1. El vuelo MH17, la piedra y los vidrios rotos
Por Hernán Etchaleco
Conocida es la anécdota de la piedra que rompe un vidrio en una protesta. Es un hecho objetivo
irrebatible. Están ahí los cristales esparcidos por el suelo, el proyectil y la imagen de ambos
elementos reproducida miles de veces en los medios de comunicación. La pregunta por quién la
arrojó ya es otro cantar. Seguramente será el eje de interminables disputas políticas, culturales y
económicas que se activan en torno de esa piedra y de ese cristal hecho añicos.
Algo por el estilo ocurre hoy con el triste derribo del vuelo de Malaysian Airlines en territorio del
Este ucraniano. Allí, grupos rebeldes combaten a las autoridades nacionales para obtener su
independencia. Allí encontraron una muerte absurda 298 personas que simplemente pasaban por
allí sin mucha idea de lo que sucedía debajo. El hecho se manifiesta trágico, terrible, indignante y
sobre los restos humeantes del avión derribado comienzan a tejerse los discursos que buscan
endilgarles la barbarie a unos u otros.
Si bien ninguna investigación independiente determinó o deslindó aún responsabilidades, los
muertos del vuelo MH17 le fueron arrojados a la cara del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, en
un intento de que modifique alguna vez el rictus sosegado y misterioso que tanto inquieta en
algunos círculos de Europa y Estados Unidos. Imperturbable, el líder ruso se defendió. Pero a pesar
de que la inteligencia estadounidense repetía que no existía evidencia que vinculara el derribo con
Rusia, la maquinaria de propaganda ya estaba en marcha. Fácil, un líder mundial demonizado
durante años es blanco fácil cuando de endilgarle atrocidades se trata.
Sin embargo, si bien se mira el proceso de conflictividad en el Este ucraniano, quien más hizo
porque un hecho como el del avión malasio no se produjera fue el propio Putin. Mientras el
gobierno central ucraniano fomentaba la ofensiva militar en la región y oficiales de la OTAN se
presentaban en Kiev para asesorar a los militares leales a las autoridades de facto, Rusia hacía lo
posible para sostener acuerdos de cese al fuego junto con algunos socios europeos razonables,
como Francia y Alemania.
Pero las alas duras se impusieron en Kiev, fogoneadas tal vez por esos asesores militares y de
inteligencia llegados del extranjero, y el presidente electo Poroshenko decidió emular a sus
predecesores de facto y romper las frágiles treguas alcanzadas a fuerza de tanques y bombardeos
de civiles.
No sabemos quién disparó el misil que derribó el vuelo MH17, pero sí sabemos quiénes hicieron lo
posible para generar las condiciones de una escalada bélica en la región. Tal vez poco importe: la
guerra de propaganda parece definida una vez más y la mano que arrojó la piedra tenga nombre y
apellido, a pesar de la falta notable de evidencia existente. Como las supuestas armas de
destrucción masiva de Saddam Hussein, madres de la barbarie terrorista medieval que sume hoy a
Irak y a todo medio oriente en la desesperación.