Este documento presenta una recopilación de breves cuentos o fábulas utilizados como recurso didáctico en tutoría. Incluye cuentos como "La leyenda del verdadero amigo", "El guerrero samurai", "El espíritu y la respiración", y otros que transmiten valores como la amistad, paciencia, humildad y perseverancia.
Curso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdf
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El cuento como recurso didáctico
Una herramienta utilizada durante el
curso 2021/2022 en tutoría de 2º de PMAR
IES La Arboleda de Lepe
Recopilación realizada por:
Gorka Fernández Mínguez
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La Leyenda del Verdadero Amigo
Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado
punto del viaje discutieron. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGO UNA BOFETADA EN EL ROSTRO.
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido
abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al
recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: HOY, MI MEJOR AMIGO ME
SALVO LA VIDA. Intrigado, el amigo preguntó: ¿Por qué después que te lastimé,
escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro amigo
respondió: Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde
el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado
cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del
corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.
—
El Guerrero Samurai
Cerca de Tokio vivía un gran samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los
jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a
cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. El
joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del
samurai, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes
se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.
Todos juntos se dirigieron a la plaza de la ciudad. El joven comenzó a insultar al
anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó
todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante horas hizo
todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde,
sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.
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Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y
provocaciones, los alumnos le preguntaron:
-¿Cómo pudiste, maestro, soportar tantos insultos?
El maestro les preguntó:
-Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién
pertenece el obsequio?
- A quien intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos.
- Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos. -dijo el maestro-, cuando no se
aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.
—
El espíritu y la respiración
Intro de Álvaro Neil alias Biciclown en una charla titulada “Biciclown: un viaje para
descubrir la vida.”
Cuando recorrí África, una persona me contó una historia de un hombre blanco que
iba a cazar búfalos. Tenía que llegar el viernes porque era cuando los búfalos
cruzaban el río. Entonces contrató portadores para correr y llegar rápido.
Le pagó mucho dinero y el jueves, los porteadores se sentaron y dijeron: “no podemos
seguir”.
- ¿Por qué? - preguntó el cazador - queréis más dinero, esto es una huelga.
- No, no, no -respondieron los porteadores- Es que hemos venido tan rápido que
nuestro espíritu se ha quedado en el camino. Hemos llegado nosotros, el
cuerpo, pero el espíritu esté en el camino.
Muchas veces llegamos a los sitios pero nuestro espíritu falta. Para recuperar el
espíritu podemos hacer tres respiraciones profundas. La respiración puede
ayudarnos.
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La mierda y el pajarito
Esta fábula se la escuché a José Martí Gómez:
El pajarito que aún no sabía volar cayó del nido diciendo pío, pío, pío. Cayó cerca de
donde pasaba una vaca que vio como, tararí, talará, se acercaba un zorro. La vaca,
maternal, defecó encima del pajarito para que el zorro no lo viera pero justo cuando
este pasaba junto al montón de mierda el pajarito emitió un pío, pío, pío que escuchó
el zorro avieso. Se detuvo, escarbó entre la mierda, cogió al pajarito entre sus dientes,
lo llevó al río, lo lavó cuidadosamente y cuando ya lo tuvo limpio, zas, se lo zampó de
un bocado.
La historia tiene moraleja:
-No todos los que te tiran mierda encima te quieren mal.
-No todos los que te limpian de mierda te quieren bien.
-Cuando estés cubierto de mierda no digas nunca ni pío.
__
Un banquero en el Caribe
Un banquero estaba en el muelle de un pequeño pueblo caribeño, cuando llegó un
pescador en su bote. Dentro del bote había varios peces bastante grandes.
El banquero preguntó: -¿Por qué no se quedó más tiempo pescando?
-No necesito más.
-Pero permíteme que te pregunte, dijo el banquero ¿qué haces con el resto de tu
tiempo?,
- Después de pescar, descanso un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta, luego
acompaño a mi esposa hacer las compras. Llevo una vida tranquila y despreocupada,
dijo el pescador.
