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MEG BENJAMIN
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Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Próximo Libro
Biografía del Autor
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veces tienes que perderte antes de que puedas encontrarte.
Greta Brewster McBain está en un aprieto. Dos, si realmente los cuenta.
En primer lugar, está el vestido de dama de honor sacado del infierno con
el que apenas puede respirar. En segundo lugar, el extraño que simplemente se llevó a
la novia de su hermano “perfecto” por la puerta de la iglesia ha hecho que sea imposible
decirle a su madre acerca de su propio divorcio.
En lugar de confirmar su reputación como la torpe de la familia, Greta se toma un
paseo para despejar la cabeza.
Atrapado en un agujero y sin poder llegar a su teléfono celular, Hank Mitchell se
resigna a convertirse en una parte permanente de su propia excavación arqueológica
cuando la ayuda llega… en forma de una mujer que se parece a una refugiada de Lo Que
El Viento Se Llevó. Sin embargo, detrás de los volantes y los encajes, está algo que
aprecia: una mujer que no tiene miedo a ensuciarse un poco.
Su conexión instantánea atrae a Greta al mundo excéntrico del Hotel Grand,
donde ella impulsivamente intercambia su miriñaque por un delantal. Pronto las cosas
se ponen calientes, no solo en la cocina del hotel, sino en los brazos de Hank…
Advertencia: Contiene sexo caliente bajo la luna, una tortuga melancólica, dos
ancianos ocurrentes, y el vestido de dama de honor más feo del mundo.
Promise Harbor Wedding #2
A
5
Traducido por LizC y âmenoire90
Corregido por Aniiuus
Promise Harbor, Massachusetts
reta se removió un poco, tratando de sostener su ramo de dama de
honor y al mismo tiempo mover el miriñaque del infierno lejos de la parte
posterior de sus rodillas. Este era sin duda el vestido de dama de honor
más espantoso en la historia de la humanidad. El volante verde vómito alrededor de sus
hombros se destacaba como un collar rígido, mientras que el verde más pálido de la falda
se parecía un poco a un paraguas invertido, gracias al miriñaque del infierno. Por lo
menos la longitud de la falda significaba que podía usar zapatos deportivos en lugar de
los tacones de diez centímetros que Bernice había propuesto originalmente.
Bernice Cabot era también dama de honor, pero de alguna manera había
terminado a cargo del vestuario de todas las damas en lugar de la novia, la cuñada de
Greta. Ella no conocía a Allie realmente del todo bien; cuando eran niñas, Allie había
pasado todo su tiempo con Josh, y él nunca quiso estar cerca de su mocosa hermana
menor. La diferencia de edad se interponía en el camino. Greta tenía la sensación de que
Allie le había pedido que fuera dama de honor solo para ser cortés.
No estaba segura de por qué Bernice había escogido los vestidos de las damas de
honor en lugar de Allie, pero realmente esperaba que no fuera porque a Allie le gustara
el gusto de Bernice. Estos sin duda eran los peores vestidos que Greta había visto en su
vida, y mucho peor, puesto.
Todavía podía sentir la crinolina picando a través de su forro de satén, incluso
después de haber logrado desplazarlo ligeramente hacia un lado y… ¿cuándo fue la
última vez que se había puesto un forro de todos modos? ¿En la escuela media? ¡Por
todos los cielos, las bodas eran divertidas! Tal vez solo debería evitarlas en el futuro.
G
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Después de todo, ya había tenido su propia experiencia con choques de trenes maritales.
Tal vez había desarrollado una especie de maldición con las bodas.
Su hermano, el Perfecto Josh, está en su firme posición mientras observa a su
futura cuñada, la Aún Más Perfecta Allie, flotar por el pasillo. En contraste con sus damas
de honor, el vestido de Allie era precioso. Tal vez porque Allie había logrado elegir su
propio vestido en lugar de dejar la tarea a Bernice. Sin embargo, los zapatos de Allie
eran… interesantes. Tenían unas enormes flores verdes artificiales en las puntas de los
pies. Cada vez que daba un paso el borde de su vestido parecía quedar atrapado en ellas.
Solo en una conjetura salvaje, Greta supuso que Bernice había tenido algo que ver con
esos zapatos. Mostraban su toque.
Justo ahora Bernice estaba detrás de Greta, temblando de éxtasis en su propia
versión rosa chicle del vestido de dama de honor más espantoso en la historia de la
humanidad mientras observaba la procesión nupcial. La mujer tenía una seria fijación con
Lo Que El Viento Se Llevó. Las tres damas de honor parecía que estaban listas para la
barbacoa en donde Tara. O, al menos, una barbacoa en el Pórtico de Pittypat.
Por alguna razón, ni Josh ni Allie parecía particularmente feliz, ciertamente no tan
feliz como deberían haber estado en el primer día del resto de sus vidas. Tal vez ambos
estaban nerviosos. Quizás la vestimenta del cortejo de Allie era tan incómoda como
aquellas que sus damas de honor habían sido forzadas a llevar de modo que se vieran
más similares a la señorita Scarlett. Esas cinturas de cuarenta y tres centímetros eran
unas desgracias.
La madre de Greta soltó un jadeo discreto en su asiento en la parte delantera de
la iglesia cuando Allie llegó al lado de Josh y traspasó su ramo a Greta. La madre de Greta
había estado lloriqueando durante una semana. Debe haber pasado por un caso de
Kleenex para ahora. Entre sollozando y murmurando “Lily estaría muy orgullosa” cada
cinco minutos, su madre probablemente no había tenido tiempo de darse cuenta de la
atrocidad que llevaba su hija.
Greta estudió a Allie. Podía jurar que su cuñada se estaba balanceando
ligeramente. Por supuesto, la novia había tenido una tremenda despedida de soltera la
noche anterior, pero no podía estar aún ebria. ¿Cierto? También se veía muy pálida, tan
pálida que su maquillaje se veía un poco como una máscara.
Josh se inclinó hacia ella, susurrando. Probablemente palabras dulces, aunque a
juzgar por la expresión de Josh eran más propensas a ser palabras agrias.O preocupadas.
Su hermano también se veía un poco pálido.
7
Greta se las había arreglado para no beber tanto como las otras damas de honor
la noche anterior. No era que estuviera tratando de mantenerse sobria, sino que las cosas
que estaban sirviendo en ese bar venían en colores que no se encuentran en la
naturaleza. Y en cierto modo, recordó al barman como alguien de su escuela primaria.
Que le sirvieran bebidas por el terror de la cancha de “balón prisionero” no le pareció
una buena idea.
El reverendo Morgan se aclaró la garganta.
—Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para unir a este hombre y a esta
mujer en sagrado matrimonio.
—Oh, demonios no.
¿Qué carajo? Greta giró hacia el fondo de la sala, junto con todos los demás en la
iglesia. Podía concordar con el sentimiento en general, pero no cuando se aplicaba a la
boda de su hermano mayor en particular.
—¿Gavin? —espetó Allie.
Greta entrecerró los ojos. En cierto modo reconoció al tipo de pie en el pasillo,
pero no exactamente. Era del puerto… de eso estaba segura. Llamado Gavin, de acuerdo
con la Aún Más Perfecta Allie. Probablemente, de la misma edad que Josh y Allie, lo que
le hacía demasiado viejo para Greta haber pasado el rato en el pasado.
Por otra parte, en estos momentos se parecía un poco a un refugiado de Los
Bosques del Norte viniendo a reclamar a su novia por correo. Barba, cabello largo hasta
el cuello, vaqueros, camiseta, sudadera con capucha que se estaba tornando gris en los
codos. Pensándolo bien, se parecía mucho al Unabombe1. Greta se encontró haciéndose
a un lado discretamente.
La expresión de Josh estaba en algún lugar entre la sorpresa y la furia.
—¿Ese es Gavin?
Allie asintió nerviosamente.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —le gruñó Josh al intruso.
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Unabomber: Theodore John Kaczynski (Chicago, Illinois, Estados Unidos, 22 de mayo de 1942), también
conocido con el sobrenombre de Unabomber, es un filósofo, matemático y neoludita estadounidense
conocido por enviar cartas bomba motivados por su análisis de la sociedad moderna tecnológica plasmado
en varios de sus escritos.
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Oh, vamos, es obvio lo que está haciendo. Él está destruyendo tu boda.
Greta estudió al aspirante de Unabomber con más cuidado. Tal vez el tipo era otro
sobreviviente al matrimonio tratando de acabar con todo el asunto práctico. O tal vez
había sido dejado fuera de la lista de invitados. Mierda, si ese era el problema, Greta con
mucho gusto le habría dado la suya.
—Estoy aquí para hablar con Allie.
Greta echó otro vistazo al refugiado de Los Bosques del Norte. Por mucho que
amaba a su hermano, tenía que admitir que este Gavin tenía cierto… algo. Lo cual, por
supuesto, hacía sus acciones actuales aún peor. Se suponía que los chicos tan atractivos
debían supuestamente pasar a la siguiente chica en lugar de perseguir a alguien que ya
estaba tomada.
Josh se interpuso entre su prometida y su competencia.
—Estamos en medio de algo.
—Sí, esto no puede esperar. —Gavin miró más allá de Josh a Allie—. Tengo que
hablar contigo. Ahora.
Los ojos de Allie se abrieron de par en par y se vio aún más pálida. Pálida a punto
de desmayarse en cualquier momento. Greta se puso rígida. Si Allie se desmayaba, ¿de
quién era responsabilidad atraparla? Las propias manos de Greta estaban actualmente
llenas con dos ramos de flores. Se preguntó si podía arrojarlos a una de las otras damas
de honor a tiempo para evitar que su casi cuñada golpeara el suelo.
Por otro lado, dada la cantidad de bebidas que Allie había tenido la noche
anterior, también había una muy buena probabilidad de que quizás estaría vomitando
pronto. Greta realmente consideró que el cuidado de eso debía ser responsabilidad de
otra persona. Esto no era nada de lo que había visto discutido en las diversas guías de
boda que había consultado antes de su propio pequeño viaje por el Pasillo Recto a la
Angustia. Nadie había dicho que la madrina de honor estaba a cargo de limpiar detrás de
los errores de la novia.
Gavin se dirigió hacia Allie, pero Josh se movió para bloquearlo.
—No lo creo, Gavin.
Greta se relajó. Al menos uno de los chicos podía atrapar a la novia desmayada si
lo peor se tornaba aún peor. Y dondequiera que Allie pudiera vomitar, no sería ni de lejos
cerca de Greta. Volvió a estudiar a Gavin-el-intruso. Definitivamente muy guapo. Parecía
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tener toda esa cosa de chico rudo con un corazón de oro. Lo contrario de su ex, el tipo
traicionero cuyo corazón estaba en realidad hecho de poliestireno.
Echó un vistazo a los primeros bancos. Su madre para variar había dejado caer su
pañuelo. Sus brillantes ojos azules estaban abiertos sorprendidos, sus labios rojos
fruncidos en una mueca. Greta supuso que ésta no era su idea de una boda adecuada.
Amplió su inspección para incluir al resto de la iglesia. Mierda, la gente estaba tomando
fotografías de este fiasco. Parecía que todas iban a terminar en Internet. Una vez que el
vídeo llegara YouTube, sería viral en cuestión de segundos.
—Escucha, puedo hacer esto aquí, delante de todo el pueblo. Me da lo mismo.
Me voy a ir de aquí con Allie de una manera u otra. Pero creo que mantener algo de esto
en privado podría ser apropiado. —Gavin se inclinó alrededor de Josh para mirar a Allie—
. Tengo algunas cosas que necesito decirte antes de que le digas “Acepto” a otro
hombre, Al.
¿Así que ahora quería privacidad? ¿Después de entrar a toda prisa por el pasillo
delante de toda la gente del puerto? Bueno, al menos nadie podía sugerir que el tipo no
tenía un par, probablemente latonadas también.
Josh suspiró, bajando la voz para que solo las personas en la parte delantera de
la iglesia pudieran oír.
—No hagas esto, Gavin. ¿No te has metido con ella lo suficiente? Déjala ser feliz.
—Eso es exactamente lo que quiero hacer. ¿Es eso lo que tú quieres?
—Estoy de pie junto a ella vistiendo un traje frente a un ministro. ¿Tú qué crees?
Greta medio esperó que se insultaran para una comparación rápida. La boda
estaba descendiendo rápidamente a una pelea a gritos.
—Creo que si no la dejas hablar conmigo, sabes que siempre se lo preguntará. No
quieres que haga eso, ¿verdad? ¿Que tu esposa se esté preguntando acerca de otro
hombre?
En realidad, buena pregunta. Greta cambió el ramo de la novia a su otro lado de
modo que pudiera moverse un poco más cerca. Esto era mejor que Lifetime. ¿Quién sabía
que la vida de su hermano tenía este gran drama? Josh había sido siempre el Sr.
Responsable, orgullo de los Brewster. Nunca jodía las cosas. Era una regla. Y ahora
parecía que su vida caía en picada, no muy diferente a la de Greta.
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Trató de sacar a relucir algún sentido de indignación por Gavin Como Fuera Que
Se Llamara y fracasó por completo. Para empezar, había tenido la sospecha de que Josh
y Allie no eran del todo el uno para el otro, a pesar de su perfección personal. Eran lo
suficientemente cariñosos, pero no… ardientes. No apasionados del tipo no-puedo-
esperar-a-quitarte-la-ropa. Por supuesto, ¿quién era ella para hablar de pasión? Ella
prácticamente había tenido que concertar una cita para tener sexo con Ryan.
El ver a Allie engullir un número ridículo de bebidas realmente horribles la noche
anterior había cimentado su impresión: Allie no se estaba comportando en pleno modo
de novia alegre como debería comportarse. Por supuesto, eso podría haber sido porque
Allie era mucho más sensata de lo que Greta misma había sido nunca. Jamás la ves
metiéndose en algo así como un mal matrimonio. Solo ahora parecía que no hacía lo
correcto. Tal vez Greta y su próxima cuñada tenían más en común de lo que nunca se
había dado cuenta.
Josh dejó escapar un largo suspiro y pasó su mano por su cabello. Greta se
preguntó si alguna vez lo había visto así de frustrado antes. Luego él medio volteó hacia
su prometida.
—¿Allie?
Allie se volvió hacia Gavin el Guapo. Parecía que una vez más estaba tratando de
ordenar sus pensamientos errantes.
—¿Qué podría preguntarme?
—Te preguntarías qué tenía que decirte con tanto ahínco como para volar más
de cuatro mil kilómetros y correr hasta aquí para detener tu boda.
Allie lo miró fijamente durante un largo momento, luego cambió su mirada hacia
la congregación que esperaba sin aliento por lo que sea jodidamente que estaba
planeando decir. No había ni un sonido en la iglesia más allá del complemento ocasional
de un obturador de la cámara.
Greta reprimió el deseo de rascar el miriñaque de nuevo.
—¿Allie? —El Guapo pareció ligeramente preocupado.
—Es demasiado tarde —susurró Allie.
Greta echó una mirada más de cerca a su casi cuñada. Todavía lucía inmaculada,
aunque un poco verde… aun así más que perfecta. Pero había lágrimas en sus ojos.
Bueno, mierda.
11
En la considerada opinión de Greta, Josh estaba jodido.
—Tonterías —dijo Gavin Quien Sea Que Fuera. Dio un paso adelante, esquivando
a Josh, se inclinó y recogió a Allie en sus brazos, luego se dirigió a la puerta lateral,
viéndose algo así como Rhett llevando a Scarlett por esas escaleras. Bernice Cabot
estaba probablemente extática.
—¡Gavin! —Allie dio un par de patadas a medias, pero parecía haber apretado su
agarre.
—Solo un maldito minuto… —comenzó Josh.
—Dame una oportunidad —dijo Gavin, volviéndose de nuevo—. Déjame hablar
con ella. Déjame decirle lo que he venido a decir. Luego, si quiere volver, yo mismo voy
acompañarla hasta el altar.
Y los duendes cantarán mientras los unicornios retozan en los helechos. Esa fue
probablemente la única petición más indignante que Greta había oído a alguien hacer en
una boda. También era probablemente un signo de su propia actitud hacia el
matrimonio, que no parecía ser tan descabellada.
Claro. Salir para una luna de miel de prueba con otra persona. Si no funciona,
siempre puedes volver para un segundo intento con el novio número uno.
Por otro lado, el Guapo claramente estaba delirando. ¿De verdad creía que Josh
esperaría mientras otro chico lo intentaba con su prometida, para luego llevarla de
vuelta, sin hacer preguntas? ¿Acaso Allie pensaba eso? ¿Alguien además del Guapo
realmente creía que esto era una idea viable? Greta se inclinó hacia delante para ver lo
que sucedería a continuación, equilibrando los ramos de flores en su cadera.
Josh miró a Allie, quien había dejado de luchar por el momento. Greta robó una
mirada a su madre. Su rostro estaba rígido por la sorpresa, la mano con el pañuelo de
papel curvado en un puño a su lado. Genial. Greta tenía la sensación de que estaría
haciendo control de daños con mamá tan pronto como esto hubiera terminado.
Gavin el Guapo murmuró algo al oído de Allie. En este caso, probablemente eran
dulces nadas, dada la débil sonrisa que flotó en sus labios mientras susurraba algo a
cambio.
Josh tomó aliento para decir algo más, pero el Guapo aparentemente se sentía de
la misma forma que Greta lo hacía sobre toda la escena. Tiempo de terminar esto. Dio
media vuelta y se dirigió hacia la puerta lateral del santuario, la prometida de Josh
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todavía acurrucada en sus brazos. La Sra. Gurney, la pianista, amablemente abrió la
puerta para él; Greta supuso que podía despedirse de su pago por la música de la boda.
El momento pareció colgar suspendido en silencio. Josh se quedó mirando tras
su prometida. La madre de Greta se quedó mirando a su futura nuera. O la mujer que
había sido su futura cuñada hasta hace cinco minutos. Por el momento, la perspectiva de
Allie y Josh casándose parecía bastante remota.
Luego Josh se volvió y pisoteó detrás de ellos, abriendo la puerta sin la ayuda de
la Sra. Gurney. Greta corrió tras él, con los dos ramos todavía aferrados en sus manos.
Detrás de ella, las cámaras de los teléfonos celulares hacían clic, al parecer, grabando
cada momento de este debacle para futuras referencias. Greta logró abstenerse de
girarse hacia los fotógrafos. Pensó que solo empeoraría las cosas.
Greta oyó a Josh gritar: “Esperen”, mientras abría la puerta.
El Guapo se giró hacia la acera fuera de la iglesia, Allie aún acunada en sus brazos
mientras Josh caminaba a toda prisa hacia ellos, con el ceño fruncido. Greta no estaba
segura de haber visto antes a su hermano con el ceño fruncido.
Josh apretaba sus maños en puños a sus costados.
—¿Qué diablos, Allie? ¿Te vas con él?
Gavin entrecerró sus ojos.
—Allie me llamó anoche.
Greta parpadeó. Bueno, demonios.
Como la madrina de honor probablemente debería haber confiscado el teléfono
de Allie. Pero, ¿quién sabía que tenía eso en mente? La mayoría de las próximas novias
borrachas le marcaban al chico al que querían gritar lero, lero, no al chico que querían
tener llevándolas hacia el altar. El hecho de que Allie aún tenía a alguien que quería que
la llevara hacia el altar era tal vez una indicación de que la boda en sí no era tan buena
idea.
Josh se enderezó, mirando a Allie.
—¿En serio?
Allie chilló. Estaba perdiendo puntos de perfección por segundo. Gavin Quien Sea
cuadró su mandíbula ya cuadrada.
13
—Me llamó y me dijo que siempre me amaría.
Oh, vaya manera de restregarlo, Guapo. Ahora Allie gimió, cerrando sus ojos. Greta
tenía la sensación de que un gemido o dos no serían suficientes para hacer a su hermano
retroceder.
Josh se cruzó de brazos.
—¿Allie? ¿Es eso cierto?
Hubo otra de esas pausas largas.
—Bueno… —murmuró Allie.
Josh negó con la cabeza.
—Jesucristo. ¿Estabas ebria? —Sonó como si estuviera apretando sus dientes.
—Tal vez un poco.
¿Un poco? Oh, Allie estaba perdiendo esos puntos de perfección de izquierda a
derecha ahora.
—¿Llamaste a Gavin la noche antes de nuestra boda y le has dicho que siempre lo
amarías? —Josh estaba mirándola como si nunca la hubiera visto antes.
Allie lamió sus labios.
—No exactamente —dijo—. No le dije que viniera ni nada así. No le dije que lo
amaba.
—Allie. Nos estamos casando —dijo Josh rotundamente—. Simplemente no
cambias de opinión en el último momento en algo como esto.
—Lo siento —susurró.
Claro. Greta no era abogado, pero tenía la sensación de que la defensa no iba a
funcionar.
—Eso es todo lo que necesitaba escuchar. —El Guapo presionó su agarre sobre
Allie otra vez y luego se encaminó por la acera.
Greta presionó sus labios, mirando el músculo de la mandíbula de su hermano
tensarse. De repente, ella realmente quería que todo esto acabase. Déjalo ir. Solo déjalo
14
ir. Tragó saliva. Incluso con su propio cinismo duramente ganado sobre el matrimonio,
sería difícil superar los últimos diez minutos, en términos de desastres matrimoniales.
Detrás de ella, oyó a alguien quedar sin aliento. Genial. Al parecer, no había sido
la única en seguirlos fuera de la iglesia. Greta giró rápidamente, lista para decirle a quien
sea que se fuera de regreso al interior y se callará, y vio a Devon Grant, la ex de Josh, de
pie a unos metros de distancia.
Solo a juzgar por la forma en que estaba mirando a Josh en este momento, no era
tan ex después de todo. Sus oscuros ojos marrones estaban muy abiertos y se mordía el
labio inferior mientras observaba el desarrollo del drama frente a ella.
Greta tomó otra serie de respiraciones profundas. De todos modos, esto se
estaba volviendo demasiado complicado. Se dio la vuelta y se metió de nuevo en la
iglesia. Dejaría que lo averiguaran por sí mismos, ella había terminado absolutamente.
Su madre estaba de pie en medio del pasillo. Su tocado de encaje se había
desplazado hacia delante sobre uno de sus ojos y su tafetán azul marino estaba
definitivamente mostrando pliegues. Greta dedujo que si mamá hubiera tenido a un
programador de videojuegos, Gavin Quien Fuera sería una simple mancha de grasa para
este momento.
Levantó una ceja hacia Greta. Greta negó con la cabeza. El músculo en la
mandíbula de mamá se tensó justo como el de la mandíbula de Josh.
El nivel de ruido en la iglesia aumentó hasta ser ensordecedor. Entonces mamá
empujó su tocado de nuevo en su lugar, sus labios estrechándose en una línea muy
delgada, como un general preparándose para conducir a sus tropas a un ataque suicida.
Se volvió hacia los invitados a la boda, aplaudiendo por su atención.
—Muy bien, todo el mundo —gritó—. Hay comida en el Promise Harbor Inn. Todo
está pagado. Vayan y disfruten ustedes mismos. No hay razón para que se arruine el día
de todo el mundo. Siento un dolor de cabeza aproximarse.
Levantó la cabeza, examinando a la multitud imperiosamente, luego giró sobre
sus talones hacia la misma puerta lateral que todos los demás habían utilizado, la abrió
con fuerza y luego la cerró de golpe detrás de ella sin mirar atrás.
A medida que el nivel de ruido en la sala se levantaba hasta ser ensordecedor una
vez más, Greta se quedó mirando al ramo de novia que seguía aferrando en sus manos,
preguntándose exactamente lo que se suponía que debía hacer con él. Si lo lanzaba a la
15
multitud, ¿la persona que lo atrapara sería la siguiente en tener una ruptura traumática?
Probablemente sería mejor no averiguarlo.
Se arrodilló y colocó el ramo delante del altar, algo así como una ofrenda, aunque
no estaba segura para quién. Tal vez para el dios del caos.
Luego se enderezó de nuevo, mirando a la puerta donde su madre, hermano,
prospecto de cuñada y otras varias personas importantes acababan de desaparecer. No
tenía ninguna intención de seguirlos.
Lo que sea que estaba sucediendo afuera no era algo de lo que quisiera ser parte.
Y este probablemente no era el mejor momento para darle la noticia a su madre,
acerca de su propio divorcio.
16
Traducido por Booklover:3 y Daianandrea
Corregido por Aniiuus
l salón en el Promise Harbor Inn, donde se suponía que tendría lugar la
recepción de la boda impresionó a Greta ante su poca calidad. Por un lado,
no daba hacia el mar. Las ventanas tenían una gran vista del
estacionamiento de la posada, un agradable paisaje, de seguro, pero no precisamente
pintoresco. Sin embargo, había un montón de comida, incluyendo un pastel de boda de
fantasía con flores de algodón de azúcar lavanda. Le dio una rápida revisión crítica. Un
poco exagerado, pero estaba bien. En cierto modo, era de esperarse. Sin embargo, los
pasteles de boda definitivamente no eran su especialidad.
Se preguntó si podían obtener un reembolso por él, ya que nadie iba a cortarlo.
Tal vez el panadero podría venderlo a una pareja con poca mentalidad a quienes no les
importara un poco de mal karma.
A su alrededor se oía el murmullo de los chismes moviéndose a toda marcha.
