La crónica describe la música de los indígenas del sur de Ecuador como hermosa y descriptiva, imitando los sonidos de la naturaleza como el canto de pájaros, el agua y peces, y los animales salvajes. Usaban huesos, plumas de aves y cueros secos de animales para elaborar flautas, zampoñas y tambores con los que saludaban la mañana y traían sonidos distantes.