Luisa de Marillac y la educación de las niñas pobres
Padre Carlos Rosell - La Escatología en los catecismos limenses
1. Revista Teológica Limense
Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
(pp. 155 – 182)
LA ESCATOLOGÍA EN LOS CATECISMOS LIMENSES
(1584-1585)
Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida
RESUMEN
Este artículo tiene como objetivo presentar las enseñanzas sobre la
escatología contenidas en los catecismos que surgieron del III Concilio
limense (1582-1583). Como podremos apreciar, en estos documentos
no se obvio las realidades eternas; más bien, se hicieron eco de la
doctrina de la Iglesia. Con el fin de desarrollar este tema, en primer
lugar, señalamos la enseñanza escatológica en tiempos de Santo Toribio
de Mogrovejo. Luego, nos concentramos en la exposición y explicación
sobre los novísimos que hacen estos documentos catequéticos. Al final,
presentamos algunos pasajes de la vida de Santo Toribio dónde se
manifiesta su anhelo por la vida eterna.
ABSTRACT
This article wants to present the teachings on the eschatology
contained in the catechisms that emerged from the Third Council of
Lima (1582-1583). We can see, these documents are not disregarded the
eternal realities, instead, echoed the doctrine of the Church. To develop this
theme, first, we set the eschatological teaching in times of Santo Toribio de
Mogrovejo. Then, we center on the presentation and explanation of the “last
things” that make these documents catechetical. Finally, we present some
passages of Santo Toribio’s life in which we appreciate his longing for eternal
life.
2. 156 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
I. LA ESCATOLOGÍA EN TIEMPOS DE SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
Es importante contextualizar las enseñanzas sobre la escatología que se
impartían en el tiempo de Santo Toribio de Mogrovejo. Es decir, conviene
ubicarnos en la teología sobre el éschaton de ese momento histórico. En este
sentido, vamos a exponer de una forma sintética cómo se planteaba la
escatología desde mediados del siglo XVI.
En primer lugar, es necesario remarcar que la enseñanza sobre la escatología
a partir de 1563 está marcada por el Concilio de Trento. Pero, antes de este
Concilio, el Magisterio ya había formulado enseñanzas importantes sobre las
realidades últimas1
. Así, aparte de las verdades escatológicas profesadas en el
Credo como son la segunda venida del Señor, el juicio final, la resurrección de la
carne y la vida eterna; es necesario referirnos a las enseñanzas del Concilio IV de
Letrán (1215), el Concilio II de Lyon (1274), la Constitución Benedictus Deus
(1336) y el Concilio de Florencia (1439-1445).
En la Profesión de fe católica —Firmiter— elaborada en el Concilio IV de Letrán
(1215) se enseñó que resucitaremos con los cuerpos que ahora llevamos;
asimismo, se presenta la realidad del infierno en la perspectiva del juicio final2
.
En el Concilio II de Lyon (1274) se aprobó la Profesión de fe del emperador
Miguel Paleólogo. En este documento se enseñó la retribución mox post mortem que
puede ser: el cielo, el purgatorio o el infierno. Interesa, sobre todo, remarcar que
se habla de la existencia del purgatorio como ámbito donde las almas sufren
penas que lavan y purifican y que pueden ser ayudadas con los sufragios de los
vivos3
.
1
Una buena síntesis sobre las enseñanzas magisteriales en temas escatológicos
antes de Trento en: J. RICO PAVÉS, Escatología cristiana. Para comprender qué hay tras la
muerte, Murcia 2002, pp.94-102
2
«… ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de
dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos: todos los
cuales resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan, para recibir según sus
obras, ora fueren buenas, ora fueren malas; aquéllos, con el diablo, castigo eterno; y
éstos, con Cristo, gloria sempiterna». DH 801.
3
«Y si verdaderamente arrepentidos murieren en caridad antes de haber satisfecho
con frutos dignos de penitencia por sus comisiones y omisiones, sus almas son
purificadas después de la muerte con penas que lavan y purifican… y para alivio de
esas penas les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, a saber, los sacrificios de las
misas, las oraciones y limosnas, y otros sacrificios de piedad, que según las
instituciones de la Iglesia, unos fieles acostumbran hacer en favor de otros». DH 856.
3. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 157
Benedicto XII redactó la Constitución Benedictus Deus (1336) y ahí enseñó
dogmáticamente la visión beatífica para los santos4
y la condenación eterna en el
infierno para los que mueren en pecado mortal5
. Por su parte, en el Concilio de
Florencia, se redactó la Bula sobre la unión con los griegos: “Laetentur coeli” y en
la cual se vuelve a insistir en la retribución mox post mortem y en la existencia del
purgatorio6
.
Así llegamos al siglo XVI. La escatología católica va a ser sacudida por el
planteamiento de Lutero sobre el purgatorio pues éste negará su existencia.
¿Cuáles eran los argumentos que esgrimía el ex monje agustino? En primer lugar,
señalaba que la existencia del purgatorio no puede ser probada por las Escrituras
—debemos hacer notar que, por esa época, ya negaba la canonicidad de
4
«Por esta constitución que ha de valer para siempre, por autoridad apostólica
definimos que, según la común ordenación de Dios, las almas de todos los santos que
salieron de este mundo antes de la pasión de nuestro Señor Jesucristo, así como la de
los santos apóstoles, mártires, confesores, vírgenes, y de los otros fieles muertos
después de recibir el bautismo de Cristo, en los que no había nada que purgar al salir
de este mundo, ni habrá cuando salgan igualmente en lo futuro, o si entonces lo hubo
o habrá luego algo purgable en ellos, cuando después de su muerte se hubieren
purgado; y que las almas de los niños renacidos por el mismo bautismo de Cristo o de
los que han de ser bautizados, cuando hubieren sido bautizados, que mueren antes del
uso del libre albedrío, inmediatamente después de su muerte o de la dicha purgación
los que necesitaren de ella, aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio
universal, después de la ascensión del Salvador Señor Nuestro Jesucristo, estuvieron,
están y estarán en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celeste con Cristo,
agregadas a la compañía de los santos ángeles, y después de la muerte de Nuestro
Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y también cara a
cara, sin mediación de criatura alguna que tenga razón de objeto visto, sino por
mostrárseles la divina esencia de modo inmediato y desnudo, clara y patentemente, y
que viéndola así gozan de la misma divina esencia…». DH 1000.
5
«Definimos además que, según la común ordenación de Dios, las almas de los
que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte
bajan al infierno donde son atormentados con penas infernales, y que no obstante en
el día del juicio todos los hombres comparecerán con sus cuerpos “ante el tribunal de
Cristo”, para dar cuenta de sus propios actos, “a fin de que cada uno reciba lo propio
de su cuerpo, tal como se porto, bien o mal” (2 Co 5, 10)». DH 1002.
6
«Asimismo, si los verdaderos penitentes salieren de este mundo antes de haber
satisfecho con frutos dignos de penitencia por lo cometido y omitido, sus almas son
purgadas con penas purificatorias después de la muerte, y para ser aliviadas de esas
penas, les aprovechan los sacrificios de los fieles vivos, tales como el sacrificio de la
misa, oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad, que los fieles acostumbran
practicar por los otros fieles, según las instituciones de la Iglesia». DH 1304.
4. 158 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
Macabeos7
—. Pero sobre todo, la razón de fondo es su postura sobre la
justificación. En efecto, Lutero enseñaba que el hombre es justificado de modo
exclusivo por la fe en Cristo, a tal punto que siempre será interiormente pecador.
Por eso, no tiene sentido postular un estado de purificación interior. Además —
remarcaba Lutero— admitir la existencia del purgatorio significa dañar la obra
redentora de Cristo, pues ¿acaso luego de la muerte de un hombre falta algo a la
Redención realizada por Cristo para que su alma no vaya al cielo? A ello se suma
que la existencia del purgatorio justifica las oraciones por los difuntos y las
indulgencias. Pero, según la mentalidad de Lutero, nosotros no podemos
interceder por alguien, el único mediador es Cristo8
.
El Concilio de Trento dedicó una sesión a un tema escatológico9
. Es la
sesión XXV (1563). Ahí se abordó el tema del purgatorio10
. La redacción del
Decreto sobre el purgatorio enfatiza en la existencia de este estado propio de la
escatología intermedia. Al mismo tiempo, señala una serie de medidas pastorales
con el fin de que los obispos velen para que la enseñanza del purgatorio llegue a
los fieles de una manera correcta. Así, ordena que en la predicación deben
evitarse cuestiones sutiles o difíciles; además, se pide que no se divulguen ideas
sobre el purgatorio que son inciertas o falsas, tampoco deben de enseñarse
aspectos que suenen a curiosidad, superstición o lucro11
.