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- Mira, lo que tendrías que hacer, es dedicar más tiempo a la pesca y con los ingresos
podrías comprar un bote más grande. Crear una gran empresa. Cuando esta empresa
se consolide en unos 10 años, podría llegar a anunciar una Oferta Pública de Venta y
vender las acciones de tu empresa al público. Se hará millonario.
- ¿Y luego qué? Le preguntó el pescador.
- Luego te puedes retirar. Comprarse una casita en un pueblecito de la costa, dormir
hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, ir con tu esposa de compras - Dijo el
banquero.
-¿Acaso no es eso lo que ya tengo?
–
Un hallazgo sorprendente
Había una vez un hombre muy trabajador, en una aldea de campesinos. Tenía unas
tierras fértiles pero no contaba con un pozo. El agua se encontraba muy lejos de sus
tierras.
Todas las noches tenía que caminar más de tres kilómetros para ir hasta el pozo más
cercano. Volvía muy tarde en la noche, con vasijas llenas de agua. Esto le permitía
surtir sus necesidades básicas y alimentar la tierra, pero era demasiado agotador. Sus
vecinos no le ayudaban.
Harto de esta situación, el hombre decidió cavar un pozo en su tierra. Era un trabajo
muy duro. Estuvo más de un mes cavando y lo logró: consiguió tener un pozo del que
obtenía una agua fabulosa. Un vecino curioso le preguntó por la tarea y el campesino
le respondió: “Cavé un pozo y en el fondo encontré a un hombre”.
La noticia se esparció rápidamente por todos los rincones del reino. Causó tal
conmoción que el propio rey mandó llamar al campesino para que le explicara lo
ocurrido. “Mi señor”, dijo él. “Antes de tener el pozo, mis brazos estaban siempre
ocupados llevando y trayendo agua. Ahora, mis brazos están libres para trabajar la
tierra: he recuperado a un hombre que soy”.
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El árbol de los deseos
Se dice que una vez existió un hombre muy materialista. Había evolucionado muy
poco en el orden espiritual. De pronto el espíritu del hombre se vio al frente de varios
caminos. No sabía cuál tomar y simplemente decidió seguir por el que estaba más
cerca. Una gran fortuna, ya que este camino conducía directamente al paraíso. Sin
embargo, el hombre lo ignoraba.
El hombre quedó fascinado. Le parecía bellísimo, pero no tenía la más mínima idea
de que estaba en el edén. Por eso se comportaba como si estuviera en un lugar
corriente. Caminó un rato y luego se sintió cansado. Entonces decidió dormir un poco.
Sin sospecharlo, eligió a un árbol de los deseos para acurrucarse allí. Luego, se
quedó profundamente dormido.
Al despertar solo podía pensar en que tenía mucha hambre. Entonces dijo: “Quisiera
tener algo delicioso para comer. Tengo mucho apetito”. De pronto, con gran asombro,
vio que ante sus ojos aparecían las más deliciosas viandas. Sin preguntarse por qué
había ocurrido esto, el hombre solo quiso saciar su apetito.
Cuando terminó con la comida, sintió sed. Entonces dijo: “Quisiera tener algo para
beber. Tengo mucha sed”. No había terminado de decirlo cuando aparecieron los más
deliciosos vinos, los mismos que inmediatamente probó hasta quedar satisfecho.
Saciado ya su apetito y su sed, cayó en la cuenta de que no era normal lo que le
estaba ocurriendo. Entonces comenzó a sospechar que algo muy extraño estaba
ocurriendo. Empezó a sentir miedo y dijo: “¿Estaré soñando o habrá fantasmas
gastándome una broma?”
Como sus palabras eran órdenes, el árbol de los deseos convirtió en realidad lo que
había en la mente de aquel hombre. Entonces aparecieron un montón de fantasmas
que jugaban y bromeaban con él. Entonces, sin pensar en lo que decía, señaló: “¡Son
horribles! ¡Seguro me van a matar!”.
