El octavo trabajo de Heracles fue capturar las veinte yeguas de Diomedes que comían carne humana. Durante la lucha con el ejército de Diomedes, las yeguas devoraron a Abderus, amigo de Heracles. Heracles fundó la ciudad de Abdera en honor a su amigo fallecido y entregó las yeguas domesticadas a Euristeo.
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Las yeguas de Diomedes y el octavo trabajo de Heracles
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2. El octavo de los doce trabajos de Heracles consistía en
capturar a las veinte Yeguas de Diomedes, que comían
carne humana. Éste las tenía atadas con cadenas y las
alimentaba con la carne de sus inocentes huéspedes.
Heracles partió con un grupo de voluntarios, consiguiendo
arrebatárselas a Diomedes, quien fue con su ejército a
atacar a Heracles, pero él lo mató arrojando el cuerpo de
este aún con vida a sus yeguas y su ejército huyó. Tras
devorarlo, las yeguas se volvieron tan mansas que el
héroe las pudo atar al carro de Diomedes y se las llevó a
Mecenas, donde fueron regaladas a Hera. Durante la
lucha, las yeguas devoraron a Abderus, amigo de
Heracles, quien había quedado encargado en
custodiarles, entonces Heracles fundó en su honor la
ciudad de Abdera. Se dice que las yeguas murieron en
el monte Olimpo devoradas por las fieras y las alimañas.
3.
4. Tras el rescate de Alcestes, prosiguieron su camino a
Tracia, donde robaron las yeguas. Al percatarse Diomedes del
hurto, reunió un grupo de soldados y fueron tras los griegos.
Ambos bandos se enfrentaron y fueron muchos los tracios que
murieron, entre ellos Diomedes, pero al finalizar la
lucha, Heracles vio con pesar que las yeguas salvajes habían
devorado a Abdero que se había quedado a su cuidado
durante la lucha. Heracles, enfurecido, arrojó el cuerpo de
Diomedes a las yeguas que tras devorarlo se volvieron mansas, y
enterró los restos de su amigo en un bello sepulcro junto al que
fundó la ciudad de Abdera.
Consigue llevar al fin las yeguas a Euristeo que las suelta;
algunas de ellas se dirigieron al Olimpo, donde fueron
devoradas por las fieras que vivían allí. El resto tuvo
descendencia entre la que algunos aseguraban que se
encontraba Bucéfalo, el caballo que sólo Alejandro Magno
consiguió domar.