Los antiguos germanos creían que los astros y planetas estaban sostenidos por las ramas de un árbol gigante llamado Yggdrasil, con el cielo en la copa y el infierno en las raíces. Cada año adornaban un roble con antorchas representando las estrellas, la luna y el sol. San Bonifacio derribó este árbol pagano y plantó un abeto cristiano, adornado con manzanas y velas que simbolizaban las tentaciones, la luz de Cristo. Esta tradición del árbol