7
«Es curioso que Lutero llegó lentamente a la negación del purgatorio: en la
disputa de Leipzig del año 1519 negó meramente que la existencia del purgatorio se
pudiera demostrar por alguna de las Escrituras canónicas; el año 1530 ataca la misma
exigencia del purgatorio en su escrito Widerruf vom Fegfeuer desde entonces, ésta será su
posición definitiva». C. POZO, Teología del más allá, Madrid 4
2001, p.516.
8
Cfr. C. POZO, o.c., pp. 516-518; J. RICO PAVÉS, o.c., p.103.
9
Antes del Concilio de Trento, el Papa León X en la bula Exsurge Domine
(1520) había condenado varias proposiciones de Lutero. Dentro de las condenas hay
cuatro que se refieren a los errores del protestantismo sobre el purgatorio. A este
respecto, se condenan las siguientes tesis: «El purgatorio no puede probarse por
Escritura Sagrada que este en el canon» DH 1487. «Las almas en el purgatorio no
están seguras de su salvación, por lo menos todas; y no está probado, ni por razón, ni
por Escritura alguna, que se hallen fuera del estado de merecer o de aumentar la
caridad». DH 1488. «Las almas en el purgatorio pecan sin intermisión, mientras
buscan el descanso y sienten horror de las penas». DH 1489. «Las almas libradas del
purgatorio por los sufragios de los vivientes, son menos bienaventuradas que si se
hubiesen satisfecho por sí mismas». DH 1490.
10
Además se habló de: (1) La invocación, veneración y las reliquias de los santos y
sobre las imágenes sagradas. Cfr. DH 1821-1825. (2) El duelo Cfr. 1830. (3) Las
indulgencias. Cfr. DH 1835
5. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 159
Luego del Concilio de Trento se redactó el llamado «Catecismo Romano»12
.
En este documento se explica la escatología cristiana en la primera parte que está
dedicada al Símbolo de la Fe. Asimismo, será común, en los catecismos posteriores
enseñar los llamados novísimos: muerte, juicio, infierno y gloria13
.
Cuando Santo Toribio de Mogrovejo ejerció su ministerio episcopal en
tierras peruanas —periodo que va del año 1581 hasta su muerte ocurrida en
1606—, la doctrina de la Iglesia sobre la escatología es la siguiente:
• En la escatología individual se habla de la muerte, el juicio
particular y la retribución mox post mortem que puede ser el cielo, el
purgatorio o el infierno. Es el estado propio del alma separada del cuerpo.
• En la escatología universal se enseña la parusía, la
resurrección de la carne —de gloria o de condenación— y el juicio final.
11
«Puesto que la Iglesia católica, ilustrada por el Espíritu Santo, apoyada en las
sagradas Letras y en la antigua tradición de los padres ha enseñado en los sagrados
Concilios y últimamente en este ecuménico Concilio que existe el purgatorio y que las
almas allí detenidas son ayudadas por los sufragios de los fieles y particularmente por
el aceptable sacrificio del altar; manda el santo concilio a los obispos que
diligentemente se esfuercen para que la sana doctrina sobre el purgatorio, enseñada
por los santos padres y sagrados Concilios sea creída, mantenida, enseñada y en todas
partes predicada por los fieles de Cristo. Delante, empero, del pueblo rudo, exclúyanse
de las predicaciones populares las cuestiones demasiado difíciles y sutiles, y las que no
contribuyen a la edificación y de las que de la mayor parte de las veces no se sigue
acrecentamiento alguno de piedad. Igualmente no permitan que sean divulgadas y
tratadas las materias inciertas y que tienen apariencia de falsedad. Aquéllas, empero,
que tocan a cierta curiosidad y superstición, o saben a torpe lucro, prohíbanlas como
escándalos y piedras de tropiezo para los fieles…». DH 1820.
12
Para un estudio detallado del Catecismo Romano ver la edición de la BAC:
CATECISMO ROMANO. Traducción, introducción y notas de Pedro Martín Hernández,
Madrid 1956. Además: P. RODRIGUEZ – R. LANZETTI, El Catecismo Romano:
Fuentes e historia del texto y de la redacción, Pamplona 1982.
13
Por ejemplo, el catecismo de San Roberto Belarmino enseña los novísimos con
el esquema pregunta (maestro)- respuesta (discípulo): «M. ¿.Quante sono le cose
ultime dell’uomo, le quali la scrittura chiama novissimi, che considerandoli
bene, ci fanno astenere da’peccati? – D. Quattro 1) La morte. 2) Il giudizio. 3)
L’inferno. 4) Il paradiso». SAN ROBERTO BELARMINO, Docttrina Cristiana: Opera
omnia, t.12, Parisiis 1874, p.207. cit. en C. POZO, o.c., p.28, nt.34.
6. 160 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
II. LA ESCATOLOGÍA EN LOS CATECISMOS LIMENSES
Santo Toribio de Mogrovejo tiene el mérito de ser uno de los primeros
prelados que puso en marcha las directivas del Concilio de Trento. En efecto,
convocó el tercer concilio limense que se realizó los años 1582 y 1583. Fruto
de este Concilio salieron a la luz los siguientes documentos: la Doctrina cristiana,
el Catecismo breve para los rudos y aplicados, Catecismo mayor para los que son más
capaces, el Confesionario para los curas de indios y el Sermonario14
. Se trata de materiales
que fueron publicados entre los años 1584 y 1585. Cumplieron una gran labor
en la enseñanza de las verdades de la fe, ya que además de exponer de una
manera clara y sólida la doctrina de la Iglesia, fueron traducidos al quechua y al
aymara, pues la intención no era otra que evangelizar a los habitantes de la
extensa arquidiócesis de Lima. Este corpus limense tuvo una larga vigencia y se
convirtió en un instrumento eficaz para la evangelización15
.
A continuación, nos concentraremos en los temas escatológicos
contenidos en los documentos que brotaron del III Concilio Limense.
2.1 Doctrina cristiana (1584)
La Doctrina cristiana o llamada Cartilla es un documento donde se expone
de una manera sencilla y sintética las enseñanzas básicas que todo cristiano
debe saber sobre la oración y las verdades de fe. Era lo primero que se
enseñaba y de esa manera se introducía al catecúmeno en el proceso de
evangelización16
. La Doctrina cristiana empieza por enseñar la señal de la Cruz y
14
Para conocer estos documentos: J. G. DURÁN, Monumenta Catechetica
Hispanoamericana (Siglos XVI-XVIII), Volumen II (Siglo XVI), Buenos Aires 1990,
pp.331-741. Para el estudio teológico: R. ROMERO FERRER, Estudio teológico de los
catecismos del III Concilio Limense (1584-1585), Pamplona 1992.
15
«El corpus limense es, sin género de dudas, lo más acabado de la teología profética
americana, lo cual da razón de su larga vigencia, hasta el Concilio Plenario
Latinoamericano de 1899 y aún después. Como se expresa en la “Epístola del
Concilio”, que tiene carácter proemial, los Padre sinodales pretendían secundar las
indicaciones del Concilio de Trento. Al mismo tiempo, recibían por completo las
constituciones del II Limense». J. L. ILLANES – J. I. SARANYANA, Historia de la
teología, Madrid 2002, p. 168.
16
«Ante todo, conviene explicar la significación de este término tan usado en la
pastoral catequística indiana del siglo XVI. La doctrina, o también llamada cartilla,
contiene las principales oraciones que todo cristiano debe saber, y los enunciados de
las verdades de la fe, oficialmente tenidas como tales por la Iglesia. Con su aprendizaje
y frecuente repetición se daba comienzo a la enseñanza catecumenal, tanto de niños
como de adultos». J. G. DURÁN, o.c., p.425.
7. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 161
luego instruye a los catecúmenos en las oraciones del Pater Noster, el Ave María,
el Credo y la Salve. Luego, pasa a enseñar los artículos de fe, señalado que son
catorce, siete pertenecen a Dios y siete a la humanidad de Nuestro Señor
Jesucristo. Acto seguido, enseña los mandamientos de la ley de Dios, los
mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, las obras de misericordia —
corporales y espirituales—, las virtudes teologales, las virtudes cardinales, los
pecados capitales, los enemigos del alma, los cuatro novísimos y la confesión
general17
. Se concluye con una «suma de la fe católica».
En relación con los novísimos se enseña que son cuatro:
«Cuatro cosas son las que el cristiano ha de tener siempre en la memoria,
que son: muerte, juicio, infierno y gloria»18
.
