El documento habla sobre la paternidad responsable vivida en espíritu de fecundidad. Explica que el fin principal del matrimonio es la procreación, y que la unión conyugal está destinada al nacimiento de una nueva vida. También discute los métodos anticonceptivos y argumenta que eliminar sistemáticamente la posibilidad de fecundidad daña la intimidad de los esposos. Finalmente, enfatiza la importancia de cultivar virtudes como la prudencia y la generosidad al decidir acoger una nueva vida.
1. Tema 6
La paternidad responsable vivida en
espíritu de fecundidad
Æ Atendiendo a esta verdad fundamental y objetiva, se comprende que, por propia
naturaleza, el matrimonio esté destinado al nacimiento de una nueva vida. Tal es su
finalidad natural primera o primordial, que da a la unión todo su sentido y llena al
hombre de una felicidad específicamente conyugal y por ello compartida.
Æ El matrimonio y todos los actos que se realicen desde esa particular «unidad en una
sola carne» tienen el mandato de ser unitivos y procreativos. Y, por ser proyectivos,
llevan en sí el anhelo de la anticipación, del pregusto y de la ilusión correspondiente.
El punto de vista del fin o de los dos fines del matrimonio
Æ El fin primero del matrimonio es la procreación (fin «natural»). Es decir que al engendrar y
educar a sus hijos, los esposos experimentan un ensanchamiento de su ser personal,
se plenifican como seres-en-relación.
Æ La naturaleza del matrimonio, tal como fue establecida por Dios y vivida
por los hombres desde el nacimiento de la humanidad, testimonia la
relación intrínseca que hay entre unión matrimonial y fecundidad.
Æ Desde el momento que el Creador formó la pareja, cuando quiso que
hubiese dos sexos respectivos uno al otro, y llamados a unirse, lo hizo
explícitamente para que la especie humana se propagase.
Æ El fin segundo, «personal» y «personalizador», del matrimonio y del acto sexual, como
de cualquier acto realizado en plena libertad y conciencia, es la mayor unidad e
intimidad de los esposos en el amor.
¿Qué ideas erradas se difunden en la actualidad sobre la
paternidad responsable?
¿Por qué afirmamos que el fin natural y supremo de la unión conyugal es la
procreación?, ¿qué argumento podemos ofrecer a quién no entienda la veracidad
de esta afirmación?
Æ La probabilidad de una fecundación más exitosa, se da en la fase del
placer orgásmico tanto femenino como masculino. En el hombre, el
climax sexual acontece junto a la expulsión del semen (cuya finalidad
es exclusivamente procreativa); en la mujer, el orgasmo causa, entre
otras modificaciones, la liberación de la hormona oxitocina (cuya feliz
traducción del griego es «rápido nacimiento»), que facilita todo el
complejo fisiológico femenino cuya finalidad es la mejor predisposición
del óvulo para ser fecundado.
¿Qué es lo que está ocasionando que las personas tengan
ideas erradas sobre la fecundación dentro del matrimonio?
¿De qué manera el fin unitivo se entronca en el fin último o perfectible del
matrimonio?
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2. ¿Cuál es la íntima relación entre fin unitivo y fin procreativo?, ¿de qué manera
uno fomenta al otro?
La moralidad de los medios
Æ Los esposos que ya tienen hijos, están asociados en esa obra común de fecundidad
y del deber de la educación que se desprende de ella.
Æ Ya que no tienen otra ambición, sino educar a sus hijos, y quieren seguir la llamada
de Dios, los esposos «pueden», con un medio legítimo, unirse como marido y mujer,
excluyendo, en tanto que esto sea posible honestamente, la llegada de un nuevo hijo.
Æ Sin embargo, y esto es lo decisivo, cuando decimos «pueden», no quiere decir
que tengan el permiso para establecer una vida sexual estéril, como si todo fuese
aceptado por los esposos a partir del momento en que ya tienen prole.
Æ La intimidad y el amor conyugal se deteriora cuando se suprime sistemáticamente
el fin procreador en el acto sexual; con el riesgo además de convertir este acto
consagrado en algo trivial, vano, poco satisfactorio e indiferente, más preocupado en
la “técnica” y en los beneficios sensuales que en su contenido de amor.
Æ No «pueden» indiscriminadamente hacer uso de uno u otro medio anticonceptivo,
con el único fin de «evitar al hijo». Si así lo hicieren estarían viviendo no según la «ley
de la generosidad» sino en el «espíritu de esterilidad». La «apertura a la vida» debe ser
la «intención» fundamental de todo acto.
¿Por qué afirmamos que eliminar adrede la posibilidad de fecundidad daña y
debilita inexorablemente el amor y la intimidad de los esposos?
¿Por qué se afirma que al hacer uso de un medio anticonceptivo se está
viviendo en contra de la ley de la generosidad?
La fecundidad inherente al acto conyugal
Æ La intimidad y la fecundidad no son dos aspectos separables de la unión conyugal.
El amor siempre es creador y lo impulsa la generosidad que no pone a priori límites a
su dinamismo expansivo.