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Los brotes que no crecían
Esta fábula china nos dice que había una pequeña aldea, en un lugar muy remoto de
la tierra. Allí había un hombre, algo codicioso, que vivía con su familia en relativa
armonía. Era próspero en sus cosechas, aunque nunca estaba conforme con lo que
obtenía.
En cierta ocasión, sembró el terreno con particular esmero. Quería obtener la cosecha
de una semilla especial de trigo que le habían traído de tierras lejanas. Aseguraban
que este era un trigo de mayor calidad, con espigas más gordas y un sabor
estupendo. Por eso, el hombre ocupó todas sus tierras con ese cultivo. Obtendría
muchas ganancias y, quién sabe, tal vez podría comprar más tierras y vivir con
mayores lujos.
Sin embargo, las semanas pasaron y las semillas apenas si habían florecido. Decidió
podar las pequeñas plantas que estaban naciendo. Pensó que así les ayudaría a
crecer.
A la mañana siguiente, todos los brotes amanecieron muertos. El hombre pasó por
alto el hecho de que se trataba de una semilla especial y que esta necesitaba un
tiempo mayor para crecer. No sabía que todo tiene su tiempo y que alterar los
procesos de la naturaleza solo conduce al fracaso.
–
Una historia universalmente inglesa
Su nombre era Fleming, un agricultor pobre de Inglaterra. Un día escuchó a alguien
pidiendo ayuda desde un pantano cercano. Allí estaba un niño aterrorizado tratando
de salir del lodo.
El agricultor lo salvó.
Al día siguiente, llegó un noble inglés presentándose como el padre del niño que
Fleming había salvado.
- Ha salvado la vida de mi hijo, quiero recompensarlo.
- No puedo aceptar una recompensa por lo que hice"
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El noble vio al hijo del agricultor.
- "¿Es ese su hijo?" preguntó el noble.
- "Si,"
- "Le voy a proponer un trato. Déjeme llevarme a su hijo y ofrecerle una buena
educación. El agricultor aceptó.
Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor se graduó en la Escuela de
Medicina de St. Mary's Hospital en Londres y descubrió la Penicilina.
Algunos años después, el hijo del noble inglés, cayó enfermo de pulmonía. ¿Qué lo
salvó?... la Penicilina.
¿El nombre del noble inglés?...Randolph Churchill. ¿El nombre de su hijo?... Sir
Winston Churchill.
–
Dos exprisioneros
Tras muchas décadas sin verse, dos exprisioneros de un campo de concentración
nazi se reencontraron inesperadamente en una plaza pública. Tras darse un fuerte
abrazo, decidieron tomar un café.
– Esos nazis no tenían el derecho de hacernos eso – comenzó diciendo el primero -.
– Bueno, – contestó el segundo – gracias a Dios salimos vivos y pudimos reconstruir
nuestras vidas. Me casé con una hermosa mujer, tuvimos tres maravillosos hijos y
ahora estoy esperando a mi séptimo nieto.
– Si, – replicó el primero alzando la voz – pero es que no tenían derecho. ¿Quién les
dijo a ellos que eran una raza superior?
– No fue bueno, ni fue justo – contestó con voz moderada – pero ya salimos de eso y
luego se nos abrieron muchas puertas y oportunidades que supimos aprovechar.
– Claro, claro – interrumpió nuevamente el primero – pero...
Mientras seguía despotricando de los nazis y de lo mucho que sufrieron, su
compañero se quedó en silencio. Finalmente, cuando un sorbo de café y comentó:
– ¿Sabes?, hace más de cuarenta años terminó la guerra, los nazis fueron
perseguidos y juzgados, y lo más importante es que dejaron de gobernar en su país,
pero Tú, mi querido amigo, Tú sigues siendo prisionero de los nazis, ellos ya no están,
pero Tú continúas viviendo en sus cárceles.