La Suma de la fe católica explica en la primera enseñanza19
que Dios uno,
creador de todo, da la retribución eterna —gloria o pena—a cada hombre
después de su vida terrena:
«De Dios. Que hay un solo Dios, hacedor de todas las cosas. El cual,
después de esta vida, da gloria eterna a los buenos que le sirven y pena eterna a
los malos que le ofenden»20
.
2.2 Catecismo breve para los rudos y ocupados (1584)
El Catecismo breve para los rudos y ocupados, como su nombre lo indica, es un
documento corto que no desarrolla demasiado. Sin embargo, expone las
verdades esenciales. Su intención es presentar la doctrina cristiana de manera
didáctica y, en lo que podemos llamar, un nivel básico, de tal modo que pueda
ser aprendida por todos incluso por los menos capaces. El estilo es de
preguntas y respuestas con el fin de facilitar la memorización21
.
17
Cfr. «Doctrina cristiana» en J. G. DURÁN, o.c., pp.461-466.
18
«Doctrina cristiana» en J. G. DURÁN (dir.), o.c., p.465.
19
La Suma de la fe católica contiene cuatro enseñanzas: De Dios, De la Trinidad, De
Jesucristo y De la Santa Iglesia. Cfr. Ibid., p.466.
20
Ibid.
21
«El Catecismo Menor, al igual que el Mayor, intenta lograr una mejor y más
profunda comprensión de las verdades de la fe, tanto en su aspecto dogmático, como
en el moral. Por este motivo, todos aquellos contenidos que habían sido enunciados
globalmente y a modo sintético a lo largo de la Doctrina, y aprendidos de memoria por
los oyentes, ahora será explicitados siguiendo el proceso analítico, a través de
preguntas y respuestas concisas, inteligibles y fáciles de retener». J. G. DURÁN, o.c.,
p.429.
8. 162 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
Con claridad se enseña que Dios mismo es el bien del hombre. En su vida
terrena, el hombre está llamado a conocer y establecer una amistad con Dios.
Si así lo hace, luego de esta vida, está el cielo:
«P. ¿Cuál es el bien del hombre? R. Conocer a Dios y alcanzar su gracia
y amistad, y gozar de Él, después de esta vida en el cielo»22
.
Se indica que el alma del hombre es inmortal. Por ello, se puede hablar que
existe «otra vida». Conviene indicar que una de las preocupaciones de los
misioneros era remarcar a los naturales la verdad de la inmortalidad del alma,
pues existían muchas creencias sobre los muertos que daban lugar a varias
aberraciones23
:
«P. ¿Pues, hay otra vida después de ésta para los hombres? R. Sí, hay,
porque las almas de los hombres no mueren con los cuerpos, como las bestias,
más son inmortales y nunca se acaban»24
.
El Catecismo enseña que la salvación sólo es posible por Cristo. En
efecto, creer en Jesucristo y guardar su santa ley es lo que conduce a un
hombre hacia la vida eterna:
«P. ¿Cómo alcanza el hombre, la gracia de Dios en esta vida, y
después de ella la vida eterna del cielo? R. Creyendo en Jesucristo y
guardando su ley»25
.
Además, se enseña que la salvación no es automática. Es verdad que
Jesucristo murió por todos; pero, para que el hombre sea salvo necesita la fe —
creer en Cristo— y las obras:
«P. Díme ahora, pues murió Jesucristo por todos ¿sálvense todos los
hombres? R. Los que no creen en Jesucristo, y los que aunque tienen fe no
tienen obras ni guardan su ley, no se salvan. Más serán condenados a penas
eternas del infierno»26
.
El fin último de aquel que cree en Jesucristo y guarda su ley es el cielo.
Para los justos, cuando venga el Señor por segunda vez, el gozo eterno será en
cuerpo y alma:
22
«Catecismo breve para los rudos y ocupados» en J. G. DURÁN, o.c., p.468.
23
En el primer Concilio limense (1551-1552), convocado por Jerónimo Loayza,
primer arzobispo de Lima, se recomendó vivamente enseñar la inmortalidad del alma.
Cfr. P. TINEO, Los concilios limenses en la evangelización latinoamericana, Pamplona 1990.
24
«Catecismo breve para los rudos y ocupados» en J. G. DURÁN, o.c., p.468.
25
Ibid.
26
Ibid.
9. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 163
«P. ¿Y los que creen en él y guardan su ley, serán salvos? R. Sí, serán,
y gozarán en cuerpo y en alma de bienes eternos en el cielo; y por eso, ha de
venir al fin del mundo Jesucristo, a tomar cuenta a todos los hombres, para lo
cual resucitarán entonces todos los muertos»27
.
Se enseña la necesidad del Bautismo para alcanzar la salvación. Pero,
tampoco basta ser bautizado sin más, pues si se vive en el pecado se pierde el
cielo. Por eso, el bautizado que ha pecado, debe acercarse al sacramento de la
confesión. En definitiva, quien vive el doble mandamiento del amor alcanza la
vida eterna:
«P. Pues, los malos que han pecado, dime, ¿tienen algún remedio
para no ser condenados? R. Sí no son bautizados el único remedio es hacerse
cristianos e hijos de Dios y de la Santa Iglesia por el Bautismo»28
.
«P. Y si son bautizados y han tornado a pecar ¿qué han de hacer
para no ser condenados? R. Confesar sus culpas al sacerdote, arrepintiéndose
de ellas»29
.
«P. ¿Y haciendo eso serán salvos? R. Sí, serán, si permanecen en
cumplir los mandamientos de Dios y de la Santa Iglesia, que son: amar a Dios
sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo»30
.
2.3 Catecismo mayor para los que son más capaces (1584)
El Catecismo mayor para los que son más capaces es un desarrollo más extenso
de lo enseñado en el Catecismo menor31
. Encontramos enseñanzas sobre la
escatología en la primera parte denominada Introducción de la doctrina cristiana, la
segunda que enseña el símbolo, y la cuarta que instruye sobre los mandamientos.
En la parte introductoria, el Catecismo enseña que el hombre ha sido
creado para ver a Dios y gozar de El en el cielo. Es decir que el fin último del
hombre es la bienaventuranza eterna:
27
Ibid.
28
Ibid.
29
Ibid., p.469.
30
Ibid.
31
«El Catecismo mayor es para los que son más capaces, sepan más por entero los
misterios de nuestra religión y que para esto se recite y repita de coro cuando se juntan
a la doctrina». «Proemio de los sermones. Del intento de este “Tercero Catecismo” o
“Sermones” sobre la doctrina cristiana, y del fruto que se puede sacar de ellos» en J.
G. DURAND, o.c., p.628.
10. 164 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
«P. ¿Para qué fue el hombre creado? R. El Señor y Hacedor de todo,
creó al hombre para que le viese y gozase en el cielo; y todo lo demás hizo para
que ayude al hombre ha alcanzar aquella vida bienaventurada»32
.
Se indica que después de esta vida, existe la posibilidad de la salvación o la
condenación. Quien no conoce ni sirve a Dios va al infierno:
«P. ¿Y todos los hombres después de esta vida alcanzan esa
bienaventuranza? R. No, Padre, solamente aquellos que son buenos y
agradan a Dios»33
.
«P. Pues, los malos, que no conocen a Dios ni sirven a Dios ¿dónde
van cuando mueren? R. Después de esta vida hay tormentos y penas sin fin
para los malos que no sirven a Dios»34
.
La fe en Jesucristo, que lleva no sólo a confesar su nombre sino a obrar
según la santa ley de Dios, hace posible que un hombre alcance la salvación:
«P. Pues ¿qué es menester para agradar a Dios y salvarse? R. Creer
en Jesucristo, Hijo de Dios y Señor nuestro, confesando su santo nombre, y
guardar su ley esperando en él; y esto hace el que es buen cristiano»35
.
En la parte dedicada a explicar el símbolo se indica con claridad el juicio
final en conexión con la venida gloriosa del Señor. Entonces, sólo habrá dos
estados: gloria y condenación:
«P. ¿Cuándo nos ha de pedir esa cuenta? R. En el último día, cuando
ha de venir con gran majestad y espanto del mundo a juzgar a todos los
hombres vivos y muertos, cuantos fueron, son y serán, conviene a saber, a los
buenos para darles gloria, porque guardaron sus santos mandamientos, y a los
malos pena perdurable, porque no los guardaron; y eso nos dice la séptima
palabra: “que allí ha de venir a juzgar los vivos y los muertos»36
.
