teologia pura

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TESIS 32
LA ESCATOLOGÍA EN LA REFLEXIÓN DE LA IGLESIA
32.1. Muerte y Juicio Particular
a. Heterodoxias:
 Orígenes afirmaba la posibilidad de pecar después de la muerte; para purificarse de este
pecado son enviadas las almas nuevamente a la materia corporal para comenzar la
última reencarnación.
 Los albigenses enseñan directamente la reencarnación.
 La New Age afirma la reencarnación sucesiva desde lo inorgánico, pasando a los
vegetales y animales, hasta llegar a distintos niveles de la vida humana. Ya en el estado
humano, y luego de varias vidas, se puede ir ascendiendo o descendiendo, alejándose o
acercándose al “Nirvana”.
b. Magisterio de Concilios y Pontífices.
 El Papa Juan XXII en 1336 escribió la Bula “Benedictus Deus”, publicada por
Benedicto XII: allí se afirma que la muerte es el final del estado de peregrinación, la
inmediatez de la salvación o la condenación y la imposibilidad de merecer después
de la muerte.
 En el Concilio de Trento anatematiza a Lutero que no asegura la salvación de las
almas del purgatorio.
 Magisterio de Juan Pablo II: La muerte como encuentro con el Padre (Catequesis
del 2 de junio de 1999). Según el AT la muerte concluye con el “sheol”. Dios no
pudo crear la muerte ni puede recrearse en la destrucción del ser humano. El
proyecto original de Dios quedó alterado a causa del pecado del ser humano. Por
envidia del diablo entró el pecado, pero Dios elimina la muerte para que resuciten
los muertos. El libro de 2 Macabeos afirma la esperanza en la resurrección. Los
profetas exhortaban a esperar el “día del Señor” con rectitud. En el juicio los justos
no deben temer. En el NT se dice que los justos serán colocados a la diestra de
Cristo. Para quien está unido a Cristo, la muerte le abre el camino hacia el Padre,
participa de la muerte de Cristo y de su resurrección. Es preciso pasar por la muerte,
pero con la certeza de encontrarnos con el Padre, la muerte entonces será devorada
y desafiada.
 CEC. 1005-1014: Afirma que para resucitar con Cristo es necesario morir con Él.
Describe la muerte como una “partida” en la que se separa el alma del cuerpo. Se
reunirán nuevamente el día de la resurrección de los muertos.
La muerte se ve como la cumbre de los enigmas humanos, como un hecho humanamente
natural, pero a la luz de la fe es realmente el “salario del pecado”, para los que mueren en

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Cristo es participación en su muerte para luego participar de su resurrección. La muerte es
final de la vida terrena y plantea un llamado urgente a la vida porque le recuerda su carácter
limitado. La muerte es consecuencia del pecado según bases de la Escritura y la Tradición.
El ser humano, aunque poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir, por
tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador. Pero la muerte fue
transformada por Cristo. Él la asumió en un acto de sometimiento total y libre a la voluntad
del Padre. La obediencia de Jesús transformó la maldición de la muerte en bendición.
Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. La novedad esencial de la
muerte cristiana es que, por el bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente muerto en
Cristo, para vivir una vida nueva; y si el cristiano muere en la gracia de Cristo, la muerte
física consuma este “morir en Cristo” y perfecciona así su incorporación a Él en su acto
redentor.
El catecismo afirma que los seres humanos mueren una sola vez. No hay “reencarnación”
después de la muerte. La Iglesia anima a los cristianos a prepararse para la hora de la
muerte.
La enseñanza constante del Magisterio, fundada en la Sagrada Escritura, en la Tradición y
en la naturaleza del hombre, ha explicado siempre la muerte con estos planteamientos:
— Consiste en una separación del alma y el cuerpo: desnudarse de lo corpóreo, levantar la
tienda.
— Por lo tanto, se rechazan otros modos de entender la muerte que nieguen la inmortalidad
del alma y afirmen la aniquilación completa del hombre en el momento de la muerte; o que
no salvaguarden suficientemente la verdadera subsistencia del alma, independientemente
del recuerdo o del afecto de los que aún viven en la tierra.