—Bueno, sabías sobre ella y Gavin Montgomery, ¿cierto? Escuché que fue por
muchos años. Solo estoy sorprendida de que él tuviera el descaro de aparecer.
La mujer con el vestido floreado lucía vagamente familiar, de la misma manera en
que la mayor parte de las personas en la habitación lo hacía; tal vez una bibliotecaria, o
alguien que trabajaba en la oficina de correos. Ahora, por supuesto, parecía como la
organizadora de un linchamiento.
—Aunque, todo funcionó a su favor, ¿no? Debe haber sabido que ella no iba a
llegar hasta el final con esto.
Esa sonó como a la Sra. Grossblatt, de la agencia de seguros. No es que fueran los
únicos diciendo lo que estaban diciendo. Frases flotaban por todas partes.
—...debe haber estado viéndolo durante todo el tiempo…
—…siempre pensé que había algo malo…
E
17
—…la secuestró de la iglesia…
—…ese chico fue siempre una mala semilla…
—…oí que la ley fue tras él por el secuestro… Hayley Stone…
—…Lily debe estar revolviéndose en su tumba…
—…pobre Josh…
—…pobre Sophie…
Pobre Greta. Hizo un rápido análisis de la habitación, con la esperanza de que su
madre podría haber decidido aparecer después de todo. No hubo suerte, por supuesto.
El único miembro de la familia que vio en el lugar era el hermano de Allie, Charlie,
apoyado en una esquina con una cerveza y el tipo de expresión que desalienta a
cualquier persona de hablar con él.
Greta no tenía intención de hablar con él. De hecho, tenía toda la intención de
escabullirse una vez más por la puerta tan pronto como fuera posible. Había comenzado
a avanzar en esa dirección cuando alguien agarró su brazo con tanta fuerza que le
preocupó su circulación. Se volvió para ver a la Sra. Terwilliger de la tienda de
comestibles mirándola con afilados ojos negros, luciendo un poco similar a una urraca.
—¿Cómo está llevándolo tu madre Sophie, querida? ―Greta podría jurar que
estaba salivando.
¿Quieres decir a diferencia de mi madre Tatiana?
—No he hablado con ella desde la ceremonia. Estaba dirigiéndome allí ahora. —
Greta trató de soltar su brazo del agarre de la Sra. Terwilliger, pero la mujer se colgaba
como un percebe incrustado.
—Estoy segura que está devastada. ¿Y tu pobre hermano? ¡Qué cosa tan terrible
para suceder en el día de su boda! Debe estar muy mal. ―Las uñas de la Sra. Terwilliger
se encajaron un poco más profundo en el brazo de Greta.
Greta consiguió esbozar una pequeña sonrisa.
—Sin duda. Justo estoy de camino a…
—Así que, ¿alguien lo vio venir? Quiero decir, Josh tenía que saber acerca de Allie
y ese Gavin Montgomery, ¿no? ¿Sabía que todavía se estaban viendo? Deben haberlo
18
estado, ¿no te parece? ―Los ojos de la Sra. Terwilliger se volvieron aún más brillantes.
Estaba pasando de urraca a buitre.
Greta retomó su ritmo poco a poco mientras se dirigía a la puerta, arrastrando a
la Sra. Terwilliger junto con ella.
—Realmente no sé nada al respecto.
—¿Entonces ella le dijo que todo había terminado entre ella y Gavin? Parece que
no era del todo cierto, ¿verdad? ¿A menos que tú creas que él la secuestró?
Greta podía ver la puerta abierta delante de ella. Se dio la vuelta rápidamente,
dejando que todo el peso del miriñaque del infierno golpeara a la Sra. Terwilliger en las
rodillas. La Sra. Terwilliger saltó hacia atrás con un graznido, dejando caer su brazo.
—Lo siento. —Greta sonrió dulcemente—. Feliz caza. O lo que sea que estés
haciendo. ―Se dio la vuelta y se marchó por la puerta; la expresión indignada de la Sra.
Terwilliger: “Jamás lo haría…” resonó en sus oídos.
Greta se imaginó que probablemente no estaba haciendo mucho para reforzar su
reputación como una persona responsable, pero en ese momento su reputación era la
menor de sus preocupaciones. Recogió su falda y corrió por el pasillo, haciendo todo lo
posible para evitar a todas las personas que trataban de llamar su atención. Bernice
Cabot estaba parada fuera de la puerta de la suite donde Allie se había metido para
vestirse, con los brazos cruzados sobre su más-que-amplio pecho. El volante alrededor
de sus hombros podría haber servido como una bandeja de aperitivos.
—¿Allie está ahí? —Greta asintió hacia la suite.
Bernice negó con la cabeza.
—No sé a dónde fueron. Solo pensé que alguien debería mantener lejos a los
buitres y evitar que entren allí.
—Suena como un plan. ―Greta suspiró―. ¿Has visto a mi madre?
Bernice se encogió de hombros.
—Tal vez se fue a casa.
—Tal vez lo hizo.
Greta cambió de rumbo y se dirigió al estacionamiento, deteniéndose solo en la
sala de las damas de honor para tomar el pequeño bolso que tenía su teléfono celular,
19
su billetera y las llaves del auto. Regresar a casa tenía cierto sentido, a pesar de que
significaba que ella y su madre estarían defendiéndose de todas las Sra. Terwilligers en
Promise Harbor que consiguieran pasar por allá y compartir los jugosos detalles que
habían sido capaces de fabricar durante la última media hora. Realmente debería ir a casa
a ayudar. Su madre no debería tener que luchar contra las malas lenguas de la ciudad por
sí sola.
Subió a su auto, amontonó su falda y miriñaque a su alrededor como fideos
empaquetados. La primera cosa por hacer una vez que regresara a su habitación en casa
sería despojarse de esta monstruosidad y dejarlo caer en el bote de basura más grande
de la propiedad de su madre. Después de eso, nunca, jamás accedería en ser la dama de
honor de alguien otra vez.
Lo cual debería ser bastante fácil, ya que nunca, jamás estaría cerca de otra boda.
Si la presionaban, siempre podría afirmar que la gasa le daba urticaria. No que el vestido
de dama de honor más espantoso en la historia de la humanidad se hiciera con gasa real.
Más que nada, como un tejido fabricado en las entrañas de una empresa química con
precio rebajado.
Dio la vuelta a la esquina y detuvo su auto en la acera, estudiando la casa donde
se había criado. La casa que probablemente albergaba una junta importante de vecinos
entrometidos en este momento. De madera blanca, con frontones y un amplio porche.
Parecía que su madre había conseguido pintar las persianas. El barniz negro brillaba bajo
el sol. Probablemente trató de conseguir reparar la casa para la boda.
Greta cerró los ojos, inclinándose hacia delante para descansar su frente contra
el volante. La Boda Que No Fue. Su madre había gastado tanto tiempo y energía en la
planificación de esta boda, y ahora lucía como si hubiera gastado por lo menos una buena
cantidad de dinero. Todo para nada.
Su madre había sonado deprimida durante un año o algo así después de que el
padre de Greta murió, y había estado peor cuando su mejor amiga, Lily, la madre de Allie,
había muerto también. La boda definitivamente levantó su ánimo. Greta solo esperaba
que la fuga no planificada no la deprimiera una vez más.
Giró la cabeza y miró la calzada. El Volvo de su madre estaba estacionado junto a
la casa, con otros dos autos detrás de él. Uno que no reconoció, pero el otro era el auto
de Owen Ralston. El padre de Allie. Genial. Bueno, al menos tendrían algo de qué hablar.
Y tal vez Owen podría ayudarla a defenderse de las malas lenguas más agresivas antes
de que hicieran a su madre decir algo que en realidad podría arrepentirse. Owen sería
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mucho mejor haciendo eso de lo que Greta podría. Era, después de todo, un hombre muy
agradable, mientras Greta tenía una larga historia por decir cosas que lamentar.
Pasó su mano por la parte posterior de su cuello, mirando a la puerta principal.
Debería entrar. Realmente debería. A pesar de que no podía pensar en nada que pudiera
hacer o decir que haría que su madre se sintiera mejor. Aunque sus antecedentes en
cuanto al consuelo o la resolución de problemas eran irregulares en el mejor caso. A
pesar de que lo haría, en algún momento, tendría que dejar caer otra gran ración de
mierda en el regazo de su madre cuando finalmente se decidiera a explicar su propio
matrimonio, lo que significaba, por supuesto, su propio divorcio.
Maldito seas, Ryan. Todo esto es tu culpa. Greta sabía que lo que estaba diciendo
era ilógico, pero aun así la hizo sentir mejor. A estas alturas, estaba dispuesta a culpar a
Ryan por cualquier cosa como en el Gran Robo del Tren.
Y Dorothy también, soltó. Oh, sí, sobretodo Dorothy.
Se recostó en su asiento de nuevo, girando la llave en el contacto. En realidad, no
estaba lista para ir a esa casa con mamá, Owen y los vecinos y luego darle a su madre
otra serie de problemas con los que tratar. Tal vez después, como, digamos mañana. Se
decidiría a hacerlo. Realmente lo haría.
Dio la vuelta al auto para alejarse de los alrededores del puerto, rumbo a la
Autopista Uno. Tal vez una hora de paseo junto a los acantilados ayudaría a despejar su
cabeza. Y tal vez cuando volviera, habría encontrado una manera de explicarlo todo de
forma racional a su madre.
Sí, claro, Greta. Justo como siempre lo haces.
* * *
Hank Mitchell miró hacia abajo a su pie, todavía encajado con fuerza, todavía sin
moverse. Las rocas en esa parte de la pared se habían visto lo suficientemente
resistentes cuando las había pisado. En el momento en que se había dado cuenta de lo
poco resistentes que realmente eran, y que estaban listas para desmoronarse bajo su
peso, ya era demasiado tarde para volver atrás. Ya había intentado sacar el pie de su
zapato, pero las rocas a ambos lados estaban apretadas demasiado fuerte como para
conseguir soltarse.
21
Está bien, ¿cuántas veces en los últimos años le has dicho a los pasantes que nunca
vayan a una excavación solos? Al parecer, no las suficientes veces para entrar en su dura
cabeza. Ahora estaba de pie en la base de un muro de un metro, los posibles restos de
un asentamiento Wampanoag2, su pie muy atascado en medio de algunas rocas
Wampanoag que se habían derrumbado cuando había pisado en el lugar equivocado. No
tenía el ángulo correcto para hacer palanca y quitar las rocas, y no tenía ninguna
herramienta que pudiera hacer que fuera más fácil.
Si fuera un hombre supersticioso, diría que los Wampanoag estaban vengándose
de él. Si así fuera, estaban haciendo un maldito buen trabajo.
Revisó alrededor de la excavación una vez más, esperando encontrar algo que
podría haber cambiado en los tres minutos desde la última vez que miró y encontrar
algún tipo de herramienta que pudiera usar para hacer palanca y soltarse. Su notebook
y su teléfono celular seguían donde los había dejado al lado de la escalera,
completamente lejos de su alcance, junto a su pico y pala. Podría tratar de acostarse para
ver si podía tocarlos, pero sospechaba que sus rodillas no se doblarían exactamente en
esa dirección.
Seguramente las hermanas lo echarían de menos en algún momento. Incluso si
Alice no lo hacía, seguramente se le ocurriría a Nadia que no había estado presente
cuando debería haber estado. Por supuesto, no tenía exactamente un horario regular en
la Casa Dubrovnik. Podrían incluso no darse cuenta que no había vuelto a casa hasta
haberse ausentado un par de días.
Iba a tener mucha hambre en dos días, por no mencionar la sed. Al menos el
metro y medio de profundidad de la excavación le impedirían pasar frío por el viento.
A menos que lloviera. Como lo había hecho regularmente durante el último mes.
Hank suspiró. Probablemente iba a morir aquí. Como mínimo, pasaría hambre,
sed e iba a estar mojado. Y todo era el resultado de su propia idiotez, lo cual lo hacía
mucho peor. Alice probablemente diría que se lo dijo, aunque estaba bastante seguro
que ni siquiera sus grandes quejas habían cubierto jamás esta situación especial.
Se tensó. Por un momento, podría haber jurado escuchar algún susurro.
Probablemente un conejo o algo en la maleza. Y no podía pensar en ninguna manera de
utilizar un conejo para rescatarse.
2
Wampanoag: Tribu algonquina, viven en los estados de Rhode Island y Massachusetts, en Martha’s
Vineyard, las Bahías de Bristol y Narragansett y las orillas del río Pawtucket.
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Esperó, escuchando de nuevo. El susurro parecía más persistente que un conejo,
y se estaba acercando. Hizo un rápido recorrido de una lista de grandes animales que se
encuentran en los bosques de Massachusetts. Osos y alces eran posibles, pero poco
probables. Los coyotes eran más probables pero no preocupantes a menos que
decidieran que él era una presa fácil. Lo más probable era que fuera otro tipo de animal.
Tal vez un zorro o un pavo salvaje.
Para ahora estaba bastante curioso sobre el origen del ruido como para tratar de
estirar el cuello y tratar de ver por encima del borde de la excavación. Además, un pavo
salvaje pasando por allí proporcionaría un poco de distracción momentánea de su pie
entumecido encajado aún en las rocas.
Por un momento, creyó ver a alguien moviéndose a lo largo del borde de los
árboles, un destello de color en la oscuridad de la maleza. Hank parpadeó. La excavación
estaba claramente demarcada con señales de Peligro y No Pase. Había querido poner una
cerca, pero las autoridades estatales lo habían anulado. Aun así, nadie iba a pasar por
aquí. Desafortunadamente.
Pero si alguien pasaba, podría al menos sacarlo de este agujero.
—¿Hola? —llamó—. ¿Hay alguien ahí?
El murmullo se detuvo por un momento, y entonces empezó de nuevo,
comenzando a acercarse. Hank se esforzó por ver más allá del borde de la excavación.
—Ten cuidado —llamó—. Hay una excavación aquí.
Lo que vio a continuación lo convenció de que estaba alucinando. La mujer estaba
vestida como algo salido de una película: una enorme falda acampanada cubierta con
volantes, una faja amplia en la cintura, un escote de corte bajo que se extendía por sus
hombros y revelaban lo que parecían ser más que respetables pechos. Después de un
momento, ella se arrodilló en el borde, asomándose hacia abajo y él entonces vio un
cabello corto marrón y unos ojos oscuros.
—Hola —dijo ella.
—Hola. —Él tomó una respiración rápida, pidiéndole a Dios que fuera real y no un
sueño particularmente extraño—. ¿Podrías venir aquí y darme una mano? Estoy
atascado.
Su frente se frunció ligeramente.
—Probablemente. ¿Qué necesitas exactamente?
23
—Mi pie está atascado aquí. —Señaló a su pie, todavía apretado entre dos
grandes rocas—. Tal vez podrías ayudarme a tirar de las grandes rocas a un lado para
entonces poder soltarme.
Ella frunció el ceño, considerándolo.
—¿Qué tal si lo sacas de tu zapato?
Él sacudió su cabeza.
—Traté eso. Está demasiado ajustado. No puedo sacar mi pie del zapato.
—Oh. —Ella todavía estaba frunciendo el ceño—. Está bien, solo un minuto. —
Desapareció del borde, y por un momento estuvo excesivamente asustado de que se
hubiese ido. Entonces vio la falda en forma de campana en la parte superior de la
escalera—. Espera. Esto puede tomar un tiempo —dijo ella alegremente—. Esta falda no
está hecha para subir y bajar escaleras.
—Está bien. Tómate tu tiempo. No te lastimes. ―Se inclinó un poco hacia atrás
contra el borde de la excavación. Todavía no estaba completamente seguro de no estar
alucinando, pero al menos era más entretenido que estar preguntándose si tendría que
amputarse su propio pie con su navaja.
Vio la enorme falda verde flotando despacio por la escalera. Dado la mitad de la
muchacha que pudo ver desde la cintura para arriba, asumió que había piernas y un
extremo inferior en alguna parte, pero no había forma de saberlo por lo que podía ver
actualmente. Se parecía un poco a una de esas muñecas que tenían un cono debajo del
vestido. Le había dado una de esas a su sobrina por Navidad hace un par de años.
Enfócate, Mitchell. No es momento para dejar vagar a tu mente. Tal vez realmente
estaba alucinando.
La chica del vestido verde llegó al pie de la escalera, levantando su falda para
estabilizarse. Notó que llevaba zapatillas deportivas. Era buena cosa. Probablemente no
podría haber bajado la escalera si tenía que preocuparse de sus zapatos y de su falda.
Ella le dio una brillante sonrisa, empujando su flequillo lejos de sus ojos.
—¿Ahora qué?
—Mi pie está metido en la base de la pared. Tal vez podrías empujar las piedras a
un lado y yo podría inclinarme para empujar en el otro. No puedo hacer la suficiente
palanca para hacerlo todo por mi cuenta.
24
En realidad, no podía hacer palanca con nada dado que apenas podía llegar a las
rocas como estaba.
La muchacha frunció el ceño de nuevo.
—Déjame tratar. -—Se inclinó hacia sus pies, dándole una gran vista de su escote.
Jesús, Mitchell, está tratando de ayudarte. No te la comas con los ojos.
Él también trató de agacharse, intentado esquivarla cuando ella levantó la cabeza
de repente.
—Mira, solo mantente de pie, ¿bien? Realmente no hay lugar aquí para que
también estés agachado. —Le dio una rápida sonrisa, y entonces agachó de nuevo la
cabeza—. ¿Estoy en lo cierto en que prefieres que yo no haga nada que pueda derribar
toda la pared a medida que sacas el pie?
Hank cerró sus ojos por un momento. Dos años de trabajo quedarían en un
revoltijo de piedras.
—Eso sería un gran sí.
—Bueno entonces, solo relájate. Debería tener esto hecho en… ―Se inclinó más,
haciendo algo misterioso con las piedras que involucró una gran cantidad de empujes. El
escote de su vestido cayó peligrosamente. Hank se obligó a estudiar las nubes―. ¿Qué
es este lugar de todos modos? —preguntó con voz apagada.
—Es un pueblo antiguo. Del siglo XIV o XV.
—¿Y las personas que vivieron aquí construyeron la pared?
Él se encogió de hombros.
—Puede ser. No está del todo claro si la pared era parte de ello o si vino después.
Algunas de las cuevas de por aquí se utilizaron como sótanos, y pueden haber sido
utilizados para otros fines anteriores…
—¡Lo tengo! —gritó, y Hank se tambaleó hacia atrás ya que la presión en el pie
fue liberada repentinamente―. Vaya. —Ella se puso de pie, agarrándolo por los brazos
para que no colapsara.
—Está bien. Estoy bien. Gracias. ―Empezó a retroceder mientras ella lo soltaba,
pero cuando puso su peso sobre el pie que acababa de ser liberado, la repentina
descarga de agonía lo mandó sobre sus rodillas. Repitió la mayor parte de su extensa
25
colección de obscenidades antes de mirar hacia arriba para ver que ella lo miraba con
una expresión ligeramente burlona.
—Asumo que te duele.
Él asintió, respirando profundamente.
—Déjame ver. Es probable que se te haya roto. ―Se agachó para mirar su pie,
como si pudiera ver la estructura ósea a través de su zapato. Tal vez tenía visión de rayos
X.
Hank sacudió su cabeza.
—No lo creo. Creo que solo está magullado. O tal vez un esguince. De todos
modos, no creo que pueda poner mucho peso sobre él. ―Le dio una mirada a la escalera.
La extremadamente corta escalera que a veces evitaba por completo al saltar en la
excavación sin molestarse en trepar. De repente parecía demasiada alta.
La chica siguió su mirada. Luego le devolvió la mirada, con la frente fruncida.
—Está bien. —Hank la tranquilizó—. Puedo hacerlo. ―Empezó a empujarse,
tratando de no poner ningún peso sobre el pie. No pareció estar haciendo ningún
progreso en general.
La muchacha se limpió las manos en su falda de gasa verde, dejando un par de
vetas sucias.
—Muy bien, esto es lo que haremos. Empiezas a subir la escalera e iré detrás de
ti. Debería ser capaz de empujarte frente a mí para que no uses tu pie malo.
Hank consideró las posiciones relativas de los cuerpos en las particulares
maniobras que estaba sugiriendo. Podría ser interesante. Por otro lado, estaba la
posibilidad muy real de que se cayera de la escalera y aterrizara sobre ella, lo cual no sería
lo mejor y no estaba en cualquiera de sus listas por el momento. Suspiró.
—Bueno. Vamos a intentarlo.
Él puso una mano sobre su hombro de modo que ella pudiera ayudarlo a subir en
la escalera, entonces descansó su pie bueno en el peldaño más bajo.
—¿Lista?
—¡Oh sí! —Le sonrió.
26
Empezó a girarse, y luego se volvió.
—Espera, una pregunta. ¿Cuál es tu nombre?
Ella se detuvo por un momento, como si tuviera que pensar en ello.
—Greta Brewster. —Le tendió una mano—. ¿Y tú?
Él estrechó su mano.
—Hank Mitchell. Gracias por sacarme del hoyo.
Ella sonrió de nuevo. Era una muy bonita sonrisa. Le daba un aspecto de duende
con su cabello corto, ahora un tanto revuelto después de haber trabajado en su pie.
—Aún no te he liberado del todo —dijo―. Dame las gracias cuando estemos
fuera del agujero.
—Cierto. ―Suspiró, volviendo de nuevo a la escalera. Supuso que había cosas
peores que tener las manos de una mujer extraña en su trasero.
27
Traducido por Verae y LizC
Corregido por Beatrix85
reta no estaba segura de por qué se sintió tan alegre de repente.
Acababa de sacar a un completo extraño de un agujero empujando su
trasero por una escalera. No era exactamente la forma en que había
esperado pasar su tarde, pero realmente era mucho mejor que pasear por el puerto,
esquivando a su madre y escuchando a todo el mundo burlarse de su hermano y su ex
prometida.
Y por una vez parecía que seguir sus impulsos había funcionado, después de todo,
acababa de rescatar a alguien.
Ahora el rescatado, un tal Hank Mitchell, se sentaba en un montón de tierra en la
parte superior del agujero, recuperando su respiración. Básicamente había salido por su
mano mientras lo empujaba por detrás, y él parecía abatido. También se veía bastante
sexy, incluso en su estado desaliñado. Cabello rubio oscuro, ojos verdes, pecho y brazos
bien tonificados, probablemente de cavar el considerable agujero de donde lo había
sacado.
Esos músculos le habían venido muy bien a la hora de sacarse a sí mismo de la
excavación. Junto con los propios esfuerzos de ella, por supuesto. Rara vez se había
encontrado con una situación en la que teniendo ambas manos en el trasero de un
hombre fuese una actividad totalmente altruista. Pero por divertida que hubiese sido la
tarde, probablemente era tiempo de regresar.
—¿Tienes tu auto aquí?
Asintió lentamente, haciendo un gesto hacia un claro a un lado.
—Una camioneta. Por ahí. Aunque no estoy seguro de que pueda conducir. —
Miró su pie lesionado.
Greta frunció el ceño. Tenía razón. Presionar el acelerador y el freno sería horrible.
G
28
—¿A qué distancia está tu casa?
—Alrededor de ocho kilómetros. Tengo un apartamento en Tompkins Corners.
Ella trató de recordar si alguna vez había oído hablar de un lugar llamado
Tompkins Corners antes. Estaba bastante segura de que no.
—Podría llevarte ahí si consideras que tu camioneta va a estar bien aquí.
Se encogió de hombros.
—Probablemente. No mucha gente viene a caminar por estos bosques —dijo y le
dio una mirada inquisitiva.
—Estaba camino hacia la costa —dijo ella rápidamente. Por supuesto, había
estado yendo exactamente en la dirección equivocada, si ese fuera el caso, pero pensó
que no necesitaba saber eso.
—Por suerte para mí tomaste un desvío.
—Cierto. —En realidad, no tenía idea de por qué se salió de la carretera cuando
lo hizo. Tal vez fuese el encanto de todas estas señales de Peligro. Solo una confirmación
más de su falta de sentido común. Aunque esta vez, esa falta fue algo bueno, al menos
para alguien más.
—¿Estás seguro que no quieres que te lleve a la sala de emergencias en Promise
Harbor? —preguntó—. ¿No deberías al menos conseguir que revisen tu pie para
asegurarte de que no está roto?
Negó con la cabeza.
—Estoy bastante seguro de que no está roto. Debería ser suficiente ponerle un
poco de hielo.
—Está bien, entonces. Tompkins Corners. —Se puso de pie de nuevo, sacudiendo
las hojas y ramas en su falda de volantes. Al menos cuando regresara a su casa podría
deshacerse del vestido y cambiarlo por algo que no la hiciera sentir como una refugiada
de un tour de casas señoriales.
Extendió una mano en su dirección, ayudándolo a ponerse de nuevo en pie. O
sobre su único pie, ya que solo uno parecía estar trabajando de momento.
Se equilibró con inquietud, apoyando una mano en su hombro.
29
—Si no es mucho preguntar, ¿por qué llevas ese vestido?
—No me importa que preguntes —dijo—. Era dama de honor. Este es mi traje. Mi
auto está por aquí. ―No estaba segura de por qué no tenía ganas de explicar más. Tal
vez no quería entrar en detalles de la Boda Que No Fue. Sería bastante difícil de explicarle
a la gente que en realidad no estuvo ahí.