Gracias a la acción del Espíritu Santo podemos alcanzar la vida eterna. En
efecto, el Catecismo enseña que el Espíritu Santo hace posible la santificación
de los fieles, infunde en ellos la caridad y obra el perdón de los pecados:
«P. Pues ¿cómo seremos buenos y santos para alcanzar la gloria que
ha de dar Jesucristo? R. Esa es obra y Don del Espíritu Santo, que es Dios y
32
«Catecismo mayor para los que son más capaces» en J. GUILLERMO
DURAND, o.c., p.472
33
Ibid.
34
Ibid.
35
Ibid.
36
Ibid., p.477.
11. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 165
santifica a los fieles en la Iglesia Católica, dando en ella caridad a los justos y
perdón a los pecadores; y eso confesamos en las tres palabras siguientes:
octava, nona y décima, diciendo: “Creo en el Espíritu Santo. La Santa Iglesia
Católica. La comunión de los santos. El perdón de los pecados»37
.
Al explicar la resurrección final, se aclara que en el día postrero, es decir en
la parusía del Señor, las almas de los difuntos —buenos y malos— se reunirán
con sus cuerpos para nunca más morir. Entonces se dará el juicio final y los
justos con sus cuerpos gloriosos reinarán eternamente con Dios. Por su parte,
los condenados, también con cuerpos resucitados pero no gloriosos, padecerán
eternamente:
«P. Y en la otra vida venidera ¿qué será? R. Eso nos enseña la
undécima y duodécima palabra, que son las últimas del Credo, diciendo “Creo
la resurrección de la Carne y la vida perdurable”»38
.
«P. ¿Qué entendéis por la resurrección de la carne? R. Que en el día
postrero, todos los hombres, tornado las almas a sus propios cuerpos por la
virtud inmensa de Dios, parecerán ante el juicio de Dios para nunca más
morir39
.
«P. Pues ¿buenos y malos, todos han de resucitar? R. Sí, pero en muy
diferente manera. Porque los malos resucitarán para padecer en fuego eterno
con cuerpos y almas, en compañía de los demonios; mas los buenos, con
cuerpos gloriosos, para descansar con gran contento en compañía de los
ángeles»40
.
«P. Y las almas ¿qué vida tendrán? R. Juntamente con los cuerpos
vivirán vida eterna reinando con Dios, y gozando de aquellos bienes infinitos
que nunca se acaban para siempre jamás. Amén»41
.
En la parte dedicada a explicar los mandamientos, el Catecismo señala la
existencia del purgatorio. Se enseña este estado de purificación cuando se habla
de la necesidad de orar por los difuntos. Quienes mueren en gracia de Dios,
pero no han purificado sus pecados debidamente, deben ir al purgatorio. Los
vivos pueden ayudarles con sus oraciones:
37
Ibid.
38
Ibid., p.478.
39
Ibid.
40
Ibid.
41
Ibid.
12. 166 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
«P. ¿Para qué rogamos por los difuntos? R. Porque hay purgatorio en
la otra vida, donde padecen los que salieron de esta vida en gracia de Dios,
pero todavía llevaron que purgar sus pecados. Y por eso la santa Iglesia hace
memoria por los fieles difuntos. Y es obra de gran mérito y de misericordia
rogar a Dios y hacer bien por ellos, porque sean perdonados y llevados a la
gloria»42
.
2.4 Sermonario (1585)
Santo Toribio de Mogrovejo predicó con fidelidad la doctrina de la Iglesia.
En efecto, se preocupó por exponer con claridad y sencillez las verdades de fe.
En este sentido, no faltaron en sus predicas, aquellas verdades eternas o
realidades últimas. Ya hemos mencionado que uno de los documentos que
emanaron del III Concilio limense fue el llamado Sermonario. A este respecto,
existen dos sermones donde se aborda concretamente temas escatológicos. El
primero de ellos, es el sermón XXX: De los novísimos; mientras que el segundo
es el sermón XXXI: Del juicio final.
Sermón XXX: De los novísimos.
El sermón XXX expone de una manera sencilla las verdades de la muerte,
la retribución mox post mortem y el purgatorio. Es decir, aborda las realidades
propias de la escatología individual llamada de novissimis hominis. En relación con
la muerte, se señala con claridad la universalidad de la muerte y que ésta es
salario del pecado. Además, se muestra a Cristo como aquel que le ha
cambiando el sentido a la muerte. Para un buen cristiano, la muerte es el paso
para el cielo:
«Todos los hombres buenos y malos hemos de morir. Ya lo veis que en
esto no hay diferencia de ricos y pobres, de sabios y de ignorantes, de buenos y
malos. La muerte nos vino por el pecado de nuestros primeros padres, Adán y
Eva, como os dije en otro sermón. Pero Jesucristo nuestro Señor, haciéndose
hombre por nosotros, quiso morir por destruir el pecado, y con su preciosa
muerte librarnos de él. La muerte no hace mal a los buenos cristianos que
esperan en Jesucristo y le aman. Antes es paso para ir a la bienaventuranza del
cielo; y por eso hemos de vivir aparejados, porque cuando venga aquella
postrera hora, nos halle en amistad de Dios»43
.
42
Ibid., p.485.
43
«Sermón XXX: De los novísimos» en J. G. DURÁN, o.c., p.731
13. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 167
Se exhorta a los fieles para que no vivan apegados a los bienes terrenos.
En efecto, cuando viene la muerte, ningún bien material nos podemos llevar.
Ante la muerte, por ejemplo, el Inca es uno más:
«Porque sabed, hermanos míos, que de esta vida miserable ninguna cosa
llevan los hombres a la otra vida, sino las obras buenas y las malas que
hicieron. Los hijos y la hacienda y los criados, y las casas y todo lo demás, todo
se queda acá. Tan pobre y desnudo de todo esto va el Inca como el indio hatun
luna (indio ignorante)»44
Una vez que viene la muerte, remarca el sermón, ha terminado el tiempo
de merecer. Por eso, es necesario aprovechar la vida presente pues Dios no ha
querido revelarnos el día de nuestra partida al más allá:
«Y sabed más: que en la otra vida ya no queda tiempo para enmendar lo
que acá hubiéramos hecho mal. Ni hay lugar de hacer más bien ni más mal,
sino sólo aquello que de acá llevamos nos ha de salvar o condenar. Y por esto
nos amonesta el Apóstol que ahora que tenemos tiempo no nos cansemos de
obrar bien (Ga 6, 9). Y en otra parte dice el Señor que no dilatemos de hacer
penitencia de nuestros pecados, porque en viniendo la muerte se acaba todo y
se cierra la puerta, así como el que trabaja en acabando el día no puede más
trabajar, sino sólo llevar el jornal de lo trabajado (Ec. 5, 7). Y por eso, nos dice
Jesucristo que estemos siempre apercibidos, porque no sabemos a qué tiempo
vendrá la muerte (Jn 8, 24; Mt 24, 42). No quiso Dios que los supiésemos,
porque siempre vivamos bien»45
.
El sermón instruye sobre la verdad del juicio particular46
. Afirma que tras
la muerte seremos juzgados por el mismo Jesucristo. Para que los fieles tengan
una idea de este juicio, se usa la imagen de San Miguel pesando nuestras
acciones. La intención es remarcar que en el juicio particular recibiremos lo que
hicimos por nuestras obras ya sean buenas o malas. Esta retribución es eterna:
44
Ibid.
45
Ibid., p.732.
46
La Sagrada Escritura enseña de manera explícita que existirá un juicio final (cfr.
Mt 25, 31 ss); sin embargo, podemos encontrar pasajes bíblicos que insinúan un juicio
particular inmediatamente después de la muerte (cfr. Lc 23, 43; 2 Co 5, 8; Flp 1, 23).
Además, es dogma de fe que existe una retribución mox post mortem y esto exige
suponer la existencia de un juicio personal. «El Nuevo Testamento habla del juicio
principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida;
pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después
de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe». CEC n.1021.
14. 168 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
«Porque habéis de saber que en arrancándose vuestra alma y saliendo de
ese cuerpo, luego es llevada por los ángeles ante el juicio de Jesucristo. Y allí le
relatan todo cuanto ha hecho bueno y malo; y oye sentencia de aquel alto Juez,
de vida o muerte, de gloria o de infierno, como lo merece sin que haya más
mudanza para siempre jamás. Y por eso, habéis visto pintado a San Miguel
glorioso arcángel con un peso que está pesando las almas, que significa y quiere
decir que en la otra vida se mira el bien y el mal que han hecho las almas, y
conforme a eso reciben sentencia»47
.
