(mar.2015) No es de sorprender la diversidad cultural de España, especialmente en la región de Andalucía, donde la riqueza mora dejó un gran legado. Es de muchos sabido que el gran Imperio Romano llegó hasta la península Ibérica. Más de alguno ha oído hablar de Séneca, un filósofo romano de la antigüedad. No muchos saben que Lucio Anneo Séneca es originario de la hermosa ciudad de Córdoba y que fue contemporáneo exacto de Jesús el Cristo. Su legado filosófico puede considerarse quasi pythagórico, haciendo énfasis en la mesura, en la prudencia, en la modestia. El compendio epistolar de sus Cartas a Lucilio, su obra póstuma, es considerada por los conocedores como una verdadera joya, tanto de la filosofía como de la literatura. Aquí tenemos algunos extractos en forma de “perlas de sabiduría”.
Producción original: Carlos Rangel
2. Aunque no hay documentos que lo comprueben
fehacientemente, la tradición afirma que nació en lo
que hoy es la ciudad española de Córdoba, en algún
momento entre los años 1 y 4 de nuestra era.
Lo que sí está documentado es que murió en Roma,
en el año 65.
Lucius Annæus Seneca, Filósofo, político, orador y
escritor romano, conocido por sus obras de carácter
moralista, hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue
Cuestor, Pretor y Senador del Imperio Romano
durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y
Nerón, además de ministro, tutor y consejero del
emperador Nerón.
3. Séneca destacó tanto como pensador, intelectual y
político. Consumado orador, fue tanto una figura
predominante de la política romana durante la era
imperial como uno de los senadores más admirados,
influyentes y respetados, y fue objetivo tanto de
enemigos como de benefactores, a causa de este
extraordinario prestigio.
De tendencias moralistas, Séneca pasó a la historia
como el máximo representante del estoicismo y
moralismo romano tras la plena decadencia de la
república romana.
La sociedad romana había perdido los valores de sus antepasados y se trastornó al
buscar el placer en lo material y mundano, dando lugar a una sociedad turbulenta,
amoral y antiética, que al final la condujo a su propia destrucción.
4. Más que un académico o un maestro de filosofía, Séneca fue un vir fortis y un escritor de gran capacidad
poética que se arraigó en el afán circunstancial de la obra y en la utilidad moral de la filosofía.
Su falta de sistematización no prueba su incapacidad filosófica sino su sabiduría pragmática. Uno de los
temas constantes en Séneca es el rechazo al estudio teórico, porque la virtud se ejerce por acciones y la
información útil es la que proviene del conocimiento práctico.
De sus magníficas obras, hay una de especial trascendencia, que
muchos consideran la última, aunque no es una obra en sí, sino el
compendio de cartas escritas a su amigo Lucilio. Sin duda una joya
epistolar desbordante de sabios consejos.
El estilo un tanto entrecortado de Séneca, construido a base de
máximas, busca una cuidadosa matización de sus ideas y exige del
lector una atenta lectura, detenerse al acabar cada párrafo y retornar
al principio con asiduidad, prácticamente lo opuesto a la forma actual
de leer...
6. Quien está en todas partes, no está en ninguna;
a los que se pasan la vida en viajes les sucede que tienen
muchos hospedajes, pero ninguna amistad.
Pobre no es el que tiene poco,
sino el que desea más.
Gran riqueza es la pobreza
ajustada a la ley de la naturaleza.
7. Si no confías en tu amigo
tanto como en ti mismo,
no conoces la fuerza
de la verdadera amistad.
Tan equivocado fiarse de todos,
como no fiarse de nadie.
Al amigo has de hacerlo confidente
de todas tus cosas,
pero primero de las de él mismo.
8. Por dentro puedes ser diferente. Por fuera, acomódate a tu pueblo.
Quien entre en tu casa, que te admire más a ti que a tus muebles.
Quien comienza a ser amigo por conveniencia,
deja de serlo por conveniencia.
9. Es perjudicial la convivencia con muchos;
cuanto más grande sea la turba con la
que nos mezclamos, mayor es el peligro.
Ni has de hacerte semejante a los malos
porque sean muchos, ni has de hacerte
enemigo de muchos porque no se te
parezcan.
Evita lo que agrada al vulgo, lo que
concede el azar. Mira con suspicacia todo
bien fortuito; también las fieras y los peces
se dejan atrapar con un cebo deleitoso.
10. En todo placer lo más agradable es lo que está al final.
Gratísima es la edad que ya declina pero que aún no se
precipita, pues tiene también sus propias delicias.
Todo lo que nos viene por índole natural o por el temperamento del cuerpo, por mucho que el
espíritu trabaje, quedará adherido; en el teatro se imitan los afectos con artilugios, pero el rubor no
puede fingirse, pues no se impide ni se provoca, viene y se va sin que nadie se lo mande.
11. Malo es vivir en la necesidad,
pero no hay necesidad de vivir en la necesidad.
Goza más de las riquezas
quien menos siente que las necesita.
Se temen tres cosas en la vida:
la pobreza, las enfermedades y el poder ajeno.
Las dos primeras llegan en silencio,
el otro viene con gran pompa.
12. Cuando te rodeen personas que traten de persuadirte
que eres desgraciado, piensa no en lo que oyes, sino
en lo que sientes y pregúntate por qué dicen lo que
dicen, si sus motivos son vanos o genuinos. Sólo es
desdichado es el que por tal se tiene.
Es mucho más fuerte estar sobrio cuando todos
están ebrios, pero es más moderado no exceptuarse
ni señalarse ni mezclarse, porque se puede hacer lo
mismo que todos pero de otro modo.