Caminaron a través del bosque hasta el borde del estacionamiento, Hank Mitchell
saltando junto con ella como su apoyo. Era casi una lástima que nadie los hubiera visto.
Estaría dispuesta a apostar a que la vista había sido memorable. Eventualmente,
consiguió ponerlo en el asiento del pasajero.
—¿A dónde?
—Gira a la izquierda al final de la carretera. Tompkins Corners está a unos ocho
kilómetros por la autopista.
—Nunca he escuchado hablar de Tompkins Corners. ¿Es muy grande?
Él se encogió de hombros.
—Unas cuantas casas. Un hotel y un almacén general. No estoy seguro de cuántas
personas viven allí en total, probablemente hay unas cuantas fincas más detrás de las
colinas.
Condujeron en silencio durante un rato. No podía decir si era naturalmente
reservado o si todavía tenía dolor en su pie. Cuando dio vuelta en la carretera, echó un
vistazo en su dirección. Tenía los ojos cerrados, la cabeza apoyada en el respaldo del
asiento.
Está bien, probablemente dolor.
Unos minutos más tarde, se detuvo delante de la única construcción en Tompkins
Corners que parecía que podría ser un hotel, una estructura de madera de dos pisos, que
se extendía a lo largo del único tramo de acera del pueblo. Las paredes estaban fatal,
necesitando un trabajo de pintura, pero Greta supuso que el edificio había sido alguna
vez blanco. Un amplio porche se extendía por la parte delantera con una fila de
mecedoras de madera.
—¿Hank? ¿Es este?
Sus ojos se abrieron. Luego miró por la ventana.
—Oh sí. Esta es la Casa Dubrovnik.
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Greta parpadeó.
—¿Casa Dubrovnik? ¿Así se llama?
Negó con la cabeza.
—Oficialmente, es el Hotel Grand. Extraoficialmente, es la Casa Dubrovnik. O lo
es para mí, de todos modos. —Abrió la puerta, extendiendo lentamente su pie lesionado
sobre la acera.
—Espera. Déjame ayudarte. ―Se apresuró a su lado, inclinándose para que él
pudiera descansar una mano en su hombro otra vez. Gracias a su escote con volantes
estúpidos, probablemente tenía una gran vista de su busto, pero bueno, también tuvo
una gran vista cuando había estado liberando su pie. A estas alturas probablemente
había visto lo suficiente como para hacer una estimación aproximada sobre el tamaño
de sus tetas y confirmar por sí mismo que eran suyas.
Él aferró una mano en su hombro, saltando a su lado de nuevo hacia la puerta del
edificio. Ahora que estaban más cerca pudo ver el descolorido letrero de Hotel Grand a
un lado de la puerta. Un poco más abajo había otro letrero que decía Tienda de
Comestibles Tompkins Corners sobre una segunda puerta.
Ella levantó una ceja.
—¿Son dos negocios separados?
Negó con la cabeza.
—Las hermanas también son dueñas de la tienda de comestibles. Hay una
entrada del hotel por dentro.
—¿Las hermanas? —Frunció el ceño —. ¿Te refieres a las monjas?
Hank Mitchell sonrió probablemente por primera vez desde que le había liberado
el pie de la pared de piedra.
—No. Por supuesto que no. No hay monjas aquí.
Bonita sonrisa. Valió la pena la espera.
La puerta principal se abrió de repente y un pequeño ciclón llegó disparado a
través de ella.
31
—Hank. Por amor de Dios. ¿Qué pasó? ¿Qué tan mal herido estás? ¿Deberíamos
llamar a un médico? Alice, Alice, ven aquí, ¡Hank ha sido herido!
El ciclón dejó de hablar el tiempo suficiente para que Greta consiguiera una buena
mirada. Tenía tal vez un metro cincuenta más o menos, con el cabello del color del
alquitrán. Cualquiera que fuese el tinte que había estado utilizando no debería haber sido
admitido en el mercado, en opinión de Greta, teniendo en cuenta el color de los
mechones de rizos alrededor de sus orejas. Su cuerpo redondeado se comprimía en una
larga falda estilo gitano en una especie de estampado púrpura con una blusa blanca. Una
pashmina púrpura flotaba hacia abajo de su hombro. Greta buscó los pendientes de aro,
pero al parecer la mujer no fue tan lejos con el personaje.
—Alice —gritó de nuevo mientras empujaba la puerta para abrirla más.
En el interior, el lugar parecía más como un hotel. Un muy anticuado hotel que no
había sido renovado en los últimos cincuenta años. La recepción se encontraba encajada
en una esquina con una fila de buzones vacíos detrás de ella. Un sofá ligeramente
sarnoso e incluso una desgastada mecedora estaban colocados en la parte frontal de la
habitación al lado de la ventana. El piso de madera se veía limpio y la alfombra persa
frente al escritorio parecía a punto de ser jubilada. Otra grande sala oscura quedaba al
lado, y un tramo de escaleras curvas daba al piso superior en la esquina.
—¡Alice! —gritó la pequeña mujer por tercera vez.
—Nadia, estoy bien —la tranquilizó Hank—. Me duele el pie, pero no es grave.
Estoy bastante seguro.
—Deberías ver al médico. —La pequeña mujer, Nadia, asintió sus rizos negros con
decisión—. Podría ser más grave de lo que piensas.
—Podría ser, pero lo dudo. No hay necesidad de llamar a Alice.
—Bueno, Hank, no…
—¿Qué diablos está pasando ahora? —La voz pareció cortar a través de su
conversación como una motosierra.
La mujer que salió de la recepción parecía como si se hubiese esforzado
realmente para ser un contraste tan grande a Nadia como fuese posible. Los vaqueros
azules estaban tan descoloridos que se parecían a los que cuestan varios cientos de
dólares en Boston, aunque Greta apostaba que no se habían visto de esa manera cuando
eran nuevos. Su camisa azul de franela a cuadros estaba enrollada en sus codos,
32
probablemente porque era de un tamaño bastante grande para sus huesudos hombros.
Si su cabello gris incluso había estado cerca de algún tipo de tinte, el tinte aparentemente
perdió la batalla.
Entrecerró los ojos, estudiando a las tres personas de pie frente a ella.
—¿Y? ¿Qué pasa con el excavador de huesos aquí?
—Y buenas tardes para ti también, Alice. —Hank suspiró—. Me lastimé el pie,
pero no es gran cosa. Todo el mundo puede volver a hacer lo que se encontraba haciendo
antes.
—Hum —gruñó Alice. Volvió su negra mirada aguda sobre Greta―. ¿Para qué
diablos estás vestida?
—Boda. Dama de honor. ―Greta asumió que Alice podría apreciar la brevedad.
Alice le dedicó una sonrisa ligeramente burlona.
—Jesús. ¿Qué le hiciste a la novia?
Nadia liberó a Hank y dio un paso adelante.
—Hank necesita un médico, Alice. Necesitamos llamar a Merton. Tal vez incluso a
Promise Harbor.
Alice levantó una ceja gris en dirección a Hank.
—¿Necesitas un médico, Mitchell?
Negó con la cabeza.
—Solo tengo que descansar mi pie.
—No puedes confiar en su palabra. Es igual que tú, no quiere que nadie haga un
escándalo. Bueno, déjame decirte algo, a veces un alboroto es necesario. Podrías estar
mal herido y en todo lo que estás pensando es en la comodidad. —Nadia apoyó los puños
en sus caderas, su pashmina se deslizó hasta su codo.
—Si pensara en la comodidad, me habría quedado atrás en la cocina. Donde, por
cierto, deberías estar si vamos a servir alguna cena.
La barbilla de Alice se elevó mientras sus ojos brillaban peligrosamente. Nadia dio
un leve resoplido.
33
―Voy a poner comida en la mesa, no te preocupes por eso. ¿Cuándo no he tenido
la cena en la mesa?
La sonrisa de Alice se volvió ligeramente amarga.
—Bueno, está el pasado martes, para empezar.
—El martes pasado, tuvimos una cena maravillosa. La ensalada de macarrones
estuvo deliciosa.
La sonrisa de Alice desapareció por completo.
—La ensalada de macarrones era de Stop and Shop, y apenas había lo suficiente
para alimentar a Hyacinth, mucho menos para el resto de nosotros. Si pasaras menos
tiempo trabajando en esa maldita computadora…
—Esa maldita computadora trae más efectivo…
Estaban de pie muy juntas ahora, sus voces cayendo a gruñidos. Greta tenía la
sensación de que esta discusión en particular se había desarrollado antes.
Probablemente varias veces. Hank se movió a su lado, haciendo una mueca.
—¿Tienes una habitación aquí en alguna parte, Ace? —preguntó ella.
Él se encogió de hombros.
—Arriba, a la izquierda.
—Entonces vamos hasta allí. —Ella apoyó el hombro de él contra el suyo,
deslizando su brazo a través de su espalda, y volviéndolo hacia las escaleras a un lado—
. ¿Supongo que no hay un ascensor?
Él negó con la cabeza.
—Estás bromeando, ¿verdad?
Detrás de ellos, la disputa estaba empezando a agitarse.
—Es una maldita estupidez —declaró Alice.
—Solo piensas eso porque no…
—Vamos. —Greta se dirigió a la escalera, esperando hasta que Hank tuviera su
mano en la barandilla, y luego comenzó a subir.
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Les tomó alrededor de cinco minutos, en total, para subir el corto tramo de
escaleras hasta el rellano, luego giraron para subir el siguiente tramo corto a la segunda
planta. Para el momento en que llegaron a la cima, Hank estaba jadeando.
Greta echó un vistazo a su cara. Él podría haberse puesto un poco pálido.
—¿Estás bien?
Él asintió.
—Claro. Es la puerta al extremo de este lado.
El estrecho pasillo tenía tres puertas a cada lado. Hank volvió a los pequeños
saltos apoyado en ella hasta el final, luego buscó en su bolsillo hasta que sacó una llave.
—Perdón por el estado de la habitación. No esperaba compañía. —Abrió la
puerta y entró.
Greta parpadeó. Había estado esperando un cuchitril, pero la habitación era
sorprendentemente grande. El sol de la tarde se filtraba por una ventana de bahía sobre
los papeles y diarios apilados frente al sofá. Un par de piedras reposaban en la mesa de
café, al parecer para ser inspeccionadas, y algunas plantas disecadas estaban metidas en
frascos en el alféizar de la ventana. Por otra parte, la cama en la alcoba lejana estaba
hecha, y no vio nada de ropa interior sucia.
Hank se hundió en el sillón frente al sofá, extendiendo su pie delante de él con un
gemido. Ella miró alrededor de la habitación una vez más. Había una puerta en la pared
del fondo, probablemente, el cuarto de baño. Por lo menos no tenía que compartirlo con
los otros, al parecer inexistentes, inquilinos.
—¿Tienes aspirina?
Él asintió.
—En el baño.
—¿Tienes algo más fuerte?
Sus cejas se levantaron. Ella hizo una mueca.
—Estoy hablando de analgésicos. No estoy segura de que la aspirina vaya a ser
suficiente para hacer frente a ese pie.
Él suspiró, sacudiendo la cabeza.
35
—Solo aspirina.
El baño era espartano, pero al menos tenía una ducha. Había un estuche de cuero
de primeros auxilios en la parte superior del inodoro. Greta rebuscó a través de él con
cautela, esperando encontrar la aspirina antes de encontrar algo realmente vergonzoso,
asumiendo que Hank poseyera algo en esa categoría.
Encontró el frasco de aspirinas y luego llenó un vaso con agua. Hank estaba
todavía como lo había dejado: con los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás en la silla. Las
sombras destacaban sus pómulos finamente esculpidos y las líneas cuadradas de su
mandíbula.
Colocó la aspirina y el agua en la mesita junto a las rocas, y entonces se arrodilló
frente a él.
—Está bien, Ace, probablemente deberíamos quitarte la bota ahora. ¿Quieres los
analgésicos antes, después o durante?
—¿Qué hay de todo lo anterior? —murmuró. Su mandíbula tensa y apretada.
Greta colocó dos aspirinas y el vaso en su mano, luego se inclinó a sus pies,
desatando la bota de trabajo maltratada.
Hank logró mantenerse en silencio hasta que ella sacó la bota por el talón.
Entonces él gimió.
—Ah, mierda.
—Está bien —dijo ella a toda prisa—, lo peor ha pasado. —Espero.
Con mucho cuidado, bajó el pesado calcetín, dejando al descubierto un pie de
color rojo brillante con contusiones comenzando a aparecer en los laterales. Contuvo el
aliento, arreglándoselas para no hacer comentarios sobre lo mal que se veía.
Hank se incorporó en su silla, mirando hacia abajo en la superficie hinchada que
mostraba signos de oscurecimiento a color púrpura.
—Bueno, eso apesta.
—¿Seguro que no quieres ver un médico?
Él asintió.
36
—Estoy bastante seguro de que no está roto. Y estoy bastante seguro de que no
tengo la energía suficiente para volver a tu auto y conducir a Promise Harbor.
—Bueno. ¿Quieres algo de beber? Estoy asumiendo que la gente de allá abajo
podría tener algo que podrías querer.
—Nadia tendrá algo. Alice cobrará por ello. Diles que lo pongan en mi cuenta —
dijo y se hundió en su silla.
—¿Son hermanas?
Él le dirigió una sonrisa cansada.
—Lo siento. Debería haberte presentado allí abajo. Nadia y Alice Dubrovnik. Alice
es dueña del hotel y el almacén general. Nadia cocina. Más o menos.
—Suena siniestro.
—Créeme, es mucho más siniestro de lo que parece. —Sonrió de nuevo—. No te
he dado las gracias por haberme traído aquí. Diablos, si no hubiera sido por ti,
probablemente todavía estaría en el fondo de ese agujero. —Sus ojos se veían de un
color verde oscuro con el pasar de la tarde. Los últimos rayos de sol destacaban una
dorada barba incipiente en sus mejillas.
—Es un placer. —Sus pechos se sintieron pesados de repente, hormigueantes.
Hubo una leve sacudida cálida en su estómago. Al parecer, su cuerpo estaba
despertando después de su larga sequía después de la separación. Es hora de seguir
adelante—. Así que, entonces —dijo rápidamente—, voy a ir abajo y ver si puedo
conseguirte una Coca-Cola o algo así.
—O algo así —murmuró, cerrando los ojos—. Dile a Nadia que quiero un poco de
su limonada. A ella le encantará eso.
—De acuerdo. —Se puso de pie y se dirigió al pasillo. En la planta baja, aún podía
escuchar el sonido de voces. Tal vez las hermanas aún no se habían dado cuenta de que
habían desaparecido.
Rodeó el rellano y bajó las escaleras justo cuando Nadia aparentemente alcanzó
el crescendo de su discusión.
—Alice, no entiendes y creo que nunca lo harás. —Ella envolvió su pashmina
alrededor de sus hombros e hizo un giro majestuoso hacia una puerta detrás de la
37
recepción, deteniéndose bruscamente cuando vio a Greta en la escalera—. Oh. Cielos.
Lo siento mucho… nos olvidamos de Hank. ¿Necesita algo?
—A él le gustaría un vaso de limonada. —Greta tomó un puñado de su falda verde
con volantes de modo que pudiera descender el resto del camino sin romperse el
cuello—. Dice que lo pongan en su cuenta.
Nadia hizo una mueca.
—Que no sea tonto. No vamos a cobrar por su limonada.
—Oh, sí lo haremos —dijo Alice con gravedad—. En este momento cobramos por
todo.
—Alice, no seas grosera —le espetó Nadia. Se volvió de nuevo a Greta—. Hank
no nos presentó, ¿verdad? Soy Nadia Dubrovnik, y esta es mi hermana Alice. —Hizo un
gesto vago en dirección a Alice—. Creo que no sé tu nombre.
No creo que te lo diera.
—Greta Brewster. —Tomó la mano extendida de Nadia—. Un placer.
Alice murmuró algo que sonó como “No, no lo es”, pero ninguna de las dos le hizo
caso.
—¿Y cómo conociste a Hank? —Nadia sonrió cortésmente—. ¿También estaba en
la boda?
Greta parpadeó, tratando de imaginar a Hank, en su pantalón cargo polvoriento
y camisa de mezclilla, en cualquier boda en la que jamás había estado.
—No. Lo encontré en su excavación. Su pie estaba atrapado entre unas rocas. Lo
ayudé a salir.
—Oh, entonces eres una heroína —soltó Nadia―. Estamos muy agradecidas por
haberlo ayudado. Hank es un hombre tan querido. Estamos muy encariñadas con él.
—Siendo nuestro único cliente pagando… —murmuró Alice.
Nadia le lanzó una mirada molesta, entonces recogió la pashmina una vez más.
—Voy a ir a llevarle su limonada. ¿Estás segura que no necesita un médico?
Greta se encogió de hombros.
38
—Él dice que no.
—Bueno, entonces, vamos a ver si podemos hacer que se sienta cómodo. Le voy
a preparar algo especial para la cena.
—Oh, eso lo animaría mucho. —Alice parecía que había mordido algo amargo.
Nadia le echó una mirada molesta más, luego voló por la puerta detrás de la
recepción.
Hubo un largo momento de silencio mientras Alice y Greta se estudiaban
mutuamente. Entonces Alice se encogió de hombros.
—Necesitas una habitación para la noche… ¿señorita Quien Sea Que Eres? Es
barato, e incluye el desayuno y la cena.
Greta se detuvo a pensar en ello. Eran casi las seis y media, pero todavía podía
conducir de vuelta a Promise Harbor. No tenía nada con ella, excepto un pequeño bolso
con su celular, sus tarjetas de crédito, y una veintena de dólares en efectivo. Todos los
principios de la lógica le decían que regresara a casa.
Pero entonces, ¿cuándo la lógica alguna vez se había puesto en su camino antes?
Ser impulsiva era más su estilo cuando se trataba de ella.
—Como he dicho antes, mi nombre es Greta Brewster. Y sí, me gustaría una
habitación.
39
Traducido por Gry y Scarlet_danvers
Corregido por Beatrix85
ien, entonces. ―Alice sacó un registro de hotel maltratado mientras
la puerta de al lado de la recepción se abría de golpe otra vez con un
silbido, por lo visto por sí misma.
―Abuela ―dijo una voz aguda―. La tía Nadia quiere saber cuántas comidas
debería hacer.
Greta dejó caer su mirada. La niña que estaba de pie justo en el marco de la puerta
se parecía notablemente a un búho: camiseta marrón y pantalón corto; el cabello
castaño corto que enmarcaba una pequeña cara cuadrada; gafas enormes, redondas que
hacían que sus ojos se vieran varias veces más grande que el tamaño normal. Ella giró su
mirada en Greta, pareciendo casi tan sorprendida como se veía probablemente Greta.
―¡Oh, por todos los cielos! ¿Qué quiere decir con cuántas comidas? ―Alice
descansó sus manos en sus caderas, pareciendo descontenta―. Mismo número que
siempre.
Ella echó un vistazo a Greta, luego suspiró.
―Por otra parte, podemos tener uno más. O uno menos. ¿Hank va a cenar?
―Levantó una ceja en dirección a Greta.
Greta negó.
―Ni idea. Puedo preguntar.
―Haz eso. ―Alice suspiró otra vez.
Greta giró y emprendió el viaje de regreso arriba.
―Ese es el vestido más hermoso que he visto alguna vez ―dijo la niña detrás de
ella.
—B
40
Greta giró alrededor, mirándola fijamente. También lo hizo Alice.
La niña la veía con ojos de adoración.
―Te pareces a Cenicienta. O a Bella en La Bella y La Bestia.
―Ah. ―Greta miró a su falda verde vómito, ahora adornada con rayas de
suciedad de la excavación. Rara vez se sentía como una princesa de cuento de hadas―.
Gracias.
―Sabía que no deberíamos haber conseguido ese maldito DVD ―refunfuñó
Alice.
―Tía Nadia dijo que yo debería darte esto. ―La niña extendió una mano con un
vaso grande lleno de un líquido nublado que podría ser limonada.
Greta lo tomó con cuidado.
―Estaré de vuelta enseguida ―le dijo a Alice.
―Estate tranquila, corazón.
Greta juntó su falda en su puño otra vez y subió la escalera con cuidado,
sosteniendo el vaso de limonada delante de ella. Llamó suavemente a la puerta de Hank.
―¿Sí?
Todavía se encontraba sentado donde había estado cuando se marchó, pero
ahora su pie magullado se apoyaba en la mesa de café al lado de las rocas y sus ojos
estaban cerrados. Se tomó un momento para estudiarlo. Su cabello rubio oscuro estaba
sucio, y su pie estaba definitivamente mal. Pero aun así se veía sexy.
―Te traje tu limonada.
―Gracias. ―No abrió sus ojos cuando ella lo colocó en la mesa al lado de su pie―.
Y Alice quiere saber si vas a bajar para la cena.
Él hizo una mueca, abriendo sus ojos un poco.
―Nop.
―¿Quieres que te traiga algo? ―Greta descansó sus puños en sus caderas.
Sus ojos se abrieron completamente.
―¡Cristo, no!
41
Ella parpadeó.
Él suspiró.
―No. Mira, tengo algo de mantequilla de maní y galletas aquí en algún lugar. Me
haré un bocado más tarde.
―Bien. Um… ―Ella trató de entender exactamente lo que se suponía que tenía
que decir ahora como su cuidadora designada―. Entonces, ¿cómo te sientes?
Él se encogió de hombros.
―Mi pie duele. Por otra parte, bien.
―¿Un poco de hielo podría ayudar?
―Tal vez. ―Se encogió de hombros otra vez―. Mira, solo ve a cenar. ¿Vas a irte
de vuelta… a dondequiera que estuvieras yendo antes de terminar aquí?
―No exactamente. Vendré a revisarte después de la comida. ―Caminó
rápidamente hacia el pasillo, cerrando la puerta detrás de ella dado que realmente no
quería tratar con la siguiente pregunta lógica: ¿Por qué no vas a irte de vuelta… a
dondequiera que estuvieras yendo antes de terminar aquí? En realidad, no tenía una
respuesta para eso en este momento. ¿Capricho?
Bajó la escalera otra vez, su falda apretada en su mano.
―Hank dice no a la comida.
―Su pérdida. ―Alice empujó el registro de hotel en su camino.
La niña había desaparecido otra vez.
―Es cuarenta por noche.
Greta abrió su monedero, desenterrando su tarjeta de crédito.
Alice estrechó sus ojos, negando.
―Dinero en efectivo. Solamente.
Greta se heló.
―¿Hay algún cajero automático por aquí?
Alice le dio una sonrisa seca.
42
―¿Qué piensas?
―No llevo dinero en efectivo.
―Entonces diría que tienes un problema.
Greta mordió su labio inferior. Siempre podría volver al puerto. Y a su madre. Y al
desastre de la boda. La idea de enfrentarse a aquel choque de trenes en particular otra
vez hizo doler su cabeza. Sería tan agradable tener un par de días sin conversaciones
dolorosas, por no decir nada de decisiones dolorosas.
Además, Hank Mitchell la necesitaba. Que era más o menos un total desastre.
Miró abajo a su monedero, preguntándose si tenía algo a cambio de valor,
suponiendo que Alice creyera en el trueque, cosa que no se veía probable.
Levantó su cabeza despacio.
―A su nieta le gusta mi vestido.
—Mi nieta tiene nueve años. ―Alice se cruzó de brazos―. Su sentido de la moda
no consiste en lo que usted llamaría infalible. Su nombre es Hyacinth, a propósito.
Greta se encogió de hombros.
―Sin embargo, le gusta este. Y este costó mucho dinero.
Las cejas de Alice se alzaron.
―¿Me ofrece ese vestido para pagar su alquiler?
―Bueno, yo…
―¡Hora de comer! ―gritó Nadia alegremente desde la habitación de al lado al
vestíbulo.
Encendió una luz colgante que reveló una mesa de comedor grande hecha de
alguna madera oscura. Las sillas arregladas alrededor de los lados se veían ligeramente
medievales.
La niña, Hyacinth, atravesó la puerta a la cocina.
―Tía Nadia dice que vengan a comer ahora mientras todavía está caliente.
―Saltó hacia el comedor.
Alice hizo una mueca.
43
―Hablaremos más tarde.
―De acuerdo. ―Asintió Greta.
El comedor parecía que había servido una vez a los huéspedes del hotel. La mesa
en el centro de la habitación era para doce personas, y otra, la más pequeña cerca de la
ventana parecía que podría albergar a cinco o seis más. La impresión medieval fue
reforzada por una tapicería polvorienta en la pared lejana que mostraba una escena de
caza, tal vez una procesión, o posiblemente Valhalla. La distancia y la poca iluminación
hicieron imposible estar segura.
Nadia estaba de pie al lado de la mesa larga, sonriendo. Un florero con flores de
seda rojo vivo se encontraba en el medio, mientras los platos de porcelana floreados
estaban colocados con cuidado en cuatro de las sillas.
―Ya que tenemos un invitado esta tarde, pensé en usar la porcelana buena ―dijo
Nadia―. Por qué no te sientas aquí, querida. ―Hizo gestos hacia la silla a través de la
mesa enfrente de Hyacinth, quien se sentaba tranquilamente, sus manos dobladas
descansando en su regazo.
Greta se deslizó en el lugar, golpeando el miriñaque para que este cediera,
mientras Nadia desaparecía por una puerta a un lado. Reapareció casi inmediatamente,
aguantando una fuente de espagueti y albóndigas.