Se enfatiza que este juicio será un examen riguroso. Por eso, el sermón
insiste en la necesidad de prepararse para la muerte. Es este sentido, quien está
enfermo debe llamar a un sacerdote, de tal manera que pueda recibir el
sacramento de la penitencia. Quien muere en pecado mortal se condena por
toda la eternidad:
« !Oh hermanos, qué será parecer ahí ante Jesucristo! ¡Oh qué riguroso
examen aquél! ¡Oh qué cosa tan temerosa esperar sentencia del Eterno juez!
Por eso, vivamos bien desde luego; y si alguno ha vivido mal, no cese en
sintiéndose enfermo en llamar al Padre y confesarse bien, y volverse a Dios y
recibir los sacramentos: no sea que le tome en pecado la muerte, y sea
condenado para siempre jamás»48
.
¿Qué sucede luego de la muerte? El sermón remite a la doctrina de la
Iglesia. Inmediatamente después de la muerte, puede darse: el cielo, el
purgatorio o el infierno. Ahora bien, quienes como los mártires, los apóstoles y
otros grandes santos mueren limpios de todo pecado van directamente al cielo:
«Después de aquella sentencia de Jesucristo, habéis de saber que si el alma
del cristiano fue tan pura y tan limpia en esta vida, que ningún pecado, ni aun
chiquito, ni mancha ninguna no llevó, luego es llevada con gran gozo por los
ángeles al lugar de la gloria de Dios y con los santos. Así fueron los mártires
que murieron padeciendo por Cristo, y los apóstoles y muchos santos que
celebra la Iglesia»49
.
Quienes mueren con pecados pequeños —denominados también veniales
— deben ir al purgatorio, pues al cielo no entra nada manchado. Pero, además,
el sermón se atreve a decir que la gran mayoría de los cristianos van al
purgatorio tras la muerte. La razón es que la mayor parte de los que mueren
47
«Sermón XXX: De novísimos» en J. G. DURÁN, o.c., p.732.
48
Ibid.
49
Ibid.
15. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 169
están llenos de inmundicias, y así, no pueden acceder al cielo para entrar en
comunión con Dios pues Él es la misma pureza:
«Mas si tiene algunos pecados chiquitos, que llamamos veniales, o si no ha
hecho entera penitencia por todos sus pecados de que se confesó y arrepintió,
esta tal alma no va luego a la gloria, porque en la gloria no entra ni una mancha
tan pequeña. Mas es llevada al lugar que se llama purgatorio, y allí está penando
el tiempo que Dios le determinó hasta salir purgada de todas sus culpas. Y
entended que los buenos cristianos la mayor parte va primero a este purgatorio
que al cielo, porque Dios es muy limpio y muy justo, y los hombres estamos
llenos de mil inmundicias, y harto bien es que no vamos condenados al
infierno»50
.
En el purgatorio —explica el sermón XXX— las almas sufren penas
debidas a un «fuego»51
. Se usa la imagen del fuego que purifica los metales de la
escoria para explicar como sería esta purificación. En todo caso, señala que la
purificación tiene un fin: que el alma esté totalmente limpia para gozar de Dios:
«Este lugar de purgatorio tiene terribles tormentos y fuego que reciamente
abrasa y consume la malicia del pecado, así como el minero el mal metal, y que
es tierra o plomo lo echa mal, más el bueno de plata lo mete en la guayra (horno
o brasero para fundir plata) y en la hornaza, para que con el fuego se limpie de
la escoria que tiene. Así hace Dios a los buenos, que son como oro y plata.
Para que estén del todos limpios y resplandecientes, mételos en el horno del
purgatorio, y allí tienen mucha paciencia y dan gracias a Dios conociendo que
aquello justamente lo pasan por su pecados, que de allí irán a gozar de Dios»52
.
50
Ibid., pp. 732-733.
51
La Iglesia nunca ha enseñado dogmáticamente que existe «fuego» en el
purgatorio. El dogma de fe es que existe el purgatorio y ahí las almas se purifican
mediante unas penas. En efecto, el Concilio II de Lyon (1274) enseñó que en el
purgatorio hay penas que «lavan y purifican» (cfr. DH 856), mientras que en el
Concilio de Florencia (1439-1445) se enseñó que hay «penas purificatorias» (cfr. DH
1304). En todo caso, hablar del «fuego del purgatorio» es una imagen que trata de
explicar la purificación que sufren las almas en este estado transitorio. A este respecto,
el Papa Benedicto XVI explica esta imagen señalando que «el fuego» es el mismo
Cristo quien purifica el alma. «El encuentro con Él (Cristo) es el acto decisivo del
juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo que,
quemándonos, nos transforma y libera para llegar a ser verdaderamente nosotros
mismos». BENEDICTO XVI. Encíclica Spe salvi, n.47.
52
Ibid. p.733.
16. 170 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
En relación con el purgatorio se expone la doctrina católica sobre la
validez de los sufragios por los difuntos. El sermón remarca la importancia de
las oraciones, los responsos y la Santa Misa, así como las limosnas. Aclara que
las limosnas que los familiares ofrecen por sus difuntos, no es porque éstos
necesiten bienes materiales, sino que la razón es que estas buenas acciones son
recibidas por Jesucristo. Son méritos que los vivos pueden ofrecer al Señor por
sus difuntos. Se trata de una consecuencia de la comunión de los santos.
Asimismo, el sermón hace notar que debemos ser devotos de rezar por las
almas del purgatorio. Ellas son «amigas de Dios» y una vez purificadas se
convertirán en intercesoras nuestras:
«De aquí es los que veis que usa la Santa Iglesia de decir oraciones y
salmos cuando entierran un difunto, y decirle misas y responsos, y también de
ofrecer limosnas sus parientes de trigo o carneros o cera u otras cosas. No
porque de esto coma el alma del difunto. No digáis ni imaginéis tal, que es gran
necedad y desatino pensar tal cosa. Sino porque lo que se ofrece a los Padres y
a la Iglesia, y lo que se da a los pobres, lo recibe Jesucristo por aquellas almas
que están en purgatorio»53
.
«Y con estos sufragios son ayudadas y salen más presto de aquella pena, y
van muy contentas a descansar para siempre, y gozar de aquel inmenso mar de
gloria que Dios tiene para sus escogidos. Y allí se acuerdan de los que hicieron
el bien, y ruegan a Dios por ellos con gran voluntad. Así que, hijos míos, sed
muy devotos de rezar y de hacer bien por las almas del purgatorio, que están
allá penando y son amigas de Dios, y rogarán por vosotros en el cielo»54
.
Al final, el sermón XXX se detiene con cierta amplitud en el tema del
infierno. ¿Cuál es la causa por la que un hombre va al infierno? Es la vida en el
pecado. Podemos decir que la predicación sobre este novísimo es deudora de
las imágenes propias de ese momento que eran: considerar el infierno como un
«lugar» muy profundo, remarcar insistentemente el tormento causado por el
«fuego eterno» y describir con imágenes vivaces el sufrimiento eterno de los
condenados55
:
53
Ibid.
54
Ibid., pp.733-734.
55
En relación con el infierno, el dogma consiste en afirmar que existe, es eterno
(cfr. DH 801; 858; 1306) y van ahí quienes mueren en pecado mortal actual (cfr. DH
1002). Además, se habla que existe un «fuego eterno» (cfr. DH 76), pero la Iglesia
nunca ha explicado la naturaleza de este fuego. A este respecto, conviene citar las
palabras de Juan Pablo II en la audiencia general del 28-VII-1999: «Las imágenes con
las que la Sagrada Escritura nos presenta el infierno deben interpretarse
17. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 171
«De las almas de los malos que van en pecado, porque no creyeron en
Jesucristo, o ya que creyeron, no guardaron sus mandamientos, ni hicieron
penitencia, ni se confesaron bien, y así murieron ¿qué se hace de ellas?
¿Adónde van, o qué es lo que pasan en la otra vida?»56
.
«Es el infierno, hermanos, un lugar que está en lo profundo de la Tierra,
todo oscuro y espantable, donde hay cien mil millones de tormentos»57
.
«Allí se oyen grandes gritos y llantos y rabiosos gemidos; allí se ven
horribles visiones de demonios fierísimos; allí se gusta perpetua y amarguísima
hiel; allí hieden más que perros muertos; allí rabian unos con otros y contra sí
mismos, que se querrían despedazar, y contra su Hacedor, Dios omnipotente,
que le querrían comer a bocados. Allí están deseando siempre la muerte, y no
pueden morir; mas siempre tienen vivo el sentido para más padecer»58
.
«Allí arde un fuego que no se apaga, ni se atiza con leña; y les está
comiendo las carnes y las entrañas sin aflojar un punto, y lo peor de todo, allí
cuentan los días que están en tormento; y cada día se les hace mil años, y
después de mil años están diez mil, después, mil millares de millares»59
.
