1. UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
La actitud de Jesús ante los enfermos y la enfermedad nos hace ver que en modo
alguno podemos hablar de una resignación pasiva frente a una especie de fatalidad a la
que el ser humano se vería condenado. Jesús no canoniza ni bendice la enfermedad, ni
se resigna a ella estoicamente, sino que la combate con todas sus fuerzas, como un
aspecto más de su lucha global contra el mal.
La unción de los enfermos no es más que la visibilización ritual y sacramental de la
lucha de la Iglesia contra la enfermedad, como signo de la liberación integral del
hombre llevada a cabo por la obra salvadora de Cristo.
El sacramento de la unción -punto culminante de toda la actividad litúrgica de cara
a los enfermos- debería ser la expresión más significativa de dichas relaciones: la
comunidad ora por el enfermo; el enfermo ofrece sus sufrimientos unidos a los de
Cristo; todo, en conjunto, celebran litúrgicamente la acción divina, que, a pesar del
dolor y de la enfermedad, acrecienta la vida y da la salud.