13. Fíjate un límite que no quieras traspasar aunque puedas;
mantente a distancia de los bienes engañosos que son
mejores cuando se esperan que cuando se consiguen.
Cuando ofrezcas una dádiva,
piensa que es más importante
quien la recibe, que lo que recibe.
Deuda pequeña hace un deudor; deuda grande, un enemigo.
El fuego no interesa
por lo grande que sea,
sino por el lugar en
que prenda.
14. Si realmente deseas honrar a alguien,
no has de llenarlo de honores,
sino quitarle deseos.
Hasta tal punto no ha de temerse la muerte,
que gracias a ella nada ha de ser temido.
Aún los más tímidos
también tienen palabras audaces.
15. De joven hay que preparar
lo que de viejo hay que usar.
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En la moral no tiene poder la fortuna.
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Los discursos preparados y extensos ante
un gran auditorio arman mucho ruido,
pero no tienen intimidad.
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Un buen consejo nadie lo da a gritos.
16. Vive con el inferior como quisieras que
el superior viviese contigo.
¿Por qué te torturas y maceras en una cuestión
que es más inteligente despreciar que resolver?
¿Por qué nos engañamos? Nuestro mal no está fuera
sino dentro de nosotros, asentado en nuestras mismas
entrañas, y llegamos con tanta dificultad a curarnos
porque ni siquiera sabemos que estamos enfermos.
El camino es largo a través de los preceptos,
breve y eficaz a través de los ejemplos.
17. Deja todos los obstáculos y conságrate a sanar
y cultivar tu mente; no llega a conseguirlo el que
está atareado.
Si nuestros antepasados fijaron
un tiempo para el duelo,
no fue para llorar
todo ese tiempo,
sino para no llorar
por más tiempo.
Hemos nacido para mayores
cosas que convertirnos en
esclavos de nuestro cuerpo,
que sólo es una cadena que
ata nuestra libertad.
18. Cada virtud es perfecta en su justa medida y nada se le puede añadir,
pues si se pudiera, algo le faltaría y ya no sería perfecta ni sería virtud.
Igual virtud es
moderarse en el gozo
que moderarse en el dolor.
La fortaleza desprecia los
peligros y los provoca; y
aunque es apetecible, también
lo es soportar con paciencia
los tormentos, porque esto es
parte de la fortaleza.
19. Sólo es feliz quien no tiene miedo;
quien se determina a ser feliz,
sabe que el único bien es lo honesto.
La voluntad no necesita de nada porque se goza
de lo presente sin desear algo ausente,
pues no es poco para ella lo que le es bastante.
No se ha de poner en la carne nuestra felicidad suprema;
los bienes supremos son los que la razón da,
pues son sólidos y permanentes.
Los demás son opinables.
20. Todas las acciones de la vida se gobiernan
por relación a lo honesto y lo vergonzoso;
la razón se rige por esto para hacerlas o no hacerlas.
La vida, como la comedia,
no importa cuánto duró,
sino cómo se representó.
Nada interesa el lugar
en que la acabes;
déjala donde quieras,
solamente dale
un buen fin.
A pocos engaña una máscara puesta a la ligera por fuera.
La mentira se transparenta si la miras atentamente.
21. Todos los llamados deleites, en cuanto traspasan su
límite, son penas.
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El hombre verdaderamente sabio despliega su virtud
en la riqueza, en la pobreza, en la salud, en la
debilidad; sea cual fuere su fortuna saca de ella algo
memorable, pues ha conocido el arte de domar los
males.
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El mejor límite de los deseos es tomar no cuanto
quieras, sino cuanto debas.
22. ¿De qué sirve demostrar lo evidente?
De mucho, porque aunque lo sabemos,
no lo atendemos, por eso hemos de recordarlo.
El estímulo de todas nuestras locuras
es la gente que las admira y las conoce;
la ambición, el lujo y el desenfreno piden un escenario,
los curarás si no los muestras.
De nada aprovecha que pongas las herramientas a la vista,
si las manos que han de usarlas no están libres.
23. No creas feliz a nadie que esté pendiente de la felicidad.
El malo todo lo convierte en mal, aún aquello que le vino
con apariencia de bien; el recto corrige las maldades de la
fortuna y recibe lo favorable con gratitud y modestia y lo
adverso con constancia y fortaleza.
Es de tanto valor
no gozar nada
por mucho tiempo
como no temer nada
por mucho tiempo.
24. De nadie hemos de quejarnos sino de nosotros mismos,
que hemos sacado contra la voluntad de la naturaleza que
las había escondido, las cosas con las que perecemos.
Lo necesario te sale al encuentro por todas
partes, lo superfluo siempre hay que buscarlo.
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No tienes por qué alabarte excesivamente
cuando has despreciado lechos de oro y
muebles enjoyados.
Porque, ¿qué virtud es despreciar lo inútil?
Admírate cuando desprecies lo necesario.
25. En gran error están los hombres
que desean llevar sus dominios
cada vez más lejos.
Dominarse a sí mismo
es el mayor de los imperios.
El campo se posee por derecho,
la sabiduría por naturaleza.
El primero puede pasar a otras
manos, la segunda jamás
se separará de su dueño.
Para el que está activo,
ningún día es largo.
26. Tu bien propio es un ánimo limpio y puro,
émulo de Dios, que se levanta sobre las
cosas humanas y no pone nada suyo
fuera de sí. Eres un animal racional.
¿Cuál es, pues, el bien en ti?
La razón perfecta.
¿La llevas tú a su fin haciéndola crecer
cuanto te es posible?
Serás feliz cuando todo tu gozo
nazca de ella.