1. Confirmación
Tema 7: Evangelizar: Misión de la Iglesia
Objetivo: Descubrir que la Iglesia ha nacido con este fin: evangelizar.
Oración: “Padre, que seamos testigos de tu amor, envíanos como discípulos
tuyos.”
Jesús comienza despertando la esperanza de los hombres. Sacude
su adormecimiento, su resignación, su desesperanza, anunciándoles que,
a la puerta, está el Reino de Dios tanto tiempo esperado. La buena nueva
es que los tiempos se han cumplido y que la acción salvadora de Dios va
a manifestarse, que ya se está manifestando en Jesús. Jesús sitúa su
predicación en la línea de los grandes profetas; todos ellos llaman a la
conversión y anuncian un acontecimiento, la acción de Dios. Pero esta vez
la persona misma del mensajero se convierte en el centro de la buena
nueva. El Evangelio es Jesús (Mc 1, 1). Con Él se hace presente el Reino de
Dios (Mt 12, 28). Así se ve a las muchedumbres correr presurosas en torno
al mensajero de la Buena Nueva y esforzarse por retenerlo. Pero
el Evangelio debe ser anunciado en todas partes: «También a los otros
pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado»
(Lc 4, 43) La respuesta al Evangelio será conversión y fe: «Conviértanse y
crean en la Buena Nueva» (Mc 1, 15). Jesús anuncia una gracia de perdón
(Mc 2, 10.17), de renovación (Mc 2, 21-22). Espera del hombre
que, reconociendo y confesando su pecado, ponga su vida en función del
Evangelio: «Miren, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el
que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mt 8, 35). El que
abandone todo a causa de Jesús y del Evangelio recibirá desde ahora el
ciento por uno, aun con persecuciones (Mc 10, 29-30) En los escritos del
Nuevo Testamento encontramos la Buena Nueva anunciada de dos formas:
la de un sencillo y profundo mensaje que Jesús lanzó a todos los vientos,
anunciando el Reino de Dios y exhortando a la conversión y a la fe; y la de
una enseñanza más desarrollada que, como Maestro, dio a sus discípulos.
Jesús se presenta a los hombres como el enviado de Dios por excelencia, el
mismo que habían anunciado los profetas. La parábola de los viñadores
homicidas subraya la continuidad de su misión con la de los profetas,
marcando al mismo tiempo la diferencia fundamental: el padre de familia,
después de haber enviado a sus servidores, envía finalmente a su hijo (Mc
12, 2-8). Por eso recibir o rechazar a Jesús significa recibir o rechazar a
Aquel que le ha enviado (Lc 9, 48; 10, 16). Esta conciencia de su misión
2. deja entrever la relación misteriosa del Hijo y del Padre: «El que cree en mí,
no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que
me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí
no quedará en tinieblas... Yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que
me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de
hablar. Y sé que su mandato es vida eterna» (Jn 12, 44-49) La misión de
Jesús continúa en la de sus propios enviados, los Doce, que por esta razón
llevan el nombre de apóstoles. En efecto, la misión de los Apóstoles enlaza
de la forma más estrecha con la de Jesús: «Como el Padre me ha enviado,
así también los envío yo» (Jn 20, 21). Esta palabra ilumina el sentido
profundo del envío final de los Doce por Cristo Resucitado: «Id por todo el
mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15; Mt 28,
19-20). La misión de Jesús alcanzará así a todos los hombres gracias a la
misión de sus Apóstoles que continúa operante en la misión de la Iglesia
de todos los tiempos, ya que los Doce fueron el inicio de todo el Pueblo de
Dios, del conjunto de los creyentes y de sus pastores auténticos: Para
cumplir su misión, los Apóstoles y todos los que anuncian el Evangelio no
están solos y abandonados a sus propias fuerzas, sino que
la realizan con la fuerza del Espíritu. La misión del Espíritu es así
inherente al misterio mismo de la Iglesia, cuando ésta anuncia la palabra
para cumplir la misión recibida de Jesús. La misión del Espíritu, que da
testimonio de Jesús Resucitado (Jn 15, 26), viene a ser así el centro de la
experiencia cristiana y el «alma de la Iglesia». La Iglesia ha nacido con este
fin: Evangelizar. Cristo vino para anunciar y realizar entre los hombres la
Buena Noticia. La Iglesia nació y vive únicamente para evangelizar a los
hombres, a todos los hombres. Ella es el sacramento universal de
salvación: la anuncia y realiza. Su renovación constante tiene aquí su
objetivo: potenciar su actividad misionera universal, buscar nuevos cauces
por los que los hombres conozcan, acepten y vivan el plan de Dios,
despojarse de todo aquello que impide, en cada momento, la
evangelización, realizar todo aquello que pueda hacer más creíble la verdad
del Evangelio.
Para reflexionar y compartir:
* Lectura de Mt 11,1-6: señales del evangelio.
* Señales del Evangelio:
- los ciegos ven;
- los cojos andan;
- los leprosos quedan limpios;
3. - los sordos oyen;
- los muertos resucitan;
- se anuncia a los pobres la buena nueva.
* Una pregunta de fondo: ¿son para hoy estas señales?