―Hyacinth hizo la ensalada ―dijo, sonriendo.
Greta echó un vistazo al montón de hojas verdes en el cuenco al lado de su plato.
―Los condimentos están en la mesa ―murmuró Hyacinth, señalando con la
cabeza hacia un par de botellas al final frente a Alice.
Greta tuvo ganas de suspirar. Catalina y Ranchera, cortesía de Kraft Foods.
Perfecto.
―Todos a comer. ―Nadia colocó la fuente en la mesa y tomó su asiento,
desplegando su servilleta con una floritura.
En algún momento en su vida, Greta podría haber dicho que era imposible
arruinar el espagueti. Cualquier plato donde todo lo que uno tenía que hacer era añadir
algo a agua hirviendo debería haber sido infalible. A menos que, por supuesto, fueras un
tonto suficientemente talentoso.
44
Esta versión particular de espagueti tenía sabor a que había sido hervida durante
un par de horas de más. Cómo mantenía su forma sin deformarse en papilla era un
misterio. La salsa comenzó probablemente como sopa de tomate aumentada con más
salsa de tomate. Sin embargo, era difícil dilucidar el sabor original, ya que había sido
totalmente diluida con el agua de la pasta. Las albóndigas tenían tan poca carne en ellas
que podrían haber rebotado probablemente a través del comedor, dándoles un buen
empujón.
Después de unos cuantos bocados, Greta trató desesperadamente de encontrar
una razón que pareciera legitima para no terminar el resto del plato. Alice estaba
empujando bocados de espaguetis con sombría determinación. Nadia se sentaba a la
cabecera de la mesa, mordisqueando delicadamente. Parecía que se había dado a sí
misma la porción más pequeña. O estaba siendo amable o se encontraba siendo muy
inteligente.
Greta miró al otro lado de la mesa a Hyacinth y se encontró clavada por un par de
enormes ojos suplicantes. El plato de la niña se hallaba medio vacío, y estaba tomando
pequeños bocados de los restos.
Greta suspiró de nuevo. Por qué Hyacinth quería que terminara su plato no estaba
segura, pero lo menos que podía hacer era darle gusto. Tomó tres bocados más de
espaguetis, después se concentró en su ensalada. La lechuga estaba fresca y crujiente, y
había tenido cuidado de no ahogarla en aderezo estilo Ranch de la forma en que las
hermanas lo hacían. Entre bocado y bocado de ensalada, se las arregló para comer la
increíble basura en su plato.
Nadia tocó sus labios delicadamente con la servilleta.
—¿Quién está listo para el postre?
¿Postre? Su mente se tambaleó.
—Estoy llena —dijo Greta apresuradamente.
—Tonterías. —Nadia se puso de pie, mientras Hyacinth recogía sus platos
sucios—. Vamos a estar de vuelta de inmediato, ¿no es cierto, Hyacinth?
A solas en el comedor, Alice le dio una sonrisa seca.
—¿Divirtiéndote?
—Un montón.
45
Nadia volvió a surgir de la cocina, llevando un plato de brownies que le pasó a
Greta.
—Recién horneados esta tarde. Disfruta.
Greta tomó un mordisco vacilante después de pasarle el plato a Alice. Tenía que
darle crédito a Nadia. Los brownies eran aún más difíciles de destruir que los espaguetis,
pero también logró eso, principalmente quemándolos en la parte inferior.
Probablemente podría haber conseguido comer solo las partes superiores, pero Alice y
Hyacinth estaban tomando bocados considerables de sus propios brownies. Ambas
debían haber desarrollado estómagos de hierro fundido. Comer alimentos de Nadia
regularmente probablemente haría eso.
Greta suspiró y empezó a comer. Dado que los brownies eran más pequeños que
las albóndigas, se terminaron con más rapidez.
Greta logró una sonrisa sincera.
—Estupenda comida. Gracias.
Nadia sonrió serenamente de vuelta.
—De nada, querida. Deberías irte y comprobar a Hank. Hyacinth y yo lavaremos
los platos.
—Vamos a tener nuestra charla primero. —Alice dejó caer su servilleta sobre la
mesa—. ¿Te importaría unirte a mí en la recepción?
Greta recogió sus faldas a su alrededor y se dirigió al otro lado del vestíbulo hacia
la recepción de nuevo.
Alice abrió el registro frente a ella una vez más.
—Que yo recuerde, estabas lista para ofrecerme ese vestido tuyo.
—Eso era antes —dijo Greta sombríamente.
Alice hizo una mueca.
—¿Una comida y ya estás lista para ir a las montañas?
—Una comida y estoy lista para ofrecerte algo de mucho más jodido valor que
esta atrocidad de vestido. —Se echó hacia atrás, cruzando los brazos sobre el pecho con
volantes.
46
—¿Y eso sería?
—Soy una chef profesional, graduada de la escuela culinaria. Me haré cargo de la
cocina a cambio de alojamiento y comida. —Esa primera declaración cayó en la categoría
de “un poco inestable” en cuanto a lo que ser un chef profesional fuera, asumiendo que
uno requería haber trabajado realmente en una cocina para ser considerado profesional.
Pero al menos Greta realmente era graduada de la escuela culinaria. Eso era verdad.
No se detuvo a preguntarse desde cuándo decidió quedarse más de una noche.
Pero, de repente, pareció una idea muy atractiva.
La barbilla de Alice se alzó.
—¿Y por qué iba a querer hacer eso? Ya tengo un chef.
—Tienes un cocinero. Algo así. —La sonrisa de Greta era tensa—. ¿No preferirías
tener comidas comestibles? ¿Especialmente cuando se pueden obtener de forma
gratuita?
Alice resopló.
—No es gratis. Te voy a dar una habitación aquí.
—Sí, y eso es, sin duda, un sacrificio. Quiero decir, has tenido tantos huéspedes
que claman por habitaciones desde que llegué aquí con Hank. —Greta le dirigió una
mirada nivelada.
Alice frunció el ceño.
—Aun así, no estoy haciendo dinero con este acuerdo.
—Me he entrenado como chef de repostería. —Greta se permitió una leve
sonrisa—. Puedo hacer brownies reales. Desde cero. Y galletas de chocolate para
Hyacinth.
Alice entrecerró los ojos ante el nombre de su nieta, y Greta tuvo que admitir que
era un poco sucio el meter a la niña en esto. Pero esta era la guerra. Algo así, de todos
modos.
Después de un momento, Alice suspiró.
—¿Y el vestido?
—Puedes tenerlo. Junto con la ropa interior.
47
—¿Vas a cocinar desnuda? —Los ojos de Alice se estrecharon aún más―. No
estoy segura de que eso sea algo que Hyacinth necesite ver.
—Tienes una tienda allí, ¿verdad? —Greta asintió hacia la puerta que daba a la
tienda de al lado, donde aún no había visto ni un solo cliente—. ¿Tienes algunos
vaqueros? ¿Camisetas? ¿Fruit of the Loom3?
—¿También voy a vestirte? —Alice sacudió la cabeza—. Mira, antes de que
vayamos más lejos con esto, necesito saber, ¿de qué exactamente estás huyendo?
Quiero decir, ¿es esta una situación en la que la policía del estado va a aparecer en
nuestra puerta mañana?
Greta suspiró.
—Estoy huyendo de un desastre de boda. Y mi madre, a quien no estoy preparada
para hacer frente en este momento. No hay policías involucrados, así que ayúdame. —
Solo la población general de Promise Harbor.
—¿Cuánto tiempo va a durar este arreglo de cocina?
Ella se encogió de hombros.
—Una semana quizá. Llámalo unas breves vacaciones.
Alice la miró un momento más, luego sacudió la cabeza.
—Esto probablemente califica como una locura, pero está bien. Agarra algo de
ropa de la tienda. No hay mucho allí, pero puedes conseguir lo básico. Lo descontaré de
cualquiera que sea el pago que ganes, si lo hubiere. Y esperaré que comiences a cocinar
con el desayuno de mañana.
Greta se dirigió hacia la puerta.
—Lo suficientemente justo. Hyacinth realmente puede tener el vestido y el
miriñaque.
—En este momento lo único que podría hacer sería utilizarlo para una tienda de
campaña —gruñó Alice.
Greta se encogió de hombros.
—A mí me funciona.
3
Fruit of the Loom: Es una compañía Norteamericana de ropa, especialmente ropa interior.
48
* * *
Una hora más tarde, Greta abrió la habitación al otro lado del pasillo de Hank. Era
un poco más pequeña, pero al menos también tenía su propio baño. Dejó caer la pila de
vaqueros y camisetas en la cama, junto con un paquete de bragas. Por desgracia, la
tienda de Alice no tenía sujetadores, de modo que tendría que lavar el que estaba usando
o prescindir de uno. Teniendo en cuenta que el que llevaba era una de las prendas de
corsetería duplicado como instrumento de tortura que Bernice le había proporcionado
para el vestido, probablemente estaría yendo sin sujetador por la próxima semana.
Empezó a soltar su bolso sobre la cómoda, y luego lo abrió y sacó su teléfono
celular. Lo apagó para ahorrar batería.
Sí, claro, Greta. Después de un momento, lo volvió a encender.
Comprobó el correo de voz, nada. Textos, nada. Es bueno saber que su ausencia
había hecho tal hueco en el día de todo el mundo.
Nueve en punto. Su madre aún podría estar despierta. Comenzó a marcar su
número y luego se detuvo. ¿Qué diría exactamente cuando su madre contestara? Hola,
mamá, huí porque no podía soportar decirte que el matrimonio de tu otra hija también se
fue al desagüe. Estaré de vuelta en algún momento. No esperes despierta.
Correcto. Eso realmente funcionaría bien. Después de un momento, tocó el icono
de mensaje de texto, entonces el teclado. Estoy bien, escribió. No te preocupes.
Adecuadamente vago pero tal vez suficiente para ser tranquilizador. Su madre,
sin duda, tenía otras cosas en su mente en este momento. Apagó el teléfono de nuevo,
dejándolo caer de vuelta en su bolso. Tal vez una de las Dubrovnik tendría un cargador
que podría pedir prestado.
O quizás Hank tenía. Hizo una pausa, y luego volvió a entrar en el pasillo otra vez.
Una rápida inspección no mostró ninguna luz bajo su puerta. Por otra parte, podría estar
sentado en la oscuridad. Todavía era relativamente temprano. Llamó suavemente pero
no obtuvo respuesta. Después de un momento, abrió la puerta.
Hank estaba sentado en su silla, con la cabeza hacia atrás, roncando ligeramente.
Sus pies estaban estirados frente a él. Un plato en la mesa de café contenía restos de
galletas y mantequilla de maní.
49
Se preguntó si debería despertarlo y ayudarlo a llegar a la cama, luego rechazó la
idea. Después de todo, no era su madre, y cargarlo hasta la cama puede parecer un poco
exagerado.
Estudió su rostro por un momento. Buenos huesos allí. No exactamente
cincelado, más como esculpido. Piel ligeramente bronceada, probablemente por trabajar
en el sol. Y cabello rubio oscuro casualmente despeinado, como si hubiera pasado sus
dedos a través de él.
A ella también le gustaría pasar sus dedos a través de él.
Bueno, Greta, tiempo de ir a la cama. Más que tiempo, de hecho.
Se volvió de nuevo al pasillo, cerrando la puerta de Hank suavemente detrás de
ella. Sin más iba a quitarse el vestido y el miriñaque del infierno.
Y entonces nunca iba a usar ninguna cosa como esa nunca más.
50
Traducción por JadasaYoungblood, Booklover:3 y Daianandrea
Corrección por Debs
la mañana siguiente, fue el olor que despertó a Hank. Alrededor de la
una, finalmente se tambaleó hasta su cama, ligeramente decepcionado
por el hecho de que Greta Brewster no se molestó en despertarlo para
despedirse, aunque sabía que era estúpido sentirse decepcionado sobre ese hecho. Aun
así. Esperaba conseguir un vistazo más de esos ojos marrones oscuros, antes de que
regresara corriendo de donde fuera que viniera.
Por extraño que parezca, no creía que alguna vez le hubiera dicho de dónde venía
o adónde iba durante sus aventuras del día anterior. Sabía que tenía algo que ver con
una boda, y a juzgar por el vestido, ella y la novia, no habían estado en los mejores
términos.
Mantequilla, el dulce olor de algo horneándose, se filtraba a través de las tablas
del suelo, recordándole que su habitación estaba más o menos sobre la cocina. Por
supuesto, normalmente los olores que salían de allí no le habrían impulsado a salir de la
cama. Eran más propensos a hacerlo colocar su cabeza debajo de su almohada.
Se puso de pie cautelosamente, comprobando si su pie soportaría su peso. A
pesar de que se encontraba bastante esperanzado de que su pie no estaba fracturado,
no se hallaba completamente seguro y no quería terminar sobre el suelo. Pararse sobre
el pie lastimado era doloroso, pero lo era menos que ayer. Probablemente podría incluso
ir a la excavación si usaba zapatos deportivos, atados flojamente, en lugar de sus botas.
No sería divertido, pero sería factible.
Después de que tuviera su desayuno. Suponiendo que todo lo que actualmente
olía resultaba ser comestible. Con Nadia, nunca se sabía. Hace unas semanas, una mezcla
fragante había resultado ser un contenedor de crema de manos que estaba preparando
para embotellar.
A
51
Cuidadosamente, se arrastró escaleras abajo, manteniendo la mayor parte de su
peso sobre su pie bueno. Parecía un poco temprano para que Nadia estuviera despierta,
pero las Dubrovnik no eran nada sino impredecibles. Quizás, durante la noche, tuvo
algún tipo de inspiración. Solo podía esperar que en realidad aprendiera a cocinar. Quizás
había sido visitada por el fantasma de Julia Child4.
Se dirigió a través del comedor, hacia al lado, a la puerta de la cocina. Era extraño
que al pasar no viera a nadie sentado en la mesa del comedor. Nadia generalmente exigía
que las comidas fueran servidas ahí, con vajilla de porcelana y plata. Quizás Alice
finalmente logró convencerla de que comer las comidas en la cocina, no resultaban en la
caída de la civilización occidental.
Empujó la puerta de la cocina, abriéndola y se detuvo, paralizado.
Greta Brewster estaba sacando del horno unos moldes para hornear, de lo que se
veían como muffins. Vestía vaqueros y una camiseta azul enorme, que tenía plasmado
en el medio, en color rojo, Tompkins Corners. Se encontraba descalza, y su cabello se veía
ligeramente húmedo, como si solo hubiera salido recientemente de la ducha.
Levantó su cabeza y lo vio, dándole una sonrisa alegre.
—Buenos días. ¿Cómo está el pie?
—Um… bien. —La vio cruzar la barra de la cocina, donde colocó los moldes de
los muffins sobre un trípode. A menos que estuviera muy equivocado, no estaba usando
un sujetador debajo de esa camiseta.
Casi al instante se puso duro. Bueno, mierda. Por Dios, no había pasado tanto
tiempo desde que había estado con una mujer, ¿o sí? Aparentemente, la respuesta a esa
pregunta en particular, era sí.
Se hundió en una silla, en la mesa de madera de roble, bajo las ventanas,
cubriendo su regazo con una servilleta.
—Entonces, ¿estás… quedándote? —Aún intentaba encontrar una forma
educada de preguntarle qué infiernos estaba haciendo en la cocina.
—Sí, me estoy quedando. —Le dio otra sonrisa—. Alice me ha contratado para
cocinar. A cambio de alojamiento y comida. —Bajó la mirada hacia su pecho—. Y ropas.
4
Julia Child: Fue una chef, autora y presentadora de televisión, americana.
52
Él entrecerró sus ojos.
—No me di cuenta de que necesitabas un trabajo. O ropas.
—Yo tampoco lo noté exactamente. Pero, aquí estoy. —Otra sonrisa—. Por
supuesto, lo de la ropa era bastante obvio.
—Oh. —La vio volcar los moldes para muffins sobre un plato. De repente estaba
salivando, junto con todo el asunto de la excitación sexual. Interesante forma de
acercarse al desayuno—. Dios, esos huelen muy bien.
—Muffins de manzana —explicó—. No exactamente inspirador, pero me tuve
que abstener a lo que había en la alacena, y no tiene mucho. Hoy rondaré por el almacén
y veré si hay algo mejor.
—No cuentes con ello —murmuró.
―Oh, bueno, vi una huerta atrás. Debe haber algo que pueda recoger por
ahí. ―Trajo el plato a la mesa―. Come. Ahí hay café.
El café de Nadia era una especie de glorificada agua sucia. Observó la cafetera con
un poco de recelo.
―¿De qué clase?
Ella se encogió de hombros.
―Genérico de supermercado. Pero lo hice doble. Lo cual por lo general ayuda.
Permíteme servirte un poco. Descansa tu pie. ―Abrió el armario al lado del fregadero y
sacó una taza, luego se acercó a la cafetera al final de la barra.
La cafetera que, de repente se dio cuenta, olía muy bien.
Ella se detuvo apaciblemente junto a la barra, con la taza en su mano.
―¿Azúcar? ¿Crema?
Él sacudió su cabeza y ella colocó la taza sobre la mesa, seguido casi
inmediatamente por un muffin sobre un plato. Arrancó un pedazo pequeño de la masa y
la colocó cuidadosamente en su boca. Un mes de la cocina de Nadia lo había curado de
tomar grandes bocados de algo sin antes probarlo.
Saboreó manzana y especias, canela y una pizca de algo que podría haber sido
nuez moscada. Era lo mejor que había probado desde que llegó a Tompkins Corners,
53
pero eso no decía mucho. Infiernos, probablemente era una de las mejores cosas que
probó en mucho tiempo. De alguna manera se las arregló para contenerse de meterlo
todo en su boca en un solo bocado.
―Esto es muy, muy bueno ―murmuró alrededor de las migajas.
―Gracias. ―Le dio una sonrisa brillante―. ¿Qué más quieres?
Esa pregunta en particular, le provocó una oleada repentina de imágenes lascivas,
que reprimió rápidamente.
―Esto está bien. Simplemente agarraré otro para comer en el camino.
Ella frunció el ceño.
―¿Vas a ir de nuevo a la excavación?
―Claro. ―Se encogió de hombros―. Ahora estamos retrasados ya que ayer
perdí un día. ―Lo cual era completamente su culpa, por supuesto, aunque no tenía
ganas de mencionarlo.
―Pero estás lastimado. ¿Y qué pasa si te quedas atascado de nuevo?
Hizo una mueca.
―En teoría, tengo a un interno. Aunque no se presentó ayer. Con un poco de
suerte, hoy aparecerá. De todos modos, si no regreso esta noche, siempre puedes venir
y rescatarme de nuevo. ―Le dio una sonrisa que se suponía iba a ser ganadora, pero al
parecer no lo fue.
Greta aún fruncía el ceño.
―No deberías estar ahí afuera solo.
―Está bien. Como dije, tengo un interno.
―Quién no se presentó ayer cuando casi terminaste pasando la noche en un
agujero. ―Apoyó sus manos sobre sus caderas.
Él suspiró.
―Mira, es una muy pequeña excavación por la cual tengo una muy pequeña
subvención que se acabará al final del verano. No puedo permitirme perder un día
porque me duele el pie. Ayer fui un estúpido. Haré mi mejor esfuerzo para no ser
estúpido de nuevo.
54
Greta frotó su mano por su nariz. No parecía usar ningún tipo de maquillaje. No
hacía ninguna diferencia. Todavía quería saltar sobre ella.
Ella arqueó una de sus cejas.
―¿Y si te llevo el almuerzo?
―¿El almuerzo? ―Sacudió su cabeza―. Alice no da el almuerzo.
―¿Y? Yo soy la que cocina. Probablemente habrá sobras. ―Se sentó junto a él en
la mesa―. Dame el gusto, ¿de acuerdo? Si me paso el día preocupada por ti en ese
agujero, puede afectar mi cocina. ―Le dio otra de esas sonrisas, y su cuerpo una vez
más, se puso en alerta. De todos modos ¿qué infiernos le pasa con esta mujer?
Aclaró su garganta.
―No quisiera que nada afecte tu cocinar. Teniendo en cuenta estos muffins,
quiero asegurarme de que trabajes horas extras cocinando.
Se veía absurdamente complacida.
―Gracias. Eres el primero en probarlos. Espero que todos sientan lo mismo.
—Yo diría que eso está más o menos garantizado. —Empezó a empujarse a sí
mismo fuera de la mesa, luego se detuvo, frunciendo el ceño—. Mierda. Acabo de
recordarlo. Necesito que me lleven a la excavación. Ayer dejé mi camioneta allí.
—¿Puedes conducir de regreso por ti mismo?
—Claro. Una vez que llegue allí.
—Si puedes esperar hasta que todo el mundo se levante, me alegraré de llevarte.
Pero necesito quedarme por aquí para asegurarme de que tienen todo lo que necesitan.
—Puedo esperar. —De hecho, estaría encantado de hacerlo. Realmente quería
ver qué sucedía cuando las Dubrovnik se enfrentaran al cambio en las comidas.
Como si las convocara, la puerta de la vivienda de la familia Dubrovnik se abrió
detrás de ellos. Hank no vio a nadie, lo cual le dijo de inmediato quién era.
—Hola, Hyacinth.
La niña se acercó a la mesa con un poco de cautela.
55
—¿Por qué estamos comiendo aquí en lugar del comedor como se supone que
debemos? ¿Y dónde está la tía Nadia?
—No creo que esté levantada aún —explicó Greta—. Solo pensé que era más fácil
comer en la cocina, pero puedo instalarte con un plato en el comedor si lo deseas.
Hyacinth sacudió la cabeza, subiendo en una silla.
—No señora. Está bien. ¿Qué hay para el desayuno? —Olfateó el aire con cautela,
luego con más entusiasmo.
—Muffins. Y cualquier cosa que quieras. Solo dime lo que tienen por lo general.
—¿Por lo general? —Hyacinth le dio una mirada contemplativa—. Por lo general,
son tostadas quemadas y cereal. ¿Tengo que tener eso?
Greta negó con la cabeza.
—Definitivamente no. ¿Quieres cereal? Podemos saltarnos la tostada ya que
tenemos muffins.
—Prefiero tener solo un muffin. —Comenzó a despedazar una de ellos en
pedazos, masticando con reserva. Después de un momento, la precaución desapareció,
y tomó otro. Le dio a Greta una sonrisa llena de migajas.
Greta se la devolvió.
—Me alegro de que les gusten. Pero aún te puedo dar un poco de cereal o tal vez
algunos huevos, si quieres. Y necesitas un vaso de leche. —Se dirigió a la nevera
mientras Hyacinth se volteaba hacia Hank.
—¿Te sientes bien ahora? —preguntó—. La tía Nadia dijo que estabas enfermo.
—Claro. Estoy bien. —Le sonrió tranquilizadoramente y consideró tomar otro
muffins. Aunque, solo quedaban cinco, Alice y Nadia todavía no estaban alrededor.
La puerta se abrió, y Alice entró, su cabello gris revuelto con sus rizos tiesos por
toda su cabeza.
—¿Qué es ese olor?
—Muffins —dijeron Hyacinth y Greta a coro, y luego rompieron a reír juntas.
Alice entrecerró los ojos.
56
—Muffins, ¿de dónde?
—Del horno. —La sonrisa de Greta resultó seca—. Con la ayuda de la despensa.
También hay café. Sin embargo, no pude encontrar algo de jugo.
—Nunca bebas esa cosa. ―Alice se acercó al armario, tomó una taza, y luego se
dirigió a la cafetera―. ¿Dónde está Nadia?
—No la he visto.
—¿La tía Nadia no estaba cocinando contigo?
Los ojos de Hyacinth se agrandaron. Alice se vio un poco interesada.
—Le dije ayer que estarías cocinando, pero esperaba que estuviera
supervisándote.
Greta se encogió de hombros.
—Como dije, no la he visto. Nadie estaba aquí cuando me levanté esta mañana.
Hyacinth y Alice se miraron la una a la otra con inquietud, al parecer algún tipo de
código secreto Dubrovnik.
La niña tomó la mano de su abuela.
—Va a estar bien.
Alice la miró fijamente por un momento, luego se encogió de hombros.
—Por supuesto que sí. Ahora come tu muffin. Se ve bien.
Como si fuera una señal, la puerta se abrió una vez más, y todos los ojos se
volvieron hacia Nadia. Quien lucía… más o menos como siempre lo hacía, en la medida
que Hank podía decirlo. Llevaba la misma floreada túnica de seda que solía usar, junto
con las suaves y esponjosas zapatillas con tacón de cuña, que resonaban mientras
caminaba por el suelo de la cocina. Su oscuro cabello estaba recogido en la parte superior
de su cabeza en un moño firme, con algunos mechones sueltos colgando alrededor de
su cara. Su maquillaje era impecable.
Si hubiera sido cuarenta años más joven, probablemente habría querido saltar
sobre ella tanto como quería saltar sobre Greta.
Nadia sonrió, tomando uno de los muffins.
57
—Oh, estos se ven bien. —Se dejó caer en una silla junto a Hank, luego sonrió
hacia Greta—. ¿Podrías traerme una taza de café, querida? Todo huele delicioso.
Hank tenía la sensación de que todas las personas en la habitación acababan de
dejar salir un suspiro colectivo que habían estado conteniendo. Greta asintió y se volvió
hacia el mostrador.
