Cuento ''Cartonero a sus Cartones'' de Antonio Peña, ganador de ''Cuento más popular'' y ''Segundo lugar, categoría escolar'' en el concurso de literatura creativa, ''Cuenta Providencia''.
Septiembre de 2013
1. CARTONERO A SUS CARTONES (Antonio Peña)
"Cuento más popular" y "Segundo lugar, categoría escolar" en el concurso de literatura creativa "Cuenta
Providencia", Septiembre del 2013.
En busca de cartones por las calles de Providencia, Manolito siempre agarraba
algún cachureo útil. Sin embargo, pocas veces pillaba alguna novelita o revista
científica para leerse. Si no fuera por Doña Magda, que junto con comida le
pasaba una novela, su lenguaje y pasión por las letras no existirían.
Fue criado por la calle y en la calle. Perdió la memoria atropellado por una
camioneta. Desde ahí partió de cero, sin recordar nada de su origen; sólo su
nombre. Amaba leer, pero en los diarios poco había del lenguaje vívido que le
gustaba de “El Roto” o esa locura tan romántica en la pirotecnia de la letra del
Quijote, que engolosinaba a Doña Magda.
El frío de invierno era arrogante y Manolito imaginaba ser un personaje pobre
de Charles Dickens, para hacerlo más fácil, pero el clima no perdonaba. Soñaba
con que algún día Providencia hiciera algo para gente como él. Algo de literatura,
algo de ciencia, algo de historia. Algo que llenara no sólo el hambre de pan, sino
también de letras ¡Lo que fuera para los “sin nada”! Era un contraste bien
despiadado, que “entre tanto monstruo de fierro pa’ arriba, hubiera tanto
compadre como él paseando en otras comunas”, repetía para sí, Manolito. Se
retorcijaba con sólo pensar en entrar a una biblioteca capitalina, tan distantes a
su pinta.
Un día, se pilló un panfleto. “Te invitamos a que vengas. Un hogar, comida y
lectura para ti. Albergue El Poema”. Como guagua al chupete partió a la
dirección del aviso, que era ahí mismo en Providencia. ¡Neruda, Huidobro y
Newton lo esperaban! Tres días estuvo en el albergue. Se lo leyó todo. Era lo que
soñó por tanto tiempo. Al tercer día, murió de una intoxicación por comer
cochinadas de la calle y la basura. Él sabía que moriría luego. Estaba escribiendo
una carta de agradecimiento. “Me voy, pero feliz. ¿Cuánto más sería mi felicidad
si mis compadres pudieran devorarse un par de estos libritos?”. Así soñaba él a
Providencia.