1. TRISTAN UND ISOLDE
En el Teatro de la
Colina Verde comienza la V Escena
del drama. Resuena el motivo del
Heroísmo de Tristan: terco y noble,
como, en este momento, el
personaje al que representa y que,
al igual que él, se verá pronto
encerrado en los acordes que
presagian lo inexorable del Destino.
El caballero y la reina de Irlanda se miran fijamente en silencio hasta que Isolde le
dice que aún queda entre los dos una deuda de sangre. Tristan no duda en
ofrecerle su espada para saldarla; pero, ella, con un doloroso sarcasmo que ni
engaña ni pretende engañar al héroe, le ofrece un brebaje de reconciliación que
éste apurará sin titubeos. Isolde reclama su parte, brinda y bebe, antes de arrojar,
lejos, la copa.
Magia
Si algo caracteriza el mito de Tristán e Isolda es, naturalmente, el tema del
filtro que encontramos en todas las versiones, aunque, como vamos a ver, con
significativas variantes. Ya hemos apuntado (Grato pesar. Amarga dulzura) que la
procedencia céltica de la historia hace suponer que el referente del maravilloso
brebaje se encuentra en un geis: el potente encantamiento celta que puede
consistir en una prohibición o tabú (el héroe Cuchulainn muere por transgredir el
que le impedía comer carne de perro), o en una orden de obligado cumplimiento
Una risa, unos ojos, unas manos
todo mi corazón y mis sentidos
saquearon hermosos y tiranos;
y no tienen consuelo mis gemidos,
pues ni de su victoria están ufanos,
ni de mi perdición compadecidos.
Francisco de Quevedo. Poesía Amorosa.
Tristán, Isolda yel filtro de amor. J. Delville
2. con la amenaza, si no se lleva a cabo, de muerte o deshonor: ¡Caiga la deshonra
sobre ti, si esta noche no me llevas contigo!; así, Grainne conmina a Diarmaid a
raptarla; y ya vimos que la historia de los amantes irlandeses está considerada
como el referente mítico más directo de Tristán e Isolda.
Los antiguos celtas estaban atados a
sus geasa (plural de geis) de por vida; por eso,
puede resultar extraño, el que, en las
versiones llamadas comunes (la francesa de
Béroul y la alemana de Eilhart), la magia de la
poción sólo dure tres y cuatro años
(respectivamente), pasados los cuales, los
protagonistas parecen despertar de un largo
sueño: la pasión ya no les aligera las fatigas
que hasta ese día parecían no sentir, el juglar
alemán nos lo cuenta así: La fuerza del amor no le permitía abandonar a Isolda,
de modo que permaneció con ella en el bosque hasta que, podéis creerlo, cesaron
los efectos del bebedizo. Habían transcurrido entonces, según lo dicen los que lo
han leído en el libro (y seguro que no es mentira), cuatro años desde que lo
bebieron. De pronto a ambos les pareció que eran capaces de separarse y se
sintieron completamente hartos de las incomodidades del bosque, de tal manera
que no soportaron la penuria ni un solo día más. Béroul seguirá el mismo camino:
Mientras duraron los tres años, el vino (en las versiones francesas, la poción es un
vin herbé: vino de yerbas) se apoderó de tal modo de Tristán y de la reina que
cada uno decía: “¡qué desgraciado sería si me fuera de aquí!”. El día después de
San Juan se cumplieron los tres años en que fue fijada la duración de aquel vino.
Tristán se levantó del lecho, Iseo se quedó en la choza. Y, cada uno por su lado,
ambos se arrepintieron del tiempo que habían pasado juntos, y decidieron ir a
visitar a un ermitaño en busca del perdón de Dios y del rey. Este brebaje, de
limitado efecto, será, sin duda, menos evocador pero muy práctico, desde el punto
de vista de la moral cristiana imperante en la Edad Media, puesto que la pareja no
será del todo culpable de adulterio ya que ni se amaban ni tenían intención de
Tristán e Isolda. D. G. Rossetti
3. amarse hasta que bebieron por descuido la poción, y, entonces, dejaron de ser
dueños de sus voluntades. Así resulta racional, noble y hasta edificante que Isolda
vuelva con el rey Marc.