—¿Vas de nuevo a tu agujero? —le preguntó Alice, cortando otro bocado del
muffin.
Él asintió.
—Si Greta me puede dar un aventón. Dejé mi camioneta allí.
Alice se encogió de hombros.
—Te voy a dar un aventón, tengo que ir a Promise Harbor por los víveres. ¿Qué
pasa con esa pobre excusa de interno que tienes?
Hank suspiró. Su pasante era una prueba constante.
—Dejé un par de mensajes de voz para él. Si no se presenta de nuevo hoy, voy a
llamar a su asesor.
Greta frunció el ceño.
—¿Asesor?
—El profesor Mitchell trabaja en Broadhurst College —recitó Hyacinth—. Es
profesor asociado de artepología. —Ella le dio una sonrisa brillante.
—Arqueología/antropología —le corrigió él suavemente―. Gracias, Hyacinth.
—¿No artepología? —Su sonrisa se atenuó.
—No. Pero eso sería algo genial. Los artrópodos son invertebrados. Supongo que
entonces me gustaría ser un profesor de insectos.
—Eso sería genial. ―La expresión de Hyacinth se volvió pensativa―. ¿Puedo ir,
abuela?
—Está bien, pero todo el mundo tiene que empezar a moverse. —Alice se empujó
para ponerse en pie.
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Interrupción en la boda revela secretos del pasado

  • 1. 1
  • 3. 3 Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Próximo Libro Biografía del Autor
  • 4. 4 veces tienes que perderte antes de que puedas encontrarte. Greta Brewster McBain está en un aprieto. Dos, si realmente los cuenta. En primer lugar, está el vestido de dama de honor sacado del infierno con el que apenas puede respirar. En segundo lugar, el extraño que simplemente se llevó a la novia de su hermano “perfecto” por la puerta de la iglesia ha hecho que sea imposible decirle a su madre acerca de su propio divorcio. En lugar de confirmar su reputación como la torpe de la familia, Greta se toma un paseo para despejar la cabeza. Atrapado en un agujero y sin poder llegar a su teléfono celular, Hank Mitchell se resigna a convertirse en una parte permanente de su propia excavación arqueológica cuando la ayuda llega… en forma de una mujer que se parece a una refugiada de Lo Que El Viento Se Llevó. Sin embargo, detrás de los volantes y los encajes, está algo que aprecia: una mujer que no tiene miedo a ensuciarse un poco. Su conexión instantánea atrae a Greta al mundo excéntrico del Hotel Grand, donde ella impulsivamente intercambia su miriñaque por un delantal. Pronto las cosas se ponen calientes, no solo en la cocina del hotel, sino en los brazos de Hank… Advertencia: Contiene sexo caliente bajo la luna, una tortuga melancólica, dos ancianos ocurrentes, y el vestido de dama de honor más feo del mundo. Promise Harbor Wedding #2 A
  • 5. 5 Traducido por LizC y âmenoire90 Corregido por Aniiuus Promise Harbor, Massachusetts reta se removió un poco, tratando de sostener su ramo de dama de honor y al mismo tiempo mover el miriñaque del infierno lejos de la parte posterior de sus rodillas. Este era sin duda el vestido de dama de honor más espantoso en la historia de la humanidad. El volante verde vómito alrededor de sus hombros se destacaba como un collar rígido, mientras que el verde más pálido de la falda se parecía un poco a un paraguas invertido, gracias al miriñaque del infierno. Por lo menos la longitud de la falda significaba que podía usar zapatos deportivos en lugar de los tacones de diez centímetros que Bernice había propuesto originalmente. Bernice Cabot era también dama de honor, pero de alguna manera había terminado a cargo del vestuario de todas las damas en lugar de la novia, la cuñada de Greta. Ella no conocía a Allie realmente del todo bien; cuando eran niñas, Allie había pasado todo su tiempo con Josh, y él nunca quiso estar cerca de su mocosa hermana menor. La diferencia de edad se interponía en el camino. Greta tenía la sensación de que Allie le había pedido que fuera dama de honor solo para ser cortés. No estaba segura de por qué Bernice había escogido los vestidos de las damas de honor en lugar de Allie, pero realmente esperaba que no fuera porque a Allie le gustara el gusto de Bernice. Estos sin duda eran los peores vestidos que Greta había visto en su vida, y mucho peor, puesto. Todavía podía sentir la crinolina picando a través de su forro de satén, incluso después de haber logrado desplazarlo ligeramente hacia un lado y… ¿cuándo fue la última vez que se había puesto un forro de todos modos? ¿En la escuela media? ¡Por todos los cielos, las bodas eran divertidas! Tal vez solo debería evitarlas en el futuro. G
  • 6. 6 Después de todo, ya había tenido su propia experiencia con choques de trenes maritales. Tal vez había desarrollado una especie de maldición con las bodas. Su hermano, el Perfecto Josh, está en su firme posición mientras observa a su futura cuñada, la Aún Más Perfecta Allie, flotar por el pasillo. En contraste con sus damas de honor, el vestido de Allie era precioso. Tal vez porque Allie había logrado elegir su propio vestido en lugar de dejar la tarea a Bernice. Sin embargo, los zapatos de Allie eran… interesantes. Tenían unas enormes flores verdes artificiales en las puntas de los pies. Cada vez que daba un paso el borde de su vestido parecía quedar atrapado en ellas. Solo en una conjetura salvaje, Greta supuso que Bernice había tenido algo que ver con esos zapatos. Mostraban su toque. Justo ahora Bernice estaba detrás de Greta, temblando de éxtasis en su propia versión rosa chicle del vestido de dama de honor más espantoso en la historia de la humanidad mientras observaba la procesión nupcial. La mujer tenía una seria fijación con Lo Que El Viento Se Llevó. Las tres damas de honor parecía que estaban listas para la barbacoa en donde Tara. O, al menos, una barbacoa en el Pórtico de Pittypat. Por alguna razón, ni Josh ni Allie parecía particularmente feliz, ciertamente no tan feliz como deberían haber estado en el primer día del resto de sus vidas. Tal vez ambos estaban nerviosos. Quizás la vestimenta del cortejo de Allie era tan incómoda como aquellas que sus damas de honor habían sido forzadas a llevar de modo que se vieran más similares a la señorita Scarlett. Esas cinturas de cuarenta y tres centímetros eran unas desgracias. La madre de Greta soltó un jadeo discreto en su asiento en la parte delantera de la iglesia cuando Allie llegó al lado de Josh y traspasó su ramo a Greta. La madre de Greta había estado lloriqueando durante una semana. Debe haber pasado por un caso de Kleenex para ahora. Entre sollozando y murmurando “Lily estaría muy orgullosa” cada cinco minutos, su madre probablemente no había tenido tiempo de darse cuenta de la atrocidad que llevaba su hija. Greta estudió a Allie. Podía jurar que su cuñada se estaba balanceando ligeramente. Por supuesto, la novia había tenido una tremenda despedida de soltera la noche anterior, pero no podía estar aún ebria. ¿Cierto? También se veía muy pálida, tan pálida que su maquillaje se veía un poco como una máscara. Josh se inclinó hacia ella, susurrando. Probablemente palabras dulces, aunque a juzgar por la expresión de Josh eran más propensas a ser palabras agrias.O preocupadas. Su hermano también se veía un poco pálido.
  • 7. 7 Greta se las había arreglado para no beber tanto como las otras damas de honor la noche anterior. No era que estuviera tratando de mantenerse sobria, sino que las cosas que estaban sirviendo en ese bar venían en colores que no se encuentran en la naturaleza. Y en cierto modo, recordó al barman como alguien de su escuela primaria. Que le sirvieran bebidas por el terror de la cancha de “balón prisionero” no le pareció una buena idea. El reverendo Morgan se aclaró la garganta. —Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para unir a este hombre y a esta mujer en sagrado matrimonio. —Oh, demonios no. ¿Qué carajo? Greta giró hacia el fondo de la sala, junto con todos los demás en la iglesia. Podía concordar con el sentimiento en general, pero no cuando se aplicaba a la boda de su hermano mayor en particular. —¿Gavin? —espetó Allie. Greta entrecerró los ojos. En cierto modo reconoció al tipo de pie en el pasillo, pero no exactamente. Era del puerto… de eso estaba segura. Llamado Gavin, de acuerdo con la Aún Más Perfecta Allie. Probablemente, de la misma edad que Josh y Allie, lo que le hacía demasiado viejo para Greta haber pasado el rato en el pasado. Por otra parte, en estos momentos se parecía un poco a un refugiado de Los Bosques del Norte viniendo a reclamar a su novia por correo. Barba, cabello largo hasta el cuello, vaqueros, camiseta, sudadera con capucha que se estaba tornando gris en los codos. Pensándolo bien, se parecía mucho al Unabombe1. Greta se encontró haciéndose a un lado discretamente. La expresión de Josh estaba en algún lugar entre la sorpresa y la furia. —¿Ese es Gavin? Allie asintió nerviosamente. —¿Qué diablos crees que estás haciendo? —le gruñó Josh al intruso. 1 Unabomber: Theodore John Kaczynski (Chicago, Illinois, Estados Unidos, 22 de mayo de 1942), también conocido con el sobrenombre de Unabomber, es un filósofo, matemático y neoludita estadounidense conocido por enviar cartas bomba motivados por su análisis de la sociedad moderna tecnológica plasmado en varios de sus escritos.
  • 8. 8 Oh, vamos, es obvio lo que está haciendo. Él está destruyendo tu boda. Greta estudió al aspirante de Unabomber con más cuidado. Tal vez el tipo era otro sobreviviente al matrimonio tratando de acabar con todo el asunto práctico. O tal vez había sido dejado fuera de la lista de invitados. Mierda, si ese era el problema, Greta con mucho gusto le habría dado la suya. —Estoy aquí para hablar con Allie. Greta echó otro vistazo al refugiado de Los Bosques del Norte. Por mucho que amaba a su hermano, tenía que admitir que este Gavin tenía cierto… algo. Lo cual, por supuesto, hacía sus acciones actuales aún peor. Se suponía que los chicos tan atractivos debían supuestamente pasar a la siguiente chica en lugar de perseguir a alguien que ya estaba tomada. Josh se interpuso entre su prometida y su competencia. —Estamos en medio de algo. —Sí, esto no puede esperar. —Gavin miró más allá de Josh a Allie—. Tengo que hablar contigo. Ahora. Los ojos de Allie se abrieron de par en par y se vio aún más pálida. Pálida a punto de desmayarse en cualquier momento. Greta se puso rígida. Si Allie se desmayaba, ¿de quién era responsabilidad atraparla? Las propias manos de Greta estaban actualmente llenas con dos ramos de flores. Se preguntó si podía arrojarlos a una de las otras damas de honor a tiempo para evitar que su casi cuñada golpeara el suelo. Por otro lado, dada la cantidad de bebidas que Allie había tenido la noche anterior, también había una muy buena probabilidad de que quizás estaría vomitando pronto. Greta realmente consideró que el cuidado de eso debía ser responsabilidad de otra persona. Esto no era nada de lo que había visto discutido en las diversas guías de boda que había consultado antes de su propio pequeño viaje por el Pasillo Recto a la Angustia. Nadie había dicho que la madrina de honor estaba a cargo de limpiar detrás de los errores de la novia. Gavin se dirigió hacia Allie, pero Josh se movió para bloquearlo. —No lo creo, Gavin. Greta se relajó. Al menos uno de los chicos podía atrapar a la novia desmayada si lo peor se tornaba aún peor. Y dondequiera que Allie pudiera vomitar, no sería ni de lejos cerca de Greta. Volvió a estudiar a Gavin-el-intruso. Definitivamente muy guapo. Parecía
  • 9. 9 tener toda esa cosa de chico rudo con un corazón de oro. Lo contrario de su ex, el tipo traicionero cuyo corazón estaba en realidad hecho de poliestireno. Echó un vistazo a los primeros bancos. Su madre para variar había dejado caer su pañuelo. Sus brillantes ojos azules estaban abiertos sorprendidos, sus labios rojos fruncidos en una mueca. Greta supuso que ésta no era su idea de una boda adecuada. Amplió su inspección para incluir al resto de la iglesia. Mierda, la gente estaba tomando fotografías de este fiasco. Parecía que todas iban a terminar en Internet. Una vez que el vídeo llegara YouTube, sería viral en cuestión de segundos. —Escucha, puedo hacer esto aquí, delante de todo el pueblo. Me da lo mismo. Me voy a ir de aquí con Allie de una manera u otra. Pero creo que mantener algo de esto en privado podría ser apropiado. —Gavin se inclinó alrededor de Josh para mirar a Allie— . Tengo algunas cosas que necesito decirte antes de que le digas “Acepto” a otro hombre, Al. ¿Así que ahora quería privacidad? ¿Después de entrar a toda prisa por el pasillo delante de toda la gente del puerto? Bueno, al menos nadie podía sugerir que el tipo no tenía un par, probablemente latonadas también. Josh suspiró, bajando la voz para que solo las personas en la parte delantera de la iglesia pudieran oír. —No hagas esto, Gavin. ¿No te has metido con ella lo suficiente? Déjala ser feliz. —Eso es exactamente lo que quiero hacer. ¿Es eso lo que tú quieres? —Estoy de pie junto a ella vistiendo un traje frente a un ministro. ¿Tú qué crees? Greta medio esperó que se insultaran para una comparación rápida. La boda estaba descendiendo rápidamente a una pelea a gritos. —Creo que si no la dejas hablar conmigo, sabes que siempre se lo preguntará. No quieres que haga eso, ¿verdad? ¿Que tu esposa se esté preguntando acerca de otro hombre? En realidad, buena pregunta. Greta cambió el ramo de la novia a su otro lado de modo que pudiera moverse un poco más cerca. Esto era mejor que Lifetime. ¿Quién sabía que la vida de su hermano tenía este gran drama? Josh había sido siempre el Sr. Responsable, orgullo de los Brewster. Nunca jodía las cosas. Era una regla. Y ahora parecía que su vida caía en picada, no muy diferente a la de Greta.
  • 10. 10 Trató de sacar a relucir algún sentido de indignación por Gavin Como Fuera Que Se Llamara y fracasó por completo. Para empezar, había tenido la sospecha de que Josh y Allie no eran del todo el uno para el otro, a pesar de su perfección personal. Eran lo suficientemente cariñosos, pero no… ardientes. No apasionados del tipo no-puedo- esperar-a-quitarte-la-ropa. Por supuesto, ¿quién era ella para hablar de pasión? Ella prácticamente había tenido que concertar una cita para tener sexo con Ryan. El ver a Allie engullir un número ridículo de bebidas realmente horribles la noche anterior había cimentado su impresión: Allie no se estaba comportando en pleno modo de novia alegre como debería comportarse. Por supuesto, eso podría haber sido porque Allie era mucho más sensata de lo que Greta misma había sido nunca. Jamás la ves metiéndose en algo así como un mal matrimonio. Solo ahora parecía que no hacía lo correcto. Tal vez Greta y su próxima cuñada tenían más en común de lo que nunca se había dado cuenta. Josh dejó escapar un largo suspiro y pasó su mano por su cabello. Greta se preguntó si alguna vez lo había visto así de frustrado antes. Luego él medio volteó hacia su prometida. —¿Allie? Allie se volvió hacia Gavin el Guapo. Parecía que una vez más estaba tratando de ordenar sus pensamientos errantes. —¿Qué podría preguntarme? —Te preguntarías qué tenía que decirte con tanto ahínco como para volar más de cuatro mil kilómetros y correr hasta aquí para detener tu boda. Allie lo miró fijamente durante un largo momento, luego cambió su mirada hacia la congregación que esperaba sin aliento por lo que sea jodidamente que estaba planeando decir. No había ni un sonido en la iglesia más allá del complemento ocasional de un obturador de la cámara. Greta reprimió el deseo de rascar el miriñaque de nuevo. —¿Allie? —El Guapo pareció ligeramente preocupado. —Es demasiado tarde —susurró Allie. Greta echó una mirada más de cerca a su casi cuñada. Todavía lucía inmaculada, aunque un poco verde… aun así más que perfecta. Pero había lágrimas en sus ojos. Bueno, mierda.
  • 11. 11 En la considerada opinión de Greta, Josh estaba jodido. —Tonterías —dijo Gavin Quien Sea Que Fuera. Dio un paso adelante, esquivando a Josh, se inclinó y recogió a Allie en sus brazos, luego se dirigió a la puerta lateral, viéndose algo así como Rhett llevando a Scarlett por esas escaleras. Bernice Cabot estaba probablemente extática. —¡Gavin! —Allie dio un par de patadas a medias, pero parecía haber apretado su agarre. —Solo un maldito minuto… —comenzó Josh. —Dame una oportunidad —dijo Gavin, volviéndose de nuevo—. Déjame hablar con ella. Déjame decirle lo que he venido a decir. Luego, si quiere volver, yo mismo voy acompañarla hasta el altar. Y los duendes cantarán mientras los unicornios retozan en los helechos. Esa fue probablemente la única petición más indignante que Greta había oído a alguien hacer en una boda. También era probablemente un signo de su propia actitud hacia el matrimonio, que no parecía ser tan descabellada. Claro. Salir para una luna de miel de prueba con otra persona. Si no funciona, siempre puedes volver para un segundo intento con el novio número uno. Por otro lado, el Guapo claramente estaba delirando. ¿De verdad creía que Josh esperaría mientras otro chico lo intentaba con su prometida, para luego llevarla de vuelta, sin hacer preguntas? ¿Acaso Allie pensaba eso? ¿Alguien además del Guapo realmente creía que esto era una idea viable? Greta se inclinó hacia delante para ver lo que sucedería a continuación, equilibrando los ramos de flores en su cadera. Josh miró a Allie, quien había dejado de luchar por el momento. Greta robó una mirada a su madre. Su rostro estaba rígido por la sorpresa, la mano con el pañuelo de papel curvado en un puño a su lado. Genial. Greta tenía la sensación de que estaría haciendo control de daños con mamá tan pronto como esto hubiera terminado. Gavin el Guapo murmuró algo al oído de Allie. En este caso, probablemente eran dulces nadas, dada la débil sonrisa que flotó en sus labios mientras susurraba algo a cambio. Josh tomó aliento para decir algo más, pero el Guapo aparentemente se sentía de la misma forma que Greta lo hacía sobre toda la escena. Tiempo de terminar esto. Dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta lateral del santuario, la prometida de Josh
  • 12. 12 todavía acurrucada en sus brazos. La Sra. Gurney, la pianista, amablemente abrió la puerta para él; Greta supuso que podía despedirse de su pago por la música de la boda. El momento pareció colgar suspendido en silencio. Josh se quedó mirando tras su prometida. La madre de Greta se quedó mirando a su futura nuera. O la mujer que había sido su futura cuñada hasta hace cinco minutos. Por el momento, la perspectiva de Allie y Josh casándose parecía bastante remota. Luego Josh se volvió y pisoteó detrás de ellos, abriendo la puerta sin la ayuda de la Sra. Gurney. Greta corrió tras él, con los dos ramos todavía aferrados en sus manos. Detrás de ella, las cámaras de los teléfonos celulares hacían clic, al parecer, grabando cada momento de este debacle para futuras referencias. Greta logró abstenerse de girarse hacia los fotógrafos. Pensó que solo empeoraría las cosas. Greta oyó a Josh gritar: “Esperen”, mientras abría la puerta. El Guapo se giró hacia la acera fuera de la iglesia, Allie aún acunada en sus brazos mientras Josh caminaba a toda prisa hacia ellos, con el ceño fruncido. Greta no estaba segura de haber visto antes a su hermano con el ceño fruncido. Josh apretaba sus maños en puños a sus costados. —¿Qué diablos, Allie? ¿Te vas con él? Gavin entrecerró sus ojos. —Allie me llamó anoche. Greta parpadeó. Bueno, demonios. Como la madrina de honor probablemente debería haber confiscado el teléfono de Allie. Pero, ¿quién sabía que tenía eso en mente? La mayoría de las próximas novias borrachas le marcaban al chico al que querían gritar lero, lero, no al chico que querían tener llevándolas hacia el altar. El hecho de que Allie aún tenía a alguien que quería que la llevara hacia el altar era tal vez una indicación de que la boda en sí no era tan buena idea. Josh se enderezó, mirando a Allie. —¿En serio? Allie chilló. Estaba perdiendo puntos de perfección por segundo. Gavin Quien Sea cuadró su mandíbula ya cuadrada.
  • 13. 13 —Me llamó y me dijo que siempre me amaría. Oh, vaya manera de restregarlo, Guapo. Ahora Allie gimió, cerrando sus ojos. Greta tenía la sensación de que un gemido o dos no serían suficientes para hacer a su hermano retroceder. Josh se cruzó de brazos. —¿Allie? ¿Es eso cierto? Hubo otra de esas pausas largas. —Bueno… —murmuró Allie. Josh negó con la cabeza. —Jesucristo. ¿Estabas ebria? —Sonó como si estuviera apretando sus dientes. —Tal vez un poco. ¿Un poco? Oh, Allie estaba perdiendo esos puntos de perfección de izquierda a derecha ahora. —¿Llamaste a Gavin la noche antes de nuestra boda y le has dicho que siempre lo amarías? —Josh estaba mirándola como si nunca la hubiera visto antes. Allie lamió sus labios. —No exactamente —dijo—. No le dije que viniera ni nada así. No le dije que lo amaba. —Allie. Nos estamos casando —dijo Josh rotundamente—. Simplemente no cambias de opinión en el último momento en algo como esto. —Lo siento —susurró. Claro. Greta no era abogado, pero tenía la sensación de que la defensa no iba a funcionar. —Eso es todo lo que necesitaba escuchar. —El Guapo presionó su agarre sobre Allie otra vez y luego se encaminó por la acera. Greta presionó sus labios, mirando el músculo de la mandíbula de su hermano tensarse. De repente, ella realmente quería que todo esto acabase. Déjalo ir. Solo déjalo
  • 14. 14 ir. Tragó saliva. Incluso con su propio cinismo duramente ganado sobre el matrimonio, sería difícil superar los últimos diez minutos, en términos de desastres matrimoniales. Detrás de ella, oyó a alguien quedar sin aliento. Genial. Al parecer, no había sido la única en seguirlos fuera de la iglesia. Greta giró rápidamente, lista para decirle a quien sea que se fuera de regreso al interior y se callará, y vio a Devon Grant, la ex de Josh, de pie a unos metros de distancia. Solo a juzgar por la forma en que estaba mirando a Josh en este momento, no era tan ex después de todo. Sus oscuros ojos marrones estaban muy abiertos y se mordía el labio inferior mientras observaba el desarrollo del drama frente a ella. Greta tomó otra serie de respiraciones profundas. De todos modos, esto se estaba volviendo demasiado complicado. Se dio la vuelta y se metió de nuevo en la iglesia. Dejaría que lo averiguaran por sí mismos, ella había terminado absolutamente. Su madre estaba de pie en medio del pasillo. Su tocado de encaje se había desplazado hacia delante sobre uno de sus ojos y su tafetán azul marino estaba definitivamente mostrando pliegues. Greta dedujo que si mamá hubiera tenido a un programador de videojuegos, Gavin Quien Fuera sería una simple mancha de grasa para este momento. Levantó una ceja hacia Greta. Greta negó con la cabeza. El músculo en la mandíbula de mamá se tensó justo como el de la mandíbula de Josh. El nivel de ruido en la iglesia aumentó hasta ser ensordecedor. Entonces mamá empujó su tocado de nuevo en su lugar, sus labios estrechándose en una línea muy delgada, como un general preparándose para conducir a sus tropas a un ataque suicida. Se volvió hacia los invitados a la boda, aplaudiendo por su atención. —Muy bien, todo el mundo —gritó—. Hay comida en el Promise Harbor Inn. Todo está pagado. Vayan y disfruten ustedes mismos. No hay razón para que se arruine el día de todo el mundo. Siento un dolor de cabeza aproximarse. Levantó la cabeza, examinando a la multitud imperiosamente, luego giró sobre sus talones hacia la misma puerta lateral que todos los demás habían utilizado, la abrió con fuerza y luego la cerró de golpe detrás de ella sin mirar atrás. A medida que el nivel de ruido en la sala se levantaba hasta ser ensordecedor una vez más, Greta se quedó mirando al ramo de novia que seguía aferrando en sus manos, preguntándose exactamente lo que se suponía que debía hacer con él. Si lo lanzaba a la
  • 15. 15 multitud, ¿la persona que lo atrapara sería la siguiente en tener una ruptura traumática? Probablemente sería mejor no averiguarlo. Se arrodilló y colocó el ramo delante del altar, algo así como una ofrenda, aunque no estaba segura para quién. Tal vez para el dios del caos. Luego se enderezó de nuevo, mirando a la puerta donde su madre, hermano, prospecto de cuñada y otras varias personas importantes acababan de desaparecer. No tenía ninguna intención de seguirlos. Lo que sea que estaba sucediendo afuera no era algo de lo que quisiera ser parte. Y este probablemente no era el mejor momento para darle la noticia a su madre, acerca de su propio divorcio.