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El príncipe y las palomas
Este era un reino en el que habitaba un príncipe muy noble y sabio. En aquellas
tierras había gran armonía. Todos amaban a sus gobernantes y estos siempre
respondían con leyes justas y ayudas para que prosperaran. En aquel lugar había un
ritual muy particular. Siempre que era Año Nuevo, los campesinos le obsequiaban
palomas al príncipe.
Justo por esas fechas, pasó por allí un forastero. El extranjero sintió curiosidad por
ese extraño ritual. Presenció cómo llegaban gentes de todas partes con las palomas
para el príncipe. Se quedó allí un rato, pues le intrigaba saber qué hacía el soberano
con esos regalos tan particulares. Así fue como presenció el momento en el que el
príncipe reunió a todas las palomas en una jaula y luego las liberó. Los presentes
aplaudían.
Sin embargo, en aquella ocasión un anciano se abrió paso entre la multitud y
respetuosamente pidió permiso para hablar.
El príncipe lo escuchó con atención.
El anciano le preguntó cuántas palomas había logrado reunir.
El príncipe señaló que unas 200.
El anciano dijo: “Para traerte estas 200 palomas, los hombres salieron de cacería y
mataron unas 600. ¿Qué mérito tiene ahora que liberes a las que quedaron vivas?”
El príncipe comprendió su error y prohibió el ritual.
El forastero se llevó una gran lección de aquellas tierras.
–
El lienzo
Cuentan que hace mucho tiempo, en un lejano templo donde se preparaban las
jóvenes mentes más brillantes, un grupo de discípulos le preguntó a su maestro:
– "Maestro, ¿de dónde viene el lado negativo de nuestra mente?"
El maestro, en silencio y sin mediar palabra, se retiró un momento y enseguida
regresó con un gran pergamino enrollado. Le quitó el sello que lo mantenía fijado y
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poco a poco fue abriéndolo hasta que se pudo ver un gran lienzo en blanco. En medio
del lienzo había un pequeño punto negro.
– "¿Qué veis en este lienzo?", preguntó el maestro a sus discípulos.
Todos los discípulos respondieron: "Un pequeño punto negro, maestro".
El maestro dijo: "Ese es el origen de la mente negativa. Ninguno de vosotros ha visto
el enorme espacio en blanco que lo rodea. A menudo nos centramos en pequeñeces
y somos incapaces de ver la enorme extensión de nuestra consciencia".
–
El jardinero paciente
Un jardinero fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se
estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid.
Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble.
Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
El jardinero preguntó: ¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio
y sombrío?
La fresia respondió: no lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me
plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías
plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser fresia de la mejor manera que
pueda".
–
El león temeroso
En la sabana africana, un león se había perdido de su grupo. Llevaba ya 20 días
caminando de un lado para otro y no encontraba a los suyos. Tenía hambre y sed,
pero también mucho miedo al verse solo.
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Por fin divisó un estanque de agua fresca. Inmediatamente corrió hacia él con todas
sus fuerzas. Estaba muerto de sed. Al llegar a la orilla vio sobre las aguas la imagen
de un león sediento. Entonces se retiró. “El estanque ya tiene dueño”, pensó.
Esa noche se quedó cerca de allí, pero no se atrevía a ir de nuevo al estanque. Pasó
un día y el sol quemaba.
Ya era tanta la sed, que el león decidió arriesgarse. No aguantaba más. Se acercó al
estanque y al llegar a la orilla vio de nuevo al león. Era tanta su sed que no le importó.
Metió la cabeza para beber. En ese momento, el león dueño del estanque
desapareció.
Así son los miedos: desaparecen cuando los enfrentamos.
–
El helecho y el bambú
Desesperado por mi vida un día fui al bosque para hablar con un anciano muy sabio,
le pregunté:
—¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido?
—Mira a tu alrededor -me respondió-, ¿ves el helecho y el bambú?
—Sí -respondí.
—Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho
creció rápidamente. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo, no
renuncié al bambú. Durante seis años el helecho creció brillante. El bambú no. Pero
no renuncié a él.
El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco
años echando raíces. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba
para sobrevivir. Nunca te arrepientas de un solo día en tu vida. Los buenos días te
dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes. Quizá sólo estés, echando raíces.
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La sal de la vida
Un anciano maestro hindú, tenía un discípulo muy quejica. Le mandó ir a por sal.
Cuando regresó, le ordenó echar un buen puñado en un vaso de agua y que bebiese
todo el contenido.
- ¿Qué tal sabe? –le preguntó.
- ¡Puaj, muy salada! –respondió el joven.
El maestro sonrió.
Acto seguido, le dijo que echase la misma cantidad de sal en el lago frente al que
estaban. El joven discípulo echó la sal en el agua.
El anciano, entonces, ordenó:
- Ahora bebe agua del lago.
Le preguntó:
- ¿Qué tal sabe?
- Mucho más rica y refrescante. Es una delicia para el paladar.
- ¿No notas la sal? –preguntó el maestro.
- No –respondió el joven discípulo.
El anciano se sentó entonces junto al joven y le explicó: El dolor que experimentamos
en esta vida es sal pura: ni más ni menos. La cantidad de dolor es la misma para
todos, pero la amargura depende del recipiente donde lo metemos. Cuando
experimentes dolor, puedes dejar de ser un vaso para convertirte en un inmenso lago.
–
Ubuntu
Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta
llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero
ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se
tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron juntos a disfrutar del
premio.
Un valor perdido en la sociedad competitiva.
Cuando el antropólogo les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía
ganar todas las frutas, le respondieron: «Ubuntu», ¿cómo uno de nosotros podría
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estar feliz si todos los demás están tristes? Ubuntu, en la cultura Xhosa significa: “Yo
soy porque nosotros somos”.
–
El vaso
Un maestro, en una sesión grupal, levantó un vaso de agua.
Preguntó: – ¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos.
El maestro respondió: «El peso absoluto no es importante. Depende de cuánto tiempo
lo sostengo. Si lo sostengo un minuto, no es problema Si lo sostengo un día, mi brazo
se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, es siempre el mismo. Pero
cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, y más difícil de soportar se vuelve.»
Y continuó: «Las preocupaciones, los pensamientos negativos,el resentimiento, son
como el vaso de agua. Si piensas en ellos un rato, no pasa nada. Si piensas en ellos
todo el día, empiezan a doler. Y si piensas en ellos toda la semana, acabarás
sintiéndote paralizado, e incapaz de hacer nada.»
¡Acuérdate de soltar el vaso!
–
El anciano
Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho que tú eres
sabio…. Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio que no está al alcance de
las demás de las personas. El anciano le contestó: cuando como, simplemente como;
duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo contigo. Pero
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eso también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el hombre,
sorprendido.
Yo no lo creo así, le replicó el anciano. Pues cuando duermes recuerdas los
problemas que tuviste durante el día o imaginas los que podrás tener al levantarte.
Cuando comes estás planeando lo que vas a hacer más tarde. Y mientras hablas
conmigo piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme, antes de que
yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de lo que hacemos en el
momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro de la vida.
–
Las vasijas
Un aguador tenía dos grandes vasijas a los extremos de un palo. Una de las vasijas
tenía varias grietas, solo tenía la mitad del agua al llegar al destino, mientras que la
otra era perfecta.
Pasaron dos años. La vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pero la
pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección.
La tinaja quebrada le habló al aguador:
-“Estoy muy avergonzada.”
El aguador le dijo:
-“Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo
largo del camino ___ ¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del
camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello.
Sembré semillas de flores y todos los días las has regado y por dos años yo he
podido recoger estas flores. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus
defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.
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La ventana del Hospital
Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital.
Uno de ellos cerraba sus ojos e imaginaba la escena.
El hombre de la ventana, tenía el privilegio de poder ver tras una ventana.