El sermón exhorta a los fieles a percibir que tras la muerte hay una
eternidad. Quien en esta vida terrena no vive practicando el bien pierde el
cielo. En efecto, el tiempo presente tiene valor de eternidad; por ello, es
necesario apartarse del pecado. Evocando la parábola del pobre Lázaro (cfr. Lc
16, 19-31), se remarca cómo quien no es capaz de atender a los necesitados,
recibirá en el «más allá» la condenación eterna:
«Ved, mis hermanos, qué cosas tan grandes son las de la otra vida, y cómo
los que en esta vida no hacen el bien, y sólo buscan sus placeres, son
condenados. Ved cómo los pobres y enfermos, si tienen paciencia y se
encomiendan a Dios, tienen descanso en la otra vida. Ved cómo se pagan allá
los contentos malos de acá, que porque no quiso dar una migaja de pan para
dar de comer al pobre, está pidiendo una gota de agua rabiando de sed, y no se
correctamente. Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios. El
infierno, más que un lugar, indica la situación en la que llega a encontrarse quien libre
y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría». «El infierno como
rechazo definitivo de Dios», n.3 en JUAN PABLO II, Creo en la vida eterna. Catequesis
sobre el Credo (VI), Madrid, 2003, pp.237-238.
56
«Sermón XXX: De los novísimos» en J. G. DURÁN, o.c., p.734
57
Ibid.
58
Ibid.
59
Ibid.
18. 172 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
la dan. Ved cómo metidos una vez en aquella cárcel del infierno, jamás pueden
salir de allí. Allí gritan y braman y se muerden la lengua y pelean con el fuego, y
siempre padecen intolerables dolores»60
.
Se concluye invitando a los fieles a hacer penitencia, escuchar a los
predicadores de la Iglesia y a alejarse de todo comportamiento inmoral:
«Ved cómo, si no oís a los predicadores que de parte de Dios os avisamos,
no tendréis remedio para siempre. Ahora que hay tiempo, ahora que os
convida Dios, ahora que es de provecho lo que hiciereis, haced penitencia y
llorad vuestros pecados, enmendad vuestra vida, confesad vuestras culpas,
resistid al pecado y al deleite, diciendo: “No quiero deleite tan breve con
tormento eterno, mas quiero aquí pasar trabajo y domar mi carne y quitar mis
malos deleites. Y para ir al lugar de descanso y de gozo quiero apartarme de
borracheras y de hechiceros y de mujeres, porque no vaya mi alma a aquel
fuego que siempre arde y siempre atormenta. Quiero ser buen cristiano y hacer
buenas obras y dar por amor de Dios lo que tengo, para que halle en la otra
vida refrigerio. Quiero llamar a Jesucristo, y poner todo mi corazón en él, para
que él me libre de aquellos tormentos, perdonándome mis pecados con su
preciosa sangre, y llevándome cuando muera al lugar de bienaventuranza y vida
eterna. Amén”»61
.
Sermón XXXI: Del juicio final.
En el sermón XXXI se explican las realidades correspondientes a la
escatología universal, es lo que clásicamente recibe el nombre De novissimis
mundi. Es decir, se predica sobre la parusía, la resurrección de la carne y el
juicio final. Al inicio, se enseña a los fieles que así como cada uno de los
hombres tiene un fin en su vida terrena, de modo semejante, este mundo
poseerá su término:
«Así como cada uno de los hombres tiene fin y término de su vida y al
cabo muere, y tras la victoria se sigue dar cuenta para recibir premio eterno,
según ha vivido; así también todo este mundo visible ha de tener su fin y
acabarse. Y entonces será el juicio universal de todos los hombres juntos, que
serán juzgados por Jesucristo nuestro Señor. No hizo Dios estas cosas de acá
de esta tierra para que los hombres permaneciesen en ella, sino para que
usando de ellas bien, mereciesen alcanzar aquella vida del cielo»62
.
60
Ibid., p.735.
61
Ibid., pp.735-736.
62
«Sermón XXXI: Del juicio final» en J. G. DURÁN, o.c., p.736.
19. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 173
El día del juicio final es desconocido para los hombres. Sólo Dios lo sabe.
En efecto, apelando a la Sagrada Escritura se remarca que «el último día» no
puede ser materia de conocimiento alguno. Ese dato no interesa, lo que
importa es estar preparados:
«Cuándo haya de ser este día último en que se acabe este mundo y venga el
Juicio final, nadie de nosotros lo sabe, ni aún los ángeles del cielo, sino sólo el
Eterno Dios, en la manera que nadie de nosotros sabe cuándo morirá, pero
ninguno duda que haya de morir. Así, no hay duda que ha de haber día último
de juicio para todos los hombres, porque lo afirma Dios nuestro Señor en su
Sagrada Evangelio, y todos los profetas y apóstoles en la Sagrada Escritura le
dicen por palabra de Dios. Pero ni ellos, ni nadie fuera de Dios, sabe cuándo
será este último día, para que todos estemos aparejados, que no sabemos si será
en nuestro tiempo»63
.
El sermón explica el fin del mundo haciendo notar que éste fue creado de
la nada pero que llegará el momento en que tendrá su fin. Apoyándose en la
Sagrada Escritura, expone los llamados signos de la parusía: se predicará el
Evangelio a todas las naciones y habrá signos cósmicos. En relación con estos
últimos, la exposición es una descripción apocalíptica del fin de la historia:
«Este mundo nació como niño, cuando Dios lo creó de nada. Han pasado
por él muchos años, más de seis mil, y diversas edades; ya es viejo, y da
muestras de quererse acabar. Pero antes que se acabe el mundo, se ha de
predicar el Evangelio a todas las naciones del universo orbe, según que el Hijo
de Dios lo dijo a sus discípulos (Mt 24, 14)»64
.
«Mas antes de venir aquel día último y temeroso, habrá señales en el cielo y
en el mar y en la tierra, que pondrán gran espanto a los hombres. El Sol se
oscurecerá y pondrá negro. La Luna se pondrá toda sangre, las estrellas caerán
del firmamento, las virtudes y poder de los cielos se desconcertarán y turbarán.
El aire echará truenos y rayos espesos como gotas de agua, la mar bramará y
tragará la tierra, los ríos se alzarán en alto y combatirán con los montes, los
montes se abrirán por medio y la tierra temblará, los edificios y torres vendrán
con furia por el suelo. Entre los hombres habrá guerras crueles, y hambres y
mortandades; y los que se escaparen de estos males con rayos de cielo y
temblores de tierra peligrarán de muerte»65
.
63
Ibid., pp. 736-737.
64
Ibid. p.737.
65
Ibid.
20. 174 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
La predicación no olvida uno de los signos parusiacos más misteriosos: la
oposición al Evangelio que tiene como una de sus expresiones la aparición del
Anticristo66
. En efecto, el sermón enseña que antes de la consumación final, el
diablo y sus secuaces concentrarán todas sus fuerzas maléficas para propagar
sus mentiras entre los hombres y buscarán destruir la Iglesia de Cristo:
«Porque sabed que el diablo al fin del mundo, sospechando que tiene poco
tiempo para engañar y hacer el mal, juntará todas sus fuerzas y poder, y nuestro
Dios le dará entonces larga licencia por los pecados del mundo. Y así levantará
un hombre maldito, abominable, infernal, que llamamos Anticristo. Este hará
bando contra Jesucristo y procurará destruir su Santa Iglesia; y con astucia y
falsos milagros, y con promesas y amenazas, y con crueles tormentos, incitará a
todos los cristianos a que renieguen del buen Jesús, y se pasen a él y le
adoren»67
.
Haciendo una lectura literalista de ciertos pasajes bíblicos (cfr. Ml 3, 23;
Mt 17, 10-13; Hb 11, 5), se enseña que momentos previos a la consumación de
la historia, vendrán Elías y Henoc para pelear contra el Anticristo68
. El maligno
los vencerá, pero al final, vendrá Cristo y se dará la victoria final:
«Y serán tantos sus hechos y sus mañas, y tendrá de su parte tantos
letrados y tantos señores, y tanto poder del diablo, que casi todos se rendirán, y
muy poquitos permanecerán en la fe de Jesucristo. Entonces vendrán los
profetas Elías y Enoc, que Dios tiene guardados, y predicarán contra este
66
La aparición de una gran oposición al Evangelio en los momentos previos a la
consumación final es enseñada en 2 Ts 2, 4-12. Por su parte en: 1 Jn 2, 18.22 y 2 Jn 7
esta oposición aparece bajo la forma del Anticristo. A este respecto, nos dice el
Catecismo: «La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un
seudo-mesianismo en que el hombre se glorificará a sí mismo colocándose en el lugar
de Dios y de su Mesías venido en la carne».CEC n.675. «Esta impostura del Anticristo
aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza
mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico
a través del juicio escatológico».CEC n.676.