  • 16. 16 Traducido por Booklover:3 y Daianandrea Corregido por Aniiuus l salón en el Promise Harbor Inn, donde se suponía que tendría lugar la recepción de la boda impresionó a Greta ante su poca calidad. Por un lado, no daba hacia el mar. Las ventanas tenían una gran vista del estacionamiento de la posada, un agradable paisaje, de seguro, pero no precisamente pintoresco. Sin embargo, había un montón de comida, incluyendo un pastel de boda de fantasía con flores de algodón de azúcar lavanda. Le dio una rápida revisión crítica. Un poco exagerado, pero estaba bien. En cierto modo, era de esperarse. Sin embargo, los pasteles de boda definitivamente no eran su especialidad. Se preguntó si podían obtener un reembolso por él, ya que nadie iba a cortarlo. Tal vez el panadero podría venderlo a una pareja con poca mentalidad a quienes no les importara un poco de mal karma. A su alrededor se oía el murmullo de los chismes moviéndose a toda marcha. —Bueno, sabías sobre ella y Gavin Montgomery, ¿cierto? Escuché que fue por muchos años. Solo estoy sorprendida de que él tuviera el descaro de aparecer. La mujer con el vestido floreado lucía vagamente familiar, de la misma manera en que la mayor parte de las personas en la habitación lo hacía; tal vez una bibliotecaria, o alguien que trabajaba en la oficina de correos. Ahora, por supuesto, parecía como la organizadora de un linchamiento. —Aunque, todo funcionó a su favor, ¿no? Debe haber sabido que ella no iba a llegar hasta el final con esto. Esa sonó como a la Sra. Grossblatt, de la agencia de seguros. No es que fueran los únicos diciendo lo que estaban diciendo. Frases flotaban por todas partes. —...debe haber estado viéndolo durante todo el tiempo… —…siempre pensé que había algo malo… E
  • 17. 17 —…la secuestró de la iglesia… —…ese chico fue siempre una mala semilla… —…oí que la ley fue tras él por el secuestro… Hayley Stone… —…Lily debe estar revolviéndose en su tumba… —…pobre Josh… —…pobre Sophie… Pobre Greta. Hizo un rápido análisis de la habitación, con la esperanza de que su madre podría haber decidido aparecer después de todo. No hubo suerte, por supuesto. El único miembro de la familia que vio en el lugar era el hermano de Allie, Charlie, apoyado en una esquina con una cerveza y el tipo de expresión que desalienta a cualquier persona de hablar con él. Greta no tenía intención de hablar con él. De hecho, tenía toda la intención de escabullirse una vez más por la puerta tan pronto como fuera posible. Había comenzado a avanzar en esa dirección cuando alguien agarró su brazo con tanta fuerza que le preocupó su circulación. Se volvió para ver a la Sra. Terwilliger de la tienda de comestibles mirándola con afilados ojos negros, luciendo un poco similar a una urraca. —¿Cómo está llevándolo tu madre Sophie, querida? ―Greta podría jurar que estaba salivando. ¿Quieres decir a diferencia de mi madre Tatiana? —No he hablado con ella desde la ceremonia. Estaba dirigiéndome allí ahora. — Greta trató de soltar su brazo del agarre de la Sra. Terwilliger, pero la mujer se colgaba como un percebe incrustado. —Estoy segura que está devastada. ¿Y tu pobre hermano? ¡Qué cosa tan terrible para suceder en el día de su boda! Debe estar muy mal. ―Las uñas de la Sra. Terwilliger se encajaron un poco más profundo en el brazo de Greta. Greta consiguió esbozar una pequeña sonrisa. —Sin duda. Justo estoy de camino a… —Así que, ¿alguien lo vio venir? Quiero decir, Josh tenía que saber acerca de Allie y ese Gavin Montgomery, ¿no? ¿Sabía que todavía se estaban viendo? Deben haberlo
  • 18. 18 estado, ¿no te parece? ―Los ojos de la Sra. Terwilliger se volvieron aún más brillantes. Estaba pasando de urraca a buitre. Greta retomó su ritmo poco a poco mientras se dirigía a la puerta, arrastrando a la Sra. Terwilliger junto con ella. —Realmente no sé nada al respecto. —¿Entonces ella le dijo que todo había terminado entre ella y Gavin? Parece que no era del todo cierto, ¿verdad? ¿A menos que tú creas que él la secuestró? Greta podía ver la puerta abierta delante de ella. Se dio la vuelta rápidamente, dejando que todo el peso del miriñaque del infierno golpeara a la Sra. Terwilliger en las rodillas. La Sra. Terwilliger saltó hacia atrás con un graznido, dejando caer su brazo. —Lo siento. —Greta sonrió dulcemente—. Feliz caza. O lo que sea que estés haciendo. ―Se dio la vuelta y se marchó por la puerta; la expresión indignada de la Sra. Terwilliger: “Jamás lo haría…” resonó en sus oídos. Greta se imaginó que probablemente no estaba haciendo mucho para reforzar su reputación como una persona responsable, pero en ese momento su reputación era la menor de sus preocupaciones. Recogió su falda y corrió por el pasillo, haciendo todo lo posible para evitar a todas las personas que trataban de llamar su atención. Bernice Cabot estaba parada fuera de la puerta de la suite donde Allie se había metido para vestirse, con los brazos cruzados sobre su más-que-amplio pecho. El volante alrededor de sus hombros podría haber servido como una bandeja de aperitivos. —¿Allie está ahí? —Greta asintió hacia la suite. Bernice negó con la cabeza. —No sé a dónde fueron. Solo pensé que alguien debería mantener lejos a los buitres y evitar que entren allí. —Suena como un plan. ―Greta suspiró―. ¿Has visto a mi madre? Bernice se encogió de hombros. —Tal vez se fue a casa. —Tal vez lo hizo. Greta cambió de rumbo y se dirigió al estacionamiento, deteniéndose solo en la sala de las damas de honor para tomar el pequeño bolso que tenía su teléfono celular,
  • 19. 19 su billetera y las llaves del auto. Regresar a casa tenía cierto sentido, a pesar de que significaba que ella y su madre estarían defendiéndose de todas las Sra. Terwilligers en Promise Harbor que consiguieran pasar por allá y compartir los jugosos detalles que habían sido capaces de fabricar durante la última media hora. Realmente debería ir a casa a ayudar. Su madre no debería tener que luchar contra las malas lenguas de la ciudad por sí sola. Subió a su auto, amontonó su falda y miriñaque a su alrededor como fideos empaquetados. La primera cosa por hacer una vez que regresara a su habitación en casa sería despojarse de esta monstruosidad y dejarlo caer en el bote de basura más grande de la propiedad de su madre. Después de eso, nunca, jamás accedería en ser la dama de honor de alguien otra vez. Lo cual debería ser bastante fácil, ya que nunca, jamás estaría cerca de otra boda. Si la presionaban, siempre podría afirmar que la gasa le daba urticaria. No que el vestido de dama de honor más espantoso en la historia de la humanidad se hiciera con gasa real. Más que nada, como un tejido fabricado en las entrañas de una empresa química con precio rebajado. Dio la vuelta a la esquina y detuvo su auto en la acera, estudiando la casa donde se había criado. La casa que probablemente albergaba una junta importante de vecinos entrometidos en este momento. De madera blanca, con frontones y un amplio porche. Parecía que su madre había conseguido pintar las persianas. El barniz negro brillaba bajo el sol. Probablemente trató de conseguir reparar la casa para la boda. Greta cerró los ojos, inclinándose hacia delante para descansar su frente contra el volante. La Boda Que No Fue. Su madre había gastado tanto tiempo y energía en la planificación de esta boda, y ahora lucía como si hubiera gastado por lo menos una buena cantidad de dinero. Todo para nada. Su madre había sonado deprimida durante un año o algo así después de que el padre de Greta murió, y había estado peor cuando su mejor amiga, Lily, la madre de Allie, había muerto también. La boda definitivamente levantó su ánimo. Greta solo esperaba que la fuga no planificada no la deprimiera una vez más. Giró la cabeza y miró la calzada. El Volvo de su madre estaba estacionado junto a la casa, con otros dos autos detrás de él. Uno que no reconoció, pero el otro era el auto de Owen Ralston. El padre de Allie. Genial. Bueno, al menos tendrían algo de qué hablar. Y tal vez Owen podría ayudarla a defenderse de las malas lenguas más agresivas antes de que hicieran a su madre decir algo que en realidad podría arrepentirse. Owen sería
  • 20. 20 mucho mejor haciendo eso de lo que Greta podría. Era, después de todo, un hombre muy agradable, mientras Greta tenía una larga historia por decir cosas que lamentar. Pasó su mano por la parte posterior de su cuello, mirando a la puerta principal. Debería entrar. Realmente debería. A pesar de que no podía pensar en nada que pudiera hacer o decir que haría que su madre se sintiera mejor. Aunque sus antecedentes en cuanto al consuelo o la resolución de problemas eran irregulares en el mejor caso. A pesar de que lo haría, en algún momento, tendría que dejar caer otra gran ración de mierda en el regazo de su madre cuando finalmente se decidiera a explicar su propio matrimonio, lo que significaba, por supuesto, su propio divorcio. Maldito seas, Ryan. Todo esto es tu culpa. Greta sabía que lo que estaba diciendo era ilógico, pero aun así la hizo sentir mejor. A estas alturas, estaba dispuesta a culpar a Ryan por cualquier cosa como en el Gran Robo del Tren. Y Dorothy también, soltó. Oh, sí, sobretodo Dorothy. Se recostó en su asiento de nuevo, girando la llave en el contacto. En realidad, no estaba lista para ir a esa casa con mamá, Owen y los vecinos y luego darle a su madre otra serie de problemas con los que tratar. Tal vez después, como, digamos mañana. Se decidiría a hacerlo. Realmente lo haría. Dio la vuelta al auto para alejarse de los alrededores del puerto, rumbo a la Autopista Uno. Tal vez una hora de paseo junto a los acantilados ayudaría a despejar su cabeza. Y tal vez cuando volviera, habría encontrado una manera de explicarlo todo de forma racional a su madre. Sí, claro, Greta. Justo como siempre lo haces. * * * Hank Mitchell miró hacia abajo a su pie, todavía encajado con fuerza, todavía sin moverse. Las rocas en esa parte de la pared se habían visto lo suficientemente resistentes cuando las había pisado. En el momento en que se había dado cuenta de lo poco resistentes que realmente eran, y que estaban listas para desmoronarse bajo su peso, ya era demasiado tarde para volver atrás. Ya había intentado sacar el pie de su zapato, pero las rocas a ambos lados estaban apretadas demasiado fuerte como para conseguir soltarse.
  • 21. 21 Está bien, ¿cuántas veces en los últimos años le has dicho a los pasantes que nunca vayan a una excavación solos? Al parecer, no las suficientes veces para entrar en su dura cabeza. Ahora estaba de pie en la base de un muro de un metro, los posibles restos de un asentamiento Wampanoag2, su pie muy atascado en medio de algunas rocas Wampanoag que se habían derrumbado cuando había pisado en el lugar equivocado. No tenía el ángulo correcto para hacer palanca y quitar las rocas, y no tenía ninguna herramienta que pudiera hacer que fuera más fácil. Si fuera un hombre supersticioso, diría que los Wampanoag estaban vengándose de él. Si así fuera, estaban haciendo un maldito buen trabajo. Revisó alrededor de la excavación una vez más, esperando encontrar algo que podría haber cambiado en los tres minutos desde la última vez que miró y encontrar algún tipo de herramienta que pudiera usar para hacer palanca y soltarse. Su notebook y su teléfono celular seguían donde los había dejado al lado de la escalera, completamente lejos de su alcance, junto a su pico y pala. Podría tratar de acostarse para ver si podía tocarlos, pero sospechaba que sus rodillas no se doblarían exactamente en esa dirección. Seguramente las hermanas lo echarían de menos en algún momento. Incluso si Alice no lo hacía, seguramente se le ocurriría a Nadia que no había estado presente cuando debería haber estado. Por supuesto, no tenía exactamente un horario regular en la Casa Dubrovnik. Podrían incluso no darse cuenta que no había vuelto a casa hasta haberse ausentado un par de días. Iba a tener mucha hambre en dos días, por no mencionar la sed. Al menos el metro y medio de profundidad de la excavación le impedirían pasar frío por el viento. A menos que lloviera. Como lo había hecho regularmente durante el último mes. Hank suspiró. Probablemente iba a morir aquí. Como mínimo, pasaría hambre, sed e iba a estar mojado. Y todo era el resultado de su propia idiotez, lo cual lo hacía mucho peor. Alice probablemente diría que se lo dijo, aunque estaba bastante seguro que ni siquiera sus grandes quejas habían cubierto jamás esta situación especial. Se tensó. Por un momento, podría haber jurado escuchar algún susurro. Probablemente un conejo o algo en la maleza. Y no podía pensar en ninguna manera de utilizar un conejo para rescatarse. 2 Wampanoag: Tribu algonquina, viven en los estados de Rhode Island y Massachusetts, en Martha’s Vineyard, las Bahías de Bristol y Narragansett y las orillas del río Pawtucket.
  • 22. 22 Esperó, escuchando de nuevo. El susurro parecía más persistente que un conejo, y se estaba acercando. Hizo un rápido recorrido de una lista de grandes animales que se encuentran en los bosques de Massachusetts. Osos y alces eran posibles, pero poco probables. Los coyotes eran más probables pero no preocupantes a menos que decidieran que él era una presa fácil. Lo más probable era que fuera otro tipo de animal. Tal vez un zorro o un pavo salvaje. Para ahora estaba bastante curioso sobre el origen del ruido como para tratar de estirar el cuello y tratar de ver por encima del borde de la excavación. Además, un pavo salvaje pasando por allí proporcionaría un poco de distracción momentánea de su pie entumecido encajado aún en las rocas. Por un momento, creyó ver a alguien moviéndose a lo largo del borde de los árboles, un destello de color en la oscuridad de la maleza. Hank parpadeó. La excavación estaba claramente demarcada con señales de Peligro y No Pase. Había querido poner una cerca, pero las autoridades estatales lo habían anulado. Aun así, nadie iba a pasar por aquí. Desafortunadamente. Pero si alguien pasaba, podría al menos sacarlo de este agujero. —¿Hola? —llamó—. ¿Hay alguien ahí? El murmullo se detuvo por un momento, y entonces empezó de nuevo, comenzando a acercarse. Hank se esforzó por ver más allá del borde de la excavación. —Ten cuidado —llamó—. Hay una excavación aquí. Lo que vio a continuación lo convenció de que estaba alucinando. La mujer estaba vestida como algo salido de una película: una enorme falda acampanada cubierta con volantes, una faja amplia en la cintura, un escote de corte bajo que se extendía por sus hombros y revelaban lo que parecían ser más que respetables pechos. Después de un momento, ella se arrodilló en el borde, asomándose hacia abajo y él entonces vio un cabello corto marrón y unos ojos oscuros. —Hola —dijo ella. —Hola. —Él tomó una respiración rápida, pidiéndole a Dios que fuera real y no un sueño particularmente extraño—. ¿Podrías venir aquí y darme una mano? Estoy atascado. Su frente se frunció ligeramente. —Probablemente. ¿Qué necesitas exactamente?
  • 23. 23 —Mi pie está atascado aquí. —Señaló a su pie, todavía apretado entre dos grandes rocas—. Tal vez podrías ayudarme a tirar de las grandes rocas a un lado para entonces poder soltarme. Ella frunció el ceño, considerándolo. —¿Qué tal si lo sacas de tu zapato? Él sacudió su cabeza. —Traté eso. Está demasiado ajustado. No puedo sacar mi pie del zapato. —Oh. —Ella todavía estaba frunciendo el ceño—. Está bien, solo un minuto. — Desapareció del borde, y por un momento estuvo excesivamente asustado de que se hubiese ido. Entonces vio la falda en forma de campana en la parte superior de la escalera—. Espera. Esto puede tomar un tiempo —dijo ella alegremente—. Esta falda no está hecha para subir y bajar escaleras. —Está bien. Tómate tu tiempo. No te lastimes. ―Se inclinó un poco hacia atrás contra el borde de la excavación. Todavía no estaba completamente seguro de no estar alucinando, pero al menos era más entretenido que estar preguntándose si tendría que amputarse su propio pie con su navaja. Vio la enorme falda verde flotando despacio por la escalera. Dado la mitad de la muchacha que pudo ver desde la cintura para arriba, asumió que había piernas y un extremo inferior en alguna parte, pero no había forma de saberlo por lo que podía ver actualmente. Se parecía un poco a una de esas muñecas que tenían un cono debajo del vestido. Le había dado una de esas a su sobrina por Navidad hace un par de años. Enfócate, Mitchell. No es momento para dejar vagar a tu mente. Tal vez realmente estaba alucinando. La chica del vestido verde llegó al pie de la escalera, levantando su falda para estabilizarse. Notó que llevaba zapatillas deportivas. Era buena cosa. Probablemente no podría haber bajado la escalera si tenía que preocuparse de sus zapatos y de su falda. Ella le dio una brillante sonrisa, empujando su flequillo lejos de sus ojos. —¿Ahora qué? —Mi pie está metido en la base de la pared. Tal vez podrías empujar las piedras a un lado y yo podría inclinarme para empujar en el otro. No puedo hacer la suficiente palanca para hacerlo todo por mi cuenta.
  • 24. 24 En realidad, no podía hacer palanca con nada dado que apenas podía llegar a las rocas como estaba. La muchacha frunció el ceño de nuevo. —Déjame tratar. -—Se inclinó hacia sus pies, dándole una gran vista de su escote. Jesús, Mitchell, está tratando de ayudarte. No te la comas con los ojos. Él también trató de agacharse, intentado esquivarla cuando ella levantó la cabeza de repente. —Mira, solo mantente de pie, ¿bien? Realmente no hay lugar aquí para que también estés agachado. —Le dio una rápida sonrisa, y entonces agachó de nuevo la cabeza—. ¿Estoy en lo cierto en que prefieres que yo no haga nada que pueda derribar toda la pared a medida que sacas el pie? Hank cerró sus ojos por un momento. Dos años de trabajo quedarían en un revoltijo de piedras. —Eso sería un gran sí. —Bueno entonces, solo relájate. Debería tener esto hecho en… ―Se inclinó más, haciendo algo misterioso con las piedras que involucró una gran cantidad de empujes. El escote de su vestido cayó peligrosamente. Hank se obligó a estudiar las nubes―. ¿Qué es este lugar de todos modos? —preguntó con voz apagada. —Es un pueblo antiguo. Del siglo XIV o XV. —¿Y las personas que vivieron aquí construyeron la pared? Él se encogió de hombros. —Puede ser. No está del todo claro si la pared era parte de ello o si vino después. Algunas de las cuevas de por aquí se utilizaron como sótanos, y pueden haber sido utilizados para otros fines anteriores… —¡Lo tengo! —gritó, y Hank se tambaleó hacia atrás ya que la presión en el pie fue liberada repentinamente―. Vaya. —Ella se puso de pie, agarrándolo por los brazos para que no colapsara. —Está bien. Estoy bien. Gracias. ―Empezó a retroceder mientras ella lo soltaba, pero cuando puso su peso sobre el pie que acababa de ser liberado, la repentina descarga de agonía lo mandó sobre sus rodillas. Repitió la mayor parte de su extensa
  • 25. 25 colección de obscenidades antes de mirar hacia arriba para ver que ella lo miraba con una expresión ligeramente burlona. —Asumo que te duele. Él asintió, respirando profundamente. —Déjame ver. Es probable que se te haya roto. ―Se agachó para mirar su pie, como si pudiera ver la estructura ósea a través de su zapato. Tal vez tenía visión de rayos X. Hank sacudió su cabeza. —No lo creo. Creo que solo está magullado. O tal vez un esguince. De todos modos, no creo que pueda poner mucho peso sobre él. ―Le dio una mirada a la escalera. La extremadamente corta escalera que a veces evitaba por completo al saltar en la excavación sin molestarse en trepar. De repente parecía demasiada alta. La chica siguió su mirada. Luego le devolvió la mirada, con la frente fruncida. —Está bien. —Hank la tranquilizó—. Puedo hacerlo. ―Empezó a empujarse, tratando de no poner ningún peso sobre el pie. No pareció estar haciendo ningún progreso en general. La muchacha se limpió las manos en su falda de gasa verde, dejando un par de vetas sucias. —Muy bien, esto es lo que haremos. Empiezas a subir la escalera e iré detrás de ti. Debería ser capaz de empujarte frente a mí para que no uses tu pie malo. Hank consideró las posiciones relativas de los cuerpos en las particulares maniobras que estaba sugiriendo. Podría ser interesante. Por otro lado, estaba la posibilidad muy real de que se cayera de la escalera y aterrizara sobre ella, lo cual no sería lo mejor y no estaba en cualquiera de sus listas por el momento. Suspiró. —Bueno. Vamos a intentarlo. Él puso una mano sobre su hombro de modo que ella pudiera ayudarlo a subir en la escalera, entonces descansó su pie bueno en el peldaño más bajo. —¿Lista? —¡Oh sí! —Le sonrió.
  • 26. 26 Empezó a girarse, y luego se volvió. —Espera, una pregunta. ¿Cuál es tu nombre? Ella se detuvo por un momento, como si tuviera que pensar en ello. —Greta Brewster. —Le tendió una mano—. ¿Y tú? Él estrechó su mano. —Hank Mitchell. Gracias por sacarme del hoyo. Ella sonrió de nuevo. Era una muy bonita sonrisa. Le daba un aspecto de duende con su cabello corto, ahora un tanto revuelto después de haber trabajado en su pie. —Aún no te he liberado del todo —dijo―. Dame las gracias cuando estemos fuera del agujero. —Cierto. ―Suspiró, volviendo de nuevo a la escalera. Supuso que había cosas peores que tener las manos de una mujer extraña en su trasero.
  • 27. 27 Traducido por Verae y LizC Corregido por Beatrix85 reta no estaba segura de por qué se sintió tan alegre de repente. Acababa de sacar a un completo extraño de un agujero empujando su trasero por una escalera. No era exactamente la forma en que había esperado pasar su tarde, pero realmente era mucho mejor que pasear por el puerto, esquivando a su madre y escuchando a todo el mundo burlarse de su hermano y su ex prometida. Y por una vez parecía que seguir sus impulsos había funcionado, después de todo, acababa de rescatar a alguien. Ahora el rescatado, un tal Hank Mitchell, se sentaba en un montón de tierra en la parte superior del agujero, recuperando su respiración. Básicamente había salido por su mano mientras lo empujaba por detrás, y él parecía abatido. También se veía bastante sexy, incluso en su estado desaliñado. Cabello rubio oscuro, ojos verdes, pecho y brazos bien tonificados, probablemente de cavar el considerable agujero de donde lo había sacado. Esos músculos le habían venido muy bien a la hora de sacarse a sí mismo de la excavación. Junto con los propios esfuerzos de ella, por supuesto. Rara vez se había encontrado con una situación en la que teniendo ambas manos en el trasero de un hombre fuese una actividad totalmente altruista. Pero por divertida que hubiese sido la tarde, probablemente era tiempo de regresar. —¿Tienes tu auto aquí? Asintió lentamente, haciendo un gesto hacia un claro a un lado. —Una camioneta. Por ahí. Aunque no estoy seguro de que pueda conducir. — Miró su pie lesionado. Greta frunció el ceño. Tenía razón. Presionar el acelerador y el freno sería horrible. G
  • 28. 28 —¿A qué distancia está tu casa? —Alrededor de ocho kilómetros. Tengo un apartamento en Tompkins Corners. Ella trató de recordar si alguna vez había oído hablar de un lugar llamado Tompkins Corners antes. Estaba bastante segura de que no. —Podría llevarte ahí si consideras que tu camioneta va a estar bien aquí. Se encogió de hombros. —Probablemente. No mucha gente viene a caminar por estos bosques —dijo y le dio una mirada inquisitiva. —Estaba camino hacia la costa —dijo ella rápidamente. Por supuesto, había estado yendo exactamente en la dirección equivocada, si ese fuera el caso, pero pensó que no necesitaba saber eso. —Por suerte para mí tomaste un desvío. —Cierto. —En realidad, no tenía idea de por qué se salió de la carretera cuando lo hizo. Tal vez fuese el encanto de todas estas señales de Peligro. Solo una confirmación más de su falta de sentido común. Aunque esta vez, esa falta fue algo bueno, al menos para alguien más. —¿Estás seguro que no quieres que te lleve a la sala de emergencias en Promise Harbor? —preguntó—. ¿No deberías al menos conseguir que revisen tu pie para asegurarte de que no está roto? Negó con la cabeza. —Estoy bastante seguro de que no está roto. Debería ser suficiente ponerle un poco de hielo. —Está bien, entonces. Tompkins Corners. —Se puso de pie de nuevo, sacudiendo las hojas y ramas en su falda de volantes. Al menos cuando regresara a su casa podría deshacerse del vestido y cambiarlo por algo que no la hiciera sentir como una refugiada de un tour de casas señoriales. Extendió una mano en su dirección, ayudándolo a ponerse de nuevo en pie. O sobre su único pie, ya que solo uno parecía estar trabajando de momento. Se equilibró con inquietud, apoyando una mano en su hombro.