Tristán bebe la poción mágica. Códice de Viena
4. Amor inmortal
Un curioso y breve poema
galés, de origen muy primitivo, por su
temática (en realidad se trata de un
antiquísimo relato etiológico, común a
la tradición indoeuropea, que explica
el cambio de las estaciones, como el
mito griego del rapto de Perséfone por
Hades), pero de redacción tardía (S.
XVI), llamado Ystoria Trystan, cuenta
la reconciliación forzada entre el rey
de Cornualles y su sobrino gracias a
un curioso arbitrio: los amantes
Trystan y Esyllt escapan de March, y
será el rey Arthur el que medie y
decida que los dos hombres
compartan a la reina. Cada uno habrá
de elegir qué mitad del año prefiere pasar con ella: la estación en la que los
árboles pierden sus hojas o aquélla en la que las conservan. Es el marido el
primero en elegir y prefiere el invierno, la época en la que caen las hojas de los
árboles, porque entonces son las noches más largas. A Trystan le quedará, pues,
el verano. Pero cuando Arthur informa a Esyllt del resultado de su mediación, la
reina grita feliz: ¡Bendito sea este juicio y el que lo hizo posible! y canta:
Hay tres arbustos de generosa especie:
el acebo, la yedra y el tejo…
Durante toda la vida, guardan sus hojas.
Durante toda la vida seré de Tristán.
Los tres arbolillos de la vieja canción eran, para los celtas, símbolos de lo perenne,
como perenne es el amor de Tristán e Isolda, por más que algunas versiones
quieran disfrazarlo para no escandalizar a la sociedad de la época, no tanto a
causa del flagrante adulterio (el amor cortés, la fin amors, que domina la lírica del
Tristán e Isolda. Manuscrito
5. medievo, no es precisamente un canto a la fidelidad conyugal), sino porque este
amor apasionado y absorbente les aleja de sus importantísimas obligaciones para
con la comunidad en la que ocupan lugares de privilegio: no olvidemos que se
trata de la reina y del primer caballero además de sucesor del rey. De todos
modos, lo que ahora interesa recalcar es que, en este relato galés, por lo arcaico
de su temática, parece confirmarse que el auténtico amor de Tristán y de Isolda
no se puede limitar en el tiempo; y así lo demuestran las versiones cortesanas del
mito: la francesa de Thomas y la alemana de Gottfried. Naturalmente, Wagner
seguirá esta misma línea.
Ya vimos (Tantris) que, en el poema de
Gottfried, el amor ha surgido entre los
dos personajes antes de beber, por
equivocación, el filtro que la sabia reina
Isolda había preparado para que la
noche de bodas de su hija y el rey Marc
durara eternamente: Tristán lo evidencia
en el arrebato y la admiración con la que
habla de la muchacha en la Corte,
aunque su inocencia y la generosidad de
su carácter le impidan, en ese momento,
hacerse consciente de sus verdaderos
sentimientos. Isolda también se delata,
en primer lugar, perdonando la vida al héroe cuando conoce que él ha sido el
matador de Morold y, más tarde, mostrando su enorme tristeza, su desencanto e,
incluso, su enfado (que en Wagner será ira y desesperación) contra Tristán por
haberla ganado y pedido en matrimonio para otro, otro a quien ni siquiera conoce.
