí para
transportarlos a La Hacienda La Campana del Tesoro* dije.
Él venia acompañado de su esposa, una mujer de tez blanca, estatura
media, ojos azules, cabellos castaño claro, de complexión delgada.
Una mujer muy carismática y atenta. Notaba que era muy bondadosa.
Era francesa. Se habían conocido ellos en un intercambio de la
universidad. El Senador estuvo en Francia un año, tiempo suficiente
para conquistar a su esposa. Así fue como llegaron a casarse.
La hija de ellos es casi de mi edad, tiene veinte años, nacida en
Francia pero con materia prima mexicana. El parentesco físico es el
típico de los franceses pero con mucho parecido al Senador. Por
atuendo portaba un traje de manta blanca, bordado de flores de todos
colores. Alcance a percibir un olor a perfume de fresa. No di
importancia por el momento a ella ya que me concentraba en darle la
bienvenida al Senador, explicándole la historia de estos lugares.
Llenos de costumbres y tradiciones indígenas. Historias
revolucionarias y creencias que predominaban.
Atentos los tres, llegamos a la hacienda.
*Está igual que cuando vine la última vez* dijo el Senador.
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En aquel tiempo el Senador habría venido con su padre, que también
era político. Él era soltero y más joven en aquel tiempo.
El recibimiento fue con la banda de música, Hermanos del Álamo.
Tocaron canciones populares y dos o tres peticiones que hizo él.
También fueron recibidos por Don Oscar y estuvieron platicando por
unos minutos. Los guiamos hasta sus recamaras. Las dos mejores de
la hacienda. Una para los esposos y una sola para la hija.
*Ezequiel, tu instala a la hija del Senador, invítala a un recorrido, yo
esperare al Senador con su esposa en la estancia* dijo.
Por qué el destino estaba cumpliendo al pie de la letra lo que me dijo
El Perro. Qué significaban esas respiraciones mas seguidas. Sentía
los latidos de mi corazón hasta mis rodillas. Acaso me estaba
enamorando de la hija del Senador.
*Tomaré una ducha y después me puedes invitar a conocer esta
bonita hacienda* dijo.
Había visto a los pavorreales cuando tratan de aparearse. Hasta ese
momento entendí que el macho extiende su bello plumaje para
demostrarle a la hembra su galanura. Por qué no había entendido eso
antes.
Apresuré el paso a mi recamara, escogí mi mejor ropa y tarde más en
quitarme los huaraches y ponerme unos choclos americanos que me
había regalado Don Oscar.
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Dejé mi sombrero y puse sobre mi pelo un gel que se llamaba
“glostoraÓ jamás lo había usado pero era necesario porque así lo
ameritaba la ocasión. Eso sí, no faltó en mi pantalón de mezclilla mi
paño rojo y mi cinto de cuero de cabrito. Por suerte me afeite por la
mañana.
Apresurado iba a la recamara de la hija del Senador, cuando me
interrumpe Lupe la cocinera. Mijito, llevas la camisola al revez.
Sonriendo estaba porque me sucedió eso. Regresé a la recamara y
arregle mi error. Al salir a encontrar a la hija del Senador debía pasar
por el jardín. Corté una rosa roja.
Justo al llegar a la puerta de la recamará de ella. La abrió, allí estaba
la hija del Senador. En esta ocasión ahora traía el cabello suelto. Un
vestido de una sola pieza parecido al anterior. Y huaraches de tres
puntadas.
*Y esa rosa roja, seguramente es para tu novia* dijo.
Por qué hacia eso. Estaba preguntándome para saber sí la rosa era
para mi novia y descubrir si la tenia, o si preguntaba para qué yo
respondiera sí era para ella. A veces no entiendo nada a las mujeres.
*Es para tí, bienvenida nuevamente* dije.
Se colocó la rosa roja entre su cabello y su oreja. Estaba haciendo
calor ese día, así que la guié hasta los establos. Ensille dos de los
caballos mas mansos, y le propuse recorrer esa área.
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*Me dan miedo los caballos, podemos ir en uno solo* dijo.