— La muerte es el término definitivo de la única vida en esta tierra: «Está establecido que
los hombres mueran una sola vez». Enseña el Catecismo de la Iglesia en consecuencia que,
al ser la muerte el fin de la peregrinación terrena, es también el fin «del tiempo de gracia y
de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y
para decidir su último destino». A partir de ahí, la suerte está definitivamente echada.
— Por tanto, son contrarias a la fe la metempsicosis (reencarnación o trasmigración de las
almas) y otras teorías que niegan que con la muerte se acaba el tiempo de gracia y
misericordia que Dios ofrece al hombre.
— Al menos implícitamente, está definido que la muerte es el final de la peregrinación
terrena y que después; no cabe una ulterior decisión que afecte a nuestro destino definitivo.
32.2 El Purgatorio
a. Heterodoxia.
 Los albigenses afirman la reencarnación, por tanto, no hay purgatorio.
 Lutero negó el Purgatorio como lugar, según su doctrina de la “justificación”.
 La New Age afirma que la vida del hombre es un largo purgatorio de cientos de
reencarnaciones antes de poder encontrar el descanso final o plenitud en el “Nirvana”.
b. Patrística, Concilios y Magisterio.

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 En el siglo II ya se habla de oración por los difuntos. San Cipriano (s. III) habla de
la “pena” para quien no rectificó durante su vida
 San Agustín habla de “fuego purificador”.
 Benedicto XII en la Bula “Benedictus Deus” afirma el purgatorio como estado de
purificación con carácter expiatorio. La ayuda de los hermanos es eficaz en el
sufragio y oraciones por los difuntos.
 León X contra Lutero, en “Esxurge Domine” reafirma el purgatorio. Vaticano II
afirma el purgatorio como estado eclesial (Iglesia purgante
 Vaticano II en LG 49-50, recomienda la oración por los difuntos y ratifica los
concilios de Nicea, Florencia y Trento que hablaron sobre purgatorio.
 Una carta de la congregación para la doctrina de la fe en algunas cosas referentes a
la escatología (1979) afirma que: “La Iglesia cree, para los elegidos, en una eventual
purificación, previa a la visión divina; del todo diversa, sin embargo, del castigo de
los condenados. Esto es lo que entiende la Iglesia cuando habla del purgatorio”.
 Magisterio de Juan Pablo II: El purgatorio: purificación necesaria para el
encuentro con Dios (Catequesis del 4 de agosto de 1999). A partir de la opción
definitiva por Dios o contra Dios, el ser humano se encuentra ante una alternativa:
bienaventuranza o alejamiento. Para cuantos se encuentran en la apertura, pero de
modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere de una
purificación. La Biblia misma lo dice. San Pablo en 1 Cor. 3, 13-15 habla de “pasar
a través del fuego”. Para alcanzar el estado de integridad perfecta se requiere de la
mediación que está en Cristo, sumo sacerdote y a la vez víctima de propiciación. Él
vendrá al final de nuestra vida ofreciendo misericordia, pero trayendo su juicio. Es
deber nuestro presentarnos puros ante Dios, por ello debemos crecer en el amor. La
purificación ha de ser completa por ello se ha de eliminar todo vestigio de apego al
mal y corregir toda imperfección del alma. El purgatorio no es lugar sino una
condición de vida. Los que están allí ya están en el amor de Cristo. El purgatorio no
es prolongación de situación terrena, como si después de la muerte hubiese la
posibilidad de cambiar el propio destino. Por eso el evangelio nos pide estar en vela.
Hay un aspecto de la dimensión comunitaria de la Iglesia, un vínculo que se crea
entre Iglesia celeste y terrestre. Esta solidaridad eclesial que actúa en la oración, los
sufragios y la caridad, realiza la purificación.
 CEC. 1030-1032. Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren
una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para
entrar en el gozo de Dios. La tradición de la Iglesia hace referencia a ciertos textos
de la Biblia que hablan del fuego purificador previo al Juicio. En virtud de la

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“comunión de los santos”, la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de
Dios y ofrece sufragios en su favor, en particular la Eucaristía.
32.3. Cielo – Vida Eterna
a. Patrística y Magisterio.