Æ Se afirma, con justa razón, que la persona humana concreta, en plenitud de su
singularidad y dignidad, es más ella misma en la medida en que ame, dando más de
sí. Análogamente, la novedad del nosotros de los esposos es más unión e intimidad,
en la medida en que se realicen los dinamismos que lo orientan a la sobreabundancia
de amor, en la colaboración con la obra creadora de Dios.
¿Cómo se puede fortalecer los lazos de unidad e intimidad de la pareja?
Æ No se trata por tanto de reducirlo todo a «lo que se puede» y «no se puede»
hacer fijando nuestra atención exclusivamente en el acto en sí. Es crucial la intención
(interior) que se tiene al unirse en la intimidad. Esa intención procreativa debe estar
presente –y con más razón aún- en cada encuentro sexual; así se emplee o no un
medio moralmente honesto para espaciar los nacimientos.
Æ Vistas estas consideraciones podríamos, por error, concluir que un «método natural
anticonceptivo», es moralmente correcto por el sólo hecho de ser natural. Lo es, si se
le emplea por motivos muy justificables, en espíritu de fecundidad, en una apertura a
la providencia divina y una confianza total en su Plan de Amor.
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3. ¿Bajo qué condiciones un método lícito en sí mismo puede convertirse en
deshonesto?
Æ Un criterio más es que «nadie tiene derecho al hijo». Todo nuevo ser es un regalo y
una bendición de Dios. Si Dios contempla la esterilidad parcial o total de los esposos,
es porque tiene preparado para ellos un camino especial de aceptación, renuncia y
cruz, que siempre será fructífera en el amor, y nunca per se frustración del proyecto
de felicidad. La fecundación in vitro o in vivo, los vientres de alquiler y semejantes
artificios, violentan el designio divino y manifiestan en el fondo una soberbia tremenda,
una rebeldía ante la vida y las condiciones que se nos ha dado, y el consiguiente
rechazo a lo dispuesto por el Señor en su plan para nosotros.
¿Cuáles son los presupuestos de la responsabilidad en la generación de una
nueva vida?, ¿qué implica esta virtud?
Criterios para una decisión libre, sabia y generosa
Æ Esta decisión, tan trascendental como maravillosa, exige de parte de los esposos
el cultivo de dos virtudes fundamentales: la prudencia y el sentido común, junto a la
generosidad y la confianza.
Æ Ante la costumbre –economicista y materialista- de decidir cuántos hijos tener, bajo
criterios económicos, debemos mencionar que lo más importante es hacernos la
pregunta ¿a cuántos hijos puedo amar y educar como corresponde a su dignidad?
Æ Todos los corazones no tienen el mismo tamaño. Distintos factores, ya sean históricos
(el pasado de cada uno), biológicos, psicológicos (caracterológicos) y espirituales,
deben ser puestos sobre el tapete a la hora de la elección.
Æ Es importante, también, tener en consideración que no es aconsejable predecir o
escoger desde un inicio el número de hijos. Ello no es prudente. Cada nueva criatura
que aparece en el seno de la familia genera un cambio radical en la vida de todos sus
miembros, y obliga a una adecuada adaptación. Este proceso es fundamental. Una
vez consolidado, recién se debe pensar en la posibilidad de acrecentar la familia.
Los métodos honestos para el
espaciamiento de la procreación
Æ A través de la historia, el ser humano ha tratado de encontrar métodos o técnicas
honestas para el espaciamiento de los nacimientos, respetando las leyes inscritas en
la naturaleza de la vida conyugal y de los actos que se derivan de ella. Han entrado
así en la cultura los llamados «métodos naturales».
Æ Hoy en día, y gracias al aporte de los esposos John y Evelyn Billings en los años 50´s.,
podemos acceder a un método, que más que un «método», está llamado a convertirse
en un «estilo de vida». De este tiempo hasta hoy se ha venido perfeccionando este
procedimiento, al punto que la Organización Mundial de la Salud reconoce en él un
99% de efectividad.
Æ Recordemos que la responsabilidad exige el deber de conocer la verdad, de
informarse, de buscar el bien y escoger lo mejor; asumir las consecuencias de los
propios actos, pero sobre todo «responder» no solamente ante los hombres sino,
sobre todo, ante Dios por las decisiones tomadas: «¿Qué hiciste hijo mío con la
libertad que te entregué como regalo?».
¿Cuáles son los criterios que deben guiar la decisión de los cónyuges al momento
de elegir la acogida de una nueva vida?
¿Por qué los métodos anticonceptivos artificiales son intrínsecamente malos?
Æ Tampoco es aconsejable abrir la posibilidad de una nueva vida en etapas especialmente
sensibles y pasionales. A veces, la fuerza de la pasión no permite discernir con
claridad y serenidad. Es preferible esperar a que el amor se sienta como tranquilidad,
serenidad y paz; condiciones para un mejor ejercicio de la prudencia. (Cfr. Humane
Vitae, 16).
