El documento habla sobre la importancia de amar a los enemigos, perdonarlos y hacer el bien a todos, incluso a aquellos que nos odian o nos hacen daño. Jesús enseñó que debemos amar a nuestros enemigos y orar por ellos, no vengarnos ni guardar rencor. El odio y la venganza alejan de Dios, mientras que el amor nos acerca.
1. AMAD A VUESTROS ENEMIGOS
VOLVER BIEN POR MAL
Evangelio según el Espiritismo. Capítulo XII
Ricardo Cardona
2. VOLVER BIEN POR MAL
Aprendisteis que fue dicho:
Amaréis a vuestro prójimo y
odiaréis a vuestros enemigos.
Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, haced bien
a los que os odian y orad por
los que os persiguen y
calumnian, para que seáis hijos
de nuestro Padre que está en
los cielos, que hace salir el Sol
sobre los buenos y sobre los
malos, y hace llover sobre los
justos y los injustos; porque si
amáis sólo a los que os aman,
¿qué recompensa tendréis?
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3. Si el amor al prójimo es el
principio de la caridad, amar a los
enemigos es su aplicación
sublime, esta virtud es una de las
mayores victorias alcanzadas
contra el egoísmo y el orgullo.
Amar a los enemigos, no es
tenerles un afecto que no está en
la naturaleza, porque el contacto
de un enemigo hace latir el
corazón de muy diferente modo
que el de un amigo; es no tener
contra ellos ni odio, ni rencor, ni
deseo de venganza; es
perdonarles sin segunda
intención e incondicionalmente el
mal que nos hacen. Es ser libres
y por ende felices.
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4. LOS ENEMIGOS DESENCARNADOS
El espírita tiene aún otros
motivos de indulgencia para con
sus enemigos. Primero, sabe
que la maldad no es el estado
permanente de los hombres;
que se debe a una imperfección
momentánea y que del mismo
modo que un niño se corrige de
sus defectos, el hombre malo
reconocerá un día sus malas
obras y se volverá bueno.
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5. Sabe también que la
muerte sólo le libra de la
presencia material de su
enemigo, pero que éste
puede perseguirle con su
odio, aun después de haber
dejado la Tierra; que de
este modo la venganza
falla en su objetivo y por el
contrario, tiene por efecto
producir una irritación
mayor que puede continuar
de una existencia a otra.
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6. Se puede, pues, tener enemigos entre los desencarnados
y entre los encarnados; los enemigos del mundo invisible,
manifiestan su malevolencia por las obsesiones y las
subyugaciones, de las que tantas personas son víctimas y
que son una variedad de las pruebas de la vida; tanto
esas pruebas como las otras, ayudan al adelantamiento y
deben ser aceptadas con resignación y como
consecuencia de la naturaleza inferior del globo terrestre;
si no hubiese hombres malos, no habría Espíritus malos a
su alrededor.
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7. SI ALGUNO TE GOLPEA EN LA MEJILLA
DERECHA OFRÉCELE TAMBIÉN LA OTRA
Habéis aprendido que fue dicho:
ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo os digo que no os
resistáis al mal que os quieran
hacer; mas, si alguno os golpea
en la mejilla derecha, ofrecedle
también la izquierda; y si alguno
quiere pelear con vosotros para
tomar vuestra túnica, dejadle
también la capa; y si alguno os
obligare a marchar mil pasos con
él, haced aun dos mil. Dad al
que os pidiere y no rechacéis al
que os quiere pedir prestado.
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8. Para el orgulloso, esta
máxima parece una
cobardía, porque no
comprende que se
necesita más valor para
soportar un insulto que
para vengarse y esto
siempre por esa causa
que hace que su visión no
se transporte más allá del
presente.
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9. Jesús no prohibió la defensa, sino que condenó la
venganza. Diciendo que se ofrezca una mejilla cuando la
otra fue golpeada, es decir, bajo otra forma, que no es
preciso retribuir el mal con el mal; que el hombre debe
aceptar con humildad todo lo que tiende a rebajarle su
orgullo; que es más glorioso para sí, ser herido que herir,
soportar pacientemente una injusticia que él mismo
cometer una; que vale más ser engañado que engañar y
ser arruinado que arruinar a otros.