Así pues, la primera conclusión que podemos establecer, mediante esta historia,
que tiene todos los visos de ser la que más se acerque a la originaria, es que el
filtro de amor, a pesar de lo que digan algunos estudiosos, de ninguna manera
será el que haga nacer la pasión entre Tristán e Isolda, ni tampoco será el símbolo
que represente esa pasión, sino el instrumento que permita que ambos se hagan
La pasión de amor. A. Rakham
6. conscientes de unos sentimientos que ya habitaban en ellos, libere estos
sentimientos y les consienta ser, en una recíproca y total entrega, pese a todas las
adversas circunstancias que los envuelven. El mitólogo Joseph Campbell parecer
avalar la hipótesis y cita las acertadas palabras de G. Weber que entiende el
bebedizo mágico como una metáfora de ese momento psicológico del amor en el
que dos personas (…) pierden el control de la facultad humana del libre albedrío,
bajo la influencia de una mutua aproximación interior insospechada y ya
vehemente, y las mareas de pasión que se han acumulado en el subconsciente se
desbordan, sumergiéndolos.
Más allá del candor
En el relato de Gottfried, la inocencia del sentimiento amoroso, tanto en
Tristán como en Isolda, es tal que, a diferencia del drama wagneriano, ninguno de
los dos acierta a confesarse, después de apurar el filtro, qué es aquello que le
consume y se ocultan el uno al otro, a causa de las dudas y la vergüenza. Dudas,
porque ninguno de los dos sabe si es correspondido, y vergüenza porque, en el
momento en el que reconoce su amor, Tristán piensa en su deber de lealtad para
con el rey y en el honor de Isolda, mientras que la futura reina de Cornualles
intenta, por todos los medios, resistirse al sentimiento que la invade, hasta que da
la lucha por perdida:
7. La satisfacción. G. Klimt
-¿Ay, bella adorada!, decidme, ¿qué os aterra, de qué os
quejáis?
Isolda, el halcón del amor respondió:
-Lameir es mi aflicción, lameir apesadumbra mi corazón,
lameir es lo que me duele.
Al oírla decir tantas veces lameir, reflexionó él y consideró con
detenimiento y precisión el significado de esa palabra.
Entonces se percató de que l’ameir quiere decir “amor”, l’ameir
“amargo” y la meir “el mar”. Le pareció que tenía todo un
batallón de significados. Pasó por alto uno de los tres y
preguntó por los otros dos. No mencionó al amor, el señor de
los otros dos, el consuelo y la meta de ambos. Habló acerca
del mar y de lo amargo.
-Creo –dijo- bella Isolda, que os inquietan el mar y la
amargura. Os disgustan el mar y el viento. Creo que ambas
cosas resultan amargas para vos.
-No señor. ¿Qué decís? Ninguna de esas cosas me
conmueve. Ni el aire ni el mar me disgustan. Solamente lameir
me hace daño.
Cuando comprendió la palabra, descubrió que contenía el
“amor” y le susurró a ella:
-En verdad, hermosa mía, a mí me ocurre lo mismo. Vos y
Lameir me asediáis. Queridísima señora, deliciosa Isolda, vos
tan sólo y vuestro amor habéis confundido del todo y tomado
posesión de mis sentidos. Tanto me he apartado del camino
que debía seguir, que no encuentro la senda para volver. Me
causa dolor y pesadumbre, me parece sin valor y en contra
mía todo lo que veo. Nada hay en el mundo que ame tan
intensamente como a vos.
Isolda dijo:
-Señor, igual me pasa a mí.
8. Tristán e Isolda. Vida. R. de Egusquiza
En el Teatro de la Colina Verde Isolde arroja, lejos de sí, la copa. La más viva
emoción se apodera de los dos personajes, mientras se contemplan, inmóviles.
Las huellas de la ira y el orgullo han desaparecido de sus rostros, ahora
resplandecientes. Sus miradas se encuentran, se separan turbadas y se vuelven a
buscar. Definitivamente fundidos en un abrazo, ella con voz temblorosa y él con
amor pronuncian sus respectivos nombres, ajenos a todo lo que no sea ellos
mismos. El barco acaba de fondear en las verdes aguas de la costa de Cornualles
y la tripulación vitorea al rey Marke.
Documento véase en:
http://www.wagnermania.com/mitos/index2.asp?Id=3101