1. ¿PORQUÉ DEFENDER LOS DERECHOS HUMANOS?
LEYDER HUMBERTO PERDOMO
FCSPP
Cuando hablamos de derechos humanos, nos remitimos, desde una
perspectiva académica o política liberal clásica, a la Carta de derechos o
Declaración de derechos redactado en Inglaterra en 1689 o a su expresión
francesa del 26 de agosto de 1789 en el marco de su revolución, o desde una
visión latinoamericanista y/o más local, a la traducción y búsqueda que hiciera
Nariño de esos derechos desde 1793.
También nos encontramos con quienes se empecinan en ver los derechos
humanos como una declaración jurídica y se remiten únicamente a la
Declaración Universal de tales derechos en 1948 o incluso a la consagración
de los derechos fundamentales que hiciera la constitución política colombiana
de 1991.
En la misma línea, levantaran su mano “participativa”, su puño o su voz
“emancipadora”, quienes dirán que cualquiera de las anteriores obedece a una
gran conquista de la humanidad –para los primeros- o quienes vociferan y
rasgan sus vestiduras alegando que esa no es más que una conquista clasista
de los burguesía –para los segundos-, también en cualquiera de las épocas
antes mencionadas.
Pero de otro lado, desde una óptica cargada de un híbrido de escepticismo,
esperanza y tal vez demasiado optimismo, algunos optamos por asumir que
hablar de derechos humanos es referirse a un avance en la racionalidad que
nos identifica como especie, pero que desconoce en la práctica tal racionalidad,
lo cual no implica omitir que, el mínimo de condiciones formalmente
constituidas, se concentra un mínimo de racionalidad por superar y un máximo
de conquistas que alcanzar.
Con estos tres párrafos podría agotar la reflexión que quiero compartirles, sin
embargo, en pro de ocupar el tiempo valioso que me asignaron los compañeros
y compañeras convocantes a esta reunión y para hacerme entender un poco
mejor, me extenderé en mi intervención de la siguiente manera.
2. DEL PORQUÉ LOS DERECHOS HUMANOS NO SON UNA CONQUISTA
LIBERAL BURGUESA.
Partiendo de la lógica de quienes creemos que la tierra no es del que la compra
sino de quien la trabaja, es posible afirmar que los Derechos Humanos en su
expresión moderna no obedece a los grandes –porque es necio e hipócrita
negar su grandeza- pensadores de las revoluciones burguesas del siglo XVIII,
sino al pueblo perteneciente a la servidumbre sujeta a la nobleza de la
monarquía, que empeñó su integridad, sangre y hasta su vida en pro de que la
ya agotada temeridad monárquica cesara, y el mejor vestido, la mejor tierra y la
mejor vida germinaran para todos a la luz de la libertad, la igualdad y la
fraternidad.
De esta manera, ni fue Danton, ni fue Robespiere, ni fue Marat quienes
hicieron del germen de los derechos humanos una realidad, fue el pueblo
francés insurrecto, el que regó esa semilla con su sangre para que la misma
germinara.
Surge la pregunta entonces ¿para qué sirviera tan magno sacrificio, si en lugar
del monarca y la nobleza se posesionó el poder del parlamento burgués, si la
horca y el desmembramiento corporal fueron remplazados por la guillotina y si
nunca se cumplió el contrato social ofrecido y pactado?
La respuesta está en que, para que hoy, más tarde que temprano pero antes
del tan mentado “fin de la historia”, estemos hablando de la necesidad de unos
mínimos civiles y políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales que
nos permitan ser un poquito más libres, iguales y fraternos.
DE CÓMO LOS DERECHOS HUMANOS NO SON UNA SIMPLE
DECLARACIÓN JURÍDICA
Si bien las normas son una de las principales herramientas de control y
dominación de los sectores de poder imperioso, no es vana la invasión que
hacen los Derechos Humanos en el ámbito jurídico, como un mínimo de
3. materialidad y espiritualidad para que cada hombre y cada mujer vivan en
plena libertad, en tanto tales mínimos han invadido el espacio jurídico que
antes solo estaba reservado para las reglas de control y dominación.