Por qué Dios insiste en acercarme cada vez más a la hija del Senador.
Será que ella lo hace todo intencional o estaba delirando yo.
Propuse que bien podíamos caminar, e ir tomando descansos
mientras le platicaba sobre la hacienda.
Llegó un peón montado en un caballo. Don Oscar me necesitaba. Que
estaría en la estancia con el Senador.
*Disculpa, entre tanto alboroto ni me presenté, mi nombre es
Ezequiel* dije.
*Sí, ya lo sabia, yo me llamo igual que mi mamá, Reginee* dijo.
*Que nombre tan bonito* contesté.
*No seas malo, esta feo el nombre, no me gusta* dijo.
Prefirió que le llamara por su alias, le decían Reg. Ese sí que era una
apodo más raro que el propio nombre. Yo conocí a El Perro, El
Carretas, El Gordo Panzón, El Chiflado, El Becho, pero Reg, eso me
sonaba como Ruf, la abuela de una amiga que vivía en otra región, en
la sierra madre occidental.
Regresamos con Don Oscar y el Senador. Pues era ya el momento de
la comida. Opte por encaminar hasta el comedor principal a Reg,
acomodé la silla. Y decidí salir de ahí. Pues creí que no me
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correspondía estár en esa elite. Sus temas de conversación quizás no
me incumbían y además quería ser lo más respetuoso posible.
Don Oscar me detuvo y me pidió que los acompañara en la comida.
Éramos solo los cuatro. Que debía decir yo. No estaba seguro de
decir palabras que fueran del nivel de ellos.
*Cómo te comenté Oscar, en las próximas elecciones seré el
candidato a Presidente de la Republica* dijo el Senador.
Cómo fui a llegar a ese comedor con esa gente. Cómo es posible que
de pronto esté en la misma mesa que el futuro Presidente de México.
La platica entre Don Oscar, el Senador y su esposa, se enfocaban a
planear cómo desarrollarían a nuestro país con sus ideas. De cómo
pretendían hacer algo grande para esta región.
*Sí tu fueras Presidente de México muchacho, que harías por ésta tu
tierra* preguntó el Senador.
Precisamente esas eran las preguntas que no sabría contestar. Pues
cómo puedo decirle a un Senador que repartiera mejor las tierras, que
acabara con la pobreza, que generará más empleos y que se
acabaran los caciques.
Esas son respuestas que no debía responder. En mi opinión iba
implícita la de Don Oscar, pues soy su brazo derecho. Debía poner en
alto mi nombre y el de mi jefe. Tal cómo una vez lo hizo El Perro. Así
qué responderle eso, solo dejaría escapar la oportunidad de crecer.
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68. El despertar de un líder
Más bien debía pensar en algo grande, algo que sirva a todos los de
ésta región.
*Con su permiso señora Reginee, Senador, Reg, Don Oscar, cada
temporada las lluvias son menos. El río lleva menos agua y la disputa
por ella nos trae problemas* dije.
Esa sí era una buena introducción, pedir el consentimiento a todos
para dar mi opinión. Era una oportunidad de lucirme, pues tenía la
atención de dos de los hombres más poderosos de México. En la
historia no conozco una situación parecida a ésta. Estaba a punto de
qué me escucharan y por lo tanto era necesario algo de persuasión.
Debía poner en práctica los valores que aprendí en las siete semanas.
Aplicar una táctica sanamente agresiva si quería quedar bien, sobre
todo ante Reg. Éste podría ser el examen que determinaría si estaba
aprendiendo a ser grande, o seguía siendo uno más del montón.
*Construir una obra rió arriba, un represo de dimensiones enormes,
que satisfaga las demandas por igual a todos los de por aquí* terminé.
*Que lleve sus apellidos “Ruy MartínezÓ* agregué.
Sentí cómo las miradas de todos estaban sobre mí. Pero estaba
tranquilo al saber que esa sí era una idea innovadora, única en esta
parte norte del país. Sentí que había cumplido con mi deber de
mexicano. Haber participado con la patria.
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