 En los Padres Apostólicos se encuentran afirmaciones de que en el más allá
veremos a Jesús y que poseeremos a Dios.
 San Ireneo ya habla expresamente de la «visión de Dios» tema en el que insistirán
unánimemente los Padres. Y aunque hablan mucho de la visión de Dios «cara a
cara», su comprensión de la bienaventuranza abarca todos los aspectos: además de
la visión, el amor de Dios, el gozo, la eternidad de la vida eterna.
 La Bula “Benedictus Deus” (1336), Benedicto XII definió solemnemente la visión
directa de Dios por parte de los bienaventurados: ven la esencia divina, cara a cara,
con visión intuitiva: «Después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo
vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y también cara a cara, sin
mediación de criatura alguna que tenga razón de objeto visto, sino por
mostrárseles la divina esencia de modo inmediato y desnudo, clara y patentemente,
y que viéndola así gozan de la misma divina esencia y que, por tal visión y fruición,
las almas de los que salieron de este mundo son verdaderamente bienaventuradas y
tienen vida y descanso eterno». El Concilio de Florencia (año 1439) confirmó esa
definición.
 magisterio de Juan Pablo II: (catequesis 21 de Julio de 1999). Cuando haya
pasado la figura de este mundo, los que hayan acogido a Dios, incluso en el
momento de la muerte, gozarán de comunión con Él. El cielo es el estado supremo y
definitivo de dicha. En el AT el cielo es morada de Dios, pero no se identifica con
él, ni se le puede encerrar en él. Es también lugar al que los creyentes pueden subir.
El cielo es figura de la vida en Dios. Según el NT Cristo penetró en los cielos y los
creyentes serán resucitados con Cristo y, por tanto, ciudadanos del cielo. Para
participar en la completa intimidad con el Padre es indispensable pasar por la
inserción en el misterio pascual de Cristo: morir y ser vivificados. Para la Iglesia el
cielo no es abstracción ni lugar físico sino relación viva y personal con la Santísima
Trinidad. Es encuentro. Hay que tener cuidado con representaciones del cielo que
son siempre inadecuadas. La vida de los bienaventurados es plena posesión de los
frutos de la redención realizada por Cristo. Esta situación final se puede anticipar
por la Eucaristía y en la caridad fraterna. Saber gozar ordenadamente de los bienes
que Dios da cada día nos hacen experimentar ya la alegría y la paz, aunque no
plenamente.
 CEC 1023-1029: La multitud de aquellas almas que con Jesús y con María se
congregan en el paraíso, forman la Iglesia celestial, gozan de la bienaventuranza
eterna, ven a Dios como Él es, y participan también ciertamente en grado y modo

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diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno de las cosas, que ejerce
Cristo glorificado. Los santos interceden por los que viven aún en la Iglesia terrena
y ayudan grandemente a su debilidad.
Será en la bienaventuranza cuando se consume esa aspiración suya de permanencia en la
posesión del bien sin la que la felicidad no puede ser completa: «esa visión y fruición es
continua sin intermisión alguna de dicha visión y fruición, y se continuará hasta el juicio
final y desde entonces hasta la eternidad», define solemnemente la Bula Benedictus Deus,
desarrollando lo que gozosa y agradecidamente confesamos en el Credo: «Creo en la vida
eterna». Es por tanto una verdad de fe revelada y definida la eternidad de la
bienaventuranza. Esa dicha de los bienaventurados no terminará nunca: «Ya reinan con
Cristo; con El "ellos reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22, 5; cf. Mt 25, 21.23)».
32.4. El Infierno
a. Heterodoxias.
 Los albigenses sostienen que la salvación es universal y que el infierno tendría un
carácter purificador `para cada alma.
 El planteamiento conocido como apocatástasis afirma que incluso los demonios se
reconciliarían, y el infierno permanecería abierto, pues también en la gloria se podría
pecar.
b. Magisterio.
 CEC 1033-1037: Siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a sus fieles
de la “triste y lamentable realidad de la muerte eterna”, llamada también “infierno”.
Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de
Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre
elección. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en
quien solamente puede tener el ser humano la vida y la felicidad para las cuales ha
sido creado y a las cuales aspira. Estas afirmaciones son un llamamiento a la
responsabilidad con la que el ser humano debe usar de su libertad, también son un
llamamiento apremiante a la conversión. Dios no predestina a nadie a ir al infierno.
La Iglesia ruega para que nadie se condene. Si bien es verdad que nadie puede
salvarse a sí mismo, también es cierto que “Dios quiere que todos los hombres se
salven” y para Él “todo es posible” (Mt 19, 26)
La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad, las almas de los
que mueren en estado de pecado mortal descienden a loos infiernos inmediatamente
después de la muerte y allí sufren las penas del infierno “el fuego eterno”.
 magisterio de Juan Pablo II: El infierno como rechazo definitivo de Dios
(catequesis 28 de Julio de 1999). Dios es infinitamente bueno. Pero, por desgracia,
el hombre en su libertad, puede rechazar definitivamente el amor y perdón de Dios.
Esto lo lleva a la trágica situación de condenación o infierno. No es un castigo de

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Dios desde el exterior, sino el desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en
esta vida. Esta oscura condición puede intuirse en los infiernos construidos aquí en
la tierra, pero en sentido teológico el infierno es algo muy diferente, es la última
consecuencia del pecado mismo que se vuelve contra quien lo ha cometido. En el
AT se pensaba que los muertos se reunían en el “sheol”, en el NT en Cristo se ha
vencido la muerte y este poder se extiende al reino de los muertos. Pero la redención
siempre es ofrecimiento que se acoge con libertad. Para la Iglesia, el infierno
expresa la completa frustración y vaciedad de vida sin Dios. Más que lugar, indica
la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de
Dios. Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor
misericordioso de Dios significa permanecer separados de Él para siempre. La
muerte sella la opción hecha por el ser humano y la sentencia de Dios ratifica este
estado. El infierno es mensaje de advertencia y no de angustia. Aunque la
condenación sigue siendo posibilidad real, sabemos que Cristo ha vencido a
Satanás.
32.5. Nueva Creación
a. Heterodoxia.
Milenarismo (Kileastas). Cristo vendrá antes del juicio final y reinará en la tierra durante
mil años. Habrá una primera resurrección la de los justos, luego la de los impíos (para el
juicio final).
b. Patrística y Magisterio.
 Los Padres Apostólicos repiten las citas del N.T., la parusía, la resurrección y
el juicio universal constituyen una nueva creación, pues todo será trasformado.
 Los Apologistas asocian el futuro del mundo al juicio final y a la resurrección- es
un nuevo orden de cosas.
 Vaticano II (L.G. 48) pone de relieve el aspecto cósmico y colectivo de la
escatología. G.S. 21 "la esperanza escatológica no merma la importancia de las
tareas terrenas, la espera de la nueva creación no desinteresa al cristiano de la
construcción del mundo". G.S. 39. "la nueva creación aviva el deseo de la
perfección en la tierra..." G.S. 45,2 "Cristo es el principio y fin de la historia y la
plenitud de las aspiraciones humanas".
 CEC se habla de la esperanza de los cielos nuevos y la tierra nueva. Para la Iglesia,
el Reino de Dios llegará a su plenitud al fin de los tiempos. Entonces, los justos
reinarán con Cristo para siempre, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo
universo material será transformado. Dios será entonces “todo en todos” (1 Cor 15,
18), en la vida eterna.
32. 6. La Parusía

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a. Heterodoxias.
 Los milenaristas intentaron fijar fechas y acontecimientos que anunciarían la ruina del
mundo, pero no se hicieron generales ni de común acurdo.
b. Patrística y Magisterio.
 Parusía es usado técnicamente en- La carta a Diogneto 7,6 y el pastor de Hermas.
 San Ignacio de Atioquía Equipara la encarnación con la Parusía. Es el mismo
significado que le da Justino quien distingue primera y segunda venida o venida sin
gloria y venida en gloria.
 Justino e Irineo. Hablan de la venida gloriosa del Señor como el acontecimiento
definitivo de la historia.