Sin embargo, la felicidad humana no está remitida a la lectura de la declaración
universal de 1948 o del capítulo de los derechos fundamentales de la
constitución de 1991, sino que requieren que dicha instauración positiva en el
marco de legalidad sea superada y se proyecte hacia la realidad emancipada
de cada persona; así como implica que dicha consagración formalista y jurídica
no sean pretexto para que hoy la vulneración material de los derechos, se
fundamenten en la defensa de esa misma formalidad, justificándose la guerra,
la prisión o el exterminio como medios de aniquilamiento de quienes por
determinaciones –también jurídicas y formalistas- dejan de ser humanos
objetos de derechos.
Así pues, los derechos humanos no son tales por su consagración jurídica, sino
que lo son en tanto sean vividos por cada uno y cada una de las personas que
esa juricidad determina, es decir, la universalidad de los seres humanos que
habitan la tierra.
DEL PORQUE NO ES UNA CONQUISTA DE LA HUMANIDAD, PERO ES
UNA BÚSQUEDA EMANCIPADORA
Dicen los que saben, que la humanidad de nuestra especie, se determina por la
capacidad de racionar y actuar conforme a esa capacidad, con la que no
cuentan otras especies como el perro, la vaca o el caballo, aunque a veces
pareciera lo contrario.
Pues esa máxima de las ciencias naturales, aparentemente tan elemental y
evidente, es suficiente razón para considerar que los derechos humanos no
han sido, y tal vez nunca lo sean, una conquista de la humanidad, en tanto tal
característica obedece a la capacidad de racionar y actuar conforme a esa
racionalidad.
4. Si bien los Derechos Humanos como expresión jurídica positiva representan un
avance racional que ha costado el sacrificio de tantos y tantas personas, el
hecho de que aún hoy veamos en nuestro entorno hambre, miseria,
desplazamientos forzados por la violencia, víctimas de crímenes de estado,
presos políticos y sociales en verdaderos campos de concentración,
estudiantes que se ven obligados a cubrir su rostro para hacerse ver,
desapariciones forzadas, invasiones militares, desempleo, guerra, mujeres
como trofeos, el consumo como valor supremo, entre otras tantas expresiones
de la escatología humana, hace que la consideración de los revolucionarios
franceses, ingleses y norteamericanos, -que supeditó la creencia ciega y
religiosa en la divinidad al imperio de la “diosa razón”- sea una farsa.
En ese sentido, en la búsqueda tal vez ilusa y falaz de ese objetivo, fue que
miles de hombres y mujeres dieron su vida no solo en las revoluciones
burguesas, sino también la segunda guerra mundial, en que millones de
soldados y guerrilleros antifascistas dieron su vida en pro de lo que después
fue la declaración universal de de los derechos humanos de 1948, así como
tiempo después, luchas revolucionarias por la liberación latinoamericana y
africana, dieron lugar a que se declararan los derechos de los pueblos en Argel
en 1976, o como otros también soñadores amasen a tal punto ese objetivo,
hasta convertirse en referentes de la búsqueda, la defensa y la conquista de los
derechos humanos, tal y como lo son hoy Jesús María Valle, Héctor Abad
Gómez o Gustavo Marulanda, quienes superaron el superhombre de capa y
poderes sobrenaturales que dicta el mercado, por hombres y mujeres que
lloraban, cantaban, soñaban, cagaban, vivieron y murieron para conseguir la
consecuencia entre la racionalidad humana y su praxis.
Así pues, ¿porqué defender los derechos humanos? Porque no son conquistas
de clase, ni simples determinaciones jurídicas, son mínimos presupuestos
razonados y por razonar, que permiten que día a día, paso a paso, la liberación
de los hombres y las mujeres –y porque no de los demás animales y las
plantas- sigan siendo ese punto en el horizonte al que se refiriera Eduardo
Galeano cuando definió la utopía, ese punto inalcanzable que nos permite
caminar.