El privilegiado enfermo, describía a su compañero lo qué veía.
La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el agua
mientras los niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes andaban
cogidos de la mano.
El compañero de habitación murió y el otro pidió al Hospital cambiarse al lado de la
ventana. El hospital aceptó.
Cuando miró tras la ventana descubrió que daba a un enorme muro blanco.
¿Por qué me contó aquel maravilloso mundo exterior?- preguntó a la enfermera.
Y ella dijo: – Quizás sólo quería animarle.
—
La naturaleza de la serpiente
Un hombre vio morir a una serpiente quemada y decidió sacarla del fuego. Cuando lo
hizo, la serpiente lo mordió y le causó un dolor insoportable. El hombre dejó caer la
serpiente, y el reptil cayó de vuelta al fuego.
Entonces, el hombre miró a su alrededor y encontró un poste de metal y lo usó para
sacar a la serpiente del fuego y salvarle la vida.
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Alguien que estaba mirando se acercó al hombre y le dijo: “Esa serpiente te mordió.
¿Por qué sigues intentando salvarlo?
El hombre respondió: "La naturaleza de la serpiente es morder, pero eso no va a
cambiar mi naturaleza, que es ayudar".
–
Dos ranas en un hoyo
"Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un
hoyo profundo.
Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuán hondo
era, dijeron a las dos ranas que estaban en el fondo, que para efectos prácticos, se
debían dar por muerta.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando
de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.
Las otras ranas seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una
de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Se desplomó y
murió.
La otra rana continuó, sin embargo, saltando tan fuerte como le era posible.
La multitud de ranas le gritaba que dejara de sufrir y simplemente se dispusiera a
morir. Pero la rana saltaba cada vez con más fuerza hasta que finalmente saltó fuera
del hoyo. Cuando salió, las otras ranas le preguntaron:
– ¿No escuchaste lo que te decíamos?
La rana les explicó que estaba un poco sorda. Ella pensó que las demás la estaban
animando a salir de allí.”
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● “Cuida tus pensamientos porque se convierten en tus palabras
● Cuida tus palabras porque se convierten en tus acciones
● Cuida tus acciones porque se convierten en tus hábitos
● Cuida tus hábitos porque se convierten en tu carácter
● Cuida tu carácter porque se convierte en tu destino”
–
El pozo
Había una vez un hombre muy trabajador, en una aldea de campesinos. Tenía unas
tierras fértiles pero no contaba con un pozo. El agua se encontraba muy lejos de sus
tierras.
Todas las noches tenía que caminar más de tres kilómetros para ir hasta el pozo más
cercano. Volvía muy tarde en la noche, con vasijas llenas de agua. Esto le permitía
surtir sus necesidades básicas y alimentar la tierra, pero era demasiado agotador. Sus
vecinos no le ayudaban.
Harto de esta situación, el hombre decidió cavar un pozo en su tierra. Era un trabajo
muy duro. Estuvo más de un mes cavando y lo logró: consiguió tener un pozo del que
obtenía una agua fabulosa. Un vecino curioso le preguntó por la tarea y el campesino
le respondió: “Cavé un pozo y en el fondo encontré a un hombre”.
La noticia se esparció rápidamente por todos los rincones del reino. Causó tal
conmoción que el propio rey mandó llamar al campesino para que le explicara lo
ocurrido. “Mi señor”, dijo él. “Antes de tener el pozo, mis brazos estaban siempre
ocupados llevando y trayendo agua. Ahora, mis brazos están libres para trabajar la
tierra: he recuperado a un hombre que soy”.
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Un mar de fueguitos
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto
cielo.
Y a la vuelta, contó.
Dijo que había contemplado, desde allá arriba,
la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
- El mundo es eso - reveló -.
Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos
y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento,
y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman;
pero otros, otros arden la vida con tantas ganas
que no se puede mirarlos sin parpadear,
y quien se acerca, se enciende.
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos
–
… y un poema de William Ernest Henley
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
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