 San Agustín. Insiste que hay que purificar la fe de la parusía de elementos
particularmente apocalípticos porque dice- "Los signos oscuros hacen temerario
cualquier modo de interpretación". Cita a Mateo 24.36
 Parusía aparece en los primeros símbolos de la fe- "ha de venir a juzgar". De la
Edad media al C.V. II solo hay dos alusiones: IV Letrán (1215) y profesión de fe de
Miguel Paleólogo (1274). El C.V. II recupera la centralidad que tenía "parusía" en
el N.T. (GS. 39,3; AG. 9. SC. 8; DV 1,4).
 CEC. desde la ascensión, el advenimiento de Cristo en la Gloria es inminente (Ap
22, 20), aun cuando nosotros se nos ha dado conocer el tiempo y el momento que ha
fijado el Padre con su autoridad (Hch1,7; Mc 13,32). Este advenimiento
escatológico se puede cumplir en cualquier momento (Mt 24,44; 1 Ts 5,2), aunque
tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén retenidos en las
manos de Dios (2 Ts 2, 3-12). (CEC 1001)
32.7. Resurrección
a. Heterodoxias.
 Negación de los Saduceos, concepción espiritualista (mística).
 Gnosticismo, Maniqueísmo, Cátaros y Albigenses enseñan la reencarnación, el
dualismo antropológico y el desprecio del cuerpo.
b. Magisterio.
 Oposición pagana: 1- la resurrección es imposible (Porfirio). 2- Concepción
Platónica no puede comprender la fe cristiana al respecto (¿Cómo esperar volver a
la cárcel?)

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 Respuestas patrísticas: Respecto a lo primero: Si Dios pudo crear al hombre también
puede resucitarlo. Respecto a lo segundo afirman la identidad del cuerpo resucitado
con el terreno para dejar en claro que su fe en la resurrección no tiene relación con
reencarnación y perpetuo retorno. La doctrina patrística valora el cuerpo y presenta
una nueva antropología. San Justino habla del valor del cuerpo por ser creación de
Dios y por la encarnación del Verbo. La patrística distingue Resurrección de
supervivencia o inmortalidad del alma separada.
¿Qué entendían por resurrección de Jesús? ¿Qué querían decir al hablar de Cristo
resucitado? No es un retorno a su vida anterior, no es una supervivencia de su alma
inmortal, no es una prodigiosa operación biológica, no es una permanencia de Jesús en el
recuerdo de los suyos, intervención resucitadora de Dios.
La Resurrección se dará el día de la parusía (L.G.7,48); es universal (Jn 5,28): buenos y
malos; quienes estén aún vivos no morirán (l Co l5), pero todos seremos transformados. La
resurrección incluye identidad somática.
 CEC 1016-1017: “por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la
resurrección, Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado,
reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre,
todos nosotros resucitaremos en el último día. “creemos en la verdadera
resurrección de esta carne que poseemos ahora” (Dz 854). No obstante, se siembra
en el sepulcro un cuerpo corruptible, resucita un cuerpo incorruptible (1Co 15, 42),
un cuerpo “espiritual” (1Co 15, 44)”.
32.8. Renovación del Tratado de Escatología
El tratado de Escatología ha experimentado un cambio importante en relación al estudio
“De Novísimos” que se mantuvo vigente hasta principios del siglo XX. Gracias a la
renovación aportada por teólogos de la Iglesia protestante y la Iglesia católica, ahora vemos
que la Escatología no se relaciona tanto con los hipotéticos sucesos dramáticos del final de
los tiempos sino con el sentido último de la historia, con el destino del ser humano en su
peregrinar por el mundo, con el Eschaton. Y este remite no los acontecimientos cósmicos
espectaculares en primer lugar, sino a una persona, Cristo, y aun acontecimiento, su
resurrección por obra de Dios, experimentada por los testigos que lo acompañaron durante
su vida terrena. Aquí radica la base del cristianismo. El acontecimiento de la resurrección
no cierra la historia; la abre hacia el futuro; más aún, crea historia. Llegamos así al
fundamento de nuestra esperanza: El Dios que resucita a Jesús de Nazaret es «el Dios de la
esperanza» (Rm 15, 13).