67
«Sermón XXXI: Del juicio final» en J. G. DURÁN, o.c., p. 738.
68
El sermón sigue la interpretación de algunos Padres, como San Agustín y San
Jerónimo, quienes interpretaban el pasaje de Ap 11, 3-13 enseñando que los dos
testigos que ahí luchan contra el Anticristo son Enoc y Elías. Ellos mueren en esa
lucha, pero luego resucitan gloriosamente gracias a Cristo. Cfr. SAN AGUSTÍN, In
Ion. IV, 5: PL 35, 1408; Sermo 299, 11: PL 38, 1376; SAN JERÓNIMO, In Mal. c.4, 5:
PL 25, 1576. A este respecto, comenta Royo Marín: «La aparición de Elías y Henoc es
otra señal misteriosa, que solo de una manera muy confusa puede apoyarse en la
Sagrada Escritura». A. ROYO MARIN, Teología de la salvación, Madrid 1956, p.568.
21. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 175
maldito Anticristo; y él peleará con ellos, y al cabo los degollará y quedará
victorioso, y los buenos muy afligidos»69
.
«Mas Nuestro Señor Jesucristo, habiendo piedad de los buenos, vendrá, y
con la espada de su palabra destruirá a aquel malvado enemigo suyo,
resucitando a sus profetas, y los cielos cantarán victoria por Jesucristo nuestro
Salvador»70
.
La resurrección de la carne es predicada remarcando que se trata de una
verdad confesada en el Credo de los cristianos. Es un acontecimiento
parusiaco. Además, se hace notar que resucitaremos con nuestros propios
cuerpos:
«Y cuando ya todo este acabado, y todos los hombres hayan fenecido su
tiempo, entonces enviará Dios del alto del cielo su gran Arcángel, y tocará una
trompeta diciendo en voz poderosa: “Levantaos, muertos, y venid a Juicio”. A
este pregón y voz de parte de Dios obedecerán todos los muertos, y será
aquella grande maravilla que Dios por su Palabra tantas veces tiene dicha: que
resucitarán los hombres cada uno con su propio cuerpo, el mismo que tuvo
cuando murió. Esto es lo que confesamos todos los fieles cristianos en el
Credo, diciendo: Creo la resurrección de la carne»71
.
Para explicar el cómo de la resurrección, se utiliza la imagen paulina del
grano de trigo que muere para florecer (cfr. 1 Co 15, 35-38) pero adecuándola a
los oyentes, de ahí que se hable también del grano de maíz que se convierte en
«choclo». Es de resaltar, el énfasis que se pone por remarcar el realismo de la
resurrección72
:
«Como el grano de maíz o de trigo primero se muere y pudre en la tierra, y
después brota y sale en la espiga o en el choclo, no os dé pena, hijos míos, que
vuestros cuerpos pasen ahora trabajo, no os preocupéis mucho de sepulturas
muy honradas y pomposas. Vuestro Dios tiene cuenta con vuestros cuerpos, y
él guarda vuestras cenizas, y no le faltará un polvito de la uña, ni del cabello.
69
Ibid.
70
Ibid.
71
Ibid., p.739.
72
La Iglesia enseña que resucitaremos con los cuerpos que ahora llevamos (cfr.
DH 801), pero éstos estarán transformados. Habrá continuidad y transformación. En
efecto, los cuerpos resucitados serán los mismos con los que vivimos en la tierra,
pero, o gloriosos o de condenación (cfr. Dn 12, 2; Jn 5, 29).
22. 176 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
Todo lo mira y lo cuenta, y guarda en su eterno tesoro; y de allí saldrá todo el
día del juicio»73
.
«Así que todos resucitaremos certísimamente aquel día, con estos mismos
cuerpos y con estos ojos, y con estas manos y con estos huesos, y con esta
carne y con este pellejo. No se perderá ni trocará un cabello, por la virtud de
aquel gran Dios»74
.
Teniendo como trasfondo el relato de Mt 25, 31 ss, se presenta el juicio
final. Este acontecimiento será el último acto parusiaco. En efecto, cuando
venga Jesús, juez universal, se abrirá «el libro de la vida» (cfr. Ap 20, 12); y,
entonces, se conocerá públicamente quienes son los salvados y los condenados,
todos ya con sus cuerpos resucitados:
«Allí se sacarán los libros en que están escritos los bienes y males de todos;
y por obra admirable cada uno leerá allí toda su vida; y leerá todas las vidas de
los otros; y verá quién merece muerte eterna, y quién vida eterna. ¡Qué sentirán
los malos cuando vean volverse a ellos el Juez eterno con rostro aireado y
mirarlos cono ojos feroces y con voz terrible decirles: Id, malditos enemigos míos,
al eterno fuego infernal con el Diablo o ser atormentados para siempre sin fin!»75
.
Con imágenes impactantes y con cierto lujo de detalles, el sermón explica
el destino de los condenados. Al estilo de las predicaciones de esa época, se
insiste en el aspecto temible del juicio final, será un verdadero dies irae. La
intención es clara, pues al igual que como lo hacían los grandes profetas, se
quiere mover hacia la conversión a los fieles76
:
«Al punto se abrirá la tierra y los demonios fieros embestirán en los
miserables condenados y bajarán al profundo infierno, dando gritos y rabiando,
y allí quedarán sepultados en el fuego ardiente en cuerpo y alma, sin esperanza
de jamás tener remedio eternamente ¿Quién no teme, hermanos míos, aquel
73
Ibid.
74
Ibid.
75
Ibid., p.740.
76
El Catecismo de la Iglesia es más positivo al hablar del juicio final. En efecto,
enseña que el mensaje de este juicio es un llamado a la conversión, al santo temor de
Dios y un impulso para forjar la justicia del Reino. Anuncia, más bien, un
acontecimiento gozoso: la glorificación de los justos. «El mensaje del juicio final llama
a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía el “tiempo favorable, el
tiempo de salvación” (2 Co 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la
justicia del Reino de Dios. Anuncia la “bienaventurada esperanza” (Tt 2, 13) de la
vuelta del Señor que “vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos
los que hayan creído” (2 Ts 1, 10)». CEC n.1041.
23. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 177
día y hora espantable? Todos cuanto estamos aquí hemos de parecer allí; y
todas nuestras obras y pensamientos han de parecer allí en público a todos.
Bien será que ahora hagamos penitencia y vivamos bien, para que escapemos
aquel día de la ira terrible de Dios. Bien será que ahora nos juzguemos y
castiguemos nuestras culpas, para que Dios no perdone entonces»77
.
Se describe también los «cielos nuevos y la tierra nueva» como hábitat de
los cuerpos gloriosos de los justos. Si los condenados han perdido la felicidad
eterna, los justos serán los compañeros eternos de Dios en un mundo
transfigurado, donde todo reflejará la gloria del Señor:
«En siendo llevados los malos al infierno, luego se cubrirá la tierra sobre
ellos, y quedará muy contenta y descansada de haber echado de sí tan pesada
carga. Y luego el agua se pondrá clara y hermosa como el cristal; y el aire y
fuego en sus regiones muy suaves y alegres. Y los cielos aparejarán la morada
de los justos queridos de Dios. La luna resplandecerá como el sol, y el sol, siete
veces más que ahora. Y aquella dichosa compañía de los escogidos queridos de
Dios, viendo la venganza y juicio que Dios ha hecho en los malos, cantarán
victoria y alabanza diciendo: Grandes y maravillosas son tus juicios, ¿Quién no te
obedecerá y adorará, Rey de los siglos? »78
.
¿Cómo serán los cuerpos resucitados de los justos? El sermón XXXI sigue
en este punto la enseñanza escolástica sobre los dotes de los cuerpos gloriosos
resucitados. Según la teología escolástica, los cuerpos gloriosos serán: ágiles,
claros, sutiles e impasibles79
. Pero, además, se explica que los justos serán
santuarios o moradas de Dios. En efecto, sus almas estarán colmadas por el
mismo Dios:
«En sus cuerpos serán más ligeros que águilas, más resplandecientes que el
sol, más sutiles que el viento, más hermosos que el cielo. Sus almas serán como
77
«Sermón XXXI: Del juicio final» en J. G. DURÁN, o.c., p. 740.
78
Ibid.
