28. Y oí una fuerte voz procedente del trono que
decía:
- “Esta es la morada de Dios con los
hombres: Habitará con ellos y ellos serán su
pueblo, y Dios, habitando realmente en
medio de ellos, será su Dios.
Y enjugará toda lágrima de sus ojos; y no
habrá ya muerte, ni llanto, ni lamento, ni
dolor, porque todo lo anterior ya pasó”
El que estaba sentado en el trono dijo:
- “Mira, hago nuevas todas las cosas”
(Ap 21,3-5)
Notas del editor
¿Qué se puede hacer con vidrios rotos?
«Everybody hurts»
I can deal with it + I don’t need counseling
It was my fault + I deserve the hurt
I can’t tell anyone + No one will believe me
I can’t deal with it + I’ll never be healead
«Stronger»
I’ll never be able to trust again + Love never lasts
No one would wante me + I’m damaged goods + I’m unlovable
God abandoned me + God won’t forgive me + God can’t take away the past + God can’t love me+ God can’t use me
Vemos sólo oscuridad, las heridas. Somos más que eso. Necesitamos vernos con nuevos ojos. Especialmente con los de Dios misericordioso. “Que yo vea con tus ojos, Jesús”. “Ven, sé mi luz”. Misera et misericordia…
Cuidar la manera cómo nos hablamos a nosotros mismos. No herirnos.
Cambiar la manera de pensar (distorsiones cognitivas): todo o nada, generalización, filtro, descalificación, lectura de pensamiento, magnificación o minimización, razonamiento emocional, etiquetación, personalización.
Enfocarse sólo en las preocupaciones aumenta el dolor. Hay que romper el ciclo negativo. Dar gracias por las cosas buenas nos da un respiro. Y darse el derecho de disfrutar de un sin número de cosas sencillas.
El discapacitado (ciego) que le dejaron como tarea hacer una lista de las cosas buenas que le han pasado ese día: la temperatura de la ducha en la mañana, el poderse secar el cuerpo con una toalla, el poder meterse a una cama con sábanas limpias, la textura y el olor de un piyama recién lavado, el olor a pan tostado en la mañana, el sol pegándome en la cara cuando camino, la carcajada de un niño a la distancia, la gentileza de una cajera en el supermercado, el olor a pasto recién cortado, la textura del jabón al pasarlo por el cuerpo en la ducha, las chispitas de la Coca Cola pegándome en la nariz cuando acerco el vaso…
Examina cada día tu corazón. Qué entra y qué sale. Qué heridas del pasado aún persisten y cuáles se van acumulando. Qué emociones experimento y cuál es su origen. Encuentra las cosas que aún tienes que esforzarte por resolver. Poder ponerle nombre a las cosas nos da un poquito más de control, aunque no lo resolvamos en ese momento.
Independientemente de las experiencias que te hayan llevado a donde estés ahora, cada día haz el propósito de ser la mejor versión posible de ti misma. No permitas que las heridas del pasado decidan por ti el resto de tu vida. Descubre que eres libre y responsable por tu futuro.
Saca a la gente tóxica de tu vida y cámbiala por quienes sepan quererte y ayudarte de verdad.
Busca un buen orientador y un director espiritual (sacerdote) para que puedas recibir consejo profesional, y la gracia de Dios a través del sacramento de la Confesión.
Participa en la Adoración eucarística todas las veces que puedas, especialmente después de las conversaciones de consejería que recibas. Toma tu tiempo para procesar todo a través de la oración.
Si alguien alguna vez está rota o herida, quisiera que con esa confianza que nos dan esas palabras de Jesús le pida con mucha fe: “Jesús, ¡hazme nueva!”.