1. Una de las grandes alegrías del Papa Bueno, Beato Juan XXIII, en pleno Concilio
Vaticano II, fue la canonización de San Martín de Porres el 6 de mayo de 1962. La
ciudad de Lima, repicó las campanas de alegría infinita por tamaña noticia. A la vez
era proclamado patrono universal de la justicia social:
Martín nos demuestra, con el ejemplo de su vida, que podemos
llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó
Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar, amamos a Dios con todo
nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser; y si,
en segundo lugar, amamos a nuestro prójimo como a nosotros
mismos. El sabía que Cristo Jesús padeció por nosotros y, cargado
con nuestros pecados, subió al leño, y por esto tuvo un amor
especial a Jesús crucificado, de tal modo que al contemplar sus
atroces sufrimientos, no podía evitar el derramar abundantes
lágrimas. Disculpaba los errores de los demás; perdonaba las más
graves injurias, pues estaba convencido que era mucho más lo que
merecía por sus pecados; ponía todo su empeño en retornar al
buen camino a los pecadores; socorría con amor a los enfermos;
procuraba comida, vestido y medicina a los pobres; en la medida
que le era posible, ayudaba a los agricultores y a los negros y
mulatos, que, por aquel tiempo, eran tratados como esclavos de la
más baja condición, lo que le valió, por parte del pueblo, el apelativo
de “Martín de la caridad”.
Nació en Lima, Perú, en 1579. El santo mulato fue bautizado
en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila y por el mismo
párroco que había bautizado a Santa Rosa de Lima. Martín
vivió con su madre, quien le educó en la solidaridad con los
pobres y enfermos; de este modo, siempre que iba a la tienda,
empleaba parte de la plata en socorrer al primer necesitado
que encontraba.
Fray Juan de Aguinao, arzobispo del Nuevo Reino de Granada: «En lo adverso de esta vida mortal,
siempre vi al venerable Fray Martín de Porres con un mismo semblante, siempre se mostraba
pacientísimo, conformándose con la voluntad de Dios, que era su norte y guía».
Esta santidad perfecta es el milagro de San Martín de Porres. Beatificado en 1836 y canonizado en
1962, sus restos son venerados bajo el altar mayor de Santo Domingo, en Lima, junto a los de San Juan
Macías, y Santa Rosa, terciaria dominica.