79
En el Catecismo romano se enseñaban los dotes de los cuerpos gloriosos como
respuesta a la pregunta: ¿Cuiusmodi dotibus beatorum corpora post resurrectionem erunt ornata?
La enseñanza sobre los dotes de los cuerpos gloriosos era clásica en los manuales de
escatología hasta antes del Concilio Vaticano II. Cfr. A. ROYO MARIN, o.c., pp.525-
544. Más bien, el actual Catecismo de la Iglesia evita entrar en detalles, así, cuándo se
refiere al “cómo” de la resurrección dice: «Este “cómo” sobrepasa nuestra
imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe. Pero nuestra
participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la transfiguración de nuestro
cuerpo por Cristo». CEC n.1000.
24. 178 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
Dios, llenas del mismo Dios, iguales a los ángeles, hijos queridos y regalados de
su Dios»80
.
El cielo que es la comunión eterna con Dios es, al mismo tiempo,
comunión con los demás. El sermón XXXI no olvida la dimensión
comunitaria de la vida eterna. En el cielo, todos los bienaventurados participan
de todos los bienes, fundamentalmente, del bien infinito que es Dios:
«Todos entre sí, entrañable amor, dando cada uno a los otros todo el bien
que tiene. Gozándose todos del bien de cada uno, y cada uno gozando los
bienes de todos. Y, sobre todo, viendo y gozando los tesoros de toda la
hermosura y suavidad de nuestro Dios»81
.
En síntesis, todo lo que podamos decir del cielo es deficiente, pues es una
realidad inimaginable (cfr. 1 Co 2, 9). Es un verdadero misterio de comunión
con Dios para todos los que le aman:
«No se puede esto, hermanos pensar cómo es, y mucho menos se puede
decir. Porque ni oyó oído, ni vio ojo, ni imaginó pensamiento la grandeza de los bienes que
Dios tiene para los que le aman y sirven»82
.
Al igual que el sermón XXX, se concluye exhortando a los fieles para que
amen y sirvan a Dios con todas sus fuerzas. Ese es el camino que lleva al cielo:
«Amad mucho a vuestro Dios, sirviéndole con todas vuestras fuerzas.
Cumplid sus mandamientos, aunque os cuesta la vida. Y bienaventurados si así
lo hacéis. Seréis de los queridos hijos de Dios. Gozaréis de aquella vida eterna
que a los que le sirven finalmente promete Jesucristo. El cual con el Padre y
con el Espíritu Santo, vive y reina Dios por todos los siglos de los siglos.
Amén»83
.
IV. EL DESEO DEL CIELO EN SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO.
Santo Toribio de Mogrovejo, al igual que todos los santos de la Iglesia,
tuvo una gran preocupación por aprovechar el tiempo presente. El Santo
Arzobispo de Lima estaba convencido que sólo tenemos esta vida para
alcanzar el cielo, la patria eterna. Por eso, señalaba que es necesario vivir el
presente con un gran amor a Dios y los demás. A este respecto, su primer
biógrafo, Antonio de León Pinelo relata que «no perdía un instante y solía
80
«Sermón XXXI: Del juicio final» en J. G. DURÁN, o.c., p.741.
81
Ibid.
82
Ibid.
83
Ibid.
25. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 179
decir: “No es nuestro el tiempo, es muy breve, y hemos de dar estrecha
cuenta de él”. Y he ponderado de la vida de este gran varón, que en
veinticinco años, que rigió la iglesia de Lima, no trató de otra cosa que de su
salvación…Fue su vida una rueda, un movimiento perpetuo, que nunca
paraba. Y si la del hombre, es milicia en la tierra, bien mereció el título de
soldado de Cristo Señor Nuestro, pues nunca faltó a lo militante de su Iglesia,
para conseguir el premio en la triunfante, que piadosamente entendemos que
goza»84
.
Cuentan los testigos que, especialmente por los días de semana santa,
repetía mucho las palabras escuchadas al popular predicador P. Lobo, en
Salamanca: «Juicio, infierno, eternidad». Asimismo, Diego Morales –secretario
del Prelado– declaró que «siempre andaba cuidando de la honra de Dios y que
en nada fuese ofendido, y sentía sumamente cuando oía jurar a alguna persona
y le reprendía y decía no juréis, vuestra palabra sea sí, sí; no, no; no ofendáis a
tan gran Señor; y muy ordinariamente decía: reventar y no hacer un pecado
venial; y así este testigo nunca jamás le vio ni oyó pecado mortal ni venial, ni
imperfección chica ni grande, todo era dado a Dios y embebido en él»85
.
También, su sobrina Mariana de Guzmán Quiñones testificó: «Muchas veces le
oyó decir esta testigo al dicho siervo de Dios: “reventar y no hacer un
pecado venial”»86
.
Santo Toribio de Mogrovejo fue muy conciente que debía dar cuentas a
Dios de su ministerio episcopal. En efecto, en diversas ocasiones, mostró un
santo temor ante el juicio de Dios. En una carta escrita el año 1593 al Consejo
de Indias señala: «Muchas veces he escrito sobre esto y no veo el remedio, no
sé la causa de ello y en escribir esto entiendo hago mucho servicio a su
Majestad y a todos los del Consejo deseándose rematen (liquiden) cuentas
en vida y no se remitan a la muerte donde se tomarán estrechas y
rigurosamente y no se pondrá pretender ignorancia de esto que tantas
veces por mis cartas he representado (he repetido) poniendo por delante
la muerte y juicio, infierno y gloria»87
.
84
A. DE LEÓN PINELO, Vida del Ilustrísimo y Reverendísimo D. Toribio Alfonso
Mogrovejo, Arzobispo de la ciudad de los Reyes, Madrid 1653, Lima 1906, p.68.
85
Archivo Arzobispal de Lima. Actas del proceso de beatificación, Libro I, 167v.
86
Archivo Arzobispal de Lima. Actas del proceso de beatificación, Libro II, 523.
87
E. PUIG, «Cartas de Santo Toribio de Mogrovejo» en Revista Peruana de
Historia Eclesiástica 9, Cuzco, 2006, p.68.
26. 180 Revista Teológica Limense. Vol. XLIV – Nº 2 – 2010
Además, el Santo Pastor se preocupó para que los fieles cumplan ese
deber tan cristiano que es el rezar por los difuntos. En este sentido, Santo
Toribio impulsó una cofradía para rezar por las almas del purgatorio88
.
IV. CONCLUSIONES
Los catecismos limenses exponen con fidelidad la doctrina de la Iglesia
sobre la escatología. Estos documentos presentan la escatología que se ha
forjado hasta ese momento, gracias a los concilios ecuménicos IV de Letrán
(1215), II de Lyon (1274), Florencia (1439-1445) y Trento (1545-1563). A ellos
se suma, la constitución Benedictus Deus (1336).
Estos documentos catequéticos enseñan de manera clara y sencilla las
realidades últimas del hombre y del mundo. En la escatología individual —De
novissimis hominis— exponen las verdades esenciales sobre la muerte, el juicio
particular y la retribución mox post mortem. Además, en la escatología universal
—De novissimis mundi— se expone la segunda venida del Señor, el juicio final y
la resurrección universal.
En las enseñanzas escatológicas del Sermonario destacamos el uso de un
lenguaje directo y vivaz. Se utilizan expresiones propias —tomados del
quechua—para que los oyentes entiendan el mensaje. En la exposición sobre
las verdades del purgatorio, el infierno y el juicio final, se usan imágenes
llamativas que ciertamente suscitan temor, pero son las propias del estilo de esa
época. Quizás para la mentalidad de hoy pueden resultar exageradas. En todo
caso, conviene remarcar que el fin era que los fieles se conviertan, salgan del
pecado, y vivan en gracia de Dios.
El celo de Santo Toribio por presentar los novísimos a través de estos
documentos catequéticos es un ejemplo para todos los pastores de la Iglesia, de
tal modo que no dejen de predicar sobre las realidades últimas. La doctrina de
la Iglesia sobre la escatología no ha cambiado, en esencia, es la misma de
siempre. El reto es enseñarla con integridad, y al mismo tiempo, con un
lenguaje interpelante para el hombre de hoy.
Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida
Director de Estudios Teológicos de la Facultad
88
«En el pueblo de la Magdalena de Eten… tiene la iglesia de este pueblo una
Cofradía de ánimas que ahora se fundó por orden de SU SEÑORÍA». J. A. BENITO,
Libro de visitas de Santo Toribio (1593-1605), Lima 2006.
27. Rosell – La escatología en los catecismos limenses (1584-1585) 181
de Teología Pontifica y Civil de Lima.