leyenda puertorriqueña del Pirata Cofresí

1. El pirata Cofresi por: Cayetano Coll y Toste Adaptación: Prof. Evahilda Rodriguez Maestra de Español © 2007

3. _ “ Pilichi”, dijo Cofresí al grumete, con soberbio ademan, “ ve a mi camarote y traeme el anteojo. Me parece divisar algo en lontananza. El arrogante marino ponia la mano horizontal sobre las cejas, como una visera, para enfocar bien su mirada de aguila y escudrinar las lejanias del mar.

4. R ecibido el catalejo lo tendió diestramente, y gritó al contramaestre con voz llena de fanfarria. _ “Hazte cargo del timón, Calache, que tenemos enemigos a la vista. Era un nao danés que conducía mercancías de Nueva York a San Thomas. Cofresí marchó a popa donde reunió su gente, revisó severamente machetes y cuchillos y tranquilamente se puso a amolar, con sumo cuidado, su hacha de abordaje.

5. L a gente del bergantín, al divisar la goleta izó la bandera danesa en señal de saludo. La velera de Cofresí, ‘’ Ana” izó bandera de muerte, la bandera negra de los piratas. El brick ya no podía huir y afrontó el peligro. Cogfresí, hacha en mano, seguido de los suyos, saltó ágil al buque y atacó cuerpo a cuerpo a los daneses.

6. E l gobierno de Washington dio la orden al almirante de castigar al pirata puertorriqueño. Pronto llegó al conocimiento de Cofresí y abandonó sus correrías por aguas del Atlántico y se pasó al mar Caribe.

7. E stando la Ana en el puerto de Boca del infierno Cofresí divisó una vela, y salió a apresarla. Pero esta vez fue por lana y le zumbaron la bandana. Tan pronto estuvo a tiro de cañon recibió un balazo en el baupréste, le hizo comprender que se las había con un barco de guerra. Cofresí viró en redondo y a todo trapo emprendió la huida. Ya en tierra dividió Cofresí su gente en dos grupos, dándoles por punto de reunión la playa de Cabo Rojo. Antes enterraron lo que pudieron salvar de la Ana.

8. L os dos grupos tuvieron que batirse y abrirse campo a sangre y fuego. Acosados por la caballería tuvieron que rendirse a sus perseguidores. El jefe pirata fue cogido después de reñida refriega, todo cubierto de heridas.

9. P ara satisfacer a la vindicta pública y asegurar el reposo y tranquilidad de estas islas, fueron pasados por las armas en la mañana del 29 de marzo de 1825. Un gentío inmenso presenció el horroroso espectáculo en el campo del Morro. Los cadáveres quedaron expuestos al público por veinticuatro horas para escarmiento de malhechores. Los hermanos de la Caridad, previo permiso del gobierno, dieron sepultura a aquellos cadáveres en el cementerio de Santa María de la Magdalena. Así terminaron el valiente Cofresí y sus compañeros de correrías piráticas.