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10. Esto es al mismo tiempo, la
condenación del duelo, que no es
otra cosa que una manifestación
de orgullo. Sólo la fe en la vida
futura y en la Justicia de Dios, que
nunca deja el mal impune, puede
dar la fuerza de soportar
pacientemente los golpes dirigidos
contra nuestros intereses y nuestro
amor propio; por esto decimos sin
cesar: Dirigid vuestras miradas al
porvenir, pues cuanto más os
elevéis con el pensamiento sobre
la vida material, menos os
angustiarán las cosas de la Tierra.
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11. LA VENGANZA
La venganza es un indicio cierto del estado atrasado de los
hombres que se entregan a ella y de los Espíritus que pueden
inspirarla aún.
La venganza es una inspiración tanto más funesta, cuanto que
la falsedad y la bajeza son sus asiduas compañeras; en efecto,
el que se entrega a esa fatal y ciega pasión casi nunca se venga
a cielo abierto. Cuando es el más fuerte, se precipita como un
animal feroz sobre el que llama su enemigo, cuando la vista de
éste viene a inflamar su pasión, su cólera y su odio. Pero lo más
a menudo, reviste una apariencia hipócrita, disimulando en lo
más íntimo de su corazón los malos sentimientos que le animan;
toma caminos extraviados, sigue en la sombra a su enemigo,
que no abriga desconfianza y espera el momento propicio para
herirle sin peligro; se oculta de él espiándole sin cesar; le tiende
emboscadas odiosas y llegada la ocasión, le derrama el veneno
en la copa.
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12. EL ODIO
Amaos unos a otros y seréis
felices. Sobre todo, tomaos la
tarea de amar a los que os
inspiran indiferencia, odio y
desprecio. Cristo, de quién
debéis hacer vuestro modelo,
os dio ese ejemplo de
abnegación; misionero de amor,
amó hasta dar su sangre y su
vida.
No os olvidéis, que el amor nos
aproxima a Dios y que el odio
nos aleja de Él.
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13. EL DUELO
Sólo es verdaderamente grande aquel que
considerando la vida como un viaje que debe
conducirle a un objetivo, hace poco caso de las
asperezas del camino y no se deja desviar un instante
del camino recto; con la mirada puesta sin cesar hacia
el objetivo, poco le importa que las zarzas y los
espinos de la senda le amenacen provocar arañazos;
le rozan sin alcanzarle y no obstante, no deja por eso
de seguir su curso. Exponer sus días para vengarse de
una injuria, es retroceder ante las pruebas de la vida;
es siempre un crimen a los ojos de Dios, y si no
fueseis engañados como lo sois, por vuestros
prejuicios, sería una ridícula y suprema locura a los
ojos de los hombres.
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14. Sin duda, el duelo puede ser
una prueba de valor físico, de
desprecio por la vida; pero,
incontestablemente es prueba
de una cobardía moral como el
suicidio.
El suicida no tiene valor para
afrontar las vicisitudes de la
vida; el duelista no tiene el de
afrontar las ofensas. ¿No os ha
dicho Cristo que hay más honor
y valor en ofrecer la mejilla
izquierda, a quien hirió la
derecha, que en vengarse de
una injuria?
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15. Amigos, acordaos de este
precepto: “Amaos unos a los
otros”, y entonces al golpe dado
por el odio responderéis con
una sonrisa, y al ultraje, con el
perdón. Sin duda el mundo se
alzará furioso y os tratará de
cobardes; levantad entonces la
cabeza bien alta y mostrad que
vuestra frente no temería
tampoco en cargarse de
espinas, a ejemplo de Cristo,
pero que vuestra mano no
quiere ser cómplice de un
homicidio, que supuestamente
autoriza, una falsa apariencia de
honra, que no es otra cosa que
orgullo y amor propio.
Ricardo Cardona