Carbohidratos, lipidos, acidos nucleicos, y principios del metabolismo.
Ensayo nuestra vocación 2000 años después de pentecostes
1. “NUESTRA VOCACIÓN 2000 AÑOS DESPUÉS DE PENTECOSTES”
Por: Carlos Alberto Gómez Cardona
Es lamentable constatar como después de Pentecostés los creyentes de hoy, luego de más
de dos mil años de haber sucedido el acontecimiento más importante para todo ser
humano, aún sigan aletargados en el mundo sabiendo que son muchas las personas que
aún no conocen a Jesús y que sus vidas están sedientas de un gran cambio que transforme
su existencia y les dé sentido a todo lo que hacen.
Sabemos que desde Pentecostés, la transferencia del Espíritu Santo dada por Jesús a sus
discípulos como herederos del “Don del Padre” y de su “Sublime Ministerio”, los dotó de
un liderazgo personal y grupal para que a semejanza de Moisés y los setenta ancianos del
pueblo de Israel, puedan ejercer la función profética y la continuen dando a las futuras
generaciones de discípulos y creyentes. La promesa de Pentecostés los invistió de poder a
fin de ser dotados para continuar el ministerio inaugurado por Él. En este orden de ideas,
fue el Bautismo en el Espíritu Santo quien los capacitó para la misión encomendada por el
Él mismo de llevar su valioso mensaje de Salvación desde Jerusalén a Judea a Samaria y
hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8) y poder de este modo cumplir eficazmente dicha
misión. Esta capacitación dada por el Espíritu Santo fue ofrecida por Jesús desde
Pentecostés no solo para cumplir la gran comisión que dejó a sus seguidores, sino para
servir y dar testimonio a todo el mundo del poder con que los iba a respaldar y con la
garantía que nunca los abandonaría. Desde ese entonces, hasta nuestros días, el Espíritu
Santo se siguederramando sobre personas tanto en forma individual como colectivamente
y es un Don que siempre estará a nuestra disposición no solo para que le sirvamos sino
ante todo para que profeticemos con sabiduría, fe y poder a un gran número de personas
que aún no lo conocen. Pentecostés es y debe ser la continuidad del “mover” del Espíritu
Santo (Espíritu que desde el Antiguo Testamento hizo su incursión en la historia de la
salvación), también en el mundo de hoy cumpliendo sus tres funciones: la escatológica,
porque es para estos postreros días, profética para un pueblo sediento de salvación y del
conocimiento de Dios y universal ya que son muchos los penitentes que de generación a
generación necesitan de su unción. Muchos han sido los hombres y las mujeres que a lo
largo de la historia han tenido una experiencia espiritual con Dios y en muchas ocasiones
de manera sobrenatural y se les ha encomendado una misión específica, tal es el caso de
Moisés, Isaías y Pablo entre otros que han experimentado ese llamamiento, pero para los
cristianos de hoy, el derramamiento del Espíritu Santo no es sólo para hablar en lenguas,
fundar grandes congregaciones, tener los mejores métodos y estrategias evangelísticas, un
imponente edificio dotado de todos los recursos técnicos y tecnológicos o hacer grandes
campañas en su nombre, es ante todo para dar testimonio y servir a quienes aún no
conocen a Jesús y su mensaje de salvación, a fin de que llegue a todos. Pentecostés debe
ser la continuidad del derramamiento del Espíritu Santo para la actual iglesia y sociedad
como el nuevo y verdadero Israel, el pueblo de Dios a quien Él bautiza en el Espíritu Santo
como confirmación de su promesa desde los tiempos de Joel con la señal física inicial de
hablar en otras lenguas (Hechos 2:1-4; Lucas 24:49) cumpliendo de este modo todas sus
promesas dadas y respaldando con poder y milagros a sus verdaderos discípulos en estos
postreros días de caos y de pecado.
Que Pentecostés sea para todos (especialmente los que dicen ser conocedores, amantes y
servidores de Jesús) una vocación dos mil años después de su derramamiento sobre toda
carne y nación, porque Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, quien nunca se cansa de
llamar y esperar que todos sus hijos e hijas vuelvan a Él.