  • 29. 29 —Si no es mucho preguntar, ¿por qué llevas ese vestido? —No me importa que preguntes —dijo—. Era dama de honor. Este es mi traje. Mi auto está por aquí. ―No estaba segura de por qué no tenía ganas de explicar más. Tal vez no quería entrar en detalles de la Boda Que No Fue. Sería bastante difícil de explicarle a la gente que en realidad no estuvo ahí. Caminaron a través del bosque hasta el borde del estacionamiento, Hank Mitchell saltando junto con ella como su apoyo. Era casi una lástima que nadie los hubiera visto. Estaría dispuesta a apostar a que la vista había sido memorable. Eventualmente, consiguió ponerlo en el asiento del pasajero. —¿A dónde? —Gira a la izquierda al final de la carretera. Tompkins Corners está a unos ocho kilómetros por la autopista. —Nunca he escuchado hablar de Tompkins Corners. ¿Es muy grande? Él se encogió de hombros. —Unas cuantas casas. Un hotel y un almacén general. No estoy seguro de cuántas personas viven allí en total, probablemente hay unas cuantas fincas más detrás de las colinas. Condujeron en silencio durante un rato. No podía decir si era naturalmente reservado o si todavía tenía dolor en su pie. Cuando dio vuelta en la carretera, echó un vistazo en su dirección. Tenía los ojos cerrados, la cabeza apoyada en el respaldo del asiento. Está bien, probablemente dolor. Unos minutos más tarde, se detuvo delante de la única construcción en Tompkins Corners que parecía que podría ser un hotel, una estructura de madera de dos pisos, que se extendía a lo largo del único tramo de acera del pueblo. Las paredes estaban fatal, necesitando un trabajo de pintura, pero Greta supuso que el edificio había sido alguna vez blanco. Un amplio porche se extendía por la parte delantera con una fila de mecedoras de madera. —¿Hank? ¿Es este? Sus ojos se abrieron. Luego miró por la ventana. —Oh sí. Esta es la Casa Dubrovnik.
  • 30. 30 Greta parpadeó. —¿Casa Dubrovnik? ¿Así se llama? Negó con la cabeza. —Oficialmente, es el Hotel Grand. Extraoficialmente, es la Casa Dubrovnik. O lo es para mí, de todos modos. —Abrió la puerta, extendiendo lentamente su pie lesionado sobre la acera. —Espera. Déjame ayudarte. ―Se apresuró a su lado, inclinándose para que él pudiera descansar una mano en su hombro otra vez. Gracias a su escote con volantes estúpidos, probablemente tenía una gran vista de su busto, pero bueno, también tuvo una gran vista cuando había estado liberando su pie. A estas alturas probablemente había visto lo suficiente como para hacer una estimación aproximada sobre el tamaño de sus tetas y confirmar por sí mismo que eran suyas. Él aferró una mano en su hombro, saltando a su lado de nuevo hacia la puerta del edificio. Ahora que estaban más cerca pudo ver el descolorido letrero de Hotel Grand a un lado de la puerta. Un poco más abajo había otro letrero que decía Tienda de Comestibles Tompkins Corners sobre una segunda puerta. Ella levantó una ceja. —¿Son dos negocios separados? Negó con la cabeza. —Las hermanas también son dueñas de la tienda de comestibles. Hay una entrada del hotel por dentro. —¿Las hermanas? —Frunció el ceño —. ¿Te refieres a las monjas? Hank Mitchell sonrió probablemente por primera vez desde que le había liberado el pie de la pared de piedra. —No. Por supuesto que no. No hay monjas aquí. Bonita sonrisa. Valió la pena la espera. La puerta principal se abrió de repente y un pequeño ciclón llegó disparado a través de ella.
  • 31. 31 —Hank. Por amor de Dios. ¿Qué pasó? ¿Qué tan mal herido estás? ¿Deberíamos llamar a un médico? Alice, Alice, ven aquí, ¡Hank ha sido herido! El ciclón dejó de hablar el tiempo suficiente para que Greta consiguiera una buena mirada. Tenía tal vez un metro cincuenta más o menos, con el cabello del color del alquitrán. Cualquiera que fuese el tinte que había estado utilizando no debería haber sido admitido en el mercado, en opinión de Greta, teniendo en cuenta el color de los mechones de rizos alrededor de sus orejas. Su cuerpo redondeado se comprimía en una larga falda estilo gitano en una especie de estampado púrpura con una blusa blanca. Una pashmina púrpura flotaba hacia abajo de su hombro. Greta buscó los pendientes de aro, pero al parecer la mujer no fue tan lejos con el personaje. —Alice —gritó de nuevo mientras empujaba la puerta para abrirla más. En el interior, el lugar parecía más como un hotel. Un muy anticuado hotel que no había sido renovado en los últimos cincuenta años. La recepción se encontraba encajada en una esquina con una fila de buzones vacíos detrás de ella. Un sofá ligeramente sarnoso e incluso una desgastada mecedora estaban colocados en la parte frontal de la habitación al lado de la ventana. El piso de madera se veía limpio y la alfombra persa frente al escritorio parecía a punto de ser jubilada. Otra grande sala oscura quedaba al lado, y un tramo de escaleras curvas daba al piso superior en la esquina. —¡Alice! —gritó la pequeña mujer por tercera vez. —Nadia, estoy bien —la tranquilizó Hank—. Me duele el pie, pero no es grave. Estoy bastante seguro. —Deberías ver al médico. —La pequeña mujer, Nadia, asintió sus rizos negros con decisión—. Podría ser más grave de lo que piensas. —Podría ser, pero lo dudo. No hay necesidad de llamar a Alice. —Bueno, Hank, no… —¿Qué diablos está pasando ahora? —La voz pareció cortar a través de su conversación como una motosierra. La mujer que salió de la recepción parecía como si se hubiese esforzado realmente para ser un contraste tan grande a Nadia como fuese posible. Los vaqueros azules estaban tan descoloridos que se parecían a los que cuestan varios cientos de dólares en Boston, aunque Greta apostaba que no se habían visto de esa manera cuando eran nuevos. Su camisa azul de franela a cuadros estaba enrollada en sus codos,
  • 32. 32 probablemente porque era de un tamaño bastante grande para sus huesudos hombros. Si su cabello gris incluso había estado cerca de algún tipo de tinte, el tinte aparentemente perdió la batalla. Entrecerró los ojos, estudiando a las tres personas de pie frente a ella. —¿Y? ¿Qué pasa con el excavador de huesos aquí? —Y buenas tardes para ti también, Alice. —Hank suspiró—. Me lastimé el pie, pero no es gran cosa. Todo el mundo puede volver a hacer lo que se encontraba haciendo antes. —Hum —gruñó Alice. Volvió su negra mirada aguda sobre Greta―. ¿Para qué diablos estás vestida? —Boda. Dama de honor. ―Greta asumió que Alice podría apreciar la brevedad. Alice le dedicó una sonrisa ligeramente burlona. —Jesús. ¿Qué le hiciste a la novia? Nadia liberó a Hank y dio un paso adelante. —Hank necesita un médico, Alice. Necesitamos llamar a Merton. Tal vez incluso a Promise Harbor. Alice levantó una ceja gris en dirección a Hank. —¿Necesitas un médico, Mitchell? Negó con la cabeza. —Solo tengo que descansar mi pie. —No puedes confiar en su palabra. Es igual que tú, no quiere que nadie haga un escándalo. Bueno, déjame decirte algo, a veces un alboroto es necesario. Podrías estar mal herido y en todo lo que estás pensando es en la comodidad. —Nadia apoyó los puños en sus caderas, su pashmina se deslizó hasta su codo. —Si pensara en la comodidad, me habría quedado atrás en la cocina. Donde, por cierto, deberías estar si vamos a servir alguna cena. La barbilla de Alice se elevó mientras sus ojos brillaban peligrosamente. Nadia dio un leve resoplido.
  • 33. 33 ―Voy a poner comida en la mesa, no te preocupes por eso. ¿Cuándo no he tenido la cena en la mesa? La sonrisa de Alice se volvió ligeramente amarga. —Bueno, está el pasado martes, para empezar. —El martes pasado, tuvimos una cena maravillosa. La ensalada de macarrones estuvo deliciosa. La sonrisa de Alice desapareció por completo. —La ensalada de macarrones era de Stop and Shop, y apenas había lo suficiente para alimentar a Hyacinth, mucho menos para el resto de nosotros. Si pasaras menos tiempo trabajando en esa maldita computadora… —Esa maldita computadora trae más efectivo… Estaban de pie muy juntas ahora, sus voces cayendo a gruñidos. Greta tenía la sensación de que esta discusión en particular se había desarrollado antes. Probablemente varias veces. Hank se movió a su lado, haciendo una mueca. —¿Tienes una habitación aquí en alguna parte, Ace? —preguntó ella. Él se encogió de hombros. —Arriba, a la izquierda. —Entonces vamos hasta allí. —Ella apoyó el hombro de él contra el suyo, deslizando su brazo a través de su espalda, y volviéndolo hacia las escaleras a un lado— . ¿Supongo que no hay un ascensor? Él negó con la cabeza. —Estás bromeando, ¿verdad? Detrás de ellos, la disputa estaba empezando a agitarse. —Es una maldita estupidez —declaró Alice. —Solo piensas eso porque no… —Vamos. —Greta se dirigió a la escalera, esperando hasta que Hank tuviera su mano en la barandilla, y luego comenzó a subir.
  • 34. 34 Les tomó alrededor de cinco minutos, en total, para subir el corto tramo de escaleras hasta el rellano, luego giraron para subir el siguiente tramo corto a la segunda planta. Para el momento en que llegaron a la cima, Hank estaba jadeando. Greta echó un vistazo a su cara. Él podría haberse puesto un poco pálido. —¿Estás bien? Él asintió. —Claro. Es la puerta al extremo de este lado. El estrecho pasillo tenía tres puertas a cada lado. Hank volvió a los pequeños saltos apoyado en ella hasta el final, luego buscó en su bolsillo hasta que sacó una llave. —Perdón por el estado de la habitación. No esperaba compañía. —Abrió la puerta y entró. Greta parpadeó. Había estado esperando un cuchitril, pero la habitación era sorprendentemente grande. El sol de la tarde se filtraba por una ventana de bahía sobre los papeles y diarios apilados frente al sofá. Un par de piedras reposaban en la mesa de café, al parecer para ser inspeccionadas, y algunas plantas disecadas estaban metidas en frascos en el alféizar de la ventana. Por otra parte, la cama en la alcoba lejana estaba hecha, y no vio nada de ropa interior sucia. Hank se hundió en el sillón frente al sofá, extendiendo su pie delante de él con un gemido. Ella miró alrededor de la habitación una vez más. Había una puerta en la pared del fondo, probablemente, el cuarto de baño. Por lo menos no tenía que compartirlo con los otros, al parecer inexistentes, inquilinos. —¿Tienes aspirina? Él asintió. —En el baño. —¿Tienes algo más fuerte? Sus cejas se levantaron. Ella hizo una mueca. —Estoy hablando de analgésicos. No estoy segura de que la aspirina vaya a ser suficiente para hacer frente a ese pie. Él suspiró, sacudiendo la cabeza.
  • 35. 35 —Solo aspirina. El baño era espartano, pero al menos tenía una ducha. Había un estuche de cuero de primeros auxilios en la parte superior del inodoro. Greta rebuscó a través de él con cautela, esperando encontrar la aspirina antes de encontrar algo realmente vergonzoso, asumiendo que Hank poseyera algo en esa categoría. Encontró el frasco de aspirinas y luego llenó un vaso con agua. Hank estaba todavía como lo había dejado: con los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás en la silla. Las sombras destacaban sus pómulos finamente esculpidos y las líneas cuadradas de su mandíbula. Colocó la aspirina y el agua en la mesita junto a las rocas, y entonces se arrodilló frente a él. —Está bien, Ace, probablemente deberíamos quitarte la bota ahora. ¿Quieres los analgésicos antes, después o durante? —¿Qué hay de todo lo anterior? —murmuró. Su mandíbula tensa y apretada. Greta colocó dos aspirinas y el vaso en su mano, luego se inclinó a sus pies, desatando la bota de trabajo maltratada. Hank logró mantenerse en silencio hasta que ella sacó la bota por el talón. Entonces él gimió. —Ah, mierda. —Está bien —dijo ella a toda prisa—, lo peor ha pasado. —Espero. Con mucho cuidado, bajó el pesado calcetín, dejando al descubierto un pie de color rojo brillante con contusiones comenzando a aparecer en los laterales. Contuvo el aliento, arreglándoselas para no hacer comentarios sobre lo mal que se veía. Hank se incorporó en su silla, mirando hacia abajo en la superficie hinchada que mostraba signos de oscurecimiento a color púrpura. —Bueno, eso apesta. —¿Seguro que no quieres ver un médico? Él asintió.
  • 36. 36 —Estoy bastante seguro de que no está roto. Y estoy bastante seguro de que no tengo la energía suficiente para volver a tu auto y conducir a Promise Harbor. —Bueno. ¿Quieres algo de beber? Estoy asumiendo que la gente de allá abajo podría tener algo que podrías querer. —Nadia tendrá algo. Alice cobrará por ello. Diles que lo pongan en mi cuenta — dijo y se hundió en su silla. —¿Son hermanas? Él le dirigió una sonrisa cansada. —Lo siento. Debería haberte presentado allí abajo. Nadia y Alice Dubrovnik. Alice es dueña del hotel y el almacén general. Nadia cocina. Más o menos. —Suena siniestro. —Créeme, es mucho más siniestro de lo que parece. —Sonrió de nuevo—. No te he dado las gracias por haberme traído aquí. Diablos, si no hubiera sido por ti, probablemente todavía estaría en el fondo de ese agujero. —Sus ojos se veían de un color verde oscuro con el pasar de la tarde. Los últimos rayos de sol destacaban una dorada barba incipiente en sus mejillas. —Es un placer. —Sus pechos se sintieron pesados de repente, hormigueantes. Hubo una leve sacudida cálida en su estómago. Al parecer, su cuerpo estaba despertando después de su larga sequía después de la separación. Es hora de seguir adelante—. Así que, entonces —dijo rápidamente—, voy a ir abajo y ver si puedo conseguirte una Coca-Cola o algo así. —O algo así —murmuró, cerrando los ojos—. Dile a Nadia que quiero un poco de su limonada. A ella le encantará eso. —De acuerdo. —Se puso de pie y se dirigió al pasillo. En la planta baja, aún podía escuchar el sonido de voces. Tal vez las hermanas aún no se habían dado cuenta de que habían desaparecido. Rodeó el rellano y bajó las escaleras justo cuando Nadia aparentemente alcanzó el crescendo de su discusión. —Alice, no entiendes y creo que nunca lo harás. —Ella envolvió su pashmina alrededor de sus hombros e hizo un giro majestuoso hacia una puerta detrás de la
  • 37. 37 recepción, deteniéndose bruscamente cuando vio a Greta en la escalera—. Oh. Cielos. Lo siento mucho… nos olvidamos de Hank. ¿Necesita algo? —A él le gustaría un vaso de limonada. —Greta tomó un puñado de su falda verde con volantes de modo que pudiera descender el resto del camino sin romperse el cuello—. Dice que lo pongan en su cuenta. Nadia hizo una mueca. —Que no sea tonto. No vamos a cobrar por su limonada. —Oh, sí lo haremos —dijo Alice con gravedad—. En este momento cobramos por todo. —Alice, no seas grosera —le espetó Nadia. Se volvió de nuevo a Greta—. Hank no nos presentó, ¿verdad? Soy Nadia Dubrovnik, y esta es mi hermana Alice. —Hizo un gesto vago en dirección a Alice—. Creo que no sé tu nombre. No creo que te lo diera. —Greta Brewster. —Tomó la mano extendida de Nadia—. Un placer. Alice murmuró algo que sonó como “No, no lo es”, pero ninguna de las dos le hizo caso. —¿Y cómo conociste a Hank? —Nadia sonrió cortésmente—. ¿También estaba en la boda? Greta parpadeó, tratando de imaginar a Hank, en su pantalón cargo polvoriento y camisa de mezclilla, en cualquier boda en la que jamás había estado. —No. Lo encontré en su excavación. Su pie estaba atrapado entre unas rocas. Lo ayudé a salir. —Oh, entonces eres una heroína —soltó Nadia―. Estamos muy agradecidas por haberlo ayudado. Hank es un hombre tan querido. Estamos muy encariñadas con él. —Siendo nuestro único cliente pagando… —murmuró Alice. Nadia le lanzó una mirada molesta, entonces recogió la pashmina una vez más. —Voy a ir a llevarle su limonada. ¿Estás segura que no necesita un médico? Greta se encogió de hombros.
  • 38. 38 —Él dice que no. —Bueno, entonces, vamos a ver si podemos hacer que se sienta cómodo. Le voy a preparar algo especial para la cena. —Oh, eso lo animaría mucho. —Alice parecía que había mordido algo amargo. Nadia le echó una mirada molesta más, luego voló por la puerta detrás de la recepción. Hubo un largo momento de silencio mientras Alice y Greta se estudiaban mutuamente. Entonces Alice se encogió de hombros. —Necesitas una habitación para la noche… ¿señorita Quien Sea Que Eres? Es barato, e incluye el desayuno y la cena. Greta se detuvo a pensar en ello. Eran casi las seis y media, pero todavía podía conducir de vuelta a Promise Harbor. No tenía nada con ella, excepto un pequeño bolso con su celular, sus tarjetas de crédito, y una veintena de dólares en efectivo. Todos los principios de la lógica le decían que regresara a casa. Pero entonces, ¿cuándo la lógica alguna vez se había puesto en su camino antes? Ser impulsiva era más su estilo cuando se trataba de ella. —Como he dicho antes, mi nombre es Greta Brewster. Y sí, me gustaría una habitación.
  • 39. 39 Traducido por Gry y Scarlet_danvers Corregido por Beatrix85 ien, entonces. ―Alice sacó un registro de hotel maltratado mientras la puerta de al lado de la recepción se abría de golpe otra vez con un silbido, por lo visto por sí misma. ―Abuela ―dijo una voz aguda―. La tía Nadia quiere saber cuántas comidas debería hacer. Greta dejó caer su mirada. La niña que estaba de pie justo en el marco de la puerta se parecía notablemente a un búho: camiseta marrón y pantalón corto; el cabello castaño corto que enmarcaba una pequeña cara cuadrada; gafas enormes, redondas que hacían que sus ojos se vieran varias veces más grande que el tamaño normal. Ella giró su mirada en Greta, pareciendo casi tan sorprendida como se veía probablemente Greta. ―¡Oh, por todos los cielos! ¿Qué quiere decir con cuántas comidas? ―Alice descansó sus manos en sus caderas, pareciendo descontenta―. Mismo número que siempre. Ella echó un vistazo a Greta, luego suspiró. ―Por otra parte, podemos tener uno más. O uno menos. ¿Hank va a cenar? ―Levantó una ceja en dirección a Greta. Greta negó. ―Ni idea. Puedo preguntar. ―Haz eso. ―Alice suspiró otra vez. Greta giró y emprendió el viaje de regreso arriba. ―Ese es el vestido más hermoso que he visto alguna vez ―dijo la niña detrás de ella. —B
  • 40. 40 Greta giró alrededor, mirándola fijamente. También lo hizo Alice. La niña la veía con ojos de adoración. ―Te pareces a Cenicienta. O a Bella en La Bella y La Bestia. ―Ah. ―Greta miró a su falda verde vómito, ahora adornada con rayas de suciedad de la excavación. Rara vez se sentía como una princesa de cuento de hadas―. Gracias. ―Sabía que no deberíamos haber conseguido ese maldito DVD ―refunfuñó Alice. ―Tía Nadia dijo que yo debería darte esto. ―La niña extendió una mano con un vaso grande lleno de un líquido nublado que podría ser limonada. Greta lo tomó con cuidado. ―Estaré de vuelta enseguida ―le dijo a Alice. ―Estate tranquila, corazón. Greta juntó su falda en su puño otra vez y subió la escalera con cuidado, sosteniendo el vaso de limonada delante de ella. Llamó suavemente a la puerta de Hank. ―¿Sí? Todavía se encontraba sentado donde había estado cuando se marchó, pero ahora su pie magullado se apoyaba en la mesa de café al lado de las rocas y sus ojos estaban cerrados. Se tomó un momento para estudiarlo. Su cabello rubio oscuro estaba sucio, y su pie estaba definitivamente mal. Pero aun así se veía sexy. ―Te traje tu limonada. ―Gracias. ―No abrió sus ojos cuando ella lo colocó en la mesa al lado de su pie―. Y Alice quiere saber si vas a bajar para la cena. Él hizo una mueca, abriendo sus ojos un poco. ―Nop. ―¿Quieres que te traiga algo? ―Greta descansó sus puños en sus caderas. Sus ojos se abrieron completamente. ―¡Cristo, no!
  • 41. 41 Ella parpadeó. Él suspiró. ―No. Mira, tengo algo de mantequilla de maní y galletas aquí en algún lugar. Me haré un bocado más tarde. ―Bien. Um… ―Ella trató de entender exactamente lo que se suponía que tenía que decir ahora como su cuidadora designada―. Entonces, ¿cómo te sientes? Él se encogió de hombros. ―Mi pie duele. Por otra parte, bien. ―¿Un poco de hielo podría ayudar? ―Tal vez. ―Se encogió de hombros otra vez―. Mira, solo ve a cenar. ¿Vas a irte de vuelta… a dondequiera que estuvieras yendo antes de terminar aquí? ―No exactamente. Vendré a revisarte después de la comida. ―Caminó rápidamente hacia el pasillo, cerrando la puerta detrás de ella dado que realmente no quería tratar con la siguiente pregunta lógica: ¿Por qué no vas a irte de vuelta… a dondequiera que estuvieras yendo antes de terminar aquí? En realidad, no tenía una respuesta para eso en este momento. ¿Capricho? Bajó la escalera otra vez, su falda apretada en su mano. ―Hank dice no a la comida. ―Su pérdida. ―Alice empujó el registro de hotel en su camino. La niña había desaparecido otra vez. ―Es cuarenta por noche. Greta abrió su monedero, desenterrando su tarjeta de crédito. Alice estrechó sus ojos, negando. ―Dinero en efectivo. Solamente. Greta se heló. ―¿Hay algún cajero automático por aquí? Alice le dio una sonrisa seca.
  • 42. 42 ―¿Qué piensas? ―No llevo dinero en efectivo. ―Entonces diría que tienes un problema. Greta mordió su labio inferior. Siempre podría volver al puerto. Y a su madre. Y al desastre de la boda. La idea de enfrentarse a aquel choque de trenes en particular otra vez hizo doler su cabeza. Sería tan agradable tener un par de días sin conversaciones dolorosas, por no decir nada de decisiones dolorosas. Además, Hank Mitchell la necesitaba. Que era más o menos un total desastre. Miró abajo a su monedero, preguntándose si tenía algo a cambio de valor, suponiendo que Alice creyera en el trueque, cosa que no se veía probable. Levantó su cabeza despacio. ―A su nieta le gusta mi vestido. —Mi nieta tiene nueve años. ―Alice se cruzó de brazos―. Su sentido de la moda no consiste en lo que usted llamaría infalible. Su nombre es Hyacinth, a propósito. Greta se encogió de hombros. ―Sin embargo, le gusta este. Y este costó mucho dinero. Las cejas de Alice se alzaron. ―¿Me ofrece ese vestido para pagar su alquiler? ―Bueno, yo… ―¡Hora de comer! ―gritó Nadia alegremente desde la habitación de al lado al vestíbulo. Encendió una luz colgante que reveló una mesa de comedor grande hecha de alguna madera oscura. Las sillas arregladas alrededor de los lados se veían ligeramente medievales. La niña, Hyacinth, atravesó la puerta a la cocina. ―Tía Nadia dice que vengan a comer ahora mientras todavía está caliente. ―Saltó hacia el comedor. Alice hizo una mueca.
  • 43. 43 ―Hablaremos más tarde. ―De acuerdo. ―Asintió Greta. El comedor parecía que había servido una vez a los huéspedes del hotel. La mesa en el centro de la habitación era para doce personas, y otra, la más pequeña cerca de la ventana parecía que podría albergar a cinco o seis más. La impresión medieval fue reforzada por una tapicería polvorienta en la pared lejana que mostraba una escena de caza, tal vez una procesión, o posiblemente Valhalla. La distancia y la poca iluminación hicieron imposible estar segura. Nadia estaba de pie al lado de la mesa larga, sonriendo. Un florero con flores de seda rojo vivo se encontraba en el medio, mientras los platos de porcelana floreados estaban colocados con cuidado en cuatro de las sillas. ―Ya que tenemos un invitado esta tarde, pensé en usar la porcelana buena ―dijo Nadia―. Por qué no te sientas aquí, querida. ―Hizo gestos hacia la silla a través de la mesa enfrente de Hyacinth, quien se sentaba tranquilamente, sus manos dobladas descansando en su regazo. Greta se deslizó en el lugar, golpeando el miriñaque para que este cediera, mientras Nadia desaparecía por una puerta a un lado. Reapareció casi inmediatamente, aguantando una fuente de espagueti y albóndigas. ―Hyacinth hizo la ensalada ―dijo, sonriendo. Greta echó un vistazo al montón de hojas verdes en el cuenco al lado de su plato. ―Los condimentos están en la mesa ―murmuró Hyacinth, señalando con la cabeza hacia un par de botellas al final frente a Alice. Greta tuvo ganas de suspirar. Catalina y Ranchera, cortesía de Kraft Foods. Perfecto. ―Todos a comer. ―Nadia colocó la fuente en la mesa y tomó su asiento, desplegando su servilleta con una floritura. En algún momento en su vida, Greta podría haber dicho que era imposible arruinar el espagueti. Cualquier plato donde todo lo que uno tenía que hacer era añadir algo a agua hirviendo debería haber sido infalible. A menos que, por supuesto, fueras un tonto suficientemente talentoso.