Se ha dejado atrás la Escatología de localización (cosas del más allá) para acentuar hoy el
Eschaton en persona que es CRISTO, como presencia real escatológica, pero ya actual en
esta historia, del Dios trinitario de la salvación. Dios es la 'postrimería' de la criatura. Lo
es como cielo ganado, como infierno perdido, como juez que juzga, como purgatorio
purificador. Dios es aquel en el que lo mortal muere y por el cual y para el cual resucita.

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Pero es todo esto en la manera como se dirige al mundo, a saber, en su hijo Jesucristo, que
es la revelación de Dios, y, por consiguiente, el resumen de las 'postrimerías'.
También ha habido una renovación en esa actitud de seguridad respecto al resultado del
juicio y se ha pasado a tener una actitud de humildad delante del juez. De una Escatología
individual se ha pasado a una Escatología universal, en espera de la salvación de toda la
Iglesia y de todo el cosmos. De una Escatología de la esencia se ha dado el giro a una
Escatología con más énfasis en responder a la situación concreta del ser humano en el
mundo – existencialista. De la Escatología como último tema de la dogmática se ha pasado
a la situación escatológica fundamental de toda la teología.
32.9. El Vaticano II y el estado escatológico de la Iglesia
El Concilio Vaticano II, aborda la dimensión escatológica de la Iglesia peregrinante y su
unión con la Iglesia celestial en el capítulo VII de la Constitución Dogmática Lumen
gentium (Nº 48 a 51).
La Iglesia sólo tendrá su plenitud en la gloria del cielo; sin embargo, después de la
ascensión de Cristo, constituye su Cuerpo en la tierra, y como sacramento universal de la
salud, en la espera escatológica de los nuevos cielos y de la nueva tierra, anticipa en cierto
modo realmente la renovación del mundo. Los sufrimientos del tiempo presente no son
comparables a la gloria que se manifestará en nosotros después que en el tribunal de Cristo
seamos juzgados dignos de ella.
Hasta que el Señor regrese, cuantos peregrinamos sobre la tierra o, pasados de esta vida,
están todavía en periodo de purificación, o gozan ya de la gloria celestial, tenemos de
común la caridad hacia Dios y hacía el prójimo. La unión de todos con Cristo está
consolidada por la comunicación mutua de los bienes espirituales. La Iglesia ofrece, por
tanto, a Dios sufragios por los difuntos y culto de veneración a los santos, especialmente a
la Virgen y a los ángeles, implorándoles la ayuda de su intercesión. La unión entre todos los
hijos de Dios en la mutua caridad y en la alabanza única de la Santísima Trinidad será
perfeccionada en los últimos días (escatología), cuando toda la Iglesia de los santos, en la
felicidad eterna, adorará a Dios y al Cordero, que fue sacrificado por la salud de todos los
seres humanos.
En la Constitución pastoral Gaudium et spes, el Concilio afirma que los interrogantes más
profundos del ser humano actual exigen de la Iglesia respuestas concretas convincentes,
cuyo fundamento último esté centrado en Cristo (Nº 10).
"El máximo enigma de la vida es la muerte". "Pero su máximo tormento es el temor por la
desaparición perpetua". Cristo resucitado ha ganado y revelado para el ser humano su
victoria sobre la muerte (Nº 18). La Iglesia, apoyada en la revelación cristiana, reprueba
con dolor y tristeza las doctrinas y costumbres contrarias a la razón y experiencia humanas
universales, que priman al ser humano de su innata grandeza como el ateísmo. El hombre
no es el fin de sí mismo ni el único artífice y creador de su propia historia. La verdadera
liberación del ser humano no es de tipo social y económico o temporal: es espiritual y
escatológica. La dignidad humana tiene su fundamento y perfección en Dios, y su

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reconocimiento, antes que oponerse, la enaltece sin restarle importancia al quehacer
temporal mediante el cual se manufactura la felicidad eterna (Nº 20-21).
La espera de una tierra nueva y un cielo nuevo debe avivar la preocupación por nuestra
tierra en la cual ya está presente de forma misteriosa el Reino y que consumará su
perfección cuando venga el Señor y los hijos de Dios resuciten en Cristo, permaneciendo la
caridad y sus obras, y todo ser creado por Dios se verá libre de la servidumbre de la
vanidad (Nº 49).