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4. ¿Somos conscientes que al apartar sistemáticamente el fin procreativo de nuestra intimidad,
terminamos lesionándola y debilitándola?, ¿cómo así?
Dialoguemos
en pareja
¿Es posible que nos lleguemos a «cosificar» en nuestras relaciones sexuales?, ¿cómo prevenir esto?
¿Qué concepto teníamos de la paternidad responsable?
¿Qué ayudas podemos tener para vivir la castidad en nuestro matrimonio?
¿En qué estábamos equivocados?
Oremos…
Oh Dios, protégenos y bendícenos.
Profundiza y refuerza nuestro amor a diario.
Concédenos por tu misericordia que no lleguemos a faltarnos de palabra y de pensamiento.
Perdónanos y corrige nuestras faltas, y haz que siempre nos perdonemos cada vez que sin
darnos cuenta nos dañamos el uno al otro.
Cuídanos y guárdanos bien en lo físico, alertas en la mente, tiernos de corazón, y fieles a Ti. Oh
Dios, concédenos el aspirar y llegar a dar y ser lo mejor el uno para el otro.
ambién te pedimos que nos bendigas con tu gracia para responder a tu amor con la
generosidad de nuestros corazones.
Y así, Señor, toma nuestro amor y nuestras vidas en conjunto, que sean para ti una alabanza,
que estén al servicio de los demás.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén
¿Qué virtudes debemos cultivar desde ahora para vivir nuestro futuro matrimonio dentro de la fe y la
moral de la Iglesia?
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5. Trabajemos en casa
¿Con qué medios se ayudarían a valorar el don de ser co-creadores?
¿Qué acciones tendrían que realizar para cuidar la virtud de la castidad?
¿Qué acciones tendrán que realizar para que puedan ser buenos padres de familia en el futuro?
¿Cómo les ha ayudado en su preparación al matrimonio la sesión que se ha compartido?
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6. Para reflexionar
«Los actos con los que los esposos se unen
íntimamente y castamente entre sí son
honestos y dignos, y, realizados de modo
verdaderamente humano, significan y
fomentan la recíproca donación, con la
que enriquecen mutuamente con alegría y
gratitud».
Catecismo de la Iglesia Católica
(2362).
¿Qué debes tener presente en tu vida sexual dentro del matrimonio?
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7. ¿Qué nos enseña la Iglesia?
«La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en su
fuente suprema, Dios, que es Amor, “el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la
tierra”. El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas
naturales inconscientes; es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio
de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a
la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios
en la generación y en la educación de nuevas vidas. En los bautizados el matrimonio reviste, además,
la dignidad de signo sacramental de la gracia, en cuanto representa la unión de Cristo y de la Iglesia».
San Juan Pablo II.
«Dios, que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar. Creando al hombre y a la mujer,
los ha llamado en el Matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos, “de manera que ya no
son dos, sino una sola carne”. Al bendecirlos, Dios les dijo: “Creced y multiplicaos”».
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 337.
«Los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios y respetarlos como a personas humanas.
Han de educar a sus hijos en el cumplimiento de la ley de Dios, mostrándose ellos mismos obedientes a
la voluntad del Padre de los cielos».
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 222.
«…no mereces alabanza por haberlos tenido (hijos), sino porque te afanas en criarlos y educarlos en la
piedad. Para que te nacieran bastó la fecundidad: para que vivan tienes felicidad; mas su educación es
obra de la voluntad y de la autoridad».
San Agustín, La bondad de la viudez, C.14,18.
«La sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. En el matrimonio, la intimidad
corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. Entre bautizados,
los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento».
Catecismo de la Iglesia Católica, 2360.
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8. «Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicios
del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la
castidad puedan pasar a la edad conveniente, de un honesto noviazgo vivido, al matrimonio».
Autor. Gaudium et Spes 49, 3.
«El (el diablo) ve a un hombre irreprochable, de intacta pureza: entonces le insinúa que debe considerar
el matrimonio como algo reprochable. La consecuencia es que se aparta de la Iglesia y en su celo por la
virginidad es separado de su amor virginal».
San Ambrosio.
«Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados
de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen
mutuamente con alegría y gratitud (GS 49, 2)».
Catecismo de la Iglesia Católica, 2362.
«La vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece
siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo
hasta su término; nadie en ninguna circunstancia, puede adherirse el derecho de matar de modo directo a
un ser humano inocente».
Instrucción Donum Vitae, 5.
«… la Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades
de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad
de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente hay que condenar… cualquier violencia
ejercida por tales autoridades en favor del anticoncepcionismo e incluso de la esterilización y del
aborto procurado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en
las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté
condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado».
Exhortación Apostólica Familiaris Consortio.
«¿Es moralmente lícito el diagnóstico prenatal? Si el diagnóstico prenatal respeta la vida e integridad
del embrión y del feto humano y si se orienta hacia su custodia o hacia su curación, la respuesta es
afirmativa».
Instrucción Donum Vitae, 2.
¿Qué nos enseña la Iglesia?
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