  • 44. 44 Esta versión particular de espagueti tenía sabor a que había sido hervida durante un par de horas de más. Cómo mantenía su forma sin deformarse en papilla era un misterio. La salsa comenzó probablemente como sopa de tomate aumentada con más salsa de tomate. Sin embargo, era difícil dilucidar el sabor original, ya que había sido totalmente diluida con el agua de la pasta. Las albóndigas tenían tan poca carne en ellas que podrían haber rebotado probablemente a través del comedor, dándoles un buen empujón. Después de unos cuantos bocados, Greta trató desesperadamente de encontrar una razón que pareciera legitima para no terminar el resto del plato. Alice estaba empujando bocados de espaguetis con sombría determinación. Nadia se sentaba a la cabecera de la mesa, mordisqueando delicadamente. Parecía que se había dado a sí misma la porción más pequeña. O estaba siendo amable o se encontraba siendo muy inteligente. Greta miró al otro lado de la mesa a Hyacinth y se encontró clavada por un par de enormes ojos suplicantes. El plato de la niña se hallaba medio vacío, y estaba tomando pequeños bocados de los restos. Greta suspiró de nuevo. Por qué Hyacinth quería que terminara su plato no estaba segura, pero lo menos que podía hacer era darle gusto. Tomó tres bocados más de espaguetis, después se concentró en su ensalada. La lechuga estaba fresca y crujiente, y había tenido cuidado de no ahogarla en aderezo estilo Ranch de la forma en que las hermanas lo hacían. Entre bocado y bocado de ensalada, se las arregló para comer la increíble basura en su plato. Nadia tocó sus labios delicadamente con la servilleta. —¿Quién está listo para el postre? ¿Postre? Su mente se tambaleó. —Estoy llena —dijo Greta apresuradamente. —Tonterías. —Nadia se puso de pie, mientras Hyacinth recogía sus platos sucios—. Vamos a estar de vuelta de inmediato, ¿no es cierto, Hyacinth? A solas en el comedor, Alice le dio una sonrisa seca. —¿Divirtiéndote? —Un montón.
  • 45. 45 Nadia volvió a surgir de la cocina, llevando un plato de brownies que le pasó a Greta. —Recién horneados esta tarde. Disfruta. Greta tomó un mordisco vacilante después de pasarle el plato a Alice. Tenía que darle crédito a Nadia. Los brownies eran aún más difíciles de destruir que los espaguetis, pero también logró eso, principalmente quemándolos en la parte inferior. Probablemente podría haber conseguido comer solo las partes superiores, pero Alice y Hyacinth estaban tomando bocados considerables de sus propios brownies. Ambas debían haber desarrollado estómagos de hierro fundido. Comer alimentos de Nadia regularmente probablemente haría eso. Greta suspiró y empezó a comer. Dado que los brownies eran más pequeños que las albóndigas, se terminaron con más rapidez. Greta logró una sonrisa sincera. —Estupenda comida. Gracias. Nadia sonrió serenamente de vuelta. —De nada, querida. Deberías irte y comprobar a Hank. Hyacinth y yo lavaremos los platos. —Vamos a tener nuestra charla primero. —Alice dejó caer su servilleta sobre la mesa—. ¿Te importaría unirte a mí en la recepción? Greta recogió sus faldas a su alrededor y se dirigió al otro lado del vestíbulo hacia la recepción de nuevo. Alice abrió el registro frente a ella una vez más. —Que yo recuerde, estabas lista para ofrecerme ese vestido tuyo. —Eso era antes —dijo Greta sombríamente. Alice hizo una mueca. —¿Una comida y ya estás lista para ir a las montañas? —Una comida y estoy lista para ofrecerte algo de mucho más jodido valor que esta atrocidad de vestido. —Se echó hacia atrás, cruzando los brazos sobre el pecho con volantes.
  • 46. 46 —¿Y eso sería? —Soy una chef profesional, graduada de la escuela culinaria. Me haré cargo de la cocina a cambio de alojamiento y comida. —Esa primera declaración cayó en la categoría de “un poco inestable” en cuanto a lo que ser un chef profesional fuera, asumiendo que uno requería haber trabajado realmente en una cocina para ser considerado profesional. Pero al menos Greta realmente era graduada de la escuela culinaria. Eso era verdad. No se detuvo a preguntarse desde cuándo decidió quedarse más de una noche. Pero, de repente, pareció una idea muy atractiva. La barbilla de Alice se alzó. —¿Y por qué iba a querer hacer eso? Ya tengo un chef. —Tienes un cocinero. Algo así. —La sonrisa de Greta era tensa—. ¿No preferirías tener comidas comestibles? ¿Especialmente cuando se pueden obtener de forma gratuita? Alice resopló. —No es gratis. Te voy a dar una habitación aquí. —Sí, y eso es, sin duda, un sacrificio. Quiero decir, has tenido tantos huéspedes que claman por habitaciones desde que llegué aquí con Hank. —Greta le dirigió una mirada nivelada. Alice frunció el ceño. —Aun así, no estoy haciendo dinero con este acuerdo. —Me he entrenado como chef de repostería. —Greta se permitió una leve sonrisa—. Puedo hacer brownies reales. Desde cero. Y galletas de chocolate para Hyacinth. Alice entrecerró los ojos ante el nombre de su nieta, y Greta tuvo que admitir que era un poco sucio el meter a la niña en esto. Pero esta era la guerra. Algo así, de todos modos. Después de un momento, Alice suspiró. —¿Y el vestido? —Puedes tenerlo. Junto con la ropa interior.
  • 47. 47 —¿Vas a cocinar desnuda? —Los ojos de Alice se estrecharon aún más―. No estoy segura de que eso sea algo que Hyacinth necesite ver. —Tienes una tienda allí, ¿verdad? —Greta asintió hacia la puerta que daba a la tienda de al lado, donde aún no había visto ni un solo cliente—. ¿Tienes algunos vaqueros? ¿Camisetas? ¿Fruit of the Loom3? —¿También voy a vestirte? —Alice sacudió la cabeza—. Mira, antes de que vayamos más lejos con esto, necesito saber, ¿de qué exactamente estás huyendo? Quiero decir, ¿es esta una situación en la que la policía del estado va a aparecer en nuestra puerta mañana? Greta suspiró. —Estoy huyendo de un desastre de boda. Y mi madre, a quien no estoy preparada para hacer frente en este momento. No hay policías involucrados, así que ayúdame. — Solo la población general de Promise Harbor. —¿Cuánto tiempo va a durar este arreglo de cocina? Ella se encogió de hombros. —Una semana quizá. Llámalo unas breves vacaciones. Alice la miró un momento más, luego sacudió la cabeza. —Esto probablemente califica como una locura, pero está bien. Agarra algo de ropa de la tienda. No hay mucho allí, pero puedes conseguir lo básico. Lo descontaré de cualquiera que sea el pago que ganes, si lo hubiere. Y esperaré que comiences a cocinar con el desayuno de mañana. Greta se dirigió hacia la puerta. —Lo suficientemente justo. Hyacinth realmente puede tener el vestido y el miriñaque. —En este momento lo único que podría hacer sería utilizarlo para una tienda de campaña —gruñó Alice. Greta se encogió de hombros. —A mí me funciona. 3 Fruit of the Loom: Es una compañía Norteamericana de ropa, especialmente ropa interior.
  • 48. 48 * * * Una hora más tarde, Greta abrió la habitación al otro lado del pasillo de Hank. Era un poco más pequeña, pero al menos también tenía su propio baño. Dejó caer la pila de vaqueros y camisetas en la cama, junto con un paquete de bragas. Por desgracia, la tienda de Alice no tenía sujetadores, de modo que tendría que lavar el que estaba usando o prescindir de uno. Teniendo en cuenta que el que llevaba era una de las prendas de corsetería duplicado como instrumento de tortura que Bernice le había proporcionado para el vestido, probablemente estaría yendo sin sujetador por la próxima semana. Empezó a soltar su bolso sobre la cómoda, y luego lo abrió y sacó su teléfono celular. Lo apagó para ahorrar batería. Sí, claro, Greta. Después de un momento, lo volvió a encender. Comprobó el correo de voz, nada. Textos, nada. Es bueno saber que su ausencia había hecho tal hueco en el día de todo el mundo. Nueve en punto. Su madre aún podría estar despierta. Comenzó a marcar su número y luego se detuvo. ¿Qué diría exactamente cuando su madre contestara? Hola, mamá, huí porque no podía soportar decirte que el matrimonio de tu otra hija también se fue al desagüe. Estaré de vuelta en algún momento. No esperes despierta. Correcto. Eso realmente funcionaría bien. Después de un momento, tocó el icono de mensaje de texto, entonces el teclado. Estoy bien, escribió. No te preocupes. Adecuadamente vago pero tal vez suficiente para ser tranquilizador. Su madre, sin duda, tenía otras cosas en su mente en este momento. Apagó el teléfono de nuevo, dejándolo caer de vuelta en su bolso. Tal vez una de las Dubrovnik tendría un cargador que podría pedir prestado. O quizás Hank tenía. Hizo una pausa, y luego volvió a entrar en el pasillo otra vez. Una rápida inspección no mostró ninguna luz bajo su puerta. Por otra parte, podría estar sentado en la oscuridad. Todavía era relativamente temprano. Llamó suavemente pero no obtuvo respuesta. Después de un momento, abrió la puerta. Hank estaba sentado en su silla, con la cabeza hacia atrás, roncando ligeramente. Sus pies estaban estirados frente a él. Un plato en la mesa de café contenía restos de galletas y mantequilla de maní.
  • 49. 49 Se preguntó si debería despertarlo y ayudarlo a llegar a la cama, luego rechazó la idea. Después de todo, no era su madre, y cargarlo hasta la cama puede parecer un poco exagerado. Estudió su rostro por un momento. Buenos huesos allí. No exactamente cincelado, más como esculpido. Piel ligeramente bronceada, probablemente por trabajar en el sol. Y cabello rubio oscuro casualmente despeinado, como si hubiera pasado sus dedos a través de él. A ella también le gustaría pasar sus dedos a través de él. Bueno, Greta, tiempo de ir a la cama. Más que tiempo, de hecho. Se volvió de nuevo al pasillo, cerrando la puerta de Hank suavemente detrás de ella. Sin más iba a quitarse el vestido y el miriñaque del infierno. Y entonces nunca iba a usar ninguna cosa como esa nunca más.
  • 50. 50 Traducción por JadasaYoungblood, Booklover:3 y Daianandrea Corrección por Debs la mañana siguiente, fue el olor que despertó a Hank. Alrededor de la una, finalmente se tambaleó hasta su cama, ligeramente decepcionado por el hecho de que Greta Brewster no se molestó en despertarlo para despedirse, aunque sabía que era estúpido sentirse decepcionado sobre ese hecho. Aun así. Esperaba conseguir un vistazo más de esos ojos marrones oscuros, antes de que regresara corriendo de donde fuera que viniera. Por extraño que parezca, no creía que alguna vez le hubiera dicho de dónde venía o adónde iba durante sus aventuras del día anterior. Sabía que tenía algo que ver con una boda, y a juzgar por el vestido, ella y la novia, no habían estado en los mejores términos. Mantequilla, el dulce olor de algo horneándose, se filtraba a través de las tablas del suelo, recordándole que su habitación estaba más o menos sobre la cocina. Por supuesto, normalmente los olores que salían de allí no le habrían impulsado a salir de la cama. Eran más propensos a hacerlo colocar su cabeza debajo de su almohada. Se puso de pie cautelosamente, comprobando si su pie soportaría su peso. A pesar de que se encontraba bastante esperanzado de que su pie no estaba fracturado, no se hallaba completamente seguro y no quería terminar sobre el suelo. Pararse sobre el pie lastimado era doloroso, pero lo era menos que ayer. Probablemente podría incluso ir a la excavación si usaba zapatos deportivos, atados flojamente, en lugar de sus botas. No sería divertido, pero sería factible. Después de que tuviera su desayuno. Suponiendo que todo lo que actualmente olía resultaba ser comestible. Con Nadia, nunca se sabía. Hace unas semanas, una mezcla fragante había resultado ser un contenedor de crema de manos que estaba preparando para embotellar. A
  • 51. 51 Cuidadosamente, se arrastró escaleras abajo, manteniendo la mayor parte de su peso sobre su pie bueno. Parecía un poco temprano para que Nadia estuviera despierta, pero las Dubrovnik no eran nada sino impredecibles. Quizás, durante la noche, tuvo algún tipo de inspiración. Solo podía esperar que en realidad aprendiera a cocinar. Quizás había sido visitada por el fantasma de Julia Child4. Se dirigió a través del comedor, hacia al lado, a la puerta de la cocina. Era extraño que al pasar no viera a nadie sentado en la mesa del comedor. Nadia generalmente exigía que las comidas fueran servidas ahí, con vajilla de porcelana y plata. Quizás Alice finalmente logró convencerla de que comer las comidas en la cocina, no resultaban en la caída de la civilización occidental. Empujó la puerta de la cocina, abriéndola y se detuvo, paralizado. Greta Brewster estaba sacando del horno unos moldes para hornear, de lo que se veían como muffins. Vestía vaqueros y una camiseta azul enorme, que tenía plasmado en el medio, en color rojo, Tompkins Corners. Se encontraba descalza, y su cabello se veía ligeramente húmedo, como si solo hubiera salido recientemente de la ducha. Levantó su cabeza y lo vio, dándole una sonrisa alegre. —Buenos días. ¿Cómo está el pie? —Um… bien. —La vio cruzar la barra de la cocina, donde colocó los moldes de los muffins sobre un trípode. A menos que estuviera muy equivocado, no estaba usando un sujetador debajo de esa camiseta. Casi al instante se puso duro. Bueno, mierda. Por Dios, no había pasado tanto tiempo desde que había estado con una mujer, ¿o sí? Aparentemente, la respuesta a esa pregunta en particular, era sí. Se hundió en una silla, en la mesa de madera de roble, bajo las ventanas, cubriendo su regazo con una servilleta. —Entonces, ¿estás… quedándote? —Aún intentaba encontrar una forma educada de preguntarle qué infiernos estaba haciendo en la cocina. —Sí, me estoy quedando. —Le dio otra sonrisa—. Alice me ha contratado para cocinar. A cambio de alojamiento y comida. —Bajó la mirada hacia su pecho—. Y ropas. 4 Julia Child: Fue una chef, autora y presentadora de televisión, americana.
  • 52. 52 Él entrecerró sus ojos. —No me di cuenta de que necesitabas un trabajo. O ropas. —Yo tampoco lo noté exactamente. Pero, aquí estoy. —Otra sonrisa—. Por supuesto, lo de la ropa era bastante obvio. —Oh. —La vio volcar los moldes para muffins sobre un plato. De repente estaba salivando, junto con todo el asunto de la excitación sexual. Interesante forma de acercarse al desayuno—. Dios, esos huelen muy bien. —Muffins de manzana —explicó—. No exactamente inspirador, pero me tuve que abstener a lo que había en la alacena, y no tiene mucho. Hoy rondaré por el almacén y veré si hay algo mejor. —No cuentes con ello —murmuró. ―Oh, bueno, vi una huerta atrás. Debe haber algo que pueda recoger por ahí. ―Trajo el plato a la mesa―. Come. Ahí hay café. El café de Nadia era una especie de glorificada agua sucia. Observó la cafetera con un poco de recelo. ―¿De qué clase? Ella se encogió de hombros. ―Genérico de supermercado. Pero lo hice doble. Lo cual por lo general ayuda. Permíteme servirte un poco. Descansa tu pie. ―Abrió el armario al lado del fregadero y sacó una taza, luego se acercó a la cafetera al final de la barra. La cafetera que, de repente se dio cuenta, olía muy bien. Ella se detuvo apaciblemente junto a la barra, con la taza en su mano. ―¿Azúcar? ¿Crema? Él sacudió su cabeza y ella colocó la taza sobre la mesa, seguido casi inmediatamente por un muffin sobre un plato. Arrancó un pedazo pequeño de la masa y la colocó cuidadosamente en su boca. Un mes de la cocina de Nadia lo había curado de tomar grandes bocados de algo sin antes probarlo. Saboreó manzana y especias, canela y una pizca de algo que podría haber sido nuez moscada. Era lo mejor que había probado desde que llegó a Tompkins Corners,
  • 53. 53 pero eso no decía mucho. Infiernos, probablemente era una de las mejores cosas que probó en mucho tiempo. De alguna manera se las arregló para contenerse de meterlo todo en su boca en un solo bocado. ―Esto es muy, muy bueno ―murmuró alrededor de las migajas. ―Gracias. ―Le dio una sonrisa brillante―. ¿Qué más quieres? Esa pregunta en particular, le provocó una oleada repentina de imágenes lascivas, que reprimió rápidamente. ―Esto está bien. Simplemente agarraré otro para comer en el camino. Ella frunció el ceño. ―¿Vas a ir de nuevo a la excavación? ―Claro. ―Se encogió de hombros―. Ahora estamos retrasados ya que ayer perdí un día. ―Lo cual era completamente su culpa, por supuesto, aunque no tenía ganas de mencionarlo. ―Pero estás lastimado. ¿Y qué pasa si te quedas atascado de nuevo? Hizo una mueca. ―En teoría, tengo a un interno. Aunque no se presentó ayer. Con un poco de suerte, hoy aparecerá. De todos modos, si no regreso esta noche, siempre puedes venir y rescatarme de nuevo. ―Le dio una sonrisa que se suponía iba a ser ganadora, pero al parecer no lo fue. Greta aún fruncía el ceño. ―No deberías estar ahí afuera solo. ―Está bien. Como dije, tengo un interno. ―Quién no se presentó ayer cuando casi terminaste pasando la noche en un agujero. ―Apoyó sus manos sobre sus caderas. Él suspiró. ―Mira, es una muy pequeña excavación por la cual tengo una muy pequeña subvención que se acabará al final del verano. No puedo permitirme perder un día porque me duele el pie. Ayer fui un estúpido. Haré mi mejor esfuerzo para no ser estúpido de nuevo.
  • 54. 54 Greta frotó su mano por su nariz. No parecía usar ningún tipo de maquillaje. No hacía ninguna diferencia. Todavía quería saltar sobre ella. Ella arqueó una de sus cejas. ―¿Y si te llevo el almuerzo? ―¿El almuerzo? ―Sacudió su cabeza―. Alice no da el almuerzo. ―¿Y? Yo soy la que cocina. Probablemente habrá sobras. ―Se sentó junto a él en la mesa―. Dame el gusto, ¿de acuerdo? Si me paso el día preocupada por ti en ese agujero, puede afectar mi cocina. ―Le dio otra de esas sonrisas, y su cuerpo una vez más, se puso en alerta. De todos modos ¿qué infiernos le pasa con esta mujer? Aclaró su garganta. ―No quisiera que nada afecte tu cocinar. Teniendo en cuenta estos muffins, quiero asegurarme de que trabajes horas extras cocinando. Se veía absurdamente complacida. ―Gracias. Eres el primero en probarlos. Espero que todos sientan lo mismo. —Yo diría que eso está más o menos garantizado. —Empezó a empujarse a sí mismo fuera de la mesa, luego se detuvo, frunciendo el ceño—. Mierda. Acabo de recordarlo. Necesito que me lleven a la excavación. Ayer dejé mi camioneta allí. —¿Puedes conducir de regreso por ti mismo? —Claro. Una vez que llegue allí. —Si puedes esperar hasta que todo el mundo se levante, me alegraré de llevarte. Pero necesito quedarme por aquí para asegurarme de que tienen todo lo que necesitan. —Puedo esperar. —De hecho, estaría encantado de hacerlo. Realmente quería ver qué sucedía cuando las Dubrovnik se enfrentaran al cambio en las comidas. Como si las convocara, la puerta de la vivienda de la familia Dubrovnik se abrió detrás de ellos. Hank no vio a nadie, lo cual le dijo de inmediato quién era. —Hola, Hyacinth. La niña se acercó a la mesa con un poco de cautela.
  • 55. 55 —¿Por qué estamos comiendo aquí en lugar del comedor como se supone que debemos? ¿Y dónde está la tía Nadia? —No creo que esté levantada aún —explicó Greta—. Solo pensé que era más fácil comer en la cocina, pero puedo instalarte con un plato en el comedor si lo deseas. Hyacinth sacudió la cabeza, subiendo en una silla. —No señora. Está bien. ¿Qué hay para el desayuno? —Olfateó el aire con cautela, luego con más entusiasmo. —Muffins. Y cualquier cosa que quieras. Solo dime lo que tienen por lo general. —¿Por lo general? —Hyacinth le dio una mirada contemplativa—. Por lo general, son tostadas quemadas y cereal. ¿Tengo que tener eso? Greta negó con la cabeza. —Definitivamente no. ¿Quieres cereal? Podemos saltarnos la tostada ya que tenemos muffins. —Prefiero tener solo un muffin. —Comenzó a despedazar una de ellos en pedazos, masticando con reserva. Después de un momento, la precaución desapareció, y tomó otro. Le dio a Greta una sonrisa llena de migajas. Greta se la devolvió. —Me alegro de que les gusten. Pero aún te puedo dar un poco de cereal o tal vez algunos huevos, si quieres. Y necesitas un vaso de leche. —Se dirigió a la nevera mientras Hyacinth se volteaba hacia Hank. —¿Te sientes bien ahora? —preguntó—. La tía Nadia dijo que estabas enfermo. —Claro. Estoy bien. —Le sonrió tranquilizadoramente y consideró tomar otro muffins. Aunque, solo quedaban cinco, Alice y Nadia todavía no estaban alrededor. La puerta se abrió, y Alice entró, su cabello gris revuelto con sus rizos tiesos por toda su cabeza. —¿Qué es ese olor? —Muffins —dijeron Hyacinth y Greta a coro, y luego rompieron a reír juntas. Alice entrecerró los ojos.
  • 56. 56 —Muffins, ¿de dónde? —Del horno. —La sonrisa de Greta resultó seca—. Con la ayuda de la despensa. También hay café. Sin embargo, no pude encontrar algo de jugo. —Nunca bebas esa cosa. ―Alice se acercó al armario, tomó una taza, y luego se dirigió a la cafetera―. ¿Dónde está Nadia? —No la he visto. —¿La tía Nadia no estaba cocinando contigo? Los ojos de Hyacinth se agrandaron. Alice se vio un poco interesada. —Le dije ayer que estarías cocinando, pero esperaba que estuviera supervisándote. Greta se encogió de hombros. —Como dije, no la he visto. Nadie estaba aquí cuando me levanté esta mañana. Hyacinth y Alice se miraron la una a la otra con inquietud, al parecer algún tipo de código secreto Dubrovnik. La niña tomó la mano de su abuela. —Va a estar bien. Alice la miró fijamente por un momento, luego se encogió de hombros. —Por supuesto que sí. Ahora come tu muffin. Se ve bien. Como si fuera una señal, la puerta se abrió una vez más, y todos los ojos se volvieron hacia Nadia. Quien lucía… más o menos como siempre lo hacía, en la medida que Hank podía decirlo. Llevaba la misma floreada túnica de seda que solía usar, junto con las suaves y esponjosas zapatillas con tacón de cuña, que resonaban mientras caminaba por el suelo de la cocina. Su oscuro cabello estaba recogido en la parte superior de su cabeza en un moño firme, con algunos mechones sueltos colgando alrededor de su cara. Su maquillaje era impecable. Si hubiera sido cuarenta años más joven, probablemente habría querido saltar sobre ella tanto como quería saltar sobre Greta. Nadia sonrió, tomando uno de los muffins.
  • 57. 57 —Oh, estos se ven bien. —Se dejó caer en una silla junto a Hank, luego sonrió hacia Greta—. ¿Podrías traerme una taza de café, querida? Todo huele delicioso. Hank tenía la sensación de que todas las personas en la habitación acababan de dejar salir un suspiro colectivo que habían estado conteniendo. Greta asintió y se volvió hacia el mostrador. —¿Vas de nuevo a tu agujero? —le preguntó Alice, cortando otro bocado del muffin. Él asintió. —Si Greta me puede dar un aventón. Dejé mi camioneta allí. Alice se encogió de hombros. —Te voy a dar un aventón, tengo que ir a Promise Harbor por los víveres. ¿Qué pasa con esa pobre excusa de interno que tienes? Hank suspiró. Su pasante era una prueba constante. —Dejé un par de mensajes de voz para él. Si no se presenta de nuevo hoy, voy a llamar a su asesor. Greta frunció el ceño. —¿Asesor? —El profesor Mitchell trabaja en Broadhurst College —recitó Hyacinth—. Es profesor asociado de artepología. —Ella le dio una sonrisa brillante. —Arqueología/antropología —le corrigió él suavemente―. Gracias, Hyacinth. —¿No artepología? —Su sonrisa se atenuó. —No. Pero eso sería algo genial. Los artrópodos son invertebrados. Supongo que entonces me gustaría ser un profesor de insectos. —Eso sería genial. ―La expresión de Hyacinth se volvió pensativa―. ¿Puedo ir, abuela? —Está bien, pero todo el mundo tiene que empezar a moverse. —Alice se empujó para ponerse en pie.